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LA BIBLIOTECA DE ILIUM

Literatura fantástica y otras cuestiones de variable interés

LECTURA EN EL FANTASCOPIO, CUARTA BELLEZA: CIENCIA


IMAGINARIA
Seguimos con la lectura compartida y comentada de The Seven Beauties of Science Fiction, de
Istvan Csicsery-Ronay Jr. (desde ahora CR7), que estamos organizando desde el Fantascopio.
Después de la publicación de los resúmenes de las primeras tres bellezas (que encontraréis
enlazadas al final del artículo) y de varios cambios de programación le ha tocado el turno a La
Biblioteca de Ilium y a la cuarta belleza: La Ciencia Imaginaria. ¿Y sabéis qué? Me parece que
no me podía haber tocado un tema mejor. Intentaré no rebajar mucho la altura a la que mis
compañeros han dejado el listón y hacerle justicia a un libro que estoy disfrutando enormemente y
que está influyendo en mi manera de entender la ciencia ficción.

Vamos a ello. A ver si doy con el tono correcto.

La ciencia es el pretexto de la ciencia ficción


Esta es la premisa básica del capítulo destilada al máximo y, para mí, es también la bisagra en torno
a la cual se articulan muchas de las otras bellezas de las que hemos hablado hasta ahora o, más
concretamente, el componente “ciencia” y el componente “ficción” del género. Las historias de
ciencia ficción son dramatizaciones del conocimiento científico, nos dice CR7:

Muchos escritores de ciencia ficción usan las ideas científicas de


forma muy escrupulosa. Pero nadie les obliga a hacerlo así. Utilizan
el lenguaje y la historia de la tecnociencia para evocar la coherencia
y la correspondencia de la visión científica del mundo —pero siempre
con la libertad de violarlos, deformarlos, tratarlos con ironía y
convertirlos en problemas. Si la ciencia real trata de aumentar la
libertad de los seres humanos dándoles más poder sobre la materia,
el objeto del juego de la ciencia ficción es tanto esa libertad como ese
poder.

Este fragmento hace referencia a una idea que me interesa especialmente: la dimensión lúdica
de la ciencia ficción. No me refiero con ello al escapismo ni a que la ciencia ficción no pueda tratar
con seriedad los temas que explora, si no a esa libertad de violar, deformar, tratar con ironía y
convertir en problema el lenguaje y la historia de la tecnociencia que le permite, de hecho,
reclamar un nicho propio dentro del paisaje de la narrativa. CR7 califica la etiqueta “ciencia ficción”
de oxímoron y afirma que incluso cuando está en manos de científicos profesionales la ciencia
ficción exige que su ciencia viole la corrección científica e incluso su verosimilitud. Exige
especulación, en otros términos, y convertir la ciencia en fuente de metáforas con un barniz de
respetabilidad para incrustarlas, de nuevo según CR7, en tradiciones seudo-míticas que
expresan preocupaciones sociales. ¿Por qué seudo-míticas? Retened la idea, pero antes
hablemos de las normas del juego.

Jugar al juego
Desde etapas muy tempranas de su historia se le ha adjudicado a la ciencia ficción una intención
propagandística más o menos deliberada en pro de una ideología tecnocrática. Sin embargo, y a
pesar de su defensa del rigor científico en el género, incluso figuras como Hugo Gernsback y John
Campbell (por no hablar de Verne) tuvieron que aceptar historias basadas en teorías dudosas para
llenar las páginas de sus revistas. El propio H.G. Wells, uno
de los principales precursores del género, consideraba que
el discurso científico que sustentaba sus romances
científicos era una forma de retórica a la que bautizó como
“galimatías científico”, cuya función era proporcionar unos
parámetros convincentes para que el lector aceptara las
limitaciones del mundo imaginario.

