Emiliana Martina
Arquitecta. Integrante equipo de investigación del programa “Estudios sobre los lugares del habitar y de la
memoria”, CIECS-CONICET-UNC. Profesora Asistente Cátedra Historia III B, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y
Diseño, Universidad Nacional de Córdoba. Doctoranda Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño,
Universidad Nacional de Rosario.
Escenas multisituadas de una red habitacional: Sierras de Córdoba, Valle de Punilla.
RESUMEN
ABSTRACT
This paper attempts to link the tools of ethnographic analysis, situated from a decentered
anthropological view, which allows to recognize and track associations of habitat endogenous
production. It questions the reductionist perspective that postulates habitat as fixed discipline,
which does not allow to see the complexity of their experiences. It is argued by analyzing
network multisituated habitational practices, on how it is possible to understand, from a
historical and systemic perspective, spatialization processes of various cultural and relational
practices of subjects in situation.
INTRODUCCIÓN
Al estudiar las prácticas de la vida cotidiana de un grupo de familias que habitan una zona de
las sierras de Córdoba, se reconoce la existencia de un particular conjunto de procesos
habitacionales emplazados sobre un terreno natural situado en el valle de Punilla. Desde una
perspectiva etnográfica, se presentan las particularidades del caso de análisis, para poner en
relevancia parte del proceso de consolidación espacial de un área de los valles serranos de la
provincia de Córdoba, muy próxima a la localidad de Córdoba Capital (50-70km). Desde una
visión etnográfica multisituada, se reconoce una articulación constante con otras áreas
serranas, tanto en los circuitos de los producidos habitacionales, como en los intangibles
culturales. Desde allí se pone en tensión la restricción que enmarca los hechos habitacionales
meramente a lo artefactual, distinguiendo que existen procesos en los que prevalece un sentido
del habitar de carácter dinámico y flexible. Para entender tales procesos se recurre a un estilo
de comprensión situado desde la historicidad progresiva de los fenómenos habitacionales.
La primera parte de este artículo, aborda la construcción del mundo social en los intersticios de
los producidos habitacionales generados en el encuentro de prácticas globales y sus procesos
de traducción sobre los escenarios locales. Se argumenta como la noción del habitar ha sido
abordada, tanto en estudios como en acciones de variados alcances, desde una perspectiva
fija del término, que ha reducido el campo de análisis a elucubrar consideraciones sobre
cuestiones artefactuales por sobre aquellas que se entraman en la producción cultural que les
sustenta. Desde esta visión particular es posible evidenciar un sentido relacional de sus
variables. En la segunda parte, se presentan herramientas que permiten ampliar la visión de la
problemática. Para ello se acude a la etnografía multisituada, en tanto que esta permite
conjuntar diversos sitios y exponer sus relaciones. En este orden, se introduce el análisis de la
vida cotidiana de un caso de estudio, que desde una perspectiva histórica de sus prácticas
relacionales, evidencia constructos culturales y practicas habitacionales comunitarias en una
red habitacional alojada en las sierras de Córdoba. Desde una mirada descentralizada se hace
posible rastrear y detectar elementos en un sentido relacional de las expresiones del hábitat. La
tercera parte, propone descifrar las relaciones inherentes a un proceso cotidiano y móvil desde
un pensamiento situado sobre las prácticas del hábitat, el cual requiere desenfocarse del a
priori de la referencia espacial y dar lugar a un análisis de redes y lugares constituidos desde la
dimensión comunitaria del proceso. Se describen características que narran la experiencia
concreta de la red habitacional comunitaria de las sierras de Córdoba, valle de Punilla, caso El
Montecito. Por último, la cuarta parte, sintetiza y propone un abordaje metodológico que
recupera la extensión de la red y sus diversos escenarios-nodos que se entretejen en un
espacio-tiempo difuso. Se plantea dar continuidad al análisis desde una perspectiva
cartográfica que pueda mapear los sitios, sus expresiones productivas del hábitat y permita
reflexionar sobre el enfoque multisituado del mismo.
Una de las preguntas que fundamenta este trabajo, cuestiona sobre cómo se construye el
mundo social en los márgenes de los producidos habitacionales, entendiendo por márgenes a
los intersticios resultantes del encuentro entre prácticas culturales/globales y sus traducciones
sobre los escenarios locales. En gran medida, las prácticas globales del habitar surgieron como
procesos culturales ordenados tras la lógica de lo universal. Desde entonces, la ciudad
i
latinoamericana, en tanto proyección colonial hispánica, se pensó como el sueño de un orden
que tuvo la oportunidad de expandirse sobre tierras consideradas vírgenes y que dio lugar a un
capitalismo expansivo y ecuménico fundado en un entramado cultural antropológicamente
ciego (Rama, 1985). De esta manera, Latinoamérica quedó constituida como la proyección del
mundo europeo, burgués y mercantil, el cual se impuso direccionando el proceso económico de
la nueva conquista y trazando el perfil de las regiones que conjuntamente se fueron
urbanizando (Romero, 2001). Desde allí se esperaba, a partir de la perspectiva de una tabula
rasa, retomar los avances de la razón ordenadora clásica para imponer medida y orden a toda
actividad humana (Rama, 1985).
