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Moty Benyakar OMY) Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catastrofes sociales EDICION CORREGIDA y AUMENTADA Prdlogo: Juan Jorge Michel Farina Editorial Biblos Moty Benyakar LO DISRUPTIVO Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catastrofes sociales Editorial Biblos Benyakar, Moty Lo disruptivo. Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismos y catastrofes sociales. - 2a. ed. - Buenos Aires: Biblos, 2006. 239 pp.; 23x16 em. ISBN 10: 950-786-539-% ISBN 13: 978-950-786-539-8 1. Psicologia. 2. Traumas en catastrofe. I. Titulo CDD 155.935 Primera edicién: marzo de 2003 Disefo de tapa: Luciano Tirabassi U. Armado: Hernan Diaz Coordinacién: Monica Urrestarazt' © Moty Benyakar, 2003, 2006 © Editorial Biblos, 2003, 2006 Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires editorialbiblos@velocom.com.ar www.editorialbiblos.com Hecho el depésito que dispone la Ley 11.723 Impreso en la Argentina Ninguna parte de esta publicacién, inchuido el disefio de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en forma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea éste eléc- trico, quimico, mecanico, éptico de grabacién o de fotocopia, sin la previa autorizacion escrita por parte de la editorial Esta segunda edicion de 2.000 ejemplares fue impresa en Grafica Laf SRL. Loyola 1654, Buenos Aires, Republica Argentina, en junio de 2006. indice Prélogo a la segunda edici6n, por Juan Jorge Michel Fariria ... Prélogo, por Juan J. Lépez-Ibor Agradecimientos ... Presentacién + 29, Introduccié: Capitulo I Lo disruptivo: el impacto del entorno en el psiquismo. @Puede una situacion ser traumatica? El evento factico disruptivo La vivencia : La experiencia Desérdenes por disrupcién La amenaza Agresién y violencia: lo humano que provoca daiio psiquico El odio y el mal: las raices psiquicas del terrorismo . La “cadena del mal” ... Capitulo I Entornos disruptivos . Entre la distorsién y el infierno Caracteristicas de los entornos disruptivos .. . 1) Laruptura de las reglas de juego y la inversin del sentido de las instituciones sociales 2) La incertidumbre patolégica, la desconfianza y la imposibilidad de cuestionar .. 3) La percepcion distorsionada La funcién social de la “victima” éVictimas” o damnificados E] rol de los terapeutas 1) Ftiopatogenia, individual y colectiva .. 2) Los factoras grupales y la psicopatologia de las masas . Capitulo III Sindrome de ansiedad por disrupeién (sap): un nuevo modo de sufrir ... 85 . 85 . 86 . 88. 90 91 . 93 {Quién esta enfermo? Ubicando el problema gAngustia o ansiedad? Qué les pasa a quienes no les pane nada? Describiendo el “mal-estar” Rasgos especificos y comunes con otros sindromes El impacto de los entornos disruptivos en Ja capacidad de proyecto del nifio .. Un desafio para el area de la salud mental 95 Capitulo IV Las 10 paradojas y las 10 W en salud mental en desastres.... ‘Las 10 paradojas en la intervencién en salud mental en desastre 99 Las 10 W de la intervencion en salud mental en desastres 102 103 Warning off (prevenci6n) .. Why (por qué: What (qué) Who (quién) Whom (cual) Whose (de quién) When (cuando) .. Where (dénde) Ways (formas) Wholeness (totalidad) 108 109 109 m1 11 112 Capitulo V FE] hombre ante los desastres y las catastrofes .. {Qué es una catastrofe? .... Definiciones y parametros para evaluar las catastrofes El concepto de crisis .... Las definiciones de los organismos internacionales Repensando criterios.. La dimensién ética de la préctica clinica en el campo de la salud mental en catdstrofes.... 115 115 118 . 120 . 122 . 123 Capitulo VI Las reacciones individuales y las colectivas ante lo disruptivo Diferentes perspectivas sobre los damnificados Respuestas individuales y colectivas .. 1) Las reacciones individuales ... 2) Las reacciones de los socorristas y los responsables comunitarios 8) Las reacciones colectivas . Diagnéstico diferencial de las reacciones colectivas 127 128 -129 130 . 182 133 Capitulo VII El abordaje clinico de las patologias por disrupcién Los conceptos “trauma” y “estrés” y sus aplicaciones clinicas .. La nosologia psiquidtrica estandarizada Otros criterios diagnésticos ... El concepto de sindrome de estrés postraumatico (SEPT) Actualizacién diagnostica ... i El Sarr y.su intercurrencin-con el aleaholismo y ladrogadiesién . E] SEPT en nifios ... Secuelas del sindrome Diagnéstico diferencial Prognosis ... Tratamiento ... Los diferentes enfoques clinicos .. Abordajes recientes Los ingredientes activos en el tratamiento del trauma 1) Reduccién del incidente traumatico (TIR) .... 2) Terapia del campo del pensamiento (TFT) . 3) Desensibilizacién y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) .. Psicoterapia individual con orientacién psicoanalitica La visién de Jacob D. Lindy ... Un modelo integrador .. Los tratamientos en grupo Internacién .. ‘Trastorno neurofisiolégicos y tratamientos farmacolégicos Algunas consideraciones criticas respecto del SEPT y otras propuestas de tratamiento . Lo disruptivo en la guerra .. Trauma y estrés en la guerra .. Capitulo VIII Experiencias: el camino recorrido... Algunas diferencias sustanciales entre las guerras... 1) La guerra de los Seis Dias. 2) La guerra del Yom Kippur 3) La guerra del Lfbano . 4) La guerra del Golfo El atentado a la Asociacién Mutual Israelita de la Argentina 1) Los efectos del atentado sobre los niiios . 177 182 183 188 ae 12 Capitulo IX . . ‘Algunas reflexiones en torno de la organizacién de servicios de atencién de la salud mental en situaciones de catastrofe... Tratando de disminuir el impacto patogeno antes, durante y después de la catdstrofe ... La intervencién psicolégica despué: : Los tipos de intervencion segan las fases después del desastre . s de desastres Entre aseveraciones y cuestionamientos .. - 1) {Qué comportamientos son esperables de los individuos y las organizaciones de la sociedad civil? . : 2) {Qué caracteristicas suelen tener Jos recursos necesarios para ‘tender la salud mental en situaciones de catastrofe, y qué caracteristicas deberian tener? .. . 3) ;Cémo se organiza la atencién de la salud mental para enfrentar Jo que continuamente seré diferente —— 4) {Como hacer para que la experiencia recogida en una situacién | conserve su valor de ensefianza y sea fructifera en otra distinta? Red de telemedicina Algunas consideraciones finales... .. 208 - 212 218 223 225 Bibliografia . 227 Prélogo a la segunda edicién Geopolitica de lo disruptivo y (po)ética de la reconstruccién Juan Jorge Michel Farifia El retorno de los infiernos puede tanto perpetuar el recuerdo del horror y de la desgracia como conducir al sujeto a asumir su destino en una relacién de transpa- rencia con los otros, y a reflexionar sobre este nuevo co- nocimiento de los origenes al que lo ha iniciado la con- frontacién con lo real de la muerte y de la nada. Louis Crocq El mérito de un libro reside en su potencia de pensamiento y en la capa- cidad de multiplicarse en nuevos textos que hagan de la obra un verdadero acontecimiento creador. La primera edicién de Lo disruptivo, que desperté enorme interés y se agoté en poco tiempo, ha sumado a esas virtudes un poderoso efecto transformador. Aparecida en el contexto de los grandes de- sastres con los que se inicié el siglo XXI, ha sido la referencia conceptual y operativa de un sinntimero de intervenciones a través del mundo. Como bien lo sabe su autor, quien ha participado activamente de mu- chas de esas acciones, los desastres contemporaneos van trazando una geopo- litica del espanto, cuyas coordenadas son cada vez mas inciertas. Desde la tierra que tiembla y las aguas que lo arrasan todo, los riesgos econémicos y ecolégicos, hasta las multiples formas de Ja aniquilacién humana, la huma- nidad asiste cotidianamente a la evidencia de su fragilidad. En este contexto, la nocién de “disrupcién”, a cuya formulacién llegé Moty Benyakar después de casi cuatro décadas de dolorosas experiencias de trabajo en contacto directo con el sufrimiento humano, resulta un verda- dero hallazgo. En ella emerge el autor del propio calvario al que lo abismé su participacién en cinco guerras. El concepto da cuenta del quiebre, la sorpresa, la brutalidad con que determinados eventos impactan al psiquis- mo. Al mismo tiempo, presenta la sutileza de la complejidad, ya que se trata de un concepto relacional, de un encuentro entre las propiedades del entorno y el punto de fragilidad del sujeto. A lo largo de los ultimos afios tuve ocasién de compartir con Moty Ben- 11 12 JUAN JORGE MICHEL FARINA GEOPOLITICA DE LO DISRUPTIVO Y (PO)BTICA DE LA RECONSTRUCCION 13 yakar distintos escenarios de esa zona limite a que nos arroja la condicién humana. Antes, durante y después de tales intervenciones en situaciones extremas, la escritura ha sido el modo de procesar nuestras propias angus- tias frente el espanto. Escritos breves, redactados a vuelapluma en las pau- sas del trabajo, fueron dando testimonio de la conmocién de quienes retor- naban del infierno. Ese infierno de cuyo relato s6lo pueden dar cuenta la literatura y los mitos universales, como bien Jo ha ensefiado la vasta obra de Louis Crocq. La mayor parte de esas anotaciones de viaje permanecie- ron inéditas, ya que fueron concebidas en la intimidad de las mutuas confe- siones que nos imponjia la desolacién. Sin computadoras a mano, con la sola premisa de la escritura o la vida, son textos que escapan a la logica de los informes técnicos. Releyendo algunas de esas anotaciones, muchas de las cuales pueden intuirse entre las lineas de este libro, creo que son las que mejor reflejan el nicleo transformador del pensamiento de Moty Benyakar. Tomemos un pequefio ejemplo. En una ocasién, una ex alumna nos invité a presenciar una puesta de la Antigona de Séfocles. Ella misma integraba el elenco del Teatro de la Intemperie, y la versién de la obra tendria jugar en un parque publico. Sabiamos del caracter fuertemente disruptivo de la violencia poli- tica, del peso de esta tragedia en la historia argentina y del valor que tiene Ja eleccién de esa obra para quienes todavia Moran la desaparicién de un ser querido. A la salida, escribimos: Envueltas en un sombrio paiio rojo, Antfgona e Ismena arrastran su herencia tragica sobre un sendero de hojas. Ejércitos de gigantes se trenzan en una alucinada recreacién de la batalla de Tebas, dejan- do el saldo de dos hermanos muertos sobre la tierra fria. El atardecer se impone y un cuervo se cierne sobre el cuerpo de Polinices. La suer- te estd echada. Sélo resta el testimonio cruel de Creonte y el juicio lapidario de la pequefia Antigona. Arboles centenarios se yerguen con las primeras sombras y los resabios del amor se diluyen en las cuer- das de un violin. No habra ya bodas ni festejos para los novios. El coro, multiplicado de mascaras, resulta inapelable. Una escultura de piedra serd la tumba para el cuerpo que descien- de, yerto, de las altas copas. Antorchas y espadas, cruces de hierro que horadan la tierra negra. La multitud, imprevistamente convoca- da sin palabras, cierra un mudo cortejo tras el tiltimo alegato de Tire- sias. Pétalos eternos, tan rojos como la sangre extendida, se ciernen sobre nuestras almas extasiadas. El telén es la noche misma que se abre, franca, sobre el Parque Avellaneda Como se puede ver, nuestra experiencia como espectadores es la escritu- ya que hicimos de ella. No hay obra por fuera de ese registro en el cuerpo. Si Ja representacién del horror permite procesar algo del disrupto, del agujero en lo real, es porque allf emergié un texto. En lo que entendemos la mayor fidelidad al autor, vamos a hacer por lo tanto de ese estilo el prélogo de esta nueva edicién del libro de Moty Ben- yakar. Recuperaremos para ello dos de las categorias centrales que aporta la obra: la dimensidén ética ante las catastrofes y la responsabilidad del sujeto frente a su experiencia con el horror. Alternaremos estos comenta- rios introductorios con algunos pasajes de aquellas anotaciones de viaje, relegadas al olvido aparente. Producidas entre la primera edicién de Lo disruptivo, en 2003, y esta segunda que ve la luz en 2006, constituyen un inesperado suplemento del libro: el testimonio de las marcas con que un autor se transforma a si mismo en la decisién de dar a conocer su obra. Etica y complejidad Nuestra llegada al escenario de las catastrofes, tal como la academia la conceptualiza, se produjo desde la preocupacién ética. Durante los ultimos veinte afios hemos impartido cursos de ética y derechos humanos y desa- rrollado investigaciones sobre los dilemas de los profesionales frente a si- tuaciones extremas. Ya en la década del 80, nuestro trabajo con afectados por el terrorismo de Estado nos habia enseiado la importancia de las cues- tiones éticas a la hora de tratar el sufrimiento frente al horror del tormento y la desaparicién. Como lo anticipé en aquellos tiempos Marcelo Vitiar, se trata de premisas sin las cuales ninguna transmisién resulta posible.’ La experiencia mostraria luego que todo desastre, incluso aquellos que cierta bibliografia se empeiia en llamar “naturales”, deben ser tratados a la luz de los mismos recaudos, ya que no pueden ser comprendidos fuera de las coor- denadas de la experiencia ética propia de la condicién humana. Asf lo evidencia un sinntimero de casos en los que eventos de la natura- leza o accidentes de alta magnitud producen dafis irreparables. Necesi- dad y azar estan sin duda presentes en tales sucesos, pero enlazados de tal manera a la economfa y al colapso de las instituciones que resulta inviable su andlisis de manera aislada. Un ejemplo paradigmatico es el de Choro- pampa. El 2 de junio de 2000, un camién transportador de residuos téxicos al servicio de la mina de oro mas grande de América Latina derramé acci- dentalmente parte de su cargamento de mercurio en una ruta cercana a Choropampa, una pequefia aldea en los Andes peruanos. Los pobladores, 1. Véase M. Viftar, “La transmisién de un patrimonio mortffero: premisas éticas para la reha- bilitacién de afectados”, Territorios, MSSM, 1986, un texto breve cuyo estilo coloquial y enor- me fuerza conceptual lo han transformado en un clisico entre los estudiantes de la Universi- dad de Buenos Aires. Una perspectiva actualizada del pensamiento del autor se puede encon- trar en su reciente obra “Especificidad de la tortura como trauma. El desierto humano cuando Jas palabras se extinguen”, Psicoandlisis APdeRA, vol. xxvil, N° 1-2, 2005. 