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HISTORIA

^MVNDO
A n ig v o
,
Esta historia obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
f im m ,
rias universidades españolas pretende ofrecer el último estado
,
de las investigaciones y, a la vez ser accesible a lectores de di­
HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­
, ,
tores antiguos mapas, ilustraciones cuadros cronológicos y
orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con
°^MVNDO ,
un doble valor de modo que puede funcionar como un capítulo
del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
ANTÎGVO monografía. Cada texto ha sido redactado por. el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

25. J. F ernández N ieto, La guerra 44. C . G onzález R o m án , L a R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. C aballos-J. M . S errano, 26. J. F ernández N ieto, Grecia en pompeyanos.
Sum er y A kka d . la primera m itad del s. IV. 45. J. M. R oldán, Instituciones po­
2. J. U rru ela , Egipto: Epoca Ti- 27. D . P lácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Imperio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. M ontero, L a religión roma­
3. C . G . W ag n er, Babilonia. 28. J. F ernández N ieto , V. A lon­ na antigua.
4. J. U rru ela , Egipto durante el so, Las condiciones de las polis 47. J. M angas, Augusto.
Imperio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J. M angas, F. J. Lom as, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-Claudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J. F ernández N ieto , E l m un­ 49. F. J. Lom as, Los Flavios.
Imperio N uevo. do griego y F Hipa de Mace­ 50. G. C hic, La dinastía de los
7. J. A lvar, Los Pueblos del M ar donia. Antoninos.
y otros movim ientos de pueblos 30. M . A . R a b a n a l, A lejandro 51. U . Espinosa, Los Severos.
a fines del I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J. F ernández U biña, El Im pe­
8. C . G . W agner, Asiría y su 31. A. L ozano, Las monarquías rio Romano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I: El Egipto de los militar.
9. C . G . W agner, Los fenicios. Lágidas. 53. J. M uñiz Coello, Las finanzas
10. J. M . B lázquez, Los hebreos. 32. A. L ozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe- helenísticas. II: Los Seleúcidas. rante el A lto Imperio.
nodo Interm edio y Epoca Sal­ 33. A. L ozano, Asia M enor he­ 54. J. M. B lázquez, Agricultura y
ta. lenística. minería romanas durante el
12. F. Presedo, J. M. S erran o , La 34. M . A. R abanal, Las monar­ A lto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. III: Grecia y 55. J. M. B lázquez, Artesanado y
13. J. A lv ar, Los persas. Macedonia. comercio durante el A lto I m ­
35. A. P iñero, L a civilización he­ perio.
lenística. 56. J. M angas-R . C id, E l paganis­
mo durante el A lto Imperio.
14. J. C . Berm ejo, E l m undo del ROMA 57. J. M. S antero, F. G aseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
15. A. L ozano, L a Edad Oscura. 36. J. M artín ez-P in n a, El pueblo
58. G . B ravo, Diocleciano y las re­
16. J. C . Berm ejo, E l m ito griego etrusco.
form as administrativas del I m ­
y sus interpretaciones. 37. J. M artín ez-P in n a, L a Rom a perio.
primitiva.
17. A. L ozan o , La colonización 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
38. S. M ontero, J. M artín ez-P in ­
gnegtf. cesores. La conversión del I m ­
na, El dualismo patricio-ple­
18. J. J. Sayas, Las ciudades de Jo- perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, E l paganismo tardío
39. S. M o n te ro , J. M artínez-P in-
do arcaico. n a, La conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R . López M elero, E l estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, La época de los Va-
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, E l período de las pri- lentinianos y de Teodosio.
20 . R . López M elero, L a fo rm a- meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evolución
ción de la democracia atenien­ 41. F. M arco, La expansión de del Imperio Rom ano de O rien­
se, I. El estado aristocrático. R om a por el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21 . R . López M elero, La fo rm a­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G . B ravo, E l colonato bajoim-
ción de la democracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J. F. R odríguez N eila, Los 64. G. B ravo, Revueltas internas y
22. D . Plácido, C ultura y religión Gracos y el comienzo de las penetradones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras civiles. Imperio i
23. M . Picazo, Griegos y persas en 43. M .a L. Sánchez León, R evuel­ 65. A. Jim énez de G arnica, La
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Imperio R o­
24 . D . Plácido, L a Pentecontecia. República. mano de Occidente.
WmWum
HISTORIA
^MVNDO
A ntîgvo

ROMA
Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

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este libro, ni su tratamiento
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© Ediciones Akal, S.A., 1990


Los Berrocales del Jarama
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ISBN: 84-7600 274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600-530-X (Tomo XUI)
Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoies (Madrid)
Printed in Spain
LOS GRACOS Y EL COMIENZO DE LAS
GUERRAS CIVILES

J. F. Rodríguez Neila
Indice

Págs.
!. La crisis republicana......................................................................................... 7
1. La ruptura de la unidad política .............................................................. 7
2. Los elementos político-sociales de la crisis ........................................... 11
3. La política exterior ...................................................................................... 12

Π. La época de los G racos.................................................................................... 15


1. La actitud política de Escipión Em iliano ......................................... 15
2. La trayectoria política de Tiberio Sem pronio G raco ..................... 16
3. La reacción del clan senatorial ............................................................ 22
4. El tribunado de Cayo G raco y su actividad legislativa....................... 24
5. Política exterior ............................................................................................ 29

III. El ascenso político de Mario ........................................................................ 31


1. La situación del Estado rom ano ........................................................ 31
2. La guerra de Yugurta ............................................................................. 32
3. C am pañas contra cimbrios y teutones .................................................... 39

IV. El tribunado de L.Apuleyo Saturnino............................................................ 41


1. La alianza con Mario .................................................................... 41
2. Los proyectos legales ................................................................................... 42
3. La reacción sen a to ria l................................................................................. 46

V. La guerra de los aliados ................................................................................ 47


1. La cuestión de los aliados ......................................................................... 47
2. Las actividades de los « eq uites».............................................................. 50
3. Livio D r u s o .................................................................................................... 50
4. La sublevación de Italia ................................................................... 52
5. Oferta romana: las leyesde ciudadanía ...................................... 54

VI. El enfrentamiento entre Mario y S ila .......................................................... 56


1. El tribunado de Sulpicio Rufo ................................................................. 56
6 Akal Historia del M undo Antiguo

2. La audaz respuesta de S ila ...................................................................... 58


3.El paréntesis de C inna ................................................................................. 61
4. La guerra contra M itrídates .................................................................... 63
5. Sila al asalto del p o d e r .................................................................................. 66

VIL La dictadurasilana.............................................................................................. 67
1. La destrucción de los enemigos ............................................................. 67
2. La reforma de las instituciones .............................................................. 69
3. La retirada de Sila ..................................................................................... 72

Cronología..................................................................................................................... 73

Bibliografía ................................................................................................................... 77
Los G racos y el com ienzo de las G uerras Civiles 7

I. La crisis republicana

1. La ruptura de la unidad cuencia de una serie de fuerzas m otri­


ces que se h ab ían ido gestando en la
política
etapa anterior, y que en esta fase al­
can zan sus m ás decisivas consecuen­
La agitada etapa de la H istoria de cias. El Estado rom ano, asentado d u ­
Rom a, que estuvo esencialm ente ca­ ran te siglos en u nos fu n d am en to s
racterizada p or los intentos reform is­ institucionales arcaicos y lim itados,
tas de los G racos, no fue más que el con un soporte social en esencia co n ­
pórtico de un largo período de crisis, servador y sobrio, cualitativam ente
d u ran te el cual la R epública vio tam ­ diferenciado m ás en el aspecto políti­
balearse sus fundam entos políticos e co que en el económ ico o cultural, no
institucionales, y la sociedad experi­ pudo resistir el poderoso im pacto que
m entó u na profunda y decisiva tran s­ en su seno fue m arcando u n a evolu­
formación en todos sus aspectos. El re­ ción histórica a la que no supo p a ra ­
sultado de este com plicado proceso lelam ente acom odarse.
acabó siendo precisam ente la desa­ Desde luego, hay que hacer h in ca­
parición del viejo sistem a republica­ pié adecuadam ente en lo que signifi­
no y la instauración del régim en im ­ có para la ciudad del T iber el desa­
perial, con todo lo que ello supuso de rrollo de una com prom etida política
cam bio en la «fisonom ía histórica» exterior, ya no sólo en Italia, sino en
de Rom a. A tisbar las exactas causas diversos ám bitos del M editerráneo,
de este com plejo p ro b lem a no es, durante la segunda m itad del siglo III
ciertam ente, fácil, sobre todo desde el y la prim era m itad del siglo II a. C.
m om ento en que ya no cabe recurrir Las conquistas territoriales, la conso­
ú n icam en te al im pacto del m undo lidación de las prim eras provincias,
exterior sobre el vetusto Estado de la recaudación de tributos de guerra,
R óm ulo y Rem o (expansionism o por la apertura de nuevos m ercados, el
Italia, guerras exteriores, etc.) com o auge de los intereses com erciales o
facto r ex p licativo p rin c ip a l de las los im pactos culturales externos, se­
m u tacio n es su frid as p o r el cuerpo llaron el destino de una sociedad res­
cívico-social o p o r las bases institu­ quebrajada y conm ocionada en sus
cionales. A hora es la propia sociedad tradicionales fundam entos. Por p ri­
ro m an a la que estalla en una fuerte m era vez R om a conoció el decisivo
dinám ica interna de revoluciones y im pacto de la riqueza, del lujo orien­
c o n tra rre v o lu c io n e s , com o c o n s e ­ tal sobre su propio seno, y las diferen-
8 Akal Historia del Mundo Antiguo

cías sociales no h iciero n m ás que


acentuarse hasta cotas imprevisibles.·
Al m ism o tiem po se fue poniendo de
m anifiesto la propia incapacidad del
Estado para hacer frente a la com ple­
ja tarea de ad m in istrar un im perio en
proceso de desarrollo, cuya gestión
no podía abordarse con los lim itados
recursos políticos que ofrecía la a n ­
quilosada m aq u in aria republicana, y
en función únicam ente de los intere­
ses de un reducido grupo social. Las
tensiones que p ronto se apoderaron
de la inestable R epública acabaron
por rom per la arm onía y el equilibrio
de com petencias al que se había tra­
tado de llegar entre el Senado y los
com icios, instituciones que conoce­
rían ahora un período de continuos
enfrentam ientos, en los que jugaría
un trascendental papel el creciente
protagonism o adquirido por el tribu­
nado de la plebe. Concordia sería a
p artir de ahora uno de los vocablos
preferidos, y m ás repetidos, lo que es
m uy sintom ático, dentro de la term i­
nología política rom ana de la postre­
ra etapa republicana.
Si algún sector de la sociedad ro­
m ana se h abía visto beneficiado de
form a especial por el favorable resul­
tado de la guerra contra C artago y
por el expansionism o ultram arino, lo
fue sin d uda el clan senatorial, conso­
lidado en su papel director de la polí­
tica exterior rom ana y en su prestigio
y peso económ ico ante los dem ás sec­
tores de la ciudadanía. Pero la cues­
tión fundam ental que conviene tener
en cuenta, p or lo que a esta prepoten­
te nobilitas se refiere, es precisam ente
su propia falta de hom ogeneidad, su
in n ato egoísmo, su incapacidad para
tener una línea coordinada de actua­ Templo de la Sibila en Tívoli
(fines del siglo II a.C.)
ción, la am biciosa carrera em prendi­
da por sus diversos com ponentes con
vistas a ad q u irir los lugares de privi­
legio en la m aq u in aria del poder, su
fácil predisposición, en sum a, para
recurrir a cualquier tipo de alianzas o
apoyos con el suprem o objetivo de
obtener sus propósitos. N o había fre-
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 9

nos teóricos a la am plia com petencia perm itir un juego libre y a m enudo
de intereses que los diferentes grupos falto de escrúpulos, y ésto ya se había
de presión senatoriales pudieran em ­ visto claro desde el m om ento en que
p render dentro de la palestra institu­ el desarrollo de un estam ento senato­
cional del Estado. La ausencia de una rial bien consolidado en la cúspide
carta constitucional definida, que ga­ del poder no había dejado de efec­
rantizara las diferentes esferas de ac­ tuarse sin m enoscabo de otras institu­
tuación y perfilara adecuadam ente el ciones más populares, com o los co­
papel de cada pieza política, podía micios, reducidas en m uchos aspee-
10 AkaI Historia del M undo Antiguo

tos a un papel pasivo y consuetudina­ elem entos pasaro n ahora a adoptar


rio, no sólo ante el Senado, sino ante una acción clara y tajante frente a la
los gestores de la política estatal, los m onolítica aristocracia, dentro de un
m agistrados. cam p o de actu ació n en el que las
La época en la que vam os a cen­ « fo rm a s c o n s titu c io n a le s » fu ero n
trarnos es, no obstante, una época de gradualm ente dejando paso a los dis­
cam bios, que tradicionalm ente que­ turbios, la violencia e incluso el ase­
dan sim bolizados p or una creciente sinato.
preem inencia y tom a de conciencia Pero, y es im portante resaltar esto,
de los sectores m ás populares frente a nunca llegó a consolidarse una direc­
los núcleos m ás conservadores y he- ta y rei vindicati va oposición de las
gem ónicos de la escena política ro­ m asas populares contra la oligarquía
m ana. Es un error pensar que en la en el poder, nunca llegó a cuajar una
Rom a de m ediados del siglo II a. C. dinám ica de lucha política, dirigida
se hu b ieran llegado a d a r los presu­ fu n dam entalm ente a desalojar a la
puestos necesarios para que germ ina­ vieja nobilitas del lugar preem inente
ra una auténtica revolución popular, que desde tiem po inm em orial había
o para que al m enos pudiera ser em ­ conseguido asegurarse dentro del Es­
prendida desde el m arco político exis­ tado. Los postulados incluidos en los
tente una p ro fu n d a revisión de las «p rogram as políticos p o p ulares» a
bases del Estado, tendente a conse­ m enudo aparecidos en aquellos agi­
guir un superior protagonism o y unas tados años no fueron m ás que la p u n ­
mejores condiciones de vida para la ta de lanza de unas am biciones defi­
m ayoría de la sociedad. En Rom a la nidas, personalizadas en quienes, por
tradición había asentado com o p re­ encim a de las m ejoras que pudieran
supuesto inexcusable que toda políti­ beneficiar al pueblo, sólo eventual­
ca tenía que ser hecha «desde arri­ m ente contem pladas, asp ira b an en
ba», y la m ism a orientación debía últim a instancia a com batir por este
esperarse de cualquier tendencia que cam ino los privilegios de los grupos
quisiera introducir m odificaciones en senatoriales m ás reaccionarios, m ovi­
el aparato estatal existente. H ab lar de lizando tales reform as no en función
política po p u lar o de políticos p o p u ­ de íntim as convicciones, sino en vir­
lares puede conducir a una óptica en ­ tud de estratégicos intereses, que exi­
gañosa de los acontecim ientos, si no gían corresponder adecuadam ente al
queda claro que con tal term inología apoyo político recibido de los secto­
no cabe m ás que definir una nueva res no senatoriales. C ontem plado a
form a de o rientar el tejem aneje polí­ fondo, sobre la base de análisis pro-
tico en m anos de ciertos sectores del sopográficos m uy m inuciosos, el ju e ­
clan senatorial. Porque, precisam en­ go político que se va configurando
te, es ésta un a de las m ás decisivas entre los diferentes grupos de presión
consecuencias de esa ruptura interna que entran en liza p o r aquellos años
que acabó dándose dentro del esta­ resulta com plicado, cam biante, esen­
m ento dirigente del Estado, el surgi­ cialmente pragmático. Se podía llegar
m iento de ciertas corrientes políticas a com batir las opciones adversarias
dentro de la nobilitas que, con vistas a ofreciendo a veces soluciones aún más
alcan zar sus objetivos, no renuncia­ radicales que aquellas contra las que
ron a recurrir com o fuerza de apoyo a se luchaba. Se podían obtener nuevas
las asam bleas populares, y com o vía fuerzas apelando a los com plejos vín­
ejecutiva para conseguíκ sus propósi­ culos de una sociedad, en la que las
tos a un increm ento de las atribucio­ alianzas fam iliares, las adopciones o
nes y capacidad de gestión de los tri­ el préstam o de clientelas estaban a la
b u n o s de la p le b e . T o d o s e s to s orden del día. Pero el pueblo nunca
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 11
dejó de ser un sim ple instrum ento en resonantes victorias ante las poten­
m anos de quienes, incluso rebelán­ cias rivales, h ab ían sido conseguidas
dose contra los fundam entos del sis­ m ediante un ejército fuerte, discipli­
tema, defendidos p or la más reaccio­ n ad o y b ien p re p ara d o , pero cuya
n a ria a ris to c ra c ia , no d e ja b a n de com posición social no era la apropia­
c o m p artir su n a tu ra l y trad icio n al da para el m antenim iento de un im ­
condición «política», algo que nunca perio con una continua presencia m i­
llegó a fraguar en los medios estricta­ litar. Puesto que todo ciudadano debía
m ente populares. servir com o soldado, ya no sólo en
eventuales cam pañas dentro de Italia,
sino en prolongadas estancias en le­
2. Los elem entos político- janos teatros de operaciones, la mayor
sociales de la crisis duración del servicio m ilitar obligó a
m uchos de tales soldados, pequeños y
Los factores políticos, sociales y eco­ m edianos cam pesinos, a ab an d o n ar
nóm icos, que lenta pero ineludible­ sus tierras y desatenderlas durante
m ente h ab ían ido m in ando la estabi­ largo tiem po. Ya de por sí el agro ita­
lidad interna del Estado rom ano, y liano se h ab ía visto muy negativa­
que en esta etapa se m ostrarían con m ente afectado por las destrucciones
esp ecial v iru le n c ia , e ra n vario s y causadas durante la Segunda G uerra
com plicados. Ya hem os m encionado P única, pero a este desalentador p a­
los prim eros, pero nunca debe olvi­ noram a vino a añadirse el forzado
darse su directa relación con la evolu­ absentism o de m uchos cam pesinos-
ción socioeconóm ica. U na de las más soldados quienes, m ás pronto o más
decisivas consecuencias del proceso tarde, se vieron forzados a vender sus
de expansión territorial ultram arina im productivas posesiones, para tratar
había sido un enorm e desarrollo eco­ de encontrar m ejor acom odo en las
nóm ico que, por lo que respecta a la ciu d ad es. C om o re su ltad o de este
agricultura, h abía repercutido decisi­ proceso vam os a asistir no sólo a un
vam ente en la crisis del pequeño y notable desarrollo de los latifundios,
m edio cam pesinado, con la form a­ en m anos de aquellos ricos propieta­
ción de extensos latifundios y la inte­ rios que, por su fortuna, habían podi­
gración en ellos, a gran escala, de la do rehacerse m ejor de la crisis e in­
m ano de obra servil (que perm itía ex­ crem entar su patrim onio com prando
plotar la tierra a buen precio) y, por lo tierras abundantes y baratas en esta
que hace al com ercio, había supuesto coyuntura, y haciéndolas trabajar por
la m asiva presen cia de los co m er­ esclavos; tam bién se registra una m a­
ciantes rom anos e itálicos en los m er­ siva afluencia de población rural a
cados del M editerráneo oriental. R a­ las ciudades, con el gradual desarro­
dicalm ente crítica p ara el equilibrio llo de unos núcleos urbanos, cn los
de la sociedad rom ana fue la gradual que se iría gestando un inquieto y po­
desaparición de la m ediana y peque­ bre proletariado. Rom a fue un claro
ña propiedad, sobre las que tradicio­ exponente de este proceso de creci­
nalm ente se h ab ían asentado los ci­ m iento, al que el gobierno republica­
m ientos de un Estado, en el que la no no supo hacer frente creando la
condición ciudadana, la de propieta­ in fra e stru c tu ra necesaria para que
rio de tierras y la de soldado habían pudiera vivir dignam ente una masa
ido indisolublem ente unidas. popular, transform ada ahora por la
P recisam ente este últim o aspecto evolución de los acontecim ientos en
debe ser convenientem ente resaltado, fuerza política potencial en m anos de
ya que las g ra n d es c o n q u ista s de líderes am biciosos.
Rom a en los últim os decenios, y sus Es lógico p en sar que un servicio
12 Akal Historia del Mundo Antiguo

m ilitar largo y arriesgado en lejanos das por el Estado en concepto de ager


territorios, con co n tin u o s en fren ta­ publicus, como la clase ecuestre, espe­
m ientos contra pueblos irreductibles cialmente comprometida en los circuitos
dispuestos a u na lucha indóm ita e in ­ financieros y mercantiles, pero dentro de
cesante, no tenía que resultar m uy la cual hab ía tam bién una alta ci­
atractivo p ara quienes p odían verse fra de propietarios de tierras (Nicolet).
obligados a prestarlo. Las enorm es Y ambos sectores no estaban dispues­
dificultades que el gobierno rom ano tos a renunciar a sus ganancias.
estaba en co n tran d o p a r reducir, por O tra solución estribaba en au m en ­
ejem plo, la resistencia de los pueblos tar el núm ero de propietarios, a fin de
hispanos, h ab ían repercutido psico­ disponer de m ás individuos cualifica­
lógicamente de un modo muy desfavo­ dos para servir en las legiones. Esto
rable en la ciu d ad an ía rom ana, so­ exigía, obviam ente, disponer de tie­
m etida a veces a m om entos de es­ rras p ara repartir, y que el E stado
pecial tensión. N o extrañan, por ta n ­ asum iese esa tarea, bien redistribu­
to, las noticias que las fuentes nos yendo la propiedad existente, o invir-
transm iten sobre eventuales dificulta­ tiendo en este program a extensiones
des en el reclutam iento de los solda­ del ager publicus. Es evidente que
dos legionarios, base de un ejército cualquiera de tales opciones no podía
que, al integrar sólo a quienes reu­ adoptarse sin que los intereses de la
nían un a determ inada cualificación aristocracia senatorial se viesen seria­
censitaria, tenía ya lim itadas posibili­ m ente afectados. Ahí radica la causa
dades de increm en tar sus efectivos. de que los sectores más reaccionarios
Esta situ ació n se fue agravando al de la nobleza, anclados en sus privi­
irse reduciendo progresivam ente, en legios, no c a lib ra ra n la verd ad era
función de las circunstancias antedi­ gravedad de la situación, oponiéndo­
chas, el núm ero de propietarios, lo se a todo intento reform ista. Y ello ex­
que obligó a tom ar m edidas determ i­ plica tam bién que tales m edidas fue­
nadas, entre ellas el rebajar el censo ran asum idas p o r aquellos políticos
exigido p ara poder servir en los cuer­ populares que, interesados en q u e­
pos legionarios, o bien prolongar la b rar el poder de los clanes nobiliarios
perm anencia del soldado en la m ili­ más poderosos, no d udaron en b u s­
cia, solución que resultaba im popu­ car el apoyo del proletariado urbano
lar y solía provocar m otines, aunque o del cam pesinado degradado ofre­
m uchos generales recurrían a ella para ciendo soluciones atractivas. D esde
te n e r tro p a s e x p e rim e n ta d a s an te ese m om ento la reform a del ejército,
cam p añ as difíciles. Las consecuen­ paulatinam ente proletarizado, y la re­
cias a que esta situación podía llevar form a socioeconóm ica (distribución
em pezaron a ser vislum bradas por al­ de tierras, fundación de colonias, etc.),
gunos políticos de este período. R e­ pasarían a ser pilares básicos en la
nu n ciar a la expansión exterior y al profunda transform ación de las es­
m an ten im ien to de unas conquistas tructuras del Estado rom ano, incre­
conseguidas a costa de enorm es es­ m entándose paralelam ente el activis­
fuerzos, retom ando las tropas a Italia, m o p o lítico de los com icios y del
no parecía una solución factible, por­ tribunado de la plebe con vistas a la
que precisamente esa apertura de Roma al consecución de tales objetivos.
m undo m editerráneo había im pulsa­
do unos sólidos inereses econócos, de 3. La política exterior
los que se beneficiaban, de forma es­
pecial tanto el estam ento senatorial, A unque la evolución política interna
cuyos m iem b ro s le h a b ía n sacado a d q u irió en to n ces esp ecial relieve
enorme partido a las tierras apropia­ dentro de la H istoria de Rom a, la ciu-
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 13

dad del T iber h ab ía quedado ya com ­ posibilidades de iniciativa, que supo­


prom etida p o r sus pasadas conquis­ n ían a su vez u n a relajación de los
tas en la gestión de u n a cada vez más m edios de control que trad ic io n a l­
com plicada política exterior. La co n ­ m ente hab ía tenido el Senado sobre
figuración de las nuevas provincias el ejecutivo. U na de las m ás im por­
h ab ía supuesto la integración de un tantes consecuencias fue la tendencia
factor que resultaría decisivo cara a la de m uchos de esos gobernadores a
futura evolución del Estado, pero este aprovechar sus m andatos provincia­
paso no se dio tratan d o p aralelam en­ les para enriquecerse ilícitam ente a
te de crear los m ecanism os adm inis­ costa de los súbditos de Rom a, entre
trativos apropiados a esta nueva rea­ los cuales, especialm ente los medios
lidad. R om a determ inó el destino de aristocráticos nativos, consiguieron a
estos territorios, m uchos de ellos leja­ m enudo labrarse am plias clientelas.
nos, con resortes an quilosados, sin C on frecuencia llegaron quejas al Se­
adecuar las características y com pe­ nado, y aunque se trató de dar solu­
tencias de sus instrum entos ejecuti­ ción al problem a m ediante la crea­
vos, los m agistrados, a la necesidad c ió n d e t r i b u n a le s p e r m a n e n te s
de m an ten er u n a soberanía directa y (quaestiones perpetuae), que d eb ían
sin interrupción sobre sus posesiones. castigar a quienes fuesen acusados de
Por prim era vez, ante la necesidad de extorsionar a los provinciales, de he­
gobernar circunscripciones m uy dis­ cho tales ju ra d o s ac a b a ro n siendo
tantes de Rom a, donde a m enudo h a ­ ineficaces porq u e, en ra zó n de su
bía que tom ar decisiones rápidas, se com posición y esfera de com peten­
planteó la exigencia de conceder a lo s . cias, se transform aron en cam po de
m agistrados, en este caso provincia­ batalla, prim ero entre diferentes gru­
les, un a libertad de actuación, unas pos senatoriales, luego entre la oligar­

