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Las nuevas configuraciones institucionales IBERTIC

RED AGE
Grupo de
Trabajo 4
LA DIRECCIÓN Y LAS TIC
Necesidades y propuestas
del directivo escolar
para el siglo XXI

II. Las nuevas configuraciones institucionales: ¿Algo nuevo o más de lo


mismo?
María Teresa Lugo

2. 1. Las TIC y la educación

Las TIC, ¿transforman las escuelas? Hemos afirmado que en esta


sociedad globalizada, con las Tecnologías de la Información y Comunicación
(TIC) como parte de nuestra cotidianeidad, y con redes interconectando el
planeta, resulta impensable continuar diseñando y poniendo en práctica
sistemas educativos que den la espalda ya no al futuro, sino al presente.
Tal como señalamos en el capítulo anterior, el desafío de la
educación de calidad pasa por incorporar procesos de adquisición de
nuevas competencias que requiere la sociedad actual: búsqueda, selección
y procesamiento de la información para trabajo en equipo, liderazgo,
flexibilidad, autonomía, creatividad y autogestión del aprendizaje, entre
otras.
Bates (2001) señala que, en los nuevos contextos, son muchas las
razones que impulsan a los centros educativos hacia el cambio. En primer
lugar, se refiere a las necesidades de aprendizaje cambiantes de la
sociedad y, en segundo término, al impacto de las TIC en los procesos de
enseñanza y aprendizaje. Tomaremos el primer aspecto y veremos la
importancia de las nuevas destrezas que se exigen actualmente en la
educación. Siguiendo la Conference Board of Canadá (1991), que Bates
retoma en su texto, las presentamos a continuación:
· Buenas destrezas de comunicación: leer escuchar, escribir y hablar
· Capacidad para aprender de forma independiente
· Destrezas sociales (ética, actitud positiva y responsabilidad)
· Destrezas de trabajo en equipo
· Capacidad para adaptarse a circunstancias cambiantes
· Destrezas de razonamiento (resolución de problemas, destrezas
críticas, lógicas y numéricas)
· Navegación en los conocimientos (saber dónde conseguir la
información y cómo procesarla).
A partir de lo expuesto, se evidencia que ya no son suficientes las
destrezas de lectura y escritura que eran necesarias en la Sociedad
Industrial. La educación tiene que estar a la altura de los nuevos tiempos. Y
las TIC pueden abrirnos una puerta de posibilidades al respecto.

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Las TIC: ¿qué son?


Cuando hablamos de Tecnologías de Información y Comunicación
(TIC), nos referimos al conjunto convergente de tecnologías, especialmente
la informática y las telecomunicaciones, que utilizan un lenguaje digital
para producir, almacenar, procesar y comunicar gran cantidad de
información en brevísimos lapsos de tiempo ( Castells, 1997). Para Castells
(1986) las TIC "comprenden una serie de aplicaciones de descubrimiento
científico cuyo núcleo central consiste en una capacidad cada vez mayor de
tratamiento de la información".
La importancia de la información y de las comunicaciones, la
rapidez y fluidez del cambio y, especialmente, la falta de consenso sobre su
impacto, hacen que se requiera una especial atención por parte de los
educadores a la hora de evaluar el impacto en los procesos formativos.
Hemos visto en el capítulo anterior que no debemos homologar
innovación con tecnología. La innovación educativa es un acto deliberado –
y planificado– de solución de problemas, que apunta a lograr mayor
calidad en los aprendizajes de los estudiantes, superando el paradigma
tradicional.
Implica trascender el conocimiento academicista y pasar del
aprendizaje pasivo del estudiante a una concepción donde el aprendizaje
es interacción y se construye entre todos. El aprendizaje se concibe así
como la adquisición de destrezas específicas para resolver problemas.
Este salto cualitativo necesita una nueva configuración institucional.
Pretender alcanzar mayores niveles de justicia e inclusión social con la
misma propuesta educativa, es no escuchar las demandas sociales ni los
nuevos requerimientos de los estudiantes. Para salir de esta situación, es
imprescindible redefinir los objetivos, enfrentar los problemas masivos con
equidad y justicia, desarrollar nuevas formas para organizar y activar la
labor de la escuela, modificar contenidos y prácticas, potenciar las redes y
lograr aprendizajes de calidad y significativos para todos.
El desafío radica, entonces, en que las tecnologías funcionen como
impulso y catalizador para cambios radicales, que impacten en las culturas
de las escuelas y de los sujetos. El proceso de innovar va más allá de la
instalación de computadoras en la clase o de la capacitación docente.
Ambas cuestiones son por cierto insoslayables, pero no determinan
un verdadero cambio en el paradigma educativo. Ya no resulta posible, por
lo tanto, pensar solamente en una institución con formatos fijos y limitados
a un edificio. Las nuevas configuraciones que nacen a la luz de las TIC, han
roto la idea de “agrupamientos académicos fijos” y han motivado la
creación de “agrupamientos académicos diversificados”, cuya característica
fundamental es su alto poder expansivo. Un excelente ejemplo de esto es
la virtualidad, que permite la conformación de espacios académicos de
trabajo a través de miles y miles de kilómetros, con el desarrollo de
múltiples contextos y a partir de diferentes recursos materiales y
pedagógicos. La cultura institucional, en consecuencia, requiere una
profunda reformulación para responder adecuadamente a nuevos tipos de
demandas, ofreciendo propuestas de formación que respondan

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eficientemente a diferentes necesidades sociales y educativas, abriéndose


a nuevos espacios formativos abstractos, y por sobre todo, configurando
nuevas “modalidades” institucionales capaces de hacer frente a estas
exigencias.
Aún en la actualidad, sigue siendo válida esta afirmación de Salinas:
“La flexibilización de las instituciones de educación superior para adaptarse
a las necesidades de la sociedad actual pasa por la explotación de las
tecnologías de la información y la comunicación en los procesos de
formación. Pero, al mismo tiempo, ello implica cambios en la concepción
de los alumnos usuarios, cambios en los profesores y cambios
administrativos en relación con el diseño y distribución de la enseñanza y
con los sistemas de comunicación que la institución establece” (Salinas,
1999b).
Tal como dice este mismo autor, la institución educativa como
organización se encuentra ante una situación paradójica: por un lado, es
parte y protagonista de los más importantes cambios tecnológicos y, por el
otro, representa uno de los segmentos que vela por la conservación y
transmisión de los conocimientos ya construidos por una sociedad.
La posibilidad de desarrollar sistemas de enseñanza más flexibles
supone pensar en proyectos globales, con implicaciones directas en el
sistema administrativo, en el entorno de aprendizaje de los alumnos, en la
colaboración e interacción y en la participación de los docentes.
Durante mucho tiempo la modalidad hegemónica presencial
dominó el espectro educativo. La figura del profesor o docente a cargo de
un aula, exponiendo contenidos frente a una clase pasiva, sin conexión con
lo ocurría en el mundo y a su alrededor fue, en muchos casos, la única
opción posible para los alumnos. Hoy esto se hace insostenible. La
información y el conocimiento evolucionan tan rápido que la ilusión del
profesor como aquel experto infalible ya no condice con la realidad. Una
educación que busque integrar calidad con equidad no puede dar la
espalda a las nuevas tecnologías y a los nuevos recursos.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que se trata de generar
procesos pedagógicos que apunten al conocimiento en acción. Es decir,
verdadera “comprensión” de los hechos y problemas. Tal como señala
Perkins, la comprensión no es un estado de posesión de información, sino
un estado de capacitación. Comprender algo no solo es tener la
información, implica ser capaz de hacer cosas con ese conocimiento, “ir
más allá de él”.
Es fácil suponer que el éxito pasa por la elección de determinadas
herramientas tecnológicas. Sin embargo, el componente más importante
es el mantenimiento de una interacción constante y de calidad. Disponer
de las herramientas tecnológicas de comunicación no es garantía de
interacción y colaboración pedagógica. Al respecto consideramos
importante la distinción entre interactividad tecnológica y la interactividad
pedagógica, según señalan Mauri, Onrubia, Coll y Colomina Para este
concepto se tiene en cuenta tres elementos esenciales en la construcción
del conocimiento: el estudiante, el profesor y el contenido. En esta línea,

