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Huizachtepetl

Geografía sagrada de Iztapalapa

Ismael Arturo Montero García (coord.)

MMII
HUIZACHTEPETL
GEOGRAFÍA SAGRADA DE IZTAPALAPA

DR© Ismael Arturo Montero García

ISBN 968-6789-00-6

Primera edición: 2002

Cuidado de la edición y diseño:


Ricardo Bonilla

Composición tipográfica:
Gabriela Cruz Arteaga

Editado por la Delegación Iztapalapa


Aldama núm. 63, Barrio San Lucas,
0900, México, Distrito Federal.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de


la tapa, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o
utilizada en manera alguna ni por ningún medio, ya sea
electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o
electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del
editor.

Impreso y hecho en México/Printed and Made in Mexico


Indice
Presentación
René Arce Islas VII

Introducción
Ismael Arturo Montero García IX

El Medio Ambiente del Cerro de la Estrella


Dirección Ejecutiva de Conservación y Restauración de Recursos
Naturales, Dirección de Sistemas de Áreas Naturales Protegidas,
Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno del Distrito Federal 1

Espeleología en el Cerro de la Estrella


José Montiel Castro 21

Formativo y Clásico Temprano en la península de Iztapalapa,


caso particular: Cerro de la Estrella o Huixachtécatl
Lucia Adriana Felipe Valencia 33

Dos explicaciones de la descripción


de un fragmento arqueológico del Cerro de la Estrella
Hans Martz de la Vega 49

El Templo del Fuego Nuevo del Huizachtécatl.


Un espacio ritual en el Cerro de la Estrella
Miguel Pérez Negrete 85
HUIZACHTEPETL

La Ceremonia del Fuego Nuevo


en el “Cerro de la Estrella”, (Huizachtepetl)
presidida por el Dios del Fuego, (Xiuhtecutli Tletl)
Silvia Trejo 115

Xiuhmolpilli y Mamalhuatztli: Atadura de años y el encendedor de


barrena para hacer el fuego: de Teotihuacan al Huizachtepetl
Francisco Rivas Castro 131

La fiesta azteca del Fuego Nuevo y el culto de las Pléyades


Johanna Broda 143

El sistema cavernario del Huizachtepetl


Ismael Arturo Montero García 169

Los petroglifos hallados en el Cerro de la Estrella


Mateo Wallrath 203

Los dioses del Templo Mayor de la ciudad de Mexico-Tenochtitlan


custodiados en el Cerro de la Estrella de Iztapalapa,
Códice Miguel León Portilla
Jorge de León Rivera 211

Cuatro categorías de piezas virreinales


en el museo Fuego Nuevo, Iztapalapa, Distrito Federal
John Joseph Temple Sánchez Gavito 231

Iztapalapa: tradición, fe y pasión


Silvia Zugarazo Sánchez 245

Dossier

La custodia de la zona arqueológica del Cerro de la Estrella


Daniel Hernández Ramírez 255

Historias y hechos extraordinarios del Cerro de la Estrella


Adrián Chávez Villanueva y Luis Felipe Pérez 257

El grabado y el Huizachtepetl
Rosa María Núñez 263

VI
IPRESENTACIÓN
NTRODUCCIÓN

Presentación

E l material que ahora ofrecemos es un conjunto de documentos articulados para


homenajear no a una persona, sino a un lugar, a un espacio, a un ser que ha sido
protagonista de distintos eventos históricos relevantes, es un sitio donde convergen
elementos cósmicos, donde la tierra, el agua, el cielo y el misterio de sus cuevas y
oquedades han jugado un papel esencial para la construcción de mitos diversos y la
realización de ritos masivos que le imprimen singular importancia.
Es un lugar donde los aztecas encontraron el sitio indicado para renovar su existen-
cia reposada en la obsesión permanente por la entropía, por el debilitamiento, por
el final del futuro. Desde su concepción, el cosmos engendraba su propio deterioro, el
tiempo se desintegraba, la energía se extinguía en el calor de la vida.
Nadie como los aztecas, ninguna cultura en el mundo parece haberle concedido una
dimensión hasta tal punto dramática al problema del orden universal, en donde la
energía individual es puesta al servicio de la comunidad y esto se representaba en los
sacrificios humanos en la ceremonia del Fuego Nuevo, para ser vida de la muerte.
Los sacerdotes alimentaron a sus dioses a través del sacrificio para garantizar la rela-
ción entre el universo y el mundo humano. El sacrificio era la solución escogida para el
mantenimiento incesante de la vida y el orden.
En el mismo lugar se elige la fundación de un pueblo que presenta, en términos de
asociación, la primera parada de los aztecas cuando parten de Aztlán, aquel lugar don-
de habitaban los más ancianos, los más sabios. Precisamente en una montaña torcida,
que tenía siete cuevas rellenas de agua, Teoculhuacán. Es ahí donde apareció Huitzi-
lopochtli, su dios tutelar, que los acompañó en todo su recorrido hasta llegar a la gran
Tenochtitlan.
La similitud de cerro de la Estrella o El Cerro de los Huizaches con esa montaña
torcida, es, sin duda, la asociación sagrada que encuentran los aztecas para llamar al
pueblo fundado en las faldas del cerro, Culhuacán.

VII
HUIZACHTEPETL

Uno de los conventos más importantes que edificaron los españoles durante el tiem-
po del Virreinato para eficientar su tarea evangelizadora, lo construyen precisamente
en Culhuacán.
Por otro lado, es en el mismo cerro donde se decide realizar, a finales del siglo XIX
–en un tiempo de importancia universal–, “Semana Santa”, la escenificación teatral
más grande del mundo sobre la pasión de Cristo. En este magno evento, que se realiza
año con año, se puede apreciar el fenómeno de sincretismo entre dos culturas que se
descubren para formar una nueva nación; asimismo, todos los pueblos de Iztapalapa
están compuestos por un nombre en lengua náhuatl y otro en castellano.
Iztapalapa tiene el orgullo de contar con el Cerro de la Estrella , como un símbolo
que genera sentido de identidad y pertenencia entre sus habitantes; sin embargo, ac-
tualmente se encuentra en condiciones de deterioro, de riesgo, de desgaje todos los
días; lo ha devorado paulatinamente la mancha urbana a través de invasiones y ventas
apócrifas; sin embargo, también existen muchas personas que, sabiendo la importancia
del lugar debido a su historia, cultura y nobleza ecológica, tratan de conservarlo, cui-
darlo y protegerlo.
Este trabajo es una forma de valorar en toda su dimensión al Cerro de la Estrella a
través de investigaciones serias y profesionales, con la participación de arqueólogos,
historiadores, biólogos, ecologistas, antropólogos y espeleólogos, cuyo propósito con-
siste en que sus lectores encuentren, de manera sencilla, elementos que nos permitan
tratarlo con más atención y respeto.

René Arce Islas


Jefe Delegacional en Iztapalapa

VIII
INTRODUCCIÓN

Introducción

H uizachtepetl, también Cerro de la Estrella, es sin duda el paisaje más simbólico de


Iztapalapa en nuestros días. Esta eminencia de 225 m de altura, se alza y se resiste
como una ínsula dentro de la ciudad de México, que como la más poblada del mundo
le amenaza en sus vestigios arqueológicos y en su medio ambiente frente al avance
urbano de poblaciones marginales.
Iztapalapa y Huizachtepetl conformaron antiguamente una península, cuando exis-
tían los grandes lagos de Texcoco y Xochimilco. Las evidencias materiales señalan una
primera fase ritual para el Huizachtepetl en su cima para el Preclásico, alcanzando su
apogeo durante el Clásico con el culto de filiación teotihuacana a las deidades acuáti-
cas; pero su apoteosis la alcanzó en 1507 con los aztecas, en la última ceremonia al
Fuego Nuevo que se realizara antes de la Conquista.
Huizachtepetl es un sitio privilegiado para el campo de la interacción humana, porque
comprende un paisaje metafórico, se sirve de sus cuevas, del dominio del paisaje, de su
ubicación y de sus manantiales (hoy la mayoría exiguos) para marcar los confines de
lo mundano y lo sagrado como el linde del universo pensable. Al menos, así lo ha sido
desde el Preclásico, y ha podido trascender hasta nuestros días de diversas formas como
un artefacto cultural que ha demostrado un alto valor utilitario.
Los autores aquí reunidos observan la geografía sagrada del cerro, la describen, la
explican y dan coherencia al volumen que desde un enfoque novedoso y homogéneo
pone a consideración del lector la necesidad de rescatar este reducto ecológico e histórico.
Se habla in extenso del medio ambiente, de la arqueología, de la cosmovisión y de la
historia. El enfoque es interdisciplinario. Todos los textos presentados son inéditos en el
país, los trabajos son resultado de acuciosas investigaciones vigentes y recientes que si-
guen en su presentación un esquema cronológico que es antecedido por dos trabajos que
apuntan sobre el medio ambiente. La lectura de la obra no tiene una secuencia enca-
denada, por lo que se puede elegir cualquier titulo en el orden de interés para el lector.

IX
HUIZACHTEPETL

La primera colaboración corresponde a la Dirección Ejecutiva de Conservación y


Restauración de Recursos Naturales de la Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno
del Distrito Federal (CORENA) que, como entidad de gobierno a cargo de la salvaguarda
de este espacio forestal nos presenta el registro más actualizado y confiable de las especies
animales y vegetales que aún subsisten en el área. Pero el equipo de especialistas de
CORENA no está ajeno a las contradicciones sociales que enfrenta con los asentamientos
irregulares del somonte, en el texto nos exponen sus expectativas y proposiciones. Sin
duda alguna, ésta es una lectura indispensable para quien desee conocer el conflicto
sociedad-naturaleza que enfrenta el Cerro de la Estrella en nuestros días.
Los resultados de un trabajo muy singular del medio ambiente, pero en este caso
subterráneo, son los de José Montiel Castro, que con su equipo de colaboradores de la
Asociación Base Draco se dieron a la tarea de realizar la topografía de las once cuevas,
que para el proyecto de registro espeleoarqueológico (en este volumen como El sistema
cavernario del Huizachtepetl) eran representativas del Cerro de la Estrella. En una labor
voluntaria digna de resaltar, estos espeleólogos se suman a la intención de preservar el
contexto subterráneo aún existente al interior de la ciudad de México.
Entrando en cuestiones históricas tenemos la investigación Formativo y Clásico Tempra-
no en la península de Iztapalapa, caso particular: Cerro de la Estrella o Huixachtécatl de Lucía
Adriana Felipe Valencia, que como arqueóloga se interesa por las evidencias materiales más
remotas halladas en el área de nuestro interés. Sus líneas son características de una investiga-
dora joven y sagaz que expone de manera clara y cronológica sus ideas para un público no
especializado en la materia que desea adentrarse en los orígenes de Iztapalapa.
Dos explicaciones de la descripción de un fragmento arqueológico del Cerro de la Estre-
lla, es el análisis de otro joven arqueólogo que hace de un conjunto de ruinas al somonte
del cerro en su ladera norte. El trabajo de Hans Martz de la Vega, resulta de las
excavaciones del Proyecto de Investigación, Protección y Adecuación de la Zona Arqueoló-
gica del Cerro de la Estrella del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en
su temporada de 1998. Ante la carencia de publicaciones especializadas sobre la ar-
queología del Cerro de la Estrella, no obstante décadas de investigación y distintas
excavaciones, esta exposición de resultados, junto con las de Miguel Pérez Negrete
(también en este volumen, infra) son un valioso aporte para los estudiosos del tema.
Una completa recopilación de los reportes de las excavaciones en el templo-pirámide
de la cima durante el siglo XX, nos presenta Miguel Pérez Negrete en su trabajo El
Templo del Fuego Nuevo del Huizachtecatl. Un espacio ritual en el Cerro de la Estrella. Sin
duda, se trata de una importante contribución a la literatura arqueológica en la que la
experiencia personal del autor no queda fuera del texto, ya que durante la temporada
de 1998, Miguel Pérez se sumó a las excavaciones del INAH contribuyendo con sus
minuciosas observaciones de la excavación.
Silvia Trejo, profesora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y beca-
ria del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) en el doctorado de

X
INTRODUCCIÓN

antropología simbólica de la ENAH, examina La Ceremonia del Fuego Nuevo en el “Ce-


rro de la Estrella”, (Huizachtepetl) presidida por el Dios del Fuego, (Xiuhtecutli Tletl), su
experiencia como historiadora del arte le permite adentrarse en una serie de novedosas
propuestas que sin duda serán de utilidad para los investigadores no sólo de la historia
y arqueología de Iztapalapa, sino también de los mitos y ritos de antaño relacionados
con la deidad del fuego, Xiuhtecutli, lo cual permite percibir el trasfondo común de la
religión mesoamericana.
Xiuhmolpilli y Mamalhuatztli: Atadura de años y el encendedor de barrena para hacer
el fuego: de Teotihuacan al Huizachtepetl, es la colaboración del arqueólogo Francisco
Rivas Castro de la Dirección de Investigación y Conservación del Patrimonio Arqueo-
lógico del INAH. Francisco Rivas alcanza un fascinante análisis de la cosmovisión
prehispánica a través de la ceremonia de encender el fuego, en una larga tradición que nos
viene del Clásico, remontándonos así a los orígenes y significado de la ceremonia del
Fuego Nuevo y su relación astronómica tan discutida en los ámbitos académicos actuales.
Sin duda, entre los investigadores más destacados de la cosmovisión azteca contem-
poránea contamos con la doctora Johanna Broda, que nos aporta La fiesta azteca del
Fuego Nuevo y el culto de las Pléyades un ensayo que no teníamos la fortuna de tener
publicado en México,1 y que en esta ocasión podemos ofrecer a los interesados en el
análisis del complejo tema del Fuego Nuevo. La accesibilidad de la información en este
texto nos permite adentrarnos en los datos arqueológicos, y etnohistóricos que com-
prueban la antigüedad de estos ritos, la evidencia etnográfica astronómica le da razón a
los restos materiales que sirven de analogía y evocan sugestivas imágenes para entender
los hechos del pasado.
El editor del Museo Fuego Nuevo, Ismael Arturo Montero García presenta las con-
clusiones del “Registro espeleoarqueológico del Cerro de la Estrella” en el artículo El
sistema cavernario del Huizachtepetl resultado de una primera temporada con el Proyecto
de Investigación, Protección y Adecuación de la Zona Arqueológica del Cerro de la Estrella del
INAH en 1998 y de una segunda en 2001, como becario del CONACyT para el doctorado
en antropología simbólica de la ENAH. Montero aporta elementos para sustentar que la
importancia ritual del Huizachtepetl radica desde tiempos remotos en sus cuevas y lo
es aún con el culto a Nuestro Señor de la Cuevita en Iztapalapa.
Con la idea de preservar al menos en el papel y en la imagen fotográfica la plástica
de las piedras labradas que subsisten, el arqueólogo Mateo Wallrath nos ofrece su regis-
tro y descripción en Los petroglifos hallados en el Cerro de la Estrella, como reconocida
autoridad en la materia nos entrega sus consideraciones de estos singulares elementos,
que como nunca se encuentran amenazados por intereses mezquinos, por el vandalismo

1
Broda, Johana, “La fiesta azteca del Fuego Nuevo y el culto de las Pléyades”, en Lateinamerika Studien, 10,
Space and Time in the Cosmovision of Mesoamerica, Franz Tichy (ed.), Universität Erlangen-Nürnberg,
München, 1982.

XI
HUIZACHTEPETL

y por la ignorancia. Su estudio adquiere relevancia primordial para el caso que justifica
la inmediata salvaguarda del Huizachtepetl.
Como epílogo para los temas mesoamericanos, y como preámbulo para el periodo
virreinal, el historiador Jorge de León Rivera, del Mueso Fuego Nuevo, nos hace una
incitante invitación con su colaboración Los dioses del Templo Mayor de la ciudad de
Mexico-Tenochtitlan custodiados en el Cerro de la Estrella de Iztapalapa, Códice Miguel
León Portilla con este atrayente argumento, Jorge de León nos permite evaluar desde
otra perspectiva la relevancia de este monte para la Historia de México.
En un equilibrado y muy bien logrado escrito, el arqueólogo John Joseph Temple
Sánchez Gavito, nos permite asomarnos a la vida cotidiana durante el virreinato en
Iztapalapa utilizando para ello el material arqueológico. Su artículo Cuatro categorías de
piezas virreinales en el museo Fuego Nuevo, Iztapalapa, D. F. son un agradable anecdotario
de hechos y costumbres, que lamentablemente tenemos escasas oportunidades de leer.
Intencionalmente esta obra no debía dejar por fuera los hechos recientes que se
viven cuando se celebra la Semana Santa. Afortunadamente, Silvia Zugarazo Sánchez,
del Museo Fuego Nuevo, nos ilustra con Iztapalapa: tradición, fe y pasión. La perma-
nencia ritual de este monte queda así demostrada con millones de visitantes durante
la recreación de la pasión y muerte de Jesucristo. Sin duda el mensaje que se guarda en la
resurrección, es el de la esperanza en una nueva vida, arquetipo para los ciudadanos de
esta complicada ciudad de México.
Voces del Huizachtepetl, es, a la manera de un dossier, el espacio reservado para
cuatro colaboradores del “Registro espeleoarqueológico del Cerro de la Estrella” que
nos aproximan al sentir cotidiano en el Huizachtepetl: Daniel Hernández nos da su
punto de vista como custodio de la zona arqueológica del Cerro de la Estrella; Adrián
Chávez Villanueva y Luis Felipe Pérez en Historias y hechos extraordinarios del Cerro de
la Estrella nos permiten apreciar el imaginario colectivo, que no por fantástico, es menos
notable. Por último, Rosa María Núñez, como artista plástica, que con su obra ha
ilustrado los espacios entre cada artículo de este libro, nos hace apreciar su visión en El
grabado y el Huizachtepetl. Es necesario apuntar que la temática de los separadores se
desprende de la influencia ejercida por los petroglifos del Huizachtepetl, con lo cual se ha
querido dar relevancia a la plástica indígena interpretada por un artista contemporáneo.
Esta obra es el resultado del esfuerzo individual de muchos voluntarios, que con el
apoyo del Jefe de Gobierno de la Delegación Iztapalapa, René Arce, llega a feliz térmi-
no con su publicación. Agradecemos a las autoridades, investigadores y colaboradores
la decisión de obsequiar a la comunidad esta producción, que se suma al interés colectivo
por la cultura de Iztapalapa, y de todo el Distrito Federal. Asimismo, a Yhali Rosas
Lombera Laguna, por su atinada guía y apoyo, lo que demuestra, una vez más, su valía
como impulsor de la cultura; a Ricardo Bonilla, por el cuidado dedicado a esta obra
con atinados comentarios y grata compañía; a Antonio Urdapilleta por haberme traído
a Iztapalapa; a Nicolás García Ortiz por permitirme sumarme al Proyecto de Investiga-

XII
INTRODUCCIÓN

ción, Protección y Adecuación de la Zona Arqueológica del Cerro de la Estrella del INAH, a
su cargo; a Jorge de León y Silvia Zugarazo por las puertas siempre abiertas en el museo
Fuego Nuevo, y por propiciar la idea de este libro; a Don Memo Sánchez, a Daniel
Hernández, a Jorge González y a Juan José Durán por esos interminables días de pros-
pección en laderas y cuevas; a la Mesoamerican Research Foundation por el patrocinio
para la segunda temporada del “Registro Espeleoarqueológico”; y a Lorena Esteban por
su contribución fotográfica. Finalmente quiero reconocer a la Universidad del Tepeyac
donde tengo mi adscripción académica por las facilidades para la compilación de este
texto.

Ismael Arturo Montero García


Naucalpan, enero de 2002

XIII
El Medio Ambiente del Cerro de la Estrella

Dirección Ejecutiva de Conservación y Restauración de Recursos Naturales, Dirección de Sistemas de Áreas


Naturales Protegidas, Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno del Distrito Federal

Introducción

E l Cerro de la Estrella se ubica al sureste de la ciudad de México. Las coordenadas


geográficas extremas son: 19°19’15” y 19°21’20” de latitud norte y 99°04’25” y
99°06’ 30” de longitud oeste dentro de terrenos jurisdiccionales de la Delegación Polí-
tica de Iztapalapa. Constituye el último reducto con una extensión considerable de
recursos naturales y áreas cubiertas de ecosistemas naturales con bosque de matorral
xerófilo, pastizales, y áreas cubiertas de vegetación producto de reforestación, forman-
do así un macizo forestal. Estos ecosistemas cumplen con las funciones de producción
de oxígeno, captura de bióxido de carbono, y barrera eólica, continuidad del ciclo
hidrológico para la cuenca de México, y como una barrera natural que limita el creci-
miento de la mancha urbana. El Cerro de la Estrella tiene una superficie total de 143
hectáreas, según lo dispuesto en el decreto que lo establece como zona sujeta a conser-
vación ecológica.1
Esta área ofrece funciones vitales para la ciudad de México que se identifican como
los siguientes servicios ambientales:
• Hábitat para especies de flora y fauna silvestres
• Producción de oxígeno y captura de bióxido de carbono
• Continuidad del ciclo hidrológico en la cuenca de México
• Barrera natural que limita el crecimiento de la mancha urbana
• Barrera contra el viento

1
Según aparece publicado en el Diario Oficial de la Federación el 30 de mayo de 1991.

3
HUIZACHTEPETL

• Contiene valores escénicos y paisajísticos


• Continuidad de procesos evolutivos
• Campo para la investigación científica
• Barrera física que mitiga los efectos provocados por las tolvaneras2

Fisiografía y topografía
El Cerro de la Estrella, al igual que las demás elevaciones del Altiplano Central, de
acuerdo con Rzedowski (1998), pertenece a la Provincia Fisiográfica del Eje Volcánico
Transversal. El área se localiza específicamente en la Subprovincia Lagos y Volcanes del
Anahuac, conformada por sistemas de topoformas características de sierras volcánicas
que en general cubren un total del 36.3 % de la superficie de la Delegación Política de
Iztapalapa (INEGI, 1999).
El Cerro de la Estrella pertenece a la cadena de volcanes Chimalhuacán -Cerro de la
Estrella-Santa Catarina. Es relativamente viejo con declives erosionados y, en general,
con pendientes suaves y largas. En la parte más alta, el cerro presenta dos chimeneas de
lava, estructuras que corresponden a sus antiguos cráteres. Se considera que es un le-
vantamiento motivado por la actividad de gases subterráneos que no tuvieron suficien-
te fuerza para producir una erupción, dando lugar a una serie de cavernas dispuestas a
través de las formaciones lávicas que lo constituyen. El rango altitudinal abarca de los
2250 m/nm a los 2440 /nm en su parte más alta.
m

Geología
La historia geológica de la cuenca de México relacionada con actividad volcánica es
cercana a los 50 millones de años (Mooser, 1957). Sin embargo, el proceso de origen y
formación del Cerro de la Estrella comprende una estructura orográfica de origen vol-
cánico en la parte central de la cuenca que se establece aproximadamente hace 700,000
años. Es contemporáneo a la Sierra de Las Cruces y la Sierra Nevada, tal vez las forma-
ciones orográficas con mayor importancia en la cuenca de México. Al haber finalizado
ya su actividad volcánica, comienzan a sufrir de acelerados procesos de erosión que con
el tiempo conforman el abundante material de relleno de origen aluvial presente en la
cuenca en tiempos posteriores.
El cerro está formado por grandes masas de basalto, depositadas sobre capas
sedimentarías del periodo Cuaternario que formaba el fondo de lo que era un solo lago.
Parte de estos sedimentos fueron cambiando su constitución física al contacto con las
rocas ígneas y actualmente se encuentran revistiendo la superficie de la montaña en
2
Durante la temporada de sequía, el Cerro de la Estrella desvía y mitiga las tolvaneras procedentes del norte de
la ciudad, que generalmente acarrean partículas sólidas suspendidas de diverso origen y que pueden ocasio-
nar problemas en la salud de la población.

4
EL MEDIO AMBIENTE…

forma de toba. Los basaltos no se encuentran totalmente cubiertos por los anteriores
montes, si no que en algunos puntos aparecen en la superficie del cerro, formando
pequeños peñascos, que probablemente indiquen la línea de ruptura del terreno. Además
de basaltos, esta formación se compone de tobas, conglomerado de tobas de basalto y de
cenizas interestratificadas con arenas y gravas con diferentes grados de intemperismo.

Edafología
Los tipos de suelo presentan en su mayoría horizontes muy bajos. Normalmente están
reducidos a mantos rocosos expuestos, grava gruesa suelta y en el mejor de los casos a
una capa de cerca de 20 cm de suelo arcilloso, tepetate y materia orgánica colindante
con la roca madre.
La capacidad de campo se estima baja, considerando la poca o casi nula capacidad
que tiene el suelo para retener el agua. El suelo tiene grandes cantidades de sales de
sodio, lo que normalmente trae por consecuencia una pérdida de estructura del suelo y
una fuerte compactación del mismo, seguida de una notable falta de aireación y pene-
tración radicular en las capas más superficiales.
Considerando la topografía del lugar, es común observar sobre las veredas, la mayo-
ría de gran pendiente, gran cantidad de material arrastrado desde las partes más altas.
Esto como producto de las características del suelo mencionado.
De acuerdo con la clasificación FAO-UNESCO, tres son los tipos de suelo que se
presentan:
Litosol. Abarca las partes más altas y abruptas, con pendientes muy fuertes mayores de
45%. En general, se localizan arriba de los 2400 m/nm. Ha sido gravemente alterada
por la carretera asfaltada, sobre todo al norte de la pirámide. Son suelos muy suscep-
tibles a la erosión hídrica y coluvial, riesgo acentuado al retirar la vegetación y expo-
nerlos directamente a los agentes del intemperismo.
Litosol-Cambisol. Ubicados en zonas de pendientes fuertes (30-45%) se presenta en
altitudes entre los 2350 y 2400 m/nm. Tiene suelos de mayor desarrollo con gran
cantidad de materia orgánica proveniente de las gramíneas que abundan en toda la
ladera. Se caracterizan por tener una profundidad de 10 cm hasta la roca madre,
tepetate o caliche duro, sus características son variables en función del material que
los forma, pueden ser arenosos o arcillosos y su susceptibilidad a erosionarse depen-
de de la topografía de la zona donde se encuentren. Los litosoles están asociados con
algunos cambisoles.
Cambisol. Zona de pendiente moderada (10 a 30%). Aproximadamente entre los 2330 y
2350 m/nm, presenta suelos de mayor evolución de la unidad Cambisol. Son suelos
jóvenes que se presentan en cualquier clima. Se caracteriza por presentar en el subsuelo
una capa formada por terrones de algunos materiales como arcilla, carbonato de calcio,
fierro y manganeso; alta compactación y baja permeabilidad en el Horizonte C; pre-

5
HUIZACHTEPETL

sentan fertilidad moderada a alta, y una gran capacidad para almacenar cationes y
agua. Estos suelos se dividen en dos: de alteraciones moderadas y los de alteraciones
severas; los primeros se ubican en la ladera norte del cerro, y una porción se encuen-
tra desprovista de la cubierta escasa de gramíneas utilizadas para el pastoreo. Los
suelos con alteraciones severas se localizan en la porción sur, y son resultado de la
actividad agrícola y urbana; se encuentra cubierta por gramíneas y eucaliptos, con
indicios de incendios frecuentes.
Andosol. Zona de pendiente suave (2 a 10%). Se encuentra localizada por debajo de los
2330 m/nm, presenta suelos tipo Andosol, los cuales en condiciones naturales tienen
vegetación de bosque de pino, abeto y encino, se caracterizan por tener una capa
superficial de color negro o muy oscuro y por ser de textura esponjosa o muy suel-
tos, poseen una alta capacidad de retención de humedad, misma que se libera lenta-
mente. Sus principales limitantes son la alta fijación e inmovilización de fósforo, lo
cual ocasiona graves deficiencias de este nutrimento en las plantas y su alta
erodabilidad.

