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Historia de la depresión

«Melancolía» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Melancolía (desambiguación).

Melancolía, cuadro de Edgar Germain Hilaire Degas.

La depresión (del latín depressus, abatimiento) es uno de los trastornos psiquiátricos más
antiguos de los que se conoce. Inicialmente fue denominada melancolía (del griego
antiguo μέλας "negro" y χολή "bilis"), sin embargo, no representan lo mismo.
Usualmente, el término 'melancolía' tiene su origen en Hipócrates, y continuó usándose hasta
el Renacimiento. Recién en el año 1725 el británico sir Richard Blackmore rebautizó ese mal
con el término vigente de depresión.1 Hasta el nacimiento de la psiquiatría científica, en
pleno siglo XIX, su origen y tratamientos, como el del resto de los trastornos mentales,
oscilaban entre la magia y una terapia ambientalista de carácter empírico (dietas, paseos,
música...).
Con el advenimiento de la biopsiquiatría y el despegue de la farmacología pasa a convertirse
en una enfermedad más. La medicina oficial moderna considera cualquier trastorno del humor
que disminuya el rendimiento en el trabajo o limite la actividad vital habitual,
independientemente de que su causa sea o no conocida, como un trastorno digno de atención
médica y susceptible de ser tratado mediante farmacoterapia o psicoterapia.
A lo largo de la historia, el término "depresión" fue manifestando su presencia a través de los
escritos y de las obras de arte. Incluso, mucho antes del nacimiento de la especialidad médica
de la psiquiatría, ya se la conocía y era catalogada entre los principales tratados médicos de la
Antigüedad.

Índice
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 1Etimología
 2La Antigüedad clásica
 3Edad Media
o 3.1Bizancio
o 3.2La medicina árabe medieval
o 3.3Europa medieval
 4Renacimiento y Barroco
 5Entre 1650 y 1789
 6Los siglos XIX y XX
 7La depresión en la cultura
 8Referencias
 9Tratados clásicos
 10Bibliografía
 11Véase también
 12Enlaces externos

Etimología[editar]

Ilustración de Leonardo da Vinci representando los cuatro humores hipocráticos. La teoría de los cuatro
humores achaca un tipo de comportamiento al exceso o defecto de alguno de ellos. Así, aquellos
individuos con mucha sangre se consideraban sanguíneos (emocionales), aquellos con
mucha flemaeran denominados flemáticos (equilibrados), aquellos con mucha bilis amarilla eran
coléricos (irascibles, violentos), y aquellos con mucha bilis negra se denominaban melancólicos
(apáticos, tristes).

La cultura griega clásica explicaba todas las enfermedades y los cambios de temperamento o
"humor" a partir de la influencia de cuatro líquidos corporales denominados "humores":
la sangre, la flema, la bilis negra y la bilis amarilla. Según esta teoría de los cuatro
humores propuesta por Hipócrates un exceso de sangre provocaba comportamientos
hiperactivos (maníacos, en la terminología actual), mientras que el exceso de bilis negra
provocaba un comportamiento abatido, apático y un manifiesto sentimiento de tristeza.2 El
término "bilis negra" o μελαγχολια ("melancolía", μελαγ: melán, negro; χολη: jole, hiel, bilis)
pasó a convertirse en sinónimo de tristeza.3
Los romanos antiguos tenían en latín su propia manera de llamar a la bilis negra, atra
bilis (bilis oscura), de la cual se deriva la palabra española "atrabiliario", que significa de triste
semblante; pero el término médico mantuvo el originario griego.
Hipócrates explicaba no sólo el comportamiento sino las propias salud y enfermedad mediante
el equilibrio de estos humores en el cuerpo. Denominaba crasis al equilibrio entre ellos y
llamaba crisis a la expulsión de los humores mediante procesos fisiológicos como el sudor,
los vómitos, la expectoración, la orina, o las heces. El médico debía averiguar cuál era el
momento "crítico" (aquel en el que se debía producir la expulsión de los malos humores) para
facilitarlo mediante la aplicación de los correspondientes tratamientos.
El origen del vocablo depresión se encuentra en la expresión latina de y premere (empujar u
oprimir hacia abajo). Su uso se registra por primera vez en Inglaterra en el siglo XVII. Richard
Blackmore, médico de Guillermo III de Inglaterra y poeta, habla en 1725 de estar deprimido en
profunda tristeza y melancolía. Robert Whytt, 1764, relaciona depresión mental con espíritu
bajo, hipocondría y melancolía. En 1808 Hacia el siglo XIX el término depresión va ganando
terreno y se usa junto al de melancolía para designar a la enfermedad, mientras este último
término siguió conservando su uso popular y literario.4
Wilhem Griesinger empleó por primera vez el término estados de depresión mental como
sinónimo de melancolía. Emil Kraepelin la designa como locura depresiva en una de sus
clasificaciones, sin abandonar el término melancolía para nombrar la enfermedad, y
manteniendo depresión para referirse a un estado de ánimo; afirmaba que las melancolías
eran formas de depresión mental, expresión que se le atribuye. Adolf Meyer propuso
abandonar el término melancolía y sustituirlo por el de depresión.
En esta batalla por la nomenclatura se llegó a la redundancia de llamar melancolía a la
depresión con síntomas leves. El término ciclotimia fue usado por Karl Ludwig
Kahlbaum en 1863 para designar las variaciones de las fases depresiva y maníaca, a modo de
ciclos repetitivos y periódicos.

