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Abriendo caminos hacia la democracia

Discurso pronunciado por el diputado Juan Miguel Matheus a propósito de la clausura del
Seminario de Formación Juventud y Destino de la Nación
Caracas, 24 de febrero de 2018
Hotel President

La crisis que padecemos se asoma con un cierto carácter de totalidad. Abarca todos los
ámbitos de la existencia venezolana: lo personal y lo social, lo material y lo espiritual. Y junto a
ello emerge una aparente (quiero insistir en que es solo aparente), una aparente ausencia de
valores morales que alumbren caminos para superar nuestras dificultades de pueblo. Vivimos
una noche oscura en la que la incertidumbre tiende a consumir la razón y aparece la más
demoníaca de todas las tentaciones: la desesperanza. Por eso ahora, cuando pareciera que falta
la luz de la esperanza, debemos disponernos a ponderar sosegada y sensatamente la realidad
contra la cual luchamos para (i) hallar renovadas fuentes de esperanza y (ii) encontrar senderos
que permitan la liberación de nuestra amada Patria. Tenemos la necesidad de comprender la
dramática situación en la que se encuentran Nicolás Maduro y su régimen para grabar a fuego
en nuestras almas una certeza radical: con esperanza responsable, con lucha perseverante,
Venezuela va a cambiar.
Estas líneas han sido escritas con ese propósito: comprender la realidad para ganar nuevamente
la esperanza. Sus destinatarios son jóvenes políticos. He querido titular esta intervención
Abriendo caminos hacia la democracia. El verbo que inicia la frase está en gerundio, en acción y
realización, porque así debe ser nuestra disposición ante los desafíos que enfrentamos y porque
ese es el talante de una sociedad que se niega a doblegarse ante la injusticia. La historia enseña
que las ansias de dominación siempre serán enfrentadas por el espíritu aguerrido del pueblo de Venezuela.
Dividiré mi intervención en tres partes. En primer lugar referiré la debilidad del régimen
dictatorial venezolano, reflexionaré sobre la imposibilidad de prever cómo será concretamente
el quiebre del régimen y sobre la necesidad de prepararnos para una transición real, no para
transiciones ideales que no existen. En segundo lugar trataré la cuestión del quiebre del
régimen y del proceso de transición democrática, y el papel que en ello jugará el Frente Amplio
cuya creación hemos anunciado al país. Y por último, esbozaré cómo pienso deben ser las
disposiciones morales de los jóvenes venezolanos que, una vez alcanzada la transición,
consagren sus vidas a la reconstrucción nacional.
I.
Comencemos reflexionando –también en gerundio– sobre la situación actual del país. Esta
semana se publicó la Encuesta Sobre Condiciones de Vida 2018 y los resultados confirman
nuestro día a día. El país muere de hambre y de mengua, lo cual tiene consecuencias
intergeneracionales y marcará la vida de generaciones enteras en el futuro. Noventa por ciento
de los hogares venezolanos manifiestan que sus ingresos no alcanzan para comer y sesenta por
ciento declara haberse irse a dormir con el estómago vacío ¡Noventa por ciento de los hogares
venezolanos vive bajo el umbral de la pobreza!