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correspondería a la interactividad tecnológica considerar la influencia de


las herramientas tecnológicas y otros recursos de este tipo en la
interactividad entre aquellos tres elementos (profesor – estudiantes –
contenidos); mientras que la tecnología pedagógica tendría en cuenta las
formas de organización de la actividad, ayudas educativas y relaciones que
puede haber entre los profesores y los estudiantes (Mauri, Onrubia,, Coll y
Colomina, 2005). Ambas perspectivas deben estar presentes tanto para el
diseño de un plan de integración TIC en el sistema educativo, como para el
desarrollo del mismo.
Por lo tanto el uso y disposición de los recursos tecnológicos que
existen o que se requieren desde las escuelas, no están aislados de la
propuesta pedagógica que se realice desde las instituciones o desde otros
niveles más altos de decisión. La cuestión pasa por las definiciones
pedagógicas. Pues así veremos que las herramientas que Internet nos
aporta hoy permiten potenciar y desarrollar este principio.

2.4 Competencias tecnológicas y pedagógicas del profesor y alumno del


siglo XXI

Para conceptualizar sobre los nuevos formatos institucionales se


vuelve imprescindible analizar las nuevas competencias docentes y
directivas, como así también de los alumnos, para hacer realidad un
cambio profundo en el paradigma educativo.
Afirmamos que las TIC pueden considerarse necesarias en tres
niveles: en el nivel del usuario o estudiante; en el nivel del profesor, como
creador de espacios virtuales de aprendizaje, y, por último, en el nivel
profesional y social, que refiere a las relaciones con los colegas y pares.
Esto exige, necesariamente, la adquisición de nuevas competencias, tanto
para profesores como para alumnos. Veamos cada una:

El nuevo rol del profesor


El nuevo rol del profesor requiere, por un lado, destrezas en el uso
de las TIC, “hasta lograr hacerlas transparentes” (Pérez i Garcias. (2004).
Pero, por otra parte, esto solo no basta. También son necesarias
competencias de gestión y administración de entornos virtuales, y de
orientación y guía de los alumnos. Tal como señala Perez i Garcias, el
docente del siglo XXI “necesita promover las relaciones humanas,
afirmando y reconociendo las aportaciones de los estudiantes;
proporcionando oportunidades para que los estudiantes desarrollen un
sentido de cohesión del grupo y otras formas de ayudar a los miembros a
trabajar juntos en causas mutuas” (Ibídem).
En este nuevo contexto, ya no son suficientes las estrategias
didácticas desplegadas en las situaciones convencionales de enseñanza.
Nos dice Salinas (1999) que “el profesor deja de ser fuente de todo
conocimiento y pasa a actuar de guía o facilitador de sus alumnos para
favorecer el uso de recursos y herramientas que necesitan para explorar,

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elaborar nuevos conocimientos y destrezas, transformándose en gestor de