La Antigüedad clásica[editar]

Hipócrates es considerado el primer médico en describir clínicamente la melancolía o depresión.

Pueden encontrarse descripciones de la melancolía y sus síntomas en muchos registros


literarios y médicos de la humanidad, aunque es la cultura griega clásica la primera en abordar
explícitamente este trastorno del ánimo, sin recurrir a metáforas o descripciones literarias.
El modelo médico griego se fundaba en las variaciones hereditarias cuya influencia
determinaba la de la aparición de las diferentes enfermedades. El predominio o desequilibrio
de un humor sobre los otros podía explicar un temperamento, según la teoría propuesta
por Hipócrates, pero también la aparición de diferentes enfermedades; siguiendo ese modelo,
los temperamentos posibles eran el sanguíneo, el colérico, el melancólico y el flemático.
El temperamento (temperamentum, medida) es la peculiaridad e intensidad individual de los
afectos psíquicos y de la estructura dominante de humor y motivación; es la manera individual
de reaccionar a los estímulos ambientales. El colérico es rápido, muy activo, práctico en sus
decisiones, autosuficiente y sobre todo independiente. Se considera que es muy determinado,
firme y decidido en sus opiniones, y se enoja con facilidad. El melancólico es sensible, aunque
poco reactivo; tiende al pesimismo y la pasividad.
Si el miedo y la tristeza se prolongan, es melancolía.
Hipócrates de Cos5

A pesar de los errores de esta teoría Hipócrates no se equivocaba completamente al


relacionar los dos síntomas principales propios de los melancólicos: el temor y la tristeza. Es
como consecuencia de esta tristeza que los melancólicos odian, según Hipócrates, todo lo que
ven y parecen continuamente apenados y llenos de miedo, como los niños y los hombres
ignorantes que tiemblan en una oscuridad profunda.6 Si que yerra, en cambio, al identificar o
relacionar melancolía y epilepsia, confusión que persistirá mucho tiempo:
Por lo general, los melancólicos se tornan epilépticos y los epilépticos melancólicos; lo que determina
uno u otro de ambos estados es la dirección que toma la enfermedad; si acomete al cuerpo, epilepsia, si
al espíritu, melancolía..
Hipócrates de Cos7

Areteo de Capadocia, notable médico romano del siglo I, describe la melancolía como una
frialdad del ánimo, obsesionado con un pensamiento, y tendente a la tristeza y a la
pesadumbre. Celso, por su parte, aunque de espíritu fundamentalmente compilador, desarrolla
algunas consideraciones personales sobre el tratamiento que incluyen terapias ambientalistas,
de distracción con cuentos y juegos del agrado del paciente o viajes periódicos a otros países,
aunque también incluye propuestas de tratamiento farmacológico como la sangría, o purgas
estomacales a base de eléboro blanco.8
Sorano de Éfeso, principal representante de la escuela metodista, considera la melancolía
como un tipo de enfermedad asociada a un estado excesivamente fluido y laxo del organismo.
Rechaza la teoría de los humores y, a través de las referencias de su principal traductor, Celio
Aureliano, sabemos que creía que su origen estaba en el estómago (stomachus).9 La escuela
neumática (seguidora de la teoría del pneuma: la vida es consecuencia de un flujo o
«pneuma» permanente de partículas en movimiento), opuesta a la metodista y representada
por Rufo de Éfeso, también se opone a la teoría humoral y propone una clasificación visionaria
en melancolías congénitas y adquiridas, además de introducir una descripción prosopográfico
del perfil del paciente melancólico: ojos saltones, labios finos, piel oscura o exceso de vello
corporal. Menciona este autor la existencia de una melancolía de
los hipocondrios o hipocondría, y achaca la misma a una excesiva actividad del
pensamiento.10 Persiste la relación entre la depresión y el tracto digestivo ya que "la época en
la que aparece menos es el invierno, porque la digestión se hace bien en esa estación".
La escuela ecléctica, abanderada por Areteo de Capadocia, mantuvo el origen humoral de la
enfermedad y recogió por primera vez el concepto de melancolía amorosa, además de
relacionar la melancolía con su situación clínica contraria, la manía.11
Claudio Galeno de Pérgamo, principal figura médica de la Roma antigua, mantiene en el siglo
II dC los postulados hipocráticos, subrayando de nuevo la importancia del miedo como
síntoma concomitante con la tristeza.12

Edad Media[editar]
Saturno devorando a sus hijos, de Pedro Pablo Rubens. Referencias significativas fueron las de dos
religiosos. Evagrio Póntico (345-399), monje asceta apodado "el solitario" describe al acedioso en
varios textos recogidos en la Filocalia,13 insistiendo en ese concepto de apatía conducente a la falta de
diligencia. Isidoro de Sevilla (556–636) indicaba cuatro defectos derivados de la tristeza: el rencor, la
pusilanimidad, la amargura, la desesperación; y siete de la acedia: la ociosidad, la somnolencia, la
indiscreción de la mente, el desasosiego del cuerpo, la inestabilidad, la verbosidad y la curiosidad.
Durante la Edad Media se gestan muchos de los simbolismos actuales sobre la depresión, como la
relación entre Saturno y la melancolía. Debido a su posición orbital más lejana que Júpiter los antiguos
romanos otorgaron el nombre del padre de Júpiter al planeta Saturno. Saturno (Crono) es capaz de
otorgar poder y riqueza, pero sólo a cambio de la felicidad. Este mito será desarrollado siglos después
por Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis.14

