1.1 Introducción
Tradicionalmente se ha dudado de la veracidad del testimonio de un niño que declara haber sufrido
abusos sexuales. Este cuestionamiento se debe, en gran medida, a determinados aspectos como la
incompetencia cognitiva del menor, la alta susceptibilidad de éste a la sugestión (Ceci y Bruck, 1993) y la
incapacidad que manifiesta a la hora de diferenciar entre realidad y fantasía. Sin embargo, existen datos
que ponen en duda la validez de estos puntos de vista (Bull, 1998). Algunos autores (Poole y Lamb, 1998)
subrayan que las declaraciones falsas o inexactas no son consecuencia de los posibles déficit cognitivos
de los menores, sino del modo en que se realizan las entrevistas (cuyas respuestas pueden estar inducidas) o
de determinadas sugerencias realizadas por los adultos.
Cuando se denuncia un abuso, frecuentemente ocurre que la única prueba disponible es la declaración
del propio menor; en estos casos se hace imprescindible contar con un modo fidedigno de evaluar si dicha
declaración se corresponde o no con la realidad. Es muy importante llevar a cabo este análisis de la forma
más objetiva posible, sin enjuiciar de antemano la falsedad o autenticidad de la declaración.
La mayoría de los menores prefiere revelar los abusos sufridos a algún adulto de su familia antes que a
un extraño. En ese momento, el adulto puede —intencionalmente, o no— introducir información sobre
algún detalle que pueda distorsionar los recuerdos del menor. Si éste no recuerda el origen de ese detalle,
podría estar convencido de haberlo experimentado realmente (Poole y Lamb, 1998).
Es evidente que los niños tienen la capacidad de mentir y de ocultar información. Bussey, Lee y
Grimbeek (1993) ponen de manifiesto la disposición de los menores a mentir cuando se lo solicita un
adulto, bien para que acuse falsamente a otro sobre un abuso sexual o bien para que oculte un abuso que
ha tenido lugar. Junto a la capacidad de los menores para mentir, hay que señalar la escasa capacidad de
los adultos para detectar esa mentira. De hecho, se puede afirmar que la capacidad de detectar el engaño
a partir de indicadores no verbales es bastante imprecisa en los adultos (Masip y Garrido, 2001). Aunque
en el caso de los contenidos verbales se supone que la precisión aumenta. Sin embargo, un estudio de
Jackson y Granhag (1997) prueba lo contrario. En él se indica que la probabilidad de que abogados y
estudiantes sean capaces de diferenciar entre las declaraciones verdaderas y las falsas realizadas por
menores no supera las meras probabilidades del azar. En este estudio se puso de manifiesto que la precisión
en la detección de declaraciones verdaderas y falsas no aumentó cuando las declaraciones se
presentaban en video en vez hacerlo por escrito.
El verdadero origen del CBCA hay que situarlo a mediados del siglo pasado. Tras la Segunda Guerra
Mundial, se produjo en Alemania una reforma del Sistema de Administración de Justicia que incluyó, entre
otros aspectos, la creación de tribunales especiales para los casos en los que la víctima y/o el agresor fuese
menor de 21 años. En aquella época se consultó a un psicólogo alemán, Udo Undeustch, sobre los recursos
existentes para evaluar la credibilidad de un testigo menor de edad. Undeustch señaló la conveniencia de
entrevistar al testigo fuera del entorno judicial, grabar esa entrevista y analizarla después. Estas indicaciones
abrieron las puertas de los tribunales a los psicólogos jurídicos alemanes. A partir de la experiencia
acumulada entrevistando testigos menores de edad, se fueron elaborando una serie de criterios de realidad
que eran indicadores de la veracidad de la declaración en los casos de abuso sexual infantil. Undeustch fue
el primero en resaltar que las declaraciones basadas en algo ocurrido realmente diferían sustancialmente de
aquéllas fruto de la imaginación (Hipótesis de Undeustch). En 1957 se publicaron por primera vez los
criterios del primero de los procedimientos: Análisis de la realidad de las declaraciones (SRA). Este
procedimiento se basa en dos conjuntos de datos: los obtenidos a través de la entrevista en la que el menor
hace su declaración formal y los de las declaraciones realizadas previamente. Sin embargo, esta técnica no
empezó a gozar de prestigio hasta los años 80, cuando Undeustch publicó sus trabajos en inglés, y las
líneas de investigación de Kóhnken y Steller se unificaron con el fin de integrar en un único sistema los
diferentes criterios. A las aportaciones de estos investigadores hay que añadir las de psicólogos forenses
alemanes como Arntzen y Szewczyk, quienes recogieron información sobre casos reales a lo largo de 30
años de investigación. De este modo, se creó el citado sistema CBCA. Steller contactó con Raskin en Estados
Unidos, quien se encargó de introducir el CBCA en aquel país. Todas estas investigaciones confluyeron en el
desarrollo del protocolo de análisis conocido como Sistema de análisis de la validez de las declaraciones
(SVA).
El planteamiento central de este protocolo es considerar que una declaración será veraz si muestra
criterios que indiquen que está basada en hechos experimentados directamente por el que declara,
independientemente de la mayor o menor precisión de tal declaración. Una declaración no será válida si se
basa en invenciones (mentiras); o si obedece a la influencia de otras personas, ya sea directa e
intencionalmente (instruyendo para que realice una declaración falsa) o indirecta y no intencionalmente (a
través de la sugestión). El SVA incluye:
Una entrevista que no sesgue las respuestas del niño
La aplicación de los 19 criterios del CBCA a la transcripción de la entrevista. Cuantos más criterios
se den, más veraz puede considerarse la declaración.
1.2 La entrevista
El objetivo de la entrevista es obtener la mayor cantidad de información posible sin sesgar las
respuestas del menor. En la medida en que las circunstancias lo permitan, es aconsejable que entre el
momento de la entrevista y los hechos relatados transcurra el menor tiempo posible. Aunque los elementos
centrales del incidente de abuso se suelen recordar durante mucho tiempo, los elementos periféricos
tienden a olvidarse. Por otro lado, cuanto mayor sea la demora, mayor será la probabilidad de que el
menor haya sido entrevistado con anterioridad (por padres, policías, abogados, psicoterapeutas, etc.) y, en
consecuencia, será más posible que éstos, con sus preguntas, hayan sesgado el recuerdo infantil.
Así, el procedimiento más efectivo es provocar la narración libre del menor para posteriormente
clarificar, a través de preguntas lo más abiertas posibles, determinados aspectos que precisen ser
aclarados. Este procedimiento es muy efectivo porque se puede obtener una mayor cantidad de
información con una menor interferencia del entrevistador.
El entrevistador debe abordar los tres aspectos clave de la entrevista:
La hipótesis principal (la validez de las alegaciones) y las alternativas (por ejemplo; se ha
fantaseado; la alegación se debe a la venganza; las alegaciones son válidas pero hay elementos
adicionales inventados, etc.).
Contrastar lo que dice el menor con la información adicional que se tiene del caso (se confirma;
hay elementos contradictorios; omisiones, etc.).
