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Un ejemplo: Orígenes1 y el conocimiento progresivo de Cristo

La Iglesia en el siglo II enfrentaba grandes dificultades, no sólo exteriores, es decir, las


persecuciones, sino también internas, por causa de la lucha contra la herejía. Las doctrinas
gnósticas habían cautivado a la sociedad alejandrina. Entre los cristianos cultos, casi no se
encontraban católicos: la gran mayoría eran gnósticos.
Así refiere Eusebio de Cesarea la educación de Orígenes: «Leónidas, en toda ocasión
lo iba introduciendo a ejercitarse en los estudios sagrados, exigiéndole cada día pasajes de
memoria y relaciones escritas. Estos ejercicios no desagradaban al niño [Orígenes], antes
bien, se empeñaba a ellos con excesivo ardor, de manera que llegaba a poner en apuros a su
padre preguntándole qué quería significar el sentido de la Escritura divinamente inspirada.
Este aparentaba reprochárselo abiertamente, pero en su fuero interno se regocijaba
enormemente. Se cuenta que muchas veces, poniéndose junto al niño mientras dormía, le
descubría el pecho y lo besaba, como si dentro de él habitara el Espíritu divino» 2.
«Jesús, siendo uno, era múltiple en sus aspectos, y no era visto de la misma manera
por todos los que lo miraban» 3. Se trata de dos afirmaciones capitales:
a) Jesús, siendo uno, es múltiple en cuanto a sus aspectos;
b) Jesús no es visto por todos de la misma manera.

La Escritura nombra al Hijo de Dios con muchos títulos distintos, y el Salvador en


persona se aplica a sí mismo una buena cantidad de nombres: Yo soy el Camino, la Verdad y
la Vida; yo soy el Pan; yo soy la Puerta; Cristo se presenta como Médico, como Amigo, como
Señor; san Pablo lo llama Sabiduría y Poder de Dios; los ciegos le gritan Hijo de David,
mientras san Juan lo muestra como la Palabra eterna de Dios. Cabe, entonces, preguntarse,
¿por qué Cristo se presenta de tantas maneras diversas? Si el Unigénito de Dios es uno solo,
¿por qué lo nombramos -y El mismo se nombra- con tantos nombres distintos? Orígenes ve
en esta multiplicidad un reflejo de la multiplicidad propia de Cristo: tiene muchos nombres y
muchos rostros, porque encierra en sí todas las cosas. Aún antes de la creación, hay una
variedad de atributos en el Hijo único de Dios: desde la eternidad es Sabiduría, Potencia,
Palabra de Dios, Vida, etc. Pero esta pluralidad se desarrolla aún más en función de su misión
soteriológica: «Dios, el Padre, es absolutamente uno y simple; pero nuestro Salvador, a causa
de la diversidad (que encierra en sí mismo) se vuelve muchas cosas, y tal vez todas» 4.

Jesús no es visto por todos de la misma manera


Los evangelios afirman que Jesús hablaba en parábola a la multitud, pero a sus
discípulos les explicaba todo en privado (sólo los discípulos escuchaban la explicación de las
parábolas). No todos los discípulos fueron testigos de la transfiguración, ni siquiera los doce
apóstoles, sino sólo Pedro, Santiago y Juan. Y este último fue el único que pudo recostar su
cabeza en el pecho del Señor. Es decir, Cristo, en los evangelios, no se revela a todos de la
misma manera: Por algunos es visto de lejos y exteriormente, mientras sus más cercanos lo
perciben de una manera más profunda. ¿Por qué? Si la revelación más profunda es un bien
para los hombres, ¿por qué el Señor la reservó para unos pocos? Orígenes responde a esta
dificultad estableciendo un itinerario para conocer a Cristo.