El período europeo conocido como Edad Media incluye aportaciones en materia de medicina
de tres fuentes más o menos diferenciadas: el imperio bizantino, surgido de los restos del
Imperio Romano de Oriente; el mundo islámico, en plena expansión medicinal (de
componentes psicológicas nuevas), y la Europa Occidental, dominada por una concepción
cristiana de la ciencia. La medicina de la Edad Media en Europa mantiene, en general,
intactos los postulados clásicos de los cuatro humores pero la influencia del cristianismo como
aglutinador cultural en la interpretación de las "pasiones del alma" abre la vía de una nueva
concepción de la enfermedad.
Bizancio[editar]
En Bizancio, aislada de las campañas militares de los germanos y heredera de la Escuela
Alejandrina, el médico enciclopedista Oribasio de Pérgamo repite la letanía hipocrática de los
dos síntomas principales de la melancolía, el miedo y la tristeza y cita también a Rufo de
Éfeso al afirmar que el mejor tratamiento contra la melancolía es el coito, porque "hace
desaparecer las ideas obsesivas del alma y aquietar las pasiones desbocadas". De manera
algo más innovadora Alejandro de Tralles incluye la melancolía dentro de un grupo mayor de
tipos de locura. Según este autor puede deberse a un exceso de sangre, que hace que los
vapores asciendan al cerebro; a una obstrucción del flujo sanguíneo, lo que ocasionaría una
obstrucción en el cerebro; o a un exceso de bilis negra, resultante de la transformación de la
sangre y que también produce vapores que ascienden hacia el cerebro.
Pero es el gran médico bizantino, Pablo de Egina, el que, en su Epitome, Hypomnema o
Memorandum, registrará por primera vez el error de asimilar melancolía y posesión
demoníaca: La melancolía es un trastorno del intelecto sin fiebre... Los síntomas comunes a
todos ellos son el miedo, la desesperación y la misantropía. Algunos desean la muerte y otros
tienen miedo a morir; algunos ríen constantemente, y otros sollozan; algunos se creen
impelidos por altas instancias, y predicen el futuro, como si estuvieran bajo la influencia divina;
y a estos, por ello se les llama endemoniados o posesos.15
La medicina árabe medieval[editar]
A partir de la expansión del islam en el siglo VII se produce una relación sincrética y muy
productiva en el campo de la medicina árabe, en contacto con las obras clásicas de los
autores griegos y romanos a través de los traductores nestorianos.
Ishaq Ibn Imran, en el siglo X, en Bagdad describe en su Maqâla fî âl-Malîhûliyâ (Tratado de la
melancolía, única obra árabe dedicada exclusivamente a este trastorno) que en estos
pacientes hay sentimientos de angustia y soledad debidos a una idea irreal. Incluye algunos
síntomas somáticos como la pérdida de peso y sueño. La melancolía puede surgir por motivos
como el miedo, el tedio o la ira. Distingue, entonces, entre tristeza, ansiedad, angustia,
trastornos psicosomáticos y somatopsíquicos y propone tratamientos ambientales (una
incipiente propuesta de psicoterapia) y farmacéuticos. Aunque mantiene una concepción
general basada en la teoría humoral, aporta ideas acerca de su etiopatogenia que se alejan
del concepto clásico: las actividades del alma racional (el pensamiento arduo, el recuerdo, las
fantasías o los juicios) pueden arrastrar al alma susceptible a la melancolía, como caen en ella
los enamorados o los sibaritas, o los que se exceden en la lectura de libros de medicina o
filosofía.16
Avicena, en su Canon de medicina, menciona la melancolía, siguiendo los dictados de Rufo de
Éfeso y de Galeno, y con pocas aportaciones novedosas. Al-Razi, médico jefe del hospital
de Bagdad, primero en poseer una sección dedicada a los enfermos mentales, enfatiza en su
obra médica la necesidad de valorar los aspectos psicológicos del paciente a la hora de hacer
una valoración global. Sobre la melancolía, anticipa un método de tratamiento psicodinámico
consistente en recomendar al paciente trabajos que le liberen de su ociosidad y la
conversación frecuente con personas juiciosas que les muestren lo infundado de sus
preocupaciones.17
Europa medieval[editar]
Escuela Médica de Salerno.