4. Preguntas para el contraste de hipótesis alternativas. No deben realizarse este tipo de preguntas si
la hipótesis principal tiene suficiente consistencia. Si son útiles, sin embargo, cuando la información
que facilita el menor entra en contradicción con otras informaciones de las que ya se dispone;
cuando se ha relatado algo improbable o si se sospecha que la declaración está
5. Preguntas sugerentes. Si se introducen debe ser al final de la entrevista, ya que es fácil que
contaminen las respuestas. Su objetivo es averiguar hasta qué punto el niño es sugestionable
sobre algún aspecto o situación específica. Este tipo de preguntas hacen referencia a hechos no
creíbles o que se sabe que no han sucedido. Sin embargo, no se puede ser muy concluyente al
respecto. Puede ser que se haya dado cuenta de que el hecho no es creíble y negarlo o puede que
indique que no acepta una sugestión. Si acepta el hecho, hay que formular una pregunta abierta.
Pero con esa aceptación se tiene simplemente una información orientativa. Puede que un menor
acepte esa sugestión y que sus alegaciones sean válidas.
Lamb, Sternberg, Esplin, Hershkowitz y Orbach (1997) valoraron positivamente la efectividad de los
procedimientos explicados anteriormente en los casos en que estaban implicados menores de 15 años, ya
fuera como testigos, víctimas o agresores. En su estudio analizaron las grabaciones en audio de dichas
entrevistas y observaron que la conducta del entrevistador podía describirse según cinco categorías:
5. Intervenciones sugerentes: Aquellas en las que el entrevistador guía la respuesta del menor o
asume detalles que no se han mencionado.
Del estudio de estas entrevistas los investigadores concluyeron que las preguntas abiertas y las
invitaciones producían respuestas más largas y con más información que las preguntas directas, directivas o
sugerentes. Además, cuando en la entrevista se utilizan invitaciones por parte del entrevistador, es más
probable encontrar criterios del CBCA que cuando se utilizan facilitadores, preguntas directas, directivas o
sugerentes (Hershkowitz, Sternberg y Esplin, 1997). Dicho de otro modo, cuanto más abiertas sean las
entrevistas, mayor será la posibilidad de aplicar los criterios al contenido a fin de discriminar entre
declaraciones verdaderas y falsas. Ahora bien, esto puede llevar a cuestionarse, tal y como hacen Lamb y
otros (1997), que si la estrategia del entrevistador de utilizar invitaciones es la que provoca respuestas ricas
en los criterios, utilizar ese procedimiento en una entrevista realizada a un menor que describe hechos
falsos, daría lugar a respuestas cuyo contenido sería interpretado como válido. Los datos de algunas
investigaciones que han comparado declaraciones creíbles con declaraciones no creíbles parecen indicar que
ese peligro no existe. Por ejemplo, Orbach y Lamb (1999) señalaron que se cumplen más criterios del
CBCA en las declaraciones creíbles y que las intervenciones abiertas, directas y directivas generaban
narraciones en las que se cumplían más criterios pero sólo en el caso de los menores cuyas declaraciones
eran plausibles.
Raskin y Esplin (1991), por su parte, señalan que el rango de edad en que los niños pueden ser
entrevistados siguiendo las pautas del SVA se sitúa entre los 2 y los 17 años, aunque advierten de la
dificultad que representa las limitadas habilidades cognitivas, sociales, verbales y atencionales de los niños
menores de 4 años, así como el amplio conocimiento sexual de los adolescentes. En cualquier caso, el
listado de criterios de validez también tiene en cuenta las características individuales del entrevistado.
En cuanto a la utilización de accesorios tales como los muñecos anatómicos existe bastante
controversia. En general, se desaconseja su uso (Yuille, 1988), aunque sí pueden utilizarse como último
recurso en casos en los que la corta edad y el nivel de desarrollo del niño no permitan la comunicación
verbal, o también con el fin de superar los problemas de timidez y vergüenza (Katz, Schonfeld, Carter,
Leventhal y Cicchetti, 1995). Los reparos existentes a la utilización de muñecos anatómicos se deben a que
se considera que estos accesorios son sexualmente sugestivos e, incluso, provocativos, y que pueden alterar
la memoria del menor. Algunos estudios consideran que los muñecos favorecían las declaraciones inexactas
en niños menores de tres años, y sugerirían la realización de juegos sexualizados que podían interpretarse
erróneamente como prueba de que el abuso había tenido lugar (Bruck, Ceci y Hembrooke, 1998). Por tanto,
al carecer de la fiabilidad y validez necesarias, no existe modo alguno de llegar a una conclusión válida a
partir de cómo juega el menor con los muñecos.
Solicitar todos los detalles posibles (que no elimine nada en su relato, incluso cosas que crea que no
son importantes).
3. Solicitar que recuerde los hechos en un orden diferente (que repase los hechos en orden inverso, o
que empiece por el elemento que más le impresionó del suceso y de ahí prosiga hacia adelante o
hacia atrás).
Solicitar cambios de perspectiva (que adopte la perspectiva de otras personas presentes y piense
qué deben haber visto esas personas).
Habitualmente, el punto 1 y 2 se solicitan antes de que el sujeto narre lo ocurrido y los dos últimos una
vez el testigo ha finalizado su relato. Además de esas técnicas generales, se puede solicitar posteriormente
información más concreta sobre la apariencia física del agresor o las características de su habla y algún
dato relevante como nombres (que intente recordar un nombre repasando el alfabeto), o números (que
intente recordar cuántos dígitos, etc.).
Steller y Wellershaus (1996), por su parte, llaman la atención sobre el hecho de que la entrevista
cognitiva puede incrementar artificialmente la presencia de algunos de los criterios del CBCA. El problema del
estudio llevado a cabo por estos investigadores es que, como advierten Garrido y Masip (2001), no
comparan los resultados de las declaraciones obtenidas mediante entrevista estándar con los obtenidos
con entrevista cognitiva (comparan los resultados de la entrevista estándar con la suma de los resultados
de la entrevista estándar y la cognitiva). Por tanto, es más lógico encontrar más criterios cuando se analizan
dos declaraciones que cuando se analiza exclusivamente una. Kóhnken, Schimossek, Aschermannn y
Hófer (1995) compararon las declaraciones obtenidas mediante entrevista estructurada con las obtenidas a
través de una entrevista cognitiva y concluyeron que la entrevista cognitiva no afecta negativamente a la
precisión de las clasificaciones del CBCA. Estos investigadores admiten, sin embargo, la posibilidad de que
exista un sesgo en las evaluaciones, dado que algunos criterios estaban más presentes en las
declaraciones realizadas a través de una entrevista cognitiva: "detalles malinterpretados", "admisión de falta
de memoria", "dudas sobre el propio testimonio", "detalles inusuales" y "detalles superfluos".
Partiendo de la Hipótesis de Undeutsch (las declaraciones basadas en algo ocurrido realmente diferían
sustancialmente de aquéllas fruto de la imaginación) se puede afirmar que, en general, cuando un menor
víctima de abusos explica los hechos, se dan las siguientes características: la narración se aleja de un
esquema estereotipado (lineal, ordenada y desprovista de detalles); presenta elementos idiosincrásicos o
particulares; y tiende a ser detallada. Además, normalmente se espera que los recuerdos generados a partir
de hechos vividos difieran cualitativamente de otros surgidos de fantasías o derivados de sugerencias
externas.
1. Estructura lógica
2. Elaboración no estructurada
3. Cantidad de detalles
Categoría 2: Contenidos específicos
4. Incardinación en contexto
5. Descripción de interacciones
6. Reproducción de conversaciones
7. Complicaciones inesperadas durante el incidente
g
Cate oría 3: Peculiaridades del contenido
8. Detalles inusuales
9. Detalles superfluos
17. Autodesaprobación
1. Estructura lógica. Este criterio se cumple cuando el testimonio tiene sentido global, es decir, lógica
y coherencia interna, y sus diferentes partes no son contradictorias sino que se combinan en un
todo. Hay que tener en cuenta que ni el criterio 7 "complicaciones inesperadas durante el incidente"
ni el criterio 8 "detalles inusuales" tienen por qué interferir necesariamente en la estructura lógica.
