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Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas

Departamento de Sociología Henry Córdoba Villanueva

Movimiento indígena en Colombia: pensamiento y política en el siglo XX

Introducción

Colombia ha entrado actualmente a una fase relevante para la sociedad y la historia del
país, donde se está a punto de culminar las últimas fases de un proceso de conversaciones
que se ha extendido por casi 4 años, pero cuyo conflicto ha durado aproximadamente 60, con
generaciones enteras que han vivido su vida dentro del conflicto.

La historia del país nos ha llevado a comprender las causas del conflicto armado,
resumiéndolas en complejidades alrededor del tema de la tierra, por un lado, como tema
central, además de distintos procesos económicos y políticos que signficaron una incidencia
negativa en la magnitud del problema, por el otro. Estas disputas sobre la posesión,
concentración y distribución de la tierra remiten a acercamientos entre actores, ocurridos desde
el siglo XIX y durante el siglo XX, llegando hoy día a repensarse nuevamente en el siglo XXI.
Las reformas agrarias han sido el tema fundamental de las agendas nacionales y su pretendida
aplicación han significado esfuerzos desde ámbitos estatales, insurgentes y de organismos
internacionales. Actualmente, el establecimiento de un Acuerdo general para la terminación del
conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, significa un reciente esfuerzo para
finalizar un conflicto extenso, donde lo principal, incluso como primer punto del acuerdo, es una
reforma rural, denominada en los documentos como “Hacia un nuevo campo colombiano:
Reforma Rural Integral”1.

Aunque los términos en los que se habla y se negocia la solución al problema son
globales y técnicos, todos los colombianos sabemos que este cambio de ambiente repercute en
la sociedad directamente, así sus clausulas y estamentos se firmen en un papel en otro país.
Es por esta razón que como actores principales de la solución del conflicto, los diferentes
sectores de la sociedad son los que deben poner su voz y defender sus intereses como núcleo
central de la sociedad.

1Véase información completa y actualizada en


http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/Documents/informes-especiales/abc-del-proceso-de-
paz/politica-de-desarrollo-agrario-integral.html

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Historia del movimiento indígena en Colombia: ejes de pensamiento y acción política

En este sentido, la propiedad de la tierra es el asunto central, pero pensar quién la


habita, gobierna y trabaja es un factor elemental para una reforma agraria donde sus actores
directos son campesinos e indígenas, más allá del carácter industrial que cada vez se ve más
en el campo colombiano.

La historia del movimiento indígena en Colombia es la manera de representar en este


escrito que a pesar de la acelerada industrialización de los países agrícolas del continente, los
seres que habitan estas tierras son quienes eligen hacer respetar sus derechos y su relación
con el territorio, sin el cual no habría comunidad ni sociedad; así como su importancia dentro de
la historia del conflicto y de la paz.

El pensamiento político de los pueblos indígenas tiene una historia marcada por los
cambios en el uso de la tierra y los conflictos políticos del país. Sus conflictos por el territorio se
refieren también a las injusticias de gobiernos que no tomaron en cuenta sus intereses y que
asumieron la división de un país en partidos políticos generando un daño en el tejido social de
base indígena.

Una larga era de depresión económica desde el siglo XIX afectó el sistema económico
del país y por ende la distribución de la tierra se hizo inequitativa. El primero de los conflictos
en reconocerse respecto a los pueblos indígenas fue la expulsión de su población debido a la
ocupación de tierras en ampliación de la frontera agrícola, conflicto que luego se resolvió con la
constitución de resguardos indígenas, pero que no resolvió del todo las injusticias contra los
pueblos, pues tuvieron que someterse al tributo, terraje y a la instrucción de la lengua
castellana, así como de la religión católica.