la pléyade de recursos de aprendizaje y a acentuar su papel de orientador”.
En otras palabras, parece conveniente que los profesores sean
capaces de (Ibídem):
a) Guiar a los alumnos en el uso de las bases de información y
conocimiento y proporcionar acceso a dichas bases, para usar sus propios
recursos.
b) Promover y potenciar el aprendizaje autodirigido, explotando las
posibilidades comunicativas de las redes. Por ejemplo, mediante
herramientas colaborativas de producción de conocimientos como los
Wiki.
c) Gestar ambientes de aprendizaje y asesorar a los alumnos que
están utilizando estos recursos. Los docentes tienen que ser capaces de
guiar a los alumnos en el desarrollo de experiencias colaborativas,
monitorear el progreso del estudiante, proporcionar feedback de apoyo al
trabajo del alumno y ofrecer oportunidades reales para la difusión de su
trabajo. Por ejemplo, dando acceso a Redes construyendo páginas web
personales e institucionales, etc.
d) Acceder con fluidez al trabajo del estudiante en sintonía con la
filosofía de las estrategias de aprendizaje empleadas y con el nuevo
alumno-usuario descripto. En este punto, podremos ejemplificar con el
Portafolio virtual.
Para seguir con el pensamiento de Salinas, consideramos también
que lo fundamental no es la disponibilidad tecnológica. Se debe prestar
atención a las características de los otros elementos del proceso instructivo
y, en especial, al usuario. Es importante señalar que las propuestas de
aprendizaje tienen que estar en función de los diversos destinatarios, los
formatos de enseñanza deberán ser flexibles, y también deben ser
valoradas la cantidad y calidad de las interacciones que se dan en el aula,
potenciando la comunicación a través de distintas herramientas: foros,
chat, videoconferencia, etc.

El nuevo rol del alumno


Se hace necesario repensar también quién es el sujeto que aprende.
Francesc Pedró (2006) define al aprendiz del nuevo milenio (APL) como
aquel que es adepto a la PC (personal computer), creativo con la tecnología
y, por encima de todo, acostumbrado a las multitareas. El autor describe a
esta nueva generación, surgida a partir de 1980 en Europa y en 1990 en
América Latina, como capaz de atender a la Internet y a la televisión
simultáneamente, de hablar por teléfono y realizar los deberes escolares.
Es decir, los nuevos estudiantes crecen acostumbrados a acceder a
información a partir de fuentes no impresas; dan prioridad a las imágenes
en movimiento y a la música por encima del texto; se sienten cómodos
haciendo varias cosas a la vez; obtienen conocimientos procesando
información discontinua, no lineal.
Por otra parte, según nos alerta Salinas, en la Sociedad de la
Información hay una nueva concepción de ciudadano que supone el

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surgimiento de nuevos usuarios-alumnos participantes en el proceso de


enseñanza-aprendizaje. El énfasis se traslada de la enseñanza al
aprendizaje. Por ejemplo, las posibilidades que se abren con la Web 2.0.
Este ciudadano-alumno debe ser un estudiante conocedor, pensador y
aprendiz crítico. Educarse implicaría, por lo tanto, la adquisición de
conocimientos y procedimientos de una materia o dominio específicos. Por
último, será necesaria la adquisición de estrategias de aprendizaje
relacionadas con las destrezas y el deseo de aprender.
El nuevo rol del alumno, entonces, apuntará a desarrollar las
habilidades necesarias para relacionarse con las TIC, de modo que pueda
adquirir autonomía en el uso, selección, utilización y organización de la
información. Se pasa de alumnos consumidores/distribuidores a
estudiantes productores de conocimientos1.
En síntesis, según Salinas, el nuevo rol del alumno se constituirá en
torno a:
1. El acceso a un amplio rango de recursos de aprendizaje con un
control activo de éstos.
2. La participación en experiencias de aprendizaje personalizadas
basadas en sus destrezas, conocimientos, intereses y objetivos. El
desarrollo de destrezas para usar las herramientas de información y
comunicación y para poder participar de la actualización de los materiales.
3. La capacidad de organizar información de distintas maneras, para
lo cual la instrucción debe adaptarse a las necesidades específicas de cada
alumno, en vistas a que éste pueda hacer su propio trayecto formativo.
4. La integración en grupos de aprendizaje colaborativos, donde el
alumno pueda respetar la opinión de otros y ser tolerante con las
diferencias, hasta alcanzar objetivos en común para la maduración, éxito y
satisfacción personal. Estas actividades deben trascender lo local o lo
microinstitucional para lograr una visión más universal e intercultural.
5. La ductilidad en resolución de problemas emergentes, tarea
relevante para los puestos de trabajo contemporáneos y futuros.
De esta manera, el rol del estudiante es activo, como protagonista y
productor de su aprendizaje y contenidos. En consecuencia, la institución
educativa se resignifica como guía y orientadora para enseñar a aprender,
no sólo “con” sino también “sobre” la tecnología.
Teniendo en cuenta las especificaciones anteriores en cuanto a los
nuevos roles, podemos afirmar que, para la integración TIC en las escuelas
se vuelva un hecho relevante es necesario sostener decisiones de diverso
orden:
En primer lugar, considerar a los estudiantes como individuos y no
como grupos homogéneos.
En segundo término, concebir el proceso de aprendizaje y
enseñanza desde los diferentes estilos y formatos. Esta decisión implica
diseñar distintos trayectos formativos a medida. Para que esto sea una
realidad, necesitamos “escuchar” a los estudiantes, sus necesidades y
expectativas, para hacerlos partícipes del proceso. Personalizar el
aprendizaje implica, entre otras cuestiones, flexibilizar estructuras de

