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Serie
El Multimillonario Virgen

Libro 2
Boda
(Wedding) 2

Ryan Field
Este libro fue traducido por el blog BRAD PACK C
para libre lectura solo te pedimos que no cambies nada de él.
Nuestro staff realizó mucho esfuerzo para que puedas leerlo.
3

Este libro es de contenido homoerótico, es decir tiene


escenas de sexo explícito, si te molesta el tema no lo leas, y si
eres débil de corazón no sería recomendable.
Esperamos que lo disfrutes.
Resumen
En esta secuela romántica del Multimillonario Virgen, Luis y Jase
viven felices por siempre en el lujoso apartamento de Jase en Trump
Tower. Ha pasado casi un año desde el desafortunado incidente de Luis
involucrado con un traficante de drogas y con la ley, y han construido una
relación sólida basada en el amor y el mutuo respeto. Tienen anillos de
compromiso y están planeando una pequeña boda en Vermont.

Para todos los efectos, la vida es perfecta. Entonces, Jase decide que
es hora de que Luis conozca a su familia en Alaska y anunciar sus planes
de boda. Aunque Luis se preocupa de cómo la familia de Jase lo acepte se
compromete a subir a un avión y conocer a su nueva familia política, por
no mencionar el hecho de que Luis está aterrorizado de volar.
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Sólo cuando llegan a Alaska, nada sale como Luis había esperado
que saliera...

Luis se entera de cosas acerca de Jase que nunca supo que existían, a
la vez que el guapo mejor amigo de Jase regresa a casa para establecer un
consultorio médico. Ha salido del armario, ha dejado a su amante en Los
Ángeles, y está empezando una nueva vida. Y Luis no puede dejar de notar
que este tipo todavía está enamorado de Jase...

Luis empieza a dudar de la solidez de su relación con Jase. Y cuando


el padre de Jase finalmente deja caer una bomba sobre su pasado el día
antes de su boda, Luis no está seguro de poder pasarlo.

Cuando un rápido viaje de vuelta se convierte en una pesadilla, ¿Jase


y Luis serán capaces de salvar el amor que pensaban que tenían? ¿O un
padre controlador y unos pocos errores del pasado destruirán lo mejor que
les ha pasado alguna vez?
Capítulo uno
La noche anterior a que Luis y Jase dejaran New York para ir a
Alaska, Luis se sentó en el sofá y suspiró. Echó un vistazo al horizonte de
Manhattan desde su apartamento en Trump Tower y tomó una respiración
tan profunda y repentina que su perro saltó. La espectacular pared de
ventanas iba del suelo al techo; el oscuro piso de madera brasileña brillaba
en la sutil penumbra. Se aclaró la garganta y se frotó la mandíbula. Luego
pasó la palma de la mano sobre la calva columna vertebral de su pequeño
perro, y exhaló. Era difícil de creer que hubieran pasado casi once meses
desde que Luis había arrojado al perro del taxi en esa fría y lluviosa tarde a
principios de septiembre.
El perro chino crestado levantó la vista y envió a Luis una mirada en
blanco. Inclinó la cabeza y bostezó. Por lo general dormía en el sofá de dos
plazas estampado con rayas de cebra del antiguo apartamento de Luis en el 5
Upper West Side, lo único que Luis había traído con él cuando se había
mudado al apartamento de Jase.
Luis había llamado finalmente al perro Camp, en parte por su cuerpo
calvo y la exagerada pelambrera larga y rubia en su cabeza, y en parte
porque era mucho más fuerte de lo que aparentaba ser. Camp le recordaba a
menudo a Luis a unas pocas drag queens que había conocido en su tiempo.
A pesar de que parecían escandalosas y frágiles, eran las almas más fuertes
que jamás había conocido.
Jase estaba en el dormitorio que ahora compartían juntos. Estaba
empacando sus maletas para el viaje. Mientras se trasladaba desde el
armario a la línea de maletas tendidas en la cama, silbaba una canción sin
melodía. Iban a viajar a la ciudad natal de Jase en Alaska a la mañana
siguiente, un pequeño pueblo del que Luis nunca había oído hablar, no muy
lejos de Wasilla y Palmer.
Jase no había estado en casa desde hacía casi once meses y Luis ni
siquiera había estado en Alaska.
Los padres de Jase celebraban su cuadragésimo aniversario. Y si es to
no fuera suficiente, su abuela cumpliría sus noventa años. Así que
planeaban una gran celebración juntos. Jase pensó que este sería el
momento ideal para presentar a Luis a su familia y anunciar sus planes de
boda.
A pesar de que sólo iban por unos días, Luis no estaba tan seguro de
todo esto. La única información que la familia de Jase conocía sobre Luis
era la que habían leído en la prensa sensacionalista y lo que Jase les había
dicho por teléfono. A pesar de que los abogados de Jase habían limpiado el
nombre de Luis de esa embrollada situación con Derrick Stutsman y la red
de narcóticos en que Luis inocentemente había sido involucrado, no habría
elegido este tipo de publicidad si hubiera tenido elección. Pero Jase era el
famoso Multimillonario Virgen y no había sido una elección. Y cuando la
prensa descubrió que Jase no sólo estaba involucrado con alguien
conectado a una red de narcotráfico ilegal, sino que también había decidido
salir del armario y anunciar públicamente que era gay, no pudieron esperar
para imprimir las noticias. La historia de Derrick y la banda de
narcotraficantes, finalmente se calmó, pero todavía estaba la noticia de
Jase, el Multimillonario Virgen, siendo gay y teniendo un amante 6

permanente, llamado Luis Fortune.


A pesar de que Jase había explicado todo a su familia en detalle en
los meses que siguieron, la prensa había descrito a Luis como frívolo, bobo,
y libre de preocupaciones, de una manera inestable. Luis no podía dejar de
preguntarse lo que la familia de Jase pensaba de él.
¿Cómo fue para Luis saber que Derrick había estado pasando drogas
ilegales con la ropa interior usada de Luis y sus calcetines sudados? Había
pensado que Derrick tenía un pequeño fetiche inofensivo sobre la ropa
interior. ¿Cómo podría Luis haber sabido que Derrick estaba casi en la
ruina y no había vendido ningún bien inmueble desde hacía siglos? Parecía
un verdadero y agradable hombre mayor. Siempre había elogiado la
despreocupación de Luis, su estilo un punto casual, el pelo corto y oscuro,
y su apretado cuerpo musculoso. Y Derrick nunca le había pedido ni una
vez tener relaciones sexuales; siempre había sido un perfecto caballero. Oh,
Luis había aprendido su lección en ese momento. Muy pocas personas en
este mundo son en realidad de la manera en que aparentan ser.
Y ahora, Luis tenía que convencer a la familia de Jase que no sólo no
era un traficante de drogas, sino que no estaba tras el dinero de Jase, y que
verdaderamente amaba a Jase, con su riqueza o su pobreza. Tenía que ir a
Alaska y demostrarles que no era sólo uno de los chicos del circuito,
revoloteando de un bar gay al siguiente sin una sola preocupación en el
mundo, preguntándose qué nueva camiseta llevar en la noche del sábado o
qué pantalones vaqueros llevar a la danza del té en la tarde del domingo.
Jase hablaba con su madre y su abuela una vez o dos veces por semana,
dándoles pequeños detalles acerca de Luis y diciéndoles lo feliz que era.
Pero Jase nunca habló con su padre. Y Jase nunca puso a Luis al teléfono
con cualquier persona. Él le dijo a Luis que todo esto era una conmoción
para su familia y quería que se acostumbraran a la idea de que era gay, que
se había enamorado de alguien especial, y que estaba planeando casarse
con un hombre en lugar de con una mujer.
Después de diez meses de compromiso, Jase finalmente le dijo a Luis
que era hora de ir a Alaska y conocer a todos en persona.
Luis miró a su ordenador portátil y sonrió. Acababa de escribir un
mensaje acerca de su inminente viaje a Alaska para conocer a la familia de 7
Jase por primera vez y alguien ya había dejado un buen comentario
alentador deseándole lo mejor. En el último año, la vida de Luis había
cambiado de tal manera que jamás podría haber presagiado. Había tenido la
suficiente suerte de conseguir varios buenos trabajos como modelo por su
cuenta, y había planeado un arreglo para ser el invitado en exclusiva del
blog de Elena en su sitio web favorito, Tesoros y Consejos Románticos de
Elena. Publicaba sobre su vida y sobre su relación con Jase. A pesar de que
Luis y Jase mantenían su vida privada en un perfil muy bajo, rechazando
entrevistas con algunos de los más destacados periodistas en el mundo,
había millones de personas LGBT en todo el mundo que parecían
interesados en ellos como pareja del mismo sexo. Cuando se le ocurrió a
Luis que podía publicar acerca de su maravillosa relación con Jase en sus
propios términos y en sus propias palabras, y ayudar a otras parejas del
mismo sexo, le preguntó a Elena si podía hacerlo en su blog en lugar de
empezar uno él mismo.
Esto era importante para Luis.
Había visto y leído acerca de demasiadas parejas del mismo sexo de
alto perfil en la televisión, en el cine, en los libros, y a través de los medios
de comunicación, que enviaban mensajes confusos al mundo. Eran fuertes,
a menudo agresivos, y rara vez representaban lo que las parejas del mismo
sexo eran. Algunos eran ofensivos, y otros absurdos. Para las personas que
no sabían nada acerca de parejas del mismo sexo, estas parejas de alto
perfil usualmente retratadas en los principales medios de comunicación
eran divertidos de la misma manera que un espectáculo del circo llama la
atención. La única razón de que estas parejas del mismo sexo tuvieran
voces, se debía a que eran extremos y la prensa siempre sabía exactamente
cómo cebarse con ellos.
Luis pensó que ya era hora de que una relación ordinaria gay como la
que compartía con Jase tuviera una voz, también. Su singular objetivo era
mostrar al mundo que las parejas del mismo sexo eran iguales que todas los
demás.
Cuando Luis comenzó a escribir acerca de su relación y su vida con
Jase, se preguntó si alguien leería sus mensajes. Pensaba que podrían ser
demasiado aburridos y ordinarios. Pero estaba inundado con e-mails de 8
otras parejas del mismo sexo, hombres y mujeres, dándole las gracias por
lo que estaba haciendo. Eran las parejas que no encajan en los estereotipos
de los homosexuales tampoco. Lo elogiaban por trabajar tan duro en sus
mensajes del honesto blog. Un hombre gay de la región central, que había
estado con su pareja desde hace casi cincuenta años, incluso escribió: —
Por primera vez en mi vida, no me siento como si estuviera siendo
malinterpretado por farsantes que sólo están interesados en adorar a Martha
Stewart 1, firmando autógrafos en el frente de Bloomingdales 2, y conseguir
atención para promover su propia agenda personal. ¡Muchísimas gracias!
Mientras Luis cerraba su portátil y lo ponía sobre el grueso cristal de
la mesa de café, Jase cruzó la sala y sonrió.
—¿Qué pasa? —Preguntó—. Pareces molesto.

1
Martha Stew art (3 de agosto de 1941) es una empresaria estadounidense que formó un imperio con su negocio de
estilo de vida y cocina.
2
Bloomingdale's (o Bloomie's) es una cadena de tiendas por departamentos de lujos en los Estados Unidos operada
por Macy's Inc.
Luis levantó la cabeza y le envió una mirada cálida. Jase caminaba
en ropa interior, lleno vida y energía, sonreía más de lo que lo había hecho
en los últimos diez meses.
Luis no podía hacerle saber lo aterrado que estaba por conocer a su
familia por primera vez. No podía dejarle saber que su estómago estaba
retorcido en nudos.
—Estoy bien —dijo—. Sólo un poco cansado.
Jase levantó una ceja y dijo: —No me mientas. Sé que estás
preocupado por mañana. Va a estar bien. Podría ser incómodo al principio.
Pero mi madre y mi abuela, están a la vez emocionadas por conocerte. Les
he estado contando lo maravilloso que eres durante los últimos diez meses.
—Sólo me hubiera gustado que hubiéramos mantenido nuestro
compromiso en secreto —dijo Luis—. Probablemente nunca han oído
hablar que las parejas del mismo sexo realmente se comprometen. Yo ni
siquiera sé si existe tal cosa.
Jase frunció el ceño y se acercó a donde estaba sentado. Se sentó y
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puso su brazo alrededor de él.
—Realmente no me importa si hay o no parejas del mismo sexo que
están comprometidas. Además, estoy seguro de que hay un montón de ellas
de las que no hemos oído hablar. Yo creo en el concepto del matrimonio y
creo en todas las tradiciones que van junto con él. No me lo tomo a la
ligera, y no voy a conformarme con menos. Pasé toda mi vida
conformándome porque tenía miedo de lo que la gente podría pensar.
Ahora me importa un bledo. He trabajado duro. Tengo más dinero que Dios
ahora. Haré lo que me dé la real gana.
Levantó la mano de Luis y besó el gran diamante cuadrado en el
anillo de compromiso de platino que le había dado.
—Tú eres mi novio, me siento orgulloso de esto, y quiero que mi
familia lo sepa.
—¿Podemos anunciarlo en privado, sólo con tu familia más cercana?
Jase sonrió. —Por supuesto. No quiero acorralarte. Simplemente va a
ser mi madre, mi padre, y mi abuela. Somos gente muy tranquila.
Luis sonrió y se acercó más. Jase vestía unos boxers cortos blancos
de algodón y calcetines negros de vestir. La natural definición firme
masculina de Jase, el vigoroso cuerpo siempre hacía que su corazón se
acelerara. Luis se inclinó hacia el fuerte pecho desnudo de Jase, y le dijo:
—Estoy orgulloso de que seas mi novio, también. Estoy orgulloso de
nosotros como pareja. Pero el resto del mundo parece un poco sorprendido.
Así que cuando lleguemos a Alaska mañana, me gustaría restarle un poco
de importancia a las cosas. No quiero lanzar todo esto en la cara de todos a
la misma vez, especialmente a tu padre. Estaré muy tranquilo y
permaneceré en segunda línea.
—Estoy de acuerdo —dijo Jase—. Te lo prometo. Seré tan sutil
como sea posible.
—¿Y nuestros planes de boda seguirán siendo los mismos? —
Preguntó Luis. Habían accedido a tener una pequeña ceremonia privada en
Navidad. Aunque el matrimonio del mismo sexo no era legalmente
reconocido a nivel federal, iban a tomar sus votos de todos modos. El plan
era ir a una pequeña pensión con desayuno incluido en Vermont para las
vacaciones y tomar sus votos con unos pocos amigos íntimos. 10

Jase asintió con la cabeza y frotó el muslo de Luis. —Te lo juro.


Vamos a hacerlo reducido. No más de quinientas o seiscientas personas.
La mandíbula de Luis cayó. —Dime que estás bromeando.
Él nunca podía estar seguro con Jase. Jase tendía a hacer todo en
exceso, incluido los enormes diamantes cuadrados en sus anillos de
compromiso. Luis habría sido feliz con un pequeño trocito, o simplemente
una banda delgada.
—Nos pusimos de acuerdo para que fuera reducido y hacer el
anuncio después de que estuviéramos casados. No quiero que esto se
convierta en un circo, Jase. No quiero a las revistas sensacionalistas detrás
de nosotros y haciéndonos parecer como tontos.
Gracias a Dios, no captaron la atención que Brad Pitt y Angelina
Jolie recibieron de la prensa, pero una revista ya había combinado sus
nombres a Jais.
La mano de Jase se deslizó por el muslo y se rió. —Sólo estoy
bromeando. Vamos a hacerlo reducido. Iremos a Vermont con Ben y Percy
y los perros como hemos estado planeando y tener una pequeña ceremonia
privada.
Luis sonrió y apoyó la cabeza por debajo de los hombros de Jase.
Ben y Percy eran sus dos mejores amigos. Eran la pareja que habían estado
juntos cuarenta años y que había ido caminando por el Parque Riverside la
noche que la policía había arrestado a Luis. Ben había llevado a pasear a su
gran caniche; Percy había sido el que llevaba la bolsa de la compra. Luis
había tropezado con ellos de nuevo por accidente varias veces, y encontró
que tenían mucho en común. Y aunque había una gran diferencia de edad,
Ben y Percy estaban cada uno en sus setenta, los cuatro habían formado
una amistad fuerte y pasaban gran cantidad de tiempo juntos. En muchos
sentidos, esta pareja de ancianos se había convertido en sus mentores.
—¿Qué quieres para cenar? —Le preguntó Jase—. Estoy muerto de
hambre.
Luis se agachó y deslizó la mano en la abertura de los boxers cortos
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de Jase. Agarró a Jase, y dijo: —Quiero esto. —Le acarició el eje—. Siento
como algo espeso y carnoso, con un sabor único que no puede ser
reproducido en ningún lugar.
Luego sacó la polla de Jase de sus boxers y con cuidado lamió la
cabeza con la punta de su lengua.
Jase se sentó y extendió las piernas. —Eres un niño malo —dijo—.
Hablaba de comida real, no esto. —Hizo saltar sus caderas hacia adelante
un par de veces y empujó su entrepierna a la cara de Luis.
—Esto es comida de verdad —dijo Luis, acariciándole con mayor
rapidez—. Y estoy muerto de hambre. Es una lástima que no puedas probar
tu propia polla. Sabrías lo que quiero decir. —Entonces bajó la cabeza,
abrió la boca, y envolvió sus labios alrededor de la cabeza. Estaba
totalmente erecto ahora.
—¿No vas a quitarte la ropa? —Le preguntó Jase. Su voz era baja, y
su rodilla derecha tiró, porque Luis estaba chupando suavemente. Sus
labios apenas tocaron la piel de Jase, y esto parecía estimular sus nervios
más sensibles.
Por un instante, la cabeza de Luis se acercó y dijo: —Sólo siéntate y
cierra los ojos. —Luego frunció los labios y bajó hacia Jase con más
fuerza.
A pesar de que a Jase no le gustaba chupar pollas, Luis sabía lo
mucho que a Jase le encantaba que le chuparan su polla. En los últimos
diez meses, habían pasado días enteros en la cama, explorando y dándose
placer el uno al otro con juegos previos que siempre conducían a clímax
dramáticos. Ambos se habían hecho la prueba del VIH, y cuando ambas
pruebas habían dado negativas, habían dejado de usar condones. Ahora que
eran una pareja monógama comprometida para casarse como cualquier otra
pareja heterosexual, no necesitaban condones. Pero el sexo más memorable
que habían compartido, por lo que a Luis se refería, era cuando había
sorprendido a Jase en lugares poco usuales y se la chupaba sin esperar
reciprocidad. Luis incluso se la había chupado en los ascensores, en taxis, y
en callejones oscuros. Incluso había chupado a Jase en el servicio de
hombres de un exclus ivo restaurante una vez cuando fueron a cenar con
Ben y Percy. Ahora se le ocurrió a Luis que no habían hecho esto durante
un tiempo, y decidió compensarlo por eso.
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Sin quitar los labios de la polla de Jase, bajó al suelo y se arrodilló
entre las piernas de Jase. Puso su mano izquierda sobre el muslo de Jase
para apoyarse y extendió la mano derecha en los pantalones de Jase y sacó
las bolas de Jase. Mientras chupaba, apretó sus bolas con ligeros tirones.
Sabía cómo le gustaban a Jase estas suaves mamadas. Su cabeza subía
arriba y abajo, desde la base del eje a la punta. Sus mejillas se abrían y sus
labios sobresalían de un modo casi exagerado, el camino casi descuidado.
Mientras Luis chupaba, Jase separaba las piernas más ampliamente y
brincaba sus caderas en la boca de Luis. Jase se mordió el labio inferior y
se agarró a la parte posterior de la cabeza de Luis, ayudándole a mantener
el ritmo. La cabeza de Luis comenzó a moverse tan rápido que el perro
saltó del sofá y corrió a la habitación para esconderse. Mientras Luis le
chupaba a Jase, no pasaba por su cabeza ningún objetivo. Chupaba como si
estuviera tratando de sacar el relleno de una rosquilla; quería cada última
gota que Jase tuviera que ofrecer.
Pero cuando Jase comenzó a hincharse y Luis empezó a probar el
pre-semen, Jase agarró la parte superior de la cabeza y dijo: —Para. Quítate
los pantalones y separa las piernas.
Los ojos de Luis subieron. Dejó de chupar y dijo: —Pero estás tan
cerca. No quiero echarlo a perder.
Jase no le hizo caso. Tenía la cara roja y tenía gotas de sudor
rodando por los lados de su cara. —Quítate la ropa y ponte de lado.
Sin perder un segundo, Luis se levantó, se quitó toda su ropa, y se
sentó en el sofá de cuero negro. Cuando se tendió, descansando sobre su
costado derecho, Jase levantó su pierna izquierda y alcanzó un pequeño
tubo de lubricante que había estado oculto en una caja de cuero sobre la
mesa. Guardaban pequeños tubos de lubricante por toda la casa por si
acaso. Luis pensó que era mucho más fácil que correr al armario del baño,
porque nunca se sabía cuándo ni dónde Jase sentiría el impulso de joderlo.
Podían estar viendo una película en la televisión y Jase extendería una
mano y la deslizaría por la pierna de Luis y le daría una mirada que
significaba que quería joderle. Habían follado en la cocina, en la terraza, y
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contra la secadora. En diez meses, habían follado en cada metro cuadrado
del apartamento.
Cuando Luis estaba embadurnado y listo, Jase levantó su pierna
izquierda más alto y se movió más adelante. Entró en Luis con un empujón
rápido y empezó a corcovear sus caderas a la vez. Para ese momento, Luis
había aprendido a adaptarse a Jase, sin el menor atisbo de dolor o malestar.
Jase podría inclinarse sobre su cuerpo y comenzar a golpear tan rápido
como quisiera o tanto tiempo como quisiera sin tener que preocuparse. Luis
realmente no tenía mucha elección. Estando profundamente dormido, y en
mitad de la noche Jase le daba la vuelta, lo montaba, y empezaba a joderlo.
Y Luis ciertamente no iba a quejarse.
Pero esa tarde sólo tardó cuatro o cinco minutos para que Jase
empezara a gruñir y gemir.
—Estoy cerca. Estoy a punto de correrme.
Luis comenzó a menear su propia polla.
—Estoy listo —dijo.
Por alguna razón, esta era la posición favorita de Luis. Cuando
estaba de lado y sus piernas estaban tan extendidas como podía, su propio
clímax parecía más intenso.
Jase gruñó. Le dio a Luis cinco duros golpes y tiró su cabeza hacia
atrás.
—Aquí viene.
Oh, esta era siempre la parte que más le encantaba a Luis. Mientras
Jase llenaba el cuerpo de Luis, Luis tiró con fuerza de su propia polla dos
veces y disparó su carga a través del sofá. Aterrizó en la mesita de café de
cristal al lado de su libro favorito en el diseño de interiores del famoso
Billy Baldwin. Su pecho se hinchó; vibraciones post-culminantes llenaron
su cuerpo y sonrió tan ampliamente que su rostro dolía. Con Jase, siempre
sentía su orgasmo en cada célula de su cuerpo.
Jase se quedó en el interior un minuto o dos, con sus caderas dando
saltitos y depositando las últimas gotas de la corrida. Luego se inclinó hacia
adelante, envolvió sus brazos alrededor de Luis, y le besó en los labios.
Cuando metió la lengua en la boca de Luis, el estómago de Luis dio un 14
vuelco. Sus párpados se agitaron y sus pies se acurrucaron hacia adelante.
Se sentía como si todo su cuerpo estuviera a punto de derretirse en el sofá
de cuero negro. Si Jase hubiera dicho, “una vez más”, Luis habría
levantado la pierna más alto y respondido, “hazlo”.
Pero no iba a suceder esa noche. Jase se levantó y sacó su pene
lentamente. Bajó la pierna izquierda de Luis y lo ayudó a sentarse en el
sofá.
—Ahora sí que estoy muerto de hambre —dijo Jase, empujando sus
genitales de nuevo dentro de los pantalones.
Luis apretó el músculo del esfínter y sonrió.
—Déjame ir a limpiarme y podemos ordenar comida china.
—Vamos a pedirla ahora —dijo Jase—. Estoy muerto de hambre.
Puedes limpiarte más tarde. Vamos a comer primero.
Luis se echó a reír. Todavía había algunas cosas acerca de ser gay
que Jase no entendía.
—Realmente tengo que ir a limpiarme —dijo—. No puedo esperar.
Hay cosas que tengo que hacer. Tú todo lo que tienes que hacer es poner tu
polla de nuevo en tus pantalones cortos boxers y terminado. Pero yo tengo
que cuidarme de cosas en el baño.
Jase inclinó la cabeza hacia un lado y le dio un curiosa mirada. —
¿Qué cosas?
No había manera de que Luis fuera a entrar en detalles sobre la
higiene posterior a la jodida. Entonces sonrió y se levantó del sofá. El
semen de Jase ya había comenzado a gotear por el interior de sus piernas y
quería ir a la ducha antes de que llegara a los tobillos.
—Ya lo sabrás cuando te folle algún día —dijo.
Jase parpadeó. En este sentido, Jase todavía era virgen. Aunque
había follado a Luis más veces de lo que pudo contar, Luis en realidad
nunca lo había follado. Luis había tratado de entrar en él unas cuantas
veces, pero Jase siempre se había negado. Y debido a que Luis prefería
estar abajo, nunca se había quejado. Pero a él le gustaba bromear con Jase
acerca de ser follado sólo para ver su horrorizada expresión. 15

—Te voy a pedir ese pollo que siempre quieres —dijo Jase,
cambiando de tema. Se levantó y alisó sus calzoncillos—. Pondré el menú
en la cocina mientras estás en la ducha.
Luis sonrió y agarró el culo de Jase. Él se rió y dijo: —Estás
cambiando de tema otra vez. Si no quieres ser follado, está bien. No voy a
forzarte. Estoy perfectamente bien siendo el de abajo. No es gran cosa para
mí.
Jase apretó los labios e inhaló a través de sus ventanas de la nariz.
—Simplemente no estoy seguro —dijo—. Parece tan doloroso. —Se
encogió de hombros y abrió los brazos. —Ni siquiera puedo imaginar cómo
tú lo haces. Siempre me siento tan culpable cuando te penetro. Como si
fuera a hacerte daño.
Luis agarró su ropa del suelo y comenzó a caminar hacia el
dormitorio.
—Confía en mí —dijo—. No hay nada doloroso al respecto, así que
nunca te sientas culpable. Y te prometo que seré muy amable contigo. En el
momento en que entre en ti, ni siquiera sabrás que estoy dentro de ti. —No
era serio. No le importaba de una manera u otra. Pero le encantaba burlarse
de él al respecto.
Jase le dedicó una sonrisa adorable.
—Cuando regresemos de Alaska, te daré una oportunidad —dijo.
Siempre hacía esto. Siempre lo posponía para otro momento.
—Podría ser divertido intentarlo mientras estamos ahí —dijo Luis—.
¿No sería divertido perder la virginidad en tu propia ciudad natal? —Luego
se volvió rápidamente y se dirigió hacia el dormitorio. No quería que Jase
viera la enorme sonrisa que no podía controlar.
—Te estás divirtiendo con esto, ¿no? —Le preguntó Jase.
Tuvo que gritar ya estaba en la habitación por entonces, y el semen
de Jase corría por los tobillos.
—No hay presión, cariño. Cuando estés listo, sólo házmelo saber. Te 16
voy a joder hasta los sesos. —Luego cerró la puerta del baño y encendió la
ducha antes de que Jase tuviera la oportunidad de contestarle.
Capítulo Dos
A la mañana siguiente, embarcaron en un vuelo comercial de New
York a Anchorage, Alaska. Jase tenía una forma de, inconscientemente,
guiar a Luis todo el camino hasta el aeropuerto, durante los controles de
seguridad, y directo al avión. Sin pensar, había colocado la palma sobre la
espalda de Luis y le empujó suavemente hacia adelante. O tiraba de la
manga de Luis y lo guiaba en la dirección correcta. Siempre hacía que Luis
caminara a través de una puerta primero y con frecuencia abría las puertas
del vehículo para él. Cuando finalmente llegaron a sus asientos de primera
clase en la parte delantera del avión, Jase, incluso se hizo a un lado, colocó
su palma en el asiento de Luis y lo guió hasta el asiento de la ventana.
Aunque Luis hubiera preferido un asiento de pasillo, le permitió a Jase
llevar un completo control. Era una dinámica implícita en su relación que
parecía funcionar bien sin que a ninguno de ellos le resultara muy difícil.
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Luis había aprendido una cosa bien pronto: cuando alguien está con
un hombre tan fuerte y decidido como Jase Nicholas, ese alguien tiene que
aprender a lidiar con su propio ego.
En cualquier relación que fuera a durar por un largo tiempo, el
compromiso, es un ingrediente enorme.
Había aprendido a dar marcha atrás y permitir que Jase controlara
cuando era necesario. Pero más que eso, había aprendido a hacer esto sin
poner en peligro su propia personalidad. Cuando Luis sentía fuertemente
sobre algo, no era tímido a la hora de dejar que Jase lo supiera.
Pero su corazón latía con fuerza y sus manos sudaban esa mañana. Y
esto era porque Luis no era una persona que volaba frecuentemente.
Odiaba los aviones y realmente creía que si Dios hubiera querido que
los seres humanos volaran habrían nacido con alas. Lo único que lo
mantenía en calma, era saber que Jase estaba ahí con él.
Cuando Luis se sentó, puso un pequeño bolso Louis Vuitton para
mascotas en su regazo y con cremallera en la parte superior. Miró dentro y
dijo: —Aquí vamos, Camp —con un tono alegre. Luego se abrochó el
cinturón de seguridad, se deslizó hacia la derecha, y colocó el bolso de la
mascota en parte de su asiento para que Camp pudiera estar a su lado
durante todo el vuelo. Los asientos de cuero gris en primera clase eran más
anchos que la mayoría; Luis era delgado y había un montón de espacio para
el bolso del animal.
Jase se dejó caer en su asiento y se abrochó el cinturón de seguridad.
Ajustó sus pies y le preguntó: — ¿Estás bien? —Había estado inusualmente
tranquilo esa mañana, frotándose los ojos y bostezando la mayor parte del
tiempo. Pero ahora que estaba en el avión, parecía más animado.
—Estoy bien —dijo Luis—. Creo que Camp está bien, también. Esta
es la primera vez que ha volado. —Había pensado en dejar a Camp con
Ben y Percy. Camp amaba su gran caniche estándar, y Ben y Percy se
habían ofrecido a quedarse con el animal. Pero Luis odiaba dejar a Camp
detrás. Y cuando Jase dijo que a su familia le encantaban los animales
domésticos, Luis decidió traerlo. El llamativo bolso Luis Vuitton había sido 18
idea de Jase. Luis habría ido a una tienda de mascotas y escogido cualquier
viejo bolso para mascotas. Pero Jase se había ofrecido a recoger uno de
camino a casa desde su oficina en el centro para ahorrar a Luis el viaje y
había vuelto a casa con este pretencioso de Louis Vuitton.
Jase sonrió. Miró a su alrededor para ver si alguien estaba mirando,
colocó su mano sobre la rodilla de Luis. —Le va a encantar una vez que el
avión esté en el aire. Despegar podría lastimar sus oídos, sin embargo. Pero
he viajado con perros antes y siempre han estado bien.
Luis sonrió y miró la gran mano en su rodilla. Luego inclinó la
cabeza y preguntó: — ¿Qué estás haciendo?
Jase se acercó más y obligó a sus cejas a moverse arriba y abajo
rápidamente. Bajó la voz hasta un susurro y dijo: —Pensé que podríamos
tener un poco de diversión para pasar el tiempo una vez que estemos en el
aire. —Entonces hizo de nuevo lo de las cejas y dijo: —Podrías chuparme
en la sala de descanso. O podría cubrirme hasta mi cintura justo aquí, tirar
de mi polla, y podrías pajearme con la mano delante de todos.
Luis parpadeó y sacudió su rodilla lejos de la mano de Jase. —
Bueno, puedes seguir soñando con eso, porque no voy a tener sexo en este
avión. Estoy demasiado nervioso para pensar en otra cosa que conocer a tu
familia y pasar este viaje.
—Va a estar bien —dijo Jase—. Te quieren.
— ¿Tengo buen aspecto? —Preguntó Luis. Se había puesto la mayor
parte de su ropa conservadora ese día: una blanca y lisa camisa de polo, una
chaqueta verde aceituna y pantalones casuales de color beige. Habría
llevado algo con cuadros escoceses; había oído que la gente llevaba
cuadros escoceses en Alaska, camisetas y gorras de béisbol todo el tiempo.
Pero no tenía nada apropiado con cuadros y odiaba los sombreros, y en el
momento presente se le ocurrió que era demasiado tarde para ir de
compras.
—Te ves muy bien —dijo Jase, mirando abajo al regazo de Luis—.
Luces tan bien que me gustaría rasgarte los pantalones en estos momentos
y morderte la parte de atrás de tus piernas.
Luis suspiró y se echó hacia atrás. Apretó los labios y sacudió la 19
cabeza lentamente.
—No va a suceder. Lo compensaremos más tarde. Pero justo ahora
sólo quiero concentrarme en llegar a Alaska, de una sola pieza.
Jase suspiró.
—Creo que voy a tomar una siesta, ya que no estás interesado en
ninguna diversión. —Luego hizo un mohín y apoyó la cabeza contra el
asiento.
Luis entrelazó los dedos en su regazo y volvió a suspirar. Este viaje a
Alaska era tan laborioso que le había desgastado incluso antes de que
hubiera dejado New York. Algunas cosas eran mucho más fáciles para
hombres gay como Jase de lo que eran para hombres gay como Luis. Con
la robustez de Jase, el aspecto masculino y sus fuertes y sólidas
características, siempre parecía que no importaba lo que llevara. Sin
embargo, con las suaves características de Luis, de niño bonito y sus
almendrados ojos verdes, tenía que ser más cuidadoso.
Los hombres gay como Luis eran conscientes de lo que usaban por
una razón. Si Luis llevaba algo demasiado dramático o demasiado de moda
también, dejaría de parecer un cliché gay. Si sus zapatos eran demasiado
puntiagudos o sus tacones eran demasiado altos, parecía afeminado. Y a
pesar de que normalmente no le importaba lo que nadie pensaba cuando
estaba en la ciudad, ahora que iba a Alaska para conocer a la familia de
Jase, quería parecer como cualquier otro hombre joven normal de Alaska
en sus veinte años.
Cuando estaban en el cielo, cerca de la mitad del camino, Luis le dio
con el dedo a Jase en las costillas y le pidió que le contara todo acerca de su
familia. Jase ya le había explicado de todo el mundo, en detalle, pero Luis
quería escucharlo sólo una vez más antes de aterrizar.
—Estaba durmiendo —dijo Jase—. Me despertaste.
Luis se apoderó de su brazo.
—Lo siento. Por favor, sólo una vez más. Es realmente importante.
No quiero confundirme con los nombres.
20
Jase sonrió y dijo: —Bueno, una vez más. Las dos personas más
importantes de las que tienes que preocuparte son mi madre y mi padre,
Barry y Mary Nicholas. Van a celebrar su cuadragésimo aniversario de
boda este fin de semana. Mi abuela, Isabelle Nicholas, va a celebrar su
noventa cumpleaños el mismo día. Te encantará. Nunca se sabe lo que va a
salir por su boca.
Mientras hablaba, Luis tomó notas mentales. Barry era el padre, el
que nunca hablaba con Jase por teléfono. Mary era la madre, la que dejaba
mensajes en su burbujeante correo de voz todo el tiempo. Isabelle era la
abuela, la que nunca llamaba, pero estaba siempre por ahí para hablar con
Jase, cuando los llamaba. A menos que a Luis se le indicara lo contrario,
tenía la intención de llamarles a todos ellos Sr. o Sra. Nicholas. Pero le
gustaba saber sus nombres completos por si acaso.
—¿Hay alguien más que debería conocer? —Preguntó Luis—. ¿Hay
algún primo o familiar? ¿Cualquier viejo amigo... o novio surgiendo de la
nada? —Sólo bromeaba acerca de los novios. Sabía que Jase no tenía
ningún amor perdido en Alaska.
El avión se sacudió y Camp dejó escapar un pequeño grito. Jase lo
alcanzó en el regazo de Luis y recogió el bolso. Abrió la tapa y empezó a
acariciar a Camp para calmarlo y que todo estuviera bien.
—Te presentaré a la gente a medida que lleguen —dijo—. Deja de
preocuparte tanto. Va a estar bien y te va a encantar Alaska. Confía en mí.
Pero cuando el gran y seguro avión comercial aterrizó en Anchorage,
Luis averiguó que iban a tomar un pequeño avión a Palmer y se detuvo en
seco en medio del aeropuerto tragando saliva. Jase seguía tratando de
explicarle que Wasilla, Palmer, y el área circundante que era donde la
familia de Jase vivía, estaba todavía más lejos, pero Luis no lo captaba y
además pensaba que Alaska parecía muy vasto y complejo. Presionó el
bolso de la mascota en su pecho y dijo: —Yo pensaba que conduciríamos
hasta ahí desde aquí. Pensé que alquilaríamos un coche. Nunca
mencionaste un pequeño avión. No puedo volar en un avión pequeño. Voy
a morir. Prefiero caminar.
Jase puso su brazo alrededor de él y empezó a caminar. —Es mucho
más rápido volar. No te preocupes, los pequeños aviones son tan seguros
21
como los aviones de gran tamaño. Además, pensé que estabas familiarizado
con los pequeños aviones. El doctor Barton, tu ex pareja, era dueño de su
propio pequeño avión.
Luis le envió una mirada displicente. Silenciosamente se felicitó a sí
mismo por pasar por un vuelo comercial sin desmayarse o vomitar. —
Nunca subí con él en ese pequeño avión de mala muerte. Mantuve mis pies
plantados en tierra, muchas gracias.
Sólo la idea de subir en un pequeño avión causó que su corazón
latiera con fuerza y su rostro se ruborizara. Sintió cómo se sentaba en el
suelo, cruzando los brazos sobre su pecho, y negándose a ceder.
Jase se encogió de hombros y extendió los brazos. —No hay otra
manera. Tengo mi propia avioneta esperando. Y no podríamos haber
pedido un mejor clima.
Luis envolvió sus brazos alrededor de la bolsa. El perro gritó y Luis
dijo: —No voy a subir a un avión pequeño. No en una semana con cuatro
jueves. —No había usado esta expresión hacía siglos.
Pero Jase le dio unas palmaditas en la espalda, lo empujó hacia
adelante, y le dijo: —Vamos. Vamos por el equipaje. Vas a estar bien. Soy
un excelente piloto. He volado durante años.

Si Jase no hubiera sido el piloto, Luis nunca habría estado de acuerdo


en volar en un avión pequeño. Así las cosas, mordió el interior de su boca
con tanta fuerza que estaba dolorido y sensible. Aunque en este avión se
sentaban seis personas y no era tan pequeño como la mayoría, le seguía
recordando a Luis un gran cigarro blanco y negro con alas. Pero cuando
Luis se sentó y vio a Jase transformarse en un piloto serio, Luis se olvidó
de sus miedos irracionales y tomó una respiración profunda y silenciosa.
Colocó el bolso del perro detrás de él y se abrochó su cinturón de
seguridad. Dio un guiño tranquilizador a Jase y reposicionó sus piernas. 22

Jase frunció las cejas y revisó los indicadores. Agarró el volante con
una mano e hizo clic en unos pocos botones e interruptores con la otra.
Habló por radio con una clara y plana voz. Luego sonrió, apretó la pierna
de Luis, y dijo que estaban listos para despegar. Antes de que Luis ni
siquiera supiera lo que estaba pasando, estaban en el aire y se dirigían al
pequeño aeropuerto cerca de la familia de Jase. Podría haber sido Palmer o
Wasilla, pero Luis no estaba seguro y no creía que importara lo suficiente
como para preguntar. Sólo iba ahí de visita, no se trasladaba con ellos.
Aunque Luis se agarró al asiento y mantuvo los ojos cerrados
durante el despegue, bajó la mirada cuando estaban en el aire y apoyó la
palma de la mano en su pecho. Su corazón dejó de golpear y sus manos
dejaron de temblar. Cuando miró por la ventana, sonrió y dijo: —Nunca he
visto algo tan magnífico en mi vida. El paisaje era impresionante. Siento
como si estuviera en medio de un sueño.
En todas partes que miraba, veía cuadrados y rectángulos en
diferentes tonos de verde. A lo lejos, los picos dramáticos y las enormes
montañas hicieron que su mandíbula cayera.
Jase se echó a reír.
—Te lo dije. Sabía que te encantaría venir aquí. No se puede ver las
cosas de esta manera desde los aviones comerciales, porque vuelan mucho
más alto. Sin embargo, puedes ver todo en aviones como éste. —Luego
frotó la pierna de Luis y le dijo: —¿Sabes qué sería realmente divertido
aquí?
—¿Qué? —Luis seguía sonriendo, deseando que hubiera llevado su
nueva cámara digital fuera de su maleta. Pensó que Jase estaba a punto de
sugerir unas cuantas fotos.
—Si te quitaras toda la ropa e hicieras un solitario para mí —dijo
Jase—. Me encantaría ver hacerte una paja aquí en el cielo.
—Sigue soñando —dijo Luis. No había manera de que fuera a
quitarse toda la ropa ahí. Además, aunque se había calmado, aún estaba
23
demasiado nervioso para tener una erección.
Jase ajustó sus piernas, se extendió de par en par, y le dijo: —Quiero
que traigas tu cabeza en su lugar. Ve delante, baja mi cremallera. Te
desafío.
—¿Quieres que te haga una mamada aquí?
Jase se encogió de hombros. —Todavía tenemos tiempo antes de que
aterricemos, y estoy tan duro como una roca. No tienes que trabajar duro.
Me vendré rápido.
Luis se acercó al regazo de Jase y le tocó la entrepierna. No estaba
mintiendo. Su polla estaba totalmente erecta y palpitante por salir de los
pantalones.
—¿Qué pasa contigo y el sexo en el aire? ¿Es esto algo nuevo, o has
tenido siempre algo sobre el sexo y volar?
—Me encendiste aquí arriba —dijo Jase—. Y si no me chupas, voy a
tener que masturbarme solo. Podría ser un viaje muy accidentado.
—Nunca me hablaste nada de esto antes —dijo Luis—. Pensé que
habíamos cubierto todos los aspectos de tus preferencias sexuales, tus
perversiones, y fetiches. —Evidentemente, habían estado tan ocupados en
estar enamorados el uno del otro, que todavía había unas cuantas cosas más
que aprender.
Jase se encogió de hombros y le envió una mirada de ternura.
—Creo que simplemente nunca había pensado en esto hasta ahora. Y
esta es la primera vez que hemos volado juntos. —Entonces daba saltos con
sus caderas hacia adelante y abrió la cremallera de los pantalones. Cuando
su pene saltó de la apertura de sus boxers y se agachó a tomarlo, el endeble
avión descendió drásticamente y se sacudió a un lado.
Luis alzó los brazos y dijo: —Está bien. Voy a darle una
oportunidad. Pero si siento que este avión se sacude o rebota una vez, me
detendré y pondré de nuevo la polla en los pantalones. —Entonces ajustó
su posición para poder inclinarse. Dio la vuelta al bolso de la mascota para
que Camp no pudiera ver lo que estaba haciendo, luego se desabrochó el
cinturón de seguridad. Cuando tomó a Jase en su mano derecha, Jase dejó
24
escapar un suave silbido.
Al principio, sólo deslizó la polla de Jase dentro y fuera de su boca
con un ritmo robótico. Pero entonces algo interesante pasó. Mientras estaba
chupando a Jase, llegó a excitarse también. Estaba aterrorizado para incluso
tocarse a sí mismo. Pero cuando miró hacia arriba y vio la determinación
de Jase, la expresión competente, se le ocurrió que el avión iba a
permanecer en el aire tanto si Luis se venía como si no, se quitó los
zapatos, sacó los calcetines, sus pantalones color beige con su ropa interior
para que pudiera culminar con Jase.
—Quítate todo —dijo Jase—. Si estás totalmente desnudo, me
vendré más rápido.
Por un segundo o dos, Luis contempló la vergüenza de caer del cielo
y estrellarse sin la ropa puesta. Pero cuando se dio cuenta de que si esto
sucediera estaría muerto y no importaba de todos modos, se quitó la
chaqueta oliva, se quitó la camisa blanca y dijo: —Nos vamos a ir
directamente al infierno por esto.
Jase sonrió y se agachó para agarrar su culo. —Extiende y frota mi
polla con el pie durante un minuto. Frota tus dedos del pie en mis pelotas.
—No estoy seguro de que pueda levantar mi pierna por encima sin
tocar algo importante —dijo Luis. No quería ser responsable de golpear a
un interruptor o un mando y hacer que el avión cayera del cielo.
Jase sonrió. —Sólo levanta la pierna tan alta como lo haces cuando
te follo. No golpearás nada.
Luis tomó una rápida respiración y siguió la orden de Jase. Era
bueno que siempre hubiera sido ágil y capaz de levantar las piernas en
posiciones que la mayoría de los hombres no podrían manejar. Se echó
hacia atrás, levantó su pierna con suavidad, y bajó al regazo de Jase. Se
movió con cuidado para no tocar ningún interruptor o botón importante. Se
aseguró de extender sus piernas para que Jase pudiera mirar hacia abajo y
ver el fondo de su culo. Cuando se situó en la posición correcta, arqueó su
pie descalzo y lo frotó arriba y abajo del duro eje de Jase. A pesar de que
era torpe, dio unos golpecitos a la cabeza de la polla de Jase con la yema de
su dedo gordo del pie. Cada vez que rozaba la parte inferior del eje de Jase,
25
Jase gemía en voz alta. Cuando el talón tocaba las bolas de Jase, todo el
cuerpo de Jase se sacudía.
No pasó mucho tiempo para que Jase gruñera y dijera: —Estoy tan
cerca. —Pero conocía lo suficiente bien a Jase para saber que a menudo
necesitaba golpes extra para correrse. Normalmente, a Luis no le importaba
esto. Cuando follaban, eso significaba que Jase podría durar incluso más
tiempo. Pero esta cosa del roce de pies era un récord para Jase.
—No puedo evitarlo —dijo Jase—. La idea de que estés sentado en
mi avión, completamente desnudo, con las piernas abiertas, acariciando mi
polla con tus pequeños dedos del sexy pie me está poniendo salvaje. No
tienes ni idea de cuántas veces he volado y soñado con una escena como
esta. Sólo deseo que puedas sentarte en mi regazo justo en este momento y
me montes hasta que aterricemos.
Luis quitó la pierna del regazo de Jase y sonrió. Se levantó de su
asiento, colocó su peso sobre sus rodillas, y dijo: —Supongo que será
mejor terminar ahora mismo. —Entonces puso su cabeza hacia abajo entre
las piernas de Jase y empezó a chupar.
En esta ocasión sólo tardó un minuto o dos en conseguir que Jase se
corriera. Después de diez u once succiones fuertes, Jase se agarró al volante
y disparó una fuerte carga en la boca de Luis que golpeó la parte de atrás de
la garganta de Luis con una picadura.
Por primera vez desde que habían estado en el aire, Luis se olvidó de
su miedo a volar. Jadeó y tragó, cerró los ojos y comenzó a masturbar su
propia polla. Mientras que continuó chupando las últimas gotas de Jase,
explotó su carga por todo el hombro derecho de su chaqueta de sarga oliva
que estaba en el suelo. Luego chupó hasta que Jase estuvo flácido en la
boca. Después de eso, puso sus brazos alrededor de los hombros de Jase,
cerró los ojos, y lo besó en la boca.
En el momento en que se reclinó en su asiento y tomó sus
pantalones, Jase dijo: —Es mejor que te abroches el cinturón de seguridad
ahora. Vamos a prepararnos para bajar. —Jase habló por radio y dijo al
aeropuerto que iban a entrar para un aterrizaje.
—¿Huh?
—Estamos aquí —dijo Jase, asintiendo hacia abajo. Se metió la polla 26
de nuevo en los pantalones y se subió la cremallera.
—Pero estoy desnudo —dijo Luis—. Tengo que ponerme mi ropa.
Por lo menos mi ropa interior.
—Puedes ponértela después de que aterricemos —dijo Jase—. Sólo
ponte el cinturón de seguridad en este momento y relájate.
—¿Pero qué pasa si alguien me ve? —Preguntó Luis. Tiró del
cinturón de seguridad y lo envolvió alrededor de su cuerpo desnudo.
Jase sonrió y alcanzó la pierna de Luis. Lo golpeó duro y dijo: —Van
a pensar que soy el hombre gay más afortunado en el planeta por tener un
fogoso amante joven como tú con un culo tan suave. —Luego tomó la
mano de Luis y la apretó—. ¿Te he dicho que te quiero hoy?
—Tres veces.
—Bueno, te lo digo de nuevo —dijo Jase. Entonces soltó la mano de
Luis para poder equilibrar el volante con ambas manos.
A medida que descendían hacia la pista de aterrizaje, Luis cerró los
ojos y tomó una respiración profunda. Se agarró al asiento y mordió el
interior de su boca, rezando para que hubiera suficiente tiempo para
ponerse su ropa antes de que nadie lo viera sentado desnudo.

