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A la escuela se va a aprender no a buscar

la felicidad"

Entrevista a Alberto Royo, profesor y autor de 'Contra la nueva educación' IVÁN


CÁMARA (Vídeo)

Profesor, musicólogo y autor de: 'Contra la nueva educación'

Casado y con dos hijos, dice que el libro que mejor nos representa es: 'Todo lo que era
sólido'

Piensa que nos falta pensamiento crítico y coherencia y nos sobra picaresca y
sectarismo

• BERTA GONZÁLEZ DE VEGA


• @martinidemar

12/03/2016 04:29

Alberto Royo, profesor de instituto en Zaragoza, cuenta que decidió escribir Contra la
nueva Educación (Ed. Plataforma) cuando fue consciente de que iban ganando la batalla
en la educación los que apuestan por "la felicidad desinformada" frente a la cultura y al
saber. Cuando se percató del furor de libros sobre la educación y el éxito, el talento y la
empatía, palabras que iban arrinconando a un conocimiento al que, mantiene el libro, no
se llega sin esfuerzo, disciplina y constancia.

El libro tiene cierto tono pesimista y, en definitiva, si ha tenido que contestar a


"charlatanes" de la educación es porque en estos años ha aumentado el interés y, a
priori, eso podría ser una buena noticia, ¿no?
Hablar mucho de algo que no es útil no es beneficioso. Es como cuando se
debate sobre la necesidad de que haya consenso en la reforma educativa. Si se
ponen de acuerdo en lo que hay ahora, no lo vería tampoco demasiado
beneficioso. Yo pongo dos matices. Debe hablar de educación el que enseña y,
ahora mismo, los gurús de la nueva educación no son docentes. Y también creo
que ahora mismo hay una mayoría de opiniones que no va en la línea de la
nueva educación pero que no aparece en los medios de comunicación.
Lo que llama la nueva educación promueve valores como la creatividad que no parecen
dañinos
Lo que yo critico es que en la línea hegemónica de esa nueva educación sí
parezca que se antepone el sentido lúdico al esfuerzo que conlleva cualquier
aprendizaje, que se dé a entender que el éxito es fácil y que lo importante es una
felicidad de libro de autoayuda. Que, en la realidad, se acaba arrinconando la
disciplina, el esfuerzo y la atención. Ellos mantienen que el alumno de hoy tiene
diferentes necesidades pero lo cierto es que sólo un sistema educativo riguroso y
que exija esfuerzo garantiza la movilidad social. Ese sistema sería mucho más
eficaz que el paternalismo y el buenismo hacia los estudiantes con menos
recursos. Cualquier aprendizaje necesita disciplina y tenacidad. Un mal sistema
educativo perjudica al pobre cultural, a aquel que en su entorno familiar no
puede escuchar un vocabulario rico. En el fondo de esta cuestión sobre la nueva
pedagogía está la pregunta de qué queremos que haga la escuela, si los niños van
a ir a ser felices o a aprender. La escuela tiene que dar formación, no es un lugar
donde enseñen la búsqueda de la felicidad.
Le ha puesto un título a la defensiva, que no suele ser estrategia recomendable.
En el título me antepongo a lo que sé que voy a recibir. Ahora mismo, el
discurso hegemónico es lo fácil y lo cómodo. Si mantienes la importancia del
esfuerzo eres ya sospechoso de ser un retrógrado.
Pero, en definitiva, nadie le impone a usted cómo tiene que dar sus clases, ¿no?
La presión es importante. Cuando se habla de la enseñanza, desmarcarse de la
línea oficial es incómodo.
¿Cómo explicaría las diferencias entre comunidades? Porque, al final, se rigen por la
misma ley y las diferencias entre Castilla y León, o Navarra, con Andalucía son muy
importantes en PISA.
Es muy complicado explicarlas. En aquellas comunidades donde el espíritu
Logse se ha aplicado con menos fervor, diría que el estropicio es menor. Navarra
sería el caso. Habría que intentar que no hubiera esas diferencias. También
influye cómo en cada sociedad se considera la educación, ese clima también
influye. Es necesario que hablemos de movilidad social y de meritocracia pero
es un discurso que choca con modelos sociales que vemos a diario en la
televisión. La manera más ética de progresar es con la educación pero es
complicado cuando se ven ciertos modelos de éxito en los medios o en la
política misma.