Hidrología
El cerro presenta seis corrientes intermitentes principales de agua pluvial, y 28 de ca-
rácter secundario, por lo que en la época de lluvias se crean corrientes torrenciales que
contribuyen a crear una grave erosión hídrica. En términos generales, la zona del Cerro
de la Estrella presenta una precipitación que va de 600 a 800 mm, pero el promedio
anual es de 645 mm. Sin embargo, la alta permeabilidad del material geológico domi-
nante en la zona, hace del cerro una importante zona de recarga del acuífero del Distri-
to Federal. En un estudio sobre la recarga del acuífero de la ciudad de México, se
reporta que la zona está constituida por piroclásticos y lavas de mayor antigüedad que
las rocas y materiales de la Sierra de Santa Catarina-Chichinautzin, con una capacidad
de infiltración de media a alta, con más pozos perforados que rinden caudales de 80 a
100 l/s. Con fines comparativos se presentan los mismos parámetros para las regiones
de la Zona de Transición de Tlalpan (baja a media; 60 a 80 l/s), la Zona de Tlalpan-
Xotepingo (media a alta; 40 a 70 l/s), la Zona del Ajusco (baja a media; no determina-
do) y la Zona de la Sierra de Guadalupe (nula a baja; no determinado).
Hidrológicamente el Cerro de la Estrella está clasificado como RH26Dp, donde
“RH26” corresponde a la Región Pánuco, la “D” a la cuenca del Río Moctezuma, y la
“p” a la Subcuenca del Lago de Texcoco-Zumpango

Clima
Los datos obtenidos de la estación meteorológica de Iztapalapa No. 09-029 (García,
1981), localizada a 19°22´ latitud norte y 99° 06´ longitud oeste, apuntan que el clima

6
EL MEDIO AMBIENTE…

de la zona corresponde a templado subhúmedo con lluvias en verano [C (Wo)(w)b(i’)g].


Con una precipitación anual de 600 a 650 mm y la temperatura media anual de 16 a 17°C.

Factores biológicos
Vegetación
Las comunidades vegetales dominantes en épocas de lluvias son de tipo herbácea y
arbustiva que se localizan en las barrancas de poco acceso, teniendo un total de 105
especies:
Matorral xerófilo. Estos elementos son dominantes e incluye vegetación arbustiva y
subarbustiva, cuya composición florística está constituida en un 60% o más por los
siguientes elementos: Acacia farnesiana y Acacia schaffneri (huizaches); Eysendhartia
polystachia (palo dulce); Mimosa biuncifera y Mimosa acanthocarpa (uñas de gato);
Yucca filifera (yuca); Opuntia imbricata y Opuntia spp.(“nopal”); Mammilaria spp.;
Schinus molle (“pirul”), Nolina recurvata (“palmita”), Pittocaulon praecox (“palo loco”),
Bursera fagaroides (“copal”), Tecoma stans (“nixtamaxóchitl”), Montanoa tomentosa,
Salvia grahami, y Agave spp. (maguey). En los estratos herbáceos se encuentran
diversas especies de gramíneas y compuestas anuales.
Pastizales. Bajo esta denominación, se define aquella vegetación herbácea en donde
dominan las gramíneas, algunos pequeños relictos de pastizales naturales, entre
otros se encuentran Muhlenbergia robusta (zacatón), Setaria geniculata (zacate cerdo-
so), Cynodon dactylon (grama), Bouteloa spp. Los pastizales se asocian al matorral
xerófilo.
Vegetación introducida. Con base en el estudio de la Dirección de Áreas Naturales Pro-
tegidas de la CORENA (1999), la vegetación dominante para los terrenos dentro de
la poligonal de 1991, es un bosque artificial resultado de pasados programas de
reforestación, de Cupressus lindeyi aproximando un total de 48.75 ha (cedro blanco)
– Eucalyptus spp. con 43.97 ha (eucalipto) – Schinus molle 30.76 ha (pirul), - Acacia
5.50 ha, en el orden marcado de acuerdo a la abundancia encontrada para cada una de
las especies y con una densidad total estimada de 255 individuos por hectárea.
Es importante mencionar que en diferentes sitios del cerro, entremezclados en el
bosque artificialmente creado, se localizan varios “manchones” naturales de individuos
de Eysenhardtia polystachya con un total de 701 individuos, de los cuales la gran mayo-
ría se encuentran vivos. Se han establecido con distintos niveles de erosión, en terrenos
desmontados, en terrenos con pendiente, en áreas con matorrales, en bosques de encino
y pastizal; creándose por consiguiente un mosaico sobrecargado de plantaciones de
diferente edad.
De acuerdo a Espinosa de Rul y Rzedowski (1968), hace aproximadamente 12,000
años durante el Pleistoceno, en el Cerro de la Estrella existió un bosque de encinos
similar a muchos de los que actualmente existen en la cuenca de México en sitios con

7
HUIZACHTEPETL

precipitación media anual entre 850 y 1150 mm. Según los registros fósiles encontra-
dos en la ladera sur, la especie dominante era Quercus rugosa compartiendo el habitat
con otras siete especies de Quercus, y representantes de los géneros Synphoricarpos,
Arbutus, Salvia, Ribes, Senecio y, Buddleia.
Fray Bernardino de Sahagún (1956, cit. por Espinosa de Rul y Rzedowski, 1968),
refiere que durante la época colonial, el Cerro de la Estrella era conocido como
Huixachtlan, en nahuatl, “lugar de los huizaches”, nombre común dado a varias espe-
cies de plantas del género Acacia. Lo anterior hace suponer que estas plantas debieron
de haber sido lo suficientemente abundantes como para dominar la fisonomía del ce-
rro en tiempos prehispánicos y virreinales.
Para mediados de la década de 1980 el cerro ya no presentaba ecosistemas naturales.
Asimismo, el tipo de vegetación dominante era un bosque artificial dominado por
árboles de Eucalyptus spp., Pinus spp. y Cupressus lindleyi, producto de los diversos pro-
gramas de reforestación.

Fauna
De acuerdo con diferentes trabajos realizados en la zona, por los reportes existentes en
la administración del parque hasta diciembre de 1999, por las observaciones del perso-
nal encargado de la administración, y por los reportes de vecinos encontramos repre-
sentados cuatro de los cinco grupos de vertebrados presentes en la cuenca de México.
Se considera un total de 81 especies que corresponden a dos especies de anfibios, cinco
de reptiles, 51 de aves y 23 de mamíferos.
Anfibios. Se reportan: rana verde (Hyla eximia), rana (Rana tlaloci), y sapo (Hylactophrine
augusti).
Reptiles. Están representados por lagartija, (Cnemidophorus gularis), víbora de cascabel
(Crotalus molessus), y víbora fina (Crotalus triseriatus).
Aves. Se llega a observar gorrión (Carpodacus mexicanus), tecolotito (Otus asio), golon-
drina (Hirundo rustica), dominico (Carduelis psaltria), y tortolita (Columbina inca).
Mamíferos. Se reporta la presencia de conejo castellano (Sylvilagus floridanus), coma-
dreja (Mustela frenata), ardilla gris (Sciurus aureogaster), tlacuache (Didelphis
virginiana), tuza (Crateogeomys merriami), ratón de campo (Peromyscus maniculatus,
P. boylii, P. truei, Liomys irroratus, Microtus mexicanus), y murciélagos (Myotis lucifugus,
M. velifer, Tadarida brasiliensis, Eumops underwoodii).
Cabe señalar que el grupo con mayor número de especies es el de aves con un 63%,
seguido por los mamíferos con un 28%, reptiles con el 6%, y anfibios con el 2%.
El grupo de mamíferos está restringido a las zonas de matorrales y pequeños bosquetes.
Dentro del grupo de los invertebrados son comunes y abundantes durante la tempora-
da de lluvia los insectos coleópteros (escarabajos), lepidópteros (mariposas) y ortópteros
(chapulines), así como moluscos gasterópodos (caracoles).

8
EL MEDIO AMBIENTE…

A la fecha, de las 81 especies de fauna silvestres, dos son endémicas, y de acuerdo con
la Norma Oficial Mexicana NOM-059-ECOL-2000, tres presentan alguna categoría de
protección: una en peligro de extinción, una amenazada, y otra con protección especial.

Problemática ambiental
Los problemas ambientales, la degradación acelerada y la pérdida de terrenos impor-
tantes de la cubierta forestal hacen evidente la necesidad de implementar un proceso
de reordenamiento de las actividades humanas y del manejo de los recursos naturales
que se han visto mayormente afectados por procesos de diversa magnitud en los
últimos 15 años, por lo que se propone establecer un área natural protegida con
carácter de parque urbano comprendiendo las superficies correspondientes a la zona
de El Calvario y La Pasión, así como la incorporación de terrenos ocupados por
asentamientos humanos.
Con excepción de la ladera Este que está ocupada por el Panteón Civil de Iztapalapa,
el cerro está prácticamente rodeado por el área urbana. De esta forma, la amenaza de
urbanización constituye uno de los principales problemas de la zona.

Invasión de tierras
La invasión de tierras provocó efectos negativos de gran magnitud sobre la mayoría de
los elementos del medio, principalmente sobre el suelo y la vegetación, ya que alteraron
directamente las características edáficas y eliminaron sustancialmente partes importan-
tes de la cobertura de la flora nativa,
además la presión por este factor es co-
tidiano en particular en su ladera sur,
donde existe un amplio espacio en gra-
ves condiciones de deterioro ambiental.
En varias ocasiones estas amenazas fue-
ron solucionadas a través de desalojos
mediante el uso de la fuerza pública. No
obstante, para 1999, el área invadida por
asentamientos humanos irregulares den-
tro de la poligonal de “Zona Sujeta a
Conservación Ecológica del Cerro de la
Estrella”, se estimaba en 10-09 ha, con 668 viviendas ocupadas por 622 familias (Di-
rección de Usos y Destinos del Suelo-CORENA, 1999).

Daños arqueológicos
Debido a la gran cantidad de visitantes que utilizan al espacio arqueológico del templo-
pirámide del Fuego Nuevo, ubicado en la cima como un gimnasio, aunado a los factores

9
HUIZACHTEPETL

erosivos naturales el monumento se está deteriorando ocasionando pérdida de los valo-


res arqueológicos y culturales que son de gran importancia.3

Tiraderos de basura
Se trata de depósitos de basura al aire libre que han causado perturbación a la flora y
fauna silvestres, como al paisaje. Los lixiviados que se producen en los tiraderos se
infiltran al subsuelo, contaminándolo y pudiendo estar perturbando negativamente la
calidad del agua, originando, además, un problema potencial de salud pública.

Tiraderos de cascajo
La interacción del área natural con la zona urbana es directa a través de numerosos
accesos irregulares abiertos en la barda perimetral inconclusa de piedra, rematada con
malla ciclónica, que resguarda parte de la superficie libre del cerro. Lo anterior consti-
tuye un fuerte impacto ambiental en la zona ya que es fuente de perturbación constan-
te para el área natural. Que de manera cotidiana se realiza a través de estos accesos.

Incendios
Los incendios influyen directamente sobre la composición y calidad de la vegetación,
esto a su vez provoca la pérdida del hábitat de la fauna nativa; además de las propias
plantas y por tanto de área verde, y la emisión de contaminantes a la atmósfera.

Erosión
Este factor ha incrementado sus efectos a consecuencia de la problemática anterior-
mente citada, la magnitud de este impacto se ve reflejada en el incremento de las velo-
cidades de escorrentía, las que a su vez llegan a obstruir el drenaje urbano, ocurriendo
inundaciones en diversas colonias en la época de lluvia.

Pérdida de fauna silvestre


Las poblaciones de la fauna silvestre del cerro se reportan reducidas y fragmentadas,
debido entre otras causas a la alteración de sus hábitats por los cambios del uso del
suelo de forestal a agrícola, como por asentamientos humanos, presencia continua de
incendios, y pastoreo.
El Cerro de la Estrella, ha perdido a la fecha el 85% de su superficie original, siendo
una de las causas principales la situación legal en la que actualmente se encuentra.
El Plan Parcial de Desarrollo Urbano de la Delegación de Iztapalapa, clasifica la
totalidad del Cerro de la Estrella como un Suelo de Conservación, lo que implica su
manutención, restauración y manejo con criterios que conlleven a su recuperación. Lo

3
Asimismo se encuentran dañados por el grafiti y el vandalismo númerosos petroglifos y cuevas con estuco.
(N. del E.).

10
EL MEDIO AMBIENTE…

cierto es que la protección que esta clasificación otorga, no ha sido suficiente para
enfrentar los graves problemas ambientales que presenta, como los asentamientos hu-
manos irregulares, la presión de crecimiento urbano y el deterioro de los recursos natu-
rales y la erosión del suelo.
En virtud de lo anterior y con la finalidad de proteger los recursos naturales así
como detener el avance de la marcha urbana, se hace necesario declarar como área
natural protegida no reservada a la Federación la totalidad de los terrenos correspon-
dientes al suelo de conservación para posteriormente desarrollar un programa de ma-
nejo que defina claramente las políticas de preservación, protección aprovechamiento
y restauración del área natural protegida.
En el área que nos ocupa uno de los problemas más graves lo constituyen los
asentamientos irregulares, que por su grado de urbanización impiden que se lleven a
cabo obras de regeneración de los elementos naturales. Respecto a ello la Comisión de
Recursos Naturales y Desarrollo Rural (CORENA) en coordinación con la Delegación
Iztapalapa y la Dirección General de Regulación Territorial (DGRT), dentro del polígo-
no propuesto del área natural protegida, se han excluido los terrenos con asentamientos
irregulares irreversibles.
Con esta acción además se resuelve la demanda social vinculada a la regulación de
predios ocupados por asentamientos humanos consolidados.
Por lo que se refiere a la Ley Ambiental del Distrito Federal, publicada en la Gaceta
Oficial del Distrito Federal el 13 de enero de 2000, considera como áreas naturales
protegidas de la competencia del Distrito Federal, entre otras, a los parques urbanos y
señala en sus artículos 91 al 103 las características y procedimientos que deben obser-
varse para el establecimiento de áreas naturales protegidas en el Distrito Federal. En
ellos destaca que uno de los objetivos del establecimiento de dichas áreas es la regula-
ción de los usos del suelo, así como el manejo, conservación, cuidado, restauración, y
mejoramiento de los recursos naturales.
El establecimiento de esta área natural protegida ayudará a contener las invasiones
de asentamientos irregulares, además de favorecer la realización de acciones para regu-
larizar las superficies que presentan invasiones por asentamientos irregulares, la ade-
cuación de la poligonal al muro ecológico construido, la corrección en las superficies
que rebasan el límite estatal y empatar las poligonales de las expropiaciones por causa
de utilidad pública, efectuadas mediante el decreto del Ejecutivo Federal publicado en
el Diario Oficial de la Federación el 29 de mayo de 1990.

Rasgos socioeconómicos
Aspectos sociales
De las 1,100 hectáreas del “Cerro de la Estrella” decretadas originalmente como Par-
que Nacional, se estima que se han perdido por urbanización cerca del 85 %. Aunque

11
HUIZACHTEPETL

la estrategia general de recuperación administrativa para los asentamientos humanos


irregulares, mediante el reordenamiento a través de reubicaciones y desalojos, ya ha
sido planteada por las dependencias responsables, en fechas recientes y hasta junio de
2000, sólo dos acciones de desalojo han sido ejecutadas.
Como ya se mencionó, el cerro se encuentra completamente rodeado de zona urba-
na a excepción de la ladera este. En la tabla 1, apreciamos los principales datos
socioeconómicos de las 13 colonias que tienen influencia directa sobre el área libre de

Tabla 1. Las Colonias con influencia directa en la Zona Sujeta a Conservación Ecológica
“Cerro de la Estrella”.4
USO
Barrio, Colonia Superficie Población Densidad Programa Programa
o Pueblo (ha) (hab) (hab/ha) Parcial 1987 Parcial 1996

1 Ampliación
El Santuario 12.35 2954 239.22 H2B, PERF,ZP,CE H3/50,RE
2 Amp. Ricardo
Flores Magón 13.05 4414 338.24 H2B H3/50,I
3 Ampliación
Veracruzana 3.29 610 185.41 H2 H3/40
4 El Manto 28.36 14408 508.04 H2B HM3/50, H3/40
5 El Mirador 4.19 1427 340.48 H2B H3/50
6 Estado de Veracruz 2.25 359 159.56 H2 H3/40
7 Estrella del Sur 50.13 9660 192.69 H2 H3/50
8 Fuego Nuevo 43.22 11505 266.2 H2 H3/50
9 Lomas El Manto 3.48 556 159.77 H2B H3/40
10 Los Reyes 57.09 5377 94.19 ES, H2 H3/50, E, EA
11 San Juan Cerro 36.62 7772 212.23 H2B, EM1.5 HM3/50, H3/40 E
12 Valle de Luces
1a Sección 11.13 1683 151.18 H2 H3/50
13 Valle de Luces
2a Sección 11.15 1538 137.92 H2 H3/50
14 Valle de Luces
3a Sección 9.12 3126 342.76 H2 H3/50
TOTAL/PROMEDIO 285.43 65389 237.71

4
Según datos del Sistema de Información Geográfica de la Dirección Ejecutiva de Ordenamiento Ecológico.
Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural.

12
EL MEDIO AMBIENTE…

asentamientos humanos. Esta área urbana se distribuye de la siguiente manera: al nor-


te-noreste, las colonias El Manto, Lomas El Manto, Estado de Veracruz, Ampliación
Veracruzana y San Juan Cerro; al norte-noroeste, las colonias Ampliación El Santuario,
Ampliación Flores Magón, Estrella del Sur; al oeste-suroeste, las colonias Los Reyes
Culhuacán, Valle de Luces 1ª. Sección, Valle de Luces 2ª. Sección y Valle de Luces 3ª.
Sección; al sur, Colonias Fuego Nuevo y El Mirador.
La mayor parte de estas colonias cuentan con los servicios básicos de alumbrado,
agua potable, drenaje y teléfono. Sus avenidas y calles principales están pavimentadas y
las construcciones en su gran mayoría son de cemento y concreto.
En las porciones noreste (El Manto) y oeste (Valle de Luces) de la Zona Sujeta a
Conservación Ecológica, existen tres tanques de almacenamiento y suministro de agua
de aproximadamente 5,000 m3 de capacidad en volumen. Ambos tanques fueron cons-
truidos por la Dirección General de Construcción y Operación Hidráulica (DGCOH)
bajo autorización de la Delegación Política de Iztapalapa.

Uso actual del suelo


Con base en los decretos federales de Parque Nacional (D.O.F., 24/VIII/1938) y Zona
Sujeta a Conservación Ecológica (D.O.F., 30/V/1991), los terrenos comprendidos den-
tro de estas poligonales tienen el carácter de Área Natural Protegida y los usos y desti-
nos de estos deben regirse de acuerdo a lo marcado en estos decretos y/o en los
ordenamientos legales aplicables en la materia.
No obstante, como ya se mencionó, debido a la indefinición jurídica de la propie-
dad de la tierra dentro de la poligonal de Parque Nacional, actualmente el 85% de esta
superficie se ha perdido en el proceso de urbanización que ha sufrido la zona.
El intento de salvar la superficie libre restante de Parque Nacional, a través de un
nuevo Decreto de Área Natural Protegida con carácter de Zona Sujeta a Conservación
Ecológica, tampoco pudo impedir la pérdida de superficie protegida.
En este segundo caso, debido nuevamente a indefiniciones legales en la tenencia de
la tierra y a la falta de interés y atención al área por parte de las dependencias guberna-
mentales responsables. De esta forma,
asentamientos humanos apoyados por
procesos de urbanización que no debie-
ron darse; al paso del tiempo se fueron
consolidando a tal grado que actualmente
la mayor parte de estos son colonias que
rodean la superficie libre del cerro y que
cuentan con todos los servicios públicos.
Este proceso ha llevado a perder aproxi-
madamente el 16 % (23.4 ha) de las 143

13
HUIZACHTEPETL

ha decretadas bajo la segunda categoría referida. Es necesario especificar que aproxima-


damente 10.4 ha de estas 23.4 ha se encuentran ocupadas actualmente por asentamientos
humanos irregulares no consolidados.
Desde el punto de vista normativo y con base en el Programa Delegacional de De-
sarrollo Urbano de la Delegación Política Iztapalapa, versión 1997, el uso de suelo
asignado a esta área es el de Preservación Ecológica (PE), una de las categorías de este
programa más restrictivas, donde se definen como zonas que por sus características e
importancia en el equilibrio ecológico, deberán ser conservadas, restauradas y maneja-
das con criterios que conlleven a su recuperación. Además de ser zonas boscosas y en
algunos casos deforestadas, que deberán ser recuperadas y preservadas de la invasión de
asentamientos.

Infraestructura y servicios
Ocupando un total de 6.4 ha, existen algunas instalaciones precarias dedicadas a fun-
ciones administrativas, educativas, de servicios y de campamentos.
Casetas de vigilancia. En total son siete casetas de vigilancia distribuidas sobre la mayor
parte del parque urbano. No obstante, todas se encuentran en un grave estado de
deterioro, que prácticamente las hace inservibles.
Cuerpo de Policía Montada. De la Secretaría de Seguridad Pública. Establecidas en su
momento para controlar la gran inseguridad en la zona, los resultados de su actua-
ción, en voz de los propios vecinos, han dejado mucho que desear. No obstante, los
recorridos de vigilancia a caballo y a pie, por parte de estos elementos policiacos, son
eventos relativamente frecuentes dentro del Cerro de la Estrella.
Barda perimetral. La parte norte y sur de la poligonal de la Zona Sujeta a Conservación
Ecológica Cerro de la Estrella se encuentra cercada con una pequeña barda de pie-
dra de aproximadamente 0.5 m de altura rematada con malla ciclónica de 1.5 m. En
su mayor parte, esta protección se encuentra muy deteriorada y son frecuentes las
entradas clandestinas de vehículos y peatones.
Educativas. Una palapa anexa a la cabaña, es utilizada por la Unidad de Servicios Edu-
cativos de Iztapalapa (USEI) dependiente de la SEP, para actividades de información
ambiental, recreación y campismo con gru-
pos escolares de la zona, también en este si-
tio fue construida una plancha de concreto
donde son instaladas tiendas de campaña
para que los grupos escolares pernocten.
Museo Fuego Nuevo. Cumple con diversas acti-
vidades educativas de visitas guiadas en don-
de se muestran diversas piezas arqueológicas
halladas en el área circundante.

14
EL MEDIO AMBIENTE…

Servicios. Ubicados en la ladera norte-noroeste se puede resumir en lo siguiente:


• Camino asfaltado que sube a la cima.
• Mirador panorámico ubicado sobre el camino asfaltado.
• Zona de asadores muy cerca de la cima, a un lado del camino asfaltado.
• Escalera de acceso al montículo que soporta el templo-pirámide del Fuego Nuevo
en la cima.
• Numerosas veredas utilizadas por corredores y visitantes en general.
• Área para acampar ubicada en instalaciones de “La Palapa”.
• Baños públicos ubicados en instalaciones de “La Cabaña”.
• Servicio eléctrico, alumbrado, teléfono, drenaje y agua potable para el Museo Fuego
Nuevo e instalaciones de la Policía Montada.
• La Cabaña cuenta con servicio eléctrico, una cisterna para almacenamiento de agua
tratada y fosa séptica.
• Aparatos para ejercicio físico ubicados entre el Museo Fuego Nuevo y La Cabaña.
• Juegos infantiles ubicados en el limite sur de la zona sujeta a conservación ecológica,
en su parte colindante con la colonia Fuego Nuevo.

Aspectos legales
Antecedentes de protección del área
• Agosto 24 de 1938. Decreto por el que se establece el Área Natural Protegida de
competencia federal, Parque Nacional “Cerro de la Estrella”. Superficie original-
mente decretada 1,100 ha (D.O.F., 24/VIII/1938).
• 1980. Se establece el Plan General para el Desarrollo Urbano que determina la zo-
nificación del Distrito Federal en Área de Desarrollo Urbano (ADU) y Área de Con-
servación Ecológica (ACE) (actualmente suelo de conservación). La superficie libre
de asentamientos humanos del Cerro de la Estrella, queda integrada dentro de esta
última categoría.
• 1982. Actualización del Plan General para el Desarrollo Urbano. En esta actualiza-
ción se establecen los usos y destinos para el Área de Conservación Ecológica (ACE),
quedando la superficie libre de asentamientos humanos del Cerro de la Estrella bajo
la protección de este instrumento legal (G.O.D.D.F., octubre 18 de 1982).
• Junio 18 de 1987. Se publica en la Gaceta Oficial del Departamento del Distrito
Federal, la nueva versión del Plan General para el Desarrollo Humano (ADH) y el
Área de Conservación Ecológica (ACE). La superficie libre de asentamientos huma-
nos del Cerro de la Estrella queda integrada dentro de esta última categoría.
• Julio 16 de 1987. Se publica en el Diario Oficial de la Federación la línea divisoria
entre la Zona de Desarrollo Urbano y el Área de Conservación Ecológica. Esta
nueva división, substituye la declaratoria de usos y destinos del área de conservación
ecológica del Distrito Federal de fecha 18 de octubre de 1982.

15
HUIZACHTEPETL

• Mayo 7 de 1990. Se ratifica la declaratoria de la línea entre la zona de desarrollo


urbano y el área de conservación ecológica publicada el 16 de julio de 1987.
• Mayo 30 de 1991. Decreto por el que se establece el Área Natural Protegida de
competencia local, Zona Sujeta a Conservación Ecológica “Cerro de la Estrella”.
Superficie originalmente decretada 143 ha (D.O.F., 30/V/1991)

Acciones oficiales
La Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (CORENA) ha realizado las ac-
ciones siguientes:
Prevención y combate de incendios forestales
• Limpieza de brechas corta fuego
• Chaponeo.
• Líneas negras
• Acondicionamiento y rehabilitación de caminos
• Vigilancia y control de incendios
Reforestación
• Plantación anual
Vigilancia ecoguardas y policía auxiliar
• Vigilancia del área natural protegida
• Apoyo a combate de incendios forestales

Tabla 2.