14 JUAN JORGE MICHEL FARINA GEOPOLITICA DE LO DISRUPTIVO Y (PO)ETICA DE LA RECONSTRUCCION 15 creyendo que el producto derramado tenia valor monetario, recogieron las perlas del mercurio con sus manos y se las llevaron a sus hogares. Algunas madres, inocentemente, colgaron las bolitas como adornos en los cuellos de sus bebés. Cuando la empresa advirtié el problema, regresé e intenté per- suadir a los pobladores de que se deshicieran cuanto antes del material contaminante. Pero al percatarse de la desconfianza de los campesinos, les ofrecieron pagarles para que devolvieran el producto. La gente terminé “ven- diendo” parte de lo recogido, y guardando otro poco como reserva. Alli co- menzé el verdadero desastre. La contaminacién de los cuerpos y el desastre ecolégico resultaron fruto no del accidente en si mismo sino del tratamien- to que se hizo de él. Al asignarsele valor de cambio al veneno, los campesi- nos respondieron también en clave mercantil, especulando con el eventual aumento del producto. La intervencién en la catastrofe consiste por lo tanto no sélo en lidiar con las consecuencias letales del mercurio en el cuerpo y el dafio al medio ambiente. Se trata ante todo de analizar el sistema de valores que gener6 semejante estrago. Esa dimensi6n ética, que hace a la responsabilidad so- cial empresarial, a los modelos econémicos vigentes y a los sistemas de comunicacién, habitualmente desatendida, fue a lo largo de estos afios el foco de trabajo junto a Moty Benyakar. Arribamos asi a un esquema de andlisis que organiza las catastrofes contempordneas en cinco grandes escenarios, no a la manera de una nueva clasificacién sino de una matriz logica que busca dar cuenta de la compleji- dad de cada caso. Cuando se produce una catastrofe, el foco aparece sobre alguno de esos escenarios, pero los otros no estan ausentes sino que concu- rren, determinando muchas veces diagnésticos y modos de intervencién. Este marco de referencia.? que aparece desarrollado en un capitulo especi- fico del libro, resulta superador de la divisién entre desastres “naturales” y “humanos”, y sin embargo mantiene el punto irreductible que presentan, determinados eventos (de lo cual la fuerza de la naturaleza en el tsunami asidtico resulta un ejemplo paradigmatico). Uno de esos escenarios es justamente la economia, tanto desde el punto de vista estructural como de sus formas mas o menos excepcionales. Esta variable, tradicionalmente ausente en las clasificaciones sanitarias, ha re- sultado enormemente productiva a la hora de comprender y organizar las jntervenciones. La obra de Moty Benyakar fue pionera en introducir el and- lisis de los descalabros econémicos como factor disruptivo, al presentar ca- sos clinicos y conceptualizaciones tedricas en torno de fendmenos como la “P.Wease 1n18: intervencién en desastres y catdstrofes Etica y complejidad, multimedia en CD IM. Realizada por Gabriela Salomone, Carlos Gutiérrez y Armando Kletnicki, investigado- res del Programa de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires, bajo direccién de Juan Jorge Michel Farifia y coordinacién internacional de Moty Benyakar, 2003-2006. devaluaci6n abrupta y el “corralito”, que asolaron a los argentinos a partir de los sucesos de diciembre de 20017 Otras dos calamidades posteriores, el tsunami asidtico y los grandes huracanes del Caribe, evidenciaron una vez mas la intima relacién entre las fuerzas de la naturaleza, la economia y la cultura. Hoy sabemos que existian estudios que habian previsto tanto el temblor de la tierra bajo las aguas de Malasia e Indonesia como la vulnerabilidad de la ciudad de Nue- ya Orleans frente a un desborde de las aguas. Por qué el Estado, los indi- viduos 0 las empresas asumen conductas cuyos costos humanos y ecolégi- cos resultan enormemente superiores a la inversién que hubiera significa- do tratar el siniestro de acuerdo con los elementales criterios en materia de salud publica? i El libro de Moty Benyakar ahonda en la cuestién estableciendo el carac- ter disruptivo de las fuerzas de la naturaleza, la violencia y agresién a gran escala, los siniestros urbanos, la desigualdad econémica 0 el colapso de las instituciones, mostrando el punto limite en su relacién con el malestar en la civilizacion. "La ética frente a este tipo de situaciones se organiza por lo tanto desde un doble movimiento, doble movimiento que da cuenta de la dialéctica en- tre lo particular y lo universal-singular. Un primer movimiento va de la evidencia inicial que todos tenemos respecto del bien y del mal, al “estado del arte” en materia de ética profesional. Este “estado del arte” esta inte- grado por el corpus de conocimientos disponibles y da cuenta de los avan- ces alcanzados por la disciplina, permitiendo deducir el accionar deseable de un profesional ante aquellos dilemas de su practica respecto de los cua- les existe ya conocimiento suficiente. Da cuenta del “qué deberia hacer y por qué” y su formulacién sintética se expresa en las pautas juridicas y las normativas profesionales, entendidas éstas no en su cardcter expeditivo sino como la manifestacién mas depurada de los conocimientos disponibles en la materia. Pero si la ética se limitara a esta dimensién de lo particular, bastaria 8. Estudios posteriores mostraron el acierto de tales afirmaciones.En el xxxit Congreso Ar- gentino de Cardiologia realizado en octubre de 2005, fueron presentados los resultados de una investigacién rigurosa que confirma los estudios ya anticipados por Benyakar en 2003. Du- rante el afio posterior a la crisis de 2001, el incremento de episodios cardiacos y de muertes por infartos crecié en diez mil casos. 4. MI respecto véase la investigacién de Julicta De Len “Desarrollo y gestién del riesgo de desastres socionaturales”, tesis de maestria bajo direccién de Carmelo Angulo Barturén, Bil- bao, Universidad del Pais Vasco, 2005. 5. En el tema que nos ocupa, cuestiones étieas en intervencién en desastres, el estudio mas desarrollado es sin duda la obra dirigida por Jean-Pierre Massué, Ethique et médecine des catastrophes, Paris, Editions du Conseil de l'Europe, 2002. 16 JUAN JORGE MICHEL FARINA GEOPOLITICA DE LO DISRUPTIVO Y (PO)ETICA DE LA RECONSTRUCCION 17 con mantenerse actualizado en materia de normativa para afrontar con éxito los complejos desafios que nos impone la practica. Sin embargo, existe un segundo movimiento, suplementario del anterior, que da cuenta no del caso particular, sino de la singularidad en situacidn, es decir de aquellos casos que se sustraen a la norma particular y, por lo mismo, la interrogan. Da cuenta no del “qué deberia hacer” de la pauta deontolégica sino del “qué hacer” alli donde se desvanecen las certezas y a posteriori la situacién se revela desbordando el conocimiento que la antecede. La articulacién de ambos movimientos permite comprender y orientar el sentido de las transformaciones cientificas y productivas que se abren en el mundo contemporaneo, incluidas por supuesto las propias de nuestros campos disciplinares.] Como lo anticipamos, ser la escritura el mejor vehiculo para dar cuen- ta de esa complejidad. La literatura, la plastica, la musica, el cine, son escenarios que permiten abordar las catastrofes desde una doble vertiente. Por un lado, ayuddndonos a comprender mejor la indole del padecimiento humano a través de la mirada que aporta el artista al evento disruptivo. Por otro, cuando el acto creador se transforma en via de elaboracién singu- lar y colectiva frente a situaciones extremas. Introduciremos entonces un primer paréntesis literario en este prélogo. El texto, escrito durante las tareas de reconstruccién luego de la inunda- cién de Santa Fe, en 2003, nos ha ayudado a pensar mas tarde catastrofes mayores, como el tsunami asiatico y los tornados del Golfo de México. La dedicatoria del articulo -seguramente la menos académica de nuestra ca- rrera— ofrece, a la distancia, una curiosa cuota de sensibilidad y ternura frente a la indefensién humana Especies: naturaleza y cultura en Santa Fe Ahi estén los elementos, que parecen burlarse de todo yugo humana: la tierra, que tiembla y des- garra, abismando a todo lo humanoy a toda obra del hombre; el agua, que embravecida lo anega y lo ahoga todo... Sigmund Freud, El porvenir de una ilusion Para Anastasia Antes de cumplir los veinte afios, Mario Vargas Llosa habia recibido ya su primer premio importante de literatura por el cuento “El desafio”. Am- bientado en la cultura orillera, narra la historia de un duelo al que se ve conducido Justo, de quien se dice tenia una marca de nacimiento en la mejilla, “una mancha morada que herfa la mitad de su rostro, desde la comisura de los labios hasta la frente”. Seguin el relato, habia nacido el dia de la inundacién y esa mancha era el susto de la madre al ver avanzar el agua hasta la misma puerta de su casa Volvi a leer el pasaje junto a Moty Benyakar después de visitar a otro artista prodigio, el ilustrador santafesino Juan Arancio, quien debié esca- par de las aguas que desbordaron el rfo Salado. También él da testimonio de su angustia y la de su familia ante la escena pavorosa de una creciente que inundé la casa tan rapidamente como un grifo lena una cacerola. Pero Juan, que pasé parte de su infancia en una isla del Parana, nos recuerda que a los islefios la crecida nunca los agarra dentro del rancho, porque ellos saben reconocer los indicios que ofrece la naturaleza. Ya desde pequefios aprenden que la hilera de bagrecitos en la orilla del rio se orienta de mane- ya diferente cuando van a subir las aguas, y que la altura de la crecida puede anticiparse en la linea de desove de los caracoles. También los pajaros y hasta los animales domésticos tuvieron compor- tamientos extrafios en los dias previos a la tragedia santafesina. Mientras que algunas especies, como los caracoles, ponian a su futura descendencia a salvo de las aguas, los humanos delatabamos una vez mas nuestra im- prudencia constitutiva. Como lo anticipa el epigrafe, la fuerza incontenible de la naturaleza nos coloca siempre ante un punto irreductible de indefen- sién. Pero también Freud ha ensefiado que es la agresién del semejante la que representa la mayor amenaza para la especie. Se construyeron las de- fensas del Parana, pero no se completaron las del Salado, porque ése es el rio de los pobres. Se escucharon los partes meteorolégicos, pero se los des- estim6 porque los radares estaban obsoletos y no eran demasiado confia- bles. Una vez mas, la economia como trasfondo del pretendido desastre na- tural. Recién ante la catastrofe se escuché la poesia de Fito Paez, que aler- taba: “Cuando los satélites no aleancen, yo vengo a ofrecer mi coraz6n”. Junto con un ntimero todavia indeterminado de personas, las aguas se llevaron también a muchos animales domésticos. Atrapados en los hogares que los humanos compartian entrafablemente con ellos, algunos no llega- ron a ser rescatados. Pagaron ellos también con su vida la trampa que a todos nos tiende la urbanidad. Dice uno de los pasajes mas conmovedores del “Poema de Santa Fe”: Yo no queria al perro de mi vecino, hasta que aquella noche lo senti llorar hasta ahogarse.* 6. El poema completo esta incluido en la multimedia 1BIS: intervencién en desastres y catdstro- fes. Etica y complejidad (UBA-TAU, 2003), junto a comentarios y fragmentos de filmes y obras de Federico Garcia Lorca, Primo Levi, Jorge Sempriin, Paul Celan, Albert Camus, Fernando Pessoa, Sigmund Freud, entre otros grandes que testimoniaron sobre la catastrofe 18 JUAN JORGE MICHEL FARINA Pero no todo es déficit frente ala catastrofe. También puede acontecer el descubrimiento de la solidaridad y la maravillosa invencién de la incerti- dumbre. En palabras del poeta: De todo quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que habia que seguir y la certeza de que seria interrumpido antes de terminar. Hacer de la interrupcion un camino nuevo, hacer de la caida un paso de danza, del miedo una escalera, del suefio un puente, de la btisqueda un encuentro. Y la reconstruccién de la ciudad ha sido un maravilloso paso de danza, un ballet colectivo que reencontré a los santafesinos. En las grandes y en Jas pequeiias cosas. Frente al trance de la inundaci6n, tocd a los humanos cuidar de sus animales mas queridos. Permanecen como testimonio los partes de evacuados, que inventariaban por igual las necesidades de ali- mentos y medicinas para hombres, mujeres, nifios, gatos, perros, y hasta loros y canarios, que acompaiaron a sus duefios en la emergencia, recon- fortandolos hasta que las aguas bajen. Como en Israel, donde también las mascotas participan de los simulacros preventivos, corriendo obedientes a refugiarse en sus carpas de oxigeno. Conversdébamos de estas cuestiones con Moty Benyakar, con quien ha- biamos compartido una jornada de trabajo junto a educadores santafesi- nos. Recordaébamos que, para sorpresa de muchos, ya en los 80 Louis Croeq, el eminente psiquiatra social francés, habia ineluido una unidad temdtica sobre los animales domésticos en un curso universitario sobre derechos humanos en Paris V. Entre los recuerdos de esa jornada en Santa Fe trafamos dibujos de Juan Arancio, rescatados de la inundacién y carifiosamente dedicados por su autor, En uno de ellos se ve a un islefio mateando junto a su perro. Bl chucho, un bigotudo de hocico largo, era idéntico a Toby, el propio perro de Juan que nos habia acompafiado durante la tarde. Al regresar a Buenos Aires me recibié mi perra, una vieja pastora ingle- sa, que me ladré todos los reproches por la larga ausencia. Descontrolada, en medio del airoso escdndalo olfated algo familiar en mis pantalones. Era el olor de Toby. Inmediatamente dejé de ladrar, se senté frente a mi y me dio amistosamente su pata. Ella habia entendido mi ausencia. Yo estaba disculpado y ya éramos amigos nuevamente. Habia entendido, porque también ella es a su manera una sobreviviente de la catastrofe. Cuando la encontramos, tenia cuatro afios y estaba extra- viada en las calles de Almagro. Buscamos durante semanas a sus duefios, GEOPOLITICA DE LO DISRUPTIVO Y (PO)ETICA DE LA RECONSTRUCCION 19 que finalmente nunca aparecieron. Durante esa guarda provisoria, la bau- tizamos con el nombre de Anastasia, aquella emperatriz rusa que, también ella extraviada en un tumulto, perdié la memoria y ya no supo regresar a casa. El de esa noche fue para ambos un reencuentro, Ala vuelta de Santa Fe, los dos habiamos aprendido algo nuevo. Las paradojas y la décima “W” de Moty Benyakar: responsabi jad El segundo aporte sustancial del libro que hemos decidido anticipar aqui es la formulacién de las paradojas que se presentan en situaciones de