EL MATRIMONIO PALAVRAKIS
De Angélica Liddell
MATEO.- ¿Seguro que están usadas? ¿Seguro que te las has puesto?
¿Quién te compra las bragas? Deberías comprar tus propias bragas.
Deberías elegir tus bragas. Es algo íntimo, ¿me entiendes? Intimo. Es tu
elección, tu punto de vista sobre las cosas, tu carácter. Hasta el gusano
tiene un punto de vista sobre las cosas. Toma, coge el dinero. Cómprate
unas bragas que te gusten. Tienes derecho. No dejes que tu madre elija por
ti. Cómprate unas bragas bonitas. Algún día tienes que empezar. Es algo
importantísimo. Hazme caso, importantísimo. Ya tienes edad para comprar
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tus propias bragas. ¿Cuántos años has cumplido? ¿Doce? ¿Doce años?
Buena edad para hablar con una mujer. Doce años. Una auténtica mujer.
No estás a gusto, ¿verdad? Yo tampoco. Somos las víctimas. Ante todo
somos las víctimas. Nunca lo olvides. Las víctimas. Te ha pegado. Tú
padre te ha pegado. Cerdo. Y sólo porque eres hermosa. Sabe que no puede
ponerte una mano encima si no es moliéndote a golpes. ¡Los padres!
¡Todos iguales! Te ha pegado. Te ha pegado por tus labios, porque tienes
en la boca toda la sangre de una herida. Preciosa. Preciosa tu boca. ¿Un
caramelo? Algo dulce para una mujer dulce. Lo dulce es lo que nos obliga
a vivir, el deseo de lo dulce nos mantiene con vida. El deseo de lo dulce.
Lo dulce. Ya veo, no estas a gusto. No estamos a gusto. Yo también lo
odiaba. A mi padre. Lo odiaba tanto como tú al tuyo. Y yo salía corriendo
a robar chocolatinas, pasteles , caramelos, y me hinchaba hasta reventar.
Gracias a lo dulce fui capaz de sobrevivir. No dejes de comer dulce. No
hagas caso a tus padres, las muelas , las caries, bah... No les hagas caso. Al
final a todos se nos caen los dientes. Doce años. Buena edad para hablar
con una mujer. Doce. ¿Sabes quién soy? ¿Te han hablado de mí? Te lo
habrán contado, te lo habrán contado todo. ¿Sabes lo que pasó? Imagino
que sí. Lo sabes. Voy a decirte una cosa: Nunca tengas hijos, ¡nunca!
ELSA.- ¡Quiero que mis hijos sean tan hermosos como los rascacielos de
Nueva York!
ELSA.- ¡Quiero que mis hijos sean tan hermosos como los rascacielos de
Nueva York!
ELSA.- ¡Quiero que mis hijos sean tan hermosos como los rascacielos de
Nueva York!
MATEO.- ¡Vamos!
MATEO.- ¡Ganaremos!
MATEO.- ¡Ganaremos!
ELSA.- ¡Ganaremos!
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ELSA.- ¡Quiero gritar! ¡Quiero que mis hijos sean tan hermosos como los
rascacielos de Nueva York! ¡Quiero que mis hijos sean tan hermosos como
los rascacielos de Nueva York! ¡Quiero que mis hijos sean tan hermosos
como los rascacielos de Nueva York!
MATEO.- Ha hablado.
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ELSA.- ¿Qué?
ELSA.- Tranquilízate.
MATEO.- ¿Te das cuenta? ¡No podrá elegir a sus padres! ¿Con quién se
va a encontrar?
MATEO.- ¿Y cómo sabes qué eres mejor? ¿Sólo por ser diferente a ellos,
opuesta a ellos?
MATEO.- Yo no.
ELSA.- Tú también.
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ELSA.- Cuando veas al niño dejarás de pensar así, dejarás de ser el peor.
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MATEO.- Nada ha cambiado. Tienes que odiar el mundo igual que antes,
tanto como lo odio yo. Creí que éramos dos odiando al mundo. Para
siempre. Creí que nada alteraría nuestro odio. El odio, ¿sabes de que te
hablo?, el odio. ¡Maldita sea! ¡El mundo es repugnante! ¡Lo dijimos
juntos! ¡Te odio, te odio mundo! ¡Nos odiábamos a nosotros mismos!
ELSA.- Pero ahora el mundo debe ser hermoso, la comida debe ser
hermosa, las sillas deben ser hermosas, el suelo, los vasos, el agua, la
leche, las puertas, las ventanas...El desayuno debe ser hermoso y el olor a
verdura y muchas cosas que antes no lo eran. Y tú y yo deberíamos ser
hermosos también.