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Sumado a esto se encuentran quienes fueron asesinados por fuerzas de seguridad del Estado,
los presos políticos y las víctimas de torturas y tratos inhumanos. Nicolás Maduro es un
dictador y la Revolución Bolivariana es un sistema político de vocación totalitaria que sigue el
guión clásico de sometimiento, muerte y represión de los socialismos reales del S.XX.
En este sentido, piénsese que lamentablemente Venezuela entró al S.XX en el año 1935,
después de la muerte de Juan Vicente Gómez, y solo podrá entrar al S.XXI cuando derrotemos
la revolución bolivariana.
Frente a todo lo anterior, y ante un régimen que se esfuerza por demostrar que tiene todo el
poder, debemos preguntarnos si esa condición de fuerza es apariencia o es realidad:
1. Quebraron la nación y no tienen dinero. La escasez de recursos económicos le impiden
mantener las redes de corrupción y alimentar las fidelidades nacionales e internacionales.
2. El mundo entero los condena y los rechaza. Nicolás Maduro es reconocido como el carnicero y,
para vergüenza de todos, los representantes de su gobierno son despreciados por el
mundo libre, al estar vinculados con el terrorismo y con el narcotráfico.
3. Perdieron el apoyo popular. El país los reconoce como causa de los problemas y ve en su
salida del poder una condición necesaria para alcanzar el bienestar.
Ante estas debilidades del régimen podemos identificar una aparente fortaleza: el apoyo de las
Fuerzas Armadas. Ese es un tema opaco y sensible, al cual dedicaré pocas líneas.
Tradicionalmente, el mundo castrense luce fiel hasta que ocurre lo contrario. Cuando Manuel
Caballero analiza lo ocurrido el 23 de enero de 1958, ofrece una idea que nos debe llamar a la
reflexión. Dice: “Si uno examina los testimonios sobre el momento y encuentra mucha gente
atribuyéndose la iniciativa de la conspiración y más importantes desarrollos, no se tome esto
como el simple deseo de uncir el propio vagón al tren de la historia. Es muy probable que sea
cierto, pues en ese momento todo el mundo está conspirando, como suele suceder cuando un
régimen vive sus últimos momentos. (Caballero, 1998:106)”. De manera, como enseña
Caballero y lo sabía el mismísimo Hugo Chávez, que en Venezuela con los militares nunca se
está seguro.
Por todas estas razones podemos afirmar con responsabilidad que el régimen es débil y que su
avanzada autocrática así lo evidencia. Ellos no dan un paso al frente y atropellan porque se
sienten seguros. Todo lo contrario. Echan para adelante porque no tienen más opción, porque
cuando voltean la mirada ven el abismo de la miseria que han creado, porque no ven futuro
más allá del poder y por eso no tienen más opción que la profundización de su perversidad.
Pero la pregunta que necesariamente sigue a este análisis se refiere al quiebre del régimen.
¿Cuándo va a ocurrir? ¿Cómo sucederá? ¿Qué debemos hacer para propiciarlo? Sobre el
momento –cuándo va a ocurrir– debemos decir que nadie lo sabe. Quien diga que lo sabe
miente irresponsablemente. Y no es la primera vez en la historia que esto sucede. Sobre el
carácter imprevisible del cambio político no existe frase más ilustrativa que la del connotado
politólogo alemán Klaus von Beyme quien, ante el desplome del muro de Berlín, sentenció: “la
caída del socialismo real fue metodológicamente un viernes negro para la ciencia política”.
Quiso con esto decir que “los científicos sociales no pudieron decir nada antes, sino después”
(Werz, 2016: 20).

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Y en este punto quisiera transmitir una cura de realismo. No hay barita mágica, no hay fórmula
perfecta. Abriremos los caminos hacia la democracia, pero les puedo asegurar que es muy
probable que no sucederá como soñamos, sino como podamos. Porque la historia recuerda
que no hay transiciones perfectas, hay transiciones reales.
Al respecto, Don Patricio Aylwin, líder de la transición chilena y primer presidente de la
democracia, escribió en sus memorias unas palabras sobre las transiciones reales que vale pena
compartir el día de hoy:
Al triunfar en Octubre del 88, los chilenos concertados por la democracia derrotamos a
Pinochet en su propia cancha. Esa circunstancia, que refuerza la solidez de nuestro
triunfo, significó limitaciones que caracterizan nuestro proceso de transición. Chile
recuperó la democracia en forma pacífica, sin derramar una gota de sangre. Hoy en Chile
hay libertad y rigen los derechos humanos. Los chilenos vivimos en paz; hemos
superado los odios y divisiones del pasado. Somos capaces de entendernos. El país
progresa. La pobreza disminuye (…).Nuestra transición ha sido exitosa. Pero, sin duda,
tenemos también motivos de desencanto, porque jNo ha sido heroica! y está muy lejos
de cumplir nuestros sueños (1998: 17-18).
Como se ve, lo real, aunque se aleje de los sueños, no pierde bondad, no pierde justicia. Y
estoy convencido que en Venezuela lograremos una transición real de bondad y de justicia, que
será lo mejor posible en las circunstancias extremadamente complejas en las que nos toca
luchar.
II
De esta manera, la liberación de Venezuela se nos presenta como el principal desafío. En líneas
anteriores vimos que no podemos preveer su forma, pero sí debemos identificar, construir y
potenciar la Unidad como recurso político indispensable para alcanzar una transición real.
Considerando esta realidad, hemos planteado la creación de un Frente Amplio para la lucha
democrática. Se trata de la promoción de un (i) espacio plural que (ii) represente a la sociedad
venezolana y tenga (iii) capacidad para articular la acción política. Observemos que la
definición propone tres condiciones: pluralidad, representación y articulación:
- La pluralidad se refiere a la amplitud del espacio, el cual debe recibir a partidos políticos,
gremios, sindicatos, movimientos estudiantiles y organizaciones de la sociedad civil.