de- sastre y el establecimiento de las ya clasicas “W” formuladas por el autor para organizar los lineamientos centrales de la intervencién. En la edicién de 2003, estas “W” eran nueve (Warning/ Warding, Who, What, Why, Whe- re, When, Whom, Ways, Wholeness). Jugando con los términos en inglés, Benyakar presentaba de manera clara las variables fundamentales, a la vez que ofrecia una regla mnemotéenica para operar con ellas en la emer- gencia. Vera el lector que se agrega en este caso una décima: Whose (de quién), que hace referencia al campo de la responsabilidad. ;Quién respon- de frente a una catdstrofe? Como lo ha sefialado Jorge Jinkis, el vocablo ‘responsabilidad’ viene del latin respondere, responsable es “aquél del que se espera una respuesta”. No se trata de la culpa, aunque ésta, a través de sus distintas figuras —autorreproches, proyecciones, remordimiento, arrepentimiento—, nos ponga sobre la pista de la dimension responsable. Frente a una catastrofe, la responsabilidad toma una doble vertiente. Por un lado la responsabilidad social, es decir, aquella atribuible a perso- nas, instituciones, Estado o empresas, de los que se espera una respuesta frente a lo acontecido. Por otro, la responsabilidad subjetiva, que atiende a Ja cuerda singular de los sujetos involucrados. Los aportes de la obra de Benyakar a esta cuestién han sido cruciales. Habiendo intervenido en distintas situaciones de crisis, advirtié tempra- namente la posicién de “victima” en la que muchas veces quedan anclados los sobrevivientes de las catastrofes. Su investigacién sobre el tema lo llevé a conceptualizar el alcance de la funcién social de esa posicién. Su trata- miento de la cuestién de la victima, como memoria pero a la vez como per- petuacién de la desgracia, representa hoy un capital insoslayable en le estrategias de intervencién. La utilizacién de las palabras ‘damnificado’ 0 ‘afectado’ en lugar de ‘victima’ no es un mero ajuste terminolégico, sino que supone una posicion ética. En una publicacién reciente Ignacio Lewkowicz, brillante historiador fallecido en 2004, y Carlos Gutiérrez, ambos profeso- 20 JUAN JORGE MICHEL FARINA GEOPOLITICA DE LO DISRUPTIVO ¥ (PO)ETICA DE LA RECONSTRUCCION 21 res de Btica y Derechos Humanos en la Universidad de Buenos Aires, han Hevado esta nocién a su punto de mayor desarrollo.’ Se trata de una delicada dialéctica entre la responsabilidad social y aque- lla de la que el sujeto debe dar cuenta en el laberinto de su soledad. En las marchas organizadas por los familiares y amigos de los muertos en la tra- gedia de la disco Cromafién se coreaba “no fue la bengala ni el rock and roll: a nuestros chicos los maté la corrupeién”. ¥ ciertamente no habria habido ninguna victima si las instituciones destinadas a cuidar de sus ciudadanos hubieran cumplido con los deberes elementales. La exigencia de justicia en el plano social es por lo tanto ineludible y cualquier renegacién que se haga de ella resulta una actitud canalla. Pero esta verdad abre a su vez el nticleo de la paradoja. En primer lugar, porque ello termina identificando a todos los damnificados en su posicién de “acreedores del Estado”, velando ast la cuota de singularidad de cada quien. En segundo lugar, porque resulta tan nocivo buscar entre los asistentes a los supuestos “culpables” del desenfre- no como recostarse en la victimizacién de la que se los hace objeto. Padecer el horror de la época no nos exime de responder por nuestro lugar en la historia cuando es ella la ocasién de una interrogacién que nos comprende como sujetos. Cerraremos entonces este prélogo con un segundo paréntesis literario. Redactado en una pausa de un congreso sobre desastres, da cuenta del sorprendente encuentro con alguien que retorné del infierno y que bien podria haber quedado anclado, como tantos, en ese lugar de pardlisis que se reserva a las victimas. Se trata del ceramista peruano Carlos Runcie Tanaka, quien fue tomado rehén en una accién terrorista durante el go- bierno de Alberto Fujimori, pero de la que emergid, como se verd, desple- gando su acto creador. Este legado nos ofrece también a nosotros, rehenes muchas veces del pretendido discurso cientifico, la ocasién de sustraernos por un instante a esa légica y, leyendo las paginas de este libro, pensar mas alla de las certe- zas. Despliegue de Runcie Tanaka En Buenos Aires, Chacarita es un populoso barrio signado por el empla- zamiento del cementerio mas grande de la ciudad. Debe su nombre a una deformacién de la palabra ‘chacra’, ya que a fines del siglo xIx el predio, ubicado apenas a siete kilémetros del centro, era todavia una zona de pe- 7. Véase I. Lewkowicz y C. Gutiérrez, “Memoria, victima y sujeto”, Indice, publicacién de la DALA, 2005 quejios emprendimientos agricolas. La voz portefa del arrabal, que abria jas consonantes, fue gestando chacra, chacrita, chacarita. Desconozco el origen de la Chacarilla del Estanque, un barrio de Lima, al que me acercé la intuicién genial de Eduardo Gastelumendi esa mafana de julio de 2003 cuando visitamos el taller de un grande del arte, el cera- mista peruano Carlos Runcie Tanaka. La antigua amistad de Eduardo y Carlos hizo del encuentro una expe- riencia en transferencia. Pudimos abismarnos asi a la belleza de una obra infinita. Cada objeto que puebla la casa resulta una pausa no calculada. Un tiempo de espera para que la palabra se invente a si misma en un reco- rrido incierto. E] imponente jardin de cactus, las esferas perfectas, la mul- tiplicidad de los cangrejos, la intimidad de los hornos, los piletones genero- samente incrustados de obra abierta. No ibamos a ninguna parte y el paso se hacia tan libre como las formas que se adivinaban a nuestro alrededor. En una detencién inesperada, Eduar- do eligié un obsequio para Moty Benyakar: un mosaico virtualmente ex- traido de una esfera que tiene el tamafo del mundo y que sin embargo cabe en una baldosa del living. Como si un nifio tomara delicadamente una pie- za del puzzle de la humanidad y recortara en él su fragmento de plegarias: no more. Por gentileza del artista, elegi a mi vez un plato bellisimo. Un cuenco del que emerge, amplificada, la pinza de un cangrejo. Pero no hay que in- quietarse: la estética de Runcie Tanaka ha transmutado en espiritualidad todo peligro. Y Eduardo, en perfecta sintonia, canta a Caetano y sus desas- tres desastrados. (Recuerdo ahora que también Salvador Dali, en sus recetas de Gala, contra lo informe de las espinacas, preferia las armaduras de los crusta- ceos, que aun desprovistas de sus cuerpos siguen ofreciendo batalla.) El propio artista embala su obra. Una doble hoja de grueso papel Kraft y un hilo trenzado acondicionan los regalos para el viaje. El envoltorio, con sus pliegues perfectos y sus nudos prominentes de extremos erguidos, co- bran entonces una inusitada belleza. (En las antipodas de los congresos cientificos, en los que ya todo esta sabido antes de que nada suceda, el arte es un acontecimiento.) Luego en sesién de fotografias, una retrospectiva es la ocasién de nue- vos hallazgos. Carlos Runcie Tanaka era ya un ceramista consagrado cuan- do es tomado rehén durante la accién de Sendero Luminoso contra la em- bajada de Japén. A la salida del martirio, compone La espera, una instala- cién figurativa en la que se multiplica la plegaria. Es alli donde el artista se edifica a si mismo. Fuera de todo cdlculo. Cuando emerge, implicado, pero no victima, de la catastrofe. (Carlos nunca lo supo, pero el grupo terrorista no fue mas que el pretex- to de la historia: fueron sus antepasados japoneses quienes lo pusieron a prueba durante la agénica espera.) 22 JUAN JORGE MICHEL FARINA Por eso, a la salida del laberinto, el artista abre un batil de origami. Decenas de pequefios cangrejos de papel blanco cobran vida ante nuestros ojos. Carlos pliega cada uno de ellos a lo largo de cincuenta pacientes minu- tos. Recordamos entonces con Moty a Sadako, aquella nifia japonesa sobre- viviente de Hiroshima que se propuso plegar mil grullas para sobrevivir al holocausto. Ya es mediodia en Lima. El arte milenario de Japén arroja, como al descuido, la ultima explicacién. Sadako no pudo con la radiactividad y murié en paz cuando lleg6 amorosamente a sus seiscientas grullas. La palabra ‘plegar’ tiene su origen en el vocablo latino plicare, del que derivan expli- car, suplicar, implicar. Vamos comprendiendo entonces qué haciamos alli. E] congreso cientifi- co era nuestro propio pretexto. Nuestra inesperada excusa para abismar- nos en esa emergencia del arte. Para rozar la salida de una catastrofe por Ja via de la singularidad. No hay intervention in disasters sin esa dimen- sidn de espiritualidad. Cuando Carlos corona sus obsequios con el origami de un cangrejo, nos lega su plegaria de papel. De regreso a casa nos toca a nosotros, una vez mas, hacer algo con esas marcas. Juan Jorge Michel Farifia Santa Fe, Lima, Asuncién, Buenos Aires, 2003-2006 Prélogo Las reacciones psicolégicas y psicopatolégicas a acontecimientos catas- tréficos han sido descriptas desde antiguo y, sin embargo, su andlisis cien- tifico en profundidad es muy reciente. Son varias las razones que explican este hecho aparentemente paraddjico, referidas y analizadas en este libro de Moty Benyakar. Por su propia naturaleza, las catastrofes desbordan la capacidad de adap- tacién y asimilacién de una colectividad y sacan a la luz deficiencias del tejido social que sostiene a los grupos humanos. A partir de ahi se desenca- denan fuerzas politica, econdmicas y de opinién que pretenden combatir al acontecimiento en si y también a todo lo que, real o supuestamente, lo hizo posible. En este tipo de reacciones individuales y colectivas hay un cuanto de lo que, a nivel biolégico, son procesos trofotréficos, es decir, desti- nados a acumular medios y fuerzas para hacer frente a posibles amenazas futuras. Esta dindmica, excesiva para el acontecimiento en si mismo, con- lleva un sentimiento apenas verbalizable de abuso que, no obstante, da lugar a la polémica en torno del componente rentista de las neurosis trau- maticas, tan antigua como su descripcion. Es posible que hasta la Revolucién Industrial y el nacimiento de los Estados modernos tuviera sentido distinguir las catastrofes naturales de las provocadas por el ser humano. Es posible también que, hasta entonces, todas fueran “naturales” y por lo tanto manifestaciones de la furia divina frente a la cual s6lo las plegarias y romerias podrian ser eficaces. Ahora no es asi, La mano del ser humano esta presente, o desgraciada- mente ausente, hasta en los terremotos, las inundaciones, las sequias 0 las explosiones volcdnicas. Lo esta porque la falta de previsién, de educacién, de respuesta ante las furias desatadas de la naturaleza, son consecuencia de condiciones socioculturales negativas, que son las que hacen que gran- des inclemencias dejen indemnes a las grandes ciudades de paises desarro- lados y, en cambio, tengan efectos devastadores en paises en vias de desa- rrollo. 23) 24 JUAN J. LOPEZ-IBOR Masivamente amenazantes para la vida de los individuos, las catastro- fes y sobre todo los atentados hacen imposible dirimir hasta qué punto las reacciones que ocasionan son normales o son patoldgicas. De hecho, al que precisa ayuda poco le importa que lo suyo caiga del lado de la salud o de la enfermedad. Asi, los compartimientos tradicionales de las especialidades médicas se vienen abajo, y los principios de la investigacién biomédica tra- dicional y los conocimientos acumulados devienen dificilmente aplicables. {Qué método experimental, consentimiento informado, aleatorizacion, grupo de control, disefio ciego o intervencién diagndstica 0 terapéutica ad usum serian aceptables? Ninguno; los individuos y la colectividad afectados re- quieren y exigen otra cosa: ayuda para superar los dafios y para alcanzar anhelos las mas de las veces ilusorios, que les devuelvan el sentimiento de seguridad y confianza desaparecido tras un acontecimiento catastréfico. Sin embargo, por el predominio de una perspectiva fundamentalmente asis- tencialista, los afectados, como muy bien ha descripto Benyakar, en lugar de ser damnificados que conservan atin su dignidad e iniciativa se convier- ten en victimas, es decir, en sujetos pasivos de acontecimientos ominosos y de ayudas. Asimismo, los aleances del dao psiquico, que desborda ampliamente el daiio fisico, es tal que lo padecen, ademés de los lesionados, sus familiares y allegados, el personal de rescate e incluso los que ocasionalmente se en- cuentran cerca del acontecimiento 0 frecuentan el lugar. Una catastrofe destruye lo que Rangel llam6 “comunalidad”, que es simplemente la fami- liaridad con el lugar donde uno vive y trabaja, donde encuentra sus lugares cotidianos. También afecta al que quiere investigar. La distancia del inves- tigador del fendmeno a investigar desaparece. E] investigador también es, debe ser, un afectado. Por eso, la primera tarea del investigador es referir su propia experiencia personal, cémo sus raices personales fueron sacudi- das, sus cimientos conmovidos y cémo, desde la confianza en la investiga- cin cientffica, adquiere el impulso para seguir viviendo e investigando. Se trata las mas veces de encontrar el sentido oscuro del devenir sacudido por la catdstrofe, que ademas no es ajeno al propio devenir. Lo mismo cabe decir para el profesional de salud mental que participa en un programa de jntervencidn en catastrofes. Debe olvidarse de su despacho o divan, salir de su propio territorio seguro e integrarse en el equipo del personal de ayuda y rescate para atender las necesidades de la poblacién desde el primer mo- mento e in situ. De hecho, ha de convertirse é] también en un damnificado. Si no acttia asi veré a las victimas mucho mas tarde, cuando un sinfin de mecanismos haya cristalizado un cuadro clinico entonces dificil de superar. El caso y la experiencia del autor son paradigmaticos tanto en lo que ataiie ala tarea de investigar como a la intervencién terapéutica Reforir la experiencia realizada es la gran tarea de aquellos profesiona- Jes e investigadores que han intervenido en una catastrofe. Han de conver- PROLOGO 25 tirse en asesores expertos en la prevencién de posibles futuras catdstrofes y enel disefio y desarrollo de intervenciones. Este libro de Moty Benyakar, fruto de su experiencia y de la investigacién, apunta en este sentido. Apro- vecha la gran ventaja de la investigacién en este campo, cual es que las reacciones biolégicas, psicoldgicas y sociales ante catastrofes y atentados son extraordinariamente homogéneas, lo cual permite trasladar lo apren- dido de unos casos a otros. Asimismo, analiza en profundidad y criticamen- te los conceptos basicos de la que ha venido a llamarse “psicotraumatolo- gia” y propone programas de intervencién. Responde asi a una necesidad perentoria ya que cada vez proliferan mas intervenciones basadas en un voluntarismo a veces mesidnico, que no consigue mas que interferir con la ayuda necesaria, dando lugar a lo que se ha llamado la “segunda catdstro- fe” ocasionada por la ayuda innecesaria y los voluntarios desorganizados. FE] libro respira un aire autobiografico, lo que lo hace muy atractivo. En él, el mundo en el que vivimos, la condicién humana, el esfuerzo por com- prenderlos y por intentar superar esos azotes antafio divinos y hoy huma- nos, 0 si se prefiere inhumanos, aparecen enlazados en torno de la vida de su autor. Del ejemplo también se ha de aprender. JuaN J. LOPEZ-IBOR Por Irene Para Youu Einat Ariela Maya Agradecimientos E] poeta Haim N. Bialik comienza uno de sus poemas preguntandose: “A quién las gracias y a quién las bendiciones”, para luego decirnos: “Al trabajo y a la creatividad”. Bialik, quien profundiza en los recovecos de nuestros sentimientos, expresa los mios. Durante afios me pregunté a quién debo agradecer el placer especial que obtengo de mi trabajo cuando me pide ser creativo, a quién estar reconocido por ese empuje interno que me lleva aasistir a mis pacientes con dedicacién, a escribir, a desarrollar modelos de atencidn. En parte, seguramente, lo debo a mi propia persona y a mi histo- ria. Por lo tanto, a todos aquellos que de una u otra manera estuvieron a mi Jado marc4ndome caminos o alenténdome con su presencia. Hoy, llegado el momento de publicar este libro —que me ha llevado mas de quince afios escribir, quizé por el exagerado respeto que le tengo ala palabra escrita-, me pregunto a quién debo agradecer. {Remitirme a mi pasado y dar gracias a mis padres, hermanos y familiares? {O mirar al futuro y pensar en la fuerza que me dan mis hijos y nietos? 