En este marco, los asentamientos humanos se han consolidado en base a prácticas vinculadas
a dicho modelo de ordenamiento, recomponiéndose -en el caso del proyecto americano- al
Territorio por antonomasia y al Espacio como entidad excelsa, “lugar desde donde será posible
fundar la modernidad a partir de la monstruosa negación de una específica historia”
(Fernández, 1998: 11). Sin embargo, dichas taxonomías idealizadas iban a encontrarse
rápidamente con un eco inesperado: el encuentro de culturas diferentes y su posterior
hibridación. La ciudad formal, la ciudad ideológica, la ciudad autónoma o heterónoma, que ha
ido redescubriéndose como ciudad real, emplazada y comunicada en sus orígenes y adaptada
a sus circunstancias, evidencia la peculiaridad que la forjó en esa dialéctica: la interpretación
del pasado y un proyecto hacia el futuro (Romero, 2001). Esta ambivalencia peculiar,
caracteriza las dos caras del proyecto americano; tanto su devenir como experimento colonial,
como las traducciones culturales sucedidas, que fueron surcando el escenario local americano,
dando pie a la gestación de experiencias marginales y singulares que reconstruyeron
continuamente tal relación. Dichas experiencias, han sido consecutivamente sometidas a
revisión, ya sea en investigaciones científicas, como en programas de acciones
gubernamentales y no gubernamentales. El estudio sobre estas prácticas habitacionales,
representa un amplio abanico de miradas, que en su mayor parte sitúa sus interpretaciones de
manera comparativa a un modelo global, hegemónico y civilizador, que naturaliza los valores
de la sociedad liberal en torno al ser humano, la naturaleza, la riqueza, la historia, el progreso y
la buena vida (Lander, 1993). A menudo se retoman indicadores cuantificables, paramétricos y
estadísticos que categorizan las producciones habitacionales según niveles de vida, desarrollo
y pobreza, en comparación a resoluciones universales condicionadas y estructuradas por
interpretaciones deterministas que reducen su mirada a la realización material, e ignoran las
formas locales de expresión y producción habitacional.
De manera paralela, diversos estudios en torno al hábitat, se han centrado en recuperar una
perspectiva participativa y emancipadora para con los actores participantes (Producción Social
del Hábitat), con el afán de superar aquel análisis que pone al centro la problemática de la
vivienda o del barrio, sin reflexionar sobre el modelo de desarrollo económico que subyace en
la lógica de la expansión de la ciudad y sus lógicas de producción socio-técnicas. Estas
iniciativas, devinieron en la profundización de la noción del hábitat y su producción, al poner en
reconsideración su dimensión procesual, relacional y simbólica. En este sentido, analizar las
problemáticas del hábitat como un producto socio técnico, ha permitido enriquecer la
perspectiva y el análisis de otras dimensiones que permiten dar cuenta de la complejidad del
fenómeno. En un sentido amplio, si se entiende al hábitat como la convivencia de una especie
(cualquiera sea) con el topos, y con el resto de las especies, se torna posible percibir la unidad
habitativa del topos humano en contexto de comunidad, la cual emerge del raciocinio, de la
prueba y el error, que a diferencia de otras especies, procura acciones meditadas
meditada y adaptativas
de su topos (Fernández, 2010). También es una diferencia sustancial, dirá Fernández, la
vulneración de la resiliencia del topos,, en lo que respecta a la agresión que resulta para con las
condiciones previamente existentes.
existente . Esta agresión no es fortuita, sino que obedece a un
entramado cultural
ultural tejido por el ser humano desde hace largo tiempo, no solo por el impulso
imperialista de los descubrimientos de nuevas tierras y las reconocidas luchas de poder por el
dominio territorial, sino también por el macroconstructo occidental que tuvo lugar
lug en la narrativa
de la modernidad, posicionando a la sociedad liberal industrial como el único orden deseado
posible de instalar (Lander, 1993). Esta narrativa universal permeabilizó todos los sentidos del
de
topos humano,, condicionando el desarrollo de casi todas las áreas naturales circundantes, en
una exacerbada producción material de un hábitat que ha venido implicando un uso desmedido
de la naturaleza. En este sentido, el hábitat, entendido como artefacto, se ha posicionado
posic como
un ideal de tipo universal que motoriza soluciones estándares, imperecederas y cada vez
menos respetuosas con el necesario equilibrio ambiental. Sin embargo, una clave de lectura
paradigmática, posibilita indagar sobre situaciones intersticiales
intersticiale que permiten entender cómo
se da la traducción global/local en los escenarios habitacionales desde una perspectiva
situada. Para dar curso a tales conjeturas, se expone el análisis de un área geográfica de las
sierras de Córdoba, donde es posible evidenciar
evidenc un entramado complejo de un hábitat flexible
que conjunta hechos diversos en una red de relaciones múltiples, que posiciona a las
relaciones humanas en un diálogo cuidadoso del medio natural.
