Delegar es poner ciertos objetivos, determinar lineamientos generales, pero después dar un
paso al costado, correrse y ver al final del proceso cómo resultó. En ese camino aprenden
mucho las dos partes: el que delega porque advierte que no es indispensable para ciertas
cosas y el empleado porque se hace cargo de una nueva tarea.
El objetivo principal es optimizar, dividir el trabajo y lograr que los mejores recursos estén
volcados a donde más jugo se le pueda sacar. Hacer más rentable y más eficiente una
organización. Delegar es una de las tareas más importantes de un directivo. Aprender a
delegar correctamente puede hacer el trabajo mucho más productivo y satisfactorio,
especialmente el de cualquiera que ostente un cargo de responsabilidad. No todos los
directivos son capaces de hacerlo con eficacia, y a menudo se cometen fallos que llevan a
malos resultados en cadena.
Los dos errores más típicos y frecuentes al delegar son los siguientes:
Negarse a hacerlo. Actitud típica de quien necesita tener control absoluto de todo y no
muestra confianza suficiente en nadie. Ocurre también en quienes ejercen un
liderazgo autocrático o en esos responsables de proyecto que han tenido una mala
experiencia delegando trabajo. En muchos casos, los fracasos del pasado radican en
que el directivo que delega espera del responsable de la tarea que se comporte como
un clon suyo, planificando, analizando, ejecutando tareas exactamente igual que lo
haría él.
5. Hacer una crítica constructiva: refinar el proceso, destacar lo que ha salido bien y
analizar los que se debe mejorar.
Para dominar el arte de la delegación, te comparto un proceso de siete pasos: