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Por el derecho al asilo para Ricardo Palma.

Casi 28 años han transcurrido desde que Pinochet entregara la banda presidencial a Patricio
Aylwin, uno de los principales instigadores del Golpe de Estado.

28 largos años, de pactos y acuerdos en la cocina, de perdonazos judiciales para el dictador, su


familia, herederos civiles y militares; de una transición que garantiza impunidad a golpistas,
genocidas, corruptos, explotadores y usurpadores.

Por el contrario, quienes dignamente se rebelaron en todos los campos, contra la dictadura y
su proyecto antipopular, fueron disueltos y aniquilados con toda la fuerza y recursos de los
nuevos administradores de palacio, consolidando por la fuerza de los hechos y los hechos de la
fuerza la política de aniquilación inaugurada con el golpe de Estado.

En Chile, con Pinochet en la Moneda y fuera de ella se continuaron violando los Derechos
Humanos de las mayorías populares, se mantuvo la impunidad para genocidas ahora
travestidos en demócratas, y la prisión para quienes se rebelaron contra la dictadura; se
profundizó el modelo político y económico de la dictadura, manteniendo y legitimado la obra
de la dictadura hecha constitución.

Se mantuvieron y perfeccionaron los aparatos de persecución política, judicial, policial y militar


contra todo asomo de resistencia al pacto transicional, transformado la guerra sucia en una
política de Estado a través de la Oficina, donde se combinaron procedimientos legales e
ilegales, policiacos, jurídicos, comunicacionales y militares que pasaron por alto los derechos
humanos del “nuevo enemigo interno”.

En ese contexto, fue procesado y condenado Ricardo Palma, en base a la labor de


“inteligencia” que repitiera el mismo recetario “antisubversivo” de la dictadura: un juicio que
no estableció garantías para una adecuada defensa, llevado a cabo por el mismo poder judicial
que garantizó impunidad a genocidas y corruptos, que al amparo de la Ley Antiterrorista elevó
penas, prescindiendo de medios de prueba acordes a la envergadura de la pena; una sentencia
que dejó claro que la justicia “en la medida de lo posible” era obsecuente con genocidas y
feroz contra quienes desafiaran el proyecto político fundado por la dictadura: señalando que
para unos el destino sería mantener sus posiciones de privilegios y para otros la cárcel o el
cementerio.

Dadas las condiciones políticas y jurídicas en que fue juzgado y sentenciado Ricardo Palma y
sus compañer@s, además de la particular aplicación del derecho en nuestro país, que permite
que corruptos, coludidos y violadores de derechos humanos gocen de impunidad, mientras
persigue y aplica todo el rigor de la fuerza estatal contra el pueblo mapuche y otras
expresiones de lucha social, es que solidarizamos con su justa demanda de asilo político en
Francia.

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