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LAS COLONIZACIONES

FENICIAS Y GRIEGAS
INTRODUCCÓN: El marco teórico de las colonizaciones fenicias y griegas

Antes de profundizar en las colonizaciones fenicias y griegas en el Mediterráneo


Occidental, y sobre todo, en la Península Ibérica durante la Antigüedad hay que indicar que los
historiadores y arqueólogos han utilizado alguno de los siguientes modelos teóricos para
explicar estas colonizaciones. Estos modelos teóricos son los siguientes:

1. El más antiguo y tradicional es el difusionista, basado en la teoría del <<Ex Oriente


Lux>>. Básicamente consiste en la idea de que los avances culturales son traídos por pueblos
civilizadores de Oriente a los pueblos indígenas occidentales, de actitud pasiva, meros
receptores de culturas superiores y desconocedores del potencial económico de su territorio.
Esta doctrina teórica responde a una traslación de los modelos colonizadores decimonónicos a
la Antigüedad y “se fundamenta teórica y científicamente en el evolucionismo”.

2. El modelo centro-periferia, basado en la teoría enunciada por Wallerstein en los


años 70 para explicar los orígenes del capitalismo en el s. XVI y que seria aplicada por
Frankestein a los antiguas colonizaciones en el Mediterráneo.

Según Wallerstein, el sistema centro-periferia deriva de una “división funcional del


trabajo a nivel mundial”, cada cultura o área geográfica tiene una función determinada y toda
ellas están así “interrelacionadas”, sobreviven y se desarrollan desempeñando uno o varios
papeles. Existen “áreas o culturas centrales” que tienen mecanismos estatales o nacionales,
con élites en su seno que demandan productos de lujo. Tienen estas culturas una posición
privilegiada y actúan como demandantes de materias primas y productos exóticos y de lujo,
emitiendo como contrapartida productos de tecnología avanzada. Las “zonas periféricas” están
obligadas a abastecer al centro de mano de obra, materias primas y objetos exóticos y de lujo.

Aplicando este modelo al Bronce Final y a la Edad de Hierro en Europa tendríamos,


según Frankestein:
- Un centro constituido por el mundo griego, Etruria y Fenicia (por tanto, 3
grandes centros).
- Un segundo círculo concéntrico periférico que incluiría el mundo céltico
noralpino hasta el sur de Alemania y las zonas ibéricas y tartesicas. El tipo de sociedad
predominante en esta área es la jefatura.
- Un tercer círculo periférico lo formarían la zona norte de Europa y
Escandinavia. Aquí los cambios operan muy lentamente.

En la periferia, el estímulo para el avance cultural viene dado por el contacto


comercial con los centros, lo que se refleja arqueológicamente por la aparición de
determinado tipo de asentamientos o determinados “ítems” arqueológicos, como el
asentamiento tipo “oppidum (-a)” o “de lugar central”, las tumbas principescas, etc. Áreas que

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han formado parte de la periferia pueden con el tiempo convertirse en centro y también al
contrario.

3. El “modelo complejo de interacción” (traducción literal de Complex Interaction


Model), surgido como contraposición al modelo anterior. Si el sistema centro-periferia supone
que los avances y cambios de las sociedades indígenas tenían como motor el comercio con el
centro, el modelo complejo de interacción entiende que es necesario que se haya producido
un desarrollo previo de las sociedades, sin el cual no puede desenvolverse el comercio entre
ellas. Éste exige la exigencia de un excedente y una división en roles distintos dentro de cada
sociedad.

Esta doctrina se ha aplicado a los contactos de los griegos con los pueblos de la
Península Ibérica y del entorno de Massalia y a los producidos entre fenicios y tartessicos.

En este modelo es muy importante el concepto de “puerto de comercio” o Port of Trade,


es decir, un puerto (ya sea marítimo, fluvial o interior) que actúa como lugar de intercambio
entre pueblos y culturas distintas, allí las transacciones comerciales quedan sancionadas ante
una divinidad o en un templo dedicado a ella. En estos pueblos se gestionarían los
intercambios entre la comunidad colonial y la indígena.

Al estudiar los procesos colonizadores de la Antigüedad hay que tener en cuenta una
serie de aspectos fundamentales:

1) No caer en el presentismo, es decir, no estudiar las colonizaciones antiguas desde la


consideración que tengamos del colonialismo en la Edad Contemporánea.
2) La historia de las colonizaciones siempre se analiza desde la perspectiva del
colonizador, nunca desde la del colonizado.
3) Es necesario analizar en profundidad las relaciones que se crean entre colonia y
metrópoli.
4) En las colonizaciones de la Antigüedad hay que diferenciar las territoriales de las
comerciales, aunque fueran más habituales las del segundo tipo, un ejemplo del cual fue la
colonización fenicia.
5) Al estudiar los procesos coloniales fenicio y griego se ha supuesto que, tanto la
griega como la fenicia eran culturas muy homogéneas que entraban en contacto con otras
culturas también homogéneas, todo lo cual es francamente matizable.
6) La relación entre colonizadores e indígenas siempre indica “trasvase de elementos
culturales”en uso y otro sentido.

I. LA COLONIZACÍON FENICIA

1.1 Introducción: ¿Quienes eran los fenicios?

Un primer rasgo peculiar que define a los fenicios es paradójicamente su propia


indefinición. El estudio de la terminología utilizada para definir a una comunidad o población
es una cuestión que vas más allá de un simple ejercicio de erudición histórica, cuando, como
en el caso de los fenicios, todas sus implantaciones étnicas, lingüísticas, geográficas o
culturales no aparecen con suficiente claridad. El tema del nombre con el que la Antigüedad

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conoció a los fenicios constituye un punto de partida de indudable importancia a la hora de
establecer los rasgos de identidad de esta población oriental.

El término al que designa a los fenicios era Phoenix, de invención helénica y nadie más
que los griegos utilizó el término para designar a este pueblo oriental. No se sabe bien a que
hacia referencia (al color de la púrpura de sus telas, pues eran grandes tinteros, a un héroe
legendario o “epónimo” inventor de la purpura, un instrumento musical, a la tez oscura, etc.).
En cualquier caso, no era así como los fenicios se designaban a sí mismos, lo hacían por el
término “cananeo” (de Canaan), nombre semita cuyo significado no se conoce bien, pero en
hebreo significa “comerciantes”.

Se trataba de un pueblo semita asentado en varias ciudades situados en una estrecha


franja de unos 300 Km., de ancho en la costa sirio-palestina, delimitada por el Mediterraneo al
Oeste y los Montes del Libano al este y extendiéndose desde Akko (Ana) al sur hasta Arvad
(Arados) al norte.

La mayoría de las ciudades se emplazaban en la costa; en penínsulas o promontorios


costeros; o en islas cercanas (Sidon, Tiro, Biblos, etc.); y cuyo patrón de asentamiento lo
repetirán los fenicios en las colonias que fundan en el Mediterráneo.

1.2. Antecedentes de la expansión fenicia en el Mediterráneo:

En el s. X a.C. se dieron toda una serie de circunstancias que permitieron a Tiro


convertirse en una floreciente ciudad-Estado con aspiraciones comerciales y territoriales. Entre
esas circunstancias habría que señalar:
• El declive económico y militar de Egipto.
• La derrota de los filisteos a manos de los israelitas del rey David.
• La decadencia de los reinos arameos del norte de Siria.
• El debilitamiento temporal del Imperio Asirio.

El rey Hiram I de Tiro (961-928 a.C.) fue el fundador del imperio comercial de la ciudad. A
través de un pacto comercial con Salomón (rey de Israel), los tirios se abren paso por las rutas
que llevan a Siria y el Alto Eúfrates, Mesopotamia, Arabia y Egipto, además de navegar por el
mar Rojo.

En el siglo IX a.C. se mantienen las buenas relaciones con Israel y se estrechan los
contactos con los principados neohititas de Cicilia y con los reinos arameos del norte de Siria,
estableciéndose una serie de factorías en el golfo de Alejandreta que permitirán a Tiro el
acceso a los metales (hierro y plata) de Anatolia. El siguiente paso fue la apertura de nuevas
factorías en Chipre, de donde se obtenía cobre. Las relaciones con neohititas y arameos dieron
pie, además, a contactos con el mundo egeo.

A finales del s. IX a.C. Tiro cambia geográficamente los intereses de su política comercial
y comienza su interés por occidente. El primer reflejo de ello fue la fundación de Kition en
Chipre, con el fin de controlar totalmente y más de cerca el suministro de cobre desde la isla.

La explicación que tradicionalmente se ha dado a la expansión colonial tiria por


occidente achacaba a la presión asiria sobre las ciudades-estados fenicias el comienzo de dicha
expansión. Esta situación agobiante habría empujada una gran masa de fenicios a emigrar
hacia occidente y a la búsqueda de materias primas en el mediterráneo central y occidental.
Posteriormente, con el declive de la ciudad tiria, Cartago la sustituiría como colonizadora en el

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Mediterráneo central y occidental en el s. VIII a.C. Sin embargo, las fuentes escritas parecen
establecer que Tiro mantiene su dinámica colonizadora hasta el siglo VI a.C. en que es
conquistada por los asirios.

