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Agustín Vallejo

Odioso Dios: la originalidad ya fue, y ellos también

Con motivo del aniversario de la separación de Odioso Dios, repasamos su clásico “La velocidad lleva a la
destrucción… todos tocan lento menos nosotros” en busca de las claves de su propuesta > Por Agustín Vallejo.

Descubrí Odioso Dios justo para la época en que pensaba que el disco debut de Minor
Threat era lo mejor que podía escuchar mientras esperaba el subte, y pronto me probaron que me
equivocaba: ninguna de sus 15 publicaciones (splits, demos, EP’s o LP’s, todos disponibles en
Bandcamp) supera los 5 o 6 minutos, llevando al extremo el ethos hardcore que inauguraría
Johnny Ramone con su downstroke hace casi cuatro décadas. Sin embargo, su corta longitud no
favorece una escucha desatenta, sino que más bien implica lo opuesto: entre blast beats y
aullidos, es necesario pasar y repasar cada disco de del conjunto porteño para darse una idea de a
qué le cantan y por qué. No obstante, queda claro desde el primer tema por qué les sienta tan
bien el epíteto de power trío.

Además del rechazo por los temas largos, la banda decide ostensiblemente mantenerse en
una línea de composiciones bastante similares tanto en cuanto a su temática (críticas al
mainstream y al caretaje) como en su instrumentación, llevada al extremo en las cuatro partes de
“Al carajo la originalidad”, del disco que nos ocupa. Las cuatro piezas duran 24 segundos entre
todas, y –oh, sorpresa– dan vueltas sobre el mismo tema: la imposibilidad e incluso la falta de
propósito en tratar de innovar musicalmente. Si bien esta es la mención más explícita, el resto del
disco también orbita alrededor de este asunto: “Los únicos tres chistes de Francella” denuncia
tanto la repetición ad eternum del cómico argentino como de la risa mecánica y gastada de su
público, carentes ambas ya de sentido. Abrazando el presente (“Buenas épocas, épocas nada
más” y “Yo pensé que era hardcore punk hasta que vi moshear a David Chocobar”) mietras se
respeta y condena a la vez al pasado (en “El hardcore punk de Finlandia también tenía la posta” y
“Si sos minita todo bien, pero si sos chabón no te puede gustar The Smiths” respectivamente),
Odioso Dios sienta en “La velocidad…” las bases del futuro grindcore que los consagró en sus
igualmente logrados trabajos (“10 horas en tren, 10 minutos de set”). Así, los muchachos parecen
decir que solamente desligándose de la presión por destacar y permitiéndose la copia de sí
Agustín Vallejo

mismos (sin pretensión alguna de “caretearla”) es que puede encontrarse la libertad de hacer lo
que se quiere.

Construidas sobre una base similar de cuatro o cinco acordes en cada caso, y con sólo
unas pocas líneas por tema (las esenciales y nada más), escuchar lo que quizás sea el mejor
puñado de canciones de Odioso Dios es asistir a un manifiesto de nobleza punk y actitud thrash
como el que se podía ver en cada uno de sus shows en vivo. Al final, la velocidad los llevó a la
destrucción; más nunca al olvido.

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