“Terapia Gestáltica”
Cap. 4: “Las transacciones de la resistencia”
RETROFLEXIÓN
El retroflector abandona toda tentativa de influir sobre el medio, convirtiéndose en una
unidad aislada y autosuficiente, reinvirtiendo su energía en un sistema interpersonal e
imponiendo severas restricciones al tráfico entre el ambiente y él. El sujeto vuelve contra
si mismo lo que querría hacerle a otros, o se hace a sí mismo lo que querría que otro le
hiciera.
La retroflexión pone de relieve la capacidad esencial del hombre de desdoblarse en un
observador y un observado, y en uno que hace y uno que es hecho. Este poder tiene
diversas manifestaciones: el hombre habla consigo mismo, su sentido del humor atestigua
también la escisión (porque significa que puede aislarse y apreciar la incongruencia o el
absurdo de su conducta), su sentido de vergüenza o de culpa supone la perspectiva del
que se observa y se juzga a sí mismo.
Así, la dolorosa capacidad del hombre de ser su propio juez enficiona su vida entera.
En su mejor aspecto la retroflexión sirve para autorectificarse. Pero se vuelve
caracterológica cuando se convierte en una paralización crónica de las energías que se
contraponen dentro del individuo. Entonces la suspensión de la actividad espontánea
(saludable si es temporaria) se petrifica en helada resignación. Se pierde así el ritmo
natural entre la espontaneidad y la autobservación, y el hombre queda interiormente
dividido en fuerzas que lo inhiben, bloqueando sus salidas al mundo.
Pensar es un proceso retroflexivo, un modo sutil de conversar con uno mismo. Tiene
cualidades disruptivas (interfiere la acción o la pospone) el pensamiento es un medio
valioso para orientar al individuo en todos los asuntos de su vida que son demasiado
complejos para quedar liberados a la decisión espontánea.
En la retroflexión la escisión suele causar abrasión interna y estrés, porque permanece
autocontenida y no se convierte en la actividad necesaria El movimiento hacia el
desarrollo consistiría en redirigir la energía para que se abra la lucha interna.
La menta perseguida es que el sujeto tienda al contacto con la realidad (luego de la
elaboración de dicha lucha). Es que el impulso a ponerse en contacto con los demás está
encubierto por lo que hay que redinamizar la interacción dentro del yo escindido
haciéndola consciente.
La observación del comportamiento físico del sujeto permite identificar donde se está
liberando la batalla (examen de actitudes, gestos o ademanes, permite ver la lucha por el
control de su cuerpo). Quizás el campo de batalla de otra persona este centrado en la
prohibición de hacer comentarios mordaces, hirientes, hostiles (ejemplo), se observará su
tensión y rigidez de la mandíbula inmóvil, en guardia contra la expresión de cólera.
Las resistencias a liberar la actividad retroflexionada se presentan en dos niveles de
toxicidad. En el nivel más moderado el individuo hace lo que necesita para sí, por ej. Si es
cariñoso se mima, se encierra en su propio abrazo, etc., se proporciona en parte la tibieza
y el contacto que necesita de otra persona. En un segundo nivel esta atención interna de
sus necesidades es mínima, porque ha llegado a sentirse a sí mismo como intocable y ni
siquiera puede autogratificarse (Ej. Se sienta tieso en la silla, se seca expeditivamente
después de bañarse).
De ahí que cuando se trata de deshacer el proceso retroflexivo, una etapa inicial de
relajación de la musculatura puede mover al sujeto hacia sí mismo, y no hacia otros. Todo
movimiento que corta la paralización y restituye energía vital al sistema promueve la
restauración eventual de contacto con el mundo exterior (aunque en principio esté dirigido
a uno mismo).
Todas estas cosa empezaron como controles conscientes. El niño tentado por el dese de
tocar lo prohibido mira el objeto y se ejercita en decirse “no, no, no” a sí mismo, como si
fuera su propio padre. Más adelante, este “no” queda incrustado y olvidado, pero no
escondido, porque el cuerpo tiene muchas maneras de registrar ese mensaje olvidado:
nudos en el estómago, espaldas tiesas, etc.
Lo que se necesita para deshacer la retroflexión es volver a la autoconciencia que
acompaño sus comienzos. El sujeto debe darse cuenta de su forma de sentarse, abrazar,
etc. Cuando sepa lo que está pasando en su interior, su energía movilizada podrá buscar
salida en la fantasía o acción.
