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TEMA 01.

INTRODUCCIÓN: CUESTIONES GENERALES

ESQUEMA DE CONTENIDOS

CUESTIONES GENERALES DE FONÉTICA.

1. Acerca del concepto de Fonética en los ss. XIX y XX y de cambios fonéticos.


A) La formulación de las Leyes Fonéticas y la analogía. Crítica desde otras
corrientes lingüísticas. Valoración.
B) Fonética y Fonología:
a) Delimitación conceptual.
b) El cambio fonológico:
- Respecto al inventario de los fonemas existentes: procesos de
fonologización y desfonologización.
- Respecto al «espacio fonológico» y al equilibrio del sistema.

CUESTIONES GENERALES DE MORFOLOGÍA.

2. Introducción: Elementos formales para la expresión de las categorías morfológicas:


A) Elementos formales de las palabras. Las unidades mínimas del análisis
morfológico. Los límites entre la morfología y la fonología;
B) Flexión: concepto y sus características (frente a derivación y composición). Los
límites de la morfología y la lexicología. La expresión de valores semánticos y sintácticos:
relación entre la morfología y la sintaxis.

Sobre la Fonética Latina y sus principios fundamentales

El estudio de la Fonética no puede separarse de la Fonología y en una primera


etapa no se efectuaba distinción entre ellas. Fue F. de Saussure quien asignó a la primera el
estudio histórico y a la segunda el estudio descriptivo. Sin embargo, va a ser el Círculo de
Praga el que haga una distinción entre Fonética y Fonología: en el Primer Congreso
Internacional de Lingüística (La Haya, 1928), un grupo de estudiosos entre los que se
encontraban N. S. Trubetzkoy y R. Jakobson sentó los fundamentos y formuló la distinción
entre la ciencia de los sonidos de la lengua (fonología) y la ciencia de los sonidos del habla
(fonética), tomando como base los principios de la dicotomía de Saussure “langue/parole”.
Posteriormente, Trubetzkoy en sus Principios de fonología publicados en 1939,
distingue en la estructura de una lengua entre su realización material en los actos concretos
de habla y el sistema de valores distintivos que la subyacen y, en consecuencia, diferencia
entre dos disciplinas: la fonética, entendida como la ciencia de los sonidos en sus aspectos
concretos fisiológicos, acústicos y auditivos, y la fonología o ciencia que estudia el papel
diferenciador funcional que tienen los sonidos dentro de un sistema lingüístico1. El propio

1La distinción establecida por Trubetzkoy fue ampliamente justificada por los trabajos del Círculo Lingüístico
de Praga y aceptada en términos casi idénticos por K. Bühler, Teoría del lenguaje, Madrid 1979, pp. 61-64. En el
ámbito del español, E. Alarcos Llorach, Fonología española, Madrid 1983, pp. 27-28 parte igualmente de la
objeto de estudio de la Fonética determina la naturaleza de la actividad de esta disciplina
que debe mantenerse en relación con todas aquellas que se ocupan del estudio del habla
humana como la anatomía, fisiología, psicología, etc. La Fonética, pues, realiza su análisis
desde múltiples puntos de vista que a la postre inciden en las diferentes denominaciones
que recibe: fonética general, que estudia el conjunto de las posibilidades fónicas del hombre a
través de todas las lenguas naturales; la fonética comparada que estudia, comparándolos, los
sonidos que aparecen en dos o más lenguas; la fonética histórica, centrada en la evolución de
los sonidos a lo largo de la historia de la lengua; la fonética descriptiva o estática que estudia los
sonidos en un momento dado de esa evolución.
Las principales distinciones entre las diferentes ramas de la fonética están
determinadas por la naturaleza compleja del mensaje vocal y la diversidad de métodos,
gracias a los cuales puede ser aprehendido y descrito. Tradicionalmente se distinguen dos
ramas fonéticas: la fonética articulatoria o fisiológica, que estudia los órganos fonadores en la
emisión del mensaje y la fonética acústica o física que estudia la transmisión del mensaje a
través de las vibraciones del aire y la manera en que afecta al oído del receptor. La fonética
experimental o instrumental utiliza aparatos destinados a completar y enriquecer el testimonio
del oído y de la observación directa, en el estudio del proceso de formación y percepción
de la voz2.
En cuanto a la Fonología, la rama de la Lingüística que estudia los fonemas, esto es,
la forma en que las lenguas naturales utilizan en la realidad los sonidos y rasgos prosódicos
definidos por la fonética, con valor significativo, ha pasado por diferentes etapas y
concepciones. Los referidos trabajos de Trubetzkoy y Jakobson y la resonancia que
tuvieron en el Primer Congreso Internacional de Lingüística de la Haya en 1928 confirieron
a la Fonología su estatuto definitivo de ciencia lingüística.
Investigaciones paralelas llevadas a cabo en Europa y Estados Unidos llegaron a
resultados similares, a pesar de ciertas diferencias de principios y método. La contribución
más importante en este aspecto de la Escuela Francesa viene a ser la de A. Martinet,
Économie des changements phonétiques, Berna 1955. Por su parte, el Círculo de Copenhague, con
L. Hjelmslev como cabeza visible, postula unas unidades distintivas mínimas que denomina
cenemas, es decir unidades vacías de sentido, por oposición a pleremas o morfemas,
identificando la fonología con cenemática. Los lingüistas americanos, fundamentalmente
con los trabajos de Bloomfield, llegan a conclusiones parecidas, pero la exigencia de un
estructuralismo más riguroso hace que los americanos desconfíen del mentalismo europeo,
que atiendan principalmente a la segmentación en detrimento de la conmutación y
concedan mayor importancia al estudio prosódico.
A partir de 1959, año en que Morris Halle publica The Sound Pattern of Russian, surge
otra concepción, la Fonología generativa, que representa un desarrollo y una superación del

propuesta de Trubetzkoy y define la fonética como “la disciplina que se ocupa de los sonidos, de la sustancia
del significante, [...] que no tiene en cuenta la función de lo fónico en el signo lingüístico” y la fonología como
“la disciplina de las normas que ordenan esa materia sonora, de la forma del significante”. Véase también la
definición que de una y otra disciplina ofrece F. Lázaro Carreter en su Diccionario de términos filológicos, Madrid
1977, pp. 191-193.
2 Una historia de la fonética y los diferentes tipos podemos encontrarla en R.E. Asher y E. J. A. Henderson

(eds.), Towards a History of Phonetics, Edimburgo 1981.


estructuralismo, y trata de establecer los principios determinantes de la pronunciación de
palabras, frases y oraciones de una lengua así como la relación que estos principios
mantienen con otros más generales que determinan a su vez, la organización de todas las
lenguas naturales. De esta forma se intenta reducir la infinita variedad de la articulación
humana a un número relativamente pequeño de distinciones esenciales en cada lengua.

