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LA PROTECCIÓN DEL CONSUMIDOR DESDE UNA PERSPECTIVA

CONSTITUCIONAL

La protección al consumidor es de gran importancia, ya que ha llamado la atención en


el derecho administrativo, pero pocos han sido los estudios desde la perspectiva
constitucional, sin embargo, estos estudios han ido evolucionado con el pasar del
tiempo.
En esta nueva forma de ver las cosas no sólo resulta pertinente por lo que se pueda
aportar desde la perspectiva constitucional para la resolución de los casos, sino
también como producto del influjo de algunas consideraciones actuales vinculadas
con la Constitución, que obligan a una comprensión del poder en general y del Estado
en particular muy ligada a una lógica normativa del contenido.
De esta manera existe cierto presupuestos constitucionales, Como decíamos, que
actualmente hay un mayor interés por parte del Derecho Constitucional por
inmiscuirse en el estudio y análisis de materias tradicionalmente propias de otras
disciplinas o áreas del Derecho, entre otras cosas, a un cambio de paradigmas
productos de una noción de Constitución que busca imponer su carácter normativo sin
embargo no escapa el poder que tienen los proveedores en las relaciones de su
consumo que construyen con los consumidores es por ello que se cree conveniente
explicar el un sustento constitucional.
El estado tiene una gran responsabilidad de cuidar el bienestar y salud de los
proveedores, en efecto, podemos revisar el artículo 65° de la Constitución para
observar como en nuestro país, el constituyente ha optado claramente por una visión
de la relación de consumo en la que el proveedor es la parte más fuerte y el
consumidor, la más débil. Es por ello que el Estado se encuentra obligado en defender
el interés de los consumidores y usuarios, y así de esta manera para luego entrar a
precisar algunos de sus derechos de estos mismos. Con el pasar del tiempo los
derechos fundamentales han ido evolucionando de tal manera el consumidor es
protegido por cualquier atropello que puedan existir del productor.
Los derechos fundamentales, por su propia naturaleza, acompañan a la persona en
todo ámbito o espacio de su vida. Si bien hay derechos que se tornan eficaces en
determinados escenarios (como por ejemplo los derechos a la remuneración, de
sindicación y huelga adquieren especial significación en el marco de una relación
laboral); en el caso de la relación de consumo, muy a despecho de la relevancia que
reviste el derecho a la información, a la salud y a la seguridad (que son los enunciados
en nuestra Constitución al ocuparse de la defensa de los consumidores), los derechos
fundamentales que entran en juego y que pueden verse afectados son prácticamente
innumerables.
Podemos decir que la afectación de un derecho fundamental puede traer como
correlato el menoscabo de otro derecho y así sucesivamente, la preocupación
constitucional sobre la manera como el Estado protege a los consumidores es
insoslayable.
Entorno al concepto constitucional partir de lo señalado hasta aquí es posible
comprender razonablemente y desde una perspectiva constitucional por qué en una
relación de consumo el Estado está llamado a romper el rol neutral, que en principio
le corresponde cuando se trata del ejercicio de las libertades económicas, y asume más
bien un papel tuitivo a favor de los consumidores, no menos relevante es entrar a
desarrollar algunas ideas en torno a lo que desde nuestra Constitución se puede
entender por consumidor.
Asimismo, existe dos tipos de consumidores uno de ellos es “consumidor razonable”
conlleva a restringir el ámbito de protección del sistema, ya que sólo habría lugar a
recibir tutela en aquellos casos en que se logre demostrar que, a pesar de la diligencia,
responsabilidad e información con que debería haber actuado el consumidor, se
produjo la lesión a sus derechos. En otros términos, las cargas que se impondrían a
éste para ser protegido serían en alguna medida mayores y por el consiguiente y
ultimo tipo de consumidor “consumidor promedio” el espectro de protección más bien
crece, como quiera que no sea parte necesariamente de un estándar de diligencia,
información o responsabilidad, sino que, en todo caso, se analiza cada contexto y
escenario en particular. En este sentido, podrían darse situaciones en las que se
protejan a consumidores que han actuado por debajo de lo “razonable” por cuestiones
de índole cultural, costumbres, usos, entre otros. Entonces podemos decir en lo que
concierne a los derechos fundamentales del consumidor la Constitución peruana
resulta sumamente discreta en tanto hace referencia, por lo menos de manera