- La representación describe la facultad que debe tener el Frente Amplio para evocar las
exigencias y deseos del pueblo de Venezuela; que cada hijo de esta tierra se pueda ver
incluido en la iniciativa.

- Por último, la articulación responde a la necesidad que tenemos de adelantar acciones


políticas que promuevan el cambio de régimen.
Las tres propiedades están interconectadas. No puede haber pluralidad eficiente para la acción
sin representación real. Y será imposible que el Frente Amplio articule acciones políticamente si
el país no se encuentra representado en él. Construir este espacio exigirá lo mejor de nosotros.
Es una noble tarea que debemos asumir con responsabilidad y el primer paso es identificar
nuestros retos y nuestros recursos.

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Así, creo que debemos identificar retos de (i) tipo estructural y (ii) de tipo individual:
- El desafío de tipo estructural es hacer del pluralismo una realidad actuante. Debemos
encontrar caminos de inclusión para la acción y reconocer que lo que sembremos en
unidad lo cosecharemos en democracia. Este propósito exige asumir que, para bien o
para mal, los partidos políticos –quizás después de la Iglesia Católica– somos las
instituciones con mayor tradición en el país en materia de organización social. Después
de dos décadas de comunismo, con nuestros aciertos y con nuestros errores, los partidos seguimos en pie y
nada ni nadie podrá hacernos desistir en nuestro propósito de lucha. Esta idea es importante
porque muchas veces se critica nuestro rol preponderante en la lucha política y debo
decir con respeto que estas posturas responden a un profundo desconocimiento de la
historia de nuestro país. Como ya he dicho, Venezuela sobrevivió las montoneras del
S.XIX y entró al S.XX solo cuando la muerte venció a Juan Vicente Gómez. De modo
que, hasta ese momento, la sociedad venezolana vivía desarticulada. El surgimiento de
los partidos políticos en los años 40 le dio forma a nuestros deseos de libertad y
promovió otros modos de organización social: sindicatos, gremios, colegios y clubes.
Por eso nuestra cultura política tiende a estos modos de articulación y eso es algo que
no podemos desconocer, ni pretender destruir. Los caminos que construyamos deben
considerar esta realidad histórica y renovarla de modo que la amplitud no vaya en
detrimento de nuestra eficiencia.

- Pero volvamos a los desafíos de tipo individual, aquellos que se refieren a nuestra
disposición al encuentro y al consenso. Hemos repetido hasta el cansancio la necesidad
de dejar a un lado nuestras diferencias y abrirnos al esfuerzo compartido. Duele cuando
se ventilan con más dureza los ataques internos que los embates al régimen. Los
arrebatos desmedidos y la hipercrítica evidencian miopía política. El desafío individual
es hacernos humildes, aprender a escuchar y encontrar códigos mínimos de
entendimiento que nos permitan derribar muros y construir puentes. Esta es, quizás, la
tarea más difícil y resulta más urgente en quienes tenemos capacidad de representación
y hablamos por algún sector del país.
En este punto debemos seguir profundizando sobre lo que significa la construcción del Frente
Amplio y advertir que no solo encontramos desafíos. También tenemos medios poderosos,
recursos potentísimos. Me refiero, por un lado, a (i) nuestra tradición republicana y
democrática y, por otro, (i) a nuestra gente.
- En primer lugar nuestra tradición civilista. Durante los últimos años de la República
Civil el país se empeñó de despreciar la herencia que nos dejaron los padres fundadores
de la democracia que nació con Puntofijo. En un acto de imprudencia histórica
decidimos hacernos huérfanos y pensar que todo lo que habíamos alcanzado dependía
únicamente de nuestros recursos naturales. Se popularizó así la arrogante frase que
decía: en Venezuela no hay gobiernos malos o buenos, sino precios bajos y altos del
petróleo. Esa afirmación, además de ser injusta, nos hizo huérfanos y nos despojó de la
conciencia de nuestra historia democrática. Ahora, cuando extrañamos las luces de
aquella democracia, debemos volver a sus logros políticos para sabernos sus hijos y
reconocernos capaces de reeditar sus triunfos con el propósito de no volver a cometer
los mismos errores.

