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La santidad matrimonial

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¿En qué consiste la actitud fundamental de la vida matrimonial
para llegar a la santidad? ¿Cuál es la mística que pueda
entusiasmarnos a hacernos santos dentro del matrimonio? Me
parece que la mística es ésta: estar siempre para el tú.
Cuando alguien se hace franciscano, se consagra a la pobreza.
Cuando alguien se hace jesuita, se consagra a la obediencia. Cuando
alguien se hace padre de Schoenstatt, se consagra al apostolado
mariano. Y cuando alguien se casa, ¿a qué se consagra? ¡Se
consagra a un tú!

Pero este estar para el otro, aunque parezca hermoso, es lo más


difícil en la vida. Estar, ser para el otro - quiere decir, que yo ya no
tengo derecho a pensar en mi comodidad, que tengo que olvidarme
de mí mismo, que tengo que estar para el otro así como Cristo está
para la Iglesia.
Mi misión es, entonces, apoyar al cónyuge, complementarlo,
conducirlo al cielo. Y esto no es nada fácil - ustedes lo saben mejor
que yo - porque somos egoístas, porque somos de corazón estrecho.

Si alguien lograra mantener esta actitud “estoy para el otro, sólo


para el otro”, durante toda la vida, se haría santo. Y si se trata de
canonizar a algún esposo, siempre se verá si estuvo para el otro.
Pero estar como Cristo está para la Iglesia, con amor noble,
esclarecido, no con ese amor que pide que el otro esté para mí, sino
que yo para el otro. El matrimonio será feliz en la medida en que
vivimos según esta norma.

He de saber, entonces, dejarme limitar por el tú en mis gustos. ¿Y


si a mí me gustan los tallarines y a ella las papas fritas? ¡Estoy
condenado a comer papas fritas toda mi vida!
Lo soportaré una semana. ¿Pero lo soportaré 10 años, 30 años? ¿Y
si Dios me ha dado la dicha de vivir 60 años de matrimonio? Tal
vez nos reímos y, sin embargo, aquí está la clave de la felicidad
matrimonial o de la tragedia matrimonial.

Ver las cualidades positivas… siempre

Este estar para el cónyuge, significa estar siempre dispuesto para


tomar conciencia del tú, de las buenas cualidades del tú. ¡Y a
esto nunca deben acostumbrarse los esposos!
Deben acostumbrarse a muchas cosas, pero que no se acostumbren
a las buenas cualidades del cónyuge, sino que cada día sepan
admirarlas más. Pienso que debe ser algo de lo que hace tan difícil
la santidad en el matrimonio. Uno se acostumbra muy pronto a las
buenas cualidades del tú y después sólo se fija en las malas
cualidades. Y parece que esas malas cualidades se van proyectando
y que las buenas cualidades van disminuyendo.

Es por eso que la felicidad matrimonial depende del espíritu de


sacrificio, de la capacidad de dejarse crucificar por el otro. Es el
camino del verdadero amor que es lo más difícil en esta vida
humana. Ya lo dijo el poeta alemán Rilke: “Lo más difícil, la tarea
más difícil que el hombre tiene que aprender, es el amor”. ¿Y por
qué? Porque lo que más nos cuesta, es el olvidarnos de nosotros
mismos y volcarnos hacia los demás.
Preguntas para la reflexión

1. ¿Suelo sacrificar mis gustos, o insisto hasta imponerlos?


2. ¿Continúo viendo las cualidades de mi cónyuge, o me he
acostumbrado?
3. ¿Me es más fácil ver lo negativo, incluso cuando opaca las
virtudes del otro?

Alma, tú que eres imagen viviente de Dios (Gén 1,26) y has sido
rescatada con la sangre preciosa de Jesucristo (1Pe 1,19), Dios quiere que
te hagas santa como Él (Mt 5,48) en esta vida y que participes en su
gloria por la eternidad.

Tu verdadera vocación consiste en adquirir la santidad de Dios5 . A ello


debes orientar todos tus pensamientos, palabras y acciones, tus
sufrimientos y las aspiraciones todas de tu vida. De lo contrario, haces
resistencia a Dios, por no realizar aquello para lo cual te ha creado y te
conserva la vida.

¡Oh! ¡Qué obra tan maravillosa! ¡El polvo se vuelve luz, la fealdad
resplandor, el pecado santidad, la creatura se transforma en su Creador
y el hombre en Dios! ¡Sí, qué obra tan maravillosa!, lo repito. Pero difícil
en sí. Más aún, imposible al ser humano abandonado a sus fuerzas. Sólo
Dios con su gracia, y gracia abundante y extraordinaria, puede realizar
con éxito semejante empresa; la creación del universo no es una obra
maestra tan excelente como ésta...
-MONFORT
"La santidad consiste en una disposición del corazón que nos hace
humildes y pequeños en los brazos de Dios, y confiados -aun con nuestro
cuerpo- en su bondad paternal" Sta. Teresita de Lesieux