27
Capítulo Tres
Un minuto antes de que el avión llegara a pararse por completo, Luis
se desabrochó el cinturón de seguridad y alcanzó sus pantalones. Estaba
desnudo todavía y se movía tan rápido que sus manos temblaban. —
Maldita sea, ahora va a parecer toda arrugada y machacada —dijo—. Y no
puedo encontrar mis curiosos calzoncillos por ninguna parte. ¿Los has
visto?
—¿Qué sé yo dónde podrían estar? —Dijo Jase—. Si no hubieras
sido un chico malo e insistido en quitarte toda la ropa y meneármela,
todavía los estarías llevando. —Estaba bromeando, tratando de aliviar la
tensión que sabía que Luis debía estar sintiendo.
Luis lo miró. —Esto no es divertido, Jase. No puedo encontrar mi
ropa interior, y no quiero conocer a tu familia sin llevar ropa interior.—
28
Miró abajo a la derecha del asiento—. Deben estar por aquí. Es una tanga
completamente negra.
—¿La tanga transparente que sube por el culo? ¿Con el que te jodí la
semana pasada? —Luis asintió con la cabeza, miró al cielo, y continuó
despotricando.
Mientras que Luis buscaba, Jase saludó y sonrió a dos personas de
pie sobre la otra orilla de una valla de metal. Su madre y abuela tenían sus
brazos en el aire, moviéndolos hacia atrás y adelante. Jase sabía que
estaban demasiado lejos para ver nada en el interior del avión. Pero
también sabía que si a él y a Luis les llevaba demasiado tiempo salir del
avión, su madre y su abuela correrían hacia el avión para ver qué pasaba.
Luis seguía desnudo. Se aferraba a su camisa y pantalones, todavía
en busca de su ropa interior.
—Sólo ponte los pantalones —dijo Jase—. No te preocupes por tu
ropa interior. Lo conseguiremos más adelante.
Luis miró hacia arriba. Cuando vio saludar a Jase, le preguntó: —
¿Porqué estás saludando? —Pensó que Jase tendría un coche urbano
esperando en el aeropuerto. Eso es lo que solía hacer de vuelta en New
York.
—Mi madre y mi abuela están ahí. Nos recogerán. —Señaló a la
cerca. Su abuela estaba manoseando la puerta, pero tenía problemas para
conseguir abrirla. —Y creo que están de camino aquí para darnos la
bienvenida.
Luis levantó la vista y miró por la ventana de Jase. Cuando vio abrir
la puerta, agarró los pantalones y dijo: —Oh mierda—. Luego se subió los
pantalones y se puso su camisa. No pudo encontrar sus calcetines tampoco.
Así que se puso sus botas de piel de color negro sin ellos.
—Cálmate —dijo Jase, riendo—. Tienes un montón de tiempo. Mi
abuela no es muy rápida. En realidad todavía tienes tiempo para
meneármela de nuevo.
—Deja de bromear —dijo Luis—. Esto no es divertido. Voy a
conocer a tu madre y tu abuela por primera vez y no llevo ropa interior o 29
calcetines. Me puedo imaginar lo que pensarán.
Jase se frotó la mandíbula.
—A menos que te bajes los pantalones o desabroches las botas, ni
siquiera lo sabrán.
En el momento en que llegaron al avión, Luis se estaba poniendo su
chaqueta de sarga. Era una buena cosa que estuviera vestido, también. La
abuela de Jase levantó los brazos y golpeó con los puños en la puerta de
Luis. Luego la abrió y dijo: —¿Qué te llevó tanto tiempo? ¿Va todo bien?
Luis se sentó ahí sonriéndole. Luego se volvió a Jase por apoyo.
Jase se inclinó muy por encima y le dio un beso en la mejilla.
—Teníamos que tener al perro listo —dijo—. La cremallera de su
bolso se atascó. —Entonces abrió la cremallera de la parte superior del
bolso y sacó a Camp. Sacudió su melena rubia, gritó un par de veces, y se
arrastró entre el asiento de Luis y el borde del avión antes de que la abuela
tuviera la oportunidad de verlo.
Luis envió a Jase una mirada tratando de llegar abajo hasta que pudo
recoger a Camp. El perro había ido al baño fuera del gran aeropuerto, pero
Camp era uno de esos machos que podía levantar la pata e ir en cualquier
momento.
Entonces la madre de Jase golpeó la puerta del piloto y Jase volvió la
espalda a Luis. Abrió la puerta, saltó del avión, y se entregó a su madre en
un abrazo y un beso. No la había visto desde el pasado mes de agosto. No
había cambiado mucho. Aunque había unas pocas vetas más de rubio en su
pelo castaño rojizo de longitud media y su rostro parecía un poco más
delgado, todavía se parecía más a una persona de cincuenta, que de sesenta
años de edad. Incluso sus pantalones eran demasiado juveniles. Eran
apretados y abrazaban sus caderas estrechas, con un grueso cinturón de
color marrón que tenía una gran hebilla de plata. A pesar de que estaban a
unos diez grados centígrados esa tarde, sólo llevaba una fina camiseta de
algodón y sin chaqueta.
—Te ves maravilloso, cariño —dijo Mary—. Ha pasado demasiado
tiempo desde que estuviste en casa. —Ella lo abrazó de nuevo. —Te he
extrañado. 30

—Pareces estar muy bien, también —dijo Jase. Los tacones de sus
botas debían ser mayores de lo habitual. La parte superior de la cabeza se
reunía con el centro de su pecho.
Su abuela había pasado a su lado del avión por entonces. Le echó los
brazos alrededor de su cuello y resopló unas cuantas veces. Ella le dio un
beso y le dijo: —Me gustaría que te quedaras aquí para siempre. Este
alejamiento de casa por estos largos periodos es una mierda.
Mary bajó la cabeza y la sacudió en derrota.
Jase besó la suave mejilla de su abuela y se echó a reír.
—Ojalá pudiera. Pero he cambiado mis oficinas principales a New
York el pasado año. El trabajo de Luis se encuentra en New York y tiene
que estar ahí a tiempo completo. —Entonces la abrazó de nuevo y le dio
unas palmaditas en la espalda. Aunque su madre todavía parecía la misma,
siempre le sorprendía ver a su abuela después de cualquier periodo de
tiempo que hubiera pasado.
Hasta que ella había llegado a los ochenta y cinco años de edad, rara
vez había cambiado mucho de un año para otro. Pero después de ochenta y
cinco, parecía como si cada año que pasaba fueran más como dos o tres
años de envejecimiento. Su enmarañada pelusa de pelo rubio seguía sie ndo
la misma, sus ojos azules brillaban todavía, y parecía lo suficiente ágil para
noventa. Pero Jase vio unas pocas más arrugas en la cara y alrededor de su
cuello y su cuerpo parecía estar encorvándose adelante.
—Bueno, ojala hubiera una manera de tener lo mejor de ambos
mundos —dijo la abuela—. Tú perteneces aquí con tu familia, no a New
York. Y hoy en día, con toda la alta tecnología de mierda que tienes,
debería ser fácil trabajar en cualquier lugar. Además, tú eres el jefe. Sólo
diles a todos que jodidamente te trasladas aquí.
Jase se echó a reír. Cuanto más vieja era, más maldecía, y a ella no
podía importarle menos lo que nadie pensara. Muchas veces se abría paso
entre conversaciones, sorprendiendo a las personas con los comentarios
más inverosímiles.
—Mamá —dijo Mary, tratando de esconder una sonrisa—, por favor
31
vigila tu lenguaje. Jase tiene un invitado. —No usó la palabra novio, pareja
o amante.
Todos miraron dentro del avión al mismo tiempo. Luis estaba
inclinado en el asiento, frente a la parte posterior del avión.
—Este es Luis —dijo Jase—. Luis, esta es mi madre, Mary Nicholas,
y mi abuela, Isabelle Nicholas. —No mencionó que Luis era su novio.
Quería gritar al mundo, pero decidió que era mejor hacer las cosas con
calma y preparar a su familia.
Así que no le dio ningún título en absoluto, lo cual era algo que sabía
que lamentaría más tarde. Desde que había salido del armario había
aprendido que los hombres gays a menudo se referían a sus parejas de
formas casuales evitando títulos como novio, amante y prometido. En vez
de decir: —Este es mi novio, o éste es mi marido, o bien lo dejaban abierto
a la ambigüedad, o se referían a su pareja como su “amigo”. Incluso había
visto una pareja en New York, donde uno tenía veinte años más que el otro,
fingir ser padre e hijo por el bien de las apariencias.
Todo eran besos y abrazos en la superficie, pero Jase sabía que su
familia aún estaba conmocionada por su anuncio público de que era gay. Su
padre ni siquiera había aparecido para darle la bienvenida. Norma lmente,
su padre habría estado ahí.
Luis se giró y volvió a mirarles. Sonrió y asintió. —Es un placer
conocerte. Luego miró a Jase y dijo: —Me parece que no puedo encontrar a
Camp por ningún sitio. Creí que estaba aquí en alguna parte. —Su voz era
suave y tranquila, pero sus ojos estaban gritando.
—No puede estar lejos —dijo Jase. Inclinó la cabeza, haciendo señas
a Luis que saliera y permaneciera a su lado. Sabía que Luis estaba
nervioso; sabía que estaba haciendo tiempo.
Luis salió del avión y enderezó los hombros. Se alisó la chaqueta y
los pantalones arrugados y cruzó al otro lado. Cuando sonrió y dijo: —Lo
siento parezco un desastre —la abuela de Jase presionó ambas palmas de
las manos a la boca y se quedó boquiabierta.
Luego señaló al suelo y se echó a reír. —¿Es este el perro que
estabas buscando? —Preguntó. 32

Luis se dio la vuelta y parpadeó.


Jase miró al cielo y cerró los ojos.
Camp estaba en el suelo junto a Luis. Tenía la tanga negra de Luis en
su boca y sacudía su pequeña cabeza hacia atrás y hacia adelante. La mata
de pelo rubio y sedoso, volaba en todas direcciones; la transparente bolsa
de la tanga negra cubría su nariz.
Luis se agachó rápidamente y tiró del tanga de su boca. Se lo echó en
su chaqueta y dijo: —Debe haberse metido en el equipaje. —En ese
momento, sus mejillas estaban ruborizadas y su voz era temblorosa. Envió
una mirada suplicante a Jase y continuó sonriendo.
Jase simplemente se rió y agitó el brazo. No podía culpar al pobre
perro por masticar la tanga de Luis. Lo había hecho un montón de veces él
mismo. Además, su madre y su abuela no tenían forma de saber si Luis se
había quitado toda la ropa y si acababan de tener relaciones sexuales en el
aire.
Era una excusa plausible; el perro podría haberse metido en el
equipaje. Siempre estaba haciendo algo de este tipo de cosas en el
apartamento. Le encantaba robar los calcetines de Jase y esconderlos
debajo de las sábanas de su pequeña cama de perrito.
Camp miró a la abuela de Jase y ladró unas cuantas veces. Ella puso
las manos en las caderas y sacudió la cabeza. —Bueno, bésame el culo.
¿Qué clase de perro es ese?
—¡Mamá! —Gritó Mary—. Tu lenguaje. Acabas de conocer al
amigo de Jase.
Ahí estaba otra vez, pensó Jase. Se refirió a Luis como su amigo, no
como su compañero, amante o novio. Parecía que se lo esperaba, y era en
parte culpa suya por no presentar a Luis como su novio.
Isabelle ignoró a su nuera. No podía dejar de mirar el cuerpo calvo
de Camp.
—Es un crestado chino, Mamá-mamá —dijo Jase.
Cuando llamó a su Mamá-mamá, vio a Luis parpadear de nuevo. 33
Llamaba a su abuela, Mamá-mamá desde que había aprendido a hablar y, a
menudo olvidaba que sonaba un poco raro a otras personas.
—Un chino, ¿qué? —Preguntó, inclinándose hacia adelante para
examinar a Camp.
—Chino Crestado —dijo Jase.
La anciana miró a Luis arriba y abajo. —Apuesto a que costará unos
buenos centavos.
—Luis lo rescató —dijo Jase—. No le costó ni un centavo. Estaba
solo y siguió a Luis a casa una noche, y Luis ha estado cuidándolo desde
entonces. Los dos creemos firmemente en el rescate de animales. —Quería
aclarar las cosas. Tenía la sensación de que estaba insinuando que Luis
tenía gustos caros de New York en la moda de los perros pequeños y no iba
a dejar que se saliera con la suya. A pesar de que sabía que a su abuela le
encantaba, también sabía que ella no se llevaba bien con los extraños
tampoco. Sobre todo cuando no estaba segura de cómo los extraños se
conectaban a su familia y a su forma de vida.
Camp ignoró a todos. Ladeó la cabeza y trotó hacia la llanta
izquierda. Luego, levantó la pata y orinó.
Isabelle se frotó la barbilla. —He oído que comen perros como ese
en China —dijo—. Es una delicia. —Cruzó los brazos sobre su pecho,
apretó los labios y asintió.
Los ojos de Luis estallaban, se agachó y recogió a Camp en sus
brazos. El pequeño perro le dio un beso en la mejilla, luego se volvió a
Isabelle y le gruñó un par de veces.
Cuando Jase vio el gruñido del perro, pensó que era hora de moverse.
Así que buscó en el interior del avión y comenzó a retirar el equipaje. Sólo
había dos maletas y dos bolsas de hombro. Los bolsos de Jase, una maleta
grande y una bandolera combinada, eran de Louis Vuitton. Los bolsos de
Luis era un mal combinado y descuidado conjunto de vinilo, uno negro y el
otro de color beige, que había estado cargando todo desde que salió de la
casa del doctor Barton y se mudó a New York.
Pero cuando Isabelle vio el equipaje caro pasó la palma de la mano a
través del asa de la maleta y miró arriba a Luis. 34

—Tienes gustos caros en el equipaje —dijo, enviándole una sonrisa


maliciosa.
—Estas son las mías —dijo Jase, levantando la maleta negra que
llevaba Luis fuera del avión. Sonrió y volvió hacia atrás y adelante—. Estas
pertenecen a Luis. Quería conseguirle un equipaje nuevo para el viaje, pero
dijo que no había nada malo con lo que ya tenía. —Sabía que estaba
probando de nuevo a Luis, cortésmente insinuando que Luis era el tipo que
no saldría de viaje sin maletas de marca cara.
La anciana levantó una ceja torcida y dio un puñetazo al brazo de
Luis con afecto. —Me gusta eso —dijo—. He tenido el mismo equipaje
desde 1958. Y sigue siendo tan bueno ahora como lo era entonces.
—Me encanta el equipaje de época —dijo Luis.
La cara de Isabelle se torció y lo miró boquiabierta. —¿Huh? —Para
ella el equipaje era tan bueno como el nuevo, no de época.
Mary se echó a reír. —Pero no has dejado Alaska desde 1958,
Mamá.
Isabelle dio a su nuera una mirada desagradable. —Ese no es el
punto. El punto es que no hay que acostumbrarse a gastar dinero en un
nuevo equipaje cuando el viejo está en perfecto estado.
Mary rodó los ojos. Sonrió y dijo a Jase. —Sólo es que, sabes, está
hablando sobre el equipaje que compré el año pasado para un crucero que
hice con tu padre. Quería que llevara su viejo equipaje y yo quería un
equipaje nuevo. No me lo ha perdonado.
Aunque la madre de Jase siempre había mantenido un buenas
relaciones con su nuera, Jase sabía que no siempre había sido fácil. Mucho
tiempo antes de que Jase hiciera su primer millón con sus inventos, y
mucho antes de que llegara a ser conocido como el Multimillonario Virgen
gracias al Agua Virgen de primavera de Alaska, su familia había sido bien
conocida por la gente de negocios en Alaska.
Eran dueños de la mitad de las empresas en su pequeña ciudad y
varias más en otras ciudades. Antes de que el padre de Jase se hubiera 35
retirado de la ley para centrarse en sus negocios, había sido un activo
abogado involucrado activamente en la política de Alaska. Pero no había
comenzado de esa manera. Sus abuelos paternos habían trabajado su
camino ascendente durante la Gran Depresión de manera difícil, y su
abuela nunca dejó que nadie se olvidara de eso. No importaba la cantidad
de dinero que tuvieran ahora. A sus ojos, la compra de un nuevo equipaje
era una tarea inútil, frívola, la cual era tan diabólica como el uso de la
electricidad y tirar pan del día anterior.
Jase tiró de la manga de Luis y le dijo: —Será mejor que nos
pongamos en movimiento. —Entonces bajó la mirada hacia el hombro de
Luis y vio las manchas que Luis había dejado en la chaqueta cuando le
había hecho una paja en el avión.
Luis inclinó la cabeza y le dio una mirada curiosa.
Jase sonrió y le dio una mirada curiosa. Pero antes de que tuviera
oportunidad de susurrar acerca de las manchas, Isabelle señaló el hombro
de Luis y le dijo: —¿Qué es eso? ¿Derramaste algo en tu bonita chaqueta,
joven?
Luis se encogió de hombros y miró a su hombro. Cuando vio la
mancha seca, sus ojos se agrandaron y dijo: —Derramé una bebida en el
vuelo desde New York.
Isabelle se acercó más para ver mejor. —Debe haber sido algo con
crema —dijo.
Cuando lamió su dedo índice e hizo un movimiento para limpiar la
mancha, Luis hizo un gesto con el hombro hacia atrás antes de que pudiera
tocar y le dijo: —Fue café con leche. Va a salir, me preocuparé más tarde.
Isabelle se agachó por una maleta y le dijo: —Sólo dámela cuando
lleguemos a la casa. No hay una mancha en el mundo que no se pueda
quitar.
Jase acarició de nuevo a Luis y sonrió. Le envió una mirada
conocedora y dijo: —Ves, mi abuela lleva quitando manchas de este tipo
durante toda su vida.
En el camino hacia el coche, Luis se ofreció a llevar ambas maletas
grandes para que Jase pudiera seguir adelante con su madre y su abuela.
36
Jase arrojó ambos bolsos por encima de su brazos y Mary llevó el vacío
bolso de Camp. El perro caminaba junto a Luis, a unos veinte pasos detrás
de Jase, Mary, e Isabelle. Le gustaba caminar solo, pero no era el tipo de
perro que necesitaba una correa, sobre todo cuando estaba en un lugar
extraño. Tendía a permanecer cerca de Luis o de Jase en todo momento, y
por lo que Jase podía ver Alaska debía haberle parecido muy extraño para
él. Siguió levantando la cabeza mientras caminaba, moviéndola hacia
adelante y hacia atrás, olfateando cosas que el resto de ellos no podía oler.
Cuando llegaron al coche, Jase arrojó las bolsas del hombro en el
asiento trasero y se frotó las palmas de las manos. —Voy a conducir —
dijo—. Me encanta conducir este viejo Jeep. —El gran Jeep Wagoneer
tenía más de treinta años de edad. Jase había aprendido a conducir detrás
del volante de este coche. Había llevado algunos de los más caros
automóviles en el mundo, pero nada comparado con este viejo Jeep.
Sin embargo, los otros sólo se detuvieron y miraron boquiabiertos
por un momento.
Mary dijo: —¿Porqué no conduzco yo, querido? Debes de estar
cansado.
Isabelle sacudió la cabeza y chasqueó los labios. —Si él conduce, yo
no entro en el coche. Me las arreglé para vivir noventa años, y no quiero un
viaje corto con él detrás del volante para terminar con mi viejo y cansado
culo fuera y para siempre.
A continuación, Luis sonrió y dijo: —Voy a conducir. No me
importa. Me gusta conducir.
—¿Eres lo bastante mayor para la licencia de conducir, querido? —
Preguntó Isabelle. Aunque su voz era baja y tierna, había un indicio de
maldad en su tono. O estaba insinuando a Luis que era demasiado joven
para estar con un hombre de cuarenta años de edad, o simplemente
indagando acerca de su edad en general. Con Isabelle, no se podía estar
seguro. Se había fugado con el abuelo de Jase cuando tenía quince años de
edad, por lo que estaba lejos de ser una mojigata. Y el abuelo de Jase había
sido quince años mayor que ella.
Jase frunció el ceño. Envió a su abuela una mirada furiosa y dijo: — 37
Luis tiene veintidós años. —Tomó las llaves de la mano de su madre y se
las entregó a Luis—. Y es un excelente conductor.
Luis cogió las llaves y miró a los ojos de Jase. —Gracias. No sabía
que pensabas que fuera un buen conductor.
Cuando Luis lo miró así, con sus grandes ojos verdes y sus tiernos
labios suaves, el corazón de Jase todavía latía con la misma emoción que
había experimentado el primer día que había conocido a Luis.
A pesar de que estaba parado en un estacionamiento del aeropuerto,
en Alaska, con una sola mirada había sido transportado mágicamente de
vuelta a ese descuidado apartamento sin ascensor en el Upper West Side de
Manhattan. —Me encanta la manera en que conduces.
—Bueno, siempre y cuando no conduzca Jase no importa —dijo
Isabelle. Tendía a dejar escapar estas cosas sin pensar en ellas antes de
tiempo—. Pongámonos en marcha. Quiero volver a casa. —Luego abrió la
puerta del pasajero y se sentó en el asiento delantero.
Cuando estaban en la carretera, Jase y su madre se sentaron en el
asiento de atrás y hablaron de viejos amigos y lugares familiares. Isabelle y
Camp estaban sentados en la parte delantera con Luis. Camp se colocó él
mismo entre ellos y apoyó la barbilla en la pierna izquierda de Isabelle. Al
principio, Isabelle pensó que estaba calentándola, así que trató de acariciar
la parte superior de la cabeza. Pero cuando bajó la palma de la mano
temblorosa, Camp la miró con un ojo cruzado y gruñó.
—Sé bueno Camp —dijo Luis.
—¿El pequeño hijo de puta muerde? —Preguntó ella.
Luis sonrió, manteniendo sus ojos en la carretera. Se inclinó a la
derecha y habló en un susurro. Jase estaba escuchando a su madre seguir
hablando de uno de los vecinos, pero por casualidad oyó decir a Luis. —
Sólo si le muestras al pequeño hijo de puta una cacerola de asado, un juego
de palillos, y una vieja y gran botella de salsa de soja.
Isabelle envió a Luis una mirada de aprobación y sonrió. —
Recordaré eso, pequeño listillo.
38
Capítulo Cuatro
Mientras conducía a través de un pequeño pueblo, desconocido, Luis
no pudo dejar de advertir unas pocas tiendas que tenían carteles con el
nombre Nicholas sobre sus puertas. Se dio cuenta de que había una
ferretería, una de suministros de fontanería, y una tienda de ropa. En un
tramo de un centro comercial porticado había una farmacia y un pequeño
mercado con el nombre de Nicholas. En las afueras de la ciudad, incluso
vio una pequeña cuchara con un gran cartel que decía: —Pollo y Cerveza
Nicholas.
Cuando se detuvo por las luces rojas, la gente que cruzaba las calles
sonrió al Jeep hasta que vieron quien lo conducía. Se inclinaron hacia
adelante con las expresiones confusas para obtener mejores miradas. Se
asomaban a la persona junto a ellos y murmuraban algo. Pero cuando
miraron en el asiento de atrás y vieron a Mary Nicholas, sus expresiones se 39
suavizaron y saludaban y sonreían en su dirección.
Mary le devolvió el saludo a ellos, diciendo a Jase desde un lado de
su boca quiénes eran y cuál era el último chisme local sobre ellos. Una
mujer del tamaño completo de una esquina había pasado por una cirugía de
bypass gástrico seis meses antes, otra mujer cruzando la siguiente calle
estaba pasando por un amargo divorcio, y en la esquina de una intersección
cerca de la biblioteca Mary hizo señas a un hombre con un solo brazo. Ella
frunció el ceño y suspiró, luego palmeó la mano de Jase. —Ese es el chico
de Lucy Cling. Lo recuerdo. Tú y Lucy fueron a la escuela secundaria
juntos. Acaba de regresar de Irak, que Dios le bendiga.
Isabelle se quedó quieta con sus dedos entrelazados sobre el regazo,
de vez en cuando mirando hacia abajo para ver lo que Camp estaba
haciendo. Su barbilla seguía descansando en su regazo, sus ojos estaban
cerrados, y todavía respiraba con un ronquido. Luis sabía que a Camp le
gustaba ella. Si no le gustara, habría apoyado la barbilla en el regazo de
Luis en su lugar. Pero Luis tenía la sensación de que le iba a llevar un
tiempo antes de que él la dejara acariciarlo.
Todo este asunto de Alaska era tan nuevo para Camp que
probablemente se sintió abrumado. El pobre nunca había salido de New
York.
Luis comenzó a sentirse abrumado, también, sobre todo cuando Jase
le dijo que hiciera un giro inesperado a la derecha en un puerto deportivo.
En esta ocasión, Luis no sabía dónde estaba. Si le hubieran pedido que
condujera de regreso al aeropuerto, no habría tenido ni idea. Si le hubieran
dicho que saliera y encontrara su propio camino de regreso a New York, se
habría sentado en un bordillo y gritado. Nunca había sido bueno con las
direcciones en primer lugar. Por todo lo que sabía, estaban de camino a
Rusia.
—Estaciónate ahí —dijo Jase, apuntando a una fila de plazas de
estacionamiento vacías que daban a una masa de agua.
Luis entró en el espacio y apagó el motor. Miró hacia atrás y hacia
adelante varias veces y le preguntó: —¿Dónde está el hotel? —Había
supuesto que estarían alojados en un hotel local. Había estado esperando
con ilusión despegar toda su ropa y tener en la cama desnudo a Jase.
40
Pero Mary tomó la palabra.
—La familia nunca se queda en un hotel. Te quedarás en nuestra
casa, Luis.
Esto hizo que su nudo en el estómago apretara. Se imaginó una casa
rancho de ladrillo de una planta con una valla de tela metálica, y durmiendo
en el dormitorio de infancia de Jase en literas con sábanas de vaqueros e
indios. Nunca habían discutido dónde Jase se quedaba cuando iba a Alaska,
y eso se debía a que Jase no había estado ahí desde el pasado mes de
agosto. La mayoría del tiempo que habían pasado juntos solos en el último
año había sido en la cama teniendo relaciones sexuales. Luis no vio las
casas cercanas, sólo un edificio de puerto deportivo, la gente trajinando en
diferentes direcciones, y filas de barcos atracados.
—¿Está tu casa cerca del puerto deportivo? —Pensó que eran
dueños de tantas empresas de la ciudad, que tal vez fueran los dueños del
puerto deportivo, también. Tal vez ellos vivían por encima del puerto
deportivo.
—No del todo —dijo Isabelle. Abrió la puerta y se quitó el cinturón
de seguridad—. Pero ya casi estamos ahí.
Mientras Mary e Isabelle se encontraban en la parte trasera del Jeep
abriendo la puerta para que Luis y Jase pudieran sacar el equipaje, Luis tiró
de Jase a un lado y le preguntó: —¿Por qué estamos estacionados en un
puerto? —Había un nerviosismo incierto en su tono. Tenía la sensación de
que estaba a punto de ser puesto en una situación incómoda de nuevo.
—Tomaremos el barco a casa. —El tono de su voz no era optimista.
Los ojos de Luis se expandieron. Agarró la manga de Jase.
—No sé nadar. Trato de mantenerme lo más lejos posible del agua.
—No vamos a nadar a la casa —dijo Jase—. Vamos a subir a una
embarcación. Te va a encantar. —Luego le dio una afectuosa palmada en la
espalda y regresó a donde estaban su madre y su abuela de pie.
Luis recogió a Camp y se volvió para mirar el agua. Ni siquiera
estaba seguro de lo que la masa de agua se trataba. Se mordió el labio
inferior y respiró fuerte. Cuando exhaló, las orejas de Camp subieron. La 41
única cosa que detestaba más que volar era viajar en barcos, especialmente
a través de grandes masas de profundas aguas. El solo pensamiento apretó
las cejas y retorció su cara. En una ocasión había sido invitado a una fiesta
en Fire Island con uno de sus antiguos clientes, un señor mayor propietario
de tiendas de antigüedades, y había fingido la gripe debido a que no podía
ni imaginar en tomar el ferry a Fire Island. El viejo había prometido
pagarle quinientos dólares. Pero Luis no creía que fuera dinero suficiente
para ponerlo en el ferry.
Aunque Luis nunca admitió su miedo al agua a nadie, se enorgullecía
de saber que era probablemente el único hombre gay en New York, que
nunca había estado en Fire Island.
Entonces, Camp saltó de sus brazos y corrió a la parte trasera del
coche, donde Isabelle estaba de pie. Se puso de pie al lado de ella y levantó
la vista. Al no mirar hacia abajo sobre él, levantó su pata delantera derecha
y la hincó en el tobillo unas pocas veces.
—¿Vas a ver esto? —Dijo Isabelle. Se agachó y lo levantó—. Quiere
sentarse conmigo en el barco. Creo que el pequeño hijo de puta insolente
me ha tomado el gusto. —A pesar de que había soltado una maldición,
había afecto en su tono.
—Yo lo iba a poner en su bolso —dijo Luis—. Nunca ha estado en
un barco y no sabe nadar. —Se preguntó si tenían chalecos salvavidas para
perros pequeños en el barco. Oh, pobre Camp. No le iba a gustar esto en
absoluto.
Isabelle agitó su brazo en rechazo. —Eso son tonterías —dijo—.
Todos los perros saben nadar. —Ella hizo una mueca y se frotó su nariz
contra la nariz de Camp. —Incluso los pequeños hijos de puta calvos como
éste.
—Estará bien —dijo Jase, entregando a Luis dos maletas—. Deja de
preocuparte.
A continuación, Jase golpeó la puerta de atrás y se marchó con su
madre, Isabelle, y Camp, dejando a Luis atrás para llevar las dos maletas
grandes. Luis levantó las maletas y se quedó mirando sus espaldas. Se 42
reían. Jase echó la cabeza hacia atrás unas cuantas veces y se golpeó la
rodilla. Camp estaba trotando justo a su lado, con la lengua fuera y su cola
moviéndose.
Aunque Luis pensó que sabía todo acerca de Jase, esta era una parte
de él que Luis nunca había visto. Ahora que Jase estaba en casa en Alaska,
había algo diferente en él que era difícil de identificar. Caminaba con un
paso ligeramente más pesado; hablaba con un acento totalmente diferente,
exagerando su erres y pronunciando su vocal a como si los sonidos vinieran
de la parte posterior de la garganta. Todos parecían tan toscos y atléticos. Y
Jase no parecía preocupado por el hecho de que el corazón de Luis latiera
con fuerza, su estómago se estaba revolviendo, y sus piernas estaban
dispuestas a ceder ante la perspectiva de entrar en un barco.
Lo peor de todo, es que esto no era en absoluto como los muelles de
barcos que Luis había visto en New York. Para llegar a estos muelles, la
gente tenía que bajar una larga y angosta escalera directamente del
estacionamiento, una endeble y enredada escalera de madera con peldaños
desiguales y partes astilladas.
Con noventa años de edad, Isabelle bajó primero. Enganchó a Camp
debajo de su brazo derecho y maniobró su camino abajo con la mano
izquierda. Luis se inclinó con su mano presionando a su estómago y los vio
descender. La cabeza de Camp se inclinó y los ojos estaban muy abiertos;
Su cola se movía camino abajo. Mary fue la siguiente. Agarró algo de
equipaje primero, y luego levantó su pierna y se deslizó por la escalera, en
sus botas de tacón alto un peldaño a la vez. Luego tiró el resto del equipaje
a Jase sobre la plataforma y siguió a los otros dos.
Luis tragó saliva y dio un paso atrás. ¿Quiénes eran estas personas?
Todos eran tan ágiles y confiados, sólo bajando por la exigua escalera
como si fueran ardillas retrocediendo a un tronco de árbol. Todo lo que
Luis tenía que hacer era mirar hacia abajo y empezó a respirar con
dificultad. La escalera tenía que ser por lo menos de tres pisos de altura. Si
perdiera un escalón, podría ser la muerte para ti.
Jase miró hacia arriba y se protegió los ojos con la mano.
—¿Qué estás esperando? Vamos baja.
Luis se acercó al borde, con pasos lentos y suaves. Aunque había 43
llevado un traje casual, llevaba puestos sus nuevos Pradas de cuero y las
suelas eran todavía resbaladizas. Miró a Jase y frunció el ceño.
—No estoy seguro acerca de esto —dijo—. Sabes cómo soy con las
alturas. Y estos zapatos tienen suelas resbaladizas. —Si hubiera sabido que
iba a ir de caminata hacia abajo de la escalera de Jacob, habría empacado
un par de sandalias Birkenstock. Contempló a Mary e Isabelle. Se sentía
mareado y endeble. Estaban mirando, esperando su próximo movimiento.
Cuando Luis vio a Isabelle empujar a Mary y la escuchó decir: —Es
un poco delicado, ¿no? —se dio cuenta de que no podía permanecer ahí
todo el día encogido de miedo con ellos. No quería que la familia de Jase
pensara que era un tímido chico de ciudad, sin ninguna idea.
Después de todo, se había criado en Tennessee y no era ajeno a la
vida del campo. Así que apretó los dientes y bajó la pierna en la escalera.
Se agarró a ambos lados y se concentró en el equilibrio sin mirar abajo una
sola vez.
Cuando estaba a mitad de camino abajo, Jase subió a donde estaban
sus pies y le dijo: —Ya casi ha terminado. Lo estás haciendo bien. En el
momento en que llegues abajo, mi abuela sólo será de ciento diez años. —
Entonces Jase extendió la mano y lo guió abajo por el resto del camino para
acelerar las cosas un poco.
En el último peldaño, Jase agarró su culo y le apretó unas cuantas
veces. Mary e Isabelle fueron caminando hacia el barco y sus espaldas
estaban vueltas hacia ellos. Camp seguía detrás de Isabelle, observando
cada movimiento que hacía. Luis se apoyó en la mano de Jase y suspiró. —
Me siento mejor ahora —dijo.
Jase se frotó el culo y le sonrió. —¿Te gustaría sentarte en mi regazo
cuando estemos en el barco? Le diré a mi madre que conduzca y nos
podemos sentar juntos.
—Me encantaría sentarme en tu regazo —dijo Luis—. Nada me
encantaría más que si sólo pones tus brazos alrededor de mí justo ahora.
Pero creo que tu madre y tu abuela caerían por la borda en estado de shock.
—Se alejó de la mano de Jase y recogió las maletas. Este era uno de esos
44
momentos en los que ser gay podía ser tan injusto. Si Luis hubiera sido una
mujer, Jase no lo habría pensado dos veces antes de poner sus brazos
alrededor de él y tranquilizarlo. Un beso en la mejilla habría sido bonito; un
tierno abrazo hubiera hecho toda la diferencia en el mundo. No hubiera
sido nada sexual o lascivo al respecto. Pero si un hombre ponía sus brazos
alrededor de otro hombre justo para hacerle sentir seguro, el mundo parecía
volverse y mirar en su dirección como si estuvieran haciendo algo ofensivo
en lugar de algo natural. Así que Luis comenzó a caminar hacia el barco.
Sin volverse, dijo: —Estaré bien. Aguantaré muy tenso. Y quiero el mayor
chaleco salvavidas en el barco.
A pesar de que Jase no podía conducir un coche unos quince metros
sin golpear algo, se puso detrás del volante de la embarcación y se retiró
del estrecho muelle, con una precisión absoluta. Cuando se dio la vuelta, lo
hizo sin una sacudida, un golpe, o un chapoteo. Y cuando empezó a cruzar
hacia adelante se sentía como si se deslizaran a través de una capa lisa de
hielo. Luis no sabía nada de barcos. Pero este tenía que ser caro. Por un
lado, era el barco más grande en el puerto deportivo, y por otro, había
espacio para al menos una docena de personas.
Mary se sentó en el asiento de al lado donde Jase estaba
conduciendo. Isabelle y Camp se sentaron junto a Luis en un largo asiento
marrón de cuero en la parte trasera. Cuando el barco comenzó a ganar
velocidad, Luis se sentó envuelto en su chaleco salvavidas, aferrado a la
silla con los puños cerrados y mordiendo el interior de su boca. Sentía los
ojos de Isabelle sobre él, esperando su próximo movimiento. En un
momento dado, se volvió hacia ella y ella apartó la mirada rápidamente,
rodando sus ojos.
Pero mientras navegaban en aguas abiertas y la ciudad desaparecía
en el fondo, Luis no podía dejar de maravillarse del paisaje. A pesar de que
todavía estaba apretando el cojín del asiento, este era el cielo más azul que
jamás había visto. Las nubes parecían hinchadas y brillantes, el agua
parecía impecable y más limpia. Luis no era un extraño para las montañas,
había crecido cerca de Blue Ridge Mountains. Pero las montañas de Alaska
eran diferentes de las demás montañas que jamás había visto. Parecían
elevarse más y más nítidas, con picos majestuosos y animadas pendientes.
Bandadas de gaviotas iban deprisa por delante de ellos, chillando y
agitando en contra de la suave brisa. En todas partes Luis parecía ver tonos
de sombras verde oscuro o brillante azul. Aunque la temperatura de ese día 45

estuviera sólo en unos 10º C, todo el ambiente calmó su corazón agitado y


calentó su cuerpo.
Cuando finalmente rodearon una curva cubierta de árboles, Jase
ralentizó el barco y entró en una cala pequeña y tranquila. Luis levantó la
vista y su mandíbula cayó. En lo alto de una colina que miraba al agua, se
asentaba el viejo hogar más magnífico que jamás había visto. Las tejas eran
de color gris pálido y el acabado blanco brillante. El primer piso era de
piedra sólida, con grandes ventanales y blancos acabados y los setos se
recortaban incluso en pisos de vallas. Tenía torreones y torres, picos y
frontones. Era del tipo de vieja casona que una persona podía mirar
fijamente durante horas y todavía no ser capaz de recordar todos los
detalles, sin tomar una segunda y tercera mirada.
El muelle conducía a un ancho y verde césped inclinado hacia la
casa. Luis liberó los tirantes de su chaleco salvavidas y se inclinó hacia
adelante.
—¿Aquí es donde vives?
Isabelle le envió una mirada curiosa.
—Mi esposo y yo lo reconstruimos en 1950. La casa original era
mucho más pequeña. —Señaló y dijo: —Si te fijas bien, aún se puede ver
el original enmarcado antes de añadir todo lo demás. En muchos sentidos,
es todavía un trabajo en progreso.
Luis se echó hacia atrás y suspiró. No se detuvo a mirar la casa hasta
que Jase se paró en el muelle y le dijo que tomara la cuerda y asegurara la
parte posterior de la embarcación. No estaba seguro de si su corazón había
dejado de latir porque el viaje del barco había terminado, o porque sentía
tranquilidad acerca de su entorno. Por primera vez desde que salió de New
York, se sentía bien acerca de dónde estaba.
En el camino a la casa, Mary e Isabelle caminaron delante de ellos.
Camp se pavoneaba a su propio ritmo, no lejos detrás de Isabelle. Luis
agarró la manga de Jase y dijo: —No me dijiste nada de esto.
Antes de que Jase pudiera responder, Isabelle se volvió y dijo: —Es
porque es modesto, querido. No se jacta. Somos gente muy humilde.
46
—Lo sé —dijo Luis, poniéndola en su lugar muy bien—. Es una de
las cosas que siempre he admirado de Jase. —Luis no hablaba de lo grande
que era su casa o de su valor. Eso hablaba sobre el gusto de Jase. Sabía que
Jase tenía dinero, sabía que Jase era un multimillonario. Pero siempre había
pensado que Jase tenía el gusto más moderno. Su apartamento en New
York era caro, pero simple y moderno hasta el punto de ser demasiado frío
y cortante.
Jase se encogió de hombros y dijo: —Este es el hogar. Todo lo
demás es sólo un lugar para vivir.
Cuando Jase lo puso de esta manera, Luis sintió un pinchazo en sus
ojos. Siempre había pensado en su apartamento en Tower Trump como su
casa. No tenía idea de que Jase hubiera pensado sólo en él como una parada
intermedia mientras que anhelaba regresar a su verdadero hogar en Alaska.
Si Luis hubiera querido continuar la conversación, no habría sido el
lugar. En el momento en que pisó el camino que llevaba hasta la casa
principal, un grupo de personas apareció en el otro extremo del camino y
comenzaron a saludarlos.
Jase rodó los ojos.
—¿Qué es todo esto? ¿Por qué está toda esta gente aquí?
—Es sólo una pequeña fiesta de bienvenida —dijo Mary. No se
detuvo a caminar o darse la vuelta—. Sólo unos pocos amigos y familiares
para celebrar que vienes a casa después de tanto tiempo. Y todos los quesos
han sido ahumados con tu nuevo invento, el hogareño ahumador de queso.
Jase sonrió y empezó a caminar más rápido.
Sin embargo, Luis se detuvo. Se enfrentó a Jase.
—¿Una fiesta? —No había esperado una fiesta el primer día ahí.
Como estaba, no estaba seguro de cómo actuar o hablar con Jase. ¿Y si
toda esta gente había leído los tabloides y sabían acerca de su implicación
con Derrick?
—Va a estar bien —dijo Jase—. A todo el mundo les encantarás
tanto como a mí.
Luis ajustó las maletas y empezó a caminar. No era como si tuviera
47
mucha elección. A pesar de que sólo había conocido a Mary e Isabelle
durante unos minutos, sabía de dónde había heredado Jase sus tendencias
agresivas. Estas mujeres sabían lo que querían y no tenían miedo a mirar
hacia adelante para conseguirlo.
Luis tenía el presentimiento en la boca del estómago de que no
reunía sus criterios.
Capítulo Cinco
Cuando entraron en la casa, había gente en todas partes. Isabelle
desapareció en la cocina con Camp. Antes de marcharse, dijo: —Le
conseguiré a este pobre tipo un poco de agua. —Lo levantó y le acarició la
cabeza—. Debe estar muriéndose de sed ahora.
Jase le dio a Luis una mirada y rodó los ojos. —Estará bien. Es
buena con los perros. —Podía ver que Luis estaba preocupado. Luis
extendió los brazos e hizo un intento por detener a Isabelle. Aunque Camp
no la estaba gruñendo ahora, la parte superior de su hocico estaba vibrando
como si no estuviera seguro de si debía o no gruñir y enseñar los dientes.
En New York, Camp más o menos hacía lo que quería, y Luis y Jase
atendían cada una de sus necesidades. Era más como un gato que un perro.
Venía a ellos cuando quería afecto, no cuando ellos querían dárselo a él.
Jase no estaba seguro de si su abuela entendía esto. 48

Luis sonrió y se encogió de hombros.