Otros historiadores opinan que las necesidades de materias primas ya se habrían


planteado a los tirios en tiempos de Hiram I (s. X a. C.), por lo que entonces ya se habría
producido la colonización fenicia. Para apoyar esta hipótesis se buscan las fuentes escritas en
las que se afirma, entre otras cosas, la fundación de Gadir en el 1100 a.C. En contra de esta
teoría está el hecho de que no hay datos arqueológicos fenicios en occidente anteriores a los
inicios del s. VIII

Maria Eugenia Aubet en su obra “Tiro y la colonización fenicia de occidente” sostiene que
la colonización fenicia no puede explicarse por una sola causa, sino por varias concatenadas
que actuaron en un largo proceso temporal, en el que los estímulos exteriores actuaron a
veces como desencadenantes. La cuestión es establecer en que momento de ese proceso les
fue rentable lanzarse a la empresa marítima hacia el Mediterráneo central y occidental.

Desde esta perspectiva (Mª Eugenia Aubet), esas posibles causas concatenadas habrían
sido:

1. CONDICIONANTES GEOGRÁFICOS.- Con la destrucción del sistema palacial ligada a la


llegada de los pueblos del mar a fines del s. XII a.C., los cananeos vieron reducido
ostensiblemente su territorio. A ello hay que añadir un cambio climático que provocó
desertización en la región sirio-palestina y disminución de la vegetación de tipo mediterráneo,
debido a una bajada de las precipitaciones. Todo ello trajo consigo la desestabilización de los
núcleos de población existentes y la readaptación de los pobladores a las variaciones habidas
en el medio. Disminuyó la tasa de nacimiento demográfico y la población se concentró en
determinadas zonas de la costa. Dentro de la región sirio-palestina, quizá la zona fenicia fue la
menos afectada de forma directa por estas alteraciones, sin embargo, se vio privada de las
fuentes suministradas de materias primas y ya nunca encontrarán un equilibrio con los
recursos agrícolas de que disponían.

2. EL DÉFICIT AGRÍCOLA Y LA SUPERREPOBLACIÓN.- La concentración del poblamiento


en las zonas costeras y la perdida de hinterland agrícola provocada por la degradación
climatológica habría provocado déficit de cereales y aceite, lo que hizo necesaria su
importación, algo que es rastreable en los textos y a lo que responderían los acuerdos de
Hiram I y Salomón. Los datos arqueológicos muestran el nacimiento de núcleos de mayor
tamaño en la costa y en el valle de La Begaa. Las necesidades de materias primas y la mayor
concentración de población en la ciudad habría llevado a Tiro a una política de expansión en
detrimento de ciudades vecinas como Sidón y Acre, desde el s. X hasta el siglo VIII a.C.

3. NECESIDADES INDUSTRIALES ESPECIALIZADAS.- Ya en el Bronce Final, las ciudades


fenicias eran grandes productoras de manufacturas de lujo (marfil, oro, plata y bronce)
destinadas esencialmente al mercado que suponían los sistemas palaciales de otras áreas
cercanas, como la mesopotámica. En el s. IX a.C. las ciudades fenicias se convierten en los
únicos abastecedores de estos productos para Israel y el Imperio Asirio, a través, bien de la
exportación en el primer caso, bien en forma de tributo en el segundo.

Las obligaciones tributarias para con los asirios estimularon los intercambios
comerciales con ellos. A cambio de estos tributos, los asirios protegieron y dejaron autonomía
a las ciudades fenicias, mientras que la política exterior de éstos buscaba el asegurarse la

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obtención de las materias primas necesarias para la producción de dichas manufacturas de
lujo; esto exigía control de rutas marinas y de territorios.

Otras mercancías muy necesarias para el mantenimiento del sistema social, político
y estatal asirio eran los metales: hierro, estaño, plomo y plata. Entre finales del s. IX y
principios del s. VIII a.C. se comprueba arqueológicamente una escasez de plata en Asiria, lo
que se cree consecuencia de un corte en su abastecimiento desde Anatolia, a raíz de la alianza
entre los principados sirios y Uratu. Sin embargo, el registro arqueológico demuestra que
desde fines del s. VIII y durante el s. VII a.C. Asiria esta de nuevo bien abastecida de plata. Esta
recuperación de la afluencia del metal se pone en relación con la explotación de las minas de la
península ibérica por los fenicios en dicho periodo.

4. LOS CIRCUITOS COMERCIALES. Para desarrollar su actividad comercial, dada su


posición geoestratégica, Tiro necesitaba concluir pactos con Israel y con los reinos sirio-
arameos y neohititas y/o establecer factorías en el golfo de Alenjadreta:

• El primer circuito comercial lo montan los fenicios tras la derrota de los filisteos
a manos del rey David en el s. X a.C. Israel aportará productos alimenticios y Fenicia les exporta
productos manufacturados. El circuito abarca el mar Rojo y, según lo textos bíblicos, el reino
de Ophir, que algunos lo identifican con el Yemen y otros con alguna región costera de la India,
donde los buques de Salomón y de Hiram I se abastecían de oro, marfil y de piedras y maderas
preciosas. Este circuito desaparece a fines del s. IX a.C. con el despertar político y económico
de Egipto a la postre provoca la ruptura entre Tiro e Israel.

• Seguidamente los fenicios establecen un segundo circuito comercial en dirección


al norte de Siria y Cilicia. Crean factorías en el golfo de Alejandreta para conseguir el
abastecimiento de oro, plata y estaño anatólicos. Pero a fines del s. IX a.C. la alianza entre los
reinos sirios y Uratu, así como el fortalecimiento del reino arameo de Damasco, cierran este
circuito y las posibles rutas alternativas.

• El tercer circuito se organiza en el Mediterráneo, desde Chipre hasta las costas


de occidente. Es la única salida viable tras la perdida de los circuitos anteriores.

5. RELACIONES CON ASIRÍA.- En el s. IX a.C. los asirios inician una política colonial
agresiva y militarista en el Próximo Oriente. Ya en ese siglo hacen acto de presencia en la costa
sirio-palestina sometiendo a tributo a los Estados de la zona bajo la amenaza de invasión. Las
primeras noticias que de ello se tienen narran como el rey asirio Asurnasirpal II (886 a.C.)
sometió a tributo a Sidon, Biblos, Tiro y Arados, sin llegar a conquistarlos militarmente. La
situación se hace mas gravosa para las ciudades fenicias a principios del s. VIII a.C. cuando el
rey Adad-Nirari III exige una cantidad 20 veces superior a lo hasta entonces demandado como
tributo. De esta forma estos pagos forzosos pasan a ser un instrumento de financiación
fundamental de la expansión imperialista asiria.

6. INFRAESTRUCTURA DEL COMERCIO A LARGA DISTANCIA.- Para comprender la gran


expansión y colonización, desde Chipre a Marruecos Atlántico, hay que entenderla como una
gran empresa colonial y comercial. Primero, se fundan colonias agrícolas; se traslada la
población; y, posteriormente, se fundan colonias en zonas ya pobladas. Por ello hablamos de
implantaciones agrícolas, demográficas e intervencionistas. Es importante el fenómeno
agrícola siendo una gran motivación, además de los metales para la fundación de colonias.
Todas estas colonizaciones y comercio, solo se puede dar en una época económica positiva:
buena coyuntura. Esta posibilidad se da, según Mª Eugenia Aubet, entre finales del s. IX a.C. al
720 a.C. cuando se da la avalancha de plata de aznalcollar y Río tinto.

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La colonización fenicia tendría pues dos objetivos fundamentales:
Solucionar el problema del abastecimiento de metales a los asirios (oro, plata,
bronce, estaño y plomo).
Acabar con el déficit alimentario crónico.

Además, esta claro que tal empresa colonizadora no pudo haber sido afrontada por un
Estado débil o en crisis, sino económicamente fuerte y con una potente demanda de sus
productos.

En base a lo dicho el inicio de la expansión colonial fenicia por occidente (Mediterráneo


central y occidental) habría que situarlo cronológicamente entre fines del s. IX a.C. y el 720 a.C.
Entre esas fechas se fundan las colonias de Kitión en Chipre y Cartago en el Mediterráneo
central, así como los primero centros hispanos. Es también entonces cuando se ponen en
marcha la explotación de las minas de Río Tinto y Aznalcollar y el periodo en el que el mercado
asirio se inunda de plata.

1.3. Teorías sobre modelos de implantación fenicia en la Península Ibérica:

Las teorías, bien estructuradas, para explicar la implantación fenicia en la Península


Ibérica no se dan hasta los años 70 de la centuria pasada. Estas teorías son los siguientes:

1. Modelo colonial-agrícola de Whittaker (1967). Según él mismo, la colonización


fenicia no sería un proceso coordinado desde Tiro, ni siquiera había supuesto un monopolio
comercial. Había seguido, además, una serie de fases:

o A principios del 1º Milenio a.C. se produjo un reconocimiento inicial de las


costas hispanas y contactos comerciales esporádicos e irregulares con los indígenas.

o A continuación había seguido una fase de fundación de pequeños


asentamientos en los que se incorporó población autóctona, que fue utilizada como fuerza de
trabajo por los colonizadores.

o Hacia el 700 a.C. se iniciaría una nueva etapa con un incremento notable de
población en los asentamientos coloniales, como consecuencia de la llegada de más colonos,
llevándose a cabo una colonización de tipo agrícola, proceso que culminaría en el s. VI a.C. A
esta última fase corresponderían los hallazgos de materiales fenicios en el valle del
Guadalquivir (Osuna, Carmona, Carambolo, etc.), que implicarían la existencia de “colonias
fenicias” en el interior.

2. Modelo de Frankestein. Se basa en el “modelo centro-periferia”. La colonización


fenicia por occidente reproduciría el sistema de ciudades-estados fenicias de oriente,
constituyendo las nuevas colonias, la periferia del Imperio Asirio. La estrategia comercial
fenicia en la Península Ibérica buscaría asegurarse el monopolio de los recursos de ésta, sobre
todo de la plata.