Pero, curiosamente, en esos mismos medios se han hecho famosos para el gran público
unos cocineros que, para llegar donde están y mantenerse, han tenido que esforzarse
muchísimo, porque el trabajo en la cocina no es precisamente fácil ni relajado y requiere
disciplina. Concursos con niños a los que se juzga de manera implacable.
El caso de los cocineros es muy interesante. Hoy, que tanto hablamos de
creatividad, de la originalidad y al mismo tiempo se desprecian los
conocimientos, se olvida que esos cocineros han tenido que dominar la cocina
tradicional antes de adentrarse en la cocina de vanguardia. Y eso también pasa
con el arte contemporáneo o la música, se llega a la creatividad y a la innovación
después de conocer su historia y los fundamentos.
En el debate sobre la reforma de la educación hay un asunto que no es nueva pedagogía
y es sobre la selección del profesorado.
No tengo inconveniente en que se me vuelva a evaluar. La pregunta es qué se va
evaluar, porque no me importaría que fueran mis conocimientos pero no sé si se
pretende mi competencia emocional.
No me refería tanto a la evaluación de los que están ya como a los que empiezan a
estudiar para ser profesores y luego las oposiciones.
Soy partidario de un sistema de selección muy duro. Incluso me plantearía una
prueba de cultura general inicial. Recuerdo que se hizo hace años una en la
Comunidad de Madrid, lo criticaron y apenas nadie se paró a pensar en la
vergüenza de muchas de las respuestas. Cuanto más rigurosa sea la selección de
los profesores, mejor.
Suena duro lo que dice en el libro de que los niños tienen que llegar motivados de casa.
Es que aprender es apasionante. Mi hijo mayor tiene cinco años y la primera vez
que se paró a leer un cartel, cuando lo consiguió, tenía los ojos hasta vidriosos.
Lo que yo quiero transmitir es que lo lúdico no tiene por qué ser lo motivador,
que aprender siempre lo ha sido. Lo de la motivación es delicado porque no todo
nos atrae, de entrada. En la vida, hacemos cosas que no nos apetecen, que no
parecen sugerentes y luego nos gustan. Estamos tan preocupados en motivar al
que no quiere estudiar que acabamos desanimando al que quiere. Evitamos decir
la verdad al que lo hace mal y al que lo hace bien.
Quizás se refieran a que no hace falta para aprender memorizar tanto como en el sistema
español, que puede desmotivar.
Yo tengo que defender la memorización y otra cosa distinta es que se memorice
todo sin entender nada. La memorización ya se criticaba en la reforma de Villar
Palasí, la de la EGB. Yo intento contrarrestar la deriva de la enseñanza. Es
fundamental en la educación.
Tampoco goza de buena fama ahora la clase magistral.
Es curioso porque, en música, hablar de una master class, o sea, clase magistral,
es algo muy positivo y prestigioso y, en la enseñanza en general, si la defiendes
generas ciertas sospechas a pedagogos que confunden muchas cosas. La
autoridad, que es fundamental, y el autoritarismo, por ejemplo. La autoridad del
profesor no es para imponer, es la que se deriva del respeto intelectual hacia
quien sabe. Por eso, la relación entre el alumno y el profesor nunca puede ser
horizontal porque el primero aprende y el segundo sabe. Es una relación
jerárquica.
¿Cómo se logra restituir esa autoridad?
Evitando los aprobados de despacho, por ejemplo, como pasó hace unas
semanas en Andalucía. No va a favor de la autoridad intelectual del profesor,
que es lo más parecido a la autoridad moral de un padre. Pudiendo hablar de
disciplina sin que nadie te tache de reaccionario. Lo fundamental es que hubiera
una concienciación social en el sentido de reconocer que el profesor es el
profesional de la enseñanza y que se le debe un respeto intelectual. Si esto
estuviera bien interiorizado evitaríamos conflictos. Cuando hablamos de
educación se dan circunstancias que no se darían en la sanidad. Yo he recibido
consejos de padres de alumnos y es como si un paciente aconseja al médico. Se
dan situaciones surrealistas. En cuestiones profesionales, los padres no tienen
mucho que decir.
A veces también da la sensación de que se han confundido igualdad de oportunidades e
igualdad de resultados
