Julie Matthaei*
Todos los profesores de economía de Wellesley tenían que enseñar dos de los cursos "básicos"
requeridos. Me asignaron Microeconomía introductoria e intermedia y también el libro de
texto principal, pero me negué a enseñar directamente la economía corriente. En cambio,
presenté el material en el libro de texto, lo critiqué y enseñé los contornos de la visión
alternativa y radical. Recuerdo haber sentido que al criticar la Biblia de Economía me estaba
involucrando en una actividad profundamente subversiva. Solía imaginar que un brazo enorme
llegaría al salón de clases, me recogía y me llevaba. Por suerte, nada de eso sucedió. En
cambio, basada en mi popularidad con los estudiantes y el éxito de mi primer libro, Una
historia económica de las mujeres en América, recibí una posición permanente en la
Universidad.
Una vez que era profesora de tiempo completo, podría relajarme un poco y tomar más riesgos
con mi enseñanza. Comencé a darme cuenta de que mis críticas a la teoría económica
dominante y la economía capitalista avanzada parecían estar dando vueltas. Desde la primera
vez que presenté el marco de oferta y demanda a mis estudiantes de introducción, por
ejemplo, señalé que las curvas de oferta y demanda sólo determinan precios en mercados
perfectamente competitivos ... que no existen. Consideré esta clave para la educación de mis
estudiantes, sobre todo porque los economistas convencionales aplican el marco de manera
inapropiada tantas veces, pero muchos de ellos siguieron olvidando este hecho clave en sus
exámenes.
Un problema similar surgió con mi crítica radical del capitalismo avanzado. Mis clases de
economía radical presentaron la visión neomarxista de que las grandes corporaciones
dominaban el panorama económico: oprimir a los trabajadores, lavar el cerebro a los
consumidores a través de la publicidad para mantenerlos esclavizados por el ciclo de trabajo /
gasto y manipular al gobierno para que hiciera su apuesta mediante el financiamiento de
campañas y sobornos. Juzgué este punto de vista con el de nuestro texto principal, que
oscureció el poder de las empresas al centrarse en las pequeñas empresas indefensas
controladas por consumidores soberanos que, cuando las fallas del mercado lo hicieron
necesario, usaban sus votos para que el gobierno intervenga en su nombre. Me divertí – y
quede consternada - al encontrar que muchos de los exámenes de mis estudiantes mostraron
que la realidad que les había estado enseñando la veían como de dos países diferentes!
Aun cuando ajusté mi enseñanza para asegurarme de que mis estudiantes comprendieran que
éstas eran dos visiones de la economía de los Estados Unidos, sin embargo, me di cuenta de
otro problema. Los estudiantes que creían en la visión radical también estaban convencidos de
que las grandes corporaciones eran tan poderosas que no se podía hacer nada al respecto.
En vez de inspirar a mis estudiantes al activismo radical, les había enseñado a ser cínicos y
resignados acerca de la disfunción económica y la injusticia reinantes. Si no podían hacer nada
al respecto, pensaron, ¿por qué no al menos hacerse rico haciéndose un banquero de
inversiones?
Empecé a desarrollar una nueva forma de enseñar que se centra menos en la teoría económica
dominante y en las poderosas corporaciones con ánimo de lucro. Ahora comenzamos el
término que identifica los problemas económicos apremiantes y la crisis del calentamiento
global. Señalo los problemas asociados con los consumidores, los trabajadores y las empresas
que actúan de manera egoísta y materialista. Presento, discuto y doy ejemplos de la
emergente "economía solidaria", basada en valores, prácticas e instituciones socialmente
responsables o de "alto camino": consumo ético, comercio justo, corporaciones socialmente
responsables. Esto pone al consumismo competitivo materialista y a las corporaciones
tradicionales motivadas por el lucro a la defensiva. Desde este punto de vista uno se pregunta
por qué alguien creyó que una corporación exclusivamente lucrativa, dedicada a servir a sus
propietarios (los accionistas), sería capaz de hacer el bien por sus otros grupos de interés: los
consumidores, los trabajadores, los proveedores, el gobierno y el medio ambiente. O por qué
alguien podría imaginar que la compra de más y más cosas materiales traería verdadera
satisfacción.
Una de mis clases más exitosas este término se basó en el documental de PBS Affluenza and
Me, que analiza la cultura contemporánea de consumo en los Estados Unidos como una
enfermedad. Los síntomas de esta "afluenza" son el exceso de trabajo, la escasez de tiempo, la
deuda, la ruptura de las relaciones familiares, la destrucción ecológica, etc. También leímos y
discutimos un extracto de P.A. El libro de Payutto Buddhist Economics, que presenta el
consumo ilustrado como la construcción del bienestar a través de la resistencia a la publicidad
y los antojos, el conocimiento de las verdaderas necesidades y el servicio al conjunto.
Enseño a mis estudiantes cómo tomar sus decisiones microeconómicas - como consumidores,
trabajadores, empresarios, padres y ciudadanos - de maneras que crean bienestar para ellos y
sus seres queridos. Les enseño cómo usar su poder económico para expresar y actualizar sus
valores más profundos - para repudiar al falso dios del dinero y la religión económica
predominante del mercado. Les enseño que el interés propio ilustrado implica comportarse de
una manera socialmente responsable, ya que todos dependemos el uno del otro... y en
conjunto. Todos tenemos que hacer nuestra parte para salvar tanto al planeta como a
nosotros mismos - hay mucho que podemos hacer alineando nuestras decisiones económicas
con nuestros verdaderos valores.