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Tema 26.- El texto narrativo. Estructuras y características.

1. INTRODUCCIÓN
2. CONCEPTO DE NARRACIÓN
3. EL TEXTO NARRATIVO: LA NARRATOLOGÍA
4. CARACTERÍSTICAS DE LOS TEXTOS NARRATIVOS
5. ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA NARRACIÓN
6. PROCEDIMIENTOS LINGÜÍSTICOS FRECUENTES
7. CONCLUSIÓN
8. BIBLIOGRAFÍA
 BAJTÍN, M. Teoría y estética de la novela. 1989.
 DIJK, T.A. Estructuras y funciones del discurso. 1980.
 SPANG, K. Los géneros literarios.1993.

1.- INTRODUCCIÓN
El objetivo de este tema es contribuir a lograr una correcta expresión escrita en los
estudiantes que se inician en el aprendizaje de la lengua escrita. Es un aprendizaje no
exento de dificultades, tal como señala Pedro Salinas en “Aprecio y defensa del
lenguaje”: “Casi todo el mundo pierde la confianza en el lenguaje, su familiaridad con
él, apenas coge una pluma. El idioma se le aparece como una realidad imponente,
como el conjunto de todas las posibles formas de decir una cosa, con las que el que
escribe tendrá que luchar hasta que halle su modo”.
Habrá que tener en cuenta el fenómeno de la comunicación (emisor, mensaje,
código, contexto), así como la ausencia de receptor, que sin embargo ha de estar
presente como un individuo supuesto, ideal, que descodificará el lenguaje una vez
transmitido.

Los escritos pueden distinguirse en cuatro tipos principales: la descripción, la


narración, la exposición y la argumentación, provenientes del sistema retórico clásico.
Las dos primeras clases pueden agruparse como formas de la expresión literaria, y las
dos últimas se acercan más a las vertientes científica y humanística de la
comunicación, donde la ambigüedad no tiene cabida, sino que su finalidad es dar una
información objetiva de cualquier tema.
A su vez, en este sistema retórico clásico se distinguen tres procesos diferentes en
la creación de un texto: desde el primer momento en que se proyecta el escrito, la
inventio, hasta su organización en un todo estructurado, la dispositio, pasando por la
elocutio, que afecta al modo de expresar verbalmente dichas proyecciones en su
organización, lo que representa el “estilo”. Como afirma Lázaro Carreter, estas tres
operaciones retóricas se producen de forma simultánea.
A la hora de escoger el tema, debe escogerse aquel que seamos capaces de
desarrollar. La temática puede pertenecer al campo de lo observado por el autor, o
puede crearse en torno a un mundo fantástico. Para ello se utilizan recursos como la
metáfora atrevida o la evocación. Como ejemplo, disponemos este fragmento de “El túnel”, de
Ernesto Sábato: “Me resigné a presenciar lo que iba a pasar, como si fuera un acontecimiento ajeno a mi
persona. El hombre aquél comenzó a transformarse en un pájaro, en un pájaro de tamaño humano.”
Una vez que tenemos delimitado el tema sobre el que vamos a escribir, es
imprescindible atender a la disposición estructurada del contenido y los elementos,
que afecta por igual a todos los mensajes. El autor elige de la manera más efectiva la
disposición de determinados tipos de escritos (lo más recurrente es encontrar la
narración y la descripción entremezcladas en una novela).
En el aprendizaje de la escritura hay que procurar comenzar por los tipos de
escritura que exigen menos esfuerzo (la narración de hechos y la descripción) para
llegar a aquellos en los que se necesita una mayor sutileza en las apreciaciones sobre
la realidad y una reflexión más profunda (la argumentación, la exposición).