explícita, tan sólo a los derechos de información, salud y seguridad. No obstante,
conforme vamos a tener oportunidad de ver en seguida, sobre la base de la concepción
de derechos arraigada en el texto constitucional, es posible inferir una razonable e
importante ampliación de ese catálogo a su favor.
Por otra parte, existe tres clases de concepción de derecho, el primero es el Derecho
jurídico-positivo. Desde esta perspectiva y en atención a que los derechos
fundamentales vendrían a ser valores superiores del ordenamiento jurídico, se
consideraría como tales a todos aquellos que han sido reconocidos explícitamente en
el texto constitucional, el segundo como material, respalda su noción de derecho
fundamental en el componente más bien ético-moral. En este sentido, para que un
derecho sea tal, el elemento gravitante sería la exigencia moral o los valores que por
su intermedio se buscan proteger. Como seguramente el lector puede haber percibido,
esta segunda concepción a diferencia de la primera, presenta cierto nivel de
incertidumbre respecto de la identificación de un derecho fundamental, sin embargo,
esto no es del todo malo si consideramos que para la concepción formal, por un lado,
todo derecho muy independientemente de si hay o no razones morales que lo
sustentan en tanto esté en la Constitución, será fundamental lo que, a contrario sensu
significa que si no está en ella, muy a pesar de su relevancia moral, no necesariamente
gozaría de dicha condición, y por ultimo tendríamos la concepción que podríamos
llamar procedimental, según la cual si los derechos fundamentales son condiciones
indispensables y de singular importancia para la persona, su nivel de protección debe
ser el más rápido y efectivo al cual podría aspirar un derecho. En este orden de ideas,
siendo los procesos constitucionales de la libertad, los mecanismos procesales que
ostentan tales virtudes.
Sin embargo, también existen tipos de derechos los Explícitos o numerados que están
reconocidos en la Constitución y por ultimo Implícitos o no numerados Derivados de
los principios y valores del Art.3. Asimismo da lugar al estudio del el principio de
razonabilidad o proporcionalidad y el test de proporcionalidad Sin perjuicio de lo
expuesto, de cara a la protección constitucional de los derechos fundamentales del
consumidor, no podemos dejar de mencionar el principio de razonabilidad o
proporcionalidad y el consecuente test de proporcionalidad, en tanto constituye la
principal técnica utilizada por el Tribunal Constitucional de nuestro país para la
resolución de controversias en materia de derechos.
No obstante, muy a despecho de las peculiaridades del contexto en el que el citado
principio fue incorporado en la dinámica constitucional de cada país, actualmente se
puede afirmar que constituye una de las principales herramientas que tienen a su
disposición los jueces con el objeto de cautelar la vigencia efectiva de los derechos
fundamentales. Esto se explica, entre otras cosas, por la comprensión de las normas
iusfundamentales como normas-principio y, por consiguiente, como mandatos de
optimización. Se traducen entonces, en obligaciones tanto positivas como negativas,
orientadas a generar o promover un mayor y mejor ámbito de ejercicio de los derechos
fundamentales con respecto a las posibilidades fácticas y jurídicas. El principio de
razonabilidad/proporcionalidad en la experiencia peruana al respecto, la experiencia
peruana resulta curiosa, debido a que como vamos a ver, nuestro texto constitucional
sí menciona expresamente la existencia del principio de razonabilidad o
proporcionalidad, pero lo hace en un dispositivo que pone en tela de juicio si
realmente hubo una intención del constituyente de consagrarlo como una
herramienta de vital importancia para examinar el grado de afectación de los derechos
fundamentales por los actos de poder, y por consiguiente, para definir cuándo
estamos ante un comportamiento arbitrario de la autoridad. El test de
proporcionalidad, ahora bien, a efectos de dilucidar cuándo una actuación que incide
en el ejercicio de los derechos fundamentales está desprovista de arbitrariedad, el
principio de razonabilidad obliga a la realización de tres juicios, que estructuran el
denominado test de proporcionalidad. Sobre la base de la concepción de las normas
iusfundamentales como normas principio y, por consiguiente, mandatos de
optimización en cuanto a las posibilidades fácticas y jurídicas; los juicios de adecuación
y de necesidad están orientados a las primeras, mientras que el juicio de
proporcionalidad en sentido estricto o ponderación a las segundas.

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