ZONA CARACTERÍSTICAS POLÍTICAS DE PROTECCIÓN


I PRESERVACIÓN • Cerrar veredas y caminos de acceso para evitar
la erosión de suelo y así permitir su recuperación.
• Evitar que el público realice talas clandestinas.
• Implementar programas de reforestación.
• Restringir el paso al público en general en
áreas de reforestación.
• No introducir flora exótica.
• Evaluar periódicamente el estado de la zona.
• Realizar obras de conservación de suelo.
II CONSERVACIÓN • Realizar programa de monitoreo.
• Recolección de germoplasma de especies
endémicas, de la zona.
• Elaborar trabajos de investigación.
• Reforestar el área con vegetación endémica.

16
EL MEDIO AMBIENTE…

ZONA CARACTERÍSTICAS POLÍTICAS DE PROTECCIÓN


• Realizar actividades de cajeteo, tutoreo y podas.
• Controlar el tránsito de visitantes.
• Señalar los caminos y senderos que podrán ser
utilizados, dependiendo el estudio a realizar.
III EJIDAL • Delimitar unidades de manejo.
• Cerrar veredas y caminos de acceso al público.
• Llevar a cabo programas de restauración ecológica.
• Actividades de cajeteo, tutoreo y podas.
IV CULTURAL • Dar el uso adecuado a los lugares histórico-
culturales.
• Darle la importancia necesaria a los vestigios
arqueológicos.
• Delimitar áreas de trascendencia arqueológica
prohibiendo el acceso cerca del lugar.
• Limitar el acceso al público a las cuevas de
importancia histórica.
• Elaborar un programa de manejo en coordina-
ción con el INHA para la conservación y
mantenimiento de los restos arqueológicos.
V USO PÚBLICO • Establecer lugares apropiados para la realización
de actividades tanto deportivas como recreativas.
• Señalar áreas de acceso.
• Marcar el uso adecuado de las instalaciones.
• Establecer áreas para la realización de diversas
actividades.
• Promover las áreas histórico-culturales.
• Poner señalamientos apropiados de acuerdo a
las actividades que se realizan.
VI RESTAURACIÓN • Llevar a cabo programas de restauración ecoló-
ECOLÓGICA gica intensiva.
• Realizar reforestación con especies endémicas
del lugar
• No introducir plantas exóticas.
• Cerrar caminos y senderos inapropiados de la zona.
VII INSTALACIONES PARA • No abrir nuevos espacios naturales para construir
EL ÁREA NATURAL cualquier tipo de instalaciones.
PROTEGIDA • Hacer uso adecuado de los espacios designados
para el mantenimiento y cuidado del área.

17
HUIZACHTEPETL

Educación ambiental, promoción y difusión


• Atención a visitantes y operación a los campamentos.
• Impartición de cursos sobre prevención y combate de incendios adscrito al personal
del Cerro de la Estrella.
Protección de recursos naturales
• Construcción de barda perimetral.
• Siete casetas de vigilancia
• Operativo de Semana Santa
• Operativo “Entrada de la primavera”.

Propuesta
Atendiendo a criterios biológicos legales y administrativos se determinan siete zonas
principales cuyo manejo deberá estar sujeto a políticas específicas.
En la inteligencia que en el programa de manejo del área se establecerá su zonifi-
cación detallada, en la tabla 2 se presentan siete zonas principales para su protección
inmediata.

Actividades y usos restringidos


Durante la realización de actividades en el Área Natural Protegida del Cerro de la
Estrella, no se permite el desarrollo de las siguientes:
• Verter o descargar contaminantes en el suelo, subsuelo y en cualquier clase de cauce,
vaso o acuífero, así como emitir cualquier sustancia contaminante que pudiera po-
ner en riesgo los ecosistemas o las poblaciones locales.
• Interrumpir, rellenar, desecar o desviar los flujos hidráulicos.
• Realizar actividades cinegéticas o de aprovechamiento de especies de flora nativa y
fauna silvestre.
• La apertura de caminos, veredas, brechas, senderos y otras vías de acceso, a excep-
ción de aquéllas necesarias para la vigilancia, contingencia o saneamiento del Área
Natural Protegida.
• La construcción de obras e infraestructura, a excepción de las necesarias para el
aseguramiento de los ecosistemas y el desarrollo de actividades de protección, edu-
cación ambiental e investigación.
• Establecimiento de rellenos sanitarios.
• Aquellas que alteren o modifiquen la fisiografía, microcuencas, o sitios de recarga,
ni detonar, desviar o impedir el libre escurrimiento o infiltración del agua.
• El establecimiento de asentamientos humanos.

18
EL MEDIO AMBIENTE…

• El aprovechamiento y manejo de las especies de flora y fauna silvestre que se en-


cuentren bajo alguna categoría de protección (según la NOM-059-ECOL-1994) y sus
hábitats, a excepción de la investigación científica y reintroducción.
• El aprovechamiento de recursos forestales maderables y no maderables, sin la auto-
rización correspondiente de la Secretaría del Medio Ambiente.
• Llevar a cabo actividades recreativas fuera de las rutas y senderos interpretativos
autorizados o aquellos que para tal fin sean instalados por la Secretaría del Medio
Ambiente.
• La construcción de obras de infraestructura, sin la autorización correspondiente de
la Secretaría del Medio Ambiente.
• La ampliación de la frontera agrícola y agropecuaria, sin la autorización correspon-
diente.

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20
Espeleología en el Cerro de la Estrella
José Montiel Castro

L a primera imagen que viene a la mente al escuchar el término espeleología, es el


trabajo a grandes profundidades, enormes galerías, caudales de agua fría y un gru-
po de intrépidos exploradores que se internan en las entrañas de la tierra, en suelo
calizo, sorteando peligros a cada paso. Esto está bien, principalmente en lo que se
conoce como espeleismo, o sea, la incursión a cavidades subterráneas naturales desde un
punto de vista deportivo. Pero, pensar en una verdadera práctica de la espeleología, que
es el estudio de las cuevas, se piensa en las mismas peripecias del espeleista, aunándosele
la dedicación, preparación y equipo acorde al estudio en cuestión.
El campo de acción por excelencia es el terreno calizo, muy alejado de la ciudad de
México, pero en esta ciudad, la más densamente poblada del mundo, se encuentran
cavidades de origen volcánico, con una enorme riqueza de testimonios de nuestra an-
cestral cultura, testimonios que por tenerlos tan obvios, no han sido considerados ade-
cuadamente; sólo un pequeño grupo de especialistas de diferentes disciplinas que en
tiempos diferentes se han abocado a su estudio, no sólo de las cuevas sino de diferentes
focos de interés logrando, en algunos casos, a trabajar interdiciplinariamente.
La invitación que Arturo Montero me hiciese para participar en un proyecto que
trataba de conjuntar los diferentes estudios ya realizados, aunados a uno más reciente,
encaminado a testimoniar, con arduo trabajo de campo y gabinete en el que varios
interesados ya tenían algún tiempo trabajando, me permitió poder realizar la topogra-
fía de algunas de las cavidades que en visitas de prospección y registro, ofrecían aspec-
tos de interés diversos.
En la figura 1, apreciamos una fotografía aérea del área nuclear del Cerro de la
Estrella denotando la ubicación de las espeluncas registradas al final de la segunda
temporada del registro espeleoarqueológico realizado por Montero y colaboradores.

23
HUIZACHTEPETL

Figura 1. Ortofoto del Cerro de la Estrella (1999)


con la proyección de cada una de las 142 oquedades localizadas
por el registro espeleoarqueológico, cfr. Montero en este volumen.

Del tipo de las cuevas


Las cuevas en la zona del Cerro de la Estrella son de origen volcánico, están conforma-
das en lava (rocas ígneas), la lava es materia rocosa fundida que llega a la superficie
terrestre por un cráter volcánico o por una fisura de la corteza. Mineralógicamente,
las lavas están formadas por silicatos con un elevado contenido de elementos voláti-
les. En contacto con la atmósfera, las lavas se solidifican rápidamente, dando lugar a
las rocas volcánicas. La temperatura de las lavas es muy variable; en general no sobre-
pasan los 1,200 ° C., ni menos de los 700 ° C. La fluidez de las lavas dependen de su
contenido en sílice; las pobres en sílice (basálticas), son muy fluidas y pueden reco-
rrer muchos kilómetros por pendientes poco inclinadas. Las lavas ricas en sílice
(riolíticas), son más viscosas y menos fluidas, por lo que se mueven más despacio y
recorren menos distancias.
Desde el punto de vista espeleológico, la lava da origen en algunos casos a la formación
de cuevas que habitualmente son de desarrollo horizontal, que yace en la superficie,
bañada por la lava. Se forma al discurrir de la lava y ésta se enfría en el exterior y sigue
fluyendo en un plano más bajo (más caliente), hasta dejar un conducto normalmente
de forma tubular, y también se pueden formar por burbujas de aire en la lava.

De la calidad topográfica de las cuevas


En el medio espeleológico mundial se contemplan siete grados de calidad de
topografía subterránea, de los cuales, el grado cinco es el más difundido y
aceptado por su calidad, dadas las características y dificultades de las grutas y
es precisamente el grado cinco el que se empleó para las mediciones para este

24
ESPELEOLOGÍA…

proyecto, usándose brújula y clinómetro “suunto”, flexómetro plástico de 30


m, además de la libreta de tránsito, aunándosele unos dispositivos con “leds”
rojos 1 para una mayor precisión en la lectura de los puntos topográficos.

Aspectos particulares de las cuevas topografiadas


Desde el punto de vista espeleólogo, llamó la atención la “Cueva del Cuervo”, misma
que topografiamos inicialmente en mayo de 1998 (fig. 2), por las claras evidencias de
incursiones de personas no involucradas con técnicas especiales. Asombró el hecho
de observar botellas de licor, de cerveza y trozos de madera usados como teas. Para
llegar al lugar en cuestión, tuvieron que arrastrarse por espacio de 13 m por un angosto
pasaje que, al llegar al otro extremo, se encuentra repartido en un complicado laberin-
to, de muchos vericuetos.
Esta cavidad se localiza a unos 50 m de la cerca que delimita el área de
Museo del Fuego Nuevo.

Figura 2. Topografía de 1998 de la Cueva del Cuervo,


catalogada como C-080.

La cueva que se registró como C -69 (figura 3), presenta un desarrollo más
bien corto, pero casi en el fondo, considerable descendente. Del piso emana
una corriente de aire, lo suficientemente fuerte como para apagar mi encende-
dor que expuse a la corriente con flama alta y en repetidas ocasiones. Si fuese
una cavidad cualquiera, no hubiese dudado en desobstruir y tratar de continuar
la exploración, pero tratándose de un lugar con claras evidencias arqueológicas,

1
Exclusivos de la Asociación Base Draco

25
HUIZACHTEPETL

Figura 3. Cueva C-069, también denominada “Macalochin uno”

esto sólo podrá intentarse al amparo de un permiso y proyecto específico. Se


vieron restos de cerámica en superficie. Esta cavidad presenta un obstáculo
singular; a unos cuantos metros de la cueva, mora una familia que argumenta
contar con los derechos de habitación y cultivo. En la primera visita se portaron
amables, aunque llegaron muchos parientes y estaban por todos lados, en nues-
tra segunda visita se nos negó el aproximarnos a la cavidad, con una actitud
intimidatoria.
Próxima a la anterior, en
la cueva C -067 (fig. 4) se
puede observar que la
oquedad está parcialmen-
te al aire libre con una
menor parte subterránea
con cortos espacios que a
simple vista se presumen
como brazos, pero no de-
jan de ser simples “abrigos
rocosos internos”.
Una belleza de cavidad es
la llamada “La Estucada” (fig.
5), misma que presenta un
estuco muy amplio. La cavi-
dad es un abrigo rocoso con Figura 4. Cueva C-067, también denominada “Macalochin dos”

26
ESPELEOLOGÍA…

Figura 5. Cueva C-106, también denominada “La Estucada”

una vista panorámica de un sector del este de la ciudad, se localiza fuera de los
caminos que los visitantes frecuentan pero no se ha salvado del vandalismo.2
La entrada a la Cueva del Oso, C -131 (fig. 6) está orientada con vista al
oriente, y presenta un recorrido que inicia con una anchura del pasaje único
de casi tres metros, llegando a estrecharse progresivamente hasta llegar a
menos de 70 cm. La altura inicial es de 2.30 m y casi al final es de menos de
30 cm, destacándose por tener un solo pasaje ligeramente descendente y
uniformemente estrechándose hacia su interior.

Figura 6. Cueva C-131

2
Véase, en este volumen, las fotografías de la oquedad, en Montero.

27
HUIZACHTEPETL

Otra cavidad muy interesante resultó ser “La Encalichada” (fig. 7), desde
el punto de vista topográfico, resultó ser muy complicada al tomar lecturas a
contraluz, puesto que el 90% se encuentra en zona de penumbra, presenta,
además, varios accesos y cuerpos rocosos intermedios que complicaron la
toma y anotación de lecturas.

Figura 7. Cueva C-026, también denominada “La Encalichada”

La cueva C-040 (fig. 8), presenta dos accesos, uno más bajo que el otro, su
recorrido que es corto, ofrece fuertes irregularidades que obligan a emplear
las manos para progresar en los desniveles y pendientes variados.

Figura 8. Cueva C-040

28
ESPELEOLOGÍA…

La cueva C-002 (fig. 9) es una pequeña oquedad que no requiere de ilumina-


ción artificial, por ofrecer una entrada muy amplia y pequeñas proporciones.
La cueva C -006 (fig. 10) presenta un salón inicial amplio de forma ovala-
da, en dirección norte, ofrece acceso a un pequeño pasaje oscuro que gira
ligeramente hacia el NNO , viendo al Sur se localiza otra entrada que podría-
mos denominar como acceso secundario, por ser más angosto que el consi-
derado como el principal.

Figura 9. Cueva C-002

Figura 10. Cueva C-006

29
HUIZACHTEPETL

Muy pequeña resulta la cueva C -059 (fig. 11) y muy laberíntica para
topografiar, ostenta cinco espacios de acceso, uno de ellos es un pequeño
tiro desescalable sin mayor dificultad técnica; otro acceso se podría contem-
plar aparte, puesto que se localiza en la bóveda principal y se requeriría de
equipo para trabajo vertical.

Figura 11. Cueva C-059

Por fuera de los muros del museo, se encuentra un amplio abrigo rocoso
catalogado como C-077 (fig. 12) tiene dos ingresos viables, uno por medio de
una rampa de desnivel descendente y otro por entre paredes que ofrecen un
angosto pasaje que está a cielo razo. Entre ambos accesos está la totalidad de
la cueva que tiene desniveles diversos llegando en algunos puntos a más de
tres metros de profundidad.

Figura 12. Cueva C-077

30
ESPELEOLOGÍA…

Resulta maravilloso el contemplar a simple vista, el caudal de evidencias


de nuestros antepasados, que a flor de tierra, en las cuevas, en las rocas
internas y a plena luz del día se vislumbran y que son un legado que está en
nuestras manos el poder preservar, estudiar y entender, con presupuesto o
sin él, puesto que si nos esperamos a que lo que por años no se ha dado,
hoy se logra con el trabajo de estudiosos e interesados, independientes,
públicos y privados que se han abocado a sacar a la luz, un granito cultivado
de éste nuestro patrimonio.

31
Formativo y Clásico Temprano en la península de Iztapalapa,
caso particular: Cerro de la Estrella o Huixachtécatl

Lucía Adriana Felipe Valencia

L a ocupación humana en la cuenca de México en la época prehispánica no se resu-


me a la saga mexica que es por demás conocida, al haber repelido de manera inau-
dita el ataque de los conquistadores españoles, etapa considerada por los cronistas como
el parteaguas de la historia mexicana. Pero seguramente, más de una persona se habrá
preguntado quiénes ocuparon este territorio antes del gran Imperio Tenochca. Es nece-
sario ir más allá de las fuentes escritas para lograr revelar a los habitantes de la cuenca de
México en épocas anteriores, cuál era su modo de vida y, ¿por qué no?, la importancia
que representan para los posteriores ocupantes. Desgraciadamente se desvanece a través
del tiempo el rastro de los hombres, la falta de continuidad de los pueblos hace que su
historia se pierda; sin embargo, gracias a la arqueología es posible escudriñar entre el
polvo para seguir sus huellas en las diferentes épocas.
Este espacio está dedicado a los primeros asentamientos humanos en el Cerro de la
Estrella, localizado en la porción sureste de la cuenca de México en lo que se ha deno-
minado Península de Ixtapalapa,1 región que tiene su límite occidental en dicho cerro
y hacia el este se prolonga hasta el Cerro Pino, pasando por el cerro Santa Catarina. Se
denomina península, ya que antiguamente formaba el límite sur del antiguo lago de
Texcoco, con aguas salobres y el límite norte de los lagos Chalco y Xochimilco, de agua
dulce (fig.1), siendo una barrera de tierra longitudinal rodeada de agua, a excepción de
su extremo este; el área total de la península es de 215 km2.

1
Blanton, 1972.

35
HUIZACHTEPETL

Durante 1969, Richard Blanton, de la University of Michigan, realizó un recorrido


de superficie en la Península de Ixtapalapa
como parte de un programa de envergadura
mayor llamado “Coordinated Anthropo-
logical Research in the Valley of Mexico”,
ideado por Eric Wolf, de la University of
Chicago. El recorrido de superficie para ubi-
car sitios llevado a cabo en varias regiones,
permitió conocer una gran cantidad de vesti-
gios prehispánicos que ahora se encuentran
destruidos o bajo las poblaciones modernas.
En el Cerro de la Estrella, Blanton repor-
tó asentamientos prehispánicos, pero actual-
mente las faldas de este cerro se encuentran
ocupadas por la mancha urbana casi en su
totalidad, debido al trepidante avance que pre-
sentó sobre estas áreas naturales en las déca-
das pasadas la ciudad de México, siendo
Figura 1. Localización del Cerro de la Estrella,
prácticamente imposible estudiar algunos de siendo el límite oeste de la Penínsuala de Iztapalapa.
los sitios pertenecientes al Periodo Formati- (Basado en Niederberger, 1987,
vo que en ese lugar se localizaban, ya que la Paleopysages… CEMCA).
mayoría de ellos han sido destruidos. La afectación no sólo involucra los vestigios ar-
queológicos, también al medio, presentándose una degradación de la fauna y vegeta-
ción original; hoy, las especies vegetales propias de este lugar has sido reemplazadas por
bosque inducido, principalmente con árboles de eucalipto (Cinnamomum camphora).

El Formativo Temprano (1900-900 a.C.)


y Formativo Medio (900-500 a.C.)
La continuidad de la ocupación humana en la Cuenca de México se puede asegurar
desde hace 24, 000 años,2 esto a partir de los hallazgos en Tlapacoya, estado de Méxi-
co, que muestran la llegada de los primeros grupos nómadas, que avanzaban hacia el
sur en busca de lugares más prósperos. En esta época observamos que el mal nombrado
“Valle de México” cumplía totalmente con sus funciones de cuenca ya que, como sabe-
mos, el área que hoy ocupan la ciudad de México y el área metropolitana estaba ocupa-
da por un conjunto de lagos, que originalmente formaron uno solo. De tal manera que
los recién llegados se encontraron con un lugar próspero donde podían permanecer

2
Lorenzo y Mirambell, 1986.

36
FORMATIVO Y CLÁSICO…

aprovechando los recursos del lago por lo menos de manera temporal, que para enton-
ces se trataba solamente de refugios invernales.3
Los primeros pueblos sedentarios en la cuenca de México subsistieron a la perfec-
ción con un modo de vida lacustre, combinando la caza y recolección con una produc-
ción agrícola que se incrementaba conforme se desarrollaban técnicas de cultivo, como
lo es el control de riego por inundación4 o el tardío sistema de chinampas, y otras
adaptaciones como lo es el sistema de pilotaje en edificaciones y el sistema de represa-
miento y diques.
Es en el periodo llamado Preclásico o Formativo (consultar tabla 1), donde se crista-
liza un modo de vida aldeano que temporalmente coincide en todo Mesoamérica. A
partir de esta fecha podemos observar un cambio en el patrón de asentamiento de los
pobladores prehispánicos que, dependiendo de las características de las diversas zonas,
darán un diferente matiz para el desarrollo de cada una de las grandes culturas
mesoamericanas.

Tabla 1. Cronología del Formativo en la cuenca de México (tomada de Parsons, 1986).


Fecha Periodo Fase
1200-900 a. de C. Formativo temprano Ixtapaluca
Bomba
900-500 a. de C. Formativo medio La Pastora
500-250 a. de C. Formativo tardío Ticomán
250 a. de C. –150 d. de C. Formativo terminal Patlachique
Tzacualli

A partir del Formativo Temprano la actividad humana inicia su impacto como


elemento transformador del paisaje; en la cuenca de México, se pueden observar los
asentamientos hacia la zona noroeste de la cuenca (el Arbolillo, Tlatilco y Zacatenco),5
Los asentamientos se encuentran en las partes bajas de laderas o cerca de arroyos siendo
ésta una situación favorable para la agricultura al utilizar el agua de lluvia para la irriga-
ción, en un inicio por gravedad y más adelante por medio de simples canales. Esto
sin dejar de lado la ocupación de la ribera lacustre, que era otro nicho favorable, por la
posibilidad de explotar los recursos acuáticos, además del cultivar implementando
el método de inundación en áreas bajas aledañas al lago, aumentando en gran medida

3
Barba de Piña Chan, 1980.
4
Serra Puche, 1988.
5
Piña Chan, 1955.

37
HUIZACHTEPETL

la productividad agrícola por lo que la mayoría de los sitios se ubicaron en los


2300 msnm aproximadamente, eliminando así el peligro que constituyen las heladas
sobre los cultivos.
Generalmente, en el Formativo Temprano los sitios son pequeños, por lo que se han
planteado sistemas regionales de economía autónoma ubicados en las orillas del lago,
específicamente en Xochimilco, con acceso directo a los recursos básicos (agrícolas y
lacustres) y centros mayores en lugares estratégicos controlando pequeños centros depen-
dientes para aprovechar recursos de otras zonas ecológicas, que sería el caso de Cuicuilco
y Tlatilco, sitios que contaron con una arquitectura pública.6
Según el reporte de Blanton, no existe ocupación en los periodos temprano y medio
del Formativo en el Cerro de la Estrella, aunque los primeros asentamientos en la
Península de Ixtapalapa se presentan desde el Formativo Temprano, en Tlapacoya y al
norte y sur del macizo de Santa Catarina.7 Es obvio que la densidad de población
durante la parte temprana del Formativo era muy baja comparado con los periodos
posteriores. Esto se puede entender en términos de productividad agrícola, donde la
abundancia de restos de comida silvestre en las excavaciones sugiere la gran importan-
cia de la recolección en la dieta de esos hombres.8
Se puede asumir como una evidencia de la jerarquización social, durante el For-
mativo Medio y Superior en la Cuenca de México, la diferencia existente en el trata-
miento mortuorio, preparación del difunto, ofrendas, orientación, etcétera que se
encuentra claramente en lugares como Tlatilco.9
En el Formativo Medio representa un crecimiento en la población más rápido que
en cualquier otra etapa prehispánica. A partir de este momento se puede observar con
mayor claridad la presencia de una clase privilegiada con acceso a productos provenien-
tes de lugares lejanos y otros materiales exóticos que nos indican un status. El consumo
de estos bienes reforzó el sistema económico basado en el intercambio a larga distancia
extendido en ese momento en todo Mesoamérica, justificándose el movimiento de los
sitios importantes a lugares estratégicos donde se podía mantener el control de las
incipientes rutas de comercio. Se trata entonces no solamente del comercio o intercam-
bio de productos imperecederos, tenemos también el comercio de productos de consu-
mo básico que en tiempos de escasez se convierten en un indicador de “riqueza”. Además,
como parte de un sistema de intercambio ritual, se pudieron establecer obligaciones
recíprocas entre los participantes, por lo que tendremos una circulación invariable de
productos durante años de prosperidad y escasez.

6
Parsons, 1986.
7
Blanton, op. cit.
8
Niederberger, 1976:278.
9
Piña Chan, 1955.

38
FORMATIVO Y CLÁSICO…

El Formativo Tardío (500-250 a.C.)


Hubo un crecimiento en la población de 20,000 a 70,000, representando una expan-
sión de 3.5 veces.10 El crecimiento fue mucho menos rápido que el presentado en el
Formativo Medio, aún así, se alcanzó un nivel impresionante. Fue importante que los
sitios originados en el Formativo Temprano decayeron y los del Formativo Medio se
extendieron, además aparecen nuevos sitios en terrenos bajos con drenaje natural cerca
de las orillas de lagos, estableciéndose sitios con arquitectura pública monumental como
Cuicuilco y Chalco. Se infiere la existencia de una jerarquía social por lo menos en el
sur de la cuenca de México, donde se puede hablar de manera probable de un control
regional del que Cuicuilco sería el centro rector. En ese momento la zona norte de la
cuenca se encontraba casi desierto.
Es entonces cuando se presenta la primer ocupación humana sedentaria en el Cerro
de la Estrella, siendo denominado por Blanton11 como el sitio Ix-LF-1212 (fig. 2), asen-
tándose en el pie de monte bajo13 a 2260 msnm y ubicado en las coordenadas 488.95
E y 2137.95 N (UTM).14 Se encoentraron erosionadas las laderas al oriente del sitio. El
suelo generalmente tiene un metro de pro-
fundidad, pudiéndose usar para lograr un
cultivo por escurrimiento. El sitio es repor-
tado en su momento cubierto por residen-
cias que a las afueras al oriente del actual
pueblo Culhuacán, usándose estos campos
pequeños en el área para el cultivo de lluvia
de maíz, nopal y maguey, aunque hoy es-
tán cubiertos por la ocupación moderna.
Los restos arqueológicos propios de esta
ocupación, esencialmente cerámica, tienen
una dispersión extremadamente inconstan-
te en una área de 15 hectáreas. No se en-
contraron estructuras arquitectónicas.
Blanton lo clasifica como un pueblo com-
pacto con una población estimada entre
150-375 habitantes. En este sitio ya ha-
Figura 2. Ocupación humana de carácter sedentario
bía excavado con anterioridad Eduardo durante el Formativo Tardío (Basado en Blanton, 1972).

