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Buscar la Belleza

Esto no es noticia.
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa
Un asunto tan importante como la Belleza jamás ocupa los “encabezados” a no ser que se trate de exhibir mujeres
o hacer publicidad al concepto de “arte” secuestrado por algunos muesos o galerías mercantilizados. Contra eso, y desde sus
entrañas, debe desarrollarse una producción simbólica, una revuelta de los signos, un ascenso semiótico, artístico,
comunicacional, revolucionario definitivo, comprensible y comprensivo.
Es simplemente un error que un “reformismo de la belleza” cumpla con emblematizar a la Revolución estética que
lucha por nacer, porque aun sus mejores triunfos -siempre perfectibles- están bajo acechanza. Mientras el Imperialismo
genera muerte, destrucción, miseria y barbarie en los países coloniales y semi-coloniales; mientras pinta con desolación los
imaginarios actuales, mientras hace lo indecible por secuestrar y fulminar al porvenir… mientras padecemos el gran embrollo
de las mafias mercantiles trasnacionales. La producción de un movimiento estético genuino, desde las bases, no se logrará
sólo con escarbar en los repertorios “folklóricos” para revivir lo que le “gusta al pueblo” y disfrazar de “popular” aquello
que decide una élite. Las condiciones y los tiempos no lo toleran. No se madura una estética revolucionaria sólo por inventar
fraseologías novedosas “lindas”, en audiovisuales, estaciones radiofónicas, realizaciones revisteriles o cibernéticas…
No nacerá la estética de la Revolución plagiándose la vieja estética de las oligarquías, su pasión dudosa por los
“clásicos del arte”, ni sus adoraciones demagógicas por la “ilustración”. El surgimiento de un proyecto estético
revolucionario no nacerá de la imitación de los costumbrismos, de los conservadurismos, de las burocracias ni de las sectas
sino de sus contradicciones sociales de fondo. No será obra de los funcionarios ni de los empresarios. Es imposible revitalizar
el mundo en que vivimos, es inútil aferrarse a él, es preciso atreverse a cambiarlo críticamente desde sus logros mejores y
desde abajo. Si hay un movimiento estético naciente en las entrañas mismas del monstruo, lo hay porque hay proceso
revolucionario y a él responde. No hay mejor motor hacia una producción estética radical (desde las raíces) que la propia
revolución que germina desde adentro. Pero se trata de una producción en transición que refleja su dialéctica y sus urgencias.
La belleza de la Revolución no nace de los “mass media”, no sale de los discursos, no nace de los congresos ni de
los simposios. Nace de las contradicciones que, por millares, van estallando desde el alma misma del sistema. Pero su
nacimiento es una gestación y parto difícil y es necesaria una “mayéutica” que ponga atentos y obedientes a cuantos actores
sean capaces de apoyar, proteger y construir la transición, el parto. Que nazca la Belleza nueva no implica que viva, habrá
que hacer miles de cosas para que tal belleza, “convulsiva” y transformadora, crezca, embarnezca y luzca plena para todos.
Mayéutica lucha adentro, alma adentro, cerebro adentro con campesinos, estudiantes y obreros. Mayéutica con todos y en
todos.
Esa estética de la Revolución humanista requiere medios de comunicación para hacer visible la Belleza
Revolucionaria, que todos la vean y comparen lo que aportan, que todos la miren activamente, sus medios y modos, que se
hagan visibles las herramientas y las relaciones sociales para producirla y que las luchas las extiendan y perfeccionen, que
sean -esos medios- la revolución Bonita de Carne y hueso, que no la den por “terminada”, que no la den por
institucionalizada, que no la den por “definitiva”. Que la hagan Revolución Permanente. Radiodifusoras, televisoras,
periódicos, páginas web… revolucionarios y revolucionándose incluso, claro, en la estética también. La clave es insistir,
insistir, evaluar y volver a probar con un programa consensuado e incisivo. La Belleza misma.
La Belleza nueva transformará, en su escala, el estado de cosas que la humanidad heredó. Transformará todo con
una lucha semiótica contra los conceptos o significados que la han frenado. Tomará de ellos lo mejor y avanzará
permanentemente. O será nada. Hay que capacitarse para dominar las técnicas y capacitarse para liberarnos de los esquemas
ideológicos más pertinaces, clichés que repetimos inconscientemente, o casi. Educarnos para des-educarnos y re-educarnos.
Educarnos para superar lo que nos enseñaron, educarnos para ser sensibles a nuestras sensibilidades nuevas. Educarnos para
una estética que no conocemos, que nos impone desafíos nuevos. Entonces educarnos para superar lo que hemos sido y ser
esta vez mejores… eso sería hermoso ¿No?
Una transformación en la Belleza desde la médula misma de todas las contradicciones sociales, no es asunto sólo de
artistas, galerías, políticas culturales o sabihondos del “buen gusto”. Poetas, pintores, músicos, teatristas, vídeoastas,
intelectuales, bailarines… no son más dueños ni más cuentapropistas de la Belleza. La estética revolucionaria en tanto que
producción ha de ser tarea de todos los sectores que se dispongan a interrogarse inteligentemente, dispuestos a auto-
transformarse crítica y dialécticamente. Una revolución estética que redefina lo hermoso por revolucionario no por cualquier
otra razón. Eso no niega la “belleza” que hubo antes, sólo que la hace distinta y tan de todos que uno tiende a eclipsarse
legítimamente subyugado bajo la hermosura de las cuentas claras, de las escuelas ganadas, de los enfermos atendidos y
curados, del hambre desterrada, de la ternura disciplinada, los acuerdos, alianzas… amores solidarios contra toda alienación
de los seres humanos con su trabajo, por todas partes.
Es la belleza de los consensos nuevos, en las elecciones ganadas por los pueblos, en los debates abiertos y con
lealtad, en las tareas asumidas y en todo lo que está pendiente, incompleto. Es también el sudor en el trabajo creador, en los
médicos y en los voluntarios, es todos esos que traen ganas de poner el pellejo para defender el corazón. La belleza nueva
de una Estética militante, y magnética, para la reclasificación programada y espontánea de las cosas según un orden más
profundo y más preciso e imposible de dilucidar mediante la razón de la miseria. Belleza como una categoría social que
expresa cierto grado de desarrollo del sentido del gusto, de la armonía y del papel de la estética en el conjunto de las relaciones
humanas. Contra la esclerosis mercantilista que se empeña en fabricar estereotipos y palabrería banal para excluir de su
mundo “hermoso” a todos aquellos que no entran el las tallas, modas y el merchandising estándar de la “belleza” de mercado.
La “belleza” nueva crece y derrota al horror conceptual y fáctico labrado por ideologías hegemónicas frecuentemente
horribles, por su apariencia y sus trasfondos, para danos el placer enorme de liberar todos los caudales expresivos de la
humanidad hoy encerrados entre estereotipos de clase. “La ética sea la estética del futuro”.

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