En un primer momento (s. VIII a.C.) habrían utilizado circuitos comerciales indígenas
preexistentes para acceder a las fuentes de metal.

En una segunda fase, el control de tales circuitos pasaría a manos fenicias (s. VII a.C.)
y se incrementarían los intercambios, así, los iniciales asentamientos comerciales (factorías) se

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convierten en centros productores. Se controla tanto la extracción como la transformación del
mineral en la zona de Huelva.

3. Colonización fenicia como “iradicación semita”. Es un modelo idealista y difusionista


basado en la idea de “aculturación”, es decir, el desarrollo de las culturas indígenas gracias a
los contactos con pueblos de superior civilización. La aculturación implica mayores beneficios
para los indígenas, que no son así protagonistas de su propia Historia.

4. Modelo de círculos coloniales. Ha sido desarrollado por Oswaldo Arteaga. Entiende


que la colonización fenicia, que nace en oriente y reproduce en un principio la estructuración y
conformación social oriental, “tiene luego un desarrollo propio y autóctono” que culmina en la
configuración de una “sociedad fenicia occidental”. En el s. VIII a.C. la colonización es una
empresa dirigida por el estado tirio. Gadir, tras funcionar una época como factoría comercial
tiria, se convierte después en la capital del área fenicia más occidental y en la cabeza del
círculo comercial del Estrecho, que englobaría a otras colonias, como Lixus, Abdera, Sexi,
Almuñecar, etc. todas ellas con población mixta indígena.

5. Modelo de la diáspora comercial de Maria Eugenia Aubet. Aplica este concepto


creado por Curtin (1984). El concepto de “diáspora comercial” supone la existencia de una red
de asentamientos o de comunidades interdependientes, pero dispersas en el espacio, que
tienden a monopolizar los intercambios con determinados sociedades indígenas. Tal red, la
compondrían enclaves multifuncionales y especializados interdependientes, de tal forma que
si el modelo deja de ser rentable desaparece.

Según Aubet, los asentamientos coloniales fenicios habían sido de 3 tipos:


• Asentamientos coloniales mercantiles, como el caso de Gadir.
• Asentamientos coloniales de explotación agrícola, como el poblado de Cerro
de Villar en la desembocadura del Guadalhorce.
• Asentamientos aristocráticos, como Cartago.

La empresa colonizadora fue para Aubet una empresa estatal tiria en la que jugó un
papel fundamental el templo de Melqart de Tiro.

6. Modelo de colonización agrícola de González Wagner y de Alvar. Retoman el modelo


de Whittaker dándole un nuevo enfoque desde la perspectiva de las condiciones geográficas,
ecológicas, demográficas y económicas existentes en Fenicia. La deforestación, el empuje de
otros pueblos, la concentración de la población en un territorio limitado, la explotación
abusiva del entorno, habrían dejado como única salida viable en las ciudades fenicias la
empresa colonizadora ante el desequilibrio producido entre población y recursos. Si a estos
factores unimos la necesidad de aprovisionarse de materias primas y la presión tributaría
asiría, “la colonización debió ser forzosamente agrícola”. Su mayor auge se habría producido
en el s. VII a.C. cuando se crean nuevas fundaciones con fines eminentemente agrícolas, entre
las que se encontrarían asentamientos en el interior, en el bajo Guadalquivir, como Carmona,
Setefilla, Carambolo, Osuna, etc., que estos autores consideran fenicios.

1.4. Concepto de precolonización:

La contradicción entre lo que dicen las fuentes escritas y los datos ofrecidos por la
Arqueología, es el principal origen de controversias en el estudio de la colonización fenicia.
Veleyo Patérculo, historiador latino de época de Tiberio, afirmaba que Gadir fue fundada por
los fenicios 80 años después de la caída de Troya, junto con Lixus y Útica (en el norte de África).
Esto situaría la fundación en torno al 1100 a.C. La misma noticia había sido recogida por

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Diodoro de Sicilia (historiador griego, pero muy ligado ya al mundo latino, que bebe de fuentes
anteriores) en el s. I a.C. Hasta fechas muy recientes esta idea había sido aceptada por la
Historiografía. Sin embargo, los estudios arqueológicos realizado en Cádiz en los años 60 y 70
no encontraron restos de presencia fenicia anteriores, como mucho, a fines del s. IX o
principios del s. VIII a.C.

Historiadores como Aubet y Bunnens entienden que el éxito de esta tradición que sitúa
tan lejanamente la fundación de Gadir se debe a una serie de causas:
a) La existencia de una corriente de autores clásicos y de especulaciones eruditas que
consideran a los textos homéricos como auténticamente históricos.
b) La importancia comercial y económica de Gadir, ya en época histórica.
c) La fama que adquirió en época clásica el templo gaditano de Heracles-Melqart.

Algunos autores buscan una alternativa al problema en el concepto de


“precolonización”, según el cual habrían existido unos primeros contactos entre fenicios e
indígenas en fechas muy tempranas, que serían a los que hacían referencia las fuentes
literarias. Entre éstas se encontrarían las referencias bíblicas a Tharsish, lugar del que afluían
productos exóticos y de lujo al Cercano Oriente. Para apoyar esta teoría se han utilizado datos
arqueológicos muy recientes, como la estela fenicia de Nora (Cerdeña).

Sin embargo, no se ha podido demostrar que sea anterior al siglo IX a.C. Otros datos
arqueológicos esgrimidos no han podido ser situados cronológicamente al no haber sido
encontrados en estratigrafía. Los seguidores de esta hipótesis también han defendido el origen
oriental de carros y escudos utilizados en el Mediterráneo occidental a fines del 2º Milenio y
principios del 1º, pero tal origen no parece demasiado claro. En todo caso, se trata de una
visión claramente difusionista, que no concibe otra idea que la difusión para explicar el cambio
cultural.

1.5. Fases de la colonización en la Península Ibérica:

Como hemos señalado anteriormente, la fundación de Gadir lo sitúa cronológicamente


80 años después de la caída de Troya en manos de los aqueos, lo que daría una fecha de
fundación aproximadamente del 1100 a.C. según ha transmitido V. Paterculo. Gadir, según la
tradición, fue fundada después de dos intentos previos en Sexi (Almuñecar) y Onoba (Huelva).
El texto narra que partió la iniciativa por los fenicios de Tiro y que la fundación debía tener
lugar junto a las Columnas de Hércules, buscándose, pues, una zona optima, que acaso
conocían por referencias.

El problema se debate entre quienes defienden esta cronología antigua y los que
indagan en los testimonios arqueológicos, más objetivos, que no se datan más allá del 800-775
a.C. Los primeros aducen la existencia de una etapa de tanteos, antes de la concentración de
una colonia estable, que no han dejado huellas materiales perceptibles. Los segundos, hacia el
año 1100 a.C. Tiro no dispondría de una infraestructura suficiente para emprender estas
navegaciones de ultramar y, desde luego, los restos mas dispersos por Grecia y Chipre no son
anteriores al 900 a.C. De otro lado, las mismas fuentes hablan de la importancia que tuvo el
culto al dios Melqart en la fundación de la ciudad, que se habría realizado siguiendo el oráculo
de esta divinidad. Pero no hay en Fenicia institucionalización del culto a Melqart hasta el s. X
a.C.

En cuanto a la elección del lugar donde se fundó Gadir, responde a que las
características de su emplazamiento se correspondían con las que los fenicios
tradicionalmente buscaban en sus fundaciones. Se trataba de un archipiélago muy cercano a la

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costa, junto a la desembocadura de dos ríos (el río Guadalquivir y el río Guadalete) y a un gran
lago interior (el lago Ligustinus), por lo que se podía acceder a las zonas mineras existentes
tierra adentro. Además, se encontraba situada entre dos mares y permitía el control costero y
una fácil conexión con las costas del norte de África, tanto mediterráneos como atlánticas y
con el Mediterráneo central.

Si, como parece seguro, fue Cádiz el establecimiento mas antiguo, hay que suponer que
desempeño un papel activo en la organización de la posterior empresa colonial, que se
extendió en una 2ª fase, a partir del s. IX, por las costas de Cádiz, Málaga, Granada y Almería,
para desbordar desde mediados del s. VII este horizonte hacia el litoral levantino y, en sentido
opuesto, por el Atlántico, hasta la desembocadura del Montego.

Hacia el 760 a.C., posiblemente al poco de su fundación, la población de Gadir se


traslada a la costa, concretamente a la desembocadura del Guadalete (Castillo de Doña
Blanca), constituyéndose allí un asentamiento urbano amurallado de unas 5 hectáreas.

También encontramos fundaciones fenicias de mediados del s. VIII a.C. como son, el
yacimiento de “Morro de la Mezquitilla”, en la desembocadura del río Algarrobo (provincia de
Málaga), “los de Cerro de La Mora” y “Cerro de San Pedro” (Huelva). Esto implicaría que los
primeros escarceos y contactos de los fenicios en las costas peninsulares se habían producido
un poco antes de mediados del s. VIII a.C., es decir, a finales del s. IX o a principios del VIII a.C.
En el Mediterráneo central y occidental, los restos arqueológicos fenicios más antiguos se
hallan en Sulfas (Cerdeña), Cartago, Castillo de Doña Blanca (Gadir) y Morro de la Mezquitilla
(Málaga).

Por eso, de la segunda mitad del s. VIII a.C. datan los asentamientos de Toscanos,
Chorreras, Montilla (en Málaga), Sexi (Almuñecar) y Abdera (Adra). Algunos de ellos dejan de
ser ocupados cuando su funcionamiento ya no interesa (el caso de Toscanos y de Chorreras).
Estos yacimientos corresponderían pues a una segunda fase colonizadora.