Constantino el Africano (1020-1087), representante de la Escuela Médica Salernitana, traduce


la obra de Ishaq Ibn Imran en el siglo XI, y asume que la melancolía puede aquejar al espíritu
más que otras enfermedades somáticas. Siguiendo este tratado establece diferentes tipos de
melancolía: la hipocondríaca, ubicada en la boca del estómago; otra en alguna zona profunda
del cerebro. Como Hipócrates, las repercusiones serán el temor y la tristeza. La definición de
la tristeza es (anticipando posteriores interpretaciones psicoanalíticas) la pérdida del objeto
amado. "Cuando los efluvios de la bilis negra, afirma Constantino, suben al cerebro y al lugar
de la mente, oscurecen su luz, la perturban y sumergen, impidiéndole que comprenda lo que
solía comprender, y que es menester que comprenda. A partir de lo cual la desconfianza se
vuelve tan mala que se imagina lo que no debe ser imaginado y hace temer al corazón cosas
temibles. Todo el cuerpo es afectado por estas pasiones, pues necesariamente el cuerpo
sigue al alma (El cuerpo sigue al alma en sus acciones y el alma sigue al cuerpo en sus
accidentes). Por consiguiente se padece vigilia, malicia, demacración, alteración de las
virtudes naturales, que no se comportan según lo que solían, mientras estaban sanas".18 En la
segunda parte de la traducción de Constantino se enumeran algunas pócimas y jarabes útiles
frente a los diferentes tipos de melancolía.19
Desde una perspectiva religiosa, a la melancolía se la categorizó como "demonio", entendido
como tentación o pecado, pasando a denominarse acedia o apátheia (desidia, apatía).20 Los
ocho pecados capitales eran la gastrimargia, la fornicatio, la philargyria, la tristitia (esta fue
eliminada por Tomás de Aquino, quedando para el acervo popular los siete pecados
capitales), la cenodoxia, la ira, la superbia y la acedia o taedium cordis (desidia, sutilmente
diferente de la tristeza o de la pereza).21
Otra figura capital es Hildegarda de Bingen (1098-
1179), abadesa y mística alemana, médica, compositora y escritora, que fue conocida como
la Sibila del Rin. Fue una de las personalidades más multifacéticas del Occidente europeo, y
de las más influyentes de la Baja Edad Media, que escribió sobre la melancolía en los
conventos y no olvidó señalar como posible lenitivo las relaciones sexuales.

Renacimiento y Barroco[editar]
Portada de la obra de Robert Burton, Anatomía de la Melancolía, de 1621.

La principal novedad despuntada en los albores del período humanista conocido


como Renacimiento es la renovada descripción aristotélica del temperamento melancólico y su
relación con el genio artístico y la locura creativa.
El autor capital a la hora de reintroducir esta temática en el siglo XVI fue Marsilio Ficino,
médico florentino neoplatónico de finales del siglo XV que analiza la obra de Aristóteles
(Problema XXX) desde esa perspectiva y propone que las personas con una mayor cantidad
de bilis negra poseen unas dotes especiales para la creación artística.22 Esta idea anticipa el
ideal de la melancolía creativa, o de la spes thysica (capacidad creativa inducida por la
tuberculosis en sus fases finales) desarrollados por el movimiento romántico varios siglos
después. Libro influyente en todo el siglo XVII y comienzos del XVII es Tres libros sobre la
vida, donde habla de la posible curación botánica, ambiental y musical, y donde establece
ciertas correlaciones astrales. La descripción de algunos enfermos resultó canónica, y por ello
repetida durante decenios.23
En España se publicaron dos tratados de melancolía, Andrés Velázquez, Libro de la
melancolía, 1585, en castellano; y la Sobre la Melancolía de Alonso de Santa Cruz, c. 1569,
póstuma, y hubo un gran debate entre los médicos de su tiempo.24 Así sucede con Pedro
Mercado, Luis Mercado, Francisco Valles o el propio Huarte de San Juan que se sumaron a
una discusión al respecto en el siglo XVI en la que participaron figuras de talla intelectual,
como Philipp Melanchton, Johann Wier, Forestus (Dubois), Jean Fernel, Altomari,
Guainieri, Felix Platter o Ercole Sassonia.
Por su parte, el inglés Timothy Bright (1550-1615) publicó en 1586 una buena descripción del
cuadro clínico de la melancolía, bajo los preceptos de la teoría humoral, en su lengua nativa.
Poco después André Du Laurens, el famoso médico de Enrique IV de Francia, publicó otro
tratado divulgativo de mucho éxito (diez ediciones entre 1597 y 1626), titulado De las
enfermedades melancólicas (inserto en un Discurso sobre la conservación de la vista, las
enfermedades melancólicas, los catarros y la vejez), en el que aporta la idea de que la bilis
negra puede ser calentada, produciendo un estado espiritual (enthousiasma) que induce al
hombre a la filosofía o la poesía. Relacionados con Laurens, estuvieron Jourdain Guibelet y
especialmente Jacques Ferrand ya de inicios del siglo XVII, que escribieron en francés Del
humor melancólico y Melancolía erótica, respectivamente.
Pero la figura más importante del Renacimiento tardío o el Barroco (cercano
al racionalismo del siglo XVII), en relación con la melancolía, fue Robert Burton(1577-1640),
quien dedicó casi toda una vida a redactar su Anatomía de la Melancolía (publicada en 1621);
es un largo ensayo médico y filosófico en el que resume todos los conocimientos habidos
hasta esa fecha sobre el tema.
En sus tres tomos, la Anatomía de la Melancolía ofrece una concepción multifactorial de la
depresión, según la cual la enfermedad no tiene una única causa, sino que puede tener varias:
desde el amor a la religión, pasando por la política, la influencia de las estrellas o el simple
aburrimiento. Puede localizarse, al modo clásico, en la cabeza, el cuerpo o los hipocondrios, y
se acompaña en ocasiones de delirios o fantasías, de nuevo subrayando el miedo y la tristeza
como síntomas principales. Y si varias pueden ser las causas, varios pueden ser los remedios,
que van desde la música a la compañía. La obra concluye con un extenso poema, resumen
del autor de su concepto de melancolía.25

Entre 1650 y 1789[editar]

Melancolía, de Domenico Fetti (1589-1623).

