-Y todavía,
-Y todavía,
La flor
Inédita.
Un hombre me
dio una flor
Que yo nunca le
pedí,
Y en cambio
pidióme amor,
Y yo mi amor no le
dí.
Como en la sacra soledad del templo Y a la primera vez que nuestros ojos
sin var a Dios se siente su presencia, sus miradas magnéticas cruzaron,
yo presentí en el mundo tu existencia, sin buscarse, las manos se encontraron
y, como a Dios, sin verte, te adoré. y nos dijimos "te amo" sin hablar
¡Oh, cuánto
habéis mentido!
Recuerdos En que te dije adiós, cuando en tus brazos
Sollozaba infeliz al separarme,
Y con el seno herido hecho pedazos,
Se oprime el corazón al recordarte, Aún balbucí tu nombre al alejarme?
Madre, mi único bien, mi dulce encanto;
Se oprime el corazón y se me parte, Debiste llorar mucho. Yo era niño
Y me abrasa los párpados el llanto. Y comencé a sufrir, porque al perderte
Lejos de ti y en la orfandad, proscrito; Perdí la dicha del primer cariño.
Verte nomás en mi delirio anhelo; Después, cuando en la noche solitaria
Como anhela el presito Te busqué para orar, sólo vi el cielo,
Ver los fulgores del perdido cielo. Al murmurar mi tímida plegaria,
Mi profundo y callado desconsuelo.
¡Cuánto tiempo, mi madre, ha transcurrido
Desde ese día en que la negra suerte Era una noche oscura y silenciosa,
Nos separó cruel!... ¡Tanto he sufrido Sólo cantaba el búho en la montaña;
Desde entonces, oh Dios, tanto he perdido, Sólo gemía el viento en la espadaña
Que siento helar mi corazón de muerte! De la llanura triste y cenagosa.
Debajo de una encina corpulenta
¿No lloras tú también ¡oh madre mía! Innoble entonces me postré de hinojos,
Al recordarme, al recordar el día Y mi frente incliné calenturienta.
¡Oh! ¡cuánto pensé en ti llenos los ojos Me agito en la orfandad, busco un abrigo
De lágrimas amargas ... la existencia! Donde encontrar la dicha, la ternura
Fue ya un martirio, y erial de abrojos De los primeros días; — ni un amigo
El sendero del mundo con tu ausencia. Quiere partir mi negra desventura.
Todo miro al través del desconsuelo;
Mi niñez pasó pronto, y se llevaba Y ni me alivia en mi dolor profundo
Mis dulces ilusiones una a una; El loco goce que me ofrece el mundo,
No pudieron vivir, no me inspiraba Ni la esperanza que sonríe en el cielo.
El dulce amor que protegió mi cuna.
Vino después la juventud insana, Abordo ya la tumba, madre mía,
Pero me halló doliente caminando Me mata ya el dolor... voy a perderte,
Lánguido en pos de la vejez temprana, Y el pobre ser que acariciaste un día
Y las marchitas flores deshojando ¡Presa será temprano de la muerte!
Nacidas al albor de mi mañana.
Cuando te dije adiós, era yo niño:
Nada gocé; mi fe ya está perdida; Diez años hace ya; mi triste alma
El mundo es para mí triste desierto; Aún siente revivir su antigua calma
Se extingue ya la lumbre de mi vida, Al recordar tu celestial cariño.
Y el corazón, antes feliz, ha muerto. Era yo bueno entonces, y mi frente
Muy tersa aún tu ósculo encontraba... Y de los anchos ríos como mares,
Hace años, de dolor la reja ardiente Y de la brisa tibia y perfumada
Allí dos surcos sin piedad trazaba. Do tu cabaña está mujer amada.