La Fonología se entiende, por tanto, como un código gracias al cual se confiere


expresión audible a las estructuras gramaticales conocidas como oraciones3. Se podría
precisar más el objeto de la Fonología definiéndolo como el estudio de la cadena hablada (o
enunciado) considerada como un continuum acústico analizado desde el punto de vista de
sus funciones lingüísticas, de modo que se hallen los elementos discontinuos (discretos) que
la componen, se analice cómo esos elementos contrastan unos con otros en el eje
horizontal (sintagmático, de las sucesiones o de las combinaciones) y cómo se oponen a los
elementos disponibles en el eje vertical (paradigmático o de las oposiciones) que podrían
reemplazarlos creando morfos que tendrían otro significado o que carecerían de significado4.
La Fonología, pues, debe indagar las diferencias fónicas que están relacionadas con
diferencias semánticas, el comportamiento de los elementos de diferenciación (o marcas)
entre sí y las reglas que permiten combinarse unos con otros para formar palabras o frases.
Esto explica que los sonidos estudiados por la Fonética y las unidades analizadas por la
Fonología no concuerden, ya que en la materia fónica, el fonólogo no debe reconocer sino
lo que cumple una determinada función en la lengua.
Atendiendo al modo de efectuar el estudio de su objeto, la Fonología puede ser:
sincrónica (que se subdivide a su vez en Fonología del sonido, de la palabra y del enunciado) y
diacrónica. Hemos de señalar en relación a esta última que no se trata de una disciplina
autónoma, sino que formando parte de la lingüística diacrónica, alcanza sus resultados a
partir de descripciones sincrónicas de los subsistemas morfológicos, sintácticos, léxicos y
semánticos. Estudia también las mutaciones que han tenido lugar en el inventario del
sistema fonemático y sus causas.
En cuanto a la situación de estas disciplinas, Fonética y Fonología, en el ámbito
específico de la lengua latina, J. Siles establece que como “disciplinas autónomas pero no
independientes debe entenderse y sostenerse este criterio en los estudios de Fonética y
Fonología aplicados al latín”5. Pero además podemos realizar algunas otras observaciones:
la ausencia de hablantes nativos hace imposible la recogida de datos en el campo de las
realizaciones concretas del sistema fónico. Ello impide una descripción precisa y completa
de los sonidos latinos e implica que toda fonética del latín sea un acercamiento más o
menos fonológico a la realidad fónica del latín, en la medida en que no se puede captar más
que el funcionamiento de su transcripción gráfica, pues las indicaciones articulatorias o
acústicas hechas por los gramáticos latinos no siempre son evidentes ni objetivas6.

3 Cf. A.H. Sommerstein, Fonología moderna, Madrid 1980, pp. 15-16.


4 Cf. Z. Muljacic, Fonología general. Revisión crítica de las nuevas corrientes fonológicas, Barcelona 1969, pp. 33-34.
5 Cf. J. Siles, Introducción a la Lengua y Literatura Latinas, Madrid 1983, p. 102.
6 En este sentido, S. Mariner afirma en su apéndice de Fonemática Latina, p. 253, en M. Bassols de Climent,

Fonética latina con un apéndice de fonemática latina, por S. Mariner Bigorra, Madrid 19928 (=1962) que el alfabeto
latino usual en época clásica estaba bien adaptado a los fines de representación de sus fonemas.
La fonética latina comprende, según A. C. Juret, dos partes: una “estática” (o
sincrónica) y otra “evolutiva” (o diacrónica)7: la sincrónica estudia la función de los
elementos fónicos y, en consecuencia, su sistema en un estado de lengua determinado. La
diacrónica se ocupa de la evolución de los hechos fónicos de la lengua en relación con el
sistema que experimenta los cambios, esto es, estudia, por un lado, los cambios de función
de los elementos fónicos significativos en su relación con el sistema entero y entre sí y no
sólo según su utilización en la cadena hablada y, por otro, los cambios de estructura del
sistema a consecuencia de los cambios de función de los elementos fónicos significativos.
A juicio de Juret, todo ello debe completarse a través del método comparativo que en
fonética consiste en ‘comparar los sonidos que presentan las palabras atestiguadas en las
lenguas con el fin de determinar su procedencia e historia’.
A partir de la Lingüística Comparada y en particular de los Neogramáticos
adquieren la Fonética y la Fonología la condición de disciplinas científicas. Sin embargo,
han pasado por diferentes etapas: así, dentro de la fonética histórica, el manual de M.
Niedermann representa la gran codificación de la fonética latina8. Renuncia a la
comparación y centra su interés en las transformaciones de los sonidos como elementos
aislados y desprovistos de sentido y, a lo sumo, en su relación con los sonidos vecinos en la
cadena hablada (relación sintagmática), dejando de lado las presiones ejercidas por los
sonidos vecinos en el sistema (relación paradigmática).
Posteriores a este trabajo son los de Devoto9, cuyo interés estaba en estudiar los
fenómenos como una unidad semántica de la palabra, Tagliavini10, de carácter histórico-
comparativo, el histórico de Maniet11 o los marcadamente comparativos de Kent12 o Buck13.
La orientación fonológica del Círculo de Praga, basada en el análisis de lenguas
vivas y especialmente en una visión sincrónica, tardó un tiempo en llegar a las lenguas
clásicas, donde había primado el estudio de los sonidos, propio de la fonética histórica, sin
atender a las características pertinentes de los mismos. Pero con L. Hjelmslev se inicia la
defensa de la aplicación de métodos estructurales para las lenguas clásicas14. El enfoque
estructuralista predominó a partir de los años cincuenta y ello supuso la superación de la
simple consideración historicista de los fenómenos. Esta nueva orientación cobró fuerza
tras la renovación metodológica de la Fonología diacrónica de Martinet15. Surgen, de este

7 A. C. Juret, Manuel de phonétique latine, París 19382.


8 M. Niedermann, Précis de phonétique historique du latin, París 1906.
9 D. Devoto, Adattamento e distinzione nella fonetica latina, Florencia, 1924.
10 C. Tagliavini, La lingua latina. Fonetica storica, Bolonia 1938.
11 A. Maniet, L’évolution phonétique et les sons du latin ancien, Lovaina-París 19573 y La phonétique historique du latin

dans le cadre des langues indo-européennes, París 19755.