2U observar el presente y ver a Irene, mi esposa, quien en todo momento transforma en placenteros y creativos los pasos de mi vida? {No deberia incluir también a todas las personas que me habitan en forma permanente, con las que di mis primeros pasos de formacién, con quienes comparti mis suefios en el movimiento educativo juvenil, mi camino durante la época del kibutz? 7Y qué de aquellos con los que transité las dolorosas arenas de los campos de batalla? gY mis profesores, supervisores y analistas? gMis pacientes y su- pervisados de los que aprendo en forma permanente? ZY mis nuevos ami- gos de la Argentina que me acogieron con contenedora calidez y me hicie- ton sentir de vuelta en casa tras treinta aiios de ausencia? {Qué de mis colegas en la tarea docente universitaria y de aquellos con los cuales com- parto mis nuevos proyectos clinicos, docentes y de investigacién? Si. A to- dos ellos quiero agradecer sin dejar de mencionar a ninguno, puesto que todos contribuyeron para que este libro saliera a la luz. Inés Hercovich, con quien me encontré en forma casi casual tras veinti- 27 28 Morty BENYAKAR cinco afios de no vernos, jugé un rol central esclareciendo y haciendo comu- nicables mis ideas. Con una especial agudeza y capacidad de profundiza- cién, se sumergié conmigo en mis pensamientos y me acompaiid en el tra- bajo de recuperar mi lengua materna, el castellano, un hecho que Santiago Kovadloff, en los primeros momentos de mi regreso a la Argentina, vaticiné como esencial para mi vida. Después de ese precioso y especial momento de encuentro, ella se incorporé al proyecto del equipo que investiga los padeci- mientos y dolores humanos que provoca la disrupcién. A Inés le estoy mas que agradecido por su aporte a la cristalizacién de este libro. Agradezco tambien a Javier Riera y a sus colaboradores, que con una flexibilidad admirable contemplaron mis tiempos y necesidades y lograron esta publicacién. Finalmente, quiero agradecer a Antoine de Saint-Exupéry por permitir mi encuentro adolescente con El Principito y aprender de é1 que “...el tiem- po que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. A todos ellos, al decir de Bialik, “mis gracias y mis bendiciones”. Morty BENYAKAR Presentacion Finalizados mis estudios primarios, decidi seguir la carrera de magiste- rio y ser maestro de nifios. Como varén de clase media mas 0 menos acomo- dada, ésa no era una eleccién de las que puedan considerarse habituales. Queria educar nifios, prepararlos para ser libres, para que pudieran apro- vechar al maximo su potencial creativo; educarlos para que fueran capaces de construir una nueva sociedad centrada en relaciones de solidaridad y para que llegaran a ser personas pacificas y laboriosas. A eso me dediqué hasta los veintitin afios cuando me trasladé, junto con mi compaiiera, des- de la voragine ciudadana de Buenos Aires a un kibutz de frontera en Israel, donde nos instalamos con otros jévenes argentinos con los que habiamos formado un grupo de pertenencia. Llegamos pletéricos de esperanzas y con el vigoroso convencimiento de que seriamos participes de la construccién de un pais nuevo, edificado so- bre la base de Ja pluralidad, la paz y la tolerancia. En ese kibutz fronterizo aprendimos a realizar las tareas agricolas que, mas tarde, desarrollaria- mos en un hermoso valle en el norte del pais. Habian pasado sélo cinco meses de nuestra estadia cuando nos informaron que estaba por estallar la primera guerra en la cual nos vimos inmersos, la guerra de los Seis Dias. El instructor que me enseiié como empufiar un arma se Ilamaba Katcha que, en huingaro, quiere decir gato. El sobrenombre respondia a su habili- dad para escurrirse y refugiarse, con sus compafieros partisanos, en los bosques de Hungria durante la Segunda Guerra Mundial. Katcha era un hombre duro. Hablaba claro, sin miramientos. Pero, al mismo tiempo, con su tono protector nos ensefiaba a cuidar nuestras vidas. Cuando estallé la guerra de los Seis Dias mi lugar fue una trinchera ubicada cerca del tambo donde hacia el ordefie. En un momento en el que soné la alarma indicando que debiamos tomar nuestras posiciones, llegé la enfermera del kibutz buscandome a mf y a mi esposa Ruthy. En la puerta del refugio al cual ella estaba entrando para cuidar a los nifios que tenia a su cargo, la enfermera nos informé que Ruthy estaba embarazada de quien 29 30 MOTY BENYAKAR, PRESENTACION 31 hoy es nuestro hijo Yoav. Asi, con esa noticia retumbando en mi mente y en mi corazon, entré en la trinchera. Las balas silbando sobre mi cabeza despertaron en mi un sentimiento muy especial, extrafio. Sentia que todo, los proyectos, el placer, las ilusio- nes, los deseos, quedaban excluidos de ese momento tinico, denso, cuando sdlo habia lugar para el juego entre la vida y la muerte. En momentos asi surgen millones de ideas y sentimientos. Pensé en cémo se Hamaria mi hijo y a qué mundo estaba viniendo. Le dimos el nom- bre de Yoav, un nombre biblico que siempre nos habia gustado. Luego nos percatamos de que asi se llamaba el jefe del ejército del rey David. También pensé en lo paraddéjico que era que un pacifista como yo se encontrara, en tan poco tiempo, inmerso en situaciones bélicas. Y recordé a Mahmud, un muchacho arabe al que habia conocido en un viaje anterior y con el que habiamos establecido muy buenas relaciones. {Estaria é1 del otro lado? Me sentia muy protegido y resguardado por los compaiieros con los que compartia la situacién. Pero esa sensacién no impidié que la pregunta acer- ca de qué es la guerra, qué es eso que nos hacemos los hombres unos a otros, se me impusiera en ese momento, con la vivencia atenazando mi propio cuerpo. La interrogacién, que nunca pude responder satisfactoria- mente, sigue hoy conmigo. La guerra de los Seis Dias fue una guerra muy especial que, al igual que Jas otras cuatro en las que luego participé, dejé improntas fuertes en mi y en todos los compafieros que se iniciaban conmigo en ese infierno humano. Cuan- do terminé, segui més empefiado que antes en mis tareas de educador. Y también mas preocupado por entender esa problematica tan compleja que es la relacién particular entre los hombres que se llama “guerra”. Necesitaba ahondar mas en el psiquismo humano, entender mejor esa relacién. Sin abandonar mis tareas agricolas, decidi terminar la licenciatura en educacion y en psicologia clinica. Estuve abocado a ello hasta que debi par- ticipar en la guerra de Yom Kippur, cruel y sangrienta. Alli me enfrenté, por primera vez, con la necesidad de asistir el dolor humano en situaciones desgarradoras. La situacién me sobrepasaba y sentia que no entendia nada de lo que estaba sucediendo. Me preguntaba como era asistir bien, qué debia hacer para ayudar a los sufrientes. Y asi comenz6é mi compromiso teérico y clinico con el tema de lo traumatico, que me impulsé6 a estudiar medicina, especializarme en psiquiatria y completar esos estudios con la formacién en el Instituto Psicoanalitico. Conjugar estos mundos tan disimiles, combinar la fisiologia con lo psi- colégico y con los aspectos ambientales, me llevé a un terreno dificil, de interacciones muy complejas. Y alli sigo, abocado a esta meta desde mi tarea clinica, asistiendo a quienes, sea en los avatares de la vida cotidiana como cuando atraviesan situaciones de catastrofe individual o colectiva, sufren el impacto del medio ambiente en el despliegue de su psiquismo. Si bien nunca fui un activista politico ni pienso serlo, tengo claro que Jo que nos hace humanos es el didlogo, el encuentro entre las personas y entre los pueblos. Creo que no hay ningtin otro camino que posibilite la convivencia. En agosto de 2002 participé del Congreso Mundial de Psiquiatria orga- nizado por la World Psychiatric Association (WPA) que se levé a cabo en Yokohama, Japén, o sea, en el mismo pais que sufrié e] pavoroso impacto de Ja bomba atémica. En esos momentos Praga se estaba inundando, en Oriente Medio estallaba una y otra vez la locura, y en la Argentina la violencia social desatada por la debacle econémica y politica empafiaba la hermosu- ra de sus tierras prodigas, hogar para tantos inmigrantes de tantos paises del mundo. En ese congreso fui honrado con el cargo de presidente de la Seccién de Psiquiatria Militar e Intervencién en Desastres de la WPA, en- cargada de los temas estrés y trauma. Representaba a mi pais de naci- miento, la Reptblica Argentina, al que habia regresado en 1994, esta vez movido no por ideales ni desastres sino simplemente por un amor, por ese fenémeno que algunos Ilaman el “ballotage amoroso” o segunda vuelta. Ire- ne, mi actual esposa, fue capaz de provocar ese proceso migratorio nada sencillo y de darme la oportunidad de desplegar con ella un proyecto de vida compartido y pleno. Porque todavia afioro ese diélogo con Mahmud que nunca pude retomar, Jo primero que propuse cuando asumf la funcién de presidente de la Sec- cién de Psiquiatrfa Militar e Intervencion en Desastres fue abrir un foro de investigacién e intercambio profesional entre palestinos e israelies para que, al margen de todo interés politico y proselitista, el enfrentamiento con el dolor que viven ambos pueblos nos una en un didlogo de paz. A mi regre- so a Buenos Aires me encontré con la noticia de que otro argentino-israeli, el talentoso Daniel Baremboim, estaba formando una orquesta conjunta con la idea de que la expresién artistica, la emocién de la creacién musical, lograra establecer el didlogo de convivencia. No abrigo duda alguna respecto de la responsabilidad que nos cabe a los profesionales de la salud mental en cuanto a comprender el sufrimiento e investigar las formas de aliviarlo. Pero, ademas, creo que también somos | responsables de aportar conocimientos e instrumentos que sirvan para pre- venir y canalizar el odio, base de lo que he llamado la “cadena del mal”, una espiral descendente hacia el infierno que parece haberse metido en la mé- dula misma de las relaciones humanas. Si no queremos estar al margen de tamajia responsabilidad, debemos evitar quedar absortos en discusiones bizantinas acerca de los determinis- mos, si biolégicos, psiquicos o econdmicos. No se necesita haber estado en una trinchera para poder abrir los ojos a tanto dolor. En muchisimos luga- res del planeta basta con salir a la calle. Y¥ en el resto, con prender el televi- sor. En nuestra tradicién tenemos figuras sefieras: desde el propio Sigmund 32 Morty BENYAKAR Freud hasta Donald Winnicott, con cuyas palabras, recordadas en una anéc- dota que relata Margaret Little, se inicia este libro. Introduccién “La primera reunion de la Sociedad Britanica de Psicoandlisis a la que asisti se llevé a cabo durante una ruidosa tarde en la que las bombas cafan continuamente y la gente se agachaba buscando refugio con cada estruen- do. En medio del debate, alguien que después supe era Donald Winnicott se puso de pie y exclamé: «Me gustaria sefialar que estan bombardeando», y volvié a tomar asiento. Nadie le presté atencién y la reunién continué como si nada ocurriera...” Bombardean Londres y la vida sigue como si nada. Mas asombroso atin, los psicoanalistas siguen como si nada (Little, 1995). Hoy muchos profesionales comprometidos con la salud mental de la po- blacién siguen haciendo caso omiso de los dramaticos acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor. No advierten que, de ese modo, arriesgan su propia razén de ser, el fin que los mueve: ayudar a preservar Ja subjetivi- dad del hombre en un mundo cada vez mas amenazante. No se dan cuenta de que involucrar sus quehaceres teéricos y clinicos con las realidades so- ciales, lejos de ser un aporte personal altruista a la sociedad que nada tiene que ver con la funcién profesional, es, a mi entender, ocuparse de lo esen- cial de la existencia humana y, sobre todo, un gesto de autopreservacién. Puede ser que integrar realidades tan diferentes como el mundo social y el mundo psiquico, conservando lo propio ¢ irreducible de cada uno, parez- ca una tarea imposible. Pero sostener ese divorcio también lo es. Con la agravante de que, ademas de imposible y mezquino, es peligroso. Debemos rehusarnos, como decia Karl Krauss, a que la solucién sea elegir el menor entre dos males. La realidad social se filtra en nuestros consultorios sin pedirnos permi- so. Hoy las nuevas expresiones de sufrimiento humano obligan a un re- planteamiento de todo lo aprendido. ¥ ponen en evidencia que las viejas y probadas clasificaciones —el IcD-10 y el DSM-Iv- son, como dice Juan L. Lopez Ibor, “incompletas y contradictorias”. La razén que lo explica, agre- ga, “es la dificultad para incluir en las clasificaciones basadas en sintomas y orientadas al diagnéstico de casos individuales, conceptos etiopatogéni- cos que incluyen factores sociales de manera importante” (Lépez Ibor, 2002). 