Este fragmento hace referencia a una idea que me interesa especialmente: la dimensión lúdica
de la ciencia ficción. No me refiero con ello al escapismo ni a que la ciencia ficción no pueda tratar
con seriedad los temas que explora, si no a esa libertad de violar, deformar, tratar con ironía y
convertir en problema el lenguaje y la historia de la tecnociencia que le permite, de hecho,
reclamar un nicho propio dentro del paisaje de la narrativa. CR7 califica la etiqueta “ciencia ficción”
de oxímoron y afirma que incluso cuando está en manos de científicos profesionales la ciencia
ficción exige que su ciencia viole la corrección científica e incluso su verosimilitud. Exige
especulación, en otros términos, y convertir la ciencia en fuente de metáforas con un barniz de
respetabilidad para incrustarlas, de nuevo según CR7, en tradiciones seudo-míticas que
expresan preocupaciones sociales. ¿Por qué seudo-míticas? Retened la idea, pero antes
hablemos de las normas del juego.
Jugar al juego
Desde etapas muy tempranas de su historia se le ha adjudicado a la ciencia ficción una intención
propagandística más o menos deliberada en pro de una ideología tecnocrática. Sin embargo, y a
pesar de su defensa del rigor científico en el género, incluso figuras como Hugo Gernsback y John
Campbell (por no hablar de Verne) tuvieron que aceptar historias basadas en teorías dudosas para
llenar las páginas de sus revistas. El propio H.G. Wells, uno
de los principales precursores del género, consideraba que
el discurso científico que sustentaba sus romances
científicos era una forma de retórica a la que bautizó como
“galimatías científico”, cuya función era proporcionar unos
parámetros convincentes para que el lector aceptara las
limitaciones del mundo imaginario.
Según CR7 la ciencia ficción apela a lectores con la formación adecuada para disfrutar resolviendo
rompecabezas científicos y enfrentando su ingenio con el de los autores en dos arenas: la
correspondencia científica (hasta que punto encaja el mundo imaginado con el mundo descrito
por la ciencia) y la coherencia ciencia-ficcional (hasta que punto encajan los detalles del mundo
imaginado con su diseño global). En ese sentido, el rigor del escenario tiene una importancia
relativa mucho mayor que en otros géneros literarios.
¿Cuáles son los principales recursos del escritor de ciencia ficción para jugar a este juego? Hal
Clement propone una jerarquía de técnicas:
Para Clement cada una de las técnicas es más difícil que la anterior y las ordena desde un casi
hacer trampas en el uso de la jerga hasta una estructura tan rigurosa científicamente que
prácticamente obliga al lector a aceptar sus aspectos menos sólidos.
En la práctica, tanto frente a una novela de ciencia ficción como frente a los artículos periodísticos
dedicados a los avances tecno-científicos más cercanos a la frontera del saber humano, muy pocos
contamos con los recursos cognitivos para evaluar, siquiera superficialmente, la verdad o
rigurosidad de las ideas que se explican. La gente, en definitiva, acepta teorías que es incapaz de
verificar (o de explicar) por fe en la autoridad de los científicos. Como lectores concedemos el
beneficio de la duda a aquellos escritores que mejor dominan el juego de espejos de la ciencia
ficción.
Aquí vale la pena mencionar que la ciencia también tiene un aspecto lúdico, y es precisamente
de ahí, de la dimensión más creativa e imaginativa del razonamiento científico, de donde surge
parte del potencial del género. Para Csicsery-Ronay Jr. este tipo de placer sólo encuentra audiencia
en culturas en las que el conocimiento científico tiene una difusión amplia entre el público a través
de medios de comunicación diversos, de manera que las ideas científicas se incorporan en el flujo
de la narrativa de la sociedad y asimilan viejas y nuevas preocupaciones. Es en este punto de
encuentro entre la ciencia y el caos del discurso popular donde actúa la ciencia ficción.