A partir de estas circunstancias, los pueblos indígenas se adhirieron a procesos de


participación política que tenían sus raíces en fuertes procesos de resistencia sobre los
territorios que habitaban. La organización social de los indígenas debe sus bases a tres ejes
fundamentales

“que articulan y dan sentido al proceso de resistencia de los pueblos: primero, la


defensa de la tierra y del régimen comunal; segundo, la defensa del derecho a
gobernase por sus propias autoridades y bajo sus propias normas de vida; y, tercero, el
derecho a mantener y ejercer sus propias manifestaciones culturales” .

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Por lo tanto, al reconocer esta forma de organización por parte de los pueblos
indígenas, el Estado debió reconocer también una forma para atender sus necesidades. Es así
como con la Ley 89 de 1890 se inicia en la legislación colombiana el argumento de la
legalización de tierras que son propiedad de pueblos indígenas y cuya vocación agrícola,
recurso ambiental y tradición cultural, son los aspectos a proteger, pues permiten dignificar la
vida de las comunidades ancestrales.

“La Ley 89 creaba un campo especial del derecho solo aplicable a los indígenas y
reconocía, de un lado, el régimen comunal de los resguardos de tierras, y de otro, el
gobierno propio a través de los llamados «pequeños cabildos». Un fuero especial,
territorios comunales y gobierno propio era lo que desde la Colonia venían reclamando
los indígenas” (Sánchez Gutiérrez, E. y Molina Echeverri, H., 2010: 17).

A raíz de los pactos no cumplidos, en 1914 se lleva a cabo el primer levantamiento


indígena por los derechos de la tierra, liderado por el indio Manuel Quintín Lame (1880 – 1967),
quien sería el caudillo de muchas de las causas de pueblos indígenas, sobre todo en territorios
como el Cauca, Nariño y Tolima, departamentos cuna de las etnias nasa y misak, entre otras.
Este primer levantamiento estaría inspirado en las ideas y justificaciones de Quintín Lame pero
sería representado por las mujeres indígenas de varias comunidades (siete departamentos en
total), cuyo principal argumento era el derecho a la tierra, como medio de subsistencia y como
un territorio que hace parte de la organización social y vida indígena.

El pensamiento político de Manuel Quintín Lame surgió a modo de replica frente a las
injusticias cometidas por instituciones del Estado, principalmente frente a atropellos contra
comunidades y en pro de la recuperación de tierras que hacían parte de los resguardos
titulados por la Ley 80 de 1890. La defensa de estos aspectos se basaba en argumentos
legales que Quintín Lame había elaborado a partir de su propia preparación, procurando
siempre “velar por el bien común de los ciudadanos, y también velar por el orden público y
privado, proteger cuando fuere el caso, según lo ocurrido, castigar según los hechos de
acuerdo con el orden del ministerio que ejerce cada uno” (Sánchez Gutiérrez, E. y Molina
Echeverri, H., 2010: 37).

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Así mismo, uno de los mayores aportes que aseguró Quintín Lame en su lucha, fue
establecer puntos concretos sobre los cuales basar su defensa, así mismo los indígenas de su
comunidad que lo seguían. Estos puntos, según documentos originales, son:

1. La recuperación de las tierras de los resguardos


2. La ampliación de las tierras de los resguardos
3. El fortalecimiento de los cabildos
4. El no pago del terraje
5. Dar a conocer las leyes sobre los indígenas y exigir su justa aplicación
6. Defender la historia, la lengua y las costumbres indígenas
7. Formar profesores indígenas. (Sánchez Gutiérrez, E. y Molina Echeverri, H., 2010: 18).

La presencia del movimiento indígena en Colombia durante las primeras y siguientes


décadas del siglo XX, significó un papel importante dentro de las decisiones políticas que se
tomaban sobre el país. En los años posteriores a la fundación del movimiento lamista, se lleva
a cabo el primer intento de reforma agraria (aproximadamente en 1920) que tendría mucho que
ver con el conflicto de los indígenas por la tierra. Sin embargo, no fue sino hasta los años 60 y
70 que se consolidó como tal un movimiento indígena que tuviera representación jurídica y
defendiera los derechos de todos los pueblos indígenas, inspirados desde luego por las
posturas de Quintín Lame, pero con la vinculación a luchas sociales y políticas por el uso y
distribución de la tierra en Colombia.