12 R. G. Kent, The sounds of Latin, Baltimore 1945. Para el estudio de la fonética parte de las lenguas

indoeuropeas.
13 C. D. Buck, Comparative grammar of Greek and Latin, Chicago-Londres 1933.
14 L. Hjelmslev, “Introduction à la discussion générale des problemes relatifs à la phonologie des langues

mortes, en l’espèce du grec et du latin”, en Acta Congressus Madvigiani I: General Part, Copenhague 1958, pp.
101-113.
15 A. Martinet, Économie des changements phonétiques. Traité de Phonologie diachronique, Berna, 1955. Según él, el

sistema observa un equilibrio dinámico entre fuerzas antagónicas. Cuando dicho equilibrio se rompe, se
produce un cambio, sea por razones externas o internas; entre las primeras figuran los factores inherentes a la
naturaleza de los órganos de fonación del hombre y los factores sociolingüísticos (raza, hábitat, sustrato, etc.);
entre las segundas, la rotación de los fonemas, la escisión de un fonema en dos y la tendencia económica. El
modo, publicaciones como: J. Horecky, Fonologia latinciny, Bratislava 194916; W. Brandestein,
Kurze Phonologie des Lateinischen, publicada como apéndice a la obra de F. Altheim, Geschichte
der lateinischen Sprache (von den Anfängen bis zum Beginn der Literatur), Frankfurt 1951, pp.481-
488. En nuestro país se convirtieron en manuales de auténtico culto las obras de M. Bassols
de Climent, Fonética latina con un apéndice de fonemática latina, por S. Mariner Bigorra, Madrid
19928 (=1962)17 y de J. Molina Yévenes, Estudios latinos. I: Iniciación a la fonética, fonología y
morfología, Barcelona 196618.
La obra de P. Monteil, Éléments de phonétique et de morphologie du latin, París 1970,
trazada a partir de unos objetivos marcadamente didácticos, intenta apartarse de las
escuelas sin ‘descuidar las perspectivas históricas y comparativas, susceptibles de hacer
comprender mejor, incluso desde un punto de vista sincrónico, situaciones observadas en
latín’19.
Es evidente que nuestro interés principal se centra en los hechos de lengua y en
consecuencia en la Fonología, lo que no supone que no se dé cuenta de los hechos de la
Fonética en el marco teórico de la materia en la medida en que se requiera20. El resultado de
la aplicación del método estructuralista a la fonología es la clasificación de los fonemas
latinos a partir de rasgos opositivos (vocálico/no vocálico; consonántico/no consonántico;
grave/agudo; denso/difuso; nasal/oral; continuo/interrupto; sonoro/sordo;
intermitente/no intermitente; y lateral/no lateral), donde lo más representativo es la

fonema cambia dentro de un contexto —tensiones sintagmáticas— o dentro de un sistema —tensiones


paradigmáticas—. Las tensiones sintagmáticas pueden producir cambios con diverso resultado (aparición de
un alófono, aparición de un fonema ya existente, con el consecuente cambio de rendimiento funcional,
desaparición de un fonema); pueden ser meros cambios fonéticos (creación de alófonos) o fonológicos.
Dentro de las tensiones sintagmáticas, a la ley del menor esfuerzo obedecen todos los cambios agrupados
bajo la rúbrica de ‘asimilaciones’, ‘metátesis’, ‘epéntesis’, ‘anaptisis’, etc. Las tendencias de tipo distintivo son
el freno necesario a las económicas y a ellas responden las ‘disimilaciones’ (y también la ‘economía’). Las
tensiones paradigmáticas actúan como freno de las tendencias que se manifiestan en el plano sintagmático,
pero también pueden ser impulsoras de cambios buscando su propio reajuste. La simetría de los sistemas
nunca es perfecta: casillas vacías y oposiciones no integradas en haces son asimetrías que el sistema intenta
corregir. En general, la fórmula tipológica del cambio fonológico (A:B-A’:B’) puede generar tres tipos: (1) Los
alófonos de un fonema /(A) y (B)/ se convierten en dos fonemas: A’y B’ (fonologización). (2) Los fonemas
/A/-/B/ se convierten en alófonos de un fonema: /(A’): (B’)/ (desfonologización). (3) Los fonemas /A/ y
/B/ continúan siendo distintos, después de haber cambiado algunos de sus rasgos /A’/-/B’/
(refonologización). ‘Distintividad’ y ‘rendimiento funcional’ son factores de cambio o de conservación, en el
sentido de que se mantienen las oposiciones de gran poder distintivo por ser uno de sus términos mucho más
frecuente que el otro y, además, se mantiene la oposición que sirve para distinguir un número elevado de
signos.
16 Ha tenido poca difusión porque está en eslovaco y tiene un resumen en francés, pp. 109-120.
17 El apéndice de S. Mariner abarca las pp. 247-271.
18 Mucho más reciente es la edición de esta obra preparada por E. Borrel Vidal, Iniciación a la fonética, fonología y

morfología latinas, Barcelona 1993 con una actualización bibliográfica.


19 Su traducción es de C. Fernández Martínez, Elementos de fonética y morfología del latín, Sevilla 1992.
20 Varios son los trabajos dedicados a la pronunciación del latín como el excelente volumen de W. S. Allen,

Vox Latina. A Guide to the pronunciation of Classical Latin, Cambridge 1965, el de J. Marouzeau, La prononciation
du latin, París 1931; el de A. Traina, L’alfabeto e la pronunzia del latino, Bolonia 1957 o el de W. Sidney, The
pronunciation of Classical Latin, Cambridge 1965.
ausencia de vocales largas21, a las que se considera como una geminación de sonidos
simples, de manera que no sería necesario introducir otro rasgo o par opositivo22.
Otros problemas que se plantean son los siguientes:
a) la consideración de si las labiovelares y los diptongos representan un solo sonido
(monofonema) o son representación de dos fonemas (difonema). Las posturas encontradas
en este sentido están encabezadas por Brandestein que considera las labiovelares un solo
fonema y por R. A. Zirin que es partidario de su carácter difonemático23.
b) opiniones enfrentadas se encuentran también en el estatuto o no de fonemas
para las realizaciones consonánticas de /i/ y /u/. En este sentido, para S. Mariner se trata
de variantes combinatorias asilábicas en distribución complementaria con los fonemas
vocálicos correspondientes24 y contrario a ello se manifiesta J. J. Iso25.
c) con respecto a los diptongos, S. Mariner es partidario de su difonematismo
frente a los planteamientos de J. Safarewicz26. Mariner aplicó su teoría en relación con los
diptongos ae, oe, y se basa en el criterio de la conmutación de uno de los dos elementos del
diptongo con cero, lo cual daría como resultado la aparición de vocablos distintos (caedo,
cado, cedo). En este sentido X. Ballester establece que “los diptongos latinos de época clásica
son todos ellos difonemáticos y analizables como la sucesión de dos vocales breves de
distinto timbre”27.
En el campo de la fonología diacrónica, el estructuralismo ha intentado explicar
problemas como la pérdida en latín del valor distintivo de la cantidad, lo que le llevó a
pasar de un sistema de diez vocales (cinco largas y cinco breves) a otro de siete basado en
oposiciones de timbre; la apofonía y la síncopa en sílaba interior abierta, que explicaba la
lingüística histórica como resultado del llamado acento de intensidad inicial y los estudios
estructuralistas como la anulación de un elemento vocálico diferenciador por su escaso
papel diacrítico28; o el rotacismo.
Una última contribución del estructuralismo es la incorporación de las laringales al
inventario fonológico del indoeuropeo y su trascendencia para el latín. Si Saussure había
hablado de los coeficientes sonánticos, no será hasta el descubrimiento del hitita en 1927
cuando se consolide su existencia. Así, J. Kurylowicz29 apunta que en hitita hay una forma

21 A éste como uno de los principales problemas de la fonología latina se refiere X. Ballester, “Fonemática de
las vocales largas latinas”, Anuari de Filologia 18 (1995), pp. 21-36.
22 Un ejemplo de ello se observa en el cuadro que presenta P. Quetglas, Elementos básicos de filología y lingüística

latinas, Barcelona 1985, p. 88, donde realiza, además, una revisión a la fonología (pp. 86-96).
23 R. A. Zirin, The Fonological basis of latin prosody, La Haya-París 1970. X. Ballester, Fonemática del latín clásico.