—Si intenta morderla no hay nada que yo pueda hacer. Ya sabes
cómo es. —A veces Camp estaban sentado en el regazo de Jase o de Luis y
estaban acariciándole la cabeza. De la nada, se había vuelto y mordido sus
dedos.
Jase sonrió y asintió a alguien que pasó por ellos. No podía recordar
el nombre de la persona, pero sabía que era uno de los amigos de su madre,
de hace mucho tiempo.
—Esperemos sólo que mi abuela se recupere. Se la había visto hacer
esto en ocasiones. —Entonces puso su mano en la parte lumbar de Luis y lo
guió hasta el comedor.
Esta fiesta no era sólo un pequeño encuentro íntimo con unos pocos
amigos y familiares. La mesa del comedor estaba atascada de comida,
había una larga cola en el bar, y parecía como si la madre de Jase hubiera
invitado a la mitad de Alaska.
Había camareros llevando bandejas y camareros sirviendo bebidas.
Jase no había visto a la mayor parte de estas personas en años, y algunos
eran totalmente desconocidos. A pesar de haber estado yendo y viniendo
con frecuencia a Alaska a través de los años, había pasado la mayor parte
de su tiempo haciendo negocios en Florida, y sus viajes a Alaska sólo eran
paseos rápidos. A donde quiera que mirara veía caras de su pasado, pero no
podía recordar sus nombres. Sr. y Sra. tal o cual sosteniendo platos de
comida y hablando con la señorita como se llame de la biblioteca de la
ciudad. El viejo tipo que trabajaba como gerente del Chick N’ Beer estaba
merodeando con un vaso de cerveza en la mano. Y la famosa política de
Wasilla que estaba de pie en el otro extremo de la sala de estar hablando
con su marido. Toda su familia, incluyendo su futuro yerno, que tendía a
meterse en problemas con la ley todo el tiempo, estaba sentado en el sofá al
lado de donde ella estaba de pie. Jase se frotó la mandíbula y frunció el
ceño. Sabía que era muy conservadora y no estaba seguro de cómo iba a
reaccionar a que él fuera tan abiertamente gay.
Luis debía haber notado su caída de expresión.
—¿Qué va mal? —Le preguntó en un susurro. 49

Estaban de pie junto a la mesa del comedor, donde las personas


llenaban sus platos con todo tipo de alimentos. Una mujer que Jase
reconoció de la planta de agua virgen de primavera, se acercó y le estrechó
la mano en su camino a la sala de estar.
—Es agradable verte —dijo. Luego se volvió hacia Luis y frunció el
ceño—. Mi padre invitó a esa política conservadora de Wasilla. La única
que está en contra de la legalización de matrimonios del mismo sexo. —
Apretó los puños e hizo una mueca. Su padre estaba muy involucrado en la
política de Alaska. Aunque él era un votante independiente y tendía a
cambiar en todas las direcciones diferentes cuando llegaban a los temas, se
mantenía cerca de los más importantes políticos en Alaska.
—Debería haber sabido. —Tenía la sensación de que su padre la
había invitado a propósito.
Luis estrechó la mano de un hombre extraño y le dijo: —Encantado
de conocerte —entonces bajó la voz y le dijo a Jase—, estoy seguro de que
no es nada. Yo ni siquiera sé quién es ella.
Luis estaba siendo demasiado ingenuo, pensó Jase, pero no dijo nada
en voz alta. Luis Fortune tenía que ser el humano más políticamente
estúpido que había conocido. Mientras habían estado viendo las noticias
una noche en noviembre pasado después de que acababan de tener
relaciones sexuales, y Luis había oído al locutor decir que los demócratas
querían celebrar la próxima Convención Demócrata en Filadelfia, se había
vuelto a Jase y suspiró.
—Esa es una de las razones por las que sólo no puedo soportar la
política. ¿Te imaginas lo aburrido que sería? Ahora bien, si celebraran la
próxima Convención Demócrata en París, estaría mucho más interesado.
Incluso me pensaría si ir.
Jase sólo se había vuelto parpadeado. Cuando había visto que Luis
hablaba absolutamente en serio, no estaba seguro si reír o llorar. Así que
había decidido dejarlo ir.
Jase mismo no era la persona más política. Ni siquiera contribuía a
las campañas políticas porque pensaba que su dinero serviría mejor a la
buena caridad que realmente ayudaba a la gente. Pero al menos sabía los
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conceptos básicos cuando se trataba de cuestiones y convenciones como
ésta, Republicana o Demócrata, que se celebraban en los Estados Unidos,
no en un país extranjero.
Pero Luis sólo cambió el canal para ver las noticias de
entretenimiento con ese tipo Ryan Seacrest que parecía estar en todas
partes a las que se volvía Jase en estos días. Y cuando Seacrest empezó a
hablar de Beyonce y Luis se inclinó hacia adelante para no perderse ni una
palabra, Jase se sentó atrás y sonrió.
No estaba enamorado de Luis por su política. Estaba enamorado de
él por su corazón cálido y amable. Era tan inocente cuando se trataba de la
política y asuntos serios que Jase le quería más por ello.
Así que Jase sonrió y dijo: —Yo no me fío de esa mujer. No me fío
de ningún político. Pueden ser viciosos, y no quiero darle cuerda en su
próximo libro, o en su próximo discurso como un ejemplo de los horrores
de las parejas del mismo sexo y cómo están tratando de arruinar la santidad
del matrimonio. Veo todo lo que dices, sobre todo con ella.
—Este parece ser el problema —dijo Luis—. No estoy seguro de qué
decir o cómo actuar. ¿Saben que somos pareja? ¿Saben que estamos
juntos? —Presionó sus dedos a los labios y se rió—. Apuesto a que todos
se preguntan si o no, si eres la parte superior o la inferior. Los
heterosexuales siempre piensan que uno es el hombre y el otro es la mujer.
Jase se frotó la mandíbula y frunció el ceño. Había estado pensando
la misma cosa. Siempre que las personas heterosexuales encuentran un
hombre que es gay y que tiene un amante, simplemente no pueden esperar
para averiguar quién es el “hombre” en la relación y quién es la “mujer” en
la relación. O, en otras palabras, quién es la parte superior y quién es la
parte inferior.
Pero no quería entrar en esto con Luis.
—Sólo sé tú mismo —dijo—. No estoy seguro de cómo actuar
tampoco. Después de todo, la última vez que cualquiera de estas personas
me vio yo era heterosexual y divorciado. Nadie sabía que era gay. —A
pesar de que todos en la casa miraban y se quedaban boquiabiertos con
ellos, nadie se acercó y los reconoció como pareja gay. No era un
51
sentimiento antipático; simplemente torpe, como si las personas tuvieran
miedo de acercarse a ellos. A pesar de que todos sabían que él y Luis
estaban juntos, se sentían más cómodos ignorando el hecho de que eran
gays.
Entonces, una pareja mayor se acercó a ellos y alargó la mano para
estrechar sus manos. El marido era el director de la escuela secundaria y la
esposa era una dentista en Palmer. De lo que Jase recordaba acerca de ellos,
eran los liberales locales del ala izquierda. Escribían cartas al director
expresando sus opiniones, publicaban grandes letreros por los candidatos
liberales fuera de su casa durante la temporada de elecciones, y tendían a
sobre-compensar en exceso acerca de sus creencias para demostrar a todo
el mundo sólo en qué ala de la izquierda estaban.
El hombre estrechó la mano de Jase y dijo: —Es tan agradable verlos
juntos aquí, muchachos.
Jase sonrió y le estrechó la mano. Apreciaba que vinieran a decir
algo. Pero odiaba ser llamado muchacho por cualquier persona.
Era un hombre, un multimillonario que podía comprar y vender a
todos en la sala, sin embargo, todavía tenían el absoluto descaro de
referirse a él como un muchacho porque había admitido que era gay.
Cuando la mujer sacudió la mano de Luis sonrió y le preguntó: —
Entonces, ¿qué es exactamente lo que haces en New York?
Jase sabía que se estaba refiriendo a su antigua carrera como
acompañante de hombres mayores. No estaba siendo maliciosa;
simplemente ejerciendo su voz liberal de aprobación y dejándole saber que
ella apoyaba su pasado.
Pero cuando Luis estaba a punto de contestarla, el padre de Jase se
deslizó hasta ellos de la nada, miró a Luis de frente, y sonrió.
—Estaba pensando en eso yo mismo —dijo. Estaba sonriendo y su
voz era lo suficientemente amable, pero Jase conocía a su padre, lo
suficiente para saber cuándo estaba siendo sarcástico.
Jase se acercó a estrechar la mano de su padre.
—Hola, papá. —Su pelo parecía más gris y había unas cuantas 52
arrugas más alrededor de las esquinas de sus ojos. Tenía la nariz roja, como
si hubiera estado bebiendo mucho esa tarde.
Barry sonrió a su hijo, lo saludó, y luego miró a Luis con una sonrisa
disimulada.
—Tú debes ser Lester.
—Ah, bueno, es Luis.
—Barry —dijo el padre de Jase, ofreciendo su mano, sin dejar de
sonreír—. Es un placer conocerte.
Entonces Barry se volvió hacia el matrimonio y dijo: —¿Por qué no
nos dices exactamente lo que haces en New York, Lance? Por lo que leo en
los periódicos, parece fascinante.
—Ah, Luis.
Jase levantó la vista y rodó los ojos. Tenía la sensación de que su
padre, sería arrogante.
La mujer se echó a reír, ignorando el codazo sobre su nombre.
—Sí, suena fascinante. Me encantaría saber todo sobre eso en
detalle. —Sonrió a Jase—. Y me encantaría escuchar acerca de tu último
proyecto, también, Jase. ¿Cuál es el próximo invento de un millón de
dólares?
A Jase no le gustaba hablar de sus nuevos inventos hasta que estaban
listos para ser presentados. Estaba trabajando en un nuevo palo ampliable,
para que la gente pudiera limpiar sus canalones y tejados sin subir
escaleras, pero no quería hablar de ello. Y sabía que su padre estaba
buscando una discusión. Estaba refiriéndose a la forma en que los
periódicos habían retratado a Luis como acompañante masculino que se
había involucrado con la gente equivocada. A pesar de que había
informado que Luis era completamente inocente y libre de toda culpa,
también lo habían hecho parecer caprichoso y no muy brillante.
—El último proyecto de Jase fue un ahumador de queso casero —
dijo Barry. Seguía sonriendo, pero no había una pizca de indignación en su
tono—. Ese es mi hijo, el experto en quesos. Oh, él es el hombre del queso
53
con todos los derechos. ¿No es así, Lucas? —Dio una palmada a Luis tan
fuerte en su espalda que se tambaleó hacia adelante.
Luis envió a Barry una mirada amistosa. Levantó su barbilla.
—El nombre es Luis, Fred.
Jase rodó los ojos. Ahora Luis le estaba dando a su padre actitud. Ni
siquiera podía enojarse con Luis. Su padre se lo merecía.
Barry sólo bajó los párpados hasta la mitad y miró a Luis. Él no lo
corrigió.
Jase apretó los labios y tomó unas pocas rápidas respiraciones. Su
padre le daba dos disparos al mismo tiempo. Uno de ellos, estaba claro para
Jase que su padre no estaba de acuerdo con su nuevo estilo de vida o su
nueva pareja. Dos, siempre había sido claro para Jase que su padre había
menospreciado la manera que había hecho sus miles de millones.
Barry pensaba que era la gente histérica la que compraría el agua
embotellada. Nunca había sido capaz de captar el concepto de que la gente
pagaría mucho dinero por algo que era por lo general totalmente gratis.
Si Barry se hubiera salido con la suya, Jase habría ido a la escuela de
derecho y habría permanecido en Alaska siguiendo los pasos de su padre.
Barry nunca le perdonó completamente que no hiciera esto.
Antes de que alguien pudiera responder, Barry levantó su copa de
cóctel y dijo: —Voy conseguir una dosis adicional. No estoy borracho aún.
—Luego les dio la espalda y se acercó a la barra en la siguiente habitación.
La pareja casada sonrió y se acercó a la mesa de comida.
Luis inclinó la cabeza hacia Jase, enviándole una sarcástica sonrisa
que era aún más intensa que la de Barry.
—¡Qué hombre tan encantador! No puedo esperar a ver qué dice o
hace cuando vuelva.
Jase apretó los puños y exhaló. Luego dejó a Luis ahí de pie y siguió
a su padre en la habitación de al lado.
Cuando Jase se encontró con él, le tocó el hombro desde atrás y le
dijo: —Gracias por ser tan amable con Luis. Estoy orgulloso de ti.
Realmente eres un caballero. —Había aprendido el sarcasmo de su padre. 54

Barry se volvió y lo miró a los ojos.


—¿Qué carajo? Te presentas un año más tarde con esta débil
persona, Luis, después de todo lo que estaba en los periódicos y la
televisión acerca de él y sus supuestos clientes, después de anunciar a todo
el mundo de repente que eres gay, ¿y esperas que reaccione de manera
diferente? No hagas que me ría en tu cara.
—No llevamos aquí ni quince minutos —dijo Jase—. Pensé que
podrías al menos ser lo suficientemente decente para saludar antes de
empezar a juzgarnos. —Se dio cuenta de que la sonrisa sarcástica en el
rostro de su padre se había convertido en un ceño fruncido.
—Tengo que admitir que tenía mis dudas después de divorciarte de
Mira —dijo Barry—. Tuve la sensación de que era la crisis de mediana
edad y que concluirías un cliché con una hilera de mujeres rubias cabezas
huecas de veinte años de edad. Pero nunca imaginé que acabarías con algún
tonto adolescente acompañante masculino quien pasa su tiempo trabajando
con viejos. —Miró arriba y vio a los ojos de Jase, mantuvo su voz baja y
uniforme. —Querido Dios, si parece un niño.
—Ese tonto acompañante masculino adolescente, como tú lo llamas,
se está convirtiendo en uno de los modelos masculinos más respetados en
el mundo —dijo Jase—. Va a volver a la escuela el próximo año para
obtener un título en periodismo. Paga por su propia cuenta y nunca me pide
una moneda de diez centavos.
—Él es tu pedazo de culo. Es tu chico de alquiler de alto nivel, que
está aprovechándose de una cosa buena, mientras que lo tenga. Le tocó la
lotería contigo. —Barry miró alrededor para ver si alguien había
escuchando—. Y lo trajiste aquí para conocer a tu madre. —Bajó la cabeza
y la sacudió hacia atrás y adelante. —Nunca pensé que vería el día en que
hicieras el completo ridículo en público.
Jase enderezó los hombros. Si su padre iba a arruinarle con
comentarios groseros sobre Luis y su estilo de vida, él no tenía miedo de
disparar de nuevo. —Lo entiendes todo mal. No es mi chico de alquiler. Es
mi prometido. Nos vamos a casar tan pronto como trabajemos en los
55
detalles.
La cabeza de Barry subió rápidamente. —¿Qué dijiste?
—Ya me has oído —dijo Jase—. Estoy pensando en casarme con
Luis. —Miró a los ojos de su padre una vez más, luego se volvió y lo dejó
ahí solo con su boca entreabierta.
Pero Jase no lo dejó así. Su pecho latía con fuerza; y su cara se sentía
caliente. Estaba orgulloso de todo lo que había logrado, tanto personal
como profesionalmente, en el último año y no iba a volver a las andadas y
esconderse de nadie ni de nada.
Así que después que dejó a su padre, cruzó la sala de estar y se
plantó delante de la chimenea. Cuando levantó los brazos y dijo: —
Atención todo el mundo. Tengo un importante anuncio que hacer —Luis ni
siquiera estaba en la habitación. No habían hablado de esto antes de
tiempo, pero Jase no podía controlarse a sí mismo. El primer piso de la casa
grande había sido rediseñado con la idea de un piso abierto, y sabía que
Luis podía oírle, dondequiera que estuviera.
Todo el mundo dejó de hablar y se volvió para mirarlo. Su madre
estaba hablando con la política conservadora y su marido, junto al sofá. Su
abuela estaba sentada en una silla acariciando la mata de pelo en la cabeza
de Camp y dándole de comer sandwiches de berros.
Jase sonrió y dijo: —Me gustaría anunciar mi compromiso con Luis
Fortune. —Toda la sala quedó en silencio. Su abuela parpadeó y se quedó
boquiabierta como su madre. Su madre se quedó ahí con los brazos
colgando de forma desafortunada a sus lados. Levantó la mano y les mostró
el gran anillo de diamantes en el dedo—. Eso es cierto. Estamos
comprometidos para casarnos. —Luego escaneó la sala para ver dónde
estaba Luis.
Cuando Luis llegó a su alrededor a un muro que separaba el comedor
de la sala de estar, Jase le indicó y le dijo: —Ahí lo tienes. Vamos otra vez,
mi bollito. —Nunca había llamado a Luis mi bollito antes. No estaba
seguro de qué se había apoderado de él. Ni siquiera había planeado hacer
una gran anuncio como éste en la fiesta, y, ciertamente, no tan pronto, pero
su padre lo había enfurecido tanto que quería demostrarse a sí mismo y al
mundo que no iba a retractarse. Si hubiera sido heterosexual y acabara de 56
anunciar que estaba pensando en casarse con una mujer, nadie le habría
dado un segundo pensamiento. ¿Por qué debería haber sido diferente,
porque era gay?
Pero Luis parecía tan sorprendido como el resto de los invitados.
Salió de detrás de la pared y con una sonrisa forzada. Inclinó la cabeza,
miró hacia atrás y hacia adelante, y envió a Jase una mirada mordaz.
—Vamos ven aquí, bollito —repitió Jase con voz animada.
Cuando Luis cruzó hacia él, la sala permaneció en silencio. Nadie
aplaudió y nadie ofreció el menor indicio de felicitaciones. Los únicos
sonidos en la habitación, aparte de los clic de los zapatos de tacón de Luis
en el piso de madera, vinieron de algunos de los invitados murmurando
entre sí.
Y cuando Luis se acercó a la chimenea y se puso al lado de él, y
casualmente puso su brazo alrededor de la cintura de Luis, el único sonido
en la sala vino de Camp. Su cabeza subió y le ladró dos veces.
Seguía sentado en el regazo de Isabelle y había pedazos de berros
colgando del lado de su boca. Cuando los vio ahí de pie juntos, saltó de su
regazo y corrió para estar junto a ellos.
Hubo un largo momento de silencio. Algunos estaban boquiabiertos
mirando el brazo de Jase alrededor de Luis, otros miraban al peculiar
pequeño perro calvo con berros colgando de su boca. Y entonces, de todas
las cosas inesperadas fue la mujer política conservadora quien dio un paso
hacia adelante y levantando su copa dijo: —Creo que necesitamos champán
para un brindis por estos dos. —Entonces puso su bebida en la mesa de
café y empezó a aplaudirles.
Después de eso, Mary e Isabelle se pusieron de pie y aplaudieron,
también. Los ojos seguían desorbitados y las voces murmuraban todavía,
pero finalmente, el resto de la habitación los siguió con un débil, aplauso
desconectado. El sonido de champán abriéndose en la barra causó que
Camp gruñera y ladrara. En la distancia, el golpe fuerte de la puerta de
atrás se pudo oír en toda la casa. Jase pensó que su padre salió enfadado
después del audaz anuncio de Jase.
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Unos minutos más tarde, cuando todos volvieron a sus
conversaciones y la gente bebía champán, Luis sonrió y tocó a Jase en el
hombro.
—Tengo curiosidad por saber algo. ¿Cuándo decidiste que este era el
momento adecuado para anunciar nuestro compromiso? ¿Fue antes o
después de que comiera el pastel de pescado? Menos mal que no fui al
baño. Me habría perdido toda la diversión.
Jase asintió y sonrió, pero antes de que tuviera la oportunidad de
contestar, un hombre atractivo con el pelo castaño y ojos azules se acercó y
dijo: —Jase, ha pasado mucho tiempo. —Miró arriba a Jase y sonrió, y
luego bajó los ojos al suelo.
Cuando Jase vio a su viejo amigo Trey Dawson ahí de pie, se alejó
de Luis y se acercó a abrazarlo. Jase no lo había visto en años, no desde
una Navidad en que Jase y su ex esposa la habían pasado con la familia e
Isabelle padecía dolores en el pecho. Trey había conducido todo el camino
en su Jeep porque todos sus coches habían sido bloqueados por la nieve y
los barcos estaban todos atracados por el invierno.
Trey había sacado a Isabelle de sus brazos, y había conducido todo el
camino al hospital en las peores condiciones de conducción que Jase había
visto en años.
Afortunadamente, el problema de Isabelle no era grave. Era un
ataque de la vesícula biliar y sólo se requería cirugía. Pero podía haber sido
mucho peor, y si no hubiera sido por Trey, podría haber muerto.
Jase dio un paso atrás y lo miró de arriba abajo.
—Wow, ¿cómo estás? Ha pasado mucho tiempo. —La familia de
Trey no vivía lejos. Habían ido a las mismas escuelas. Y a pesar de que
Trey era cinco años más joven que Jase, siempre habían compartido una
especial conexión. Una noche, mientras estaban lejos en el campamento de
verano, durmieron juntos en el mismo saco de dormir, porque el de Trey
había llegado a infestarse de pulgas. Y en el medio de la noche, mientras
todos los demás estaban durmiendo, se despertaron y comenzaron a
besarse. Por supuesto que se detuvieron antes de que cualquier cosa pasara.
Jase saltó fuera del saco de dormir y pasó el resto de la noche en un banco.
Aunque ninguno de los dos nunca discutió esa noche otra vez, seguían
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siendo los mejores amigos después de todo.
—Estoy bien —dijo Trey. Cuando habló a Jase, era como si no
hubiera nadie en la habitación—. ¿Cómo estás?
—Estoy genial —dijo Jase—. No tenía ni idea de que estarías aquí.
Yo pensaba que estabas viviendo en Los Ángeles ahora. —Trey se había
convertido en pediatra. Se había mudado a Los Ángeles a principios de
año. Pero su familia todavía vivía carretera arriba.
Trey inclinó la cabeza con un giro extraño. Miró hacia abajo y dijo:
—Bueno, tu madre me invitó. Llamó y me pidió que viniera aquí durante la
semana, para esta fiesta, y la fiesta de aniversario-cumpleaños. Da la
casualidad de que estoy empezando a ejercer aquí, así que acepté venir. Me
encanta Los Ángeles, pero he sentido nostalgia largo tiempo. Y acabo de
romper con mi pareja con la que llevaba diez años. Es una especie de nuevo
comienzo.
—Creo que es maravilloso —dijo Jase—. Echo de menos el hogar
todo el tiempo. —A pesar de que Trey sólo se lo había anunciado a él, era
abiertamente gay y había tenido una pareja durante diez años, Jase decidió
no hacer un comentario al respecto.
Luis se aclaró la garganta y tosió. Había estado de pie al margen,
mirando cómo se miraban a los ojos el uno al otro.
Así que Trey se enfrentó a él y le dijo: —Estamos siendo totalmente
groseros.
—Ah, bueno —dijo Jase, alcanzando el brazo de Luis—. Este es mi,
eh, novio, Luis —dijo—, Luis, este es mi viejo, eh, mi viejo amigo, Trey
Dawson. —Habló en voz baja, con la cabeza gacha, como si tuviera
problemas para encontrar las palabras adecuadas para describir a Trey. En
un tiempo, había pensado que estaba enamorado de Trey, pero debido a que
los sentimientos habían sido tabú en el momento, los había colocado tan
lejos en su mente como pudo. Y ni siquiera había considerado que Trey
pudiera ser homosexual, también. Pero ahora que Trey estaba ahí de pie
con él, diciéndole que era abiertamente gay y había llegado todo junto, Jase
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no podía dejar de sentir las mismas fuertes emociones que siempre había
sentido cuando Trey estaba en la habitación. Pero no quería que Luis
supiera esto, así que trató duramente de fingir que no había nada entre
ellos.
—Es un placer conocerte —dijo Luis—. Jase nunca habla de
cualquier persona de su pasado. Lo único que realmente sé es sobre su ex
esposa, e incluso así no sé mucho. Y nunca mencionó que tuviera un mejor
amigo gay. —Se enfrentó a Jase; una ceja más alta que la otra y sus brazos
estaban cruzados sobre el pecho.
Jase y Trey intercambiaron miradas incómodas, como si fueran
culpables de algo o escondieran un secreto. Luego Trey sonrió y dijo: —
Eso es porque ninguno de nosotros sabíamos que éramos gays. O, debería
decir, aceptado el hecho de que éramos gays. —Miró a Jase y sonrió—.
Cuando uno crece en los hogares conservadores como lo hicimos nosotros,
se necesita tiempo, a veces muchos años, para aceptar quién eres y cómo
quieres vivir tu vida.
Aunque Trey estaba hablando por los dos, Jase tenía una sensación
de que le estaba hablando más a él que a Luis. Parecía que estaba
ofreciendo una explicación de sus acciones pasadas, sin salir y,
concretamente, decir que era una explicación por su comportamiento
pasado.
Luis sonrió. —Entiendo por completo. Crecí en una pequeña ciudad
en Tennessee. Pero tuve la suerte de contar con un tío gay —Luis tomó un
poco de aire y exhaló—, lo perdí de SIDA el año pasado.
—Lo siento mucho —dijo Trey.
Luis se encogió de hombros. —No cuidaba de sí mismo como
debería. No tenía seguro de salud que cubriera el costo de sus
medicamentos, lo cual se llevaba miles de dólares al mes, y se negó a
continuar con cualquier tipo de ayuda del gobierno. —Levantó la barbilla y
sonrió. Su labio superior temblaba—. Pero al menos vivió y murió de la
forma que quería, con dignidad.
Jase sonrió. —Todos deberíamos tener esta suerte. —Sabía que Luis
todavía estaba de luto por la muerte de su tío. También sabía que Luis 60
todavía se sentía culpable por no haber estado con él al final. Pero no había
nada que Luis pudiera haber hecho para cambiar las cosas.
Antes de que Trey tuviera la oportunidad de decir nada, alguien de
pie junto a la madre de Jase levantó una copa y dijo: —Dinos cómo Jase te
lo propuso.
Los ojos de Luis se abrieron como platos y alcanzó la manga de Jase.
Cuando Jase oyó esto, rodó los ojos y levantó la voz.
—Tal vez en otra ocasión —dijo—. En este momento quiero caminar
y hablar con todo el mundo. Hay tanta gente que no he visto en mucho
tiempo. —Se lo había propuesto a Luis en Central Park una noche. Pero no
había sido convencional.
Había deslizado el anillo de diamantes en el dedo de Luis, mientr as
tenían relaciones sexuales detrás de un banco del parque. Aunque esto
había sido romántico y significativo para ellos, Jase estaba más que seguro
que el resto de la habitación no iba a entender, y no sentía que tuviera que
mentir acerca de la forma en que había propuesto a Luis.
Ese día era muy especial para que fingiera. Hay ciertos momentos
fundamentales en todas las relaciones que no están destinados a ser
compartidos con nadie, y nadie más tenía derecho a ir ahí.

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Capítulo Seis
Luis sonrió y estrechó las manos de tantos que perdió la pista de
cuánto tiempo continuó la fiesta. Nunca había sido bueno con los diferentes
usos horarios. Si estaba en New York y alguien le preguntaba qué hora era
en Los Ángeles sólo se encogía de hombros y sonreía. Si alguien le
preguntaba qué hora era en Inglaterra y esperaban que lo supiera de
improviso, se reía en sus caras y les decía que se fueran a verlo en Google
en Internet. Entonces les diría que consiguieran una vida. Había cosas
mucho más importantes de qué preocuparse, y Luis tendía a creer que era
mejor vivir el momento. Sólo que no había puesto su reloj a la hora de
Alaska, y por su vida, que no pudo encontrar un reloj en ninguna parte de la
casa.
Ahora se arrepentía de no haber hecho una pequeña investigación
sobre la diferencia horaria. Cuando leía el blog de Elena sabía la hora que 62
era en Francia, así que no era que no pudiera hacerlo. Para el momento en
que el último invitado se marchó, estaba dispuesto a dejarse caer en uno de
los sofás del salón y dormir durante los próximos tres días. Los paseos en
avión sólo lo habían exasperado, y luego estaba el viaje en barco que estaba
seguro que le había dado unas pocas hebras de gris. Cuando añadió la
tensión de la fiesta y la reunión de los amigos de Jase y la familia todos a la
vez, no había suficiente café en su bodega favorita de New York para
animarlo.
El padre de Jase no había regresado a la fiesta, pero Mary no
mencionó esto. Ella sólo campaba por las cosas como si no hubiera nada
malo o fuera de lugar. Luis y Jase se quedaron por ahí en la gran isla en la
cocina con Mary e Isabelle. Camp ya estaba acurrucado y roncando debajo
de la mesa de la cocina, cuando Mary bostezó y dijo: —Creo que voy a
subir a la cama. El personal de catering se encargó de la mayor parte de la
limpieza y puede terminar el resto de la limpieza mañana por la mañana. —
Bostezó de nuevo y se estiró—. Ha sido un largo día.
Después que Mary bostezó, Luis también lo hizo. No pudo evitarlo.
Sólo vino de la parte posterior de la garganta y a través de sus oídos sin
previo aviso. Se tapó la boca y se disculpó. Cuando Mary lo vio, se rió y
dijo: —Mi suegra te llevará arriba a tu habitación. Ella es un ave nocturna.
Estará arriba durante otras dos horas. —Luego besó a todos y dijo buenas
noches.
Cuando Mary se fue, Isabelle dio una palmada en la pierna y llamó a
Camp. —Vamos a la cama ahora, hombrecito. —Luego se volvió a Jase, y
dijo: —Después de que te hayas acomodado tengo que alimentar y pasear a
Sweetie-Pie.
—¿Quién es Sweetie-Pie? —Preguntó Luis.
—Es el caniche de mi abuela —dijo Jase.
—Lo dejo en el piso de abajo en la sala de juegos cuando recibimos
invitados para que nadie le deje salir durante las fiestas —dijo Isabelle.
Luego se inclinó hacia adelante y susurró. Sus ojos se agrandaron como si
estuvieran a punto de contar un cuento de miedo—. A ella no le gusta todo
el mundo. Le gusta la mayoría de la gente. Pero si ve una expresión 63
inusual, comienza a protestar y gruñirles. Nunca se sabe lo que le va a
llevar a la locura. No hay ningún patrón determinado. A veces podría ser
sólo el movimiento de una ceja.
—¿Le gustan otros perros? —Preguntó Luis. Quería estar seguro de
que Camp no estaba en ningún peligro. Camp se llevaba bien con otros
perros porque estaba acostumbrado a caminar en el parque y estaba
rodeado de ellos. Pero Luis no quería exponerle a un vicioso pequeño
caniche.
—Es un amor —dijo Jase—. Ama a los perros de otros. Se lleva
maravillosamente bien con los dos perros de caza.
—¿Perros de caza? —Siendo de Tennessee, Luis sabía un poco
acerca de los perros de caza. Tienden a ser más agresivos e instintivos que
los animales domésticos. Le preocupaba que pudieran confundir a Camp
con un zorro calvo.
—Estaban en sus corrales hoy —dijo Jase—, debido a la fiesta. Pero
por lo general dan vueltas a la parte de atrás y son muy amables. Todo está
cercado. Rara vez entran en la casa. Son los perros de mi padre. Es cazador.
Luis no se sorprendió al escuchar que el padre de Jase era cazador.
Podía verlo ahora, arrancando un venado bebé y sonriendo.
—¿Cómo son con los otros perros? —Preguntó Luis.
Isabelle se agachó y recogió a Camp en sus brazos. Ella le acarició la
cabeza y dijo: —Están muy bien. Les encantan otros perros. Camp estará
encantado por aquí alrededor con todos estos nuevos perros amigos. —
Luego se volvió y comenzó a caminar hacia una escalera en la parte trasera
de la cocina—. Te voy a poner tres pisos arriba, y luego iré a ver a Sweetie-
Pie. No le va a gustar la falta de atención hoy. Está muy mimada.
Jase y Luis la siguieron escaleras arriba. En el segundo piso, los
condujo por un amplio y bien decorado salón a la última habitación de la
derecha. Mientras que murmuraba algo a Camp, Luis tiró de la manga de
Jase y le preguntó: —¿Qué hora es? Me siento como si hubiera perdido un
día entero. 64

Jase miró su reloj.


—Son casi las once en punto.
Luis parpadeó.
—Pero si aún hay luz afuera. Pensé que era más como las ocho o las
nueve.
—La puesta de sol en esta época del año es alrededor de las once y
media —dijo Jase—. Y la salida del sol es alrededor de las cuatro y media.
Luis había escuchado que los días eran más largos en Alaska, pero
habían pasado tantas cosas que había olvidado todo por completo.
Esperaba que hubiera algunas buenas sombras oscuras en la
habitación; se había olvidado de llevar su máscara para dormir.
Cuando Isabelle los llevó a la habitación, dejó a Camp abajo sobre
una cama de matrimonio y le dijo: —Aquí tienes. Todo tu equipaje está
aquí y si necesitas algunas mantas extras, están en ese gran armario de ahí.
Señaló un enorme armario francés antiguo. Luis cruzó la habitación
y se pasó los dedos por un lado.
—Este ambiente es maravilloso. Está lleno de tantas preciosas
antigüedades. —No estaba seguro de dónde mirar primero. Las alfombras
eran persas, el mobiliario era francés, y las lámparas y accesorios o bien de
cristal o de Asia. Había una larga pared de ventanas en un extremo de la
habitación, con una exquisita vista del agua, flanqueada por pesados
cortinajes de terciopelo beige—. ¿Es este mi cuarto, o el cuarto de Jase? —
Preguntó. Como es natural, había supuesto que estarían durmiendo en
habitaciones diferentes, y no porque fueran gays. Habría esperado
habitaciones separadas si hubieran sido una pareja heterosexual, y no se
habría opuesto tampoco. Habría respetado sus deseos.
Isabelle le envió una sonrisa traviesa y entrelazó los dedos juntos.
—Demonios, no somos tontos aquí. Asumimos que Jase y tú han
estado compartiendo la misma cama así que no hay necesidad de fingir.
Ambos son hombres adultos, y todos somos adultos.
Luis asintió y sonrió, pero no podía dejar de preguntarse lo que el 65
padre de Jase pensaba de esto. Esta era probablemente la razón por la que
Mary se fue a la cama y dejó que Isabelle les mostrara su habitación.
Entonces Isabelle llevó ambas manos a su pecho y se quedó mirando
en la puerta. Jase se dio la vuelta y Luis se echó hacia atrás. El más grande,
y animado caniche blanco que Luis había visto nunca avanzó por la
habitación, moviendo su cabeza y ladrando. Este perro era aún mayor que
el caniche de Ben y Percy. Era casi del tamaño de un pequeño pony.
—¿Qué estás haciendo aquí arriba, Sweetie-Pie? —Preguntó
Isabelle, señalando al perro e inclinándose para agarrar su amplio collar de
imitación de diamantes. Miró a Jase y frunció el ceño—. Apuesto a que tu
padre está en casa y él la dejó escapar.
Jase cruzó hacia ellos y cayó de rodillas. Abrazó al gran perro y le
besó en el hocico. —Esta es mi chica —dijo.
Sweetie Pie-le lamió la cara y casi lo derriba.
Pobre Camp. Estaba sentado en el borde de la cama mirando al perro
gigante. Luis casi se echó a reír, pero se percató de algo inusual. La
hinchazón de la lengua de Camp que estaba colgando y estaba jadeando. Su
pequeño pecho subía y bajaba, las pupilas dilatadas, y sus ojos tenían esa
peculiar mirada vidriosa. Cuando Luis fue a recogerlo y vio qué andaba
mal, saltó de la cama, y corrió hacia Sweetie-Pie, y comenzó a lamer sus
patas traseras.
La cabeza de Sweetie-Pie subió y la cola se fue tan lejos de lo
correcto que parecía como si desapareciera en su trasero. Luis se quedó sin
aliento, nunca había visto a un perro doblar la cola de esta manera.
Entonces presionó la palma de su mano en su garganta y dijo: —No
sé qué pasa con Camp. Nunca lo he visto de esta manera. Parece que tiene
algún tipo de convulsión. Tal vez comió algo en la fiesta.
Jase agarró a Camp y lo levantó. Sin embargo, Camp se retorcía en
sus brazos, enroscándose para volver al suelo. Su lengua todavía colgaba de
su boca y jadeaba más que nunca.
Isabelle se cubrió la boca y se encogió de hombros. 66

—No te preocupes por él —dijo—. Creo que sé lo que pasa. Estaba


esperando que esto no sucediera hasta dentro de unas cuantas semanas.
Pero Sweetie-Pie nunca es regular.
Jase se echó a reír y dijo: —Ah, bueno, pobre Sweetie-Pie. —Le dio
unas palmaditas en la espalda y ella le lamió la mano.
—¿Qué pasa con ella? —Preguntó Luis. Miró a la forma en que
Camp se estaba comportando, y dijo: —Tal vez debería llamar a un
veterinario. Tiene algún tipo de ataque.
—Está bien —dijo Isabelle. Se inclinó hacia adelante y sonrió—.
Sweetie-Pie acaba de recibir una visita de la tía Flo.
—¿Una visita de quién?
—Está en celo —dijo Jase, enviando una mirada a su abuela—. Es
una vieja expresión.
—Será mejor sacarla de aquí —dijo Isabelle. Tiró del cuello de
Sweetie-Pie y la llevó hasta la puerta—. No es como si pudieran hacer
cualquier cosa el uno con el otro. Pero creo que el pobre Camp ha tenido
suficientes emociones por un día.
—Gracias por todo —dijo Luis, con una ligera y flexible voz. Pero
seguía boquiabierto con Camp. Nunca había visto tal mirada de
desesperación en los ojos del perro.
—Nos vemos en la mañana, Mamá-mamá —dijo Jase.
Cuando Isabelle cerró la puerta, se asomó a la habitación y dijo: —
Sólo asegúrate de no dejar fuera a Sweetie-Pie sola. Si los perros de caza
llegan a ella, voy a tener una camada de perros mestizos y no quiero
cachorros. He decidido que después de que este ciclo se termine, va a tener
que ser esterilizada. —Luego agitó la mano y dijo: —Duerme tranquilo.
Después de eso, Jase tomó una larga ducha caliente. Luis sólo se
quitó su ropa y se dejó caer en la cama desnudo. Los músculos de sus
piernas dolían, sus pies estaban doloridos y sensibles de no usar calcetines
durante todo el día, y la parte baja de su espalda pulsaba de dolor. Llevó 67
tiempo para que Camp dejara de jadear, pero al final se fue a los pies de la
cama, se paseó en círculos, y encontró un lugar cómodo. En el momento en
que Jase salió del cuarto de baño, Camp estaba durmiendo y incluso
resollando.
Jase entró en la habitación llevando un par limpio de cortos boxers y
una toalla alrededor de su cuello y se sentó en el borde de la cama. Se frotó
la cabeza con la toalla para secar su corto pelo arenoso y bostezó. Luego
llegó a la espalda y apretó la pierna de Luis.
—Estoy cansado, pero estoy muy caliente por alguna razón. —Su
mano se levantó y agarró el culo de Luis—. ¿Por qué no vienes aquí y te
sientas en mi regazo? —Luego sacó de las mantas a Luis y se quedó
mirando su cuerpo desnudo de la misma manera que Camp había mirado a
Sweetie-Pie.
Luis se agachó y volvió a tirar de las mantas arriba a su cuello. Sus
ojos se agrandaron y envió a Jase una mirada culpable.
—Yo no me siento tan bien al respecto —dijo—. Ni siquiera traje
ropa decente para dormir, porque pensé que íbamos a estar en un hotel.
—Ven y siéntate en mi regazo durante un minuto —dijo Jase—.
Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura y pon tu cabeza en mi
hombro. Ni siquiera tienes que hacer ningún esfuerzo. Voy a joderte y nos
iremos a la cama. Sencillo y rápido.
—No parece correcto —dijo Luis—. Tu madre, padre, y abuela están
en la casa, no muy lejos, y parece espeluznante por alguna razón.
—Nadie nos puede escuchar —dijo Jase—. Las paredes de esta casa
tienen 30 cms. de espesor y son tan aisladas que no lo creerías. —Levantó
un pequeño mando a distancia de la mesilla de noche y señaló hacia la
extensa ventana. Cuando hizo clic en un botón, las gruesas cortinas de
terciopelo comenzaron a cerrarse por su cuenta. Entonces apuntó a una
ventana más pequeña detrás de la cama, hizo clic de nuevo, y una sombra
rebajada oscureció la habitación.
—Gracias —dijo Luis—. Me preguntaba cómo me iba adormir con
toda esta luz. —No estaba tan brillante como lo había estado, pero aún así 68
todavía era crepúsculo.
Jase gimió y bajó las mantas. Luego se metió en la cama y se
acurrucó junto al cuerpo agotado de Luis. Luis estaba en su lado mirando
hacia la ventana en una posición fetal. Jase envolvió sus brazos alrededor
de él. Su erección salía de sus cortos boxers y la presionó en el culo de Luis
tan duro como pudo.
Comenzó a corcovear sus caderas y follarle en seco en un proceso
lento, incluso a molerle.
—¿Te dije que te quiero hoy? —Preguntó.
—Yo simplemente no quiero que tu madre piense que hemos estado
follando aquí —dijo Luis—. Ahora sé un buen chico y cierra los ojos, en
serio.
—No hasta que te des la vuelta y me dejes entrar —dijo Jase.
Luis volvió la cabeza y lo besó en la boca.
—Realmente quieres hacer esto, ¿no?
Asintió con la cabeza y apretó los pezones de Luis.
—Oh, sí.