10
Parsons, 1986:175.
11
Blanton, op. cit.
12
Ix (Ixtapalapa), LF (Late Formative), 12 (número de sitio).
13
Blanton la caracteriza como una zona de ligeras pendientes y suelo poco erosionado de más de 1m de profun-
didad generalmente, que pudieron ser usadas para el cultivo por escurrimiento.
14
Parsons et al., 1983:64

39
HUIZACHTEPETL

Noguera en 1967, al que llamó Belem, asignándolo también al Formativo Superior.15


Piña Chan16 indica que existen grupos, además del Cerro de la Estrella (Belem), en San
Cristóbal, Ecatepec, Xaloztoc, Zacatenco, Ticomán, Azcapotzalco, Lomas de Becerra,
Cuicuilco, Contreras, Tetelpan, Cerro del Tepalcate, Tlapacoya, El Tepalcate,
Chimalhuacán, Papalotla, Tepetlaoztoc, San Sebastián, Teotihuacan y quizás algunos
más. Respecto a relaciones del sitio de Belem con otros contemporáneos, George
Vaillant17 encuentra similitudes cerámicas entre este sitio con Ticomán y Ixtapoyan.
Este sitio en el Cerro de la Estrella tiene importancia al ser de las primeras ocupaciones
humanas en la cuenca de México que no están asociados directamente a la ribera lacustre,
significando una adaptación a nuevos ambientes acorde a las necesidades agrícolas, apare-
ciendo en la Península de Ixtapalapa el uso de contenciones para terracear las laderas de
los cerros en asentamientos al norte del Cerro Tetecon y el Cerro Tecuautzi.18 El sitio más
importante para esta época dentro de la cuenca es Cuicuilco. En esta época se intensifica
el cultivo y la explotación de los recursos lacustres con el fin de sustentar la gran pobla-
ción establecida en la cuenca de México. Hasta el momento no se han realizado estudios
que pretendan evaluar la agricultura prehispánica en asociación de los manantiales extin-
tos del Cerro de la Estrella, cuya importacia en otras partes del lago, al sur, se considera
trascendente en el desarrollo de la agricultura temprana.19

Formativo Terminal (250 a.C.-150 d.C.)


Este periodo es la transición entre el Formativo y el Clásico, considerado como el
“proceso básico para la formación del estado en la cuenca de México”.20 Al principio de
esta etapa se encuentran ya como centros regionales de importancia Cuicuilco y
Teotihuacan, al suroeste y noreste de la cuenca, respectivamente. Al mismo tiempo
aparecen sitios con una mayor protección que en tiempos anteriores, localizados en la
parte alta de cerros de la Península de Ixtapalapa, como es el caso del sitio del Cerro de
la Estrella, el Ix-TF-1321 (fig. 3), a 2385 msnm. siendo sus coordenadas UTM 490.57 E
2138.50 N.22 Este sitio junto con otros son para Parsons23 el indicador de la “existencia
de una frontera sociopolítica, en un contexto posiblemente hostil entre Teotihuacan y
Cuicuilco”.

15
Noguera, 1970:118, Noguera usa el término Preclásico Superior.
16
Piña Chan, op. cit:26.
17
Vaillant, 1931:338.
18
Blanton, op. cit:52.
19
Smith, 1987:31 y ss.
20
Parsons, 1986:175.
21
Ix (Ixtapalapa), TF (Formativo terminal), 13 (número del sitio).
22
Parsons et al., 1983:66.
23
Parsons, 1986:177.

40
FORMATIVO Y CLÁSICO…

Los vestigios arqueológicos se esparcen


de manera ligera sobre un área de aproxi-
madamente 41 hectáreas. Ninguna estruc-
tura fue encontrada. Blanton calcula una
población de entre 410-1025 habitantes.
Además, propone que son construidos du-
rante este periodo algunos terraceados con
contenciones de piedra en el Cerro de la
Estrella y por la presencia de material For-
mativo Terminal dentro de las cuevas plan-
tea una posible ocupación y la modificación
de ellas.24
La importancia de este sitio se da al ser
el único que queda de los tres sitios consi-
derados de defensa, siendo que los otros dos
ya están destruidos. Investigaciones en este
Figura 3. Ocupación humana de carácter sedentario
sitio podrían ayudar a conocer de qué for- durante el Formativo Terminal (Basado en Blanton, 1972).
ma se llevaba a cabo la interacción entre
Cuicuilco y Teotihuacan. Actualmente el terreno donde se ubica se encuentra protegi-
do por el Distrito Federal con la categoría de Parque Ecológico.
Es necesario puntualizar que la ubicación de Teotihuacan y Cuicuilco es estratégica,
el primero se encuentra sobre el paso de las rutas de comercio hacia la huasteca y la
costa del golfo y el segundo pudo haber controlado el paso hacia Morelos, en este caso
la importancia reside en la capacidad de controlar las rutas de comercio que, como
mencioné anteriormente, fue durante este periodo de vital importancia. En este caso
Tlapacoya, que también cuenta con arquitectura pública, funciona de manera similar,
ya que controla el paso hacia el valle de Puebla, además de que se establece como un
centro rector en esta porción de la península.
Sobreviene en este periodo un importante cambio al bajar drásticamente la densidad
de población en el sur y suroeste debido a la erupción del Xitle. Teotihuacan debió haber-
se fortalecido al adoptar a los grupos que emigraron desde el sur de la cuenca tras la
erupción que además de destruir Cuicuilco al final del Formativo, desestabilizó el sistema
político económico de los incipientes centros urbanos del área, provocando su abandono.

Los sitios del Clásico Temprano en el Cerro de la Estrella


Según Parsons, se dio un incremento considerable en la población de la cuenca de
México durante el Clásico Temprano, que no se alteró mucho durante el resto del

24
Blanton, op. cit.:61a.

41
HUIZACHTEPETL

periodo, mientras tanto Teotihuacan se conservaba como el único gran centro rector.
También plantea la existencia de un eje principal de distribución de asentamientos en
el centro norte de la cuenca, con “una notable correlación entre sitios grandes (o relati-
vamente grandes) y dos valles (Teotihuacan y Cuauhtitlan) con ríos permanentes y
zonas aprovechables para el riego a escala relativamente grande”,25 existiendo una ter-
cera zona hacia la parte baja del río Amecameca. En esta época, a diferencia del Forma-
tivo, la población se concentra al norte de la cuenca.
De tal forma que Teotihuacan, siendo el principal centro, no contaba con una com-
petencia considerable y fue posible que extendiera su rango de acción hacia el sur de la
cuenca. Y es precisamente en el Ce-
rro de la Estrella donde se encuentran
restos de asentamientos con influen-
cia teotihuacana,26 ya reportados por
Blanton en el citado informe, estos
son Ix-EC-35, Ix-EC-36 e Ix-EC-37
(fig. 4).
El sitio Ix-EC-3527 se encuentra en
el pie de monte bajo, en una suave
pendiente, el suelo es arcilloso de 1m
de profundidad y color café, severa-
mente erosionado en algunos lugares.
Localizado exactamente a 21 350 m/nm,
Y con coordenadas UTM 490.55 E, 21
138.00 N. Este sitio ocupa parte del
actual panteón civil, y el resto, para
la época del reporte, es un terreno
agrícola. Los vestigios arqueológicos
extremadamente ligeros se extienden Figura 4. Ocupación humana de carácter sedentario durante
en un área de un hectárea aproxima- el Clásico Temprano (Basado en Blanton,1972).
damente, no se encontró ninguna
estructura asociada, se le adjudica una población de entre cinco y 10 habitantes.
El sitio Ix-EC-3628 se encuentra en lo que fue el límite del lago a 2240 m/nm, con
coordenadas UTM 492.30 E y 2139.20 N, sobre un suelo salitroso de color castaño
oscuro y con menos de medio metro de profundidad, en algunas zonas se puede perci-
bir la presencia de material azteca asociados a posibles salinas. Los restos arqueológicos

25
Parsons, 1986:183.
26
Pérez Negrete, en este volumen.
27
Ixtapalapa, Clásico Temprano, sitio número 35.
28
Ixtapalapa, Clásico Temprano, sitio número 36.

42
FORMATIVO Y CLÁSICO…

se esparcen ligeramente en una total de 33 hectáreas. Actualmente el sitio es cruzado


por la calzada Ermita-Iz tapalapa (dirección E-W). Para Blanton es imposible calcular la
densidad de población para este sitio debido a la alta concentración de material tolteca
y azteca, pero Parsons29 le asigna un aproximado de 330 habitantes.
Otro sitio, el Ix-EC-3730 se encuentra en la zona de pie de monte bajo en la parte
menos escarpada de la cuesta norte del Cerro de la Estrella, a una altura de 2295 m/nm y
coordenadas UTM 490.07 E, 2139.57 N, el suelo es arcilloso, generalmente de 1m o
menos de profundidad y en algunas zonas se encuentra muy erosionado.
Durante sus recorridos, Blanton encuentra pocas evidencias del Clásico, pero gra-
cias a las excavaciones llevadas a cabo por Manfred Reinhold de 1977 a 1979, se
descubrió un conjunto habitacional (plano 1),31 al estilo del palacio teotihuacano de

Plano 1. Conjunto habitacional del Clásico Temprano, denominado, El Santuario.

29
Parsons et al., 1983:69.
30
Ixtapalapa, Clásico Temprano, sitio núm. 37.
31
Tomado de Pérez Negrete.

43
HUIZACHTEPETL

Quetzalpapálotl, en el centro del patio se realizó un pozo estratigráfico donde se obtuvo


un entierro múltiple (cuatro infantes) asociado con objetos de cerámica y restos de
mamífero que probablemente pertenecen a un perro; a dicho conjunto se le adjudica
una fecha entre el 300 al 400 d.C, que coincidiría con la época Teotihuacan II-A/ III.
Por debajo de éste se encontró la subestructura I-A que se estima fue construida hacia el
año 200 a.C, esta edificación consiste en un relleno de tierra preparado sobre la roca
madre donde fue construida la plataforma piramidal de un solo cuerpo y en ella un
templo con acceso hacia el oeste, flanqueado por dos pilastras. Se encuentra en este
conjunto la subestructura II, que cuenta con muros de adobe con base de mampostería
y en algunas partes se conserva el piso estucado. Segun Reinhold, el palacio cubre un
área aproximadamente cuatro veces más grande que el área de la suestructura I-A, el
conjunto además poseía al menos nueve montículos que evidenciaban estructuras ma-
yores dentro de una área proximada de 600 por 300 metros.32
Los restos del conjunto habitacional están muy deteriorados, se encuentran rodea-
dos de casas modernas, al oeste del lugar que se utiliza actualmente como Calvario en
la celebraciones de Semana Santa y siendo utilizado como depósito de basura o escom-
bro por parte de los vecinos.
Blanton33 observa que a diferencia de otros sitios grandes asociados a terrenos con
potencial agrícola, este lugar no es idóneo para esta actividad, por lo que considera que
la aglomeración de población se deba posiblemente a que este sitio era un centro de
intercambio, administrativo o ceremonial.
El que haya sido un centro de intercambio requeriría el control o acceso a una ruta
comercial y el control sobre otros sitios de explotación directa al medio, siendo de
pequeño tamaño los otros dos sitios de este periodo del Cerro de la Estrella, como para
proponer una extracción de tezontle y sal lo suficientemente grande como para crearse
aquí un sitio de estas características. Es atractiva la hipótesis de que se tratara de un
centro ceremonial, lo que implica que el actual Cerro de la Estrella se convertiría desde
ese momento en un lugar sagrado, tal vez por sus cuevas.

Comentarios finales
La ocupación del Cerro de la Estrella se prolonga en el tiempo centurias antes de los
tiempos en que se construyó el Templo del Fuego Nuevo, gracias a los estudios realiza-
dos en la zona se pueden conocer solamente algunas características de los pueblos que
allí se desarrollaron. Profundizar en las investigaciones podría revelar algunas incógni-
tas como la filiación étnica de sus habitantes, sus sistemas de organización social o las
características específicas de sus sistemas de comercio y subsistencia, por mencionar

32
Reinhold, 1977-1979.
33
Blanton, op. cit:80.

44
FORMATIVO Y CLÁSICO…

sólo algunos. Pero, como ya se mencionó, es prácticamente imposible organizar un


estudio en la zona de la magnitud del supervisado por Blanton, desgraciadamente
muchos vestigios del Formativo y el Clásico en el Cerro de la Estrella han desaparecido
cubiertos por la ocupación moderna.
Sin embargo, hay aún varias incógnitas que celosamente guarda el Cerro de la Estrella
como lo es el espacio ritual que representa el Templo del Fuego Nuevo y las cuevas,
pero debe de concebirse como una localidad geográfica que albergó una gama de cultu-
ras con un vínculo común: la relación ambiental e ideológica con su cerro sagrado. El
lugar por sí mismo posee importancia al cumplir 2, 500 años de ocupación humana
continua.

45
HUIZACHTEPETL

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47
Dos explicaciones de la descripción
de un fragmento arqueológico del Cerro de la Estrella.

Hans Martz de la Vega

L os resultados que se presentan a continuación forman parte de los trabajos de regis-


tro y conservación arqueológicos que se llevaron a cabo durante los meses de enero
a abril de 1998 en los sitios arqueológicos de la ladera norte del Cerro de la Estrella por
parte del proyecto arqueológico “Cerro de la Estrella”, dirigido por el arqueólogo Ni-
colás García Ortiz de la DICPA del INAH.
En este caso se presenta la información que me corresponde procedente a la del
sector A de las Villa Estrella que ahora conforman un centro comunitario.
Es necesario aclarar que las investigaciones con las excavaciones del sector A, junto
con las del sector B, a unos 20 m al oriente de este, se realizaron en plenitud durante
medio año de 1976, por parte de Monumentos Prehispánicos del INAH, dirigido por el
arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, quien comisionara al Proyecto Cuenca de
México del arqueólogo Jürgen Brügemann y éste encargara en campo a la P.A. Marga-
rita Treviño Acuña. Por lo que lo que aquí se reporta es solamente lo que quedó sobre
la superficie de aquellas excavaciones de rescate, de cuyo registro no se tiene cuenta mas
que en dos informes técnicos y una tesis presentada en Perú hasta 1988 después de
once años de los trabajos, y en ningún lado de los materiales arqueológicos obtenidos,
y ahora, los que tienen para su clasificación fueron recolectados de los restantes de
aquellas exploraciones que quedaron en los escombros liberados por nosotros.

Antecedentes del sitio


Excavaciones de rescate
Durante el año de 1976, en la ladera norte del Cerro de la Estrella, se localizaron
elementos de construcciones prehispánicas, cuando se comenzaban a construir edifi-

51
HUIZACHTEPETL

cios que albergarían adultos indigentes (lámina 1). Fue así que lo reportaron al Institu-
to Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien de inmediato asignó el rescate
arqueológico al Proyecto cuenca de México del
Departamento de Monumentos Prehispánicos,
dirigido por el arqueólogo Jürgen Kurt
Brügemann.
Paso inmediato fue comisionar a Margarita
Treviño a excavar y registrar todo de cuanto fue-
ra posible, y consolidar lo acordado por las au-
toridades. En la metodología de campo dividió
el área de trabajo en tres zonas: Zona Este 1, Zona
Este 2 y Zona Central.
Aprovechó las calas de cimentación que en la
Zona Este 1 hicieran para la construcción mo-
derna, para conocer los perfiles expuestos.
Trabajó durante la mitad del año de 1976,
siendo auxiliada por varios compañeros, entre
ellos estaban Reyna Cedillo y Diana Wagner. La Lámina 1. Localización del Sector A en
primera entregó su informe de campo, del cual el Cerro de la Estrella (tomado de Pérez 1998).
a) Conjunto Aguirre, b) Villa Estrella,
se ocupó toda la información en el escrito gene-
sector A y B, c) Museo Fuego Nuevo.
ral de Treviño de 1996 Informe de los trabajos del
Rescate Arqueológico en el Cerro de la Estrella, la segunda entregó un anteproyecto en
febrero de 1977 Anteproyecto de investigación. Arquitectura Coyotlatelco en el Cerro de la
Estrella, Iztapalapa, mismo que terminara por ser su tesis de licenciatura del año de
1988 Arquitectura Coyotlatelco en el Cerro de la Estrella; Iztapalapa, México D.F., presen-
tada en Arequipa, Perú. Al final de este apartado se tratará.
En general encuentra con las excavaciones “tres épocas o asentamientos, con sus dife-
rentes etapas constructivas (…), habitaciones de las diferentes épocas presentan evidencias
(…) de haber sido recuperadas” (Treviño, 1996:46). Se puede basar únicamente en la
Zona Este 1 y Zona Central porque allí excavó hasta el final de los objetivos que se
tenían.
De lo que Margarita Treviño describe solamente son evidentes tres niveles de hasta
seis descritos por ella, que pueden ser etapas temporales.
En la descripción que hace usa el término de nivel y son las siguientes:
Primer nivel: encuentra sólo un piso (piso 1 en la Zona Este 1 y posteriormente describe
en la Zona Central un talud que conforma una plataforma ceremonial (Ibídem:8 y 11).
Segundo nivel: encuentra dos pisos (piso 2 y piso 3) además de muros (muro 1 y
muro 2) de habitaciones en la Zona Este 1. De ocho entierros, seis pertenecen a esta
zona. En la Zona Central se distingue bien cómo es una zona habitacional con pasillos
y un cuarto con su entrada al norte. Los muros parten del talud ya mencionado hacia

52
DOS EXPLICACIONES …

al norte. Los muros están casi orientados a los cuatro puntos cardinales. Hay un hogar
o tlecuil al centro (Ibídem:8, 9 y 11).
Tercer nivel: sólo se menciona que es una unidad habitacional donde encuentra la
readaptación porque hay muros de adobe con muros paralelos de piedra. Los pisos de
estuco son anaranjados y se observa un sistema de drenaje por dos canales (canal 3 y
canal 4) (Ibídem:11).
Excavaron ocho entierros que describe brevemente (Ibídem:25). No todos los mate-
riales los identifica como tipos cerámicos (Ibídem:44).
En resumen para la temporalidad cree que es una ocupación Coyotlatelco, del Clá-
sico Tardío-Posclásico Temprano porque los materiales cerámicos son Teotihuacán IV,
“Protocoyotlatelco” y Coyotlatelco (Ibídem:45).
En la última etapa constructiva encuentra una intensa ocupación como lo señala
Blanton (1972) para el cerro (Ibídem:44 y ss.).
Únicamente me corresponde precisar sobre la Zona Central y la parte sudoeste de la
Zona Este 1.
Una vez terminado el rescate, siguió el objetivo inicial de construir los edificios
modernos. Sin embargo, en la Zona Central, que es finalmente la que se da a conocer
aquí como el sector A y de la que nos ocuparemos en todo el escrito, se modificó la
finalidad para la que se le tenía, porque el terreno es accidentado como para albergar
indigentes, transformándolo en un internado infantil que tenía “a su cargo el cuidado
de niñas abandonadas y maltratadas” (Sánchez, 1991:2). Así fue que durante más de
diez años la zona permaneció con el acceso libre y con ello su deterioro constante,
perdiéndose la consolidación realizada y más de lo que no se exploró. Posteriormente se
volvió a modificar su funcionamiento, hoy conocido como Centro Social Comunita-
rio Villa Estrella (clave 41-179). Allí se le dio una protección colocando una maya
protectora “aunque tiene fácil acceso” (Ibid.).
Hasta aquí contamos con la información oficial, y continuamos con la de carácter
interpretativo que trata de hacer Diana Wagner, en 1988, de lo que llama arquitectura
Coyotlatelco.
No da cuenta de los entierros y de las ofrendas asociadas a la arquitectura por lo que
las especulaciones deben ser sin duda de menor acierto que las anteriores, por el simple
hecho de nombrarle a toda la ocupación como arquitectura Coyotlatelco, además de
que la información arqueológica, didáctica digamos, es esencialmente la misma; es
decir, toma el registro y lo interpreta, aunque formó parte de las excavaciones y del
registro mismo. Podemos decir que mucha información se perdió en el proceso de su
estudio. El hecho no radica en si existe o no ésta, porque de algún modo queda clara
para algunos investigadores:

“características arquitectónicas adicionales a las encontradas por Rattray (1966:72),


han sido recientemente en otros sitios como: Xico, Tlalpizahuac y La Mesa […], Tula

53
HUIZACHTEPETL

(Patiño, 1994). Incluyen el uso de los tlecuiles, columnas en los pórticos, patios hun-
didos, drenajes y una disposición asimétrica de cuartos, siendo algunas de estas carac-
terísticas muy diferentes a la de los conjuntos departamentales teotihuacanos. Es de
esperarse que en cuanto se haga una tipología de clases de elementos constructivos y
arquitectónicos como la hecha por Patiño (1994) para los sitios Coyotlatelco de Tula,
se puedan encontrar más diferencias o similitudes entre los distintos agrupamientos
Coyotlatelco.” (García Chávez, 1995:21).

Patiño (1995) reconoce ciertos elementos de los que destacan dos de tradición del
Centro-Norte, frontera definida por Rosa Brambila (1996) y Ana María Crespo y Car-
los Viramontes (1996), y se trata de los patios hundidos y de las salas hipóstilas (plata-
formas columnadas), las cuales no se identificaron en el Cerro de la Estrella.
Sin embargo en la tesis, Wagner no establece una idea clara a partir de los elementos
o distribuciones de lo que es netamente Coyotlatelco, e ignora los trabajos de patrón de
asentamiento que sugieren asentamientos teotihuacanos en la Península de Iztapalapa,
solamente afirmando que existió una continuidad, misma que no está fundamentada
por el registro.
Se conocen nueve pisos de los cuales son solamente cinco determinantes de niveles
constructivos y los demás de las renovaciones. Lo importante de este trabajo es que los
dos primeros niveles no se reportan tal cual en el informe anterior, y explica que en-
cuentra cuartos con alineamientos semejantes a los de los dos niveles subsiguientes, el
tercero y cuarto, a los que se hará mayor referencia en este escrito. Los encuentra en las
Zona Este 1 y 2, que actualmente se encuentran debajo del edificio moderno, por lo
que no lo incluimos en la descripción posterior. También es importante conocer el
hecho de que descubrieron un quinto nivel constructivo. En éste también identifica lo
que corresponde a los cuartos, pero tampoco podemos hacer referencia al mismo pues
actualmente no se cuenta con el nivel del sector A. Solamente excavando las áreas verdes
del centro comunitario es como se logre identificar y estudiar más sobre el tema.
Reconocimiento de superficie
El arqueólogo Manfred Reinhold, que fuera comisionado por el INAH durante 1977
para llevar a cabo un reconocimiento superficial en la ladera norte del Cerro de la
Estrella, para presentar un informe de donde llevaría a cabo sus excavaciones durante
los años de 1977 a 1979, exploró al norte de la Villa Estrella encontrando los siguientes
elementos arquitectónicos:

“Las terrazas en formas rectangulares y bien pueden ser prehispánicas que sirvieron
para el cultivo o para edificios. […] se pudo reconocer […] anaranjado delgado sin
decoración, Coyotlatelco, rojo sobre blanco, rojo sobre café, doméstica […]. Estas
terrazas parecen pertenecer al sistema de terrazas ya parcialmente excavadas en la
Villa Estrella.” (Reinhold, 1977b:2).

54
DOS EXPLICACIONES …

Conservación:
Desde 1977 hasta 1997, 20 años, solamente se tiene reportado que en una ocasión
recibiera conservación. El arqueólogo Carlos Salas, quien fuera por siete años aproxi-
madamente el arqueólogo encargado del Cerro de la Estrella (Salas, 1998: comunica-
ción oral), escribe:

“En este lugar se hizo limpieza general, y una vez terminada se consolidaron los
muros, sólo con piedra y lodo, tomándose registro fotográfico.” (Salas, 1984:3).

Dicho registro fue entregado al actual cronista de la delegación Iztapalapa, aunque por
el momento no se ha tenido la oportunidad de revisarlo.

IV. Descripción del sector y de su arquitectura


El sector A se encuentra por debajo del nivel que comprende a la ladera norte del Cerro
de la Estrella (láminas 1 y 2, fotografía 1), sobre la cual se halla la actual colonia El
Santuario, y a sus lados se hallan dos edificios modernos del Centro Social Comunita-
rio Villa Estrella, así como al norte está situado un patio para infantes. Por lo mismo
está delimitado por una maya ciclónica que impide el acceso de éstos, aunque del lado
de los edificios es de 1.40 m de altura y con un acceso de entrada al oeste. Al norte corre
el riesgo de caerse pues ya cuelga por el centro.
Su extensión de norte a sur es de 33.5 m, y de este a oeste es de 26 m aproximada-
mente.
A continuación se describen las épocas constructivas (Morelos, 1993:89 y ss.) a que
pertenecen cada uno de los elementos arquitectó-
nicos o inmuebles. Es importante el tomar en
cuenta que no se mencionarán los cuartos del pri-
mer y quinto nivel, que quedan al principio y al
final de la larga secuencia cronológica que se si-
guió en este sitio por no tenerse en superficie al
realizarse la limpieza.
Primera Época Constructiva
Consiste en una plataforma cuyas dimensiones to-
tales nos son desconocidas debido a que sólo se
tiene reporte de un talud-tablero de 18.70 m y
0.60 m de altura (solamente el talud y 0.70 m con
todo y el listel inferior) orientado al sur. Su límite
al este se ha conocido en donde efectivamente es
una esquina en talud. De su lado este no se cono-
ce, aunque ha sido interrumpido por una época Lámina 2. Planta general del Sector A.

55
HUIZACHTEPETL

Fotografía 1. Toma sureste-noroeste del Sector A Vi-


lla Estrella con la retícula de trabajo. Al fondo la
piedra separada de acuerdo al trabajo que presenta.
Se retiró el escombro de la Segunda Época Cons-
tructiva. Contando en un orden descendente se no-
tan los muros, con orientación aproximada sur-norte,
tenemos el muro 1; el muro 2 y nótese cómo existe
una huella o continuación de este al norte; el muro
3 del que parten los muros 5 y 6 (respectivamente de
derecha a izquierda) con una orientación aproxi-
mada de oeste-este. En el margen inferior se nota el
soporte del canal 4, de sur a norte aproximadamen-
te totalmente deteriorado y aún con alguna roca de
canal por levantar. En el espacio de la izquierda se
estaba comenzando la limpieza ya que puede notarse
aún escombro. También puede notarse la delimita-
ción por la maya ciclónica con las edificaciones modernas.

constructiva que le sigue y nos es desconocida. De cómo se ha construido la platafor-


ma, conocemos que fue un relleno de roca tezontle roja y negra (extraída del cerro
sobre el que se localiza el sitio, pues son dos formaciones geológicas y ésta es correspon-
diente a la última; así como de lodo, aparentemente como cementante. Posteriormente
a que la nivelaran; con roca de tezontle labrada en forma rectangular se decidieron a
hacer el talud (talud 3; lámina 3 y fotografía 2). La base y el extremo superior fueron
anguladas a 25° aproximados para ofrecer la inclinación debida. Fueron recargadas
sobre la piedra del relleno y usaron un cementante blanco para fijarlas unas y otras.
Además estaban recubiertas por un enlucido de estuco rosa-blancusco. Parece ser que
en las excavaciones realizadas en 1976 encon-
traron los listeles (también reconocidos como
cornisas, moldura o franja inferior), (Gendrop,

Fotografía 2. Toma norte-sur del talud 3 al comienzo


de la limpieza. Se observa además cómo inicia
el muro 1 con dirección al norte. Lámina 3. Alzados de los muros 3 y 5, talud 5.