DEFLEXIÓN
Es una maniobra tendiente a enfriar el contacto real con otra persona. Le quita calor al
diálogo mediante el circunloquio y la verborrea, tomando a risa lo que se dice, evitando
mirar al interlocutor, hablando abstractamente, hablar del pasado, etc.
Aunque la deflexión es autolimitadora puede resultar útil, ej.: el lenguaje de la diplomacia
es hábil para sortear la expresión insidiosa y el agravio. Pero el conflicto empieza cuando
el sujeto se habitúa a la deflexión o la usa con escaso descernimiento. Así, el deflexor no
cosecha frutos de su actividad, “no pasa nada”. Aunque hable, se siente incomprendido,
su incapacidad de llegar al interlocutor malogra el mensaje.
CONFLUENCIA
Característica de aquellos que prefieren limar asperezas. Es una medida paliativa por la
que uno se compromete mediante un convenio superficial, a no tumbar el bote. Falta aquí
el sentido profundo del otro que el sujeto conserva en el contacto genuino. La confluencia
es base precaria para una relación. Dos individuos cualquiera no pueden tener
exactamente la misma mentalidad, pero un individuo puede optar por allanar diferencias
para no apartarse del camino, pero renunciando al estilo personal. Esto lo llevará a la
frustración y al agotamiento. Ej: la esposa que se lamenta “no se porqué me abandonó si
jamás tuvimos una pelea” eso sugiere una relación frágil. Porque la continuidad no es una
armonía ininterrumpida, sino que está mechada ocasionalmente por la discordia.
Dos clases de las relaciones confluentes perturbadas son los sentimientos de culpa o
rencor. Ej. Si una de las partes advierte que ha violado la confluencia, se siente obligada a
disculparse, quizás ignore porqué, pero tiene la sensación de haber delinquido. Tal vez
solicite el castigo, tal vez lo busque, tal vez se lo imponga (mediante una conducta
retroflexiva). La parte contraria (la que se siente víctima) experimenta una virtuosa
resignación y resentimiento. Esta lastimada y ofendida, la han traicionado, y tiene que
obtener algo del ofensor. Exige que aquel se disculpe. Esta parte también puede
retroflexionar para procurarse algo de lo que quiere del otro.
Otra posibilidad es que el individuo trate de hacer contactos de confluencia con la
sociedad, pero como la sociedad no reconoce estos convenios también en este caso está
destinado a la insatisfacción y resentimiento. Es que no hay compensación intrínseca en
lo que hace ya que sus actos están determinados por otros ser desconocido. No hace las
cosas porque le guste, sino que se preocupa más en averiguar si les gusta a los otros. Y
cuando la recompensa no llega en medida satisfactoria, se lamenta, se resiente y dice “la
gente no se merece nada”. O quizás se miente a sí mismo y piensa “si no hubiera hecho
tal cosa hubiera triunfado”. (Supone que la sociedad aceptó el convenio y que fue él quien
no cumplió las condiciones).
Los antídotos de la confluencia son el contacto, la diferenciación y la enunciación clara. El
sujeto debe empezar a experimentar las elecciones, necesidades y sentimientos que son
exclusivamente suyos, y que no tienen porqué coincidir con los de otras personas. Debe
aprender que puede afrontar el terror de separarse de esas personas y seguir vivo.
Preguntas como ¿Qué siente usted ahora? ¿Qué desea? Pueden centrar al sujeto en sus
propias direcciones. Familiarizándose con las sensaciones resultantes de esas preguntas,
evitará frustrarse a raíz de la no convergencia de sus necesidades y las de los demás.
Manifestando en voz alta sus expectativas (primero al terapeuta y luego a la persona de
quien espera satisfacción) puede dar los primeros pasos para sortear las tentativas
solapadas de relaciones confluentes.
Atendiendo a sus propias necesidades y enunciándolas con claridad, uno descubre cuales
son sus direcciones personales exclusivas y puede obtener lo que desea. Como él mismo
fija sus objetivos, no se traba y conserva toda su libertad para cambiar y moverse,
adaptándose flexiblemente a sus experiencias en el momento presente en vez de vivir de
acuerdo con un “convenio firmado tiempo atrás”.