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BOHEMIARIO

1. Frío – Manuel M. Flores


2. Amor oscuro – Ignacio Manuel Altamirano
3. Conversando – Josefa Murillo
4. La flor – Josefa Murillo
5. Amémonos – Manuel M. Flores
6. María – Ignacio Manuel Altamirano
7. Un beso nada más – Manuel M. Flores
8. Definiciones – Josefa Murillo
9. Recuerdos – Ignacio Manuel Altamirano
10. Ausencia – Manuel M. Flores
11. Desahucio – Josefa Murillo
12. Soñando – Manuel M. Flores
13. A unos ojos – Josefa Murillo
14. Triste pasión – Josefa Murillo
15. Adiós – Manuel M. Flores
Media noche, vida mía,
sólo eso me dio.
Mi amor, al llegar el día,
para siempre se marchó.
En noche de bohemia le canto.
Lo que a mí me pasó,
Un marinero, en el puerto,
La misma historia contó,
En noche de bohemia le lloro.
Para que, al próximo poeta,
No le pase lo que canto yo.
Frío Llevaba en el cinto
su pobre calzado;
su hermano pequeño
(Cuento Bohemio) que marcha a su lado
le dice: -"No sienten
la nieve tus pies?"
La tarde era triste,
la nieve caía, "Mis pies nada sienten
su blanco sudario responde con calma
los campos cubría; "El frío que yo siento
ni un ave volaba, lo llevo en el alma;
ni oíase rumor. y el frío de la nieve
más duro no es".
Apenas la nieve
dejando su huella,
pasaba muy triste, Y dice el pequeño
muy pálida y bella, que helado tirita:
la niña que ha sido -"¡Más frío que el de nieve!...
del valle la flor. ¿Cuál es, hermanita?
¡No hay otro que pueda
decirse mayor!...

-"Aquel que de muerte


las almas taladre;
aquel que en el alma
me puso mi madre
el día que a mi esposo
me unió sin amor".
Amor oscuro nuestro amor es pequeño.

Si para ti fui sombra


cuando cubrí tu cuerpo,
si cuando te besaba
mis ojos eran ciegos,
sigamos siendo noche,
como la noche inmensos,
con nuestro amor oscuro,
Conversando

sin límites, eterno...


Su mirada era un sol, amiga mía;
Porque a la luz del día
Brilló en mi cielo, disipó mi llanto…
- ¿Y te acuerdas aún…? Cuando me acuerdo, lloro!

-Y todavía,

Cuando me acuerdo, canto!

Era un sol, su mirada, y aquel día


Que ví un adiós en sus reflejos de oro…
-¿Y te acuerdas aún…?

-Y todavía,
La flor

Inédita.

Un hombre me
dio una flor
Que yo nunca le
pedí,
Y en cambio
pidióme amor,
Y yo mi amor no le
dí.

Pero Dios me ha castigado,


Porque dando mis amores
A otro hombre, le pedí flores,
Y ni flores, ¡ay! me ha dado,
Amémonos muy lejos yo de ti, sin conocerte
en la ara de mi amor te levanté.

Buscaba mi alma con afán tu alma, No preguntaba ni sabía tu nombre,


buscaba yo la virgen que mi frente ¿En dónde iba a encontrarte? lo ignoraba;
tocaba con su labio dulcemente pero tu imagen dentro el alma estaba,
en el febril insomnio del amor. más bien presentimiento que ilusión.

Buscaba la mujer pálida y bella Y apenas te miré... tú eras ángel


que en sueño me visita desde niño, compañero ideal de mi desvelo,
para partir con ella mi cariño, la casta virgen de mirar de cielo
para partir con ella mi dolor. y de la frente pálida de amor.

Como en la sacra soledad del templo Y a la primera vez que nuestros ojos
sin var a Dios se siente su presencia, sus miradas magnéticas cruzaron,
yo presentí en el mundo tu existencia, sin buscarse, las manos se encontraron
y, como a Dios, sin verte, te adoré. y nos dijimos "te amo" sin hablar

Y demandando sin cesar al cielo Un sonrojo purísimo en tu frente,


la dulce compañera de mi suerte, algo de palidez sobre la mía,
y una sonrisa que hasta Dios subía...
asi nos comprendimos... nada más.

¡Amémonos, mi bien! En este mundo


donde lágrimas tantas se derraman,
las que vierten quizá los que se aman
tienen yo no sé que de bendición.
dos corazones en dichoso vuelo;
¡Amémonos, mi bien! Tiendan sus alas
amar es ver el entreabierto cielo
y levantar el alma en asunción.