La transformación de la sociedad a partir del siglo XVII (la crisis del modelo mercantilista y el
surgimiento de la concepción mecanicista de la ciencia) determinaron una ruptura con las
teorías clásicas sobre la melancolía. Thomas Willis (1621-1675) será el primer médico en
rechazar activamente la teoría de los cuatro humores y, al hilo de la corriente imperante en su
época, atribuirá a procesos químicos del cerebro y del corazón las causas de esta
enfermedad. Menciona cuatro tipos de melancolía, de acuerdo a su origen: La debida a una
alteración en el cerebro, la originada por una mala función del bazo, una tercera que tiene su
origen y efecto en todo el cuerpo y una última clase de melancolía "histérica", cuyo origen se
encontraría en el útero. Es considerado el pionero de la neuroanatomía, y sus trabajos en el
campo de la depresión le llevan a publicar en 1672 un tratado sobre el tema en el que
mantiene la base del miedo y la tristeza en cuanto a la sintomatología, pero en el que
introduce por primera vez el concepto de afectación de la conciencia frente a la afectación de
la conducta, lo que dará origen a los conceptos de locura parcial y locura general
desarrollados poco después por John Locke, el más notable de sus discípulos.
A. Pitcairn a comienzos del siglo XVIII escribía que el desequilibrio de los flujos sanguíneos en
el organismo podía afectar al flujo de los espíritus de los nervios (según la teoría de René
Descartes) generando los pensamientos confusos y los delirios propios de la melancolía. Poco
después los experimentos con la recién descubierta electricidad transformaron el campo de
la fisiología abandonando la teoría de Descartes para dar lugar a los conceptos de sensibilidad
e irritabilidad, atracción, repulsión y transmisión. Newton en su Principia (1713) decía: ... y los
miembros de los cuerpos animales se mueven por orden de la voluntad, es decir, por las
vibraciones de este fluido [el éter], propagado a lo largo de los filamentos sólidos de los
nervios, desde los órganos exteriores de los sentidos al cerebro, y del cerebro a los músculos.
Siguiendo con ese planteamiento William Cullen (1710-1790), estudió los conceptos de carga
y descarga en los seres vivos sometidos a electricidad y extrapoló sus hallazgos a la función
cerebral. De este modo relacionó a la melancolía con un estado de menor energía cerebral: el
melancólico sufría una situación de falta de tono nervioso o "anergia".
William Cullen se dedica durante la segunda mitad del siglo XVIII a clasificar minuciosamente
las enfermedades, incluyendo a la melancolía dentro del apartado de neurosis, o
"enfermedades nerviosas", según la nueva nomenclatura fundada en los recientes
hallazgos neurofisiológicos. Un exceso de torpeza en el desplazamiento de la energía
nerviosa sería la causa principal de la melancolía, dándose con este autor definitavente por
abandonada la bimilenaria teoría humoral.
Richard Blackmore menciona por primera vez en 1725 el término depresión, pero aún pasarán
muchos años antes de que sustituya al más clásico de melancolía.

Los siglos XIX y XX[editar]

Fluoxetina, antidepresivo que ha traspasado la barrera académica para instalarse en la cultura popular a
través del nombre comercial, Prozac o "la píldora de la felicidad".

La Revolución francesa, y la revolución industrial que le dio impulso, cambiarán definitiva y