Tal como fue relatado hasta el momento, resulta necesario generar una apertura en el campo
del conocimiento sobre el hábitat, de modo tal de aportar, difundir y reconocer expresiones
habitacionales emergentes y alternativas al modelo hegemónico. En este sentido, se vuelve
indispensable situarse por fuera de la perspectiva universal, con el objetivo de comprender las
traducciones de los procesos habitacionales y superar así el entendimiento unidireccional de
las problemáticas. Para generar discusiones de este tipo, la noción de conocimiento necesita
posicionarse no como una sumatoria de teorías, sino desde la complejidad de los fenómenos
sociales, lo cual requiere de una apertura en su visión paradigmática. Para ello, se propone
indagar soluciones que surgen desde el conocimiento endógeno de la situación, y se recurre a
la etnografía como metodología para entender las situaciones que existen en el escenario a
indagar (Garfinkel, 2006). Esta postura intenta superar las concepciones tecnicistas enunciadas
en el primer apartado, las cuales pretenden resolver el o los problemas de alguien o de la
comunidad desde el lugar del agente externo al territorio que se posiciona detectando los
problemas y desplegando sus soluciones. Para ello, el análisis de la vida cotidiana permite
poner en valor la epistemología del sujeto conocido, procurando que su voz no desaparezca
detrás de la del sujeto cognoscente (Vasilachis, 2007). Los conocimientos de la comunidad a
investigar se presentan como productos del sentido común intrínsecos a esa comunidad y
tensionados contextualmente. Dicho abordaje refiere procedimientos evidentes en las acciones
en contexto, como expresiones y acciones prácticas para conseguir logros en la vida cotidiana
(Garfinkel, 2006) desde donde se propone un abordaje comprensivo de los procesos y sus
productos, para estudiar los acuerdos a la vez que reconocer los métodos por los cuales los
actores alcanzan sus resultados.
Con el afán de visibilizar prácticas habitacionales flexibles, y comprender las trayectorias de los
sujetos que las constituyen, la producción de conocimiento debe postularse como resultado de
un proceso social complejo a partir del cual sea posible establecer relaciones entre las
personas. En ocasiones como esta, el trabajo etnográfico se vuelve el eje del proceso
investigativo, al ser la herramienta que permite reconstruir las diversas voces de los sujetos en
situación. Para esto se vuelve necesario distinguir que la etnografía más usual observa y
participa intensamente centrada en una localidad, en una circulación de saberes, de
construcciones conceptuales y prácticas inmóviles, donde no es posible reconocer la
flexibilidad de las fronteras del objeto a observaren un sentido diferenciado, la perspectiva
etnográfica multisituada permite examinar la circulación de significados, objetos e identidades
culturales en un tiempo-espacio difuso (Marcus, 2001), y a la vez reconocer la expresión
etnográfica de la vida cotidiana de los sujetos. De esta manera se vuelve posible evitar el
encapsulamiento del abordaje para recuperar conexiones y asociaciones generadas en
relación a su contexto. En cuanto al análisis de casos,, la etnografía multisituada posibilita
realizar esquemas relativos al sistema-mundo
sistema de cada uno de ellos,, a la vez que permite narrar
relaciones particulares inherentes a las vinculaciones que les articulan.
articulan. De la interacción entre
ambas variables, es posible recuperar un macroconstructo específico referido a cada caso. Por
ello, el ejercicio de mapearlo en un terreno no se traduce en un simple retrato gráfico, sino que
recupera las trayectorias emergentes de los espacios analizados (Marcus, 2001),
2001) rastreando
conexiones y asociaciones (Latour, 2008). Esta actitud etnográfica,
etnográfica requiere de un abordaje de
conocimientos de variada intensidad y calidad, que logre conjuntar los múltiples sitios de
estudio y postular su relación (Marcus, 2001). Es así que la traducción se vuelve herramienta
indispensable para superar la dualidad “ellos/nosotros”, dando paso a la gran cantidad de
matices que surgen de la conexión de los
lo diferentes sitios explorados.
“Lo
Lo persuasivo del amplio campo que cualquier etnografía construye y
mapea, reside en su capacidad de generar conexiones mediante la
traducción y el seguimiento de discursos distintivos de sitio a sitio”
sitio
(Marcus, 2001: 114).