Amar es empapar el pensamiento


en la fragancia del Edén perdido;
amar es... amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón.
Es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, escuchar tu acento,
en el alma sentir el firmamento
y morir a tus pies de adoración.
María
Allí por vez primera
Un extraño temblor desconocido,
Allí en el valle fértil y risueño, De repente, agitado y sorprendido
Do nace el Lerma y, débil todavía Mi adolescente corazón sintiera.
Juega, desnudo de la regia pompa
Que lo acompaña hasta la mar bravía; Turbada fue de la niñez la calma,
Allí donde se eleva Ni supe qué pensar en ese instante
El viejo Xinantécatl, cuyo aliento Del ardor de mi pecho palpitante
Por millares de siglos inflamado, Ni de la tierna languidez del alma.
Al soplo de los tiempos se ha apagado,
Pero que altivo y majestuoso eleva Era el amor: mas tímido, inocente,
Su frente que corona eterno hielo Ráfaga pura del albor naciente,
Hasta esconderla en el azul del cielo; Apenas devaneo
Del pensamiento virginal del niño;
Allí donde el favonio murmurante No la voraz hoguera del deseo,
Mece los frutos de oro del manzano Sino el risueño lampo del cariño.
Y los rojos racimos del cerezo
Y recoge en sus alas vagarosas Yo la miré una vez — virgen querida
La esencia de los nardos y las rosas; Despertaba cual yo, del sueño blando
De las primeras horas de la vida: El hado, entre las sombras, mudo y ciego,
Pura azucena que arrojó el destino Y de la dicha del vivir decide
De mi existencia en el primer camino, Para romperla sin clemencia luego.
Recibían sus pétalos temblando
Los ósculos del aura bullidora ¡Ay! Que esta unión purísima debiera
Y el tierno cáliz encerraba apenas No turbarse jamás, que así la dicha
El blanco aliento de la tibia aurora. Tal vez perenne en la existencia fuera:
¿Cómo no ser sagrada y duradera
Cuando en ella fijé larga mirada si la niñez entretejió sus lazos
De santa adoración, sus negros ojos Y la animó, divina, entre sus brazos
De mi apartó; su frente nacarada La castidad de la pasión primera?
Se tiñó del carmín de los sonrojos;
Su seno se agitó por un momento, Pero el amor es árbol delicado
Y entre sus labios espiró su acento. Que el aire puro de la dicha quiere,
Y cuando de dolor el cierzo helado
Me amó también. — Jamás amado había; Su frente toca, se doblega y muere.
Como yo, esta inquietud no conocía,
Nuestros ojos ardientes se atrajeron ¿No es verdad? ¿no es verdad, pobre María?
Y nuestras lamas vírgenes se unieron ¿Por qué tan pronto del pesar sañudo
Con la unión misteriosa que preside Pudo apartarnos la segur impía?
¿Cómo tan pronto oscurecernos pudo Entonces, en los días inocentes
La negra noche en el nacer del día? De nuestro amor, una mirada sola
Fue la felicidad, los puros goces
¿Por qué entonces no fuimos más felices? De nuestro corazón... el casto beso,
¿Por qué después no fuimos más constantes? La tierna y silenciosa confianza,
¿Por qué en el débil corazón, señora, La fe en el porvenir y la esperanza.
Se hacen eternos siglos los instantes,
Desfalleciendo antes Entonces... en las noches silenciosas,
