Como punto de partida, hemos de matizar la relación positiva existente entre la apertura en las
operaciones comerciales internacionales con el crecimiento económico y del bienestar de las
regiones. Sin embargo, para lograr estos mayores crecimientos han de eliminarse los obstáculos
al comercio y a la inversión, donde encontraremos como principales causantes la distancia y las
diferentes regulaciones internacionales.
La distancia se trata de un tema que actualmente está siendo minimizado por el crecimiento
tecnológico, que ha abaratado ampliamente el coste logístico durante los últimos siglos.
Por otro lado, las regulaciones internacionales cumplen un importante papel en la apertura a los
mercados internacionales, actuando en los siguientes aspectos:
Además, a parte de la normativa pública para el cumplimiento de los estándares de calidad, los
agentes privados juegan un papel de cierta importancia y cada de mayor relevancia, de tal
manera, que con sus decisiones de consumo pueden lograr un impacto sobre los productores
similar al producido mediante las medidas ejecutadas por las autoridades públicas.
Por otro lado, los menores costes logísticos, ofrecen un mayor peso y justificación a la
deslocalización de procesos productivos, así como, mayor eficiencia en las economías de escala
y en la especialización internacional, es decir, que la protección de los productores nacionales
es cada vez menos eficiente y, por consiguiente, pierde eficacia como herramienta.
Como último justificante para aumentar las regulaciones referidas al beneficio del consumidor,
en detrimento de las referidas al proteccionismo en el sector productivo, podemos encontrar el
decrecimiento de la pobreza promedio a nivel mundial, lo que se traduce en mejoras en la
calidad de vida promedio y por consiguiente mejoras en sus derechos, que a su vez conducen a
nuevas preocupaciones (al margen de la mera supervivencia), que ocasionan una menor
preocupación por la protección de los productores en favor de mejoras en su bienestar.
Con todo lo anterior, obtenemos un marco en actual cambio, en el que cada vez obtiene un
mayor peso el bienestar de los consumidores que la protección de los productores.
La primera generación (GATT, NAFTA y OMC), logró reducir el proteccionismo con un enfoque
de bienes y servicios, reguló por primera vez la “zona gris” existente entre la precaución y la
protección, que es cuando la precaución puede ser manipulada con fines proteccionistas.
Además, se producen dos acuerdos de la OMC, que permiten la legitimidad de la protección a la
salud y la legitimidad de obstaculizar el comercio bajo unas pautas muy específicas. Sin embargo,
no pudieron establecerse unas pautas entre EEUU y la UE basadas en la apertura comercial,
normativa fundamental del trabajo, normativas ambientales y de anticorrupción. Por otro lado,
tampoco pudo instaurarse un régimen de inversión multilateral.
La segunda generación (TPP) posee un contenido comercial relativamente modesto, por lo que
el grado de reducción del proteccionismo es reducido, sin embargo, actúa como un gran avance
político, dado que produce un vínculo en materia comercial, laboral, ambiental y en normas de
anticorrupción.
La tercera generación (TTIP), indica que es poco probable que este acuerdo traiga consigo una
mayor apertura comercial, puesto que es pequeña la diferencia entre ambas regiones, sin
embargo, si puede ser de gran utilidad de emplearse para la convergencia regulatoria, que es la
noción de que EEUU y la UE podrían acordar el mismo nivel de precaución en todos los bienes y
servicios.
También podemos observar el cambio de preferencias que se producirá, dónde antes sería de
mayor preferencia para el productor un sistema proteccionista, preferirá un sistema de libre
comercio, y, por otro lado, encontramos la preferencia de los consumidores por los bienes y
servicios regulados con la finalidad de aumentar su precaución.
Para finalizar, haremos alusión al problema añadido que tienen las distintas percepciones de
precaución de cada individuo o sociedad, ocasionando diferentes actitudes frente a la
precaución y provocando finalmente un mundo mucho más complejo, en el que será difícil
negociar con algún tipo de convergencia sobre la precaución. Por lo que, de querer aprovechar
a largo plazo el sistema producido por la globalización quedará un largo camino en la regulación
internacional.