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Seis personajes en busca de un autor: La muerte de Pirandello

En el artículo La muerte del autor, Roland Barthes hace una fuerte crítica a ciertas
“leyendas” creadas en el ámbito literario que tienen que ver con la figura autor que
gobierna un relato con su voz y que trata de plasmar en el sus confidencias. Para Barthes
(1968) “la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen” (pg. 1), por lo tanto la
concepción de que toda obra es reflejo de la vida de un escritor sería una ilusión
inalcanzable. La importancia del autor como persona que siente vive e influencia su obra
con sus experiencias es una de las discusiones que ha generado cierta disputa entre los
literatos y los escritores. Hay quienes consideran que es posible tener un completo
conocimiento de la persona que escribe y quienes piensan que el conocimiento que se tiene
del escritor viene dado por ciertos “rumores” o datos “inciertos”. Sin embargo, cuando se
habla de este problema se debe tener claro que, al final de cuentas, la obra como
“resultado” es la que llega a nuestras manos y no el autor en sí mismo. Con esto en mente,
es importante transportar este tipo de propuestas y opiniones a un plano práctico para poder
examinar porque el autor pierde esta influencia dentro del universo literario de una obra;
por ello se examinara el papel de “la muerte” o “supervivencia” del autor en la obra Seis
personajes en busca de un autor” de Luigi Pirandello.

En primer lugar, en el prefacio que hace el autor a su obra, Luigi afirma que los personajes
que nacieron en su universo mental tomaron vida propia durante la escritura obra y se
volvieron individuos independientes. Luigi afirma que los personajes saltaron fuera de su
mente porque formaron su propia historia, su propia identidad y un valor universal. Así, la
introducción que hace el autor deja claro que el lector se encontrará con un universo, un
espacio y unos personajes que tienen identidad propia y no con una obra que actúa como
puente entre los pensamientos más profundos del escritor y la vida pública. En otras
palabras, Pirandello no usa este escrito como una alegoría de su propio ser o como una
forma de diario personal, sino que plasma todas aquellas ideas que surgieron en su mente y
que dejaron de depender de su creador para poder ser.

Con esto en mente, cuando se inicia la lectura de la obra, todo aquello que Pirandello
menciono en su prefacio comienza a tomar una forma menos abstracta. Los primeros
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personajes que aparecen son un director de escena y un tramoyista, y la descripción de la


escena es la siguiente:

“[…] Apagadas las luces de la sala, se verá entrar por la puerta del foro al
TRAMOYISTA con un mono azulado y una bolsa atada a la cintura; cogerá de un
rincón al fondo algunos listones, los colocará en el proscenio y se arrodillará para
fijarlos. Al escucharse los martillazos, saldrá de la puerta de los camerinos el
DIRECTOR DE ESCENA.” ( Pirandello, 1925)

Esta escena que muestra la interacción y el ambiente donde se mueven dos simples
trabajadores del mundo del teatro da una clara contextualización de cómo estará construida
la obra y de cómo se ha distanciado de la persona o sujeto creador que la ha escrito. El
hecho de que la obra comience con dos personas que deberían estar trasbanbalinas y no ser
el centro de atención en el escenario, tiene un cierto encanto interesante y exótico. Además
de ello, da prueba de que durante el proceso de escritura el ambiente creado por Pirandello
se fue separando de él como persona y adquirió tanta individualidad que el inicio de la obra
parece indicar que las acciones vienen dadas por personas que habitan un universo tan
sostenible y único que no importa la voz del creador, sino que importa las condiciones en
las que los personajes viven y como estas los influencias. La escena que se describe
muestra que el propósito de esta obra no es mostrar un drama o una comedia que comparta
las intimas confesiones del autor a través de personajes y descripciones, sino que es un
escrito donde se va a dar cuenta de la organización, la dirección y creación de un a bra de
teatro a partir de la perspectiva de diversas voces. Los personajes no son individuos que
tienen diferentes partes de un mismo Pirandello, sino que son personas con una función
clara (director, tramoyista, actor) y que a través de su trabajo, de sus vivencias y del dialogo
que mantienen entre sí, van construyendo una esencia propia, diferenciable y ligada a
quienes son y no a quienes Pirandello quiso que fueran.