Lo que particularmente interesa, es sondear sobre los procesos de traducción que originaron la
región analizada, como por ejemplo el incremento poblacional sucedido en toda el área y sus
diversas respuestas habitacionales. Ya para la conflictiva formación del moderno Estado-
nación, ante su radical proceso de modernización, cobraron forma las funciones que le son
típicas, tales como el monopolio legal de la violencia o la creación de una administración fiscal,
judicial y escolar nacional, que fueron necesarias para construir la nación y sus ciudadanos
(Zanatta, 2012). Las ciudades que más se transformaron fueron las capitales portuarias, donde
sus puertos marítimos ensanchaban el modelo incitado por el despertar del comercio exterior,
luego las grandes ciudades del interior le seguían en dimensión, adosadas al modelo comercial
y al final la persistencia de la calma provinciana sorprendía por debajo de la forzada
modernización urbana (Romero, 2001). A medida que las comunicaciones se facilitaban, se
añoraba en las ciudades el brillo de las luces, lo mundano, lo metropolitano como señuelo de
ascenso social (Romero, 2001). A partir de las últimas décadas del siglo XIX, las ciudades
latinoamericanas renovaron sus fisonomías transformando su hábitat, aunque esta situación
fue diferente en las ciudades metrópolis que en las más provincianas, distinguiéndose y
coexistiendo a la vez como ciudades más modernas o de aire todavía colonial. Sin embargo
una cierta aspiración a creerse metrópolis quedó dando vueltas en el ambiente (Romero,
2001). Es así que muchas de las localidades serranas de origen colonial (estancias, solares,
postas, mercedes) fueron transformándose de las villas veraniegas para clases altas de finales
siglo XVII, a ofrecerse desde su valor turístico aburguesado de fines del siglo XIX, y que
conjuntamente a la proximidad que permitía la nueva línea ferroviaria Córdoba-Cruz del Eje
(1892), fuera a consolidar la zona durante la primera mitad del siglo XX.
Las formas de vida de la cultura del progreso liberal junto a la modernización de las ciudades,
forjaron un ideario residencial que transitó de la ideología del progreso a la metropolización de
las grandes ciudades. Este modo de vida, se instaló como ideal común para la mayoría de los
habitantes. Para el caso, el acceso de las masas al automóvil provocó cambios en las
estructuras urbanas del territorio, se incrementaron trazados viales que permitieron acelerar la
conexión de la ciudad de Córdoba con el corredor serrano. Para ese entonces las migraciones
urbanas despegaron su pujante vuelo hacia las alturas de las sierras. Los habitantes urbanos
se fueron asentando replicando el modelo de desarrollo habitacional de la gran ciudad sobre
las serranías cordobesas, situación que provocó hacia fines de siglo XX inconvenientes
ambientales tales como abusivos desmontes, contaminación de napas y basurales a cielo
abierto entre otras cuestiones. En la actualidad, una considerable cantidad de familias ha
migrado de la gran ciudad a los pueblos serranos, movimientos migratorios que responden a
diversos procesos de movilidad social. Sin embargo, los que constituyen el foco de análisis del
presente trabajo, son aquellas migraciones basadas en el abandono del modelo de vida urbana
para establecerse en torno a un ideal de vida más natural. El foco particular del análisis, se
asienta en el modelo de producción de hábitat generado por estos movimientos en las últimas
tres décadas (s. XX-XXI), donde se reconoce que su particularidad impacta en la construcción
de la cultura, de la identidad y de los modos del habitar. Tal distinción, postula esta zona como
un intersticio de los modos de habitar, generado desde un escenario local sobre el cual se
entretejen una variedad de prácticas culturales. Las mismas son reconocidas en una identidad
específica de gran articulación que tensiona diferentes nodos de una red habitacional pujante.
Tal como introducen Ferguson y Gupta (2008), el espacio ilustrado en mapas etnográficos, se
constituye como un plano neutro sobre el que se dibujan diferencias culturales, memorias
históricas y organizaciones sociales, generando problemas isomórficos entre las nociones de
espacio, lugar y cultura. En los valles serranos cordobeses, tal dislocación va tramando
polaridades culturales: los lugareños, los extranjeros, los hippies, los chuncanos, los
cordobeses, los porteños, los serranos, los de tantos lados y tantas otras expresiones más, dan
cuenta de una pluralidad que va más allá de la conexión cultural con un lugar determinado,
despojándose de la imposición sobre la cultura como un constructo localizado (Ferguson y
Gupta, 2008). Allí residen conjuntamente sin ser subculturas que instituyan la dominación de
una por sobre otra (Ferguson y Gupta, 2008). Los autores mencionados invitan a reconocer
que los espacios siempre han estado interconectados jerárquicamente de alguna manera, así
los cambios sociales pueden ser entendidos para repensar las diferencias a través de la
interconexión y no como un asunto de articulación cultural. La propuesta es examinar el
proceso de constitución de las comunidades, atendiendo los procesos de construcción
simbólica que convierten a ese espacio en lugar. En este recorrido, la imaginación de una
comunidad ideal se vincula a un lugar imaginado, un lugar recordado, o un lugar proyectado en
razón de estos sueños e ideales, como si fuera un ancla simbólica para construir
imaginativamente un nuevo mundo, al mismo tiempo que las localidades reales se tornan más
indefinidas y desdibujan sus arraigos territoriales (Ferguson y Gupta, 2008).
