RÓMULO Y REMO.
Una leyenda narra que veintitrés años después del comienzo de la cronología griega (753
antes de Cristo),se fundó en el Lacio una pequeña ciudad que la historia denominaría
“eterna”. ¿Quién hubiera creído entonces que esa aislada aldea crearía un imperio
mundial y marcaría su huella en el mundo entero?. ” Todos los caminos llevan a Roma”, y
Roma fue siglos y siglos, en la historia de la humanidad, el centro del mundo; primero,
desde el punto de vista político; luego, en la esfera religiosa.
Aquella pequeña localidad a orillas del Tíber albergó primero a míseros pastores y
campesinos; la población de Roma no disfrutó de una cultura hasta más tarde, gracias a
los etruscos y a los griegos de Italia meridional. Los romanos asimilaban mucho menos
que los jonios las nuevas corrientes del pensamiento; como los espartanos a quienes se
asemejan en otros aspectos. La grandeza de los romanos radica en la creación de su
Estado y en su estructura social. Por otra parte, Griegos y Romanos se complementaron
mutuamente. Lo admirable es que las orillas del mar Mediterráneo hayan acogido a dos
pueblos cultos de naturaleza tan dispar como griegos y romanos: idealistas los griegos;
llenos de sentido práctico los romanos. Y he aquí lo que nos cuenta la leyenda de la
fundación de Roma:
“En el Lacio, el país de los Latinos, había varias ciudades y una de las más antiguas era
Alba-Longa, fundada por el troyano Julus, llegado al lacio con su padre Eneas, después
de diversas aventuras. Reinaba allí, en el siglo VIII antes de Cristo, un rey llamado
Numitor, hombre apacible y bueno; su hermano menor Amulio, cruel ambicioso, expulsó a
aquel rey del trono y mandó asesinar al hijo de Numitor y consagrar a su hija al servicio de
la diosa Vesta, protectora de la familia y del hogar, para impedir que Numitor pudiera
tener herederos. Las vestales se ocupaban de mantener el fuego sagrado que ardía en el
altar de la diosa y estaban obligadas a la más rigurosa castidad. Pero Marte,dios de la
guerra, se enamoró de la encantadora princesa y de su unión nacieron dos gemelos,
Rómulo y Remo. Asustado el cruel Amulio, ordenó que arrojaran a los dos gemelos al
Tíber, pero el servidor del rey, más piadoso que su señor, depositó a los niños en una
cesa y los confió a las aguas del río. La cesta se detuvo en una orilla y el dios Marte se
apiadó de sus hijos y mandó a uno de los animales que le estaban consagrados que
prestara auxilio a los niños: una loba sedienta vino a beber agua a la orilla del río y los
alimentó con su leche.
Un pastor que descubrió a los niños, los llevó a su casa y cuidó de ellos. Los pequeños
crecieron en un ambiente sano junto a los hijos de los pastores y se fortalecieron
luchando con las fieras y los bandidos. Un día, Numitor los encontró y por las preguntas
que hizo al pastor acerca de ellos intuyó que se trataba de sus nietos. Numitor les reveló
todo el daño causado por Amulio; entonces, Rómulo y Remo reunieron una tropa de
pastores que se apoderaron del usurpador, le dieron muerte y lego devolvieron el trono a
su abuelo. Ellos se instalaron en la colina, cerca del lugar donde fueron alimentados por la
loba y la rodearon con muro de piedra”. Así cuenta la leyenda de los comienzos de la
ciudad de Roma.
Rómulo fue el primer rey de la ciudad, pero Remo, envidioso, quiso demostrar su
superioridad insultándole en público y saltando por el muro que su hermano había
construido. Rómulo se encolerizó tanto, que se abalanzó sobre su hermano y lo mató,
exclamando “ ¡Esto le ocurrirá a quien atraviese los muros ¡ ”. El tema del niño encontrado
y salvado milagrosamente aparece ya en la leyenda babilónica de Sargón I, en la persa
de Ciro y en la griega de Edipo. En el primer relato, el niño es dejado cerca de la orilla; en
los dos últimos, los pequeños son salvados por un pastor y ambos motivos no aparecen
en la leyenda de romano.
La época del primer asentamiento humano en Roma se remonta, sin duda más allá de
753 antes de Cristo, quizás antes del año 100.
Para que la ciudad creciera con más rapidez, Rómulo dio asilo a los fugitivos de todos los
poblados y aldeas cercanas, y ello motivó que acudieran a establecerse en Roma muchos
desterrados y aventureros. A causa de ello, los pueblos vecinos no quisieron mantener
contacto con una población de tan dudosa fama. Entonces, a Rómulo se le ocurrió
organizar una fiesta religiosa seguida de grandes concursos deportivos. Con este
pretexto, los habitantes de otras ciudades que deseaban visitar la nueva urbe, decidieran
hacerlo, pese a la detestable reputación de sus habitantes. Los sabinos, pueblo
originarios de los Apeninos, acudieron en tropel. Durante las competiciones, y a una señal
de Rómulo, los romanos se abalanzaron sobre los espectadores y raptaron a las
muchachas sabinas.