También es posible hablar de una 3ª fase, menos conocida que la anterior. En la segunda
mitad del s. VII a.C. se fundan los poblados de Cerro del Prado (en la desembocadura del río
Guadarranque, junto a Algeciras, lo que luego será la colonia romana de Carteia), y el Cabecico
de Parra, en la desembocadura del río Almanzora, dedicado a la explotación minera. Este
periodo es el de máximo esplendor de Gadir y a su iniciativa para ampliar su área comercial
hay que achacar esta última fase colonizadora.

En esta 3ª fase de mediados del s. VII a.C., Gadir desarrolla una importante actividad
comercial en una extensa zona que abarca desde “las costas atlánticas de Marruecos y
Portugal, hasta la costa mediterránea del norte de África, Ibiza y la costa levantina peninsular”.
En Portugal se funda por estas fechas (mediados del s. VII a.C.) el asentamiento de Abul, en la
desembocadura del Sado, yacimiento que se relaciona con el comercio del estaño realizado
por los gaditanos en el Atlántico. Estuvo ocupado hasta fines del s. VI a.C.

El límite septentrional de la expansión fenicia por las costas atlánticas lo constituye la


desembocadura del río Mondego (Portugal), en donde poblados indígenas como el de
Conimbriga (Coimbra) reciben aportaciones materiales fenicias (también tartesicas).

De fines del s. VII a.C. datan los restos arqueológicos mas antiguos hallados en el
asentamiento de Lixus en el Marruecos Atlántico. Se trataría de un enclave ligado a la
importación de oro y marfil africanos y a la extracción de sal y a las actividades pesqueras en el
Estrecho.

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Mas al sur de Lixus, los fenicios fundan Mogador, pequeña factoría frecuentada por
navegantes entre los siglos VII y VI a.C., utilizada probablemente para realizar contactos u
operaciones comerciales esporádicos.

En la costa mediterránea norteafricana se llevan a cabo otras fundaciones: Rachogun


(islote en Marruecos) y Mersa Madekh (Argelia), posibles escalas de navegación comercial
utilizados en los siglos VII-VI a.C.

Con respecto a la colonización fenicia de Ibiza presenta una serie de etapas claramente
diferenciadas. Comienza con la fundación de Sa Caleta a mediados del s. VII a.C., enclave que
desde el principio tiene un carácter urbano (4 hectáreas de extensión) y que estuvo orientado
al intercambio con las costas de Levante y del Golfo de León. Ya a principios del s. VI a.C. se
funda Ebussus (actual Ibiza), desapareciendo Sa Caleta. Desde mediados del s. VII a.C., los
fenicios dominan comercialmente el Mediterráneo occidental. Las fundaciones en Ibiza traerán
como consecuencia la de una serie de asentamientos en las costas levantinas. Sin embargo, ya
desde fines del s. VIII a.C. poblados indígenas de esa zona, como los de Los Saladares, Peña
Negra en Crevillente (ambos en Alicante) y Punta de los Gavilanes (Murcia), reciben con
asiduidad productos de origen fenicio. Incluso en Peña Negra existió desde antiguo un gremio
fenicio, situado a las afueras del poblado, dedicado a la fabricación orfebre. Esto significa que
ya hubo presencia fenicia o contactos frecuentes de los fenicios en el área levantina antes de
las fundaciones de Ibiza. En Levante, los fenicios estaban especialmente interesados por los
metales de la zona (hierro en Peña Negra y plata en Punta de los Gavilanes). Localizaron sus
fundaciones en puntos de paso estratégicos hacia posiciones más al norte.

Ibiza experimenta un importante desarrollo comercial a fines del s. VII y principios del VI
a.C., al servir de trampolín para el comercio con el golfo de León y la desembocadura del Ebro,
es decir, con “los pueblos de los Campos de Urnas”. Así lo demuestra, como ejemplo, el
yacimiento de Aldouesta (en Tarragona), situado en un meandro del río Ebro, almacén donde
se guardaban mercancías de origen oriental para su redistribución.

1.6. Yacimientos fenicios más importantes en la Península Ibérica.-

A continuación enumeramos los yacimientos fenicios mas importantes encontrado en la


Península Ibérica.

GADIR.- De la necrópolis arcaica solo se conocen unas cuantas tumbas, fosas del s. VI a.C.
con restos incinerados. Del asentamiento también se ha detectado poco, salvo algunos restos
del s. VI a.C. Tampoco se conoce mucho de los templos de época arcaica, solo estatuillas
encontradas en el canal de Santi Petri, del tipo “smiting god” (Dios sonriente). El resto son
meras referencias en fuentes literarias.

CASTILLO DE DÑA. BLANCA.- Se ubica en un tell artificial cerca de la desembocadura del


Guadalete y en la falda de la Sierra de San Cristóbal. En él, se aprecia toda la secuencia
histórica, desde la fundación fenicia hasta su abandono al final del s. III a.C. tras la derrota
cartaginesa en la 3ª Guerra Púnica. Su poblamiento habría llegado a ser de 100 a 1500
personas.

La muralla es de época arcaica y se ha excavado en parte. Tiene un foso de 200 m de


ancho y 4 de profundidad y sillares. Induce pensar que la convivencia no fue en principio
pacífica con los indígenas.

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Las viviendas tienen planta rectangular, suelo de arcilla, zócalos de piedra y alzado de
adobe lucidos con cal. Están divididas en habitaciones y se disponen formando calles. Son
distintas a la del Bronce Final de la Península Ibérica y parecidas a las orientales.

Esta documentada una gran necrópolis en la falda de la Sierra de San Cristóbal de la que
sólo se ha excavado un túmulo: el de las Cumbres, que ha dado lugar a gran controversia a la
hora de ser interpretado, pues algunos arqueológicos opinan que los allí enterrados son
indígenas, mientras que otros creen que son fenicios. Presenta este túmulo un “ustrinum” o
estructura para quemar difuntos (si la cremación se realiza en hoyo hablamos de un
“bustrum”), en torno al cual existen 63 urnas cinerarias con restos humanos, sellados con
piedras y rodeadas de muros de adobe. El túmulo de las Cumbres esta datado en mediados del
s. VIII a.C. Junto a él aparece otro túmulo con 13 enterramientos (también por incineración),
que data de la segunda mitad del s. VIII a.C. En ambos, el cadáver se quemó con sus
pertenencias personales (joyas, broches de cinturón, cuchillo no ofensivo, etc.). Las cenizas se
cribaban y se introducían en una urna que se depositaba en un hoyo y se tapaba con una
piedra.

CERRO DEL PRADO.- Situado en el campo del Gibraltar, en la desembocadura del río
Guadarranque. Estuvo ocupado desde la segunda mitad del s. VIII a.C. hasta el s. IV a.C. en el
que, posiblemente, por la sedimentación del río, se refundo en Carteia.

CASAS DE MONTILLA.- Este poblado esta ubicado en la desembocadura del Guadiaro. Es


fundado en el s. VIII a.C. y abandonado en torno al 700 a.C.

CERRO DEL VILLAR.- Esta situado junto a la desembocadura del río Guadalhorce, fue
levantado en la segunda mitad del s. VIII a.C. En él se desarrollan actividades no relacionadas
con el comercio ni con la minería, sino con la agricultura en la Vega. De tamaño
considerablemente en relación con otros poblados fenicios de la Península, fue abandonado a
principios del s. VI a.C., quizás por las riadas del Guadalhorce que se han evidenciado a partir
de estudios del terreno.

MALACA.- El asentamiento se encuentra bajo la ciudad actual de Málaga. Los estratos


más antiguos eran del s. VI a.C., por lo que su fundación se relacionaba con el abandono del
poblado de Cerro del Villar. Sin embargo, últimamente se han hallado estratos más antiguos
con lo que es muy probable que Malaca tuviera un origen anterior al s. VI a.C. posteriormente,
se ha encontrado una necrópolis púnica en el Castillo de Gibralfaro.

TOSCANOS.- Quizás el asentamiento mejor conocido y más excavado. Está situado en la


desembocadura del río Vélez, fue fundada en torno al 630 o 640 a.C. Durante ese siglo
experimenta una expansión notable y desarrollo comercial. A esa época pertenece el llamado
“gran almacén”. En la misma orilla del río en que se encuentra este yacimiento, existen otros
dos yacimientos: Alarcón que es una fortaleza y el Cerro del Peñón. En la otra orilla se ha
encontrado una necrópolis esencialmente de época púnica.

MORRO DE MEZQUITILLA Y CHORRERAS.- Estos poblados están localizados en la


desembocadura del Algarrobo. Estos 2 asentamientos, con sus respectivas necrópolis, son
coetáneos.

Morro de Mezquitilla tiene varias fases de ocupación (en el Calcolítico, época fenicia,
fase púnica y época romana), pero sin continuidad entre unas y otras. Para el periodo fenicio
presenta viviendas grandes, una de ellas con 6 habitaciones que se dedicaría a almacén.

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Chorreras se encuentra a unos centenares de metros de Morro de Mezquitilla. El
asentamiento cuenta con viviendas de construcción típicamente fenicia, rectangulares y con
patio interior. Este poblado se ha relacionado con labores agrícolas y de transformación de
minerales.

1.7. Patrón de asentamiento de las colonias fenicias:

Para su estudio son muy importantes los análisis paleogeográficos, dadas las grandes
transformaciones que se han producido en las líneas de costa.