Hay que señalar que una declaración basada en un esquema y no en lo directamente experimentado
suele presentar también una estructura lógica. Las variables que influyen en la estructura lógica son:
el tiempo que transcurre entre el momento en que el episodio ocurre y el momento de la
declaración, el número de veces que el menor lo ha relatado y la complejidad del suceso.
6. Reproducción de conversaciones. Este criterio difiere del anterior en que, para que se cumpla, es
necesario no sólo mencionar una interacción verbal, sino también reproducir alguna parte de esa
interacción verbal (en forma de diálogo en estilo directo). En ocasiones este criterio puede resultar
muy revelador porque el menor reproduce el lenguaje del agresor, incluye razonamientos utilizados
por éste así como expresiones o palabras de uso poco común en un menor. No es
Los criterios incluidos en la Categoría 3 Peculiaridades del contenido hacen referencia a aspectos
cualitativos de la descripción que, a juicio de Steller y Kbhnken (1989/1994), están más acentuados en las
declaraciones que estén basadas en experiencias vividas. Son aquellas características que aumentan la
concreción, viveza y calidad del contenido verbal, y que pueden aparecer en distintos puntos de la
declaración.
8. Detalles inusuales. En acusaciones inventadas es poco probable que se mencionen este tipo de
detalles: aspectos concretos mencionados por el menor en relación con el agresor, referencia a
objetos, etc., que puedan resultar sorprendentes o extraños, aunque no irreales. Este criterio
puntúa cuando el menor es capaz de aportar un dato sobre el abuso que parece poco frecuente y
que se considera muy por encima de la capacidad de invención del menor, sobre todo en el caso de
los niños pequeños.
9. Detalles superfluos. Este criterio se refiere a la mención de elementos que no forman parte del
curso de los acontecimientos abusivos, sino que son periféricos y poco relevantes para apoyar la
acusación. Normalmente, al mentir no se inventan detalles irrelevantes que no contribuyan a afirmar
el suceso.
10. Detalles descritos con precisión e inadecuadamente interpretados. Este criterio se cumple
cuando el menor da detalles del episodio que están más allá de su comprensión debido, por
ejemplo, a sus escasos conocimientos sexuales (en su declaración puede confundir los gemidos del
agresor con dolor o el semen con orina).
13. Atribuciones al estado mental del agresor. Este criterio es similar al anterior, pero referido a los
pensamientos, sentimientos y motivos que el menor atribuye al supuesto autor del abuso. El estado
mental, así como las reacciones afectivas y fisiológicas del agresor suelen aparecer en el testimonio
con las siguientes expresiones: "estaba nervioso", "le temblaban las manos", "respiraba muy fuerte",
etc.
Los criterios adscritos a la Categoría 4 Contenidos relacionados con la motivación se basan en las
causas que llevan al menor a hacer la declaración. De este modo, si el testimonio es falso se omitirán
determinados elementos que lo debiliten. Sin embargo, cabe tener en cuenta (Bekerian y Dennet, 1992) que
un menor que dice la verdad puede también obviar.ciertos detalles del relato que, a su juicio, indiquen falta
de seguridad en lo que narra. Los criterios de este grupo, como se mencionará más adelante, tienen una
baja fiabilidad interjueces, quizá debido a que se pasen por alto en el transcurso de la entrevista, más que a
la falta de claridad de las definiciones. Se denominan "criterios de credibilidad" porque se evalúan
exclusivamente con el contenido verbal de las declaraciones del testigo.
14. Correcciones espontáneas. Son las rectificaciones o apostillas que el menor realiza de forma
espontánea durante la entrevista. De producirse se pone en duda que el relato sea completamente
ficticio o que esté influido por una tercera persona ya que, normalmente, una persona que miente no
varía su testimonio, ni siquiera para mejorarlo. Este criterio no se aplica cuando una corrección o
añadido no es espontáneo, sino que es consecuencia de la influencia o de las sugerencias del
entrevistador.
15. Admisión de falta de memoria. Este criterio es muy similar al anterior (Steller y Kóhnken,
1989/1994). Las personas que aportan deliberadamente testimonios falsos responden íntegramente
a las preguntas y no admiten el olvido de ciertos detalles. Por tanto, si un testigo confiesa no
recordar algún dato es una prueba de la credibilidad del testimonio.
16. Plantear dudas sobre el propio testimonio. Steller y Kóhnken (1989/94) toman como referencia la
idea de Undeutsch de que plantear dudas sobre la exactitud del propio testimonio es un indicio de
su veracidad. Es lógico pensar que una persona que está intentando ser creíble cúando miente no
planteará dudas sobre la credibilidad de su declaración.
18. Perdonar al autor del delito. Si una declaración tiende a favorecer al acusado (se añaden
explicaciones o exoneraciones de su conducta), o si el testigo no hace uso de su posibilidad de
incriminarlo en otras acciones, debe considerarse como una indicación de la veracidad de la
declaración.
19. Detalles característicos. Este criterio hace referencia al contenido de detalles que son
especialmente relevantes desde un punto de vista criminal. Por ejemplo, una descripción de una
relación incestuosa en la que la víctima no opone resistencia, que se describe como larga y
continuada y que comenzó con conductas sexuales inocuas (elementos habituales en este tipo de
abuso), puede parecer poco veraz a las personas que no están familiarizadas con los datos
empíricos existentes sobre este tipo de delito sexual, pero para los expertos constituye un signo de
credibilidad. Otros detalles característicos son, por ejemplo, el secretismo impuesto al niño; los
intentos por implicarlo en la acción a cambio de regalos, atención y afecto; la sustitución de las
figuras paternas por parte del abusador; las argumentaciones sobre lo inocuo y normal del abuso
sexual, etc.
1 . 3 2 Aplicación
El análisis de la veracidad del suceso debe realizarse sobre la transcripción de la entrevista. Se deben
tener en cuenta solamente los contenidos referidos al incidente sexual. Las informaciones que se repiten
sólo se contabilizan una vez. También hay que tener en cuenta que una misma información puede aplicarse
a más de un criterio (por ejemplo, es habitual que la información que sirve para el criterio "descripción de
interacciones" se ajuste también al criterio "reproducción de conversaciones").
Steller y Kóhnken (1989/1994) señalaron la existencia de dos opciones para evaluar los resultados de la
entrevista: la primera consiste en tomar decisiones dicotómicas sobre la presencia o ausencia de los
criterios; la segunda en valorar el grado en que se considera que cada criterio está presente. Habitualmente
se diferencia la ausencia (0 puntos), la presencia (1 punto) o la fuerte presencia (2 puntos) del criterio.
Obviamente, este segundo procedimiento hace más difícil la aplicación y merma la fiabilidad interjueces.
Ahora bien, facilita la interpretación ya que cuantos más criterios y con más fuerza aparezcan, mayor
veracidad tendrá la declaración.
En cualquier caso, la evaluación de la entrevista deben llevarla a cabo dos psicólogos expertos que
analizarán rigurosa e independientemente cada uno de los criterios para tomar una decisión global de la
validez del testimonio. Posteriormente ambos psicólogos deben hacer una puesta en común de las
evaluaciones y conclusiones. El informe final es producto del acuerdo interjueces.
