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INTRODUCCIÓN A LOS MERCADOS IMPERFECTOS

En economía se dice que existe competencia cuando diferentes firmas privadas concurren a
un mercado a ofrecer sus productos ante un conjunto de consumidores que actúan
independientemente, y que constituyen la demanda. El término también se usa, en un
sentido más coloquial, para aludir a las otras firmas que compiten por un mercado
determinado: se habla así de "la competencia" para designar a los competidores específicos
que tiene una firma.

La competencia es esencial a la economía de mercado, tanto que puede decirse que ambos
términos son, en realidad, inseparables: no existe economía de mercado sin competencia y
la existencia de competencia produce como resultado un tipo de economía que es de
mercado, o que se aproxima a ella. No obstante, la competencia que existe en un mercado
determinado puede alcanzar diversos grados y clasificarse en diferentes tipos según el
grado de control sobre los precios que pueda tener cada uno de los oferentes y
demandantes, la variedad de los bienes que se comercian y la libertad de entrada para los
oferentes (y a veces, los demandantes) potenciales.

En un extremo de la clasificación tenemos la competencia perfecta, atomística o pura, que


caracteriza a un mercado perfectamente competitivo. En este caso el número de oferentes es
infinito, o prácticamente infinito, para cada uno de los bienes que se producen, y el número
de demandantes también lo es; no existe limitación alguna para la entrada al mercado y, por
lo tanto, ninguna de las fuerzas que compiten está en condiciones de determinar los precios
a los que se llega en el mismo; tampoco hay economías de escala significativas, de modo
que ningún vendedor puede crecer para dominar o controlar el mercado. Este modelo
abstracto puede generalizarse a toda la economía, para demostrar la interdependencia de los
mercados parciales existentes y la movilidad de los diferentes factores productivos.

La competencia perfecta, como se apreciará, no es entonces la descripción de algún


mercado empíricamente existente sino un modelo económico a través del cual puede
entenderse el funcionamiento de una economía de mercado, donde el precio de cada bien o
servicio queda determinado por la mutua influencia de la oferta y la demanda, sin control
externo alguno y sin que los actores que concurran al mercado puedan influenciar el
resultado que se alcanza a través de infinitas transacciones particulares. Este modelo, que
resultó básico para el nacimiento de la ciencia económica como tal, tiene una inmensa
utilidad aún hoy, pues actúa como una construcción intelectual a la cual se aproximan, en el
límite, las situaciones de la realidad. Como modelo abstracto, por lo tanto, la competencia
perfecta tiene la misma utilidad y valor que los modelos que elaboran otras ciencias en la
comprensión de los fenómenos de la naturaleza.

Para referirse a las situaciones que se encuentran en la práctica, y que se alejan por cierto de
la competencia perfecta, los economistas suelen hablar de competencia imperfecta. Este
concepto abarca una multitud de situaciones diferentes que van desde las que se aproximan
a la competencia pura hasta las que se acercan a la ausencia total de competencia. En la
práctica siempre es posible encontrar que algunos oferentes o demandantes poseen mayor
poder que otros para la fijación de los precios, que aparecen economías de escala o que
existen restricciones directas o indirectas que limitan el acceso del mercado a nuevos
competidores. A pesar de que la competencia imperfecta resulta de gran interés para la
ciencia económica, pues se trata de la situación que efectivamente se encuentra en la vida
real, su estudio no ha reportado mayores conclusiones de interés: no es posible construir
una teoría general para cada una de las posibles situaciones que se presenten en la práctica
y, en la mayoría de los casos, el modelo de competencia perfecta o el estudio de los
monopolios ofrecen resultados que pueden extrapolarse de algún modo a las situaciones
intermedias.

Cuando existen muchos vendedores que, aunque producen unos sustitutos próximos, no
pueden considerarse como sustitutos perfectos -debido a la diferenciación de productos por
medio de la publicidad, las marcas comerciales y pequeños detalles en su acabado o
presentación- nos hallamos ante la que se denomina competencia monopolística. En este
caso, aunque cada producto específico pueda considerarse monopolizado por una
determinada firma, los mercados suelen actuar como si en ellos hubiese competencia
perfecta, especialmente si no existen dificultades para que nuevas firmas puedan entrar a
competir y las diferencias entre los productos no son muy significativas para el consumidor.

Cuando muy pocos vendedores controlan un mercado y es posible, para cada una de las
firmas, conocer anticipadamente con cierta aproximación la conducta de las restantes, nos
hallamos ante una situación de oligopolio que, en principio se aleja bastante de la
competencia perfecta. Lo mismo ocurre cuando el mercado está dominado por unos pocos
compradores de importancia; en este caso se habla de oligopsonio. En ambas situaciones
son frecuentes los acuerdos entre las pocas firmas que compran o que venden, existiendo
entonces la posibilidad de que surjan precios muy alejados de los que provendrían de una
situación de competencia perfecta. Por último, en el límite, están las situaciones de
monopolio o de monopsonio, en las cuales un sólo oferente o un solo demandante,
respectivamente, actúa en el mercado.