Contemplando la distribución de los asentamientos fenicios, tenemos dos círculos


separados por el Estrecho, el occidental con pocos asentamientos fenicios y muchos tartesicos
y el oriental con gran densidad de establecimientos fenicios costeros y sin apenas yacimientos
indígenas del bronce reciente. En las costas gaditanas y malagueña llegan a estar distanciados
solamente por entre 1 y 4 Km. Tal concentración no es explicable por las necesidades que
exigía la navegación de cabotaje. Algunos las consideran puntos de control visual de todo el
litoral.

Podemos decir que, los fenicios, reproducen en nuestras costas los patrones de
asentamientos de sus ciudades en el Próximo Oriente. Las fundaciones se realizan en islas,
penínsulas o promontorios junto a las desembocaduras de ríos, generalmente navegables en
aquella zona (Guadalhorce, Vélez, Almanzora, Guadalete, etc.). Ejemplos claros de lo dicho son
Gadir, junto al Guadalete; Montilla en la desembocadura del Guadiaro; Cerro del Prado, en la
del Guadarranque; Sexi, entre los ríos Seco y Verde; Cabecico de Parra, al lado del Almanzora;
Cerro del Mar, junto al Vélez, etc.

Son lugares con condiciones óptimas para funcionar como fondeaderos bien protegidos
de vientos y mareas. Sin embargo, ninguno de ellos cuenta con la extensión de otros
asentamientos creados por los fenicios en el resto del Mediterráneo. Así, en Sicilia tenia una
extensión de 40 hectáreas; Kition en Chipre unas 70, entre otros casos similares, frente a las 2
hectáreas de Cerro del Prado y de Morro de la Mezquitilla, las 25 de Toscanos en el momento
de su fundación, posteriormente nunca llegaría a más de 15 hectáreas, o la 10 hectáreas de
Gadir.

Otro rasgo característico de los poblados fenicios en las costas peninsulares se refiere a
sus necrópolis, situados siempre cerca de la ciudad pero al otro lado del río que está presente
junto al asentamiento. Se supone que respondía esta práctica a cierto mecanismo purificador,
reproduciendo también el modelo oriental.

1.8. Registro funerario de las colonias fenicias.-

Es importante el registro arqueológico y el estudio de las necrópolis. Como hemos


mencionado anteriormente, según los distintos hallazgos arqueológicos, las necrópolis de la
Península Ibérica suelen emplazarse en colina a una distancia entre 300 y 800 metros del
poblado correspondiente, situado en estuario o desembocadura de río y en su margen
opuesta.

Parece que la necrópolis arcaica con mayor numero de enterramientos es el Cerro del
Mar, correspondiente a la fase primitiva de Toscanos donde se hallaron 28 tumbas de
incineración en pozo, fosa y hoyo, siendo seguida por Laurita, necrópolis arcaica de Sexi con 20
tumbas, correspondientes a 22 enterramientos en urnas cinerarias de alabastro.

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Con respecto al registro funerario, conocemos pocas necrópolis que datan de los siglos
VIII y VII a.C., como las de Gadir; Casa de la Viña; en Toscanos; trayamar; Morro de Mezquitilla;
Laurita; en Sexi y en Chorreras. No todos se entierran igual. Hay desigualdades en los
enterramientos. En todas ellas predomina la cremación como modalidad funeraria, asociada
generalmente a un ajuar que suele ser uniforme estando compuesto esencialmente por
cerámicas de barniz rojo con formas y funciones diversas, ánforas de transportes, cerámicas
comunes, adornos personales de orfebrería en oro y plata, amuletos de pasta vítrea,
escarabeos en colgantes metálicos, anillos, collares, huevos de avestruz pintados, ocre, etc.
Este ajuar obedece al ritual funerario fenicio para protección del difunto en su vida de
ultratumba.

Paradójicamente, por la misma época en Oriente predomina la inhumación. En aquella


zona, las primeras cremaciones se practican entre los siglos X y IX a.C. en el ámbito sirio-
palestino; mas concretamente en Hama, Tell-Hallaf…, para ya en el s. VIII a.C. realizarse las
primeras en Fenicia (Tell-Arqa), pero son siempre minoría frente a las inhumaciones. Otro
tanto ocurre en Cartago.

Así pues, las necrópolis de la Península constituyen una excepción en el mundo funerario
en este sentido. Otra peculiaridad de algunas necrópolis fenicias de la Península Ibérica
(Laurita, en Almuñecar y Lagos por ejemplo) es que los restos del difunto se depositan dentro
de pozos en vasos de alabastro egipcios que proceden del saqueo de tumbas faraónicas,
mayoritariamente de las tumbas reales de Tanis, donde se enterraron los faraones libios de la
Dinastía XXII. En ellos son visibles sellos de faraones de época tardía, como Sheshonq III,
Takelot II, Osorkon II, etc. en la necrópolis Laurita de Almuñecar, que fue la primera en
proporcionar una cronología precisa (VIII-VII a.C.).

La función que tenía estos vasos, en principio, fue servir de contenedores o lujosos
envases para productos de calidad, primordialmente vino o ungüentos aromáticos, destinados
al suntuoso ajuar funerario de los faraones; pero también servirían de valiosos productos de
exportación comercial e incluso como prestigiosos regalos hacia las casas reales del Próximo
Oriente.

La clave indiscutible de la cronología de Laurita son los dos Kotylai protocorintios de la


tumba 19B, de los cuales uno, por la parte inferior de barniz negro, corresponde al
protocorintio antiguo, fechable entre el 720-690 a.C.; y el otro, con la base radiada de
triángulos negros correspondiente al protocorintio I del 690-760 a.C.

En la necrópolis de Trayamar los cadáveres se depositan en grandes cámaras excavadas


en la roca, con un pasillo de acceso y cubierta de madera. Parecen ser hipogeos familiares
utilizados por varias generaciones en el s. VII a.C. Predomina también la incineración, pero las
inhumaciones aumentan con el paso del tiempo.

En las necrópolis suelen haber restos de pocas personas, posiblemente sólo tendrían
derecho a ser enterados grupos reducidos de la élite colonial. El reducido número de
enterramientos de las necrópolis arcaicas es claro exponente de la débil demografía de los
primeros establecimientos fenicios.

1.9. Economía y Sociedad colonial fenicia.-

Tradicionalmente la colonización fenicia y por tanto las fundaciones se han asociado al


interés por el metal. Tal hecho queda confirmado en el linterland gaditano, donde las minas de
la sierra de Huelva fueron explotadas de forma importante, como lo demuestra el poblado

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minero de Cerro Salomón, del s. VII a.C., situado en la zona de Río Tinto. La llegada de los
fenicios supuso un incremento muy notable de la producción metalífera en determinadas
áreas peninsulares, así como la introducción de nuevas técnicas extractivas y de
transformación del mineral. El que se extraña de la sierra de Huelva se trasladaba luego al
poblado tartésico situado en la misma Huelva, donde existiría una comunidad fenicia desde
fines del s. VIII a.C., dedicada a la transformación del mineral, estando documentados hornos
de fundición de plata.

Además del foco metalúrgico onubense había otro en el entorno de Aznalcollar, al que
pertenecían los poblados de San Bartolomé del Monte y Peñalosa, en el que se realizaba la
copelación de la plata. Relacionado con ellos estaría el poblado de Tejada la Vieja (en Escacena
del Campo), situado a medio camino entre la zona de Aznalcollar y el mar. Existe una conexión
secuencial en el espacio entre Aznalcollar, San Bartolomé, Peñalosa, Tejada y Gadir.

Pero la colonización no se explica simplemente por cuestiones ligadas a la explotación


minera. Un ejemplo de ello nos lo da el yacimiento fenicio de Cerro del Villar, situado en la
desembocadura del Guadalhorce. Los estudios polínicos, paleográficos y paleoecológicos aquí
realizados determinan que se trata de un poblado de fundación muy temprana (fines del s. VIII
a.C.), que explota un territorio de unos 18 Km2 (área de captación de recursos), agrícolamente
muy rico gracias a los limos y arcillas del Guadalhorce, siendo esta riqueza en arcilla muy útil
también para la alfarería y, finalmente, hay abundante hierba para el pastoreo en monte bajo.
Está documentado el cultivo en él de trigo y cebada, la producción y comercialización de vino y
el pastoreo de ganado mayor (ovejas, cabras y cerdos, a pesar de ser gentes de étnica semita).
Además, el poblado contaba con un barrio periférico “industrial” dotado de hornos y un gran
edificio con torno de alfarero.

En general, los asentamientos agrícolas fenicios en la península reproducen el modelo


económico de los poblados agrícolas cananeos e israelíes: cultivo de la vid, olivo y cereales
(triada mediterránea), combinando con el de legumbres y árboles frutales utilizando sistemas
de irrigación y abono natural (estiércol). Esto trajo consigo en el litoral peninsular, como en el
de las ciudades fenicias, una importante deforestación, lo que incrementó la sedimentación y
permitió un cambio progresivo de la línea de costa.

Con todo dicho, los poblados de los asentamientos fenicios en la Península Ibérica se
dedicarían a actividades muy variadas: comercio, artesanía (orfebrería y alfarería), minería,
pesca, agricultura. Es perceptible que cierto urbanismo existan fortificaciones y grandes
almacenes. Todo ello nos refleja una sociedad bien organizada y centralizada
administrativamente formada por una especie de burguesía, mercantil y no mercantil,
especializada.

II. LA COLONIZACÍON GRIEGA

2.1. Introducción: Las Primeras Menciones y viajes al Occidente Mediterráneo en las


tradiciones míticas.-

La presencia griega en la Península Ibérica en la antigüedad se ha movido mucho tiempo


entre lo mítico y lo histórico.

