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El documento discute el secreto profesional en el contexto del VIH/SIDA. Explica que los médicos tienen la obligación de mantener la confidencialidad de los pacientes según el Juramento Hipocrático. Sin embargo, en algunos casos como cuando la pareja de un paciente con VIH podría estar en riesgo, los médicos deben comunicar la prohibición expresa del paciente de divulgar información, aunque esto revele más detalles de los que el paciente quisiera. La educación sanitaria pública es la mejor forma de prevenir la transmisión
El documento discute el secreto profesional en el contexto del VIH/SIDA. Explica que los médicos tienen la obligación de mantener la confidencialidad de los pacientes según el Juramento Hipocrático. Sin embargo, en algunos casos como cuando la pareja de un paciente con VIH podría estar en riesgo, los médicos deben comunicar la prohibición expresa del paciente de divulgar información, aunque esto revele más detalles de los que el paciente quisiera. La educación sanitaria pública es la mejor forma de prevenir la transmisión
El documento discute el secreto profesional en el contexto del VIH/SIDA. Explica que los médicos tienen la obligación de mantener la confidencialidad de los pacientes según el Juramento Hipocrático. Sin embargo, en algunos casos como cuando la pareja de un paciente con VIH podría estar en riesgo, los médicos deben comunicar la prohibición expresa del paciente de divulgar información, aunque esto revele más detalles de los que el paciente quisiera. La educación sanitaria pública es la mejor forma de prevenir la transmisión
VIH Significa virus de inmunodeficiencia humana. Es una infección que ataca el sistema inmunitario del cuerpo. La infección puede causar el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Los trabajadores de la salud están en riesgo de exposición al virus en el lugar de
trabajo. El VIH es un tipo de exposición. Se transmite a través de ciertos fluidos corporales de una persona infectada. Estos incluyen sangre, vómito, semen, secreciones vaginales, leche materna o pus. Los líquidos transparentes, tales como las lágrimas, la saliva, el sudor y la orina contienen poco o nada del virus. Estos no pueden transmitir el VIH a menos que se mezclen con la sangre.
DESARROLLO
a) En cuanto a la primera pregunta es necesario tener en cuenta, como punto de
partida, que la Ley es inequívoca en cuanto a que el titular de la información sólo es el paciente y no se informará a los familiares y allegados más que en la medida que aquél lo consienta expresa o tácitamente (art. 5.1 de la Ley 41/2002 de autonomía del paciente). Si el paciente ha manifestado de manera expresa que no quiere que se proporcione a su pareja información sobre su diagnóstico concreto, esta voluntad debe ser respetada. El manejo del secreto profesional constituye, ante todo, un problema para el médico, no para el paciente. Desde sus orígenes, la Ética Médica se dirige al médico, no al enfermo. La Ética le ayuda a resolver los problemas éticos que le plantea diariamente el ejercicio de su profesión. El Juramento Hipocrático. Ya desde el s. V A.c. el Juramento Hipocrático les viene exigiendo a los médicos el secreto profesional: "Cualquier cosa que viere u oyere de la vida de los hombres, en el ejercicio de mi profesión o fuera de él, que no convenga revelarlo, no lo divulgaré, considerándolo como un secreto dentro de mí". b) El problema surge respecto a qué otra información puede darse. Se podría informar sobre toda la evolución del paciente y sobre la finalidad y la naturaleza de cada intervención, sus riesgos y sus consecuencias pero obviando el diagnóstico de SIDA, aunque ello lleve a la pareja a la sospecha de que se está produciendo una ocultación de información. Si se informa que el cuadro clínico es debido a un proceso infeccioso, es obvio que la pareja del paciente, tarde o temprano, preguntara qué infección concreta padece. Llegados a este punto, entendemos que debe comunicarse la expresa prohibición efectuada por el paciente aunque ello implique proporcionar en sí mismo mas información que la que el propio paciente desearía que se diese. La posibilidad de no informar sobre el diagnóstico de SIDA y para evitar dudas dar información falsa a la pareja, no la consideramos adecuada ni ética ni legalmente. Esto es cuanto puede decirse, como norma general, sobre el derecho del paciente a que no se informe sobre su proceso asistencial y los datos relativos a su estado de salud a los familiares más que en la medida que él lo consienta.
La mejor manera de evitar la ruptura del secreto y proteger a las personas de
posibles contagios es mediante una buena educación sanitaria. Esta educación tiene que ser pública, a través de los medios de información, pero tiene que realizarla también el profesional en el proceso de la relación clínica. Es normal que los pacientes se nieguen a comunicar a sus parejas algo que pone en peligro su estabilidad no sólo sexual sino también familiar. Es necesario saber identificar el mecanismo de defensa que está utilizando el paciente. Esto nos permitirá comprenderle, respetarle y ayudarle en el proceso de asunción de algo que pone en grave riesgo su estabilidad física y emocional. c) Deben potenciarse las campañas de educación sanitaria de la población. Sólo de ese modo conseguiremos la autoprotección de los ciudadanos, necesaria para el control de una infección tan grave como ésta. No puede pensarse que la protección tienen que realizarla los profesionales mediante la ruptura sistemática de su deber de secreto. Esto no es correcto ni resultaría eficiente. d) El profesional no puede informar al resto del personal sanitario de la infección que sufre el paciente. Cada sanitario tiene que conocer las medidas de protección establecidas por la OMS y las organizaciones profesionales, que han demostrado su eficacia a lo largo del tiempo. La infección por el VIH discrimina a los pacientes tanto social como laboral y familiarmente, razón por la que requiere un trato distinto al de las otras enfermedades infecciosas por parte de los profesionales.
CONCLUSION
Nos referimos aquí a un problema ético, no científico, nuevo, que se le plantea al
médico ya cuantos, por oficio, se enteran de la historia clínica de un paciente de SIDA, enfermedad nueva, contagiosa y, hasta el presente, mortal. Si habláramos hoy de medicina privada, ejercida a domicilio, como se hizo en siglos anteriores, con base en un derecho casi absoluto , por parte del paciente, al secreto profesional, pasando por alto los derechos de los demás y la forma como se ejerce hoy día la medicina, el problema estaría mal planteado. En teoría el asunto ya estaría resuelto; no habría problema y, en la práctica, el paciente tendría que recluirse en una casa o pieza privada, para recibir tratamiento particular y secreto de su médico. Pero tal planteamiento es equivocado, como acabamos de ver y, por lo tanto, llevaría al médico a deducir consecuencias éticas, que no dudamos en calificar de equivocadas y funestas por las consecuencias negativas que se seguirían. Por lo demás, hoy día es casi imposible que el paciente dé con un médico que acepte tratar a un enfermo de SIDA que le imponga tales restricciones: - que violan sus deberes legales de informar a las autoridades sanitarias - y quebrantan las obligaciones éticas que le prescriben defender a terceros, de un posible contagio. Pero éste no es el caso ordinario. Lo común es que el paciente de SIDA, sobreponiéndose a sus temores, acepte el tratamiento que se le impone, en una clínica u hospital. Ya con este planteamiento, que nos parece el más acertado y actual, quedan invalidados o debilitados, al menos, los planteamientos que se ponían, a priori, de parte del derecho del paciente al secreto profesional o de parte de los derechos de terceros a la información, en forma casi indefinida, hasta diluir o anular el derecho del enfermo al secreto.
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