Decoración mural procedente de la Casa de los Griffi


(c. 80-60 a.C.), Antiquarium,
Roma
14 Akal Historia del M undo Antiguo

q u ía d irig en te y u n e stam e n to en muy bajas cotas en num erosas com u­


auge, los c a b a lle ro s, que ta m b ié n nidades itálicas que, sin em bargo, se­
ah o ra p lan tea ría só lidam ente algu­ guían estando acuciadas por la obli­
nas de sus m ás firmes reivindicacio­ gación de proporcionar contingentes
nes. A demás, las enorm es posibilida­ m ilitares al ejército rom ano. A unque
des de hacer fortuna durante el ejer­ se tom aron algunas m edidas para p a ­
cicio de los m a n d o s p ro v in c ia le s liar estos incontrolados m ovimientos
convirtieron tales cargos en objetivos de población, lo cierto es que a la lar­
codiciados p o r m uchos nobiles, que ga las relaciones entre Rom a y los
lu ch aro n ard u am en te entre sí para aliados acabaron enturbiándose. La
conseguir lo que, en últim a instancia, masiva afluencia de foráneos a la Urbs
les p o d ía p ro p o rc io n a r riq u ezas y era en sí un exponente de lo que la
prestigio, que a su vez podían usarse ciudad del T iber significaba para m u­
com o una ventajosa inversión en la chos italianos, una m áxim a asp ira­
palestra política de Roma. ción, el derecho a com partir el m ejor
E n otra cuestión se vería tam bién estatuto personal, la opción a partici­
p ro n to cóm o el destino ulterior de p ar de los beneficios del creciente im ­
R om a no iba a depender ya ún ica­ perio, la posibilidad, en sum a, de in ­
m ente de su propia trayectoria histó­ tegrarse políticam ente en un cuerpo
rica. Desde tiem po atrás el Estado re­ cívico-social con el que ya, por el con­
publicano había ido consolidando su tacto de largos años, se habían ido es­
in flu en cia d en tro de Italia, y gran trechando vínculos culturales y senti­
parte de su capacidad de actuación m en tales. Lo lógico h u b ie ra sido
hab ía estado basad a en los vínculos asim ilar a m uchos de tales aliados
de alianza que se h ab ían ido consoli­ dentro del cuerpo político rom ano, en
dando con diferentes socii quienes, a una m ism a escala de derechos y res­
cam bio de m an ten er su autonom ía ponsabilidades, haciendo de una Ita­
interna, h ab ían quedado obligados a lia unida el eje del im perio m editerrá­
ren u n ciar a cu alq u ier iniciativa de neo, y superándose así la desfasada
política exterior y a sum inistrar tro­ supervivencia de una «ciudad-estado»
pas al ejército rom ano. Tal situación obligada a ejercer su dom inio sobre
era en sí m ism a enorm em ente desi­ presupuestos superados por la propia
gual, cuando no injusta, y si bien toda evolución de la H istoria. Pero la clase
esta estructura mostró, salvo ciertas política rom ana, y la casi totalidad de
fisuras, su estabilidad durante los d i­ la ciudadanía en sí, no parecían dis­
fíciles años de la guerra con los carta­ puestas a com partir su situación p ri­
gineses, ahora, en el ecuador del siglo vilegiada, e incluso arreciaron ciega­
II a. C., las dem andas de los itálicos m ente en sus m edidas de control e
iban a p asar a un prim er plano. Tam ­ intervencionism o sobre las com uni­
bién en las com unidades aliadas las dades itálicas. Precisam ente cuando
guerras h ab ían llevado a una crítica varios siglos de coexistencia h abían
situación al cam pesinado, provocan­ contribuido a b o rrar las fronteras n a­
do la quiebra de la agricultura. U na c io n a lista s, im p u lsa n d o un s e n ti­
de las consecuencias de esta difícil si­ m iento de patria italiana colectiva­
tuación fue la m asiva em igración de m ente com partida, esa m ism a co n ­
m uchas gentes a los centros urbanos, vicción en una nación com ún acabó
entre los que obviam ente la ciudad por rebrotar condicionada, es verdad,
del T iber ejercía la m ayor atracción. por los propios avatares políticos in ­
M uchos llegaron ante la posibilidad ternos de Rom a, pero sím bolo inelu­
de o b ten er la c iu d a d a n ía ro m an a, dible de un reajuste en el proceso his­
con las ventajas que ello significaba. tórico que ahora tendría que acom e­
Paralelam ente, la dem ografía llegó a terse sin más dilaciones.
Los G racos y cl com ienzo de las G uerras Civiles 15

II. La época de los Gracos

1. La actitud política de mo en m últiples facetas fue muy no­


Escipión Emiliano table. O tro grupo im portante en la
palestra política es el de los influyen­
Es difícil establecer para el período tes Metelos, polarizado en torno a Q.
que va a culm in ar con las reformas Cecilio M etelo M acedónico y Apio
introducidas por los G racos una se­ C lau d io P ulcher. A m bas facciones
cuencia lógica de los distintos aconte­ son un claro exponente de esa ruptu­
cim ientos que van m arcando la m a­ ra de unid ad de acción que caracteri­
yor o m enor incidencia de toda la za en esta fase a la aristocracia rom a­
p ro b lem á tica a p u n ta d a d en tro del na, de cuyo seno surgen ahora quienes
Estado rom ano. Pero para la mejor encabezan las más opuestas tenden­
com prensión del período que vamos cias políticas.
a an alizar es preciso clarificar al m á­ La lucha entre las facciones nobi­
xim o la identidad de los diferentes liarias se desarrolla en todos los terre­
grupos políticos que van a ir movili­ nos institucionales, y es ciertam ente
zándose, conociendo sus objetivos y una de las novedades más interesan­
las fuerzas que pusieron enjuego para tes que nos aporta este período el acu­
su consecución. Parece evidente que sado protagonism o que va a adquirir
en esta fase inm ediatam ente anterior el tribunado de la plebe, m agistratura
a la entrada en liza de los G racos la que, si bien había surgido original­
facción política encabezada por los m ente p a ra a su m ir la defensa del
influyentes Escipiones es la que más pueblo frente a la actividad de los
hace sentir su peso. Su líder, P. C or­ m agistrados, había quedado progre­
nelio Escipión Em iliano, cónsul en sivam ente m aniatada por el control
147 y 134, y censor en 142, aureolado senatorial, y prácticam ente incapaci­
por el prestigio conseguido a raíz de tada para acom eter iniciativas con
sus resonantes victorias ante Cartago plen a in d ep en d e n cia. F ue precisa­
y N um ancia, es ahora la principal fi­ m ente la cuestión del reclutam iento
gura política rom ana, en torno a la lo que devolvió al tribunado, a ins­
cual gira una poderosa factio, que in ­ tancias populares, su antigua capaci­
tegra a hom bres com o C alpurnio P i­ dad de actuación. Las dificultades de
són, Q. Fabio Em iliano, herm ano de la guerra de H ispani^ habían provo­
Escipión, o C. Lelio, o a adalides de cado a m enudo una fuerte oposición
la cultura rom ana, com o el filósofo pública a las levas exigidas por el go­
Panecio, el literato Terencio o el his­ bierno, buscándose el apoyo de los
to riad o r Polibio. En este círculo de tribunos para im pedir que tales reclu­
aristócratas el im pacto del H elenis­ tam ientos se llevaran a cabo. Esta si­
16 Akal Historia del Mundo Antiguo

tuación popular, y el papel ejercido Este últim o, durante su cuestura en


p o r el trib u n ad o en ella, no podían H ispania, había tenido u n papel im ­
d ejar de ser u tilizadas p o r algunas portante en la paz firm ada por M an ­
facciones nobiliarias en lucha, com o cino con los num antinos. La actitud
el clan de los Escipiones, que vieron de Escipión Em iliano, espoleada por
en ello un capital político que podía los intereses de quienes esperaban
canalizarse en función de sus intere­ ganancias de la guerra, m arcó la p a u ­
ses. Así se vió claram ente con ocasión ta de un enfrentam iento político que,
de la aprobación de las leges tabella­ en el m arco de una situación com ple­
riae, prom ovidas en 139 y 137 por los ja y crítica, se agravaría con ocasión
tribunos G abinio y L. Cassio, que su­ de la elección en el 133 de Sem pronio
p o n ían introducir el voto secreto en G raco com o tribuno de la plebe.
las elecciones de los m agistrados y en
los juicios, con lo cual la aristocracia
senatorial vio sensiblem ente m erm a­ 2. La trayectoria política
das sus posibilidades de influir en los de Tiberio Sempronio Graco
votantes, in crem en tán d o se la in d e­
pendencia del pueblo ante las m an i­ A unque poca docum entación directa
pulaciones de los poderosos. Detrás nos ha llegado sobre la personalidad
de todo este m ontaje estuvo, obvia­ y la trayectoria política de los Gracos,
mente, la m ano de Escipión orien tan ­ cuyo perfil histórico debe ser trazado
do la fuerza po p u lar en función de esencialm ente en fu nción de otras
unos intereses, que no eran otros que fuentes contem poráneas o posterio­
lim itar al m áxim o el p oder de la nobi­ res, eso sí, de notable validez, son tan
litas m ás conservadora. Esta consi­ controvertidas, y hasta apasionadas,
guió fren ar en otras oportunidades las opiniones que sobre estos líderes
algunas iniciativas del clan escipióni- políticos la A ntigüedad nos ha lega­
co fom entadas a través de la gestión do, que incluso la historiografía ac­
tribunicia, pero a la larga no pudo tual ha elaborado sus juicios sobre
evitar que el vencedor de C artago o b ­ ellos m ediatizada p o r la parcialidad
tuviera dos objetivos que se había fi­ y las subjetivas interpretaciones que
jado: conseguir de nuevo el consula­ sus figuras suscitaron ya entonces.
do, lo que lograría para el año 137 por N o obstante, cuando se analizan a
encim a del respeto a las leyes, y reci­ fondo los prolegóm enos de la inm e­
b ir el m ando de la guerra de H ispa­ diata crisis, que en el corazón de la
nia, que había tom ado un cariz m uy R epública va a provocar la aparición
desfavorable p o r la resistencia de Nu~ de los G racos en la palestra pública, y
m ancia. U na victoria m ilitar podía se interpretan los acontecim ientos de
reportar a Escipión un enorm e presti­ este período dentro de las coordena­
gio, que podía invertir positivam ente das ya definidas, podem os observar
en la escena política rom ana, y en que, en últim a instancia, m ás allá de
persecución de este decisivo logro no la aparente revolución p o p u lar que
dudó en recurrir a la presión popular, sus gestiones tribunicias parecen esti­
sacando por vez prim era a colación m ular, es de nuevo la lucha de faccio­
u n tem a, la reform a agraria, que des­ nes la que rebrota ahora con nuevos
de entonces sería incorporado a los e s c e n a rio s y m ás c o m p ro m e tid o s
program as m ás progresistas. Esta ac­ protagonistas.
titud le valió la fuerte oposición de al­ Para alca n zar el trib u n ad o de la
gunas de las más prestigiosas fam i­ plebe en el año 133 (en plena fase
lias senatoriales. De m odo particular económ ica depresiva, m arcada por el
cabe citar la enem istad surgida entre enrarecim iento de las em isiones m o­
E scipión y Tiberio Sem pronio G raco. netales y el freno del gasto público),
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 17
18 AkaI Historia del Mundo Antiguo

Tiberio G raco fue apoyado por uno Discurso de Tiberio Graco


de los grupos senatoriales m ás fuer­ La filosofía que animaba la decisión de
tes, tradicionalm ente opuesto al sec­ Graco perseguía no la prosperidad econó­
tor encabezado p or Escipión Em ilia­ mica, sino el aumento de población, y
no. En él co n tab an com o principales arrebatado en sobremanera por la utilidad
adalides Apio C laudio Pulcher, cón­ de la empresa, en la fe de que nada más
sul en el 143, M. Porcio C atón, P api­ eficaz o brillante podía ocurrirle a Italia, no
rio C arbón, y los herm anos P. M ucio consideró la dificultad que la rodeaba.
Escévola y P. Licinio C rasso M ucia­ Cuando llegó el momento de la votación
no, éstos dos ú ltim os especialistas expuso previamente otros muchos argu­
mentos persuasivos y de extenso conteni­
destacados en el cam po de la ju ris­ do. Y preguntó a aquellos si no era justo
p rudencia, que p u d ieron in stru ir a distribuir la propiedad común entre el co­
Tiberio sobre la docum entación legal mún; si no era en todo momento más dig­
relativa al derecho de usufructuar do­ no de estima un ciudadano que un escla­
m inios públicos, lo que sería uno de vo; si no era más útil un soldado que uno
sus grandes caballos de batalla. Como que no tomaba parte en la guerra y mejor
era frecuente en el seno de la aristo­ dispuesto hacia los asuntos públicos el
cracia rom ana, los lazos fam iliares que participara de ellos. Pero, sin exten­
hab ían venido a consolidar en ciertos derse en demasía en la comparación, por
reputarla indigna, pasó de nuevo a exponer
casos las convergencias políticas, pues sus esperanzas y temores sobre la patria
m ientras Tiberio G raco fue yerno de diciendo que poseían la mayor parte del
Apio Claudio, su herm ano Cayo casó territorio por la violencia, gracias a la gue­
con una hija de Licinio Crasso. C u ­ rra, y que tenían esperanzas de conquistar
rio sa m e n te , no fa lta b a n ta m p o c o el resto del mundo conocido; sin embargo,
ciertas vinculaciones fam iliares entre en esta empresa arriesgaban todo, y o bien
los G racos y Escipión Em iliano. En lograban hacerse con lo que les faltaba al
la educación de Tiberio, y sobre todo poseer una población numerosa, o per­
a la hora de buscar las m otivaciones dían incluso lo que ya poseían a manos de
los enemigos por causa de su debilidad y
de fondo que h ab rían condicionado
envidia. Después de exagerar la gloria y la
su personalidad enérgica, altanera y prosperidad de una de estas alternativas, y
revolucionaria, se ha querido ver una el riesgo y el temor de la otra, exhortó a los
decisiva influencia recibida tanto de ricos a reflexionar sobr ello y a otorgar es­
su m adre (Cornelia, hija de Escipión pontáneamente, como una gracia volunta­
el Africano), com o de un círculo de ria, si era necesario, esta tierra a la vista de
intelectuales afincados en Roma, como las expectativas futuras a quienes iban a
el filósofo Blosio de C um as o el retó­ alimentar a sus hijos, y a no pasar por alto,
rico Diófanes de M itilene, muy vin­ mientras contendían por cuestiones de
poca entidad, otras de más envergadura,
culados a la doctrina estoica, quienes
pues recibían, además, como com pen­
quizás le inform aron sobre las preo­ sación acorde con el trabajo realizado la
cupaciones sociales existentes en el posesión escogida, sin costo e irrevocable
orbe griego, y le im buyeron ideas de para siempre, de quinientas yugadas cada
concordia y justicia universales, y la uno de ellos, y cada uno de sus hijos,
noción de soberanía popular (ideolo­ aquellos que los tuviesen, la mitad de esta
gía helenística). P robablem ente hay cantidad. Graco, tras exponer m uchos
m ucho de cierto en todo ello, com o se otros argumentos similares y excitar a los
desprende de su capacidad oratoria, pobres y a cuantos otros se guiaban más
por la razón que por el deseo de posesión,
que tan m agistralm ente supo utilizar,
ordenó al escriba que diera lectura a la
pero más allá de ese trasfondo idea­ proposición de ley.
lista, espoleado en cierto m odo por el
n otable im pacto causado en cierto Apiano, B.C., I, 11; trad. A. Sancho.
sector de la alta sociedad rom ana por
el pensam iento helenístico, hay que
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 19

ver tam bién la huella m arcada en T i­


berio, com o en cu alquier otro joven
noble de su época, p or los viejos p rin ­
cipios republicanos, y las m otivacio­
nes inm ediatas que su actividad tri­
bunicia pudiera tener en el contexto
de la pugna en tab lad a entre las fac­
ciones senatoriales.
Desde esta perspectiva, la famosa
ley agraria presentada p o r el m ayor
de los G racos, sím bolo y exponente al
m ism o tiem po de ese ím petu revolu­
cionario con el que ha quedado perfi­
lada ante la H istoria su gestión tribu­
nicia, no resulta ser tanto la lógica
consecuencia de u n a iniciativa in d i­
vidual, casi m esiánicam ente defendi­
da, com o el arm a usada por una de
las más potentes facciones políticas
en liza, que h ab ría buscado en los
p ro y ecto s ta n a rd o ro sa m e n te em ­
prendidos por el tribuno un medio
Cipo de la época de los Gracos
para doblegar a sus adversarios. Pre­ (de la Enciclopedia Italiana, I)
cisam ente fue en el m om ento en que
el líder de esa oposición, Escipión los dos prim eros hijos, de forma tal
E m iliano, se encontraba en H ispania que en determ inados casos se podía
ased ian d o N u m an cia, acom pañado disponer de 1.000 iugera. U na vez es­
por otros destacados m iem bros de su tablecidos los límites que cada posee­
facción, cuando se presentó en Rom a d o r p o d ía alca n zar, las tierras so­
dicha lex agrario, que significaba en brantes tenían que ser devueltas al
sím ism a reem prender, aunque desde Estado por sus antiguos propietarios,
otro ángulo, una iniciativa tom ada para ser parceladas y repartidas entre
años atrás sin éxito p or el grupo de los ciudadanos necesitados. Estos lo­
Em iliano. La citada ley proponía que tes (de treinta yugadas) no podían ser
una com isión de tres m iem bros (tres­ alineados, con lo cual se trataba de
viri agris dandis adsignandis) se encar­ evitar que retornaran por cualquier
garía de repartir entre los ciudadanos procedim iento a m anos de los lati­
pobres tierras pertenecientes al ager fundistas, y a cam bio del derecho a
publicus, en lotes de 30 yugadas a títu­ explotar estas propiedades públicas
lo de posesión hereditaria, con lo cual sus beneficiarios debían ab o n ar una
se trataba de revitalizar una antigua y cantidad sim bólica (vectigal). Se p lan ­
d esusada disposición, que la trad i­ teó tam bién un sistem a de com pensa­
ción adjudicaba en últim a instancia a ciones para quienes hubieran inverti­
las Leges Liciniae Sextiae del 367, la do en tierras de las que ahora eran
cual lim itaba a 500 iugera (unas 125 despojados, y la necesidad de dotar a
has.) la extensión m áxim a del ager la com isión del respaldo legal perti­
publicus que cualquiera podía explo­ nente. La ley, obviam ente, atentaba
tar, señalando el núm ero de cabezas por u n lado a los intereses de quienes
de g an a d o que allí p o d ían pastar. tradicionalm ente habían sacado enor­
U na cláusula de esta Lex Sempronia me provecho de la explotación ilim i­
Agraria am pliaba el m argen de ocu­ tada de las tierras estatales, utilizan­
pación a 250 iugera por cada uno de do en ellas a gran escala la m ano de
20 Akal Historia del M undo Antiguo

obra servil, pero p o r otra parte podía na política u n a dura e im placable lu­
ser una solución tan to al problem a de cha entre el tribuno, cada vez m ás ex­
la em igración in controlada del cam ­ trem ista e incluso aislado en la de­
po a las ciudades, asfixiadas p o r el in ­ fensa de sus ideales, y una oposición
crem ento de u n a plebe m enesterosa, senatorial infatigable, una contienda
com o al radical descenso de la cifra en la que las partes en litigio no d u ­
de ciudadanos-propietarios, que tan d aría n en forzar las reglas de un ju e ­
hondam ente h ab ía repercutido en el go co n stitu cio n al trad ic io n a lm e n te
reclutam iento del ejército censitario. aceptado. Por lo pronto, Tiberio, em ­
Q uienes elab o raro n este proyecto pleando sus poderes tribunicios, de­
de ley eran claram ente conscientes cretó el estado de iustitium, lo que su­
del im pacto que su presentación p o ­ ponía la inm ediata paralización de
día causar entre los sectores m ás con­ las actividades públicas y los nego­
servadores, y sabían de sobra que el cios privados. A renglón seguido, con­
recurso a las m asas era la m ejor vía vocó a la asam blea (comitia tributa)
para conseguir sus objetivos. Puesto para plantearle la condena del tribu­
que el en fren tam ien to se perfilaba no Octavio quien, por decisión u n á ­
com o un a abierta divergencia entre nim e, fue violentam ente despojado
los más pobres, en su m ayoría plebe­ de sus atribuciones. Esta iniciativa,
yos, y los m ás ricos, en su m ayoría se­ inspirada en las teorías helénicas so­
nadores, parecía evidente que cual­ bre el gobierno directo del pueblo y el
quier estudio previo a la lex agraria en carácter revocable de las m agistratu­
el Senado, antes de som eterla a vota­ ras, significaba u n a ex tra o rd in aria
ción en los comicios, com o había sido novedad en el panoram a institucio­
siem pre costum bre, significaba co n ­ nal rom ano. La figura del tribuno,
d enar el proyecto al m ás absoluto fra­ am parada en su inviolabilidad, siem ­
caso. Tiberio optó p o r presentar la ley pre había sido respetada, por lo que
directam ente en la asam blea, pero el la actitud de G raco venía a ser un h e­
clan senatorial se aprestó a u n a dura cho sin precedentes, no sólo p o r lo
resistencia recurriendo al peso de sus que la deposición de Octavio podía
clientelas. El día de la votación acudie­ suponer com o recurso excepcional,
ron en m asa, para apoyar a la plebe objeto de escándalo y fuertes críticas
urbana, gran cantidad de cam pesinos desde m uchos sectores, sino por el
e incluso aliados. C u ando la situa­ papel activo y com bativo que desde
ción parecía que iba a inclinarse a fa­ ahora iba a arrogarse el tribunado de
vor de Tiberio, respaldado por un alto la plebe al servicio de causas políticas
núm ero de votantes, el Senado recu­ definidas com o «populares».
rrió a la intercessio esgrim ida por O c­ El ataque contra Octavio le enaje­
tavio, otro tribuno de la plebe, a u n ­ nó a Tiberio los apoyos que había te­
que v en d id o a los in tereses de la nido entre los sectores reform istas de
aristocracia. Pese al m agnífico d is­ la aristocracia, y le convirtió en un lu ­
curso pronunciado p or Tiberio en de­ chador casi solitario, am parado ú n i­
fensa del proyecto, cuyo contenido cam ente en el respaldo que la voluble
nos ha llegado, el veto de Octavio p a ­ m asa p opular pudiera prestarle. Sin
ralizó la activ id ad com icial, d iso l­ ningún veto en contra, la ley agraria
viéndose a renglón seguido la asam ­ pudo salir en principio adelante, pero
blea. pronto quedó claro que la com isión
La respuesta de Tiberio G raco ante encargada de ponerla en práctica iba
esta actitud reaccionaria y m an ip u la­ a encontrar m últiples dificultades es­
dora de la oligarquía no fue m enos tim uladas desde el lado m ás conser­
radical y aventurada, y a p artir de este vador. E stablecer u n a clara d istin ­
m om ento se desarrollaría en la esce­ ción entre tierras privadas y públicas,
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles

Retrato de un patricio
(primera mitad del siglo I a. C.),
Roma, Museo Torlonia

o saber en cada caso qué extensiones micos, que debía suministrar un Estado
h abía que confiscar por sobrepasar cuyo aparato ejecutivo estaba en m a­
sus poseedores los m árgenes estable­ nos del estam ento senatorial. La co­
cidos por la ley, eran tareas com plica­ m isión recibió m edios m uy deficien­
das y lentas, que no dejarían de susci­ tes y quedó prácticam ente paralizada.
tar controversias jurídicas. La com i­ Ante esta situación Tiberio reaccionó
sión consiguió ser dotada de los nece­ proponiendo a la asam blea popular
sarios poderes legales para actuar con que la herencia dejada a la República
efectividad, pero p ara indem nizar a por Atalo III de Pérgam o fuese inver­
Irá desposeídos o pro porcionar a los tida en p o ten cia r económ icam ente
nuevos colonos los instrum entos ne­ las actividades de la com isión agra­
cesarios para explotar sus nuevas tie­ ria, usándola com o capital de explo­
rras se necesitaban recursos econó­ tación.
22 Akal Historia del M undo Antiguo

