La idea de “estar en guerra conmigo mismo” como sujeto del siglo XXI juega un
papel interesante. Es como una especie de sobreanestesia, el ser entre la angustia
y la culpa. Ser-siendo una sombra del miedo a repetir un pasado donde los
enemigos tenían etiqueta y que de alguna manera daba un aire de tranquilad porque
eran definidos y delimitados; y una angustia por el futuro a través de un presente
que no se vive como tránsito. Uno de los problemas creo es la posverdad, ya que le
da cierto valor a cualquier discurso que busque llenar a la sociedad de cierta
nostalgia. Me parece que la nostalgia es un fenómeno interesante hoy en día que
sirve como lo que es: una anestesia.
Una sociedad del desgaste, autoimpuesta a siempre estar activo y donde todo lo
contrario resulta “patológico”, como si el multitasking fuese la tendencia saludable
para el humano, un ser humano que no se precia para detenerse, lograr sentirse y
reflexionar-se.
Creo que las metas de vida influyen en la patologización de los individuos, me refiero
a lo que la sociedad dicta, el hecho de siempre estar “ocupado”, buscar ser feliz a
toda costa, aprovechar el tiempo (que paradójicamente es desperdiciado en cosas
que no haríamos sino tuviéramos que hacerlas), el ritmo de vida lleva a una cierta
disociación de la realidad, el siglo XXI parece cumplir una distopía, un sujeto que no
quiere vivir lo que hemos creado. Esto aunado al índice creciente de diagnóstico de
trastornos depresivos y de ansiedad, que no es provocada por el ritmo de vida actual
sino, a una falta de sentido autentico y a un conocimiento de sí. Mi propuesta de
acompañamiento por supuesto son las psicoterapias de base existencial, mediante
los métodos del proceso psicoterapéutico a través de lo relacional en el aquí y ahora
del sujeto, se puede llegar a ese detenerse y contemplar-se en un “regreso a la
corporalidad”, y devenir sobre una existencia que se pregunta por su autenticidad.