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tiempo y espacio aprovechando las capacidades de Internet. Para que la


educación pueda aprovechar las cualidades inherentes a Internet -
flexibilidad, personalización y conveniencia– e implique diferencias
significativas respecto del modelo tradicional, es necesario afrontar
estrategias para mejorar calidad, incrementar accesos, reducir costos y
apoyar la visión de la centralidad en el aprendizaje.

El rol del directivo: La coordinación y el liderazgo distribuido como clave


del cambio
Otro de los aspectos clave es fortalecer el rol de liderazgo de los
directivos en cada una de las instituciones escolares. En este sentido,
“algunos países están previendo una formación especial en los directivos,
ya que son ellos quienes deben determinar la estrategia para que la
inclusión de las TIC sea exitosa” (IIPE-UNESCO -A-, 2006). No obstante, el
rol de líder asumido por el director, no es suficiente. Hablamos de un
liderazgo distribuido basado en la premisa de que “todos somos líderes”
(Manz y Sims, 1980) La integración TIC debe ser un proceso planificado en
el que “intervienen todos los sujetos comprometidos en la realidad que
busca transformar” (IIPE-UNESCO, 2006) Es necesario tanto las acciones de
liderazgo asociadas al equipo de conducción como así también la
participación efectiva de los docentes y los estudiantes. Para esto es
importante la creación de equipos de trabajo con representantes de todo
el plantel institucional, con roles y tareas claramente identificados y con
compromisos de acción monitoreables y conocidos por todos.

Nuevos roles
Por otra parte, es importante abrir el juego hacia nuevos roles
institucionales: la creación de la figura del “facilitador TIC” o “referente
TIC”. “Muchos programas nacionales crearon la figura de referente en cada
escuela cuya función es motorizar la integración de las TIC” (IIPEUNESCO
-A-, 2006). Esta figura debe ser incorporada dentro de los miembros del
plantel de las escuelas. Un miembro que, sin ser especialista en la temática
TIC “se ha capacitado formal o informalmente en el uso de las TIC con fines
educativos” (IIPE-UNESCO -B-, 2006). Debe poseer además ciertas
características especiales como el interés en mantenerse actualizado,
cierto grado de autonomía en la toma de decisiones y creatividad.
Asimismo, será formado especialmente para asumir este rol a fin de
poder ayudar a sus colegas docentes en los aspectos pedagógicos de la
integración de las TIC, así como también mantener relaciones fluidas entre
directivos, estudiantes y otros miembros de la comunidad escolar. Una de
las posibilidades sería elegir para esta función específica a aquellos
profesores que, a través de sus acciones individuales y voluntarias, hayan
demostrado las características especiales que debe tener un facilitador TIC
y que se encuentren dispuestos a asumir el cargo. También es interesante
capitalizar aquellos recursos humanos que se vienen capacitando en la
provincia y en las regiones y que funcionan, en muchos casos como

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“portadores de la innovación TIC en su zona”. La identificación de estos


actores puede resultar un buen punto de inicio.

