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LA AMORTAJADA – MARÍA

LUISA BOMBAL
Profesor: Diego Alexander Vélez Quiroz
María Luisa Bombal Anthes (Viña del Mar, 8 de junio de 1910 -
Santiago, 6 de mayo de 1980). Fue autora de dos novelas cortas: La
última niebla (1935) y La amortajada (1938). Además de esto escribió
cuentos, crónicas, argumentos para cine y prosa poética.
Sobre La amortajada dice Jorge Luis Borges en la revista Sur: libro de
triste magia, deliberadamente suranné, libro de oculta organización
eficaz, libro que no olvidará nuestra América. Destacar la prosa
poética, la visión prismática y la oposición narrativa
interior/exterior.
En su libro El cuento hispanoamericano, el norteamericano Seymour
Menton afirma que la obra de María Luisa Bombal se adelantó diez
años al movimiento surrealista chileno. ¿Hay surrealismo en la obra
de la autora chilena?
Quizás esa percepción provenga de “¡Tú, muerta!
la vocación psicológica de sus Tú incorporada, en un breve segundo, a esa raza implacable
novelas, al estilo de Faulkner, que nos mira agitarnos, desdeñosa e inmóvil.
Joyce y V. Wolf; y la combinación
del estilo narrativo con el estilo Tú, minuto por minuto cayendo un poco más en el pasado. Y
poético, pues este último recurre a las substancias vivas de que estabas hecha, separándose,
imágenes sensibles: escurriéndose por cauces distintos, como ríos que no
lograran jamás volver sobre su cauce. ¡Jamás! (40).

“Sus párpados. Son los párpados los que lo


“No se mueva. ¡Ay que silencio! El cambian, los que la espantan; unos párpados
aire parece de cristal. En tardes rugosos y secos, como si, cerrados noche a noche
como ésta me da miedo hasta de sobre una pasión taciturna, se hubieran marchitado,
pestañear. ¿Sabe uno acaso donde quemados desde adentro.
terminan los gestos? ¡Tal vez si Es curioso que lo note por primera vez. ¿O
levanto la mano, provoque en simplemente es natural que se afine en los muertos
otros mundos la trizadura de una la percepción de cuanto es signo de muerte?
estrella” (45)
De pronto aquellos párpados bajos comienzan a
mirarla fijamente, con la insondable con que miran
los ojos de un demente. (36)
Si nos fijamos en la última cita, veremos que el mundo real y el
sobrenatural se fusionan sin mediar explicaciones, suspendiendo al
lector en una especie de ensoñación en la que anula su capacidad para
discernir entre lo verdadero y lo verosímil.
A este recurso acuden constantemente Alejo Carpentier y G. G.
Márquez en lo que los europeos llamaron realismo mágico.
El recurso poético sirve, además, para convertir la vida interior de los
personajes, sus emociones, sensaciones y sentimientos en fuerzas de
acción que movilizan el argumento: leer páginas 57/58.

El monólogo interior de Fernando produce un giro en el argumento y


aporta otra perspectiva a la construcción prismática.
Las atmósferas: los elementos atmosféricos son manipulados para
producir una correspondencia kinestésica con las situaciones específicas
:
A través de elementos visuales: “Cierta mañana, al abrir las celosías
de mi cuarto reparé que un millar de minúsculos brotes, no más grandes
que una cabeza de alfiler, apuntaban a la extremidad de todas las
cenicientas ramas del jardín. […] Era curioso; también mis dos
pequeños senos prendían, parecían desear florecer con la primavera”
(21).
A través de sensaciones atmosféricas específicas (calor, frío, humedad, etc.):
“Pero cierta noche sobrevino aquello, aquello que ella ignoraba.
Fue como su del centro de sus entrañas naciera un hirviente y lento escalofrío
[oxímoron] que junto con cada caricia empezara a subir, a crecer, a envolverla en
anillos hasta la raíz de los cabellos, hasta empuñarla por la garganta, cortarle la
respiración y sacudirla para arrojarla finalmente, exhausta y desembriagada,
contra el lecho revuelto.
¡El placer! ¡Con que eso era el placer! ¡Ese estremecimiento, ese inmenso aletazo y
ese recaer unidos en la misma vergüenza!
Sobre lo anterior, dice la argentina Ana María Llurba: “En su obra lo
importante no es el desarrollo de la historia, ni la tensión dramática, sino la
atmósfera lírica que la envuelve y la compone desde una visión poética del mundo.
El lirismo impone su naturaleza sobre la objetividad narrativa, sumerge el hilo del
relato en el esplendor de las imágenes o desvía el discurso hacia la profundidad y la
imprecisión mágica de la fantasía y el ensueño.
Su estilo condensa memoria visual y emotiva con capacidad metafórica, y se
enriquece con el aporte vívido y oscuro de los sentidos.
Revista Gramma. Noviembre de 2002, pág. 7.

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