56
DOS EXPLICACIONES …

1984:50) y los pegaron con mortero al extremo superior sin cubrir todo el talud 3.
Éstos fueron los listeles superiores e inferiores del tablero, el cual se desconoce su for-
ma. Los listeles, al igual que el talud 3, fueron elaborados en tezontle rojo y negro. Lo
que sucedió es que para las épocas constructivas siguientes el patrón de urbanismo en
este sector cambió, se reutilizó el talud 3 pero no con su tablero, al hacer esto, lo
quitaron y tal vez lo reutilizaron para otras obras o lo abandonaron.
Segunda Época Constructiva (fotografía 1):
Ésta se puede observar totalmente desde el límite del talud hacia al norte. Digamos que
es una reocupación del nivel (el primero de únicamente dos niveles) en que desplanta
el talud 3. Primero es un piso color rojizo; es decir, bajo una capa de grava de tezontle
se halla una de tezontle molido y sobre de ésta una de ceniza volcánica que soporta la
del estuco pigmentado en rojizo. Posteriormente existe una renovación. También utili-
zan grava de tezontle consistente en ocho centímetros para después con la de tezontle
molido y de ceniza, encontrarse el estuco ahora de color cal y al parecer menos resisten-
te. Estos pisos (1 y 1a) fueron reutilizados y utilizados en interiores, vestíbulos y pasi-
llos habitacionales; se sabe por la disposición en que se encuentran sus muros. Se han
identificado siete muros que sobrevivieron a la construcción moderna. Desde el muro
1 al muro 4 la orientación es de sudoeste a noreste así como que su ancho promedio es
de 55 cm y todos ellos son irregulares en sus alturas máximas y mínimas y el modo de
identificarlos es en un orden que va de oeste a este y de norte a sur. El muro 1 (lámina 4),
comienza desde su unión con el talud 3, de la Primera Época; a los tres metros se
corrige con dirección al norte y desde allí a los 4.80 m comienza un talud (talud 1),
(fotografía 3), de dos metros de largo por 1.50 m de ancho con vista al oeste. En total
el muro mide 7.80 m. Es de los pocos que conocemos toda su extensión. El muro está
construido de tezontle rojo y negro sin carear,
se buscaba el lado más efectivo para su vertica-
lidad, y se unieron con lodo como cementante.

Fotografía 3. Toma suroeste-noreste antes de la limpieza


del extremo norte del muro 1 del que desplanta además el talud 1.
Se observa cómo está por debajo de la banqueta 3 en talud. Lámina 4. Alzados de los muros 1 y 2.

57
HUIZACHTEPETL

Al parecer después de cierta altura se utilizó adobe y empalizado con madera para
elevarlos a la altura requerida. Llevaban éstos un revestimiento consistente en una
capa de lodo que después se estuco pigmentada en rosa. En este muro no aparece casi
este revestimiento. El talud 1 tiene veinte centímetros de ancho por 1.90 m de largo
y 56 centímetros de alto. Está construido con tezontle pulido rojo y negro, en rectán-
gulos. El muro 2 (fotografía 4), que desde donde inicia, se encuentra situado a 3.10 m
del muro 1 y a 3.20 m del talud 3, y el extremo norte no lo conocemos ya que se
interrumpió con el edificio moderno. Es justo en donde inicia que se observa la
renovación del piso, mide 11.20 m de largo hasta donde se interrumpe al norte.
Está hecho al igual que el muro 1 y tampoco presentaba restos de revestimiento.
Junto con ese muro conforma un pasillo (pasillo 1) con acceso al norte y al oeste. Al
este también conforma un pasillo (pasillo 2), pero no conocemos su límite ni acceso
y/o salida. Al este y conformando el pasillo con este último, justamente se encuentra
el muro 3. Parte del norte al sur desde el talud 3, con un largo de 11.8 m. Desde
donde parte son 2.55 m al muro 2 y 2.40 m donde se interrumpe por la construcción
moderna; y por ello no conocemos su
verdadera extensión. Únicamente se
aprecia una huella de éste con las pie-
dras que formaron el desplante, pero
como se hallaban tan cerca de las ca-
las de cimentación, pocas pudieron
mantenerse firmes (fotografía 5). Fue
construido igual que los muros 1 y 2
y tampoco se halla evidencia del re-
vestimiento de estuco rosa. Hacia su
este forma parte de la delimitación de
Fotografía 4. Toma sureste-noroeste del muro 2 antes de
un vestíbulo y de un cuarto (cuarto 1, intervenirlo para su conservación.
fotografía 6). De hecho, puede enten-
derse como el muro oeste de ambos.
A 10.20 m al este sobre el talud 3 par-
te justo el muro 4 o extremo este del
cuarto 1 y del vestíbulo, con una lon-
gitud de 2.20 m. El largo total no se
conoce, porque fue igualmente inte-
rrumpido por el edifico moderno.
Pudo ser igual o más largo que el muro
3 (lámina 5). Se encontró revestimien-
to de estuco rosado en ambas caras. A
Fotografía 5.Toma suroeste-noreste del muro 3. Puede notarse
30 cm al este se encuentra el límite o que en la margen en donde desplanta existen restos del piso
la esquina del talud 3. original. Se observa la retícula para el trabajo de registro.

58
DOS EXPLICACIONES …

Fotografía 6. Toma oeste-este del cuarto 1 de la


Segunda Época Constructiva. Después del registro
arqueológico y de colocar el agua de cal sobre los
pocos fragmentos de piso estable se comenzaría a
cubrirles con la capa fina de tierra cribada, como
puede notarse en el espacio del fondo de la toma,
detrás del soporte del canal 4, que es en donde se
encontró piso en mejor estado de conservación y
que también corresponde al cuarto 1.
En el margen superior puede notarse cómo y dónde
se colocó la tierra y la roca levantada de esas
partes, debido a las limitaciones de espacio con que
se contaba. Podemos notar el soporte del canal 4,
realizado en 1976, presenta un hueco en su extremo norte, hecho con la finalidad de que las corrientes de agua
generadas por las lluvias pudieran escurrir sin destruir. Se puede observar en la esquina inferior derecha la
herramienta con la que se trabajó.

Continuamos con los muros 5, 6 y 7. Ahora la orientación de éstos va de oeste a este


con cierta inclinación norte-sur. También podemos decir que su ancho promedio es de
55 cm. El muro 5 (lámina 3, fotografía 7) parte a los 8.10 m del muro 3. Mide 95 cm
en sus últimos 1.50 m de su largo total de 2.40 m de oeste a este. También en este
ensanchamiento a manera de rectángulo se presenta un talud (talud 2) con cara al
norte, y de condiciones tales como el talud 1 en el muro 1. Las condiciones en que se
encuentra son de deterioro y presenta tanto en el talud 2 como en el revestimiento que
ve al sur, el estucado color rosa. A 2.10 m hacia al sur comienza otro que es el muro 6
(fotografía 8), de 4.65 m de largo. Justo en la longitud se nota una ampliación de 25 cm.

Fotografía 7. Toma sureste-noroeste del muro 5. Se puede


Lámina 5. Tercer nivel constructivo observar como de su perfil norte desplanta el talud 2 y su
(tomado de Warner 1988:plano). paño este es el extremo oeste del vestíbulo del cuarto 1.
También se puede observar el lado este del muro 3 y el muro
6, además de los restos de piso original.

59
HUIZACHTEPETL

Conforma al norte junto con el muro


5, el vestíbulo y con el talud 2 el ex-
tremo norte del cuarto 1. Este muro
es en el que más estuco rosa se conser-
va. A 1.90 m del muro 6 se encuentra
el muro 7. Mide 1.65 m de largo, aun-
que pudo medir los 3 m al unirse al
muro 4. No conocemos el paño oeste,
que formó parte de la entrada por el
norte del cuarto 1. Este paño está des-
truido. Presenta estuco sobre todo en Fotografía 8. Toma sureste-noroeste del muro 6 en el ángulo
inferior izquierdo. Nótese cómo en su parte este existen dos
su cara norte. momentos constructivos, pues se observa un paño y una
A partir del muro 1, justo a los 7.55 ampliación que no se conoce en dónde terminó.
m desde que se origina en el sur, se
encuentra una banqueta en talud (banqueta 1), con lo que formaría una cornisa pre-
senciada por una roca de basalto de 30 por 40 cm. Tiene 2.45 m de largo al oeste y 15 cm
de ancho. Presenta una capa de estuco deteriorada. Esta banqueta comienza justo des-
de la esquina en que se ensancha el muro 1, y es muy posible que comparta el momen-
to de ocupación con el talud 3. Se requiere de excavaciones para saberlo.
A 2 m al norte del talud 3 se encuentra un tlecuil u hogar. Consiste de un espacio
cavado de medidas variables, al norte 60 cm, 65 cm sur, 55 cm oeste y 50 cm este. De
cada lado contiene dos rocas de tezontle debidamente careadas en rectángulo. Ya fue
explorado durante 1976, y por ello la evidencia más profunda es a 87 cm en la que se
encontraba una botella moderna de cerveza. La profundidad total pudo ser de 20 cm
aproximadamente según Wagner en 1988. No se presentan quemadas las caras de las
rocas quedando solamente un revestimiento de cemento de 1976 para cuidar su movi-
miento. No sabemos si fue usado como fogón. Y podemos definirlo con base en otro
elemento. Éste se encuentra a 2.10 m
al este del muro 5. Es una huella de lo
que en 1976 durante las excavacio nes
registraron como una pilastra (foto-
grafía 9).
Por la profundidad a las calas de ci-
mentación del edificio moderno, pudo
ser destruido. Sin embargo, si fue un
pórtico, nos indica la entrada a un
templo según Rattray (1972:203).
Además de que los pisos de esta época
Fotografía 9. Toma este-oeste del vestíbulo. En la esquina
se hallaron quemados sin decir el tipo inferior derecha se aprecia una huella tapada por cemento de
o mostrar ilustración (Treviño, 1996). 1976, que pertenece a lo que reportaron como una pilastra.

60
DOS EXPLICACIONES …

Entonces se piensa que pudo ser cere-


monial por el Fuego Nuevo (Ibid.), o
de desocupación porque: “presenta hue-
llas de haber sido abandonado, debi-
do, probablemente, a un incendio, ya
que los pisos aparecieron cubiertos de
ceniza y gran cantidad de ollas sobre
él.” (Treviño, 1996:45). Por otro lado,
pudo ser una cista contenedora de
alguna escultura o figura de alusión re-
ligiosa, dentro de un templo. De otro Fotografía 10. Toma sureste-noroeste del sector. En el extremo
inferior izquierdo pueden notarse los canales 2, 3 y 4.
modo solamente se tratase de una casa. Pertenecen a la Tercera Época Constructiva. Al fondo un
La Tercera Época Constructiva ( fo- trabajador interviniendo el muro 2.
tografía 10):
Es un poco más delicada de definir y menos clara respecto de las dos anteriores. Tene-
mos que quienes construyeron durante este tiempo, taparon la Segunda Época Cons-
tructiva, y nivelaron a la altura de la plataforma de la Primera Época, y pensamos que
quitaron los muros ya descritos hasta la altura de la plataforma (el empalizado y el
adobe), y rellenaron todo esto de tierra nivelándolo y tal vez construyendo algún piso
de estuco. Hay evidencia de un piso de estuco blanco (piso 4) construido con base a
una capa de tezontle en grava y molido. Sin embargo, es similar al piso de renovación
de la Segunda Época. Si no entonces estaríamos hablando de una fase de desocupación
en la que pudieran ser 50 años y con ello el desplome de los techos y el adobe de los
muros quedando a nivel de la plataforma y posteriormente llegaran los habitantes del
periodo Epiclásico. Con ello pensaríamos de una
fase propuesta por Rattray (1999), de abandono
que va del ¿650? al 750 en que comienza el
Coyotlatelco (cuadro 1).
Se hallaron 4 canales, indicándonos que en ese
momento existió un complejo funcionamiento
de desagüe, sin embargo es posible que sólo dos
hayan sido utilizados simultáneamente (canal 3 y
4; lámina 6; fotografía 10). Al oeste encontramos
el canal 1, y fue una de las causas de que el talud
3 fuera interrumpido; es decir, cuando necesita-
ron un canal por esa zona, el extremo oeste del
talud 3, tuvieron que quitar las rocas de éste para
que pudiera pasar por debajo de la plataforma,
ya que se encuentra a centímetros por arriba del
piso de esa época. No conocemos su verdadera Lámina 6. Alzados y plantas de los canales 3 y 4.

61
HUIZACHTEPETL

extensión y faltaron algunos centímetros que no se pudieron descubrir, sin embargo


conocemos hasta donde existe actualmente, pues fue interrumpido por la construcción
de la banqueta del edificio moderno, en un total de 9 m desde el talud 3 hasta al norte
o a la plancha moderna de cemento. Está construido con roca de tezontle como base y
curveada al centro a manera de que pudiera correr agua por allí, y con una capa de
estuco blancuzco, mantenida por dos partes, también de tezontle careado, puestas sobre
las de la base, y unidas con estuco. Tuvo una serie de tapas, quizá lajas, que contuvieron
toda la tierra y roca que estuvo sobre éstos, y como control de la corriente que fluyó. El
canal 2, con una extensión de 3.20 m y un ancho promedio de 20 cm tiene un ángulo
aproximado de 25° acimutal, y se piensa que corrió por derriba del muro 3 de la Segun-
da Época; sin embargo, la dirección que presenta es en la que llevan los canales 3 y 4; es
decir, que pudo tener la misma función, pero anterior, y que por ciertas causas fue
interrumpido su funcionamiento, además de que éste fue, de los cuatro, el que no
presentaba una extensión real, y por ello o fue retirado en la excavación o en tiempos de
ocupación. El canal 3, que no es otro que el que se uniera al canal 4, a 4.80 m desde el
norte, donde está su límite actual. Tiene 35 cm de ancho promedio y al igual que los
anteriores existe una curvatura en el labrado de la roca para su funcionamiento exclu-
sivo como canal, además de la curvatura en sólo algunas de éstas y con su capa de
estuco blancuzco. Solamente presenta en esta extensión, una innovación en lo que se
refiere a los canales. La roca de base está hecha como un solo canal; es decir, que a los
lados se dejó una pared de 5 ó 6 cm aproximados de alto para que fluya el agua. Lo que
no sabemos es si esto fue la mitad de la pared y la otra fuera la roca de la tapa, o quizá
con mayor altura, para su debido funcionamiento, pues no quedó resto alguno de la
excavación. El ancho de esta pared es de 10 cm promedio. El canal 4 es igual que el 1 y
el 2, porque quizá fue poco después realizado. Consiste en una extensión actual de 12 m
y 40 cm de ancho promedio. Está en dirección sur-norte con una desviación de 25°
acimutal, igual que el canal 2. Fue hecho antes que el canal 3 e interrumpido para que
éste funcionara, pues en la excavación de 1976 lo encontraron interrumpido, y en el
limpiado de escombro sí se hallaron rocas de basalto, y tierra, además de que por derri-
ba corrió el muro 9 descrito de la Tercera Época Constructiva. Los primeros 3.80 m de
sur a norte fueron los interrumpidos. La orientación es igual que la del canal 2, por lo
que se deduce, tuvo la misma función pero posterior a éste. Actualmente este canal
corre sobre un soporte de tierra, y pasa por el centro de la entrada que existió en el
posible Templo de la Segunda Época de Construcción o cuarto 1. Este muro falso es
resultado de la excavación de 1976, de la tierra que cubría esa Segunda Época, y que se
mantuvo con una capa de cemento por ambos lados. Actualmente se halla casi destruido
y lo que resta del canal es una extensión de norte a sur de 6.10 m; posteriormente hay
un espacio de 5 m de deterioro y finalmente un tramo restante con la canal de 90 cm
del canal 4, además de que justo allí dejaron un puente para el escurrimiento del agua
y está elaborado con el mismo cemento.

62
DOS EXPLICACIONES …

Cuadro 1. CRONOLOGÍAS CULTURALES RELATIVAS


AÑOS PERIODOS CUENCA VALLE REGIÓN TLAXCALA VALLE DE TRADICIÓN TRADICIÓN
DE DE DE TULA -PUEBLA PUEBLA Y CHUPÍCUARO CHUPÍCUARO
MÉXICO TEOTIHUACÁN EXTREMO SUR
DE TLAXCALA
1400
1300
Posclásico
Tardío
1250 (1250-1519)

Cholula -
Huejotzingo
1200 Azteca (1200-1519)
1150 (1150-1500) Azteca Tlaxcala
1100 (1100-1500) (1100-1520)

Mazapan
1000 (¿1000?-1150)
Posclásico Tollán
Temprano (950-1150/
950 (950-1250) 1200)

Mazapan Coyotlatelco Corral


(¿900? Xometla Terminal
900 1150) (900-¿1000?) (900-950) Cholulteca
850 Corral (850-1200)
800 (800-900)
Coyotlatelco
Coyotlatelco Oxtotipac
750 (750-¿900?) (750-900)

Epiclásico Prado
700 (700-900) (700-800)

Abandono Texcalac Olmeca-Xicalanca


650 (¿650?-700) Metepec (650-1100) (650-750)
600 (600-850)

Metepec Xolalpan Tardío


550 Clásico (550-¿650?) (550-650)
Tardío
500 (500-700)
Xolalpan Xolalpan
Tardío Temprano
450 (450-550) (450-550)
400
Xolalpan Tlalmimilolpa
Temprano Tardío
350 (350-450) (350-450)
Clásico
Temprano
300 (300-500)
Tlalmimilolpa Tlalmimilolpa
Tardío Temprano
250 (250-350) (250-350)
200
Miccaotli-
Tlalmimilolpa
Temprano Miccaotli
150 (150-250) (150-250)
Protoclásico
(100 dne Tenanyecac
100 -300) (100-650)
Tzacualli Tzacualli
Tardío Tardío
50 (dne) (50-100) (50-100)

Tzacualli Tzacualli
Temprano Temprano
0 Formativo (0-50) (0-50) Complejo Chupícuaro
Terminal Chupícuaro (400 ane-300 dne)
(100 ane- (650 ane-300 dne)
100 (ane) 100 dne)
Autores Adaptado Rattray 1999 Millon 1993 Cobean 1990 García Cook García Cook y Adaptado por Adaptado por
por Sanders 1973 Merino 1984 Branniff 1996:61 Branniff 1996:61
citado en
Mc Clung
1984:Tabla 2

63
HUIZACHTEPETL

Fotografía 11. Toma noroeste-sureste del basamento


piramidal de dos cuerpos. Se observa sobre el segundo cuerpo
el piso 5. Este piso fue roto en 1976 y se observa que pudiera
ser el más resistente de los que existen en este sector. Arriba
pudo haberse encontrado un tercer cuerpo perteneciente a otra
etapa constructiva, sin embargo parece más consolidación de
Lámina 7. Alzados del basamento piramidal. 1976 que un elemento original.

Aquí se construyó un basamento piramidal de dos cuerpos (lámina 7, fotografía 11),


que en la manera en que aparecen las construcciones asociadas a éste, podría ser la
primera construcción importante de la época. El primer cuerpo o cuerpo 1 (fotogra-
fía 12) mide aproximadamente 7.50 m de largo y 4.5 m de ancho. Asociado se encuen-
tra un muro que tiene una orientación oeste-este. Fue construido con la misma roca de
los muros, de tezontle rojo y negro. Tiene 4.50 m de largo. Se trata de muro que une el
basamento a otros elementos que desconocemos, posiblemente otra serie de cuartos.
También tapa un pasillo lateral al basa-
mento (pasillo 3). El cuerpo 2 (foto-
grafía 12) tiene 68 cm máximo y 30
cm mínimo de altura por 6.60 m de
longitud y 3.30 m de ancho. Igualmen-
te desconocemos su largo, porque está
unido también al muro que delimita al
sur, y su ancho está en parte destruido.
Sobre este segundo cuerpo tenemos un
piso extraordinario por lo diferente res-
pecto de los demás (piso 5). Consiste Fotografía 12. Toma oeste-este de la esquina del basamento
piramidal y muro 10 (a la izquierda) hasta donde se llegó en
en una capa de lodo o barro, después 1976. En la esquina del basamento piramidal donde
una capa de canto rodado blanco, qui- comienza el segundo cuerpo existe el tronco de un tepozán
zá extraída del manantial que existió al (Buddleia cordata ssp.) que fue cortado para evitar el
desplome de la pared norte del primer cuerpo. Además se nota
norte del cerro (referencia verbal), y
en la base del basamento una capa de cemento que evita el
sobre ésta una capa de grava de tezontle derrumbe de la tierra, colocada también en 1976.

64
DOS EXPLICACIONES …

rojo que molido soportaba una capa


de ceniza volcánica y un estuco rojo-
anaranjado muy resistente. Se puede
ver en el núcleo de los cuerpos la tie-
rra, lodo y roca de tezontle con lo que
lo elaboraron, de lo demás no se co-
noce (fotografía 13). Sobre el piso del
segundo cuerpo se encuentra una cu-
bierta natural de 20 cm aproximada-
mente, y sobre ésta un alineamiento
de rocas, (siete claramente visibles) de Fotografía 13. Toma oeste-este del piso 5 en el que
se observa cómo se elaboró sobre una base previa de piedra
tezontle, que acomodaron en 1976. Pa-
de canto rodado pequeña. Arriba está el que tal vez fuera
reciera que son parte de un tercer cuer- un tercer cuerpo perteneciente a otra etapa constructiva;
po o inclusive otra ocupación sobre el sin embargo, parece más parte de los trabajos de 1976
basamento, pero es en extremo dudo- que un elemento original.
so. Se desconoce dónde están las escalinatas. Al oeste del basamento, se halla un mogo-
te de tierra de origen natural que quedó de la excavación (1976), y que pegaron con
cemento los lados para que no se perdiese la evidencia. El problema que presenta es que
tiene asociados algunos elementos arquitectónicos como el chaflán de estuco, las ban-
quetas 4 y 5 y pisos de estuco. La banqueta 5 en talud igual a la banqueta 1 consiste en
una alineación de ocho rocas en talud como la alineación que está por debajo del
muro 1, a diferencia de que éste tuvo cornisa. Del lado oeste de la banqueta 5 existe un
piso color rosado claro. Consiste en una capa de tezontle y después con ceniza pegaron
el estuco pigmentado. Al sur comienza a elevarse en curva a manera de chaflán, pero no
se conoce su límite, quizá se levantare en un ángulo de 90°. Al este no existe un piso.
Sin embargo, al oeste del mismo basamento se halla un piso blanco-grisáceo por debajo
de su nivel, lo que significa que pertenece a un nivel anterior. Frente a la banqueta 5, y
de hecho en función de este nivel, encontramos también ese piso blanco-gris sobre
una capa de tezontle en grava y una de ceniza. En su norte, en la cara del cuerpo 1, se
nota un cambio de técnicas de construcción; sin embargo, solamente es una forma
de tapar un espacio que tiene un significado diferente en dicha estructura. Se trata de
lajas que cubren 1 m por 30 cm del paño norte, tal vez cubriendo algo como una
ofrenda o entierro. Además se nota un paño anterior con rocas debidamente carea-
das, esto porque quedó al descubierto en la excavación de 1976, y pertenece a un
cuerpo anterior o quizá a que esté cubriendo algo. Se encuentra a la altura justo del
de las lajas. Al frente, a 1.15 cm, se encuentra otro alineamiento consistente en roca
tezontle careada tanto como paño y con capa de estuco como de su cara alta, por lo
que sirviera como banqueta (banqueta 3). Entre el muro 10 y el basamento, justo en
donde está la banqueta 3, está cubierto por un relleno de roca de tezontle y de basal-
to grandes, pero con 1.20 m de largo que quedó descubierto y de 30 cm de ancho.

65
HUIZACHTEPETL

En el perfil natural se nota cómo exis-


te parte de un núcleo, que cubría este
supuesto cuerpo, ya que el muro 10
(pudo ser un cuerpo posterior del ba-
samento piramidal o la parte lateral en
donde se tenía el contacto con los mu-
ros, sin embargo sí es posterior a la
banqueta 3 mas no sabemos si a los
cuerpos 1 y 2. El muro 10 (fotografía
14), al norte, a 2.40 m, es mucho más
evidente, debido a que se respetó en la Fotografía 14.Toma este-oeste. El margen izquierdo es el
muro 10 y unido de menor tamaño es la banqueta 2 o
excavación (1976), tiene un largo de banqueta en su forma horizontal escalonada y termina con el
4.50 m oeste-este, 98 cm máximo y muro 8 orientado norte-sur. Se nota también el interior del
38 cm mínimo de altura, y 1.05 m del cuarto 2 roto en 1976.
paño norte-sur. Este último paño está construido
con grandes rocas de tezontle careadas también en
talud de 10 cm, con huellas de estuco. No se co-
noce un piso asociado al estuco como tampoco al
del cuerpo 1 del basamento. El relleno que presen-
ta esta parte fue de basalto grande, y se encuentran
sostenidas, las que quedaron descubiertas, con una
capa de cemento de 1976 para la conservación.
Con el muro 10 existe una serie de cuartos,
que existieron sobre la nivelación de la Segunda
Etapa; es decir, una extensión al norte del segun-
do nivel del piso. De ello queda muy poca evi-
dencia, pues al excavar en 1976, lo rompieron
para conocer las épocas existentes (lámina 8, ver
zona central). Los constructores aprovecharon el
límite norte del muro 10 construyendo otra ban-
queta, de un grueso de 90 cm, de forma escalo- Lámina 8. Cuarto nivel constructivo
(tomado de Warner 1988:plano).
nada hacia al este, quizá elaborado como elemento
arquitectónico ceremonial u ornamental, con la roca careada de tezontle, y de altura 38
cm máximo y 2 cm mínimo, así como en una extensión de 4 m sin conocer con certe-
za, pues presenta un rompimiento de 1976. Como límite oeste, existe el muro 8 (foto-
grafía 14), orientado sur-norte, de 55 cm máximo de ancho construido por roca tezontle
y con lodo como cementante, quizá con adobe en su parte posterior, a partir de deter-
minada altura. Su altura es de 60 cm máximo y 25 cm mínimo.
Como evidencia de un interior (cuarto 2; fotografía 15)) está el piso 3° consistente
en una capa de lodo de 25 cm en promedio, después una capa de tezontle en grava de

66
DOS EXPLICACIONES …

8 cm, posteriormente una capa de


tezontle negro molido y una capa de
ceniza de 3 cm para soportar al estuco
muy resistente, color rojo-naranja,
como el que se presenta en el basamen-
to piramidal. Conocemos en el sitio
una extensión de 6.50 m al este, por-
que hasta allí se pudo limpiar el es-
combro. De este último muro inicia
el muro 9, orientado este-oeste, cons-
truido de adobe, aunque presenta roca Fotografía 15. Toma norte-sur del cuarto 2 de la tercera
Época Constructiva. Se observa el cuarto 1 en su parte este
tezontle en su base. Éste era el límite limitado por la construcción moderna y el soporte del canal 4
sur del cuarto 2 del que ya no quedan y arriba el piso sobre el que descansa el pizarrón del cuarto 2.
más restos. Consiste en un ancho de Se observa que liberaron este cuarto en 1976.
30 cm, y 1.40 m de largo hasta donde fue roto.
El muro 11 actualmente lo encontramos como si hubiera sido parte del azolve del
lugar, sin embargo era un muro que separaba un patio (patio 2) del pasillo 3. Consiste
de paredes de tezontle.