—Pero ¿qué pasa con tu padre?


—No quiero joder con mi padre. Quiero joder contigo.
—Ya piensa que soy basura —dijo Luis. Por alguna razón, a pesar de
que rara vez le importaba lo que los demás pensaran de él, la reacción del
padre de Jase hizo que su estómago tirara.
—Yo soy la basura —dijo Jase. —Soy el que quiere que te des la
vuelta y joderte hasta que no puedas ver con claridad. Yo soy el que te está
corrompiendo.
Luis respiró hondo y suspiró. A pesar de que todavía se sentía
incómodo sobre tener relaciones sexuales en la casa de la familia de Jase,
no podía negar que estaba excitado, también. Así que relajó sus músculos y
rodó sobre su estómago.
—Tenemos que estar en silencio, sin embargo. No quiero que nadie
69
nos oiga.
Antes de que Luis tuviera la oportunidad de terminar la frase, Jase
estaba encima de él. Quitó las sábanas y se montó en su espalda. Jase debía
haber traído el lubricante del cuarto de baño, ya que no llevó mucho tiempo
para llegar entre las piernas de Luis y embadurnar la apertura de Luis. Con
una puñalada rápida, estuvo dentro y moliendo sus caderas.
Luis sentía la calidez de Jase, el aliento familiar en la parte posterior
de su cuello. Jase sostenía sus muñecas y lo inmovilizaba en el colchón con
una fuerza que no utilizaba a menudo. Luis no podía mover nada sino sus
piernas. Así que las separó tanto como pudo, levantó sus pantorrillas, y
enroscó sus dedos de los pies hacia adelante.
La cama se meció. Camp saltó y corrió hacia un oscuro espacio
tranquilo debajo de un sofá de dos plazas a los pies de la cama. Unos pocos
minutos después de eso, Jase comenzó a dar brincos más rápido. Luego
mordió la parte posterior del hombro de Luis, se estrelló en el culo de Luis
con tres rudos golpes, y llegó a su clímax.
Cuando terminó, Jase hizo lo que solía hacer cuando jodía en esta
posición. Envolvió sus brazos sobre el cuerpo de Luis, tiró a Luis hacia
atrás, y lentamente se echó hacia atrás en sus caderas. Y mientras su polla
estaba enterrada todavía profundo en el interior y Luis se encontraba ahora
en una posición vertical, Luis cerró los ojos y echó atrás la cabeza. Jase
sacó la lengua y besó a Luis en la boca, mientras que Luis comenzó a
menear su propia polla. Un minuto o dos después de eso, el cuerpo de Luis
se tensó y su lengua se puso rígida dentro de la boca de Jase.
Cuando por fin abrió los ojos y miró hacia abajo, frunció el ceño
cuando vio que se había venido sobre las sábanas. Jase estaba todavía en su
interior. Tenía las grandes manos sobre las caderas de Luis y estaba
empujando el cuerpo de Luis dentro de su polla con tal fuerza que sus
manos quemaron la piel de Luis.
Luis besó su bíceps y le dijo: —Eso fue muy agradable. Sin
embargo, ahora tienes que dejar que me levante y vaya al baño.
Deberíamos haber puesto una toalla en primer lugar. No quiero a tu madre
buscando manchas de semen en las sábanas. —Fue bastante malo, con
Isabelle limpiando las manchas de la chaqueta de sarga. 70

Jase se negó a dejarlo ir de sus caderas. —Quiero permanecer dentro


un poco más de tiempo. Me gusta cómo se siente. Es tan suave, cálido y
cómodo.
A Luis le gustaba la forma en que se sentía, también. Cerró los ojos y
empezó a jugar con el bíceps de Jase. Aunque le encantaba todo sobre el
sexo con Jase, esta última parte, cuando se abrazaban y se besaban, era una
de sus cosas favoritas.
Así que se mantuvo así hasta que la polla de Jase se deslizó del
cuerpo de Luis por sí sola. Entonces Luis se fue al baño a limpiarse.
Cuando regresó con dos paños húmedos y jabón, se inclinó sobre el cuerpo
de Jase y comenzó a limpiar entre las piernas de Jase con un paño. A Jase
le encantaba esto. Cerró los ojos y separó las piernas, mientras que Luis
lavaba la polla y las pelotas a fondo.
—Deberías hacer esto todo el tiempo —dijo Jase—. Me gusta.
—Lo estoy haciendo para asegurarme que tu pene está limpio y no
manches las sábanas —dijo Luis—. Pero estaré más que feliz de hacer
siempre lo que quieras. No me importa. —Lo decía en serio, también.
Le llevó un poco más de tiempo de lo que le solía llevar el limpiar a
Jase. Cuando vio la forma en que Jase casi ronroneaba de placer, no quería
parar. Luego secó las sábanas blancas con el otro paño limpio, le dio unas
palmaditas para secarlas con una toalla, y volvió al cuarto de baño para
enjuagar ambos paños y colgarlos para secar.
En el momento en que regresó a la cama, Jase estaba casi dormido.
Se metió en la cama y se acurrucó junto a Jase. Jase levantó su brazo y lo
envolvió alrededor de su hombro. Cuando descansó la mejilla en el pecho
de Jase, sonrió y dijo: —Eso estuvo bien. Me alegro de que no dejes de
pedir.
Sin abrir los ojos, Jase dijo: —Mira, yo sé lo que es mejor para ti.
Luis sonrió.
—Tal vez pueda joderte por primera vez, mientras estamos en
71
Alaska.
Jase abrió los ojos y parpadeó.

—De verdad quieres joderme, ¿no?


Luis se encogió de hombros. La verdad de todo esto era que Luis
quería follar a Jase ahora más que nunca. A lo largo de la fiesta, Luis sabía
que todo el mundo pensaba que Jase era el hombre dominante de la parte
superior y Luis era el sumiso en la parte inferior. Normalmente, era así.
Pero no tenían que asumirlo.
—Sí —dijo—. Pero sólo si quieres hacerlo. No es algo que jamás te
obligaría a hacer. Puedes seguir siendo virgen por el resto de nuestra vida si
lo deseas. No importa.
—Pero yo no soy técnicamente virgen —dijo Jase—. He tenido
relaciones sexuales con hombres y mujeres ahora.
—¿Alguien te ha jodido? —No sabía cómo ser más delicado.
—Ah, bueno, no —dijo Jase.
—Entonces sigues siendo un gay virgen —dijo Luis. Se agachó entre
las piernas de Jase y acarició la grieta del culo— Y este es territorio virgen.
Por alguna razón, Jase pensó que esto era histérico. Se echó a reír y
no podía parar. Entonces Luis se echó a reír con él. Cuando finalmente se
tranquilizó y se quedó dormido, Luis estaba en brazos de Jase y los dos
estaban todavía sonriendo.

72
Capítulo Siete
A la mañana siguiente, Luis sintió la mano de Jase deslizarse por su
torso a cámara lenta. Luis estaba sobre su espalda y Jase estaba sobre su
estómago, cubriendo la mitad del cuerpo de Luis. En la cama, eran
inseparables. Si Jase no tenía los brazos y las piernas envueltas sobre el
cuerpo de Luis, Luis se acurrucaba contra él con una pierna colgando de la
cintura de Jase. Aunque Jase tendía a roncar, Luis se había acostumbrado
tanto a eso que tenía problemas para dormir cuando Jase no roncaba.
La cálida mano de Jase se posó entre las piernas de Luis y ahuecó sus
bolas. Empezó a apretar y tirar de ellas, presionando su pulgar en el lado de
la ingle de Luis. Instintivamente, Luis extendió las piernas más
ampliamente y las levantó lentamente. A pesar de que todavía estaba medio
dormido, su erección era plana en su estómago y estaba listo para volver a
jugar. 73

Cuando Jase liberó las bolas de Luis y bajó la mano a la parte


inferior del culo de Luis, su dedo índice y su dedo medio se deslizaron
dentro del cuerpo de Luis y empezó a sondear su agujero. Los brazos de
Luis estaban detrás de la cabeza en ese momento. Sus piernas estaban aún
más alto, dobladas por las rodillas para que Jase pudiera insertar los dedos
en su cuerpo sin tener que luchar.
Al mismo tiempo que los dedos de Jase entraron en Luis, empujó su
lengua en la boca de Luis y comenzó a besarlo. Luis estiró los brazos hacia
atrás hasta donde llegaran y se agarró de la cabecera. Alzó el mentón; y su
espalda se arqueó. Cuando Jase insertó un tercer dedo y comenzó a
deslizarse dentro y fuera del cuerpo de Luis más rápido, Luis dejó escapar
un suave gemido dentro de la boca de Jase para hacerle saber lo mucho que
estaba disfrutando de esto. Luis tenía la esperanza de una larga sesión
previa de juego. Pero nunca podía estar seguro de Jase. A veces, Jase sólo
quería llegar derecho al tema serio, y al clímax. Pero en otras ocasiones
quería echarse en la cama, explorar el cuerpo de Luis, para ir subiendo
lentamente hasta el clímax.
De cualquier manera, Luis siempre se alejaba con una sonrisa
enorme y la sensación de plenitud absoluta.
Jase retiró las mantas hacia atrás y apretó su boca contra el lado del
cuello de Luis; el punto sensible hizo que su cuerpo temblara, el lugar que
Jase ya sabía desde la experiencia pasada. Mordió y lo chupó, y siguió
probando. Sólo cuando estaba a punto de sacar los dedos del culo de Luis y
subir por encima de él para insertar su pene, el teléfono de Luis sonó.
El perro ladró y su pequeña cabeza se acercó a los pies de la cama.
Luis empujó los hombros de Jase y le dijo: —Tengo que conseguir
eso. Es mi agente. Me dijo que llamaría sobre el trabajo de modelo con una
cadena de grandes almacenes de descuento.
—Déjalo que vaya al correo de voz —dijo Jase. Estaba encima de él,
ya moliendo sus caderas en la pelvis de Luis.
Luis le dio un empujón y se sentó. Apretó su bíceps suavemente.
—No puedo. Es demasiado importante. Mi agente ha estado tratando
de conseguirme este trabajo durante un mes. Tengo que saber lo que está 74
pasando. —Esta cadena de grandes almacenes podría ser un gran impulso
para la carrera de Luis. Significaba anuncios impresos y anuncios de
televisión. A pesar de que era una cadena de descuento y estaba lejos de ser
mercancía de gama alta de diseñador, pagaba bien y le daría a Luis una
gran publicidad nacional. Luis no era uno de esos modelos que se
preocupaban acerca de la ropa de gama alta de diseñador y de estar en la
portada de revistas de moda. Él sólo quería trabajar y que se le pagara, así
aportaría algo al mundo y tendría su propio dinero. Y prefería el hecho de
que estos grandes almacenes de descuento fueran mercado hacia la gente
común de su edad, que luchaban por quedar bien con bajos presupuestos,
en lugar de pedantes tipos de venta ambulante de alta costura y poco
realistas prendas de vestir a precios exorbitantes.
—Puedes llamarlo otra vez en una hora. Vamos a joder.
Luis saltó de la cama y empezó a hurgar en busca del teléfono. Sabía
que lo había colocado en algún lugar cerca de su maleta, pero las cortinas
estaban corridas y la habitación todavía estaba oscura.
—Tengo que conseguir esto —dijo—. Es probable que ya sea por la
tarde en New York y realmente quiero saber qué está pasando. —No tenía
idea de qué hora era en New York; sólo que era una gran diferencia de
tiempo.
Jase alcanzó el mando a distancia y abrió las cortinas. Se sentó y se
frotó los ojos, mientras que Luis tropezó con una bolsa de mano a los pies
de la cama. Luego señaló a la vieja maleta negra cerca de un armario y le
dijo: —En la parte superior de la maleta. Por ahí. Lo puse ahí ayer por la
noche.
Luis no estaba lejos. Se tambaleó hacia adelante y agarró su teléfono.
Pero cuando pulsó el botón y dijo hola, todo lo que oyó eran interferencias
e indicios débiles de la voz de su agente. Miró a Jase, y se encogió de
hombros.
—No puedo escuchar nada. No hay recepción. —Entonces le dijo a
su agente: —Espera. No cuelgues el teléfono.
Jase señaló el armario. Había una bata de toalla blanca colgada en la
perilla de la puerta. 75

—Tienes que bajar las escaleras, afuera, atrás —dijo—. Hay muy
poca recepción en la casa.
Luis articuló la palabra, gracias, se disculpó por salir corriendo, y se
puso la bata. Cuando abrió la puerta de la habitación, Camp lo siguió al
pasillo y hacia abajo a las escaleras de atrás. Corrió por el pasillo, tratando
de recordar su camino a la cocina, con Camp pisándole los talones. En el
camino abajo por las escaleras de atrás, trató de hablar a través de los
gorjeos y las interferencias, pero no podía oír nada.
Cuando entró en la cocina Sweetie-Pie estaba sentada cerca de la
puerta de la cocina que llevaba a la terraza de atrás, con la lengua colgando
y la cabeza en lo alto. Luis abrió la puerta y dio unas palmaditas en la parte
superior de la cabeza de Sweetie-Pie. Luego salió corriendo por la puerta,
esperando que fuera capaz de oír lo suficientemente bien para al menos
tener una conversación rápida. Pero en realidad, no consiguió una conexión
decente hasta que estaba en el camino exterior, en medio de una gran zona
de césped detrás de la casa, entre la cubierta posterior y el muelle.
Tenía los pies descalzos, la hierba estaba mojada y fría y se sentía
como si estuviera por debajo de cuatro grados C.
—¿Puedes oírme ahora? —Le preguntó Luis, tratando de envolver la
bata corta alrededor de su cuerpo congelado—. ¿Conseguí el trabajo?
—Sólo llamé para hacerte saber que nada es definitivo, sin embargo
—le dijo su agente—, están considerando a un tipo rubio, pero realmente
les gustas mucho. Es un cara o cruz en estos momentos.
Luis negó con la cabeza y se pasó los dedos por el corto pelo oscuro.
—Diles que me teñiré el pelo. Haré todo lo que quieran.
—Cálmate —dijo el agente—. Se ve bien. Y si quieren que te tiñas el
pelo, no serán tímidos pidiendo que lo hagas.
—¿Me lo dirás tan pronto como oigas algo? —Preguntó Luis. Su
pecho estaba todavía golpeando por bajar corriendo las escaleras y todavía
no había recuperado el aliento.
—Voy a llamar tan pronto como haya oído cualquier cosa —dijo el
agente. 76

Luis estaba a punto de hacerle una pregunta acerca de otro trabajo


para un concesionario de automóviles, pero oyó ladrar y se volvió hacia la
puerta trasera para ver lo que pasaba.
Camp estaba sentado en el escalón más alto de la cubierta con la
cabeza inclinada y una curiosa expresión. Y Sweetie-Pie estaba de pie de
cara en el primero, en la parte inferior de la cubierta, fuera a un lado, entre
dos arbustos altos. Había un perro de caza grande en su espalda brincando
su trasero en el trasero de ella, y otro perro de caza estaba detrás de ellos,
ladrando y dando vueltas en círculos.
Luis levantó los brazos y corrió hacia la casa para detenerlos.
—No. No hagas eso. No me puedes hacer esto a mí. —Susurró esto
en el camino otra vez, deseando haber recordado que Sweetie-Pie estaba en
celo. Le habían dicho que no la dejara salir y lo había olvidado por
completo.
En el momento en que llegó a la pobre Sweetie-Pie, el perro de caza
que había estado reproduciéndose, la desmontó, cayó sobre la hierba en un
montón, y se quedó ahí con la lengua colgando del lado de su boca.
Sweetie-Pie dio dos pasos hacia atrás, movió su trasero, e hizo esa cosa
extraña una vez más que la hizo inclinar la cola a un lado. Evidentemente,
quería más.
A medida que el segundo perro de caza trató de montarla, Luis tiró
su teléfono para distraerlo, y luego llegó a una manguera de jardín al lado
de los pasos de la cubierta. El teléfono móvil rozó la pata del perro, pero no
le dolió. El perro dejó de moverse y miró hacia atrás y a Luis con una
mirada intensa. Entonces Luis puso en marcha el agua y apuntó la
manguera a la cara del perro. En una ocasión había oído que la única
manera segura de romper este tipo de cosas era rociar al perro con una
manguera, e incluso entonces podría no funcionar si el perro estaba lo
suficientemente decidido.
Sin embargo, Luis tuvo suerte. Al perro que estaba a punto de montar
a Sweetie-Pie no le gustaba el agua. Se echó hacia atrás y se volvió en la
dirección opuesta cuando el agua lo golpeó. El otro perro en el suelo se 77
levantó rápido y le siguió cuando sintió el agua golpear su cuerpo. Ambos
galopaban hacia el césped de la parte de atrás a una zona boscosa al final de
la propiedad y desaparecieron detrás del cobertizo.
Luis apagó el agua y sacudió a Sweetie-Pie así no se metería en más
problemas. Si no la hubiera agarrado por el cuello cuando lo hizo, se habría
ido detrás de los dos perros machos con la cola doblada hacia un lado y su
hinchada lengua aleteando.
Así las cosas, Luis sabía que uno de los perros había montado a
Sweetie-Pie y todo era su culpa. Si Sweetie-Pie había sido montada por un
perro de caza mestizo, la familia de Jase nunca lo perdonaría. Ya era
bastante malo que el padre de Jase ya no confiara en él y la madre y la
abuela de Jase estaban sólo siendo educadas por amor a Jase. Ahora todos
le odiarían, y lo culparían por permitir que Sweetie-Pie se colara por la
puerta trasera.
Se inclinó sobre la hierba y frotó a Sweetie-Pie en ese punto sensible
que todos los perros tienen justo debajo de las orejas. Sacudió la cabeza y
frunció el ceño.
—Has sido una niña traviesa. Y puedes tener un montón de
problemas por esto—. Pero su tono de voz era descuidado y ligero. No
podía culpar a la pobre perra por esto.
Sweetie-Pie le envió una mirada agradecida y lo miró a los ojos.
Luego alzó la pata derecha, tocó el muslo en dos ocasiones, y se frotó la
cabeza blanca rizada contra su pecho con un gruñido cariñoso.
Cerró los ojos y sonrió.
—Ah, bueno, realmente eres una niña mala —dijo—. Creo que
tuviste demasiada diversión hoy. Esperemos que esté fuera toda la
diversión y los juegos y no acabes con cachorros. —No sabía mucho sobre
cría de perros, pero sí sabía que de la primera vez no siempre los tenían.
Recordó de nuevo Tennessee, donde un hombre utilizaba para que criara su
perra tres veces para estar seguro de que lo tomaba.
Se puso de pie y caminó de regreso a la casa, tirando de Sweetie-Pie
adelante con suaves tirones. Se limpió una gota de sudor de su mejilla y
tomó una rápida respiración incoherente. Cuando llegó al paso inferior de
la cubierta, vio su teléfono en la hierba. Lo recogió y lo miró. La pantalla 78
estaba rota y se encontraba inundada por completo. Cuando trató de
encenderlo y se lo puso en la oreja, no hubo nada, ni siquiera interferencias.
Camp ladró y Luis levantó la vista hacia la puerta de atrás. Jase
estaba de pie en la puerta con una taza de café en la mano. Todavía estaba
en su bata, mirando hacia abajo a Luis con surcos en las cejas.
—¿Estás bien? ¿Por qué estás sudando? Es genial salir aquí.
Luis liberó a Sweetie-Pie y la envió arriba a los pasos para que
pudiera volver a entrar.
—Ah, bueno —dijo—. Estoy bien, pero no estoy seguro de Sweetie-
Pie, y mi teléfono está completamente en ruinas.
Jase abrió la puerta y Sweetie-Pie y Camp corrieron a la cocina
juntos. Luego Jase salió y inclinó la cabeza hacia los lados.
—¿De qué estás hablando?
Luis le contó la historia completa. Le dijo que había olvidado todo
sobre que Sweetie-Pie estaba en celo y los perros de caza.
No podía mantener esto en secreto y pensó que era mejor sacarlo
todo fuera tan pronto como pudiera. Nunca le había mentido a Jase antes, y
no iba a empezar ahora.
Jase le puso su brazo alrededor y le dijo: —No es tu culpa. Además,
debían haber tenido a Sweetie-Pie esterilizada hace largo tiempo,
especialmente con sementales fuertes y saludables en la propiedad. Y
deberían haber tenido castrados a los sementales, también. Sólo lo siguen
postergando y esperan hasta después de su próximo celo, y mientras tanto
los perros de caza se vuelven salvajes con la frustración dos veces al año,
cuando Sweetie-Pie entra en celo, y todos viven con el miedo de que
Sweetie-Pie sea montada. Además, esta no es la primera vez que ha
ocurrido.
Luis lo miró.
—¿No lo es? —Jase era un fuerte defensor de la esterilización y la
castración. Había estado instando a Luis a que castrara a Camp desde hace
meses. Creía que ayudaría a controlar la población animal y ayudaría a
detener los problemas de salud con los perros, cuando se hacían mayores.
79
Jase lo abrazó de nuevo.
—En una ocasión se escapó hace alrededor de dos años y uno de los
perros la cogió. No pasó mucho y no se quedó preñada. ¿Se ataron esta
vez?
—No estoy seguro —dijo Luis. No estaba seguro de qué quería decir
con atarse, pero asumió qué estaba hablando, de cuando los perros se
quedaban pegados entre sí después de reproducirse. Estuvo a punto de
sonreír. Él y Jase se enlazaban por lo general después de follar. —No creo
que lo hicieran. Y encendí la manguera al otro antes de que tuviera una
oportunidad de montarla.
—No te preocupes por eso —dijo Jase—. Voy a decirle a todos lo
sucedido y voy a echarme la culpa a mí mismo.— Apretó los dedos por
debajo de la barbilla de Luis y la levantó. —Está todo bien.
Luis dio un paso atrás.
—No puedo dejar que hagas eso. Ha sido culpa mía. Debería haber
recordado. Si yo no hubiera estado tan preocupado por mi agente, lo habría
hecho.
—Quiero hacerlo —dijo Jase—. Entonces entraré en una larga
conferencia sobre la importancia de ser dueños responsables de las propias
mascotas, de la cría innecesaria, y por qué hay tantos animales en el mundo
para rescatar. —Le dio unas palmaditas en la espalda a Luis y sonrió. —
Ahora sube las escaleras y vístete. Tienes un largo día por delante.
Luis se animó y le sonrió.
—¿Qué vamos a hacer? —Les imaginó haciendo senderismo en el
bosque, y luego parando para hacer un nido de hojas.
—Nosotros no vamos a hacer nada —dijo—. Mi madre y mi abuela,
quieren llegar a conocerte mejor y te van a llevar a la ciudad para ir de
compras y almorzar. Vas a tener diversión. Tendrás la oportunidad de ver
la verdadera Alaska.
—¿Vas a venir? —Preguntó Luis. Apretó los labios esperando una
80
respuesta.
—No —dijo—. Sólo los tres. Te divertirás mucho.
Luis forzó una sonrisa. No quería decepcionar a Jase. Pero por
alguna razón, esto sonaba como un día de chicas, y Luis no era una chica,
era un hombre. Por mucho que le gustaran las mujeres y pasara tiempo con
las mujeres, despreciaba ir de compras por el simple hecho de ir de
compras y rara vez comía el almuerzo.
Y con este nuevo trabajo de modelo que podría ocurrir, tenía que
vigilar su peso, incluso más. Cuando estaba trabajando le gustaba tener
cinco o diez libras por debajo del peso debido a que las cámaras tienden a
agregar por lo menos diez libras. Sin embargo, no mencionó esto a Jase,
porque no quería sonar como si estuviera quejándose. Acababa de recoger
su teléfono y se quedó mirándolo.
—¿Hay un lugar en la ciudad donde pueda conseguir reemplazar este
teléfono? —Preguntó.
Jase tomó el teléfono de su mano y sonrió.
—No estoy seguro. Será mejor que me dejes sólo pedir uno. Estará
aquí dentro de veinticuatro horas.
Luis dio la vuelta y subió las escaleras. En el momento en que llegó a
la puerta de atrás, Isabelle estaba ahí de pie, en bata y zapatillas. Ella
entrelazó los dedos y le dijo a Luis que no podía esperar a llegar a la ciudad
y mostrarle los alrededores.
Luis sonrió, mordiendo el interior de su boca, y dijo: —No puedo
esperar tampoco. —Su tono se mantuvo ligero y animado.
Jase no se quedó atrás. Abrió la puerta para que Luis e Isabelle
caminaran a un lado. Cuando Luis cruzó la escalera de atrás para subir y
tomar una ducha, escuchó a Jase decir: —Mamá-mamá, tenemos que
hablar sobre Sweetie-Pie y algo que ha ocurrido esta mañana.

81
Capítulo Ocho
Cuando Luis, Isabelle y Mary salieron para la ciudad, Jase llamó al
almacén general y ordenó un nuevo teléfono para Luis.
Luego bajó a la cocina para otra taza de café y vio una nota en la isla,
que decía: —Nos vemos más tarde, cariño. Tu papá quiere hablar contigo.
Está abajo en el muelle de pesca. Te quiero, mamá.
Jase cogió la nota y la tiró a la papelera.
Alcanzó una taza sobre el mostrador, se sirvió el último de los cafés
de la mañana, y apagó la máquina de café. Después de la forma en que su
padre había tratado a Luis en la fiesta, lo último que quería, era escuchar
más de las rabietas y quejas de su padre. Era demasiado viejo para esto;
hacía que su temperamento ardiera, cuando pensaba en ello.
82
Pero también sabía que no importa la edad, el éxito o lo famoso que
llegara a ser, todavía tendría que lidiar con su padre. Barry Nicholas no era
un hombre sencillo. Tendía a disparar a la gente con una sola mirada; tenía
formas de controlar a las personas y sonreír al mismo tiempo. Jase podía
divorciarse de su esposa y seguir adelante, pero no podía divorciarse de su
padre. Así que se mordió el labio inferior, enderezó los hombros, y llevó su
taza de café al muelle, murmurando para sí mismo la completa manera en
que no iba a discutir con su padre de nuevo. Escucharía en silencio y haría
lo que sentía que era lo correcto hacer.
Cuando llegó al muelle, su padre estaba de pie en el borde con una
caña de pescar, con el ceño fruncido en el cable enredado. Los dos perros
de caza estaban durmiendo en la hierba al lado de los pies de su padre.
—Vi una nota —dijo Jase, con un tono comedido—. Mamá dijo que
querías verme. —Sin mirarlo, Barry sonrió y ajustó la caña de pescar. —He
oído todo sobre lo que pasó con la pobre Sweetie-Pie esta mañana.
Jase frunció el ceño. Las noticias viajaban rápido en su familia.
—Salí con Camp y me olvidé totalmente de que Sweetie-Pie estaba
en celo. En el momento en que me di la vuelta, uno de los perros ya la
tenía. Realmente deberías pensar en arreglarlo. Cuando Sweetie-Pie entra
en celo, no es justo para ninguno de ellos. Es un accidente esperando que
suceda.
—Ya he solicitado una cita con el veterinario para la próxima
semana —dijo Barry—. Llevaré los machos para que sean castrados. Sólo
tenemos que esperar y ver con Sweetie-Pie. Si engendraron y está preñada,
vamos a encontrar buenos hogares para los cachorros y entonces la
tendremos que esterilizar. Además, podría no ser tan mala cosa. Me
gustaría tener uno de sus cachorros yo mismo. Hasta el año pasado,
siempre hemos tenido dos perros en la casa.
Jase sonrió por un momento. Sabía que su padre estaba hablando de
un labrador llamado Brandy. Había vivido hasta los dieciséis años y sabía
que su padre le echaba de menos. Pero él no quería ponerse sentimental esa
mañana. Su rostro seguía enrojecido con el calor cuando pensó en la
manera en que su padre había tratado a Luis el día anterior. Su puño se
cerró en torno a la taza y ni siquiera se dio cuenta hasta que la taza 83
comenzó a vibrar.
Así que tomó un sorbo de café y le preguntó: —¿Para qué querías
verme?
Barry tiró del sedal de pesca.
—Yo sólo quería pedirte disculpas por lo de ayer. Estuve fuera de
lugar. No debería haber sido tan grosero con Luis. Tu madre estaba un poco
molesta acerca de la forma en que actué. —Tiró más fuerte del sedal y tiró
de la caña un par de veces—. Pero no me puedes culpar por estar
sorprendido por todo esto. En primer lugar, anuncias a todo el mundo que
eres gay y estás involucrado con un acompañante masculino a tu mediana
edad, y luego me dices que estás comprometido para casarte con él sin ni
siquiera una advertencia. La gente por lo general aumenta estas cosas. Esto
no es exactamente algo con lo que sepa cómo hacer frente. Diablos, estaba
todavía tratando de acostumbrarme a tu divorcio cuando encendí las
noticias una noche y oí que eras gay. Todavía necesito un poco de tiempo
para asimilar todo esto, hijo.
Jase frunció el ceño. No podía culpar a su padre por estar
sorprendido. Después de todo, Jase había sido el que había mentido a todo
el mundo, incluido él mismo, todos esos años. Sabía que iba a llevar tiempo
para que su padre aceptara su estilo de vida y no iba a empujarle.
—Sé que no es fácil —dijo Jase—. Pero ahora mismo todo lo que
quiero es ser cortés y amable. No estoy pidiéndote que hagas cualquier otra
cosa en este momento.
—Hubiera sido agradable si hubieras venido a nosotros en primer
lugar —dijo Barry—. Me hubiera gustado si nos hubieras dicho que eras
gay en lugar de correr a New York y desaparecer de la forma en que lo
hiciste. —Se detuvo buscando a tientas con la caña de pescar y miró a los
ojos de Jase. —No puedo decirte lo engañado que me sentí cuando me
enteré de las noticia acerca de ti en la televisión, de todos los lugares.
Todos creíamos que estabas fuera en alguna peregrinación en alguna parte.
—Lo siento —dijo Jase—. Yo sé que estaba equivocado. Pero tenía
que saberlo por mí mismo en primer lugar. Antes de que pudiera decirle a
nadie, tenía que saber quién era yo y lo que quería. Nunca esperé hacerlo
84
público de manera sensacional. Todo fue un gran malentendido y no hubo
tiempo para llamar.
—Evidentemente —dijo Barry, luego se encogió de hombros y soltó
la mano derecha de la caña de pescar. Extendió su brazo y le dijo: —El
punto es, que lo siento por lo de ayer. Estaba fuera de lugar y fui grosero.
Jase contempló la mano de su padre por un momento. Las cejas de
Barry fueron hacia abajo y no estaba sonriendo. Jase no estaba seguro de si
Barry estaba siendo sincero. Barry podría ser sagaz de esta manera, como
un hombre de negocios, una figura local política, e incluso como padre. La
madre de Jase podría haber incitado a Barry a esta disculpa. Barry haría
cualquier cosa para apaciguarla, incluso si eso significaba pedir disculpas a
Jase cuando no lo quería. Sin embargo, Jase se acercó y le estrechó la mano
de todos modos, prefiriendo asumir lo positivo en lugar de lo negativo. Jase
tenía la sensación de que su padre no entendía las elecciones que había
hecho en su vida y Jase, simplemente no sabía cómo explicárselas a Barry
en una sola tarde.
Entonces Barry volvió a su pesca y dijo: —Me gustaría hablar de
otra cosa más, ahora que estás aquí. —Sonrió, como si acabara de
enganchar al pez más grande que jamás hubiera atrapado.
Jase le envió una mirada cautelosa y frunció el ceño. Tenía la
sensación de que esto iba a suceder. Jase conocía a su padre lo suficiente
como para saber que él no se disculparía con cualquier persona sin esperar
nada a cambio. Así que miró hacia el agua y esperó a que Barry continuara,
dando golpecitos con el pie y cruzando los brazos sobre su pecho. —He
estado pensando en retirarme por completo —dijo—. Tal vez pasar los
meses de invierno en la casa en Palm Beach. He trabajado duro toda mi
vida. Sé que no he construido un imperio de mil millones de dólares como
tú, pero he construido mi propio pequeño imperio aquí en Alaska.
Jase recogió otra caña de pescar y comenzó a jugar con el carrete.
Tenía la sensación de que sabía a dónde iba esta conversación y no estaba
seguro de que quisiera escuchar.
—Pero no es tan fácil de hacer —dijo Barry.
Jase rodó los ojos. 85

—Quieres que me haga cargo del negocio de la familia y que


regrese a Alaska. —Miró hacia abajo a la hierba y exhaló.
—Te necesito para que empieces a tomar a tu familia y tus
responsabilidades con seriedad.
—¿Cuándo me vas a tomar en serio a mí? —Dijo Jase. Esto no se
trataba de que Jase fuera gay ahora. No se trataba de Luis. Esto era mucho
más profundo. Habían estado teniendo esta conversación desde que Jase
había estado en la universidad.
—Has hecho la mayor parte de tu dinero vendiendo agua y máquinas
de queso —dijo Barry—. Dame un respiro. ¡El agua debería ser gratis!
Jase lanzó la caña de pescar contra una silla.
—No, dame un respiro. El agua embotellada es un buen negocio. Y
el Agua Virgen de Primavera de Alaska ha creado una gran cantidad de
puestos de trabajo aquí. Soy un respetado hombre de negocios en todo el
mundo, y cuando vuelvo aquí no sigo siendo nada más que ese niño que
siempre querías controlar. Lamento que nunca haya estado a la altura de tus
valores. Lamento que no hayas tenido otro hijo que pudiera llenar tus
zapatos. Lamento que no quiera volver aquí y hacerme cargo donde tú lo
dejaste. Pero no se trata sólo de mí.
—Sin embargo, puedes dirigir tus negocios aquí con la misma
facilidad que puedes en New York o Florida. Y puedes ser gay aquí en
Alaska, tan bien como puedes ser gay en cualquier otro lugar —dijo
Barry—. Mira a Trey. Es gay y se está volviendo a mudar para abrir una
nueva consulta médica.
—Esto no es acerca de ser gay, papá. No tiene nada que ver con eso.
Toda mi vida no está definida con que sea gay, y no tomo mis decisiones
basado en el hecho de que sea gay. Simplemente no lo entiendes.
—No —dijo Barry—. No lo entiendo.
Jase tiró el resto de su café en la hierba y agitó la cabeza.
—Estoy feliz con mi vida. Me encanta lo que hago y no quiero
cambiarla.
86
Barry le frunció el ceño y se volvió lentamente para enfrentar al
agua.
—Todo lo que sea que te haga feliz. Creo que no tengo derecho a
interferir con tu vida. —Entonces miró a la caña de pescar y comenzó a
recoger el sedal con difíciles, pero decididos tirones.
Jase pateó la silla y dijo: —Eso nunca te ha detenido antes. —Luego
volvió la espalda a su padre y se dirigió de vuelta a la casa. En el camino,
levantó su brazo derecho y respiró hondo—. Puedes mantener tu disculpa.
Capítulo Nueve
Cuando llegaron a la ciudad y salieron del barco, Luis parecía besar
los muelles. Mary condujo el barco esta vez, y apenas se acercó a cinco
millas por hora. Luis aprendió algo nuevo acerca de los barcos esa mañana.
Cuanto más lentos iban, más mareada podía estar una persona. A pesar de
que había tenido miedo la primera vez que Jase había llevado el barco a la
casa, Jase había conducido rápido y el barco parecía deslizarse sobre el
agua. No había experimentado un indicio de mareo. Pero cuando Mary lo
condujo, llevándolo, bordeando la costa hasta el final a la ciudad, se
sacudía y tiraba, y no se perdía ni una ola. Y cada vez que el barco subía y
bajaba, el estómago de Luis hacía lo mismo.

Isabelle, Dios bendiga sus noventa años de alma, salió primero y


enganchó el barco al muelle con gruesas cuerdas. Luego se inclinó hacia
adelante y extendió su brazo derecho para ayudar a Luis. Se puso de pie y 87

se tambaleó un par de veces. Apoyó la palma de la mano en su estómago y


cerró los ojos. Pero ella le agarró la mano y le dio un tirón con el tipo de
fuerza bruta que no había esperado de una mujer de su edad. Entonces le
dio una palmada en la parte de atrás, sonrió y dijo: —No te preocupes. Sólo
tienes que conseguir tus piernas de vuelta al mar.

Mary salió y lo miró de arriba abajo.

—¿Estás bien, Luis?

Luis asintió y forzó una sonrisa.

—Estoy bien. Sólo un poco inestable, es todo. —Sus piernas se


sintieron extrañas, como si no estuvieran conectadas con el resto de su
cuerpo. Y tenía un nudo en la garganta tan espeso que parecía como si
clavaran los dedos dentro de su boca y se apoyara en el muelle del barco
para aliviar la tensión.
—Estará bien —dijo Isabelle—. Es probable que necesite algo de
comer. —Ella colocó su mano sobre la espalda de Luis y dijo: —¿Qué tal
una pila grande y bonita de panqueques, con un montón de pegajoso jarabe
y pegotes de mantequilla blanda? ¿O tal vez unos huevos revueltos, con
trozos de queso de cabra?

Cuando empezó a hablar de los alimentos, especialmente los trozos


de queso de cabra, Luis agarró el estómago y se tambaleó a la derecha.
Alcanzó el puesto base y tomó una pequeña pastilla de menta en la boca.

—Estoy bien —dijo—. Sólo necesito caminar alrededor un poco.


Voy a estar bien.

—¿Estás seguro, querido? —Preguntó Mary.

Luis asintió con la cabeza y sonrió.

—Estoy bien, gracias. —Parecía agradable ese día. Llevaba un par


de frescos pantalones de color blanquecino, una camiseta azul claro y una 88
chaqueta de cuero color beige. Cuando hablaba su tono era siempre bajo y
tranquilo; su sonrisa era sincera y sabía que estaba preguntando, porque a
ella realmente le importaba.

Hasta el momento, Mary era la única persona en la familia de Jase,


con quien Luis podía identificarse. Jase, Isabelle, y Barry eran, de forma
natural, agresivos y sin inhibiciones. Se pusieron de pie, cuadrando sus
hombros, y se miraron a los ojos como si fueran a atreverse a meterse con
ellos. Pero Mary era diferente.

Ella parecía tener a todos en su cuerda, suficiente confianza con su


tranquila e interior fuerza para sostener su posición y mantener una
identidad separada. Y Luis tenía la sensación de que ella había aprendido a
soportar mucho más de lo que había negociado cuando se casó con Barry.

Isabelle le dio una palmada en la espalda y soltó un bufido. Estaba


vestida con una sudadera de color rosa pálido, con pantalones a juego.
—Bueno, entonces, vamos a empezar a movernos. Tenemos
solamente una hora o más para ir de compras antes del almuerzo.
Probablemente no debería decir nada, pero tenemos una sorpresa especial
para ti en el almuerzo.

—¿Una sorpresa? —Luis sintió un tirón en el estómago. Tomó otra


pastilla de menta en la boca y tomó un poco de aire.

Mary miró a su suegra por hablar demasiado pronto. —No es nada


grande. Ya lo verás. —Luego enlazó su brazo a través del brazo de Luis y
lentamente caminó hacia el otro extremo del muelle por lo que Luis pudo
conseguir el equilibrio.

En el momento en que llegaron a la calle principal de la ciudad, Luis


estaba caminando solo. Su estómago se había calmado para entonces y el
nudo en la garganta estaba desapareciendo. Se detuvo en una esquina y
miró alrededor. Respiró hondo y levantó las cejas.

—Este lugar es tan hermoso. Y el aire es tan fresco y frío. Después 89


de vivir en New York durante tanto tiempo, no estoy seguro de que mis
pulmones sean capaces de soportarlo. Nunca he sido un fan del tiempo
cálido. Es probable que sean los noventa ahí en New York ahora mismo,
aquí se siente como los cincuenta.

Mary sonrió y dijo: —Creo que lo damos por hecho porque yo estoy
aquí todo el tiempo. Pero tienes razón, es hermoso. —Cuando terminó la
frase alzó la vista hacia el cielo azul y entornó los ojos.

—Vamos a Cleary primero —dijo Isabelle. —Quiero recoger algo


para la pobre Sweetie-Pie. Después de lo que le ha sucedido esta mañana,
debería conseguirle un regalo especial. Vamos a llevar algo para Camp,
también.

Sabía que Jase le había hablado de Sweetie-Pie, pero ella no había


mencionado nada todavía. Pero no podía ignorarlo, así que sonrió y
preguntó: —¿Está Sweetie-Pie bien ahora? —Todavía se sentía culpable
por dejar a Jase cargar con la culpa.
Mary se cubrió los labios y se echó a reír.

Isabelle se encogió de hombros y dijo: —¿Estás bromeando? Nunca


he visto a mi Sweetie-Pie tan feliz. Está bien. Literalmente, cruzó la cocina
esta mañana sobre sus patas traseras porque estaba tan feliz. Y apuesto a
que ese viejo perro de caza caliente también está sonriendo. —Ella frunció
el ceño y sacudió la cabeza—. Es mi propia culpa por no esterilizarla desde
hace mucho tiempo. Debería haber escuchado a Jase.

—Está bien mamá —dijo Mary, agarrando a su suegra por el codo—.


Vamos a recoger algunos dulces para todos los perros. Estoy segura de que
incluso los perros de caza se merecen algo especial para variar. —Entonces
sonrió y guiñó el ojo a Luis.

A lo largo de la ciudad, Mary e Isabelle asentían con la cabeza y


daban los buenos días a las personas que pasaban por la acera. Un par de
veces se detuvieron y conversaron mientras que Luis daba un paso atrás y
miraba en torno a los lugares desconocidos. Estar aquí tenía un sentimiento
especial por sí mismo. No era como estar en un pequeño pueblo en el 90
estado de New York o de vuelta a Tennessee. A pesar de que todos los
edificios eran viejos y un poco alejados del centro, con los marcos de las
puertas desiguales y los escalones de las entradas empinados, todo estaba
bien cuidado y extremadamente limpio. Incluso los edificios con pintura
descascarillada y persianas torcidas tenían un atractivo auténtico que hizo a
Luis sonreír.

Una pequeña tienda de muebles de segunda mano tenía dos


mecedoras antiguas al frente con carteles de se vende pegado a sus
espaldas. Las sillas habían sido pintadas de blanco hace mucho tiempo y
tenían la pintura vieja y desgastada con el tiempo. Se vendían a veinticinco
dólares cada una, lo que hizo a Luis mirar dos veces para estar seguro.
Había visto sillas como éstas en una tienda de antigüedades en New York
vendiéndose por quinientos dólares cada una. Había visto a una mujer con
pantalones de color beige y una chaqueta azul marino, comprándolas y
pedir al empleado de la tienda que se las entregaran a su dirección de
Connecticut.
Luis también se dio cuenta de más de unos pocos hombres atractivos
en la ciudad, y la única enorme diferencia que había notado en los hombres
de Alaska en comparación con los hombres de New York, fue lo grandes
que eran. Todos ellos tenían amplios hombros y gruesos cuellos. Sus
piernas eran largas y parecía que todos llevaban zapatos de talla catorce3.

Algunos de ellos tenían las manos del tamaño de largas sartenes de


hierro. Pasó a un hombre joven y robusto con una entrepierna
sobresaliendo hacia adelante de una manera tan desagradable que parecía
como si se hubiera metido un pomelo bajo los pantalones y la cremallera
estuviera a punto de estallar abriéndose. Luis volvió la cabeza rápidamente.
No quería que nadie supiera que estaba mirando bultos. Pero si la polla de
este hombre era como el tamaño de sus enormes manos, estaba haciendo a
alguna mujer muy feliz.