3. La reacción del chedum bre hasta su casa. Al día si­


clan senatorial guiente, m ientras la asam blea volvía
a reunirse ju n to al tem plo de Júpiter
El m ayor de los G racos estaba en ­ C apitolino, el Senado hacía lo m ism o
trando en un terreno peligroso, pues­ no m uy lejos a la espera de los acon­
to que desde su atalaya de tribuno tecim ientos, m ientras estallaban los
em p ezab a a arro g arse el d ictam en prim eros disturbios, atizados por los
po p u lar sobre capítulos, com o la a d ­ más extrem istas partidarios del fogo­
m inistración financiera o la política so tribuno. C uando los senadores exi­
exterior, que desde siem pre h ab ían gieron al cónsul Escévola, que perso­
sido competencia senatorial. Su actitud nalm ente era partidario de la reform a
h abía provocado incluso el acerca­ agraria, una acción contundente con­
miento de facciones aristocráticas an ­ tra la facción de Tiberio, y aquél se
teriorm ente opuestas, pero au n ad as negó, un grupo de ellos encabezado
ahora en una interesada defensa de su p or el gran pontífice C ornelio Esci­
privilegiada situación dentro del Esta­ pión N asica tom ó las arm as y se en­
do, ante el acoso de lo que se estimaba frentó con los seguidores gracanos.
ya como una auténtica y revoluciona­ Estos, ab andonados por la indecisa
ria sedición de los sectores sociales m ultitud, se vieron im potentes ante el
m ás d e p a u p e ra d o s (plebe u rb a n a , ataque y cayeron en masa. El propio
cam pesinado arruinado). Atacar vio­ T ib e rio e n c o n tró la m u erte en la
lentamente a Tiberio mientras conser­ refriega.
vaba su tribunado hubiera sido res­ D esaparecido el líder popular, no
ponderle con los mismos usos anti­ siguieron inm ediatam ente el m ism o
constitucionales que tanto se le habían cam ino las iniciativas que su gestión
criticado. Q uedaba claro, pues, que tribunicia había auspiciado. La com i­
cuando expirara su m andato sería el sión agraria, en la que Licinio Crasso,
m om ento apropiado para, ya simple suegro de Cayo Graco, reem plazó a
particular, exigirle responsabilidades. Tiberio, continuó existiendo, aunque
Esta latente y temida posibilidad hizo actuó con sum a m oderación. Pronto
nacer en la mente del tribuno la con­ el b an d o gracano, un vez repuesto de
vicción de que sólo siendo reelegido la sorprendente acom etida senatorial,
para el cargo podría m antener su segu­ reavivó sus ideales y em prendió un
ridad personal y am parar la ejecución duro ataque contra aquel grupo de
de sus proyectos. Una vez que se hizo patres que, encabezado p o r N asica,
notorio que aspiraba a una prolonga­ había actuado tan sangrientam ente.
ción de sus funciones, la oposición se­ Pero la oligarquía senatorial, que h a­
natorial se hizo aún más fuerte y em pe­ bía conseguido el consulado del 132
zaro n a su rgir acusaciones de que para dos de sus m ás reaccionarios
pretendía la tiranía. Para garantizarse m iem bros, Popilio Lenas y P. R upi­
la continuidad del apoyo popular, so­ lio, respondió con una im placable ca­
bre todo en el medio urbano, donde los dena de juicios de la que fueron vícti­
poderosos tenían fuertes clientelas. Ti­ mas m uchos partidarios de los Gracos.
berio se lanzó a una activa propaganda Al año siguiente (131 a. C.) el p an o ra­
y difundió la promesa de nuevas refor­ ma pareció despejarse en favor de la
mas institucionales. C uando los com i­ facción gracana, que consiguió au p ar
cios se reunieron para votar su reelec­ al consulado a Licinio Crasso, el n u e­
ción, algunos de sus colegas en el tribu­ vo m iem bro de la com isión triunviral
nado intentaron entorpecer el proce­ agraria, y obtuvo el tribunado de la
so, d iso lv ién d o se la asam b lea. T i­ plebe para uno de sus elem entos más
berio, que ya temía por su propia inte­ activos y radicales, Papirio C arbón.
gridad física, fue escoltado por la m u­ Este asum ió la herencia com bativa
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 23
de Tiberio, buscando legalizar a pos­ oficialm ente, y nunca pudo dem os­
teriori algunas de las iniciativas que a trarse que la m ano del bando gracano
aquél m ás se le h ab ían criticado, tal estuviera tras aquel evento, las acusa­
es el caso de la interacción en el tribu­ ciones enturbiaron aún más la enra­
nado, pero se encontró enfrente a un recida atm ósfera política que Rom a
Escipión E m iliano que había retor­ vivía en aquellos críticos momentos.
nado triunfante de H ispania y que, En el curso que pronto tom aron los
pese a no disfrutar del apoyo popular acontecim ientos la com isión surgida
de antaño, estaba dispuesto a plantar de la lex agraria volvió a tener un acu­
sólida resistencia frente a cualquier sado protagonism o. C onstituida ah o ­
acción ejecutiva que tom ara la discu­ ra por Cayo Graco, nuevo líder popu­
tida com isión agraria. lar, Fulvio Flaco, uno de los colabora­
Los trabajos de reestructuración y dores de Tiberio, y el tribuno Papirio
delim itación de tierras efectuados por Carbón, y en una de tantas piruetas po­
los triunviros, testim oniados arqueo­ líticas tan frecuentes por entonces,
lógicam ente por varios cipos term i­ pasó a h acer suya precisam ente la
nales conseivados, h ab ían provocado cuestión itálica, dándole un nuevo ca­
num erosas quejas y pleitos, que a u ­ riz. Si la resistencia de los aliados a de­
m entaron considerablem ente cuando volver las tierras del ager publicus que
se exigió a m u c h a s c o m u n id a d e s se les reclamaba había originado ten­
aliadas la devolución de tierras que siones, que habían m aniatado a dicha
en otro tiem po h ab ían sido converti­ comisión, la solución estribaba en con­
das en propiedad del Estado rom ano, vertir a tales aliados en ciudadanos y,
pero que en la práctica hab ían sido por tanto, beneficiarios de la ley agra­
co n servadas p o r sus antiguos u su ­ ria. Ello exigía un vasto programa de
fructuarios. Esta m edida suscitó, ob­ revisión y división de lotes para aten­
viamente, una enorme inquietud entre der todas las demandas. La propuesta
los aliados, que fue canalizada en su llevaba im plícita una nueva concep­
favor por el partido de Escipión, con­ ción del Estado romano, cuya gestión y
vertido ahora, por m or de una oportu­ potencialidad dependerían tanto de los
nista estrategia política, en defensor de aliados com o de la propia Roma.
los italianos, entre muchos de los cua­ Un nuevo proyecto de ley recogió
les, durante los años de cam paña, ha­ la concesión de la ciudadanía rom a­
bía estrechado alianzas y clientelas, na a aquellos itálicos que lo solicita­
con las cuales podía ahora contrapesar ran, reservándose el ius provocationis
la fuerza que el grupo gracano recibía para quienes desearan m antenerse en
de la plebe urbana y rústica. Una pro­ su condición de aliados. Pero puesto
puesta de Escipión Em iliano para des­ que en las com unidades italianas eran
pojar a la comisión triunviral de sus las aristocracias locales las que de­
c o n tro v e rtid a s p o te sta d e s legales, tentaban el dom inio de la m ayor p ar­
transfiriéndolas al consulado, encontró te de las tierras, llevar adelante este
favorable acogida (129 a.C.). Tal deci­ proyecto sólo podía significar dos co­
sión significaba reducir dicha com i­ sas: trasplantar a tales com unidades
sión a la impotencia. Se corrió el ru­ la m ism a dialéctica ricos-pobres que
m or de que Escipión aspiraba a la sufría la sociedad rom ana, e inclinar
dictadura. Sorprendentem ente, al día a las oligarquías nativas hacia la cau­
siguiente de que tal hecho tuviese lu­ sa defendida por la facción conserva­
gar, el vencedor de N um ancia ap are­ dora senatorial. Esta se movilizó in­
ció m uerto en su lecho sin ninguna m ediatam ente para evitar que Fulvio
explicación lógica. Se especuló con el Flaco, m iem bro de la com isión, que
suicidio, y hasta con el asesinato, y aspiraba al consulado del 125, para
aunque el caso no llegó a investigarse poder im pulsar desde dicha m agis­
24 Akal Historia del Mundo Antiguo

tratura tal proyecto, alcanzara su ob­ mos sobre esta ingente obra acom eti­
jetivo, cosa que no pudo evitar, a u n ­ da p o r el m enor de los G racos es muy
que logró que el n u e v o c ó n s u l, parcial y contradictoria, pero parece
inmediatamente después de su elec­ evidente que sus iniciativas no fueron
ción, fuese enviado de cam paña a las tom adas irreflexivam ente pues, como
Galias. No obstante, u n a c o n te c i­ se deduce de su discurso de legibus
miento imprevisto vino a agravar las promulgatis, pronunciado en los pri­
tensiones que ya se habían suscitado meros meses de su m agistratura, to­
en el seno de las ciudades italianas. dos los proyectos fueron m editados e
Al ver que Fulvio Flaco no iba a p o ­ integrados en un concienzudo p ro ­
der defender, como tenía previsto, el gram a político destinado a dar urgen­
plan de concesión de la ciudadanía tes soluciones a los más acuciantes
romana a los aliados, la localidad la ­ problem as que estaban m inando pro­
tina de Fregellae se rebeló, un presagio gresivam ente la sociedad rom ana. Al
de la futura «Guerra de los Aliados». igual que ocurre con Tiberio G raco,
La respuesta del Senado fue fulm i­ no hay tam poco que ver en Cayo a un
nante, y la ciudad sublevada fue des­ revolucionario popular, enfrentado en
truida para que su ejemplo sirviera de solitario a su propia clase, y empeñado
escarmiento. en cam biar hasta sus raíces las estruc­
turas políticas, sociales y económicas
4. El tribunado de Cayo Graco del viejo Estado republicano. Cayo,
y su actividad legislativa por su formación y entorno familiares,
procedía del estamento senatorial, al
Fue en este ambiente de pasiones en ­ igual que sus más directos colaborado­
contradas y esperanzas defraudadas res, pero sí era consciente de que el ex­
cuando Cayo Graco se presentó como clusivismo dirigente de la egoísta oli­
candidato al tribunado de la plebe garquía a la que pertenecía estaba
para el año 123. Hom bre elocuente y, convirtiendo la m aquinaria del Estado
tal como lo presenta la tradición, a p a­ en u n a p a ra to esclerotizado, irres­
sionado y con dotes de líder, había ponsable e inadaptado a las nuevas
participado desde años atrás en las circunstancias históricas. Rom a ne­
actividades de la famosa com isión cesitaba del equilibrio constitucional,
agraria, y había defendido con idénti­ de la integración en la gestión de go­
co interés el proyecto de Fulvio Flaco. bierno de nuevos sectores sociales, de
Ejerció como procuestor en C erdeña, un control más efectivo de sus m agis­
puesto que abandonó sin au to riza­ trados, para responder al reto de tan ­
ción para acudir a Roma en busca del tos y tantos problem as que en los últi­
tribunado. Esta actitud le valió duras mos decenios habían ido acum ulán­
críticas por parte de la oligarquía se­ dose. Para Cayo resultaba evidente
natorial, que deslizó igualm ente la que el organism o m otor de toda esta
acusación de que, tras los sucesos de pro fu n d a reform a tenía que ser la
Fragellae, había estado la m ano de asam blea popular, cuya capacidad de
Cayo. Tales m aniobras no pudieron iniciativa dependía en buena parte de
impedir, sin embargo, que Cayo re­ las ilusiones que en ella p u d ieran
sultara nombrado tribuno, cargo para suscitar los tribunos de la plebe com o
el que sería reelegido al año siguiente. elem ento ejecutor del cam bio, sobre
A partir de este momento se lanzaría la b ase de n u ev o s av a n ces re fo r­
a una gran actividad legislativa, que mistas.
vendría de nuevo a poner a prueba No es posible, a tenor de la confusa
los fundamentos institucionales del d o cu m e n ta c ió n d isp o n ib le, e n c u a ­
Estado romano. d ra r con exactitud cronológica las di­
La información de que d isp o n e­ ferentes leyes im pulsadas por Cayo
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 25
G raco, pero es factible conocer su diar los más acuciantes problemas so­
contenido. La Lex ab actis, que nos ciales, sin quedar coartada, o incluso
transm ite P lutarco com o una de las anulada, por los obstáculos legales que
prim eras, im pedía que un m agistrado habían acabado por elim inar a Tiberio
destituido p or el pueblo pudiera re­ Graco de la escena política. Cayo dio
vestir otro cargo público. C on esta nuevos bríos a los trabajos de la comi­
disposición, de la que probablem ente sión agraria, de la que formaba parte,
tenem os un fragm ento epigráfico en m ediante una lex agraria, que proba­
la llam ada Lex Latina tabulae Banti­ blemente suponía devolver a los triun­
nae, se pretendía au m en tar el control viros sus poderes judiciales. N o obstan­
del pueblo sobre sus representantes, te, en esta nueva etapa, precavidos ante
los tribunos de la plebe, a fin de evi­ la experiencia anterior, los triunviros
tar, com o frecuentem ente había ocu­ actuaron con menos precipitación, cen­
rrido, que se convirtieran en simples trando esencialmente sus trabajos en
instrumentos de los intereses del Sena­ áreas donde se atacara menos los inte­
do. Por su parte, la denom inada Lex reses del orden senatorial.
Sempronia de provocatione prescribía la Q uedaban aún vigentes el acucian­
necesidad de un decreto popular para te problem a de los aliados y la reanu­
em prender cualquier causa que en ­ dación de las tareas de parcelación
trañ ara un a condena capital. Se trata­ que tantos conflictos h ab ían provoca­
ba de salvaguardar así el derecho de do, pero el nuevo líder p opular consi­
ap elació n (ius provocationis) de que guió hacer frente a am bos retos con
disfrutaba todo ciu d adano rom ano, dos proyectos de enorm e trascenden­
im pidiendo que se reprodujeran si­ cia: d ar a la com isión agraria potesta­
tuaciones com o la violenta persecu­ des para que pudiera disponer no sólo
ción judicial de la que habían sido víc­ del escaso ager publicus italiano, sino
timas en el 132 los partidarios de T i­ del que en gran cantidad ofrecían las
berio G raco por parte de la aristocra­ provincias; y p lan tear los futuros re­
cia senatorial. El castigo para quien partos de tierras no sólo a título in d i­
fuera acusado de no respetar esta ley vidual, sino colectivo, lo que suponía
era el destierro, pena que recayó en d ar un gran im pulso a la fundación
Popilio Lenas, uno de los más ardien­ de asentam ientos coloniales, entre los
tes perseguidores de la facción graca- que contaron Scolacium (M inervia) y
na. O tra ley, en conexión evidente Tarento (N eptunia), y la instalación
con la anterior, establecía una tajante de 6.000 colonos en la colonia Iuno-
condena para aquellos senadores o nia, en el em plazam iento de la des­
m agistrados que buscasen por cual­ truida C artago (Lex Rubria). La dife­
q u ier m edio la elim in a ció n de un rencia entre estas colonias y las que el
enem igo político. Era lugar com ún Estado republicano había fom entado
que los tribunales, m anipulados por tiem po atrás, radicaba esencialm ente
los m iem bros del clan senatorial, uti­ en su finalidad y com posición social.
lizaban frecuentem ente falsas acusa­ N o se trataba tanto de establecim ien­
ciones o pruebas contra sus adversa­ tos m ilitares, destinados a controlar
rios, y recurrían a cualquier m edio un territorio enemigo recientemente con­
ilícito com o el soborno. quistado, sino más bien de fundacio­
C on esta base legal, que significaba nes con propósitos económicos, en las
introducir nuevas pautas de conducta que encontraron acomodo no sólo el
y una m ayor exigencia de responsabi­ propietario agrario, beneficiado con
lidad en el m arco de la adm inistra­ los repartos de tierra, sino tam bién ar­
ción rom ana, podía tener m ás am plio tesanos y comerciantes instalados en
margen de m aniobrabilidad cualquier colonias que reunían asimismo la con­
iniciativa tribunicia que buscara reme­ dición de puertos. E n conexión con
26 AkaI Historia del Mundo Antiguo

este deseo de estim ular las actividades vo entre las m asas que, pese a las
mercantiles estaría el plan gracano de fuertes críticas suscitadas en el sector
im pulsar la construcción de calzadas senatorial, supo capitalizar adecua­
en Italia. dam ente en favor de sus proyectos le­
O tras leyes de Cayo G raco busca­ gislativos. Por otra parte, y con la de­
ron rem ediar algunos de los probíe- no m in ad a Lex militaris, Cayo buscó
mas más acuciantes que inquietaban no sólo liberar a los m enores de dieci­
no tanto a la plebe rústica, com o a la séis años de la obligatoriedad del ser­
m ultitudinaria población que se h a ­ vicio m ilitar, sino tam bién responsa­
bía ido acum ulando en Roma. U na bilizar al E stado del equipam iento de
cuestión a m enudo agravada era la los soldados.
del abastecim iento de cereales a la Es indudable que la obra em pren­
Urbs y la necesidad de evitar las osci­ dida por G raco, de llevarse totalm en­
laciones que su precio sufría en el te a efecto, tenía que introducir nue­
m ercado. U na Lex frum entaria p re ­ vos principios en la forma de entender
sentada p o r Cayo regularizó las dis­ el papel del Estado con relación al
tribuciones m ensuales de trigo a pre­ contexto social. Llevar adelante algu­
cios estables, m edida que beneficiaba nos de estos proyectos obligaba a la
esencialm ente a los ciudadanos m ás R epública a invertir ingentes recursos
pobres, que qued ab an así liberados económ icos, pero ahí radicaba preci­
de la frecuente especulación. C on ello sam ente uno de los cam bios que la
rom pió la p o p u larid a d y clientelas facción gracana estaba m ás interesa­
que ganaban los poderosos m ediante da en introducir: el Estado tenía que
los m unificentes repartos frum enta­ m odificar radicalm ente su im agen, y
rios. No sabem os qué alcance tuvo no sólo su im agen, sino tam bién sus
esta iniciativa, pero parece indudable principios de gestión. El aparato de
que le dio a G raco un enorm e atracti­ gobierno, las provincias, el erario pú-

i.

Ostia, del siglo III a fines de la República


(según I. Gismondi)
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 27

blico, los tributos, etc., no podían ser dos fueran ju zg ad o s lenitivam ente
ún icam ente u tilizados en provecho por sus pares, los m iem bros de los tri­
de la oligarquía dom inante, sino res­ bunales (quaestiones de repetundis) se­
ponsablem ente invertidos en favor de rían escogidos entre ciudadanos no
los diferentes sectores de la sociedad pertenecientes al estam ento senato­
rom ana. Era u na quim era, desde lue­ rial. Se endurecían las penas contra
go, esperar que la aristocracia senato­ los inculpados, y se perm itía que los
rial cediera el usufructo de sus tra­ provinciales afectados pudieran pre­
d ic io n a le s p re b e n d a s , y d e sv ia ra sentar sus quejas directam ente, no a
m uchos de los recursos económicos través de un patrono senatorial. Se­
que controlaba en favor de una políti­ gún la inform ación transm itida por
ca de gran alcance social que, m ode­ autores com o Varrón, Cicerón y D io­
lada sobre parám etros más propios doro, los nuevos jueces, que a m enu­
del p e n sa m ie n to lib era l griego, se do serían llam ad o s Gracchani p o r
presentaba a los ojos de la nobilitas u na m alévola tradición, fueron reclu­
m ás reaccionaria com o un verdadero tados enteram ente entre los indivi­
experim ento revolucionario. E staba duos de categoría ecuestre, quienes
claro que si Cayo G raco quería finan­ p or dignidad, conocim ientos e inde­
ciar adecuadam ente sus planes debía p e n d e n c ia eco n ó m ica p o d ía n res­
buscarse él m ism o un potente respal­ ponsabilizarse m ejor de unas tareas,
do económico. La provincia de Asia com o las judiciales, que no estaban
podía ser una solución, si se sabía ex­ pagadas, y en las que fácilmente se
plotar sus recursos. Puesto que el Es­ podía ser sobornado. Se ha hablado
tado carecía de m edios adm inistrati­ de que la ley se habría inspirado en
vos p a ra g a r a n tiz a rs e u n a ágil y los dem ocráticos tribunales de Ro­
exhaustiva recaudación, parecía con­ das, paralelo tam bién patente en la
veniente arren d ar m ediante subasta Lex frumentaria. C on la Lex de repe­
el cobro de los im puestos a las pode­ tundis quedó en el am biente uno de
rosas com pañías de publicanos, en­ los caballos de batalla que en adelan­
cargándose de tal actividad los censo­ te contribuirían más a desestabilizar
res. Eso fue lo que pretendió conseguir la sociedad rom ana: el enfrentam ien­
la Lex Sempronia de provincia Asia, to entre senadores y caballeros para
aunque el proyecto diera pie a la sos­ hacerse con el control de los tribuna­
pecha de que Cayo estaba intentando les, división de la que la historiografía
atraer a su b ando al sector más com ­ posterior responsabilizó a Graco. El
prom etido con el m anejo de las fi­ conílicto no llegó a estallar todavía en
nanzas, el segundo estam ento del Es­ época de Cayo, quien no pudo encau­
tado, el ecuestre. La introducción de zar en su favor un peso político que los
n u ev o s im p u e s to s y d e re c h o s de equites aún no tenían, si bien algunos
adu an a quedaba tam bién contem pla­ testimonios señalan que intentó incluir
da com o otra altern ativ a p ara a u ­ en el Senado a algunos caballeros. El
m entar los fondos del tesoro público. líder popular sólo buscó con ello cortar
Queda, finalm ente, la más discuti­ los abusos de poder en que frecuente­
da de las leyes gracanas, la Lex de re­ mente incurrían los magistrados sena­
petundis, cuyo exacto contenido aún toriales. Pero pronto la irrupción de
suscita m uchas dudas. Su objetivo los publicanos en el m arco de gan an ­
fundam ental era san ear la adm inis­ cias que ofrecía la provincia de Asia
tración provincial asegurando un pro­ iba a poner de m anifiesto que dicho
cedim iento judicial m ás radical e im ­ estam ento, am parado en su base eco­
parcial contra los m agistrados acu­ nóm ica, em pezaba tam bién a alber­
sados de corrupción. A partir de en­ gar esperanzas de u n a coparticipa­
tonces, para evitar que tales m agistra­ ción en la gestión política del Es­
28 Akal Historia del Mundo Antigüe

tado republicano. lante tal proyecto significaba aum entar


M ientras contó con el apoyo p opu­ el potencial de voto del partido de
lar, expresado ejecutivam ente en las G raco, cuyos objetivos se verían res­
asam bleas, Cayo pudo conseguir la paldados aú n m ás en las asam bleas
ap ro b ació n de todos sus proyectos, por los sufragios tanto de latinos como
pero la situación com enzó a d ar un de aliados. La respuesta senatorial
decisivo giro cu an d o uno de sus cole­ ante esta posibilidad tan negativa para
gas en el tribunado, M. Livio Druso, sus intereses no se hizo esperar. U tili­
pasó a actuar p o r cuenta de los inte­ zando de nuevo a D ruso com o punta
reses senatoriales. La táctica de la oli­ de lanza, la aristocracia logró incul­
garquía estaba clara: vencer a la opo­ car en la plebe ciudadana rom ana la
sición con sus propias arm as. Livio idea de que el proyecto gracano sólo
em pezó p o r aprovechar una circuns­ significaría para las m asas populares
tancia favorable, la ausencia de Cayo, tener que com partir con los italianos
quien tuvo que desplazarse durante derechos y beneficios (repartos de tie­
dos meses a C artago para poner en rras, distribuciones annonarias), que
m archa la colonia Iunonia. Jugó esta hasta entonces les h ab ían perteneci­
carta actuando de un m odo cierta­ do en exclusividad. La siguiente b ata­
m ente demagógico, pero que Fulvio lla la dio la nobilitas con ocasión de
Flaco, que h abía quedado al frente las elecciones tribunicias para el año
del partido gracano, no supo contra­ 121. C ayo G raco no consiguió salir
rrestar. H om bre elocuente, y ap aren ­ elegido, quedando reducido a la sim ­
tem ente extrem ista, el tribuno prose- ple condición de m iem bro de la co­
natorial supo atraerse el favor p opu­ m isión agraria la cual, a su vez, se es­
lar con propuestas de reform as que cin d ió cu an d o el insolente Papirio
su peraban con creces el program a de­ C arbón, uno de los triunviros, se pasó
fendido por los G racos, llevando la a la causa senatorial, y recurrió a la
aplicación de la ley agraria hasta una religión y la superstición de la plebe,
situ a c ió n lím ite (122 a. C.). E n tre co ntribuyendo a p ro p ag ar rum ores
aquéllas estaba u n a rogatio para fun­ que h ab la b a n de signos desfavora­
d ar no tres, sino doce colonias, todas bles que presagiaban un nefasto futu­
ellas en Italia, cada una de las cuales ro para una colonia, com o Cartago,
acogería a tres mil colonos. Los lotes que ciertam ente tam poco había goza­
de tierra no estaría n gravados p o r do de especial aprecio popular. Todo
ningún vectigal. Todo ello era en sí ello abonó el terreno para que otro
im posible, porque el Estado no con­ tribuno, M inucio, presentara una ro­
taba con territorios suficientes para gatio por la cual se abolía la funda­
acom eter tal em presa, pero al m enos ción de la colonia Iunonia, preceden­
así podía conm ocionarse la unánim e te, no obstante, de creaciones p o s­
voluntad po p u lar que hasta entonces teriores similares. Este hecho propició
había auspiciado los planes de Cayo, un nuevo estallido de violencia. Cayo
reivindicándose la tradicional potes­ y sus partidarios se hicieron fuertes
tad senatorial para acom eter las asig­ en el Aventino, respondiendo el Se­
naciones coloniales. nado con una iniciativa extraordina­
E ntre las m edidas de respuesta de ria: otorgar al cónsul Opimius, m e­
G raco iba a ju g ar un im portante p a ­ d ia n te senatus consultum u ltim um
pel la den o m in ad a rogatio Sempronia (suspensión de garantías constitucio­
de sociis et nomine Latino, que preveía nales), poderes excepcionales para
la concesión del pleno· derecho de defender al Estado de los desórdenes.
ciu dadanía a los latinos, y del ius suf­ E n la in m ed iata refriega m urieron
fragii o derecho de voto sin restriccio­ G raco y m uchos de sus seguidores
nes al resto de los aliados. Llevar ade­ (abril del 121 a. C.).
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 29

Paso de San
Gotardo
Paso de A colonias latinas
Stilfser Joch A colonias romanas
colonias posteriores
/ ♦ a los Gracos

Paso de San
Bernardo
Augusta
φ Ρ Γ β β Ιο π β INSUBRES ■• • A
Aquilela
SALASOS

CENOMANOS >fp·

°Uria M inor ^Cremona


^ Augusta APIacentia
Taurinorum ■Dertona padUs
Δ Parma ADRIATICUM M.
6fr,ifia ' ’ ·. Δ. Mutina
Bononia
BOYOS
LIGURES Sr*4θ,

Δ Luna
A Ariminum

Pisauru'm- Δ
Pisae
Arnus Sena Gallica Δ

Galia Cisalpina

5. Politica exterior cos con los que propiciar sus reformas.


El punto de partida de esa provin­
La política exterior de este periodo no cia había sido el reino de Pérgamo,
está caracterizada p o r las decisivas estado cliente de Rom a que había au ­
guerras que van a m arcar la etapa de m entado su influencia exterior d u ­
M ario y Sila, pero h u b o aco n teci­ rante el gobierno de Atalo II (159-139
m ientos que re p erc u tiría n a m p lia ­ a. C ), m ostrando una falsa prosperi­
m ente en la evolución histórica de dad que encubría los graves proble­
Rom a. U n hecho im portante es el in ­ mas sociales y económ icos que lo es­
tento de la facción gracana por co n ­ tab an desgastando internam ente. La
d icio n ar lo que hasta ese m om ento herencia fue recogida por Atalo III,
había sido un capítulo reservado a la que m urió in e sp e ra d a m e n te en el
autoridad senatorial. U n proyecto de 133, dejando su reino com o legado al
ley de Cayo había buscado im poner pueblo rom ano. Se h an discutido m u­
al Senado la obligación anual de fijar cho las m otivaciones de esta extraña
qué provincias debían tocar a los dos decisión. Q uizás Atalo era consciente
cónsules, antes de que éstos fuesen de que tarde o tem prano Pérgamo es­
elegidos, evitándose así especulacio­ taba destinado a entrar en la órbita
nes. O tra iniciativa sin g u lar h ab ía de Rom a, siendo m ejor adelantarse a
sido ju g ar la baza de la provincia de los acontecim ientos, para que fuese la
Asia p ara obtener recursos económ i­ R epública la que se responsabilizara
30 AkaI Historia dei Mundo Antiguo