Una de las preguntas desde la etnografía era desde donde venía este sueño lejano y diferente
del que habían heredado. La convivencia entre los seres se plantea desde lo colectivo, allí sus
vivencias son reconocidas por herencias familiares, aunque también argumentan que una
memoria natural habita desde siempre en el ser humano, y que esa fuerza evolutiva les inspira
para construirse con el entorno cercano, cotidiano, ecológico, cooperativo, sin patrón, que para
ellos habita en la tierra más allá del tiempo y evoca una memoria del lugar más allá del
espacio, lo que realmente inspira su identidad. En este sentido, la bifocalidad que se produce
entre la mirada global y la vida enfocada desde cerca, incomoda la posibilidad de imaginar una
memoria fundante. Si dicha bifocalidad da cuenta de una cosmovisión paradigmática
ii
centralizante , es entonces necesario superar el sentido fijo del habitar del individuo o del
colectivo, para recuperar la dimensión relacional de la identidad, individual y grupal. Para esto,
una nueva antropología del sujeto se hace necesaria, que evite representaciones deductivas y
abstractas, ya que al clasificarlas pierden la complejidad simbólica y social de la persona, tanto
en lo individual como en la suma de esas individualidades (Agier, 2012). Por ello, pensar al
sujeto anclado a una resolución material de su hábitat pierde los lazos de lo intangible: aquello
que fundamenta el universo de las relaciones sociales de la comunidad y las vuelve
particulares, es decir las relaciones en lo situacional.
Para la antropología del sujeto, definir un sujeto desde la reflexión de sus condiciones de
irrupción en un momento y un lugar, lo que sería analizar en situación a partir de un proceso de
subjetivación, permite salir de la perspectiva estructuralista que somete a los cuerpos y
espacios a los cánones de la divergencia (Agier, 2012). Esta perspectiva requiere un doble
enfoque; teórico y empírico, donde lo social y lo relacional construyen un sujeto que pone en
duda la habitual manera de pensar, y que expresa, con sus iniciativas espaciales, una situación
específica que obliga a practicar un descentramiento del análisis. En primera medida surge la
necesidad de desplazarse de la noción de universalidad, reconstruyendo experiencias del
pensar situado en el campo de la producción del hábitat. En este sentido, las etapas de un
descentramiento antropológico (Agier, 2012) consisten en tomar conciencia de la
mundialización y la circulación de saberes como claves para repensar el culturalismo de lo
universal. Desplazar el lugar del centro y el orden hacia los bordes y el des-orden, permite
reconocer a las fronteras como umbrales de incertidumbre para la observación sin prejuicios de
lo que determina la existencia de aquello (Agier, 2012). Por esto es necesario observar todo lo
que es sitio de la frontera; sus límites, lo externo, aquello que modifica su orden identitario
existente, planteando una antropología proclive a captar una historicidad y dinamismo posible a
partir del análisis situacional. Pensar lo relacional de manera global a la vez que particular,
requiere de una antropología despojada del a priori. Para generar esta ruptura, o bien este
descentramiento, Agier propone acudir al análisis de redes (será abordado más adelante), el
cual ha sido concebido para dar cuenta de las relaciones sociales y urbanas.