Así entonces, el pensamiento indígena empieza a tener incidencia en las agendas políticas
y su lucha se va a ver consolidada en la formación del primer Consejo Regional Indígena, en el
departamento del Cauca, en 1971, después de haber llevado procesos álgidos de recuperación
de tierras que habían sido expropiadas injustamente por el intento de reforma agraria del
gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934 – 1938).

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En la conjunción de distintas luchas que llevaban los pueblos indígenas, la conformación de
este Consejo reunió en sus filas a distintos movimientos del país, los cuales tenían procesos
ligados al mismo problema de la tierra. Esto quiere decir, además, que no solo los indígenas
organizados del sur del país fueron quienes iniciaron el movimiento, sino que tribus y etnias de
todo el territorio colombiano estaban vinculadas; entre los pueblos que se unieron al CRIC
desde su constitución estaban los pueblos “Arhuaco, Kogi, Sikuani, Emberá, Cañamomo,
Pijao, Pasto y Amazónicos (...), quienes en unión de los Nasa, Coconuco y Guambiano,
estimularon y trabajaron para la conformación de una entidad organizativa que representará y
desatará acciones a nivel nacional para realizar los intereses de los pueblos indígenas del
país” (Onic, s.f.)

Los pueblos mencionados tienen historias particulares sobre la consolidación de un


pensamiento organizativo y de lecturas sobre el territorio en disputa. El pensamiento de los
pueblos indígenas, al parecer tan diversos, es la cosmogonía de un pensamiento ancestral que
también es prioridad para las comunidades recuperar y preservar.

Este aspecto se ve reflejado en el pensamiento de las etnias que ocupan la Sierra Nevada
de Santa Marta, donde sus conflictos con el territorio llegaron a debilitar su sistema social en un
punto de la historia, llevando a sus pueblos a exigir autonomía sobre sus saberes, formas de
gobierno y autoridad sobre el territorio, pensamiento similar al de Quintín Lame. Los problemas
para el movimiento indígena de esta zona del país estuvieron marcados por una educación
arbitraria y simultánea ocupación de territorios por parte de las misiones capuchinas; la lucha
más ardua de este pueblo ha sido por la expulsión de las misiones evangelizadoras de los
terrenos de la Sierra Nevada, acto de justicia encabezado por líderes indígenas sobresalientes
y de compromiso con su cultura y su gente.

Estos actos contra las costumbres y tradiciones de los indígenas de la Sierra Nevada de
Santa Marta, así como el detrimento de su cultura por parte de las misiones evangelizadoras,
fueron la causa para el levantamiento de pueblos indígenas como los arhuaco, kogi y
kankuamo, entre otros. Los primeros eventos de rebeldía por parte de los indígenas los
obligaban a huir de las comunidades religiosas hacia otros territorios donde habían
comunidades disidentes que enseñaban las tradiciones indígenas. Es así como

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“(e)l proceso de organización y movilización en la Sierra Nevada de Santa Marta se da
principalmente en torno a la lucha contra la ocupación territorial y la negación o
imposibilidad del derecho de los pueblos a ejercer autoridad y gobierno y reproducir o
recrear la cultura propia en lo que se considera y reconoce como su territorio sagrado”
(Rodríguez Ramos, E., 2014: 61).

Hoy en día, los procesos de organización y movilización de los pueblos indígenas de la


Sierra Nevada de Santa Marta se han visto vinculados con mayor propiedad al territorio y se ha
afianzado su participación en el panorama ambiental, económico y político del país. Sus luchas
frente a procesos de industrialización y exploración en territorios sagrados han valido como
insumo para mantenerse en pie fuertemente.