33 34 Morty BENYAKAR Estamos viviendo un momento de profunda y extensa crisis social, simi- lar, en muchos aspectos, a aquella en la que Sigmund Freud elaboré los conceptos fundamentales de su teoria. Quienes participamos de la vocacién y de la responsabilidad de aliviar el dolor psiquico de nuestros semejantes, no podemos continuar al margen de una historia en la que vemos surgir formas de violencia que castigan de manera mds directa y brutal a un nu- mero cada vez mayor de personas En la Primera Guerra Mundial, 20 por ciento de los muertos fueron civi- les. En la Segunda Guerra Mundial esta proporcién llegé a 50 por ciento. Hoy en dfa los civiles constituyen 90 por ciento de los damnificados a causa de las catastrofes bélicas y del terrorismo. Los datos corresponden a victimas fatales y heridos que recibieron asistencia. Pero existen, asimismo, un sin- numero de personas que, como consecuencia de las agresiones y violencias sufridas directa 0 indirectamente, desarrollan sélo alteraciones psiquicas. Si bien hoy, después de ocurrido el ataque a las Torres Gemelas, se sabe que por cada muerto o herido de gravedad hay alrededor de doscientas personas afectadas psiquicamente en forma directa 0 indirecta, sigue sien- do muy dificil cuantificar la magnitud del dafio. Porque las estadisticas se llevan en relacién con los hechos que salen a la luz: ataques con misiles, bombas en edificios, guerras religiosas 0 étnicas; todas ellas manifestacio- nes de la agresién. Nada se sabe, en cambio, acerca de los estragos que produce la violencia, esa distorsién brutal del medio ambiente en el que vivimos que le hizo decir a Giorgio Agambem (2001) que para “efectuar la destruccién de la experiencia ya no se necesita en absoluto de una catastro- fe y que para ello basta perfectamente con la pacifica existencia cotidiana en una gran ciudad”. Hoy, tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas, esto es algo que saben muy bien los habitantes de Nueva York y de cual- quier otra gran ciudad. Pero también lo saben bien los habitantes de los paises latinoamericanos que ven cernirse sobre ellos la distorsién del en- torno social que asuela a la Republica Argentina tras anos de gobiernos infestados por la corrupcién y la inoperancia. El terrorismo extremista por un lado, asi como el terrorismo de Estado por el otro y las transformaciones econémicas y politicas que vive el mundo a partir de una globalizacién sali- da de cauce, son ejemplos pristinos de violencia, de entornos distorsionados que significan amenazas indiscriminadas y permanentes acechando al con- junto de las poblaciones. Debido al terrorismo y a la creciente marginacién econémica y social de un numero cada vez mayor de personas, en muchas regiones del planeta hoy se vive con miedo, incertidumbre, desconcierto. Bajo amenazas que no pueden ser identificadas y que, por eso mismo, no les permiten a los individuos gestar alguna forma de defensa. El terrorismo extremista, sea cual fuere su signo, y los efectos no desea- dos de la globalizacién provocan distorsiones profundas en los escenarios de la vida cotidiana, tanto que ni siquiera alcanzamos a vislumbrarlas, INTRODUCCION 35 mucho menos a comprenderlas. Ambos fenémenos crean realidades violen- tas productoras de enormes cuotas de sufrimiento psicolégico y de enferme- dad psiquica. Dan lugar a situaciones de catastrofe social que se caracteri- zan por: 1) constituirse como un clima, un ambiente prefiado de amenazas difusas, intangibles, irreconocibles; 2) tener como origen acciones intencio- nales de los hombres, y 3) transformarse en un estado de vida permanente. Tal vez el ejemplo latinoamericano mds representativo de estos rasgos sea Colombia, donde la presencia militar, paramilitar y terrorista en las calles forma, desde hace ya muchos afios, parte del paisaje cotidiano y “normal”. A esta nueva condicién que asumen las sociedades actuales la he denomi- nado “entorno disruptivo”. La gravedad de las situaciones expuestas, su casi seguro incremento y la variedad de problemas que implican, constitu- yen un desafio ineludible para los profesionales del campo de la salud men- tal que urge enfrentar. Pensar en “entornos disruptivos” obliga a rever las maneras en que has- ta hoy se ha concebido y actuado en relacién con las catastrofes y sus efec- tos sobre quienes las padecen. El modelo ha sido y sigue siendo el de los desastres naturales, la mayoria de los cuales ocurren en forma repentina, son de corta duracién y tienen un efecto devastador importante. O sea, tienen un cardcter agudo. Este modo de abordaje de las catastrofes preva- Jece aun cuando nos ocupamos de situaciones provocadas voluntariamente por los seres humanos, como las amenazas terroristas, que son sorpresivas y suelen extenderse por un periodo de varios afios. Asimilar el tratamiento de este tipo de desastre a las catastrofes naturales conduce a limitar el alcance de sus efectos a las personas directamente damnificadas y, si bien nadie desconoce que el impacto es a largo plazo, las acciones suelen redu- cirse a atender las consecuencias sélo durante los primeros tiempos. El terrorismo —que quiza sea el fendmeno que llegue a caracterizar el siglo que acabamos de iniciar- combina los rasgos de las “situaciones dis- ruptivas” agudas con los de las crénicas, 0 sea, aquellas que se afincan y devienen “entorno disruptivo”. Los efectos devastadores e ilimitados que, de este modo, adquiere la estrategia terrorista, puso en evidencia las limi- taciones de nuestros instrumentos conceptuales y, por ende, de nuestras herramientas clinicas para hacer frente a tales efectos. El terrorismo produce actos que irrumpen en forma violenta, instanta- nea e impredecible y con un alto contenido amenazador e importante valor simbélico. Con estos actos, el terrorista busca establecer un “estado” de temor permanente y generalizado durante el cual las personas sienten que, aunque “nada pasa”, todo puede pasar. Como los seres humanos tenemos la facilidad de acomodarnos a las condiciones mas extremas y atenuar asi sus consecuencias, cada tanto el accionar terrorista vuelve a producir algin hecho que sirve para reavivar el valor de la amenaza y mantener el estado de temor y confusién (Reinares, 1998). eae 36 Morty BENYAKAR El potencial patogénico de las situaciones y entornos disruptivos es enor- me si, cuando los hechos asi lo permiten, no se actia convenientemente antes, durante y después de los acontecimientos. Las poblaciones pueden ser preparadas para que desarrollen sus propios recursos y puedan defen- derse de los posibles efectos traumaticos de las catastrofes, cualquiera sea su indole, natural 0 humana. Esto significa capacitar a la poblacién para que pueda captar el tipo y la dimension de las amenazas, que pueda organi- zar y disponer de los recursos que tiene, propios y de la comunidad, y para que sepa cémo actuar durante los acontecimientos. A esta capacidad adqui- rida por las poblaciones la hemos denominado “inmunidad psiquica”.’ Este libro ofrece un abordaje amplio de las diferentes variables que inci- den sobre la salud mental de los individuos en situaciones de desastre y catastrofe, agudas y crénicas, producidas por la voluntad humana: las ca- racteristicas de los entornos amenazantes y desorganizadores, elsufrimiento psiquico que causan y los desafios que esta particular conjuncién de lo so- cial y lo individual plantea a los trabajadores de la salud mental. Y pone a disposicidn de todas las personas que por una u otra raz6n se vinculen con la asistencia en situaciones de catdstrofe algunos puntos que, producto de mis experiencias, creo de gran importancia considerar. Su contenido es re- sultado de la experiencia ganada debido a mi participacién activa en cinco guerras libradas en Israel, en la asistencia a damnificados por el terroris- mo y por el genocidio nazi, por el atentado contra Ja Asociacién Mutual Israelita de Argentina (AMIA) el 18 de julio de 1994 y por la explosién en 1995 de la planta industrial de material bélico, Fabricaciones Militares, en la ciudad de Rio Tercero en la provincia de Cérdoba, Argentina, asi como por las tareas de supervision que realicé en relacion con la asistencia brin- dada a los ex combatientes de la guerra de Malvinas declarada contra Gran Bretaiia por el gobierno militar argentino en 1982. Intensos como fueron los momentos vividos durante estos eventos parti- culares, la asistencia a mis pacientes en el consultorio privado, el contacto con el dolor cotidiano de ellos y con el mio propio, me brindaron la posibili- dad de abarcar la problematica de la existencia humana en toda su comple- jidad. En efecto, la experiencia realizada en cada uno de esos espacios, asi como la hecha por tantos otros psiquiatras y psicoanalistas en general y de campaiia o especialistas en situaciones de desastre y/o catastrofe, me ense- 4i6 que hay realidades que no dan tregua e invitan a actuar sin pensar. Por ello es fundamental que los profesionales tengan una sélida formacién so- 1. Desarrollé este concepto juntamente con Zohar Rubinstein y Boaz Tadmor y lo hemos apli- cado a distintas situaciones y en programas de intervencién y formacién. En breve, se publica- 14 un libro conjunto, Mental Immunity. INTRODUCCION 37 pre la cual apoyar sus decisiones y acciones. Aprendi que en la inmediatez y el fragor de la practica los recursos se ofrecen al uso sin que uno tenga mucha posibilidad de examinarlos antes. Pero luego, a la hora de evaluar Jo hecho, de entender qué se hizo, cémo se hizo, por qué, para qué, 0 sea, a Ja hora de pensar en términos teéricos, muchos de esos recursos conceptua- les adquieren matices y, aun, significados nuevos. Mas tarde, algunos de ellos se transforman en conceptos que resultan pilares de la clinica cotidia- na, como “reaccién de combate”, asistencia a damnificados y no a victimas, diferenciacién entre lo disruptivo y el impacto traumatico y otros por el estilo, segun viene sucediendo a lo largo de la historia de nuestra profesién. A esta altura de mi vida, la sensibilidad desde la cual intento tratar el fendmeno de la violencia y de su irrupcidn en el psiquismo humano es la que modelaron las experiencias que vivi como hijo, padre, marido, compa- fiero en el frente, y como maestro de escuela, psicélogo, médico psiquiatra y / psicoanalista. Desde el punto de vista profesional, quiero integrar los apor- tes realizados por las escuelas francesa, inglesa, americana e israeli y en. garzarlos con los ricos aportes conceptuales de los profesionales argenti- nos. Porque todos ellos tuvieron algo que decirme y todos me ayudaron a resolver, mejor o peor, situaciones dificiles hasta el limite de lo humano. Confio en que mi esfuerzo ayude a entender mejor las nuevas modalidades de sufrimiento humano que se observan en la clinica actual y aporte al desarrollo de técnicas que permitan asistir adecuadamente al creciente numero de personas expuestas a situaciones y entornos disruptivos. Me ocupo de aspectos que considero necesario comprender para con- testar dos interrogantes fundamentales: {cémo abordar las consecuen- cias que la irrupcién del mundo externo en el interno tiene en el psiquis- mo humano? ,C6mo responder a las necesidades derivadas de estos efec- tos teniendo en cuenta que el mundo factico irrumpe en la subjetividad y que nosotros, los terapeutas, también estamos inmersos y expuestos al mismo entorno amenazador y amenazante que afecta a nuestros asisti- dos? Las respuestas a estas preguntas tienen aspectos conceptuales y prac- ticos. De los primeros dan cuenta los tres primeros capitulos. De los se- gundos, los seis restantes. En el capitulo I, “Lo disruptivo: el impacto del entorno en el psiquismo”, describo y defino, con toda la precisién de la que soy capaz en este momen- to, el fendmeno de lo disruptivo. Para ello introduzco los conceptos evento factico, vivencia-vivenciar y experiencia y los dinamismos que los conjugan. El interjuego entre ellos me permite definir lo que he denominado “desdr- denes por disrupcién” que dan lugar a las “patologias de lo disruptivo”. Para entender el fenémeno de los desdrdenes por disrupcion, digo, es nece- sario pensar ms alla de la oposicién mundo interno-mundo externo y aden- trarse en los procesos psiquicos que dan lugar a la “vivencia traumatica” y al “vivenciar traumatico”. Ello nos permitira entender el efecto de lo dis- & 38 Moty BENYAKAR ruptivo en el psiquismo humano y su cualidad esencial: la amenaza. El concepto de amenaza me lleva, a su vez, a establecer una distincién, funda- mental a este marco teérico, entre “agresién” y “violencia”, con la que doy cuenta de las bases psicolégicas del terrorismo. Finalmente presento la nocién “cadena del mal”, producto de la instauracién del “objeto unico del odio”, en cuyo contexto y en relacién con la cual postulo que debemos asu- mir nuestra responsabilidad como profesionales de la salud mental. El capitulo , “Entornos disruptivos”, caracteriza las condiciones ac- tuales de vida en el mundo, signadas por la distorsién que les confiere la violencia y que da lugar a los rasgos que definen a un entorno disruptivo: la inversion del sentido de las instituciones sociales, la incertidumbre ex- trema, la percepcidn distorsionada. Estas caracteristicas implican una relacién particular entre lo social y lo individual y afectan al psiquismo humano, produciendo nuevas formas de patologia. Las patologias de lo disruptivo cuestionan asi los determinismos sobre los cuales se fundan muchas de las practicas terapéuticas en el presente y exigen un replan- teamiento de las mismas. Analizo el concepto “victima” desde el punto de vista de su funcién social, lo cual me permite argumentar acerca de la inconveniencia de usar esa palabra para referirnos a quienes propongo llamar “damnificados”. El capitulo m1, “Sindrome de ansiedad por disrupcién (SAD): un nuevo modo de sufrir”, ofrece la descripcién de esta entidad nosolégica nueva a través de la descripeién de los sintomas que la definen; establece las carac- teristicas que lo diferencian de los cuadros de estrés y de la vivencia trau- matica y sefiala el desafio que plantea el SAD en tanto nos exige considerar el papel del mundo externo en su produccién. Analizo luego el modo en que los entornos disruptivos afectan la capacidad de desarrollo del