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La trama

[Minicuento - Texto completo.]

Jorge Luis Borges


Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie
de la estatua por los impacientes puñales de sus
amigos, descubre entre las caras y los aceros la de
Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se
defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío!
Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.

Al destino le agradan las repeticiones, las variantes,


las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la
provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por
otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y
le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa
(estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che!
Lo matan y no sabe que muere para que se repita una
escena.

FIN
Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo.


Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la
llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se
abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las
barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se
va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las
brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume
del pan.

Había una vez un zar que estaba muy enfermo. Un día


hizo saber a sus súbditos:

– “¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure!”.

Entonces todos los sabios se reunieron para tratar de


curarlo, pero ninguno supo cómo hacerlo. Sólo uno de
ellos, muy anciano, les comunicó:
– Haced saber al zar que únicamente existe una forma
en la que podría recuperar la salud: “Si se encuentra
un hombre feliz sobre la tierra y le ponen su camisa al
zar, este se curará”.

El zar ordenó que buscaran a un hombre feliz por


todo el mundo. Sus enviados recorrieron todos los
países, pero no hallaron lo que buscaban. No había ni
un solo hombre que estuviera contento con su vida.
Uno era rico, pero enfermo; otro estaba sano, pero
era 180pobre. Y el rico y sano, se quejaba de su mujer
o de sus hijos. Todos deseaban algo más y no eran
felices.

Un día, el hijo del zar pasó por delante de una pobre


choza y oyó que en su interior alguien exclamaba:

– “Gracias a Dios he trabajado, he comido bien y


ahora puedo acostarme a dormir. Soy feliz, ¿qué más
puedo desear?”
El hijo del zar se llenó de alegría e inmediatamente
ordenó que le trajeran la camisa de aquel hombre,
para llevársela a su padre, y que le dieran a cambio de
todo lo que quisiera.

Los soldados entraron a toda prisa en la choza del


hombre feliz para quitarle la camisa, pero se
sorprendieron al descubrir que aquel hombre era tan
pobre, que ni siquiera una camisa tenía.

Canción del Amor Sincero , de Raúl Gómez Jattin

Prometo no amarte eternamente,


ni serte fiel hasta la muerte,
ni caminar tomados de la mano,
ni colmarte de rosas,
ni besarte apasionadamente siempre.
Juro que habrá tristezas,
habrá problemas y discusiones
y miraré a otras mujeres
vos mirarás a otros hombres
juro que no eres mi todo
ni mi cielo, ni mi única razón de vivir,
aunque te extraño a veces.
Prometo no desearte siempre
a veces me cansaré de tu sexo
vos te cansarás del mío
y tu cabello en algunas ocasiones
se hará fastidioso en mi cara
Juro que habrá momentos
en que sentiremos un odio mutuo,
desearemos terminar todo y
quizás lo terminaremos,
mas te digo que nos amaremos
construiremos, compartiremos.
¿Ahora si podrás creerme que te amo?

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