Un pensamiento situado y profundo sobre las prácticas de hábitat, es aquel que busca descifrar
relaciones inherentes a un proceso que se construye cotidianamente, puesto que el mismo es
móvil. Despojarse del a priori de la referencia espacial se transforma en una actitud ineludible
para enfocarse desde una postura descentrada, lo que posibilita abordar un análisis coherente
con las relaciones sociales como sinónimo de movilidad. La antropología urbana permite
diferenciar dos momentos de análisis, tal como lo plantea Agier (1995) en su texto “Lugar y
redes”: 1º las significaciones relativas a los espacios de la ciudad, como informantes de las
identidades urbanas. 2º las sociabilidades, como informantes de las cultura que conforman el
apego a los lugares urbanos, con la reinvención de los lazos sociales heterogéneos
contemporáneos. Los nuevos significados se van sumando a los antiguos, de manera que los
mundos relacionales de la actualidad que conforman el lugar y le dan sentido, están rodeados
de fronteras sucesivas que construyen la identificación social que provoca el arraigo al sitio, por
medio de lazos sociales. También los nombres del lugar son marcadores de identidad. Para
entender cómo se conforma la red habitacional propósito de este trabajo, será necesario
presentar rasgos sobre los espacios circundantes y las sociabilidades de apego al lugar que
van vinculando los nodos de esta red. Algunas características comunes que surgieron del
recorrido del trabajo de campo son:
En adelante se describirán situaciones particulares sobre una comunidad analizada, con el fin
de reconocer algunas características y poder ponerlas en tensión en relación al resto de la red,
con el objetivo de ir demostrando la conformación de la misma y poder comunicarla a partir de
este escrito.
La dimensión comunitaria
En una de las comunidades serranas del valle de Punilla, como en tantas otras, viene dándose
un proceso habitacional de características comunitarias, muy ocupado por la protección
ambiental, específicamente del monte nativo, y fecundo por interpretaciones sostenibles que
surgieron del anhelo de cada residente y poco a poco fueron modificándose por el andar
colectivo. Esta comunidad se encuentra asentada en un barrio de la ciudad de Cosquín y
funciona de manera asamblearia hace aproximadamente tres años. En una de sus reuniones
han descripto los objetivos por los cuales llegaron al barrio y sobre como esto se fue
modificando según el paso del tiempo. En este acto, algunos de ellos han contado que llegaron
por el “el sueño de anclar en un lugar, con una casa y una huerta”, o por visitar a un amigo
alejándose de la gran ciudad, siendo siempre el trasfondo el del bienestar colectivo, o la
construcción grupal, más allá de los conflictos existentes, y en donde la construcción familiar
generacional pueda prosperar. Poco a poco, según puntualizan algunos de ellos, esa
necesidad de vivienda se iba tejiendo con el trabajo entre vecinos (mingas), desde donde
surgieron emprendimientos barriales que les hace posible cuidarse y conseguir aquello que
quieren accionar. Esto les fue permitiendo sociabilizarse, identificarse y pertenecer a “un
“
equipo” que funcione mas allá de las diferencias, “ofreciendo
“ lo propio”,
”, que trabaje hacia el
interior en búsqueda de paz. Entienden fundamental evitar el conflicto a través de la búsqueda
de lo positivo, construcción que se va generando día a día, noche a noche, en el andar de lo
cotidiano como fruto esencial de su identidad.
iv v
Subir de a pie por la “Bob
Bob Marley”
Marley es un punto común para los vecinos de El Montecito que se
está “protegiendo”
protegiendo” ahí arriba.
arriba La urbanización de este sitio data desde 1940, para entonces
solo algunos vecinos habitaban de forma permanente,
permanente, en casas típicas de alrededor de 1950
en adelante, con tejados rojos y galerías importantes, casas quintas, casas chalet sobre
terrenos de gran extensión, incluso solo algunas manzanas habían sido demarcadas. Era
monte, era lo que comúnmente la gente
gente de la ciudad llamaba “campo”. Algunos lugareños
decían que no había nada, otros reconocen que lo que había era “pura
pura naturaleza”.
naturaleza Es también
sorprendente lo que cuenta una vecina de cuando ella era pequeña y visitaba a su abuela, una
de las pocas que habitaban el lugar, ella presentía que alguien más había habitado esas
tierras. Contaba que en una de las expediciones por el lugar habían encontrado hoyuelos en
las piedras, y sabían, a dotes de la enseñanza de la escuela, que ello se trataba de presencia
prehistórica, precolombina. Con más o menos memoria, lo que muestra es que para algunos
allí iba a suceder un modo urbano-serrano y para otros allí se iba a aprender a convivir con lo
existente, con lo natural. Hay vecinos que comentan que “menos mal que están los hippies y no
vi
hay una villa miseria”, porque piensan que en todo caso los hippies, con su modalidad , no le
hacen daño a nadie. Pero otros vecinos se lamentan de su presencia y les amenazan con
vii
desmoronar la mugre en que piensan están convirtiendo el lugar . Cuando piensan en mugre
se refieren a que no han “limpiado” la “maleza”, refiriéndose a la flora autóctona. El asunto está
en que está comunidad busca proteger lo que considera la memoria del lugar, reconocen como
preexistencia a lo natural (ecosistema), en el sentido más simple de la vida, y en relación a sus
ciclos, por ejemplo; la muerte. Los habitantes de la comunidad piensan que la naturaleza no es
maleza para borronear, sino que la consideran fundamental para los ciclos de la vida sostenible
hacia un futuro mediato. Que conservarla, protegerla, preservarla, constituye desde su punto
de vista un derecho de todos los seres, incluso de los no-humanos, y que desde allí sería
posible una armonía y un buen vivir.
