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Américo Vespucio es el personaje más enigmático de los tres.

Este florentino que reside en la


península Ibérica posee cierta educación humanista y además es sin duda un buen navegante, ya
que en 1508 ocupa el puesto de piloto mayor del rey de Portugal. Poco sabemos de sus viajes a
América aparte de lo que dicen los escritos que se le atribuyen. Es seguro que en 1499-1500
participó en la expedición dirigida por Alonso de Hojeda y Juan de la Cosa al continente
sudamericano (expedición que aprovecha los descubrimientos del tercer viaje de Colón), y en
1501-1502 en otra navegación que explora las costas de América mucho más al sur, hasta el Río de
La Plata. Está también el Vespucio escritor, del que apenas tenemos más información. Parece
seguro que el navegante escribió cartas a amigos influyentes de Italia, como Mártir, pero las que le
proporcionan la gloria y se publican (la primera, Mundus Novus, en 1503; la segunda, Quattuor
Navigationes, en 1507) parecen como mínimo muy corregidas, si no totalmente reescritas por
otros autores más expertos en literatura que en navegación y que quizá nunca han salido de
Europa. Atribuyen a Vespucio cuatro viajes, seguramente para que haya hecho tantos como Colón,
y sobre todo un improbable primer viaje en 1497, por lo tanto anterior al tercero de Colón,
durante el cual se supone que llegó a Sudamérica.

Las dos cartas son una agradable consecución de episodios diversos, algunos de ellos
procedentes de cartas anteriores (entonces inéditas) de Américo, y otros de relatos de otros
viajeros. Por ejemplo, Pedro Mártir dice en su carta de noviembre de 1493, relativa al primer viaje
de Colón, que los caníbales conservan los brazos y las piernas de sus enemigos, que consumirán
más tarde, «en sal, como hacemos nosotros con el jamón». Américo afirma haber visto «carne
humana en salazón, colgando del techo, como solemos colgar nosotros el tocino y la carne de
cerdo». En una carta sobre el segundo viaje de Colón (1493-1496), Mártir describe las iguanas, que
los indios tienen como reserva alimentaria, «colgadas de los árboles, unas con el hocico atado con
una cuerda y otras con los dientes arrancados». Américo afirma haberlas visto en su primer viaje:
«Encontramos muchas serpientes de este tipo, vivas, con las patas atadas y el hocico también
atado con cuerdas para que no pudieran abrirlo». Todo el texto está aderezado con humor y
erudición, y el resultado son dos obras de calidad literaria muy superior a la de la carta de Colón.

¿Qué nos enseñan estas primeras descripciones de América escritas por un genovés, un
milanés y un florentino?

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