En el Antiguo Testamento el hebreo Kadosch (santo) significaba estar


separado de lo secular o profano y dedicado al servicio de Dios. El
pueblo de Israel se conocía como santo por ser el pueblo de Dios.
La santidad de las criaturas es subjetiva, objetiva o ambas. Es subjetiva
en esencia por la posesión de la gracia divina y moralmente por la
práctica de la virtud. La santidad objetiva en las criaturas denota su
consagración exclusiva al servicio de Dios: sacerdotes por su
ordenación; religiosos y religiosas por sus votos; lugares sagrados,
vasos y vestimentas por la bendición que reciben y por el sagrado
propósito para el cual han sido reservados.
La santidad de Dios identificaba su separación de todo lo malo.
Los seres humanos son santos cuando se apartan del pecado y viven
según la voluntad de Dios.
Jesús es EL SANTO que santifica a todos quienes a El se acercan
“El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó
a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición,
la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador: Sed, pues,
perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48) ... Quedan,
pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar
insistentemente la santidad y la perfección dentro de su estado” .- Vat II,
Lumen gentium, 40.42

Por el Bautismo todos somos llamados a la santidad. La santidad es la


presencia de Dios reinando en el corazón del creyente. La Iglesia
comunica las gracias necesarias que proceden de los méritos de
Jesucristo.
Amar a Dios sobre todo
El le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento.
Mateo 22:37-38
Querer ser santos:
La Santidad es obra de Jesús pero El no se impone. Requiere la respuesta
libre del hombre. Quien ama a Dios desea responderle con todo el
corazón, se esfuerza y persevera con la ayuda de la gracia para vencer la
tendencia de la carne (pecados capitales)
Hay ambiciones que son pecaminosas y otras que son necesarias para la
santidad. San Pablo dice: "¡Aspirad a los carismas superiores! Y aun os
voy a mostrar un camino más excelente" I Corintios 12:31. Ese camino es
el amor a Dios y al prójimo puesto en práctica, imitando el amor perfecto
que es Jesús. No desear otra cosa que agradarle en todo. Cuando
agradarle requiere abrazar la cruz, bendita sea. Todo por por El y para El.
Aspirar a la santidad es vivir humildemente para Dios: "¿Acaso tiene que
agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo
vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos
siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer." Lucas 17,9-10
“Es propio de un alma cobarde y que no tiene la virtud vigorosa de confiar
en las promesas del Señor, el abatirse demasiado y sucumbir ante las
adversidades” -San Basilio, Homilía sobre la alegría
“El alma que ama a Dios de veras no deja por pereza de hacer lo que
pueda para encontrar al Hijo de Dios, su Amado. Y después que ha hecho
todo lo que puede, no se queda satisfecha, pues piensa que no ha hecho
nada” -San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 3, 1.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Como el ciervo desea las fuentes
de las aguas, así te desea mi alma, oh Dios... ¿Cuándo vendré y apareceré
ante la cara de Dios? -Sal. 41.

Un deseo concreto, que se aplica cada día. ¡Perseverancia!


Muchos se entusiasman por Cristo, pero como la semilla que cae en mala
tierra, no perseveran, se dan así mismos "permiso" para aflojarse y pronto
se quedan atados a los gustos y preocupaciones que desplazan a Dios del
centro de sus vidas.
“Me dices que sí, que quieres. -Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere
su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los
honores o como un pobrecito sensual su placer?
“-¿No? -Entonces no quieres” J. Escriva de Balaguer, Camino, n. 316
Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su
vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Mateo 16:26
No esperar frutos fáciles. Es lucha de toda una vida
“Aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me
muera” -Santa Teresa, Camino de perfección, 21, 2
“Hay, pues, que tener paciencia, y no pretender desterrar en un solo día
tantos malos hábitos como hemos adquirido, por el poco cuidado que
tuvimos de nuestra salud espiritual” - J. Tissot, El arte de aprovechar
nuestras faltas, p. 14.
Tener esperanza. Si esta faltara, no seguiremos en la lucha. Creer que la
santidad es inalcanzable es una gran tentación. ¡Es mentira!. Es
escapismo. Si. Podemos ser santos porque Dios da la gracia y los medios.
Dios no falla. Muchos han sido los grandes pecadores que llegaron a ser
santos. Leamos la vida de San Pablo y San Pedro. Leamos los Hechos de
los Apóstoles para ver la obra del Espíritu.
LOS SANTOS Y NOSOTROS Según el Concilio Vaticano II
En la vida de aquellos que siendo hombres como nosotros, se
transformaron con mayor perfección en imagen de Cristo (2 Cor 3,18)
Dios manifiesta al vivo entre los hombres su presencia y su rostro.
Veneramos la memoria de los Santos del cielo, con la unión de toda la
iglesia por su ejemplaridad; pero en el espíritu se vigorice por el ejercicio
de la caridad fraterna (Eph, 4 1-6). Porque así como la comunión cristiana
entre los viadores nos acerca más a Cristo, así el consorcio con los Santos
nos une a Cristo de quién, como de fuente y cabeza, dimana toda la gracia
y la vida del pueblo de Dios. Es, por tanto, sumamente conveniente que
amemos, a estos amigos y coherederos de Cristo, hermanos también y
eximios bienhechores nuestros; que rindamos a Dios las gracias que les
brindemos por ellos, los invoquemos humildemente, y que para impetrar
de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor que es
el único Redentor y Salvador nuestro, acudamos a sus oraciones,
protección y socorro “ Todo genuino testimonio de amor que ofrezcamos a
los bienaventurados se dirige, por su propia naturaleza, a Cristo y termina
en EL, que es la Corona de todos los Santos, Por EL va a Dios que es
admirable en sus Santos y en ellos es glorificado. (L.G. N. 50).

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