En la tienda de mascotas Cleary, compraron unos cuantos paquetes


de golosinas de perro y un nuevo collar de diamantes de imitación para
Sweetie-Pie (Isabelle dijo que su cuello se le podría inflamar si estaba
embarazada). Entonces cruzó la calle a una pequeña tienda de regalos y 91
Mary compró una corona nueva hecha de flores secas y de cintas de seda
color azul. Le dijo a Luis que era para la puerta lateral del cobertizo de las
barcas, porque pensaba que parecía demasiado suave.

Isabelle pensaba que estaba perdiendo el dinero en “ideas frívolas”,


pero Mary se limitó a sonreír e hizo caso omiso de ella. Desde ahí,
caminaron hasta el otro extremo de la ciudad para que así Isabelle pudiera
colocar un nuevo libro en reserva en la biblioteca de la ciudad. La
biblioteca no era nada más que un pequeño edificio de listones rojo con
brillante acabado en moldura blanca. Sin embargo, todos los últimos libros
se encontraban expuestos, y uno de ellos, escrito por la mujer política de la
fiesta, tenía toda una mesa propia.

Al mediodía, caminaron hacia los muelles y se detuvieron frente a un


edificio de madera larga y plana, con una señal que decía: “casa Dawson”.
El revestimiento de madera, se había quedado sin pintar y había envejecido
en color gris mate lavavajillas.

3
La talla 14 equivale a un 46,5 en Europa
El techo rojo de hojalata se había deformado con los años y las
lámparas de fuera estaban todas torcidas. Parecía ser un restaurante, pero
Luis no podía estar seguro, porque las ventanas estaban a oscuras. A Luis le
recordó un bar gay nuevo en Tennessee en el margen de la ciudad, donde
los tan llamados hombres heterosexuales solían escabullirse de sus esposas
para mamadas rápidas.

Isabelle se frotó las palmas de las manos y dijo: —Aquí estamos. He


estado esperando esto toda la mañana. ¡Vamos a ver algunas cosas
calientes hoy! —Sus pupilas estaban dilatadas, y se echó hacia atrás y hacia
adelante en sus zapatillas deportivas blancas.

Mary suspiró.

—Pero no te emociones demasiado, mamá. La última vez que


hicimos esto casi te caíste y te rompiste una cadera. No quiero pasar el
resto del día en la sala de emergencias. —Sonrió a Luis, pero su tono era
exasperado.
92
Isabelle levantó una ceja y sonrió.

—Soy una mujer adulta. Sé cómo comportarme, muchas gracias. Y


para tu información, estoy hablando del hecho de que estoy muerta de
hambre, no de la sorpresa que hemos planeado para Luis. —Luego sacudió
a Luis en las costillas y se rió.

Miró a Mary en busca de ayuda y ella sólo le envió una


desafortunada mirada con los párpados entrecerrados.

Cuando entraron en Dawson, Luis se dio cuenta de una larga barra en


un extremo de la habitación y mesas dispersas a su alrededor. La principal
habitación no era muy grande y las mesas estaban tan juntas que tuvo que
pasar a través de las sillas para moverse. Las paredes eran de pino oscuro,
las ventanas estaban cubiertas con cortinas oscuras, y las luces eran tenues.
Casi todas las mesas estaban llenas de mujeres de todas las edades en
grupos de cuatro a seis. Cuando pasaron por el bar, Mary e Isabelle se
detuvieron a saludar a un joven sentado en un taburete en el otro extremo.
Aparte de unos pocos empleados, él y Luis parecían ser los únicos
hombres en el lugar.

—Mucho tiempo sin verte —dijo Mary. Se inclinó hacia adelante y


le dio un beso en la mejilla.

Luis reconoció al hombre. Era Trey, el viejo amigo de Jase de la


fiesta. Llevaba una camisa negra ajustada y ajustados vaqueros de cintura
baja. Aunque se había trasladado de nuevo a Alaska, para siempre, Trey
todavía vestía como si estuviera viviendo en Los Ángeles. Aunque no había
muchos hombres esa tarde en Dawson, Trey se destacaba de los otros
hombres ahí. Era más delgado y tonificado que los otros chicos. Tenía un
corte de pelo más impecable y una mirada más aguda en sus ojos.

Trey se levantó y besó a Mary e Isabelle en la mejilla. Le sonrió a


Luis y le dijo: —Encantado de verte de nuevo.

—Es bueno verte, también —dijo Luis. Sus instintos le dieron una
patada, pero tenía que ser cauteloso con esto. 93

—La familia de Trey es dueña de este lugar —dijo Mary—. Tiene


los mejores alimentos en Alaska.

Luis sonrió.

—Estoy deseoso por ello.

—¿Te gustaría unirte a nosotros en nuestra mesa? —Pidió Mary a


Trey—. Sólo somos tres.

Negó con la cabeza y dijo: —Acabaré más tarde. Prefiero sentarme


en el fondo de estos espectáculos. —Entonces le dio unas palmaditas a Luis
en la espalda y se echó a reír.

Las luces se oscurecieron e Isabelle agarró el brazo de Mary. —


Tenemos que conseguir nuestra mesa. El espectáculo comienza y yo no
quiero perderme nada.
Luis miró a Trey en busca de ayuda.

—¿El espectáculo?

Trey le dio un suave empujón hacia adelante.

—Ya lo verás.

Luis y Mary siguieron a Isabelle a una mesa redonda en la parte


trasera del restaurante cerca de un pequeño escenario improvisado. Mary
casi tuvo que correr para llegar hasta ella. Ella volvió a mirar a Luis y le
dijo: —Espero que esto no fuera una mala idea. Mi suegra tiende a ser un
poco demasiado entusiasta con estos eventos.

Luis sonrió y siguió a la mesa. No tenía ni idea del evento que estaba
hablando. Pero cuando vio la expresión nublada, aturdida en el rostro de
Isabelle, mientras se tambaleaba hacia la mesa, tenía la sensación de que no
le iba a gustar.
94
Llevaban sentados en la mesa sólo durante tres o cuatro minutos,
cuando una voz invisible entre bastidores, dijo: —Ahora, aquí está, el
propio Chip N Dale de Alaska. —Sensual música empezó a tocar; una luz
roja brilló en un pequeño taburete de madera en el escenario. Y mientras
las mujeres en la sala aplaudían, un pequeño hombre de cabello oscuro que
no llevaba nada más que un chaleco negro, pesadas botas negras, y un
escaso traje de baño negro saltó al escenario.

Luis se recostó en su asiento y se quedó asombrado con el bailarín.


Parecía el chico que había visto Luis trabajando en los muelles antes, pero
no estaba seguro. El hombre no podía haber sido más alto de 1,70 m.; su
cintura tenía que ser por lo menos de 91 cm. de diámetro. Y su pecho tenía
ese aspecto hundido que algunos hombres tienen cuando llegan a sus
cuarenta y tantos años. A pesar de que sus piernas no estaban tan mal, sus
pantorrillas estaban punteadas con manchas irregulares de negro y rizado
vello.

Luis se inclinó hacia el lado de Mary.


—¿Qué es esto? —Se sentía como si hubiera sido transportado a una
película surrealista en blanco y negro de Fellinni.

Mary estaba aplaudiendo y riendo con todas las demás mujeres en la


habitación.

—Es nuestro espectáculo mensual de stripper —dijo—. Pensamos


que lo disfrutarías. Puesto que tú y Jase están comprometidos para casarse,
es algo así como una reunión informal de despedida de soltera, con un
verdadero chico stripper en vivo. ¡Queríamos sorprenderte!

Luis parpadeó. Se preguntaba por qué pensarían que él querría ver un


espectáculo de striptease masculino con ellas. ¿Y por qué creían que era la
despedida de soltera en lugar de soltero?

A pesar de que estaba muy bien para ellas, por no hablar de una
actitud abierta y adorable, por tomarse la molestia, no podía dejar de
sentirse un poco ofendido. No era una mujer, sin embargo, lo estaban
tratando como si fuera la novia de Jase en lugar de a punto de ser su 95
marido.

Isabelle golpeó el muslo de Luis y le dijo: —¿No es esto divertido?


Mira lo que cuelga de entre sus piernas.

—Ah, bueno, es divertido, está bien —dijo Luis, forzando una


sonrisa, deseando poder hundirse en el asiento y desaparecer bajo la mesa.
Estaba tratando de evitar lo que estaba colgado entre las piernas del
stripper. Le daba un nuevo significado al término paquete.

—Me alegro de que te estés divirtiendo —dijo Isabelle—. Porque


hace dos espectáculos hoy. Después de éste, tendremos el almuerzo.
Entonces nos quedaremos para el segundo espectáculo. He oído que incluso
podría mostrarnos algo de vello púbico.

Mary tocó el brazo de Isabelle.

—Mamá. Sé buena.
Isabelle hizo un gesto con la mano.

—A la mierda con eso. Soy una vieja liberal y quiero pasarla bien.
¿Estás de acuerdo, Luis?

Luis apretó los labios y sonrió, asintió con la cabeza, como si no


pudiera esperar a ver más. Pero para el momento en que ordenaron el
almuerzo y las bebidas, estaba listo para correr afuera, saltar desde el
muelle, y nadar de vuelta a Anchorage.

Mary pidió un cóctel muy propio de una dama con un paraguas de


color rosa y una gran cereza roja. Pero Isabelle chasqueó los labios y
ordenó un chupito de bourbon con cerveza.

Cuando Luis oyó esto, no tuvo ningún problema en pedir un vodka


doble con hielo. Había estado planeando aguantar el tipo y disfrutar de la
cerveza de jengibre. Pero esto exigía algo más fuerte.

La comida, ordenó un sándwich de pavo en pan integral, no era mala, 96


y la bebida calmó sus nervios por un tiempo. Pero cuando la música
comenzó de nuevo y todas las mujeres se pusieron de pie y gritaron al
stripper, Luis tiró del brazo de Mary y dijo: —Yo ya vuelvo. Voy fuera a
tomar algo el aire.— Luego sonrió, se levantó antes de que Isabelle tuviera
la oportunidad de preguntar a dónde iba, y se dirigió a la puerta principal.

Cuando salió, tomó una respiración profunda y exhaló. Se acercó a


una baranda de madera que daba al agua y se apoyó en ella con los codos.
Sus oídos le zumbaban; todavía podía oír los latidos de la canción
golpeando al stripper que estaba bailando detrás de las endebles paredes de
madera.

Un momento después, se abrió la puerta y Trey salió al muelle para


reunirse con él. Se acercó a donde Luis estaba de pie y dijo: —¿Cómo
estás? Te vi salir.

Luis sonrió.
—Estoy bien. No me esperaba todo esto hoy, sin embargo. Por
alguna razón, Mary e Isabelle piensan en mí como la futura esposa de Jase.
En realidad me dijo que esto es una especie de despedida de soltera para
mí.

Trey miró hacia el agua y se echó a reír.

—Tienen buenas intenciones.

—Oh, no me malinterpretes —dijo Luis—. Me encantan las dos y lo


entiendo. Son adorables. Todo esto es lo que sabía de ellas y se están
tomando la molestia de tratarme como a un miembro de la familia. Sólo
deseo que no me traten como a una mujer. —Se encogió de hombros—. Es
un poco incómodo. No tratan a Jase de esa manera.

Trey se miró los zapatos. Parecía tener problemas para mirar


directamente a los ojos de Luis.

—Hay que darles tiempo —dijo. —Jase siempre ha sido el gran 97


hombre macho fuerte en la familia. Era un jugador estrella de fútbol
americano, fue capitán del equipo de lucha, y tenía más amigas en la
escuela secundaria que nadie que yo haya conocido. Cuando te ven,
piensan en Jase como el hombre en la relación y piensan en ti, como la
mujer.

—Pero no funciona así —dijo Luis—. Ambos somos hombres. —A


pesar de que estaba empezando a preguntarse acerca de esto él mismo. Jase
no había mencionado todas las novias que había tenido en la escuela.

—Sé eso —dijo Trey—, y tú lo sabes. Pero vas a tener que


mostrárselo. Lo comprenderán con el tiempo. Ya lo verás.

—Espero que tengas razón —dijo Luis—. Sólo me alegro de que no


me hicieran ponerme un falso velo de novia y sentarme en el regazo del
stripper.
—Creo que Alaska es muy diferente de New York —dijo Trey. No
estaba mirando a Luis.

—Ah, bueno, sí lo es. Pero no soy un total chico de ciudad. Soy de


Tennessee. —Sentía la necesidad de explicar esto, para que Trey no creyera
que él había crecido con los taxis y el metro a su disposición. El lugar
donde se había criado en Tennessee era mucho más remoto que esta ciudad
y quería que todos ellos lo supieran.

—No lo hubiera imaginado —dijo Trey—. Pareces tan sofisticado.

—¿Has estado en New York?

—No —dijo Trey—. A mi ex pareja no le gustaba volar, por lo que


nunca salimos de Los Ángeles.

Un par de gaviotas graznaban y un gran barco de pesca hizo sonar su


bocina. A continuación, Luis sonrió.
98
—Tú y Jase eran buenos amigos. —Tenía curiosidad. Quería saber
más acerca de su pasado.

—Éramos inseparables —dijo Trey. Cruzó las manos sobre la


baranda y sonrió—. Era como el hermano mayor que nunca tuve.

—¿Pero ambos eran gays y ninguno de los dos lo sabía al crecer?

—En ese momento no estábamos seguros de que éramos gays —dijo


Trey, encogiéndose de hombros—. Pero mirando hacia atrás creo que
podrías decir que teníamos una relación y nunca nos dimos cuenta.

Luis tenía curiosidad; tenía que preguntar.

—¿Tonteaban?

Trey negó con la cabeza de izquierda a derecha.


—Nunca —dijo—. En todo caso, nos aseguramos de que no
estuviéramos demasiado cerca el uno del otro. A pesar de que yo sabía que
me sentía atraído por Jase, era demasiado joven y tenía demasiado miedo
de ser rechazado por Jase para hacer cualquier movimiento hacia él. Y él
era demasiado moral para hacer cualquier movimiento sobre mí. Yo era
cinco años más joven que él. Me trataba como ese objeto delicado rompible
todo el tiempo. Probablemente tenía miedo de corromperme y dejarme
cicatrices de por vida. Poco podía saber. —Se rió y se frotó la mandíbula.

Luis sonrió. —Ese es Jase, está bien. Es el hombre más ético y


moral, que he conocido. Lo último de un verdadero caballero. Otro
momento de incómodo silencio pasó; un hombre gritó algo en la distancia.
A continuación, Luis le preguntó: —No me sorprende para nada todo lo
que pasó alguna vez.

Trey se frotó el mentón y se aclaró la garganta.

—Cuando Jase se graduó de la universidad con su título de


postgrado, tenía ese extraño sueño imposible de los dos mudándonos a Los 99
Ángeles juntos. A la vez que estábamos como amigos, no como amantes.
No había nada sexual en eso y, ciertamente, no se hablaba de vivir juntos
como una pareja gay. Prácticamente me rogó que me fuera a Los Ángeles
con él.

—Tú dijiste que no.

—Yo era demasiado joven —dijo Trey—. Nunca había conocido


nada sino esta pequeña ciudad de Alaska. Y estaba aterrorizado de los
sentimientos que tenía por él. Fue abrumador. Por un lado lo quería tanto,
que mi cuerpo me dolía. Por otro lado, tenía miedo de cruzar la línea y
decirle cómo me sentía.

Luis frunció el ceño. Sonaba como si Trey estuviera todavía


enamorado de Jase.

—Ya veo.
—Finalmente terminé mudándome a Los Angeles solo, donde fui a
la facultad de medicina —dijo Trey—. Cuando Jase se casó y se alejó, me
hizo sentir más cercano a él estar en Los Ángeles por alguna razón. Suena
tonto, lo sé. En realidad nunca fuimos a L.A. juntos. Fue sólo un sueño
imposible. Finalmente me encontré con el hombre que ahora es mi ex-
pareja, Mark, y aquí estoy de nuevo de vuelta donde empecé casi veinte
años más tarde. La vida es interesante, a veces. Uno nunca sabe.

—Dímelo a mí —dijo Luis. Ahí estaba él, en Alaska, de todos los


lugares, este chico callado, de Tennessee, quien había sido expulsado de su
casa porque era gay. Nunca habría imaginado esto mientras crecía.

—Pero está todo bien —dijo Trey—. Las cosas por lo general van de
la forma en que se supone que se planean. No estaba destinado a ser Jase y
yo. Momento equivocado, lugar equivocado.

Ahora Luis estaba seguro de que Trey todavía estaba enamorado de


Jase. No fue nada de lo que dijo. Fue la forma en que lo dijo. Cuando
mencionó el nombre de Jase, sus ojos se agrandaron y se quedaron en el 100
agua con una suave sonrisa. Cuando hablaba de su pasado con Jase, su voz
llegó a ser baja y cariñosa, como si estuviera reviviendo todos los viejos
recuerdos en ese momento. Cuando mencionó el hecho de que Jase había
querido mudarse a Los Ángeles con él, el indicio de pesar y tristeza en su
voz era inconfundible. Tuvo que aclararse la garganta para evitar asfixiarse.

—La vida está llena de sorpresas —dijo Luis. No sabía qué más
decir. Desde luego, no iba a consolarlo.

A continuación, Trey tocó la barandilla con ambas manos y cuadró


los hombros.

—Bueno, felicidades. Tienes mucha suerte. Vas a casarte con el


hombre más maravilloso que he conocido. Vas a ser muy feliz con Jase.

—Lo sé —dijo Luis—. Es el mejor.


Después de una pausa, Trey se excusó y volvió a entrar en el bar.
Luis quedó fuera por unos minutos más y miró hacia el océano. No podía
dejar de pensar en lo mucho que Trey aún amaba a Jase, y no podía dejar
de preguntarse acerca de si Jase todavía tenía sentimientos por Trey o no.
Trey era sin duda un hombre atractivo. Pero más que eso, era decente,
amable y considerado. A pesar de que había vivido en Los Ángeles por
mucho tiempo, todavía no había perdido su inocencia. Era como si lo
hubiera llevado todo con él desde Alaska, colocado en una caja fuerte y
devuelto otra vez cuando fue hora de volver a casa. Luis no estaba seguro
de poder competir con esto, o si era incluso capaz de competir con éste.

Así que dio media vuelta y volvió a entrar en el bar. No quería que
Isabelle y Mary se preguntaran qué le había pasado. A medida que el
stripper terminó el espectáculo y Isabelle corrió para meter billetes de un
dólar en su traje de baño negro, Luis decidió que permanecería en silencio
durante los próximos días y observaría a Jase con cuidado. Quería saber si
Jase estaba tan enamorado de Trey como Trey lo estaba de Jase. No había
nada que Luis no hiciera para que Jase fuera feliz, y si eso significaba
retirarse a un lado para que Jase pudiera estar con el amor de su juventud, 101
Luis lo haría sin hacer ninguna pregunta.

Cuando regresaron a la casa, eran cerca de las cuatro de la tarde. Luis


finalmente se sintió lo suficientemente cómodo con Mary e Isabelle para
reír y bromear sobre el hombre stripper. Al final resultó que, Mary e
Isabelle sabían que el stripper no era de tan grata apariencia. Le dijeron a
Luis que disfrutaban del espectáculo de desnudo porque era más para
divertirse traviesamente con un montón de otras mujeres que mirar a un
hombre desnudarse. Por extraño que parezca, Luis lo comprendió del todo.
Y cuando reflexionó por la tarde, se le ocurrió que había disfrutado él
mismo por las mismas razones.

Pero de camino a casa, escucharon fuertes críticas y pesados chistes.


Cuando Luis levantó la vista, vio a Jase oscilando en una espec ie de gran
martillo o hacha.

—Oh no —dijo Mary—. Algo debe andar mal.


—¿Mal? —Preguntó Luis.

Isabelle lo tomó del brazo y le dijo: —No te preocupes. Sólo deja a


Jase solo cuando esté en este estado de ánimo. Va a estar bien. Está
trabajando en un antiguo invento que nunca llegó a terminar. Es una
especie de kayak insumergible que lo ha tenido frustrado durante años.

Luis asintió con la cabeza y sonrió. Jase nunca le había mencionado


esto a él.

Cuando pasaron a Jase, seguía balanceando la herramienta contra el


kayak sin terminar. Llevaba los auriculares por lo que no podía oír nada de
lo que dijeron. Pero Luis no pudo evitar darse cuenta de la mirada decidida,
frustrada en los ojos de Jase. Pensó que había visto todos los estados de
ánimo de Jase. Pero nunca había visto este en New York.

Cuando entraron en la casa, Isabelle dijo que iba a cuidar de Camp y


Sweetie-Pie y desapareció en algún lugar de la parte trasera de la casa.
Mary colocó las bolsas en el centro de la isla y puso las manos en sus 102
caderas. Dejó a Luis de pie ahí solo y cruzó la sala familiar en la que Barry
estaba viendo la televisión.

—¿Qué está pasando? —Preguntó Mary. Su tono era serio, y puso


sus manos en las caderas.

Luis no podía ver la cara de Barry, pero sí podía oírlo hablar.

—No sé de lo que estás hablando —dijo Barry con un suave tono


inocente.

—Jase se encuentra fuera golpeando el viejo kayak —dijo Mary—.


Lo único que hace cuando has hecho algo. Sólo veo a mi hijo una vez al
año ahora, y tienes que arruinarlo cuando llega a casa. Estoy cansada de
esto, Barry. Vamos a terminar solos en esta gran casa un día si sigues con
esto.
Cuando Luis oyó el tono de Mary convertido en agudo y serio,
decidió que era tiempo de excusarse y subir las escaleras. Así que asomó la
cabeza en el salón familiar y dijo: —Voy arriba ahora. Estoy exhausto.
Creo que podría tomar una siesta. Sólo quería darte las gracias por un día
maravilloso. Pasé un buen rato.

Mary sonrió y asintió. Ambas manos estaban pegadas todavía a sus


caderas y no estaba retrocediendo. Cuando Luis se volvió para salir, oyó
preguntarle a Barry: —¿Qué le hiciste?

—Tuve una tranquila y pequeña conversación con él acerca de su


futuro —dijo Barry.

Luis dejó de caminar. Esto se estaba poniendo interesante.

—Oh, estoy seguro de que fue tranquila —dijo Mary— ¿Cómo te


atreves a hacer esto, Barry? Es mi hijo, también. Y gracias a ti, nunca
consigo verlo.
103
Cuando Mary siguió despotricando sobre la forma en que Barry
presionaba y Jase se frustraba, Sweetie-Pie galopó a la cocina y empezó a
ladrar a Luis. No quería que supieran que había estado escuchando, así que
levantó la mano y le dijo que se tranquilizara.

Pero Sweetie-Pie continuó ladrando, por lo que se vio obligado a


salir antes de que terminaran de discutir. Evidentemente, Jase había
olvidado mencionar un par de cosas sobre su vida en Alaska. Luis se había
imaginado un rápido viaje a casa, conocer a la familia, y luego de vuelta a
New York. No tenía ni idea de que el padre de Jase fuera este monstruo
controlador que quería dirigir la vida de Jase, no tenía ni idea de que se
encontraría con el primer amor de Jase, y nunca podría haber presagiado
que su vida perfecta con Jase podría haber llegado a ser tan complicada en
sólo un par de días.
Capítulo Diez
Cuando Luis se fue hacia arriba, decidió tomar una larga y calurosa
ducha. A pesar de que se había calentado un poco afuera, su cuerpo todavía
no estaba aclimatado al verano en Alaska e imaginaba que una ducha
caliente le ayudaría a calentarlo.
Aunque llevara su chaqueta de sarga (Isabelle había logrado eliminar
todas las manchas en el hombro), sus manos estaban frías y parecía que no
podía entrar en calor, no importaba lo duro que lo intentara.
Sweetie-Pie lo siguió todo el camino a su cuarto, ladrando y
golpeando en sus patas traseras con la parte superior de su cabeza. Camp
no estaba lejos detrás de ella. Seguía detrás de Sweetie-Pie, aullando y
saltando, con los ojos vidriosos y la lengua colgando en un lado de su boca.
Era como si se hubiera vuelto como loca y nada pudiera calmarla.
104
Luis tuvo que empujar la puerta de su habitación y deslizarse de lado
para que Sweetie Pie-no lo siguiera al interior. Trató de que Camp
consiguiera entrar con él, pero Camp se negó a dejar a Sweetie-Pie sola.
Así que Luis se deslizó por el marco de la puerta y recogió a Camp
en sus brazos, mientras que Sweetie-Pie le lamía la cara con su lengua
húmeda. A pesar de que sabía que era imposible para ellos criar, Camp era
más pequeño que una de sus patas delanteras, no parecía justo dejarlos
solos. Sweetie- Pie tenía una buena disposición.
Parecía tolerar la obsesión natural de Camp, sin gruñir o morder
agresivamente. Cuando iba demasiado cerca de su trasero y cruzaba la línea
invisible, ella amablemente se daba la vuelta y le daba un ladrido de
advertencia que decía que quería estar sola.
Retrocedería por un momento, pero luego se volvería directo de
nuevo, los ojos vidriosos y la lengua colgando, y todo el ritual empezaría
de nuevo.
Cuando finalmente estaban dentro de la habitación, Luis prometió a
Sweetie-Pie que jugaría con ella más tarde. Luego cerró la puerta, apoyó la
espalda contra ella, y suspiró. Miró a Camp y frunció el ceño.
—Cuando volvamos a New York, vas a ir al veterinario para que
seas castrado, cosita caliente. Debería haberlo hecho hace mucho tiempo
por tu propio bien.
Entonces puso a Camp en el suelo y lo vio corretear por el sofá de
dos plazas a los pies de la cama, donde se sentaría y se enfurruñaría para el
resto de la tarde.
En primer lugar, Luis abrió la ducha y dejó que humeara caliente.
Luego volvió a entrar en el dormitorio y sacó toda su ropa. Cuando se quitó
los calcetines, estaba sorprendido por lo frío que estaba el piso de madera.
Y cuando entró de nuevo en el cuarto de baño y las plantas de sus pies
descalzos golpearon las baldosas heladas, sus huevos, literalmente, dieron
un salto en su escroto. ¿Cómo se manejaban estas personas en enero?
Sin embargo, el agua caliente calentó su cuerpo rápidamente. Al
segundo que se metió en la ducha, el vapor abrió sus pulmones y sus senos 105
nasales. No llevaba ahí más de cuatro o cinco minutos cuando oyó un golpe
en la puerta de la ducha de vidrio y la voz de Jase que decía: —Voy a
entrar para unirme a ti.
Luis dio un paso atrás y se apoyó en las baldosas húmedas, mientras
que Jase se quitaba la ropa y la arrojaba en un montón en el suelo del baño.
Sabía que Jase lo calentaría más rápido que el agua caliente. Además, esta
fue una agradable sorpresa. Luis no había esperado que Jase dejara de
martillar su kayak y viniera al piso de arriba tan pronto, pero no se iba a
quejar.
Cuando Jase entró en la ducha, Luis abrió las piernas un poco y
sonrió. Hizo girar su cadera al estilo stripper masculino y su polla se
balanceaba arriba y abajo. Cuando Jase se acercó, Luis llegó arriba con los
dos brazos y entrelazó los dedos en la parte posterior del cuello de Jase,
luego levantó su pierna derecha y la frotó hacia arriba y abajo contra el
muslo de Jase.
Jase le dio un beso y preguntó: —¿Te divertiste hoy con mi madre y
mi abuela?
Luis asintió con la cabeza. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el
pecho de Jase.
—Fueron muy agradables. Me trataron como a un viejo amigo. —
Luego le dio a Jase una descripción rápida del cursi espectáculo de
striptease masculino y la forma en que lo trataron más como una futura
nuera que un futuro yerno.
Jase se reía y frotaba su culo.
—No comprenden el concepto de nosotros como pareja gay, todavía
—dijo—. Piensan en ti como la mujer en la relación, y piensan en mí como
el hombre.
Luis lo miró.
—¿Piensas tú de mí de esa manera? —Ahora sentía curiosidad.
Nunca habían hablado de esto. Luis siempre había pensaba en ambos como
hombres. Pero después que había oído hablar de todas las novias que Jase
había tenido en el pasado, no estaba tan seguro ya.
—De ninguna manera —dijo Jase—. Estoy contigo y estoy 106
enamorado de ti porque eres un hombre. —Frotó la espalda de Luis y dijo:
—Lamento que tuvieras que sentirte de esa manera. Tal vez debería tener
una charla con ellas.
—No —dijo Luis—. Por favor, no lo hagas. Estuvieron bien. No las
quiero insultar. Va a estar todo bien. Estoy seguro de que finalmente van a
entender nuestra relación con el tiempo, y cómo no está basada en quién
está jugando el papel del hombre y quién interpreta el papel de la mujer.
Culpo de todo esto a la televisión y a ese puñado de chicos gays que tienen
programas en los canales habituales por cable.
—No entiendo.
—Tu madre y tu abuela no pueden ser culpadas por sus impresiones
de los hombres homosexuales, cuando los únicos hombres homosexuales a
los que probablemente alguna vez se han expuesto, sean los tipos
extravagantes en Televisión. No es que haya nada malo en ser diferente. Tú
sabes que no soy así. Todo el mundo es individual y todos son iguales. Y
sabes cómo odio las etiquetas. Es sólo que las personas heterosexuales
piensan que todos somos de esa manera. Piensan que todos estamos listos
para colgar nuestras muñecas y volar en el aire. Creo que tengo mucha más
actuación que hacer con tu familia que decir si alguna vez van a conseguir
realmente conocerme y entender que no soy una mujer, que soy un hombre.
—¿Estás seguro? —Dijo Jase—. Porque puedo tener una charla con
ellas. No me importa. Son buenas con este tipo de cosas.
—Estoy seguro —dijo Luis. Luego se agachó, ahuecó las bolas de
Jase, y las apretó suavemente.
Pero Jase dio un paso atrás y dijo: —Date la vuelta y ponte frente a
los azulejos. Tú eres siempre el que me complace. Quiero complacerte,
para variar. Todo lo que tienes que hacer es estar ahí y cerrar tus ojos. No
quiero que muevas un músculo.
Mientras Luis se daba la vuelta y se apoyaba en las baldosas, Jase
alcanzó una pastilla de jabón de avena y lo frotó entre sus manos hasta que
estaban enjabonadas con la espuma de color crema. Luego extendió la
mano arriba y frotó las manos sobre los hombros de Luis. Después de eso,
sus manos bajaron lentamente, tomándose su tiempo y asegurándose de que
cada pulgada cuadrada de Luis estuviera cubierta de espuma. Cuando llegó 107
a la mitad inferior del cuerpo de Luis, se puso de rodillas y comenzó a
enjabonar las piernas de Luis. Luis extendió los brazos y las piernas
separadas y se puso de puntillas. Se apoyó en la pared con un arco
exagerado de su espalda. Apoyó su mejilla izquierda en una baldosa
mojada mientras su boca se quedó a medio abrir y comenzó a gemir en voz
alta. Se estremeció cuando Jase enjabonó espuma por las suaves partes del
interior de sus muslos. Su cuerpo se sacudió cuando Jase subió todo el
camino hacia arriba y cubrió de espuma entre sus piernas.
La única parte del cuerpo de Luis que Jase no enjabonó fue su culo,
que era el lugar que Luis quería enjabonado en su mayoría. No mencionó
esto en voz alta, pero arqueó la espalda y empujó el culo más de lo normal
para que Jase captara la pista. Incluso se movió un par de veces, con la
esperanza de que Jase frotara la pastilla de jabón arriba y abajo de la raja
del culo, y entonces insertara el dedo. Si hubiera tenido una cola como la
de Sweetie-Pie, la habría inclinado hacia los lados para que Jase pudiera
montarle.
Pero Jase tenía otras ideas. Cuando por fin puso el jabón de nuevo en
la estantería por encima de su cabeza, puso ambas manos en el culo de Luis
y lo extendió apartando las mejillas redondas del culo de Luis, tanto como
pudo. Las estiró con tanta fuerza, que Luis se tambaleó hacia adelante.
Entonces, mientras Luis se quedó en pie de puntillas, con las piernas
abiertas ampliamente y las palmas de las manos en las baldosas de apoyo,
Jase hundió la cara en el culo de Luis y empezó a lamer. Mordía y
mordisqueaba, su mandíbula moviéndose arriba y abajo a alta velocidad.
Cuando Jase finalmente insertó su lengua en el cuerpo de Luis, el rastro de
su barba áspera contra la suave carne de Luis hizo que Luis inhalara tan
repentinamente que se sintió como un cruce entre hipo, una mordaza, y un
suspiro.
Mientras Luis se quejaba, la lengua de Jase seguía probando. Jase la
forzó lo más profundo que pudo y sujetó la pelvis de Luis al azulejo. Se
mantuvieron así durante un largo tiempo, y Jase cogió un ritmo constante,
empujándolo con la lengua durante tanto tiempo que Luis estaba
preocupado de que pudieran quedarse sin agua caliente. Pero se preocupó
sin motivo, porque cuando Jase terminó el rimming se puso de pie 108
rápidamente y metió la polla en el cuerpo de Luis antes de que Luis ni
siquiera supiera lo que estaba sucediendo.
Entonces, Luis perdió la noción de todo. Sus ojos se pusieron en
blanco en la parte posterior de su cabeza y todo su cuerpo se puso rígido.
Jase agarró las caderas y comenzó a corcovear tan rápido y golpear con tal
fuerza que Luis tuvo que alcanzar una barra de toalla para mantener el
equilibrio.
Jase sabía lo mucho que Luis podía tomar y no iba a retroceder. Sus
bolas golpeaban contra el culo de Luis con fuertes golpes.
Luis se mordió el labio y lo tomó todo sin vacilación. Mientras que el
agua caliente corría por sus espaldas, Luis gruñía cada vez que Jase iba más
profundo. Luis era más sensible en esta ocasión debido a que no había
utilizado ningún lubricante. Pero no hubo ningún dolor en absoluto. Era
más duro, sin lubricante; no se limitó a deslizarse dentro y fuera de su
cuerpo con facilidad. Pero Jase lo había abierto bien y lo había preparado
para lo que estaba recibiendo.
Había una fricción suave, una rugosidad que causó que el clímax de
Luis empezara a construirse en los labios de su ano. Cuanto más duro se
empujaba Jase y más profundo iba, más intenso se hacía el inminente
clímax de Luis. Las bolas de Luis se apretaron y su pene bruscamente se
sacudió por sí solo. Se sentía como si se hubiera vuelto invisible, y
desconectado con el resto del mundo; sus ojos brillaban y todo pareció
quedarse en blanco. Cuando ambos finalmente llegaron a su clímax juntos,
Luis sólo tuvo que tocar su propia erección y golpearla un par de veces
para estallar en toda la pared del baño.
Jase no se retiró rápidamente. Permaneció en el interior hasta que su
erección disminuyó. Sujetó a Luis a la pared y lo levantó arriba de sus pies.
—Tu culo sabe dulce.
—Siempre dices eso cuando me haces un rimming. Estoy empezando
a creer que es sólo un cuento que estás utilizando sobre mí.
—Es cierto —dijo Jase—. Cuando te hago rimming, me recuerda al
moon-pie 4.
—¿Monn-pie? —Se echó a reír—. Eso es asqueroso. —A Luis le 109
gustaba ser objeto del rimming, pero no era gran cosa en hacerlo. Lo había
hecho a Jase un número de veces, pero no por mucho tiempo y sólo porque
había querido complacer a Jase de la misma manera que Jase lo había
querido con él.
A pesar de que lamer el culo no era lo que llamaría repulsivo, Luis
ciertamente no lo habría comparado a comer moon-pie. Si acaso, era más
como lamer la corteza del queso. Pero no iba a decir eso en voz alta a Jase
y arruinar el momento.
Esta era una de esas diferencias polares entre ellos que hacían que su
relación funcionara: a Jase le encantaba el sabor del culo, a Luis no.
Jase le dio una palmada en el culo.

4
Moon-Pie es una torta que consiste en dos galletas redondas con relleno de malvavisco en el centro, bañadas en
chocolate, banana, o coco. Esta torta se originó en el sur de los Estados Unidos... y forma parte de la cultura popular.
—No es un asco. Es sabroso, sólo como si fueran dulces. —Agarró
el culo de Luis y se lo apretó más fuerte—. Uno de estos días voy a
conseguir una caja de moon-pie y ponerlos ahí, hacerlos crujir, y luego
comer hasta la última migaja entre las piernas.

Más tarde esa noche durante la cena, no ayudó a la situación tensa e


incómoda entre Jase y su padre, cuando Isabelle anunció que había
cocinado en casa chocolate cubierto con moon-pies para el postre. Se puso
las manos en las caderas y anunció que era su especialidad y uno de los
postres favoritos de siempre de Jase.
Luis parpadeó y Jase miró a la servilleta y le sonrió. Ninguno de los
dos intercambió una mirada. Sin embargo, cuando Luis tuvo una rápida 110
visión de Jase comiendo su moon-pie unos minutos más tarde, con
cobertura de malvavisco blanco pegado a su labio inferior, se cubrió la
boca con la servilleta para que nadie lo viera sonreír.
Después de la cena, el padre de Jase se disculpó y dijo que iba a dar
un largo paseo con los perros de caza. Solo puso sus manos en los bolsillos
y salió de la habitación, mientras la madre de Jase frunció el ceño a su
espalda.
El resto de ellos ayudaron a Isabelle a limpiar, luego se fue al salón
familiar a ver una película que la madre de Jase había alquilado sobre el
matrimonio gay.
Era uno de esos documentales serios que parecían ser más sobre
información acerca de políticos ruidosos y las cuestiones prácticas que el
amor y el romance entre parejas del mismo sexo. Aunque a Luis le
conmovió que Mary alquilara una película como esta sólo por ellos, se
mantuvo retorciéndose y girando en su silla a lo largo de la película
mientras esperaba a que terminara.
La gente en la película no era como la mayoría de las personas
homosexuales cercanas a Luis y Jase. No eran como Ben y Percy: dos
hombres normales promedio de aspecto mayor que llevaban camisas con
botones hasta abajo y pantalones de color caqui, y no eran como cualquiera
de sus otros amigos gays en New York tampoco. La mayor parte de las
parejas gays que Jase y Luis conocían, hombres o mujeres, no parecían
gays. Como cuestión de hecho, Luis tenía un amigo heterosexual que era
un modelo de hombre que se parecía más a la norma de estereotipo gay que
Luis o Jase.
Luis despreciaba los estereotipos hasta el punto que a menudo
pensaba en ellos más de lo que debería. Cuando se había mudado primero
al apartamento de Jase en Trump Tower y eran pareja oficial, Luis
amablemente ofreció una sugerencia a Jase sobre su cabello. Jase tenía el
pelo de fino color arena, pero algún vertiginoso peluquero gay en Florida le
había hablado de que consiguiera uno de esos cortes de pelo muy cortos
con ondas hacia arriba y vetas de rubio platino. Aunque Jase tenía la cara
de pelo corto, por desgracia, la mayoría de los chicos, homosexuales o
heterosexuales, no la tenían, parecía demasiado cliché, como si Jase
hubiera estado esforzándose demasiado por ser gay. Cuando Luis con 111

cautela sugirió que el pelo de Jase podría parecer mejor si Jase lo dejara
crecer un poco más, perder las ondas hacia arriba por encima de su frente, y
dejar que las mechas rubias crecieran, Jase respiró hondo y le agradeció. Le
dijo a Luis que la única razón por la que había escuchado al peluquero, era
porque quería encajar con los hombres gays. ¿Qué sabía él sobre el pelo?
No había estado seguro de cómo encajar en el mundo gay y había pensado
que conseguir la apariencia adecuada sería de ayuda. Luego prometió a
Luis que no volvería a su aspecto anterior tampoco, aquel en la que su
cabello llegaba a los hombros y no se afeitaba durante semanas al mismo
tiempo.
Mientras que vieron el documental, Luis quería explicar a Mary e
Isabelle que, a pesar de que toda la comunidad LGBT estaban luchando
juntos por la legalización del matrimonio del mismo sexo y la igualdad de
derechos y todos estaban dispuestos a apoyarse entre sí, no todos los gays
eran como la gente en este documental.
Pero Luis se sentó y observaba, enviando a Jase la ocasional mirada
de ojos en blanco, con los brazos cruzados sobre el pecho, preguntándose
por qué los hombres gay como él y Jase nunca se representaban en las
películas y documentales.
Cuando la película terminó, Mary le dio un codazo a Isabelle. Pobre
niña mayor, que se había quedado dormida justo antes de la parte donde
dos hombres gay con exceso de peso con la cabeza rapada y manchas
borrosas en sus hombros marcharan por la calle principal en alguna
pequeña ciudad llevando nada más que tangas de cuero negro y botas de
trabajo, ondeando una bandera arco iris en todas direcciones al mismo
tiempo que delgadas reinas en brillantes tangas bailaban y se balanceaban
detrás de ellos.
—Vamos, mamá —dijo Mary—. Hora de la cama ahora mismo.
La cabeza de Isabelle se sacudió y sus ojos se abrieron. Se sentó y
dijo: —¿Me he perdido la drag queen que se parece a Joan Collins? ¿La
que llaman Miss Aventura?
Mary puso los ojos en blanco. 112

—Te quedaste dormida.


Isabelle hizo un puño y golpeó el brazo de la silla.
—¡Caramba! Esa es la parte que más quería ver. No puedo entender
cómo esos chicos se ven tan auténticos.
—Puedes verlo de nuevo mañana —dijo Mary—. Ya es tarde ahora.
—Miró hacia el techo y sacudió la cabeza.
Jase se levantó y bostezó.
—Estoy exhausto. Vamos arriba, también.
—No estoy sorprendida —dijo Mary—. Después de la forma en que
estabas golpeando ese kayak por la tarde, apuesto que cada músculo de tu
cuerpo está dolorido. —Entonces ella le envió una mirada de complicidad.
Luis sonrió y se miró los zapatos, sintiéndose ligeramente excluido.
Había algo entre Jase y Barry de lo que nadie quería hablar.
Jase sonrió y puso su mano sobre la espalda de Luis.
—Vamos a hablar por la mañana. Sólo quiero dormir en este
momento.
Después de dar las buenas noches, llevaron a Camp para un rápido
paseo y luego fueron hasta su habitación. Jase encendió el fuego en la
chimenea de piedra enfrente de la cama para quitar el frío de la habitación
y Luis se metió en la cama y esperó por él. Estaba desnudo, a excepción de
los calcetines. No tenía fuerzas para quitárselos. Entonces, Jase se quitó la
ropa y alcanzó el mando a distancia del cierre de las cortinas y las
persianas. Cuando Jase finalmente se deslizó por debajo de las sábanas y se
acercó a la espalda de Luis, besó a Luis en el hombro y le dio las buenas
noches.
El fuego suave daba a la habitación un resplandor dorado, sombrío.
El calor de los leños crepitantes se derivaban hasta la cama y rozaban la
cara de Luis. Se acurrucó hacia atrás, extendió la mano y retorció los dedos
de Jase, y suspiró. Cuando tocó la gran mano caliente de Jase, sintió un
golpe suave en el estómago y todo lo que estaba mal de repente estaba bien
113
de nuevo.
Sólo que esta vez no podía dejar de pensar en todas las cosas que
estaba aprendiendo acerca de Jase en Alaska. Se sentía excluido, como si
no tuviera derecho a saber todo el combate del pasado de Jase. Se mantuvo
imaginando a Barry y la expresión oscura que Barry había llevado hasta la
cena. Recordó la mirada de devoción y amor en los ojos de Trey cuando
habló acerca de su historia pasada con Jase.
Así que Luis tomó un poco de aire y dijo: —¿Cuál es la historia
contigo y tu padre?
—No quiero hablar de eso —se quejó Jase.
Luis esperó un momento.
—Te lo he dicho todo sobre mí, de mi relación horrible con mis
padres, de mi relación en el pasado con mi primer amante. Evidentemente,
hay cosas que no me has dicho todavía. —Y él le había dicho todo. No
había nada sobre Luis que Jase no supiera.
—Es porque no es asunto tuyo —dijo Jase. No refunfuñó esta vez.
Su voz era clara. Sin embargo, su tono de voz seguía siendo el mismo:
áspero.
Luis abrió más los ojos y pensó por un segundo. No estaba tratando
de provocar a Jase. Sólo estaba tratando de aprender más acerca de él.
Después de todo, estaban comprometidos para casarse. Se suponía que Jase
le dijera todo, nada de secretos. Pero no quería presionar el punto así que
preguntó: —¿Cuál es el trato contigo y este tipo Trey?
—Trey es sólo un viejo amigo. —Su tono se volvió sombrío.
—¿Estuviste enamorado de él?
Jase gimió y rodó sobre su espalda.
—Mira, estoy cansado. Sólo quiero dormir. No tengo ganas de hablar
acerca de Trey o el pasado, y sobre todo no tengo ganas de hablar sobre mi
padre. Todo de lo que tienes que preocuparte es del presente. ¿Por qué no
sólo cierras los ojos, eres un buen chico, y vas a dormir?
—Te hice dos preguntas directas que creo que son importantes, y me 114
despides. No soy un niño, Jase. —Luis mantuvo su voz equilibrada, pero
estaba apretando los dientes.
—Entonces, deja de actuar como un niño —dijo Jase. Se dio la
vuelta en su lado frente a la chimenea.
Cuando le dio la espalda para enfurruñarse, Luis salió hacia adelante.
Cogió una almohada, una manta y salió de la cama. De pronto se le ocurrió
que él siempre era el que se retractaba y permanecía en silencio.
—¿Adónde vas?
—Voy a dormir en el suelo —dijo Luis. Moriría de frío allá abajo, en
este gigantesco iglú, en este lugar donde el sol no se ponía hasta casi la
medianoche. Pero no le importaba.
Si se iba a casar, quería saber todo.
Jase se sentó.
—Esto es ridículo. Vuelve a la cama ahora mismo. —No estaba
pidiendo a Luis que volviera a la cama; estaba exigiéndolo.
Luis extendió las mantas en el suelo y puso las almohadas a los pies
de la cama al lado de donde Camp estaba acurrucado en una bola.
—¿Vas a decirme al menos qué está pasando con tu padre?
—Te dije que no es de tu maldita incumbencia.
—Bueno, entonces —Luis golpeó la almohada y se tumbó en el
suelo. —Voy a pasar la noche aquí. —Jase dio un puñetazo a su almohada
y rodó sobre su estómago.
—Haz lo que quieras.

