Las vacunas que se usan para tratar el cáncer aprovechan el hecho de que ciertas
moléculas en la superficie de las células cancerosas son únicas o más abundantes
que las que se encuentran en las células normales o no cancerosas. Estas
moléculas, ya sean proteínas o carbohidratos, actúan como antígenos, lo que
significa que pueden estimular el sistema inmunitario para producir una respuesta
inmune específica. Los investigadores esperan que cuando se inyecta una vacuna
que contiene antígenos específicos del cáncer en un paciente, estos antígenos
estimulen el sistema inmunitario para atacar las células cancerígenas sin dañar las
células normales.