proyecto en el infans y puntualizo el desafio que esta situacién les plantea a las perso- nas abocadas a trabajar en el campo de la salud mental. Dado el caracter fundamentalmente pragmatico que tiene esta segunda parte del libro, el capitulo 1v, “Las 9 W: nueve principios de intervencién en catastrofes”, contiene una descripcién sucinta y medular de los nueve crite- rios organizativos y practicos basicos que fui recogiendo durante las varia- das experiencias que debi vivir y que pongo a disposicién de los profesiona- les en general y de los planificadores y programadores de servicios de salud y asistenciales en particular. Estos criterios seran desarrollados con mas detalle en los capitulos siguientes. El capitulo v, “El hombre ante los desastres y las catastrofes”, contiene informacién que da cuenta de la riqueza y complejidad que encierra el con- cepto ‘catastrofe’ a través de la descripcién de los distintos tipos de desas- tres que existen y sus intentos de clasificacién, las formas y los parémetros usados para evaluar sus impactos y el valor del concepto de crisis para entender las consecuencias en individuos y comunidades. El lector podra INTRODUCCION 39 familiarizarse, asimismo, con las definiciones que aportan los organismos jnternacionales relacionados con el tema. El objetivo de esta minuciosa pre- sentacién de criterios es orientar la organizacién de las respuestas asisten- ciales en una comunidad afectada por la irrupcién de una catastrofe. El capitulo finaliza con algunas reflexiones acerca de los aspectos éticos im- plicados en la prdctica clinica cuando ésta se aplica en momentos criticos tan frecuentes cuando ocurren catdstrofes. El capitulo v1, “Las reacciones individuales y las colectivas ante lo dis- ruptivo”, presenta las dificultades que existen para identificar y medir la clase de impacto que pueden producir los eventos disruptivos en el psiquis- mo de las personas, asi como para evaluar la adecuacién de las respuestas que suscitan en ellas. Esta dificultad pone en cuestidn el uso del concepto “yictima”, que implica extender y uniformar los efectos de un evento dis- ruptivo en una poblacién afectada, borrando la multiplicidad y singulari- dad de las respuestas que ocurren efectivamente. Propongo en su lugar referirnos a los afectados como “damnificados”, lo cual tiene importantes consecuencias clinicas ya que no conlleva presunciones a priori y permite al terapeuta tomar conciencia de su rol en los procesos de homeostasis so- cial al que responde el de victimizacién. EF] capitulo incursiona en el andli- sis del tipo de reacciones individuales (efimeras, neuréticas, ansiofébicas y otras) de la poblacién en general y de los socorristas y responsables comu- nitarios. Luego se adentra en el andlisis de las reacciones colectivas, las fases por las que atraviesan estas reacciones y las diferencias seguin la proxi- midad a la zona de impacto. A partir de estas categorias se ha propuesto un diagnéstico diferencial de los comportamientos colectivos que incluye la etiopatogenia individual y colectiva, los factores grupales y la psicopatolo- gfa de las masas, y los mecanismos que facilitan que se produzcan y propa- guen tales comportamientos. El capitulo vu, “El abordaje clinico de las patologfas por disrupcién”, presenta un andlisis critico de los conceptos sefialando sus limitaciones conceptuales y los efectos que estas limitaciones operan sobre la practica. Propone que hasta tanto se incorpore en la nosologia el concepto de patolo- gias por disrupcién se diferencie entre estrés y trauma y se prescinda de la formula estrés postraumatico. Describe los tratamientos desarrollados en los tiltimos aiios para tratar el trauma, incluyendo los farmacolégicos, y finalmente se adentra en el concepto de lo disruptivo en la guerra en oposi- cién a los de trauma y estrés en ese escenario. En el capitulo vil, “Experiencias: el camino recorrido”, relato algunas de las particulares situaciones que vivi tanto en Israel como en la Argenti- na, sobre todo en ocasién del atentado a la AMIA, y que fueron decisivas en la conformacién de los conceptos presentados a lo largo del libro. Por Ultimo, el capitulo Ix, “Algunas reflexiones en torno de la organiza- cién de servicios de atencién de la salud mental en situaciones de catastro- 40 MOoTy BENYAKAR fe”, describe los problemas y situaciones que enfrenté como profesional de la salud mental cuando debi actuar en los distintos tipos de situaciones disruptivas, brinda pautas que encontré utiles a fin de encarar el entrena- miento y la capacitacion de los recursos humanos profesionales y no profe- sionales, propone los modos de organizarlos que pude probar y comprobar y ofrece algunas pistas que pueden ayudar a los planificadores y programa- dores a disefiar programas de salud mental flexibles y adaptables a cada situacién y para el disefio de acciones de atencién especificas para nifios y adultos. Este libro esta dirigido a todos los trabajadores del campo de la salud mental, sean profesionales o voluntarios, que se enfrentan hoy en dia con personas que viven situaciones extremas de miedo, desvalimiento y deses- peranza. También apunta a las personas e instituciones de la comunidad con las cuales es preciso organizar redes. La calidad disruptiva y amenazante de los entornos en los que estamos viviendo tiene un efecto tal sobre los individuos y las sociedades que no podemos seguir adelante con nuestra tarea clinica sin antes ver de qué manera integramos esa realidad a nuestra prdctica con los pacientes. La magnitud del impacto sobre el psiquismo y de la disrupcién debida a entor- nos altamente distorsionados ha puesto de relieve que la funcién de los trabajadores de salud mental supera el objetivo de posibilitar a los damni- ficados que demandan atencién comunicar su dolor y superarlo. Asimismo, subraya la importancia que tiene actuar sobre el entorno social a fin de evitar que la crueldad disruptiva del mundo externo tenga consecuencias enajenantes crénicas sobre las personas. Estamos todos en un mismo barco. Los entornos disruptivos actuales no dejan resquicio para que nadie pueda sentirse a salvo de ser afectado por el estado de catastrofe crénica convertido en catastrofe individual: todos, pa- cientes y terapeutas, estamos atravesados por los problemas del mundo social encarnados en dramas personales. Para hacer frente a este nuevo estado de cosas, necesitamos una claridad de conceptos cada vez mayor que nos permita desarrollar nuevas herramientas diagnésticas, de prevencién y terapéuticas, Espero con este libro echar a rodar una inquietud fructifera en este sentido e incentivar el interés y la creatividad de sus lectores. Capitulo | Lo disruptivo: el impacto del entorno en el psiquismo jPuede una situacion ser traumatica? {Qué pasaria si a un paciente que ha recibido un gran golpe en un pie, se lo ensefia al médico que lo ve hinchado, enrojecido, dolorido, y éste dije- ra: “Esto es una fractura”? Es posible pensar que le sacarian el titulo. Para poder diagnosticar una fractura, el especialista tiene que confirmar prime- ro que esos sintomas que presenta el paciente no fueron provocados, por ejemplo, por un esguince o una tendinitis. Para ello, necesita disponer de una radiografia que le indique que hubo ruptura del hueso. Me pregunto: ze6mo puede ser que nosotros, los profesionales de la sa- lud mental, cuando atendemos a un paciente cuyo psiquismo sufrié el im- pacto abrupto y doloroso de un evento externo, Ilamemos a este hecho “trau- ma” basandonos simplemente en la caracteristica del evento? Cada vez que realizamos esta afirmacién contando como unico dato con el hecho de que nuestro paciente recibié un impacto fuerte y doloroso sin tomar en cuenta el modo en que ese impacto fue elaborado, estamos desconociendo al pa- ciente que, como sabemos, puede responder a los impactos del mundo ex- terno de muchas otras maneras ademas del trauma (Furst et al., 1971; Herman, 1997). Diagnosticar de manera infundada y aprioristica, en fun- cidn del tipo de situacién vivida o de la sumatoria de sintomas y no de cémo fue procesada es, lisa y llanamente, renunciar a nuestro propio saber. Mas grave atin es abdicar de nuestra responsabilidad profesional. La frecuencia con que los profesionales de la salud mental utilizan la palabra ‘trauma’ para referirse a lo que le pasa a una persona que debié atravesar una situacién muy dificil y dolorosa debe hacernos reflexionar acerca de la funcién que esta palabra cumple, tanto en la teoria como en la practica psicoterapéutica. Tal parece que sirve para dispensarnos del es- fuerzo imprescindible que significa distinguir y caracterizar los distintos elementos que participan de la situacién: el hecho que viene de afuera, el impacto que sufre el psiquismo y el modo en que se articulan ambos fen6- 41 ————————_ SS 42 Morty BENYAKAR menos en el interior del sujeto. Sin este esfuerzo de discriminacién, que permita elaborar conceptos especificos para remitir a cada uno de esos ele- ments y sus caracterfsticas, no hay manera de fundamentar un diagnésti- coy una estrategia de tratamiento adecuados. Sin este esfuerzo, la palabra ‘trauma’ no puede alcanzar el estatuto de un concepto capaz de designar un fenémeno espeeifico con sus caracteristicas propias y distinguible de otros fenémenos similares. Un primer paso que nos permitira avanzar en ese sentido es el concepto “disrupcién” (Benyakar, 1973). Propongo usar el tér- mino ‘disruptivo’ para reemplazar la palabra ‘traumético’ cada vez que ha- plamos de los hechos y las situaciones que ocurren en el mundo externo. En latin, dirumpo significa destrozar, hacer pedazos, romper, destruir, esta- plecer discontinuidad. Por lo tanto disruptivo seré todo evento o situacién con Ja capacidad potencial de irrumpir en el psiquismo y producir reaccio- nes que alteren su capacidad integradora y de elaboracién. La tradicion que nombra cualquier evento fuerte, intenso, con la confu- sa formula “situacién traumatica” esta tan arraigada que mi pretension de cambiarla por otra tal vez sea quijotesca. Pero me parece muy importante disponer de un vocabulario preciso que nos permita distinguir, por ejemplo, el hecho fActico externo del hecho psiquico interno, cosa que la mentada formula “situacién traumatica” no sélo no hace sino que confunde. Estoy determinado a persistir en mi intencién, puesto que no se trata de un mero cambio de palabras sino de proponer otra manera de pensar el problema. Sopesar cada término que utilizamos, definirlo con precision, es el modo, creo yo, de comprender la vastedad de las reacciones psiquicas, sus peculia- ridades y asi poder definir los abordajes clinicos particulares que cada una de ellas requiere. Las condiciones de vida actuales, el sufrimiento psiquico generalizado y las nuevas patologias que se ven a diario en nuestros con- sultorios no permiten seguir dilatando este cometido. Vayamos por partes. La formula “situacién traumética” es comtinmente usada para referirse asituaciones como accidentes, muerte de un ser querido, enfermedad gra- ve, discapacidad repentina, quiebre econémico y otros hechos semejantes. ‘También se la usa para identificar desastres y catastrofes colectivas, tanto cataclismos naturales como guerras o migraciones forzadas. Todos estos eventos extraordinarios, no habituales e indeseables, son considerados ex- presiones privilegiadas de lo que mal se denomina “traumatico” (American Psychiatric Association, 1994).’ gPor qué? Porque se les asigna a priori, 1, Sdlo recientemente se dejé de exigir a estos sucesos el requisito de ser espectaculares, lo cual constituye un avance con relacisn a la definicién incluida en el manual de diagnéstico confeccionado en Estados Unidos y conocido como DsM. En efecto, la versién actual, el DSM-IV, califica de trauméticas una cantidad de situaciones respecto de las cuales no surgiria un consenso espontaneo y automético, como si ocurre con los desastres y las catastrofes colecti- -10, en cambio, sigue siendo conser- vas 0 individuales. E] manual de diagnéstico europes, ICI Lo DISRUPTIVO: EL IMPACTO DEL ENTORNO EN EL PSIQUISMO 43 como si les fuera inherente, el hecho de producir un efecto devastador espe- cifico sobre el psiquismo humano. Tal manera de pensar ocasiona tres pro- pblemas graves: 1) desconoce y no se ocupa de conocer la singularidad y especificidad de los diferentes eventos facticos, lo cual nos hace incapaces para discriminar sus componentes y caracteristicas particulares; 2) deja de Jado la singularidad del sujeto que vive la situacién, y 3) ignora lo idiosin- crdsico de la relacién entre un evento especffico y un sujeto particular. Calificar una situacién como traumatica por la potencia o la intensidad que el consenso social le asigna es adjudicar un rasgo propio del orden psf- quico a un evento del orden de lo factico. Para aclarar un poco mas la natu- raleza de esta errénea y arraigada operacién, retomemos el caso del pa- ciente fracturado. Supongamos que la fractura ésea se debié al golpe de un martillo. :Autorizaria eso a Hamar al episodio en su conjunto (como se pre- tende que hace la formula “situacién traumatica”) “martillo fractural”? Pues bien, la calificacién a priori de “traumatica” aplicada a la situacién es equi- valente a usar la palabra “fractural” para calificar el rsartillo cuyo aporte consistié exclusivamente en ser el medio con el que se efectué el golpe que dio lugar a que nuestro paciente sufriera la rotura de an hueso. “Traumati co” no califica al hecho “martillazo” sino al hecho “rotura de hueso”. Al he- cho “martillazo” corresponde considerarlo potencialmente traumatogénico y s6lo podremos afirmar este caracter tras haber analizado las condiciones en las que quedé el hueso después de recibir el golpe. Si podemos caracterizar situaciones usando las mismas palabras que nombran sus posibles efectos, como en el caso que nos ocupa, es porque en nuestro pensamiento subyace la suposicién de que todos y cada uno de los acontecimientos a priori tildados falazmente de traumaticos provocarén siempre, en todos y cada uno de los sujetos afectados, esa consecuencia psiquica llamada “trauma”. El socilogo o el historiador pueden hablar de trauma social pues ambos observan y analizan la realidad desde sus di- mensiones de andlisis correspondientes. Pero, en el campo de la salud mental, el movimiento desvia la atencién del significado especifico que tiene la palabra ‘trauma’, o sea, discontinuidad que se produce en un pro- ceso psiquico o en un modo de procesar psiquico. Y hace como si no supie- ra que tal discontinuidad