115
Capítulo Once
Aunque Luis se sacudió y dio vueltas la mayor parte de la noche,
cayó en un profundo sueño en algún momento entre las cuatro y las cinco
de la mañana. No importa en qué dirección se volviera no pudo conseguir
estar cómodo. El duro suelo hizo que sus omóplatos dolieran; tres mantas
no pudieron descongelar sus dedos de los pies congelados. Aun cuando se
volvió de lado y tiró del cuerpo caliente de Camp junto a su estómago, esto
no ayudó. El calor de la chimenea justo se levantaba sobre su cabeza y
pasaba por encima de él, cubriendo la agradable y cálida cama donde Jase
roncaba de manera uniforme.
Consideró volver a la cama después de que Jase se hubiera ido a
dormir. Pero era demasiado terco. Quería probar un punto. A pesar de que
Jase era un hombre fuerte, poderoso, aún tenía que respetar a Luis y tratarlo
como a un igual. 116

Por la mañana, Luis había planeado despertar temprano, antes de que


Jase se levantara, y bajar las escaleras de una carrera por la mañana
temprano. Después de eso, había planeado publicar algo sobre el viaje a
Alaska, en el blog de Elena.
Le había prometido a Elena y a sus lectores que escribiría unos pocos
mensajes rápidos sobre el encuentro con la familia de Jase y cómo era la
vida en Alaska. Pero hasta ahora ni siquiera había tenido tiempo de abrir su
ordenador portátil y leer el blog de Elena, y mucho menos escribir una
entrada en el blog.
Sin embargo, la madre de Jase tenía otros planes para ellos por la
mañana. Algo después de las ocho, hubo un golpe suave en la puerta y
Mary dijo: —¿Estan despiertos? Desayuno en la cama hoy. ¿Puedo entrar?
Al sonido de su voz, Camp dio un salto y gritó. Entonces corrió a la
puerta y empezó a menear la cola. Jase había mencionado a Luis que nunca
se cerraban las puertas en la casa Nicholas.
La norma de la casa era golpear en la puerta de todo el mundo
primero antes de entrar. A Mary no le gustaban las puertas cerradas del
dormitorio, no desde el fin de semana que su depresiva prima de Manitoba
llegó para una visita. Estaba pasando por un amargo divorcio en esa época.
Cerró con llave la puerta de su dormitorio y se negó a salir hasta que el
cerrajero llegó tres horas más tarde.
Jase se sentó en la cama y miró a Luis en el suelo. Se frotó los ojos y
dijo: —Sólo un segundo, mamá. Vamos a estar listos en un minuto. —
Entonces miró hacia abajo a Luis y le dijo: —Vuelve a la cama. No quiero
que te vea en el suelo.
—No creo que me guste tu tono —dijo Luis. Estaba ordenándole que
volviese a la cama, no pidiéndoselo.
—Sólo ven de una puta vez a la cama y ya hablaremos de eso más
tarde —dijo Jase.
Así que a regañadientes Luis reunió sus mantas, recogió la almohada,
y subió a la cama sin decir una palabra. Jase lo agarró del brazo y tiró de él
hasta la mitad del colchón, en donde se hundió en el cuerpo caliente de 117
Jase. Jase puso su brazo alrededor de su hombro y dijo: —Sólo sonríe y
finge que todo está bien. No quiero que piensen que estábamos peleando.
—Luego sacó la colcha hasta la cintura y dijo: —Vamos entra, mamá.
Cuando la puerta se abrió, Luis forzó una sonrisa. Desde el lado de
su boca le susurró: —¿Tu madre está bien con vernos en la misma cama de
esta manera? ¿No va a enloquecer ni nada?
Jase se encogió de hombros. En voz baja, dijo: —No habría llamado
a la puerta, si no lo estuviera. Está demostrándonos que nos acepta y está
bien con el hecho de que seamos gay y durmamos juntos.
Aunque Luis todavía estaba enojado con Jase, no tenía que forzar
sonrisas ahora. Nunca había esperado que Mary le diera la bienvenida con
los brazos abiertos, y sin duda nunca habría imaginado que en realidad
hubiera entrado en su habitación y los mirara en la misma cama. Luis sabía
que muchas parejas jóvenes homosexuales volvían a casa para las visitas de
fin de semana con sus familias.
Y a pesar de que las familias eran educadas y se esforzaban para
aceptar estas parejas homosexuales, cuando llegaba el momento de los
arreglos para dormir o bien pretendían que los dos hombres no durmieran
juntos en la misma cama, o abiertamente sugerían a los dos hombres dormir
en camas diferentes para evitar cualquier confusión. Ocurría incluso con las
parejas homosexuales que invitaban a los miembros de la familia a sus
hogares para el fin de semana. Muy pocos admitirían a sus familias que
dormían juntos en la misma cama. Les decían a sus miembros de la familia
a propósito, que dormían en cuartos separados para dejar que las cosas se
pusieran demasiado incómodas. Evidentemente, era perfectamente
aceptable ser gay, siempre y cuando nadie mencionara nada ni
remotamente asociado con el amor gay o, Dios no lo quiera, el sexo. Esto,
por supuesto, incluía besar en los labios o cualquier cosa que remotamente
pareciera afecto.
Pero Mary se coló en el dormitorio, en su recién planchado suéter
blanco y pantalones ajustados, y colocó una bandeja de desayuno grande a
los pies de la cama. Entonces sonrió a Jase y a Luis y cruzó las manos
sobre el estómago.
118
—Ah, bueno, espero que ambos hayan dormido bien anoche.
Jase sonrió y se sentó. Su brazo derecho estaba todavía en torno a los
hombros de Luis y su brazo izquierdo estaba en la parte superior de las
mantas.
—Muy bien —dijo. Miró a Luis—. ¿Dormiste bien, querido?
Luis le lanzó una mirada furiosa, luego sonrió a Mary y dijo: —
Nunca he dormido tan bien en mi vida. —Esperaba que las bolsas por
debajo de sus ojos no lo delataran.
Mientras que Mary llegaba al mando a distancia para abrir las
cortinas, el padre de Jase entró en el dormitorio y se quedó mirando a la
cama. Se frotó el mentón y tomó un poco de aire. Entonces apretó un puño
y lo puso detrás de su espalda para que nadie viera que estaba cerrado.
—Espero que haya sitio para mí aquí. —Su voz subió; forzó una
sonrisa más grande, pero fue obvio que ver a su hijo en la cama con un
hombre no fue fácil.
Jase tamborileó sus dedos en el hombro de Luis y le dijo: —Estamos
sólo un poco despiertos. —El sol era fuerte. Se mantuvo entrecerrando los
ojos y parpadeó.
Por extraño que pareciera, cuando el padre de Jase entró en la
habitación, Luis sintió el pene de Jase crecer en una completa erección bajo
las sábanas. Se metió en el muslo de Luis y tiró un par de veces.
Mary colocó el mando a distancia en el extremo de la cama y se
acercó a donde estaba Barry de pie. Ella le sonrió y asintió, y Barry dijo: —
Tu madre tuvo la idea anoche, y creo que es una buena. —Seguía
sonriendo, pero las palabras se mantenían pegadas en su boca.
Pero no tuvo la oportunidad de terminar. Mary se tambaleó hacia
adelante y dijo: —Queremos que se casen aquí en Alaska, durante la fiesta
de aniversario-cumpleaños.
Luis se sacudió.
—¿Huh?
—Queremos estar ahí cuando te cases —dijo Mary. 119

—Queremos que lo hagas con el apoyo de amigos y familiares,


mientras estás aquí. —Estaba sonriendo tan ampliamente que Luis pudo ver
sus dientes de atrás. Sus brazos se movían en todas direcciones y su tono
seguía subiendo al final de cada frase. Echó un vistazo a Jase y ladeó la
cabeza—. Y de esta manera, Jase, tu abuela puede ser parte de esto.

Luis sonrió y agitó el brazo.


—Ah, bueno, no queremos imponernos a la fiesta de cumpleaños a
mamá-mamá, y no queremos eclipsar su aniversario tampoco. Ni siquiera
hemos hablado sobre establecer una fecha definitiva. No podríamos
hacerles eso.
Mientras Luis hablaba, Jase asentía. Parecía angustiado, pero aún
tenía una completa erección.
Pero Mary se mostró inflexible.
—Insistimos.
—Pero no quiero arruinar el cumpleaños de Isabelle —dijo Luis.
Estaba sonriendo y asintiendo con la cabeza, deseando que la
erección de Jase bajara. Le hacía sentirse espeluznante con los padres de
Jase en la habitación. Siempre había imaginado su boda como un asunto de
poca importancia con unos amigos gay en una tranquila taberna en Nueva
Inglaterra. Sin embargo, esto fue antes de que se enterara de que tenía una
familia completamente nueva con Jase. Por alguna razón, no había pensado
que fueran a ser tan acogedores y abiertos. Entonces Isabelle se pavoneó en
la habitación en su sudadera de color rojo brillante. Su cabello rubio
cobrizo estaba más inflado que de costumbre y llevaba aretes largos que
colgaban como pequeñas lámparas de araña de cristal.
—He tenido más cumpleaños de los que me atrevo a recordar —
dijo—. Por favor haz esto. Me gustaría ver la boda de mi único nieto.
Todos parecían estar ignorando el hecho de que no se trataba de
cualquier boda tradicional. Esta era una boda con dos hombres
homosexuales, y ni siquiera era considerada legal. Así que Luis se sentó y
les señaló.
120
—No estoy seguro. Podría ser difícil para sus invitados... y para ti.
No estamos hablando exactamente de un matrimonio convencional. Y si la
prensa descubriera esto podrían venir descendiendo en picado sobre Alaska
y echarlo todo a perder. La prensa ha estado esperando a que Jase hiciera
algún tipo de anuncio acerca de nuestra relación durante el año pasado. —
Luis no quería ser grosero, pero tenía que mencionar los hechos duros y
fríos.
Barry se miró los zapatos y apretó los labios, como si estuviera de
acuerdo con Luis.
Pero Mary levantó la barbilla y le dijo: —Sé muy bien cómo
reacciona la gente y habla sobre este tipo de cosas. Y, francamente, me
importa un comino. Jase es mi único hijo y eso es todo lo que me importa.
No quiero perderme uno de los días más importantes de su vida. Puede que
no sea legal de acuerdo con el gobierno y algunas organizaciones religiosas
de mente cerrada, pero es legal a los ojos de todo lo que es bueno y
honesto, y quiero ayudarte a validarla. La prensa nunca sabrá nada. Vamos
a seguir todo en secreto hasta que lo anunciemos en la fiesta de mañana.
—Y yo soy una mujer vieja —dijo Isabelle—. Podría no vivir el
tiempo suficiente para ver a mi nieto de nuevo después de esta visita.—
Ella les envió una fuerte dosis de culpa, y al mismo tiempo, un tranquilo
recordatorio a Jase de que no venía a casa con la suficiente frecuencia.
Como Jase estaba a punto de levantar el brazo en señal de protesta,
Luis sonrió a Mary y le dijo: —Mientras estés segura de que está bien, creo
que es una idea maravillosa. —Ella sonrió con tanto orgullo, que tiró de su
corazón. Quería saltar de la cama y abrazarla, pero no llevaba nada y no
quería que el pobre Barry saliera corriendo de la habitación con las manos
en el aire.
Jase parpadeó.
—¿En serio?
Luis asintió con la cabeza.
—Sí, lo sé. Y me gustaría dar las gracias a tu madre por sugerirlo.
Isabelle levantó los brazos y sacudió los puños.
121
—Esto es maravilloso. No he estado tan jodidamente emocionada
desde que me casé. —Entonces se inclinó hacia adelante y susurró—. Y yo
ya estaba embarazada de él en ese momento. —Ella ladeó su pulgar
señalando a Barry.
—Madre —dijo Barry.
Isabelle puso su mano sobre sus labios.
—Oops. No le gusta hablar de eso.
—Y vamos a planificar todo —dijo Mary, ignorando a su suegra—.
Lo haremos en el granero y lo mantendremos todo en gran secreto hasta
que lo anuncien en la fiesta.
—¿Quién va a realizar la ceremonia? —Preguntó Jase, siempre
práctico.
—Ya me he ocupado de eso —dijo Mary—. Conozco a este adorable
ministro de una iglesia muy progresista. Está más que dispuesto.
Luis sonrió.
—Siempre he querido casarme en un granero. —En realidad, él había
imaginado una pintoresca pensión con antigüedades y propietarios gays
amigables. Pero no había vuelta atrás ahora. Evidentemente, querían tomar
el control completo y él no iba a interponerse en su camino. Y, para ser
honesto, a pesar de que no podía admitir esto en voz alta, por primera vez
en su vida se sentía como si fuera parte de algo importante. Su propia
familia en Tennessee le habría ahuyentado de su propiedad con escopetas y
biblias en sus manos. En lugar de apoyarle y dar la bienvenida a Jase como
su nuevo marido, le habrían condenado por ser gay y predicho su eterno
destino en el infierno.
—Está destinado a ser —dijo Isabelle. Ella no había dejado de
sonreír, desde que había accedido a la boda— Esto significa que tú y Jase
se supone que deben estar juntos.
Barry se había mantenido serio durante todo esto. Su expresión
estaba en blanco y se puso de pie detrás de Mary con las manos en sus
bolsillos. Pero cuando Isabelle se acercó a la cama para sentarse, puso su
brazo alrededor de su madre y le dijo: —Creo que deberíamos dejar a estos
dos solos ahora. —Entonces la guió hasta la puerta y la mandó abajo, así 122
podía dejar a Camp y a Sweetie-Pie fuera.
Mary se quedó ahí, junto a la cama, mirando y sonriéndoles. Ella
probablemente no lo hubiese hecho si Barry no hubiera venido de nuevo al
dormitorio a buscarla. La tomó del brazo y dijo: —Vamos a bajar ahora.
—Ah, bueno, sí —dijo Mary, saliendo de la habitación con Barry—.
Estoy tan entusiasmada con todo esto.
Cuando se hubieron marchado, Jase se sentó y se pasó los dedos a
través de su pelo.
—No puedo creer que acabe de hacer esto.
—No puedo creer que tu pene estuviera duro y mientras tu familia
estaba de pie junto a nosotros —dijo Luis.
Jase se encogió de hombros.
—Es por la mañana. No puedo evitarlo.
—Es en realidad una especie de dulzura que quieran hacer esto —
dijo Luis.
—Me siento como si me hubieran sorprendido. Y no comprendo a mi
padre. Sé cómo se siente acerca de nosotros. Sé cómo se siente acerca de
mí siendo gay. No nos ha aceptado como pareja y no puedo comprender
por qué está de acuerdo con esto.
—Tal vez lo esté y tú no lo ves —dijo Luis. Pero él estaba sólo
siendo positivo, tratando de aliviar el estrés de Jase. Se había dado cuenta
de la expresión peculiar de Barry, como si hubiera estado él mismo
obligándose a ser agradable, pero su cara estuviera a punto de explotar.
—Oh, conozco a mi padre. Siempre está tres pasos por delante de
todos los demás.
—Bueno, estábamos pensando en casarnos de todos modos —dijo
Luis—. Por lo menos estamos haciendo que tu madre y tu abuela sean
felices.
—Pero pensé que querías una pequeña boda, con sólo unos pocos
123
amigos.
Luis se encogió de hombros y salió de la cama. Sirvió una taza de
café a Jase, se la entregó, y dijo: —Todavía va a ser pequeña. Y hay que
admitir que va a ser privada porque nadie espera que hagamos esto.
—¿Estás bien con esto? —Le preguntó Jase.
Luis pensó por un momento. Miró por la ventana y observaba una
bandada de gaviotas sobre los muelles. Siempre había creído que era mejor
seguir sus instintos viscerales. Esto es lo que le había dado el coraje para
dejar a su primer amante y trasladarse a New York. Esto es lo que le había
hecho olvidarse de su orgullo y escuchar a Jase el día después que había
sido arrestado por falsos cargos.
Así que levantó la barbilla y sonrió.
—Yo estoy bien con esto, sí. —Estaba diciendo la verdad. Todavía
no estaba bien con la manera en que Jase lo había tratado la noche anterior,
pero no quería empezar otra discusión.
Su amigo, Ben, que llevaba con su pareja, Percy, muchos años, una
vez le dijo que nunca debería continuar una discusión con Jase a menos que
fuera absolutamente necesario. Y es que la mayoría de las discusiones no
eran, mucho mejores para que la relación volviera a la normalidad y pusiera
las cosas menos importantes a un lado.
Esto, según Ben, no era la negación. Era el secreto para mantener
una fuerte relación lo suficiente como para durar toda la vida.
Jase se sentó y tomó un sorbo de café. —Entonces creo que vamos a
casarnos aquí mismo, en Alaska, frente a un montón de personas que o bien
no conozco, no me acuerdo, o no he visto en años más de lo que puedo
recordar.
—No lo estamos haciendo por la gente —dijo Luis—. Lo estamos
haciendo para tu madre y tu abuela. —No mencionó a Barry, porque aún no
estaba seguro de que Barry estuviera muy contento con ellos estando
juntos.
—Supongo que tienes razón —dijo Jase—. ¿A dónde vas ahora?
124
Luis se había vertido una media taza de café y se lo bebió rápido.
Estaba de camino al baño.
—Voy a salir a correr. Luego voy a llamar a la tienda general en la
ciudad para ver si mi nuevo teléfono llegó, y a continuación, revisar mi
computadora portátil. Tengo que escribir una entrada rápida en el blog y ni
siquiera he mirado mi correo electrónico desde que salimos de New York.
Estoy seguro de que está lleno. —Desde que había estado blogueando,
había aprendido a comprobar su dirección de correo constantemente para
evitar estar desbordado.
Sobre una base diaria, a menudo recibía por lo menos dos centenares
de mensajes de los lectores, fans del blog, y sus fans de modelo. Y siempre
había una especie de nota o comentario de Elena.
Si había una persona en el mundo entero que le gustaría poder invitar
a su boda, era a ella. Pero esto, él sabía, era imposible. Esto fue tan corto
aviso que ni siquiera podía invitar a Ben y a Percy.
Cuando entró en el cuarto de baño, Jase se incorporó y le preguntó:
—¿Estamos bien ahora?
Luis sabía que estaba hablando acerca de su discusión de la noche
anterior.
—Sí —dijo—. Estamos bien.

125
Capítulo Doce
Tuvo que pedir prestado uno de los pantalones deportivos de Jase
para su carrera ya que sólo había llevado pantalones cortos y camisetas.
Había imaginado que haría más frío en Alaska, pero no esperaba que fuera
más bajo de los diez grados. A pesar de que prefería correr en clima frío y
nunca fue un problema la vuelta del invierno en New York, siempre había
estado preparado para este tipo de cosas antes de tiempo.
Mientras trotaba por un camino largo y estrecho en la parte posterior
de la casa que daba al bosque, se le ocurrió que no se había preparado para
cualquier cosa acerca de Alaska o la familia de Jase, especialmente cuando
se trataba de todos sus sentimientos escondidos y las cosas que ellos no
hablaban en voz alta.
A veces se sentía como si estuviera viendo una olla a presión y la
126
tapa estuviera lista para estallar. Hubo otros momentos en que parecían
demasiado abiertos y también aceptables para ser creíbles. Pensó que se
había adaptado a tiempo. No había estado en torno a una situación familiar
en años, y aún así su propia familia había sido tan disfuncional que estaba
lejos de la norma.
A mitad de camino en su carrera, se tropezó con una piedra grande y
se cayó por un barranco empinado. Se dejó ir con la caída, permitiendo que
su cuerpo se doblara y se moviera libremente, sabiendo que si se ponía
tenso podría romperse un hueso.
Cuando aterrizó en la parte inferior del barranco y se incorporó, se
dio cuenta de que había perdido su camino. Un parque estatal limitaba con
la propiedad Nicholas. Sabía que estaba en el parque, pero no sabía cómo
volver a la casa.
Se puso de pie y se sacudió sus pantalones deportivos. Estiró los
brazos y piernas para estar seguro de que nada se había roto. Su tobillo
tenía un poco de dolor, pero sabía que no era nada grave.
Luego puso las manos en las caderas y miró hacia atrás y hacia
adelante para ver si podía encontrar un camino que condujera a alguna
parte. Pero lo único que vio fueron enormes troncos de árboles y secciones
gruesas de arbustos. A su izquierda, una rama se rompió y saltó. Cuando un
pequeño animal corrió entre dos árboles, Luis se apoyó en un tronco de un
árbol grande y se mordió su labio inferior. Esto iba en serio. Estaba perdido
en el bosque en algún lugar de Alaska, rodeado de animales salvajes y un
terreno desconocido, y sin teléfono. Cuando levantó la vista para ver si
podía dar marcha atrás, se dio cuenta de que la pared de arbustos y gruesas
raíces de los árboles en los que se había derrumbado eran muy escarpados
para subir.
Entonces oyó un gemido: profundo y gutural, con unos zumbidos
aterradores. Venía desde más allá de una gruesa pared de maleza a unos
tres metros delante de él. Un segundo después, oyó una serie de gruñidos y
quejidos. Retrocedió en el tronco del árbol y cerró los ojos. Apretó los
puños y se preparó para ser atacado por un oso polar o algún otro animal
salvaje de Alaska que podría pasar por Bigfoot 5. Oyó dos gruñidos más
seguidos por un particular silbido.
127
Sus ojos se abrieron ampliamente. Los osos y otros animales no
silbaban. Así que tomó pasos lentos hacia adelante, apartó unos cuantos
arbustos salvajes de bayas, y asomó la cabeza por la maleza. Fue entonces
cuando vio a la mujer política y autora que había sido invitada a la fiesta el
día en que había llegado a Alaska.
Estaba sentada con las piernas cruzadas delante de un pequeño fuego
con un conjunto de astas del alce en la cabeza. Sus ojos se cerraron y tenía
sus manos cruzadas como si estuviera rezando. Pero cuando Luis dio un
paso adelante para conseguir una mejor visión de lo que estaba haciendo,
esto era demasiado bueno para dejarlo pasar, su pie se enredó con una
enredadera y cayó de bruces entre los endebles arbustos.
La mujer abrió los ojos y sonrió.
Luis levantó la cabeza y asintió.

5
El Pie Grande es una criatura mitológica de aspecto simiesco que habita los bosques, principalmente en la región del
noroeste del Pacífico en América del Norte. Las enormes huellas, similares a un pie humano, le dieron su nombre.
—Sólo iba corriendo. Perdona que te interrumpa. —¿Qué otra cosa
podía decir? Imaginó que esto podría ser algo privado que no quería que
nadie se enterara. Después de todo, ¿cuántas prominentes mujeres, por no
hablar de los autores más vendidos, andaban por ahí con astas de alce en la
cabeza en medio del bosque?
La mujer se levantó y dijo: —Ven aquí y únete a mí. Sólo estaba
dando las gracias. —Ella le dio una palmada en el muslo y le sonrió.
—Ah, bueno, tengo que volver ahora. Jase estará buscándome. —No
quería llegar a conocerla. Ella era la penúltima conservadora. Por todo lo
que había oído hablar de ella, estaba en contra de los matrimonios
homosexuales y la igualdad de derechos para los gays. Además, le daba
vergüenza. Estaba tan fuera de contacto con la política, por no mencionar
frustrado y desinteresado, que ni siquiera recordaba su nombre.
—No seas tonto —dijo—. Acércate aquí y ayúdame a dar gracias al
universo. —Ella habló con el mismo sutil acento de los padres de Jase. A
pesar de que Jase había perdido gran parte de su acento, había momentos
en que Luis recogía indicios de él. Acentos que podrían ser complicados de
128
esta manera. Luis incluso tenía una tendencia a volver a su acento de
Tennessee cuando estaba emocionado acerca de algo.
Luis no quería ser grosero, por lo que se acercó a ella y sonrió.
—Realmente debería volver. No quiero que piensen que me perdí. —
Estaba perdido, pero no quería admitirlo ante ella.
Ella debió haber notado la confusión en sus ojos.
—Yo vengo aquí, a este mismo lugar, de vez en cuando para dar
gracias. Deja de mirarme como si me hub iera vuelto loca. Es perfectamente
inofensivo y estoy perfectamente sana. —Luego sonrió y dijo: —Tengo un
montón de mierda en mi vida ahora mismo.
Luis sonrió. No estaba tan seguro de su cordura, pero entendía la
parte de tener un montón de mierda en su vida. Sus amigos, vocales
políticos, ahí en New York, pensaban que estaba como una cabra. Algunos
incluso pensaban que era el anticristo. Y ni siquiera la habían visto con
cuernos de alce en su cabeza, gruñendo y gimiendo hacia el cielo.
—Te lo prometo —dijo—, no soy tan mala como dicen que soy. No
juzgo a las personas como individuos. Y yo misma no soy una santa. —
Luis se encogió de hombros y dio unos cuantos pasos más hacia adelante.
Había una pequeña hoguera quemando sólo hojas secas, pequeñas ramas, y
unas pocas piñas que hacían sonidos crujientes.
—Parece que di un paso en falso y caí por el barranco de vuelta ahí.
—¿Estás bien, cariño? —Preguntó ella, mirándolo arriba con las
cejas fruncidas abajo.
—Oh, estoy bien —dijo—. Sólo tengo que empezar a volver a ahora
para que no se preocupen. Dejaré que vuelvas a lo que estabas haciendo
aquí.
Pero cuando se volvió para irse, le entregó un palo largo con plumas
sujeto al extremo. Ella le dijo que era de buena suerte bailar alrededor del
fuego y ondear la vara, dando gracias al universo. Dijo que estaba
limpiando y le rejuvenecía el espíritu. Antes de que él ni siquiera supiera lo
que estaba pasando, ambos estaban bailando alrededor del fuego, agitando
sus bastones, gruñendo y aullando hacia el cielo. 129

Luis siempre había sido el tipo que no buscaba situaciones


excepcionales, pero siempre parecían encontrarle de todos modos. Si
hubiera cincuenta personas normales sentadas en una sala de espera de un
doctor y una persona peculiar, la gente normal haría caso omiso de Luis y
la persona peculiar se sentaría junto a él y empezaría a hablar.
Tendía a ser un imán para la gente con problemas y circunstancias
inusuales. Acudían a su lado y le contaban sus historias de la vida. Una vez,
en la oficina de un dentista, un chico joven y bien parecido que llevaba dos
aretes de diamantes se pasó dos horas diciendo a Luis acerca de su adicción
al sexo, mientras que Luis se sentó ahí sonriendo y asintiendo con la
cabeza.
Aunque Luis sabía que esta mujer era políticamente conservadora y
en contra de la legalización del matrimonio homosexual, ella lo trató como
si fuera su nuevo mejor amigo. A mitad de su danza alrededor del fuego,
incluso le golpeó la espalda y dijo: —Tenía la sensación de que me ibas a
gustar cuando te vi en la fiesta. Estás bien en mi libro, amigo.
Luis sonrió y le dio las gracias, luego levantó su bastón y lo agitó en
círculos. Al menos ella no le llamaba niño. Si Ben y Percy lo vieran ahora,
nunca hablarían con él de nuevo. En los últimos años, Luis había sido
testigo de amigos de toda la vida dejando de hablarse uno al otro po r la
política, lo que siempre lo dejaba encogiéndose de hombros con
incredulidad.
Estaban de pie delante del fuego, riendo y rodando sus caderas en
círculos, cuando Jase le dio un golpecito en el hombro y dijo: —Aquí estás.
He estado buscándote por todos lados.
Luis estaba muy metido en el baile para entonces. Había dejado sus
inhibiciones atrás y había perdido la noción del tiempo. Pero se detuvo y
miró por encima del hombro. Sintió su rostro enrojecer y forzó una sonrisa.
—Estaba en mi camino de regreso —dijo—. En cierto modo perdí la
noción del tiempo.
Jase asintió y sonrió a la mujer. Se refirió a ella por un apodo que
Luis nunca había oído mencionar antes en público, y luego sonrió a Luis y
le dijo: —Tenemos que ir a la ciudad. El teléfono ya está y quiero recoger 130
algunas cosas.
Luis se volvió a la mujer y le dijo: —Gracias, cariño, me divertí.
Espero que funcione, también. —Estaba hablando de la danza que acababa
de hacer para dar gracias. Se supone que traería buena suerte.
—Muchas gracias —dijo—, por no echar la política sobre mí. Estaba
preocupada por un momento. Lo creas o no, me gustaría tomar un descanso
de la política y sólo ser normal, lo que quiera que eso sea.
Jase se echó a reír.
—No te preocupes porque Luis sea demasiado político. Piensa que la
próxima Convención Demócrata debería celebrarse en París.
Aunque Luis todavía no entendía por qué pensaban que esto era tan
divertido, Jase y la mujer se echaron a reír tan fuerte que se doblaban y se
golpeaban las rodillas. Y en el camino de regreso a la casa, Jase no podía
parar de reír sobre la búsqueda de Luis en el bosque, con la mujer política
más conservadora en el planeta, bailando en círculos y balanceándose.
—Ciertamente terminas en los apuros más inusuales, ¿no? Si
cualquiera de nuestros amigos en New York te viera incluso hablar con
ella, te apedrearían en Washington Square.
Luis sonrió y se encogió de hombros.
—Parece bastante agradable. Así que no estamos de acuerdo en la
política. Gran cosa. Las personas son todavía personas y la política no lo es
todo, ya sabes. Además, me divertí. ¿Con qué frecuencia una persona tiene
la oportunidad de ir a Alaska y hacer una danza espiritual de
agradecimiento que se supone atraiga la buena suerte? —Luis no mencionó
esto en voz alta, pero pensaba que algunos de estos tipos de la política,
demasiado vociferantes eran ligeramente inestables. Por extraño que
parezca, la mayoría de ellos en realidad nunca estaban involucrados en algo
productivo. No donaban su tiempo, su dinero o sus talentos para ayudar
realmente a causas que parecieran entusiasmarles. Todo lo que hacían era
abrir sus grandes bocas y gritar acerca de cómo todo estaba tan mal.
Jase puso su brazo alrededor de sus hombros y lo abrazó.
—Ni siquiera sabes su nombre, ¿verdad? 131

Luis sonrió. —Ni maldita idea.


Después que Luis se dio una ducha rápida y se cambió de ropa,
bajaron a los muelles y subieron a un barco más pequeño. Este era uno más
como esos barcos de velocidad aguda que competía en carreras que había
visto en televisión.
—¿Por qué no vamos en el barco más grande? —Preguntó Luis. Se
había simplemente acostumbrado a montar en el barco más grande. No
estaba seguro sobre este. A pesar de que tenía un atractivo llamativo, había
algo de poco valor y deficiente en él.
—Mi madre y mi abuela lo necesitan para ir a la ciudad —dijo
Jase—. No quería ir con ellas porque pensé que sería más fácil.
—¿Es esto seguro? —No era mucho mayor que su bañera hundida en
Trump Tower.
Jase le arrojó un salvavidas y le dijo: —Sólo entra. Vas a estar bien.
En un primer momento, se alejaron de los muelles, Luis sintió un
tirón en el estómago. Estaba sentado junto a Jase en el asiento del pasajero.
Se agarró a la parte inferior de su asiento y apretó el cojín de aire. Se
preguntó por qué no había cinturones de seguridad en los barcos, pero no
quería distraer a Jase preguntando. El barco más pequeño parecía oscilar y
balancearse más que el grande. Y la punta de su delantera (sabía que había
términos náuticos para estas cosas, pero no estaba seguro de cuales eran y
no le preocupaban los detalles que no le afectaban personalmente) tendía a
levantarse mientras que la parte de atrás se iba abajo en el agua. Cuando
estaban lo suficientemente lejos de los muelles y en la mucho más profunda
agua, Jase apretó el acelerador y el extremo delantero subió más alto. Luis
volvió a echar un vistazo para ver si su estómago había aterrizado en el
asiento trasero.
Cuando Jase aceleró, Luis cerró los ojos y fingió que estaba de vuelta
en New York para caminar en el Parque Riverside. Camp estaba a su lado y
Ben y Percy estaban más adelante caminando con su perro. Era una
luminosa y cálida tarde de New York sin una nube en el cielo. Incluso se
imaginó a sí mismo parando para comprar un pretzel de un vendedor y
dando un pequeño trozo a Camp. Y en el momento en que llegaron con el 132

barco al muelle en la ciudad, su estómago estaba en calma y su corazón no


latía ya más.
Abrió los ojos, se recostó en su asiento y dijo: —En realidad disfruté
de este paseo. No tuve miedo en absoluto.
—Te acostumbras a él —dijo Jase, mientras maniobraba el barco en
un espacio pequeño del muelle entre dos barcos más grandes—. Quizá la
próxima vez te desnudes y podemos echar el ancla.
Luis ignoró el comentario.
—¿Dónde están los frenos? —Preguntó. Tenía curiosidad. Sabía que
el acelerador era lo que hacía que el barco fuera hacia adelante, punto
muerto, o marcha atrás. Pero no parecía localizar los frenos.
—No hay frenos —dijo Jase.
—¿No hay frenos?
Jase se echó a reír.
—Te lo mostraré más adelante. Se trata de maniobrar y aprender
cómo ir hacia adelante, punto muerto, y marcha atrás. Inclínate ahora y
agarra esa cuerda y átala a la base.
Cuando el barco estaba asegurado, se dirigieron a la ciudad y
cruzaron Main Street. No había ninguna mano sosteniendo esta vez, no en
la forma en que se tomaban de las manos cuando estaban en New York.
Se dirigieron unas pocas manzanas al norte y se detuvieron al llegar a
un almacén general con el nombre de Nicholas sobre la puerta. Jase entró
primero y Luis lo siguió, lo que no habría ocurrido en New York. Jase
habría abierto la puerta y Luis esperado para entrar en primer lugar.
Jase saludó con la mano a alguien detrás del mostrador y dijo: —
Hey, colega.
— Un hombre salió de detrás del mostrador y dijo: —Hey, Jase. —
Luis se acordaba de su cara. Era el pequeño tipo que había hecho el acto de
striptease en el bar el otro día. Estaba completamente vestido ahora, con
una camisa blanca y un par de pantalones vaqueros. Sus botas de cuero
negro parecían hacerle una o dos pulgadas más alto. 133

Cuando el stripper reconoció a Luis del bar, cruzó donde él estaba de


pie y dijo: —Hey, lindo. Aquí estás de nuevo.
Jase se había alejado caminando entonces. Había ido a la parte
posterior de la tienda a comprar algunas cosas que necesitaba y había
dejado a Luis solo esperándolo. Así que Luis se limitó a sonreír y dijo: —
Eh, bueno, aquí estoy. Encantado de verte.
Deseaba que pudiera ser tan casual y fácil como Jase. Le hubiera
gustado poder llamar a otros chicos amigos y colegas y hombre y hacerlo
que sonara realista. Pero cuando hablaba de esa manera, no sonaba casual,
sino forzado y fuera de contexto.
Jase le gritó desde el fondo de la tienda.
—¿Está el teléfono que ordené ya, amigo?
El stripper le sonrió a Luis y le dijo: —Lo traeré, jefe. —Luis se
metió las manos en los bolsillos y miró hacia el techo. Se sentía como si el
stripper lo estuviera desnudando con sus ojos.
Este chico no era tímido al respecto tampoco. Evidentemente, había
un montón de hombres gay en Alaska, también, y eran tan agresivos como
los hombres homosexuales en New York.
Cuando Jase regresó, llevaba una bolsa de plástico llena de comida
basura. Luis lo miró y le dijo: —¿Esto es lo que necesitabas en la ciudad?
—Sacó una bolsa de patatas fritas procesadas—. Esto está mal.
Jase sonrió y empujó las patatas fritas de nuevo en su bolsa.
—Teníamos que conseguir el teléfono, también. —Luego caminó
hacia la salida y dejó a Luis esperando por el teléfono. No se ofreció a
pagar, y el otro empleado, una mujer joven y delgada detrás del otro
mostrador, no pidió nada de dinero.
Cuando el stripper regresó, le entregó el teléfono a Luis y apretó la
mano de Luis.
—Está todo configurado y listo para funcionar, lindo. Luego le dio
una bolsa con los accesorios a Luis y trató de acariciar la parte superior de
la cabeza de Luis.
134
Sin embargo, Luis se retiró justo a tiempo. Se agachó y la mano del
stripper aterrizó en una revista expuesta en su lugar.

—Gracias —dijo Luis, luego se volvió y se fue para alcanzar a Jase.


Cuando estuvo fuera, corrió hasta el lado de Jase. Fue caminando
hacia el norte, la mirada fija en la ventana de una librería.
—El tipo que trabaja en el almacén general no es tímido.
Jase se echó a reír.
—Él piensa que eres lindo. Es un cumplido. —Siempre fue tan
informal acerca de este tipo de cosas. Si un hombre hubiera coqueteado con
Jase de esta forma, Luis no hubiera sido tan complaciente.
Se hubiera adelantado y se hubiera asegurado en demostrar que
estaba con Jase. Le habría hecho unos pequeños comentarios sarcásticos y
puesto al otro en su lugar. Pero no Jase; sólo sonreía y lo llamaba colega.
A medida que continuaban calle abajo, Luis abrió su nuevo teléfono
y comprobó sus mensajes. Había diez: el primer mensaje era de su agente
para hacerle saber que aún no había escuchado nada sobre el trabajo de
modelo, y el segundo era de Elena en Francia. A pesar de que se habían
estado comunicando a través del correo electrónico y blogueando desde
hace mucho tiempo, en realidad nunca habían hablado el uno con el otro.
Esta era la primera vez que escuchaba su voz real. Era más profunda de lo
que había esperado que fuera y su mensaje parecía urgente. Le dijo que el
blog se llenó de comentarios sobre su último mensaje, y los lectores
estaban llenando su bandeja de entrada con preguntas acerca de lo que
estaba sucediendo con Luis y Jase en Alaska.
—Tengo que llegar a una computadora —dijo Luis—. ¿Hay un café
o algo con acceso a Internet? —No iba a usar su iPhone en Alaska; lo había
dejado en New York porque no creía que fuera a necesitarlo. Esto era sólo
un teléfono móvil normal, que prefería a la hora de hacer llamadas. Y
estaba demasiado excitado para esperar hasta que regresara a la casa para
comprobar su ordenador portátil.
Sin embargo, Jase se echó a reír. 135

—No hay café con Internet como en New York, lo siento. Pero creo
que la biblioteca cuenta con unos pocos equipos. No está lejos.
De camino a la biblioteca, Jase sonrió y saludó a todo el que pasaba.
La gente asentía con la cabeza a Luis con amables sonrisas, pero todos le
dieron la misma mirada cautelosa, como si acabara de llegar de otro
planeta. Cuando entraron en la biblioteca, una mujer de mediana edad le
dijo a Jase que se veía bien desde que lo había visto por última vez. Jase le
dijo que Luis quería usar una computadora. Ella frunció el ceño a Luis,
arrugó los labios y señaló a tres equipos antiguos a lo largo de la pared
derecha.
Se acercaron a los equipos y Luis miró abajo con la palma sobre su
pecho. —Nunca he visto nada así. —Eran enormes, con grandes pantallas y
agrietadas carcasas de plástico. Los lados estaban manchados con manchas
de tinta y las pantallas estaban salpicadas de huellas dactilares—. Tendría
que haber traído una botella de limpiador de ventanas conmigo.
Pero Jase no respondió. Su cabeza se volvió y estaba mirando la
parte de atrás de la biblioteca. Había algún tipo de evento infantil
desarrollándose. Había tres filas de niños pre-escolares sentados en sus
sillitas alineados uno junto al otro en un semicírculo. Trey estaba sentado
en el centro del semicírculo hablando a los niños. La cara de Trey se alzó
con animación, y sus ojos se agrandaron. Estaba usando movimientos
exagerados con los brazos y sus manos. Luis no podía oír lo que Trey
estaba diciendo, pero escuchó a los niños reír y sonreír con sus
comentarios.
—Estarás bien aquí por un minuto —dijo Jase. Estaba mirando a
Trey. No había un signo de interrogación al final de la frase.
—Estoy bien —dijo Luis.
—Ya vuelvo.
Luis se sentó delante de la pantalla de la computadora y dejó caer
unas monedas en una ranura para arrancarla. Pero cuando la pantalla
apareció, Luis siguió a Jase en lugar de la computadora. Para el momento
en que Jase pasó a la parte de atrás de la sala, los niños empezaron a 136
aplaudir y Trey se levantó de su silla. Cuando Trey vio a Jase que venía
hacia él, Trey ladeó la cabeza y sonrió tan ampliamente que el estómago de
Luis golpeó. Entonces su corazón empezó a correr. A pesar de que no podía
oír lo que estaban diciendo, podía ver sus expresiones y la intensa y
profunda, forma en que estaban mirándose el uno al otro. Uno de los niños
comenzó a tirar de la chaqueta de Trey y Trey incluso no se dio cuenta, de
que el chico estaba haciendo. Trey estaba demasiado ocupado mirando a
los ojos de Jase y concentrándose en todo lo que Jase le decía como si eso
significara la vida o la muerte.
Luis se echó hacia atrás y suspiró. Ni siquiera abrió la página web de
Elena para ver todos los comentarios que sus lectores habían dejado. Todo
de repente, un sentimiento oscuro y desconectado se apoderó de él y no
podía concentrarse en nada, pero Jase y Trey estaban de pie en el fondo de
la sala, riendo y bromeando el uno con el otro.
En todo el tiempo que Luis había conocido a Jase, nunca lo había
visto actuar con otro hombre de esta manera.
Durante los siguientes diez minutos, fingió concentrarse en la
computadora. Cuando vio a Jase volver y empezar a caminar de nuevo a
donde él estaba sentado, lo apagó y se levantó. No quería que Jase supiera
que pasaba algo malo.
—¿Conseguiste lo que necesitabas? —Preguntó Jase. Estaba
sonriendo, pero su voz no era animada ya. A pesar de que estaba hablando
con Luis, parecía estar preocupado por alguna otra cosa.
—He leído un par de cosas —dijo Luis—. Puedo subir algo más
adelante con mi computadora portátil en casa. Es Internet. Puede esperar.
Salieron de la biblioteca en silencio y empezaron a caminar de
nuevo hacia el centro de la ciudad. Pero al llegar a la calle Bishop, se
toparon con Isabelle y Mary. Las dos mujeres estaban saliendo de una
floristería, murmurando entre sí.
Isabelle miró arriba en primer lugar. —Ahí están —dijo—, los
hemos estado buscando. —Estaba vestida con su sudadera verde lima, a
juego con las zapatillas deportivas.
137
—¿Dónde estaban? —Preguntó Mary.
—En la biblioteca —dijo Jase. Estaba sonriendo, pero ahí había algo
diferente en la forma en que estaba actuando. Estaba balanceándose sobre
sus pies y jugueteando con las llaves del barco.
Mary se adelantó y agarró a Luis de la mano. Ella tiró de él a su lado
y le dijo: —Tenemos que pedirte prestado a Luis un rato.
—¿Pedirlo prestado? —Preguntó Jase.
Luis miró hacia arriba, luego hacia abajo. No podía imaginar de lo
que estaban hablando.
—Tenemos que recoger algunas cosas para la boda, y Luis tiene que
estar con nosotras —dijo Isabelle. Agarró la otra mano de Luis y dijo: —Es
un asunto femenino que sólo te aburriría a morir. Ve a la ciudad y pasa el
rato en alguna parte. Luis se encontrará contigo de vuelta en el barco en
una hora.
Ah, bueno, pensó Luis. Aquí van de nuevo. Estaban tratándolo como
a la mujer en la relación. Miró a Jase, rogando con los ojos en busca de
ayuda. Sin embargo, Jase aún parecía preocupado por la conversación que
había tenido con Trey en la biblioteca. Lo siguiente que supo Luis, fue que
Mary e Isabelle lo estaban arrastrando hasta la calle Bishop a una pequeña
tienda en la esquina. Jase se mantuvo en medio de la calle con sus manos
en los bolsillos, mirando hacia abajo en el pavimento como si hubiera
acabado de perder su posesión más valiosa en el mundo, y supiera que
nunca lo recuperaría.