Antecedentes arqueológicos
A continuación se tratará de dar una síntesis de la ocupación del Cerro de la Estrella de
los periodos del Formativo al Posclásico Temprano y de su interacción con Mesoamérica.
Para el Cerro de la Estrella, aunque son muchas las fuentes históricas, e inclusive
sean entre éstas de las más antiguas de Mesoamérica, han sido pocas las investigacio-
nes que atañen a nuestra área de informe. Conforme vamos avanzando desde el pe-
riodo Formativo vamos acrecentando la problemática, hasta llegar a un punto en el
cual damos cuenta que es de trascendencia la exploración que aquí se puede realizar,
para despejar preguntas y cuestionamientos acerca de preguntas de origen de sistemas
de vida, llevados a cabo en la cuenca de México y el Altiplano Central, e inclusive
muchas otras áreas relacionadas como lo es la frontera norte de Mesoamérica o el cen-
tro-norte, o la frontera noroccidental mesoamericana. Me refiero a la problemática que
presenta el Clásico, con el auge y la transformación del estado teocrático y su interacción,
así como en el Epiclásico, su caída y la formación de la esfera Coyotlatelco, su desen-
volvimiento en las áreas vecinas y no vecinas, su desaparición y el desarrollo de culturas
que comienzan a mostrarse como un nuevo estado incipiente, y finalmente el inicio y
desarrollo del Posclásico Temprano antes y al momento del control tepaneca.
En todo esto, lo importante es saber qué papel jugaron las culturas establecidas en el
Cerro de la Estrella. Ahora no es posible decirlo, sin embargo sabemos que es mucho lo
que con investigaciones puede aportar la zona a la arqueología mesoamericana.

67
HUIZACHTEPETL

Vaillant, en 1938, obtuvo materiales del Cerro de la Estrella y Culhuacán y los


utiliza para establecer su cronología de la cuenca de México. Es el primer investigador
que hace referencia para conseguir explicar una mecánica dentro de la investigación.
Hasta 1951, Custer vuelve a identificar tipos cerámicos en sus excavaciones estratigráficas
en Culhuacán y allí mismo destaca también la excavación de 1950, publicada en 1953
de Antonieta Espejo. Pero no es sino hasta 1970, cuando Laurette Séjourné lleva a cabo
intensas excavaciones detectando la cerámica estratigráfica y publicándolo inmediata-
mente en un libro que es indispensable a la investigación del cerro. Con ello afirma la
existencia de asentamientos en Culhuacán desde 696 ó 699 dne como lo dijo
Chimalapain, e inclusive de un asentamiento anterior. Con base en lo anterior y con
las fuentes históricas, Eduardo Noguera (1970), lleva a cabo una excavación entre
Culhuacán y el Cerro de la Estrella, en un sitio llamado Belem. Allí hizo tres pozos y
obtuvo materiales que demuestran que allí se vivió desde el Formativo Medio hasta el
Posclásico.
Basándonos en los estudios realizados por Richard Blanton de principios de los
setenta para la península de Iztapalapa, de los de Jeffrey Parsons en la región de
Zumpango y al sur la subcuenca chalca-xochimilca, y los de William T. Sanders en el
Valle de Teotihuacán, se utilizará la cronología relativa publicada en Sanders (et al.,
1979), para poder ir explicando el desarrollo que se expone para la cuenca de México.
Primer Periodo Intermedio, Fase 3 (200-0 a.n.e.):
En esta época se observa un patrón de asentamiento en la península de Iztapalapa
diferente a todos los demás conocidos. Como su localización está entre Cuicuilco, al
suroeste y Teotihuacán al noreste, es evidente que se logran mantener en su región los
pobladores, a base de una defensa que se proporcionan en las cimas de los cerros y en el
pie de monte escarpado, y de una aparente reducción o agrupamiento en reducidas
áreas de hasta 40 hectáreas, y por ello se reporta una reducción de la población y el
abandono de extensas zonas. En este caso el Cerro de la Estrella es un lugar estratégico
por la panorámica que ofrece de toda la cuenca de México (Parsons, 1987:47 y ss.).
Es justo en su finalización, cuando el estado que imperaba, Cuicuilco ha sido des-
truido por la actividad volcánica del Xitle. (ibid.).
Primer Periodo Intermedio, Fase 4 (0-400 dne)
Es el comienzo del periodo Clásico.
Esto es porque a la caída de Cuicuilco, el estado incipiente que nacía, Teotihuacán, ganaba
terreno y se convertía en el estado imperante de Mesoamérica, y su auge cultural. Anterior-
mente se nota cómo se abarcan grandes regiones y el patrón abarca las laderas en general. Las
migraciones procedente, de fuera de la Cuenca la ocupa hasta sus límites. No solamente
en la cuenca de México se observan movimientos hacia el valle de Teotihuacán, también
al norte de Tlaxcala comienza a haber una ruralización (García Cook, 1996; García Cook y
Merino, 1997), y en el valle de Puebla está surgiendo otro estado, Cholula (Müller, 1973),
que no es antagónico a Teotihuacán y comparten la fuerza político-territorial y cultural.

68
DOS EXPLICACIONES …

El asentamiento, por lo menos 40 veces más grande que cualquier otro al interior de
la cuenca, es Teotihuacán. Se debe a que absorbió gran capacidad de mano de obra y
servicios que un estado como éste tendría. El asentamiento del Cerro de la Estrella
tiene una extensión de entre 60 y 80 hectáreas como los otros centros locales de Cerro
Portezuelo y Atzcapotzalco (Cobean, 1990:32, Parsons, 1976, Wagner, 1988: lámina 9).
Constan de arquitectura cívico-ceremonial modesta (Parsons, 1987:56).
Para estos investigadores (Sanders, Parsons y Blanton), desde mediados de esta fase
(0-400 dne) y hasta principios de la fase Metepec (650-750 dne) este asentamiento va
a ir creciendo pero no se va a modificar.
Para los años 200 y 300 dne existen dos problemas.

“La ausencia de cronología de cerámica lo suficientemente precisa parea delinear


cambios en la demografía y en el patrón de asentamiento” y la “incapacidad para
evaluar la función de los sitios y dentro de ellos.” (Ibid:38).

Por lo que los cambios notables los conocemos entre los años 100 a.n.e. a 100 dne y
entre 600 dne a 800 dne (Ibid.).
Horizonte Medio (400-700 d.n.e):
Es el auge estatal controlado por Teotihuacán. En el Cerro de la Estrella la ocupa-
ción crece hacia las faldas hasta llegar a ser un núcleo de 80 hectáreas aproximadamente
(Blanton, 1972; Parsons, 1987:56; Cobean, 1990).
Durante estos últimos 50 años Teotihuacán va a sufrir, a la vez que está en pleno
apogeo cultural, las primeras migraciones por causa de un desajuste en el sistema social
y se nota cómo los mecanismos de este sistema, que desde el año 200 dne ha sido
continuo, dejó de funcionar (650 dne), aunque Rattray en 1999 propone una modifi-
cación para ese ajuste hacia el 550 a 650 fase Metepec.
Se cree que Teotihuacán ha sido debilitado por fuerzas también externas que han
ejercido centros que aparecen como Cholula, Tula y Xochicalco. Lo que sí es verdad,
como ya se dijo, que Cholula no fue su rival y que inclusive se dividió la parte sureste
del Altiplano en cierta medida y que mucho menos fue un centro periférico que regía
para éste, además de haber caído por el año 600 dne por la influencia de grupos olmecas-
xicalancas provenientes de la costa del Golfo y que posteriormente habitarían Cacaxtla.
Tula, para ese momento, no existía como estado aunque se conocen 14 sitios en la
región, de los cuales uno abarcó 80 hectáreas a un kilómetro de la Tula posclásica.
Como centro regional, con estructuras ceremoniales, Tepeji del Río fue el asentamien-
to más grande del Clásico al norte de la cuenca (Diehl, 1987:133). En cuanto a
Xochicalco existen dos posturas, la primera es de quienes creen que influye sobre la
ruta de comercio que comunicaba a Teotihuacán con el sur mientras que Sanders y
Price piensan que debido a la falta de hegemonía que se siguió fue posible su existencia,
que aparecieron pequeños estados que lucharon un regionalismo o integración.

69
HUIZACHTEPETL

Así que ninguno de estos estados fue el que debilitó a la hegemonía que se tenía en
la cuenca de México.
García Cook propone que fue al este de la cuenca justo donde se encontraba el
“corredor teotihuacano” y con éste la “esfera teotihuacana” que lo rodeaba. En sus
investigaciones de Puebla-Tlaxcala observa cómo existe un cambio en dicha esfera al
mantenerse los sitios con cierta influencia pero ya con una lucha por el control regio-
nal entre ellas y protegiendo su autonomía, así se debilitaría el corredor y con ello la
comunicación con el este y sureste de Mesoamérica. Se observa cómo Tlaxcala comien-
za a tener más zonas pobladas, quizá por el regreso de la gente que alguna vez tuvo que
migrar a Teotihuacán, esto al norte de Tlaxcala y conocido como complejo Acopinalco
(Merino Carrión, 1989), que apenas se veía comenzar. Además, sí se nota la influencia
de un grupo de oriente, quizá el Tajín, que mantiene un control al noreste e influye
apoyando a estos grupos a desequilibrar a Teotihuacán. Sin embargo, investigaciones
más recientes les ha permitido pensar que no es el Tajín sino Cantona, en la cuenca
oriental de Puebla. Este estado surge por estas fechas y va a mantener el control de los
yacimientos de obsidiana, además de mantener su hegemonía aún poco estudiada (García
Cook y Merino Carrión, 1998, comunicación personal).
De todas maneras Teotihuacán aún es el centro más grande de la cuenca de México
con 10,000 pobladores, aproximadamente (Millon, 1988).
Fue Jiménez Moreno quien propuso al periodo Epiclásico como la fragmentación
política, cambios de patrones de asentamiento, generación de numerosos centros y
cambio de mecanismo de apropiación y comercio de los bienes (López, 1995; Sugiura,
1996:234). Básicamente se nota por el ocaso de la gran urbe, Teotihuacán, de la desar-
ticulación del macrosistema político económico que se nota en ciertas regiones del
Altiplano, de la frontera noroccidental, de la norte y de la de occidente (Sugiura,
1996:238). Como veremos más delante solamente va a causar efecto en algunas zonas
del altiplano: la cuenca de México, la región de Tula y al este de Hidalgo, al norte,
noroeste y sur de Tlaxcala, el valle de Toluca, el este de Morelos, en el valle de Puebla y
algunas otras zonas, y fuera en el bajío y noreste de Michoacán entendido aquí como
horizonte (cfr. López, Sugiura; García Cook, 1996 y 1997; Merino Carrión, 1989;
Rattray, 1966 y 1987; Müller, 1978; Parsons, 1978; Cobean, 1990).
En la cuenca se nota una ruralización “acelerada por procesos de reacomodamiento
y reordenamiento, genuinamente locales o de la propia región” (Sugiura, 1996:250).
En relación con el periodo anterior:

“la secuencia de patrón de asentamiento de la Cuenca de México sugiere que hubo


una considerable continuidad demográfica entre tales comunidades […] relacio-
nadas con Teotihuacán, y las Coyotlatelco […], en especial en el caso de asentamientos
con poblaciones grandes Coyotlatelco como son Teotihuacán, Azcapotzalco, Cerro
Portezuelo y Cerro de la Estrella”. (Cobean, 1990:33).

70
DOS EXPLICACIONES …

Concretamente entre los años 600 y 800 dne se da ese cambio de patrón y se mantie-
nen, como decíamos, grandes ocupaciones concentradas. Son seis y se hallan al sur de
Teotihuacán. El Cerro de la Estrella alcanza una extensión de 169 hectáreas con 4,500
habitantes aproximadamente, según Blanton. El Cerro Portezuelo también comparte
la arquitectura cívico-ceremonial con plataformas de templos, solamente que éste al-
canza las 380 hectáreas de extensión con 10,000 habitantes aproximadamente. Hay
dos asentamientos al norte de Texcoco con 380 hectáreas y 15,000 habitantes, otro al
oeste de Chalco de 200 hectáreas y 7,000 habitantes y el último en Acapotzalco. Entre
todos ellos existen de 20 a 30 kilómetros de distancia y un control de 10 a 15 kilóme-
tros, según sea el caso (Parsons, 1987:59, 61 y s.; Blanton, 1972). Sabemos que una
tameme o persona prehispánica que transportaba, puede cargar 20 kilos por 30 kilóme-
tros y 25 kilos durante 25 kilómetros (García Cook, 1998, que tomó de las fuentes
históricas, comunicación personal).
Lo anterior está poco estudiado, además de saber que: “los asentamientos articula-
dos de niveles bajos nos dejan ver cómo se extendió el complejo Coyotlatelco con
grado de regionalismo” (Sugiura, 1996:239). También:

“…tampoco hay informes publicados sobre excavaciones a gran escala del Clásico
Tardío y Postclásico Temprano (“arquitectura doméstica”) en la Cuenca de México,
similares a las excavaciones residenciales publicadas por Helean […] y Peña y Rodríguez
[…] para Tula, y Sisson […] para el Valle de Tehuacán.” (Cobean, 1990:30).

La esfera Coyotlatelco es la única explicación viable de los últimos desplazamientos de


la gran urbe al absorber a esa gente. En Tlaxcala, los catorce asentamientos de la cuenca
de México, la Sierra de Guadalupe y al occidente y valle de Toluca, así como los nuevos
poblamientos en la región de Tula al desaparecer los antiguos asentamientos, así como
Chalco (Parsons, 1987:238).
En general, la esfera Coyotlatelco ha podido ser estudiada por la cerámica. Cuando
se dice que es una esfera, se sustenta por la semejanza en el nivel tipo-variedad, a dife-
rencia del Bajío y Michoacán donde son más los atributos a reconocer (Cobean,
1990:37). Es muy poca la evidencia de una transición Metepec-Coyotlatelco, pues
aparecen interactuando, en la fase Metepec ya aparece la Coyotlatelco en Teotihuacán.
Se ha propuesto la fase de Oxtoticpac por Sanders (1965), “como un portador de
muchos atributos o elementos cerámicos de transición entre culturas de estos dos pe-
riodos.” (Ibídem:33). Sin embargo, no existen algunos indicios fuera del valle
teotihuacano, inclusive en muy pocos lugares de éste y por ello no es sustentable. A
efecto de ello, surge el problema de origen y desarrollo de lo Coyotlatelco. Dicha fase
de Oxtoticpac, según Blanton lo encuentra con mayor representación en la Península
de Iztapalapa que en el mismo Teotihuacán. Sin embargo el hecho de que hay un
abandono entre lo teotihuacano en el valle y lo Coyotlatelco, es apoyado por investiga-

71
HUIZACHTEPETL

dores como García Chávez (1991) y sí hay quien ha observado elementos de transición
como Good (1972), en Huextoc, en Oxtoticpac.
La principal característica es que los tipos rojo/café y rojo/bayo son cerámicas de
tradición occidental y norteña desde inicios del Clásico. De ahí que hayan surgido dos
posiciones, los investigadores que sustentan su origen en el Bajío o Querétaro y la que
quienes piensan que surgió en la cuenca de México. Los primeros se sustentan con los
materiales arrojados en investigaciones. Se cree que se desarrolla a partir del auge final
de Chupícuaro junto con la tradición del tipo blanco levantado. En la cuenca sólo se
han hallado al oeste, en la Sierra de Guadalupe, cerámica de poca elaboración con los
atributos, con ello sería de las tempranas, sin embargo está próximo al valle de Toluca
por donde pudo haber penetrado tal tradición. Otro sitio presenta “los tres tipos claves
diagnósticos (…) del complejo Prado de Tula. Son muy similares a los del Clásico en el
Bajío” (Cobean, 1990:180). La fase Prado va del 700-800 dne (cuadro 1), y ya en ese
momento hay Coyotlatelco más elaborado en la misma cuenca además de que:

“es muy probable que hubiera varios asentamientos Coyotlatelco (esto es Teotihuacán,
Cerro de la Estrella, Cerro Portezuelo y posiblemente Xico) con poblaciones más gran-
des que las de Tula en la fase Corral y Prado, por lo cual es dudoso que esta ciudad
tuviera control sobre ellos”. (Ibídem).

Lo que sí es un hecho es que en la región de Tula, los asentamientos de esta esfera son
nuevos, a diferencia de los de la cuenca de México sin interrupción aparente, según
Cobean.
Enrique Nalda (1984) hace recorridos de superficie en Querétaro y excava en San
Juan del Río, y obtiene un fechamiento de entre 400-800 dne para un tipo cerámico
rojo/bayo de diseños similares a los de Tula (lo llamó rojo/bayo El Mogote), pero no de
la cuenca. Pienso que Tula mantuvo buen tiempo la cerámica a como llegó hasta la fase
Corral (800-900 dne) que son iguales (Cobean, 1990:38 y 180). Rattray, por todo ello,
piensa que en Teotihuacán existe una población local pero con muchos extranjeros que
han difundido de inmediato al final de Metepec de esta esfera.
El problema radica en que al norte de Hidalgo o por el acceso al centro, no hay esta
esfera u horizonte y entonces la llegada tendría que ser por los valles de Temazcalzingo
e Iztlahuaca en el estado de México. En el valle de Toluca sí existe esta esfera, pero la
cerámica presenta ya atributos del Coyotlatelco Tardío. Por lo tanto Sugiura y otros, no
creen que venga del norte y creen que se origina en la cuenca con algunas técnicas
decorativas que existían en la zona norte (Sugiura, 1996:243). Lo atribuyen a otomíes
que habitaban en el norcentro que recibieron la influencia del bajío y lo fusionaron con
lo teotihuacano (Ibídem:241). En Toluca la cerámica es indicador del estado social,
cuando hay mayor variabilidad en un sitio se cree es de mayor jerarquía (ibidem:247),
caso que observamos en el Cerro de la Estrella (Martz s.p., Moguel, 1994).

72
DOS EXPLICACIONES …

El problema de la esfera Coyotlatelco está ilustrada con base en investigaciones,


sobre todo por Rattray (1966). Es la cerámica, la que durante más de tres décadas se ha
venido estudiando, y hace una distinción entre la temprana y la tardía, así como las nue-
vas formas que aparecen portando lo teotihuacano. Entre ello cabe destacar para las
tempranas las vasijas de bordes cilíndricos y como tardías las ollas rojas bruñidas de
cuello elevado y las cucharas largas (Rattray, 1987:83).
Segundo Periodo Intermedio, Fase 2 (950-1200 dne):
Posterior a la esfera Coyotlatelco surge la esfera Mazapan, y el problema básico es
que de donde surge ésta no hay presencia de la anterior, excepto por algunos registros.
Abarca, sólo en algunas regiones un momento al principio, desde el Posclásico Tempra-
no (900-1250 dne), para que se suceda en la parte final la esfera Tollan (Cobean,
1990:39 y s.).

Antecedentes históricos
Es importante, como se mencionaba arriba, el hecho de que existe información escrita
referente a la historia prehispánica del lugar, que se mencione de menos la más impor-
tante para que se forme la idea general de las posibilidades y casos a estudiar como
mínimo.
A partir del año 650 dne comienzan las migraciones de los grupos chichimecas
hacia al Altiplano Central debido a las temporadas de sequías que se reportaron para el
norte o Aridoamérica. Basándonos en la interpretación de Jiménez Moreno (1954-
1955), se piensa que por el año 900 dne, aproximadamente, penetró un grupo de esta
filiación, dirigidos por un hombre de excelentes cualidades, llamado Mixcoatl Camachtli
(“Culebra de Nubes”), y conocido como Totepeuh o Mizcoamazatzin (“El conquista-
dor”). Fue entrando por el valle de Toluca para conquistarlo al igual que posteriormente
al Valle de los Gigantes situado entre Teotihuacán y Acolman. Lo que se piensa de estos
grupos es que eran en extremo violentos, chichimecas (“perros salvajes”), (Guevara,
1991), y por ello lograban vencer a sus adversarios. Inclusive cuando llegan al Altiplano es
el momento en que surgen los estados militaristas (Piña Chan, 1967 y 1975). Posterior-
mente pelean contra la Tula arqueológica y Tlilotepec, hasta vencerles.
Lo interesante es que una vez vencidas estas regiones de gran intensidad para esos
momentos, no se establecen allí, sino que van a ir al sur de la cuenca de México a
vencer a los grupos huitznahuacanos, que habitaban lo que Mixcoatl fundaría después
como Colhuacán (Culhuacán). Después con esa capital “chichimeca”, posiblemente
situada en las laderas occidentales del Cerro de la Estrella al oriente de la actual pobla-
ción central de Culhuacán, van a enfrentar a los tlahuicas en el estado de Morelos, y en
Tepoztlán, Mixcoatl conoce a Chimalman, que obligada por las mujeres del pueblo
acepta enfrentarle para establecer la alianza o relación, y es justo allí donde la fecunda
y queda preñada. Al poco tiempo de dar a luz Chimalman, Mixcoatl es asesinado por

73
HUIZACHTEPETL

su capitán Ihuitímal, quien toma el mando y es ahora “rey” de Colhuacán. Con ello,
Chimalman huye al pueblo de sus padres, Michatlauhco, donde se da lugar el naci-
miento de Ce Acatl Topitzin (“Nuestro Príncipe Uno Caña), en el año de 945 ó 947
dne, según la historia del padre Olmos; cerca de Tepoztlán donde va a crecer y llegar a
ser el sacerdote de Quetzalcóatl (“Serpiente Emplumada”), deidad benéfica que reina
durante todo el periodo teotihuacano. Así es que se convirtió en el mítico Ce Acatl To-
pitzin Quetzalcoatl. También es conocido, según Jiménez Moreno, como Tepoztécatl
por vivir su niñez allí (se fundamenta en el folclor del siglo XVI). Cuando en Colhuacán
saben de todo ello lo buscan, y le piden que vaya a gobernarlos, pero él solamente va en
busca de los restos de su padre Mixcoatl, que al encontrarlos se dirige al parecer en el
Cerro de la Estrella, en donde los incinera y entierra para construir sobre ellos el Templo
que lo elevó a la categoría de un dios, se sabe que el Templo del Fuego Nuevo de la cima
del cerro no sólo cuenta con fases de ocupación mexica o anterior sino que se remonta
mínimo a la época tolteca (Ramírez, 1984). Posterior a ello, el asesino lo busca y le reta
a muerte, saliendo victorioso Quetzalcóatl. Entonces decide gobernar junto con el dios al
que representa en Colhuacán. Desde ese momento se conoció al Cerro de la Estrella por
Mixcoatepetl (“Cerro de las nubes de serpientes”), (Noguera, 1970:91). Esto es lo que se
conoce del Cerro de la Estrella porque según las fuentes, Cholula después del letargo que
tuviera entre 600 a 900 dne, aproximadamente, fue invadido por grupos olmecas-xicalancas
para obtener un poderío sobre el sur de la cuenca de México. El grupo comandado por
Quetzalcóatl emigra hacia al norte hasta Tulancingo en donde habitó por cuatro años y
luego toman Tula, ahora como su nueva capital militar.
Posteriormente se conoce la huída de Quetzalcóatl cuando es traicionado por
Tezcatlipoca, al darle éste de beber el octli poliuhqui (pulque). Como había tenido
relaciones con una mujer y había dejado de ofrendar a la mañana, no merecía ser el
sumo sacerdote y tenía por lo tanto que abandonar la región. De allí parte a la costa del
Golfo para llegar a la península de Yucatán. Pero esto ya no lo tomaremos en cuenta,
además de que aquí comienza a dificultarse aún más la historia por las contradicciones
de las fuentes acerca de los sacerdotes y gobernantes en Tula.
Por el momento mantendremos como verídica en nuestro esquema la propuesta de
Jiménez Moreno con lo que entonces Quetzalcóatl fue el primer gobernante y Huemac
el último antes del derrumbe de la metrópoli.
Antes de la caída de Tula los habitantes eran de filiación nonoalca, antagónicos a
Quetzalcóatl por venerar al dios Tezcatlipoca. Los tolteca-chichimecas adoraban y ren-
dían los rituales de Quetzalcóatl. Los primeros emigran poco a poco al valle de Tehuacán
y a Coixtlahuaca, Oaxaca, y los toltecas-chichimecas a Cholula y Colhuacán. Por el
año 1224 llegan Xolotl y los acolhua con su larga peregrinación y vencen finalmente al
resto de Tula.
Como resumen podemos mencionar algunas relaciones inmediatas. Si las primeras
migraciones de los chichimecas son por el año de 650 dne entonces seguramente se

74
DOS EXPLICACIONES …

trata de movimientos dentro del cambio que se generaba entonces para dar comienzo a
lo que llamamos el periodo Epiclásico. Ya para ese año Rattray propuso el comienzo de
un periodo de abandono en el valle de Teotihuacán y es hasta el año de 750 dne que
comienza la fase Coyotlatelco. Sin embargo, como podemos ver, los grupos habitaron
al sur de la cuenca de México en Culhuacán o mejor dicho en el Cerro de la Estrella
que para la ladera norte es donde estaba el asentamiento y no el de Culhuacán que
ahora conocemos; por lo que el área puede llamarse como Culhuacán arqueológico.
Allí se estableció según la historia una nueva corriente cultural y sufre modificaciones
cuando Mixcoatl llega hacia el año 900 dne, que es justo cuando comienza a gestarse el
Posclásico Temprano. Suceden hechos que la tradición oral reporta como rubro de
conquista y es el mismo Cerro de la Estrella en donde Mixcoatl es enterrado por su hijo
y verdadero sacerdote de Quetzalcóatl, el dios de mayor trascendencia entonces. Así el
lugar se vuelve una vez más sagrado. Sin embargo los enfrentamientos provocados por los
grupos olmecas-xicalancas del valle de Puebla-Tlaxcala hace que se emigre al norte en
donde aparentemente se tenía en parte lazos estrechos y allí se genera un Estado, el tolteca.
Esto nos permite pensar que los antecedentes del patrón de urbanismo de Tula pueden
ser en parte los de Culhuacán, que en nuestro sector A se observan en la fase Coyotlatelco,
a diferencia de que allá es para la Mazapan o Posclásico Temprano inicial (900/950 dne).

