Las dos cartas son una agradable consecución de episodios diversos, algunos de ellos
procedentes de cartas anteriores (entonces inéditas) de Américo, y otros de relatos de otros
viajeros. Por ejemplo, Pedro Mártir dice en su carta de noviembre de 1493, relativa al primer viaje
de Colón, que los caníbales conservan los brazos y las piernas de sus enemigos, que consumirán
más tarde, «en sal, como hacemos nosotros con el jamón». Américo afirma haber visto «carne
humana en salazón, colgando del techo, como solemos colgar nosotros el tocino y la carne de
cerdo». En una carta sobre el segundo viaje de Colón (1493-1496), Mártir describe las iguanas, que
los indios tienen como reserva alimentaria, «colgadas de los árboles, unas con el hocico atado con
una cuerda y otras con los dientes arrancados». Américo afirma haberlas visto en su primer viaje:
«Encontramos muchas serpientes de este tipo, vivas, con las patas atadas y el hocico también
atado con cuerdas para que no pudieran abrirlo». Todo el texto está aderezado con humor y
erudición, y el resultado son dos obras de calidad literaria muy superior a la de la carta de Colón.
¿Qué nos enseñan estas primeras descripciones de América escritas por un genovés, un
milanés y un florentino?