sucede unica y exclusivamente en el sujeto. De Jo que se desprenden, como era de esperar, problemas tanto teéricos como clinicos. Por ejemplo, la iatrogenia que significa considerar patolégicas las conductas que, frente a uno de esos acontecimientos definidos a priori como traumticos, no coinciden con los comportamientos esperados. O la que supone seguir agarrados a los conceptos “trauma” y “éstrés” y preten- der dar cuenta con ellos de todos los nuevos fenémenos psiquicos, produc- vador. Establece que traumitica es una “situacién 0 suceso (corto o largo) de caracter amena- zante excepcional o de naturaleza catastréfica”. —— 44 MoTy BENYAKAR to del impacto de lo externo, que aparecen hoy en la consulta, cuestionan- do su aplicabilidad (De Clereq y Dubois, 2001). Pensando una y otra vez en el problema que representa la formula “si- tuacién traumatica” me surge siempre la misma pregunta: {cémo es posi- ple que después de tantos afios de experiencia y de pensamiento acumula- dos, gracias a la inteligencia, sutileza y creatividad de tantos pensadores, incluido el mismo Freud, sigamos cometiendo ese error y, mas atin, ni si- quiera nos percatemos de él? Aventuro una hipétesis. Si el trauma es vacio, discontinuidad, agujero que el psiquismo no soporta, ,cémo hablar de é1?, gcomo circunscribir el vacio, darle una forma a la nada, asir el agujero? Damos rodeos y mas rodeos y en el transcurso de esos rodeos la palabra ‘trauma’ se desliza indiscriminadamente —hasta en la propia obra de Freud— de la dimensién factica a la psfquica. Tal vez, la prolifera produccién en torno del concepto de trauma en el campo de la salud mental refleje tam- bién la dificultad para mantenerse en un pensamiento que procure no des- conocer la unidad esencial que existe entre eso que llamamos, paradigma- ticamente, “el adentro” y “el afuera” (Freud, Moisés y la religion monoteis- ta, 1939). Adentro/afuera, categorias que usamos con total naturalidad, no son, en verdad, lugares tépicos sino dimensiones para pensar la existencia, como antes/después, alto/bajo, bueno/malo. Adentro/afuera son abstracciones analiticas pero de tan profunda raigambre en el pensamiento que las toma- mos como existencias objetivas y, ademas, obvias. Admito que es dificil pen- sar fuera de esas oposiciones. Es mas, a lo largo de este libro uso con fre- cuencia el par adentro/afuera pero invito al lector a que haga el esfuerzo de recordar, cada vez que se tope con él, que se trata sélo de un instrumento analitico. Cuesta hallar la forma de referirse a esa unidad, sus dimensio- nes y dinamismos, sin traicionarla. Solemos zanjar la dificultad recurrien- do a la idea de interaccién. Pero la articulacién sujeto-mundo (adentro- afuera) es mas que dos elementos complejos interactuando segtin el modelo de la fisica mecanica. Para tratar de pensar la articulacién sujeto-mundo externo, para pen- sar la complejidad de la vida psiquica humana, propongo el modelo que Charles Sanders Peirce denominé “relacién triadica genuina’” (Peirce, 1974; 1987). En ella ningwin término mantiene relaciones duales con otro y sin embargo los tres estén indisolublemente ligados. Los liga el tercero, que es cada uno de ellos respecto de los otros dos. Lo asombroso de esta figura topografica, que el diagrama que sigue nos ayudaré a comprender, es que basta la ausencia de un solo factor para que no haya nada (Sercovich, 1977), por lo que la relacién triddica genuina excluye toda forma de determinismo esencial. Tal como hoy se suele pensar el problema de lo disruptivo es inevitable caer en concepciones deterministicas que eliden la complejidad del proble- LO DISRUPTIVO: EL IMPACTO DEL ENTORNO EN EL PSIQUISMO 45 ma. Me parece importante revisar criticamente los conceptos que hemos usado hasta hoy porque, como dije, tienen consecuencias clinicas indesea- bles. En principio, me parece indispensable precisar el lenguaje, incorpo- yar nuevos conceptos que nos permitan referirnos al fenémeno “trauma”, sus elementos, caracteristicas y dinamismos sin subsumir unos en otros ya que se trata de elementos de naturaleza diferente e irreductible. Para pen- sar en una situacién o evento disruptivo propongo los siguientes tres con- ceptos: evento factico, vivencia y experiencia, que, como ya dije, no son otra cosa que dimensiones de andlisis. YEl evento factico refiere a ese aspecto de la existencia que comunmen- te llamamos “mundo externo”. La vivencia remite exclusivamente a lo que Jlamamos “mundo interno”. Y, por ultimo, la experiencia alude simultanea- mente al evento factico y a la vivencia conjugados 0 articulados. Tal vez lo mas complicado de estos conceptos sea retener que tanto la vivencia como Ja experiencia no son cosas sino funciones articuladoras que no existen por si mismas sino en la accién de articular. | Si hasta el presente no hemos podido establecer estas diferencias -mu- cho menos ahondar en ellas-, la raz6n se debe, creo yo, a limitaciones de las lenguas en las que pensamos y hablamos. Puedo darme ese lujo porque el castellano y el hebreo ofrecen las palabras necesarias para expresar estas dimensiones diferentes de la existencia que son el mundo subjetivo y el mundo de lo factico.Vivencia’ en castellano y javaia’ en hebreo son voca- plos que remiten al mundo subjetivo. ‘Experiencia’, en cambio, alude a esa dimension en la que se conjugan y se indiferencian el hecho factico y el subjetivo. También el idioma aleman cuenta con la palabra ‘erlebnis’ para referirse a la vivencia, y ‘erleben’ para referirse a vivenciar, ambos acufia- dos por Wilhelm Dilthey y afortunadamente traducidos al castellano por , José Ortega y Gasset. En castellano, vivencia distingue la materia subjeti- va e idiosincrésica de las otras dos instancias: el evento factico y la expe- riencia. Freud usa los términos acufiados por Dilthey con el mismo sentido que este ultimo les fijara (Freud, “Introduccién al psicoandlisis de la neuro- sis de guerra”, 1919) 9a francés, en cambio, no refleja esta diferencia, y eae 46 Morty BENYAKAR utiliza para los dos ambitos la palabra ‘experience’. Esta limitacién llevé a un autor como Jean-Paul Sartre a buscar una expresién que le permitiera discriminar las dimensiones y encontré la solucién en la férmula fait vecu (hecho vivido = vivencia). A Jorge Sempriin, en cambio, la carencia lo im- pulsé a elaborar una estupenda obra literaria dentro de la cual tal vez su expresién mas clara se encuentre en su libro La escritura 0 la vida. El inglés, por su parte, s6lo cuenta con la palabra ‘experience’ que no diferen- cia entre estas dimensiones centrales para la practica teérica y clinica en salud mental, y la historia del concepto de trauma refleja esta dificultad. Algunos autores de habla inglesa recurrieron a expresiones como “psychic experience” o “subjective experience” (Krystal y Krystal, 1988). Tanto los conceptos “evento factico”, “vivencia” y “experiencia”, asf como el dinamismo que los conjuga, necesitan ser cualificados y establecidas sus caracteristicas y sus modos de funcionamiento. Lo éptimo seria poder ha- blar de todos ellos al unisono. Pero eso no es posible porque, al hablar o pensar, el funcionamiento mismo del lenguaje establece, inevitablemente, secuencias donde no las hay. Es algo semejante a lo que sucede en fisica donde, sabemos, es imposible determinar la ubicacién y la velocidad de una particula (dos dimensiones inseparables de un tnico suceso) al mismo tiem- po: cuando se determina una, se pierde la otra. La dificultad, sin embargo, no impide a los fisicos definir lo que es lugar y velocidad, asi como no les impide definir lo que es movimiento. Lamentablemente, entre nosotros, los profesionales de la salud mental, esta vocacién discriminadora de concep- tos raramente se aplica a este tipo de fenémenos. Veamos ahora, uno por uno, estos conceptos. El evento factico disruptivo Denomino “evento” a todo aquello que es, no porque se nos ocurra pen- sar en ello, “sino que no es afectado por lo que podamos pensar del mism6*? Todo evento tiene la capacidad potencial de irrumpir en personas, institu- ciones y comunidades. Si ese potencial se realiza, se altera en éstas un estado existente de equilibrio u homeostasis y se producen distintos tipos de reacciones. En ese caso, se tratard de un evento féctico disruptivo, donde la cualidad de disruptivo corresponde exclusivamente al evento o la situa- £2. Asi define Peiree (1987) lo real. Luego agrega: “;Dénde habra de encontrarse lo real, la cosa \ independiente de la forma en que la pensemos? Debe haber tal cosa, pues encontramos res- tringidas nuestras opiniones. |...] Es verdad que inmediatamente ante nosotros nada tenemos sino pensamientos. Pero esos pensamientos han sido causados por sensaciones que, a su vez, son constreiiidas por algo exterior a la mente” (p. 94). LO DISRUPTIVO: EL IMPACTO DEL ENTORNO EN EL PSIQUISMO 47 cién capaz de proyocar una discontinuidad o una distorsién en el modo hu- mano de elaborat.’ “Disruptivo” es un concepto relacional puesto que es una cualidad que se predica de un fenémeno que actiia inevitablemente sobre algo o alguien. Dentro de esta categoria relacional, el potencial disruptivo inherente al fenémeno tiene un componente que lo relativiza. Por ejemplo, un bombar- deo o un accidente ferroviario tienen un potencial disruptivo mayor que un paseo por la playa. Pero el potencial disruptivo que pueda tener ese paseo para un nifio que de pronto pierde de vista a sus padres cuando ya el sol esté bajando y sube la marea puede ser casi tanto como el de los otros ejemplos. La muerte de un familiar tiene un potencial de disrupcién inhe- rente muy grande. Pero quién mejor que nosotros, los profesionales de sa- Jud mental, para saber lo relativo que es el impacto segtin el individuo que lo viva y la cireunstancia en la que se encuentre en ese momento. Es preci- so no olvidar este interjuego permanente entre las condiciones inherentes de los eventos y los aspectos que las relativizan. Un evento se consolida como disruptivo cuando desorganiza, desestruc- tura o provoca discontinuidad. La desorganizacién y lo que ocurra con ella no le pertenecen al evento sino que dependen del sujeto que lo vive. No obstante, existe una clase de eventos, por ejemplo, un cataclismo, acciden- tes o enfermedades graves, la muerte de un ser querido, Ja guerra, un aten- tado terrorista, que son disruptivos per se. Este hecho, sin embargo, no nos autoriza a evaluar los acontecimientos a priori y mucho menos a generali- zar tal evaluacién. Las siguientes cualidades potencian la capacidad disruptiva de un evento: — ser inesperado, por ejemplo, desde la explosién de una bomba hasta un encuentro con alguien significativo que crefamos que nunca mas ibamos aver; — interrumpir un proceso normal y habitual indispensable para nuestra existencia o para mantener el equilibrio, desde ser secuestrado hasta perder el empleo; — minar el sentimiento de confianza en los otros, como sucede tras sufrir una violacién sexual o la traicién de un viejo amigo; ~ contener rasgos novedosos no codificables ni interpretables segin los pardmetros que ofrece la cultura, como cuando visitamos un pais con 3, Esta aseveracién presume que hay un modo de claborar adecuado a las capacidades del peiquismo, Por eso lo que para un infans puede ser disruptivo, para un adulto no lo sera, asi como lo que pueda resultar disruptive para un individuo adulto no lo serd para otro. Porque esa especial relacién entre las cualidades del evento y la capacidad de elaboracién es distinta en cada caso. I 48 Morty BENYAKAR costumbres y creencias radicalmente diferentes de las nuestras y que contrarian nuestros valores; ] — amenazar la integridad fisica propia o de otros significativos, y |. + distorsionar o destruir el habitat cotidiano.\ Si quisiéramos describir alguna de las situaciones que puse como ejem- plo, limitandonos a hablar de los hechos, verfamos que necesitamos para ello usar un lenguaje fenoménico, que es el que nos permite discriminar y describir las partes que constituyen el suceso que queremos relatar. Un andlisis riguroso de ese relato nos mostraria que nada hay en él que nos permita inferir un determinado resultado. No obstante, la vida nos ensefia que cualquiera de estas situaciones tiene, la mayoria de las veces, un im- | Pacto disruptivo intenso. En qué consista ese impacto, que puede ser trau- matogénico, estresogénico o ansiégeno no especifico, sera algo que sélo po- dremos saber después de ocurrido el evento y observando y analizando las reacciones individuales de cada persona que lo vive. Y, en el caso de nues- tra especialidad, sélo en el transcurso del tratamiento. Confio haber dejado claro lo inadecuado que es, desde el campo de la salud mental, decir de un evento o situacién que es traumatico. Decir que es disruptivo, en cambio, invita a investigar las situaciones y el impacto que tienen sobre los sujetos, el modo en que se articulan con sus vivencias. i Sélo asi sera posible abordar lo generalizable (el evento) y lo que jamas podremos generalizar (la vivencia). La vivencia len el contexto de las ideas que expreso en estas paginas, digo que la vivencia tiene lugar en un sujeto cuando un estimulo proveniente del soma o del mundo externo produce la articulacién de un afecto y una representa- cién ~ambos componentes intrapsiquicos—. Vivencia es un concepto meta- psicolégico que alude a la actividad psiquica. La vivencia es la que otorga especificidad a la subjetividad. Es la sustancia de la subjetividad y es in- efable, 0 sea, no se presenta como fenédmeno que pueda ser relatado (Ko- vadloff, 1993). En tanto es el producto de un modo de procesar que tiene el psiquismo, la vivencia esta siempre implicita en todo lo que una persona dice. Necesaria, constitutiva y constituyente del psiquismo, la vivencia tes- timonia el contacto con el mundo externo. En efecto, la irrupcién en el psi- quismo de un factor exégeno al que hemos denominado “evento factico” activa la funcién vivencia que moviliza factores endégenos. Cuando la con- jugacién de los factores exégenos y endégenos se despliega de manera ade- cuada, habra articulacién de un afecto con una representacion. El éxito de esta articulacién depende, ademas, de los factores de sostén ambiental y de LO DISRUPTIVO: EL IMPACTO DEL ENTORNO EN EL PSIQUISMO 49 Ja capacidad yoica. Por esta razén, el evento vivencia es siempre un evento singular (Benyakar, 1999a)}/ ‘Llamo “vivenciar” al proceso que produce la vivencia. El vivenciar con- siste en el proceso mediante el cual se despliega la capacidad, inherente a Ja criatura