Consonantismo, Zaragoza 1996, pp. 108-110 no incluye labiovelares en el inventario del latín clásico, abogando
así por un carácter difonemático.
24 Véase S. Mariner, “Caracterización funcional de los fonemas del latín clásico”, Emerita 26 (1958), pp. 227-

233. A favor de esta opinión se manifiesta J. L. Moralejo, “Fonética y fonología de V en latín clásico”, en
Actas del VII Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid 1989, vol. I, pp. 511-516.
25 J. J. Iso, “Notas sobre las semivocales y los diptongos latinos”, CFC 8 (1975), pp. 203-218. Para el caso de

la [w] puede verse X. Ballester, “Fonemática de /u/ en latín. El argumento de los pares mínimos”, Faventia 18
(1996), pp. 137-140.
26 S. Mariner, “Valor fonemático de los diptongos latinos en latín clásico”, Helmantica 25 (1957), pp. 17-30 y J.

Safarewicz, “La valeur phonologique des dipthongues latines”, Eos 44 (1950), pp. 123-130.
27 X. Ballester, “Fonemática de /u/ en latín. El argumento de los pares mínimos”, Faventia 18 (1996), p. 110.
28 Es definitorio en sentido estructural el trabajo de J. A. Enríquez, “Apunte sobre el problema de la apofonía

vocálica en latín”, en Actas del III Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1968, vol. III, pp. 85-91.
29 J. Kurylowicz, Études indo-européenes, Cracovia 1935.
no alterada de coeficiente sonántico, entrevisto por Saussure, que el resto de las lenguas
indoeuropeas ha alterado o perdido. E. Benveniste30 sistematizó la tesis tradicional que
sostiene que el indoeuropeo tuvo tres laringales H1, H2, H3, con tres timbres e, a, o31 y P.
Monteil, en su obra de 1970, la aplicó a la fonética latina32. La teoría laringal no ha perdido
vigencia en los últimos años y prueba de ello es el trabajo de F. Rodríguez Adrados, A.
Bernabé y J. Mendoza, que consta de tres volúmenes: Manual de lingüística indoeuropea. I.
Prólogo. Introducción. Fonética, Madrid 1995; II. Morfología, nominal y verbal, Madrid 1996.

Cuestiones generales de morfología

La Morfología es la parte de la Lingüística que, según define F. Lázaro Carreter “se


ocupa de las palabras en cuanto forman parte del plano asociativo, y de los elementos de
relación gramatical o morfemas”33. Dos son las perspectivas generales que han determinado
los análisis morfológicos de una lengua:
Por una parte, los enfoques estructuralistas entran su interés en establecer cuáles
son los componentes formales o funcionales de una palabra compleja morfológicamente.
Los métodos fundamentales empleados por estos enfoques son los de conmutación,
oposición, sustitución, etc. Sin embargo, los planos en los que se aplica dicha metodología
pueden variar. Así, en el distribucionalismo americano se procura lo puramente formal y al
igual que en otros niveles de descripción, como la sintaxis, no se atiende al aspecto
significativo34. Las contribuciones más interesantes nos dejarán como fruto una tipología de
unidades de rango formal como son el morfema y el alomorfo. La definición de estos
conceptos, no obstante, no es uniforme como bien se refleja en Lyons35. En el
estructuralismo europeo, con alguna excepción, se atiende más a criterios funcionales, lo
cual da lugar a otras concepciones diferentes de estas unidades pero también revelan los
tipos de relaciones gramaticales y semánticas entre los componentes de la palabra compleja.
Tales estudios se inician con Bally, quien en su Linguistique générale et linguistique française
distingue entre theme y própos, o predicado y sujeto lógicos de un lexema complejo, y
continúan con Marchand que introduce el concepto de syntagma como correlato funcional
subyacente a los compuestos y derivados. Un punto de vista esencialmente lexicológico es
el dado por Coseriu quien entiende que la morfología derivativa es una gramaticalización
del léxico primario.

30 E. Benveniste, Origines de la formation des noms en indo-européen, París 1935.


31 Bajo el epígrafe “Principales aplicaciones al latín de la teoría laringal” revisa las teorías anteriores P.
Quetglas, , Elementos básicos de filología y lingüística latinas, Barcelona 1985, pp. 160-162.
32 En nuestro país F. Rodríguez Adrados, ha postulado una serie de seis laringales basadas en dos apéndices,

palatal y velar. Véase “Loi phonétique, sonantes et laryngales”, Emerita 31 (1963), pp. 185-211 y Estudios sobre
las sonantes y laringales indoeuropeas, Madrid 1972. La aplicación al latín se encuentra en la obra de J. Molina
Yévenes.
33 F. Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, Madrid, 1977, pp. 283-284.
34 Representantes de esta corriente son L. Bloomfield con su obra Language, Londres 1961, Z. S. Harris y su

“Morpheme alternants in linguistic analysis”, Language 18 (1942) pp. 169-180 y C. F. Hockett, A Course in
Modern Linguistics, Nueva York, 1958.
35 Cf. J. Lyons (ed.), Nuevos horizontes de la lingüística, Madrid, 1975, cap. 5.
La segunda tendencia se interesa menos en cómo desbrozar la palabra en unidades
menores cuanto en cómo articular lingüísticamente los procesos de la competencia
morfológica de los hablantes de una lengua. Dentro de esta tendencia se incluyen los
primeros trabajos del generativismo o los realizados desde la Semántica Generativa en los
que las estructuras profundas de las oraciones y de las palabras derivadas están constituidas
por relaciones entre puntos de naturaleza semántica, entendidos como primitivos
abstractos. Chomsky publicó en 1970 su trabajo “Remarks on nominalization”36, como
reacción contra la Semántica Generativa, abriendo una nueva orientación dentro de la
Gramática Generativa, el lexicismo o el lexicalismo. Según este artículo, los problemas de
estudio de la formación de palabras se dejan de abordar desde una perspectiva
transformacional y se reinterpreta como un fenómeno puramente léxico. Los trabajos más
recientes se encuentran enmarcados dentro de la Teoría de la Rección y el Ligamiento37 en
los que, partiendo de las contribuciones de la morfología ordenada en niveles, se vuelve a
estudiar la palabra compleja desde una perspectiva sintáctica, o la Gramática Funcional de
Dik en la que la morfología derivacional se entiende como un conjunto de procesos de
formación de predicados38.
Una cuestión problemática ha sido la delimitación del objeto de estudio de la
morfología sobre todo con respecto a disciplinas como la sintaxis 39. De manera sintética,
podemos reducir esta cuestión a dos enfoques principales. Uno defiende que la Morfología
describe la estructura interna de las palabras y las diversas formas que éstas adoptan según
las categorías gramaticales de género, número, caso, tiempo, persona..., mientras que la
Sintaxis se ocuparía de la descripción de las reglas de combinación entre morfemas y
palabras para constituir oraciones. Para Martinet, la delimitación y definición de los

36 Cf. N. Chomsky, “Remarks on nominalization”, en R. Jacobs y P. Rosenbaum (eds), Readings in English


Transformational Grammar, Waltham, 1970.
37 Cf. N. Chomsky, Some Concepts and Consequences of the Theory of Government and Binding, Cambridge, 1982.
38 La primera versión de este modelo aparece en S.C. Dik, Functional Grammar, Dordrecht, 1978, traducida al

castellano en 1981 en Soc. Gen. Española de Librería, S.A. Posteriormente han surgido nuevas versiones y
ampliaciones del modelo original en S.C. Dik, The Theory of Functional Grammar. Part I: The structure of the Clause,
Berlín, 1989 (reeditada en 1997) y Part II: Complex and Derived Constructions, Berlín, 1997.
39 Así F. Saussure ya había señalado que “Lingüísticamente la morfología no tiene objeto real y autónomo; no

puede constituir una disciplina distinta de la sintaxis” Curso de Lingüística General (trad. esp.), Buenos Aires,
197312, p. 224. La cuestión fue discutida en el VI Congreso Internacional de Lingüistas en París en 1948 (cf.
Actes du sixième Congrès International des Linguistes, París, 1948): Hjelmslev, Pisani y otros consideraban que la
distinción debía ser sólo un recurso metodológico. No hubo acuerdo en el criterio de la diferenciación, pero
sí en la dualidad frase-palabra o palabra-sintagma (Trnka, Martinet, Kurylowicz); en la dualidad forma-
significación (Bonnard, Larochette); en la de “langue-parole” (Carnoy), sistema-progresión del texto (Togeby,
Holt). Una valoración crítica de las teorías allí expuestas se puede encontrar en A. Llorente, Morfología y
Sintaxis. El problema de la división de la Gramática, Granada, 1955: “Los pareceres de los distintos lingüistas
siguen siendo tan diferentes como siempre y cada continúa aferrado a sus convicciones y a sus prejuicios, lo
que impide un acuerdo definitivo; se sustentan tesis del más diverso carácter, opuestas muchas veces,
antagónicas algunas; tesis basadas en los criterios más heterogéneos y, en ocasiones, en los más peregrinos y
extraños, completamente desconectados, con frecuencia, de la realidad” (p. 155). Sobre la misma cuestión,
puede consultarse la opinión contraria a las conclusiones del citado Congreso en el trabajo de F. Mikus, “En
marge du sixième Congrès International des linguistes (París, 1948)” [ I. Aperçu général de la théorie
syntagmatique. II. La théorie syntagmatique et le VI Congrès. III. La syntagmatique diachronique: ses buts, ses
méthodes, ses résultats], en Miscelánea Homenaje a André Martinet “estructuralismo e historia”, I, La Laguna, 1957,
pp. 159-221.
dominios de la Morfología y de la Sintaxis son válidos aplicándolos a las lenguas flexivas.
Precisamente en estas lenguas es posible delimitar la palabra, y por esa misma razón, se
puede aplicar sin restricciones la división estricta de la gramática en Morfología y Sintaxis40.
Otro enfoque postula la existencia de una única disciplina, la Morfosintaxis cuyo objeto de
estudio sería la descripción de las reglas de estructura interna de las palabras a la vez que
analizaría las reglas de combinación de sintagmas en oraciones. Esta disciplina, pues,
abarcaría también el terreno que generalmente se ha reservado a la sintaxis, a la formación
de palabras y a la flexión, dejando sólo dos niveles en la descripción lingüística: el del léxico
y el de los sonidos (fonología). Es una cuestión no resuelta aún desde el punto de vista
teórico y que sigue siendo causa de muchos debates41.
Por lo general la Filología Latina mantiene la división antigua entre manuales de
Morfología y manuales de Sintaxis, a pesar de lo desdibujado de sus límites y de no existir
un acuerdo claro que delimite el campo de acción de una y otra. En el nivel teórico es
evidente la interconexión de estas disciplinas y su mutuo condicionamiento.
Si los años treinta constituyeron una época dorada para los estudios fonéticos, el
final de los años cuarenta y el comienzo de los cincuenta dio un nuevo impulso a los
estudios morfológicos. Y por la propia naturaleza de la lengua latina, hemos de señalar, en
cuanto a su morfología, que de los modelos descriptivos propuestos por C. F. Hockett42 a
los que ajustar un análisis morfológico: palabra y paradigma43, unidad y orden44 y por
último, unidad y proceso45, es el primero acaso el que más se ajusta a la lengua latina,

40 A. Llorente, A. Llorente, Morfología y Sintaxis. El problema de la división de la Gramática, Granada, 1955, pp. 151
y ss.
41 Para esta cuestión es útil la lectura de P.H. Mathews, Morfología. Introducción a la teoría de la estructura de la

palabra, Madrid, 1980, especialmente pp. 238-240.


42 C.F. Hockett, “Two Models of Grammatical Description”, Word 10 (1954), pp. 210-234. Hockett en este

trabajo menciona el modelo de palabra y paradigma, lo cual explica que el artículo se titule dos y no tres
modelos. Dicho modelo fue retomado por R.H. Robins en su “In defence of WP”, ThPS (1959), pp. 116-144.
43 Este modelo, mencionado de pasada por el autor, interesado más en los otros dos, es el procedimiento de

descripción más utilizado en la gramáticas tradicionales que tienen como unidad fundamental la palabra
nominal, pronominal, verbal y los términos gramaticales (caso, género, etc...) son los elementos de estudio
mínimos. La descripción morfológica de este tipo ha recibido nuevos impulsos en los últimos tiempos al
constatar, por una parte, que no siempre un determinado morfema tiene un valor único y constante, sino que
influyen hechos de distribución, paralelismo, etc. y por otra, que un único valor semántico puede venir
expresado por diversos morfemas en distribución complementaria o incluso libre. De ahí, el giro que se
produce hacia el análisis morfológico tradicional que toma la palabra como unidad formal significativa.
44 La unidad básica en este modelo de descripción es el morfema (raíces, afijos, etc...). Se produce en aquellas

lenguas, como las aglutinantes, en que se da una correspondencia regular entre forma y sentido, de modo que
basta establecer la reglas sobre los morfemas (se ordenan en una estructura superficial de carácter secuencial,
es decir, se seguirán unos a otros determinando o ampliando mutuamente su sentido).
45 Era el modelo que dominaba los estudios morfológicos en el momento en que Hockett redactó su artículo,

sin embargo, da cuenta de procesos morfológicos tales como los que se observan en inglés take / took o tooth
/ teeth, frente a modelos regulares bake / baked o book / books, que no se pueden descomponer en los
morfemas correspondientes de ‘raíz + pasado’ y de ‘raíz + plural’. El nuevo modelo de análisis, de inspiración
generativista, consideró que la estructura de superficie podía estar basada en palabras o morfemas y tenía la
ventaja sobre el modelo anterior de poseer un carácter más general. El mismo tipo de enunciados y reglas
podía explicar formas como books y teeth. En este último caso el morfema ‘plural’ tendría la capacidad de
modificar el morfema vecino (el morfema básico o lexical) en su vocalismo. Se trataría de un proceso
morfológico que concluiría con la desaparición del morfema modificante y el cambio formal del morfema
básico.
afirmación que puede explicarse aduciendo fundamentalmente a que el latín se caracteriza
por la gran fecundidad de la unidad palabra, que aparece como unidad compleja de sentido
a diferencia de otras lenguas que se expresan con la unidad sintagma. El latín es una lengua
de palabras en cuanto que tienen rango significativo y no pueden ser consideradas como
meras acumulaciones de elementos significativos de menor extensión (raíces, morfemas,
etc...), como sucede en la mayoría de las lenguas indias de América. En consecuencia,
conviene que nos fijemos en dos cuestiones generales dentro de la morfología: la palabra y
la flexión.
La categorización de la palabra en latín, como en toda lengua flexiva, es
fundamentalmente interna. La importancia de la palabra como unidad morfológica ha sido
puesta de manifiesto por algunos lingüistas generativistas como P. H. Mathews46, quien
establece entre sus características: la independencia, pues la palabra no aparece ligada
necesariamente a otros elementos gramaticales; la cohesión, puesto que no es posible
dividir la palabra ni incluir formas ajenas en su interior; el orden fijo de los elementos que la
constituyen y el hecho de que son formas léxicas cerradas, pues a la palabra no se le pueden
incorporar sufijos uno detrás de otro de manera indefinida.
La definición de palabra en la tradición gramatical occidental ha reposado en una
clasificación de las partes del discurso en tanto que clases de palabras. Para Monteil las
clases de palabras son dos47: las palabras integradas en paradigmas (variables) y las palabras
aisladas (invariables o insensibles a la flexión). Con todo y siguiendo la visión tradicional,
establece cuatro clases fundamentales de palabras: sustantivo, adjetivo, pronombre y verbo.
De éstas, dos merecen una mayor atención, pues abarcan casi la totalidad del léxico: el
verbo y el sustantivo, encuadrando éste y el adjetivo bajo la denominación de nombres.
Para J. A. Enríquez, la distinción de palabras ha de hacerse teniendo en cuenta no sólo la
forma (variables e invariables), sino también dos hechos gramaticales: la sustitución y la
transformación48. Así, por ‘sustituto’ entiende “una unidad paradigmática de jerarquía
inferior que puede entrar en la cadena hablada en lugar de una unidad superior” y a este
grupo pertenecen los pronombres, que representan un principio de economía, mayor
cohesión y aclaración de las relaciones internas49. Define transformación como “la
posibilidad por parte del hablante de pasar de una forma de un paradigma a otra distinta si
lo exige la función o bien la categoría que quiere expresar, cuando exigen una clase o
subclase de palabras nuevas o un nuevo tipo de oración”. A este grupo pertenecen las
preposiciones y las conjunciones. El adverbio participa de los dos hechos, pues por
transformación puede funcionar como modificador del núcleo nominal en sintagmas
atributivos o predicativos, y además son monemas autónomos con función de
complemento adverbal que enmarca una circunstancia.

46 P. H. Mathews, Morfología. Introducción a la teoría de la estructura de la palabra, Madrid, 1980, pp. 166-185.
47 P. Monteil, Elementos de fonética y morfología del latín, Sevilla, 1992, pp. 141-146.
48 J. A. Enríquez, Introducción a la lingüística latina, Madrid, 1986, pp. 58-65.
49 J. A. Enríquez, Introducción a la lingüística latina, Madrid, 1986, p. 60.
El término flexión hace referencia, en un sentido amplio, a la capacidad formal de
una palabra, no obstante se emplea para designar determinadas variaciones que se
presentan sistemáticamente, con capacidad de repetirse analógicamente en muchas
palabras, y que dan lugar a la expresión de relaciones sintácticas similares o de idénticos
valores semánticos accidentales, sea cual sea el concepto fundamental sobre el que se
aplique. Los procedimientos utilizados en latín para asegurar la variación formal serán la
composición, la derivación y los llamados ‘accidentes gramaticales’, esto es, el género, el
número, el caso, la persona, la voz, el aspecto, el tiempo y el modo. La flexión nominal
contiene los tres primeros accidentes antes enumerados, aunque ciertas formas de la flexión
nominal tienen alguna relación con el accidente persona (pronombres personales, posesivos
y algunos demostrativos). La flexión verbal engloba el número y los cinco restantes.
La evolución metodológica en los estudios de morfología latina corre pareja a la
experimentada por la fonética y fonología50; sin embargo, reseñaremos algunas obras
generales que son significativas de los estudios en esta materia en este siglo. En este
sentido, la obra de A. Ernout, Morphologie historique du latin, París, 1914, se inspira en los
mismos métodos y principios que la fonética histórica de Niedermann, acudiendo en
algunas ocasiones a la comparación con el osco, el umbro y el griego. Posterior es la obra
de C. Juret, Formation des noms et des verbes en latin et en grec, París, 1937. Tomando como
punto de partida presupuestos lingüísticos histórico-comparativos, publica C. Tagliavini, La
lingua latina. Morfologia, Bolonia, 1939, como complemento a la fonética del año anterior.
También es un complemento a su fonética, el trabajo de R. G. Kent, The forms of latin,
Baltimore, 1946.
Dentro de la morfología el estructuralismo ha tenido gran aceptación. La
morfología nominal ha sido estudiada por R. A. Hall51 que postula para todas las formas del
paradigma nominal la misma estructura: raíz + vocal temática + rasgos fonemáticos
predesinenciales + desinencia. Con ello pretende que se hable, por ejemplo, en el caso de
las aparentes distintas desinencias del dativo y ablativo de plural, de una desinencia que se
une al tema y a la vocal temática de distinta forma mejor que de dos desinencias diferentes
(-is para la 1.ª y 2.ª declinación, y –bus para las restantes). Contraria a ésta es la opinión de F.
W. Householer52 que no cree en la existencia de elementos predesinenciales y sí en la de
desinencias diferentes que se unen al tema mediante mecanismos que tienen en
consideración los elementos finales del tema y los iniciales de la desinencia.
El hecho es que, en la década de los cincuenta, lingüistas como, entre otros, Haas,
Robins, Funke… usaron el término Morfología sin tener en consideración los reparos
formulados por Ries, Saussure o Meillet. A la descripción y explicación de los sistemas

50 Para una visión panorámica de los últimos años cf. P. H. Mathews, “Evolución de la morfología en los
últimos años”, en J. Lyons (ed.), Nuevos horizontes de la lingüística, Madrid, 1975, pp. 99-117.
51 R. A. Hall, “Classical Latin Noun Inflection”, CPh 41 (1946), pp. 84-90.
52 F. W. Householder, “A descriptive analysis of latin declension”, Word 3 (1947), pp. 48-58.
casuales se dedicaron, entro otros, L. Hjelmslev53, R. Jakobson54, W. de Groot55 y J.
Perrot56. En realidad, tales descripciones han continuado sin interrupción hasta nuestros
días con obras como las de L. Rubio57, G. Serbat58 y A. Agud59.
Ch. Touratier60 aplica a la morfología verbal un diseño similar al de Householer,
siendo su principal contribución la defensa de la inexistencia de morfemas de presente, de
indicativo, de infectum, o de activa, y la caracterización del imperfecto con un morfema -ba-
no divisible, frente al morfema -b- de futuro y -a- de subjuntivo. Touratier, por medio del
procedimiento de la conmutación, distingue los monemas (lexemas y morfemas) de las
formas verbales personales y de sus variantes formales y alomorfos. Al análisis del sistema
verbal se dedican igualmente los trabajos de S. Mariner61 y de L. Rubio62.
A pesar de su reconocida incapacidad flexiva, también el adverbio se ha estudiado
desde el punto de vista de la morfología sincrónica por parte de autores como P. H.
Matthews63, quien ha supuesto que adjetivo y adverbio son formas de un mismo lexema; tal
como lo habían hecho unos cuantos años antes J. Kurylowicz64, para quien los adverbios
son adjetivos marcados con morfemas vacíos, y K. Bergsland65, cuya teoría pasa por
considerar los adverbios como las demás palabras flexivas con la misma capacidad de
relación que los morfemas casuales. Aún dentro de la corriente estructuralista, un
procedimiento como el de la “conmutación”, tan utilizado por esta metodología, parece
adecuado y suficiente para permitir la existencia de una morfología como parte de la
Gramática de una lengua de palabras, como es el latín, como señaló Mariner en su Lengua y
Literatura Latinas.
Según Mariner66, éste sería el esquema de la clasificación de los apartados en que se
dividiría la descripción de una lengua en la que la palabra constituye un elemento
fundamental (“lengua de palabras”). Al observar el esquema hay que tener en cuenta que lo
que aparece en una superficie rectangular se considera como el desarrollo de una superficie

53 L. Hjelmslev, “La catégorie des cas”, Acta Jutlandica 7: 1 (1935), pp. I-XII, y 1-84.
54 R. Jakobson, Ensayos de lingüística general. Barcelona, 1975, pp. 235-302.
55 W. de Groot, “Les oppositions dans les systèmes de la syntax et des cas”, Mélanges de linguistique offertes à Ch.

Bally (Ginebra, 1939), pp. 107-127; “Classification of cases and uses of cases”, For Roman Jakobson, La Haya,
1956, pp. 187-194; “Classification of cases and uses of a case illustred on the genitive in Latin”, Lingua 6,
1956, pp. 8-65.
56 J. Perrot, “Le fonctionnement du système de cas en latin”, RPh 40, 1966, pp. 217-227.
57 L. Rubio, Introducción a la sintaxis estructural del latín, I. Casos y preposiciones. Barcelona, Ariel, 1981.
58 G. Serbat, Cas et fonctions. Études des principales doctrines casuelles du Moyen Âge à nos jours. París, 1981.
59 Historia y teoría de los casos. Madrid, Gredos, 1980.
60 Ch. Touratier, “Essai de morphologie synchronique du verbe latin”, REL 49 (1971), pp. 331-357.
61 S. Mariner, “Estructura de la categoría verbal ‘modo’ en latín clásico”, Emerita 25 (1957), pp. 449-486.
62 L. Rubio, “Los modos verbales latinos en oración independiente”, Emerita 35 (1968), pp. 77-96; reeditado

en Introducción a la sintaxis estructural del latin, II. La oración. Barcelona, 1976, pp. 42-64.
63 P. H. Matthews, “Word classes in Latin”, Lingua 17 (1967), pp. 153-181; esp. pp. 168 y 175.
64 P. H. Matthews, “Dérivation lexicale ert dérivation syntaxique (Contribution à la théorie des parties du

discours”, BSLP 37 (1936), pp. 79-92; y Esquisses linguistiques, Breslavia, 1960, pp. 164-171.
65 K. Bergsland, “Les formations dites adverbials en –tim, -atim, et –im du latin républicain”, Symbolae Osloenses

20, 1940, pp. 52-85.


66 S. Mariner, “¿Morfología? ¿Sintactosemántica?: el problema de la división de la gramática”, en Philologica II.

Homenaje a D. Antonio Llorente, J. Borrego Nieto et alii (eds.), Salamanca, 1989, pp. 57-65 (p. 63).
cilíndrica, de manera que “sus bases mayores no se piensen como lo más distanciado, sino
contigua una a otra”:
A partir de 1970 comienza una nueva etapa de reanimación de la morfología,
particularmente en el ámbito de la metodología generativista. En el interior de esta
corriente lingüística, no pocos estudiosos han intentado descubrir diferencias sustanciales
que desvinculen su campo de actuación del que corresponde a la sintaxis. Y lo han hecho
precisamente en aquellos aspectos problemáticos en los que los límites de uno y otro
componente son más borrosos, por ejemplo, en las “palabras compuestas” y en los
“pronombres clíticos”.
Así pues, en el seno de la metodología generativista, al menos a efectos
metodológicos y prácticos, siempre se reconoce la existencia de la morfología como una
disciplina autónoma e independiente. Pero, además, no pocos gramáticos de esta
metodología, intentan descubrir las diferencias sustanciales que separen por completo el
campo de actuación de la morfología del que corresponde a la sintaxis. Son conocidos los
esfuerzos de Th. Wasow67 y de S. Scalise68 por poner de relieve que las reglas sintácticas y
las morfológicas tienen propiedades formales diferentes. Primero, porque mientras que las
reglas sintácticas (y también las fonológicas) son necesarias para generar cada oración, las
reglas morfológicas son opcionales. Por ejemplo, un hablante no tiene por qué asignar una
regla morfológica cada vez que se sirve de una palabra derivada o compuesta, puesto que
estas palabras, una vez constituidas, figuran en el diccionario. Cada regla se aplica una sola
vez. Segundo, porque una regla morfológica, y no una sintáctica, posee la facultad de
cambiar no sólo la categoría sintáctica del vocablo,
[(nación)N + al]Adj.
sino también sus rasgos de subcategorización:
[señorear]Vtra. El Cid señoreó las tierras conquistadas
[en + señorearse]Vintr. Enseñorearse de…
Y, por último, porque sólo las reglas morfológicas son “locales”; es decir, hacen
referencia únicamente al material adjunto al afijo. Por ejemplo, portavoz es un compuesto de
dos vocablos, el segundo de los cuales es [- contable]; carece, por tanto, de plural. Sin
embargo, contamos con las formaciones altavoces, portavoces. Se dice que el morfema –es ha
actuado entonces de la siguiente manera:
Z X Y
porta voz] portavoz] -es]
[no contable] [contable]

