Parolles - ¡Dios te guarde, hermosa reina! Elena - A ti también monarca. Parolles - No soy ningún monarca. Elena - Ni yo reina. Parolles - ¿Estás meditando en la castidad? Elena - Si. Hay algo en ti castrense. Permíteme proponerte una cuestión: el hombre es contrario a la castidad; ¿cómo nos atrincheraríamos contra él? Parolles - Teniéndolo a cierta distancia. Elena - Pero él aventura nuevos asaltos, y muestra castidad aunque valiente en la defensa, es débil. Indícame el medio de alguna resistencia bélica. Parolles - No la hay. El hombre, una vez en posición delante de ti, minará tus defensas y te hará saltar. Elena - Dios preserve nuestra castidad contra los minadores y asaltantes. ¿No conoces estrategia alguna militar, mediante la cual puedan las vírgenes hacer saltar a los hombres? Parolles - Una vez perdida la virginidad el hombre danzará rápido presto por los aires; y aunque consigas rechazarlo perderás la ciudad por la brecha que tú misma has abierto. La pérdida de la virginidad implica provecho para la nación. La virginidad que nace procede de una virginidad perdida. De una virginidad perdida nacen otras. Guardarla siempre es anularla perpetuamente. Elena - Quiero defenderla todavía. Parolles - Eso es asunto tuyo pero resulta contrario a las leyes de la naturaleza. Al hacer el elogio a la virginidad acusas a tu madre, lo que envuelve una evidentísima falta de respeto. Lo mismo ahorcarse que morir virgen. La virginidad engendra más gusanos que el queso. Se consume hasta la última concha y muere devorando su propia entraña. La virginidad es fastidiosa, orgullosa, desocupada, llena de egoísmo, y el egoísmo es el pecado más explícitamente prohibido por los cánones. No la conserves, que no harás sino perderla. Deshazte de ella. Dentro de diez años la tendrás duplicada, lo que constituye un bonito interés, sin que el capital sufra por ello ningún quebrante. ¡Fuera con ella! Elena - ¿Y qué hay que hacer señor para perderla a gusto? Parolles - Deja que reflexione… Es preciso hacer mal, ya que es preciso amar a quien no la ama. La virginidad es una mercancía que, almacenada, pierde su lustre. Cuanto más se conserva, tanto más desciende de valor. Deshazte de ella mientras sea vendible; aprovecha este momento que todavía vale. Y tu virginidad, tu vieja virginidad, semejante a una pera de Francia, dañada, fea de ver, sin sabor, pero pasada de madura; un tiempo buena, pero a fe pasada. Dicho esto me voy a la Corte. (Arrebata una manzana de la mano de Elena y la muerde) (Salen)