Cayo Graco también a los propios senadores, sin limi­


Y fue de este modo como Gayo Craco ob­ taciones, tanto en lo relativo a cuestiones
tuvo el tribunado por segunda vez. Como de propiedad como de derechos civiles y de
tenía ya com prada a la plebe, trató de detierro, elevó a los caballeros, por decirlo
atraerse también, por medio de otra ma­ así, a rango de dominadores, al tiempo que
niobra política similar, a los caballeros, igualó a los senadores a la condición de
que ocupaban una posición intermedia súbditos. Y como los caballeros se coaliga­
por su dignidad entre el senado y la plebe. ban con los tribunos en las votaciones y re­
Transfirió los tribunales de justicia, que es­ cibían de éstos, a cambio, lo que querían, se
taban desacreditados por su venalidad, de hicieron progresivamente más temibles para
los senadores a los caballeros, reprochan­ los senadores. En breve, pues, sufrió un
do en especial a aquéllos los casos recien­ vuelco el poder del gobierno, al estar ya tan
tes de Aurelio Cota, Salinátor y, en tercer sólo la dignidad en manos del senado y el
lugar, Manio Aquilio, el conquistador de poder efectivo en los caballeros. Y prosi­
Asia, quienes, tras haber sobornado a las guiendo por este camino, no sólo detenta­
claras a los jueces, habían sido absueltos ron ya el poder, sino que, incluso, come­
por ellos, en tanto que los embajadores tieron violencia contra los senadores en los
enviados para acusarles se hallaban toda­ juicios. Y, participando ellos también de la
vía presentes e iban de un lado para otro corrupción, al tiempo que disfrutaban de
propalando con odio estos hechos. De lo pingües ganancias, se comportaron a par­
cual, precisamente, el senado avergon­ tir de entonces de forma más vergonzosa y
zándose en sobremanera cedió a la ley y el desmedida que los senadores. Llevaron
pueblo la ratificó. Así fueron transferidos acusadores sobornados contra los ricos y
los tribunales de justicia desde el senado a corrom pieron totalmente los juicios por
los caballeros. Dicen que, al poco tiempo causa del soborno, ya fuera coaligándose
de haber entrado en vigor la ley, Graco entre ellos mismos o por la fuerza, hasta el
afirmó que él había abatido el poder del punto de que se abandonó por completo
senado con un golpe definitivo, y la expe­ la costumbre de una tal clase de investiga­
riencia del curso de los acontecimientos ción, y la ley judicial ocasionó por mucho
posteriores puso de relieve en mayor me­ tiempo otra suerte de lucha civil no menor
dida la veracidad de las palabras de Gra­ que las anteriores.
co; puesto que el hecho de que ellos pu­
dieran juzgar a todos los romanos e itálicos y Apiano, B.C., I, 22; trad. A. Sancho.

de hacer frente a la subversión social G alia, pusiera en directa relación Ita­


que em pezaba a estallar en el reino lia e H ispania. Se em prendieron al­
asiático. Una com isión senatorial se gunas cam pañas contra las tribus ga­
encargó de organizar la nueva pro­ las, cu lm in ad as en el 121 con una
vincia de Asia, en la que sólo se inclu­ im portante victoria sobre alóbroges y
yeron los m ejores territorios de la arvernos. Al año siguiente fue creada
parte occidental de Pérgamo, cedién­ la provincia de la G alia N arbonense,
dose el interior a otros estados veci­ respetándole a M assalia su territorio.
nos. Las ciudades griegas vieron res­ E n el 118 la fundación de la colonia
petada su libertad. de Narbo Martius (N arbona) p ro p o r­
Respecto a las dem ás provincias, cionó un centro desde el que d irig irla
cabe destacar el envío de otra com i­ adm inistración de la nueva circuns­
sión senatorial a H ispania, para reor­ cripción. F inalm ente, otro hecho des-
ganizarla una vez liquidada la guerra tacable fue la conquista de Baleares,
n u m a n tin a . E n cu an to a la G alia, realizada en el 123 por el cónsul Q.
continuó el intervencionism o rom a­ Cecilio M etelo para acab ar con dicho
no tendente a la defensa»de los intere­ núcleo de piratería. Tres mil colonos
ses de la aliada M assalia, con el p ro ­ procedentes de la Península Ibérica
pósito de abrir una fácil com unicación fueron asentados en las colonias de
terrestre que, a través del sur de la Palma y Pollentia.
Los G racos y el com ienzo de las Guerras Civiles 31

III. El ascenso político de Mario

1. La situación del Estado darse la cuestión social se anuló peli­


romano grosam ente cualquier posibilidad de
acom eter futuros repartos de tierras
La desaparición de Cayo G raco de la en Italia. Esto obligaría a otros pro­
escena política rom ana provocó una motores posteriores del program a de
in m e d ia ta reacció n sen a to ria l te n ­ reform a agraria a buscar nuevas vías
dente a desm ontar los logros conse­ de solución de im previsibles conse­
guidos p o r la reform a agraria, que era cuencias.
en últim a instancia la que más in ­ La inm ediata quiebra del progra­
quietud había causado entre la oli­ ma reform ador no supuso la inactivi­
g arq u ía nobiliaria. U na ley d atad a dad de las facciones que hab ían en­
entre los años 121 y 119 permitió alie­ trado tan ard o ro sam en te en juego.
nar las parcelas, lo que supuso dar una Los G racos h a b ía n conv u lsio n ad o
solución a quienes, beneficiados por los más sólidos fundam entos del Es­
los repartos, no se habían adaptado a tado, y habían provocado u n a decisi­
las actividades agrícolas. Por su parte, va tom a de conciencia, tanto en los
la denom inada Lex Thoria (119-118 a. m edios populares, com o en aquellos
C.) im pidió realizar cualquier nueva clanes aristocráticos m ás propensos a
distribución de tierras, al garantizar a acom eter una m oderada renovación
perpetuidad la posesión de aquellas socioeconóm ica e in stitu cio n al. El
extensiones del ager publicus disfruta­ respaldo proporcionado a sus planes
das hasta entonces. Se confirm ó a los p or las plebes rústica y urbana, que
antiguos possessores en sus derechos, había perm itido ap ro b ar en las asam ­
con la condición de p agar un vectigal. bleas proyectos de alcance casi revo­
La co m isió n triu n v iral cread a p o r lucionario, había m ostrado a las cla­
iniciativa de T. G raco, ahora innece­ ras los beneficios que p ara ciertas
saria, fue disuelta. U na tercera ley, fe­ opciones políticas podían derivarse
ch ad a en el 111, convirtió en propie­ de una inteligente capitalización de
dad privada todo el ager publicus que la gestión del tribunado de la plebe.
hab ía sido repartido p o r los triunvi­ En los años siguientes seguiría p o ­
ros. La situación de la propiedad del niéndose de m anifiesto, no obstante,
suelo italian o quedó así definitiva­ la p ro p ia in c a p a c id a d del p ueblo
m ente reglam entada, pero al no liqui­ para perseguir objetivos con plena in-
32 Akal Historia del M undo Antiguo

dependencia de intereses ajenos, e in ­ hecho siem pre de los caballeros un


cluso em pezarían a surgir profundas estam ento de superior dignidad, m uy
discrepancias en su seno, de las que p o r encim a de la m asa popular, se
sacarían enorm e partido no sólo las rom pió en la etapa de los G racos,
facciones senatoriales en lucha, sino cuando determ inados grupos ecues­
tam bién u n estam ento im portante, el tres adoptaron una línea de conducta
de los caballeros, que iba a em pezar a independiente de las presiones que
perfilarse com o u n a fuerza política pudieran recibir desde arriba acep­
en juego con m uchas posibilidades y tando, por ejem plo, la oferta que se
num erosas reivindicaciones. les hacía de constituir los tribunales,
La concesión del derecho a explo­ o una posibilidad económica tan atra­
tar el cobro de los im puestos en la yente para las decididas com pañías
provincia de Asia, así com o la desig­ de publicanos, com o era la gestión
nación entre los equites de los m iem ­ trib u ta ria en la provincia de Asia.
bros de los tribunales, h ab ían sido Desde entonces, dentro de este ordo
dos hechos im portantes, que frecuen­ se pondría tam bién de m anifiesto un
tem ente se h an interpretado com o un proceso disociativo, definiéndose sec­
intento de Cayo G raco para atraerse tores con intereses muy diversos, unas
a tan potente estam ento en su enfren­ veces proclives a un entendim iento
tam iento contra la nobilitas. Bien es con el Senado para hacer frente a las
verdad que el desarrollo de las co n ­ peligrosas reivindicaciones p o p u la ­
quistas y la explotación de los territo­ res, otras veces propensos a u n a ac­
rios co n tro lad o s p o r R om a h ab ían ción enérgica contra la propia aristo­
dado a los caballeros una fortaleza cracia dirigente, a fin de obtener un
económ ica enorm e que, obviam ente, aum ento de su cuota de participación
tenía que acab ar constituyéndose en en la m aquinaria del Estado. Este va­
factor de gran incidencia política. Por riopinto panoram a, unido a la p lu ra­
esta m ism a razón el sector ecuestre lidad de facciones senatoriales en liza
tenía que estar interesado, al igual (ahora va a ascender poderosam ente
que la o lig arq u ía sen ato rial, en el el clan de los Metelos), y a las diver­
m antenim iento de u na activa política gencias que pronto em pezarían a sur­
exterior que, desde su óptica financie­ gir entre la plebe u rbana y la rústica,
ra, sólo podía suponer más ganancias haría de los decenios posteriores a los
en el terreno de los negocios, opera­ G racos una de las etapas m ás com ­
ciones bancarias, arrendamientos, ex­ plejas en la vida de la República.
plotación de suelo, etc., y que en última
instancia no sólo beneficiaba a los 2. La guerra de Yugurta
negotiatores rom anos, sino tam bién a
m uchos em presarios itálicos, todos P ronto iba a retornar la inquietud en
los cuales iban a intensificar en este la so cied a d ro m an a , com o c o n s e ­
período su presencia en los distintos cuencia del estallido de algunas gue­
ám bitos provinciales. Además, trad i­ rras exteriores, cuyas alternativas iban
cionalm ente el estam ento senatorial a repercutir decisivam ente en la evo­
había visto in crem entadas sus filas lución del Estado republicano. El p ri­
por la integración de algunas fam ilias m er conflicto surgió en Africa. Los
ecuestres, que veían en ello una posi­ rom anos h ab ían dejado regulada su
bilidad latente de acceder a los m ás situación tras la guerra contra C arta-
altos honores del Estado rom ano. En go potenciando el reino de N um idia,
todo caso este p an o ram a de intereses com o reconocim iento a la ayuda que
com unes, cifrados en com partir des­ su rey M assinisa les h ab ía prestado
de distintas perspectivas las riendas contra los púnicos. M assinisa había
de la gestión política, lo cual había sido sucedido p o r su hijo M icipsa
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 33

(148-118), quien h abía estrechado los caba Yugurta, tanto p o r su personali­


lazos con Rom a, acogiendo a num e­ dad com o p o r su especial am bición.
rosos negotiatores rom anos e itálicos, Adem ás, contaba con buenas relacio­
y elevando notablem ente el nivel cul­ nes personales entre la aristocracia
tural y económ ico de su estado, cuya senatorial, puesto que había com bati­
capital era Cirta. Al m orir M icipsa la do ju n to a Escipión E m iliano en el
cuestión sucesoria quedó planteada al asedio de N u m an c ia , dem ostrando
existir tres aspirantes al trono, los dos buenas dotes militares.
hijos de M icipsa, A dherbal y H iem p­ Las disposiciones de C atón, repar­
sal, y su sobrino Yugurta. Para regu­ tiendo el reino núm ida entre los tres
lar este problem a fue enviado por el herederos, no fueron aceptadas por
Senado el cónsul M. Porcio C atón en Yugurta, quien preparó el asesinato
el 118. E ntre los tres aspirantes desta­ de H iem psal y consiguió derrotar a

Busto de una pareja conocidos como «Cato y Porcia»


(fines del período republicano),
Roma, Vaticano
34 Akat Historia del Mundo Antiguo

A d h e rb a l el cu a l, p a ra v en g a r la guerra que perjudicaba sus intereses


m uerte de su herm ano, había invadi­ era lo mejor, pero en los m edios p o ­
do sus posesiones. A dherbal buscó la pulares pronto nació la sospecha de
protección de Rom a, pero no obtuvo que el Senado no había actuado con
la condena de Yugurta, que supo m o­ la suficiente energía contra el provo­
vilizar en su favor las am istades que cador Yugurta, y de que los generales
tenía entre la nobilitas. O tras com isio­ se h ab ían vendido a u n a paz deshon­
nes senatoriales in ten taro n obtener rosa. De nuevo fue un tribuno de la
una solución satisfactoria para am ­ plebe, C. M em m io, quien actuó com o
bas partes, sobre la base de un nuevo catalizador de esta inquietud, fom en­
reparto del reino núm ida entre los tada p o r quienes veían en ello una
dos pretendientes. A A dherbal se le nueva ocasión de atacar lo que pare­
otorgaron las regiones orientales de cía u n a sólida recuperación del pres­
N um idia, lindantes con la provincia tigio senatorial, tan afectado durante
rom ana de Africa, incluyendo la ca­ la etapa de los Gracos. Se realizó una
pital Cirta, dentro de operaciones de investigación pública sobre las su ­
los com erciantes y financieros rom a­ puestas corrupciones, y para el escla­
nos, quedándose Yugurta con la parte recim iento de los hechos el propio
m enos civilizada la occidental. Tam ­ Y ugurta com pareció en Rom a, pero
poco esta solución satisfizo al am bi­ el proceso fue cortado de raíz por los
cioso p rín cip e quien, con evidente m anejos de la oligarquía nobiliaria,
desprecio del papel m ediador ejerci­ que no dudó en apelar de nuevo al
do por Rom a, realizó continuas in ­ veto de otro tribuno afecto a su causa.
cursiones m ilitares en los territorios La presencia de Y ugurta no contribu­
de A dherbal, com o prólogo de una yó a aclarar nada. En todo caso le sir­
invasión que tuvo lugar en el 113. Ad­ vió al rey núm ida para com probar
herbal, sitiado en Cirta, apeló de nue­ con sus propios ojos hasta qué punto
vo a la ayuda rom ana, pero las de­ las rivalidades internas dentro del clan
m andas del Senado fueron desaten­ senatorial p o dían entorpecer la cap a­
didas por Yugurta quien, cuando C ir­ cidad de respuesta del Estado rom a­
ta fue finalm ente tom ada, ordenó d ar no ante una agresión exterior, y hasta
m uerte a sus defensores, sin respetar qué grado la iniciativa de u n a plebe
tam poco la vida de m uchos itálicos inquieta y m anipulada podía conm o­
allí instalados. cionar la inestable posición de aque­
Este hecho no podía ser pasado por lla dom inante aristocracia, entre cu­
alto, pues superaba los límites de un yos m iem bros había hecho buenas
sim ple conflicto dinástico, constitu­ am istades. En el año 110, a raíz del
yendo un verdadero reto contra la m isterioso asesinato de Massiva, pri­
República. El Senado ordenó el envío mo de Yugurta y posible nuevo can ­
a Africa de u n ejército al m ando del didato al trono núm ida, el cónsul Sp.
cónsul L. C alpurnio Bestia (111 a. C.) A lbino recibió la orden de trasladarse
quien, con una rápida y triunfal cam ­ a Africa con un ejército y doblegar a
paña, obligó a Y ugurta a deponer las Yugurta. El nefasto resultado de la
arm as sin condiciones. G racias a esta cam paña fue la capitulación de las
m oderada actitud, y a cam bio de una tropas rom anas.
leve im posición económ ica, el rebel­ La noticia de esta derrota causó en
de m onarca pudo m antenerse en el Rom a una enorm e conm oción, tanto
trono. Pero esta solución provocó un en los m edios populares com o en los
gran descontento en Rom a. Para cier­ ecuestres, estos últim os sensiblem en­
tos sectores del estam ento ecuestre, te afectados en sus negocios por la
com prom etidos en los negocios afri­ duración del conflicto. Se levantaron
canos, acab ar cuanto antes con una voces contra la incompetencia de quie-
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 35
36 Akal Historia del M undo Antiguo

nes h a b ía n estado al frente de las en aquella difícil coyuntura ejercer


operaciones en Africa, y por iniciati­ dem asiada presión sobre la siem pre
va cLel tribuno C. M am ilio (109 a. C.) im p resio n ab le plebe ro m an a, p a ra
se form ó un tribunal especial, consti­ convencerla de que el Estado republi­
tuido p o r caballeros, para juzgar las cano necesitaba una m ano enérgica y
acusaciones contra los m agistrados providencial, que los sacara del des­
responsables de tales acciones m ilita­ prestigio que le h ab ían acarreado al­
res. Esta iniciativa iba a tener am ­ gunas recientes derrotas exteriores,
plias consecuencias, porque suponía no sólo ante Yugurga, sino ante las
d ar incidencia política a un influyen­ tribus germ ánicas. M ario supo actuar
te sector, el de los caballeros, cuya es­ con astucia y decisión, fom entando
tabilidad económ ica no podía quedar u n a activa propaganda en su favor,
al m argen de las decisiones que, en que le supuso su prim er consulado en
política exterior, p u d iera tom ar en el 107. Y aú n más. A rrogándose deci­
cualquier m om ento el Senado, y cu­ siones en un capítulo, com o la políti­
yos intereses, por la m ism a razón, no ca exterior, que tradicionalm ente h a ­
siem pre llegarían a coincidir con los b ía c o r re s p o n d id o al S e n a d o , la
de la oligrquía dirigente. asam blea p o p u lar em itió un decreto,
En el año 109 se abriría un nuevo traspasando de M etelo a M ario la di­
período en el conflicto con Yugurta, rección de las operaciones contra Y u­
al ser elegido para el consulado Q. gurta. Esta actitud suponía poner de
Cecilio M etelo, m ilitar con experien­ nuevo en entredicho, por parte de la
cia y hom bre íntegro, perteneciente a facción de los populares, el tradicional
u na de las fam ilias senatoriales más m arco de com petencias de la oligar­
in flu y en tes en aq u el m o m en to en quía nobiliaria.
Roma. F ue encargado de continuar U na solución rápida para la guerra
las operaciones contra el rebelde prín­ africana significaba, p o r lo pronto,
cipe núm ida, tarea en la que contó una m ayor inversión de recursos m i­
com o legado con quien estaba desti­ litares, es decir, un increm ento del re­
nado a acabar con dicha guerra. Cayo clutam iento. Ya hem os visto las difi­
M ario, cuya oscura familia, oriunda c u lta d e s que, en a ñ o s a n te rio re s,
de la com arca de A rpinum , estaba hab ían im pedido realizar algunas le­
vinculada a los M etelos por lazos de vas de soldados. A unque, com o suce­
clientela. El futuro líder dem ócrata dió en la Segunda G uerra Púnica, la
hab ía ejercido com o trib u n o de la cualificación económ ica para servir
plebe en el 119 y com o pretor en el en filas había sido gradualm ente re­
115. Fue después de servir com o pro­ b ajad a a fin de aum entar los efecti­
pretor durante un año en la H ispania vos, hecho que restaba a la reform a
U lterior cuando M ario se integró en m ariana alcance revolucionario, no
el ejército africano de Metelo. Las re­ se h a b ía e n c o n tra d o aú n solución
laciones entre am bos se enturbiaron para el problem a que significaba para
pronto. M ientras M etelo se enfrascó los propietarios tener que ab a n d o n ar
con decisión en la lucha contra Y u­ sus posesiones para participar en lar­
gurta, M ario se dedicó no sólo a debi­ gas y alejadas cam pañas provinciales
litar su prestigio entre las tropas, sino donde, adem ás, se h acía necesario
tam bién a granjearse la estim ación m antener ejércitos perm anentes. La
de los soldados, y a atraerse a los in ­ única opción viable era separar ta ­
quietos sectores ecuestres con la pro­ jantem en te la condición de soldado
mesa de que, si salfa triunfante en las de la de propietario. El ejército podía
elecciones consulares del 108, se en ­ ser entonces una salida para m uchos
cargaría de liq u id ar rápidam ente la individuos que llevaban una existen­
cuestión africana. N o era necesario cia crítica, y que en cualquier mo-
tos Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 37

y ®

E SP6»)
W -v -v

Paisaje del valle del Nilo


Mosaico procedente del santuario de la Fortuna
Primigenia en Praeneste (c. 80 a. C.).
Staatliche Museum, Berlin.
38 Akal Historia del Mundo Antiguo

mento podían constituir un ferm ento tró m ás reacia a ingresar en la m ili­


revolucionario. Esta orientación de la cia. La consecuencia m ás im portante
milicia podía suponer para el Estado de este proceso, insistim os en ello, se­
la solución, al m enos parcial, de un ría a la larga la necesidad de com pen­
grave problem a social pero, desde el sar a los veteranos del ejército con re­
momento en que se abría la puerta a partos de tierra.
la formación de un ejército de base P ara conseguir del Estado tales do­
profesional, parecía evidente que te­ taciones era necesario tom ar una ini­
nía que ser ese m ism o Estado el que ciativa legal (la que en otro tiem po
se encargara tanto de equipar y m an ­ h ab ían adoptado los Gracos), que en
tener a sus tropas, com o de dotar a los la nueva situación sólo podía corres­
soldados, al térm ino del servicio, de p o n d er al general bajo cuyo m ando
los necesarios recursos para que p u ­ h ab ían servido tales licenciados. La
dieran rehacer su vida privada sin prolongación del servicio m ilitar d u ­
problemas. rante m uchos años, la participación
Dentro de esa óptica hay que si­ conjunta en largas cam pañas, contri­
tuar, pues, la fam osa reform a m ilitar b uirían en el futuro a crear estrechos
efectuada por M ario (107 a. C.) quien, lazos entre generales y soldados (la
para reclutar el ejército que tenía que clientela m ilitar). Los prim eros po­
llevar a Africa, adm itió en las legio­ dían utilizar com o capital político el
nes no sólo a quienes estaban censa­ respaldo proporcionado por grandes
dos en las cinco clases del orden cen- m asas de veteranos, con los que h a­
turiado, sino tam bién a quienes no bían com partido riesgos y victorias,
disponían del nivel económ ico m íni­ bien com o votantes en los comicios, o
mo par ser considerados com o üdsi- com o elem ento de presión. Los se­
dui (ciudadanos censados en las cla­ gundos, procedentes en su m ayoría
ses tributarias, lo opuesto a proletario). de estratos sociales tradicionalm ente
Actuando así M ario no hizo m ás que alejados de una directa participación
confirmar una situación de hecho. El política, tenían que acabar necesaria­
Senado no opuso ninguna resistencia m ente considerándose de éste o aquél
a esta m edida, cuyas consecuencias general, viendo en él al jefe político
eran aún imprevisibles. Pero se había que, con su prestigio, podía resolver
dado un paso im portante. Los deno­ el problem a de las asignaciones agra­
minados ccipite censi p odían servir vo­ rias tras el servicio. Esto sólo podía
luntariam ente en el ejército sin p ro ­ conducir a la form ación de ejércitos
blemas de tiem po, pero h ab ía que p ersonales que, com prom etidos en
hacer atractivo el servicio con com ­ secundar a un líder lanzado a la p a ­
pensaciones. Entre éstas se encontra­ lestra política, tenían necesariam ente
ban el stipendium, el reparto del botín que acabar in Huyendo de forma deci­
y la posibilidad de recibir tierras tras siva en el rum bo del Estado republi­
el licénciamiento para poder rehacer cano. Otras reform as de carácter téc­
sus vidas. Esto significaría a la larga nico y organizativo serían tam bién
la renovación de la cuestión agraria introducidas por M ario, quien desa­
desde otra perspectiva. Precisam ente rrolló la cohorte com o cueipo bási­
fue el proletariado rústico de las colo­ co d o ta d o de g ra n c a p a c id a d de
nias y m unicipios italianos el que se m an io b ra, m ejor calidad de a rm a ­
enroló más activam ente en las filas m ento, perfectam ente entrenado y so­
de Mario. La plebe u rbana, u nida a m etido a una dura disciplina, factores
los intereses de la 'nobleza p o r las que harían del ejército rom ano una
clientelas, y m enos atraída por tal p o ­ m áq u in a de com bate difícil de do­
sibilidad de vida al beneficiarse de blegar.
ciertas liberalidades estatales, se m os­ La prim era prueba de fuego de su
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 39
carrera m ilitar la pasó M añ o en Afri­ 3. Campañas contra cinabrios
ca, dedicado a liq u id a r la ya larga y teutones
guerra contra el irreductible Yugurta.
La em presa no se le presentó tam po­ El sur de la G alia había centrado el
co fácil. No sólo los núm idas cono­ interés de R om a desde el siglo ni a.
cían m ucho m ejor el terreno en el que C., existiendo una tradicional am is­
se luchaba, sino que adem ás se hicie­ tad con Massalia, que había sido pro­
ron fuertes en las ciudades, que tuvie­ tegida frente a los ataques de los ligu­
ron que ser asediadas una a una. En res. Entre los Alpes y los Pirineos se
un a esforzada cam p añ a Yugurta fue había ido consolidando una provin­
poco a poco reducido a sus dom inios cia para facilitar la conexión entre
occidentales, limítrofes con el vecino Italia e H ispania (Via Domitia). En el
reino de M auritania, cuyo rey Boc­ 118 se había fundado la colonia de
chus, suegro de Y ugurta, que hasta N arbona. A hora, las recientes incur­
entonces se hab ía m antenido al m ar­ siones de algunos pueblos germ áni­
gen del conflicto, se decidió a ayudar cos habían puesto a prueba la estabi­
a su yerno. Al año siguiente (106 a. lidad de las fronteras septentrionales
C.), cuando M ario se disponía a in ­ del Estado y la capacidad m ilitar de
vernar en sus cam pam entos al este de un ejército, com o el rom ano, que h a ­
N um idia, fue sorprendido por un ata­ bía sufrido frente a aquéllos algunas
que co n ju n to de los dos m onarcas calam itosas derrotas. Entre las tribus
africanos, pero logró responder con atacan tes d estac ab an los cim brios,
éxito, forzando a Bocchus a pedir la quizás oriundos de la península de
paz. El año 105 se consum ió sobre Jutlandia, pero desplazados por cau­
todo en un a ardua lab o r diplom ática sas no bien conocidas hacia el sur,
tendente a conseguir que el rey m au­ hasta alcan zar el área del D anubio
ritano ab an d o n ara su actitud indeci­ medio. Desde aquí avanzaron hacia
sa y prestara su colaboración a los ro­ los Alpes orientales, región ocupada
m anos. E n tales gestiones desem peñó p or lo tauriscos, clientes del Estado
u n im portante papel L. C ornelio Sila, rom ano, cuya ayuda pidieron para
cu esto r p o r entonces, q u ien pocos h acer frente a los invasores. Las tro­
años después se convertiría en el a n ­ pas rom anas fueron derrotadas estre­
tagonista de M ario en la cúspide polí­ pitosam ente en Noreia (113 a. C.), lo
tica de la República. G racias a dichas que perm itió a los cim brios continuar
negociaciones pudo conseguirse que su avance hacia el oeste, penetrando
Yugurta, atraído con engaños, fuera en la G alia tres años después. Esta si­
hecho prisionero p o r M ario. La victo­ tuación suponía una am enaza directa
ria tuvo una enorm e resonancia en contra territorios, com o los de la p ro ­
Rom a, donde la reciente cadena de vincia N arbonense, controlados por
derrotas exteriores estaba provocan­ el gobierno rom ano. Varios ejércitos
do un a enorm e in q uietud en todos consulares (los de M. Junio Silano, Q.
los m edios sociales. M ario, el hom bre Servilio C epión, etc.) fueron sucesiva­
providencial en aquella difícil coyun­ m ente vencidos en años ulteriores,
tura, pudo celebrar el triunfo el día m ás por ineptitud del m ando que por
prim ero del 104 a. C , alcanzando el inferioridad m ilitar (H arm and). Es­
consulado por segunda vez. Esta ite­ pecialm ente desastrosa fue la derrota
ración del consulado era en sí m ism a cerca de A rausio (Orange) de las tro­
anticonstitucional, e incluso la consi­ pas conjuntas de los cónsules Cepión
guió estando ausente de la Urbs. La y M áxim o (105 a. C.), lo que supuso,
patria puso ahora en sus m anos la de­ según las fuentes, la pérdida de cerca
fensa contra los ataques de las tribus de cien mil hom bres. En esa trágica
germ ánicas. coyuntura retornaba M ario de Africa
40 Akal Historia del M undo Antiguo

La campaña de Mario del 107 a. C.