A la hora de llevar a cabo el análisis global, Steller y Kóhnken (1989/94) advierten que la calidad del
contenido de la declaración depende de las capacidades cognitivas del testigo y de la naturaleza del
suceso. Cuanto mayores sean las capacidades cognitivas y menor sea la complejidad del suceso, más
difícil será el análisis de la declaración basado en criterios. Un resultado positivo derivado de la presencia de
varios criterios puede ser irrelevante si las capacidades cognitivas y verbales del testigo están altamente
desarrolladas. Del mismo modo, un resultado negativo debido a la ausencia de determinados criterios es
poco significativo si el suceso es muy breve y poco complejo. Por otra parte, la cantidad de criterios que
se cumplen depende de la extensión de la declaración, lo cual indica de nuevo la importancia de que la
entrevista se realice adecuadamente.
Garrido y Masip (2001) han analizado las diferentes investigaciones que desde los años 80 se han
venido realizando sobre los criterios del CBCA. Estos autores han clasificado los estudios dependiendo de si
eran experimentos de laboratorio o estudios de campo con casos reales. En el caso de los experimentos de
laboratorio, se cuenta con la certeza de la autenticidad o falsedad de la declaración, sin embargo, presentan
el inconveniente de que los casos carecen de realismo. En el segundo tipo, el problema principal es que se
carece de la certeza de si la declaración es verdadera o falsa. Este hecho implica la necesidad de incluir
casos en los que hay otras pruebas que confirman inequívocamente la declaración (por ejemplo, informes
médicos, confesiones, declaración incriminatoria de otro testigo, etc.). Por otro lado, en muchos casos reales
se carece de grabación de la entrevista o, si existe, no es accesible. Por último, también puede darse la
circunstancia de que la entrevista no se haya conducido correctamente; en ese caso no se podrían aplicar
los criterios.
Los autores también diferencian los estudios que han revisado en función de si el objetivo era analizar la
fiabilidad, la validez u otros aspectos. Este capítulo se referirá únicamente a los estudios que han aportado
resultados relevantes y, dadas las características de la investigación, se centrará exclusivamente en los
estudios con casos reales.
1. El estudio de Litman y Szewczyk (1983), citado en Steller y Kóhnken (1989/1994), analiza mediante
el CBCA, 173 declaraciones de abuso sexual de menores de entre 5 y 18 años, concluyendo que el 42%
podía considerarse sinceras, el 35% engañosas y el 23% restante parcialmente sinceras. Estos
investigadores desestimaron este último grupo y analizaron la distinta frecuencia con la que se presentaban
los criterios en los dos primeros tipos de declaraciones. Entre las conclusiones principales se observó que
algunos criterios aparecían con la misma frecuencia en las declaraciones sinceras y en las engañosas. Otro
problema que encontraron es la baja frecuencia de algunos criterios ("correcciones espontáneas" y "cantidad
de detalles").
2. Esplin, Boychuk y Raskin (1988) también analizaron la validez del CBCA en casos reales, que
diferenciaron en confirmados y no confirmados. Para ello utilizaron un método que les permitió evitar el
procedimiento circular del estudio anterior (Litman y Szewczyk diferencian las declaraciones sinceras de las
engañosas aplicando el CBCA y posteriormente analizan la presencia de los criterios). Esplin y otros (1988),
sin embargo, consideran que el caso está confirmado cuando existe algún criterio como la confesión del
agresor, informes médicos o la declaración incriminatoria de otros testigos. Los casos que se consideraron
no confirmados presentaban características como: ausencia de informes médicos, desestimación judicial,
informe psicológico sobre la baja probabilidad de que se hubiera dado el abuso y resultados de polígrafo
indicando la inocencia del agresor. De este modo, aplicaron el CBCA a 20 casos considerados confirmados
y a 20 considerados no confirmados, puntuando los criterios como ausentes (0 puntos), presentes (1 punto)
o fuertemente presentes (2 puntos). La media para los casos confirmados fue del 24,8 y para los no
confirmados de 3,6. Los criterios que tenían un mayor poder de discriminación fueron: "detalles inusuales" y
"detalles superfluos", "correcciones espontáneas", "elaboración no estructurada", en primer lugar, y
"descripción de interacciones", "reproducción de conversaciones" y "complicaciones inesperadas durante el
incidente", en segundo. Los menos discriminatorios, por presentarse con baja frecuencia incluso en las
declaraciones confirmadas, fueron la "incomprensión de detalles narrados con precisión", "asociaciones
externas relacionadas", "levantar dudas sobre el propio testimonio" y "autodesaprobación". Wells y Loftus
(1991) señalaron que entre sus limitaciones se encontraban, por ejemplo, la posible influencia de las
diferencias de edad entre los casos confirmados y
3. Boychuk (1991), por su parte, clasificó los casos en tres grupos: "claramente confirmados"
(confesión, evidencia médica y condena), "fuertemente confirmados" (confesión y condena) y "muy dudosos"
(ausencia de evidencia médica, resultado de inocencia en el test del polígrafo, ausencia de confesión,
evaluación de expertos indicando que el abuso probablemente no había ocurrido y desestimación del caso
en los tribunales). Posteriormente, agrupó a los dos primeros y descubrió que 13 de los 19 criterios del
CBCA estaban más presentes en éstos dos que en el grupo dudoso. Estos 13 criterios fueron: los tres de
características generales, los cuatro de contenidos específicos, cinco de los criterios referidos a
particularidades del contenido ("detalles inusuales", "detalles superfluos", "asociaciones externas
relacionadas", "alusiones al estado mental subjetivo del menor" y "atribuciones al estado mental del
agresor") y los criterios "correcciones espontáneas" y "perdón al agresor", del grupo de contenidos
referentes a la motivación.
4. Anson, Golding y Gully (1993) examinaron la fiabilidad interjueces mediante un estudio de campo
de las declaraciones realizadas en 23 casos reales de abuso sexual en los que se consideraba confirmada la
culpabilidad del acusado. De 2 a 4 evaluadores familiarizados con la aplicación del CBCA analizaban las
grabaciones de las declaraciones. Cada evaluador analizaba aproximadamente la mitad de las grabaciones.
Utilizaron tres procedimientos para medir la fiabilidad: proporción de acuerdo, índice Kappa de Cohen y
coeficiente de acuerdo del error aleatorio de Maxwell (RE). Este último estadístico asume que los aciertos
debidos al azar pueden darse por igual en las decisiones de presencia y en las de ausencia. En función de
este coeficiente, los autores agruparon los criterios en tres grupos. El primero estaba formado por aquellos
que presentaban una fiabilidad adecuada (RE>.50), "perdón al agresor", "dudas sobre el propio
testimonio", "atribuciones al estado mental del agresor", "incomprensión de detalles relatados con
precisión", "autodesaprobación", "reproducción de conversaciones", "cantidad de detalles", "estructura
lógica" y "complicaciones inesperadas durante el incidente"; el segundo, por los criterios que presentaban
una fiabilidad marginal (.30>RE <.50), "detalles superfluos", "incardinación en contexto", "detalles
inusuales" y "correcciones espontáneas"; y el tercero por los que presentaban una fiabilidad inadecuada
(RE<.30), "admisión de faltas de memoria", "asociaciones externas relacionadas", "descripción de
interacciones", "alusiones al estado mental subjetivo del menor", "producción no estructurada" y "detalles
característicos". Estos investigadores también encontraron que la edad en el momento de la entrevista
correlaciona con seis de los criterios: "estructura lógica", "adecuación contextual", "descripción de
interacciones", "reproducción de conversaciones", "perdonar al agresor "y "detalles característicos". Uno
de los problemas del estudio es que aplican el CBCA a los vídeos y no a las transcripciones, como suele
hacerse en casos reales.