138
Capítulo Trece
Cuando entraron en la tienda, Luis miró a su alrededor y suspiró. Era
una de esas tiendas combinada de ropa, joyería, y mostradores de
golosinas. En el cartel en el exterior se leía Nicholas modas, ideas y dulces.
Mary le dijo que era en realidad su tienda, pero que ella sólo trabajó una
vez ahí cuando el gerente necesitaba ayuda adicional. Ella sonrió y dijo que
siempre había querido ser dueña de una tienda donde las mujeres podían
encontrar cosas bonitas y delicadas que no podían encontrar en cualquier
otro lugar. El buen chocolate tenía que ser tratado con el más alto respeto.
Hasta el momento, esta tienda había sido un gran éxito tanto para las
mujeres en la ciudad como para las muchas mujeres en los alrededores de
las ciudades. Mary dijo que venían desde tan lejos como Anchorage para
echar un vistazo a su mercadería y comer chocolate.
Luis sonrió y asintió. Agarró unas pocas trufas oscuras de chocolate 139
y se sentó en una mullida silla de terciopelo rosa cerca de los probadores.
Fingió divertirse mientras Mary trataba de probarse vestidos para la fiesta.
Ella le dijo a Luis que ya había comprado algo nuevo, pero eso fue cuando
pensaba que iba a ser sólo una fiesta de aniversario-cumpleaños. Ahora que
iba a ser una recepción de boda también, tenía que conseguir algo especial
adicional.
El primer vestido era un lío de gasa de color beige de leopardo, con
ese aspecto dramático del hombro desnudo que había sido popular durante
tres días atrás en la década de los noventa durante la administración
Clinton. Luis tenía previsto sentarse y mantener la boca cerrada. No quería
ofrecer ningún consejo. No quería ser su novia. Pero no podía dejar que
Mary llevara un vestido horrible como este a la fiesta. Se parecía a algo que
Vilma Picapiedra habría llevado a la boda de Pebbles y Bam Bam.
Entonces sonrió y dijo: —No eres tú, en serio.
Luego se probó uno de tafetán negro, y dijo: —Demasiado triste.
Después de eso, fue una especie de túnica ablusada de melocotón con
relucientes pantalones dorados. Cuando Luis frunció el ceño y dijo: —
Parece como Martha Stewart lanzando ácido —la pobre Isabelle se agarró a
su sudadera y casi se cayó de la silla de risa 6. El vestido blanco sucio estilo
tienda de campaña no era malo, pero tenía esta cosa de falsa cintura
imperio que continuaba que Luis siempre pensaba que se veía mejor en
mujeres de figura rellenita. Mary era delgada y pequeña; podía llevar
cualquier cosa. Era una pérdida ocultar tan gran cuerpo debajo de un
vestido de tienda de campaña, incluso si se trataba de un vestido bonito.
Sonrió y asintió, y luego negó con la cabeza y dijo: —Parece como algo
que Oprah hubiera llevado a los Premios Emmy en l988. —Señaló a los
probadores y le dijo: —Siguiente.
Cuando salió del probador llevando el vestido rojo con el corpiño en
forma de corazón definido con negro bordado, se encogió de hombros y
dijo: —¿Por qué no sólo miras en los estantes y ves qué hay ahí? Ahorra
tiempo. —Se estaba haciendo tarde. No quería que Jase esperara por él.
Aunque no fue fácil, Luis finalmente encontró un traje azul pálido de
Chanel con chaqueta a medida y una falda corta, ajustada. Las líneas eran 140
clásicas, el diseño simple. La etiqueta con el precio ponía ciento cincuenta
dólares, pero ella era la dueña de la tienda, así que no importaba lo que
costaba. Había una rendija de cuatro pulgadas en la parte posterior de la
falda y la chaqueta encajaba tan bien que ni siquiera necesitaba
modificaciones. De hecho, cuando Mary salió de los probadores en este
traje, todo el mundo se volvió para mirarla. La mandíbula de Isabelle cayó
y los ojos del gerente se agrandaron.
Ella envió a Luis una mirada y se encogió de hombros. Luis dijo: —
Esa es. Te ves espectacular.
—¿Estás seguro de que no es demasiado joven para mí? —Se dio la
vuelta hacia un lado y trató de ver la parte de atrás—. Es muy corto. Y tan
caro. Nunca me he puesto un vestido que costara tanto.
6
Para entender la broma, hace falta explicar algo sobre ella, Martha Stewart es una empresaria estadounidense, que
formó un imperio con su negocio de estilo de vida y cocina, pero fue declarada culpable de conspiración, fals o
testimonio y obstrucción a la justicia en el año 2004, por haber usado información privilegiada al vender acciones de la
empresa ImClone Systems. Cumplió condena en prisión y tras salir de la cárcel en marzo de 2005, ha dedic ado toda su
atención a recuperar su imperio mediático y comercial, conduce programas de TV, y protagoniza reality shows y libros
de autoayuda de los más vendidos
—Te pareces a la Princesa Diana en ese traje —dijo Luis—. No es
demasiado corto, y no es demasiado joven. Tienes una figura y piernas que
la mayoría de las mujeres más jóvenes matarían por tener. Deberías
mostrarlas. Y este es tu cuarenta aniversario de boda, el nonagésimo
cumpleaños de Isabelle, y nuestra boda. Te lo compraré si tengo que
hacerlo. —El vestido era tan perfecto que lo haría, también.
Mary miró a Isabelle.
—¿Qué piensas, mamá?
—Creo que es caliente, cariño —dijo Isabelle—. Barry va a
perseguirte alrededor de la casa cuando lo vea y te levantará la falda. —
Luego le golpeó a Luis en las costillas y le palmeó el bolsillo delantero—.
Si ella no paga por esto, voy a dividir el costo contigo. Traje dinero en
efectivo.
Pobre Mary; se sonrojó y se tapó la cara con las palmas de las
manos. —¿Qué tipo de zapatos me pongo? —Estaba con los pies desnudos.
Pero Luis ya había pensado en esto mientras ella se cambiaba. Había
141
mirado el tamaño interior de las botas y había ido a la sección de zapatos.
Aunque no había mucho donde elegir, ¡ningún Blahnik!, había encontrado
algo que iba bien.
Llevó un par de ligeros zapatos de salón de color beige con cuatro
pulgadas de tacón y les hizo señas de un lado a otro.
—Ponte estos. No puedes ir mal con unos zapatos de salón de color
beige. Los negros siempre te dan ese aspecto de pezuña hendida de
aficionado, y marrón serían demasiado informales. Sin embargo, beige
claro son clásicos. Yo siempre pienso que es mejor jugar a lo seguro que
lamentarlo.
¡Oh, cómo odiaba Luis esos tipos fuertes y agresivos de la moda que
siempre estaban pregonando colores brillantes y patrones llamativos y
estridentes.
Siempre diciendo a las mujeres que necesitaban ropa que
“estallarían” cuando lo que realmente necesitaban era algo más discreto y
de buen gusto, con sólo la cantidad correcta de color.
Cuando se probó los zapatos y miró al espejo de tres formas, sonrió
por primera vez desde que había estado probándose conjuntos.
—Me encanta. De verdad. Y me merezco comprar algo extravagante
para variar. Además, ya lo tengo a precio de costo de todos modos. Luego
se agachó y abrazó a Luis. —Muchas gracias por tu ayuda. Hubiera
terminado con algo que no me gustara si no hubieras estado aquí.
Hubo una pausa incómoda. Se sentía un poco culpable porque en
realidad no quería estar ahí. Pero cuando vio la forma en que su rostro
brillaba con orgullo, y se dio cuenta de que en realidad lo estaba pasando
bien, lo apuñaló en el corazón de una manera que no había esperado.
—Eres una mujer de gran aspecto. No hice nada especial, señora
Nicholas. —No se había referido a ella por su nombre todavía. Llamarla
señora Nicholas sonaba tan formal y rígido.
Ella sonrió.
—Si quieres, puedes llamarme Mary, o incluso mamá.
Sintió un pinchazo en el ojo. Mary no sólo estaba diciéndolo para ser 142
cortés, realmente quería que la llamara mamá. Se aclaró la garganta y dijo:
—Me gustaría mucho, mamá.
Pero este momento cálido y sensible desapareció unos minutos más
tarde, cuando Isabelle salió de los probadores en su traje para la fiesta. En
lugar de un vestido o un traje, Isabelle había ordenado una sudadera
especial diseñada específicamente a su propio gusto personal. Era de color
negro azabache, con un material brillante más ligero que una normal. La
parte superior del cuello redondo estaba adornada con falsa piel blanca, y la
parte delantera de la camiseta estaba salp icada con diamantes de imitación
mostrando el número noventa.
Isabelle se pavoneaba con sus manos en las caderas, dando vueltas en
semicírculos para presumir de traje. Cuando se detuvo y sus zapatillas
chirriaron contra el suelo de baldosas, se volvió y preguntó: —¿Qué tal me
veo? Tengo botas de cuero negro para que coincidan en casa.
Mary corrió y la abrazó.
—Te ves maravillosa mamá. Vas a ser la dama mejor vestida ahí.
Entonces Luis se acercó y le dio un abrazo. —Me encanta. En New
York, serías muy importante en este conjunto, mamá-mamá.
Cuando la llamó mamá-mamá, Mary e Isabelle se detuvieron y lo
miraron. No había pensado en eso, las palabras acababan de salir
navegando fuera de su boca. Pero tal vez había sido demasiado familiar en
este momento. Había oído a Jase llamar a su mamá-mamá y pensó que
estaba bien. Pero cuando volvió a mirar a sus atónitas expresiones, sentía
un nudo en la parte posterior de su garganta.
—Espero que esté bien que te llame mamá-mamá —dijo. Pensó que
sería mejor explicar—. Si no es así no lo haré más.
Isabelle se tambaleó hacia adelante y lo abrazó. Le acarició y dijo: —
No me gustaría que me llamaras de otra manera. Me siento honrada.
Entonces Mary sonrió y dijo: —Me encantaría si todos pudiéramos ir
a New York para las vacaciones de este año. No he pasado un día de fiesta
con Jase en mucho tiempo. —Ella dijo esto con calmada reserva, como si
estuviera probando la reacción de Luis, pero Luis tenía la sensación de que
había estado planeando decirlo toda la tarde. 143

Isabelle enderezó los hombros.


—Puedo usar este conjunto, también.
Luis se encogió de hombros.
—Eso sería maravilloso. O tal vez nosotros sólo podríamos venir
aquí a Alaska para las fiestas. —¿Por qué deberían todos ellos ir de acá
para allá a New York cuando era mucho más fácil que Jase y Luis llegaran
a Alaska?
Mary abrió la boca y se tapó la boca con las palmas de las manos.
Entonces se puso a llorar.
—Me gustaría mucho.
Isabelle sonrió y acarició de nuevo a Mary.
—Date prisa, hija. Tenemos unas cuantas cosas más que hacer antes
de que Luis tenga que volver con Jase. Ya sabes cómo Jase odia que lo
hagan esperar.
—Lo sé, lo sé —dijo Mary. Luego entró en el probador para
encontrar un pañuelo de papel.
Luis miraba a ambas mujeres, con su mano apretada en su estómago.
No pensaba que hubiera hecho algo especial. Pero por la manera en que
Mary reaccionó a que ellos vinieran a Alaska para los días de fiesta,
cualquiera hubiera pensado que le habían dado una bolsa de oro.
Mientras Mary estaba en el interior, Luis sonrió a Isabelle y le
dijo:— Saben que no soy la mujer en la relación. —Quería que esto
resultara bien, Isabelle aunque con noventa, parecía más sofisticada que
Mary, cuando hablaba de estas cosas—. Jase y yo ambos somos dos chicos.
En nuestra relación no es como si uno sea el hombre y el otro la mujer.
Isabelle se echó a reír y movió su brazo.
—Tengo que admitir que tenía curiosidad acerca de eso en un
principio. Jase siempre ha sido tan macho y de carácter fuerte. Pero ahora
que te hemos conocido, sabemos que era una tontería pensar de esa manera.
Eres tan hombre como Jase o cualquier otra persona. Únicamente te
enganchamos esta tarde para pasar tiempo contigo para que pudiéramos 144
llegar a conocerte, no porque pensáramos en ti como la mujer. Nosotras en
realidad nunca llegamos a conocer a la ex-esposa de Jase. —Ella se inclinó
hacia adelante y le susurró. —Era una real perra viviente si alguna vez
hubo una. No podías acercarte a ese jodido dragón ni tratando.

Luis exhaló.
—Bueno, eso es una lástima, porque se perdió de conocer a algunas
personas realmente buenas.
Cuando llegó la hora de que Luis volviera a los muelles para reunirse
con Jase, lo abrazó de nuevo y Mary le agradeció la ayuda por encontrar el
vestido perfecto. Y a pesar de que debería haberse exaltado, su estómago se
retorció y un nudo se formó en la garganta. No era porque pensaban en él
como la mujer en la relación nunca más. Había aclarado esto con Isabelle.
Era porque estaban tan emocionadas acerca de la boda, Jase estando
en casa, y tener la sensación de una verdadera familia en torno, que no
podían dejar de alabarlo.
Pero Luis frunció el ceño cuando pensaba en lo que estaba sintiendo
Jase. Había visto la manera en que Jase y Trey se miraron entre sí. Los
había visto intercambiar miradas cuando pensaban que no estaba nadie
mirándolos.
Y ahí estaba también el padre de Jase. Ese hombre terco nunca lo
aceptaría sin importar lo mucho que lo intentara.
Así que regresó a los muelles y se encontró a Jase inclinado contra el
costado de la embarcación. Cuando Jase lo vio venir, encendió el motor y
dio un paso para desatar la parte delantera del barco del muelle. Trabajó
rápido con las manos. Sus labios apretados revelaban su pensativo estado
de ánimo.
Luis desató la parte trasera y saltó a la barca. Antes de que Jase
tuviera la oportunidad de detenerlo, se sentó detrás del volante, empujando
el acelerador hacia adelante, y se alejaron de los muelles, dejando gran
espuma de agua detrás de ellos.
—¿Qué estás haciendo? —Gritó Jase. Agarró la parte posterior del
asiento del pasajero y siguió su camino adelante. 145

—Necesito salir de aquí —dijo Luis—. Y rápido. —Iban tan rápido


que cuando Luis volvió el volante hacia la izquierda para evitar dos barcos
en dirección contraria, todo el barco se inclinó a un lado.
—¿Has perdido la cabeza? —Dijo Jase—. ¿Todavía estás molesto
porque ellas te trataran como si fueras la mujer en nuestra relación? No es
gran cosa. Voy a hablar con ellas.
—No es eso —dijo Luis—. Aclaramos todo eso esta tarde. Nos lo
pasamos muy bien juntos. —Tenía que gritar por encima del sonido del
motor y las salpicaduras de agua.
—Entonces, ¿qué jodidos te pasa?
—Es tu madre y tu abuela, y lo maravillosas que son. Realmente me
encantan. Se trata de venir aquí y pasar las vacaciones con tu familia y tu
madre llorando por eso. No he tenido una familia durante tanto tiempo que
me había olvidado cómo puede ser. Se trata de lo mucho que tu padre me
odia. Por encima de todo, se trata de la manera en que tú y Trey se miran el
uno al otro, como si ambos fueran adolescentes muertos de amor. No puedo
competir con él. Yo no soy médico y no leo cuentos a los niños pequeños
en la biblioteca de la ciudad. Yo sólo soy un ex acompañante masculino
tratando de ganarse la vida ahora como un modelo para grandes almacenes
de descuento. No hay nada heroico en mí. Cuando llegué por primera vez
aquí, pensé que era mejor que todos, porque soy de New York. Ahora creo
que todo el mundo aquí es mejor que yo.
—Eso es ridículo —gritó Jase, y se levantó—. Tú eres tan bueno
como todos los demás.
Luis liberó el volante y puso sus manos sobre sus caderas.
—¿Qué pasa con Trey? Es mejor que yo. Y todavía está enamorado
de ti. Es médico. Es conocido por tu familia toda su vida. Encaja y yo no.
Estoy seguro de que a tu padre no le importaría que te casaras con él.
El barco se desvió. Jase se abalanzó sobre el volante.
—Baja —gritó. Luego empujó a Luis a la parte posterior del barco y
trató de evitar chocar contra una gran roca, girando el volante todo el
camino hacia la izquierda.
146
El barco giró a la izquierda. Jase evitó la gran roca y lo que podría
haber sido una situación devastadora. Pero Luis se dio la vuelta hacia atrás
y cayó en el agua. No llevaba chaleco salvavidas en este momento. A pesar
de que no sabía nadar, de alguna manera movía los brazos y movía sus
piernas para subir a la superficie. Cuando alcanzó la superficie y vio el
barco acelerar en la distancia, su corazón comenzó a correr de manera tan
rápida que pensó que estaba teniendo un ataque al corazón.
Para el momento en que Jase se dio la vuelta y vio que Luis había
caído de la barca, Luis estaba tratando tan duro como podía de mantener la
cabeza por encima de la superficie. Nunca había pateado las piernas o
movido sus brazos tan fuerte y tan rápido en su vida. Cuando finalmente
encontró su voz, gritó el nombre de Jase una y otra vez, pidiendo su
regreso.
Jase viró y se dirigió rápidamente hacia él.
—Nada hasta la roca —gritó, empujando el acelerador hacia adelante
todo el camino.
Luis pateaba duro y logró agarrarse a un afilado borde sobre la roca.
Apretó el borde con ambas manos y tiró su cuerpo hacia arriba por
seguridad. Su corazón latía con fuerza en sus oídos.
Los únicos pensamientos que pasaban por su conciencia fueron
mantenerse tanto tiempo y tan fuerte como pudiera. Ni siquiera era
consciente de que el agua estaba helada y su cuerpo temblaba. Todo lo que
le importaba era aferrarse a la roca y tomar largas y profundas
respiraciones.
Cuando Jase finalmente se detuvo en la roca, detuvo el barco y se
estiró con ambas manos.
—Toma mi mano —dijo—. Te voy a subir. Vas a estar bien.
Pero Luis se negó a ceder. Todo su cuerpo se congeló con el pánico y
temía que si dejaba de lado la roca un solo segundo se hundiría hasta el
fondo del agua y se ahogaría.
—Toma mi mano —dijo Jase—. Vas a estar bien. Te lo prometo. No
tengas miedo.
147
Luis miró hacia adelante. Lo oyó, pero no podía mover los brazos.
Ahí estaba él, un chico homosexual nacido y criado en Tennessee que se
las había arreglado para moverse en New York, sin dinero, sin amigos y
que había sobrevivido a todo.
Y ahora estaba a punto de morir en alguna extensión de agua fría en
Alaska, que ni siquiera podía nombrar, rodeado de extraños. Ni siquiera
sabía el nombre de la ciudad, o la ubicación exacta en el mapa.
Jase gritó: —¡Dije que tomaras mi mano, maldita sea! No te puedo
ayudar si no me alcanzas.
Luis salió de su estupor. Extendió la mano una vez, luego retiró su
mano rápidamente. Cuando Jase le gritó de nuevo, extendió el brazo y
colocó la palma de la mano en la de Jase.
En una fracción de segundo, Jase le apretó la mano tan fuerte como
pudo y le sacó de la roca, fuera del agua, y de vuelta al barco con un
movimiento rápido. Levantó a Luis por la borda y lo llevó al asiento de
atrás.
—¿Estás bien? —dijo Jase—. Vas a estar bien. —Luego lo abrazó y
le dijo: —Te amo tanto. Nunca he estado tan asustado en mi vida.
Todo el cuerpo de Luis temblaba de frío y miedo. Sus temblorosos
labios estaban púrpuras y sus manos temblorosas estaban arrugadas.
Mientras Jase cubría su cuerpo con una manta que había sacado del
compartimiento de almacenamiento, Luis miró fijamente hacia delante y
dijo: —Me tiraste del barco. Podría haberme ahogado.
—Yo no quería golpear la roca —dijo Jase con un tono de defensa.
Envolvió sus brazos alrededor de Luis y lo sostuvo cerca de su cuerpo—.
Pero vas a estar bien. Te lo prometo. No dejaría que nada te sucediera.
Luis se apoyó en su fuerte pecho y cerró los ojos. Él sabía que Jase
no lo había derribado a propósito. Pero incluso a pesar de que sólo había
sobrevivido a una de las peores cosas que jamás había experimentado en su
vida, no estaba tan seguro de que fuera a estar bien. Tenía la sensación de
hundimiento en la boca del estómago de que Jase quería estar con Trey más
de lo que quería estar con él. Tenía un sentimiento más fuerte de que él no
era lo suficientemente bueno para Jase o para la familia de Jase,
148
especialmente Barry.
Capítulo Catorce
—Te ayudaré —dijo Jase. Acababan de llegar a la casa y Jase quería
asegurarse de que Luis no se había hecho daño cuando se había caído de la
barca. Jase todavía tenía dificultad para hablar; su voz se mantenía baja y
uniforme. Cuando había mirado hacia atrás y había visto a Luis luchando
por sobrevivir en el agua, se sintió como si su corazón hubiera sido
arrancado de su pecho. Las imágenes de perder a Luis para siempre,
pasando por su mente en rápidos destellos, eran peores que las pesadillas
que jamás había soñado. Ahora que Luis estaba a salvo, no quería dejarlo
fuera de su vista—. Te llevaré de vuelta a la casa.
—Estoy bien —dijo Luis—, puedo caminar. —Luchó para salir del
barco con su cuerpo aún envuelto en la manta. Gracias al hecho de que el
clima se había calentado hasta los casi quince grados, el sol había secado
casi por completo el pelo. A pesar de que su ropa estaba todavía húmeda, y 149
su rostro estaba pálido y hundido, por lo menos ya no temblaba más.
Jase amarró el barco y lo siguió hasta la casa. Los perros ladraban a
lo lejos, pero hubo un alarmante silencio entre ellos. Jase tenía la intención
de tomar un baño caliente en el que Luis podía empaparse y relajarse.
Después del baño, iban a tomar una larga siesta juntos. Luis no había
hablado mucho desde que habían llegado y quería hacer algo bueno por él.
Pero Barry entró pisoteando por la puerta trasera y se reunió con
ellos en la entrada. Frunció el ceño y se frotó el mentón. Levantó la barbilla
y dijo: —Tengo que hablar con ambos. Por favor, síganme.
Luis y Jase intercambiaron miradas y luego lo siguieron a un
pequeño cobertizo en el extremo de la propiedad donde se guardaban todas
las cortadoras de césped, herramientas de jardinería, y quitanieves. Jase no
tenía ni idea de por qué su padre los traía por ahí, pero tenía la sensación de
que iba a ser interesante. En el propio pequeño mundo de Barry, estaba
acostumbrado a conseguir exactamente lo que quería y nadie se atrevía a
ponerse en su camino. Las únicas personas que alguna vez se habían
enfrentado a él fueron Jase, Isabelle y Mary. Y no a menudo.
Cuando entraron en el interior del edificio, Jase se dio cuenta de la
forma en que Luis miraba a su alrededor. Parecía estar estudiando al padre
de Jase como si no se fiara de él tampoco. Así que Jase le envió una
reconfortante mirada y sonrió.
—Tu madre nunca tiene que saber sobre nada de esto —dijo Barry
—. No quiero que se moleste.
Jase parpadeó. Esto era aún demasiado dramático para su padre.
—¿De qué diablos estás hablando?
Antes de que Barry pudiera responder, un hombre pequeño que
llevaba un traje safari color marrón claro salió de detrás de una pared.
Tenía el pelo rojo brillante y pecas en su cara. Llevaba un maletín y usaba
grandes gafas con montura negra.
—Este es un detective privado de New York que contraté para
investigar a Luis —dijo Barry—. Se las ha arreglado para llegar a unos
pocos trozos de información interesantes sobre el pasado de Luis.
—¿Cómo te atreves? —Dijo Jase. Apretó los puños y se mordió la 150
parte inferior del labio.
—Jase —dijo Luis—. Está bien. —Miró a Barry y levantó una ceja.
—No me avergüenzo de nada en mi pasado. Jase lo sabe todo sobre mí.
A continuación, el detective privado colocó el maletín en el suelo en
una pequeña mesa y levantó la tapa.
Sacó fotos de Luis posando desnudo. En ninguna tenía una erección,
y la mayoría eran fotos del culo de Luis en varias posiciones seductoras,
pero varias de ellas mostraban un desnudo frontal.
Pasó las fotos a Luis y a Jase, y Barry se dio la vuelta para darles un
falso sentido de privacidad. En algunas fotos, Luis estaba solo, ya sea de
pie delante de una ventana o tumbado en un negro sofá de cuero con el
rostro abajo, con la espalda arqueada y sus piernas abiertas.
En otras, él estaba sentado en el regazo de un hombre mayor y el
hombre mayor frotaba su culo.
Jase apretó los dientes y rasgó las fotos a la mitad, a continuación las
lanzó de nuevo al detective privado y le dijo a su padre: —Yo ya sabía
acerca de estas fotos. Luis me contó todo sobre ellas cuando nos
conocimos. —Era cierto. Luis había mencionado que había posado desnudo
para uno de sus clientes de mayor edad, cuando se había mudado a New
York. En ese momento, no tenía suficiente dinero para alquilar un
apartamento y ésta fue su única forma de conseguirlo. Pero no había habido
ningún sexo entre Luis y el hombre mayor. Luis sólo se había quitado toda
la ropa y posado, mientras que el hombre mayor admiraba su cuerpo.
Barry se dio la vuelta y sacudió la cabeza.
—¿Todavía quieres casarte con esta persona? —Miró a Luis y
frunció el ceño—. ¿Tuvo relaciones sexuales con viejos por dinero y eso no
te molesta?
Luis se miró sus zapatos.
—No tuvo relaciones sexuales con él —gritó Jase—. Lo único es que
posó desnudo. Necesitaba el dinero para poder sobrevivir. Yo no voy a
juzgarlo más de lo que juzgaría a nadie por hacer su camino en el mundo. 151
Si hubiera estado en su posición, probablemente hubiera hecho lo mismo.
—¿Le creíste? —Preguntó Barry—. ¿Honestamente crees que no
tuvo relaciones sexuales con hombres mayores y que sólo posó para ellos?
En este punto, Jase levantó el brazo y el puño. Pero Luis tomó su
brazo, lo agarró y le dijo: —Jase, no lo hagas. —Entonces miró a Barry y
dijo: —No lo culpo por no creerme, señor Nicholas. Probablemente no me
lo creería yo mismo. Pero es la verdad, no importa lo extraño que suene. El
hombre mayor en la foto acababa de ser dado de alta en el hospital. Le
habían quitado la próstata y esperaba que le hubieran eliminado todo el
cáncer con ella. No podía haber tenido sexo conmigo si lo hubiera querido.
Sólo quería recordar lo que era el sexo, y yo lo ayudé, sin hacer nada en
absoluto. —Luis se volvió hacia el detective privado—. No tengo ni idea
de cómo encontraste las fotos. El hombre mayor era el único que tenía
copias y falleció hace más de un año de cáncer.
Jase bajó los brazos y tomó unas cuantas respiraciones profundas.
Nunca había levantado una mano a su padre, pero ahora quería aplastarle
ahí mismo en el cobertizo.
Barry no dijo ni una palabra a Luis. No reconoció su explicación. Se
volvió hacia Jase y dijo: —Sólo no puedo imaginar qué otra cosa está
flotando por ahí acerca de este tipo. Eres una figura pública de renombre
internacional, Jase. Cuando comiencen a escarbar alrededor para ver más
fotos y cosas de este tipo, tu reputación será destruida, este chico te dejará
y terminarás como un solitario hombre de mediana edad. No es demasiado
tarde para poner fin a todo esto ahora mismo. Todo lo que tienes que hacer
es empacar sus maletas, ponerlo en un avión de regreso a New York, y le
diremos a tu madre y abuela que cambiaste de opinión sobre casarte.
—Nunca has aceptado el hecho de que soy gay —dijo Jase—. Eso es
de lo que se trata todo esto.
Los ojos de Barry se abrieron como platos.
—No tiene nada que ver con que seas gay —dijo. Señaló a Luis—.
Tiene que ver con que estás enredado con un joven prostituto en sus
tempranos veinte años que sólo va detrás de ti por tu dinero.
Jase apretó los puños de nuevo. Había estado esperando que su padre
lo dijera en voz alta, y finalmente lo había hecho. 152

—Jase, no lo hagas —dijo Luis—. Es tu padre.


—Podría aplastarte en este momento —dijo Jase, caminando hasta
Barry, mirando a sus ojos. Estaba tan cerca que sintió la respiración de su
padre en los labios—, pero no lo haré. —Luego dio un paso atrás y puso su
brazo alrededor de Luis. —Esto es lo que va a suceder. Voy a volver a la
casa y Luis va a ir escaleras arriba para tomar un baño caliente. Puesto que
no te molestaste en preguntar por qué está mojado, te lo diré. Se cayó de la
embarcación hoy y casi se ahoga.
Barry miró a Luis y ladeó la cabeza.
Jase continuó hablando.
—Mañana me voy a casar con él, aquí en Alaska, para complacer a
mi madre y a mi abuela, luego voy a volver a New York y a largarme tan
lejos de ti como sea posible. Espero que nunca tenga que poner los ojos en
ti otra vez.
—Jase —dijo Luis—. Tal vez podamos resolver esto. Esto está mal.
Es tu padre.
Pero Jase no quería escuchar nada más. Agarró a Luis por el brazo y
tiró de él hacia la puerta. Él sabía el hombre vicioso que su padre podía ser.
Había visto a Barry comer a la gente y escupirles sin tanto movimiento de
cabeza. Sin mirar hacia atrás, salió a la calle y cerró la puerta con tanta
fuerza que uno de los cristales de las ventanas se rompió en miles de
pedazos pequeños.

Cuando subieron a su dormitorio, Luis se acercó al sofá de dos


plazas y se sentó. Todavía llevaba la manta de la embarcación y su ropa
estaba todavía húmeda. Se sentó con sus rodillas apretadas y miró hacia el 153
suelo. Jase caminaba de un lado a otro delante de la chimenea, con los
puños cerrados y pesados pasos.
—Tal vez esto esté mal, Jase —dijo Luis.
Jase se detuvo, dio media vuelta y lo miró con una mirada vacía.
—¿De qué estás hablando?
Luis exhaló. —No tengo ni idea de cómo tu padre consiguió esas
fotos. Tal vez haya más como esas ahí fuera. Tienes una buena reputación y
la mía es cuestionable en el mejor de los casos. Antes de que llegara a
Alaska no tenía idea de que tu familia tuviera una buena reputación que
mantener, también. Hice lo que tenía que hacer para sobrevivir, pero a
veces el pasado vuelve para perseguirnos. No quiero causar a nadie más
ningún tipo de vergüenza. Y no quiero ser la causa de que nunca vuelvas a
ver a tu familia de nuevo. Sería matar a tu madre.
—Mi padre no tenía derecho a hurgar en mis asuntos —dijo Jase—.
Yo no soy un niño. Yo no voy a ser tratado como tal. Y no voy a permitirle
que te trate de esta manera.
Luis sonrió.
—Aprecio lo que estás haciendo. Y te amo por eso. Pero no quiero
ser la razón por la que nunca hables con tu padre de nuevo, y no podría
dejarte hacer eso a tu madre o tu abuela.
Jase lo fulminó con la mirada.
—Tú no eres la razón. Esto va mucho más allá. Se trata de la forma
en que mi padre se ríe de la forma en que hice mi dinero. Se trata de la
manera en que nunca me ha tomado en serio. Se trata de la forma en que
siempre ha tratado de controlar mi vida. —Golpeó una almohada junto a la
chimenea—. No voy a aguantarlo más.
Luis se puso de pie. Parecía demasiado cansado para discutir esto.
—Me voy a tomar una larga ducha caliente, y luego una siesta.
A pesar de que había querido preparar un baño caliente para Luis, no
estaba de ánimo ya. Así que asintió con la cabeza y dijo: —Me voy a dar
una larga caminata.
154
En la cena, sólo estaban Luis, Jase e Isabelle. Mary y Barry salieron
a cenar solos para pre-celebrar su aniversario. Jase se dio cuenta de que
Luis estaba en silencio. Siguió empujando sus alimentos alrededor, y
evitando el contacto visual. Luego, después de la cena, entraron en la
habitación familiar a ver una película y apenas dijo dos palabras en toda la
película.
Si Isabelle se dio cuenta de algo mal, nunca lo mencionó en voz alta.
Estaba demasiado ocupada hablando de la fiesta y la boda. Veían veinte
minutos de película, y ella dejaba escapar algo de la boda, o partes
relacionadas, sobre las flores o alimentos.
Era evidente que no estaba prestando atención a la película, y tan
obvio que no tenía idea de lo que había sucedido entre Jase y su padre.
Cuando finalmente se puso de pie y estiró sus brazos, eran casi las once.
Jase se levantó y bostezó. No podía esperar para estar a solas con
Luis. Después de todo lo que había sucedido ese día, lo único que quería
hacer era subir a su habitación y hacer el amor. Quería dejar a un lado a su
padre, las inseguridades de Luis, y todo esto de hablar de bodas y fiestas.
Sabía que si sólo podía mantener a Luis en su brazos todo iba a estar
bien otra vez. Si hubiera sido por él, habrían hecho las maletas, marchado a
New York, y olvidado de la boda y la fiesta.
Pero Isabelle tenía otros planes. Cuando Jase y Luis empezaron a
salir de la sala, Isabelle agarró el brazo de Jase y dijo: —Oh, no, no lo
harás. —Tiró de Jase hacia atrás y señaló a Luis—. Sube las escaleras hasta
el dormitorio solo esta noche. Ustedes dos no se van a ver el uno al otro
hasta la ceremonia. Es una tradición. —Luego salió de la habitac ión y le
dijo a Jase que la siguiera.
Jase sabía que su abuela iba en serio, y no quería molestarla o
decepcionarla. Así que lanzó una mirada de disculpa a Luis, y se encogió
de hombros.
—No parece que tengamos alguna elección.
Luis se echó a reír. —Si no me voy, ella va a volver por ti.
Jase le miró a los ojos.
—¿Te veré mañana? —Él sonrió, pero dejó un signo de 155
interrogación definido en el extremo de la frase esta vez.
—Estamos bien —dijo Luis—. No te preocupes. Ve a dormir un
poco.
Capítulo Quince
Por la mañana, Luis despertó en el centro de la cama, solo y
confundido acerca de lo que iba a hacer ese día. Había estado sólo en
Alaska durante unos días y toda su vida había cambiado. Por razones que
no había considerado antes, tomar los votos de la boda, legales o no, hacía
toda la diferencia en el mundo.
Si sólo hubiera estado viviendo con Jase, podría haberlo
racionalizado de manera diferente. Pero ahora que estaba a punto de
caminar por el pasillo y delante de los amigos y la familia de Jase con un
ministro, la magnitud lo golpeó duro y no estaba seguro de poder llevarlo a
cabo. No quería causar daño a estas personas más de lo que ya tenía.
Trey, el viejo amigo de Jase, no habría causado este tipo de
problemas. Barry le habría estado dando palmadas en la espalda a Trey y
156
llamándolo hijo ahora.
Así que se sentó en el escritorio y abrió su computadora portátil.
Tenía un montón de tiempo antes de que tuviera que estar vestido y en la
planta baja. Escribió unos cuantos mensajes superficiales rápidos en el blog
de Elena para satisfacer a sus lectores, sin entrar en detalles acerca de lo
que realmente estaba sucediendo en Alaska.
Esto era demasiado personal para poner en un blog; había partes de
su vida con Jase que no quería compartir con nadie. Tenía la esperanza de
que encontraría el sentido de la paz y la alegría que siempre había
encontrado cuando entraba en el blog de Elena.
Esta había sido su red de seguridad desde que salió de Tennessee y
se mudó a New York. Pero cuando leyó todos los comentarios y mensajes
de personas que le deseaban todo lo mejor, sólo hizo que el dolor en el
estómago empeorara.
Ni siquiera se molestó en fijarse si Elena había publicado algo nuevo.
Después que escribió la entrada en el blog, y agradeció a sus lectores,
revisó su correo electrónico. Envió a Elena un mensaje y le dio las gracias
por dejar un correo de voz en su teléfono. Fue tan dulce; sabía que ella
tenía buenas intenciones y no tenía la más mínima idea de lo que estaba
experimentando en Alaska. No tenía el corazón ni la energía para explicar
todas las complicaciones.
Luego abrió otro correo electrónico de su agente. No había revisado
los diez mensajes que habían sido dejados en su buzón de voz; su agente le
había dejado otro mensaje que se había perdido. El e-mail decía que su
agente había conseguido el trabajo de modelo con el departamento de la
tienda de descuento y discutirían el contrato cuando regresara a New York.
Luis sonrió y tomó un rápido suspiro de alivio. Normalmente, esta
noticia le hubiera tenido saltando alrededor en círculos. Había estado
compitiendo por este trabajo de modelo durante lo que le parecía una
eternidad. Pero lo único que sentía era tranquila gratitud, no euforia. Así
respondió a su agente y le dio las gracias por conseguirle el trabajo, y luego
dijo que se pondría en contacto con él la próxima semana, cuando volviera
de regreso a New York. 157

Cuando llegó la hora de vestirse, se puso el negro traje de Versace y


se quedó mirando su imagen en un espejo de cuerpo entero al lado del
antiguo armario. Luis y Jase habían traído trajes negros para llevar a la
fiesta de aniversario-cumpleaños, sin imaginar que usarían estos trajes en
su propia boda. Se había dado cuenta de que el traje de Jase había
desaparecido.
Alguien debía haber llegado al dormitorio para conseguirlo, mientras
que había estado en el baño. Probablemente Isabelle. Pensó en Jase al
mirarse en un espejo en otro lugar en la casa, y se preguntó qué estaba
pasando por la mente de Jase esa mañana.
Al mediodía, miró por la ventana y vio que la mayor parte de los
invitados estaban llenando el granero para la ceremonia. Isabelle y Mary
debían haber hecho el anuncio sobre la boda sorpresa, mientras llegaba
cada invitado. Así que echó una rápida mirada al espejo y se acercó a la
puerta del dormitorio. Luego tomó un poco de aire, lo exhaló, y bajó las
escaleras para reunirse con Jase en el granero.
En el momento en que llegó al granero, los invitados se sentaron e
Isabelle lo estaba esperando en la puerta. Vio al pelirrojo detective de pie
cerca de la parte de atrás. Estaba hablando con alguien que Luis no
conocía, diciendo al chico que no podía obtener un vuelo de regreso a New
York, hasta la tarde. Luis tomó una profunda respiración y lo ignoró. Tenía
cosas más importantes de las que preocuparse por ahora. Nada había sido
planeado o ensayado. No estaba seguro de qué hacer o dónde ir. Cómo
habían logrado convertir el granero en una capilla para bodas pequeñas, en
tan corto período de tiempo era una incógnita. Había flores blancas y cintas
por todas partes. La iluminación era tenue, con cientos de velas encendidas
en todo el granero. Había incluso cintas blancas y lazos en la parte
posterior de cada silla de invitado. La gran corona de flores secas que Mary
había comprado en la ciudad colgaba sobre el altar.
—Todo parece mágico —dijo Luis a Isabelle, mirando en todas
direcciones—. No puedo creer que hayas hecho todo esto, en tan corto
período de tiempo.
Pero Isabelle sonrió y lo tomó del brazo. Parecía adorable en su
sudadera de piel sintética con adornos de diamantes de imitación y 158
pendientes.
—Yo soy la que te entrega —dijo—. Espero que eso esté bien. Yo
insistí, ya que ambos tenemos mucho en común.
—¿Qué tenemos en común? —Inclinó la cabeza a un lado. No podía
imaginar.
—El padre de mi marido, Clarence Nicholas, no estaba demasiado
emocionado por mí, déjame decirte. —Ella dio unas palmaditas en el brazo
y sonrió—. Es hora de rodar.
Los ojos de Luis se abrieron como platos. No tenía idea de que en
realidad estaría caminando por un pasillo y alguien lo estaría entregando.
Había supuesto que se reuniría con Jase en el altar improvisado en el otro
extremo del granero y que tomarían sus votos sin cualquier pompa y
circunstancia. Pero no podía negarse a Isabelle. Estaba mirándolo, con su
codo apuntando a su pecho, esperando a que enlazara su brazo en el de ella
para que pudieran caminar por el pasillo juntos. Así que sonrió y dijo: —
Me alegro de que me estés llevando por el pasillo. Me siento honrado.
Cuando pensó en eso, después que Isabelle lo llevaba caminando por
el pasillo, fue a propósito. No había nada de tradicional en lo que estaban
haciendo, y tener a la abuela del novio entregándolo sólo hizo que la
ceremonia fuera más interesante.
Cuando llegaron al final del pasillo, alguien comenzó por encima a
tocar el Canon en Re en un órgano. No era una órgano real, sólo altavoces
que sonaban reales. Los invitados se volvieron en sus asientos para ver a
Luis e Isabelle acercarse al altar. Esto fue una sorpresa para todos ellos.
Nunca habían esperado que iban a ir a una boda gay, y la mayoría de ellos
sólo se sentaron ahí con la boca abierta y murmurando entre sí. Luis casi
podía escuchar sus pensamientos. Oh, esta Mary Nicholas, es un asunto
difícil. Nos invita a una fiesta de aniversario-cumpleaños y nos dice en el
último minuto, que es realmente una boda gay por su hijo gay. Tenían que
estar en estado de shock. Luis nunca había visto a tantos ojos abiertos como
platos y bocas a medio abrir en la misma habitación.
Isabelle dio el primer paso y Luis la s iguió, sintiéndose mareado y
enrojecido. Ella se inclinó hacia su lado y le dijo : —No te pongas nervioso.
Déjalos que miren. Yo estaba embarazada cuando caminé por el pasillo y 159
en esos días era tan impactante como esto.
Sabía que ella quería que se sintiera mejor, pero su corazón sólo
comenzó a golpear más rápido después de que dijera eso.
A medida que se deslizaba y tocaba la música, Isabelle se mantuvo
con la cabeza alta y su labio superior tieso. Sonreía y asentía con la cabeza
a las personas que conocía, como si estuviera caminando con su nueva
nieta por el pasillo en lugar del amante gay de su nieto. Aunque Luis no
conocía a nadie, reconoció algunas caras. La mujer política que había visto
cantando y gruñendo en el bosque estaba sentada en una de las f ilas del
medio con su esposo y su familia. Sólo podía imaginar lo que estaba
pensando. Emboscada y engañada en algo así y no había manera de salir de
eso. Pero cuando miró en su dirección, le sonrió y guiñó un ojo.
Entonces vio a Trey sentado solo en el otro lado del granero. Sus
miradas se encontraron por un segundo, una sensación de puro pánico pasó
a través del cuerpo de Luis, y luego le sonrió a Trey.
Dos pasos más adelante, Luis notó al pequeño taimado pelirrojo
detective privado que estaba sentado hacia la parte posterior con una
espeluznante sonrisa en su rostro. A pesar de que probablemente nunca lo
sabría, no podía dejar de preguntarse cómo el pequeño troll había
encontrado las fotos desnudas de él.
Pero todos los pensamientos los dejó Luis en la mente cuando miró
hacia adelante. El único en toda la sala, que le importaba sobre todo a Luis,
estaba de pie en el otro extremo del granero, con su fuertes piernas abiertas
y las manos rugosas dobladas por debajo de la cintura. Luis levantó la
mirada y le sonrió. Jase le envió una mirada tierna. Cuando Luis se acercó
al altar, Isabelle liberó su brazo y Jase se agachó por su mano. Entonces
Isabelle se dirigió al frente de la fila para sentarse al lado de Mary y Barry,
mientras que Luis daba un paso arriba y se quedó junto a Jase.
Cuando se volvió hacia el ministro, la música se detuvo y el granero
se quedó en silencio. Alguien tosió. El ministro se aclaró la garganta y dijo:
—Estamos reunidos hoy aquí, enfrente de amigos y familiares, para ser
testigo de algo que no vemos muy a menudo. Estoy seguro de que es
probablemente la primera vez para la mayoría de ustedes, de hecho. Y a 160
pesar de que no es legal a los ojos de la ley, sinceramente, creo que es un
vínculo espiritual que no puede ser quebrantado a los ojos de todo lo que es
bueno y decente sobre el mundo.
Como el ministro siguió hablando, la mente de Luis derivó de nuevo.
Empezó a pensar en las fotos de desnudos y que Barry tanto odiaba y
desaprobaba de él. No podía dejar de pensar en cómo Mary e Isabelle iban
a reaccionar si supieran todo acerca de su pasado, o sobre la lucha que Jase
acababa de tener con su padre sobre las fotos de desnudos. Posar para las
fotos parecía tan inofensivo e inocente a la vez, y ahora se veía tan sórdido
y de mal gusto. Su corazón se aceleró y golpeó sus sienes. Nunca había
comprendido por qué Luis había hecho las cosas que había hecho con el fin
de sobrevivir. Sus mundos estaban tan protegidos y separados de las cosas
como vender ropa interior usada, agentes de bienes raíces traficante de
drogas, y posar desnudo para hombres gay mayores que no tenían próstata.
Todavía pensaban que quedar embarazada antes de la boda era un
escándalo.
Lo que no sabían era lo peor por venir, algo que haría a Barry
explotar: Luis había hecho una película de porno blando una vez para hacer
dinero. No había habido ninguna penetración, y Jase ya lo sabía, pero
cuando consideró que todo esto podría salir en el futuro, su corazón
empezó a correr y se le secó la boca. Cuando pensó en el dolor y la
vergüenza que podría causar a toda esta buena gente, sabía que tenía que
hacer algo rápido. Barry probablemente tenía razón. Luis estaba arruinando
la vida de Jase, y todos los demás mientras él estuviera en ella.
Por lo tanto, interrumpió al ministro y se volvió para mirar a Jase. —
Tengo que decir algo. No puedo hacer esto, Jase. Terminaré destrozándote
a ti y a tu familia.
—No hagas esto, Luis —dijo Jase en voz baja.
Luis no le hizo caso. Se volvió en redondo y se enfrentó a los
invitados. Cuando bajó la mirada hacia ellos y vieron su curiosa expresión,
respiró hondo y exhaló. Estaban realmente en un espectáculo ahora. No
sólo era su primer matrimonio gay, sino también el primer matrimonio gay
en que un novio deja al otro de pie en el altar.
161
Se aclaró la garganta y dijo: —Vine a Alaska pensando que
conocería a la familia de Jase y nos iríamos de vuelta a nuestras vidas en
New York sin ningún tipo de cambios o alteraciones —dijo Luis—. Pero
estaba equivocado. No tenía ni idea de lo que me esperaba.