Vale mencionar que la primera organización formal sobre este territorio fue la Liga
Indígena de la Sierra Nevada, cuya conformación se llevó a cabo entre 1936 y 1944 (Rodríguez
Ramos, E., 2014: 62). Desde esta asociación se promulgó la defensa de la educación
tradicional, así como la elaboración de peticiones y demandas frente al Estado para la creación
de resguardos, la potestad para escoger cabildos y la exigencia de no persecución a los
dirigentes. A pesar de que esta liga fue el inicio de un movimiento organizado por parte de
estos pueblos, su desintegración por motivos políticos e incluso de persecución, generó un
vacío en las luchas de los pueblos de la sierra, que se ha tratado de mantener a través de la
figura de algunos dirigentes y la adhesión de los grupos reunidos en el Consejo Indígena
Arhuaco –COIA, conformado en 1972. Este proceso de consolidación del movimiento, junto a
los esfuerzos de los demás pueblos indígenas del país por organizarse, se lleva acabo dentro
de “un contexto de ‘reformismo agrario’ nacional que se intentó impulsar por el gobierno desde
finales de la década de los 60 y principios de la de 70 (Rodríguez Ramos, E., 2014: 61).

De esta manera, un tanto abreviada, se puede decir que se llega a la conjunción de un


movimiento indígena amplio y que toma fuerza debido a sus mismos procesos en diferentes
partes del territorio; un panorama que en general se mantiene debido a las exigencias por el
territorio, la conservación de saberes y la protección del patrimonio ancestral de las
comunidades indígenas. Es bajo estas consignas que el movimiento indígena da un salto hacia
un reconocimiento mucho más amplio con la adhesión de diferentes pueblos a la Asociación
Nacional de Usuarios Campesinos –ANUC, y la conformación del Consejo Regional Indígena
del Cauca –CRIC.

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Dadas las anteriores condiciones, el movimiento indígena colombiano se mantiene
fuerte dentro de las luchas por el territorio y se consolidan sus puntos de defensa frente a un
problema nacional, a saber, reunidos en su mayoría por la defensa de los resguardos y
cabildos como forma de organización social y comunitaria, garantes de gobierno y autonomía
propios.

Sin desconocer los levantamientos indígenas, las luchas particulares de cada pueblo y
las necesidades de cada comunidad, el nacimiento y establecimiento del CRIC significa un hito
importante para todo el movimiento indígena. Se suma a esto que las luchas del movimiento en
el Cauca expresaban inconformidades locales que “respondían a políticas de carácter nacional
por lo que se posibilitaron marcos jurídicos y políticos más favorables para la acción nacional,
(...) se generó una situación de apertura de oportunidades políticas para que otros grupos
étnicos se movilizaran y organizaran (Rodríguez Ramos, E., 2014: 35).

La asamblea indígena que dio como resultado el nacimiento del CRIC se llevó acabo en
el municipio de Toribío en el departamento del Cauca, claramente. El día 24 de febrero de 1971
se reunió una gran cantidad de pueblos indígenas cuya representación estaba dada por
cabildos de cada comunidad, donde exigían básicamente aspectos relacionados a la restitución
legal de tierras (nuevamente), una participación a nivel nacional más vehemente en las
cuestiones legales de sus territorios y de sus problemáticas, así como la exigencia específica
de modificación de la Ley 80 de 1890, en la parte de considerar a los indígenas como
ciudadanos parte de la república y del Estado.

Por otra parte, el actuar del movimiento indígena desde la conformación del CRIC se ha
basado en el fortalecimiento de la relación entre las diferentes organizaciones que de él hacen
parte, imprimiéndole al movimiento un carácter político más relevante; además, se logra la
articulación con movimientos de origen campesino, en especial con la ANUC, donde el
movimiento logrará vincularse a conflictos por la tierra pero del cual se retirará luego.

