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LA MAGIA DE LA LECTURA ES AMOR

El mago de mi maestro ha creado para nosotros un nuevo planeta, el viejo lugar donde
habitábamos, quedó atrás, muy lejos, Los pasos avanzados han sido de gigantes, pero caminados
con pies de liliputienses y en el nuevo lugar nos sentimos muy a gusto.

Estamos desde hace años aquí, dentro de una gran sala, casa de millones de libros que nos hablan
y nos sonríen agradecidos porque les hemos dados vida. Uno a uno se liberó del polvo del tiempo,
se han sacudido las polillas, enviándolas a lugares remotos. Cada libro se abrió amoroso, magos
diminutos nos condujeron por los caminos de la sabiduría, dama que viví encerrada en ellos.
Fuimos recorriendo cada página con la ansiedad del enamorado que espera encontrar a la vuelta
de la esquina, a su amada.

Nos hemos saciado con el líquido que fluye de cada hoja y gota a gota bebimos el néctar del saber.
Creamos una cadena indestructible de conocimientos y ahora nos disponemos a cambiar el mundo
de fuera. De nada serviría no prolongarse en el tiempo y en el espacio.

Como soldados de un nuevo ejército de los sabios, con las armas del saber, la paz, el amor y la
justicia nos disponemos a arrasar esos estados nocivos de los hombres de allá, de aquellos para
quienes el libro es sólo adorno, o comida del comején u objeto para aplastar insectos.

Esperanza y yo cavilando hemos determinado traer a la memoria cada momento de esa


metamorfosis sufrida para que nuestro testimonio ayude a los hombres de afuera.

-¿Esperanza, recuerdas cuando nos iniciaron en el cuento del buen lector?

-Claro amigo, en ese instante llamaban loco, al aventurero que nos llevó a navegar en los libros. –
Pero mira como poco a poco nos hemos transformado, tú hoy en una gran escritora y yo queriendo
dibujar para otros, otro planeta nuevo, no el tuyo ni el mío sino el de ellos.

Mirando atrás, el camino recorrido, allá en el pequeño salón de ese viejo edificio al que
llamábamos la escuela, entre vetustos maderos preparados para sentarnos largas horas, llegó un
día aquel joven de antiparras cuyos ajos se habían consumido entre los libros para encontrar la
verdad.

Entró caminando suave pero con paso firme y en un instante saca de la manga de su chaqueta un
libro y con voz llena de fuerza irrumpe el silencio y dice –muchachos en este objeto volaremos
desde ahora! Recuerdo que todos abrimos los ojos tanto como ellos lo permitieron, luego
volvieron a la normalidad pero ya estaban abriéndose las ventanas de la curiosidad y cuando nos
dimos cuenta, casi estábamos adormilados.

Soñábamos, éramos los amigos de renacuajo paseador, teníamos la astucia del gato con botas y
nos reíamos de Simón el Bobito. El maestro cada día leía para nosotros, nos adentraba en el
camino de otros cuentos, el trabajo era constante, siempre estábamos alertas y nos
preguntábamos -¿Qué nos leerá mañana?
El llegar del nuevo día era algo fantástico, desde muy temprano nos preparábamos para la escuela.
Corríamos veloces al encuentro con el mago, que nos llenaba la clase de flores y de música. Casi
que nuestros sentidos percibían el aroma de los jardines y el trinar de los pajarillos escapados del
paisaje que complementaba y daba colorido al texto.

En un instante nos vimos en el estrado, junto al maestro, leyendo y releyendo. Ya no queríamos


escuchar su voz, sino la nuestra, estábamos amando lo que hacíamos.

-Esperanza amiga mía, teníamos sueños para compartir y el acto de leer nos daba motivos para
conversar. -¿Estabas tú el día que Inocencio, el más pequeño sacó de su maletín un trozo de
periódico y lo llevaba porque le parecía insólito lo que allí decía?

-Claro que recuerdo ese instante, como si fuera hoy porque desde esa ocasión cada uno dejó de
fluir su espíritu, de búsqueda y no queríamos ser los únicos en no encontrar algo nuevo y diferente
que leer la cartelera del salón se llenó de artículos curiosos, la fiebre de la lectura minaba a todos,
nadie podía escaparse a su embrujo, era magia. La biblioteca se llenó de luces y de voces, las voces
del silencio en el intercambio de mensajes y mensajes; el reloj seguía su camino, nos veía crecer y
nos veía vivir en cada libro. El tiempo fue nuestro aliado en el día y en la noche y el libro la nave
espacial tal vez del principito en el planeta 1…

El mago del libro nos iniciaba en un nuevo texto pero no lo continuaba ya. Sentíamos entonces un
cosquilleo en la conciencia y de repente estábamos buscando para saber que había ocurrido con
Cirus Smith y años después con Gregorio Samsa, luego de haberse convertido en escarabajo. Así
sucesivamente fuimos conducidos a explorar otros muchos libros.

-Sabes Esperanza que fue los más interesantes? Que nunca hubo la presión de notas, que
podíamos leer donde queríamos, en voz alta o en silencio. Era el encuentro con el libro, sin
obstáculos ni barreras, por eso amábamos lo que hacíamos.

-Es cierto amigo, si los maestros nos enseñaran a mar el estudio ya estaría el terreno abonado y la
tarea del jardinero sería fácil.

-Juan vamos de prisa a incorporar a los hombres en el mundo de los libros creados por ellos
mismos y por ellos mismos olvidados. La flama que los aviva no puede apagarse porque de nuevo
irían al cementerio de los estantes a cubrirse de polvo y telarañas o a ser cena de bichos. No
podemos borrar la huella del mago que sacó de su manga un cuadernillo del que fueron brotando
otros magos que instauraron en nosotros el reino de los libros.

La luna aún acompañaba la noche, un viento frío se sintió de pronto. Desperté, mis pies estaban
descubiertos y en ese instante comprendí que era un sueño, un buen sueño que tu maestro lo
puede hacer realidad, que no sea sólo mi delirio que haya quien me enseñe a amar los libros.

HERMELINA ACEVEDO

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