—Por favor —dijo Jase. Habló en un susurro. Sólo Luis pudo oírle.
Los invitados estaban sonriendo. La mayoría pensó que estaba a
punto de hacer un tierno discurso sobre la importancia de esta ceremonia y
lo mucho que apreciaba todo lo que Isabelle y Mary habían hecho para que
funcionara.
Pero dejaron de sonreír cuando Luis dijo: —Como muchos de
ustedes ya saben, fui erróneamente arrestado el año pasado por tráfico de
drogas y todos los cargos fueron retirados. Fui mezclado con personas
equivocadas y nunca lo vi venir. Yo era inocente. Pero no he llevado una
vida completamente perfecta.
Miró a la audiencia y se quedó mirando a Barry. No iba a entrar en
detalles sobre su pasado, y no le importaba lo que los invitados pensaran,
pero quería que la familia de Jase entendiera por qué lo hacía. —No estoy
orgulloso de las cosas que he hecho. Pensé que iba a ser fácil caminar solo
hasta aquí y tomar los votos. Pero ahora sé que no es fácil arruinar la vida
de alguien. Este es el matrimonio. Es uno de los más importantes pasos que
cualquiera puede tomar en la vida.
Cuando se tomó un momento para hacer una pausa, vio a Mary e
Isabelle intercambiando miradas atónitas. Barry llegó a la mano de Mary y
la apretó con fuerza, como si supiera lo que venía.
Luis sonrió a Mary. —Tienes una familia maravillosa, y eres una
mujer maravillosa. No tenía ni idea de que Jase surgiera de personas tan
maravillosas. —se volvió para hacer frente a Barry—. Yo sólo siempre
pensé en Jase como esa dínamo adicto al trabajo que nunca se detenía. Su
vida en Alaska no era real hasta que lo vi por mí mismo. Ahora sé de dónde
sacó esta fuerte ética de trabajo: de su padre. Y no quiero ver nada ni a
nadie interponerse entre Jase y su familia. —Luego se volvió y miró a los
ojos de Jase. —Me enseñaste a dejar de tener miedo. Me has ayudado a 162
crecer de una manera que nunca pensé que pudiera. Pero eso sólo no quería
decir que pasara. Tú tienes una vida aquí. Tienes familia. Y yo no
pertenezco.
Mientras que los invitados se volvían de uno a otro y comenzaron a
susurrar, Luis bajó la cabeza y se bajó del altar. En su camino, miró a Mary
y le dijo: —Lo siento mucho. —Se mantuvo caminando y no miró hacia
atrás.
Jase no fue corriendo detrás de él, lo que confirmó su creencia de que
acababa de hacer lo correcto.
Cuando llegó al final del pasillo, miró al pelirrojo detective privado y
le dijo: —Voy a volver a New York contigo. Nos vemos en los muelles en
quince minutos y llévame al aeropuerto. —Salió del granero con la cabeza
bien alta.
Capítulo Dieciséis
Isabelle no sabía dónde mirar, por lo que se volvió hacia los lados y
siguió moviendo la cabeza de un lado a otro como si su cuello fuera una
bisagra con tornillos oxidados. Cuando Luis finalmente estuvo fuera del
granero, suspiró y entrelazó los dedos juntos a través de su regazo.
—Dios mío, eso es duro. Lo dejó plantado.
La cabeza de Barry subió y sonrió.
—No tiene sentido que nos quedemos.
Pero Mary lo miró, luego se levantó y se acercó a Jase, donde estaba
todavía de pie en el altar.
—¿Sabías sobre todo esto? ¿De qué diablos estaba hablando Luis,
Jase? 163

El ministro dio media vuelta y caminó hacia un lado, mirando abajo


al suelo todo el tiempo.
Mientras que los invitados murmuraban entre sí, Isabelle dio a Barry
una mirada desagradable, y luego se puso de pie y se acercó a Jase.
—¿Qué estaba pensando?— Ella hablaba sobre Luis. Sus brazos
estaban en alto y separados. —Nadie es perfecto.
Jase no los miró a los ojos. No podía. Lo mejor que podía hacer era
quedarse ahí, delante de todos los invitados y controlar sus emociones por
lo que esta boda no llegaría a más que un espectáculo. Sus labios estaban
entreabiertos y su rostro aún seguía en blanco. No podía dejar de mirar al
otro extremo del granero. Durante todo el tiempo que había visto salir a
Luis no podía mover sus piernas. Cuando su madre alcanzó su brazo,
retrocedió y dijo: —Te lo explicaré todo más tarde. Sólo tengo que aclarar
mi cabeza ahora mismo. —Tenía que salir de ahí y encontrar a Luis.
Dejó el granero y regresó a la casa. Su cara se sentía sonrojada y sus
dientes se mantenían apretados. Luis debería haber hablado con él primero.
¿Cómo pudo hacer esto? ¿Cómo podía ser tan malditamente egoísta? Luis
debería haber confiado en él lo suficiente para saber que lo ayudaría a
resolverlo. A Jase no le importaba el pasado de Luis. ¿Estaba Luis
preocupado por la película de porno blando que había hecho? Aunque Luis
hizo un par de cosas que algunas personas considerarían cuestionables, Jase
sabía a ciencia cierta, que Luis nunca había hecho nada realmente malo.
Todo esto era parte de la razón por la que Jase lo quería y respetaba. Si
hubiera sido aburrido Jase nunca se habría interesado en él, en primer
lugar. Eran las cosas un poco estrafalarias las que hacían que el corazón de
Jase latiera cada vez que Luis entraba en una habitación.
Y él siempre había admirado la fuerza tranquila de Luis. Luis había
descubierto una manera no sólo de sobrevivir en un lugar como la ciudad
de New York por su cuenta, había descubierto maneras de prosperar ahí sin
hacer nada que comprometiera su integridad. A Jase no le importaba lo que
la gente pensaba. La última cosa que a Jase le preocupaba eran los
tabloides y los periodistas. Incluso si las fotos de Luis desnudo o su
película de porno blando saliera a la superficie en público, Jase no vo lvería 164

su cabeza y los ignoraría.


Irrumpió en su habitación con los puños apretados y la mandíbula
bloqueada. Estaba preparado para realmente darle a Luis tiempo. Pero todo
lo que encontró en el dormitorio fue un armario vacío y una breve nota en
la cama. La nota estaba doblada por la mitad. Y en la parte superior de la
nota estaba el anillo de compromiso de Luis.
Jase tomó el anillo y lo puso en el bolsillo. Levantó la nota
lentamente y leyó en voz alta. Eres el más maravilloso hombre que he
conocido. Quiero que seas feliz y tengas todas las cosas que te mereces en
la vida. Me gustaría tener un padre que me amara tanto como tu padre te
ama a ti. No seas demasiado duro con él. Sinceramente, creo que tiene
buenas intenciones. Con amor, Luis
Mientras leía la nota de nuevo, Trey entró en el dormitorio. Parecía
surgir de la nada para ofrecer a Jase comodidad.
—Ciertamente sabes cómo eclipsarme. Pensaba que todo el mundo
se sorprendió cuando me mudé de nuevo a Alaska y se enteraron de que el
nuevo pediatra en la ciudad era gay. Sin embargo, esta boda es algo que
van a contar a sus nietos durante los próximos años.
Jase sabía que Trey sólo quería ayudar. Trey estaba tratando de
hacerle sonreír, pero no estaba funcionando. Levantó la nota y la sacudió.
—¿Cómo se atreve a dejarme así, sin ni siquiera una explicación?
Oh, debería haber sabido. Siempre ha sido así: frívolo y despreocupado y
voluble. Tiene lo que quiere y va donde le place. Es como una pluma que
sólo flota en la dirección del viento y no le importa en qué dirección está
soplando. ¿Sabías que una vez casi dejó New York para vivir con un viejo
en Vancouver? ¿Sabías que no nombró a su perro hasta el año pasado? Sólo
lo llamaba “perro”. Ahora, ¿qué clase de persona, te pregunto, vive su vida
de esta manera? Es una de las personas más inteligentes que he conocido,
pero no tiene ningún sentido común, a veces, cuando se trata de cosas
prácticas. Me ha estado volviendo loco desde el primer día que lo conocí.
—Jase no gritaba más. Si acaso, parecía dispuesto a rendirse, porque se
trataba de las mismas cosas que más amaba sobre Luis—. Después de todo 165
por lo que hemos pasado juntos no puedo creer que acabaría huyendo de mí
y me dejara plantado en el altar.
Trey se encogió de hombros. Cruzó la sala, rodeó con sus brazos a
Jase, y le dio un beso en la mejilla.
—¿Estás dispuesto a dejar que se vaya? —Luego le dio unas
palmaditas en la espalda y sonrió, como si supiera un divertido secreto que
Jase no había averiguado todavía.
Jase dio un paso atrás y metió la nota en el bolsillo. Le palmeó a
Trey en la espalda y corrió escaleras abajo a la parte posterior de la casa
donde todas las mesas se habían establecido para la recepción. Cuando
salió, las cabezas se volvieron y la gente miró. No le importaba. Corrió a
donde su familia estaba de pie y cogió el brazo de su madre.
—Tengo que ir detrás de él. Volveré más tarde.
Su madre lo llamó por su nombre. Pero él siguió caminando.
Barry golpeó su copa sobre una mesa y dijo: —Tiene que ser una
broma. ¿Después de todo esto y aún vas a correr detrás de él?
Jase no miró hacia atrás.
—Déjame en paz, papá. Sé lo que estoy haciendo.
Barry siguió.
—Esto es una locura. Piensa en lo que estás haciendo. Es un chico de
compañía. Tiene la mitad de tu edad. Sé realista.
Jase estaba a punto de girarse y agarrar a su padre por el cuello. Pero
se detuvo en seco cuando escuchó la voz de su abuela.
—Creo que es un ataque al corazón.
Entonces Mary gritó: —Mamá.
En el momento en que Barry y Jase se volvieron, Mary tenía
agarrado el brazo de Isabelle. Las rodillas de Isabelle estaban doblándose y
estaba lentamente hundiéndose en la hierba. Se agarró a la mitad de su
sudadera con ambas manos. Tenía la cara roja y los labios estaban 166
arrugados como si tuviera dolor.
Cuando Jase las alcanzó, ayudó a su madre a bajarla a la hierba. Se
arrodilló detrás de ella y le sostuvo la cabeza en sus manos. Entonces
alguien gritó: —Acabo de llamar a una ambulancia.

Cuando el hidroavión se detuvo en el muelle, un grupo de bien


entrenados paramédicos saltaron y colocaron a Isabelle en una camilla. La
conectaron al oxígeno y la cargaron en su avión.
Barry, Mary y Jase saltaron al avión para estar con ella. A pesar de
que Jase y Barry todavía no se miraban a los ojos, eran educados.
La principal preocupación de todos era que Isabelle llegara a un
hospital y se aseguraran de que tuviera la atención que necesitaba. Pero
tenía noventa años. Si esto era un ataque grave al corazón, Jase sabía que
no había muchas esperanzas.
Mary se inclinó por la mano de Isabelle y la apretó con fuerza. Los
ojos de Isabelle se cerraron y no estaba respondiendo a nadie.
—Vas a estar muy bien, mamá —se mantuvo repitiendo una y otra
vez, como si tratara de tranquilizarse ella misma. Mientras que todos los
invitados se apartaron y observaban, el avión despegó y se dirigió al
hospital. Jase frunció el ceño y se quedó mirando el rostro de su abuela. A
pesar de que tenía más arrugas de lo que recordaba la última vez que había
estado en Alaska, no estaba pálida y no tenía esa cenicienta mirada de la
mayoría de la gente enferma. Se imaginó que era porque usaba más
maquillaje que de costumbre. Pero cuando abrió los ojos y miró arriba
hacia él, su cuerpo se sacudió y presionó la palma de su mano en su pecho.
Ella bajó la máscara de oxígeno hasta la barbilla y se aclaró la
garganta. Cuando dijo el nombre de Barry, su voz salió como ronca y débil.
167
—No hables, mamá-mamá —dijo Jase—. Guarda tus fuerzas.
—¿Qué pasa, mamá? —Preguntó Mary—. No trates de hablar.
Estamos de camino hacia el hospital. Vas a estar bien y cualquier cosa que
tengas que decir puede esperar hasta más tarde.
—Tengo que hablar ahora —dijo Isabelle, el sufrimiento a través de
cada sílaba—. No sé cuánto tiempo me queda.
Jase envió a su madre una mirada comprensiva. Aunque Mary estaba
tratando de ser fuerte y mantener las cosas positivas, su cara seguía
poniéndose más estricta y su voz se mantuvo arrastrando un susurro al final
de cada frase.
Isabelle volvió la cabeza hacia la derecha. Señaló a Barry con un
dedo tembloroso.
—Quiero que me prometas que te esforzarás para aceptar el estilo de
vida de Jase y sus decisiones. No quiero que te interpongas en su camino
nunca más. Es un hombre adulto y lo ha hecho bien por sí mismo. Tienes
que dejarlo vivir su propia vida ahora.
Barry tragó saliva. Su rostro se endureció y frunció el ceño. —Lo
prometo, mamá. —Tragó. Las palabras parecían quedarse en la parte
posterior de la garganta.
Luego Isabelle miró a Jase. Señaló un dedo torcido a él.
—Y quiero que me prometas esforzarte más para llevarte bien con tu
padre, y que nunca te volverás en contra de tu familia. Has estado haciendo
estos actos de desaparición durante años. Y es el momento de que te
detengas. Tienes una familia que te ama.
Jase cerró los ojos y asintió con la cabeza.
—Te lo prometo, mamá-mamá. —Hubiera estado de acuerdo con
cualquier cosa por entonces. Se veía tan frágil y desvalida. Quería recogerla
y acunarla en sus brazos.
Mary puso su brazo alrededor de Jase y lo besó en la mejilla. Parecía
como si Isabelle hubiera sido capaz de resumir todo lo que Mary había
querido decir a lo largo de unas pocas palabras.
—Bueno —dijo Isabelle—. Estoy lista para morir en paz y cumplir 168
con mi creador. —Luego se cubrió la boca con la máscara de oxígeno,
ajustó la cabeza en la camilla, y cerró los ojos.
Aunque Isabelle parecía estar hundiéndose de nuevo en un estado de
olvido, Mary cogió la mano de Isabelle y se limpió una lágrima de su
propio ojo. Jase se inclinó hacia adelante y miró abajo a la cara de su
abuela, en silencio rezando para que ella no fuera a morir. Sabía que había
vivido una buena y larga vida. Pero aún era demasiado pronto para
perderla. No importa la edad que tuviera, siempre lo sería.
Barry se frotó los ojos y se agarró a la parte posterior del asiento.
Parecía estar teniendo problemas para mantener la compostura.
Pero un minuto después, Isabelle abrió los ojos y dio un tirón fuera
de la máscara de oxígeno. Se sentó en la camilla y se frotó sus palmas
juntas.
—Bueno, supongo que mi creador no está listo para que se reúna
conmigo todavía. Estoy empezándome a sentir mucho mejor ahora. —Ella
se volvió hacia el piloto y le dijo: —Llévanos al aeropuerto, por favor.
Mary soltó la mano de Isabelle y parpadeó.
Jase bajó las cejas y ladeó la cabeza hacia un lado.
Barry fue el primero en hablar.
—Dios mío, mamá. ¿Estás diciéndome que acabas de fingir un
ataque al corazón?
—Era la única manera de conseguir que dos idiotas dejaran de
luchar, así podríamos llegar al aeropuerto a tiempo para detener a Luis —
dijo Isabelle. Sonreía y sus ojos eran brillantes y claros.
El piloto no estaba contento con este giro de los acontecimientos.
—No puedo ir al aeropuerto ahora. Este es un asunto serio, señora
Nicholas. —Pero Isabelle le señaló y movió su dedo—. Te he conocido
desde que eras un niño pequeño, Bobby Ransome. Haz lo que te digo o
169
mañana le haré a tu mamá una llamada y ella tratará contigo. Vamos hacia
el aeropuerto. Si hay un cargo, puedes enviarme la cuenta.
Jase se volvió hacia su madre y suspiró. Tomó una profunda
respiración y exhaló. Mary puso su brazo alrededor de sus hombros y lo
apretó suavemente. Evidentemente, Mary no vio nada malo con que
Isabelle fingiera un ataque al corazón para que pudieran llegar al
aeropuerto y perseguir a Luis antes de que dejara Alaska.
Barry era otra historia. Cuando Jase miró en dirección de Barry, no
sonreía. Tenía los puños apretados y sus ojos estaban desorbitados. Miró
por la ventana, sobre la cabeza de Isabelle, sin decir una palabra.
Cuando llegaron al pequeño aeropuerto de Palmer, el hidroavión
aterrizó, Jase fue el primero en saltar del avión. No estaba seguro de a qué
hora se iban ese día los vuelos a Anchorage y tenía la esperanza de que
tendría suerte y encontraría a Luis esperando ahí. Pero cuando se volvió y
vio a un pequeño jet deslizándose por la pista, sabía que Luis tenía que
estar en ese avión. Así que cogió su teléfono y llamó a la torre. Conocía al
controlador de tránsito aéreo local. Su nombre era Eddie Bertrand y había
ido a la escuela secundaria con Jase.
—Eddie, soy Jase Nicholas. ¿Me puedes hacer un gran favor? —
Pensó que si podía detener al pequeño jet de despegar, tendría la
oportunidad de hablar con Luis. No podía dejarlo salir de esta manera.
Cuando pensaba en lo que sería el resto de su vida sin Luis, su estómago
tiraba tan fuerte que quería doblarse de dolor.
—Hola Jase —dijo Eddie. Su tono era ligero y juguetón. Pero sonaba
apagado, como si estuviera comiendo algo—. He oído todo sobre lo que
pasó hoy.
Jase frunció el ceño. Las noticias viajaban rápido en los pequeños
170
pueblos de Alaska. Podía imaginar a Eddie sentado allá arriba en la torre,
con su espalda en la silla y sus piernas apoyadas sobre la mesa, charlando
acerca de él por teléfono. Eddie nunca había sido del tipo ambicioso; no
había muchos aviones que salieran de Palmer esa tarde.
—Lo sé, Eddie —dijo—. Pero necesito un favor. ¿Puedes detener el
avión que está a punto de despegar en este momento? —Miró a su derecha.
El avión estaba ganando velocidad. Tenía que detenerlo antes de que Luis
se fuera.
—Amigo —dijo Eddie—. Sabes que no puedo hacer eso. No hay
manera.
Y en el momento en que Eddie terminó la frase, Jase vio la parte
delantera del avión de Luis ascender en el aire y despegar de Anchorage.
Cerró los ojos por un segundo, y luego dijo: —No. Maldita sea.
Su familia no estaba muy lejos. Jase escuchó a su abuela decir: —
Oh, no. Esto es horrible. —Entonces oyó decir a su padre.
—Tal vez sea lo mejor. Tal vez Luis no te ama. —El tono de Barry
se había tranquilizado por ese entonces, como si sintiera pena por Jase.
Pero Mary se volvió y dijo: —No es lo mejor, Barry. ¿Cómo puedes
estar tan ciego? Luis lo dejó porque ama a Jase, demasiado para herirlo. —
Barry parecía confundido. Pero Isabelle señaló a Jase y dijo: —Mira cuánto
lo ama Jase. Se me rompe el corazón ver que esto sucede. Podría haber sido
un día tan perfecto.
Barry, finalmente bajó la cabeza y se encogió de hombros. Parecía
comprender la imagen al completo por primera vez desde que Luis y Jase
habían llegado a Alaska.
Caminaron hasta donde estaba parado Jase para consolarlo. Él
seguía con su teléfono y viendo el avión desaparecer en el cielo. Estaba
demasiado aturdido para llorar. No podía mover las piernas o volver la
cabeza para mirar a su familia. Barry habló primero.
—Lo siento, hijo. Yo no sabía cómo se sentía sobre ti. Honestamente
pensé que sólo iba detrás de ti por tu dinero y todo esto era un capricho que
pasaría. Evidentemente, yo estaba equivocado. 171

Mary frunció el ceño y sacudió la cabeza.


Jase sabía que su padre era sincero en este momento. También sabía
que su padre había tenido cuidado para su mejor interés. Sin volverse, Jase
dijo: —Lo sé, papá. Gracias.
A continuación, Jase volvió a poner su teléfono en la chaqueta, se
quedó mirando al suelo, y volvió a arrastrarse al hidroavión con sus manos
en los bolsillos.
Capítulo Diecisiete
Dos días más tarde, Luis se despertó en la madrugada sin saber
dónde estaba. Esta confusión, desplazó una sensación que sólo duró uno o
dos segundos, pero causó un destello de pánico que pasó a través de su
cuerpo y le dejó con el corazón acelerado. Salió corriendo del colchón tan
rápido que el pobre Camp se levantó y ladró a la ventana. Cuando Luis
finalmente se dio cuenta que estaba de vuelta en su viejo apartamento en el
Upper West Side, se quitó la máscara de dormir y se frotó los ojos.
Miró hacia abajo en la cama y frunció el ceño. No había ninguna
sábana; había utilizado su maleta y su ropa como almohada y mantas.
Cuando levantó la vista, vio que las paredes estaban desnudas, las ventanas
manchadas estaban sin cortinas, y había una lámpara de porcelana con
rosas rojas pintadas en el suelo sin una sombra.
172
El día antes de esto, en el momento en que había aterrizado en New
York, se dirigió al apartamento en Trump Tower y despejó todas sus cosas.
Luis nunca había sido un rata y casi todo lo que poseía en el mundo cabía
en dos maletas viejas y tres cajas de cartón.
Dejó una nota haciendo saber a Jase lo que sea que quedara atrás se
lo podía quedar. A la salida, entregó la llave al portero y paró un taxi.
Después de cargar el asiento de atrás del taxi, le dijo al conductor que lo
llevara de regreso a su antiguo barrio cerca de Riverside Park.
Cuando llegaron ahí, pidió al conductor que esperara hasta que habló
con su propietario anterior, el señor Gordon. Luis no estaba ni siquiera
seguro de que su antiguo apartamento estuviera disponible. Incluso si lo
estuviera, no estaba seguro de que el Sr. Gordon le permitiera regresar al
edificio después de todas esas cosas desagradables con la policía y los
periodistas, que habían pasado casi un año antes. Cuando pulsó el timbre,
mantuvo sus dedos cruzados.
El señor Gordon abrió la puerta con los brazos cruzados sobre su
pecho. Miró a Luis con una media sonrisa y una cuidadosa expresión y le
pidió que entrara en el vestíbulo. Cuando Luis le preguntó si podía alquilar
su antiguo apartamento una vez más, el Sr.Gordon se negó rotundamente.
Le dijo a Luis que no quería problemas y que le gustaba su tranquilo
edificio. Sus nervios eran frágiles y no quería más “disgustos” en su vida.
Pero Luis no se detuvo ahí. No tenía adonde ir y tenía que estar donde se
sintiera más cómodo. Después de una buena cantidad de dulce charla,
finalmente convenció al Sr. Gordon para dejarlo volver. El hecho de que
escribiera al Sr. Gordon un cheque por seis meses de alquiler por
adelantado ayudaba. Pero lo que realmente aseguró el acuerdo, fue cuando
se desabrochó los pantalones, los bajó hasta sus rodillas, e inocentemente
se ajustó la camisa mientras que el Sr. Gordon miraba a su ropa interior.
Llevaba puestos los blancos y ajustados mini-calzoncillos. Prácticamente se
transparentaban.
Luis tenía la esperanza de dormir hasta tarde su primera mañana de
vuelta a New York. Había pasado por muchas cosas en Alaska y su cabeza
todavía se sentía como si estuviera dando vueltas. No empezaría el nuevo
trabajo de modelo hasta finales de ese mes, así que tenía mucho tiempo 173

libre en sus manos. Si hubiera podido, habría pasado el resto de ese día en
la cama, con la máscara de dormir en sus ojos y su teléfono apagado. Pero
la maleta le dañó el cuello y el viejo colchón no se sentía igual que antes.
Además, Camp estaba asomando la pata para ir a dar un paseo.
Nada en su viejo apartamento era lo mismo. Excepto por el colchón,
todas sus cosas habían desaparecido y tenía un vacío sentimiento de
soledad. El inquilino que había alquilado el apartamento después de Luis,
había vivido ahí durante ocho meses y había saltado en mitad de la noche
sin pagar al señor Gordon dos meses de alquiler que le debía. No había
dejado nada atrás, salvo el viejo colchón, una mesa desvencijada y una
silla, tres latas de sardinas, y un sillón puff de color naranja que parecía
como si hubiera perdido la mitad de su relleno.
Luis miró a su alrededor y frunció el ceño. Luego se arrastró fuera de
la cama y se vistió rápidamente. Todavía hacía suficiente calor en New
York para salir a dar un paseo por la mañana temprano en tan sólo una
camiseta y los pantalones vaqueros.
No había salido a dar un paseo al Parque Riverside en un largo
tiempo. Pensó en llamar a Ben y Percy y encontrarlos ahí, pero entonces se
dio cuenta de que tendría que explicar todo lo que había ocurrido en Alaska
y simplemente no estaba a la altura todavía. Ni siquiera estaba de ánimo
para abrir su ordenador portátil y ver lo que estaba sucediendo en el blog de
Elena. Sabía que la gente se moría por saber todo acerca de Alaska, pero no
estaba listo para ponerlo por escrito. Y no estaba seguro de que jamás lo
estuviera. Había una gran posibilidad de que nunca fuera a volver al blog
de Elena de nuevo. Esta era la mejor cosa sobre Internet. Una persona sólo
podría dejarlo sin ninguna explicación en absoluto y nadie podía
encontrarle de nuevo.
En la cocina, se dio cuenta de una cafetera vieja en el mostrador,
pero no había nada de café. Así que sujetó la correa de Camp a su cuello y
fue hasta la puerta. Compró café en la tienda de la esquina. En el camino de
regreso se detendría en unos pocos mercados para abastecer el refrigerador.
Aunque había alimentado a Camp, él no había comido nada desde que
había salido de Alaska. La última cosa que tenía ganas de hacer era estar
sentado a solas en un restaurante.
174
Pero cuando Luis tomó la manija, el timbre junto a la puerta sonó.
Dio un paso atrás y esperó por un momento.
Quienquiera que fuese probablemente sólo desaparecería. Nadie en
New York sabía que estaba ahí, por lo que no podía ser para él. Era
probablemente uno de los otros inquilinos que habían olvidado su llave. Lo
había hecho un montón de veces en el pasado. Todo lo que tenía que hac er
era pulsar un par de botones y, finalmente, alguien abría en el interior.
Entonces oyó al Sr. Gordon abrir la puerta y salir al pasillo.
—Te dije que no quiero más de esto. No estás aquí más que una
noche y esto es con lo que tengo que tratar. Oh, sabí a que estaba
cometiendo un error cuando te permití volver. Lo próximo que sé es que la
policía estará aquí.
Por lo que Luis sabía, no había hecho nada malo. No podía entender
por qué el Sr. Gordon le gritaba ya. No había estado ahí el tiempo
suficiente para olvidar su llave.
Y el señor Gordon estaba exagerando sobre la policía. Sólo había
estado ahí un par de veces al mes mientras había vivía solo, y la mayor
parte de esos momentos fueron debidos a las fiestas ruidosas, pero
inofensivas. La incursión de la droga había sido sólo cosa de una sola vez,
y era tan ridículo, Luis nunca pudo entender por qué el Sr. Gordon quedó
tan nervioso al respecto.
Así que entró en el vestíbulo y miró hacia arriba. El Sr. Gordon
estaba apoyado en la barandilla, con su albornoz y zapatillas, señalando y
moviendo el brazo. Él miró a Luis y le dijo: —Me prometiste que no
sucedería. Debería haberlo sabido mejor.
Luis se quedó boquiabierto ante él, encogiéndose de hombros.
—¿De qué está hablando? Acabo de despertar. Ni siquiera he dejado
el edificio. —Nunca había visto a nadie exagerar por un timbre.
A continuación, Camp ladró y una voz desde la escalera, dijo: —Está
hablando de mí.
Luis se volvió rápido y apretó la palma de la mano en su garganta.
175
Camp corrió hacia las escaleras y empezó a menear la cola y a correr en
círculos. Luis vio a Jase de pie en el rellano, apoyándose en el poste de la
escalera con una expresión en blanco. Su cara estaba roja y había gotas de
sudor que corrían por las sienes.
—Estás sudando —dijo Luis—. Estás sin aliento. —No estaba
seguro de qué decir. Después que había dejado a Jase de pie en el altar, en
Alaska, no creía que lo volviera a ver.
—He estado corriendo desde que aterrizó el avión —dijo Jase—.
Hubiera sido ayer, pero no pude conseguir que saliera un vuelo.
Luis no podía mover las piernas. El nudo en la garganta creció más
grande y no pudo encontrar su voz.
El Sr. Gordon sacudió el puño.
—Me prometiste —dijo—. Me dijiste que no habría más
interrupciones. Voy a devolverte tu cheque y quiero que te vayas hoy. Es el
final. Estoy cansado. Voy a poner este lugar a la venta y trasladarme a
Florida.
Jase puso los ojos en blanco y miró a Gordon impaciente.
—¿El edificio está a la venta?
—Sí —dijo Gordon—. Estoy cansado. No quiero hacer frente a esto
nunca más.
—¿Me lo vende a mí? —Preguntó Jase.
Gordon asintió con la cabeza.
—Se lo venderé a cualquier persona con dinero.
—Bien —dijo Jase—. Entonces voy a comprar el edificio hoy. Le
daré un depósito esta tarde y trabajaremos el resto con nuestros abogados.
Pero tiene que hacer una sola cosa.
—¿Qué es? —El viejo inclinó la cabeza y apretó su lengua en la
mejilla, como si no se fiara de Jase.
—Cerrar la jodida boca para que pueda averiguar por qué mi novio
me dejó plantado de pie en el altar ayer frente a todos mis amigos y a la
familia como un idiota. 176

Cuando el señor Gordon oyó la noticia, su boca se quedó abierta y


sus ojos se suavizaron. Negó con la cabeza y Luis frunció el ceño. Levantó
las palmas de las manos y dijo: —Podemos hablar esta tarde. Te venderé el
edificio. Es tuyo. —Luego dio un paso atrás y esperó a ver cómo iba a
reaccionar Luis a lo que acababa de decir Jase.
—No puedes comprar este edificio —dijo Luis—. Eso es ridículo.

Jase se encogió de hombros.


—Mírame. Estos edificios antiguos están siendo restaurados en toda
la ciudad. La gente está comprándolos, convirtiéndolos de nuevo en
hogares de una sola familia, y vendiéndolos por grandes beneficios. Yo
solía ver las renovaciones cuando vivía aquí y tú estabas fuera. Se me ha
quedado en el fondo de mi mente desde entonces. Incluso podría vivir aquí
yo mismo. Nunca me ha gustado vivir en un edificio a gran altura. Me
encanta este barrio. Me siento como en casa.
—Creo que voy a tener que encontrar otro lugar para vivir —dijo
Luis, su tono de voz bajo y uniforme. Trabajó duro para permanecer sin
emociones. Todavía sentía que había hecho lo correcto al dejar a Jase.
Jase ignoró el comentario sobre buscar otro lugar.
—Tengo curiosidad por algo —dijo.
—Siempre puedo pedir a Ben y a Percy si puedo permanecer ahí
hasta que encuentre un lugar —dijo Luis—. O simplemente puedo ir a un
hotel hasta que encuentre algo. —Tenía dinero suyo por su trabajo de
modelo.
—Sólo deja de hablar —dijo Jase—. Tengo unas pocas cosas que me
gustaría decir. —Respiró hondo y se pasó la palma de la mano a través de
su pelo. —Durante el último año hemos vivido como una pareja casada. Y
pensé que sabía quién eras. Pensé que habíamos trabajado casi todo. Luego
hicimos un viaje a Alaska, incluso no estuvimos ahí más de unos pocos
días, y te conviertes en una persona completamente diferente.
Luis vaciló. Sus ojos le ardían y su estómago saltaba. Tuvo que
177
apretar los puños para no llorar.
—Es mejor así, Jase. Es mucho más fácil para nosotros dos. Soy
como soy y no puedo cambiar. Nunca pensé que la vida en Alaska fuera a
ser tan llena. Pensé que sólo iríamos ahí, visitaríamos y volveríamos a la
normalidad. Y cuando me enteré de que tienes esta otra vida entera allá
arriba, no sabía cómo encajar, no soy exactamente convencional, y
ciertamente no como Trey Dawson.
—Por eso me enamoré de ti y te pedí que te casaras conmigo. Es por
eso que estoy aquí ahora mismo pidiéndote que te cases conmigo de nuevo.
Si yo quisiera a alguien como Trey, no me habría enamorado de alguien
como tú. ¿Qué hay en este concepto que no puedes comprender?
Luis volvió a tragar duro.
Sentía una lágrima filtrarse por el lado derecho de su cara.
—Eres el famoso Multimillonario Virgen. Soy un modelo de gama
baja, que volvió de nuevo a su antiguo apartamento, porque mostró al
propietario su ropa interior transparente y movió el culo un par de veces. —
Quería ser honesto. Quería que Jase supiera cómo había llegado de nuevo a
su viejo apartamento.
Ni siquiera habían roto oficialmente y Luis regresaba a sus viejas
costumbres, el coqueteo y la exposición de su culo para conseguir lo que
quería.
El Sr. Gordon se cubrió la boca con las manos como si fuera
culpable, también.
Sin embargo, Jase se encogió de hombros y sonrió. Tomó unos pasos
más cerca y llegó a los brazos de Luis.
—Si nos casamos seré tu marido y tú serás el mío. Esas son las
etiquetas con las que puedo vivir el resto de mi vida.
—Creo que sería mejor si dejamos todo lo que ha ocurrido en el
último año que se vaya y regresaras a Alaska y comienzas a salir con Trey.
178
Es mucho mejor para ti, Jase. Encaja con tu familia y tu vida ahí. Yo no.
Jase sonrió.
—Tienes razón. Sería mejor y Trey probablemente sería mucho
mejor para mí.
Luis se sintió débil, como si no pudiera controlar sus emociones un
minuto más. Pero Jase continuó mirando a los ojos de Luis, y la
profundidad penetró cuanto más inestable se convertía Luis.
—Estoy aterrorizado —dijo Luis—. No estoy seguro de que pueda
vivir con tus normas. O las normas de tu padre.
Jase alcanzó la cara de Luis con las dos manos.
—No me importan las normas. Y mi padre está bien contigo.
Hablamos al respecto antes de irme. Sólo quiere que yo sea feliz.
—¿De verdad? —Luis tenía un problema en creer eso.
—Sí, sí. A mi madre y mi abuela les encantas. Ya están planeando
las vacaciones. No pueden dejar de hablar al respecto. Y por primera vez en
años quiero ir a casa, contigo a mi lado.
Luis suspiró.
—Me encantan tu madre y tu abuela. Estoy sorprendido por lo
mucho que me gusta Alaska. Yo podría vivir ahí y ser muy feliz. Pero tu
padre es importante. No puedo interponerme entre ustedes. No sería
correcto.
Jase asintió con la cabeza.
—Mi padre está muy bien. Pero incluso si no estuviera bien con esto,
no me importaría. Sólo sé que te amo y quiero casarse contigo. Vamos a ir
a Vermont como lo había planeado originalmente. Quiero pasar el resto de
mi vida contigo. —Luego se inclinó hacia adelante y besó a Luis en la
boca.
Cuando la lengua de Jase se reunió con la suya, el cuerpo de Luis se
relajó y puso las palmas de sus manos en la parte posterior del cuello de
179
Jase. Sabía que no podía luchar contra sus sentimientos por más tiempo, no
importa lo duro que tratara de ser noble y sensible. Levantó la vista por un
segundo para ver si el Sr. Gordon seguía mirándoles.
El Sr. Gordon estaba apoyado en la barandilla, enjugándose los ojos
con un pañuelo de tela. Asintió con la cabeza a Luis y se sonó la nariz.
—No podemos ir a Vermont ahora —dijo Luis.
—¿Por qué?
—Sería matar a tu madre y tu abuela.
—Entonces nos casaremos en Alaska.
Luis sonrió.
—Me gustaría eso.
—Te quiero ahora mismo —dijo Jase, mientras colocó a Luis el
anillo de compromiso en el dedo.
—Tengo que pasear a Camp.
—Deja la ventana abierta y lo dejaré salir por la escalera de
incendios como tú solías hacer.
Luis quería a Jase, también. Sin embargo, dijo: —El apartamento es
un lío. Sólo hay una cama, una vieja y fea mesa, y un sillón puff naranja
con relleno. —Se sintió avergonzado de decirle cómo había dormido la
noche anterior, con una maleta de almohada y una chaqueta de sarga como
manta.
—No me importa —dijo Jase—. Quiero perder mi virginidad aquí en
este edificio, en este apartamento donde nos conocimos. Quiero hacerlo en
estos momentos. Nunca te he querido más.
Las cejas de Luis subieron.
—¿Estás diciendo lo que pienso que estás diciendo?
Jase sonrió y asintió con la cabeza.
—Quiero saber lo que es. Y quiero que seas el primero. Estoy
cansado de ser virgen.
180
Luis llegó a la vuelta y agarró el culo de Jase.
—Quiero ser el único, no sólo el primero.
Cuando dejaron de besarse, Luis dio un paso hacia la derecha y
extendió su brazo. Puso su mano sobre su abdomen y le hizo una
reverencia.
Jase había sido siempre el que se hacía a un lado, para que Luis
pudiera entrar en un edificio o habitación primero. Pero ahora Luis estaba a
punto de cambiar los papeles con Jase en el dormitorio, sentía que era
apropiado hacer este pequeño gesto.
Cuando lo hizo, Jase lo miró a los ojos y sonrió, luego cruzó el
apartamento y giró a la derecha hacia el dormitorio. Camp siguió a Jase al
interior, galopando y aullando todo el camino.
Aunque Luis no estaba seguro de cuánto tiempo esta inversión de
roles iba a durar, o si Jase siquiera quería seguir adelante siendo la parte
inferior una vez que descubriera lo que era en realidad tener otro hombre
entrar en su cuerpo.
Luis sabía que era el comienzo de muchas experiencias nuevas por
venir. Nunca, nada acerca de su relación había sido forzado o embellecido,
y eso era lo que la había hecho siempre tan especial. En todo caso, su amor
parecía prosperar aún más cuando las cosas eran difíciles.
Aunque el viaje a Alaska les había cambiado a ambos en maneras
que Luis nunca podría haber imaginado, ahora se daba cuenta que los había
acercado aún más. Jase todavía sería el Multimillonario Virgen para el
mundo. Pero su corazón y su virginidad siempre pertenecerían a Luis.

Fin
181
Sobre el Autor
Ryan Field es un escritor de ficción gay que ha trabajado en muchas
áreas de la publicidad en los últimos 20 años.

Él es el autor de la serie best seller “Virgen Billionaire” y historia


corta, “Down the Basement” que fue incluida en los Premios Lambda
ganando como “Best Gay Erotica 2009”

Aunque no siempre, a veces escribe parodias gay *hetero* y


ficciones convencionales o películas de ficción en el mismo sentido hetero
y Hollywood ha sido una parodia de los homosexuales durante años, sin
disculpa.

También escribe novelas hetero con seudónimos, y ha editado varias 182


antologías de cuentos.

Él tiene una larga lista de publicaciones que incluyen más de 84


obras de ficción LGBT, algunos con pseudónimos en varios sub-géneros.

Su correo electrónico se enumera a continuación, y le da la


bienvenida a todos los comentarios, a través de:

e-mail.

rfieldj@aol.com
Y su web:

http://ryan-field.blogspot.com/
Coordinación del proyecto
Cinty
Traducción
183
Paqui
Corrección/Revisión
Aintzane/Mila-Visionepica
Edición, Diseño y formato
Visionepica
Limpieza de Portada
Clau
¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no
podríamos disfrutar de todas estas historias!

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