La relación entre la ficción y la ciencia es uno de los


elementos más idiosincrásicos del género y no es
sorprendente que muchos autores le hayan dedicado
alguna reflexión. Dentro de la variedad de temas y
subgéneros que trata la ciencia ficción, ninguna trata con
más seriedad el componente “científico” que la cf dura, que
llega a convertirlo en su razón de ser. Por eso son
especialmente interesantes las declaraciones de un autor
Hal Clement jugando a un juego. de cf dura tan reputado como Hal Clement, que como
muchos otros autores del subgénero, se referían a su
escritura como a “jugar al juego”:

“Lo divertido… es tratar todo el asunto como un juego. Yo he estado


jugando a este juego desde niño, así que las reglas no pueden ser muy
complicadas. Son así: para el lector de una historia de ciencia ficción
se trata de identificar todas las afirmaciones, o implicaciones, del
autor que choquen con los hechos tal y como los entiende la ciencia
actual. Para el autor, la regla consiste en hacer la mínima cantidad
de errores de este tipo posible.”

Según CR7 la ciencia ficción apela a lectores con la formación adecuada para disfrutar resolviendo
rompecabezas científicos y enfrentando su ingenio con el de los autores en dos arenas: la
correspondencia científica (hasta que punto encaja el mundo imaginado con el mundo descrito
por la ciencia) y la coherencia ciencia-ficcional (hasta que punto encajan los detalles del mundo
imaginado con su diseño global). En ese sentido, el rigor del escenario tiene una importancia
relativa mucho mayor que en otros géneros literarios.

¿Cuáles son los principales recursos del escritor de ciencia ficción para jugar a este juego? Hal
Clement propone una jerarquía de técnicas:

1. El uso de jerga. El “galimatías científico” de Wells.


2. La especulación sobre temas en los que los datos científicos son escasos.
3. El uso de escenarios cercanos en el tiempo o fácilmente predecibles.
4. La creación de “el entorno o avance más espectacular y poco verosímil que, sin embargo,
respeta todos los hechos científicos conocidos”.

Para Clement cada una de las técnicas es más difícil que la anterior y las ordena desde un casi
hacer trampas en el uso de la jerga hasta una estructura tan rigurosa científicamente que
prácticamente obliga al lector a aceptar sus aspectos menos sólidos.

En la práctica, tanto frente a una novela de ciencia ficción como frente a los artículos periodísticos
dedicados a los avances tecno-científicos más cercanos a la frontera del saber humano, muy pocos
contamos con los recursos cognitivos para evaluar, siquiera superficialmente, la verdad o
rigurosidad de las ideas que se explican. La gente, en definitiva, acepta teorías que es incapaz de
verificar (o de explicar) por fe en la autoridad de los científicos. Como lectores concedemos el
beneficio de la duda a aquellos escritores que mejor dominan el juego de espejos de la ciencia
ficción.

Aquí vale la pena mencionar que la ciencia también tiene un aspecto lúdico, y es precisamente
de ahí, de la dimensión más creativa e imaginativa del razonamiento científico, de donde surge
parte del potencial del género. Para Csicsery-Ronay Jr. este tipo de placer sólo encuentra audiencia
en culturas en las que el conocimiento científico tiene una difusión amplia entre el público a través
de medios de comunicación diversos, de manera que las ideas científicas se incorporan en el flujo
de la narrativa de la sociedad y asimilan viejas y nuevas preocupaciones. Es en este punto de
encuentro entre la ciencia y el caos del discurso popular donde actúa la ciencia ficción.

Uno de los atractivos del género es que proporciona racionalizaciones científicas para historias con
un elevado componente romántico y fantástico. En este sentido, una parte importante (si no la más
frecuente) de la ciencia ficción se aleja de la idea del género defendida por Suvin: ni ayuda a los
lectores a volverse más racionales ni a comprender la auténtica realidad más allá de ideologías. Lo
que sí que hace es poner ante el lector la visión del mundo del materialismo científico y
añadirle una estructura narrativa semimítica para construir modelos relevantes para la
cultura de la que parten. Esta estructura es el llamado suplemento imaginario.

Lo que la imaginación añade y el experimento


mental
Según la estudiosa del género Tatiana
Chernyshova, la ciencia ficción debe
leerse en término de concepciones
cognitivas de los mitos. No resulta
difícil entender a qué se refiere esta
autora y qué relación tiene con la
disquisición anterior —resumido: la
ciencia ficción puede deformar la
realidad científica e, incluso, alejarse de
ella para poder explicar sus historias—
si recordamos que los mitos,
considerados verdad para las culturas
que los sustentan, son formas de dar
sentido a la realidad ante la falta de
evidencia empírica. “Los seres El gato de Schrödinger es el gato con la vida más perra

humanos sacaran conclusiones de la historia de la ciencia. O no.

dispongan o no de la información
necesaria para ello”, afirma
Chernyshova, y propone que los mitos combinan información exacta acerca del mundo material con
imágenes y narrativas fantástica que completan los vacíos de la primera.

