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Los masones en Ame-
rica del Sur y Centro
América, tuvieron una
intensa labor revolu-
cionaria para inde-
pendizar las colonias
española, inglesa,
francesa y portugue-
sa. El resultado de ello
son los diversos países
que hoy forman Cen-
tro América y America
del Sur. Soslayar este
hecho sería no recono-
cer un importante hito
en la historia de estos
países y un vano es-
fuerzo por tergiversar
la historia.
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Americana”, Logia Madre de las Logias Lautarinas.
Más tarde José de San Martín fundó en Buenos Aires, Argentina, otra lo-
gia “Lautaro”, en recuerdo de la sociedad secreta de Cádiz. Después hizo
lo mismo en Santiago de Chile y Lima, donde las logias “Lautaro” fueron
semillero de patriotas en la lucha por la independencia.
San Martín, tras haber demostrado una excelente estratega militar al re-
montar los Andes para llegar a Chile y desde allí dirigirse al Perú, donde
proclamo su independencia el 28 de julio de 1,821; ejerció durante un
poco más de un año el Gobierno del Perú con el cargo de Protector,
La Capitulación de Ayacucho.
Por su parte los mexicanos que habían luchado por varios años, el 28 de
septiembre de 1,821, la Junta Provisional Gubernativa firman el Acta de
Independencia del Imperio Mexicano. La Junta eligió cinco miembros
para formar una Regencia, cuya presidencia recayó en Agustín de Iturbi-
de y como vocales Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez, Manuel
Velázquez de León, y Juan de O’Donojú.
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Para ello muchos masones mexicanos habían luchado por su independen-
cia, existiendo evidencia de ello desde el año 1,810 en el Virreinato de
Nueva España.
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Con el visto bueno y el apoyo económico de la Gran Logia de Inglaterra
del Rito de York se habían establecido en España, en 1,728, cuatro logias:
dos en Gibraltar, una en Madrid y una en Cádiz; de estas logias salieron
los primeros masones que llegaron a Nueva España en la época de la
colonia. La primera logia mexicana fue fundada en el año de 1,806 por
el español don Enrique Mugi en la casa de don Manuel Luyando, regidor
del ayuntamiento, también de origen español, en el callejón de las Ratas
No. 5 que actualmente es un predio en una calle perpendicular a la calle
de Bolívar, colonia centro, delegación Cuauhtémoc, código postal No.
06080 México, Distrito Federal.
El cura del pueblo de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla, don Ig-
nacio Allende y el primer canónigo de la Catedral de Guadalajara don
Ramón Cardeña y Gallardo solicitaron ingresar a la masonería. Fueron
aceptados y la ceremonia de su iniciación se llevó a cabo a las 7 de la
noche del miércoles 9 de abril de 1,807. Esta logia se convirtió en un
centro de conspiración política y fue denunciada por un vecino, mili-
tar con grado de Cabo, de apellido Franco el 11 de mayo de 1,808; el
templo masónico fue allanado y varios masones fueron encarcelados y
sentenciados a muerte por el tribunal de la Santa Inquisición. Hidalgo y
Allende no habían asistido en esa ocasión a los trabajos masónicos. Los
“libertadores” de la patria participaron en la formación de diversas logias
eran copias de las españolas.
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Las grandes logias de la masonería progresista que trabajaban durante la
primera década del siglo XIX en Querétaro, San Miguel, Celaya, Guana-
juato, San Felipe, San Luis Potosí y la de la Ciudad de México, elabora-
ron un plan de acción para la lucha por la independencia.
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“La influencia de las logias masónicas en sus diversas modalidades jugó
un papel decisivo en el pasado histórico del México Antiguo Durante el
estadio previo al movimiento de la independencia de México y su con-
solidación en las tres primeras décadas del siglo XIX, durante el imperio
primero, las Leyes de Reforma y la promulgación de la Constitución de
1,857”
Como los masones del rito yorquino y escoses, tenían la meta de tomar
las riendas del Estado Mexicano fue necesario conciliar las rivalidades
y se creó el Rito Nacional Mexicano compuesto de 9 grados; aprendiz ,
compañero, maestro, caballero del secreto, maestro perfecto, caballero
elegido de los nueve, caballero elegido de los quince, gran maestro arqui-
tecto y caballero del águila mexicana. Después de un trazado de arquitec-
tura siendo las catorce horas del día sábado 26 de marzo de 1,826 quedó
constituida oficialmente la Gran Logia Nacional Mexicana.
Luego del asesinato del general Vicente Guerrero Saldaña, el rito nacio-
nal mexicano, que hasta entonces no había tenido una gran aceptación,
cobró fuerza.
El grupo republicano liderado por Gonçalves Ledo, que tenía como base
la logia Comercio y Artes de Río, se posicionó inicialmente a favor del
decreto de las Cortes portuguesas pensando que si el príncipe Pedro de
Alcántara volvía a Portugal sería más fácil la independencia, el Gobierno
General de Brasil se desplomaría y las Regiones se rebelarían proclamán-
dose diferentes repúblicas independientes.
