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Artivismo, un arma cargada de futuro.

Sebastián Liera.

Si escribiéramos el vocablo artivismo en el buscador de la principal subsidiaria de Alphabet, Inc.,


fundada por Larry Page y Serguéi Brin en septiembre de 1998, el sondeo arrojaría un aproximado
de 97 mil 200 resultados; artivism, 215 mil. Se trata, nos cuentan quienes saben (o dicen saber) de
ello, de un neologismo que fusiona, Perogrullo mediante, las palabras arte y activismo.

Jalo el hilo de la madeja virtual y me topo con la entrada (el post que le dicen) que escribieron
Miriam Martínez, Beatriz Tirado, Marta Mejías y Andrea Quintero para la bitácora electrónica
(también llamada blog) Altavozpopular. Allí, las entonces estudiantes de la Universitat Autònoma
de Barcelona hablan de lo amplio que puede llegar a ser el término y tras preguntarse ¿qué es el
artivismo? adelantan: «se podrían definir como artivistas los proyectos artísticos alternativos con
intención socializadora y los espacios críticos que cuestionan distintos aspectos sociales y
culturales desde una posición eminentemente artística.»

Sigo leyendo. Afirman (y otros textos en otros sitios güeb las citan) que el término se usó
inicialmente para describir el trabajo de los fundadores del llamado net art, «cuyos intereses
coinciden en el ejercicio de mezclar humor, ironía y crítica en la red». Al parecer, el primero en
autonombrarse como artivista fue Heath Bunting, de quien dice su biografía en el sitio
irational.org que tiene prohibido de por vida entrar a los Estados Unidos, su trabajo está
censurado por los servicios de inteligencia británicos y actualmente está entrenando a artistas en
técnicas de seguridad y supervivencia para sobrevivir a las redes del crimen organizado.

Busco el texto donde supuestamente Bunting se dice a sí mismo artivista. No es una búsqueda
exhaustiva, así que no lo encuentro. Doy, no obstante, con un artículo publicado en el mismo
irational.org bajo el título Own, Be Owned Or Remain Invisible (algo así como Poseer, ser poseído o
permanecer invisible), donde casi todas las palabras están enlazadas (linkeadas) a un sitio .com;
cosas del net art. El texto, firmado por un tal James Flint (acaso el mismo Bunting), dice:

Heath Bunting is on a mission. But don't asking him to define what it is. His CV: bored teen
and home computer hacker in 80s (in) Stevenage; flyposter, graffiti artist and art radio
pirate in Bristol, bulletin board organiser and digital culture activist (or, his phrase, artivist)
in London.

Creo que la primera vez que escuché la palabra artivista fue de labios de Jesusa Rodríguez. Las y
los compas del colectivo escénico El Sótano se aprestaban a clausurar los trabajos de su Segundo
Encuentro Inter-Escénico y Jesusa, junto con Liliana Felipe, sería el cierre con broche de oro
mediante una charla-conferencia y la presentación de un performance.

En la charla, Jesusa usó como eje vertebral el concepto artivismo; reconocía, sin embargo, que no
se trataba de una palabra inventada por ella, pero sí intervenida por su praxis y, sobre todo,
cruzada en su resignificación por el contexto de esa misma praxis suya. Jesusa no se reconocía
entonces (principios de 2013) sólo como una artivista; ella, lo mismo que Liliana, cosas de este
país donde la premodernidad barroca se codea con la posmodernidad neoliberal, prefería rizar el
rizo y agregarle al neologismo noventero un detalle que refiriera al estado de ánimo nacional: yo
soy una hartivista.

En un país donde el “procurador de justicia” dice «Ya me cansé» a las madres y los padres de los
casi 50 jóvenes campesinos e indígenas, hospitalizados unos, asesinados otros y desaparecidos los
más, de Ayotzinapa; donde un poeta dice «Estamos hasta la madre» tras el asesinato de su hijo y
sus amigos a manos del crimen organizado que gobierna de facto en connivencia con todos los
niveles de desgobierno; donde miles de hombres y mujeres mayas han dicho «Ya basta» a siglos
de burla, explotación, represión y muerte por el Estado mexicano; donde la cuenta de feminicidios
se multiplica exponencialmente mes tras mes sin que nadie haga nada para detenerlo; donde cada
vez más plumas y cámaras de periodistas son silenciadas y enceguecidas, no es extraño que
hartivismo se escriba con «h» de hartazgo.

Sigo jalando el hilo de la madeja. María Ramis escribe en queaprendemoshoy.com que la palabra
artivismo surgió a finales de la década de los 80 «para englobar aquellas actividades llevadas a
cabo, normalmente, por un colectivo cuya función principal era no solo hacer reflexionar al
público sino también invitarle a la participación.» Sin embargo, vuelve pronto a la referencia del
net art, pues, dice, en casi todos los casos el artivismo está intrínsecamente ligado a acciones
políticas controvertidas y al continuo movimiento en Internet y las redes sociales. Laura Baigorri,
por su parte, afirma en #Artnodes que el artivismo no ha demostrado en la práctica poseer la
amplitud que prometía al circunscribirse «de forma estricta al entorno de la Red y a unos artistas
muy concretos, básicamente los clásicos del net art.»

En las ediciones inglesa y española de Wikipedia, la autonombrada enciclopedia libre, se lee que el
artivismo ha ido de la mano de las protestas contra las guerras y la globalización; pero, sólo en la
primera se menciona que el término llegó a la academia a través, por un lado, del trabajo de Chela
Sandoval y Guisela Latorre, quienes escribieron sobre el artivismo en el arte chicano, y, por otro
lado, de la pluma del cineasta y escritor M.K. Asante, en su libro It's Bigger Than Hip Hop: The Rise
of the Post-Hip-Hop Generation:

The artivist (artist + activist) uses her artistic talents to fight and struggle against injustice
and oppression—by any medium necessary. The artivist merges commitment to freedom
and justice with the pen, the lens, the brush, the voice, the body, and the imagination. The
artivist knows that to make an observation is to have an obligation.

Esta es, quizás, la definición que más me movió; no es extraño que provenga de quien mira los
procesos creativos y de lucha participando de ellos, de ambos. Va en español pa’ la banda que,
como yo, no le intelige demasiado a la lengua de Shakespeare:

El artivista (artista + activista) utiliza su talento artístico para pelear y luchar contra la
injusticia y la opresión —por cualquier medio que sea necesario. El artivista fusiona el
compromiso con la libertad y la justicia con la pluma, la lente, el pincel, la voz, el cuerpo y
la imaginación. El artivista sabe que hacer una mirada es tener una obligación.
De eso, creo, se trata el artivismo: de mirar las cosas que pasan en el mundo y no hacer como si no
las miráramos, de no quedarnos con los brazos cruzados; de comprometernos con aquello que
abordamos con nuestras herramientas de trabajo estético. De comprender que el mundo necesita,
como nunca antes en toda su historia, que cada quien haga lo que le toca para detener la burla, el
abuso, la explotación, el despojo, la muerte injusta.

También, de dar cuenta, cuando quienes trabajan las artes y las culturas no sólo se regodean en
sus vanidades y egoísmos exacerbados y dan el paso para mirar el mundo y comprometerse con él
y con su gente. Y, eso será justo lo que iremos haciendo desde este microblog: seguirle la pista a la
esperanza.

Apago el ordenador (la computadora, que le dicen); a lo lejos, una voz, acaso la de Paco Ibañez,
acaso la de Gabriel Celaya, acaso ambas, se cuela por las bocinas de la grabadorita:

Maldigo la poesía concebida como un lujo


cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

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