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ACTIVIDAD 2 A6-C8 “SECRETO PROFESIONAL”

MATERIA: ETICA PROFESIONAL LMX F

ALUMNO: MARCO ANTONIO HERNANDEZ MIRON

TUTOR: LUIS GARCIA

CIUDAD DE MÉXICO A 18 DE FEBRERO DEL 2018


INTRODUCCION

VIH
Significa virus de inmunodeficiencia humana. Es una infección que ataca el
sistema inmunitario del cuerpo. La infección puede causar el SIDA (síndrome de
inmunodeficiencia adquirida).

Los trabajadores de la salud están en riesgo de exposición al virus en el lugar de


trabajo. El VIH es un tipo de exposición. Se transmite a través de ciertos fluidos
corporales de una persona infectada. Estos incluyen sangre, vómito, semen,
secreciones vaginales, leche materna o pus. Los líquidos transparentes, tales
como las lágrimas, la saliva, el sudor y la orina contienen poco o nada del virus.
Estos no pueden transmitir el VIH a menos que se mezclen con la sangre.

DESARROLLO

a) En cuanto a la primera pregunta es necesario tener en cuenta, como punto de


partida, que la Ley es inequívoca en cuanto a que el titular de la información sólo
es el paciente y no se informará a los familiares y allegados más que en la medida
que aquél lo consienta expresa o tácitamente (art. 5.1 de la Ley 41/2002 de
autonomía del paciente). Si el paciente ha manifestado de manera expresa que
no quiere que se proporcione a su pareja información sobre su diagnóstico
concreto, esta voluntad debe ser respetada.
El manejo del secreto profesional constituye, ante todo, un problema para el
médico, no para el paciente. Desde sus orígenes, la Ética Médica se dirige al
médico, no al enfermo. La Ética le ayuda a resolver los problemas éticos que le
plantea diariamente el ejercicio de su profesión.
El Juramento Hipocrático. Ya desde el s. V A.c. el Juramento Hipocrático les viene
exigiendo a los médicos el secreto profesional:
"Cualquier cosa que viere u oyere de la vida de los hombres, en el ejercicio de mi
profesión o fuera de él, que no convenga revelarlo, no lo divulgaré, considerándolo
como un secreto dentro de mí".
b) El problema surge respecto a qué otra información puede darse. Se podría
informar sobre toda la evolución del paciente y sobre la finalidad y la naturaleza de
cada intervención, sus riesgos y sus consecuencias pero obviando el diagnóstico
de SIDA, aunque ello lleve a la pareja a la sospecha de que se está produciendo
una ocultación de información. Si se informa que el cuadro clínico es debido a un
proceso infeccioso, es obvio que la pareja del paciente, tarde o temprano,
preguntara qué infección concreta padece. Llegados a este punto, entendemos
que debe comunicarse la expresa prohibición efectuada por el paciente aunque
ello implique proporcionar en sí mismo mas información que la que el propio
paciente desearía que se diese. La posibilidad de no informar sobre el diagnóstico
de SIDA y para evitar dudas dar información falsa a la pareja, no la consideramos
adecuada ni ética ni legalmente.
Esto es cuanto puede decirse, como norma general, sobre el derecho del paciente
a que no se informe sobre su proceso asistencial y los datos relativos a su estado
de salud a los familiares más que en la medida que él lo consienta.

La mejor manera de evitar la ruptura del secreto y proteger a las personas de


posibles contagios es mediante una buena educación sanitaria. Esta educación
tiene que ser pública, a través de los medios de información, pero tiene que
realizarla también el profesional en el proceso de la relación clínica.
Es normal que los pacientes se nieguen a comunicar a sus parejas algo que pone
en peligro su estabilidad no sólo sexual sino también familiar. Es necesario saber
identificar el mecanismo de defensa que está utilizando el paciente. Esto nos
permitirá comprenderle, respetarle y ayudarle en el proceso de asunción de algo
que pone en grave riesgo su estabilidad física y emocional.
c) Deben potenciarse las campañas de educación sanitaria de la población. Sólo
de ese modo conseguiremos la autoprotección de los ciudadanos, necesaria para
el control de una infección tan grave como ésta. No puede pensarse que la
protección tienen que realizarla los profesionales mediante la ruptura sistemática
de su deber de secreto. Esto no es correcto ni resultaría eficiente.
d) El profesional no puede informar al resto del personal sanitario de la infección
que sufre el paciente. Cada sanitario tiene que conocer las medidas de protección
establecidas por la OMS y las organizaciones profesionales, que han demostrado
su eficacia a lo largo del tiempo. La infección por el VIH discrimina a los pacientes
tanto social como laboral y familiarmente, razón por la que requiere un trato
distinto al de las otras enfermedades infecciosas por parte de los profesionales.

CONCLUSION

Nos referimos aquí a un problema ético, no científico, nuevo, que se le plantea al


médico ya cuantos, por oficio, se enteran de la historia clínica de un paciente de
SIDA, enfermedad nueva, contagiosa y, hasta el presente, mortal. Si habláramos
hoy de medicina privada, ejercida a domicilio, como se hizo en siglos anteriores,
con base en un derecho casi absoluto , por parte del paciente, al secreto
profesional, pasando por alto los derechos de los demás y la forma como se ejerce
hoy día la medicina, el problema estaría mal planteado. En teoría el asunto ya
estaría resuelto; no habría problema y, en la práctica, el paciente tendría que
recluirse en una casa o pieza privada, para recibir tratamiento particular y secreto
de su médico. Pero tal planteamiento es equivocado, como acabamos de ver y,
por lo tanto, llevaría al médico a deducir consecuencias éticas, que no dudamos
en calificar de equivocadas y funestas por las consecuencias negativas que se
seguirían. Por lo demás, hoy día es casi imposible que el paciente dé con un
médico que acepte tratar a un enfermo de SIDA que le imponga tales
restricciones:
- que violan sus deberes legales de informar a las autoridades sanitarias
- y quebrantan las obligaciones éticas que le prescriben defender a terceros, de un
posible contagio. Pero éste no es el caso ordinario. Lo común es que el paciente
de SIDA, sobreponiéndose a sus temores, acepte el tratamiento que se le impone,
en una clínica u hospital.
Ya con este planteamiento, que nos parece el más acertado y actual, quedan
invalidados o debilitados, al menos, los planteamientos que se ponían, a priori, de
parte del derecho del paciente al secreto profesional o de parte de los derechos de
terceros a la información, en forma casi indefinida, hasta diluir o anular el derecho
del enfermo al secreto.

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