LECTURAS DE APOYO: Romanos 1.21-24 | 1 Corintios 8.7-12 | 1 Timoteo 4.2 | Tito 1.15
INTRODUCCIÓN
Así de tajante se mostró Brunhilde Pomsel, la única testigo que quedaba viva de lo que se cocía en el
Ministerio para la Ilustración Pública y la Propaganda de Adolf Hitler durante los años del nazismo
(1933-1945), el capítulo más oscuro de la historia de Alemania.
Allí trabajó ella durante tres años, a las órdenes de Joseph Goebbels, el máximo responsable de la
propaganda nazi y mano derecha Hitler.
Pomsel falleció el pasado viernes a la edad de 106 años, pero su historia se hizo conocida tras
protagonizar un documental.
"No era una ávida nazi. Tan sólo no le importó (lo que el régimen nazi estaba haciendo) y miró para otro
lado. En eso descansa su culpa", dijo luego uno de los productores del documental a The New York
Times.
Según sus directores, "en un momento en el que el populismo de derecha está en auge en Europa", ellos
quieren que la cinta sea un recordatorio de la "capacidad de complacencia y de negación del ser
humano".
Una capacidad que también se hace evidente en una entrevista que le dio Pomsel poco después del
estreno al diario The Guardian.
"Ver la película es importante para mí, porque puedo reconocer delante del espejo todo lo que hice
mal", le dijo la secretaria del jefe de la propaganda nazi al rotativo británico.
"Aunque lo que hice no fuera más que trabajar en la oficina de Goebbels", insistió la anciana.
Ese trabajo, como ella misma contó, incluía desde amañar las estadísticas de soldados nazis caídos
hasta exagerar el número de violaciones de mujeres alemanas por parte del Ejército Rojo soviético.
aunque aseguró que era "apolítica", tuvo que afiliarse al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán
(NSDAP, más conocido como el partido nazi).
De lo que sí tenía conocimiento era de la existencia de los campos de concentración, aunque aclara
que no sabía cuál era su función real.
Según ella, en esa época creía que "no se quería que la gente fuese a la cárcel de forma inmediata ,así
que iba a los campos de concentración para ser reeducada".
"Nadie se podía imaginar algo así", dijo de la constatación de que en realidad su objetivo era exterminar
a los judíos de Alemania.
"Todo era secreto, así que nos lo tragamos. Era totalmente creíble", aseguraba la anciana.
Y Pomsel insistió en que ni siquiera se enteró de lo ocurrido durante la "Noche de los cristales rotos",
una serie de linchamientos y ataques contra establecimientos judíos ocurridos durante la noche del 9 al
10 de noviembre de 1938.
Según ella, esa ignorancia del estado real de las cosas era generalizada en Alemania en las décadas de
1930 y 1940.
"Cuando uno ha vivido una época (…) y al final sólo ha pensado en sí mismo, uno tiene un poco de
mala conciencia", dice.
Aunque en el documental aclara que no se sintió culpable ni responsable de los millones de muertes
que causó el régimen nazi.
"No me considero culpable, a no ser que se culpe a todos los alemanes por hacer posible que aquel
gobierno llegara al poder", es su mensaje final.
"No hay justicia, no hay dios. Pero lo que está claro es que el diablo existe", concluyó.
Ella estaba más convencida de la existencia del mal que de la existencia de Dios, pero ¿En que se estaba
basando para llegar a tales conclusiones? En sus experiencias dolorosas, en el maltrato recibido, el mar
experimentado y una conciencia defectuosa.
Cuando se nos presentan oportunidades o situaciones difíciles, ¿podemos confiar en que nuestra
conciencia nos guiará para tomar una buena decisión?
En ocasiones escuchamos a personas que dicen que debemos dejar que nuestra conciencia nos guíe;
pero puede que esa no sea la mejor opción. Todo depende de la condición en la que ella esté. Si la
hemos estado ignorado, ya no es una guía confiable, pues la hemos silenciado.
1:19 "y mantengas la fe y una buena conciencia…"La buena pelea implica tener y continuar teniendo
(PARTICIPIO PERFECTO ACTIVO):
1. Fe
2. Buena conciencia
No nos referimos al Espíritu Santo, pues Él solo mora en aquellos que han confiado en Jesucristo para
salvación. Sin embargo, una vez que somos salvos, el Espíritu de Dios obra por medio de nuestra
conciencia para recordarnos que algunas acciones y pensamientos son contrarios a la identidad que
hemos recibido en Cristo. Mientras más comprometidos estemos con Él, más audible será nuestra
conciencia.