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Las referencias más antiguas proceden de autores clásicos que sitúan episodios del ciclo
hercúleo en Iberia, o hablan de la llegada a ella de héroes griegos que han participado en la
Guerra de Troya (Melenao, Arquelao, Ulises, etc.).

Las investigaciones más recientes de Antonio García y Bellido o de Fernández Nieto, con
un carácter plenamente científico, han llegado a la conclusión de que estos relatos son
recreaciones de época helenística y romana en los que se sitúa la acción de las leyendas en
lugares cada vez más remotos a medida que se iban incorporando territorios al ámbito greco-
latino, es decir, al mundo conocido.

De este carácter mítico debe excluirse la ruta de las islas jalonada con sufijos en
<<oussa>>, ya que topónimos con esta terminación son comunes tanto en Grecia como en
Italia y también son aplicados a la Península. Se datarían posiblemente desde la primera mitad
del s. VIII a.C., como han demostrado recientemente las excavaciones arqueológicas en
Pitecousssa (Isquia), primera colonia griega del Mediterráneo occidental. Desde aquí, esta ruta
se convertirá en el cauce de comunicación de los primeros navegantes y exploradores griegos
históricos hacia el occidente mediterráneo.

Así tendríamos: Ichnoussa (Cerdeña); Meloussa (Menorca); Kromioussa (Mallorca);


Pitioussa (Ibiza); Ophioussa (Formentera); y ya en la costa continental Oinoussa, que para
García y Bellido podría estar en las cercanías de Cartagena y mas al occidente Kalathoussa
(Huelva) y Kotinoussa (Cádiz), incluso en algún momento de esta tradición, toda la Península
recibirá el nombre de Ophioussa.

En los siglos II y I a.C., Iberia todavía no es bien conocida, por lo que es buen lugar para
situar en ella, mitos y fundaciones griegas con el fin de hacer ver que las colonizaciones griegas
son mas antiguas y llegarán mas lejos en el espacio que las otras culturas.

2.2. La etapa pre-colonizadora:

• Primeros contactos históricos.-

La arqueología ha permitido comprender mejor la presencia comercial griega en la


Península, donde no se produce una colonización al estilo de la que desarrollan los griegos
entre los siglos VIII y VII a.C. en otros puntos del Mediterráneo.

Desde el s. XVI a.C., navegantes micénicos habían alcanzado ya las islas y territorios de la
parte occidental del Mediterráneo, lo que es reflejado por datos arqueológicos, como
fragmentos de cerámica micénica encontrados en Sicilia, Cerdeña y Levante Ibérico.

A partir del s. XII a.C., finalizado el Bronce y destruido el sistema palacial en el Egeo y el
Próximo Oriente, desaparecen los datos arqueológicos que muestran la presencia griega en la
Península hasta el s. VIII a.C. con la colonización fenicia. Entonces llegan nuevamente
productos de origen heleno, mas concretamente de las Cícladas, Eubea y Ática. Cada vez
parece mas evidente que en los siglos VIII y VII a.C. no hubo colonización griega en la Península
Ibérica, a pesar de lo recogido en las fuentes escritas, sino que la presencia de restos
materiales griegos se habría debido a la actividad de los fenicios. Los fragmentos de cerámica
griega de época hallados en poblados indígenas (Huelva) y fenicios (Castillo de Doña Blanca,
Chorreras, Toscanos, etc.) de Iberia aparecen siempre en numero muy reducido (en torno al
1% del material cerámico que se halla en la excavación) y proceden, sobre todo, del
Mediterráneo central especialmente de Pitecussa, isla situada frente a Nápoles y colonizada
por los Eubeos, donde se habría producido el intercambio de tales productos con los fenicios.

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La cerámica griega era un bien de lujo y prestigio para éstos, como lo demuestra el hecho de
que parezca en sus tumbas, llegando a copiar esta cerámica para paliar su escasez (se hicieron
imitaciones, por ejemplo, en Toscanos y en Sexi).

• La supuesta colonización rodia en la península.-

Como hemos dicho anteriormente, uno de esos mitos sería el de la navegación rodia en
época muy temprana, por el golfo de León, islas Baleares, las costas levantinas y meridionales
de la Península Ibérica.

Fruto de esta actividad sería la fundación de Rhode, que Estrabón lo sitúa poca antes de
la 1ª Olimpiada, por tanto, hacia el 776 a.C., mito al que contribuiría la homonimia de la
colonia con la pretendida metrópoli y auge comercial de Rhode en el s. IV a.C. Pero tal origen
legendario de Rhode hay que desestimarlo. En primer lugar porque es muy posible que este
mito fundacional fuera creado por Posidonio (135-150 a.C.), del que lo habría retomado
Estrabón. Este último dice:
“Cuenta también de los rodios que su preponderancia marítima no data sólo del tiempo
en que fundaron la ciudad natal, sino que antes del establecimiento de las Olimpiadas, y con el
fin de socorrer a los hombres, emprendieron largas travesías muy alejadas de su patria,
navegando por ello hasta Iberia, donde fundaron Rhode, que después paso a ser posesión de
los masaliotas”.

Habría un interés recíproco entre Rodas y Rhode por fomentar una pasada y una
tradición común: Rhode adquiría así un pasado lejano, unas raíces griegas muy antiguas y
relacionadas con una de las metrópolis griegas más prestigiosas; los rodios incrementaban por
su parte su prestigio al suponerse tan temprana su expansión por el Mediterráneo.

En cualquier caso, analizando los materiales arqueológicos rodios más antiguos hallados
en el sur de Francia, ha demostrado que Rhode es una fundación ligada a la “actividad
comercial massaliota” y nunca anterior a finales del s. V a.C.

• La navegación de Kolaios de Samos: La fundación de Cirene.-

Sin embargo, en la segunda mitad del s. VII a.C. se produce un cambio en esta dinámica
que se refleja en las fuentes materiales y literarias.

La primera referencia textual la proporciona Herodoto (484-420 a.C.) y tiene un carácter


semilegendario. Al narrar la fundación de Cirene por los samios comenta la epopeya del
navegante Kolaios, que desviado de su ruta hacia occidente lega a Tartessos donde es bien
recibido y realiza grandes negocios, volviendo a Samos cargado de riquezas. El relato puede
tener visos de realidad. Herodoto vivió exiliado en Samos y pudo hacerse eco de una tradición
existente allí.

De otro lado, la historia se situaría entre el 640 y el 630 a.C., fecha de fundación de
Cirene, hallándose materiales procedentes de Samos en Cerro del Villar que datan de finales
del s. VII y principios del s. VI a.C. Este episodio puede relacionarse con el interés samio en
occidente durante 30 o 40 años en la segunda mitad del s. VII a.C., hasta que presiones
internas la hacen volver sus miras hacia las Cícladas y el mar Negro. Es difícil establecer a que
puertos de Iberia podrían haber llegado las naves samios, probablemente navegantes de
Samos y de otras ciudades jonias habrían arribado a puertos fenicios peninsulares en la
segunda mitad del s. VII y principios del s. VI a.C. (restos de gran cantidad de copas jonias de

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finales del s. VII y principios del s. VI en Cerro del Villar, Malaca, Huelva, etc.). En cualquier
caso, se tratará de una presencia esporádica y no de colonización.

2.3. La Colonización focea en la Península Ibérica.-

Los griegos que realizarán una importante labor colonizador en el Mediterráneo


occidental serán los foceos. Inician su etapa colonial a fines del s. VII a.C. los foceos por el
Mediterráneo central y occidental mediante la fundación de factorías, cuando otros elementos
griegos, principalmente eubeos de Calcis y rodios, ya estaban prácticamente concluyendo su
proceso colonizador. En el mediterráneo occidental realizan sus primeros asentamientos
estables a comienzos del s. VI a.C.

• La Colonización focea en el Sur Peninsular.-

Desde el ultimo cuarto del s. VII a.C. parece claro que los foceos visitan y comercian con
el reino de Tartessos regularmente con tanto éxito. Herodoto describe la amistad que los
colonos-comerciantes focenses habían entablado con el rey de Tartessos. Tal amistad con el
rey tartéssico Argantonio que les invitó a establecerse en Tartessos para escapar del ataque de
los persas; ante la negativa de los foceos, el rey les concedió dinero para construir una muralla
en Focea. Sin embargo, la muralla es de finales del s. VII a.C., mientras que el ataque se
produjo a mediados del s. VI a.C. Por ello, podemos situar el comienzo de las relaciones entre
Focea y el mundo tartéssico a fines del s. VII a.C., en una época en la que se está produciendo
la expansión colonial de Focea en Oriente (fundación de Lámpsaco en el Helesponto), y
expediciones de esta ciudad a occidente. Focea llega al proceso colonial más tardíamente que
el resto de las ciudades griegas, quizás por ello se viera obligada a navegar a regiones más
lejanas que en períodos precedentes; protagonizando, en Occidente, la última fase de la
colonización griega.

En esta 1ª fase, de fines del siglo VII, esta caracterizada por la presencia de piezas de
alto valor, bronces y cerámicas de excepcional calidad. Las importaciones de este primer
momento se concentran mayoritariamente en Huelva, aunque también son frecuentes en
Guadalhorce y Toscanos.

Entre 590 y 560 a.C., hay un aumento espectacular del volumen de importaciones. De
estos testimonios podemos atisbar que el comercio focense con el reino de Tartessos tuvo que
ser muy intenso, que ahora se extienden desde Almería a Huelva, en competencia con el
llevado a cabo por los fenicios. Así vemos una gran cantidad de restos materiales griegos en
yacimientos fenicios e indígenas en el s. VI a.C. de forma muy notable. Por eso hablamos de
una 2ª fase. Así lo demuestran los restos arqueológicos hallados en Huelva, en Castillo de Doña
Blanca, en Toscanos, etc. Se trata principalmente de cerámicas, ánforas de Quios, de Samos,
de Mileto, de Atenas y de Corinto (es decir, jonias, áticas y laconias), que en más de un 70%
son de aceite y el resto de vino, así como vajilla para beber vino muy apreciado por las
sociedades indígenas y fenicias peninsulares.