Lo interesante es ver cómo una cultura suplementa sus creencias científicas con otras irracionales
cuando las primeras les parecen oscuras o irracionales. Estas teorías “populares” suelen mantener
el lenguaje científico pero se insertan en un enorme collage de creencias y adaptaciones cognitivas
provocadas por el impacto que tienen la ciencia y la tecnología sobre la vida cotidiana.

“El conocimiento exacto, cuando deja de ser propiedad exclusiva de


los especialistas, pierde el derecho a ser llamado exacto; se convierte
en conocimiento aproximado, en creencia, ya que su poseedor no es
capaz de demostrarlo ni de explicar sus fundamentos.”

Para Csicsery-Ronay Jr., Chernyshova no interpreta adecuadamente la narrativa de la ciencia al


considerarla como una secuencia de paradigmas cada vez más racionales que sustituyen al
anterior. Para CR esta narrativa es más bien una cuestión dialéctica en la que sus componentes
menos científicos pueden actuar como estímulos para una elaboración más creativa. Se trata de
“conceptos suplementarios inventados para mediar entre teorías verificadas y el deseo de obtener
una visión completa del mundo, ‘eslabones perdidos’ que se convirtieron oficialmente en imaginarios
cuando fueron invalidados”. La construcción de estos modelos es uno de los aspectos más
artísticos e intuitivos de la formación de conceptos científicos. Representan la formalización de la
especulación y conllevan la puesta a prueba imaginaria de las teorías en escenarios inventados: los
experimentos mentales. Es en la construcción de estos donde la ciencia ficción se solapa con el
razonamiento científico auténtico. Estos experimentos mentales son “la elaboración conceptual de
un modelo imaginario, una idealización que transciende lo particular y los accidentes de las
actividades mundanas para alcanzar la generalidad y el rigor de un proceso demostrativo”. Sus
características principales, y es fácil ver su relación con la ciencia ficción, es que son historias y
que son verosímiles. Sirven para facilitar determinados razonamientos inductivos o ayudar a la
introducción de algunos principios filosóficos y se ha propuesto que incluyen dos componentes
básicos: plantean situaciones hipotéticas o contrarias a la intuición, e incluyen elementos
particulares que son irrelevantes para la generalidad de la conclusión.

El segundo punto puede resultar un tanto confuso, sobre todo por su estrecha relación con el
experimento mental como forma literaria. Vale la pena detenerse en ellos. ¿Por qué son irrelevantes
estos elementos para la demostración teórica que pretenden? Por dos motivos:
1. Son idealizaciones imposibles.
2. Son elementos narrativos que no sirven más que para visualizar la escena de una forma
más o menos realista.

Pensad en el famoso gato de Schrödinger, la habitación china de Searle o el demonio de Maxwell,


por nombrar sólo algunos, y al momento veréis tanto la imposibilidad de su ejecución en el mundo
real como la capacidad de seducción de la imaginación que conllevan. No soy capaz de explicarlo
mejor que CR:

“En la CF como arte es precisamente este decorado circunstancial,


irrelevante y teóricamente irrelevante, lo que destaca y convierte una
teoría en una historia. No solo muestra cómo el novum altera algo
parecido al mundo real, sino cómo las más serias reglas de la ciencia
pueden ser manipuladas a través de las reglas del arte y de la
libertad para combinar y aumentar que proporciona el motor de
mitos de la cultura.”

Entre otras, una de las potencias de los experimentos mentales es que permiten que los ciudadanos
legos estén más cerca de sentir la actividad creativa de los científicos y les proporciona cierto grado
de placer estético o lúdico a partir de actividades a las que no suelen tener acceso. Algunas
disciplinas científicas (como las ciencias sociales o la economía), más proclives a recurrir a los
experimentos mentales debido a la dificultad de obtener condiciones experimentales ideales, son
más susceptibles de ser transformadas en especulaciones seudomíticas que las ciencias físicas,
aunque estas últimas tampoco están por completo a salvo de la imaginación.