Uno de los atractivos del género es que proporciona racionalizaciones científicas para historias con
un elevado componente romántico y fantástico. En este sentido, una parte importante (si no la más
frecuente) de la ciencia ficción se aleja de la idea del género defendida por Suvin: ni ayuda a los
lectores a volverse más racionales ni a comprender la auténtica realidad más allá de ideologías. Lo
que sí que hace es poner ante el lector la visión del mundo del materialismo científico y
añadirle una estructura narrativa semimítica para construir modelos relevantes para la
cultura de la que parten. Esta estructura es el llamado suplemento imaginario.
dispongan o no de la información
necesaria para ello”, afirma
Chernyshova, y propone que los mitos combinan información exacta acerca del mundo material con
imágenes y narrativas fantástica que completan los vacíos de la primera.
Lo interesante es ver cómo una cultura suplementa sus creencias científicas con otras irracionales
cuando las primeras les parecen oscuras o irracionales. Estas teorías “populares” suelen mantener
el lenguaje científico pero se insertan en un enorme collage de creencias y adaptaciones cognitivas
provocadas por el impacto que tienen la ciencia y la tecnología sobre la vida cotidiana.
El segundo punto puede resultar un tanto confuso, sobre todo por su estrecha relación con el
experimento mental como forma literaria. Vale la pena detenerse en ellos. ¿Por qué son irrelevantes
estos elementos para la demostración teórica que pretenden? Por dos motivos:
1. Son idealizaciones imposibles.
2. Son elementos narrativos que no sirven más que para visualizar la escena de una forma
más o menos realista.
Entre otras, una de las potencias de los experimentos mentales es que permiten que los ciudadanos
legos estén más cerca de sentir la actividad creativa de los científicos y les proporciona cierto grado
de placer estético o lúdico a partir de actividades a las que no suelen tener acceso. Algunas
disciplinas científicas (como las ciencias sociales o la economía), más proclives a recurrir a los
experimentos mentales debido a la dificultad de obtener condiciones experimentales ideales, son
más susceptibles de ser transformadas en especulaciones seudomíticas que las ciencias físicas,
aunque estas últimas tampoco están por completo a salvo de la imaginación.
Una de las principales diferencias entre la ciencia ficción y otros géneros es que ésta
convierte el desarrollo de sus ideas a través de experimentos mentales en el principal objeto
de su narrativa. Lo consigue mediante la trasposición de las operaciones básicas de la ciencia a
las estructuras narrativas de la ficción mítica. Al hacerlo introduce la fantasía en el experimento
mental para hacer de éste un punto de vista vívido, relevante y habitable y, sorprendentemente,
tiene muchas cosas en común con los chistes.
La broma literaria
Al igual que los chistes, la eficacia narrativa de un experimento mental depende de hasta que punto
el autor y sus lectores comparten la cultura desde la que se ha originado la historia. La cercanía con
los experimentos mentales es especialmente estrecha con un tipo de chiste concreto: la broma
literaria.
Ciencia antiintuitiva
¿Cómo de antintuitiva? Fijaos en lo que dice CR7:
Es una afirmación demasiado general como para que yo la acepte sin más, pero a lo que se refiere
el autor es a que la ciencia ficción distorsiona el mundo y la ciencia actual, pues toma algo que
todavía no se ha demostrado y lo trata como si fuera un hecho contrastado, o al revés, da por
refutada la demostración de que algo es imposible y considera que puede ser verdad, o varias otras
posibilidades. Los ejemplos abundan, desde los medios de transporte a velocidades hiperlumínicas
hasta las máquinas del tiempo, o tantos otros novums que justifican a unas y otras obras de ciencia
ficción. En un presunto continuo de inverosimilitud total hasta un rigor absoluto, cada autor se sitúa
en un lugar diferente. En algunas obras la ciencia no es más que un pretexto para mostrar objetos
que exciten a la imaginación mientras que otros autores (como el ya mencionado Hal Clement)
construyen argumentos sobre teorías tan elaboradas que pueden hacer que el lector no preste
atención a sus limitaciones al construir la psicología de sus personajes. Entre los límites de esta
amplia categoría de lo no-imposible tiene su hogar la ciencia imaginaria de la ciencia ficción.