De apurar del dolor la última hora? ¡Ay! cuántas horas contemplamos juntos
Con cariño las pálidas estrellas
¡Pobre María! Entonces ignorabas En el cielo sin nubes cintilando,
Y yo también, lo que apellida el mundo Como si en nuestro amor gozaran ellas;
¡Amor... amor! Y ciega no pensabas
Que es perfidia, interés, deleite inmundo, O el resplandor benéfico y amigo
Y que tu alma pura y sin mancilla De la callada luna,
Que amó como los ángeles amaran De nuestra dicha plácido testigo,
Con fuego intenso, mas con fe sencilla, O a las brisas balsámicas y leves
Iba a encontrarse sola y sin defensa Con placer confiamos
De la maldad entre la mar inmensa. Nuestros suspiros y palabras breves.
¡Oh! ¿qué mal hace al cielo Muy pronto, sí, nos condenó la suerte
Este modesto bien, que tras él manda A no vernos jamás hasta la muerte:
De la separación el negro duelo, Corrió la primera lágrima encendida
La frialdad espantosa del olvido Del corazón a la primera herida,
Y el amargo sabor del desengaño, Mas pronto se siguió el pensar profundo,
Tristes reliquias del amor perdido? Del desdén la sonrisa amenazante
Y la mirada de odio chispeante,
Hoy sabes qué sufrir, pobre María, Terrible reto de venganza al mundo.
Y sentiste al presente
El desamor que mezcla su hiel fría Mucho tiempo pasó. — Tristes seguimos
De los placeres en la copa ardiente, El mandato cruel del hado fiero
El cansancio, la triste indiferencia, Contrarias sendas recorriendo fuimos
Y hasta el odio que impío Sin consuelo ni afán... Y bien, señora,
El antes cielo azul de la existencia ¿Podremos sin rubor mirarnos ora?
Nos convierte en un cóncavo sombrío, ¡Ah! ¡qué ha quedado de la virgen bella!
Y la duda también, duda maldita Tal vez la seducción marcó su huella
Que de acíbar eterno el alma llena, En tu pálida frente ya surcada,
La enturbia y envenena Porque contemplo en tus hundidos ojos
Y en el caos del mal la precipita. Señal de llanto y lívida mirada
Con el fulgor de acero de la ira.
Se marchitaron los claveles rojos Ya que ni un faro de esperanza vemos
Sobre tus labios ora contraídos Llenos de duda y de pesar marchamos,
Por risa de desdén que desafía Marchamos siempre, y a perdernos vamos
Tu bárbaro pesar, ¡pobre María! ¡Ay! De la muerte en el océano oscuro,
¿Hay más allá riberas?... no es seguro,
Y yo... yo estoy tranquilo: Quién sabe si las hay; mas si abordamos
Del dolor las tremendas tempestades, A esas riberas torvas y sombrías
Roncas rugieron agitando el alma; Y siempre silenciosas,
La erupción fue terrible y poderosa... Allí sabré tus quejas dolorosas,
Pero hoy volvió la calma Y tú también escucharás las mías.
Que se turbó un momento, 1864.
Y aunque siente el volcán mugir violento
El fuego adentro dél, nunca se atreve
Su cubierta a romper de dura nieve.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
.
Continuemos, mujer, nuestro camino.
¿Dónde parar?... ¿Acaso los sabemos?
¿Lo sabemos acaso? Que destino
Nos lleve como ayer: ciegos vaguemos,
Un beso nada más ¡Oh! ¡sosténme en la vida de tus brazos
para que no me mates con tu beso!