Ejes
El Montecito se ha gestado con la idea de proteger una forma de vida puesta en relación con el
lugar, lo que significa ir desprejuiciándose de lo que las redes modernas proponen para el
territorio. Esto les permite repensar y aprehender desde lo que las redes orgánicas tienen para
ofrecerles. Para ellos las formas principales de sociabilidad se dan en torno y dentro de estas
redes orgánicas, las cuales pueden considerarse atravesadas por ejes de acción comunes.
Aquí se presentan cuatro objetivos específicos construidos por y para la comunidad de El
Montecito, los cuales son susceptibles de ser modificados según las experiencias que les
vayan aconteciendo. Los habitantes de la comunidad propusieron cuatro grandes ejes
orientativos que de alguna manera ordenan o compatibilizan las acciones en lo individual y en
lo grupal. A saber:
El lugar serrano puede entenderse a la manera en que Agier (1995) propone en su texto: visto
desde el exterior; definido como una región moral, -en el sentido que Park le atribuye al
término- que define los límites de la comunidad y las caracterizaciones morales que
viii
externamente genera , nivel que permite la comprensión de las movilidades residenciales y la
atracción que ejercen ciertas zonas según la distinción que provean. Visto desde el interior;
donde la observación etnológica de las posiciones, redes e itinerarios de los individuos se
perciben como formas no necesariamente espaciales, sino que el apego demuestra la
identidad, aun sin que haya un límite físico trazado con precisión (Agier, 1995).
Es notable una territorialidad generada en torno a elementos más dispersos, dentro y fuera de
la comunidad del caso en análisis. En este sentido la red se amplía. Aparecen escenarios que
espacializan prácticas comunes en diferentes sitios geográficos, con mayor o menor distancia
física. Muchos de estos nodos son itinerantes y otros son más bien permanentes. Esto da
cuenta de la existencia de una red habitacional tensionada desde la situación nodal y que se
expande configurando un entramado relacional a lo largo de los valles serranos de la provincia
de Córdoba. La misma se evidencia a partir de una historicidad particular construida desde
situaciones singulares y articulada por prácticas relacionales que reposicionan a la cultura
como un constructo no localizado (Fergunson y Gupta, 2008). Muchas de sus prácticas, tales
como talleres, encuentros, ferias, mingas, referidas a lo ecológico, lo sustentable y lo natural,
son un punto de encuentro para el aprendizaje de la cultura relacional de los sujetos. Allí se
reconoce que las necesidades resueltas desde la creatividad y con las capacidades/recursos
disponibles, traen a la luz la existencia de situaciones singulares que residen en los umbrales
del análisis. La generación de espacios intersticiales del habitar con sus constructos políticos y
simbólicos particulares, recrean dichas atmósferas, demostrando que lo social y lo relacional se
imponen situados espacialmente por iniciativas y expresiones en un momento específico, más
allá de una estructura espacial previamente codificada, obligándonos al descentramiento
antropológico del sujeto (Agier, 2012).
La descripción de esta red, orienta el estudio de la problemática como una bisagra articuladora
hacia un análisis cartográfico y multisituado que posibilite reflexionar sobre los modos de
habitar las serranías cordobesas y los valles que en ellas se encuentran. Dicha perspectiva,
permite comprender, narrar y hacer visible que las relaciones de lugar habitacional trascienden
los límites de lo urbano y configuran una nueva habitabilidad que comienza a hacerse presente
tras el sentido de un hábitat montecino.
Bibliografía
1. Agier, Michel. 1995. Lugares y redes. Las mediaciones de la cultura urbana. Revista
Colombiana de antropología. Vol. XXXII.
2. Agier, Michel. 2002. La ciudad desnuda. Surgimiento de una nueva condición
humana. Territorios. Nº7. Pp. 13-25. Universidad del Rosario, Colombia.
3. Agier, Michel. 2011. El giro contemporáneo de la Antropología. Tiempo Histórico. Nº3.
Pp. 15-24. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
4. Agier, Michel. 2012. Pensar el sujeto, descentrar la antropología. Cuadernos de
Antropología social. Nº35. Pp. 9-27. FFyL. UBA.
5. Agier, Michel. 2014. De la frontera a la condición cosmopolita. LA antropología más allá del
multiculturalismo. Frontera Norte. Vol. 26, Nº3. Pp. 57-73.
6. Certeau, Michel de. 1999. La invención de lo cotidiano 2: Habitar, cocinar. México.
Universidad Iberoamericana.
7. Ferguson, James y Gupta, Akhil. 2008. Más allá de la “cultura”: Espacio, identidad y las
Políticas de la diferencia. Antípoda. Nº7. Pp. 233-256.