Además de ser un movimiento amplio y concertado, las luchas del CRIC se vieron
desde su inicio fuertemente ligadas a procesos específicos en el territorio del Cauca; por esto,
la recuperación de tierras y posterior constitución de resguardos de lo que se conoce como
“Gran Chimán”, El Credo, Paniquitá, entre otros, hacen parte de un proceso visible que se ha
intentado replicar en los demás territorios en conflicto. Debido a que el presente escrito se
propone como una síntesis de la historia del movimiento indígena y un esbozo sobre su
pensamiento político, sobra mencionar cada detalle de las luchas que se han llevado

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particularmente en el territorio del Cauca, así como su ascenso en el panorama público y
político del país. Además de esto, es necesario resaltar el valor que ha tenido para el
movimiento la capacidad de congregación y liderazgo de esta organización, pues ha logrado
reunir la mayor cantidad de demandas de los pueblos indígenas de diferentes partes y ha
abanderado la causa indígena por todo el país.

Conclusiones

Las luchas de los caucanos en territorios como Tierradentro, Silvia, Coconuco, Pitayó,
Jambaló, Tacueyó, Caldono y Puracé, (entre otros), así como las movilizaciones en Tolima,
Nariño, la Sierra Nevada de Santa Marta, etc., y por diferentes causas como la expansión de la
frontera agrícola, la invasión de terrenos sagrados, las megaproyectos de industrialización, la
etno-educación, la participación e incluso persecución del Estado, son aspectos del movimiento
indígena que sirven hoy para entender más a fondo su historia y su importancia en la historia
de la sociedad colombiana.

Sin embargo, es importante mencionar que como recurso de participación, así como
fuente de información fundamental para el movimiento, la creación del periódico Unidad
Indígena es un logro significativo para el movimiento, publicado hace 35 años y con más de un
centenar de números editados. Este periódico nace el 20 de octubre de 1974, fruto de una
reunión de la Secretaría Indígena de la ANUC, y “como respuesta al desarrollo de nuestro
movimiento indígena y de acuerdo con la necesidad de tener ya un periódico propio [que] sirva
para presentar en forma justa y correcta [las] necesidades y las formas en que [intentan]
resolverlas” (Sánchez Gutiérrez, E. y Molina Echeverri, H., 2010: 126 ).Este periódico es una
herramienta contundente frente a la información y la comunión de los pueblos indígenas, pues
a partir de allí se da un manejo claro a las problemáticas y se puede mantener a todos los
indígenas en una comunicación constante y veraz, ejercida por ellos mismos y con objetivos
claros que pretender reafirmar y consolidar cada vez más sus organizaciones a lo ancho y largo
del país.

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Bibliografía

Alto comisionado para la Paz en Colombia (2014). Hacia un Nuevo Campo Colombiano:
Reforma Rural Integral (Borrador conjunto). La Habana, Cuba: República de Colombia-Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia. Disponible en línea en:
https://www.mesadeconversaciones.com.co/sites/default/files/Borrador%20Conjunto%20-
%20%20Pol_tica%20de%20desarrollo%20agrario%20integral.pdf

Organización Nacional Indígena de Colombia (s.f.). Historia de la ONIC. Disponible en línea


en: http://cms.onic.org.co/sobre-nosotros/historia-de-la-onic/

Rodríguez Ramos, Edna Catalina (2014). Megaproyectos, movimiento y organización indígena


en la Sierra Nevada de Santa Marta: el caso de la iniciativa del Embalse de Besotes. Tesis para
optar el título de Magíster en Antropología. Bogotá: Departamento de antropología, Facultad de
Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. Disponible en línea en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/44845/1/1020737756.2014.pdf).

Sánchez Gutiérrez, Enrique y Molina Echeverri, Hernán (Compiladores) (2010). Documentos


para la historia del movimiento indígena colombiano. Bogotá: Ministerio de Cultura- Biblioteca
básica de los pueblos indígenas de Colombia. Disponible en línea en:
http://observatorioetnicocecoin.org.co/cecoin/files/Documentos-para-la-historia-del-movimiento-
indigena.pdf

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