Descubrimiento progresivo de Cristo


Orígenes propone un camino para conocer a Cristo. El progreso espiritual está en
estrecha relación con el descubrimiento progresivo del Señor. Cristo es múltiple en sus
atributos y se presenta a cada cristiano con un rostro diferente. Cada hombre se encuentra
en una situación distinta, por eso Cristo se presenta a cada uno de una manera diferente. El
1
Orígenes de Alejandría, un sacerdote cristiano del siglo II y III, nació en el año 185.
2
EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica VI,2,8-11.
3
ORÍGENES, Contra Celso, II,64.
4
cf. Comentario a san Juan 1,119.
Salvador se entrega a sí mismo, de acuerdo a la capacidad del que lo recibe: en la medida
que un creyente progresa, el Señor se revela a él de un modo más profundo. No se trata de
que el cristianismo esté reservado para unos pocos; se trata más bien de una regla de
pedagogía: «Es como si dijera a modo de comparación que también el pan, que es muy
nutritivo para el cuerpo, aumenta la fiebre que estaba ya presente en el enfermo y, por el
contrario, fortalece al que está en buenas condiciones de salud. Por esto, muchas veces, una
palabra de verdad dada a un alma enferma, que no requiere un alimento tan fuerte, la
estropea y para ella es motivo de empeorar» 5. Aquel que no está preparado puede ser
dañado si Cristo se le revela de un modo demasiado patente. Por eso el Salvador se abaja y
adapta su manera de entregarse con el fin de beneficiar al máximo a aquel que lo recibe. Por
eso «cuando estaba por entregar los panes de la bendición a los discípulos, para que ellos los
sirvieran a la multitud, Jesús sanó a los enfermos, para que, una vez sanados, participaran de
los panes de la bendición. Pues los que aún están enfermos no son capaces de recibir los
panes de la bendición de Jesús» 6. Aquellos que están enfermos, necesitan a Cristo como
Médico, pero una vez sanados gozan de Cristo como Pan; el que tiene espíritu de siervo,
recibe a Cristo como Señor, pero el que se vuelve discípulo, lo acoge como Maestro; Jesús
sana a los enfermos, enseña a los discípulos, pero al que llega a ser amigo, se le presenta
también como Amigo. Cristo, la Palabra personal de Dios, se adapta a la situación de quien lo
recibe, esta característica también se refleja en la Palabra escrita, es decir, en la Escritura:
«También tú, si acoges la palabra de Dios que se predica en la Iglesia con total fe y devoción,
la misma Palabra se volverá para ti aquello que deseas. Por ejemplo, si estás atribulado, te
consolará diciendo: Un corazón contrito y humillado, Dios no lo desprecia. Si estuvieras
alegre por la esperanza futura, aumentará tu alegría diciendo: Alegraos en el Señor y exultad
los justos. Si estás enojado, te calma diciendo: Apártate de la ira y abandona la indignación.
Si padeces dolores, te sana diciendo: El Señor sana todas tus enfermedades. Si la pobreza te
consume, te consuela diciendo: El Señor alza de la basura al indigente y rescata al pobre del
estiércol. Así el maná de la palabra de Dios produce en tu boca aquel sabor que tú deseas» 7.
Conocer a Cristo es un largo camino de progreso que todo cristiano está llamado a recorrer,
hasta llegar a lo más alto de El: «Felices -exclama Orígenes- los que teniendo necesidad del
Hijo de Dios, han llegado a ser tales, que ya no lo necesitan en cuanto Médico, que cura a los
enfermos, ni en cuanto Pastor, ni Redención, sino en cuanto Sabiduría, Palabra, etc.» 8. El
progreso espiritual se identifica con el descubrimiento paulatino de Jesucristo. A partir de los
aspectos más exteriores, el cristiano debe ascender hasta los atributos más elevados. Pero
este itinerario no se agota en Cristo, su meta es el conocimiento del Padre. Orígenes compara
este camino con la escala del Templo: «Tal como el Templo tenía gradas por las cuales se
ascendía hasta el Santo de los santos, así también, tal vez, todas nuestras gradas están
constituidas por el Hijo único de Dios. Y tal como entre las gradas hay una que es la primera
desde abajo, luego otra sobre esta y así sucesivamente hasta lo más alto; así el Salvador
representa para nosotros todas las gradas del Templo. La primera grada a partir de abajo, es
su humanidad, sobre la que subimos para recorrer todo el camino de los diversos escalones,
siguiendo sus sucesivos aspectos. Y a partir de los aspectos en que se presenta, si Camino y
Puerta son dos aspectos de Cristo, será necesario primero recorrer este Camino para alcanzar
luego a la Puerta; y en cuanto El es Pastor, es necesario someterse a su mando, para poder
gozarlo después como Rey; valerse de El como Cordero, para que El tome sobre sí nuestros
pecados y podamos, una vez purificados, comer de su carne, que es el verdadero alimento.
Aquel que meditará atentamente acerca de otros aspectos por el estilo y los acogerá,
escuchará que le dicen: Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre; y también:
Puesto que me conocen a mí, conocen también a mi Padre» 9.

5
ORÍGENES, Comentario a san Juan, XXXII,310-311.
6
ORÍGENES, Comentario a san Mateo, X,25.
7
ORÍGENES, Homilías sobre el Éxodo, VII,8.
8
ORÍGENES, Comentario a san Juan, 1,124.
9
ORÍGENES, Comentario a san Juan, XIX,38-39.

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