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- Y también debemos hablar de nuestra gente. Pocas plumas han logrado plasmar la
grandeza del alma criolla como lo hizo Andrés Eloy Blanco, quien, además de poeta, se
entregó a la lucha por libertad de Venezuela, militó en Acción Democrática y murió en
el exilio. Andrés Eloy Blanco, conocedor ilustre de lo que esconde nuestro espíritu, no
dudó en afirmar: “No hay en la tierra un pueblo de mayor resistencia ni más bueno que
el mío”. Vemos su afirmación confirmada en el rostro de las madres que no prueban
bocado para dárselo a sus hijos, en el testimonio de la maestra que nunca dejó de ir al
colegio a enseñar, en el joven que se sobrepone a sus miedos y sigue luchando, en el
político que se pone en riesgo para alcanzar la libertad. Venezuela es grande y eso,
queridísimos jóvenes de JDN, no nos lo podemos dejar arrebatar.

III.
Debo concluir. Hemos visto cómo el régimen, aunque no lo parezca, es débil. Hemos
reconocido con humildad que somos incapaces de prever o anunciar concretamente cómo será
el quiebre del régimen de Nicolás Maduro, pero estamos seguros que ocurrirá. Hemos dicho
que nuestra expectativa sobre la transición debe estar preñada de realismo, y que la transición
real que alcancemos en el terreno de la práctica estará presidida por la bondad y la justicia, y
que ese realismo no debe acomplejarnos. También hemos referido que el Frente Amplio que
aspiramos produzca el quiebre del régimen debe ser un espacio pluralismo que represente a
toda la sociedad y la articule para la acción.
Ahora quiero que soñemos juntos. Que soñemos y que nadie aparte de nuestros corazones la
ambición nombre de hacernos mejores personas para cuando llegue el momento, quiera Dios
muy pronto, de la tan ansiada reconstrucción nacional. A la liberación del comunismo la
seguirán la transición democrática y la reconstrucción nacional. Y nuestras almas deben estar
preparadas. Debemos crecer moralmente para que seamos dignos de la tarea de sostener en el
tiempo un nuevo orden de libertades.
En este sentido, hay una cita que debe sensibilizar nuestras conciencias y es oportuno abrazar
en estos momentos. En su discurso de incorporación a la Academia Nacional de Ciencias
Políticas y Sociales, Augusto Mijares, señalaba con su esperanzadora capacidad de iluminar lo
afirmativo venezolano, cómo debía ser la textura moral de los hombres y mujeres llamados a
reconstruir Venezuela después de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Decía Mijares:
“Llegado el día de la reconstrucción, otro polen moral es indispensable para que en el
joven combativo cuaje el hombre reflexivo y constante, para que en el líder se forme el
estadista, para que la turba se transforme en un pueblo con saludable conciencia de
responsabilidad, para que en el jefe de facción aparezca “un corazón todo venezolano”.
Queridísimos jóvenes de JDN: yo veo en ustedes a los estadistas del futuro fraguados en el
polen moral de la generosidad, de la piedad patriótica y de la magnanimidad. Yo veo en ustedes
corazones todo venezolanos. Pido a Dios que en ustedes, y en cientos de miles de jóvenes más,
se preserve ese nuevo polen moral como condición de una salud permanente, tanto en sus
vocaciones políticas personalísimas como en nuestros destinos de pueblo. No podemos
permitir que la democracia naufrague después de la liberación. Cuando venzamos la noche
oscura y comience el amanecer debemos convertirnos en albaceas de ese polen moral que haga

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prevalecer la razón. No debemos dejar espacio para que la venganza se cuele porque no
podemos permitir que el futuro nazca condenado a los sufrimientos del pasado. La
reconciliación es condición necesaria en el camino de prosperidad y responde a dos razones: la
democracia no prosperará mientras los conflictos sean de naturaleza existencial y no
encontraremos la ansiada paz si no nos entregamos al perdón. De esta manera, nuestro deber
como venezolanos y como políticos es seguir abriendo caminos hacia la democracia.

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