Capsa

Marcha de Mario bien documentada -------------------------


Marcha de Mario .............................. Hay dudas sobre la identificación Muluya= Muluccha

en olor de triunfo (104 a.C.). N o h a­ pado de p rep arar concienzudam ente


bía en ese m om ento nadie más cap a­ a sus tropas, som etiéndolas a un fé­
citado y reconocido en Rom a que él, rreo entrenam iento en Arlés. C uando
para hcer frente a un peligro, com o en el 102 las poblaciones germ ánicas
el germ ano, que se cernía tanto sobre em pezaron a desplazarse hacia el sur
la G alia com o sobre la m ism a Italia. en varias oleadas, quizás con el obje­
En la Urbs, m ientras tanto, se había tivo de invadir Italia, M ario les salió
desatado u n a crisis de histerism o que al encuentro en la propia G alia, tras
encontró en el h u m illado C epión la reforzar la frontera norte de la p en ín ­
víctima propiciatoria. A cusado de h a ­ sula. El prim er encuentro tuvo lugar
ber robado las reservas de oro acu­ en Aquae Sextiae (Aix-en-Provence), y
m uladas en Toulouse, fue condenado significó u n a victoria aplastante para
por un tribunal tras ser desposeído de las arm as rom anas (102 a. C.). Miles
su m ando (103 a. C ). De nuevo la de germ anos fueron m uertos o h e­
opinión pública volvía a poner en en­ chos prisioneros. E n el 101 n u ev a­
tredicho la capacidad e incluso h o n ­ m ente M ario, ahora cónsul por q u in ­
radez del Senado a la hora de dirigir ta vez, tuvo que acudir a la región del
la p o lítica exterior. Ello benefició Po, am enazada p o r u n a incursión de
o b v ia m e n te a M ario , q u ie n p u d o los cim brios. La b a ta lla definitiva
conseguir un a repetición de su consu­ acaeció en Vercellae, y constituyó otro
la d o en la s c ir c u n s ta n c ia s a n t e ­ aplastante triunfo para los ejércitos
dichas. de la R ep ú b lica. M ario re to rn ó a
M ientras tanto los cim brios, que se R om a en plena oleada de entusiasm o
h ab ían dirigido p o r A quitania a la popular, siendo aclam ado com o sal­
Peninsula Ibérica, tras ser rechazados vador y nuevo fundador de Rom a. Su
p o r los pueblos autóctonos (celtíbe­ sexto consulado en el año 100 fue la
ros), h a b ía n re to rn ad o a la G alia, culm inación de u n a brillante carrera
hasta donde tam bién h ab ían llegado política que, a p artir de ese m om ento,
los teutones, otra tribu bárbara. M a­ sin nuevas guerras en las que poder
rio, d u ra n te ese p eríodo, reelegido dem ostrar su providencial presencia,
cónsul p o r tercera y cuarta vez conse­ iba a sufrir los avatares de la incesan­
cutivas (103-102 a. C ), se hab ía ocu­ te lucha de facciones.
Los Gracos y el com ienzo de las G uerras Civiles 41

IV. El tribunado de L. Apuleyo Saturnino

1. La alianza con Mario (partidario del expansionism o m ili­


tar) o la plebe u rbana, que habían
La coyuntura política que gira en tor­ visto en esta situación la oportunidad
no al critico año 100 es difícil de siste­ para presionar al sector dom inante.
m atizar, no sólo p or la com plejidad Por añadidura, la fuerza real signifi­
de los hechos históricos que entran cada por el ejército del victorioso M a­
en juego, sino tam bién por la poca rio, en el cual se h ab ían enrolado
objetividad de las fuentes que nos grandes m asas de proletarios rústi­
h an quedado, enm arcadas dentro de cos, que esperaban encontrar en la
una línea historiográfica que pode­ m ilicia u n a salida para su incierta
mos definir com o claram ente prose- existencia, a ñ a d ía un nuevo factor
natorial, y que presenta las iniciativas de incertidum bre.
to m a d a s d e sd e el s e c to r p o p u la r En efecto, la finalización de la gue­
com o fruto de una violenta dem ago­ rra de Africa planteaba a M ario la
gia revolucionaria, que habría puesto cuestión de cóm o com pensar a los ve­
a prueba los cim ientos del Estado re­ teranos por un eficaz servicio del cual
publicano. N ada m ás lejos de la reali­ debían quedar ahora licenciados. Los
dad, desde el m om ento en que la lu­ veteranos esperaban de su general, en
ch a p o lític a ro m a n a , a h o ra com o ese m o m en to el h o m b re con m ás
antes, co n tin u ó siendo un pugilato prestigio en Rom a, una acción políti­
entre diversas facciones de extracción ca contundente que responsabilizara
aristocrática, unas em peñadas en una al Estado del cum plim iento de tales
defensa a ultranza de los privilegios y expectativas. R esolver eficazm ente
posición d o m in an te disfrutados de esta cuestión era para M ario vital,
siem pre por la oligarquía senatorial, porque podía suponer una útil propa­
otras dedicadas a com batir ese exclu­ ganda que estim ulara futuros enrola­
sivismo político desde posiciones más m ientos. P uesto que su en c u m b ra­
bien reform adoras, utilizando la fuer­ m iento personal había provocado los
za p o p u lar com o instrum ento al ser­ recelos y el despecho de una oligar­
vicio de sus intereses. Los desfavora­ quía que no podía ver con buenos
bles resultados iniciales en las guerras ojos el espectacular ascenso de aquel
contra Yugurta y las tribus bárbaras homo novus, parecía evidente la nece­
hab ían contribuido, precisam ente, a sidad de buscar otra vía para conse­
poner en entredicho la capacidad del guir tales propósitos. M ario encontró
Senado com o gestor de la política ex­ entonces un aliado com bativo y deci­
terior, y h ab ían dado alas a ciertos dido en un joven aristócrata, L. A pu­
sectores, com o el estam ento ecuestre leyo Saturnino, que com partía con él
42 Akal Historia del Mundo Antiguo

lina p ostura claram ente antisenato­ debilitada. C onstituir los jurados en


rial. P robablem ente llegaron a u n en­ plataform a de ataque contra la oli­
tendim iento en el 104. El general te­ garquía conservadora sólo era posi­
n ía el re s p a ld o de sus in q u ie to s ble si se contaba con el apoyo de un
veteranos. S aturnino, si conseguía sa­ im portante sector ecuestre, que había
lir elegido para el tribunado, podía visto con satisfacción salvaguardados
in strum entar eficazm ente las corrien­ sus intereses financieros con los triun­
tes populares en las asam bleas. De la fos de M ario en Africa y la G alia, y
conjunción de am bas fuerzas podía había adquirido gran preem inencia
esperarse una acción política potente p o r ello. A esta labor se dedicó inten­
contra la m onolítica nobilitas rom a­ sam ente S aturnino en colaboración
na. Efectivam ente, S aturnino consi­ con otro activista p o p u lar llam ado
guió ser elegido p ara el cargo en los Servilio G laucia. U na lex iudiciaria
años 103 y 100. Al po ner de nuevo en p rom ovida en el 106 p o r el citado
m archa el tem a de las distribuciones cónsul C epión había quitado parcial­
de tierras, esta vez en favor de los ve­ m ente a los caballeros el control de
teranos de M ario, cam pesinos en su los tribunales, devolviéndolo a los se­
m ayoría (agrestes), el problem a agra­ nadores. A hora, la presión conjunta
rio volvió a ocu p ar el prim er plano de de los equites y la asam blea popular
la palestra política. actuó eficazm ente p a ra o b ten er la
aprobación de u n a Lex Servilia iudi­
2. Los proyectos legales ciaria, que pretendían devolver a los
caballeros el dom inio total de los tri­
La actividad tribunicia de L. Apuleyo bunales. Por añadidura, una Lex Ap-
S aturnino se concretó en varios pro­ puleia de maiestate dio forma a un nue­
yectos legales que excitarían nueva­ vo tribunal destinado a juzgar aquellos
m ente la radical oposición de los m e­ delitos que atentaran a la dignidad
dios conservadores senatoriales. Así, del pueblo rom ano. El punto final en
con u n a lex fru m en taria p re te n d ió esta escalada legal, cuyo fin era con­
atraerse a la plebe u rb a n a, p ro p o ­ tentar a todos aquellos sectores confa­
n iendo u n a fuerte reducción en el b u lad o s contra la aristocracia d iri­
precio del trigo que el Estado sum i­ gente, fue la Lex Appuleia agraria para
nistraba. El Senado reaccionó violen­ resolver el problem a de los veteranos
tam ente ante tal iniciativa, encargan­ de Mario. D icha ley suponía conce­
do a uno de los cuestores disolver la der a cada soldado licenciado cien iu-
asam b lea p o p u la r, pero S atu rn in o gera (el tipo de explotación prescrito
re sp o n d ió m o v iliz a n d o al p u e b lo p o r C atón) en territorio africano. Po­
contra algunos de los oligarcas (como siblem ente los así beneficiados fue­
el desgraciado Servilio Cepión), que ron instalados en algunas localidades
tan negativam ente se había distingui­ de N um idia, pero sin recibir el estatu­
do en la guerra contra los cim brios y to colonial. H ubo que adoptar esta
teutones. Tras un juicio lleno de alter­ solución p o r no haber ya en Italia
cados, p or la intervención de los tri­ ager publicus disponible. Al cabo de
bunos de la plebe partidarios de la los años venía a sancionarse así el
nobleza, los acusados fueron deste­ proyecto de colonización u ltram ari­
rrados. n a ' que Cayo G raco hab ía iniciado
Esta victoria ju d icial dem ostró a en la fallida fundación de Iu nonia en
los p o lític o s p o p u la re s h a s ta qué C artago, proyecto que abría enorm es
punto p odían capitalizar en su favor posibilidades, y que tendría en el fu­
la gestión de los tribunales p ara aco­ turo grandes consecuencias para la
m eter a u n a aristocracia, que se m os­ difusión de la rom anización.
traba al mismo tiempo corrom pida y El notable triunfo conseguido con .
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 43

la aprobación de la ley agraria conso­ tre las facciones en juego. Con unos
lidó de m om ento la alianza entre M a­ éxitos m ilitares que h ab ían devuelto
rio y Saturnino, que significaba una la confianza a la inquieta plebe ro­
garantía para sus intereses, y sem bró m ana, y con el respaldo que le daban
un a gran inquietud en las filas de los sus veteranos, el vencedor de Yugurta
grupos senatoriales, que se m oviliza­ era el hom bre m ás asentado en el ta­
ron activam ente p ara hacer frente al blero p o lítico , q u ien m ejo r p o d ía
irresistible ascenso de los populares, convertirse en adalid tanto del sector
entre los que se co n ta b a n algunos de los populares, com o de aquellos
m iem bros de la oligarquía nobiliaria. núcleos ecuestres con los que m ante­
A provechando el retorno de M ario a nía cordiales lazos. U n nuevo plan de
la G alia en el 103, y el cese de S atur­ acción conjunta quedó fraguado, con
nino com o tribuno, el poderoso clan el objetivo de obtener en las eleccio­
de los M etelos hizo valer su fuerza. nes del año 100 otro consulado para
La ocasión la dio el propio Saturnino M ario, que sería el sexto, el tribunado
quien, para dem ostrar ante el pueblo para Saturnino, en tal caso el segun­
que su causa no era m ás que la conti­ do, y la pretura para G laucia. Eran
nuación de la que an tañ o habían de­ tales los intereses que se dilucidaban,
fendido los G racos, no tuvo escrúpu­ y tan fuerte la tensión que en ese m o­
los en utilizar a un oscuro individuo m ento vivía Rom a, que las elecciones
para que se hiciera p asar por hijo de no pudieron desarrollarse con nor­
Tiberio G raco. La m aniobra tuvo eco m alidad. Frente a los candidatos pre­
popular, y puso de relieve hasta qué sentados por la aristocracia senato­
punto la m em oria de los G racos se­ rial, M ario, S aturnino y G laucia re­
guía a ú n vigente. N o o b stan te los sultaron elegidos sim plem ente por un
censores, que pertenecían al círculo acto de fuerza de las masas. El hecho
de los M etelos, se negaron a incluir al venía nuevam ente a poner de m an i­
falso G raco en las listas de ciu d ad a­ fiesto hasta qué punto la violencia fí­
nos, e intentaron un golpe de más fuer­ sica y la m anipulación popular se h a­
za con la exclusión de S aturnino y b ían im puesto por su p ropio peso
G lau cia del Senado. Tanto en este com o técnicas para el éxito político.
asunto, com o cuan d o se le llevó ante Pronto, sin em bargo, quedaría de­
los tribunales p o r h ab er acusado a m ostrado que el entendim iento entre
los enviados de M itrídates del Ponto M ario y los líderes populares, em pe­
de dejarse so b o rn ar por el Senado, ñados m ás en conseguir am biciosos
S aturnino pudo salir incólum e gra­ objetivos personales, que en llevar a
cias a la gran presión popular, que cabo la acción reform adora que el
dem ostró cóm o el antiguo tribuno, Estado rom ano estaba necesitando,
pese a su condición ahora de sim ple era algo inestable, que podía fracasar
privado, seguía teniendo un enorm e en cualquier m om ento. Era im pres­
ascendiente entre las masas. Al pare­ cindible, ante todo, resolver la situa­
cer los populares, interesándose por ción planteada una vez m ás por los
los asuntos de Asia (lograron en el licenciados de la guerra contra los
101 la aprobación de im portantes m e­ cim brios, que esperaban recibir un
didas contra la piratería en el M edite­ trato sim ilar a los veteranos instala­
rráneo Oriental), deseaban poner de dos en Africa. Sendas leyes agraria y de
nuevo en entred ich o la tradicional coloniis aprobaron el reparto de lotes
capacidad del Senado para decidir en individuales entre los soldados en las
lo concierniente a la política exterior. tierras galas conquistadas al enem i­
El retorno victorioso de M ario, tras go, así com o la fundación de colonias
fin a liz a r la guerra co n tra los cim ­ en las provincias de Africa, Acaya,
brios, vino a au m en tar la tirantez en ­ M acedonia, C erdeña y Sicilia. A M a-
44 Akal Historia del M undo Antiguo

rio le fue otorgado el derecho a con­ bana. Por añadidura, la extensión de


ceder la ciu d ad an ía rom ana en cada los repartos a los aliados italianos
u n a de ellas a tres colonos, lo que tam poco podía agradar a la m asa ciu­
confirm a que, al no tratarse de colo­ dad an a, cuya conciencia exclusivista
nias rom anas, debieron acoger a m u­ en estos aspectos ya hab ía sido an ta­
chos itálicos englobados en el ejército ño m a n ip u la d a c o n v e n ie n tem en te
rom ano. Saturnino, con la am enaza p o r la p ropaganda senatorial. La vo­
del destierro, obligó a los senadores a tación de las leyes, p o r ello, estuvo
que dieran inm ediatam ente su placet aco m p añ ad a de nuevo por el terror y
a la ley. la presión física contra los tribunos
Lo que no h ab ían tenido en cuenta no colaboracionistas. El propio M a­
los políticos populares era que tales rio quedó en una violenta situación,
iniciativas llevaban en sí el germ en pues una vez aprobados en los com i­
de la discrim inación y podían susci­ cios tales proyectos legales, tuvo que
tar celos entre diversos sectores. En presentarlos ante un Senado, cuyos
efecto, las distribuciones coloniales, m iem bros estaban am enazados por
al b e n e fic ia r e se n c ia lm e n te a los la cláusula que castigaba con el exilio
m iem bros de la plebe rústica, eviden­ a quienes obstaculizaran la puesta en
ciaban u n favoritism o hacia aquella vigor de tales m edidas. M ario no era
que, lógicam ente, no tenía que ser en sí u n político destinado al lideraz­
visto con buenos ojos por la plebe u r­ go popular, nunca se lo había pro-
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 45

Estatua de Aulo Metelo, conocida como el


«El orador» («L’arringatore«), (poco después
del 89 a. C.), Museo arq. de Florencia

puesto. Sus alianzas con los líderes


antisenatoriales h ab ían sido im pues­
tas por la fuerza de las circunstan­
cias, en especial p o r la coyuntural ne­
cesidad de solucionar el problem a de
sus veteranos. Pero personalm ente no
estaba em peñado en una línea revo­
lucionaría que significara despojar al
S enado de to das sus trad icio n ales
prerrogativas. U na vez aprobadas las
leyes que salvaguardaban el futuro de
sus soldados licenciados, el victorioso
general no tenía especiales puntos de
convergencia con los populares. Sa­
b ía que no p o d ía q u e m a r m ás su
prestigio ante sectores que seguían
conservando aún m ucha fuerza en el
seno del Estado. A partir de este m o­
m ento M ario em pezó a distanciarse
de los dirigentes populares, y pronto
se encontró en una difícil disyuntiva.
Las elecciones del 100 estuvieron
m arcadas nuevam ente por la violen­
cia. S aturnino intentó conseguir otra
vez el tribunado de la plebe, m ientras
Glaucia optó al consulado. Era la últi­
m a o p o rtu n id ad que am bos tenían
para m antenerse legalm ente en la es­
cena política, y para aprovecharla n o
dudaron en m ovilizar a las bandas de
seguidores arm ad o s, que acab aro n
incluso con la vida de C. M em m io,
otro de los candidatos al consulado.
46 Akal Historia del M undo Antiguo

El Senado presionó a M ario para que, rio se daba cuenta de que su p o pula­
como cónsul, restableciera el orden rid a d h a b ía registrado un n o tab le
en el Estado, p o niendo en vigor el se­ descenso, y so lam en te le q u ed a b a
natus consultum ultimum votado en la com o salida trata r de recuperar su
asam blea de los patres. Entre seguir prestigio, com o antaño, lejos de la
am p aran d o a sus antiguos aliados Urbs. En ese m om ento el área más
populares, o defender la estabilidad conflictiva para el Estado republica­
interna de Rom a, en beneficio de la no era probablem ente Asia M enor,
oligarquía nobiliaria, M ario escogió donde operaban con enormes ganan­
esta segunda salida, encargándose de cias las com pañías com erciales y los
rep rim ir los d esó rd en es. El sector publicanos de la clase ecuestre, entre
ecuestre le siguió en esta coyuntura y los que M ario contaba con buenas
tam bién hizo frente conjunto con la alian zas. Tan d eso rb itad a ex p lo ta­
aristocracia senatorial para defender ción económ ica había provocado ya
la supervivencia de las instituciones. un trem endo m alestar entre la pobla­
La propia plebe u rbana, m anipulado ción, que veía a la adm inistración ro­
una vez m ás su descontento contra m ana bajo el prism a de la opresión y
las m edidas que favorecían a la plebe la injusticia. N o se ocultaba a los po­
rústica o a los itálicos, secundó la ac­ líticos m ás sagaces del m om ento, y
ción oficial y se encam inó al C apito­ M ario se encontraba entre ellos, el
lio, donde se h ab ían refugiado Satur­ gran peligro que significaba para la
nino y sus p artid ario s, encabezada estabilidad de la zona las am biciones
por los m agistrados. La resistencia de del vecino rey M itrídates del Ponto. A
los sediciosos fue inútil, pese a las ga­ p artir de ah o ra quedaba claro que
rantías dadas p o r M ario, y term inó una de las m ás im portantes bazas de
con la m uerte de los sitiados. Fue así la política rom ana se iba a jugar en el
como se cerró una agitada etapa tran- Oriente.
sicional, que iba a d a r paso a otro pe­ La ausencia de M ario facilitó a la
ríodo decisivo para la supervivencia oligarquía senatorial la tarea de liqui­
de la República. dación de los restos del partido p opu­
lar, que ahora se encontraba sin líde­
3. La reacción senatorial res destacados. U na cadena de juicios,
en los que obviam ente los m iem bros
Si alguien había quedado en difícil del orden ecuestre tuvieron u n a acti­
situación tras los azarosos aconteci­ va participación, se desató con los
mientos del año 100 era, sin duda, m ás fútiles pretextos contra quienes
Mario. La actividad política de Satur­ hab ían secundado a Saturnino, d a n ­
nino le h abía colocado en una situa­ do rienda suelta a las venganzas per­
ción com prom etida ante los senado­ sonales. El Senado se garantizó, ade­
res y la propia plebe. Bien es verdad más, los recursos legales necesarios
que gracias a su prestigio en el Seno para m an iatar en lo posible las in i­
del Estado los proyectos legales de su ciativas de la asam blea popular. Pero
desaparecido aliado no fueron dero­ una vez que el enem igo estuvo derro­
gados de inm ediato, aunque tam poco tado, y los privilegios de casta bien
llevados a la práctica, pero en tan crí­ salvaguardados, nuevam ente salieron
tica coyuntura el vencedor de los cim ­ a la superficie la discordias internas
brios no había tom ado partido clara­ entre las diferentes facciones de la no­
mente por la causa popular. Tampoco bilitas, incapaces, por sus am biciones
se había m ostrado decidido a la hora y egoísmos, de encontrar la vía apro­
de reprim ir los disturbios que habían piada para co o rd in ar u n a enérgica
asolado Rom a, por lo que en el S ena­ gestión tendente a evitar la ruina del
do se desconfiaba de su persona. M a­ Estado rom ano.
Los G racos y el com ienzo de las Guerras Civiles 47

V. ¡La guerra de los aliados

1. La cuestión de la ciudad del Tiber donde estaba el


los aliados centro de decisión del Estado en que
se encontraban inm ersos, parecía evi­
El problem a de los aliados itálicos dente que tal integración en la civitas
fue uno de los m ás graves que tuvo Rom ana co n stitu ía el m ejor cauce
que resolver la clase política rom ana p ara hacerse valer y d em o strar su
en estos difíciles años. Tras un p arén ­ peso en la vida de la República. Claro
tesis en que quedó relegado a un se­ está, entre todas las com unidades itá­
gundo plano, después de la defensa licas la situación no era la m isma, e
que de la causa itálica había hecho incluso dentro de ellas las diferencias
Escipión E m iliano, volvió a resurgir sociales m arcaban distintas opciones
con fuerza en los años 90, poniendo ante la hipotética recepción del esta­
nuevam ente su evidencia la ineptitud tuto superior. C onviene recordar ah o ­
de los d irigentes sen ato riales para ra el im portante papel que desde h a­
aju star el Estado republicano a las cía algún tiem po estaban desem pe­
m odernas circu n stan cias históricas. ñando los negotiatores itálicos en la
En aquel tiem po h ab ía aum entado explotación económ ica de las provin­
entre los pueblos aliados el deseo de cias (donde curiosam ente se les con­
incorporarse a la ventajosa ciu d ad a­ sideraba com o «R om anos»). Ellos,
nía rom ana, aún a costa de perder su que podían invertir en tierras parte de
a u to n o m ía in tern a . Tal asp ira ció n sus ganancias m ercantiles, estaban
adquiría ahora valor por sí m isma, por obvias razones especialm ente in­
apareciendo desvinculada de la co n ­ teresados en las iniciativas del gobier­
sabida cuestión agraria. M uchos de no rom ano en política exterior.
tales itálicos, tras servir en el ejército En este sentido, solam ente para las
rom ano, se h ab ían constituido en ve­ aristocracias de las ciudades italia­
hículo ro m anizador para sus com u­ nas, entre las que se reclutaban tales
nidades nativas, entre las que los sen­ individuos, la integración en la ciu­
tim ientos n ac io n a listas h a b ía n d e­ d adanía significaba una im portante
caído, au n q u e p arad ó jicam en te re­ oportunidad de tener capacidad deci­
b rotarían con fuerza ahora com o es­ soria, a través de asam bleas y m agis­
tandarte de unas reivindicaciones de­ traturas, en aquellas directrices políti­
satendidas por la aristocracia senato­ cas del Estado rom ano con especial
rial. Puesto que los aliados tenían ve­ incidencia en la econom ía. Al mismo
dada cualquier iniciativa en política tiem po podían beneficiarse de opor­
exterior, habían asimilado con gran in­ tunidades, com o el acceso a los arren­
tensidad la cultura rom ana, y era en dam ientos públicos, o a la participa-
48 Akal Historia del M undo Antiguo

ción en los trib u n a le s, que p o r el


m om ento sólo estaban al alcance del
estam ento ecuestre (G abba). Para lle­
gar a los m ás altos escalafones de la
política rom ana esos nobles itálicos
podían hacer valer no sólo sus esti­
m ables fortunas, procedentes tanto
de sus p ro p ie d a d e s in m o b ilia ria s
com o de las inversiones en operacio­
nes m ercantiles, sino tam bién los vín­
culos de am istad o clientela estrecha­
dos desde tiempo atrás con importantes
fam ilias rom anas. Por el contrario,
las ventajas que p odían derivarse del
acceso a la civitas Romana eran para
las clases sociales italia n as m enos
a fo rtu n a d a s de otro orden. P uesto
que la m ayor op o rtu n idad de convi­
vencia entre rom anos e italianos se
daba en el ejército, donde actuaban
en cuerpos sep arad o s, parecía evi­
dente que un a extensión de la ciuda­
danía rom ana a los segundos les p ro ­
porcionaría una situación de igualdad
y, por añ ad id u ra, la posibilidad de
beneficiarse de los repartos agrarios
entre veteranos. La ciu d adanía supo­
nía, asim ism o, qu ed ar exento de cier­
tos tributos y, si se em igraba a Rom a,
una m ejor situación laboral y el acce­
so a las liberalidades estatales.
Ya vimos, sin em bargo, cóm o se h a ­
bía propagado entre la plebe rom ana,
tanto-rústica com o urb ana, la convic­
ción de que h acer partícipes a los
aliados de las ventajas de la ciu d ad a­
nía solam ente podía significar la pér­
did a de u n a situ ació n privilegiada
que debía defenderse. Tam poco en
los medios ecuestres podía verse con
buenos ojos la com petencia que en el
plano de los negocios o subastas p ú ­
blicas podían p resen tar los negotiato­
res italianos, aunque frecuentem ente Templó de la Fortuna Virilis en el Foro
Boario (siglo I a.C.)
se h abía cooperado con ellos en m u­
chas em presas. Y desde el punto de
vista de la oligarquía dirigente el peso
político de las asam bleas, con el in ­
crem ento de sus m ienibros, podía au ­
m entar de form a peligrosa para sus
intereses. M ientras el problem a que­
dó reducido a su m ínim a expresión
Los Gracos y e! com ienzo de las Guerras Civiles

no suscitó tensiones en la esfera polí­ m uchos itálicos que se habían trasla­


tica. Así, por ejem plo, las concesiones dado a Rom a, hasta tal punto que en
de la ciudadanía perm itidas a M ario el año 95 a. C. tuvo que prom ulgarse
fueron respetadas, lo que en cierto una ley (Lex Licinia Mucia), p o r la que
m odo proporcionó al ilustre m ilitar quedaban excluidos de la civitas Ro­
fieles clientelas en m uchas partes de mana quienes la hubieran obtenido
Italia. Es más, la benigna actuación fraudulentam ente, nom brándose un
de ciertos censores facilitó la inclu­ tribunal especial para considerar las
sión en las listas de ciudadanos de concesiones dudosas.
50 A kal Historia del Mundo Antiguo