Discusión
El sector presenta tres Épocas Constructivas, de las que se puede plantear una discusión
en dos direcciones. Las primeras dos podrían pertenecer al periodo Clásico y la tercera al
Epiclásico, o bien la primera para el Clásico siendo las siguientes dos para el Epiclásico.
Tomando en cuenta los antecedentes arriba señalados y la descripción del sitio po-
demos confirmar que se sucedieron básicamente tres sucesos históricos.
Por época entendemos que son “ocasionadas por motivos ideológicos, por necesida-
des de modificación urbana o arquitectónica o por influencia” (Morelos, 1993:89).
Tomando la primera dirección tendríamos que:
La Primera Época Constructiva está definida por una plataforma en talud-tablero
(talud 3) que presenta las condiciones ceremoniales del Clásico Temprano.
La Segunda Época Constructiva pertenece al Clásico Tardío, desde la fase Tlalmi-
milolpan Tardío o Teotihuacán IIIA (450-550 dne) hasta los finales de la fase Metepec
o Teotihuacán IV (650-750 dne). En realidad se observa el mismo comportamiento
que en el centro político-económico de Teotihuacán en el que “hubo sitios donde el es-
pacio abierto de la primera época fue ocupado en la segunda por habitaciones y los
espacios de circulación” (Ibídem:90). Lo observamos en la Primera Época Constructiva
con la plataforma en talud-tablero (talud 3), cuyo espacio debió ser ceremonial, además
de que aún se podía contar con el espacio significativo, por un control demográfico,
y es cuando surge el crecimiento medido en la cuenca de México, y en especial para la

75
HUIZACHTEPETL

Península de Iztapalapa. Posteriormente, en la Segunda Época Constructiva, se readap-


ta este espacio, e inclusive se utiliza este talud 3 como uno de los límites de las habita-
ciones y espacios de circulación que se construyen. Por lo tanto se nota un crecimiento
de población y la reutilización de los espacios. En los poblados como éste que adquie-
ren mayor importancia sobre los demás como lo han supuesto Sanders y Parsons.

“el modo de integración y distribución de estructuras y espacios es común en las dos


épocas y es extensivo a todas las regiones del valle como mínimo; el proceso constructi-
vo también lo es, entonces es posible inferir lo que la arquitectura representaba; en
Teotihuacán sirvió como elemento sociopolítico unificador, centralizador y, por la nece-
saria división entre ciudad-campo, se impuso como dominante, dando a los habitantes
de la ciudad una posición social por encima de la de los agricultores del valle”. (Ibídem:92).

La Tercera Época Constructiva se observa por el patrón de urbanismo.


En la cuenca de México se suceden acontecimientos de cambio y reajustes en la
política y economía cuando la hegemonía teotihuacana va desapareciendo y con ella
también el periodo Clásico (700 dne). Sin embargo se sucede una cultura conocida
para el periodo en la cuenca de México y en algunas regiones como la de Tula, en que
posteriormente se va a desarrollar a una escala homogénea.
Consiste en un basamento piramidal, y por una serie de casas alrededor de éste. En
ello observamos el patrón que Helean reporta para la antigua Tula.
Estos dos espacios de construcción son utilizados simultáneamente, como una agru-
pación de pocas casas compartiendo un espacio central e intercomunicadas, y con un
basamento piramidal cuya función es la de un templo (Mastache, 1994, Stocker, 1974a:
lámina 10).
Esto corresponde para el Cerro de la Estrella y en general para la Península de Izta-
palapa así como también para sitios como Tlalpizáhuac (Pfannkuch y Granados, 1993),
Xico (Parsons et al., 1983) y Portezuelo (Hicks y Nicholson, 1964); que durante los
años de 700-900 dne como un periodo de reajuste y reacomodo en el que las poblacio-
nes de grandes dimensiones con más de 100 hectáreas significan un nivel sobre las
demás ocupaciones, además de que son habitadas a su máximo. Después del 950 dne
no se tiene evidencia de ocupación del Posclásico Temprano, y existe un abandono
como en las ocupaciones anteriormente mencionadas.
En resumen, tenemos que para las Épocas Constructivas del Clásico, existe un pa-
trón común al de Teotihuacán en su Primera y Segunda Época Constructiva (Morelos,
1993), y que se fortalecieron los espacios con ocupaciones cada vez más por habitacio-
nes intercomunicadas (450-750 dne), y para la época perteneciente al Epiclásico, se
nota una reocupación de la ladera, con el patrón del Posclásico Temprano en Tula
(Helean, 1974; Paredes, 1990), herederos en gran parte del Periodo Epiclásico (700-
900/950 dne), y con alta cantidad de la cerámica Coyotlatelco, desde la temprana

76
DOS EXPLICACIONES …

hasta la tardía, y finalmente un abandono total sin reocupación prehispánica, que pos-
teriormente habita en el área que hoy conocemos como Culhuacán.
Me inclino más por esta primera visión del área de estudio, sin embargo la cerámica
con la que se cuenta casi en su mayoría pertenece al Complejo Coyotlatelco del sur de
la cuenca de México propuesto por García Chávez (1995), y que son pocas las eviden-
cias de cerámica teotihuacana por el momento. Puede tratarse de que los materiales
obtenidos sean de superficie específicamente de la Tercera Época Constructiva, pues el
sector quedó limpio de materiales de las fases anteriores. Por otro lado se debe señalar
que los materiales cerámicos están siendo clasificados actualmente. Entre ellos tenemos
algunos materiales relacionados a los teotihuacanos, la Coyotlatelco y posiblemente las
figurillas femeninas planas con piernas y atavíos que son referidas en Tula para la esfera
Mazapan, tipo 2 y 7 (Stocker, 1974b:47 y ss.), de la que no tenemos presencia, por lo
que es posible también sean más tempranas aquí y de origen Coyotlatelco. Otra carac-
terística es que a unos 300 m al norte sobre la misma orientación sur-norte en la ladera
del cerro existen construcciones prehispánicas referidas al Clásico Medio por Manfred
Reinhold, quien las explorara entre 1977 y 1979. En sus excavaciones encontró ofren-
das y cerámica teotihuacanas y además explicó en su informe que se trataba de un
palacio teotihuacano.
Queda nada más sacar a colación la segunda visión posible del área. Se trata de que
la Primera Época Constructiva sea de filiación teotihuacana, solamente que a decir por
la cerámica, se trata del Clásico Tardío. Le sigue una fase de abandono como se señaló
en la descripción, por la evidencia de fuego en los pisos. La Segunda Época es de
referente para el cambio de sistema, y las construcciones son solamente habitacionales y
de menor calidad arquitectónica, como lo es en otros lugares de la cuenca, inclusive en el
mismo Teotihuacán, sin embargo el caso del Cerro de la Estrella goza de privilegios para
el Epiclásico. La Tercera Época Constructiva se trata de los mismos habitantes de la esfera
Coyotlatelco, que renuevan sus espacios, sin embargo se nota una diferencia de la con-
cepción de utilización de los espacios porque construyen un basamento piramidal y cuar-
tos adosados a éste, que son los antecedentes de lo que posteriormente sucede en Tula.
Finalmente podemos notar que no cambió en mucho una de otra de las opciones que
aquí se presentan. Solamente cambia en el hecho de que la primera respalda el proceso
de desarrollo teotihuacano, y la segunda más el de la cultura Coyotlatelco que a decir
por la cerámica es más viable (láminas 9-11), aunque nos inclinamos más por la primera.

Recomendaciones
Importancia de temporada posteriores:
El sector quedó limpio, registrado y consolidado en cuanto se pudo, sin embargo es
importante consolidarlo y reintegrar cada uno de los elementos arquitectónicos, así
como liberar algunos elementos que no se identificaron, y hacer alguna excavación en

77
HUIZACHTEPETL

Lámina 9. Cerámica del sector A superficie (referente a Noguera,


1965:99; García Chávez, 1995): a) Vasija teotihuacanoide; b)
Forma 4 cazuela; c) Forma 5 jarra de asa doble; d) Forma 27
sahumador; e) Forma 6 comal.

b.

Lámina 10. Cerámica del sector A superficie (referente a García


Chávez, 1995): a. Forma 10 cajete con incisión de fondo plano;
Forma 12 cajete de silueta compuesta; c. Forma 11 cajete
trípode de fondo plano; d. Forma 14 cajete de base anular; e.
Forma 16 cajete de base anular rojo/café.

Lámina 11. Cerámica del sector A; superficie (referente a García


Chávez, 1995): a. Forma 17 cajete hemisférico rojo/café; b. Forma
20 cajete rojo/crema; c. Forma 24 cajete trípode sellado rojo/café; d.
Forma 13 cuchara.

los cuadros de la retícula que se indicaron en el apartado VII del informe técnico (Martz,
1998), para conocer algunos detalles, y por otro lado tapar, con tierra y alguna cribada,
algunos espacios que impedirían mayor problema a la destrucción del sector A.
Otro aspecto importante, es que al excavar se pueden obtener materiales cerámicos,
inclusive posibles de fechar y con ello considerar una cronología relativa más próxima
a la riqueza que ofrece el Cerro de la Estrella. Con ello quiero decir, que hay que
excavar para saber si hubo arquitectura durante fases anteriores a Tlalmimilolpan Tar-
dío (450-550 dne), y si hubo un abandono relativo entre la fase Metepec (650-750
dne) y la Coyotlatelco (700-900/950 dne) para aportar datos entre estas etapas.

78
DOS EXPLICACIONES …

Bibliografía

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83
El Templo del Fuego Nuevo del Huixachtécatl.
Un espacio ritual en el Cerro de la Estrella

Miguel Pérez Negrete

E n 1974 y 1975 fue liberada la edificación prehispánica conocida como Templo del
Fuego Nuevo en el Cerro de la Estrella, después de siglos de permanecer cubierta
tras su destrucción en el Virreinato. La excavación fue llevada a cabo por Carlos
Hernández Reyes, con ayuda de Roberto Jiménez Ovando, bajo la dirección de Jorge
Acosta; un poco después se les unió Gilberto Ramírez Acevedo; la restauración se rea-
lizó después de la exploración por Gerardo Cepeda. Este artículo es un extracto de mi
tesis de licenciatura El Templo del Fuego Nuevo, surgida a partir de mi participación en
el Proyecto Arqueológico Cerro de la Estrella, a cargo de Nicolás García, en el año de
1997 y 1998, donde la restauración y medidas para evitar la erosión de ese monumento
arqueológico corrieron a cargo de Antonio Urdapilleta.1
Arqueológicamente, el Templo del Fuego Nuevo se notifica desde 1867, cuando
José Fernando Ramírez en su edición del trabajo de fray Diego Durán, Historia de las
indias de la Nueva España, indica que subió al cerro aledaño a Iztapalapa en 1852.
Eduard Seler buscó también la existencia de este templo en 1889, subiendo al cerro y
encontrando los restos de una estructura muy destruida.2 De las posteriores investi-
gaciones arqueológicas, la información ha estado encriptada a lo largo de años, mu-
cha de ella perdida y otra dispersada. En el referido trabajo, el acopio de información

1
Abundis, et al. 1975; Blanton, s.f., 1972; Cepeda, 1975; Durán, 1954a, 1954b; García Ortiz, 1997; Hernández
Reyes, 1954a, 1954b; 1975c; Jiménez Ovando, 1975; Pérez Negrete, 1998; Ramírez Acevedo, s.f., 1976,
1984; Salas, 1954a, 1984b.
2
José Fernando Ramírez, en Durán, 1995: cap. IX. Seler en Reinhold, 1977.

87
HUIZACHTEPETL

y fotografías, así como la entrevista a investigadores que tuvieron relación con ese sitio
arqueológico, ha sido primordial. Muchos aspectos son presentados brevemente en
este artículo por dos motivos: uno de ellos es que la investigación no ha concluido,
existiendo faltantes o incertidumbres que prefiero omitir por el momento, abocándo-
me a presentar aquella información que se considera segura; por otra parte, he decidido
no publicar ahora ciertos datos, como muestra de respeto a todos aquellos investigado-
res que ofrecieron sus resultados inéditos para la tesis: éstos son arqueólogos y
antropólogos físicos que tuvieron la amabilidad de darme parte de sus conocimientos y
documentos del Templo del Fuego Nuevo.3
Este templo está referenciado ampliamente en las fuentes históricas. Algunas lo se-
ñalan como lugar donde se prendía el Fuego Nuevo: fray Toribio Motolinía, fray
Bernardino de Sahagún, Francisco López de Gomara, Hernán Cortés, Hernando
Alvarado Tezozomoc, fray Bartolomé de las
Casas y en Historia de los Mexicanos por sus
Pinturas,4 además de estar representado en
el folio 42r del Códice Telleriano Remensis,
(fig.1) donde se denomina “iglesia del fue-
go nuevo” y por lo tanto en el folio 87r del
Códice Vaticano A.5 Esto sin contar las otras
fuentes históricas que representan pictórica-
mente al Huixachtécatl en la ceremonia del
Fuego Nuevo.
Respecto al nombre del cerro, Durán se
refiere a él como Vixcihtla y Vixachtla;
Bartolomé de las Casas como Vixachtla, al
igual que López de Gomara. Sahagún lo
Figura 1. Representación del Templo del Fuego Nuevo
llama de dos formas, Uixachtécatl y en el folio 42r del Códice Telleriano Remensis.
Uixachtlán, aunque este último nombre lo
refiere a la sierra donde se localiza, mientras que Torquemada retoma de la misma
forma los dos nombres; Tezozomoc se refiere a él como Huixachtécatl y Huixachtla;
Domingo Chimalpáhin se refiere de tres formas en un párrafo, pareciendo usar

3
He sido moderado en el uso de esos documentos en este trabajo a la espera que la tesis sea concluida pronto,
agradeciendo de antemano la ayuda proporcionada por Richard Blanton, Clemency Coggins, Nicolás García,
Susana Gurrola, Carlos Hernández, Roberto Jiménez, Hans Martz, Enrique Méndez, Arturo Montero, Jeffrey
Parsons, Hector Patiño, Gilberto Ramírez y Carlos Salas; que si bien en se han involucrado en mi tesis más de
30 investigadores a quien tengo que agradecerles, los nombrados aquí han cedido desinteresadamente su
información.
4
Motolinía, tratado I, capítulo 5; Sahagún, libro IV, parte II; López de Gomara, capítulo CCXXXV; Cortés,
1983:133; Tezozomoc, capítulo XCVII, Bartolomé de las Casas, 1999:83; Historia de los Mexicanos por sus
Pinturas, en Garibay 1996:41.
5
Códice Telleriano Remensis; Códice Vaticano A

88
EL TEMPLO DEL FUEGO…

Huixachtecatl para la zona, Huixachtecatépetl para el cerro, usando también


Huixachtlan, sin quedar claro si es este mismo lugar u otro; este último nombre es
usado también en el Códice Chimalpopoca. En Historia de los mexicanos por sus pinturas
lo llama Vizachitlan.6
En el Virreinato seguía conservando su nombre tal y como aparece en un plano de
1589,7 indicado como Huixachtla. En sí, parece ser que existía un cerro con el nombre
de Huixachtécatl localizado junto a Culhuacán e Iztapalapa, es decir el Cerro de la
Estrella, y otro en las inmediaciones de la Sierra de Guadalupe, que se denominaba
Huixachtitlán,8 punto de migración de los mexicas al norte de la cuenca y referido
pictográficamente en algunas fuentes históricas y por Historia de los Mexicanos por sus
pinturas, apareciendo como Huixachtitla en la Crónica Mexicayotl,9 aunque, es posible
que Huixachtitlan se refiera también al área que ocupaban los asentamientos de
Colhuacan, Itztapalapan, Mexicatzinco y Huitzilopochco.10 Este cerro recibía el nombre
de Huixachtécatl por estar cubierto por árboles de huixachin,11 conocido como huizache;
más tarde, el nombre de Cerro de la Estrella lo tomó porque aquí se ubicaba un rancho
del mismo nombre, y no debe confundírsele con Citlaltépetl, una elevación situada en
el noreste de la cuenca de México, cuyo nombre significa “cerro de la estrella”.12
Hacia el final de la ocupación prehispánica en la cuenca de México, se continúa
haciendo evidente una organización surgida desde tiempos atrás en la transición
Preclásico-Clásico13 se trata de la conformación del Estado, cuyos medios coercitivos se
realizaban activamente, mediante la institucionalización de grupos de fuerza, como lo
es el ejército, y pasivamente con la ideología,14 que tiende a residir en instituciones
como la religión.15 Esta última se forja con estractos antiguos de creencias, como son
los cultos personales y comunales,16 a las que se le suman nuevos elementos propios del
grupo que ostenta el poder en un momento histórico particular.

6
Durán, 1995, capítulo IX; López de Gomara, capítulo CCXXXV; Bartolomé de las Casas 1999:83; Sahagún
libro IV parte II, libro VII capítulo XI; Torquemada libro II, capítulo XVII, libro X capítulo XXXIII; Tezozomoc
(1987) capítulo XCVII de Crónica mexicana y página 46 de Crónica mexicáyotl; Chimalpahin 1998:143;
Códice Chimalpopoca 1992:59; Historia de los mexicanos por sus pinturas en Garibay 1996:48.
7
Número 2206 del Ramo Tierras del Archivo General de la Nación, tomado de Salas, 1989.
8
Pedro Carrasco, (1996:256).
9
Tezozomoc, 1998:38.
10
Propuesta de Pedro Carrasco (ibid.) al analizar los datos de Alva Ixtlilxóchitl.
11
Rémi Siméon, 1992.
12
Piho, 1996:60.
13
Parsons, 1989:175.
14
La ideología o sistemas ideológicos son un “complejo conjunto de formas, de contenidos, de principios y de
niveles mentales que desempeñan un papel esencial en el proceso de producción de una sociedad” (Godelier,
1989:10).
15
Esto no quiere decir que la religión se mantenga ajena a la violencia como forma impositiva.
16
Felipe Bate (1998:91 indica que la religión se desarrolla a partir de las cosmovisiones de formas míticas de la
mayoría de productores de origen comunal, proyectándose analógicamente las nuevas relaciones sociales.

89
HUIZACHTEPETL

La religión como tal se considera dominante17 dentro de los estados de la antigüe-


dad y es por lo mismo una forma de poder,18 pero no sólo eso, es también la base de
una estabilidad dentro del sistema de relaciones de producción de las clases sociales.19
El templo surge al manifestarse la religión concretamente en el espacio urbano,20 sien-
do la sede de rituales como actividad del grupo sacerdotal, especializado y separado del
grupo regente,21 aunque este último mantiene relación al vincularse estrechamente el
culto con la política en una herramienta hegemónica.22
El templo hace trascendentes una serie de actividades rituales, ubicándose en luga-
res específicos, ya sea que un espacio geográfico se considere sagrado y propio para la
edificación de un templo ahí, o por el contrario, la construcción de un templo haga por
sí mismo sagrado un lugar.23 En sí, para las culturas del México Prehispánico, el templo
mantiene una doble función: en primer lugar indicar un espacio liminar, es decir, aquél
donde se fusiona el mundo natural con el mundo sobrenatural,24 formando una puerta
de acceso a las divinidades a manera de vínculo comunicativo; por otra parte, la natu-
raleza de los estados antiguos con una diferenciación marcada entre el centro y la peri-
feria,25 donde la unidad entre ambos sectores es mantenida a la fuerza, hace que los
mecanismos coercitivos pasivos sean de gran importancia, siendo el templo lugar don-
de se desempeñan ceremonias altamente impactantes, creadoras de una conciencia y de
una identidad que agrupa paulatinamente diversos grupos al sistema estatal residente
en el centro hegemónico, y a la vez es pretexto para el uso de acciones coercitivas activas.
La evaluación del Cerro de la Estrella como lugar escenográfico donde se desempe-
ñaron ceremonias rituales religiosas con fines de impacto multiétnico, y parte de las
acciones coercitivas de diversos grupos hegemónicos a lo largo de la historia, es un
aspecto propuesto en la referida tesis de licenciatura, considerando el espacio ritual
desde el punto de vista arqueológico, siendo el tema de estudio concreto el Templo del
Fuego Nuevo.

17
Godelier y Caveing, 1974:31 y s.
18
Godelier, 1989:11.
19
Sobre la función y las consecuencias de la religión consúltese Renfrew, 1997:50.
20
El espacio urbano es organizado institucionalmente siguiendo la lógica de prácticas que el mismo Estado
asume en el seno de una formación social (Castell, 1978:247 y s.).
21
Cfr. Wiesheu, 1996:82.
22
La hegemonía involucra la fuerza del poder político de la clase dominante, surgido de una interacción
institucionalizada entre clases, donde la ideología está al servicio del orden estatal (cfr. Poulantzas, 1982:62
y ss.).
23
Broda (1997:140) indica la existencia de dos tipos de santuarios en la cuenca de México: 1) los templos y 2)
adoratorios o “lugares sagrados” en el paisaje.
24
Los lugares liminares son aquellos en que se presenta una zona liminar que es el contacto y coexistencia entre
el mundo tangible de los hombres, y el otro mundo, el de las divinidades; este último accesible únicamente
en estos espacios donde la celebración religiosa tiene la finalidad de proporcionar un puente o canal entre
ambos mundos (cfr. Leach, 1993:112 y s.).
25
Ver Eisenstadt, 1985:44.

90
EL TEMPLO DEL FUEGO…

El Templo del Fuego Nuevo, en la cima del Huixachtécatl, es conocido por celebrar
allí los mexicas la ceremonia del Fuego Nuevo o Xiuhmolpilli (que significa atadura de
años) en 1507 dne. Aún así, este lugar fue usado ritualmente siglos atrás, teniendo un
historial muy largo que involucra el uso de distintos grupos y por lo tanto, ceremoniales
concretos distinguibles a lo largo del tiempo. El Templo del Fuego Nuevo es un conjunto
arquitectónico compuesto de un basamento piramidal que alguna vez albergó un tem-
plo, con su respectiva plaza, asociado a otra terraza al oeste, a menor altitud (fig. 2).

Figura 2. Conjunto arquitectónico del Templo del Fuego Nuevo.

Este conjunto fue modificado en la Época Prehispánica varias veces, componiéndose


de un total de cuatro sobreposiciones, otorgándoseles por lo menos a las últimas tres
una ubicación temporal mediante un fechamiento relativo por comparación tipológica
de las ofrendas asociadas. La cronología que usaremos será la siguiente, dividiendo al
periodo Posclásico en tres partes:26
• Posclásico Temprano: 950 dne a 1150 dne
• Posclásico Medio: 1150 dne a 1350 dne
• Posclásico Tardío: 1350 dne a 1520 dne
En el Posclásico Temprano (950 dne a 1150 dne) las ruinas de Tula existentes en el
estado de Hidalgo, eran sede de la ciudad de Tollan Xicocotitlan, de la cual las fuentes

26
Usamos la cronología empleada por Parsons (1989).

91
HUIZACHTEPETL

históricas narran su importancia y esplendor, siendo conocida por ser lugar de residen-
cia del gobernante Quetzalcóatl. La realidad arqueológica contrasta con las maravillosas
descripciones de ella, tal vez por haberse concentrado ahí la idea arquetípica de ciudad
divina, posiblemente existente centurias antes.27 Según las fuentes históricas, esta ciudad
mantuvo relaciones muy próximas con Colhuacan, población prehispánica que se lo-
calizó donde se encuentra actualmente el barrio de San Francisco Culhuacán, D.F.
Poseemos información que en la cuenca de México las tres cabeceras eran Tollan,
Colhuacan y Otumpan.28 Además, Colhuacan fue parte de la migración tolteca, antes
de instalarse en Tollan y también después de su caída,29 regresaron muchos de ellos a
Colhuacan, haciendo de ella una nueva ciudad tolteca.30 Pero Colhuacan no fue el
primer asentamiento localizado en las faldas del Huixachtécatl, teniendo ocupación
desde el Preclásico Superior, el Clásico Temprano y el Epiclásico,31 desconociendo has-
ta ahora si había una continuidad cultural entre ellos.
Durante la época tolteca, en la cima del Cerro de Colhuacan, que posteriormente
sería llamado Huixachtécatl, se localizaba un modesto templo en un lugar donde ya-
cían una serie de edificaciones, cada una cubierta cuando se construía una nueva etapa.
En algún momento del Posclásico Temprano –no sabemos si durante el apogeo de
Tollan o tras su caída–, se retiraron las piedras de la fachada del basamento existente y
se degollaron los muros del templo hasta cierta altura, construyéndose una nueva eta-
pa. Se propone que entonces el cerro se llamaba Mixcoatépetl por construir ahí el
gobernante tolteca Mixcóatl un templo.32
Este nuevo templo estaba alojado sobre un basamento piramidal de 19.65 m en
sentido norte-sur y no más de 18 m en sentido este-oeste. No conocemos las caracterís-
ticas del templo, posiblemente sea similar al de la etapa anterior,33 es decir, un doble
cuarto donde uno es un vestíbulo con dos pilastras por el que se entraba a un recinto

27
Cfr. López Austin y López Luján, 1996:186 y s.; Davies, 1977.
28
Chimalpahin (1991:15) refiere que las tres entidades de mando eran en un principio, Tullan, Otumpa y
Culhuacan, posteriormente desaparecen las dos primeras, pasando a ser sustituto de Tollan, Cohuatl ichan
(Coatlinchan) y de Otumpa, Azcaputzalco; además, coloca como predominante sobre los otros dos gober-
nantes al de Culhuacan, Yohuallatónac, colocándose a la derecha de éste el señor de Tollan y a la izquierda el
de Otumpa. También Sahagún (1999:29, 134, p. 614) nos indica que antes de la fundación de Tenochtitlán
las capitales eran Azcapotzalco, Coatlichan y Colhuacan. En el Códice Vaticano A, se dice que el dominio
estaba primero en Colhucan, Tenayuca y Xaltocan, y después en Azcapotzalco, Coatlinchan y Acolman,
siendo transferido a México, Tacuba y Tezcoco, aunque los que realizan la explicación se refieren errónea-
mente a Cuauhtinchan (Anders y Jansen, 1996:291).
29
Jiménez Moreno (1954:223) expone la tesis de que los toltecas instalaron su capital en el actual Cerro de la
Estrella, teniendo que trasladarse al norte por presiones de los olmecas históricos.
30
Véase Cartwrigth, 1982:22.
31
Para el Clásico Temprano sobresale el centro local Ix-EC-37 y para el Epiclásico el centro regional Ix-ET-13
(Blanton, 1972).
32
Noguera, 1970:113.
33
Este templo fue excavado en 1997 por el Proyecto Arqueológico Cerro de la Estrella.

92
EL TEMPLO DEL FUEGO…

interno. El uso de clavos arquitectónicos de tezontle nos indica que se trataba de una
edificación robusta, lo suficientemente fuerte como para soportar una techumbre de
piedra y argamasa.
El basamento piramidal sobre el que desplantaba el templo, tenía acceso por el
oeste, por una ancha escalinata con sus respectivas alfardas, considerándose la existen-
cia de dos cuerpos. Respecto a la técnica constructiva, los muros se realizaron con
piedra basáltica local trozada, colocada en cuatrapeo y pegada con lodo, para después
enlucir los muros con un delgado recubrimiento de cal.
El desplazamiento y ampliación de esta etapa constructiva respecto a las preexistentes
motivó que se construyera un adoratorio frontal un poco más grande, para ello se demolió
parte del altar de la etapa anterior
para levantar nuevas paredes,
aprovechando el hueco existente,
menos ancho que el espacio recien-
temente formado. Por dentro se pin-
tó de azul y fue colocada una
ofrenda consistente en al menos
20 cráneos infantiles y otros hue-
sos humanos, junto con tres
pectorales de jadeita (fig. 3), un
espejo de pirita, un número des-
conocido de cuentas negras y ver-
Figura 3. Piezas de jadeita procedentes de la ofrenda
des, y algunos caracoles marinos, dos del Templo del Fuego Nuevo
entre los que se encuentran olivas
y Spondylus sp. Los restos humanos mostraban exposición al fuego y cortes.34
Para poder entender a esta ofrenda, debemos considerar que los cerros eran lugares
donde se hacían rituales para los tlaloques, dioses del agua,35 indicados a veces como
servidores de Tláloc. Esta relación agua-cerro surge por la observación de la naturaleza
en tiempos prehispánicos, ya que al ver la aparente formación de nubes en la cúspide
de las elevaciones, eran concebidas como morada de entidades supranaturales que crea-
ban el fenómeno de la lluvia; además, los tlaloques se invocaban para proteger los
sembradíos, asociándose a la agricultura.36

34
Esta ofrenda es denominada como número 2. La información de las ofrendas proviene principalmente de los
informes de Carlos Hernández (1977) y de Ramírez Acevedo (1977 y 1984), siendo de gran importancia el
estudio del material inédito proporcionado por ellos dos y Roberto Jiménez Ovando.
35
Sahagún, libro I capítulo XI, libro II, capítulo XX; Durán, capítulo XVIII. Véase Broda, 1991, 1997 y 1999.
36
Tratado de los dioses y ritos de la gentilidad, en: Garibay, 1996:126: “...invocan a ciertos espíritus que se llaman
tlaloques y tlamacazques, suplicándoles que tengan cuidado de la cementera guardándola de los animalejos,
como tejones, ardillas y ratas, para que no les hagan daño; luego las siembran”. Sobre el uso de figurillas en
cerros y milpas véase Heyden, 1996:132 y ss.