5. Lamers-Winkelman y Buffing (1996), por su parte, estudiaron el efecto de la edad del menor en la
presencia de los criterios del CBCA. Para ello, trabajaron con las declaraciones de niños con edades
comprendidas entre los 2-3 años hasta los 9-11 y hallaron que, en los casos de niños más pequeños, se
presentaban con menor frecuencia los criterios: "incardinación en contexto", "descripción de
interacciones", "reproducción de conversaciones", "detalles superfluos", "admisión de falta de memoria" y
"detalles característicos". Los datos encajan con los estudios sobre el desarrollo cognitivo, aunque podrían
estar contaminados por el hecho de no diferenciar declaraciones verdaderas de las falsas.
7. Lamb, Sternberg, Esplin, Hershkowitz, Orbach y Hovav (1997) realizaron un estudio de campo con
98 entrevistas a víctimas de abuso sexual provenientes de archivos legales de Israel. En función de la
información disponible, clasificaron los casos en un continuo: desde muy probable hasta bastante probable,
cuestionable, bastante improbable y muy improbable. Es su estudio sólo utilizaron 14 criterios del CBCA.
Las mayores puntuaciones se obtuvieron en el grupo de declaraciones "muy probables". Los criterios que
diferenciaban las declaraciones plausibles (muy probables y probables) de las no plausibles (bastante
improbables y muy improbables) fueron "elaboración no estructurada", "cantidad de detalles", "incardinación
en el contexto", "descripción de interacciones" y "reproducción de conversaciones".
Como principales conclusiones de estos estudios cabe señalar que los criterios que tienen más poder
discriminatorio son: "cantidad de detalles", "incardinación en el contexto", "reproducción de conversaciones"
y "elaboración no estructurada", ya que estos criterios estaban más presentes en las declaraciones
verdaderas que en las falsas (Esplin y otros, 1988; Boychuk, 1991; Lamb y otros, 1997). Por el contrario, entre
los criterios menos discriminatorios estaba la "autodesaprobación". Otros criterios poco útiles a la hora de
dar por verdadera una declaración son: "atribuciones al estado mental del agresor" y "dudas sobre el propio
testimonio".
No obstante, en general, el sistema presenta una fiabilidad interjueces adecuada (Horowitz y otros,
1997). También los estudios confirman que las declaraciones de los menores de más edad son más ricas en
criterios (Boychuk, 1 9 9 1 ; Horowitz y otros, 1 9 9 7 ).
De esta línea de investigación también hay que destacar que se incrementa la precisión al utilizar el
CBCA para evaluar la credibilidad cuando se analizan las transcripciones en lugar de la información
audiovisual. Como señalan Garrido y Masip (2001), el CBCA fue creado para aplicarse a transcripciones y el
uso del video supone un riesgo de contaminación de los evaluadores, ya que pueden verse influidos por la
información no verbal.
A pesar de que en algunos estudios sólo se emplean los 19 criterios del CBCA, para completar la
valoración del testimonio es necesario tener en cuenta otros criterios que constituyen el denominado
"Listado de criterios de validez". Su aplicación supone valorar 11 aspectos diferenciados en 4 categorías:
3. Susceptibilidad a la sugestión
Características de la entrevista
Cuestiones de la investigación
Estas cuatro categorías pretenden valorar los resultados obtenidos al aplicar el CECA con el fin de
alcanzar una conclusión definitiva respecto a la validez, o no, de la alegación (Raskin y Esplin, 1991). El
primer grupo de criterios hace referencia a las características psicológicas del menor:
1. Lenguaje y conocimientos adecuados. Hay que tener en cuenta si las habilidades cognitivas
del entrevistado, sus expresiones y el conocimiento que muestra, encajan con lo habitual para su
edad y experiencia. Para valorar adecuadamente este aspecto, se debería llevar a cabo una
evaluación de las capacidades cognitivas del menor con el fin de averiguar si ha tenido acceso a
informaciones de naturaleza sexual.
2. Adecuación del afecto. Este apartado tiene en cuenta si las expresiones emocionales durante la
entrevista son las predecibles en esta situación. Este aspecto es problemático. Garrido y Masip
(2001) señalan que no siempre está claro cuál es la reacción emocional que cabe esperar. En
ocasiones se considera que las víctimas deben presentar una alta expresividad emocional, aunque
también es adecuado un estilo inhibido. Por otro lado, hay que tener en cuenta la dificultad para
detectar una expresión emocional simulada.
4. Preguntas directivas, sugestivas o coercitivas. La razón para tener en cuenta este aspecto es
que las preguntas de este tipo pueden influir sobre el contenido de la declaración.
Respecto a la motivación para informar en falso, hay que tener en cuenta los siguientes criterios:
6. Motivos para declarar. Valorar si con la información que se tiene del caso puede pensarse que
hay razones que justifiquen una acusación falsa.
8. Presiones para informar en falso. Valorar la posible influencia ejercida sobre el menor (a través
de la sugestión, la inducción o la presión psicológica) para que realice la declaración.
El último grupo de criterios a tener en cuenta son las cuestiones de la investigación:
9. Consistencia con las leyes de la naturaleza. Si los acontecimientos descritos son realistas o si, al
ser contrarios a las leyes de la naturaleza, indican que son producto de la fantasía.
10. Consistencia con otras declaraciones. Si algún elemento central contradice otras declaraciones
del menor o de otros testigos. AI respecto, hay que advertir que si el menor ha aprendido de
memoria una historia falsa, sus declaraciones pueden ser idénticas. Por otra parte, cuando un
menor relata en más de una ocasión hechos que realmente ha vivido, tampoco hay que esperar que
la consistencia sea total, pero al menos, se darán puntos en común en el acontecimiento central, el
papel que desempeñó el menor y el lugar de los hechos.
11. Consistencia con otras pruebas. Es necesario contrastar la información obtenida en la entrevista
con otros datos del caso (pruebas médicas, pruebas de que el presunto agresor no podía estar
dónde el menor dice, etc.).
1.5 Conclusiones
Antes de emitir una valoración final sobre el testimonio, hay que tener en cuenta, además de la
información obtenida a través del CBCA y del listado de criterios de validez, toda la información adicional del
caso: documentación, valoración del estado psicológico y emocional, observaciones conductuales, gestos
que acompañan a la descripción del acto, historia familiar, etc. Una vez se hayan tenido en cuenta los datos,
se debe determinar la credibilidad global del testimonio. Las posibilidades para expresar esa valoración final
se ajustan a las siguientes cinco categorías: muy probablemente creíble, probablemente creíble,
indeterminado, probablemente increíble, muy probablemente increíble.
Como puede observarse, para aplicar el Sistema de análisis de la validez de las declaraciones es
necesario disponer de la suficiente cantidad de información al respecto aunque, en situaciones reales de
abuso, esto no siempre es posible. A este respecto cabe señalar que existen algunos impedimentos con los
que puede encontrarse el evaluador, como por ejemplo, las imposibilidad legal para desarrollar
adecuadamente el procedimiento de la entrevista o para acceder a más información sobre el caso.