La competencia, en cualquiera de sus formas, significa que las empresas rivalizan entre sí
por la preferencia de los consumidores. Ello las estimula a ofrecer los mejores productos
posibles al menor precio, de modo de lograr unas ventas que, en definitiva, resultan la
fuente de ingreso de la cual provienen las ganancias. Cada empresa, por lo tanto, está
obligada a ser lo más eficiente posible, porque debe satisfacer a los consumidores y obtener
a la vez un beneficio. De esta presión de fuerzas diferentes se deriva, en última instancia, el
efecto beneficioso de la competencia, pues ella obliga a las empresas a situarse en la
frontera de la eficiencia para subsistir y ampliar su participación en el mercado. De otro
modo lo que ocurre es que la empresa quiebra, o se ve obligada a modificar sus actividades,
pues al perder la lucha frente a sus competidores se ve imposibilitada de obtener los
ingresos que necesita.

La competencia expresa, por lo tanto, la soberanía del consumidor: le otorga a éste el poder
de decidir por cuales productos está dispuesto a pagar. Los productos poco atractivos, los
métodos caros de producción y la combinación ineficiente de factores tienden a desaparecer
del mercado, siendo sustituidos por nuevos productos y procedimientos. Por ello la
competencia acelera el progreso tecnológico y resulta una forma de descubrir los productos
más deseados por el público y las escalas y los costes de producción mínimos.
Casos en que no se cumple la libre competencia

Algunos de los casos más severos y más tratados de restricción a la libre competencia son
el abuso de posición de dominio, además de los casos de monopolio y las prácticas
restrictivas de la libre competencia. Otras violaciones del principio de libre competencia
son la competencia desleal, el dumping y subsidios, el uso ilícito de marcas y/o de
propiedad intelectual ajenas, la falta de información al consumidor, entre otras. Todas ellas
determinan que se quiebre el mecanismo por el cual las preferencias de los consumidores,
expresadas libremente en el mercado, orientan a los productores a hacer el uso más
eficiente posible de los recursos productivos de los que dispone una economía.

Empresas en posición de dominio

Se entiende que una empresa o varias gozan de una posición de dominio en el mercado
cuando pueden actuar de modo independiente con prescindencia de sus competidores,
compradores, clientes o proveedores debido a factores tales como la participación
significativa de las empresas en los mercados respectivos, las características de la oferta y
la demanda de los bienes o servicios, desarrollo tecnológico o servicios involucrados, el
acceso de competidores a fuentes de financiamiento y suministros, así como redes de
distribución. Para determinar si una empresa se encuentra en una posición de dominio se
debe delimitar el mercado en que actúa la empresa, es decir, el mercado relevante,
incluyendo en éste los bienes o servicios que puedan sustituir al que es materia de análisis.
La posición de dominio es un concepto que representa la independencia de una empresa
para fijar precios, condiciones de venta o prácticas comerciales, en general en las que su
capacidad de negociación en el mercado se ve favorecida. Una participación en el mercado
no necesariamente es indicativa de una posición de dominio en el mismo. Para ello tendría
que conjugarse otros factores como barreras de entrada al mercado de manera significativa.
En los términos definidos, una empresa puede tener una posición de dominio en el
mercado, sin que ello constituya una violación de los principios de libre competencia. La
empresa con una posición de dominio del mercado no está obligada a obtener la aprobación
previa de las autoridades que lo regulan para realizar las actividades que ha planificado. La
empresa dominante debe tener en principio la libertad de actuar en el mercado bajo su
propia responsabilidad. La tarea de la política regulatoria de la libre competencia se limita a
entrar en acción y aplicar correcciones sólo cuando ocurren casos de abuso y a obligar a
una empresa a actuar de manera acorde con los principios de la libre competencia. Por
consiguiente, la supervisión se puede cumplir sólo en la medida en que una determinada
empresa abusa de su posición de dominio en el mercado en detrimento de otros. Así, la
política de libre competencia regulará el mercado, para la cual debe verificar en cada caso
si una empresa tiene una posición dominante, en qué función (proveedor o comprador), en
qué actividades (una categoría determinada de bienes o servicios) y en qué mercados. Un
criterio importante en cada caso es hasta qué punto el otro lado de la transacción puede
recurrir a otros productos o a otros clientes.

Entre las principales prácticas que se constituyen en abuso de posición de dominio se tiene:
 la negativa injustificada de compra o venta
 el trato discriminatorio en prácticas comerciales
 cláusulas de atadura y otros de efecto equivalente.

