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La lluvia creaba las condiciones que le daban al ambiente su tonalidad oculta.

No era una

lluvia normal, sino una lluvia ritual. Hacía varios minutos que esa figura de poder había

comenzado a recibir las señales de la naturaleza. Sus primeros pasos fueron tener la quietud

del cuerpo para conectarse con esa realidad interior que en el bullicio se hacía casi

imperceptible (la etapa que ellos llaman “Conexión”). La perfecta sincronía entre lo externo

y lo interno no era algo que cualquier habitante de la aldea pudiera alcanzar. Por eso era él

quien ocupaba el rol y cumplía con las funciones que su sociedad demandaba. Esto le traía

beneficios que ningún otro aldeano podía gozar, pero también llevaba el peso de su propia

muerte sacrificial si en algún momento los poderes de la naturaleza decidían abandonarlo.

¿De que serviría un pescador sin balsa, un líder sin carácter, una mujer sin instintos, un

hacha sin filo?

La etapa de Conexión de la figura a la cual me refiero llevó más tiempo de lo que esperaba.

Si bien el poder y la magia (el Mana) dependían siempre de la superior Naturaleza, el brujo

era quien a través de su voluntad debía de imponer una fuerte impresión penetrante (de

características masculinas) en ese inocnsciente natural de características femeninas. A

medida que se avanzaba en el silencio a través del tiempo, la lluvia incrementaba su fuerza.

Ya no se escuchaban a los niños disfrutando y bendiciendo la caída de agua, sino que ahora

cada familia del clan se refugiaba dentro de sus respectivas chozas. La santidad del agua que

se había manifestado en un primer momento se iba tornando poco a poco en su opuesto

complementario. Los sentimientos de los niños se conjugaban en una adrenalina por lo

desconocido y un terror a lo monstruoso. Las madres comenzaban a despertar su instinto

protector y juntaban a los infantes y a los ancianos alrededor de un fiel y calido fuego. El

silencio humano ya reinaba no solo en la choza del brujo (que se encontraba con todos los

hombres de la aldea) sino por toda la verde selva.


Un fuerte rayo caído a kilomtros de distancia le indico al brujo que después de tanto tiempo

(tanto como nunca) la primera etapa había finalizado. Se daba comienzo ahora a la

Alimentacion. El aire que se introducia a los pumones adquiria para el chaman un sentido

muy particular. Significaba que la naturaleza misma era ahora quien se introducia en su

cuerpo trayendo los designios del más allá. Todos tienen el poder de recibir los símbolos del

destino cada anoche cuando cierran sus ojos y se disponen a soñar. La diferencia del brujo

es que además de los símbolos personales, él podía captar aquello que consernia a lo mas

colectivo. A esto le agregamos que su capacidad de interpretación estaba libre de censuras

conscientes por lo cual cada símbolo era aquello negativo y positivo al mismo tiempo.

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