completamente el modo de entender a la persona enferma. Y especialmente, la enfermedad
mental. El padre de la psiquiatría moderna, Philippe Pinel, llega a la medicina después de un
intenso estudio de las matemáticas, lo que le permite disponer de una óptica ligeramente
diferente a la del resto de médicos de su época. Desde su punto de vista el origen de los
trastornos anímicos está en la percepción y las sensaciones, inaugurando una época
de causas morales (fanatismos religiosos, desilusiones intensas, amores apasionados...). Sin
atacar a esas causas no se puede tratar la melancolía, denominada por él como delirio parcial
o delirio sobre un objeto.26
El principal discípulo de Pinel, Jean-Etienne-Dominique Esquirol acometió la reforma
psiquiátrica de espíritu positivista que sentó las bases de la identificación entre loco y enfermo
mental. Adoptó el término de monomanía para algunos tipos de melancolía, y apuntó por
primera vez, de una manera muy adelantada, a la "enfermedad" (monomanía instintiva) como
causa de determinados comportamientos delictivos.27 Aquí comenzará el proceso que culmina
en pleno siglo XX de identificación (y confusión, en algunos casos) entre trastorno anímico
(tristeza patológica) y enfermedad mental (depresión).
Pero esas descripciones nosológicas de Pinel y Esquirol pronto se demuestran
como síndromes, más que como entidades propias. La monomanía, la manía, la melancolía,
son conjuntos de síntomas que difícilmente ayudan a tipificar a los pacientes. En este
contexto Jean-Pierre Falret describe en 1854 la locura maniaco-depresiva en su tratado
"Acerca de la locura circular o forma de enfermedad mental caracterizada por la alternancia
regular de la manía y de melancolía".
A medida que avanza el desarrollo de la psiquiatría la terminología empleada para referirse a
la melancolía o a la depresión van adquiriendo mayor especificidad y claridad. En las primeras
décadas del siglo XX el concepto de depresión se desglosa en otros
como ansiedad, histeria, hipocondría, obsesión, fobia, distimia o trastorno psicosomático y
la OMS acota y define la depresión endógena o mayor como un síndrome orgánico cuya
sintomatología nuclear abarca alteraciones del pensamiento y los impulsos, tristeza
corporalizada y trastornos de los ritmos vitales, además de poder expresarse a través de
distintos síntomas somáticos.
La biopsiquiatría ha llegado más lejos explicando a través de
mecanismos farmacológicos cómo la interacción de determinados neurotransmisores influye
en el desarrollo de múltiples trastornos mentales entre los que se encuentra la depresión.

The Scream Pastel

La depresión en la cultura[editar]
Melancolía I, de Alberto Durero, 1514

À la porte de l'éternité, de Vincent Van Gogh, 1890.

Durante el comienzo del siglo XVII, surgió en Inglaterra un curioso culto a la melancolía. Se
creía que ésta era causada por la inseguridad religiosa, consecuencia natural de Reforma
inglesa, y el profundo interés de la época por el pecado, la perdición y la salvación.
En las artes plásticas, la representación más famosa de esta aflicción es un grabado alegórico
de Alberto Durero titulado Melancolía I; la obra incluye un cuadrado mágico y un cubo
truncado, entre otros objetos simbólicos estudiados por Erwin Panofsky.28
En la música, el culto a la melancolía está asociado con John Dowland, cuyo lema era
"Semper Dowland, semper dolens" ("Siempre Dowland, siempre en pena"). El hombre
melancólico, visto por sus contemporáneos como una molestia y un peligro, tiene su máximo
exponente en Hamlet, el “danés melancólico”. Otro exponente literario de este clima cultural
son los últimos escritos de John Donne, que giran constantemente en torno a la muerte. Sir
Thomas Browne, con su Hydriotaphia y Urn Burial, y Jeremy Taylor, autor de Holy Living and
Holy Dying son otros escritores representativos cuyos trabajos incluyen numerosas
cavilaciones acerca de la muerte. Pero es Robert Burton, con su Anatomy of Melancholy,
quien nos brinda el más profundo y completo estudio de este fenómeno. El libro trata la
melancolía desde el punto de vista médico y literario. Obras contemporáneas relacionadas son
"Duelo y Melancolía" de Sigmund Freud y "La melancolía" de H. Tellenbach.
La literatura también se ocupó de la melancolía. En el Cuento del clérigo, de Chaucer, se hace
una descripción muy precisa de este «catastrófico vicio del espíritu». La acedia, nos dice, hace
al hombre aletargado, pensativo y grave. Paraliza la voluntad humana, retarda y pone inerte al
hombre cuando intenta actuar. De la acedia proceden el horror a comenzar cualquier acción
de utilidad, y finalmente el desaliento o la desesperación. En su ruta hacia la desesperanza
extrema, la acedia genera toda una cosecha de pecados menores, como la ociosidad, la
morosidad, la lâchesse, la frialdad, la falta de devoción y «el pecado de la aflicción mundana,
llamado tristitia, que mata al hombre, como dice San Pablo». Los que han pecado por acedia
encuentran su morada eterna en el quinto círculo del infierno. Allí se los sumerge en la misma
ciénaga negra con los coléricos, y sus lamentos y voces burbujean en la superficie.
Durante el romanticismo se dio un fenómeno similar,29 aunque no con el mismo nombre,
desde Las cuitas del joven Werther, de Goethe. Las desventuras amorosas, debidos a
diferentes obstáculos, dan lugar a todo tipo de peripecias y melancolías, desde Heinrich von
Kleist, Heinrich Heine hasta Camilo Castelo Branco.
En 2011 se estrenó la película Melancholia de Lars Von Trier cuyo tema principal es,
precisamente, la melancolía de la protagonista.