Una de las principales diferencias entre la ciencia ficción y otros géneros es que ésta
convierte el desarrollo de sus ideas a través de experimentos mentales en el principal objeto
de su narrativa. Lo consigue mediante la trasposición de las operaciones básicas de la ciencia a
las estructuras narrativas de la ficción mítica. Al hacerlo introduce la fantasía en el experimento
mental para hacer de éste un punto de vista vívido, relevante y habitable y, sorprendentemente,
tiene muchas cosas en común con los chistes.
La broma literaria
Al igual que los chistes, la eficacia narrativa de un experimento mental depende de hasta que punto
el autor y sus lectores comparten la cultura desde la que se ha originado la historia. La cercanía con
los experimentos mentales es especialmente estrecha con un tipo de chiste concreto: la broma
literaria.

Este tipo de narración es una historia


falsa narrada de una manera tal como
para hacerla pasar por verdad y, desde
el punto de vista histórico, enlaza la
ciencia ficción con algunos precursores
ilustres del género como el Barón de
Münchhausen, Don Quijote o Gulliver. Al
igual que, según Wells, los romances
científicos usan una jerga compuesta
por un “galimatías científico” como
instrumento para hacerse con la
¿Cómo va a mentir un tipo con esta cara?
credibilidad de sus lectores, estas obras
de proto-ciencia ficción adoptan las
idiosincrasias lingüísticas de diversas instituciones o discursos sociales (desde gremios científicos
hasta la aristocracia de la corte) para manipular sus códigos y hacer verosímiles sus historias.
Como afirmaba el párrafo anterior, para que la historia funcione el lector tiene que darse cuenta el
artificio. Según CR7 la obra clave que emparenta la broma literaria con la ciencia ficción moderna es
Robinson Crusoe, de Daniel Defoe:

“Defoe estableció la premisa que ha perdurado desde el realismo del


siglo XVIII hasta la ciencia ficción: el uso de un lenguaje que se
adhiere estrechamente a los modelos del discurso empiricista —
detallado, concreto, lógico y materialista— obtiene la conformidad de
unos lectores que desean aceptar, e incluso apoyar, el lenguaje del
sentido común de la verdad empírica.”
Se trata de una tradición que luego pasó por Edgar Allan Poe y su La verdad sobre el caso del
señor Valdemar, Julio Verne y HG Wells y que dio lugar a ramas diferentes: en el caso de la
ciencia ficción europea la tradición de la broma literaria se mantuvo cercana a sus orígenes
satíricos y más alejada espiritualmente de la ciencia empírica (con las obras de Capek, Lem o los
hermanos Strugatsky, entre otros), mientras que en los Estados Unidos de América y en otros
países se escribió una ciencia ficción más vinculada a la visión científica del mundo.

Ciencia antiintuitiva
¿Cómo de antintuitiva? Fijaos en lo que dice CR7:

“La ciencia de la ciencia ficción debe violar la ciencia conocida si


pretende ser ciencia ficcional.”

Es una afirmación demasiado general como para que yo la acepte sin más, pero a lo que se refiere
el autor es a que la ciencia ficción distorsiona el mundo y la ciencia actual, pues toma algo que
todavía no se ha demostrado y lo trata como si fuera un hecho contrastado, o al revés, da por
refutada la demostración de que algo es imposible y considera que puede ser verdad, o varias otras
posibilidades. Los ejemplos abundan, desde los medios de transporte a velocidades hiperlumínicas
hasta las máquinas del tiempo, o tantos otros novums que justifican a unas y otras obras de ciencia
ficción. En un presunto continuo de inverosimilitud total hasta un rigor absoluto, cada autor se sitúa
en un lugar diferente. En algunas obras la ciencia no es más que un pretexto para mostrar objetos
que exciten a la imaginación mientras que otros autores (como el ya mencionado Hal Clement)
construyen argumentos sobre teorías tan elaboradas que pueden hacer que el lector no preste
atención a sus limitaciones al construir la psicología de sus personajes. Entre los límites de esta
amplia categoría de lo no-imposible tiene su hogar la ciencia imaginaria de la ciencia ficción.