A pesar de todo ello, las ventajas del sistema son claras. El CBCA integra aproximaciones diferentes a
la hora de valorar el testimonio: en una primera fase se considera el testimonio en su totalidad y,
Por último, hay que recordar que este sistema es un medio para analizar el testimonio, no un detector de
mentiras. Así, este método permite evaluar si un determinado caso se ajusta a los criterios que se han dado
en casos reales de abuso sexual. Además, hay que tener en cuenta que el concepto de "verdad" en esta
técnica se concibe de diferentes formas al igual que en otras que se basan en el análisis de contenidos.
Una de estas formas, es diferenciar los relatos que provienen de hechos reales de los que provienen de
hechos imaginarios. Otro modo es considerar la intención de decir la verdad y la intención de mentir del
entrevistado y un tercero se centra en distinguir entre los relatos que contienen información correcta y
aquéllos que contienen errores. Estos planteamientos no son mutuamente excluyentes, pero si se pone el
énfasis en la coherencia entre lo narrado y los hechos reales, es posible que determinados errores,
intencionados o no, se asocien a testimonios ficticios o falsos. Esto implicaría que el testimonio de un
menor que intencionalmente declara en falso no se diferenciaría de aquel en el que, espontáneamente, se
aporta una información falsa (Bekerian y Dennet, 1992).
De todos modos, como advierten Raskin y Seller (1989), a medida que las habilidades cognitivas de un
testigo se incrementan debido a su edad, nivel educativo, factores sociodemográficos, etc., y la complejidad
de los hechos disminuye, la aplicación del sistema produce resultados menos concluyentes. Por otra parte,
hay que tener en cuenta que la fase de la entrevista es fundamental ya que el número de criterios que se
cumplen depende de la cantidad de información que aporte el menor, y ésta, a su vez, de la técnica
empleada en la entrevista. Por último, como ya se ha señalado, existen criterios que plantean dificultades por
su baja fiabilidad interjueces. Como señala Sporer (1997), la validez de los criterios también se ve
amenazada por el hecho de que el evaluador puede verse inclinado a apreciar la presencia de uno de los
criterios al haber observado la presencia de otro. Por ejemplo, si aparece el criterio "cantidad de detalles"
es más fácil para el evaluador apreciar el criterio "detalles superfluos", lo que sugiere que algunos criterios
covarian entre sí más que otros. Este mismo autor señala que algunos criterios presentan dificultades a la
hora de contabilizarlos. Por ejemplo, el criterio "incardinación en contexto" hace referencia a si el menor
menciona o no elementos espaciales y temporales relacionados con la vida cotidiana. Al no diferenciar, en la
clasificación, las referencias espaciales de las temporales, no queda claro si el criterio debe codificarse si
aparecen los dos aspectos o si con mencionar uno sólo es suficiente. Esto apunta a la necesidad de una
definición más precisa de los criterios del CBCA. Bekerian y Dennet (1992), por su parte, cuestionan la
validez teórica de algún criterio del CBCA. Por ejemplo, esperar una elaboración desestructurada en una
declaración veraz, supone pensar que las intencionalmente falsas están basadas en esquemas rígidos y son
más lineales. Sin embargo, si un suceso se experimenta con cierta regularidad, convirtiéndose incluso en un
ritual, puede narrarse de forma estructurada y esquemática, ajustándose a lo que los expertos llaman
memoria re-episódica. Asimismo, Lamb, Sternberg y Esplín (1994) señalan que el paso del tiempo entre lo
experimentado y el recuerdo aumenta la tendencia a basarse en guiones. En conclusión, estos aspectos
deberían investigarse más, a fin de conocer bajo qué circunstancias el criterio de "elaboración no
estructurada" es un buen indicador de la veracidad.
A pesar de esas dificultades, se considera que el Sistema análisis de la validez de las declaraciones es
útil aunque sea necesario continuar desarrollando investigaciones. Raskin y Steller (1989) aconsejan que se
lleven a cabo estudios que evalúen la fiabilidad interjueces de los criterios de fiabilidad, así como la
realización de análisis de múltiples variantes para determinar la importancia relativa de los diferentes
Johnson y Ray (1981) proponen tener en cuenta cuatro aspectos (contextuales, sensoriales, semánticos
y cognitivos) para distinguir la información almacenada en la memoria de origen interno (recuerdos
autogenerados o imaginados) de la de origen externo (percepciones). Los recuerdos de origen externo tienen
más atributos contextuales (espacio-temporales), sensoriales (colores, ruidos, iluminación, etc.) y más
detalles semánticos que los de origen interno. Estos últimos, sin embargo, presentan más atributos
cognitivos (referencias a procesos cognitivos, menciones idiosincrásicas como "pensé", "sentí", "estaba
asustado", etc.).
Alonso-Quecuty (1990), al aplicar este modelo, comprobó que los relatos verdaderos tienen más
información contextual y sensorial. El autor consiguió discriminar entre las declaraciones reales y las
sugeridas a través de un procedimiento similar al empleado en el estudio de Schooler y otros (1986), con
información post-evento. El estudio no confirmó, sin embargo, que los relatos falsos-sugeridos tuvieran más
referencias idiosincrásicas que los verdaderos, aunque sí subrayó la influencia de la demora, que dificulta
distinguir entre ambos tipos de recuerdos (con el paso del tiempo, las declaraciones verdaderas tienen más
información idiosincrásica, mientras que las falsas presentan más detalles contextuales y sensoriales). De
este modo, el sujeto que engaña y tiene tiempo para elaborar su relato, no puede ser detectado a través de
la aplicación de la técnica de Johnson y Ray.
Sin embargo, Alonso-Quecuty (1995) señala la dificultad que supone la aplicación del modelo de control
de la realidad de los recuerdos a las declaraciones de menores de entre ocho y diez años, ya que los niños
tienen menos problemas que los adultos para generar fantasías que tengan un carácter vívido. En estos
casos las declaraciones falsas son más ricas en información semántica y contextual, lo que dificulta
diferenciar entre los relatos generados externamente y los que lo son internamente.
Sporer (1997), por su parte, utiliza los planteamientos de la técnica del Reality Monitoring (RM) y los
criterios del CBCA coro el fin de evaluar la validez discriminatoria de estos dos instrumentos y comprobar si
el uso conjunto de ambas técnicas ayuda a diferenciar con mayor precisión entre las declaraciones que
provienen de hechos experimentados y las que son fruto de la fantasía del sujeto. El estudio evalúa las
transcripciones de declaraciones llevadas a cabo por estudiantes universitarios y se aparta, por tanto, de
nuestra investigación sobre abuso sexual infantil. Sin embargo, los resultados son interesantes ya que
ponen de manifiesto la utilidad de complementar el CBCA con otras técnicas que también se basen en el
análisis del contenido de las declaraciones. En el citado estudio se emplean únicamente 13 criterios del
CBCA, dado que los criterios del 14 al 19 (contenidos relacionados con la motivación y elementos
específicos de la agresión) no se consideran relevantes porque los sujetos del estudio no relatan ninguna
agresión. Además, se pide a los evaluadores que juzguen el carácter positivo o negativo de la experiencia
relatada, el grado de implicación y la sensación de pérdida de control experimentada. Pese a que estos
aspectos no constituyen criterios de credibilidad, Sporer (1997) los incluye para valorar la adecuación del
Aplicando un análisis factorial a los criterios de ambos instrumentos, a fin de conocer las dimensiones
del CBCA y del RM, obtiene cinco factores que se interpretan del siguiente modo:
2) Cantidad de detalles e incardinación en el contexto. En este factor se incluyen también los "detalles
superfluos" y el criterio de información espacial y temporal.
