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Contreras Sánchez D.

Mercado D.

Villaseca Valencia J.

Circulo hermenéutico: Heidegger deriva la estructura circular de la comprensión a partir


de la temporalidad del estar ahí. El que quiere comprender un texto realiza siempre un
proyectar. Tan pronto como aparece en el texto un primer sentido, el intérprete proyecta
enseguida un sentido del todo. Para él, toda interpretación correcta tiene que protegerse
contra la arbitrariedad de las ocurrencias, contra la limitación de los hábitos imperceptibles
del pensar, y orientar su mirada “a la cosa misma”. Lo que importa es mantener la mirada
atenta a la cosa aún a través de todas las desviaciones a que se ve constantemente sometido
el intérprete en virtud de sus propias ocurrencias. Resulta, sin embargo, difícil iniciar una
tarea hermenéutica sin prejuicio o expectativas. La comprensión sólo alcanza sus
verdaderas posibilidades cuando las opiniones previas con las que se inicia no son
arbitrarias.

Comprensión: Comprender es la forma originaria de realización del estar ahí, del ser-en-
el-mundo. Antes de toda diferenciación de la comprensión en las diversas direcciones del
interés pragmático o teórico, la comprensión es el modo de ser del estar ahí en cuanto que
es poder ser y “posibilidad”. Comprender es el carácter óntico original de la vida humana
misma.

Prejuicio: Es un juicio que se forma antes de la convalidación definitiva de todos los


momentos que son objetivamente determinantes. No significa en modo alguno juicio falso,
sino que está en su concepto el que pueda ser valorado positiva o negativamente. En la
Ilustración fue restringido su significado a “juicio no fundamentado”. A ojos de la
Ilustración, solo la fundamentación, la garantía del método confiere al juicio su dignidad. El
prejuicio es inevitable en la tarea hermenéutica, pero no por ello indeseable, que un juicio
sea prematuro no lo convierte automáticamente en falso.

Autoridad: Según Gadamer, hay que distinguir entre los prejuicios por respeto humano de
los prejuicios por precipitación. Lo que nos conduce al error es bien el respeto a otros, su
autordad, o bien la precipitación sita en uno mismo. La precipitación es la fuente de
equivocación que induce a error en el uso de la propia razón; la autoridad en cambio es
culpable de que no se llegue siquiera a emplear la propia razón. Lo que se trata de combatir
es la falsa inclinación preconcebida a favor de lo antiguo, de la autoridad. Kant, coinicide al
respecto: “ten el valor de servirte de tu propio entendimiento”.

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