7. Fernández, Roberto.1998. El laboratorio Americano. Arquitectura, Geocultura Y
Regionalismo. Madrid. Biblioteca Nueva.
______ 2010. Ecología Artificial. Buenos Aires. Concentra
8. Garfinkel, Harold. 2006. Estudios en etnometodología. México. Anthropos Editorial.
9. Guba, Egon y Lincoln, Yvonna. 2002. Paradigmas y competencias en la investigación
cualitativa. En Por los rincones. Antología de métodos cualitativos en la
investigación social. Denman y Haro, comps. Pp. 113-145. El Colegio de Sonora,
Hermosillo, Sonora.
10. Lander, Edgardo (Comp.) 1993. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias
sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires, CLACSO.
10. Latour, Bruno. 2008. Reensamblar lo social. Buenos Aires. Manantial.
11. Madoery, Oscar. 2013. Tres tesis para una re-interpretación política del desarrollo. Temas
y Debates. Año 17, número 26, pp. 13-37.
11. Marcus, George. 2001. Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la
etnografía multilocal. Alteridades. 11 (22). Pp. 111-127.
12. Rama, Ángel. 1985. La Ciudad Letrada. En “Cultura Urbana Latinoamericana”, Hardoy,
Jorge Enrique y Morse, Richard (Comps.). Pp.11-38. Buenos Aires, CLACSO.
13. Romero, José Luis. 2001. Latinoamérica: Las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Siglo
Veintiuno.
12. Vasilachis de Gialdino, Irene. (comp.). 2007. Estrategias de investigación cualitativa.
Buenos Aires. Editorial Gedisa
13. Vasilachis de Gialdino, Irene. 2011. Prólogo en Manual de investigación cualitativa. Vol. 1.
El campo de la investigación cualitativa. Denzin y Lincoln (comp.). Buenos Aires.
Editorial Gedisa.
14. Salamanca, Carlos. 2012. Alecrín, cartografías para territorios en emergencia.
Rosario. UNR Editora.
15. Zanatta, Loris. 2012. Historia de América Latina. De la colonia al siglo XXI. Buenos Aires,
Siglo Veintiuno
Notas
i
Terán, Fernando. 1997. La ciudad hispanoamericana: El sueño de un orden. Madrid. CEHOPU
ii
Se entiende por paradigma al sistema de creencias o visión del mundo que guía al investigador, en su
ontología y epistemología fundamentales en la producción de conocimiento y del discernimiento de la
realidad (Guba y Lincoln, 2002),
iii
Algunas de las actividades existentes en una de las localidades relevadas son: Proyecto La adobera
(producción colectiva de adobes), el Algarrobo (espacio de aprendizaje de actividades físicas), El puente
(espacio de aprendizaje para niños- escuela-), recolección de frutos del monte peperina (pseudónimo de
un cerro próximo), las mingas (espacios de encuentro de base solidaria para la realización de tareas
varias; ej: construcción de vivienda), etc.
iv
Esta es una calle que fue trazada por uno de los vecinos, tiene la particularidad de ser más usada por
los habitantes del barrio que muchas de las calles que estaban diseñadas por la urbanización primaria.
Esto se debe a que surgió tras la expresión de necesidad y deseo de ellos mismos en relación a sus
prácticas habituales. Esta calle conecta a la comunidad con el “otro lado” del barrio, con la localidad
vecina más próxima, y es una de las vías para alcanzar los paradores del sistema de transporte público
que conecta con las grandes ciudades. La calle es de tierra y pueden sobre ella transitar vehículos
también.
v
Nombre elegido comunitariamente para una zona que se intenta transformar al estado de area de
reserva cultural urbana.
vi
Haciendo referencia a un cierta idea de ecoaldea, ecobarrio o viviendas ecológicas.
vii
Existe una fuerte puja inmobiliaria respecto de las diferentes maneras de concebir el lugar urbano o
lugar de asentamiento. Los supuestos “hippies” tienen una visión respecto de la propiedad de la tierra
que no está basada en el valor monetario de la misma. Por el contrario, sus comunidades no compran
lotes, consideran un derecho fundamental el poder habitar la tierra, y por ello simplemente la utilizan.
Esta situación, y en general la manera de construir, lejos está de las tecnologías de acabados modernos
y “sofisticados”. La estética de las viviendas no es la del valor de mercado que hoy en día, en cierta
medida, regula los proyectos arquitectónicos. En este sentido, otros vecinos que menosprecian sus
producidos habitacionales, entienden que ese estilo de vida no es digno, y no lo respetan ni comparte,
denunciando, a menudo, toda situación “irregular” posible de ser acusada ante la ley.
viii
Así el lugar tiene al escenario global como contexto de referencia.