En Julio, a propuesta del propio Jose Bonifacio, Don Pedro fue votado y
admitido en la masonería de modo que el 2 de agosto de 1,822 fue inicia-
do, adoptando el nombre simbólico de Guatimozin. Tres días después, a
propuesta de Ledo, fue elevado al grado de maestro masón.
La guerra comenzó en 1,895 y terminó en 1,898, en que los Estados Unidos decidieron
intervenir.
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La última fase de la contienda independentista, entre 1,895 - 1,898, se
sustentó principalmente en la estructura organizativa de los partidos po-
líticos, especialmente en el Partido Revolucionario Cubano, fundado por
Martí que había sido iniciado como masón en España. La implantación
sistemática de la masonería en Cuba se produjo, de hecho, a mediados
del siglo XIX, cuando levantaron columnas en Santiago de Cuba las lo-
gias Fraternidad y Perseverancia, erigidas ambas en 1,857. En 1,859, el
masón Andrés Cassard, delegado del Supremo Consejo de Charleston,
fundó en la citada capital oriental el Supremo Consejo de Colón para
Cuba y demás islas de las Indias Occidentales, organismo que acabó tras-
ladándose a La Habana en 1,882. En ese mismo año de 1,859 se erigió
también, en Santiago de Cuba, la logia San Andrés, que junto a los talle-
res anteriormente mencionados constituyó la Gran Logia de Colón. Esta
obediencia vio crecer sus logias en poco tiempo, más el establecimiento
del Gran Oriente de Cuba y las Antillas en 1,862 por Antonio Vicente
de Castro provocaron una crisis. Tras una serie de divisiones internas, la
masonería cubana trabajó a favor de la consecución de un cuerpo masó-
nico unido y, desde finales de la década de 1,870, se realizaron diversas
gestiones en este sentido. En enero de 1,880, la Gran Logia de la Isla
de Cuba y la Gran Logia de Colón decidieron fusionarse y crearon una
nueva obediencia que se denominó Gran Logia Unida de Colón e Isla de
Cuba, cuyo primer Gran Maestre fue Antonio Govín. Los 44 talleres que
formaron parte del nuevo cuerpo masónico reunían una cifra no inferior a
los 2,793 miembros. Por su lado, las obediencias españolas peninsulares,
Grande Oriente de España, Gran Oriente Nacional de España y el Gran
Oriente Español, entre otras, tuvieron también, desde comienzos de la
década de 1,870, representación masónica en la Perla del Caribe, a través
de diversos organismos de carácter provincial. Las obediencias españolas
peninsulares tuvieron una representación cubana muy significativa, pese
a su implantación relativamente tardía. En tal sentido, llegaron a contar
con más de 200 logias en momentos en que, en la capital de España,
apenas se superaban los 170 talleres y, en regiones tan importantes como
Cataluña, la cifra no pasaba de 177 logias. Puede afirmarse, desde el
punto de vista cuantitativo que Cuba fue, después de Andalucía, el foco
masónico más importante de España.
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Precisamente Cuba, es la pionera en cuanto al establecimiento de obe-
diencias masónicas respecto a muchos países de la América continental
española, el último territorio que, junto a Puerto Rico, se separa de la
Corona española.
Esta primera fase de la guerra concluyó sin que Cuba lograse la indepen-
dencia, y tuvo graves repercusiones económicas. Buena parte de las plan-
taciones de caña de azúcar fueron destruidas. Esta destrucción coincidió
con un período en el que la demanda de azúcar en el mercado mundial
disminuyó porque norteamericanos y europeos se proveían mejor de sus
propias cosechas, al mismo tiempo que los precios iniciaban la tendencia
a la baja.
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En su programa, el Partido Revolucionario Cubano afirmaba que, una
vez conseguida la independencia, el Estado repartiría entre los campesi-
nos las tierras que poseía y, al mismo tiempo, adoptaría todas las medidas
necesarias para que la estructura agraria se diversificase, de modo que la
economía no dependiera totalmente del mercado internacional del azúcar.
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Los masones canarios, estrechamente vinculados a Cuba como el resto
de los pobladores del Archipiélago, parece que, sin cuestionar en princi-
pio su propia españolidad, sí comprendían las causas que llevaban a la
Gran Antilla a luchar por su independencia, en el contexto de un ideario
que concebía la libertad como uno de sus principales ejes vertebradores.
En las negociaciones de paz que tuvieron lugar en 1,898 entre los Esta-
dos Unidos y España no figuró ningún representante cubano, y al final de
estas los Estados Unidos obtuvieron, además del control sobre Cuba, la
cesión de Puerto Rico y las Filipinas. Los últimos vestigios de la España
imperial en América se habían derrumbado.
Por otra parte, en 1,900 se sancionó una constitución por la que se es-
tablecía la forma republicana de gobierno, se reconocía la división de
poderes y se aseguraba la vigencia del sufragio universal. Esta última
medida fue un triunfo de los liberales cubanos en contra de la opinión
de los norteamericanos. De todos modos, por presión de la potencia es-
tadounidense, se incluyeron en la constitución varios artículos agrupados
bajo el nombre de “enmienda Platt”.
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