Jean-Marie Schaeffer
Comentario de Adrián García González; 2º de Literatura General y Comparada
Si un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie cerca para escucharlo, ¿hace algún
ruido? ¿Qué vino antes: el huevo o la gallina? En torno a cuestiones de este calibre o
más vanas e insustanciales gira ¿Qué es un género literario?, de Jean-Marie Schaeffer.
La teoría parece, sin embargo, ignorar este hecho. Asustada, a lo largo de la historia ha
releído (y reinterpretado) a estos tres hasta la saciedad, una y otra vez; forzando tanto a
las obras como a ellos para que encajen, como si pudieran, como si hubiera un referente
o una verdad última que alcanzar. Y así nacen corrientes esencialistas o “biologistas”,
que hablan de los textos como árboles o animales que te podrías encontrar por la calle,
naturales, que han sufrido mutaciones a lo largo de generaciones o a lo mejor incluso se
han cruzado entre ellos, en cuyo caso obviamente tenemos que tratar de encontrar a los
padres. Y no es así, no podemos jugar a ser Darwin: el método científico no funciona
porque la literatura la hacemos nosotros; no existe en la naturaleza de la misma manera
en que un nido de gorriones podría ejecutar la Sinfonía nº 5 de Mahler entera por
casualidad y no la llamaríamos música si no hubiese nadie escuchándolo que le asignara
dicha etiqueta. Porque en la naturaleza no hay música sino sonido, o tinta y papel en
nuestro caso; cuanto más tratemos de definirla y limitarla más lejos va a escapar. En ese
sentido, podemos darle las gracias a autores como Dante o Cervantes, que no tuvieron
miedo a salir de estas jaulas y tomar todos los desvíos que quisieron en su camino sin
preocuparse por lo que dijesen los tradicionales académicos, que permanecerían (y
permanecerán) estancados y dando vueltas sobre los mismos conceptos generación tras
generación sin alcanzar la verdad, principalmente porque no hay.
Eso no significa que no pueda haber soluciones o algo en lo que basarnos: si son
consistentes, técnicas y prácticas, si nos van a ayudar en vez de limitarnos o marearnos
en nombre de la naturaleza o la verdad, por mi parte casi cualquier cosa vale. Y
precisamente eso es lo que hace Schaeffer en el segundo capítulo: considerar a la obra
como discurso, como parte de un intercambio comunicativo. A partir de cada uno de los
elementos de dicho proceso (enunciante, enunciado y enunciatario; así como derivados
o partes de estos) surgen diversas variables gracias a las que podemos establecer
diferencias entre los géneros. Por ejemplo, en el caso del enunciante podríamos
considerar quién nos habla y cómo, es decir, dividir las obras según su narrador y el
grado de participación de este (por ejemplo, en un poema el yo lírico tiene mucho más
peso que la voz que narra una novela, mientras que en el teatro en principio no hay
siquiera). En el caso del enunciado o mensaje las cosas se complicarían un poco, pero
aun así tendríamos varios niveles perfectamente clasificables: circunstancia (por
ejemplo, qué noción de tiempo hay en el texto), forma (oral/escrito, verso/prosa,
estructura, longitud, estilo, etc.) y contenido (temática, setting y demás: sci-fi, realismo,
fantasía). Y, finalmente, con la figura del enunciante podemos preguntarnos,
mismamente, si se busca algún efecto en la recepción (enseñar/asustar o lo que sea:
ensayo/didáctico y terror respectivamente). Todo esto son ejemplos que estoy
escribiendo de corrido; me dejo muchas cosas y puede que me equivoque, pero creo que
la idea general se entiende.
El problema viene cuando alguno de los géneros tradicionales abarca o “exige” varias
de estas variables de algún modo (a la poesía lírica, por ejemplo, le asociamos un
narrador con alto grado de participación, verso, tiempo detenido/inexistente, contenido
sentimental y formas como el soneto). En este caso, de nuevo, las cosas se pueden
solucionar si simplemente somos conscientes del problema y moderadamente prácticos;
una vez conocemos el esquema y sabemos dividir estos niveles, podemos dejar de ser
tan prescriptivos y hablar más bien de cualidades: ¿por qué no va a haber poesía en
prosa? ¿O novelas con un carácter más “lírico”? Los géneros deberían servirnos a
nosotros, apoyarnos, pues son nuestra creación.
En resumen y para concluir: los géneros son obra nuestra, no tienen un referente en la
naturaleza y no los vemos en la calle como podemos ver adoquines, periquitos o
chopos, y por lo tanto las reglas y métodos que empleamos para estudiar a estos no van
a dar resultados satisfactorios; inevitablemente alguien va a romper cualquier definición
teórica con el paso del tiempo.
Schaeffer realiza un gran trabajo compilatorio y trata todas estas cuestiones con
determinada profundidad, pero a mi parecer falla a la hora de exponerlo al gran público,
alejándolo de la opinión/conciencia popular y, por tanto, no evitando que la teoría de los
géneros continúe hundiéndose, como ha hecho hasta ahora, en su propio estanque.
Todos esos procesos lógicos excesivamente complicados con términos demasiado
específicos y rebuscados que no llevan a ninguna parte le han dado a este comentario la
portada que tiene, y lo que 4chan ha empezado, 4chan va a terminar. Aquí tenemos las
respuestas que nos otorga y el principal problema de ¿Qué es un género literario?: