Los signos de puntuación delimitan las frases y los párrafos y establecen la jerarquía sintáctica
de las proposiciones, consiguiendo así estructurar el texto, ordenar las ideas y jerarquizarlas en
principales y secundarias, y eliminar ambigüedades.
La puntuación varía según el estilo de escritura; sin embargo, las diferencias de estilo que se
puedan presentar no eximen a nadie de cumplir con ciertas normas mínimas y de evitar errores
generalmente considerados como inaceptables. De ahí la importancia de conocer y aplicar las
normas básicas de la puntuación.
1. Se emplea para separar los miembros de una enumeración, salvo que vengan precedidos
por algunas de las conjunciones y, e, o, u.
Acudió toda la familia: abuelos, padres, hijos, cuñados, etc.
Señala una pausa mayor que la de la coma pero inferior a la marcada por el punto; se utiliza en los
siguientes casos:
habló conmigo de las cosas del lugar, de la labranza, de la última cosecha de vino y aceite...; todo
ello con modestia y naturalidad, sin mostrar deseo de pasar por muy entendida.
5. Para separar oraciones que, aunque pudieran ser independientes, están íntimamente
relacionadas por el sentido.
si la suerte quiere ir a ti, la conducirás de un cabello; si quiere irse, romperá una cadena.
- La primera palabra que sigue al punto y coma debe escribirse siempre con minúscula.
- De todos los signos de puntuación es el que presenta un mayor grado de subjetividad en
su empleo, puesto que, puede sustituirse en muchos casos por el punto y seguido o la
coma.
Este signo de puntuación (:) representa una pausa mayor que la de la coma y menor que la del
punto; se utiliza en los siguientes casos:
2. En citas textuales.
Certifica:
Que D. José Martínez ha seguido su curso de español durante los meses de Julio y Agosto.
5. También tiene la función de indicar una pausa en el enunciado para llamar la atención del
lector y poner énfasis en lo que sigue a dicho signo.
Atrasar el reloj era inútil por dos razones tristemente conocidas: la primera, la proximidad del
Cabildo, que escapaba a nuestra influencia; la segunda, el tachómetro de plata del portero, que,
bien remontado, velaba fielmente bajo su almohada.