El error fundamental de la Logse fue obsesionarse con la igualdad. El alumno
que no es capaz o no quiere esforzarse no va a progresar, por lo tanto la equidad
ya está malograda. Se ha tomado la igualdad como punto de llegada y no de
partida, que es la única admisible. Ningún alumno que quiera esforzarse tiene
que ver limitado su derecho a aprender y, al que no quiera esforzarse, no
podemos protegerle. De todas maneras, el alumno brillante sale adelante con un
mal sistema pero es que en la educación pública debemos fijarnos en los que
tienen dificultades y quieren aprender.
El caso es que tenemos un sistema con el fracaso escolar de los más altos de Europa.
Hablamos de fracaso escolar cuando el alumno no promociona. Pero el fracaso
también es ver si ha aprendido lo que debería saber. Pero nadie dice que no se
deba evaluar el sistema, deberíamos analizar qué se hace mal. Y uno de los
principales errores es que cada vez más se han ido rebajando los contenidos.
Sólo hay que ver los libros. Si, como mantienen los pedagogos, el conocimiento
está en internet, para qué vas a aprender en un libro quién fue Colón si está en
Google. No se dan cuenta de que internet puede ser un lío terrible para gente que
no tiene los recursos para discernir.
Pero está de acuerdo en que habría que ver qué se hace bien y mal.
El sistema necesita una evaluación. Las metodologías innovadoras tienen poca
base empírica. Deberían ponerse en marcha en sitios muy concretos, en
proyectos piloto. Innovar es cambiar algo para bien. Si se quiere plantear una
metodología nueva, tiene que haber una base que la avale. Yo estoy contra la
innovación por la innovación. Hay que probar y evaluar.
En Gran Bretaña, en esa evaluación, apostaron en su día por hacer públicas las
reválidas. Se han llevado sorpresas, como que hay colegios públicos de zonas humildes
que lo están haciendo muy bien. Pero aquí los sindicatos se niegan en redondo.
Podría ser positivo, no veo por qué hay que tener miedo a las evaluaciones y que
sean públicas, teniendo en cuenta el contexto del tipo de alumnado. Si se evalúa
algo, conviene conocer luego los resultados.
¿Deberían estar más claros los límites de lo que hace la escuela y lo que se hace en
casa?
Si en tercero de la ESO tienes a un maleducado, la culpa no es del profesor. Pero
se cometen errores similares en casa y en la escuela. Se opta por lo más cómodo.
Los sobreprotegemos y los estamos dejando desnudos. Se habla de quitar los
exámenes, por ejemplo, cuando precisamente la educación tiene que ser una
carrera de obstáculos porque los alumnos tienen que saber vencer dificultades,
resolver problemas, tener capacidad de gestionar un fracaso, de tolerar la
frustración. Se habla de educar en valores y la resiliencia no es uno de los que
más suene.
¿Hacen falta tantos deberes como se mandan en España?
Demasiado deberes y mal elaborados son una estupidez. Unos deberes que no
pueden realizar solos los alumnos no están bien puestos.
Antes hablábamos de los cocineros. Los deberes son entrenamiento, si están bien
puestos. En un país de grandes logros deportivos, no parece que tengamos en cuenta lo
duro que es llegar hasta ahí.
Es que las cualidades que se ven en el deporte como positivas, son las que se
quieren desterrar de la educación. Cualquiera elogia a Nadal pero, si se habla de
alta cultura, se considera elitista, segregador, clasista. No sé qué tiene de malo el
elitismo si los que llegan arriba son los que se lo merecen. ¿Queremos una
meritocracia? Eso es que lleguen los más capaces, los mejores, los más
honrados. Ahora no lo estamos viendo en política, por ejemplo, donde, aunque
creo que hay muchos honrados, no suelen llegar a lo más alto los más capaces.
El hecho de haber arrinconado los conceptos de esfuerzo y disciplina, ¿cree que ha
tenido efectos en la sociedad en general?
No fortalece la responsabilidad individual. Creo que nos hace falta, antes de
quejarnos de todo, un poco más de compromiso y de autocrítica, apelar más a la
responsabilidad individual. Soy de los que piensa que, si cada uno de nosotros
intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor posible, eso tiene un efecto
contagioso.

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