67Th. Wasow, “Transformations and the Lexicon”, en P. Culicover; Th. Wasow y A. Akmajian (eds.), Formal
Syntax, Nueva York, 1977, pp. 327-360.
68 S. Scalise, Generative Morphologie, Dordrecht, 1984; esp. pp. 167-183.
De no poseer la regla morfológica ese carácter inmediato y “local”, el resultado, una
vez que Y ha actuado sobre Z, nos hubiera obligado a pensar en un objeto inexistente69.
Desde un punto de vista sincrónico, la morfología también ha sido fundamental
para los que trabajan en reconstrucción lingüística, puesto que los datos que proporciona
son los más significativos a la hora de intentar reconstruir o de saber cómo era y cómo
funcionaba la protolengua: “la identificación fonética de los proto-fonemas no siempre es
lo suficientemente precisa, y la reconstrucción sintáctica apenas está en sus inicios”70.
A partir de la década de los 70 no sólo se produce la mencionada revalorización,
según se ha indicado, de la descripción morfológica, sino que se vuelve a abrir la cuestión
del cambio de los sistemas morfológicos, “de la diacronía de los sistemas morfológicos,
entendidos éstos fundamentalmente como sistemas flexivos, esto es, como la parte
organizada en categorías “cerradas”, en sistemas caracterizados según Plank71 por su
“relativa regularidad”, abandonando la morfología derivacional, que se organiza en sistemas
“relativamente irregulares” y que desde el punto de vista diacrónico suele ser tratada con
planteamientos similares a los del léxico”72. Esta revalorización de la diacronía en su
aplicación a la morfología, entendida como dominio autónomo, vuelve a plantear la
cuestión de cuáles son los factores que impulsan el cambio morfológico; es decir, trata de
averiguar si los sistemas morfológicos poseen un dinamismo propio o si los cambios
morfológicos se producen por factores que no son de su dominio. Desde los
neogramáticos se había establecido que los cambios morfológicos son fruto y resultado
únicamente de los cambios fonéticos. La célebre tesis de que la forma de las palabras
cambia constantemente a causa de un deterioro fonético que provoca la abreviación de la
palabra, la pérdida de la identidad fónica de los significantes morfológicos, y como
consecuencia, una reorganización de los sistemas gramaticales. La única fuerza contraria era
la analogía, que se introduce para detener semejante proceso de deterioro. En el fondo la
misma visión neogramátuica del cambio lingüístico es la que permanece en los distintos
estructuralismos, añadiendo quizá el concepto de reanálisis funcional de las formas
heredadas. Kurylowicz, por ejemplo, considera que el sistema morfológico no tiene una
dinámica propia, sino que experimenta reorganizaciones constantes como consecuencia de
cambios fonológicos o de cambios semánticos (esto es, por un cambio en alguna de las dos
caras del signo). El deterioro del significante provoca una reorganización del sistema (o una
resistencia al deterioro), desatando la acción de la analogía, la verdadera fuerza motora de
los sistemas morfológicos, que actúa de forma perfectamente previsible y definida por una
serie de leyes73. También, la otra cara del signo, el deterioro semántico desata las fuerzas

69 Cf. F. A. Lázaro Mora, “Morfología y sintaxis”, en Philologica II. Homenaje a D. Antonio Llorente, Salamanca,
1989, pp. 47-56.
70 J. Mendoza, “Sistema morfológico y cambio lingüístico”, RSEL 16 (1986), pp. 1-20.
71 F. Plank, Morphologische (Ir)Regularitäten. Aspekte der Wortstrukturtheorie, Tubinga, 1981.
72 Cf. J. Mendoza, “Sistema morfológico y cambio lingüístico”, RSEL 16 (1986), p. 3.
73 Cf. J. Kurylowicz, “La nature des procès dits ‘analogiques’”, Acta Linguistica 5. 1 (1945-1949), pp. 15-37; y la

discusión sobre estas “leyes” con Manczak. Cf. también W. Manczack, “Tendances générales de changements
que tratan de reorganizar el sistema morfológico, aunque para Kurylowicz el cambio
semántico también sea una consecuencia del cambio fonológico. Estructuralistas más
recientes repiten las mismas teorías de los neogramáticos y todos los cambios morfológicos
(tipos de procesos como “nivelación paradigmática”, “contaminación”, “analogía
proporcional”, “reinterpretaciones morfológicas”, “restauraciones analógicas”, etc.) tienen
su punto de partida en un cambio fonético.
Estas ideas son muy aceptadas por todos aquellos lingüistas que siguen aceptando
que en realidad el sistema morfológico es estable y fuerte, y que a lo sumo se produce en él
alguna que otra reorganización formal, alguna pérdida de categorías o creación de otras
(por el proceso de gramaticalización de elementos léxicos). En cierta manera estas
concepciones revelan un prejuicio que procede de Schleicher, para quien “la evolución de
las lenguas es un proceso unilateral de decadencia, caracterizada ésta por una pérdida
progresiva de complejidad morfológica”. Y además, la idea de que la morfología es por sí
misma un campo especialmente estable, en oposición a la fonología, sintaxis o léxico. Al ser
la morfología la parte más estructurada de la gramática tendría una especial cohesión
interna, carente de cambios internamente motivados.
Sin embargo, la doctrina de la supuesta estabilidad de los sistemas morfológicos
viene a ser realmente una aplicación a la morfología del concepto de “cohesión interna en
un inventario de signos razonablemente simétrico”, acuñado para la fonología, como es
sabido, por la Escuela de Praga. La aplicación de este concepto a la morfología nos obliga a
descubrir que también en este campo los desacuerdos del sistema deben tomarse en cuenta.
Y así comenzamos a contar, también aquí en la morfología, con los factores intrínsecos de
la propia estructura de los sistemas morfológicos.

analogiques”, Lingua 7 (1958), pp. 387-420; y “Tendances générales du développement morphologique”,


Lingua 12 (1963), pp. 19-38. E igualmente J. Herman, “Les changements analogiques. Essai sur le problème
du développement de la structure grammaticale”, Acta Lingusitica Acad. Scient. Hung. 1. 1 (1951), pp. 119-170.

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