Paradójicamente, esta necesidad de compromisos parece tener un efecto inverso en virtud del cual
la “ficción” está influyendo en la “ciencia”. A medida que el paradigma tecnocientífico se ha ido
convirtiendo en una de las fuerzas materiales dominantes de nuestra sociedad una cierta
sensibilidad “ciencia ficcional” se ha introducido en la mentalidad científica y ha proporcionado a los
investigadores un espacio en el que pensar de forma más libre y buscar soluciones reales a
problemas imaginarios propuestos por la ciencia ficción. Algunas de ellas son áreas de la ciencia
tan especulativas que la probabilidad de que arrojen resultados materiales es prácticamente nula:
es poco probable que lleguemos a ver teletransportadores como los de Star Trek o máquinas del
tiempo. Sin embargo, en otras áreas esta influencia de la narrativa ha demostrado ser más
fructífera: estamos hablando del cyberpunk.
Según el experto Mark Pesce “la ciencia ficción cíber fue el vehículo con mayor parte de
responsabilidad en la creación de una conciencia de grupo hacker y, a través de ella, en la gran
influencia de los hackers sobre el conjunto de la vida social”, entre la publicación de El Jinete de la
Onda de Shock de John Brunner, en 1975, y el Neuromante de William Gibson en 1984. Entre
los dos les proporcionaron a los hackers algo más que un lenguaje y un estilo: les proporcionaron
un mito, una narrativa profesional romántica gracias a la cual se identificaban directamente con la
ciencia ficción y que ha servido como motor creativo e inspiración a muchos jóvenes ingenieros
informáticos.
En otros casos, como la nanotecnología, la ciencia ficción
ha proporcionado los elementos básicos del discurso que
sirve para promocionar su desarrollo. En un intento de
alejar el temor a una catástrofe tecnológica provocada por
un ejército descontrolado de nanomáquinas destructoras la
defensa de la nanotecnología está basada en imágenes de
avances heroicos que acercarán a la humanidad a una
utopía tecnológica que supondrá un nuevo origen para el
mundo. Este uso publicitario del lenguaje de la ciencia
ficción como justificación de un futuro utópico para la
humanidad ha alcanzado su máximo exponente en la
creación del acrónimo NBIC en un informe de la National
Science Foundation en Estados Unidos: Nanotechnology,
Information Technology, and Cognitive Science. He aquí el
anuncio de la singularidad en el mundo real, convertido en
exageración irónica por algunos de sus críticos:
Despedida y cierre
Este extenso artículo es un resumen del capítulo de CR7 dedicado a la cuarta belleza de la
ciencia ficción hasta donde yo alcanzo a comprenderla. Espero que lo hayáis disfrutado y que, si
no lo estáis haciendo todavía, os sirva como acicate para leer un libro que es tan denso como
apasionante. Es cierto que a CR7 se le puede censurar cierta falta de estructura más allá de una
especie de cajón de sastre lineal en el que es difícil identificar un mensaje principal y cómo este se
relaciona con las ideas que va discutiendo, pero tal vez no sea un problema tan grave en el caso de
este capítulo. Me gusta la cuarta belleza propuesta en CR7 porque defiende una visión de la ciencia
ficción que concuerda mucho con la mía: la ciencia ficción como género literario en el que la ciencia
es imprescindible pero el peso recae en la ficción, en la literatura. No estoy diciendo tanto que la
ciencia ficción es así como que así es la ciencia ficción que me interesa a mí, algo tan irreprochable
como poco generalizable. Mi impresión es que todas las bellezas leídas hasta ahora en esta lectura
compartida giran en torno a un núcleo común y presentan grandes áreas de solapamiento pero para
mí esta es, si no la central, al menos el punto de apoyo de todas las demás.