4) Claridad. Al margen de la alta presencia del criterio "claridad" del RM, en este factor satura
altamente el criterio de "reconstrucción", lo que hace difícil considerarlo como un criterio del factor
"consistencia lógica" o como un criterio de este factor de claridad.
5) Interacciones verbales y no verbales. Ninguno de los criterios del Reality Monitoring satura en este
factor y sí los tres del CBCA ("descripción de interacciones", "reproducción de conversaciones" y
"atribuciones al estado mental del agresor").
Este análisis factorial podría contribuir a la formulación de una teoría socio-cognitiva de la detección de
mentiras que unificara ambas aproximaciones. Sin embargo, existen algunas dimensiones que sólo están
presentes en el CBCA y no en el Reality Monitoring, por ejemplo, el criterio "descripción de interacciones".
Lógicamente, cada técnica tiene un origen distinto. La primera proviene del ámbito forense, donde cobra
relevancia la interacción entre la víctima y el agresor. La segunda, sin embargo, proviene de la investigación
cognitiva.
Sporer (1997) señala en sus conclusiones que, dado que los evaluadores aplican ambas técnicas a las
declaraciones (los criterios del RM después de los del CBCA), no es de extrañar que las valoraciones que
éstos realizan de las declaraciones no sean independientes, es decir, que cabe esperar que haya un efecto de
contaminación. Por ejemplo, es lógico que si se identifican pocos criterios del CBCA en una declaración, al
aplicar los criterios del RM a la misma declaración, las clasificaciones sean también bajas. De todos modos,
utilizando los criterios del CBCA también pueden darse estos efectos de contaminación. De cualquier forma,
si se emplean dos técnicas, es adecuado trabajar también con dos grupos de evaluadores: uno de ellos
entrenado en el CBCA y el otro en los criterios del RM. De esta forma se podría evaluar independientemente
la presencia de cada conjunto de criterios y establecer la fiabilidad interjueces para cada grupo. El problema
es que para los objetivos del estudio (comparar la validez de las dos técnicas) las diferencias en los
resultados podrían atribuirse a las diferencias en sensibilidad y a otras características personales de los
respectivos evaluadores.
2.2 Escala para evaluar la credibilidad de las partes (Sexual Abuse Legitimacy)
El objetivo de esta escala desarrollada por Gardner (1987) es ayudar a los entrevistadores a objetivar su
informe para que la declaración presente ciertas garantías. La escala es útil en los casos en lo que puede
entrevistarse al presunto agresor. Las preguntas se formulan de modo que, cuantas más sean las
respuestas afirmativas, mayor es la probabilidad de que el abuso se haya cometido. Se evalúan las
declaraciones del menor, una serie de criterios aplicables al acusador (especialmente cuando es la madre) y
una serie de criterios aplicables al acusado (especialmente cuando es el padre). Vemos, por tanto, que la
escala Sexual Abuse Legitimacy (SAL) está pensada especialmente para aquellos casos en los que el
agresor es el padre y la denuncia ha sido presentada por la madre.
1. Indecisión en la revelación del abuso, debido a que las víctimas reales pueden sentirse
avergonzadas o amenazadas, lo que provoca que no sean espontáneas cuando exponen el
abuso.
2. Miedo a la venganza. Cuando el menor dice sentir temor por haber recibido amenazas, contra él
o contra su madre, o el agresor amenaza con suicidarse.
6. Descripción creíble del abuso. La declaración debe ajustarse a lo que se considera "razonable"
en un episodio de abuso.
10. Juego de desensibilización en el hogar o durante la entrevista. Los menores traumatizados por
el abuso se suelen enfrentar al trauma reviviendo la experiencia de una manera manifiesta o
bien simbólica.
11. Amenazas o soborno para que no revele el abuso formuladas por el supuesto agresor.
12. Ausencia del síndrome de alienación parental. La no existencia de este síndrome incrementa las
posibilidades de que la declaración se haya realizado de buena fe.
13. No hay disputa por la custodia del menor, lo que elimina posibles motivaciones a declarar en
falso.
14. La descripción no es una letanía ensayada. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es
posible que una declaración real parezca un discurso ensayado tras explicarla varias veces.
15. La descripción no está tomada de otras personan o fuentes. Para ello, hay que tener en cuenta
la terminología utilizada. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo transcurrido desde la
denuncia hasta la entrevista, mayor es la probabilidad de que una víctima real incorpore
terminología empleada por los adultos.
16. Presencia de síntomas depresivos. Hay que considerar, no obstante, que esos síntomas son
consecuencia del abuso y no de otros conflictos familiares como, por ejemplo, de decisiones
sobre la custodia.
17. Retraimiento, que puede darse durante la entrevista o en el hogar. Hay que evaluar cuáles son
las causas de ese retraimiento.
18. Personalidad sumisa. En ocasiones la víctima puede desarrollar ese tipo de personalidad,
mientras que los menores que han sido entrenados, suelen mostrarse más asertivos y coléricos
durante la declaración.
20. Conducta regresiva. Como consecuencia del trauma, algunos niños pueden presentar enuresis,
encopresis y ansiedad por la separación.
21. Sentimientos de haber sido traicionados por el agresor, que los explotó y utilizó. En ocasiones
estos sentimientos también pueden dirigirse hacia la madre por no haberle protegido del abuso.
23. El abuso se prolongó durante un periodo de tiempo extenso. En el caso de historias inventadas,
es más probable que se relaten pocos incidentes.
25. Pseudomadurez en el caso de las niñas. Hace referencia a que, como consecuencia del abuso
por parte del padre, ésta se implique en las tareas del hogar, el cuidado de los hermanos, etc.,
actuando como si fuera la esposa del padre. Parece que este tipo de reacciones son más
probables cuando el abuso se produce con el consentimiento de la madre.
26. Conducta seductora con el acusado en el caso de las niñas. Se aplica el criterio cuando esa
conducta es observada por el propio entrevistador o cuando se considere creíble la descripción que
hace la madre de esta conducta.
Como vemos, algunos criterios se extraen de la declaración del menor y otros de los conocimientos que
el entrevistador tiene sobre el caso o sobre la conducta del menor.
3. Siente vergüenza por la revelación del abuso. El criterio se cumple cuando se sabe que el
abuso se ha mantenido en secreto.
4. No existe una intención manifiesta de destruir, humillar o vengarse del acusado.
8. Aprecia la importancia de la relación entre el menor y el acusado. En los casos de las madres
que inducen a mentir, no se manifiesta el deseo de salvar la relación.
9. Poseen un historial de abuso sexual en la infancia. En ocasiones, las madres de los menores
abusados fueron, a su vez, víctimas de abuso.
10. Pasividad y/o inadecuación. En los casos de alegaciones falsas, las madres suelen mostrarse
asertivas y dominantes.
11. Aislamiento social. Es más probable que las madres estén aisladas socialmente en casos reales
de abuso.
8. Baja autoestima. Este criterio se basa en el hecho de que elegir un menor para perpetrar el
abuso es un síntoma de baja autoafirmación y autoestima.
9. Tendencia a experimentar regresiones en períodos de estrés. El padre que abusa de sus hijos
suele tener dificultades para manejar situaciones de estrés en las relaciones igualitarias entre
adultos.
10. Elección de una profesión que le permite estar en estrecho contacto con los menores.
11. Ser moralista. En ocasiones los agresores incestuosos imponen normas de conductas
moralistas en su entorno familiar, compensando así el sentimiento que albergan de ser
personas inmorales.