3. EL TEXTO NARRATIVO. LA NARRATOLOGÍA


Narrar es relatar hechos que se han producido a lo largo del tiempo. La narración
fija las acciones que acontecen en una secuencia temporal, relacionada con unos
personajes y encaminadas a un determinado desenlace. En ella se evocan
acontecimientos conocidos haciendo participar al lector como espectador casi
presente en los sucesos.
Vamos a ocuparnos de una modalidad diferenciada de la habitual conversacional, la
narración literaria, que entraña la relación de acontecimientos ficticios que unos seres
realizan. Conviene desde el principio distinguir entre autor y narrador a fin de evitar
posibles confusiones. El escritor es el autor real del texto, quien elige el punto de vista
más adecuado para la narración; el narrador, por su parte, se encuentra tras la
historia, es la voz que cuenta el relato, que conoce los sucesos y los relata.
Lo específico de la narración es el principio de la acción, escribir sobre los hechos
ocurridos a lo largo de un tiempo y espacio, refiriéndose simultáneamente a lo que
ocurre, por qué ocurre y a la manera en que se desencadenan unos acontecimientos
con otros, avanzando de forma progresiva, aunque a veces interrumpida, hacia un
término lógico.
En la historia de la literatura, la narración está íntimamente ligada a las primeras
manifestaciones lingüísticas del individuo. El relato se convierte muy pronto en materia
literaria cuya expresión más corriente es la epopeya y el poema épico, de las cuales
derivó el verso como vehículo para contar lo sucedido, y el romance como medio más
característico.
Entre las múltiples modalidades de géneros literarios narrativos existe un elemento
común: su índole de relato ficcional.
Sin embargo, los textos narrativos a menudo coexisten con otras formas de
discurso literario, como la descripción, el ensayo o la glosa, e incluso podemos
encontrar narraciones en géneros no narrativos, como la poesía lírica o en escritos no
literarios, como el estudio histórico. En definitiva, el texto narrativo se caracteriza por la
narración, pero no se limita a ello, sino que da cabida a otros elementos y puede
introducir otro tipo de fenómenos.
La narración como tal constituye el objeto de estudio de una rama de los estudios
literarios denominada “narratología”, desarrollada extraordinariamente a partir del s.XX
por los críticos rusos como Bajtin, y se ha ido perfilando con Barthes o Greimas la
estructura profunda que subyace, de manera abstracta, a toda narración.
El paso de la estructura narrativa abstracta a su representación en el relato se
manifiesta en la distinción básica entre “trama” y “argumento”, entre historia y
narración, es decir, entre la organización lógica, histórica y secuencial de un suceso y
la forma de organización literaria en una narración concreta.
La lingüística textual intenta separar los textos narrativos de los textos de intención
literaria, y plantea una tipología textual que permita la inclusión dentro de esta
clasificación de todos los posibles tipos de texto que se puedan producir y que tenga
en cuenta tanto los textos orales como escritos, literarios y no literarios. Para ello, nos
inclinaremos por las últimas tendencias que toman como punto de partida para la
clasificación textual el contexto en que se producen en los textos (J.M. Adam y Van
Dijk).

4. CARACTERÍSTICAS DE LOS TEXTOS NARRATIVOS


VEROSIMILITUD Y FICCIÓN
La verosimilitud hace que los hechos parezcan verdaderos, aunque no lo sean, y es
fundamental en toda narración partir del relato de hechos conocidos o vividos
directamente, para obtener el mayor grado de verosimilitud, aunque no tiene por qué
ser una copia exacta de la realidad.
Por otro lado, la ficción del relato constituye su característica central. Esto se debe
a que la convención fundamental de la narración literaria es la aceptación de lo ficticio
como si fuera real, y gracias a ella se hace posible la experiencia literaria, pues el
lector es capaz de participar estéticamente del mundo desplegado en el relato literario,
diferenciándolo de otros discursos parecidos, como el relato histórico o la biografía.

EL PUNTO DE VISTA NARRATIVO: PERSPECTIVA, FOCALIZACIÓN, DISTANCIA


Toda buena narración ha de mantener el interés y la curiosidad del lector, un
objetivo nada fácil, ya que no hay reglas específicas para ello, como afirma Baroja,
por lo que se hace verdaderamente importante el enfoque personal del autor. El
narrador puede atraer la atención del lector hacia la caracterización de los personajes
por sus acciones.
Todo ello ha de estar estructurado según el punto de vista del autor, determinada
por una posición sentimental, ideológica, intelectual o psicológica en la narración
misma. Así, comparando dos obras de Cela, encontramos que en La Colmena el narrador ostenta hacia
sus personajes un fuerte desapego, deformándolos a veces hasta la caricatura esperpéntica, mientras
que en Pabellón de reposo la mirada del narrador se torna más compasiva y humanizada.
Frente al concepto de “perspectiva” encontramos la “focalización”, definido como la
relación significativa entre la “visión” del narrador, el agente perceptor y el objeto
percibido. En una novela adolescente, la visión del narrador y los personajes cobra
una visión peculiar significativa. Cualquier punto de vista o focalización puede tener un
fuerte efecto manipulador y es, en consecuencia, difícil separar las emociones de
quien lo manipula.
De entre todos los factores dominantes en la perspectiva o focalización del narrador
destaca la distancia respecto de los hechos relatados, traducida, entre otras cosas, en
la mayor o menor cantidad y calidad de la información.

5. ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA NARRACIÓN


5.1. EL NARRADOR. CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA
Todo relato posee un narrador que constituye su instancia fundamental y desde el cual
se enuncian, se describen y se valoran los sucesos, sin el cual resultarían
incoherentes.
Siguiendo la teoría de Genette, distinguimos tres tipos diferentes de narrador:
- El narrador exterior, no focalizado o “heterodiegético”. Se trata (entre otras
posibilidades) de una voz que no corresponde a ningún personaje de la
historia, ya sea narrador “omnisciente” (con conocimientos de la subjetividad de
los personajes y de hechos anteriores o posteriores a los relatados), ya sea un
narrador “behaviorista”, situado en la exterioridad de la historia que relata,
circunscrito a la narración de hechos objetivos y a la transcripción del discurso
de los personajes.
- Los otros dos tipos de narrador mantienen una relación interna con la historia,
ya sea en calidad de personajes principales (se denomina narrador
“autodiegético”, como ocurre en El lazarillo de Tormes, por ejemplo) o testigos
secundarios de su historia. El narrador puede ser también uno de los
personajes en la historia que relata, con una visión particular de los hechos que
en ocasiones deforma y malinterpreta (“homodiegético”).
Completando esta tipología de Genette, hay tres perspectivas básicas que el narrador
puede adoptar: el narrador omnisciente, protagonista, testigo y múltiple, que
estudiaremos a continuación.
Narrador omnisciente
Es el narrador que refiere los hechos sin ninguna alusión a sí mismo: está fuera de lo
narrado. Su nivel de información es pleno, lo sabe todo de las acciones, pensamientos
y motivaciones de los personajes (externa e internamente), pues elige un ángulo de
visión desde donde nada se le escapa. En Don Quijote de la Mancha se habla muy
acertadamente de este tipo de narrador: “Pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde
a las tácitas preguntas, aclara las dudas, resuelve los argumentos; finalmente, los átomos del más curioso
deseo manifiesto”.
Dentro de este tipo de narrador, podemos encontrar diversas variantes:
- Narrador omnisciente del acontecer, que realiza acotaciones durante el relato
acerca de las causas y/o consecuencias de lo que hacen los personajes,
haciendo que sean tanto demostrables como sólo probables. García Márquez, en
“Cien años de soledad”, comienza el relato: “Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo”.
- Narrador omnisciente de lo psicológico: Suele acompañar a la forma anterior, y
trata de relatar junto a la historia del personaje lo que éste piensa o siente
interiormente. “El camino”, de Miguel Delibes, es un claro ejemplo: “Daniel, el Mochuelo, se
revolvió en el lecho y los muelles de su camastro de hierro chirriaron desagradablemente. Que él
recordase, era ésta la primera vez que se dormía tan pronto caía en la cama”.
- Narrador omnisciente que le relata al personaje su historia: Actúa como si fuera
la conciencia del personaje que le va indicando los hechos. Se cuenta a
alguien algo de sí mismo que ignora, partiendo de que hay recuerdos o lagunas
perdidas en su ser que se van clarificando poco a poco, como Juan Goytisolo en
su obra “Juan Sin Tierra”: “… pero tú ya no eres niño, ni analfabeto, ni pastor, y la milagrosa
aparición que te convoca desde la flecha del Empire State Building es el glorioso King-Kong…”.
Narrador protagonista
Es el narrador que habla de sí mismo con un sentido narrativo: está dentro de lo
narrado. Se identifica con un personaje, y participa de los acontecimientos con un rol
principal o secundario, con un conocimiento parcial de la información.
Dentro de este tipo de narrador, encontramos diversas variantes:
- Narrador protagonista principal: El personaje central narra su propia historia,
usando con preferencia el pronombre personal “yo”. Un ejemplo lo encontramos en la
novela de Manuel Vincent, “Balada de Caín”.
- Narrador protagonista secundario: El narrador protagonista cuenta la historia
de otro personaje, participando de los acontecimientos, pero la figura a través
de la cual se lleva el relato es otra. Encontramos este narrador en la obra de Scott
Fitzgerald, “El gran Gatsby”.
- Narrador protagonista epistolar: Es la transcripción de una narración mediante
una carta, utilizando el yo o el nosotros, pero que se combina con el tú. Un
ejemplo lo encontramos en “Werther”, de Goethe.
- Narrador protagonista de diario íntimo: Es la transcripción de una narración
personal hecha en forma de diario. Se usa principalmente el yo, aunque
también puede combinarse con el “tú”. Un ejemplo, “Diario de un cazador”, de Delibes.
- Narrador protagonista de informe: Es la transcripción de la narración a ese “yo”
por un protagonista y referida a sí mismo, que encontramos en novelas como
“La verdad sobre el caso Savolta”, de Eduardo Mendoza.
- Narrador protagonista de monólogo interior: Es la narración cuyo énfasis está
puesto sobre la intimidad, los pensamientos del protagonista. Al ser una puesta
en escena de las asociaciones mentales del personaje, es un puro presente.
Dicha actividad mental puede estar vertida a través de un discurso lógico o
prelógico, como ocurre en “Ulises” de Joyce.
Narrador testigo
Es el narrador que observa la escena con ninguna o mínimas alusiones a sí mismo.
No participa de la historia, sino que se mantiene fuera de lo narrado, posee un
conocimiento limitado y focalizado desde un ángulo que excluye las referencias a todo
aquello que escapa a su visión. No sabe nada acerca de los personajes, sino que
relata sus movimientos tal como los ve y sus palabras tal como las oye. Sabe incluso
menos que el narrador protagonista, por lo que permite al lector completar con sus
propias deducciones, dándole una mayor libertad.
Dentro de este tipo de narrador, también encontramos diversas variantes:
- Narrador testigo presencial: Su visión es objetiva, externa. Narra mientras
focaliza y suele hacerlo en tiempo presente. Un ejemplo lo encontramos en “La
Colmena”, de Cela.
- Narrador testigo de los diálogos: Es el que presenta el hecho a través de las
voces de los personajes.
- Narrador testigo evocador de los hechos presenciados: Relata el
acontecimiento, tanto lo visto como los diálogos, en tiempo pasado. Torrente
Ballester, “Los gozos y las sombras”.
- Narrador testigo (protagonista secundario): El narrador participa de la acción,
pero habla muy poco de sí mismo. Su función es narrar los hechos del
personaje principal o de los otros. Augusto Monterroso, “Cuentos. El poeta al aire libre”.
- Narrador testigo transcriptor: Presenta la historia como si fuera un simple
transcriptor de un documento, real o ficticio, pero presentado como auténtico, y
del que anuncia ser editor, compilador, traductor o redactor. Acumula pruebas
e indicios de la realidad con un afán de imparcialidad y credibilidad de lo
narrado. Ejemplo: Borges, “El informe de Brodie”.
Narrador múltiple o perspectivista
Diferentes narradores narran la misma historia. Pueden ser los personajes quienes
cuenten la historia, cada uno a su manera. Son visiones cambiantes y a veces
contradictorias según el punto de vista adoptado. Pueden converger o no, pero
constituyen un todo coherente. Otra posibilidad es ver un mismo personaje a través de
los ojos de otros.
En cuanto al nivel de información, se acumulan conocimientos parciales cuya suma es
el conocimiento total, dando un matiz de omnisciencia.

5.2. EL PERSONAJE
El personaje es una construcción verbal a partir de datos e informaciones que nos da
el narrador y que produce la ilusión de persona, siendo una pieza más en el
mecanismo de la ficción. Muchos lectores viven otras vidas posibles, deseadas o
inesperadas, a través de los personajes, dado que aparentemente son individuos
como nosotros, inmersos en un tiempo y espacio; a medida que el relato avanza, se va
ampliando el conocimiento que el lector posee de él, y que va recreando a través de
su imaginación.
La información que proporciona el narrador va delimitando sus características, a través
de los referentes (datos históricos, alegóricos), los modos de informar la identidad (a
través del nombre o del pronombre, produciendo distintos efectos), las descripciones
(tanto físicas como de la personalidad), así como las funciones que ejecuta en una
serie de acontecimientos y las acciones que realiza en unas situaciones específicas,
que determinan el relato.
Aunque los personajes también se enmarcan en el cuadro de la ficción, uno de los
objetivos del escritor es hacerlos creíbles, como ocurre con Alonso Quijano, “El
Quijote”, en el que seguimos creyendo después de los siglos.
Pero, ¿cómo es posible que ese conjunto de palabras, esa figura de papel y tinta,
represente a una persona? Muchas son las vías para llegar a los personajes, así que
vamos a ver cómo se caracterizan y finalmente son conocidos.
Se puede caracterizar de dos formas: directa e indirecta.
- De modo directo:
El personaje principal es generalmente el protagonista de acciones exclusivas,
aparece con más frecuencia en la historia y posee el mayor número de relaciones con
el resto de personajes.
Por otro lado, los secundarios aparecen en un segundo plano con respecto al principal,
aunque pueden tener la misma fuerza y singularidad que éste, e incluso un
contrapunto (resolver situaciones de modo diferente). En el transcurso del relato, el
personaje principal puede pasar a ser secundario y éste puede pasar a ocupar un
primer plano.
- De modo indirecto:
- Por el emblema: Se trata de un procedimiento mediante el cual se caracteriza a
un personaje por un detalle (un objeto, una vestimenta), y ser un elemento
indisociable y representativo del mismo.
- Por las relaciones establecidas con los demás personajes: Cada conducta
depende de, e influye sobre, las restantes. Sampedro habla de “compatibilidad
entre los respectivos comportamientos”, y señala que las afinidades y
contrastes, las tensiones y amistades de los personajes son decisivas para la
evolución del relato, como en su obra “El río”.
- Por las relaciones con otros aspectos del relato: principalmente el narrador (el
enfoque que éste quiera darle), el espacio, tiempo y situación. Julio Cortázar,
a propósito de “Rayuela”, escribe que “la novela puede ir colocando los
personajes en la situación, el tiempo y el espacio, o son éstos elementos los
que se instalan en los personajes”. Es decir, que se eligen estos elementos
para caracterizar a un personaje o determinarlo en cierta ocasión.
Los personajes se conocen por las acciones que realizan, pues son agentes de la
acción, y en un mismo relato una secuencia puede englobar diferentes personajes.
Puede definirse la acción de una narración como “el juego de fuerzas opuestas o
convergentes presentes en un texto”. Cada momento de la acción constituye una
situación conflictiva en la que los personajes se persiguen, se alían o se enfrentan
(Bourneuf). Siguiendo a Greimas, se distinguen seis fuerzas o funciones que se
pueden combinar en una situación: el protagonista (que da el primer impulso a la
acción en conflicto y conduce el juego), el antagonista (que es la fuerza oponente
necesaria para que se desarrolle el conflicto), el objeto (deseado o temido,
generalmente, por el protagonista, es el objetivo propuesto o la causa del temor), el
destinador (cualquier personaje que ejerza una influencia sobre el destino del objeto),
el destinatario (beneficiario de la acción) y el ayudante (que es el espejo, el ayudante
de cualquiera de los personajes anteriores).
También podemos conocer a los personajes por lo que piensan (su reflexión, su
análisis, razonamiento o creencia), por su nombre (“Alonso Quijano”, es una manera
de dar a conocer a un personaje, mientras que no nombrarlo en todo el relato también
es dar una información al lector), por los atributos, rasgos y cualidades que se le
atribuyen, así como por lo que sabe (en este sentido, el narrador es un tipo de
personaje) y por lo que dice (un ejemplo lo podemos extraer de la autobiografía).
5.3. LA ACCIÓN Y EL TIEMPO
En toda narración es fundamental que pase algo, lo que denominamos acción. En ella,
se dan una serie de acontecimientos que van sucediéndose, por lo que el tiempo es un
componente imprescindible.
La acción puede estar ordenada de forma progresiva, es decir, siguiendo los hechos
cronológicamente a medida que van apareciendo, o causalmente, siguiendo una
disposición clásica de presentación de la acción, de los personajes y del ambiente;
nudo o desarrollo de la historia y desenlace o solución de la situación planteada.
Pero este orden puede romperse y presentar al comienzo los hechos que deberían ir
más adelante en la narración, para relatar después los sucesos que han conducido
hasta esa situación (“anacronía”). Este procedimiento, denominado “in media res”, va
encaminado a captar la atención del receptor, intrigarlo, y excitar su curiosidad, siendo
uno de los recursos tradicionales de la narración literaria.
En lo que atañe a la duración cronológica, es muy variable: desde un día (Ulises, de
Joyce) a periodos más extensos (Cien años de Soledad). Asimismo, la narración
puede resumir o elidir ciertos sucesos sintetizándolos en breves líneas, o dilatar
acontecimientos de breve duración mediante la inclusión de descripciones,
amplificaciones y comentarios.
5.4. EL AMBIENTE: LUGAR Y ESPACIO
Otro de los elementos constitutivos de la narración es el lugar donde se desenvuelve
la acción y la actuación de los personajes, decisivo para obtener la verosimilitud pues
crea un fondo de autenticidad. Los personajes pueden verse condicionados incluso por
el ambiente en el que se encuentran, como en “Robinson Crusoe”, de Daniel Defoe.
Los espacios pueden tener un significado propio, establecen un “marco narrativo”,
como ocurre en los espacios exteriores (espacios de inseguridad y peligro),
confrontados con los interiores, en un contexto determinado; o los espacios estáticos,
donde se inmoviliza la acción, frente a los dinámicos, donde puede extenderse
mediante el desplazamiento de los personajes. Pueden, incluso, poseer un valor
simbólico, por ejemplo, en la verticalidad de las torres, cercas y lugares elevados en
La Celestina. La relación entre un espacio y la acción que se desarrolla puede estar
estereotipada, constituyendo una convención literaria: así, la naturaleza está asociada
con un contexto genérico de recogimiento, retiro (el tópico clásico “beatus ille”),
asociado a las relaciones amorosas y también al peligro.

7. PROCEDIMIENTOS LINGÜÍSTICOS MÁS FRECUENTES


1. Las formas verbales
En la narración, al contarse los hechos ocurridos a lo largo del tiempo de forma
encadenada, se trata de mostrar acciones, de comunicar hechos sucesivos, por lo que
es lógico que predomine el empleo de verbos sobre cualquier otro tipo de palabras. Y,
se debe atender a la utilización de dichas formas verbales para lograr la perspectiva
en la narración.
El tiempo más adecuado para el texto narrativo es el pretérito perfecto simple, aunque
también aparecen el imperfecto –adecuado para la descripción y algunas
explicaciones al margen de los hechos narrados- y el presente (utilizamos el presente
histórico con la intención de acercar el pasado al presente del lector, añadiendo un
tono evocador).
2. Las estructuras sintácticas
La estructuración sintáctica del texto narrativo responde al proceso y acción que todo
relato conlleva. Así, predomina la predicación, más adecuada para expresar la
progresión y el movimiento, que la estructura atributiva, más enfocada al carácter
descriptivo. Además, la inserción de planos diversos favorece el uso de la
subordinación temporal, aunque la organización general sea coordinativa.
3. Las figuras literarias
El texto narrativo se nutre de un limitado número de figuras y tropos, como la metáfora,
la ironía, la antítesis o la paradoja, así como figuras sintácticas, el paralelismo, o de
intensidad como la hipérbole (“Se necesitaban diez hombres para tumbarlo, catorce
para amarrarlo, veinte para arrastrarlo hasta el castaño del patio”, en “Cien años de
soledad”)
4. El tono narrativo
En el relato, el narrador adopta un tono narrativo determinado en función de lo que
quiere contar. Encontramos diferentes tonos según dicha finalidad: veraces e
indagatorios.
Tonos narrativos veraces: Son tonos narrativos con matiz de veracidad. Pueden ser
imperturbables (se narra sin poner en duda ni justificar lo que se está narrando, así
sea lo más absurdo o lo más truculento, con total serenidad) y de tono confesional (se
van revelando determinadas circunstancias, reforzando la veracidad de lo que se
cuenta).
Tonos narrativos indagatorios: Son tonos narrativos con matiz de investigación.
Encontramos el ojo avizor (muy característico de relatos policiales, donde se narra
manteniendo el suspense sobre ciertos secretos que se esconden y que se irán
revelando, manifestando un desconocimiento que conduce a la averiguación), el tono
hipotético (se narra planteando una hipótesis, conjeturas, con un sentido exploratorio;
este tono se emplea para simular un razonamiento), el tono receloso (que va
desplegando sospechas, se desconfía, se finge, que suele detener o interrumpir una
investigación, si la hay), tono interrogativo (se narra incluyendo preguntas, todas las
entonaciones tienen un matiz de interrogación implícito, inherente a la hipótesis o la
sospecha), tono dubitativo (se narra como si no se supiera bien lo que ocurre,
incorporando dudas al relato; en ocasiones se deja ver algo extraño, como es el caso
de los relatos de terror, y en otras, las dudas conducen a caracterizar un personaje o
un ambiente de suspense)
5. EL DIÁLOGO
Como recurso de inapreciable valor se encuentra el diálogo, mediante el que los
interlocutores (los personajes) manifiestan su carácter, su modo de pensar, sus
intenciones y anhelos, estableciendo una comunicación lingüística ficticia entre dos o
más personajes, potenciando el dinamismo de lo narrado y haciendo testigo presencial
al lector. Exige una profunda labor de estudio de la personalidad de los interlocutores
que van a entablar comunicación, evitando intervenciones demasiado extensas,
adecuando la expresión a lo que se pretende transmitir y atendiendo al contexto en el
que se desarrolla el diálogo.
Un diálogo puede construirse de forma directa (correspondiente al estilo directo, donde
los personajes se expresan directamente, sin la intromisión del narrador), y la forma
indirecta (correspondiente al estilo indirecto, donde el narrador tiene parte activa, bien
como un interlocutor más, bien presentando a los personajes, que en ningún momento
hablan por sí mismos). Ambas construcciones pueden alternarse entre sí, según la
intención del autor. Existe, además, el “estilo indirecto libre”, que se trata de un estilo
intermedio entre el monólogo interior en primera persona y la narración en tercera
persona. En él, el narrador habla por boca del personaje, pero sin prestarle la voz de la
primera persona gramatical y evitando transiciones explícitas del tipo: “dijo”, “pensó”,
“respondió”.

8. CONCLUSIÓN
El texto narrativo no conoce límites ni en su producción ni en su estructura. En él se
encuentran todos los temas, todos los puntos de vista –desde la celebración épica o
poética hasta la sátira, desde el aparente realismo hasta la fantasmagoría, desde el
lirismo sentimental a la reflexión filosófica.
La novela es pues un género muy libre, muy abierto, polifónico, según la definición de
Mijail Bajtin, según el cual, “Aparece como un sistema dialógico de imágenes, de
lenguas, de estilos, de conciencias concretas e inseparables del lenguaje”.
La novela cuestiona los procedimientos, los ostenta, trabaja sus estructuras, tiende
hacia la poética. En fin, la novela siempre habla de la novela.

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