humana, de articular el afecto con la representacién y asi poder procesar los eventos facticos a los que se ve expuesta a lo largo de la vida (Benyakar, 1998c), }: Tanto el vivenciar como la vivencia admiten formas patégenas varias. Ambas pueden ser traumiticas, de estrés, ominosas 0 de ansiedad difusa. Que tengan uno u otro cardcter depende tanto de sus cualidades como de las formas en que son procesadas. Por ejemplo, cuando un evento factico cireunscripto en el tiempo y el espacio impacta sobre el psiquismo desorga- nizando pero a la vez permite una reorganizacién posterior, hablamos de “vivencia de estrés”. El vivenciar de estrés es un proceso desregulador que no desarticula sino que altera o desestabiliza la articulacién afecto-repre- sentacién. Es una actividad permanente que produce una tensi6n interna en el individuo, producto de esa desregulacién. La articulacién afecto-re- presentacién tiene cualidades estabilizadoras, lo cual no implica que toda vivencia sea agradable. Enfrentarse a eventos desagradables puede produ- cir displacer pero, si se cuenta con la capacidad de articular el afecto con la representaci6n, el evento sera elaborable. Al mismo tiempo, existe un dis- placer que es inherente a la inestabilidad de la articulaci6n y a la imposibi- lidad de articular. Por ejemplo, en el vivenciar de estrés, esa inestabilidad produce una tensi6n o un displacer especial. El vivenciar de estrés consiste en el modo en que el psiquismo establece su relacién con el mundo externo en los primeros estadios de la vida, en algunos casos patolédgica, al desple- gar defensas inadecuadas que dan lugar a estados de ansiedad y angustia. Puede ocurrir también que los eventos desagradables se puedan elaborar como promotores del desarrollo de sefiales y defensas adecuadas (Benyakar, 1997b). Si el impacto en el psiquismo de un evento factico preciso es de una naturaleza que rompe la articulacién existente y el evento se presenta y conserva en el psiquismo como hecho no elaborado ni elaborable, da lugar a lo que conocemos como vivencia traumdtica (Baranger, Baranger y Mom, 1988; Benyakar, 1996d). Por su parte, el vivenciar traumdtico es un proce- so fallido de la articulacién entre afecto y representaci6n en el cual ocurren microprocesos debido a los cuales el displacer y la frustracién devienen constitutivos del psiquismd.’ El vivenciar traumatico tiene lugar cuando lo pulsional del infans se despliega en un medio ambiente en el que falla el interjuego entre el infans y la funcién maternante o mediatizadora. Puede 4 Esto es lo que Massud Kahn (1963) llamé “trauma acumulativo”. ® 50 Morty BENYAKAR dar lugar a desérdenes de personalidad o patologias del vacio (Granel et al., 1982; Jallinsky, 1991). Hablamos de vivencia siniestra u ominosa (Sainz, 2002) cuando existe una articulacién particular entre afecto y representacién. A menudo nos sucede que cuando entramos en la categoria de lo amenazante, el horror, lo temido, hacemos uso de un vocabulario poco preciso. Esta tendencia, como vimos, no es casual. Del mismo modo como, tanto en el lenguaje popular como en el cientifico, usamos mal el vocablo ‘traumatico’, lo mismo hace- mos con las palabras ‘siniestro’ y ‘ominoso’. Ambas habitualmente se homo- logan a la idea de lo terrible, lo desagradable. Pero no se trata de eso sino del interjuego que se produce entre lo propio/no-propio y lo familiar/no- familiar. Si bien esta interaccion es patogeneizante cuando no esta media- tizada, posibilita el desarrollo de defensas estructurando, de una u otra manera, un funcionamiento psiquico con cierta continuidad entre el mun- do interno y el mundo externo de un sujeto. En esto se diferencia de la vivencia traumdatica que, como veremos a lo largo de este libro, habla de un corte en el proceso articulador tanto en el nivel intrapsiquico como en la relacién mundo interno-mundo externo (Benyakar, 2000¢),| Quien, como Freud, profundice en la obra y la vida de E.T.A. Hoffman, uno de los mas conspicuos creadores del género de terror en la literatura, vera como un individuo que vivid sumido en miedos y terrores pudo llegar a transmitir esas experiencias creando una maravillosa obra literaria. En 1919, impactado por las historias de este autor, Freud analiz6 el cuento “El arenero” y elaboré a partir de ese andlisis los conceptos “omino- $0” 0 “siniestro”. Postulé que lo ominoso es el producto del interjuego entre lo propio y lo no-propio, entre lo familiar y lo no-familiar. Un fenémeno sera vivenciado como ominoso cuando sea percibido como no-propio y familiar o como no-familiar y propio. Un ejemplo de lo propio y no-familiar seria la sensacién extrana que puede tener el nifo o el adolescente frente a impul- sos sexuales provenientes de lo mas intimo de su ser, vivenciados como propios pero que le resultan desconocidos, no familiares, lo que les da la cualidad de siniestros. En algunos casos, la sensacién de que esos impulsos son no-propios lleva a ideas de tipo magico como la de estar “poseido” por fuerzas externas sobrenaturales, demonfacas, etc. Siniestras son también las ocasiones en las que una persona se enfrenta a sensaciones desagrada- bles que le son propias pero no familiares. Por ejemplo, la aparicién de un sentimiento nunca antes experimentado y que perdura como no-familiar porque falla la funcién mediatizadora del medio ambiente que no logra con- vertirla en familiar (Freud, “Lo ominoso”, de 1919). En este interjuego entre lo propio/no-propio, familiar/no-familiar, puede ocurrir que un sujeto se enfrente con lo que se asemeja a lo familiar y es no- propio. Un ejemplo de esto es el caso que relata Susana Sainz respecto de un bombero que en un momento en el que estaba cumpliendo con su tarea LO DISRUPTIVO: EL IMPACTO DEL ENTORNO EN EL PSIQUISMO 51 divisé el cuerpo sin vida de una nifia a la que confundié con su hija. Segan las investigaciones realizadas por la autora en la poblacién de bomberos, la vivencia siniestra es mucho més frecuente que la traumatica y tiene dos posibles destinos. Uno es el que vivid este hombre quien, afortunadamente, contaba con la posibilidad de metabolizacién y elaboracién de la escena, lo cual le permitié sentir lo familiar como propio y, de esa forma, comprome- terse aun mas con su tarea. La otra posibilidad, asociada con lo siniestro, cuando falla la capacidad de metabolizacién, es la “fuga” o el abandono de tareas. En buena medida, indica Sainz, la vivencia de lo siniestro responde ala diferencia que existe entre las imagenes habituales de la muerte y de los cadaveres y las imagenes horrorosas con las que se enfrentan los bom- beros cuando tienen que actuar (Sainz, 2002). Por ultimo, otro ejemplo de lo siniestro es la aparicién del doble, o sea, la aparici6n frente al individuo de otro que parece ser él mismo, que le es abso- lutamente familiar pero no le es propio porque no es él. Un paciente me relaté que en ocasién de un viaje se encontré con una persona que era idénti- ca a él mismo. Al verla, se sintié asombrado al mismo tiempo que terrible- mente amenazado por esa imagen absolutamente semejante, que lo remitia al orden de lo familiar y mas conocido y que, sin embargo, no le era propia. Aunque no desarrollaré aqui el tema de lo siniestro,° me interesa subra- yar que si bien el interjuego entre propio/no-propio y familiar/no-familiar contiene el potencial para producir patologia, también posibilita el desa- rrollo de defensas cuando existe una mediatizacién apropiada. Permite asi que se estructure un funcionamiento psiquico en el que exista una cierta continuidad entre mundo interno y mundo externo. En este sentido se dife- rencia de la vivencia traumatica la que, como veremos a lo largo de este libro, remite a un corte o interrupcién del proceso articulador, tanto en el espacio intrapsiquico como en la relacién entre mundo interno y externo. Cabe resaltar, finalmente, que la presencia de un factor que mediatiza ade- cuadamente, al mismo tiempo que no le quita a la situacion su caracteristi- ca amenazante, le confiere al psiquismo la capacidad para desarrollar de- fensas frente al evento amenazador. La funcién mediatizadora se caracte- riza no por su capacidad de transformacién del evento factico disminuyen- do su potencial amenazador sino por la accion sobre el psiquismo recién descripta que le facilita actuar en situaciones de riesgo. Esta dinamica es un elemento esencial para tener en cuenta en la practica clinica (Benyakar y Schejtman, 1998; Aulagnier, 1977). 5, Para profundizar en este tema sugiero al lector consultar mi articulo “Lo traumatico y lo ominoso. Cuestionamientos tedrico-clinicos acerca del procesamiento de las amenazas” (Ben- yakar, 2000c). 52 Mory BENYAKAR La experiencia Del mismo modo como la vivencia es una funcién psiquica articuladora, que opera en el mundo interno y liga el afecto y la representacién, la expe- riencia es una funci6n articuladora de la vivencia y un evento factico vivido. Llamo “experiencia”, precisamente, a la conjugacién de la vivencia (mundo interno) con un evento factico (mundo externo). Distinta de la vivencia que, como dijimos, no puede ser puesta en pala- bras sino sdlo inferida,® la experiencia es pensable y comunicable. Los pa- cientes en los consultorios, y las personas en general, hablamos de expe- riencias. Sea que estemos relatando una caminata placentera al borde de un rio, exponiendo los contenidos de un libro que leimos o hablando del miedo que sentimos durante un bombardeo o en la trinchera, en todos los | casos lo que decimos remite a una conjugacién particular entre el evento factico relatado y una vivencia especifica, 0 sea, remite al modo en que nuestro psiquismo procesé el impacto que nos hizo tal evento. Por un lado, la narracién de la experiencia consta de elementos explici- tos: la descripcién fenoménica de los hechos y de la percepcién que tiene la persona del efecto que le hizo el evento. Por ejemplo, “vi chocar a los trenes y me angustié muchisimo”, 0 “él miraba hacia todos lados, gritaba, gesticu- laba y yo tuve miedo”. En ambos casos hay indicacién de los hechos e indi- cacién de lo que el sujeto percibe como el efecto que los hechos produjeron en él. Pero en ningtin caso las palabras hablan de la vivencia, 0 sea, el proceso articulador que permitié que el hecho fuera vivido como lo fue. Eso permanece implicito y es funcién del terapeuta detectar la vivencia, abor- darla y contribuir para que el individuo la elabore en forma no patégena. La vivencia, tacita e inefable, despierta nuestra curiosidad. No nos es indiferente y queremos saber de ella. Su busqueda es permanente. La bus- queda de la vivencia y la vivencia misma forman la parte implicita del rela- to de la experiencia. Nila busqueda ni la vivencia se pueden contar sino que se introducen en la historia que contamos, a pesar de nosotros y sin que /sepamos que lo hacemos ni cémo. En el ambito terapéutico, dilucidarlas 'constituye el meollo de la tarea. Los procesos transferenciales y contra- transferenciales, los lapsus, las tergiversaciones, los suefios, todos ellos son mojones que indican el camino de la busqueda y luces rojas que indican que alli vale la pena hacer una parada. Nos dardan la posibilidad de diagnosti- car los procesos intrapsiquicos que se estan produciendo, de adaptar los abordajes terapéuticos y también nos indicardn las metas terapéuticas hacia las cuales orientar las intervenciones. 6. Como proceso psiquico, la vivencia no se puede relatar, del mismo modo como nadie puede explicar, por ejemplo, su mecanismo de represién aunque nosotros, los terapeutas, podemos inferirlo y saber cémo actiia. LO DISRUPTIVO: EL IMPACTO DEL ENTORNO EN EL PSIQUISMO 53 Veamos ahora qué aplicacién tienen los conceptos “evento factico”, “vi- vencia” y “experiencia” para la definicién de cuadros clinicos y de los proce- dimientos diagnésticos y terapéuticos correspondientes. Desordenes por disrupcién Llamo desdrdenes por disrupcidn a los desérdenes psiquicos activados por la irrupcién de eventos o situaciones facticas, que producen en el sujeto distorsiones de la vivencia afectando, de esa manera, las cualidades de la | experiencia. Si la disrupcidn impacta sobre el proceso del vivenciar en un estadio temprano del desarrollo del infans, habra distorsién en el proceso constitutivo de su psiquismo y los afectos quedaran desregulados de la re- presentacién. Llamo a este proceso “vivenciar traumatico”, similar, como ya dijera, a lo que Massud Khan denomina “trauma acumulativo”. Ambas denominaciones aluden al psiquismo del infans y al modo en que éste va articulando internamente afecto y representacién, en respuesta a su per- manente interaccién con los factores maternantes ambientales que lo ro- dean. O sea, hablar de un vivenciar traumatico es referirse a un proceso patolégico en la constitucién del infans que nada tiene que ver con Jo terri- ble del impacto que produzca un evento factico sino con la falla de la rela- cién entre el desarrollo pulsional y el factor maternante mediatizador, de cuyo buen funcionamiento depende la articulacién, imprescindible para el desarrollo psiquico. Hay componentes de un vivenciar traumatico en todo psiquismo. Pero este vivenciar sera patégeno en la medida en que el proceso de no regula- cién domine el psiquismo del infans. En otros trabajos (Benyakar, 1997d) he desarrollado los procesos metapsicoldgicos de ligadura y del a posteriori que caracterizan a la vivencia traumatica. Mostré en ellos de qué forma la vivencia traumatica actual reactiva procesos del vivenciar traumatico del infans. Eso, que he llamado “el a posteriori ligante” significa ligar un afecto que emergié en el infans, no regulado o articulado a una representacién, con un afecto que, en la edad madura, tendria que estar articulado pero no Jo esta. El concepto “ligante” refiere a un afecto del pasado que se relaciona con un afecto que emerge en el presente, o sea, liga afecto con afecto. Por eso diferencio el a posteriori ligante del a posteriori representacional que vincula representacién con representacién. Este modo de pensar ancla en lo postulado por Freud como aprés coup conjugado con el concepto “vivencia de derrumbe” de Donald Winnicott, con el ya mencionado “trauma acumu- lativo” de Massud Kahn y con el desarrollo evolutivo del afecto presentado por Krystal y Krystal (1988). Si las irrupciones son circunscriptas en tiem- po y espacio y ocurren en la vida adulta, cuando los individuos cuentan con mecanismos y defensas constituidas, habr vivencia traumdatica (Benyakar,

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