Entender el trabajo en arquitectura como una habilidad propia de un oficio, es decir similar a la
peluquería o a la construcción como pretenden algunos autores, o quizás simplemente ligarla a
una destreza humana sin tanto trasfondo, y por lo algo plana en su quehacer y en el producto de
ese que hacer , tiene a mi juicio algunas complicaciones.
Hay que decir de manera sustantiva que la arquitectura en su desarrollo histórico ha ido
acumulando conocimientos que se revelan de tanto en tanto en las buenas obras de arquitectura,
y que no necesariamente son producto de un saber hacer propio, se trata también de del aporte
evolutivo de otros conocimiento que se vinculan a ese saber hacer, entre otros de las ciencias
sociales y las ciencias exactas ligadas a la física, específicamente la física de los cuerpos en reposo.
A ese conjunto de conocimientos lo podríamos llamar epistemología arquitectónica.
Sin embargo, la cuestión del sujeto y la percepción del sujeto tanto como sujeto cultural, tanto
como sujeto biológico sensible, exponen a la arquitectura, no solo en el ámbito del pensamiento
arquitectónico, sino en la praxis a otro tipo de interpretaciones que van más allá de lo puramente
convencional.
Martin Heidegger plantea sobre el asunto del entendimiento o comprensión, que existir es
entender, es decir la existencia esta necesariamente vinculada a capturar ¿qué hay?, y ¿cómo es lo
que hay?, bajo ese óptica, y hablando desde la contextualidad de una obra arquitectónica
cualquiera, la comprensión del hecho arquitectónico esta dado por la captura sensitiva de una
totalidad, una totalidad compuesta de partes que entregan un tipo de información que es leída
por nosotros en tanto somos seres inteligentes.
Hans Georg Gadamer plantea sobre esta cuestión que la comprensión está vinculada al hecho de
entenderse con otros sobre “algo”, ese “algo” que plantea el discurso arquitectónico conlleva la
singularidad de la comprensión inmediata, lo llamaríamos la “usabilidad sensitiva”, una lectura
personalísima de los muchos códigos insertos en la obra arquitectónica que no requieren ser
llevados a una folletería descriptiva o interpretativa de signos y claves, sino que se trata de una
interpretación inmediata.
Lo complejo del asunto es que sintetizar esos códigos, lenguajes o expresiones, no es un asunto
fácil de alcanzar, y menos el trabajar con ellos. Se trata en síntesis de lo hermenéutico de la
arquitectura, mi apuesta en este sentido es que la arquitectura se mueve sin problemas entre lo
epistemológico y lo hermenéutico.
La calidad de una buena obra de arquitectura plantea entre otros aspectos, la posibilidad de
indagar y evaluar positivamente el manejo de la hermenéutica dispuesta en ella, esto sugiere que
cuando ocurre al revés, es decir cuando existe la incapacidad de comprender la hermenéutica
involucrada en una obra, el resultado es la incomprensión de la misma, así, podríamos suponer
que el trabajo con la codificación hermenéutica no es satisfactorio.
Lo que hablamos entonces dice relación con una suerte de “texto”, en cuyo factura no solo
interviene un conocimiento vinculante y bastante claro contenido en lo epistemológico de lo
arquitectónico, sino que sobre todo, y de manera más importante, lleva asociada una lógica de
interpretación que es producto de la comprensión de la hermenéutica aplicada.
Los códices que aplica la arquitectura en el manejo hermenéutico no son de su invención, son
síntesis del pensamiento humano, es decir son la conceptualización que es propia de nuestra
cultura, por ello, es importante hacer notar que esta cambia de cultura en cultura, y aún más, de
lugar en lugar en tanto haya diferencias culturales importantes.
Lo que dirime lo anterior, en opinión son dos ideas fundamentales, la existencia de una
epistemología de la arquitectura, y la idea sostenida por algunos arquitectos que cada obra de
arquitectura es en realidad una teoría, una teoría propia que se lanza por tratar de explicar el
habitar, si esto es así, el empirismo que conlleva cada recurso arquitectónico dispuesto en la obra,
no es nada menos que el intentar identificar ciertas propuestas en los códigos hermenéuticos
aplicados, y que de ser exitosas, se transforman en certezas contingentes. En beneficio del
conocimiento arquitectónico podríamos apuntar que es la arquitectura probablemente una de las
pocas disciplinas que aporta método a lo hermenéutico aunque no lo haga con una adecuada
claridad