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Ares

Dios de la guerra asesina

Normalmente se suele considerar que Ares es un dios extranjero, de origen tracio. Con
frecuencia aparece asociado a Tracia, región de clima rudo, rica en caballos y cuyos habitantes,
los tracios, eran considerados por los restantes griegos semisalvajes y excesivamente propensos
a las guerras. A los griegos, en cambio, no les gustaba la guerra, como no fuera en defensa de la
libertad, o por alguna otra razón igualmente convincente, y por eso despreciaban a los tracios,
que hacían de la guerra un pasatiempo. Ares comparte muchas de las características de este
pueblo.

Ares es la personificación de la lucha asesina. Pues, efectivamente, él simboliza el espíritu


sanguinario del estruendo de la batalla, que penetra demoníacamente en los hombres. En
contraposición con lo que, en relación con el espíritu guerrero, significa Atenea, Ares es el
demonio de la batalla asesina, de la venganza y de lo criminal. Él nunca favorece a una ciudad o
una facción más que a otra, sino que combate en este o en aquel lado según la inclinación del
momento y se complace en la matanza de hombres y el saqueo de ciudades. Pero, pese a ser un
amante de los combates, la mayoría de las veces no sale victorioso en ellos, sino que es vencido
por otros dioses (como Atenea) o por semidioses (como Hércules).

A duras penas llegó a tener la dignidad plena de un dios: fundamentalmente tiene un espíritu
maléfico y el ciego salvajismo domina su ser. Sólo esporádicamente aparece en relatos míticos
con personalidad total. Incluso en un poema épico que relata una guerra, como es la Ilíada, se
observa claramente que los guerreros, aunque sean llamados «favoritos de Ares», no se sienten
especialmente ligados a él, ni es a él a quien dirigen sus ruegos, sino a Atenea. Su condición
divina sólo se ve en medio del furor del campo de batalla, que es su elemento propio.

Dios de carácter belicoso, violento e insensato. Se lo suele describir, o representar, como un


guerrero de gran tamaño, armado con coraza, casco, escudo, espada y lanza (sus atributos).
Emite terribles gritos en el campo de batalla y combate a pie o en un carro tirado por cuatro
caballos. Su eterna compañera es Eris, la diosa de la Discordia.

Ares tenía una cuadriga tirada por cuatro sementales inmortales con bridas de oro que
respiraban fuego. Entre los demás dioses, él era reconocido por su armadura de bronce y por la
lanza que blandía en batalla.

Sus aves consagradas eran una bandada de pájaros cuyas plumas podían lanzar como dardos y
que guardaban las amazonas y las dedicaban al dios en un templo que tenía en una isla del mar
Negro. Su animal favorito era el perro.
Sus compañeros en batalla eran numerosos espíritus: Deimos y Fobos, personificaciones del
terror y el miedo; Enio, del derramamiento de la sangre y la violencia; Cidoimos, del alboroto de
las batallas; las Macas, de las disputas y Alala, del grito de guerra. Además de todos ellos su fiel
seguidora era siempre Eris, la discordia, que incitaba a los combatientes a continuar batiéndose
hasta que no quedara ni uno vivo.

Odiado por los hombres y por los dioses, nunca adquirió importancia social o teológica.
Tampoco tiene demasiada Mitología, pues, contra lo que pudiera esperarse debido a la
resonancia universal de la Ilíada y al hecho de que los griegos fueron un pueblo tan dado a la
guerra como cualquier otro, los acciones guerreras por sí mismas no fueron un tema que
atrajera especialmente la imaginación de los antiguos helenos, sino más bien los relatos de
aventuras.

Esposas y descendencia de Ares

Los hijos del dios Ares suelen ser violentos, inhospitalarios y crueles, dignos hijos de su terrible
padre.

Ares aparece frecuentemente emparejado con la diosa Afrodita. Ella fue siempre su gran amor.
Aunque en la Mitología clásica hace a Afrodita esposa de Hefesto, no hay que olvidar que en
Hesíodo y en algunos poetas posteriores, Ares y Afrodita aparecen formando pareja y en
ocasiones Afrodita es considerada su esposa. Ares y Afrodita fueron padres de Fobo y Deimos.
En ocasiones, también se suele considerar a Eros (el dios arquero que provoca el amor
desenfrenado) como hijo de ambos.

De una mortal llamada Pirene, tuvo a Cieno y Diomedes. Hércules mató a ambos. Cieno era un
cruel bandido que atacaba y mataba a los caminantes y con sus restos ofrecía sacrificios a su
padre. Se ensañaba especialmente con los que iban a Delfos. Apolo se encolerizó y suscitó
contra él a Hércules. Ambos lucharon y Cieno murió. Ares se presentó a vengar a su hijo, pero
Atenea desvió su jabalina, en cambio Hércules logró herir al dios en un muslo. Diomedes, que
fue rey de Tracia, solía dar de comer a sus yeguas carne humana, a tal fin mataba a los
extranjeros que atravesaban su país. Euristeo, rey de Argos, encargó a Hércules, en uno de los
célebres trabajos que el héroe tebano realizó para él, que le llevara las yeguas de Diomedes.
Hércules mató a Diomedes y se lo dio de comer a sus propias yeguas, después las llevó ante
Euristeo, que o bien las consagró a Hera o las dejó libres en el monte Olimpo, donde las
devoraron las fieras salvajes.

Se decía que las amazonas en general descendían de Ares y de la ninfa Harmonía. En otras
ocasiones se nos dice que sólo la reina de las amazonas era hija del dios. Las amazonas eran un
pueblo formado únicamente de mujeres guerreras que suele ser ubicado en el Quersoneso
Táurico -la actual Crimea-, o en las orillas del río Termodonte, en Asia Menor. Se distinguían
porque eran hábiles jinetes y magníficas arqueras.

Ares es identificado en Roma con Marte, aunque el Marte romano era un dios mucho más
importante que el Ares griego. Entre otras cosas, Marte poseía funciones agrícolas además de
las guerreras. El dios Marte, en época de Augusto personificaba la justa venganza, cosa que
nunca sucedió con su correspondiente griego.

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