Pero también hay una 3ª fase. A medida que transcurre la segunda mitad el s. VI a.C.
(entre 560 al 540/30 a.C.) el volumen de importaciones griegas desciende bruscamente, y
además, se produce un cambio en su fisonomía: se reducen considerablemente las diferencias
de volumen entre la cerámica ática y la de Grecia del Este, llegando casi a equipararse,
desaparecen los productos laconios, y aparecen las importaciones masaliotas. Por otra parte,
ya no encontramos vasos de lujo, ni la riqueza tipológica e iconográfica del periodo anterior,
sino productos de serie, de segunda fila, de rápida ejecución y gran monotonía formal. Estos
restos materiales son abundantes en los asentamientos fenicios e indígenas de la costa

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meridional (Huelva, Castillo de Doña Blanca, Toscanos, etc.), pero también en zonas de
Extremadura y de La Mancha y en la desembocadura de los ríos Segura, Ebro y Llobregat.

• La Colonización focea en el Sureste y Levante Peninsular: La fundación de Emporión


y su evolución.-

Casi simultáneamente a los viajes realizados al sur de la Península, inician sus viajes
hacia el extremo noroccidental del Mediterráneo, manifestándose la presencia griega desde
comienzos del s. VI a.C., lo que implica que las primeras navegaciones de toma de contacto se
produjeron en el s. VII a.C. Fruto de esto fue la fundación de la colonia de Massalia en el 600
a.C., en la desembocadura del Ródano, cuya fundación responde al interés de los foceos por la
ruta del estaño. Desde Massalia y, a través del Ródano, se conectaba directamente por tierra
con la zona de Bretaña. Muy poco después fundaron en la Península Ibérica, Emporion, la única
colonia griega aparte de Rhode posiblemente una colonia masaliota.

Del conocimiento de la fundación de Emporion dependemos de los testimonios


arqueológicos y topográficos. Por ello, nos llevan a establecer la fundación en torno al 575 a.C.
Parece ser que, por los sondeos arqueológicos, y en un primer momento, se asienta en un
lugar ya poblado por los Campos de Urnas.

Estrabón señala que la fundación de Emporion se realizó en una isla. Realmente fue así:
la fundación originaria se llevó a cabo en una pequeña isla situada frente a la desembocadura
de los ríos Ter y Fluvia. Hoy en día, esta isla, conocida como S. Martín de Ampurias, está unida
a tierra firme. El asentamiento inicial, Palaiapolis o “Ciudad Antigua”, se realizó sobre un
poblado indígena que estuvo habitado, entre los siglos XII-VIII a.C. Unos años más tarde se
instalan en tierra firme –Neapolis o “Ciudad Nueva”-, como nos recuerda Estrabón.

Originariamente Emporion fue una factoría comercial y no un centro de poblamiento.


Entre los griegos era común la creación de “emporia”, es decir, lugares para el
almacenamiento y la redistribución de productos de distintos lugares, tanto naturales como
manufacturados. Los foceos ejercían el papel de intermediarios comerciales entre zonas de
importancia desigual, transportaban y distribuían productos intercambiados con los indígenas.
En principio, les entregaban perfumes, tejidos, vajillas, vino y cerámicas finas a cambio de
estaño y plata. Esta práctica llevó a la creación de enclaves costeros o factorías que sirvieran el
apoyo a la “navegación”, “transporte”, “almacenamiento” y “distribución” de los productos y,
desde los que sondear también las posibilidades comerciales con zonas del interior.

No obstante, no se conocen con exactitud las causas últimas que llevaron a la fundación
de Emporion. Según Maluquer y Trías, Emporión fue creado como puerto de escala para las
navegaciones focenses entre el golfo de León y Tartessos. Sin embargo, ya fuera factoría,
ciudad sin territorio, fortaleza refugio, etc., no parece que fuera esa la razón principal de su
fundación, pues autores clásicos como Estrabón y Tito Livio, recogiendo tradiciones anteriores,
nos ofrecen datos que inducen a pensar otra cosa.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que Emporion se funda sobre una isla situada
frente a la desembocadura de los ríos Ter y Fluviá, a través de los cuales se podía acceder a
zonas del interior. Además, con anterioridad a la colonización griega, la región ya había sido
frecuentada por fenicios y etruscos, los primeros interesados en la posibilidad de obtener
plomo y plata. Aunque no hay documentación arqueológica que demuestre que las minas de la
zona fueran explotadas en época tan remota, sí hay referencias indirectas de que así fue:
1. Las necrópolis indígenas mas cercanas a estas áreas mineras son las que más pronto
y en mayor cantidad reciben importaciones griegas.

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2. En Emporion se han descubierto restos de actividades de transformación
metalúrgica con una cronología antigua.
3. En Ullastret, poblado ibérico cercano a Emporion, también se ha detectado la
realización de actividad metalúrgica.

Todo ello hace creer que la fundación de Emporion estuvo ligada en parte al interés por
el metal de las áreas interiores de la región.

Según Benoit, si Massalia había sido fundada por los foceos en razón de su interés por el
estaño atlántico al que se podía acceder remontando el Ródano, Emporion, por su parte,
ofrecía también unas condiciones ventajosas para el comercio, especialmente, para la
obtención de productos como la sal, la pesca, el coral, la púrpura y plantas aromáticas, que
podían ser analizados directa o indirectamente o través de este enclave.

De otro lado, hay que tener en cuenta la gran capacidad agrícola de la zona del
Ampurdán. Buena parte de ello son los “campos de silos” de los siglos V y IV a.C., grandes
extensiones agrícolas con almacenes para el grano. Se han interpretado como centros de
almacenamiento de excedentes agrícolas controlados por los indígenas, pero relacionados con
la costa y no con las zonas de interior. Se ha pensado que a través de Emporion este excedente
se comercializaba con Massalia, el mundo púnico occidental e incluso con Atenas.

Los últimos argumentos expuestos conducen en creer que, dado que Massalia se
asentaba en terreno pobre, la fundación de Emporion habría contribuido al abastecimiento de
estos. De esta forma, se habría producido una lenta transformación de Emporion de factoría o
puerto de comercio o “apoikiae” o colonia agrícola y comercial, hipótesis que, no obstante,
sigue siendo objeto de debate.

Emporion fue inicialmente un “asentamiento pequeño”, pero desde un principio contó


con un templo dedicado a Artemisos de Éfeso, divinidad principal de los foceos. Como otros
santuarios de la época, habría jugado un papel fundamental como punto donde realizar las
transacciones comerciales, pactos políticos y económicos con los indígenas, pues la divinidad
era garante y daba fe de todos estos actos.

Durante la primera mitad del s. VI a.C., la “ciudad vieja” o Paleapolis debió actuar como
avanzadilla del comercio focense con los indígenas de la zona y con las costas del Levante y del
sur peninsular. El éxito de los contactos con los indígenas del interior habría provocado el
traslado del asentamiento al norte de la isla, donde se desarrolló con posterioridad. Esta nueva
fundación se situó a 400 m. de la interior, en el extremo septentrional de la isla. Se tardó un
siglo en completar el poblamiento de la isla.

Durante la segunda mitad del s. VI a.C. Emporion parece mantener una fuerte relación
con Massalia, pero esta relación decae notablemente ya en la primera mitad del s. V a.C., se
consolidan Emporion como ciudad, convirtiéndose muy posiblemente en una autentica,
aunque pequeña (5 hectáreas de extensión) polis dotada de todos los atributos políticos y
sociales propios de una polis griega. Este proceso se habría producido paralelamente a la
pérdida de importancia y decadencia de Massalia.

Los elementos materiales y no materiales que nos indican que en el s. VI a.C. Emporion
constituye una autentica ciudad-Estado serían:

1. La acuñación de moneda propia, concretamente de pequeñas monedas anepígrafas


fraccionarias de plata siguiendo el modelo ateniense. Las primeras dracmas ampuritanas

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presentan cabeza de Perséfone en el anverso y caballo parado, coronado por una victoria
volando y la leyenda EMPORITON, en el reverso.

2. Su desarrollo urbanístico. La configuración de la ciudad es rectangular. El trazado del


caserío tiene una fuerte tendencia hipodámica, con ciertas irregularidades. Pero con el paso
del tiempo sufrió profundas reformas en época helenística y romana. La única puerta de
acceso conservada la encontramos al sur, dentro de la muralla.

3. La creación de una zona de influencia emporitana, tanto en la costa como en el


interior. Es observable por la presencia de yacimientos interiores indígenas muy influenciados
por Emporion, como Ustrallet, Ruscino, Mas de Casteller de Pontós, Enserune, Pech Maho, etc.
Los emporitanos utilizarían la mano de obra indígena en explotaciones agrícolas para su
beneficio (“campos de silos”). Esta área de influencia se extendería hasta el Languedoc y el
Rosellón.

4. El alto grado de convivencia entre indígenas y emporitanos en el seno de la ciudad.


Puede hablarse de que se trataba de una polis mixta, con un núcleo griego, con unos indígenas
muy helenizados poblando en ella, con mezcla de legislaciones. Extramuros aparece un
santuario con un altar del s. V a.C. que serviría de lugar de encuentro entre indígenas y griegos.
Los indígenas habitaban parte de la ciudad separada de la ciudad griega por una muralla en un
principio. Posteriormente, esta muralla se derriba y se engloba a la comunidad indígena
mediante la construcción de una nueva muralla.