Referencias[editar]
1. Volver arriba↑ S. W. Jackson, Historia de la melancolía y la
depresión.
2. Volver arriba↑ Sigerist, H. History of Medicine, Oxford University
Press, N.Y., 1961, Vol.2, pag. 323
3. Volver arriba↑ V. Domínguez García, "Sobre la melancolía en
Hipócrates", Psicothema, 1991, vol.3, nº1, pag.259-267
4. Volver arriba↑ Jackson, Stanley W., op. cit.
5. Volver arriba↑ Aforismos, 6, 23
6. Volver arriba↑ Enfermedades, II
7. Volver arriba↑ Epidemias VIII, 31
8. Volver arriba↑ J. Starobinski, Historia del tratamiento de la
melancolía desde los orígenes hasta 1900, Geigy, Basilea,
1962, pag. 21
9. Volver arriba↑ Celio Aureliano, Enfermedades Crónicas, I, 180
10. Volver arriba↑ multa cogitatio et tristitia faciunt accidere
melancoliam. De Cogitatione melancolica. Rufo, Obras, pag.
455.
11. Volver arriba↑ De los signos y de las causas de las
enfermedades agudas y crónicas, I, 5. Areteo de Capadocia
12. Volver arriba↑ Normalmente se ven acosados por el miedo
aunque no siempre se presentan el mismo tipo de imágenes
sensoriales anormales. Aunque cada paciente melancólico
actúa bastante diferente que los demás, todos ellos muestran
miedo o desesperación. Creen que la vida es mala y odian a los
demás, aunque no todos quieren morirse. Para algunos, el
miedo a la muerte es la preocupación fundamental durante la
melancolía. Otros, bastante extrañamente, temen la muerte a la
vez que la desean. También Plutarco, en el siglo II d. C.,
describe pormenorizadamente la enfermedad, poniendo énfasis
en el aspecto de un hombre al que parece que persigan los
dioses."...soy un impío, maldito, odiado por los dioses, sufro el
castigo que me corresponde." Se sienta solo, aparte, envielto
en saco o harapos. De vez en cuando se agita, medio desnudo,
en el suelo, confesando un crimen u otro. Ha comido o bebido
algo que no debía. Ha hecho algo que el Ser Divino
desaprueba. Los festivales en honor de los dioses no le
producen ningún placer sino mas bien temor". G
Zilborg, Asklepiades of Rome, Chest 1972;61;182.
13. Volver arriba↑ El monje acedioso es rápido en terminar su oficio
y considera un precepto su propia satisfacción; la planta débil
es doblada por una leve brisa e imaginar la salida distrae al
acedioso. Un árbol bien plantado no es sacudido por la violencia
de los vientos y la acedia no doblega al alma bien apuntalada.
El monje giróvago, como seca brizna de la soledad, está poco
tranquilo, y sin quererlo, es suspendido acá y allá cada cierto
tiempo. Un árbol trasplantado no fructifica y el monje vagabundo
no da fruto de virtud. El enfermo no se satisface con un solo
alimento y el monje acedioso no lo es de una sola ocupación.
No basta una sola mujer para satisfacer al voluptuoso y no
basta una sola celda para el acedioso. El ojo del acedioso se
fija en las ventanas continuamente y su mente imagina que
llegan visitas: la puerta gira y éste salta fuera, escucha una voz
y se asoma por la ventana y no se aleja de allí hasta que,
sentado, se entumece. Cuando lee, el acedioso bosteza mucho,
se deja llevar fácilmente por el sueño, se refriega los ojos, se
estira y, quitando la mirada del libro, la fija en la pared y, vuelto
de nuevo a leer un poco, repitiendo el final de la palabra se
fatiga inútilmente, cuenta las páginas, calcula los párrafos,
desprecia las letras y los ornamentos y finalmente, cerrando el
libro, lo pone debajo de la cabeza y cae en un sueño no muy
profundo, y luego, poco después, el hambre le despierta el alma
con sus preocupaciones. El monje acedioso es flojo para la
oración y ciertamente jamás pronunciará las palabras de la
oración; como efectivamente el enfermo jamás llega a cargar un
peso excesivo así también el acedioso seguramente no se
ocupará con diligencia de los deberes hacia Dios: a uno le falta,
efectivamente, la fuerza física, el otro extraña el vigor del alma.
La paciencia, el hacer todo con mucha constancia y el temor de
Dios curan la acedia. Dispón para ti mismo una justa medida en
cada actividad y no desistas antes de haberla concluido, y reza
prudentemente y con fuerza y el espíritu de la acedia huirá de ti.
Evagrio Póntico da importancia al intelecto, Filocalia.
14. Volver arriba↑ Raymond Klibansky, Edwin Panosfsky y Fritz
Saxl, Saturno y la melancolía, Alianza
15. Volver arriba↑ Pablo de Egina en Corpus medicorum
Graecorum, IX, 1, 2. Ed. Heiberg.
16. Volver arriba↑ Medicina Islámica, 74. Ed. Ullmann
17. Volver arriba↑ Razés, Liber Continens, 1. I, c. VI
18. Volver arriba↑ Constantino el Africano, “De melancolía”, Pagés
Larraya, F. Acta, suplemento 1, Buenos Aires, 1992.
19. Volver arriba↑ "...tomar cinco dracmas de comino, de
calamento, 20 dracmas de flor de tomillo, 3 dracmas de anís, de
apio, de eneldo hembra, 5 dracmas de ruibarbo. Cocinar en 7
libras de agua hasta reducir a un tercio todas estas cosas; colar
y suministrar 4 onzas con una medida de verbena acibarada,
con una medida de extracto de almendras amargas y con dos
onzas de jarabe de rosas." De Melancolía, II, Constantinus
Africanus
20. Volver arriba↑ Los cenobitas de la Tebaida se hallaban
sometidos a los asaltos de muchos demonios. La mayor parte
de esos espíritus malignos aparecía furtivamente a la llegada de
la noche. Pero había uno, un enemigo de mortal sutileza, que
se paseaba sin temor a la luz del día. Los santos del desierto lo
llamaban daemon meridianus, pues su hora favorita de visita
era bajo el sol ardiente. Yacía a la espera de que aquellos
monjes que se hastiaran de trabajar bajo el calor opresivo,
aprovechando un momento de flaqueza para forzar la entrada a
sus corazones. Y una vez instalado dentro, ¡qué estragos
cometía!, pues de repente a la pobre víctima el día le resultaba
intolerablemente largo y la vida desoladoramente vacía. Iba a la
puerta de su celda, miraba el sol en lo alto y se preguntaba si
un nuevo Josué había detenido el astro a la mitad de su curso
celeste. Regresaba entonces a la sombra y se preguntaba por
qué razón él estaba metido en una celda y si la existencia tenía
algún sentido. Volvía entonces a mirar el sol, hallándolo
indiscutiblemente estacionario, mientras que la hora de la
merienda común se le antojaba más remota que nunca. Volvía
entonces a sus meditaciones para hundirse, entre el disgusto y
la fatiga, en las negras profundidades de la desesperación y el
consternado descreimiento. Cuando tal cosa ocurría el demonio
sonreía y podía marcharse ya, a sabiendas de que había
logrado una buena faena mañanera. Al margen (On the Margin:
Notes and Essays). Aldous Huxley (1923)
21. Volver arriba↑ La acedia o acedía. Recopilación de textos.
22. Volver arriba↑ ¿Por qué todos aquellos que han sido eminentes
en la filosofía, la política, la poesía y las artes son claramente
temperamentos melancólicos, y algunos de ellos hasta tal punto
que llegaron a padecer enfermedades producidas por la bilis
negra? Aristóteles. Problemas, XXX.
23. Volver arriba↑ Ficino, De la vida sobria, Madrid, Asociación
Española de Neuropsiquiatría, 2005 ISBN 9788495287281
24. Volver arriba↑ F. Gambin, El debate sobre la melancolía en ls
España de los siglos de oro, B. Nueva, 2008; J. L. Peset, Las
melancolías de SAncho, AEN 2010
25. Volver arriba↑ Cambiaría mi situación por la de cualquier infeliz
Que puedas traer de la cárcel o de las mazmorras;
Mis cuitas ya no tienen cura, es el infierno.
No puedo seguir viviendo con esta tortura,
Ahora, desesperado, odio la vida,
Dadme una cuerda o un cuchillo.
Todas mis penas son, ante esto, alegrías,
No hay maldición como la melancolía.
Anatomía de la Melancolía, Resumen de la Melancolía, por el
Autor. Últimos versos. Robert Burton
26. Volver arriba↑ Philippe Pinel, Tratado Médico-Filosófico de la
Enajenación Mental o Manía, 1801
27. Volver arriba↑ El término "monomanía" se introdujo por primera
vez en el Diccionario de la Academia Francesa, en 1835
28. Volver arriba↑ R. Klibansky, E. Panofsky, F. Saxl, Saturno y la
melancolía
29. Volver arriba↑ PERPINYA, Núria. Ruins, Nostalgia and
Ugliness. Five Romantic perceptions of Middle Ages and a
spoon of Game of Thrones and Avant-garde oddity. Berlin:
Logos Verlag. 2014