Bésame con el beso de tu boca,


cariñosa mitad del alma mía:
un solo beso el corazón invoca,
que la dicha de dos... me mataría.

¡un beso nadamás!... Ya su perfume


en mi alma derramándose la embriaga
y mi alma por tu beso se consume
y por mis labios impaciente vaga.

¡Júntese con la tuya!... Ya no puedo


lejos tenerla de tus labios rojos...
¡Pronto... dame tus labios!... ¡tengo miedo
de ver tan cerca tus divinos ojos!
Hay un cielo, mujer en tus abrazos,
siento de dicha el corazón opreso...
Definiciones AMOR, ES
UNA
LAGRIMA.
Amor, dijo la
rosa, es un
perfume;
amor es un
murmullo, dijo
el agua;
amor es un
suspiro, dijo el
céfrio;
amor, dijo la luz,
es una llama.

¡Oh, cuánto
habéis mentido!
Recuerdos En que te dije adiós, cuando en tus brazos
Sollozaba infeliz al separarme,
Y con el seno herido hecho pedazos,
Se oprime el corazón al recordarte, Aún balbucí tu nombre al alejarme?
Madre, mi único bien, mi dulce encanto;
Se oprime el corazón y se me parte, Debiste llorar mucho. Yo era niño
Y me abrasa los párpados el llanto. Y comencé a sufrir, porque al perderte
Lejos de ti y en la orfandad, proscrito; Perdí la dicha del primer cariño.
Verte nomás en mi delirio anhelo; Después, cuando en la noche solitaria
Como anhela el presito Te busqué para orar, sólo vi el cielo,
Ver los fulgores del perdido cielo. Al murmurar mi tímida plegaria,
Mi profundo y callado desconsuelo.
¡Cuánto tiempo, mi madre, ha transcurrido
Desde ese día en que la negra suerte Era una noche oscura y silenciosa,
Nos separó cruel!... ¡Tanto he sufrido Sólo cantaba el búho en la montaña;
Desde entonces, oh Dios, tanto he perdido, Sólo gemía el viento en la espadaña
Que siento helar mi corazón de muerte! De la llanura triste y cenagosa.
Debajo de una encina corpulenta
¿No lloras tú también ¡oh madre mía! Innoble entonces me postré de hinojos,
Al recordarme, al recordar el día Y mi frente incliné calenturienta.
¡Oh! ¡cuánto pensé en ti llenos los ojos Me agito en la orfandad, busco un abrigo
De lágrimas amargas ... la existencia! Donde encontrar la dicha, la ternura
Fue ya un martirio, y erial de abrojos De los primeros días; — ni un amigo
El sendero del mundo con tu ausencia. Quiere partir mi negra desventura.
Todo miro al través del desconsuelo;
Mi niñez pasó pronto, y se llevaba Y ni me alivia en mi dolor profundo
Mis dulces ilusiones una a una; El loco goce que me ofrece el mundo,
No pudieron vivir, no me inspiraba Ni la esperanza que sonríe en el cielo.
El dulce amor que protegió mi cuna.
Vino después la juventud insana, Abordo ya la tumba, madre mía,
Pero me halló doliente caminando Me mata ya el dolor... voy a perderte,
Lánguido en pos de la vejez temprana, Y el pobre ser que acariciaste un día
Y las marchitas flores deshojando ¡Presa será temprano de la muerte!
Nacidas al albor de mi mañana.
Cuando te dije adiós, era yo niño:
Nada gocé; mi fe ya está perdida; Diez años hace ya; mi triste alma
El mundo es para mí triste desierto; Aún siente revivir su antigua calma
Se extingue ya la lumbre de mi vida, Al recordar tu celestial cariño.
Y el corazón, antes feliz, ha muerto. Era yo bueno entonces, y mi frente
Muy tersa aún tu ósculo encontraba... Y de los anchos ríos como mares,
Hace años, de dolor la reja ardiente Y de la brisa tibia y perfumada
Allí dos surcos sin piedad trazaba. Do tu cabaña está mujer amada.

Envejecí en la juventud, señora; Ya te veré muy pronto madre mía;


Que la vejez enferma se adelanta, Ya te veré muy pronto, ¡Dios lo quiera!
Cuando temprano en el dolor se llora, Y oraremos humildes ese día
Cuando temprano el mundo desencanta Junto a la cruz de la montaña umbría,
Y el iris de la fe se descolora. Como en los años de mi edad primera.
Cuando contemplo en el confín del cielo,
En la mano apoyando la mejilla, Olvidaré el furor de mis pasiones,
Mis montañas azules, esa sierra Me volverán rientes una a una
Que apenas a vislumbrar mi vista alcanza, De la niñez las dulces ilusiones,
Dios me manda el consuelo, El pobre techo que abrigó mi cuna.
Y renace mi férvida esperanza, Reclinaré en tu hombro mi cabeza
Y me inclino doblando la rodilla, Escucharás mis quejas de quebranto,
Y adoro desde aquí la hermosa tierra Velarás en mis horas de tristeza
De las altas palmeras y manglares, Y enjugarás las gotas de mi llanto.
De las aves hermosas, de las flores,
De los bravos torrentes bramadores, Huirán mi duda, mi doliente anhelo.
Recuerdos de mi vida desdichada;
Que allí estarás, ¡oh ángel de consuelo!
Pobre madre infeliz... ¡madre adorada!.
México, 1858.
Ausencia
¡Quién me diera tomar tus manos blancas Oh! quién me diera ser tu misma sombra
para apretarme el corazón con ellas, el mismo ambiente que tu rostro baña,
y besarlas... besarlas, escuchando y, por besar tus ojos celestiales,
de tu amor las dulcísimas querellas! la lágrima que tiembla en tu pestaña.

¡Quién me diera sentir sobre mi pecho Y ser un corazón todo alegría,


reclinada tu lánguida cabeza, nido de luz y de divinas flores,
y escuchar, como enantes, tus suspiros, en que durmiese tu alma de paloma
tus suspiros de amor y de tristeza! el sueño virginal de sus amores.