Se considera que existe abuso de posición de dominio en el mercado cuando una o más
empresas que se encuentran en posición de dominio actúan de manera indebida con el fin
de obtener beneficios y causar perjuicios a otros, que no hubieran sido posibles de no existir
la posición de dominio.

Debido a las condiciones de sus mercados objetivos, las empresas pueden desarrollar
procesos de integración horizontal y/o vertical. Las horizontales se asocian a la integración
de dos o más empresas de una misma industria (mediante fusiones) mientras que las
verticales se vinculan a procesos de integración con empresas que operan en etapas
anteriores y/o posteriores a una industria en particular (igualmente mediante fusiones). Las
fusiones son matrimonios corporativos en los que las empresas implicadas renuncian a du
independencia total o parcialmente y comienzan una nueva relación comercial permanente.
Existen diferentes formas de fusión, la más frecuente de las cuales es por medio de
adquisición de acciones de una empresa. Actualmente en algunos países llevan a cabo
controles sobre las fusiones como parte de sus políticas de libre competencia.

Práctica restrictiva de la libre competencia

Las prácticas restrictivas de la libre competencia son las concertadas entre empresas con el
objeto de restringir la libre competencia, estas prácticas son siempre una violación de los
principios de la libre competencia y por tal es castigada por ley. Esto es lo que se considera
una práctica per se ilegal, es decir que prohíbe objetivamente el desarrollo de una conducta
independientemente que pueda o no generar daños al mercado. De esta forma se evita
incurrir en costos administrativos para determinar la razonabilidad de una práctica
ECONÓMICA. En el caso de otras violaciones de las normas de competencia se acepta la
regla de la razón, es decir, se discute la posibilidad de distorsionar los mecanismos de
competencia caso por caso, evaluando el daño potencial o efectivos tanto en los
consumidores como en el desarrollo de largo plazo de la industria, evitando una
intervención distorsionante.

Política de comercio exterior

Para que una política de comercio exterior contribuya a preservar los principios de la libre
competencia en el mercado internacional, debe seguir el sistema de libre comercio y
apertura de mercados para que las ventajas de la competencia puedan establecerse también
en los mercados mundiales y se intensifique en los mercados nacionales. Las políticas de
libre comercio permiten que tanto consumidores como productores acceden a bienes finales
e intermedios, tanto nacionales como extranjeros, ampliando su derecho a la libre elección.
Para ello las reglas de la libre competencia en el mercado interno deben ser similares a las
que rigen en el mercado internacional, asimismo, los productos nacionales deben estar
expuestos a la competencia leal de productos externos, de manera que logren incorporar las
exigencias sobre calidad, tecnología e innovación que el mercado global hace sobre cada
producto. En un contexto de globalización como el actual, que se irá profundizando cada
vez más, las empresas no sólo compiten localmente, sino que empiezan a hacerlo con todas
las empresas del mundo. Su permanencia en el mercado sólo puede asegurarse si logran
estar en condiciones de enfrentar dicha competencia.

Las restantes políticas públicas tienen impacto indirecto en la política de competencia,


salvo el caso de la política comercial, cuyo impacto es directo. La relación entre estas
políticas se da en la medida en que estas últimas impactan sobre las condiciones de la
estructura, conducta y/o desempeño de las firmas que se desarrollan en cada uno de los
mercados. Las políticas públicas no distorsionantes tienen efectos sobre la competitividad,
pero no necesariamente sobre las condiciones de competencia en los mercados.este es el
caso de los tributos, aranceles, regímenes cambiarios, condiciones financieras, entre otras.
Cuando las políticas públicas están orientadas a la asignación de los recursos por el sector
privado, en un marco de regulación, es posible afirmar que las políticas publicas actúan de
manera consistente con los lineamientos de la política de competencia. El argumento critico
es la intervención no distorsionante. La existencia de políticas públicas que no sigan este
derrotero tendrá efectos negativos sobre las condiciones de competencia en los mercados a
largo plazo.

Relación entre la política de libre competencia y la política de libre comercio


Las políticas de libre comercio proveen mecanismos para evitar situaciones de abuso de
posición de dominio. Esto podría llevar a pensar que las políticas de libre competencia y las
políticas de libre comercio son políticas sustitutas, y que una economía puede escoger
cualquiera de ellas para crear estructuras de mercado competitivas y promover la eficiencia
económica. No obstante, la teoría moderna de la organización industrial, particularmente
por las implicancias de la geografía en limitar el flujo de bienes y servicios entre los
mercados, sugiere que este carácter sustituto es muy limitado, por lo que las políticas de
libre competencia y de libre comercio son, en realidad, complementarias.

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