2. 5 La gestión de las TIC en la escuela


La integración de las TIC como acción planificada, no busca una
simple incorporación de recursos sino una transformación en las escuelas;
es decir que esos recursos sirvan para ampliar las oportunidades de la
enseñanza y de la gestión en cada escuela, así como las relaciones entre las
distintas instituciones.
Pero la integración de las TIC en las instituciones educativas no sólo
tendría incidencia en los procesos de enseñanza y aprendizaje, sino
también en la gestión de la información y la administración del sistema.
Una correcta integración en todo el sistema educativo daría la oportunidad
de modernizar la gestión del trabajo, así como la relación entre las
diferentes instancias del sistema (IIPE-UNESCO 2006). Las TIC son
herramientas potentes para la construcción, distribución y consumo de la
información sustantiva de la escuela y de los sistemas.

Nuevos modelos y nuevos dispositivos


Más allá del énfasis puesto en la planificación y capacitación para la
integración de las TIC en el sistema educativo, la gestión de los contenidos
y equipamiento es una parte crucial en el proceso de innovación. No sólo
se trata de la adquisición de nuevos equipos y software sino también del
uso que se hace de los recursos con los que se cuenta, la apropiación de los
mismos por parte de estudiantes y docentes, así como su mantenimiento y
actualización, entre otras cosas. En relación con los contenidos digitales
sólo señalar que adquieren características complejas de circulación, de
publicación en distintos formatos, y de articulación.
La cuestión de los modelos no es algo menor. La insistencia inicial
sobre la importancia de contar con Laboratorios de computación en las
escuelas, se fue abandonando hacia modelos de computadoras en el aula.
También la aparición de las denominadas Pizarras Digitales apoyaba la
inclusión de las TIC en el aula a la manera de un “pizarrón” interactivo y
potente. Es sin embargo con la irrupción del denominado Modelo uno a
uno ( Una portátil por niño) y la distribución masiva en el sistema educativo
de dispositivos para el estudiante, que se intenta superar la visita
ocasional, los equipos compartidos y en lugares fijos y el uso asistido hacia
un modelo descentralizado con acceso personalizado y ubicuo. Implica
pensar en un nuevo esquema de trabajo que supera la dicotomía grupal-
individual y que también replantea la tajante frontera entre el aula y el
hogar al permitir que los estudiantes lleven los equipos a sus casas.
Con la aparición de los Modelos uno a uno, se abre un espacio de
oportunidad para los sistemas educativos de América Latina. Sin embargo
queremos señalar que descreemos de las iniciativas globales que buscan
inclusión de las TIC para instituciones educativas que las reciben sin
planificación ni proyectos pedagógicos ad hoc. (Bacher, 2009). No hay
determinismo tecnológico en la modificación de los estilos de los modelos

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de enseñanza, y su inclusión no determina innovación educativa para


aprendizajes de calidad. Dicho de otra manera: un mal profesor no se
convierte por la magia de las TIC en un buen profesor, pero un profesor
será peor profesor si no las incluye en su propuesta pedagógica. Para
romper la segmentación y la exclusión sobre la que alertan muchos de los
autores que hemos consultado para este trabajo, se necesita algo más que
tecnología. Deberíamos focalizar más en la educación y en el aprendizaje.
Hace falta una clara articulación entre las decisiones tecnológicas y
los objetivos prioritarios que cada país y cada región tienen en relación con
la educación. Es más que recomendable encarar, con intencionalidad
cultural y pedagógica, proyectos educativos que colaboren en este proceso
de respeto a la diversidad, de construcción de ciudadanía, de aprender a
vivir juntos, por una sociedad más inclusiva, democrática y con justicia
social.

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