Ciencia ciencia-ficcional: el efecto boomerang


o la relación entre la ciencia ficción y la
conciencia colectiva
A lo largo de este resumen se ha ido poniendo de manifiesto la tensión que existe entre la
“ciencia” y la “ficción” que dan nombre al género. Es una tensión que obliga al autor a tomar
determinados compromisos y a favorecer uno u otro de los platos de la balanza para conseguir
llevar a buen puerto la historia que intenta narrar. CR propone un ejemplo muy ilustrativo a partir de
la novela de mensajes que viajan en el tiempo Timescape de Gregory Benford. Como astrofísico,
Benford estaba en una buena posición para comprender la teoría cuántica y el comportamiento de
los taquiones en los que basó su historia, unas partículas teóricamente capaces de violar la
dirección prospectiva del tiempo que todos nosotros seguimos desde la cuna hasta la tumba. Sin
embargo, a pesar de ello, Benford tuvo que “ajustar” su historia para evitar algunas paradojas,
admitidas por la ciencia, que hubieran hecho colapsar el argumento de su historia de viajes en el
tiempo. Una década antes Poul Anderson tomó una decisión diferente para llevar su novela Tau
Zero a buen puerto: utilizar un argumento científico que él ya sabía descartado para permitir que su
argumento siguiera el curso que el perseguía.

Paradójicamente, esta necesidad de compromisos parece tener un efecto inverso en virtud del cual
la “ficción” está influyendo en la “ciencia”. A medida que el paradigma tecnocientífico se ha ido
convirtiendo en una de las fuerzas materiales dominantes de nuestra sociedad una cierta
sensibilidad “ciencia ficcional” se ha introducido en la mentalidad científica y ha proporcionado a los
investigadores un espacio en el que pensar de forma más libre y buscar soluciones reales a
problemas imaginarios propuestos por la ciencia ficción. Algunas de ellas son áreas de la ciencia
tan especulativas que la probabilidad de que arrojen resultados materiales es prácticamente nula:
es poco probable que lleguemos a ver teletransportadores como los de Star Trek o máquinas del
tiempo. Sin embargo, en otras áreas esta influencia de la narrativa ha demostrado ser más
fructífera: estamos hablando del cyberpunk.

Según el experto Mark Pesce “la ciencia ficción cíber fue el vehículo con mayor parte de
responsabilidad en la creación de una conciencia de grupo hacker y, a través de ella, en la gran
influencia de los hackers sobre el conjunto de la vida social”, entre la publicación de El Jinete de la
Onda de Shock de John Brunner, en 1975, y el Neuromante de William Gibson en 1984. Entre
los dos les proporcionaron a los hackers algo más que un lenguaje y un estilo: les proporcionaron
un mito, una narrativa profesional romántica gracias a la cual se identificaban directamente con la
ciencia ficción y que ha servido como motor creativo e inspiración a muchos jóvenes ingenieros
informáticos.
En otros casos, como la nanotecnología, la ciencia ficción
ha proporcionado los elementos básicos del discurso que
sirve para promocionar su desarrollo. En un intento de
alejar el temor a una catástrofe tecnológica provocada por
un ejército descontrolado de nanomáquinas destructoras la
defensa de la nanotecnología está basada en imágenes de
avances heroicos que acercarán a la humanidad a una
utopía tecnológica que supondrá un nuevo origen para el
mundo. Este uso publicitario del lenguaje de la ciencia
ficción como justificación de un futuro utópico para la
humanidad ha alcanzado su máximo exponente en la
creación del acrónimo NBIC en un informe de la National
Science Foundation en Estados Unidos: Nanotechnology,
Information Technology, and Cognitive Science. He aquí el
anuncio de la singularidad en el mundo real, convertido en
exageración irónica por algunos de sus críticos:

“La totalidad de la historia converge hacia el novum que, a su vez,


hará nacer el futuro. […] Así, los principios que gobiernan la
estructura de la materia orgánica e inorgánica convergen, las
tecnologías de diferentes disciplinas convergen, las ciencias naturales
convergen, las ciencias naturales y las sociales convergen, los
individuos y la tecnología convergen, los individuos convergen en
redes, las sociedades convergen y la humanidad, finalmente, se
convierte en un todo unificado. La degradación de medio ambiente,
la pobreza, la enfermedad, los malentendidos culturales, la guerra,
etc., todo puede resolverse a través de la convergencia NBIC”