ELSA.- ¡Escucha!
MATEO.- Silencio...
ELSA.- ¿Qué?
MATEO.- Shu...
ELSA.- ¿Qué?
MATEO.- (Silencio)
MATEO.- Sí.
MATEO.- Sí.
ELSA.- No es posible.
MATEO.- Lo es.
ELSA.- No.
MATEO.- Sí.
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ELSA.- No pueden.
MATEO.- Sí pueden.
MATEO.- Sí.
MATEO.- Sí.
ELSA.- No.
MATEO.- Nunca has visto un conejo enterrado porque a los conejos los
cortan en trozos y luego se los comen. Igual que a los niños. Somos una
especie de conejos. Cuando te comes a un conejo es como si te comieras a
un niño. ¿Has comido conejo alguna vez?
ELSA.- Sí.
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MATEO.- No hay mucho más que sentir. Los niños somos pequeños, y los
asesinos de niños son grandes. Y nos comen. Eso es todo.
MATEO.- Sí. A los conejos niño con los niños y a los conejos niña con las
niñas.
MATEO.- Y los mezclan también con pan y con vino, sobre todo con
vino, litros y litros de vino.
Silencio
ELSA.- No lo sé.
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ELSA.- Sí.
ELSA.- ¿También?
ELSA.- Te quiero.
MATEO.- Te quiero.
MATEO.- Claro, como los perros. Los asesinos de niños tienen dientes de
perro. Fíjate en los dientes de tu padre.
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MATEO.- Te quiero.
ELSA.- Te quiero.
MATEO.- Más.
ELSA.- Esto.
MATEO.- Segundo sueño: mi hija llora sin parar. Lleva días llorando sin
parar. La cojo en brazos y me escupe entre los ojos. Me inunda de babas.
Me orina con todas sus fuerzas. Me llena las manos con sus desperdicios.
Huele mal. La meto en una bolsa de basura y la tiro al río.
ELSA.- Tercer sueño: Lo primero que asoma entre mis muslos es la pierna
de mi hijo, una pierna tan morada que parece que me haya crecido un pene
asqueroso. La pierna se mueve arriba y abajo, resbala envuelta en flujos
amarillos, se hincha cada vez más como un hígado enfermo. Mi hijo es un
pene asqueroso.
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nosotros. Se la comen los gusanos. Empiezan por lo más blando, por los
ojos.
MATEO.- Me gustaría que otro viviese mi vida, justo ahora, ahora que
todo es movimiento y convulsión y flujo y entrada en el mundo y gran
acontecimiento. Ahora, ahora me gustaría dejar el mundo y dedicarme a la
parálisis, pudrirme de tan quieto, de tan vencido, secarme. Detesto el
movimiento. Todo ha sido por culpa del movimiento. Me aterra. Malas
consecuencias del movimiento. Si pudiera desaparecer sin morir. El miedo
funciona como un hueso más de mi cuerpo. Miedo a ser solo un hombre.
Miedo a ser solo un hombre. Me lleno de pereza como si la pereza fuera
vino caliente, y yo un vaso, un objeto, inerte. ¿Qué siento? ¿Qué debo
sentir? ¿Cuál es el sentimiento adecuado? La culpa, debería estar aquí,
presente, con todas sus llagas, la culpa. Dios mío, no puedo sentir, no
puedo sentir...
ELSA.- ¿Aristóteles?
ELSA.- (Lee) "¿Se debe entrar a oscuras en la habitación de los niños? ¿Es
bueno que duerman en la habitación de los padres, junto a los padres, en la
misma cama? ¿Desnudos o vestidos? ¿Es bueno decirles siempre la
verdad? ¿Es bueno dejarles llorar? ¿Es bueno que coman dulces?"
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ELSA.- Eso pienso yo. Es bueno que los niños coman dulces.
Elsa y Mateo leen las leyendas de las bolsas de supermercado y meten cabezas de
muñecos. ("Esta bolsa no es juguete, para evitar riesgos de asfixia impida que los
bebés y los niños jueguen con ella")
MATEO.- (De repente lee impreso en una bolsa:) De usted depende que
su hijo sea una víctima.
ELSA.- ¿Cómo?
ELSA.- ¿Cuándo le daremos permiso para usar las tijeras, para bañarse
sola, para usar la electricidad, para cruzar la calle? ¿Cuándo? ¿Cómo
sabremos que ya no está en peligro? Cada vez aparecerá un peligro nuevo,
y habrá que darle permiso, peligros y más peligros, así hasta que se muera.