2. Las actividades de los con falsas acusaciones, consiguieron


«equites» su destierro (92 a. C ). Este hecho ori­
ginó una fuerte tensión entre el esta­
Otro foco im portante de problem as m ento senatorial y el sector ecuestre,
p ara el E stado republicano radicaba, enfrentados otra vez por el tem a del
com o hem os visto, en Asia, donde los control de los jurados, lo que signifi­
publicanos, am parados en la ley de có la ruptura de intereses que había
Cayo G raco que les reconocía el co­ inclinado a am bos grupos a una ac­
bro de los im puestos, h abían entrado ción conjunta contra Saturnino en el
a saco para acu m u lar grandes fortu­ año 100. La respuesta senatorial no se
nas, ex to rsio n an d o a la población. hizo esperar, y partió esta vez del p o ­
Esta actitud no era prudente, puesto deroso clan de los Metelos el cual, re­
que la provincia lim itaba con una se­ curriendo al consabido procedim ien­
rie de reinos algunos de los cuales, to de u tiliz a r a un trib u n o adicto,
com o el del Ponto, podían aprove­ encontró en un noble joven y am b i­
charse de cualquier inestabilidad in ­ cioso, M. Livio Druso, hijo del tribu­
terna, p oniendo en peligro la frontera no del m ism o nom bre que se había
oriental del imperio. Roma se había enfrentado a Cayo Craco, el m edio
visto obligada a m antener con los di­ para intentar recuperar el control de
nastas vecinos un prudente tanteo di­ los tribunales.
plom ático, enviando em bajadas ante
M itrídates del Ponto y N icom edes de 3. Livio Druso
Bitinia, los m ás activos, para frenar
sus am biciones territoriales a costa de Livio D ruso inició su gestión tribuni­
otros estados vecinos. Especialm ente cia en el año 91 sin m ostrar abierta­
im portante fue la delegación encabe­ m ente cuáles eran sus exactas inten­
zada p o r el senador Escauro quien, a ciones. Es más, se hizo portavoz de
su regreso a la Urbs, presentó un in ­ algunas dem andas populares que tra­
forme detallado sobre las negativas dicionalm ente habían sido rechaza­
consecuencias que para la m archa de das por la oligarquía senatorial. Por
la provincia estaba teniendo la nefas­ ejem plo, una ley frum entaria propi­
ta adm inistración rom ana. Para re­ ciada por él preveía distribuciones de
solver la situación se optó por enviar trigo a la plebe a muy bajos precios.
u n g o b ern ad o r de rango co n su lar, C on otra ley agraria buscó seducir a
cargo que recayó en Q. M ucio Escé- la plebe rústica, prom etiendo nuevos
vola, hom bre honesto vinculado, al repartos de tierras y fundaciones co­
igual que Escauro, al clan de los Me- loniales. El siguiente paso, una vez
telos. Escévola fue acom pañado por am ordazada cualquier iniciativa p o ­
otro consular experto en tem as de ju ­ pular, fue u n a lex iudiciaria que con­
risprudencia, P. Rutilio Rufo, a quien tem plaba la posibilidad de que el Se­
d ejó la d ire c c ió n de la p ro v in c ia nado, increm entado con la entrada
cuando le tocó retornar. en sus filas de trescientos equites, fue­
La actividad reorganizativa de Es- se la institución encargada de elabo­
cévola, especialm ente en el terreno rar las listas de jueces. Los caballeros
judicial, fue positiva, pero chocó fron- no aceptaron el proyecto, e incluso
talm entc contra los intereses de los contaron con la inesperada alianza
p u b lican o s y negotiatores ecuestres, de algunos m iem bros de la aristocra­
que h ab ían hecho de la provincia un cia senatorial, com o Q. Servilio Ce-
coto exclusivo de explotación. C u a n ­ pión, quienes, por enem istad con los
do su legado R utilio regresó a Rom a, M etelos o descontento con la citada
los caballeros se m ovilizaron contra ley, se aprestaron a colaborar con el
él y, tras llevarle ante los tribunales estam ento ecuestre para derrocar los
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 51

Livio Druso la corrupción se había convertido en mo­


Tras éstos, fue tribuno de la plebe Livio neda corriente.
Druso, hombre de muy ilustre cuna, que, a Estos eran sus proyectos para ambos
solicitud de los aliados itálicos, les prome­ estamentos, pero resultaron contrarios a
tió proponer, de nuevo, la ley referente a la sus esperanzas. Pues el senado se tomó
ciudadanía; deseaban ésta sobre todo, muy a mal que se le sumaran de golpe un
porque creían que con este solo requisito número tan elevado de personas mediante
se convertirían de inmediato en gobernan­ elección y que fueran transferidas del or­
tes en vez de súbditos. Y Druso, tratando den ecuestre a la máxima dignidad; y es
de congraciarse al pueblo con vistas a esta que pensaban que era previsible que, lle­
ley, condujo muchas colonias a Italia y Si­ gando a ser senadores, se opusieran co­
cilia las cuales habían sido votadas mucho mo bloque a los senadores antiguos con
tiempo atrás, pero todavía no habían sido más poder aún. Los caballeros, a su vez,
enviadas. Al senado y a los caballeros, sospechaban que, en virtud de esta aten­
que veían agudizadas entonces sus dife­ ción, los tribunales de justicia en el futuro
rencias por la cuestión de los tribunales de pasarían de su estamento al del senado
justicia, intentó reconciliarlos por medio de exclusivamente, y, después de haber dis­
una ley común, y como no podía transferir frutado de grandes ganancias y del poder,
nuevamente al senado los tribunales de no soportaban, sin pesar, la sospecha. Un
justicia, urdió para unos y otros el siguiente gran número de caballeros mantenían du­
plan. Puesto que el número de senadores das y recelos mutuos sobre quiénes pare­
era por entonces de apenas trescientos, a cían ser más dignos para ser enrolados en
causa de las sediciones, propuso que se los trescientos, y a los demás les invadía la
añadiese un número igual a éste, elegido envidia hacia los mejores. Pero, sobre to­
entre los caballeros en razón de mérito, y das las cosas, estaban irritados porque se
que en el futuro se eligieran de entre todos hubiera resucitado la acusación por vena­
ellos los tribunales de justicia; y añadió lidad, que consideraban que había sido
como cláusula de la ley que los jueces es­ suprimida de raíz hasta entonces gracias al
tuvieran sometidos a rendición de cuentas esfuerzo de ellos.
por causa de venalidad, pues procesos de
este tipo eran desconocidos, debido a que Apiano, B.C., I, 35; trad. A. Sancho.

planes de Druso. La m ism a actitud el m arso Popedio Silón. D ado que su


fue adoptada por otros círculos nobi­ proyecto de ley agraria suponía recla­
liarios, lo que radicalizó aún m ás la m ar a los aliados los territorios del
postura del tribuno, quien no dudó ager publicus que ocupaban, para el
en u s a rla violencia contra algunos de tribuno quedaba claro que debía ga­
sus op o n en tes, y en suscitar fin a l­ rantizarse su apoyo con una com pen­
mente, com o últim o recurso, la vieja sación, la concesión de la ansiada
cuestión de los aliados. Tal actitud su­ ciudadanía. Livio pretendía así capi­
ponía forzar la situación hasta el ex­ talizar el apoyo de los itálicos no en
trem o, m áxim e cuando la facción de favor de la facción popular, como ha­
los M etelos, que había estado respal­ bía ocurrido anteriorm ente, sino en
d an d o a D ruso, había dado ya so­ beneficio del estam ento senatorial,
bradas m uestras tiem po atrás de su pero un im portante sector de la oli­
oposición a la integración en la civi­ garquía dirigente se opuso a sus in ­
tas Romana de las posibilidades itá­ tenciones, no siendo ajeno M ario a
licas. tales m anejos. Los proyectos legales
Es evidente que Livio D ruso estaba de D ruso fueron anulados por el Se­
muy al corriente de cuáles eran las nado, sin que su p ro m o to r hiciera
asp ira cio n es y ex pectativas de los nada por defenderlos. Algunos días
aliados cara a la ciu d adanía rom ana, después fue m isteriosam ente asesina­
pues tenía vínculos de hospitalidad, do. C on él desaparecía la últim a es­
com o ocurría en otras fam ilias ro­ peranza de los aliados para hacer va­
m anas, con uno de los líderes itálicos, ler sus dem andas.
52 Akal Historia del M undo Antiguo

4 . La sublevación de Italia especialm ente los m ejor situados. Al­


gunas fuentes parecen ap u n tar una
P ronto entre los itálicos se expandie­ incipiente estructura federal entre los
ron la sem illa de la guerra y las an ­ aliados, que eligieron com o capital la
sias de independencia (fines del 91). ciudad pelignia de C orfinium (llam a­
Para ellos estaba claro que el objetivo da por ellos Italia), y se dotaron de
de D ruso (ro m an izar Italia) debía ser instituciones según el modelo estatal
superado p or otro, la creación de una rom ano: dos cónsules, doce pretores
Italia de los italianos. Algunas inicia­ y un senado de 500 miembros. F ue­
tivas violentas fueron conjuradas por ron acuñadas m onedas con la leyen­
las gestiones diplom áticas de Rom a, da Italia y el toro sam nita em bistien­
pero en u n a de tales em bajadas el do a la loba romana. El senado decidía
pretor Q. Servilio provocó a los h a b i­ sobre las cuestiones bélicas, las apor­
tantes de Asculum , quienes respon­ taciones m ilitares de las doce com u­
dieron asesinándole y m atando a to­ nidades aliadas estaban encabezadas
dos los rom anos que estaban en la por un pretor, y finalm ente hubo dos
ciudad. El Senado responsabilizó en cónsules que tuvieron el m ando su­
bloque de tal m asacre a las com uni­ prem o en cada uno de los teatros de
dades aliadas. Estas enviaron una de­ operaciones, al norte el citado Q. Po-
legación para tratar nuevam ente de pedio Silón, en el frente sam nita C.
sus frustradas pretensiones, pero so­ Papio M utilo. La fuerza m ilitar itáli­
lam ente encontraron exigencias difí­ ca era im portante y estaba bien entre­
ciles de cum plir. Por añ ad id u ra, la nada, pues no en balde m uchos de
oligarquía nobiliaria, m ostrando su sus com ponentes h ab ían servido en
tradicional desprecio hacia las posi­ las filas rom anas, y estaban fam iliari­
bilidades organizativas y m ilitares de zados con sus arm as y elem entos tác­
los aliados, en vez de aprestar el E sta­ ticos. Es más, la convivencia castren­
do para la inm inente guerra, se dedi­ se du ran te el largo servicio m ilitar
có a p erseguir a los seguidores de h ab ía estrechado fuertes relaciones
D ruso con la acusación de traición, de am istad e identidad cultural entre
apro b an d o una Lex Varia que castiga­ quienes se veían ahora envueltos en
ba toda connivencia con los rebeldes, u n a auténtica guerra fratricida. La
pero que, dada la actitud reticente de m oral com bativa de los itálicos fue
los ju eces ecuestres, se m ostró in ­ m uy alta. N o obstante, la superiori­
efectiva. dad del Estado republicano era evi­
La revuelta de los aliados no afectó dente en varios aspectos: mejores m e­
a la totalidad de las com unidades itá­ dios económ icos, m ayor experiencia
licas. Oseos, um bros y latinos perm a­ bélica, más unidad de m ando, cola­
necieron fieles a R om a, que contó boración de los latinos, apoyo de las
igualm ente con la ayuda de las colo­ colonias, respaldo de las provincias,
nias instaladas en el sur de la p en ín ­ dom inio naval, etc. Los rebeldes, que
sula. El m ovim iento rebelde se inició p u d ie ro n m o v iliza r unos cien mil
entre las poblaciones de origen sabe- hom bres, quedaron reducidos a las
lio asentadas en las áreas m o n tañ o ­ regiones m ás atrasadas del interior
sas del1centro y sur de Italia, desta­ peninsular. Frente a ellos Roma apres­
cando especialm ente dos núcleos, los tó catorce legiones, con tropas auxilia­
m arsos y los sam nitas, la facción ex­ res reclutadas en Hispania, las Galias
trem ista itálica p artidaria ú n icam en ­ y Africa.
te de la independencia. Tam poco la La guerra, que tuvo su fase álgida
respuesta fue un án im e entre todos los en el año 90, se desarrolló principal­
sectores sociales, pues hubo núcleos m ente en dos frentes, el septentrional
adictos a R om a en algunas ciudades, (M arsos, Picenos, Vestinos, Pelignos y
Los Gracos y ol comienzo de las Guerras Civiles 53
M arrucinos) y el m eridional (Sam ni­ paniano, m anteniendo su conexión
tas, H irpinos y Frentanos). D urante con Roma.
el invierno del 91-90 el Estado rom a­ Los éxitos iniciales correspondie­
no, cu an d o aú n no se h ab ía n em ­ ron, no obstante, a los aliados, que
prendido operaciones de envergadu­ co nsiguieron lev an ta r el asedio de
ra, pudo disponer sus efectivos y or­ Asculum , aunque no pudieron suble­
g anizar dos ejércitos consulares. El var a las regiones de Etruria y U m ­
dirigido por P. Rutilio Lupo tuvo como bría. En una acción decidida el ejér­
oponente al de Popedio Silón en el cito marso, dirigido por Vettio Escatón,
frente m arso, m ientras que las tropas consiguió contactar con las milicias
al m ando de L. Julio C ésar se lan za­ sam nitas, venciendo al cónsul L. Ju­
ban contra los contingentes sam nitas lio César, que tuvo que refugiarse en
en el sur. Entre los legados que acom- i Teanum . Poco después los rebeldes

Moneda acuñada por los aliados durante la guerra


(c. 91-88 a. C.), Biblioteca Nacional de París,
Gabinete de Medallas

p añ a b an a Rutilio figuraban M ario y obtuvieron otra im portante victoria


C n. P o m peyo E s tra b ó n , p a d re de ante el cónsul R utilio cerca de C ar­
Pom peyo el M agno. E strabón, que seoli. El geneal rom ano pereció en el
contaba con fuertes clientelas cn la com bate. Al frente del ejército del
región del Piceno, fue encargado de norte quedaron entonces los legados
las o p e ra c io n e s c o n tra A scu lu m , C epión y M ario. Pronto sería M ario
m ientras que los restantes efectivos el único jefe, al m orir C epión en otra
de R utilio tratab an de im pedir la p ro ­ desgraciada batalla. El triunfador de
pagación del foco rebelde m arso h a ­ los cim brios optó desde entonces por
cia el país oscoum bro. Por su parte, L. una táctica más prudente, buscando
Ju lio C ésar, ju n to al cual actu ab a m antener sus posiciones, sin arries­
com o legado L. C ornelio Sila, tuvo garse a un enfrentam iento decisivo.
com o principal m isión salvaguardar Paralelam ente Pompeyo volvió a em ­
la integridad del rico territorio cam- prender el sitio de Asculum , episodio
54 Akal Historia del Mundo Antiguo

en el que se lucirían las tropas h isp a­ Pompeyo E strabón im pulsó una Lex
nas bajo su m ando. En el sur, sin em ­ Pompeia (89 a. C.), que reconocía el
bargo, los resultados fueron desfavo­ Ius Latii a los habitantes de las co­
rables para la causa rom ana, pues no m arcas situadas entre los Alpes y el
solam ente se rebelaron las regiones río Po, la denom inada G alia C isalpi­
de L ucania y A pulia, sino que las m i­ na. C on estas conciliadoras ofertas se
licias sam nitas de Papio M utilo con­ pretendía, obviam ente, estim ular las
siguieron apoderarse de varias locali­ deserciones entre las com unidades
d a d e s de C a m p a n ia . E tru s c o s y itálicas que todavía no h ab ían d e­
um bros no tardaron m ucho en ad h e­ puesto las arm as, evitando que la re­
rirse a la revuelta itálica. belión se dilatase. Insistían, sin em ­
bargo, en una idea, rom anizar Italia,
5. Oferta romana: no en italianizar el Estado republica­
las leyes de ciudadanía no. Las consecuencias de estas m edi­
das fueron decisivas para el final de las
Los resultados negativos de la guerra hostilidades. G ra n parte de las pobla­
acentuaron en los m edios políticos de cio n es a lia d a s h a b ía n en tra d o en
R om a la convicción de que solam en­ guerra para conseguir lo que ahora
te cabía un a salida airosa, negociar p a c ífic a m e n te se les ofrecía. P ara
u na solución pacífica que acogiera quienes perm anecían aún en rebel­
las d em an d as de las com u n id ad es día, desconfiando de que la Lex Iulia
italianas. El propio cónsul L. Julio fuera realm ente aplicada, la situación
C ésar fue el prom otor de una Lex Iu- se tornaba difícil, pues al am pliarse el
lia que ofrecía la ciu dadanía rom ana cupo de ciudadanos con las nuevas
a todos los latinos y poblaciones itáli­ incorporaciones el ejército legionario
cas que hubiesen perm anecido fieles rom ano quedaba reforzado.
a la República, estableciendo un cier­ La últim a fase del conflicto estuvo
to núm ero de tribus donde debían vo­ m arcada por una resistencia desespe­
tar los nuevos ciudadanos. U na cláu­ rada de los m ás indóm itos núcleos re­
sula autorizaba a los magistrados cum beldes. E n el invierno del 90-89 un in ­
imperio a conferir, con el concurso de tento m arso para apoyar la revuelta
su consilium, la civitas Romana entre en E tru ria y U m b ría fracasó ante
sus tropas extranjeras. U na ap lica­ Pom peyo Estrabón, que fue elegido
ción práctica de ello lo tenem os en el cónsul para el 89 ju n to a Porcio C a­
denom inado Bronce de Asculum, que tón. M ientras que L. Sila se encarga­
contiene el acta de otorgamiento de la ba en el sur de las operaciones contra
ciu d ad an ía efectuado por Pompeyo los sam nitas, para cerrarles el acceso
E strabón en favor de los integrantes a las com arcas etrusca y um bra, los
de la Turma Salluitana, un escuadrón cónsules atac aro n el frente m arso.
auxiliar de caballería com puesto por C atón m urió en un com bate. Pom pe­
jinetes reclutados en el valle del Ebro. yo, ahora único jefe, estrechó m ás el
A la Lex Julia siguieron las leyes Cal­ asedio de Asculum , que no tardó en
purnia (90 a. C ), que facultó a los co­ caer. Al desm oronarse a renglón se­
m andantes m ilitares para d a r la ciu­ guido la resistencia m arsa, la capital
d ad an ía a los aliados considerados aliada se trasladó de C orfinium a Bo­
merecedores de ella, y Plautia Papiria vianum , en el país sam nita. Los éxi­
(89 a. C.). Esta últim a acordó la ciu­ tos acom pañaron tam bién las accio­
d ad an ía rom ana a todos los socii que nes de Sila en la C am pania, donde
en el día de la rogatio de la lex estuvie­ tuvo que recuperar el control sobre
ran dom iciliados en Italia y lo solici­ P om peya, p a ra in tern arse seguida­
taran al pretor urbano en un plazo de m ente en el Sam nium , donde derrotó
sesenta días. Por su parte, el cónsul a Papio M utilo y se apoderó de Bo-
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles

vianum . Los itálicos se reorganizaron Lex Iulia de Civitate


en un postrero esfuerzo en torno a
A esernia y N ola, eligiendo como jefe Mientras tenían lugar estos sucesos en la
suprem o al m arso Popedio Silón, que vertiente adriática de Italia, los pueblos
contaba ya únicam ente con los efecti­ que habitaban al otro lado de Roma, etrus­
vos sam nitas y lucanos. P ronto los ú l­ cos y umbros y otros pueblos vecinos su­
timos focos de resistencia, com o L u­ yos, al conocer estos hechos, se sintieron
cania, m antenidos gracias a los sub­ animados a hacer defección. Por consi­
guiente, el senado, temiendo que la guerra
sidios del rey M itrídates, quedaron los rodeara por todas partes y fuera incon­
definitivam ente doblegados. trolable, establecieron guarniciones en la
Las consecuencias de la «G uerra zona costera entre Cumas y la ciudad a
de los A liados» fueron m últiples para cargo de hombres libertos, que entonces
la posterior configuración del Estado por primera vez habían sido enrolados en
rom ano. Por lo pronto, la m ayor p a r­ el servicio militar a causa de la escasez de
te de los habitantes de Italia queda­ soldados. El senado decretó, además, que
ron igualados jurídicam ente y dota­ aquellos aliados itálicos que aún permane­
cían en la alianza obtuvieran el derecho de
dos de idénticos derechos políticos.
ciudadanía, lo cual era precisamente la
Se superaba la ancestral lim itación cosa que más deseaban casi todos. Así
del Estado republicano a la ciudad- pues, envió este decreto a los etruscos,
estad o de R o m a, su stitu id a desde quienes aceptaron encantados la ciudada­
ahora p or un a nueva entidad, Italia. nía. Con esta gracia, el senado hizo a los
Las com unidades del solar itálico p a­ fieles, más fieles, confirmó a los que esta­
saron a estructurarse adm inistrativa­ ban dudosos, y dulcificó a los enemigos
m ente siguiendo cánones rom anos, con una cierta esperanza de medidas simi­
su rg ien d o p o r d o q u ie r nu m ero so s lares. Sin embargo, los romanos no inscri­
bieron a estos nuevos ciudadanos en las
municipia civium Romanorum. No se
treinta y cinco tribus que existían entonces,
encontraron, sin em bargo, vías para a fin de que no vencieran en las votaciones
que los habitantes de las ciudades in ­ al ser superiores en número a los ciudada­
corporadas al Estado participaran en nos antiguos, sino que los dividieron en
las tareas p o líticas a través de las diez partes y designaron otras tantas tribus
asam bleas, que q u edaron fundam en­ en las que ellos votaban en último lugar. Y
talm ente controladas por la plebe u r­ en muchas ocasiones su voto resultó inútil,
b ana. Parece evidente la constante puesto que las treinta y cinco eran llama­
preocupación del gobierno oligárqui­ das antes a votar y sumaban más de la mi­
tad. Y precisamente este hecho, ya sea
co rom ano por el peso decisorio que porque entonces pasó desapercibido o,
los noui dues pu d ieran tener en los co­ no obstante, porque los aliados estuvieran
mitia tributa. La falta de op o rtu n id a­ conformes con él, al ser reconsiderado
des reales p ara in te rv e n ir d ire c ta ­ después fue origen de otro conflicto.
mente en los asuntos de gobierno selló Apiano, B.C., I, 49; trad. A. Sancho.
decisivam ente la m entalidad de una
p o b lació n en la que el ciu d ad a n o
co m p ro m e tid o fue s u s titu id o g ra ­
dualm ente p o r el súbdito pasivo. Esa
incapacidad quedó m anifiesta desde
el m om ento en que la nueva m asa de
ciudadanos surgida de la aplicación
de las leyes Iulia y Plautia Papiria, que
num éricam ente podría haber tenido
efectos decisivos en la m archa de las
asam bleas, quedó a efectos com icia-
les integrada en u n a cifra muy redu­
cida de tribus.
56 Akal Historia del Mundo Antiguo

VI. El enfrentamiento entre Mario y Sila

1. El tribunado de Sulpicio Rufo buno procedente de las filas aristo­


cráticas, P. S ulpicio Rufo, antiguo
La guerra contra los aliados, aunque partidario de Livio Druso, quien, vin­
significó la liquidación del conten­ culado inicialm ente a la facción de
cioso que en los últim os decenios h a ­ los Metelos, pronto evolucionaría a
bía enrarecido las relaciones entre los posiciones m ás radicales, dentro de la
itálicos y Rom a, dejó negativas secue­ tendencia reform ista inaugurada por
las en varios aspectos. En el terreno los Gracos.
económ ico, por ejem plo, los gastos Sulpicio puso sobre el tapete una
m ilitares, la destrucción de m uchas cuestión que había quedado sólo p a r­
ciudades, la ruina de las cosechas, la cialm ente resuelta, la integración efec­
dism inución de la capacidad tributa­ tiva de los aliados en el cuerpo cívico
ria de los c iu d a d a n o s, su p u siero n romano. Dicha integración había sido
para el Estado republicano una fuerte m ás teórica que real, al m enos en el
quiebra, pronto agudizada por la gue­ plano político, por cuanto la inciden­
rra m itridática. E n el plano de la po lí­ cia de los nuevos ciudadanos en la
tica exterior tam bién se harían sentir gestión del E stado h ab ía q uedado
los efectos del conflicto, que obligó al desvalorizada al ser excluidos, a efec­
gobierno rom ano a desatender algu­ tos comiciales, de las treinta y cinco
nos territorios provinciales teórica­ tribus tradicionales, concentrándose
m ente conflictivos. Esto se vio muy su voto en un núm ero limitado. En la
claro con relación al Asia M enor, defensa de su program a Sulpicio no
donde el rey M itrídates VI del Ponto dudó en recurrir al apoyo de los m e­
aprovechó la favorable coyuntura para dios políticos populares. En ese m is­
d ar rienda suelta a sus apetencias ex- mo proceso resulta casi lógico que
pansionistas. La inm inente cam paña contactara con alquien, com o M ario,
de castigo ofrecía beneficiosas opor­ que, re sp ald ad o p o r u n influyente
tunidades al general que se encargara sector de equites y núcleos m ercanti­
de ella, lo que m otivó fuertes tensio­ les su d itálic o s, cuyos in tereses en
nes en las elecciones consulares para Asia estaban com prom etidos por el
el 88, en las que resultaron elegidos belicism o de M itrídates, estaba m a­
Q. Pompeyo Rufo y Sila. En el violen­ n io b ran d o activam ente para conse­
to clim a en qu e se d e s a rro lla ro n guir el m ando de la cam paña orien­
aquellos com icios se destacó un tri­ tal. Los c a b a lle ro s fa v o reciero n a
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 57