Bibliografía[editar]
 Jean Starobinski, Historia del tratamiento de la melancolía
desde los orígenes hasta 1900, Basilea, Geigy, 1962.
 J. Pigeaud, La maladie de l'âme. Étude sur la relation de l'âme
et du corps dans la tradition médico-philosophique antique,
París, Les Belles Lettres, 2006
 VV. AA., Folie et déraison à la Renaissance, Bruselas,
Université de Bruxelles, 1976.
 Raymond Klibansky, Erwin Panofsky, Fritz Saxl, Saturno y la
melancolía, Madrid, Alianza, 1991.
 Stanley W. Jackson, Historia de la melancolía y la depresión.
Desde los tiempos Hipocráticos a la Época Moderna, Madrid,
Turner, 1989 ISBN 84-7506-257-1
 Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica,
Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2000. Tomos I y II
 Norberto Aldo Conti, Historia de la Depresión. La Melancolía
desde la Antigüedad hasta el siglo XIX, Buenos Aires,
Polemos, 2007, ISBN 978-987-9165-81-2.
 Felice Gambin, El debate sobre la melancolía en la España de
los siglos de oro, Madrid, Biblioteca Nueva, 2008.
 Fernando Colina, Melancolía y paranoia, Síntesis, 2011, ISBN
978-84-975674-0-4.
 Jean Starobinski, L'encre de la mélancolie, París, Seuil, 2012,
con todos sus escritos melancólicos.
 El Sitio de la Melancolía Sitio enciclopedista sobre el tema
con enlace al Seminario sobre Depresión

Véase también[editar]
 Historia de la medicina
 Historia de la psiquiatría
 Aprosexia
 Depresión
 Depresión reactiva
 Temperamento
 Teoría de los cuatro humores

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