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16º.

Encuentro Internacional de Educación Inicial y Preescolar: ¨Desarrollo


Integral de la Primera Infancia, Inclusión y Atención a la Diversidad¨
La neuronutrición, salud, apego y su influencia en el aprendizaje infantil
Jose Miguel De Angulo
Inicialmente se revisarán los cinco determinantes del desarrollo de una arquitectura cerebral robusta y
cómo la carencia o deficiencia de uno o más de estos estos cinco determinantes repercute en la
capacidad del cerebro para realizar procesos cognitivos, autorregular emociones, y tener capacidad para
mantener su salud física y mental. Los cinco determinantes que se revisarán son: la nutrición física, la
nutrición socioemocional, la nutrición cognitiva, el desarrollo de la autoagencia y el rol de los entornos
seguros y enriquecedores. Si bien estos cinco determinantes son críticos para todas las personas, con
mayor razón deben cuidarse con personas que por una u otra razón nazcan con, o adquieran
limitaciones. Luego nos concentraremos en la nutrición socioemocional y la autoagencia ya que estos
dos determinantes son los más erosionados o afectados con personas que nacen con características
diferentes y que son etiquetadas “con discapacidades”.

Todos los infantes tienen la necesidad fundamental de conectarse, crear vínculos y establecer un apego
seguro con sus padres. Este proceso de “entretejerse” con los padres es una de las primeras tareas del
cerebro ya que de esto depende que los adultos puedan responder efectivamente a los diferentes
intereses y necesidades que el infante vaya presentando. El apego seguro juega un rol fundamental en
el aprendizaje del infante ya que eso le da la confianza para explorar e interactuar con su entorno
sabiendo que apenas enfrente situaciones de estrés o se sienta amenazado tiene certeza de que sus
padres le ofrecerán protección y consuelo. Cuando un infante es “etiquetado” con una “discapacidad” o
es patologizado por la familia, profesionales o instituciones, se afecta profundamente su identidad y la
certeza del apego pues en unas relaciones altamente permeadas por “lo faltante” o “lo anormal”
constantemente el infante percibirá que no puede satisfacer las expectativas de sus padres y
cuidadoras. El ingresar a un tipo de interacciones donde se aplica constantemente el modelo de “la
estimulación temprana”, donde el infante sabe que debe estar atento al grande, al poderoso, para
responder a las expectativas expresadas con los ejercicios de estimulación, fácilmente puede llevarle a
tipos de apegos ansiosos tratando de responder a esas expectativas, como también en otros momentos
a apegos evitativos cuando perciba la incomodidad o rechazo que los padres puedan experimentar por
no poder responder a lo que ellos quieran ver. El violar el desarrollo de la autoagencia del infante
impidiendo su autonomía y su libertad es uno de los daños más grandes que pueda experimentar y que
afectará toda la trayectoria de su vida.

El apego juega un rol central en el desarrollo en la vida del infante y continúa siendo central durante
toda la vida. En la adultez, las representaciones de apego adquiridas moldean sus formas de percibir y
sentir con respecto a las tensiones y angustias de las relaciones íntimas con su pareja, sus relaciones
padres- hijo, sus relaciones laborales y la forma en que se percibe el yo. Igualmente, la capacidad para
los aprendizajes y la utilización apropiada de ellos está altamente relacionada con la salud mental que
tenga la persona. Cada día se reconoce más y más el rol que el apego seguro tiene en la salud mental de
las personas.
Hace ya más de 60 años, la Organización Mundial de la Salud le solicitó al psiquiatra infantil británico
llamado John Bowlby que desarrollará un documento sobre salud mental en la niñez. La tesis central de
Bowlby fue: “se considera esencial para la salud mental, que un lactante o un niño pequeño
experimente una cálida, íntima y continua relación con su madre (o madre sustituta - o madre sustituta
permanente- una persona que le cuide en forma estable) relación en la cual ambos encuentren
satisfacción y deleite”. (Bowlby J. 1953). Los seres humanos existimos para estar conectados, para
expresar y recibir amor pero para ello se requiere desarrollar patrones de interacciones que se aprenden
en la infancia temprana.

Cuando hay situaciones de negligencia o conductas intrusivas y controladoras de los padres u otros
adultos hacia el infante, se afecta seriamente la posibilidad de los apegos seguros. Son estos tipos de
interacciones los que van a ir “discapacitando” al infante en sus primeros años, lo cual se continuará
consolidando a través de las discapacitaciones que hacen los sistemas (educativo, salud, etc.), las
infraestructuras, y los miedos de la familia y la sociedad de interactuar ante alguien que ha sido
“patologizado”. La experiencia de ruptura de esas relaciones, de esa necesidad de estar apegado, genera
altos niveles de estrés e incertidumbre acerca de sí mismo y acerca de los demás. En la medida que el
infante experimente incomprensiones, abandonos y /o maltratos se produce ruptura y separación. Entre
más frecuentes y largas sean estas separaciones, mayor será el daño experimentado. Rupturas
pequeñas son dolorosas, pero afortunadamente se pueden dar espacios largos de cercanía y estabilidad
que permiten la seguridad en la relación. Rupturas grandes son desbastadoras que pueden llevar
primero a manifestaciones de protesta del infante, luego a un estado de desesperación y finalmente a
un estado de desapego y desesperanza trayéndole un profundo impacto en su personalidad para el
resto de su vida. Esto frecuentemente se refleja por su poca capacidad para la integración y la
convivencia en la familia, luego en la escuela, y finalmente en los espacios laborales y en su vida íntima
con su pareja y posibles hijos/as que pueda tener.

Además de la profunda necesidad del infante para conectarse y desarrollar apegos seguros con sus
padres, tiene una profunda curiosidad para explorar el mundo. Su arquitectura cerebral está sedienta
para explorar y asignar significados a ese increíble mundo al que ha llegado y que solo había podido
percibir de una forma muy limitada mientras estaba en el periodo intrauterino. Ahora cuenta con una
rica capacidad sensorial que trae al cerebro toda clase de imágenes, formas, olores, sabores, sonidos y
sensaciones a través de su cuerpo. Esa gran cantidad de estímulos pueden ser extremadamente
atractivos, inclusive fascinantes, o pueden convertirse en elementos amenazantes que le generen altos
niveles de ansiedad o estrés tóxico que lesiona su arquitectura cerebral. La diferencia lo hace
dependiendo si percibe que se encuentra en una plataforma segura para salir a explorar ese mundo
nuevo, o si percibe que no cuenta con esa plataforma que le pueda dar seguridad y protección ante esas
interacciones con el rico y complejo entorno con que interactúa. Esta plataforma que le permite
experimentar seguridad para salir a explorar e interactuar con el entorno que le rodea está determinada
precisamente por el tipo de apego que el papá y la mamá le hayan permitido experimentar al infante.

Finalmente, en la presentación se revisarán rápidamente los tipos de interacciones que fomentan los
apegos seguros, y la relación que esto tiene con el desarrollo de la autoagencia que permite desarrollar
las funciones ejecutivas, sus capacidades de aprendizaje y las capacidades de autorregulación de las
personas a través de la vida.

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