• Panticapeum

Chersonesus
COLCHIS

Apollonia Sinope

THRACIA
Amasea
Heraclea · • Comana
Zela
&
^ % ° Thasos BITHYNIA
Cyzicus
Thessalonica
% <T
ASIA
THESSALIA or r- tS'm Samosata
Delphi
Mytilene “ "Pergamum
PHRYGIA
o/
F > V
^ °
Carrhae
REINO PARTO
.Ephesus
Corinthus CILICIA •Tarsus
CARIA
Messenia A,henae Miletus PAMPHILIA
pAntiochia %,
Termessus
• Gythion
RHODUS
ARABES
CRETA CYPRUS ESCENITAS

Sidon· .Damascus
Tyrus ·
Samaria· WDAEA DESIERTO DE
SIRIA
•Jerusalem
Cyrene
ARABES NABATEOS
Alexandria · • Petra

CYRENAICA

AEGYPTUS

El Oriente mediterráneo en el siglo I a.C


58 Akal Historia del M undo Antiguo

Sulpicio, no sólo porque estaban dis­ ducir contra M itrídates. Ya sin obstá­
gustados con la oligarquía senatorial culos fue ap ro b ad a una de las leyes
que había dado el m ando de la gue­ presentadas por Sulpicio, la que co n ­
rra asiática a alguien, com o Sila, que cedía a M ario la dirección de la gue­
se hab ía opuesto a los abusos allí co­ rra m itridática. In m ed iatam en te el
m etidos p o r los publicani. Tam bién vencedor de Yugurta envió a Ñ ola al­
d eseaban hacer frente com ún con las gunos oficiales para ponerse al frente
aristo cracias m u n icip ales italia n as del ejército allí acantonado.
p ara co n trarrestar el peso de la nobili­
tas en el gobierno de la República. 2. La audaz respuesta de Sila
Sulpicio, que defendía la inclusión
sin restricciones de los nuevos ciuda­ Tal decisión tendría im portantes con­
danos italianos, así com o de los liber­ secuencias. Asistim os ahora a uno de
tini, dentro de las citadas 35 tribus, esos m om entos claves en la vida de la
pasó tam bién a prom over la ca n d id a­ R epública, com o lo fue ulteriorm ente
tura de M ario para dirigir la guerra el paso del R ubicón por César, en que
contra M itrídates..E sta provocadora un político audaz y sin escrúpulos
in iciativ a le valió g ra n d es críticas adopta una línea de actuación perso­
desde el sector conservador. Es facti­ nal y decidida, que com prom ete el fu­
ble que el tribuno defendiese el repar­ turo de las instituciones. Tal fue lo
to equitativo de los nuevos ciu d ad a­ que ocurrió al conocer Sila la resolu­
nos en las tribus com o m edio para ción de la asam blea de Roma, que le
au m en tar la incidencia com icial de despojaba del m ando en la cam paña
M ario cu a n d o se votara el m ando de Asia. Sin perder tiem po tanteó a
asiático. De hecho, si quería llevar las tropas concentradas en Ñola, h a ­
adelante sus postulados reform istas, ciéndolas ver que, si M ario le reem ­
Sulpicio sólo tenía una opción, bus­ plazaba, ellas tam bién serían sustitui­
car la cobertura política de un h o m ­ das a la hora de percibir los bene­
bre, com o M ario, que seguía gozando ficios que prom etía la guerra m itridá­
de gran aquiescencia ante el pueblo. tica, puesto que lo lógico era que su
R azones sim ilares explican el acerca­ sustituto condujera a sus propios sol­
miento del tribuno al estam ento ecues­ dados, vinculados fielm ente a su ge­
tre, cuyos intereses prestam istas se­ neral. Su proclam a tuvo el efecto de­
cundó al defender un proyecto de ley seado, y el peligro de un p ro n u n cia­
que preveía duras sanciones contra m iento m ilitar se hizo entonces evi­
los senadores endeudados en aquella dente, inaugurando una cadena que
crítica coyuntura. acabaría d an d o el golpe de gracia a la
La presentación de estos proyectos cada vez m ás agonizante República.
d esencadenó grandes disturbios en A partir de ese m om ento los frenos
Rom a, dado que los apoyos que p u ­ constitucionales q uedaban en entre­
diera tener Sulpicio estaban co n tra­ dicho, el respeto al juego institucio­
rrestados p o r el peso de las clientelas nal venía a ser un recuerdo del p asa­
que la nobilitas tenía entre la plebe u r­ do, y la voluntad del político m ás
bana. A unque los cónsules decreta­ fuerte, y m ejor resp ald ad o m ilitar­
ron un iustitium, que suponía la p a ra ­ mente, se convertía en el factor deci­
liz a c ió n de to d a s las a c tiv id a d e s sorio en la vida del Estado. Las inter­
públicas, la asam blea fue convocada. venciones del ejército en la evolución
C uando los cónsules intentaron a n u ­ política de R om a serían desde ese
larla estalló u na violenta revuelta, m om ento algo norm al.
que obligó al propio Sila a escapar de Al optar p o r m archar con sus tro­
R om a y h u ir a Ñola, donde estaban pas sobre la Urbs Sila actuaba con la
preparadas las tropas que debía co n ­ convicción de que estaba salvaguar-
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 59

Supuesto retrato de Sila (80-75 a. C.),


Museo Arqueológico de Venecia
60 Akal Historia del M undo Antiguo

Anfiteatro de Pompeya, vista exterior dando la estabilidad de la República,


(hacia el 70 a.C.) am enazada por la dem agogia p opu­
lar, al hacer frente a su obligación
com o cónsul de velar por el orden es­
tablecido, recurriendo incluso a las
arm as. Para que dicha acción fuese
legal era preciso que el Senado hubie­
ra decretado un senatus consultum ul­
timum que nunca adoptó. Los patres, al
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles

Puesto que la grave situación en


Asia exigía que el cónsul acudiera rá­
pidam ente allí con sus tropas, Sila
necesitaba urgentem ente controlar la
situación con m edidas que observa­
ran la legalidad vigente. Sin tener que
presionar m ucho, puesto que a fin de
cuentas su actitud había consolidado
la posición de la nobilitas, am enazada
por la coalición entre Sulpicio y M a­
rio, Sila obtuvo del Senado la publi­
cación de varios decretos que le deja­
b a n las e sp a ld a s b ie n g u ard ad as.
Tanto M ario com o Sulpicio, así como
un grupo de sus m ás destacados p ar­
tidarios, fueron declarados enemigos
públicos, al m ism o tiem po que se
abolían los proyectos legales im pul­
sados por Sulpicio. Este fue ejecuta­
do, m ientras que M ario conseguía
h u ir a A frica. Las Leges Corneliae
Pompeiae, som etidas a los comicios
centuriados, traslad aro n a aquéllos
las com petencias legislativas que has­
ta entonces hab ían tenido los concilia
plebis tributa. Adem ás, cualquier pro­
yecto legal presentado a la asam blea
tenía que contar con la previa an uen­
cia senatorial, con lo que quedaba
m uy recortada la capacidad de ac­
ción que hasta entonces en ese terre­
no h ab ían tenido los tribunos de la
plebe. Lo que no consiguió Sila fue
dejar en la Urbs para el 87 dos cónsu­
les adictos a su causa. Uno de los ele­
gidos, L. C ornelio C inna, era un claro
adversario suyo, pero para dejarlo
m aniatado el futuro dictador le hizo
ju ra r respeto al o rd en am ien to que
había establecido, dejando el control
m ilitar de Italia a su colega Pompeyo
Rufo con las legiones que Pompeyo
E strabón había conservado en la re­
margen de que Sila beneficiara con su gión del Piceno.
postura a la oligarquía dirigente, vis­
lum braron las negativas consecuencias 3. El paréntesis de Cinna
que podían derivarse de tal proceder, y
enviaron una delegación para intentar Todavía Sila no había abandonado
cer a Sila de que renunciara a sus Italia con destino a Oriente, cuando
intenciones. No pudieron conseguirlo. se desencadenó una serie de aconteci­
L as leg io n es, sin n in g u n a o p o s i­ mientos que, en últim a instancia, iban
ción, ocuparon inmediatamente la ciudad a d ar al traste con una situación que,
62 Akal Historia del Mundo Antiguo

a fin de cuentas, sólo había sido p re­ llevaría las riendas de la República
cariam ente asentada por la fuerza de com o cónsul, con una gestión perso­
las armas. Pom peyo Rufo m urió en nalista y autoritaria, que una tradi­
un m otín que estalló entre las tropas ción historiográfica claram ente pro-
acantonadas en el Piceno, m ientras sen ato rial no dudó en calificar de
que C inna se desentendía de los ju ra ­ tiránica. Para em pezar, la actitud de
m entos que h abía prestado. Es más, M ario y C inna tras ocupar la Urbs fue
resucitó el proyecto de Sulpicio para d ec id id a m e n te vengativa co n tra la
repartir los nuevos ciudadanos en el nobilitas senatorial, algunos de cuyos
conjunto de las tribus, tras com pro­ m iem bros m ás destacados (como P.
bar que la gestión del tribuno había Licinio Craso, L. Julio César, o el p ro ­
dejado una im portante huella en los pio cónsul Octavio) fueron elim ina­
medios populares, como lo había de­ dos en la ola de venganza entonces
m ostrado el fracaso de los candidatos d esa la d a. O b v iam en te la reacció n
silanos para las elecciones consulares contra Sila fue m ás radical. D eclara­
del 87. Otra de sus iniciativas fue la do enem igo público, su casa fue in ­
am nistía para los exiliados. cendiada y sus bienes confiscados.
Am bas propuestas provocaron una M ario y C inna fueron elegidos cón­
inm ediata y tajante reacción de la oli­ sules para el 86, pero el prim ero lo fue
garquía senatorial, a la que pertene­ p o r poco tiem po, dado que m urió
cía Cn. Octavio, el otro cónsul, quien m uy pronto. A C inna le quedaba la
expulsó a C inna de Rom a y le despo­ tarea de consolidar sin el concurso
seyó de su m agistratura. C inna, huido del prestigioso general un m odele de
a Ñola, reaccionó de forma sim ilar a Estado que aunara intereses a priori
com o antes lo h abía hecho Sila, y o r­ m uy contrapuestos. Tenía que cum ­
ganizó en torno a su persona una se­ plir con los nuevos ciudadanos itáli­
rie de contingentes m ilitares, engro­ cos, que eficazm ente habían apoyado
sados pronto con las tropas que le su asalto al poder, y con aquellos gru­
enviaron aquellas com unidades itáli­ pos ecuestres que hab ían secundado
cas, cuya total integración en la m a­ a M ario. Y, sobre todo, tenía que ga­
quinaria política del Estado había a r­ rantizarse la colaboración del sector
dorosam ente defendido. Tam bién se m o d era d o del S enado, que seguía
le añ adieron los exiliados por Sila, conservando una fuerte incidencia en
entre ellos M ario, que regresó a E tru­ los resortes del Estado. C inna sabía
ria, donde reclutó tropas. Los ejérci­ que el clan senatorial m antenía una
tos de C in n a desde el sur (con la gran capacidad de m aniobra sobre la
alianza sam nita) y de M ario desde el plebe urbana gracias a las clientelas,
norte se dirigieron contra R om a (se y esa plebe tenía sin duda más potes­
repetía, paso a paso, el peligroso pre­ tad decisoria en la m aquinaria políti­
cedente m arcado por Sila), m ientras ca a través de las asam bleas que los
que el Senado se disponía a defender dispersos nuevos ciudadanos, inscri­
la ciudad con los efectivos que había tos en los registros censuales con gran
conducido E strabón desde el Piceno. lentitud. Y C inna sabía tam bién que
Este últim o general, tras haber inten­ la situación era perentoria, porque
tado negociar con los sitiadores, m u­ Rom a vivía la atm ósfera inquietante
rió a consecuencia de una epidem ia. de un inm inente retorno de Sila vic­
Pronto se hizo inútil la resistencia. A fi­ torioso desde Oriente. Com o se ha
nes del 87 C inna y Mario, cuyo decreto destacad o ad ecu ad am en te, la obra
de exilio había sido anulado por la política de C inna estuvo encam inada
asam blea, entraron triunfalm ente en esencialm ente a conseguir un acuer­
Roma. do entre las m ás opuestas facciones.
D u ran te tres años (86-84), C inna En la búsqueda de este objetivo cesa­
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 63

ron los atentados contra la aristocra­ intervenir, exigiendo la evacuación


cia, y se ap arcaro n proyectos, com o la de Paflogonia y C apadocia. En este
equiparación política de los itálicos, últim o estado colocó a un protegido,
nunca bien vistos p o r el estam ento A riobarzanes, expulsado dos veces
nobiliario. O tras m edidas en el terre­ por M itrídates con la ayuda de A rm e­
no eco n ó m ico (sa n e a m ie n to de la nia. Algún tiem po después, cuando
m oneda, condonación de deudas) se Rom a sufría la guerra de los aliados,
adoptaron en favor de sectores, como M itrídates intervino en Bitinia, d o n ­
el ecuestre, m uy afectado por la situa­ de colocó a su candidato.
ción de O riente, o el senatorial, fre­ Desde el año 89 la atención del go­
cuentem ente endeudado con los ca­ bierno rom ano pudo centrarse en el
balleros en aquella crítica coyuntura. problem a asiático. Prim ero se m andó
Tam bién du ran te este período se rea­ una com isión senatorial encabezada
lizó una revisión del censo, repartién­ por M anio Aquilio, que devolvió los
dose los nuevos ciudadanos entre las tronos de C apadocia y Bitinia a sus
antiguas tribus. legítimos ocupantes (A riobarzanes y
Nicomedes IY), y exigió a Mitrídates
4. La guerra contra Mitrídates una indem nización. El m onarca pón-
tico desatendió esa dem anda. A qui­
M itrídates VI del Ponto había here­ lio, actuando provocativam ente pre­
dado una tradición de política expan- sionado por los negotiatores (Gabba),
sionista en A natolia y el M ar Negro, ordenó a los reyes clientes de C ap a­
que sólo h ab ía q u ed ad o tem p o ra l­ docia y B itin ia que in v ad iero n el
m ente frenada al crearse la provincia Ponto. Sólo el segundo, N icom edes
rom ana de Asia. En el área del Ponto IV, coaccionado por los financieros
Euxino intervino para defender a los rom anos, con los que estaba endeu­
reinos del Q uersoneso y del Bosforo dado, lo hizo. M itrídates, tras pedir
Cim erio de la am enaza de sárm atas y inútilm ente a Rom a que castigase el
escitas. Tras u n a victoriosa expedi­ agresor, respondió atacando a C ap a­
ción, se incorporó am plios territorios docia en el invierno del 89-88. Esto
al norte del M ar Negro, que enlazó significaba declarar la guerra a Roma,
luego con su reino al conquistar la que en ese m om ento tenía pocos efec­
costa oriental. Esos países le p ropor­ tivos m ilitares en Asia. A ureolado por
cionaron tropas, m etales y trigo. Por una activa propaganda que lo presen­
lo que respecta a A natolia, la frag­ taba com o filoheleno y liberador de
m entación política en que estaba su­ la opresión rom ana, M itrídates reali­
m ida sólo podía favorecer sus proyec­ zó una m archa triunfal hasta la costa
tos. U nicam ente el reino de Bitinia, egea, barriendo a las escasas tropas
donde gobernaba N icom edes III, te­ rom anas. Instalado en Efeso, dio or­
nía cierta entidad. En principio N ico­ den de elim inar a todos los rom anos
medes y M itrídates llegaron a un en ­ e itálicos asentados en la provincia
tendim iento para ocupar y repartirse por motivos com erciales. U nas 80.000
Paflagonia y G alatia, aprovechando personas, según las fuentes, sucum ­
una apropiada coyuntura, las guerras bieron en la terrible m atanza. Los h a­
contra Yugurta y los germ anos (107 a. bitantes de las ciudades griegas, que
C.), que m an ten ían distraído al Esta­ quedaron señalados ante Roma como
do rom ano de los asuntos de Oriente. ejecutores de la m asacre, se aprove­
Pero la introm isión de N icom edes en charon tanto del expolio de las pro­
C apadocia, a espaldas del rey pónti- piedades de las víctimas, com o de la
co, provocó una airada respuesta de dem agógica exención tributaria de­
éste, que instaló en el trono capado- cretada por M itrídates por cinco años.
cio a uno de sus hijos. Rom a decidió Los territorios fueron organizados en
64 Akal Historia del Mundo Antiguo

Interior del anfiteatro de Pompeya

satrapías. El siguiente ataque, antes mero, en Q ueronea. En esta batalla,


de p asar a la G recia continental, lo com o en la que tuvo lugar poco des­
lanzó el rey póntico contra las islas, pués en O rcóm enos, el futuro dicta­
refugio de los supervivientes ro m a­ dor salió triunfador. Fue una cam p a­
nos. En Délos fueron asesinados otros ña m uy dura para Grecia, sufriendo
20.000 itálicos, y en Lesbos fue ejecu­ su población las rapiñas y represalias
tado Aquilio. Fracasó, sin em bargo, de am bos contendientes.
ante Rodas. C o n tando con la alianza M ientras tanto en Rom a el Senado,
de A tenas pudo M itrídates extender a instancias de C inna, decidió enviar
su radio de acción a algunas partes de al cónsul L. Valerio Flaco con dos le­
G recia (M acedonia, Tesalia, G recia giones para apoyar a Sila. Realm ente
Central). lo que se pretendía era im pedir que
Esta era la situación cuando Sila, Sila se beneficiara con exclusividad
que h abía partido hacia O riente con de un hipotético triunfo, al m ism o
la convicción de que sólo u n a victoria tiem po que se buscaba un com prom i­
ante M itrídates podía devolverle su so con él. Sin em bargo, las cosas sa­
posición en R om a, desem barcó con lieron de otra forma. Al ver que sus
sus tropas (cinco legiones) en el Epiro soldados se pasab an al ejército sila­
(prim avera del 87). El prim er ataque no, Valerio Flaco decidió em prender
lo dirigió contra Atenas, que ocupó por su cuenta operaciones contra M i­
destruyendo el puerto del Pireo. Las trídates en los Estrechos y Asia M e­
tropas pónticas, reorganizadas por el nor. Los reveses en G recia h ab ían de­
general A rquelao, y con nuevos re­ bilitado la posición del rey póntico
fuerzos llegados de Asia, se enfrenta­ que, para m antener el ritm o de p repa­
ron al ejército de Sila, inferior en n ú ­ rativos bélicos, tuvo que aum entar los
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 65

im puestos. Esto provocó el descon­ a M itrídates la catástrofe que se le


tento de m uchas ciudades, especial­ avecinaba. A unque estalló un m otín
m ente entre las clases acom odadas, entre las tropas de Valerio Flaco, que
desengañada^ ante la ficticia libertad causó su muerte, Flavio Fim bria, su
que se les hab ía prom etido. M itrída­ sustituto, em prendió con éxito una
tes respondió asolando las ciudades ca m p a ñ a en A n ato lia que le llevó
sublevadas y expoliando a sus enem i­ h asta Pérgam o. Sila d esaten d ió la
gos. Para co n trarrestar la oposición o ferta de c o la b o ra c ió n h e c h a p o r
de las a risto cracia s p ro c la m ó u n a F im bria, pero se aprovechó de sus
v erd ad era situ ació n revolucionaria triunfos sobre M itrídates para forzar
que in clu ía la au to n o m ía para las al rey a una capitulación, que se llevó
ciudades, repartos de tierras, libera­ a efecto en la prim avera del 85 (Paz
ción de esclavos, supresión de deu­ de D árdanos). M itrídates tuvo que
das, etc. ab a n d o n ar todo lo que había ocupa­
P ronto cundió la inquietud en Asia do en Asia M enor, las islas y Europa
ante los éxitos de Sila y el temor a la desde el inicio del conflicto, devolver
revancha rom ana p or la m asacre del prisioneros y fugitivos, entregar parte
88. Las m edidas radicales no evitaron de su flota a Rom a, pagar una fuerte

lmraf?i7,rrTA'irfiT i
Templo del Foro Boario, Roma, consagrado
tal vez a Portumnus (época de Sila)
66 Akal Historia del Mundo Antiguo

indem nización de guerra y aceptar la m inente retorno de su enemigo. El


reinstauración de los reyes vasallos p ropio C in n a m urió al estallar un
de C ap ad o cia y Bitinia. R odas fue m otín entre las tropas que se negaban
prem iada p or su fidelidad. a ser tra sla d a d a s al otro lad o del
La Paz de D árdanos, puesto que A driático para fijar allí la prim era lí­
había sido acordada por quien, com o nea de resistencia (84 a. C.). Papirio
Sila, no tenía representatividad legal C arbón, ahora único cónsul, se en ­
del gobierno rom ano, se presentaba contró cada vez m ás enfrentado con
com o un acuerdo frágil que, com o un estam ento senatorial im presiona­
pronto se vería, no auguraba larga vi­ do por los triunfos silanos. Incluso al­
gencia. A ún qued ab an otras cuestio­ gunos senadores, com o M etelo Pío,
nes urgentes por resolver. C on rela­ Licinio C rasso o C neo Pompeyo, és­
ción a las tro p as de F im bria, Sila tos dos últim os los futuros triunviros,
consiguió incorporarles a su ejército. no sólo ob stacu lizaro n los recluta­
Por lo que respecta a la provincia de m ientos que P apirio C arbón había
Asia, se ad o p taro n decisiones radica­ ordenado, sino que incluso reunieron
les que agotaron económ icam ente a sus p ro p ias tropas entre clientelas
sus ciudades: supresión de la autono­ adictas, para ponerlas a disposición
m ía para las localidades que habían de Sila. Este desem barcó en B rindisi
secundado a M itrídates, anulación de con su enfervorizado ejército (40.000
su program a económ ico-social, pago hom bres) en la prim avera del 83, ven­
de los gastos de guerra y de una enor­ ciendo a renglón seguido a los cónsu­
me contribución de 20.000 talentos, les L. C ornelio Escipión y C. N o rb a­
cantidad que, sum ada al adelanto de no. E n R o m a, m ie n tra s ta n to , se
cinco años de im puestos, sirvió para preparab a una resistencia desespera­
atender las expectativas de ganancias da dirigida p o r C arb ó n , cónsul de
que los soldados h ab ían traído a la nuevo en el 82 ju n to al hijo adoptivo
cam p añ a asiática. Los provinciales de M ario, quien en este m om ento de­
tuvieron adem ás que albergar a las cisivo atrajo a su lado a los antiguos
tropas en sus casas. veteranos de su padre, así com o a los
lucanios y sam nitas que hab ían lo­
5. Sila al asalto del poder grado la civitas Rom ana gracias al
vencedor de Yugurta, aunque luego
D u ran te este tiem po Sila no h ab ía Sila la había anulado. Sin em bargo,
perdido de vista la situación en Roma. la situ ació n evolucionó fav o rab le­
U n a inteligente p ro p a g a n d a h ab ía m ente para Sila, especialm ente tras
trab ajad o in sistentem ente para m i­ su victoria en Sacriporto ante las tro­
n ar las com ponendas políticas en que pas de M ario, que provocó la desban­
se hab ía sustentado el régim en cinna- dada del partido cinnano. En la p ri­
no. El sector más receptivo a sus pro­ m avera del 82 Sila entró en la ciudad
puestas tenía que ser, obviam ente, el del T iber sin apenas oposición, pero
Senado, m uchos de cuyos com ponen­ la guerra continuó unos meses, pues­
tes albergaban la esperenza de llegar to que quedaban los efectivos recluta-
a un com prom iso con el victorioso dos por C arbón y los que M ario h a ­
general, m ediante el cual se librara a bía conseguido refugiar en Preneste.
la R epública de u n a nueva güera ci­ C arbón huyó a Africa. Sus tropas fue­
vil. Las cartas de Sila causaron el im ­ ron derrotadas m uy cerca de la Urbs,
pacto deseado, y tanto C inna com o en la batalla de Porta C ollina. P re­
su colega co nsular en el 85, Papirio neste, ya sin ningún apoyo, capituló,
C arb ó n , en c o n traro n enorm es d ifi­ m ientras que M ario y sus seguidores
cultades cuando se aprestaron a dis­ optaron p o r el suicidio para evitar la
p oner la defensa de Italia ante el in ­ revancha silana.
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 67