En segundo lugar, cuando la acción comienza a avanzar y aparecen los seis personajes, la
descripción de su entrada es la siguiente:

“Quien vaya a intentar una puesta en escena de esta comedia debe valerse de todos
los medios disponibles para lograr un efecto gracias al cual estos SEIS
PERSONAJES no se confundan nunca con los ACTORES de la compañía […] el
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medio más eficaz e idóneo que se sugiere será el uso de máscaras especiales para los
PERSONAJES[…] Las máscaras ayudarán a dar la impresión de la figura
construida artísticamente y fijada de manera inalterable en la expresión del propio
sentimiento fundamental, que es el remordimiento en el PADRE, la venganza en la
HIJASTRA, el desdén en el HIJO, el dolor en la MADRE, con lágrimas de cera,
fijas en lo más lívido de las ojeras y las mejillas […]” (Pirandello, 1925)

En esta escena está claro que Pirandello, quiere dar voz a las vivencias, experiencias,
dolores, fatigas y pasiones de los “seis personajes”, en especial al Padre, la madre y la
hijastra. Estos tres personajes que intentarán convencer al escritor y que contaran sus
desventuras y sus historias al director, en ningún momento están representando alguna
faceta de la vida de Pirandello o dando a conocer las anécdotas más importantes del
escritor. Pirandello comprende que no puede monopolizar la voz que lleva la historia y
entiende que el escrito no es reflejo del escritor, sino que es una producción compleja
donde los personajes creados adquieren una cualidad de “individuo” casi tan material y
tangible como en el mundo real.

El padre, la madre y la hijastra viven dramas por las elecciones que han tomado llevados
por las pasiones, el amor y la adversidad. Estas anécdotas de engaño, traición y dolor que
cuentan al director hacen indudablemente parte de quienes son como sujetos complejos e
individuales; por ello, Pirandello como persona física que siente, vive y piensa carece de
relevancia en el relato, puesto que la autoridad la ha tomado la misma obra y en ella están
las voces, los escenarios y los ambientes que deben participar y ser descritos
independientemente de quien es el creador; es decir, el relato adquiere autonomía, se puede
valer por sí mismo y no necesita tener como base a la “persona” autor, sino que ella misma
da al lector la construcción y la legitimidad de la historia.

En resumen, se pueden decir varias cosas acerca del papel de Pirandello en esta obra,
quizás la frase que resumiría todo de manera más simple sería: “Pirandello ha muerto, su
obra lo ha matado”. El hecho de que se pueda llegar a semejante frase o afirmación tiene
que ver con el análisis que se ha hecho de Seis personajes en busca de un autor a lo largo
del ensayo.
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La obra que presenta Pirandello como producto final es compleja, contenida y con una
estructura propia e intransferible. Desde el inicio hasta el final la obra muestra un universo
creado por varias intervenciones, que no tienen un origen en común sino que van
colisionando en las vidas de los otros personajes cuando vienen recorriendo la trayectoria
que fue trazada por sus decisiones. Es por ello, que la realidad y la “materialidad” de cada
ser en ese escenario deja de lado a quien ha escrito y pone a la obra como eje central, pues
es donde se mezclan y se relacionan estos seres. Así, esta obra va más allá que un diario o
un escrito de catarsis que ha escrito Pirandello; los personajes, espacios y ambientes que el
escritor imagino o creo fueron saliendo de su mente a través de la escritura y durante ese
proceso estos adquirieron vida, movilidad y una esencia. Es evidente en el relato que todo
personaje y objeto hace parte de un universo mayor que no involucra las tristezas de
Pirandello sino que involucra la desventura de Seis personajes con nombre propio, con
conciencia, con pensamientos, con acciones y con una individualidad consagrada.