Silencio
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Silencio
ELSA.- La niña dice que las sábanas le dan calambres. ¿Tú sabes algo?
MATEO.- Lo cuentan con todo lujo de detalles. Una vez en la tumba qué
importa cómo fue a parar allí.
ELSA.- Los muertos son todo. Todo lo que no son los vivos.
ELSA.- Les entra curiosidad por saber lo que se siente. Estoy segura.
Buscan en sus vidas algo horroroso, algo que se parezca a lo nuestro.
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ELSA.- Me lo prometiste.
ELSA.- Nunca.
ELSA.- ¡No! ¡No te daba nada a cambio! ¡Sólo las putas podían darte algo
a cambio! ¡Por un hombre como tú sólo puede sentirse repugnancia!
ELSA.- Los degenerados. Los asesinos y los locos. Esos son los únicos
que no intentan perpetuarse. Los que malgastan el semen con las rameras.
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MATEO.- ¡Soy repulsivo, una escoria, nunca fui lo bastante bueno para ti!
MATEO.- Perpetuarse a cualquier precio, eso es. Parir como los animales.
Querías tener siempre la barriga llena de bolas peludas, y empujar, y
echarlas, y tener más. Querías parir a todos los perros del mundo. Hueles a
perro. Tienes ojos de perro. Y vientre de perra.
MATEO.- Quítate esa ropa, vamos, desnúdate. Ya verás lo cerca que estás
de tu cadáver. Ya verás como entiendo.
MATEO.- ¡No puedo creer que insistas! ¿Quieres decir que permitirías
que te follara, que metiera mi polla dentro de tu coño, que jadeara sobre ti,
permitirías que te chorreara el semen entre los muslos, pegajoso y caliente,
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permitirías mis babas fétidas, permitirías todo eso a pesar de lo que nos
hemos dicho, a pesar de lo que sentimos el uno por el otro?
ELSA.- ¡Un hijo más! ¡Sólo te pedí un hijo más, uno más, uno más! ¡Uno
que hubiera crecido del todo, sin centímetros de más o de menos! ¡Ni
siquiera mereció la pena el esfuerzo del parto!
MATEO.- ¿Y si todos los niños murieran a los siete años? ¿Y si fuera esa
la edad a la que murieran? ¿Y si no se hicieran mayores?
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MATEO.- ¿Para qué, para borrar a la otra? ¿Es eso, quieres borrarla?
ELSA.- ¡No!
ELSA.- Imposible.
ELSA.- ¡Nunca!
ELSA.- Nunca.
ELSA.- ¿Alegrarme?
ELSA.- (Silencio)
ELSA.- ¿Cuchillos?
ELSA.- Es verdad.
MATEO.- Has puesto sólo cuchillos. Tres cuchillos alrededor del plato.
Dos cuchillos a la derecha y uno a la izquierda. Tres alrededor de mi sopa
y tres alrededor de la tuya. Seis cuchillos sobre la mesa. Has puesto seis
cuchillos sobre la mesa. Seis cuchillos.
ELSA.- Yo tampoco.
ELSA.- Nada.
MATEO.- ¿Dónde están las cucharas? ¿Y los tenedores? No los veo por
ningún sitio.
ELSA.- No lo sé.
ELSA.- No lo soy.
ELSA.- No.
ELSA.- Déjame.
MATEO.- ¿Son para eso los cuchillos? ¿Son para mi cuello? ¿Seis
cuchillos para mi cuello? ¡Bah! ¡Pones seis cuchillos sobre la mesa y ni
siquiera tienes valor para pincharme!
ELSA.- Chloé tenía siete años y era preciosa. No había nacido criatura
más linda en decenios. No se tenía noticia de semejante hermosura. Las
madres me pedían los bucles de su deliciosa cabellera. Todas querían tocar
sus bucles. Todas. Hay bucles del pelo de mi hijita en todas las casas. La
invitaban a todas las fiestas, ganaba todos los concursos de belleza, ganaba
siempre. La retrataron miles de veces. Era preciosa, preciosa. Cualquiera
que se cruzara con ella empezaba a adorarla instantáneamente. Cuando
sonreía, dios mío, cuando sonreía ... Nada era tan dulce como su sonrisa.
¡Nada! Pero las niñas hermosas siempre llevan una manada de lobos a sus
espaldas, seres perversos surgidos de las entrañas de la tierra con el único
objeto de destrozar la pureza. No son capaces de enfrentarse a lo bello sin
aniquilarlo. No se detienen hasta no dar con la niña más preciosa del
mundo, y entonces piensan que la belleza es injusta, que la belleza
engendra lascivia, y sólo desean destruirla. Porque mi hijita era uno de
esos seres encantadores que poseen la capacidad de reducir a sus
semejantes a la más absoluta de las fealdades. Nadie corre más peligro que
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las niñas hermosas, nadie lleva más sombras tras la nuca. Las niñas
hermosas, allá donde van son acompañadas por el horror.