VII. La dictadura silana

1. La destrucción de los a los cónsules, dejó tal prerrogativa a


los com icios centuriados, que desig­
enem igos naron para tales m agistraturas a sus
candidatos. U na vez recom puesto el
En ese m om ento todo el aparato m ecanism o ejecutivo del Estado, el
institucional del Estado rom ano esta­ triunfador sobre M itrídates se dispu­
ba en suspenso. El vencedor se dispu­ so a celebrar su victoria sobre el rey
so a po n er en m archa de nuevo la póntico, hecho por el que fue aclam a­
m aquinaria del gobierno recurriendo do com o salvador y padre de la p a­
personalmente a una magistratura ex­ tria. N um erosos honores, que presa­
traordinaria, com o la dictadura, que giaban lo que pronto sería el culto
iba a revestir con características muy casi m onárquico dado a m uchos esta­
singulares, pues no iba a tener una d istas, le fu e ro n trib u ta d o s, todos
d uración tem poral, ni se iba a ejercer ellos aprobados por la asam blea po­
con poderes lim itados constitucional­ pular: derecho a usar en su nom bre el
mente. Sila se dirigió a quien en ese epíteto de Felix, estatuas y juegos en
m om ento d esem p eñ ab a com o inte- su honor, etc. Tal aparato incidía en
trex, Valerio Flaco, exponiéndole la un m ism o aspecto de ilim itadas con­
necesidad de n o m b rar un dictador secuencias: resaltar la condición su­
para que se encargara de devolver a perior, casi divina, de quien en una
la R epública la estabilidad y la soli­ dificilísim a coyuntura había provi­
dez legal perdidas durante el reciente d en c ia lm e n te re sta u rad o la ag o n i­
conflicto civil. Y aún más. Se mostró zante República.
dispuesto a asum ir la función. A un­ Hay un aspecto, no obstante, que
que la idea de la necesidad de una ha em pañado tradicionalm ente en la
dictadura para reform ar el Estado ya historiografía la figura de Sila con to­
había sido discutida en ambientes cua­ nos de m o rbosidad y venganza, el
lificados desde época gracana, es difí­ peso de las proscripciones por él de­
cil saber hasta qué punto la oligar­ cretadas. Q ue Sila, u n a vez firm e­
quía dom inante respaldó con since­ m ente asentado a la cabeza de la Re­
ridad esta iniciativa. Lo cierto es que pública, em prendiera una oleada re-
u n a ley (Lex Valeria) aprobada por la vanchista contra quienes le habían
asam blea nom bró a Sila dictator le­ com batido, no sin utilizar las m ismas
gibus scribundis et rei publicae consti­ arm as, era algo que a nadie podía ex­
tuendae sin lim ite tem poral y con ex­ trañ a r en Rom a. El propio Sila lo h a ­
tensos poderes. Poco después, y pese bía anunciado en las cartas enviadas
a que com o dictador podía nom brar desde Asia, y al tom ar tal decisión no
68 Akal Historie del M undo Antiguo

hacía m ás que co n tin u ar la cadena facer venganzas personales o am bi­


de re p resio n es in s titu c io n a liz a d a s ciones sobre las propiedades de per­
que, com o recurso político, hab ían sonas inocentes, añ a d id a s u lterio r­
instaurado antes los dos bandos com ­ m ente a las listas de proscritos. Entre
batientes en la «G uerra de los A lia­ éstos la m ayoría pertenecía a los dos
dos», o el m ism o M ario en el año 88 altos ordines del Estado, el senatorial
tras o cupar la Urbs. El am biente de y el ecuestre. Sus bienes, confiscados
guerra civil, donde se caldearon siem ­ y subastados a veces a muy bajos pre­
pre tales acciones violentas, sería algo cios, proporcionaron enorm es benefi­
consustancial con la m archa política cios al partido silano. Italia no quedó
de R om a hasta la llegada al poder de tam poco al m argen de esta furia re­
Augusto. Para Sila estaba claro que la presiv a. C iu d a d e s com o P ren este,
supervivencia del Estado, su consoli­ Ñ ola y C apua, que h ab ían com batido
dación cara al futuro, pasaba por la a Sila, fueron aniquiladas, m uriendo
com pleta destrucción de quienes h a ­ m uchos de sus habitantes. En P renes­
bían aten tad o contra la tradicional te se asentó u n a colonia de veteranos
p reem in en cia del p o d er senatorial. y se consagró un tem plo a la Fortuna
La oleada de asesinatos que, sin n in ­ para conm em orar la victoria del dic­
gún freno legal, sin ningún asom o de tador sobre los itálicos. La población
clem encia, asoló entonces a Rom a, sam nita, que tan decididam ente h a ­
en m edio de un am biente de terror e bía ap ostado p o r M ario, fue d u ra ­
incertidum bre, se inició ya tras la b a ­ m ente represaliada, siendo arrasado
talla de Porta C ollina, a la que siguió su territorio y aniquilada su peculiar
la m atanza de miles de prisioneros cultura.
sam nitas que h ab ían com batido en En el m arco de esta acción revan-
el ejército m arianista. chista cabe insertar la colonización
A renglón seguido Sila expuso ante m ilitar em prendida por Sila. Com o
los com icios su intención de acabar en tiem pos de M ario, Sila estaba tam ­
con quienes se le h ab ían enfrentado. bién com prom etido con sus vetera­
Sintiéndose totalm ente dueño de la nos, soldados que fielm ente le h abían
situación, con un Senado dócil e im ­ seguido en los teatros de operaciones
potente, vacilante entre el m iedo o la de Oriente, y que luego le habían aupa­
convicción de que el dictator fortale­ do al poder en Roma. En la línea ya
cía así su posición, dio a conocer p ú ­ consabida, tales licenciados esperaban
blicam ente la relación de quienes, al convertirse en propietarios de un lote
ser declarados enem igos del Estado, de tierra en alguna parte de Italia. El
podían ser perseguidos y entregados dictador optó por la «solución italia­
por cualquiera que quisiera obtener na», convencido de que la coloniza­
las recom pensas establecidas a tal ción ultram arina aún no había cala­
efecto. Los bienes de los proscritos do suficientem ente en la m entalidad
quedaron confiscados, y sus descen­ rom ana. Para entonces no había en la
dientes, adem ás de la tacha de infa­ península itálica ager publicus dispo­
mia, fueron condenados con la pérdi­ nible para acom eter tal em presa, pero
da de algunos derechos civiles, com o el sistem a em pleado por Sila, a fin de
el ejercicio de las m agistraturas. Los atender tanto a los repartos indivi­
esclavos de los ajusticiados fueron li­ duales com o a las colonias de vetera­
berados y, fieles a su benefactor, p a ­ nos, fue diferente y, a la larga, negati­
saron a form ar parte de la clientela si- vo: Las legiones fueron instaladas en
lana. El resultado d e.tales proscrip­ las tierras confiscadas lo m ism o a los
tiones fue m ás allá de lo inicialm ente castigados en las proscriptiones que a
establecido, p o rq u e la ocasión fue aquellas com unidades que se le h a ­
aprovechada por m uchos para safis- bían opuesto en la pasada guerra ci-
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 69

vil. El resultado fue u n a tensa convi­ bolo de dicha relación incorporara-


vencia entre los veteranos silanos y rían el nom bre de su fundador o el de
aquellas ciudades condenadas que di­ u n a d e i d a d p r o t e c t o r a ( Veneria
fícilm en te p o d ía n re n u n c ia r a sus —Venus—, en el caso de Sila) al suyo
sentim ientos, m áxim e tras ser despo­ pro p io . E n tre las co lo n ias silan as
jad as de sus pensiones. H ubo enfren­ pueden citarse Hadria, Arretium, Nola,
tam ien to s en tre co lonos y nativos, Pompeii, Praeneste, Florentia, etc.
teniendo a veces que ser instalados
los p rim ero s se p a ra d a m e n te . A d e­
más, m uchos soldados no se ad a p ta­ 2. La reforma de las
ron a la vida de agricultores, e incluso instituciones
se arru in aro n pronto. Sin em bargo,
para el gobierno silano tales vetera­ E n este apartado debem os considerar
nos pasaro n a constituir el m ejor m e­ en prim er lugar las am plias m odifica­
dio de control sobre áreas de dudosa ciones in tro d u cid as p o r Sila en la
fidelidad a la causa rom ana, como com posición y fu n cionam iento del
Etruria o C am p an ia, y una posibili­ Senado. E n este, com o en algunos
dad para disponer en todo m om ento otros aspectos, sus iniciativas enlazan
de m ilicias adictas. Este gran proyec­ con los proyectos de Livio Druso.
to co lo n iza d o r constituye el prece­ Dos factores h ab ían en los últimos
dente m ás im portante del que luego años afectado m uy negativam ente a
desarrollarían a gran escala C ésar y la institución que tradicionalm ente
Augusto. Sila lo acom etió en virtud h ab ía llevado el tim ón del Estado:
de sus p otestades d ictatoriales, sin una considerable sangría de m iem ­
co n tar con la aprobación del Senado bros a causa de las alternativas de la
o los comicios. Tal sería el procedi­ guerra civil y las proscripciones sub­
m iento seguido p o steriorm ente por siguientes; y una gradual pérdida de
m uchos generales, rom piéndose así, autoridad en m uchos terrenos, como
u n a vez más, con la tradición consti­ consecuencia de la oposición presen­
tucional. En virtud de ello las colo­ tada por los populares en las asam ­
nias q u edarían vinculadas a las clien­ bleas o m ediante los tribunos de la
telas de sus prom otores, y com o sím ­ plebe, o por otros sectores en alza

Sección del templo de la Fortuna


Primigenia en Praeneste (80 a.C.)
70 Akal Historie del M undo Antiguo

com o el ecuestre. El gobierno aristo­ unos 450 nuevos senadores). Aprove­


crático necesitaba un a revigorización chó la oportunidad para prem iar con
en todos los órdenes, algo que ya h a­ la inclusión en el rango de m uchos
bía ap u n tad o Sila, y que en ese m o­ oficiales de su ejército, cuyo único
m ento solam ente él podía acom eter m érito era la fidelidad a su persona.
en virtud de sus atribuciones dicta­ Tam bién reclutó m uchos senadores
toriales. en las filas ecuestres, particularm ente
Sila, p o r lo pro n to, au m entó los entre fam ilias m unicipales italianas
efectivos de la institución hasta seis­ (G abba). Serían escogidos por las tri­
cientos m iem bros, el doble de la cifra bus. Tales elementos, los novi homines
n o rm a l h a s ta en to n ce s (in tro d u jo a los que alude frecuentem ente Cice-

Dictadura y reformas de Sila veinticuatro fasces, número igual al que


precedía a los antiguos reyes, y se hacía
Estas eran las propuestas de la carta de rodear de una numerosa guardia personal;
Sila. Y los romanos, contra su voluntad, abolía unas leyes y promulgaba otras; pro­
pero no pudiendo celebrar ya una elección hibió que se ejerciera la pretura antes de la
conforme a la ley y al juzgar que el asunto cuestura y que se fuera cónsul antes que.
en su conjunto no dependía de ellos, reci­ pretor, y también vetó que se desempeña­
bieron con alegría, en medio de su total ra la misma magistratura antes de haber
penuria, el simulacro de elección a modo transcurrido diez años. De igual modo,
de una imagen externa de libertad, y eli­ casi destruyó también el poder de los tri­
gieron a Sila dictador por el tiempo que bunos de la plebe, debilitándolo en grado
quería. Ya antes, el poder de los dictadores máximo al impedir por ley que un tribuno
era un poder absoluto, pero limitado a un pudiera ejercer ya ninguna otra magistra­
corto espacio de tiempo; en cambio enton­ tura. Por lo cual todos aquellos que por ra­
ces, por primera vez, al llegar a ser ilimita­ zón de fama o linaje competían por esta
do en su duración devino en auténtica tira­ magistratura la rechazaron en el futuro. Yo
nía. Tan sólo añadieron, para dar pres­ no puedo decir con exactitud si Sila, como
tancia al título, que lo elegían dictador para ocurre ahora, transfirió este cargo del pue­
la promulgación de las leyes que estimara blo al senado. Incrementó el número de
convenientes y para la organización del senadores, que había quedado bastante
Estado. De este modo los romanos, des­ menguado a causa de las luchas civiles y
pués de haberse gobernado por reyes du­ las guerras, con trescientos nuevos miem­
rante más de sesenta olimpíadas y por una bros reclutados entre los caballeros más
democracia con cónsules elegidos anual­ destacados, concediendo a las tribus el
mente durante otras cien olimpíadas, en­ voto sobre cada uno de ellos. A su vez,
sayaron de nuevo el sistema monárquico. inscribió en el partido popular a los escla­
Entonces corría entre los griegos la ciento vos más jóvenes y robustos, más de diez
setenta y cinco olimpíada, pero ya no se mil, de aquellos ciudadanos muertos, des­
celebraba en Olimpia ninguna com peti­ pués de haberles concedido la libertad y
ción atlética a excepción de la carrera en les otorgó el derecho de ciudadanía roma­
el estadio, porque Sila se había llevado a na y les dio el nombre de Cornelios por su
Roma a los atletas y todos los demás es­ propio nombre, a fin de tener dispuestos a
pectáculos para celebrar sus triunfos so­ todo a diez mil personas entre el partido
bre Mitrídates o en las guerras de Italia, del pueblo. Persiguiendo el mismo objetivo
aunque el pretexto había sido conceder un con respecto a Italia distribuyó a las veinti­
respiro y procurar diversión al pueblo de trés legiones que habían servido bajo su
sus fatigas. mando, según he dicho, una gran cantidad
Sila, no obstante, para mantener la apa­ de tierra en numerosas ciudades, de la
riencia de la constitución patria encargó que una parte era propiedad pública que
que fueran designados cónsules, y resul­ estaba aún sin repartir y la otra se la había
taron elegidos Marco Tulio y Cornelio Do­ quitado a las ciudades en pago de una
labella. Y el propio Sila, como si se tratase multa.
de un rey, era dictador sobre los cónsules.
Se hacía preceder, com o dictador, de Apiano, B.C., I, 99-100; trad. A. Sancho.
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 71

Proscripciones de Sila más haber pronunciado estas palabras


proscribió con la pena de muerte a cua­
Con tal arrojo perecieron los habitantes de renta senadores y a unos mil seiscientos
Norba. Quebrantada totalmente la situa­ caballeros. Parece que él fue el primero
ción en Italia por las guerras, el fuego y las que expuso en una lista pública a los que
abundantes muertes, los generales de Sila castigó con la pena de muerte, y que esta­
visitaron las ciudades y pusieron bajo cus­ bleció premios para los asesinos, recom­
todia a aquellas que les parecieron sospe­ pensas para los delatores y castigos para
chosas, y Pompeyo fue enviado a Africa los encubridores. Al poco tiempo fueron
contra Carbo, y a Sicilia contra los amigos añadidos a la lista otros senadores. Algu­
de éste que se amotinaron allí. Sila en per­ nos de ellos, cogidos de improviso, pere­
sona, habiendo convocado en asamblea a cieron allí donde fueron apresados, en sus
los romanos, dijo muchas cosas en tono casas, en las calles o en los templos.
grandilocuente sobre sí mismo, profirió Otros, llevados en volandas ante Sila, fue­
otros en son de amenaza para atemorizar­ ron arrojados a sus pies; otros fueron
los y terminó diciendo que llevaría al pue­ arrastrados y pisoteados sin que ninguno
blo a un cambio provechoso, si le obede­ de los espectadores levantara la voz, por
cían, pero que no libraría a ninguno de sus causa del terror, contra tales crímenes;
enemigos del peor castigo, antes bien, se otros sufrieron destierro, y a otros les fue­
vengaría con toda su fuerza en los genera­ ron confiscadas sus propiedades. Contra
les, cuestores, tribunos militares y en todos aquellos que habían huido de la ciudad
aquellos que habían cooperado de alguna fueron despachados espías, que rastrea­
forma con el resto de sus enemigos des­ ban todo y mataban a cuantos cogían.
pués del día en que el cónsul Escipión no
se mantuvo en lo acordado con él. Nada Apiano, B.C., I, 95; trad. A. Sancho.

rón, irrum pirían con fuerza en la p ri­ m ag istratu ra y la siguiente, fijó la


m era línea política en la etapa postsi- edad m ínim a para acceder a las fun­
lana. Esta y otras iniciativas parecen ciones (40 años para la pretura, 43
descartar la tópica hostilidad silana para el consulado, y diez años como
hacia el orden ecuestre, ficción crea­ m ínim o para desem peñar de nuevo
da por los demócratas pro-marianistas este honor), y precisó el orden en que
(Nicolet). Por lo que respecta a las d eb ían revestirse los cargos dentro
funciones otorgadas a la magna asam ­ del cursus honorum. Para atender al
blea, se le devolvió el control exclusi­ increm ento de las atribuciones adm i­
vo del aparato judicial (Lex Cornelia nistrativas y judiciales reservadas al
iudiciaria), uno de los caballos de b a ­ Senado se aum entó paralelam ente la
talla de los pasados decenios, pero se cifra de cuestores a veinte y la de pre­
com pensó adecuadam ente de esta pér­ tores a ocho. Respecto al tribunado
did a a los caballeros m an ten ien d o de la plebe, la com bativa m agistratu­
sus prebendas (así los arren d am ien ­ ra usada p o r los agitadores p opula­
tos públicos) en el aparato económ i­ res, Sila restringió drásticam ente sus
co del Estado. En el terreno judicial, y poderes. A partir de ahora cualquier
por lo que respecta al D erecho Penal, proyecto de ley presentado a la asam ­
se crearo n varios trib u n ales p erpe­ blea por un tribuno necesitaría co n ­
tuos para ju zg ar los diferentes tipos ta r con la au to riz a c ió n senatorial.
de crím enes: de maiestate, de repetun­ Esto suponía d ar u n golpe de gracia a
dis, de falsis, de iniuriis, etc. C ada ju ra ­ las posibilidades políticas que los tri­
do, com puesto p o r senadores, estaría bunos hab ían tenido, reducidas ah o ­
presidido p o r un pretor. ra a la sim ple defensa del pueblo (ius
C on relación a las m agistraturas, auxilii, ius intercedendi). Adem ás, ejer­
conocem os un a Lex Cornelia de m a­ cer com o tribuno im posibilitaba para
gistratibus que restableció el intervalo ocupar otras m agistraturas.
decenal entre la elección para u n a En el cam po de la adm inistración
72 Akal Historia del Mundo Antiguo

provincial la gestión silana tam bién del Estado, etc. Tam bién se estim uló
introdujo modificaciones. La Lex Cor­ notablem ente durante este período el
nelia de provinciis ordinandis buscó desarrollo de la vida m unicipal italia­
im pedir la consolidación de fuertes na, uniform izándose los estatutos y
m andos en las provincias, que pudie­ sistem as de gobierno de m uchas ciu­
ran utilizarse contra la autoridad se­ dades. La ciudadanía local se integró
natorial. Los m agistrados que goza­ en la estatal.
ban de imperium (cónsules y pretores)
tenían que ejercer du rante un año su 3. La retirada de Sila
com etido en R om a, y únicam ente tras
ese p erío d o p o d ía n g o b e rn a r o tra Toda esta enorm e actividad reform a­
a n u a lid a d en u n a p ro v in cia com o dora, en la que Sila em pleó escasa­
procónsules o propretores. Estos p ro ­ m ente dos años, fue culm inada con
m ag istrad o s co n se rv ab a n su im pe­ u n a decisión sorprendente e inespe­
rium hasta la llegada del sucesor, de­ rada: la abdicación de todos los po­
bien d o a b a n d o n a r la provincia en deres públicos que el dictador había
treinta días. Al ser el núm ero de go­ disfrutado. D espués de revestir la dic­
bernadores disponibles diez (dos cón­ tadura en el 81, y el consulado com ­
sules y ocho pretores salientes), igual partido en el 80, y tras esperar la pro­
al de provincias, no tenían por qué clam ación de los cónsules para el 79,
darse prórrogas en los m andos p ro ­ el vencedor de M itrídates, a quien se
vinciales. Por otra parte, una Lex Cor­ le hab ía ofrecido el proconsulado de
nelia de maiestate reguló el procedi­ la G alia, cedió todas sus atribuciones
m iento para el crimen maiestatis m e­ ante la asam blea popular, m ostrando
diante u na quaestio perpetua. Se casti­ su absoluta disposición a presentar
gaba duram ente toda obstaculización cuentas de su m andato. N ada se le
o falta de respeto hacia los m agistra­ exigió. Com o sim ple particular, Sila
dos del Estado y sus funciones, pero se retiró a vivir con seguridad a P u­
al m ism o tiem po se controlaba la ges­ teoli, guardado por los esclavos de los
tión del poder ejecutivo, prohibiendo proscritos, a los que había m anum iti­
a los gobernadores que franquearan do y hecho ciudadanos, y muy cerca
con sus tropas sin perm iso del S ena­ de donde estaban instalados m uchos
do las fronteras de la provincia bajo de sus viejos veteranos. Allí m urió a
su jurisdicción, o que entraran e Ita­ principios del 78 a. C. El Senado le
lia con un ejército, precisam ente lo decretó pom posos funerales y u n a
contrario de lo que en su m om ento tum ba en el C am po de M arte. C on él
Sila había hecho. Sólo el Senado que­ desapareció u n a de las figuras más
daba facultado paa perm itir a un m a­ controvertidas y enigm áticas de la
gistrado operar extraordinariam ente historia rom ana: sim ple ejecutor de
fuera de los límites de su provincia. los planes defendidos por la oligar­
C om o la actividad reform adora de quía m oderada, que supo renunciar a
Sila abarcó las m ás diversas esferas sus extraordinarias potestades, u n a
del E stado, d eb en señ a la rse fin a l­ vez culm inada su tarea (como lo ve
m ente un conjunto de disposiciones G abba); o bien estim ulante ejemplo,
relativas a varios cam pos: restableci­ el del dictador m ilitar, que serviría de
m iento para los colegios sacerdotales m odelo a la tendencia absolutista y
de la cooptatio, aum entándose a q u in ­ m onárquica de algunos am biciosos
ce el núm ero de pontífices y augures; estadistas posteriores, que contribui­
abolición de las frumentationes; m edi­ rían por esa vía a liquidar los últim os
das contra el lujo y la inm oralidad; rescoldos de la languideciente R epú­
disposiciones sobre testam entos; in ­ blica, abriendo las puertas al régim en
crem ento de los recursos financieros im perial (la visión de Carcopino).
Los Gracos y el comienzo de las Guerras Civiles 73

Cronología

Acontecimientos

Año a.C.
133 T ribunado de Tiberio Graco. Propuesta d q Lex Agraria. O po­
sición senatorial y deposición del tribuno Octavio. C om isión
triunviral. Atalo III lega el reino de Pérgamo a Roma. Asesi­
nato de Tiberio Graco. Escipión Emiliano captura Numancia.

132 Los cónsules Popilius y Rupilius persiguen a los gracanos.


F in de la revuelta servil en Sicilia. Rebelión de Aristónico
en Asia.

131 La Lex Tabellaria del tribuno Papirio C arbón introduce la vo­


tación secreta en los comicios legislativos.

129 M uerte de Escipión Em iliano. O rganización de la provincia


de Asia por M anius Aquilius.

125 Proposición de M. Fulvio Flaco sobre la ciudadanía de los


itálicos rechazada por el Senado. Rebelión de la colonia la­
tina de Fregellae.

124 P rim er triunvirato de Cayo Graco. C am pañas en la G alia


contra los salluvios.

123 Proyectos legales de Cayo Graco. F undación fallida de la co­


lonia Iunonia en Cartago.

122 Segundo tribunado de C. Graco. C ontrapuestas del tribuno


M. Livio Druso. Lex Acilia repetundarum. Lex Sempronia de
sociis et nomine Latino. G raco no consigue la reelección para
el 121. C onquista de Baleares por Q. Cecilio Metelo. F u n d a­
ción de colonias en Palm a y Pollentia.
74 Akal Historia del M undo Antiguo

121 M uerte de Cayo Graco. O pim ius ejecuta a los partidarios


de Graco.

120 A cusación contra O pim ius por ejecutar ciudadanos iniussu


civium.

119 A bolición de la com isión agraria gracana. Nueva cam paña


gala contra los escordiscos.

118 F undación de la colonia de Narbo Martius en la G alia Tran­


salpina. M uerte de M icipsa, sucesor de M asinissa. A dherbal,
H iem psal y Yugurta aspirantes al trono de N um idia.

117 M uerte de H iem psal, hijo de M icipsa.

116 Yugurta consolida su poder. Envío de u n a com isión senato­


rial para regular los asuntos de N um idia.

115 M itrídates VI, rey del Ponto. C om ienzo de su política de ex­


pan sión territorial. Lex Aemilia del cónsul Em ilio Escauro,
regulando la distribución de libertos entre las tribus.

114 C. M arius en H ispania.

113 Cn. C arbón derrotado por los cim brios en Noreia (Nórico).
Y ugurta saquea Cirta, capital de N um idia; asesinato de los
negotiatores itálicos.

112 R om a declara la guerra a Yugurta.

111 Lex Agraria en Rom a. A cuerdo provisional con Yugurta.

110 Quaestio Mamilia en Rom a. Se reanuda la guerra en Africa.

109 Exitos de M etelo frente a Yugurta. D errota de Silano en la


Galia.

107 P rim er consulado de M ario; com ienza el reclutam iento de


v o lu n ta rio s y p ro leta rio s. M ario d irige la c a m p a ñ a de
Africa.

106 Ofensiva de M ario hacia el oeste de N um idia. A presam iento


de Yugurta.

105 D errota de las tropas rom anas en A rausio ante cim brios y
teutones.

104 M ario reorganiza el ejército rom ano durante su segundo


consúlado.

103 Lex Frumentaria del tribuno Apuleyo Saturnino. Lex Apuleia


demaiestate estableciendo una nueva quaestio perpetua. Satur-
Los Gracos y e! comienzo de las Guerras Civiles 75

nino proporciona lotes de tierra en Africa a los veteranos de


M ario. Tercer consulado de M ario; preparativos m ilitares en
la G alia Transalpina.

102 C uarto consulado de M ario. Victoria rom ana ante los teuto­
nes en Aquae Sextiae. C am paña rom ana contra los piratas
en Cilicia.

101 Q uinto consulado de M ario. Victoria rom ana ante los cim ­
brios en Vercelli. M itrídates VI del Ponto y Nicom edes II de
B itinia se reparten Paflagonia y ocupan G alatia.

100 Sexto consulado de M ario. Legislación de Saturnino. Fin de


la alianza M ario-Saurnino-G laucia. Altercados en Roma:
M ario restaura el orden. M uerte de S aturnino y Glaucia.

99 R eacción senatorial contra los populares. M ario en O rien­


te.

98 Q. M ucius Scaevola y Rutilius Rufus gobierna en la provin­


cia de Asia.

95 Lex Licinia Mucia contra los aliados. M itrídates expulsado de


Paflagonia y C apadocia por Roma. Tigranes, rey de Ar­
menia.

92 C ondena de P. Rutilius Rufus.

91 T ribunado de M. Livio Druso. Fracaso de sus reformas. Ase­


sinato de Druso. Se inicia la G uerra de los Aliados. M asacre
de rom anos en Asculum.

90 D errotas rom anas ante los aliados. Lex Varia de maiestate. Lex
Iulia ofreciendo la ciudadanía rom ana a las com unidades no
rebeldes. Roma ordena a N icom edes IV de Bitinia castigar a
M itrídates del Ponto.

89 Lex Plautia Papiria aum entando la oferta de la civitas Romana


entre los aliados. C aptura de Asculum por los rom anos. Vic­
torias de Pompeyo Estrabón y Sila. Intervención de M. A qui­
lio en Asia.

88 Resistencia sam nita. Reform as del tribuno Sulpicio Rufo.


C oncesión del m ando en Asia a M ario en lugar de Sila. M ar­
cha de Sila sobre Roma. Abolición de las leyes de Sulpicio
Rufo. H uida de Mario. A taque de M itrídates VI contra la
provincia rom ana de Asia: ordena la m asacre de rom anos e
italianos. Atenas se alia con M itrídates.

87 C om ienza el m andato de C inna. Regreso de M ario. R evan­


cha contra los partidarios de Sila. Sila inicia su cam paña
en Grecia.
76 Aka! Historia del M undo Antiguo

86 C onsulado de C inna (87-84). Valerio Flaco y Fim bria envia­


dos a Asia. Sila tom a Atenas. B atallas de Q ueronea y Or-
cómenos.

85 Paz de D árdanos.

84 Regulación de los asuntos de Asia por Sila. M uerte de C inna.


Papirio C arbón queda com o único cónsul.

83 R etorno de Sila a Italia. G uerra civil en Italia.

82 Batallas de Sacroporto y Porta C ollina. Asedio de Preneste,


Sila, dueño de Roma. Las proscripciones. Sertorio parte para
H ispania.

81 Sila dictador. Reform as constitucionales y judiciales. La co­


lonización militar.

80 Sertorio dirige la rebelión de los lusitanos en H ispania. D e­


rrota de Fufidius.

79 Sila abdica de la dictadura. M etelo Pío derrotado por Ser-


torio.

78 Sila m uere en la C am pania. G olpe de estado de Em ilio


Lépido.
Los Gracos y el com ienzo de las Guerras Civiles 77

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