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AÑO DEL BUEN SERVICIO AL CIUDADANO

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS


POLÍTICAS

ESCUELA DE FORMACIÓN PROFESIONAL


DE DERECHO

TRABAJO:

DETERIORO, DESTRUCCIÓN EXTRAVÍO Y SUSTRACCIÓN


DE LOS TÍTULOS VALORES

ALUMNO:

GARCIA POMACANCHARI, ROBERTH DIEGO

DOCENTE:

Dr. BLADIMIRO RIVEROS CARPIO

CICLO:

IX

AYACUCHO – PERÚ

2017
DEDICATORIA

Este trabajo está dedicado a mis padres que me


impulsan a seguir adelante y son mi más grande
inspiración.

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco la ayuda de mis profesores por la ayuda


para esta monografía y así poder crear más confianza
entre nosotros y tener metas para apoyarnos más
adelante.

3
INTRODUCCIÓN

La pobreza no es ciertamente nueva en la historia. Lo que resulta novedoso (y


escandaloso) es la distribución extremadamente desigual de los recursos de la
humanidad.1 Esta desigualdad se da tanto entre los países del mundo como al interior de
cada uno de ellos. En particular, la inequidad en la distribución de la riqueza en los países
de América Latina alcanza rangos extremos2 que no han podido ser reducidos
significativamente en las últimas tres décadas. Esta situación obliga a una profunda
reflexión sobre el Estado constitucional democrático de derecho, pues si bien este modelo
se ha impuesto en la mayor parte de los países del mundo, resulta evidente que sus
instituciones no alcanzan pleno sentido en un escenario con tan profundas desigualdades.
En efecto, como han argumentado algunos filósofos políticos contemporáneos, el
sustrato que soporta los Estados democráticos supone dos principios fundamentales.

El primero es que cada vida humana tiene un valor objetivo especial y por ello debe ser
protegida de manera tal que pueda desarrollarse. El segundo, que cada persona tiene una
responsabilidad especial para alcanzar el éxito en su propia vida, responsabilidad que
incluye el ejercicio de su propio juicio sobre la clase de vida que sería exitosa en su caso.

Esta idea conecta con una parte importante de la literatura económica que ha visto en las
instituciones un elemento determinante en el crecimiento económico sustentable y por
extensión en la justicia (Muller 1988; Birchfield y Crepaz 1998; Ferreira et al. 2004;
Acemoglu, Johnson y Robinson 2005; Easterly, Ritzen y Woolcock 2006; Chong y Gradstein
2007; Rodrik 2007). Así por ejemplo Amartya Sen ha señalado que “las instituciones no
pueden dejar de jugar un significativo papel instrumental en la búsqueda de la justicia...
una elección adecuada de instituciones ocupa un lugar de importancia crítica en la
empresa del mejoramiento de la justicia” (2010, 16).

Así, la relación entre Constitución y distribución de la riqueza admite varios enfoques


complementarios. En primer lugar conviene recordar algunas ideas básicas sobre los
modelos económicos contenidos en las normas constitucionales . En segundo, hay que
referirnos a las normas constitucionales que regulan algunas de las políticas más visibles

4
relacionadas con la distribución de la riqueza (III). Después haremos una breve pero
indispensable referencia a la relación entre crecimiento económico y los arreglos
institucionales . Posteriormente revisaremos el problema de aplicación de los derechos
sociales por los tribunales para finalizar con un análisis empírico —muy preliminar— que
busca determinar si puede establecerse una correlación entre algunos derechos
reconocidos constitucionalmente y los índices de desarrollo y desigualdad. Ello nos
permitirá avanzar algunas conclusiones preliminares sobre este asunto.

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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN .............................................................................................................. 4

6
Capitulo uno

La riqueza de las naciones

Constitución y modelo económico La tensión entre libertad e igualdad se ha traducido


históricamente en dos grandes tipos ideales de modelos económicos. Por un lado el
modelo de mercado, que supone que los actores son libres y deben estar sujetos a las
mínimas restricciones posibles. Por esta razón la función del sistema jurídico es validar los
acuerdos privados y la intervención del Estado debe limitarse a garantizar su
cumplimiento. En el otro extremo se encuentra el modelo intervencionista; en éste el
Estado asume directamente la dirección de la economía. Su acción busca incentivar
comportamientos que se asume, no ocurrirían sin su intervención y que corrige las
deficiencias del mercado para alcanzar los intereses públicos o colectivos (Ogus 1994).
Evidentemente estos modelos, como tipos ideales, no existen en su estado puro y
coexisten frecuentemente en tensión en un mismo sistema jurídico. Sería incorrecto
identificar el sistema de mercado con un derecho privado, descentralizado y “facilitador”.
Al mismo tiempo, la regulación no siempre es directiva, pública y centralizada. Lo que nos
importa destacar es que, aún en el modelo más radical del modelo liberal, el Estado es
necesario. Veamos por qué. El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz (2002, 104) ha
argumentado que la economía de mercado requiere necesariamente de las siguientes
cuatro condiciones para funcionar con eficiencia: 1) Competencia perfecta 2) Información
perfecta 3) Derechos de propiedad claramente establecidos 4) Tribunales que los
garanticen Resulta evidente que las primeras dos condiciones son supuestos que
difícilmente se cumplen de manera espontánea, por lo que la intervención del Estado es
necesaria. Por su parte, las condiciones 3 y 4 implican la existencia de un Estado. Así,
ningún mercado puede existir sin que el Estado, directa o indirectamente, prevea un
mínimo de orden y seguridad imponiendo y aplicando algunas restricciones en el
comportamiento y cuando es necesario, incluso modificando o restringiendo los acuerdos
entre particulares. Este hecho ha sido claramente reconocido. Así, el Banco Mundial en el
Informe sobre el Desarrollo Mundial 1977 afirmó:

ahora tenemos conciencia de la complementariedad del Estado y el mercado:


aquél es esencial para sentar las bases institucionales que requiere éste. Y la
credibilidad de los poderes públicos —la previsibilidad de sus normas y polí- ticas
y coherencia con que se aplican— puede ser tan importante para atraer la

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inversión privada como el contenido de esas mismas normas y políticas (Banco
Mundial 1977, 4).

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