En tercer lugar, si Pirandello como persona que siente y experimenta no está presente
dentro de la obra ¿por qué “la imagen de la literatura que es posible encontrar en la cultura
común tiene su centro, tiránicamente, en el autor, su persona, su historia, sus gustos, sus
pasiones” (Barthes 1968 pg. 1)? Irónicamente, cuando la crítica literaria puede analizar esta
obra y verla como lo que es (una entidad compleja) prefiere referénciala ala la “persona
humana del autor” para darle la identidad de la que piensa que carece.

Foucault, en ¿Qué es un autor?, afirma que los discursos dados por la cultura, han hecho
que las obras tengan la necesidad de ser relacionadas y ser dependientes de un autor. La
sociedad necesita que el autor se apropie de su obra para que sea responsable y pueda ser
castigado; no soporta el anonimato, porque quiere un ser humano responsable de cualquier
creación, y necesita tener un individuo como autor para poder aproximarnos a la obra. Por
ello solemos equivocarnos y pensamos que acercarse a la obra significa acercarse a un ser
humano en concreto a su vida y a sus experiencias, pero al fin y al cabo, como afirma
Foucault, “no importa quién habla”, puesto que el autor es una construcción hecha por la
crítica y la sociedad. Lo que está escrito en el papel es lo que llega hasta los lectores, no
llega una copia o un clon del escritor, llega una composición que ha tenido un proceso de
metamorfosis y que finalmente ha sido publicada, por lo tanto la obra crea cierta
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independencia de quien la ha escrito ya que ella misma puede responder por su contenido
sin depender de una persona humana en concreto. La obra no es el autor, los personajes no
son una representación del autor, los escenarios no son lugares predilectos del autor, no
todo escrito es una alegoría de la vida de un escritor, no todo escrito es un diario personal.

De esta manera, en Seis Personajes en busca de un autor queda claro que estas necesidades
que son meras superficialidades están infravaloradas, ya que Pirandello es una de las
víctimas de la destrucción que ocurre durante la escritura de una obra literaria. La voz que
Pirandello debería tener como escritor, es totalmente destrozada por sus mismas creaciones
dado que estas adquieren una identidad, una libertad y una individualidad que les permite
ser quienes narran, discuten y piensan en la historia. Pirandello fue quien empezó la
actividad creadora, pero durante todo el proceso la palabra escrita se alzó como una entidad
que se apropió de un universo y de unos personajes que tienen la capacidad de actuar e
influir en ella. En otras palabras, Pirandello fue asesinado por Seis Personajes en busca de
un autor, porque su obra lo expulso de su fuero interno, lo excluyo de su identidad, se
independizo de él y adquirió vida propia. Entonces, el autor no es más que un elemento
externo; no es un ente creador y generador, como se ha concebido desde el renacimiento,
porque los procesos literarios no están a servicio de una “persona humana” sino que están
destinados a la posibilidad de la existencia de una obra que se más que el reflejo de la
frustración o la exaltación de un individuo. Las obras literarias son construidas gracias a la
influencia de diferentes voces que hacen parte de la misma, no gracias a la división de un
solo ser o a la voluntad de un solo ser; por esta razón, el autor no es el ente todo poderoso y
controlador del producto final, sino que son los personajes y los espacios que saltaron de su
mente los que han logrado el resultado final.

Bibliografía

Foucault, Michel. ¿Qué es un Autor? in Dits et Écrits, pp. 789-812 y What is an author? in
Foucault Reader Michel Foucault. P. Rabinow; Ed.

Barthes, Roland. La muerte del autor. Traducción: C. Fernández Medrano. Fuente:


http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n51/articulo-4.html
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Pirandello, Luigi. Seis Personajes en busca de un autor. Madrid: Ediciones Cátedra, 2004.
Impreso.

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