Pablo, al escribirle a Timoteo, el pastor de la iglesia en Éfeso, dijo: “para que ... milites por ellas la buena
milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe
algunos” (1 Ti 1.18, 19).
Esta advertencia nos recuerda que, si nos negamos a escuchar la conciencia, tarde o temprano
naufragaremos. El Señor nos ha dado la conciencia para protegernos, pero si optamos por vivir en
desobediencia, llegará el momento en el que no nos será útil.
La conciencia nos refrena para que no hagamos lo que reconocemos que es incorrecto.
La conciencia emite juicio de nuestras acciones y ejecuta ese juicio en nuestra alma.
Aunque a todos se nos ha dado la conciencia, es con nuestras acciones que la agudizamos o la callamos.
Mientras más nos dejamos guiar por ella, más sensible será y más podremos distinguir entre lo bueno y
lo malo. Pero si constantemente ignoramos sus advertencias, dejará de ser útil. Es ahí cuando una
persona puede vivir desobedeciendo a Dios y no sentir remordimiento alguno, pues su conciencia no es
capaz de discernir correctamente.
La conciencia ha sido diseñada para protegernos de las tentaciones y del pecado. No debemos ignorarla,
pues al hacerlo nos encaminamos por la dirección equivocada. Es como si manejáramos sin respetar las
señales de tráfico, por lo que eventualmente nos dirigiríamos hacia el desastre. Es por eso que, al ser
advertidos por ella, debemos dejarnos guiar por su dirección. No podemos violar nuestra conciencia y
vivir dentro de la voluntad de Dios.
La conciencia es un regalo que el Señor nos ha dado para ayudarnos a vivir en santidad y rectitud. Es
ella, junto con el Espíritu Santo, quien identifica aquello que está mal y que debe ser evadido. El saber
que Dios nos ama, que obra por nosotros, y que siempre desea lo mejor para nuestra vida, debe
motivarnos a escuchar lo que nos dice por medio de nuestra conciencia. Puede que no siempre
comprendamos por qué el Señor nos prohíbe seguir un camino determinado, pero debemos confiar en
Él y en su Palabra como autoridad de nuestra vida, pues Él nunca se equivoca.
Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia
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de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos?
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Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.
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De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.
La conciencia corrompida (Tito 1.15). Cuando hacemos algo, aunque sabemos que es malo,
nuestra conciencia se contamina por el pecado y no puede discernir correctamente.
Tales enseñanzas provienen de embusteros hipócritas, que tienen la conciencia encallecida. NVI
"Cauterizada la conciencia"
Esta es la peor condición, pues la conciencia se ha endurecido tanto, que ya no funciona. Viene como
resultado de desobedecer a Dios repetidamente. Una conciencia insensible permite que las personas
lleven un estilo de vida inmoral sin que sientan que hacen algo malo. De acuerdo a Romanos 1.21-24,
cuando las personas no le dan honor a Dios, sus razonamientos se envanecen y se oscurecen.
Eventualmente el Señor los entrega a la concupiscencia de sus corazones.
“El diablo es mejor teólogo que cualquiera de nosotros, pero sigue siendo diablo.” Autor: A.W. Tozer
El va a intentar de que no considere muchas cosas como pecaminosas, va intentar por todos los medios
de alterar su teología, de modo que no se sienta culpable de lo que es pecado.
Como la conciencia puede ser dañada y no es siempre fiable, debemos comprender las condiciones
necesarias para que podamos ser guiados por ella correctamente.
Podemos confiar en nuestra conciencia si nuestras decisiones han sido sometidas a Dios en
oración. Es al clamar por la dirección del Señor, que nuestra conciencia llega a ser más sensible.
El pecado tiene muchas manifestaciones, pero su esencia es una sola. Un ser moral, creado para adorar
ante el trono de Dios, se sienta en el trono de su propio ser, y desde esa elevada posición, declara: "yo
soy". Eso es pecado en su esencia más concentrada; sin embargo, puesto que es natural, da la impresión
de que es bueno. Sólo cuando el alma es llevada en el Evangelio ante la faz del Santísimo, sin el escudo
protector de la ignorancia, es cuando esa terrible incongruencia moral es sacada al nivel de la
conciencia. En el lenguaje del evangelismo, se dice que el hombre que es enfrentado así con la presencia
de fuego del Dios Todopoderoso, se halla bajo convicción. Cristo se refirió a esto cuando dijo acerca del
Espíritu que Él enviaría a este mundo: "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y
de juicio". A.W. Tozer, El conocimiento del Dios Santo