12. Ser controlador. Conductas dominantes en la familia. El abuso es una muestra más de ese
patrón de conducta.
13. No ser el padre biológico del menor, aunque sí tiene acceso directo al menor. A medida que se
elimina el tabú del incesto, se incrementa la probabilidad de agredir sexualmente.
De Young (1992) propone una guía de pasos a seguir en la investigación de los abusos, señalando el
tipo de información que se debe tener en cada caso antes de emitir un juicio sobre la credibilidad de las
declaraciones.
1. Claridad. Teniendo en cuenta los conocimientos sobre el desarrollo infantil, los niños pequeños (de 2
a 5 años) se caracterizan por un pensamiento preoperatorio que puede influir sobre el relato, de modo que
éste carezca de lógica y resulte poco claro. Por otra parte, un niño mayor puede presentar un relato confuso
debido a las amenazas recibidas o a que alguien lo esté manipulando.
3. Seguridad. Es un criterio difícil de evaluar. No es extraño que el menor víctima de abuso se muestre
durante la entrevista tímido e inseguro. Por el contrario, una alegación apasionada se interpreta como un
intento de compensar la mentira.
4. La consistencia a través del tiempo es un indicador de credibilidad. Sin embargo, una víctima puede
retractarse al observar la reacción de otros. Por tanto, la consistencia no es un criterio suficiente.
La segunda fase del modelo consiste en conseguir que el menor aporte detalles sobre el supuesto
abuso sexual:
1. Detalles específicos. Una cuestión a tener en cuenta sobre este criterio es que se debe investigar por
qué un menor posee conocimientos sexuales inapropiados para su edad. Hay que tener en cuenta, además,
que es difícil que el menor que está inventando el abuso pueda describir adecuadamente cómo avanzan las
distintas actividades sexuales (desde los tocamientos iniciales hasta la penetración vaginal y/o anal).
2. Detalles contextuales. Información sobre el autor y el lugar en que tuvo lugar el supuesto abuso. Si
no se aportan estos detalles, o son contradictorios, es más probable que se trate de una denuncia falsa. Hay
que tener en cuenta también que los niños más pequeños se pueden sentir desorientados si los abusos se
han producido en distintos lugares y ocasiones.
3. Detalles sobre el secreto. Se debe indagar sobre las posibles estrategias de presión a las que ha
sido sometido el menor que explican por qué no habla libremente (amenazas, abandono, culparle del abuso,
etc.)
4. Detalles afectivos. Tener en cuenta las reacciones emocionales que experimenta la víctima. Cuanto
más se correspondan los sentimientos con las características del abuso, más creíble resultará la
declaración. De todos modos, hay que tener en cuenta que se pueden dar sentimientos ambivalentes,
especialmente si el agresor pertenece al entorno familiar. Es más probable que un menor que inventa el
abuso exprese de forma directa emociones negativas.
5. Pruebas que avalen los detalles aportados. Obtener información sobre si había otras personas
presentes o si conoce a otros menores que también fueran víctimas del supuesto agresor.
1. Vulnerabilidad del menor. Valorar hasta qué punto el menor es vulnerable a la manipulación, el
chantaje o el soborno. Para esta valoración se pueden manejar criterios como el escaso conocimiento
sexual del menor, un vínculo débil con los padres, ausencia de la madre o aislamiento familiar.
1. Hipótesis respecto a cómo el menor procesó el abuso: que no lo haya sentido y, por lo tanto, no
tenga un esquema de haber sido abusado (por ejemplo, porque haya sido drogado); que perciba o
codifique inadecuadamente el suceso, asimilando una experiencia abusiva a otro esquema (estar
jugando); que perciba incorrectamente un episodio no abusivo como si lo fuera (por ejemplo, un
enema por prescripción médica); que tenga problemas para distinguir sucesos reales de sucesos
imaginados; que su declaración pueda estar contaminada por alguna fuente externa (por la
intervención de otro profesional o la interferencia de alguna entrevista previa); y que la cantidad de
detalles (ausencia o presencia) sea acorde a las capacidades evolutivas del menor.
2. Hipótesis relativas al procesamiento de la información por parte del menor durante la entrevista: no
comprende el objetivo de la misma; la falta de rapport le hace sentir incómodo; hay una motivación
externa (amenazas) que distorsiona las respuestas; algunas preguntas son coercitivas; el menor
parece preocupado por agradar al entrevistador (figura de autoridad); y algunos aspectos de la
comunicación no verbal (postura o expresión facial) no encajan con la respuesta verbal.
3. En cuanto a las hipótesis relativas al sesgo confirmatorio del entrevistador hay que señalar la
importancia de no reforzar respuestas que vayan en una determinada dirección, así como no ignorar
los datos contradictorios.
Como vemos, este sistema propone una evaluación de la fase de la entrevista incidiendo en la
necesidad de tener en cuenta ciertos factores, aunque éstos no sean criterios de credibilidad.
Mapes (1995), por su parte, propone analizar la declaración, tener en cuenta la conducta de los
entrevistadores y las técnicas de entrevista, investigar si otras personas significativas han podido influir en el
menor, los factores ambientales y la presencia de síntomas o psicopatologías.
1. La declaración del menor. Contrastar las diversas declaraciones existentes a fin de comprobar si el
menor ha sido expuesto a información post-suceso. Este podría ser el caso de la evolución de declaraciones
iniciales —en las que se describe una conducta relativamente inocua hacia otras declaraciones posteriores
en las que se describen conductas muy abusivas o improbables—.
Asimismo, hay que prestar atención a los detalles aportados en la declaración. Para evaluar este criterio
se hace necesario tener en cuenta el desarrollo cognitivo del menor; a menos edad se incrementa el número
de detalles periféricos en relación a los centrales y, a mayor edad, se incrementa la cantidad de detalles
contextuales y temporales. En cualquier caso, la validez de la declaración aumenta si el menor menciona
complicaciones inesperadas y si informa de que el agresor le ha presionado para que guarde silencio.
Por otra parte, aunque la declaración en su conjunto debe guardar una estructura lógica, cabe esperar
declaraciones con digresiones y con correcciones espontáneas. También hay que prestar atención
3. Análisis de otras personas significativas. También es necesario evaluar hasta qué punto las
personas del entorno habitual del menor han podido influir sobre sus recuerdos y, por tanto, en la
declaración. Frecuentemente los padres del menor se muestran reacios a admitir el abuso. En el caso
del incesto cometido por el padre, la madre puede mostrarse ambivalente respecto a la necesidad de
no perder completamente el contacto con el progenitor. Por otra parte, hay que saber hasta qué punto
los padres son susceptibles de percibir abusos en situaciones de la vida cotidiana que otras personas
consideran normales, ya que estas actitudes podrían habérselas trasmitido a sus hijos e influir en las
alegaciones y en los recuerdos. En esa misma línea es interesante saber si alguno de los padres ha
sufrido abusos en la infancia y, en caso afirmativo, si lo ha superado.
Asimismo, hay que evaluar si la reacción de los padres ha sido la de buscar la verdad de forma
agresiva. Si este fuera el caso, el menor se habría visto expuesto a preguntas tendenciosas y habría
observado la severidad de los padres contra el supuesto agresor. Todo esto influiría en la conducta del
menor.
4. Factores ambientales. Es necesario indagar sobre los conocimientos sexuales que poseía el
menor antes de revelar el abuso, así como sobre el contexto en que se produce la declaración (por
ejemplo, si es en el marco de un proceso de separación o divorcio).