¡Quién me diera posar casto y suave Pero en su triste soledad el alma


mi cariñoso labio en tus cabellos, es sombra y nada más, sombra y enojos...
y que sintieras sollozar mi alma ¿cuándo esta noche de la negra ausencia
en cada beso que dejara en ellos! disipará la aurora de tus ojos?...
Desahucio
¡Quién me diera robar un solo rayo
de aquella luz de tu mirar en calma,
para tener al separarnos luego Me pide usted un remedio
con qué alumbrar la soledad del alma! para el mal del corazón:
Sepa que la precaución
es acaso el mejor medio;

Pero si ello no bastase,


como cierto le aseguro,
Señor, que… yo no le curo,
por más bien que me pagase.

Con tal franqueza, comprendo


que debe usted renunciar;
si no renuncia, testar
Y… váyase usted muriendo.

Me libraré del contagio


a costa de su desgracia.
¡Vamos! Muera usted en gracia
y le rezaré un sufragio!
Soñando que me estaban, dulcísimos, mirando.
Pero estaban tan cerca que sentía
en yo no sé que plácido desmayo
Anoche te soñaba, vida mía, que en la luz inefable de su rayo
estaba solo y triste en mi aposento, entraba toda tu alma hasta la mía.
escribía... no sé qué; mas era algo
de ternura, de amor, de sentimiento. Después, largo, süave
Porque pensaba en ti. Quizás buscaba y rumoroso apenas, en mi frente
la palabra más fiel para decirte un beso melancólico imprimiste,
la infinita pasión con que te amaba. y con dulce sonrisa de tristeza
resbalando tu mano en mi cabeza
De pronto, silenciosa, en voz baja, muy baja, me dijiste:
una figura blanca y vaporosa -"Me escribes y estás triste
a mi lado llegó... Sentí en mi cuello porque me crees ausente, pobre amigo;
posarse dulcemente pero ¿no sabes ya que eternamente
un brazo cariñoso, y por mi frente aunque lejos esté, vivo contigo?"
resbalar una trenza de cabello. ......................................
Sentí sobre mis labios Y al despertar de tan hermoso sueño
el puro soplo de un aliento blando, sentí en mi corazón plácida calma;
alcé mis ojos y encontré los tuyos y me dijiste: es verdad... ¡eternamente!...
¿cómo puede jamás estar ausente
la que vive inmortal dentro del alma?
A unos ojos Y al alma vuelven los sueños de oro
Abrillantados con su mirar…
Ojos hermosos que tanto adoro:
Inédita. Miradme mucho, miradme más!

Ojos hermosos, claros, brillantes,


Ojos que vierten rayos de luz,
Cuando me miran tiernos y amantes
Vuelve a la vida mi juventud.

Tal como el árbol abre sus flores


Cuando lo alumbran la luz del sol,
De sus miradas, a los fulgores,
Abre sus alas el corazón.

Ojos hermosos, lánguidos, bellos,


A los que el cielo dio tal poder,
Que al grato influjo de sus destellos,
Huyen las sombras del padecer.
Triste pasión disipa mis tinieblas:
Siempre despierto sollozando triste,
mirando que te alejas.
Mando a mi pensamiento que te olvide,
y más de ti se acuerda; Y si imagino que la muerte, al cabo,
mando a mi corazón que no te ame, piadosa me consuela,
y, ardiente, se rebela. pasas sobre las flores de mi tumba,
con cruel indiferencia.
Quiero cantar, y el pecho enamorado
exhala tristes quejas; ¡Triste pasión, la que llenó mi alma,
quiero reír, y llanto silencio por siempre de tristeza!
por mis mejillas rueda. Sin tu amor, vivo triste; con tu olvido,
¡qué triste estaré muerta!
En la noche pretendo refugiarme
contra esta lucha interna;
pero cierro los ojos, y mi espíritu Adiós
por ti velando queda.

Ni entonces un destello de esperanza


Adiós para siempre, mitad de mi vida, el alma y la vida contigo... ¿por qué?
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida Adiós... es preciso. No llores... y parte.
la amarga palabra del último adiós. La dicha de vernos nos quitan no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso hacer que te olvide, ¿lo pueden? ¡Jamás!
que pasa la vida cual pasa la flor?
cruzamos el mundo como aves de paso... Con lazos eternos nos hemos unido;
mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor? en vano el destino nos hiere a los dos...
¡las almas que se aman no tienen olvido,
¿La dicha secreta de dos que se adoran no tienen ausencia, no tienen adiós!
enoja a los cielos, y es fuerza sufrir?
¿Tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?...

¿Quién es el destino?... Te arroja a mis


brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego me arranca a pedazos

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