En definitiva, diferentes colectivos han recurrido al lenguaje y las convenciones de la ciencia


ficción para reforzar sus mensajes y aumentar su impacto sobre la conciencia del público.
CR7 propone ejemplos diversos, como el discurso que se usó para impulsar el programa espacial
que culminó en el famoso paso de Neil Armstrong sobre la luna o los escenarios catastróficos y
distópicos utilizados por determinados grupos antisistema (un ejemplo reciente de ámbito nacional
es la polémica, por razones diversas, Cenital de Emilio Bueso). El peligro, advierte CR7, consiste
en provocar un círculo vicioso en el que estos mensajes se convierten en memes que recorren los
círculos científicos o “infectan” las políticas científicas permitiendo que diversos actores con
intereses particulares las manipulen. Dicho de otra manera, se pueden tomar decisiones que le
otorguen más peso a un futuro imaginario con insuficiente justificación científica que a la
realidad el presente en el que vivimos. No ha sido hasta hace poco que los autores y artistas de
la ciencia ficción han empezado a distanciarse de la ideología de la parte más conservadora del
stablishment tecnocientífico.

El efecto cognición y la ciencia de las


soluciones imaginarias
A lo largo de este texto se ha ido sugiriendo la idea de que los seres humanos (o su inmensa
mayoría) somos incapaces de comprender la mayor parte de las tecnologías o las teorías científicas
que nos rodean. Sin embargo, buena parte del poder de la ciencia surge de la creencia en que
es el único sistema de explicación de la realidad capaz de suscitar el consenso. O sea:
creemos en ella. La ciencia, nos dice CR7, es más una atmósfera metafísica que una forma de
hacer las cosas. Es una creencia racional en que la comprensión de las matemáticas que subyacen
a la realidad nos conecta con el universo de una manera trascendental, no solo práctica. Los
mismos métodos que se usan para justificar explicaciones racionales y razonables del mundo, claro,
pueden usarse para explotar esta voluntad de creer y justificar explicaciones mucho menos
razonables: los escritores de ciencia ficción tienden a desviar la mirada ante la famosa navaja
de Occam y buscar las soluciones más complicadas posibles. Es la ciencia de las soluciones
imaginarias. Si la ciencia ficción se aleja del surrealismo es porque esta ilusión de verosimilitud
persigue una apariencia de rigor y lógica científica. Esta ilusión ha sido denominada efecto
cognición por el crítico Carl Freedman a partir de sus estudios críticos de literatura histórica, y es
interesante porque abre la puerta a un tipo de ciencia ficción que la teoría de Suvin, mucho más
estricta en su exigencia de un valor pedagógico sólido en la ciencia ficción, excluía del género. Para
Suvin una obra de ciencia ficción se convertía en fantasía en el momento que la ciencia descartaba
las tesis en las que se basaba, mientras que Freedman defiende que la naturaleza “ciencia ficcional”
del texto depende más de su actitud hacia el efecto que busca que de cualquier juicio
epistemológico externo.

Despedida y cierre
Este extenso artículo es un resumen del capítulo de CR7 dedicado a la cuarta belleza de la
ciencia ficción hasta donde yo alcanzo a comprenderla. Espero que lo hayáis disfrutado y que, si
no lo estáis haciendo todavía, os sirva como acicate para leer un libro que es tan denso como
apasionante. Es cierto que a CR7 se le puede censurar cierta falta de estructura más allá de una
especie de cajón de sastre lineal en el que es difícil identificar un mensaje principal y cómo este se
relaciona con las ideas que va discutiendo, pero tal vez no sea un problema tan grave en el caso de
este capítulo. Me gusta la cuarta belleza propuesta en CR7 porque defiende una visión de la ciencia
ficción que concuerda mucho con la mía: la ciencia ficción como género literario en el que la ciencia
es imprescindible pero el peso recae en la ficción, en la literatura. No estoy diciendo tanto que la
ciencia ficción es así como que así es la ciencia ficción que me interesa a mí, algo tan irreprochable
como poco generalizable. Mi impresión es que todas las bellezas leídas hasta ahora en esta lectura
compartida giran en torno a un núcleo común y presentan grandes áreas de solapamiento pero para
mí esta es, si no la central, al menos el punto de apoyo de todas las demás.

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