MATEO.- Todo se puede coser, todo se puede cerrar, es sólo una máquina,
es sólo una máquina. Todo puede devolverse a su lugar. (Se pellizca un
trozo de piel) ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto?
ELSA.- ¿Qué?
MATEO.- Hubiera preferido una niña corriente, una niña como millones
de niñas.
MATEO.- No.
MATEO.- No.
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ELSA.- Su cama...
MATEO.- ¿Qué?
ELSA.- Las sábanas, están hechas pedazos, están cortadas en trocitos muy
pequeños, muy pequeños...
MATEO.- ¿Quién?
ELSA.- Todo.
ELSA.- Sí.
ELSA.- ¡Sí!
MATEO.- ¿Qué más has visto? ¿Qué hay en su habitación? ¿Qué más ha
hecho?
ELSA.- Solo las sábanas. Hechas migas. Nunca le gustaron las sábanas. Le
daban calambres, ¿te acuerdas?
ELSA.- Escucha.
MATEO.- Es el viento.
MATEO.- Es el viento.
MATEO.- Es el viento.
MATEO.- Nada.
ELSA.- Mírate.
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MATEO.- (Lleva una mata de pelo en los bolsillos) ¿Qué es esto? ¿Quién
lo ha puesto aquí?
ELSA.- Mira.
hombres. Todo ser desea la muerte de otro ser en algún momento de sus
vidas y siembra de cadáveres sus peores sueños. En según qué
circunstancias cualquiera puede aliarse con el diablo. El solitario va en
busca del solitario. Y de entre todos los solitarios el diablo es el que está
más solo. Algunas veces el infierno es un buen refugio. Supongo que es
una cuestión de movimiento. Hay unos que permanecen quietos y son
inofensivos. Sin embargo hay otros que practican la acción. Se mueven. La
culpa es del movimiento. La culpa es del movimiento. La sangre se mueve
sin parar, recorre nuestro cuerpo una y otra vez. Bueno, todas las cosas
nacen y mueren bajo el mismo sol, y nadie deja más rastro que el de una
hormiga aplastada en un camino. Llegará el día en que los hombres se
degüellen los unos a los otros por puro asco de sí mismos. No se puede ser
feliz a todas horas. Pero sí podemos ser desgraciados a todas horas. Elsa,
he pecado, haz conmigo lo que quieras. Llevo dentro mucho dolor.
ELSA.- Sí.
ELSA.- Sí.
ELSA.- Sí.
ELSA.- Sí.
ELSA.- Sí.
ELSA.- Sí.
ELSA.- Sí.
NARRADORA.- ¿Automutilación?
ELSA.- El día que cumplió siete años la niña se cortó las venas de los
brazos con el cuchillo de partir la tarta. Corrió hacia su padre con los
brazos chorreando sangre y se abrazó a él con todas sus fuerzas. Le
adoraba. Me lancé sobre ella para socorrerla, pero ella se abrazó a su
padre. A su padre. Como una novia. Le manchó la camisa. Creo que en el
fondo vivieron una historia de amor. Eran un hombre y una mujer. A mí
nunca me quisieron, y yo tampoco fui capaz de quererles, ¿verdad? Nunca
quise a mi hijita, ¿es eso lo que piensa? Nunca cuidé de ella lo suficiente.
Nunca.
ELSA.- Cuando era más jóven yo ganaba algún dinero cuidando niños,
eran niños muy pequeños, a veces tenía que cambiarles los pañales, y
dejaba...Dejaba que los perros les chuparan, les lamieran, ¿me entiende? Y
nunca hice nada por detener a los perros. Los perros chupaban y yo
miraba, solamente miraba, como a mi hijita metiendo la mano en el cieno.
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ELSA.- Bueno, Mateo, no lo sé. Hay muchos seres humanos juntos. Algo
tiene que pasar cuando hay tantos seres humanos juntos, y todos
destruidos, y todos aniquilados, y todos enfermos. ¿Y si la culpa es de
todos esos seres humanos juntos, juntos, juntos? ¿Usted no está destruida,
aniquilada, enferma? ¿Usted no es responsable de nada? ¿Nunca se asusta
de sí misma?
ELSA.- Un día dijo algo que me hizo llorar. Chloé aún estaba viva.
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© (2002) Angélica Liddell
ÍNDICE
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