En la primera mitad del s. IV a.C. Emporion incrementa su presencia en el ámbito ibero,


lo que se conoce a través de plomos escritos en los que se da fe de estas relaciones
económicas. Esto trajo consigo una prosperidad económica para la ciudad que se tradujo en la
construcción de obras públicas como el templo de Asklepion, situado detrás de la muralla, y
donde se apareció la estatua del dios de la medicina (sabemos que los hallazgos de esculturas
griegas en la Península han sido hasta la feas extraordinariamente raros. Solo algunas
esculturas de mármol se habían clasificado como griegas); y las murallas al sur de la ciudad,
mencionadas anteriormente.

Emporion entra en decadencia a partir de la llegada de las Bárcidas cartagineses a la


península en 237 a.C. (s. III a.C.). Los emporitanos vieron sus intereses económicos al sur del
Ebro y enviaron, junto a los saguntinos, embajadores a Roma para pedir ayuda.

• La fundación de Rhode.-

La segunda polis griega fue Rhode, situada en el extremo de la misma bahía de Rosas,
unida a la de Emporión. El origen rodio y la antigüedad de esta colonia que se refieren en las
fuentes están hoy totalmente descartadas. Según algunos autores, su emplazamiento goza de
las mejores condiciones portuarias en el golfo de Rosas. Posiblemente fuera en un principio un
punto de atraque de los navegantes foceos en el s. VI a.C.

En el s. IV y sobre todo en el s. III a.C., es cuando se dan registros materiales de


consideración; es por entonces también Rhode comienza a amonedar, posiblemente antes de
Ampurias, pero con patrón similar.

Su supuesto origen rodio habría sido un mito creado en época helenística. Lo que no se
conoce bien es el papel que Rhode jugó entre Emporion y Massalia. ¿Pero bajo el ámbito de
influencia de cuál de ellos se encontraba? Para algunos historiadores, su fundación habría sido

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promovida por Massalia para consolidar su influencia en la zona. Pero lo cierto es que el
registro arqueológico muestra una gran similitud con la producción material de Emporion.

2.4. Otras supuestas colonias griegas en la Península Ibérica.-

Aparte de estas colonias (Emporion y Rhode principalmente), diversas fuentes literarias


recogían la existencia de un importante numero de colonias griegas en la Península tales como
Mainake y Hemeroskopeion que fueron buscadas por Schulten; pero también Abdera,
Molibdana, Herakleia, Akra-Leuke (que se relaciona con Alicante), Alonis, Lebedontia,
Gallipolis, Salauris, etc., todas ellas situadas en la costa.

Durante mucho tiempo, los historiadores sostuvieron la veracidad de estas noticias y la


necesidad de encontrar los restos de estas supuestas colonias, partiendo de la interpretación
literal de los datos ofrecidos por obras clásicas como las de Estrabón (autor greco-latino de
época augustea), que recoge datos ofrecidos por autores clásicos anteriores (como Posidonio -
135-50 a.C.-); el Pseudo-Escimno de Quios, poema geográfico del año 90 a.C.; y sobre todo, la
Ora Marítima de Avieno.

La Ora Marítima de Avieno, poeta latino del s. IV d.C. contiene un periplo referente a las
costas de la Península Ibérica que, según Schulten, se basa en un relato mucho más antiguo:
un periplo massaliota de la segunda mitad del s. VI a.C. Pero actualmente, los datos que
pueden obtenerse de la Ora Marítima deben ser cuestionados. Primero porque el genero
periplográfico no se desarrolla hasta el s. IV a.C. por lo que no pudo realizarse un periplo
original en el s. VI a.C. Además, Avieno no es un geógrafo ni un historiador, sino un poeta al
que no le interesa reflejar la situación real de la Península Ibérica, sino hacer un poema
erudito, con ritmo y estilo, buscando las palabras adecuadas en su contexto y en la tradición
literaria y legendaria, lo que se interpone a la posible veracidad de lo narrado. No puede ser
considerada por tanto una reconstrucción fidedigna del litoral ibérico en el s. VI a.C.

Por todo ello, la opinión cada vez mas extendida es que la mayor parte de las supuestas
colonias griegas que se refieren en las fuentes clásicas se corresponderían con poblados
indígenas o fenicios que habrían sido denominados de aquellas formas por los griegos una vez
que tuvieron conocimiento de ellos.

2.5. El comercio de productos griegos en la Península Ibérica.-

Colonización griega y comercialización de productos griegos no son dos fenómenos que


vayan siempre de la mano en la Península. Ya hemos señalado como aparecen objetos de
procedencia griega en los siglos VIII y VI a.C. en poblados costeros del sur y de Levante y
extraordinariamente en algunos interiores.

A partir de los hallazgos de pecios podemos hacernos una idea de los productos griegos
importados. Un ejemplo nos lo ofrece el pecio de El Sec, en la Bahia de Palma de Mallorca. Se
supone que este barco, cuyo origen no se sabe bien si sería púnico o griego, habría recalado en
el Ática, desde donde habría partido con gran cantidad de ánforas hacia Sicilia y Cartago,
donde habría cargado más productos e intercambiado otros, desde allí habría seguido hasta
Ibiza, donde de nuevo habría cargado e intercambiado, para luego marchar a la costa ibérica,
frente a la cual se hundió. Junto a las cerámicas de lujo que, a pesar de la abundancia con que
se encuentran en los pecios, no constituirían la mayor parte del total de productos, se
encontrarían productos agrícolas de calidad, vinos, carnes en salazón, salazones de pescado,
procedentes todos ellos de distintas partes del Mediterráneo, lingotes de plomo, plantones de
vid, frutos secos, semillas, tejidos de lana, cordajes de esparto, cuero, etc.

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En general, el comercio griego se movió dentro de los mecanismos propios del comercio
pan-mediterráneo de la época, en un marco compartido por etruscos, fenicios, púnicos, etc.
Entre los mecanismos característicos de este comercio se encontrarían:

1. La practica comercial a través de sociedades mercantiles, de las que tenemos


constancia a partir de escritos epigráficos en los que se detalla la labor que realizaban, por
ejemplo, la existencia de “agentes” de las mismas en tierras extranjeras para gestionar allí las
transacciones, etc.

2. La existencia de puertos importantes utilizados por comerciantes de distinta


procedencia o nacionalidad, es el caso de Cartago, Ibiza, Gadir, Gravisca (en Turquinia) o Pyrqi
(también en Etruria como el anterior). En estos puertos se documenta la presencia de templos
consagrados a divinidades de distintos pueblos en los que se sacralizarían y oficializarían los
intercambios y transacciones comerciales.

La distribución de cerámica griega en Mediterráneo occidental en el s. V a.C. se da sobre


todo en las costas meridional y oriental de la Península Ibérica y en la costa mediterránea
francesa. Tradicionalmente se ha considerado que Emporion actuaría como centro distribuidor
de los productos áticos por toda esta área debido a que siempre se ha magnificado mucho la
relación de Gadir con Ampurias; y porque los mismos tipos cerámicos aparecen en Ampurias,
en Ibiza y en el sur peninsular, pero es una hipótesis muy rebatida hoy en día.

La zona de mayor concentración de cerámica ática del s. V a.C. es la Contestanía, situada


entre el sur de Alicante, parte de Albacete y Murcia, mas concretamente entre las
desembocaduras de los ríos Segura y Vinalopó. Posiblemente porque los dos ríos eran arterias
de comunicación con los distritos mineros de la alta Andalucía y con la Meseta suroriental y
porque la zona era especialmente rica en sal y en fibras vegetales como al lino y el esparto,
que podían obtenerse a cambio de los productos griegos. Entre el conjunto de cerámicas es
preciso reseñar la presencia de ceramistas y pintores importantes. Las cerámicas que llegan en
estas fechas a la Peninsula son productos de baja calidad, con temas estereotipados en las
piezas de figuras rojas.

Un caso certificado como registro arqueológico de este tipo de intercambio es el


poblado que se excavó en la Loma del Escorial, en la Manga del Mar Menor. En él se encontró
un almacén con 8 cráteras (vasos grandes que se utilizaban para mezclar agua y vino,
decorados con distintos escenas) con decoración roja, una vajilla ática de barniz negro y
ánforas ibéricas. El almacén data del s. IV a.C. y algunos productos eran de cronología anterior
a otros. Es exactamente el mismo tipo de cerámica que aparece en necrópolis de poblados
ibéricos, como la de Baza y la de Galera. Dado que los gustos por un tipo de cerámica griega y
otro variaba de unas zonas a otras se produjo cierta especialización en la distribución, así la
cerámica griega de figura roja aparece con profusión en los poblados ibéricos de la Alta
Andalucía, mientras que en los poblados púnicos del sur son más comunes las cerámicas áticas
lisas de barniz.

La presencia de producción griega decae a mediados del s. IV a.C., fenómeno que se ha


relacionado con la firma del primer tratado entre romanos y cartagineses. A partir de entonces
lo que se encuentra son imitaciones locales (hechas en Gadir, Ibiza, etc.) de las cerámicas
áticas según el gusto de cada zona. Estos talleres sustituyen a las cerámicas áticas en el
mercado indígena del Mediterráneo occidental.

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A fines de la 2ª Guerra Púnica (fines del s. III a.C.) aparece cerámica griega de Campania
(Italia) en la Península Ibérica, pero es algo que ocurre en un ámbito comercial y especial ya
netamente romano.

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