93
HUIZACHTEPETL

Como parte de la fiesta de los tlaloques se realizaban sacrificios de niños,37 por lo


que esta ofrenda en la cima del cerro po-
see cierta asociación al culto de propicia-
ción de la lluvia, coincidiendo el color azul
con que se pintó el altar-cista por dentro
con el color de las entidades acuáticas. Pero
parece ser que llevaba implícito otro sen-
tido, la celebración de una ceremonia del
Fuego Nuevo, donde desconocemos si al-
gunos objetos aparecidos en esta ofrenda
sean reutilizados del altar cista anterior
destruido, pero la asociación intencional
de éstos conjuntan los indicadores que se a b
asocian a esa ceremonia: espejo de pirita, Figura 4. a) fragmento de piedra verde procedente
los pectorales de jade, muestras de exposi- del Templo del Fuego Nuevo; desconocemos
su contexto exacto. b) placa de jade procedente de Tula,
ción al fuego de la ofrenda y representa-
38
Hidalgo (Coggins, 1987).
ciones de personajes muertos con espejo
en el pecho (fig.4).
La ceremonia del Fuego Nuevo es definida como el encendido de una flama sagrada
con un intervalo de tiempo establecido, o en ocasiones especiales, acompañada de ri-
tuales y tabúes.39 Se encuentra distribuida en América40 y en la cuenca de México era
celebrada por distintos grupos en distintas fechas.41 En el México Prehispánico, esta
ceremonia se realizaba cada que terminaba el lapso de 52 años, y era necesario asegurar
la continuidad del nuevo ciclo haciendo “descender el fuego del cielo”.42 Los toltecas
celebraban el Fuego Nuevo,43 al igual que los colhuas,44 por lo que no es difícil conside-
rar que el templo en la cima del Cerro de Colhuacan sirviera de escenario para dicha
ceremonia en tiempos de coexistencia con Tollan. En este caso, el templo conjunta la

37
Ver Román Berrelleza, 1990.
38
Coggins, 1987. Además, se encontraron dos figurillas con espejo en el pecho, una es un fragmento en piedra
verde, aunque sin ubicación precisa, y la otra es una del Posclásico Temprano realizada en arcilla, pero que fue
reutilizada en la ofrenda del Posclásico Medio (la ofrenda 3).
39
Harlen, 1947.
40
En América (Harlen, 1947) se reporta entre los iroquois, karok, hopi, zuñi, natchez, takamancas, incas y por
supuesto, grupos del México Prehispánico: Chichen Itzá, Kiminaljuyu, Becán y Zaculeu (Coggins, 1987),
Xochicalco (Sáenz, 1967) y Tajín (Piña Chan, 1998), ver nota 40.
41
López Austin (1989:99), refiriéndose a la Historia Tolteca Chichimeca y a Ixtlitlxochitl nos dice que el Fuego
Nuevo era celebrado por los chichimecas, los acolhuas y los totomihuaques.
42
Remítase a López Austin, 1963; Andrés, Jansen y Reyes García, 1991; Paso y Troncoso, 1981.
43
En Tula se ha encontrado un vaso con la representación de una ceremonia del Fuego y un Xiuhmolpilli o
atado de cañas (Hernández Reyes, 1954b; 2000).
44
En el Códice Chimalpopoca (1992:15) se indica que los colhuas realizaron una ceremonia de Fuego Nuevo en
su migración, previo a asentarse en las faldas del actual Cerro de la Estrella.

94
EL TEMPLO DEL FUEGO…

dualidad agua-fuego, concretada en una lógica de consecución regeneración-fertilidad,


Fuego Nuevo-propiciación de la lluvia, tal como aparece en el vaso de Tula (fig. 5 y 6).
El sentido de fertilidad se observa en otra ofrenda que fue colocada en esta época bajo
el piso, al frente de la alfarda sur.

Figura 5. Vaso procedente de Tula con la Figura 6. Dibujo del vaso de Tula
representación del ceremonial del Fuego (cortesía de Carlos Hernández).
Nuevo (cortesía de Carlos Hernández).

Esta ofrenda se compone de figurillas mazapa, ollas Tláloc y figurillas “Tepictli”,


entre otros objetos.45 Las figurillas mazapa poseen una cronología estimada en la cuenca
de México para el Posclásico Temprano.46 Son llamadas también figurillas galleta o
“gingerbread” por técnica de manufactura en molde que les otorgó un acabado tosco
(fig. 7); en nuestro caso se presentan femeninas, masculinas con atavíos de guerrero y
algunas antropomorfas con características zoomorfas (fig.8), llamando la atención la
presencia del “pectoral de mariposa” tolteca. Algunas representaciones de guerrero lle-
van anteojeras y bigotera, atributos propios de Tláloc. Es común en muchas de ellas
tengan atributos de ave.
Las ollas Tláloc poseen una base de pedestal sobre la que se ubica el cuerpo globular
en que, mediante pastillaje, se colocaron las anteojeras, bigotera y colmillos, para por
último ubicarse un cuello angosto que por lo regular lleva un moño en el desplante.

45
Esta ofrenda se denomina número uno.
46
Stocher, 1974:42.

95
HUIZACHTEPETL

Figura 7. Pieza procedente Figura 8. Pieza procedente


de la ofrenda uno del Templo del de la ofrenda uno del Templo del Fuego
Fuego Nuevo. Figurilla mazapa. Nuevo. Figurilla mazapa
con atributos de ave.
Todas están hechas en cerámica. Se considera que estas ollas se usaban en asociación al
culto acuático y de los cerros; se localizaban en todos lo lugares donde se rendía culto a
Tláloc.47
Las figurillas “tepictli” han sido llamadas así por la similitud existente entre éstas
con representaciones que notifica fray Bernardino de Sahagún,48 se trata de imágenes
de los montes dedicadas a los dioses del agua de las cuales hacían tanto de las elevacio-
nes prominentes o de dioses; “los que las hacían poníanles dientes de pepitas de calaba-
za, y las ponían en lugar de ojos unos frijoles negros... en los demás atavíos poníanselos
según la imagen con que los imaginaban y pintaban, al dios del viento, como
Quetzalcóatl; al agua como a la diosa del agua; a la lluvia, como al dios de la lluvia, y a
los otros montes según las imágenes con que los pinta”;49 fray Diego Durán también las
notifica: “ponían muchos otros cerrillos de la masa de tzoalli; con sus ojos y su boca, los
cuales todos tenían sus nombres, que eran el uno Tláloc, y el otro, Chicomecóatl, e
Iztac Tepetl y Amatlalcueye y juntamente a Chalchiuhtlicuye, que era la diosa de los
ríos y fuentes que de este volcán salían, y a Cihuacóatl”.50 Sahagún da también el
nombre de Tepictoton para figurillas en forma humana en honra a los cerros.51 Las que
se ofrendaron en el Cerro de Colhuacan son más tempranas y hechas de arcilla. Las
figurillas tepictlli eran llamadas originalmente figurillas acampanadas52 ya que poseen

47
Remitirse a Solís, Townsend y Pastrana, 1996:162.
48
Sahagún, libro II: capítulo XVI.
49
Sahagún, libro I, capítulo XXI.
50
Durán (1984) tomo I, capítulo XVIII. Véase Broda, 1997:142.
51
Sahagún, libro I, confutación.
52
Hernández Reyes, 1975a y 1975c.

96
EL TEMPLO DEL FUEGO…

un cuerpo hueco y esbelto de cono globular invertido, variando de cilíndrico a ligera-


mente rectangular, sobre el que se colocaron las cabezas de distintos personajes, identi-
ficando principalmente a deidades acuáticas. Nuevamente llama
la atención la existencia del “pectoral de mariposa” tolteca en
algunos de ellos. Existen cinco variantes iconográficas: a) las
que poseen anteojeras, bigotera y colmillos (fig. 9), b) las que
poseen falda de plumas; c) Las que emergen de fauces de ani-
males; d) las que representan un personaje con tocado que si-
mula la representación de ácatl (caña) o un triángulo hacia arriba,
y e) sin atributos definidos. Sin detallar más en torno a ellas,
únicamente se expresará el sentido ritual que tuvo el templo en
esta etapa: la propiciación de la lluvia y una ceremonia del Fue-
go Nuevo, ambas realizadas por un Colhuacan tolteca.
Es posible que la deidad asociada al Fuego Nuevo sea
Mixcóatl, ya que en Historia de los mexicanos por sus pinturas se Figura 9. Pieza procedente
indica que en un año 2 ácatl, Tezcatlipoca cambió su nombre a de la ofrenda uno del
Mixcóatl y prendió por primera vez el fuego.53 Esto es muy Templo del Fuego Nuevo.
Figurilla “tepictli”.
posible debido a la importancia que tenía Mixcóatl en el
Posclásico Temprano. En Historia de los Mexicanos por sus pinturas se dice que el dios
que veneraban era Cinteutl, hijo de Piltzintecutli.54
En el subperiodo conocido arqueológicamente como Posclásico Medio (1150 dne a
1350 dne), Colhuacan tuvo un gran peso político en la cuenca de México, siendo
considerado un centro regional que influyó notablemente en su época de apogeo.55 El
Códice Ramírez dice del nombre los culhuas que “quiere decir gente de la tortura ó
corva porque en la tierra de donde vinieron está un cerro con la punta encorvada:
compónese de coltic que significa cosa corva y desta partícula hua, que denota pose-
sión: y así dicen Culhuas” (op. cit:19).
Dos aspectos formaron posiblemente el linaje e importancia política de Culhuacan: la
herencia tolteca adquirida de forma directa al caer la ciudad de Tollan Xicocotitlan,
y la ubicación aledaña a una topoforma sagrada, el cerro jorobado, cerro de Culhuacan.
Un acontecimiento redujo temporalmente la hegemonía Colhua: la conquista de
esta ciudad por parte de los chichimecas establecidos en Tenayuca. Después de ello, a la
par de la reposición Colhua, iban surgiendo nuevos asentamientos que requerían de

53
Historia de los mexicanos por sus pinturas, en: Garibay, 1996:33: “Y en el segundo año después del diluvio –que
era acatl–, Tezcatlipuca dejó el nombre y se le mudó en Mixcóatl, que quiere decir “culebra de nube... Y quiso
en este hacer fiesta a los dioses y para eso sacó lumbre de los palos, que lo acostumbraba sacar, y fue el
principio de sacar fuego de los pedernales, que son unos palos que tienen corazón, y sacando el fuego, fue la
fiesta hacer muchos y grandes fuegos”.
54
Garibay, 1996:40.
55
Véase Caamaño, 1988.

97
HUIZACHTEPETL

la adopción del linaje tolteca mediante una relación de parentesco con la clase en el
poder de Colhuacan, renaciendo la influencia política de él.
Colhuacan llega a su apogeo, aunque siempre inmerso en pugnas internas y una
gastante lucha con Xochimilco, cuitlahuacas ticidas y por delimitar su territorio con
los chalcas, los cuales habían tenido también un retraimiento de su territorio cuando
antes su mojonera se ubicaba en el actual Cerro de la Estrella, dándole paso a los cui-
tlahuacas.56
Nuevamente cambia el sistema político en la cuenca al ser conquistada la ciudad de
Tenayuca por Azcapotzalco, cambiando la capital chichimeca a Coatlinchan,57 siendo
ahora capital del Acolhuacan en la ribera oriente del Lago de Tezcoco. A la larga se
crearían lazos políticos y culturales muy importantes entre el acolhuacan y los colhuas,
formando un bloque pasivo de resistencia al expansionismo tepaneca, aunque no se
fusionaron como alianza bélica.
Durante este subperiodo, los mexicas se habían establecido temporalmente en terri-
torio de Colhuacan, tras su derrota en Chapultepec, asentándose en un lugar conocido
como Tizapan.58 Su estancia ahí les sirvió para emparentar con los pobladores de
Colhuacan y empaparse así del linaje tolteca de esa ciudad.59 Tiempo más tarde, los
mexicas serían expulsados por los colhuas y se instalarían a la larga en un lugar donde
confluían los territorios tepaneca, colhua y acolhua, fundando Mexico Tenochtitlan,60
haciéndose vasallos del los primeros y solicitando un rey a los segundos, aunque no
perdieron la oportunidad de emparentar con coatlinchan.61
Colhuacan poseía medios coercitivos entre los que se encontraba un cuerpo armado
y el uso de la ideología como parte de la creación de una identidad y unidad, además
del uso del linaje como sistema de influencia política. Incluía el uso del templo como
medio escenográfico de impacto social. En Histoire du Mechique, se dice que los de
Colhuacan introdujeron los sacrificios entre los de Tezcoco, asociando esta actividad a
su buen trato y consideración como gente noble; mientras que en el Códice Chimalpopoca
también se indica que los colhuas que llegaron a Cuauhtitlan, en el Posclásico Tardío,
construyeron su templo, y comenzaron a hacer sacrificios, introduciendo esa práctica
ahí y a la larga creando una obligación con el templo, sucediendo que al haberse negado

56
Cartwrigth,1982:23; En el Códice Chimalpopoca se narran los acontecimientos políticos que repercutieron
en delimitaciones territoriales.
57
Offner, 1983:25 y s.
58
Véase Códice Ramírez: 27 y s.; Historia de los Mexicanos por sus pinturas: 50 y ss.;
59
Davies, 1977:25; Umberger, 1996:88.
60
Tezozomoc, 231:(1987).
61
Véase Historia de los Mexicanos por sus pinturas: 57; Códice Ramírez: 34; parte del linaje mexica está represen-
tado en el folio 29 v del Códice Telleriano Remensis.

98
EL TEMPLO DEL FUEGO…

algunos chichimecas a someterse al culto, tomaron los colhuas acciones represivas.62 Se


indica en esta parte que las deidades colhuas eran Toci, Chiucnauhçomatli y Xochi-
quétzal, además de que edificaron una casa para la deidad Mixcóatl.
Colhuacan en apogeo construyó un nuevo templo en su cerro, encima del preexis-
tente. Ya para entonces este espacio ritual religioso tenía antecedentes ceremoniales y
por lo que hemos visto, cierto valor ancestral; posiblemente era símbolo del linaje
tolteca. Así, con las mismas características que el basamento de la etapa anterior fue
levantada una nueva etapa. Para ello fue devastado la parte norte del edificio de la etapa
anterior, y montada directamente la nueva sobreposición en parte de la escalinata y los
muros del sur. Esto obedeció nuevamente al tamaño limitado de la cúspide. Los muros
en talud construidos sobre el piso de la etapa anterior fueron “cimentados” al elevar
unos 30 cm la altura del piso de la banqueta, quedando así enterrado su desplante.
Si bien la sobreposición se montó sobre la etapa antigua, la edificación alcanza por
primera vez gran tamaño, realizándose modificaciones a la cúspide para formar la plaza
superior y terrazas asociadas; aunque no negamos que algunas obras se hayan realizado
durante la etapa anterior, es en ésta donde se logra una modificación evidente. La plaza
es conformada en sus cuatro lados mediante muros de contención. Los muros más
grandes se hicieron en el lado sur, donde se requirió rellenar masivamente con rocas.
También en el lado este de la plaza fue necesaria la edificación de un muro de conten-
ción para poder ubicar más alto el desplante del muro del basamento de la estructura
piramidal.
El basamento fue construido con muros de piedra pegada con lodo y recubiertos de
una capa de argamasa, siendo ahora las piedras, excepto de las escalinatas, de basalto
local parcialmente careado y picoteado. Las esquinas se dispusieron con enormes pie-
dras de sillería y los paramentos poseen un arremetimiento creando una moldura. Por
primera vez se usa piedra no local: las escalinatas se realizan mediante bloques de andesita
careada a manera de almoadillas, siendo los escalones construidos con dos hileras de estas
piedras sobre las que se les coloca una amplia laja de las mismas características, de ahí se
desplanta el siguiente escalón.
El basamento medía 19.60 m por 20.70 m, en sentido norte-sur y este-oeste, res-
pectivamente. El eje de simetría longitudinal se recorrió 1.5 m al sur con respecto a la
etapa anterior. La estructura del templo fue robusta evidenciado por los clavos arqui-
tectónicos hallados pertenecientes a esta etapa.
Sobre el piso de la etapa anterior fue delimitado un espacio al frente de las escalina-
tas, respetando el altar de esa etapa constructiva. Este espacio fue enmarcado con piedras
reflejando el nuevo eje oeste-este de la estructura, colocándose aquí una ofrenda
antes de poner el piso de la nueva etapa. No sabemos si fue construido un altar encima

62
Códice Chimalpopoca: 29 y ss.

99
HUIZACHTEPETL

con las nuevas dimensiones ya que no hay evidencias de él, siendo posible que se usara
el altar de la época anterior, o que fuese destruido antes de construir el altar de la
siguiente etapa. Además, se construye un sistema de tres altares, donde se dispusieron
un altar al norte y otro al sur del altar central.63
La ofrenda, como ya se indicó, se colocó en la parte frontal de la estructura, frente a
las escalinatas, sobre el piso de la etapa anterior y sellado por esta nueva etapa, es decir,
pertenece cronológicamente a esta última.64 En su interior fueron colocados alrededor
de 70 cráneos infantiles y otros huesos largos, junto con flautas, cuentas, cinco platos
Azteca I, y una figurilla tolteca reutilizada en este contexto.
Las flautas presentan un número variable de orificios, teniendo todas un remate en
el extremo distal con efigies de divinidades o animales. Así encontramos una flauta de
felino, otra de guajolote, una más de tortuga y una flor de calabaza; además de un
Tlaloc y una cara humana con tocado; de esta última hay varios ejemplares.65 Poseemos
dos posibles asociaciones a cultos específicos según los materiales arqueológicos encon-
trados, uno de ellos es a Tezcatlipoca y el otro es al culto acuático en los cerros.
A Tezcatlipoca los mexicas celebraban en la fiesta de Tóxcatl un sacrificio donde un
joven que encarnaba esa deidad, previo a su muerte, iba tocando y rompiendo flautas
conforme subía las escalinatas hacia la parte superior del templo, camino a la espiga de
sacrificio.66 Además, en Histoire du Mechique, Tezcatlipoca le pide al viento que traiga
de la casa del sol los músicos, con sus instrumentos, para hacerle honra; para ello nece-
sita un puente sobre el mar, que será formado por sus criados, entre ellos la tortuga;67
respecto al guajolote, es un animal que se asocia a esa deidad.68
Sahagún nos informa que en la fiesta de Atemoztli, se celebraba a las imágenes de los
cerros a las cuales se les ofrendaba comida y les cantaban toda la noche. Para ello “tañían
sus flautas y no tañían los flauteros sino unos mancebillos que buscaban para esto”,69
para posteriormente sacrificar dichas imágenes de cerros, y quemar todos los atavíos de
papel que les habían puesto, los cajetillos, petates, llevando esto a los adoratorios que
llamaban ayauhcalco.

63
Hoy no existe evidencia de los altares, únicamente ciertos rellenos en donde Carlos Salas (1984b) y Manuel
Durán (1954a) los reportaron.
64
Esta ofrenda es denominada número 3, los datos provienes de Carlos Hernández, Jiménez Ovando y Ramírez
Acevedo, aunque para este trabajo se han renombrado las ofrendas.
65
Algunas flautas poseen una decoración rojo sobre crema, por lo que Hernández Reyes las asocia a una técnica
de manufactura Coyotlatelco. En las excavaciones llevadas a cabo en Huexotla en el 2000, donde participé,
se encontró cerámica ceremonial en ofrenda, sobre todo sahumadores, con una decoración rojo sobre crema,
asociados a cerámica azteca temprano.
66
Sahagún, libro II, capítulo XXIV.
67
Garibay, 1996:111.
68
Heyden, 1994:186.
69
Sahagún, libro II, capítulo XXXV.

100
EL TEMPLO DEL FUEGO…

Esta ofrenda puede reflejar un ceremonial propio del culto a los cerros, vinculando
los instrumentos musicales y el sacrificio de niños. Llama la atención de que se pue-
do haber tratado de una ceremonia de gran importancia y por lo tanto con gran des-
plegado de elementos escenográficos, lo cual está acorde con la importancia que debió
haber tenido Colhuacan y el grado de impacto en los asentamientos de la región que
causaba el linaje y el ceremonial Colhua.
A principios del Posclásico Tardío, el gobernante de Azcapotzalco era Tezozomoc;
habiendo obtenido ya gran poder, tenía como subordinados a Tlatelolco y Tenochtitlan.
Azcapotzalco se localizaba al oeste del lago de Tezcoco, teniendo otra ciudad importante
al sur, Coyoacan, también de filiación Tepaneca. Al norte, se localizaban los señoríos oto-
míes como Xaltocan y al sur la región chinampera, formado por múltiples grupos como
culhuas, xochimilcas y cuitlahuacas, caracterizados por fricciones continuas entre ellos;
al este del lago se encontraba el bloque acolhua, formado por una unidad política entre
grandes ciudades de filiación acolhua como Coatlinchan, Huexotla y el naciente Tezcoco,
con el reino de origen teochichimeca de Tepetlaoztoc y múltiples asentamientos meno-
res de diversidad étnica. Al sureste, los chalcas se habían mantenido aparentemente
ajenos a acontecimientos políticos de la cuenca de México, aunque poseían también
un linaje tolteca directo.
Tezozomoc inició con el poder bélico de sus vasallos un ataque directo y paulatino a
sus vecinos, emprendiendo así una serie de conquistas para anexarse tributarios. Hacia
1399, según la cronología del Códice Telleriano Remensis, los mexicas conquistan
Colhuacan, incendiando su templo,70 además de existir evidencias arqueológicas de
que el templo en la cima del cerro de Colhuacan fue destruido, posiblemente en este
acontecimiento. La cuenca de México se encontraba hacia un nuevo orden político. La
caída de Colhuacan significaba el acceso de Azcapotzalco hacia la región chinampera, y
también una entrada por tierra al sur del bloque acolhua y a los chalcas.71
En 1414 sucede la guerra Tepaneca-Acolhua que termina con el sometimiento del
Acolhuacan y la posterior destrucción de Azcapotzalco en 1428,72 surge la Triple Alian-
za México-Tenochtitlan, Tezcoco y Tacuba, considerada una formación estatal
segmentaria;73 este tipo de organización tenía el nombre de excan tlatolyan,74 que si

70
El suceso puede verse en el folio 29 r del Códice Telleriano Remensis, en el folio 74 r del Códice Vaticano A y en
folio 2 del Códice Mendocino (David Carrasco, 1999:16). Cartwright (1982:45) le otorga la fecha de 1377.
Véase Historia de los Mexicanos por sus pinturas: 54.
71
Offner, 1983:36.
72
Dibble, 1996:95 y ss.; Offner, 1983:43. La escena de la guerra Tepaneca Acolhua se observa en la plancha III
del Códice Xolotl. López Austin y López Luján (1996: 1995) le otorgan la fecha de 1430 a la destrucción de
Azcapotzalco.
73
Pedro Carrasco (1990:18) lo define como Estado Segmentario en donde “se entiende por segmentario las
subdivisiones de una entidad política, que abarcan generalmente, tanto un territorio como una población de
características culturales distintivas y que desempeñan, cada una, funciones especializadas”.
74
López Austin y López Luján, 1996:195.

101
HUIZACHTEPETL

bien se formaba por tres capitales, eventualmente se centralizaría el poder en Tenoch-


titlan, en la figura de una sola persona, llegándose a establecer el Imperio Tenochca.
El surgimiento del centro hegemónico México-Tenochtitlan requirió la incorpora-
ción de estrategias de control, adecuando además elementos simbólicos para confor-
mar la nueva ideología estatal, la cual, más que ser segregativa, trataba de aglutinar
múltiples creencias de distintos grupos conquistados. La ceremonia del Fuego Nuevo
no fue la excepción, hasta entonces cada grupo celebraba una diferente según sus calen-
darios, pero ahora dicha ceremonia debía reflejar la existencia de un solo centro hege-
mónico: un fuego nuevo para todos, el tiempo se regeneraría una sola vez, bajando el
fuego del cielo por aquellos que ostentaban el poder y ellos lo darían a los demás.
La imposición de culto era muy marcada, existiendo una dependencia ideológica al
ser un grupo responsable de la continuidad de la vida del mundo, por lo que una gran
cantidad de etnias en todo el territorio estaban a la expectativa. El paso hacia una
centralización de la ceremonia del Fuego Nuevo no fue rápida. Parece ser que en 1455
se sincroniza dicha ceremonia en varias ciudades,75 además de que en territorios con-
quistados que quedaban lejos, se celebró al mismo tiempo. Queda duda76 si el Fuego
Nuevo era prendido en el actual Cerro de la Estrella y tomado por varios grupos, o que
fuese llevado al centro ceremonial de México Tenochtitlan y de ahí tomado por los
otros grupos; existe la posibilidad de que en la ceremonia de 1455 fuese tomada por
varios grupos, como se indicó, y que en la ceremonia posterior de 1507, la centraliza-
ción hacia Mexico Tenochtitlan fuera más evidente.
Para hacer legítima la ceremonia del Fuego Nuevo sobre la de otros grupos se eligió
un lugar de tradición, el Cerro de Colhuacan, al que posiblemente se le renombró
como Huixachtecatl, para diferenciarlo así del centro poblacional conquistado previa-
mente, Colhuacan.77
La introducción del Huixachtecatl al paisaje ritual mexica78 fue como culto a las
deidades del agua, es decir, haciendo ahí un ayauhcalli, una “casa de la niebla”, lugar
donde se rendía culto a los Tlaloques.79 Esta elección no es extraña al considerar el
culto que se rendía ahí en el pasado, retomándose el mismo sentido ritual. Además,
sería el escenario para la celebración cada 52 años del Xiuhmolpilli o atadura de años.
Para evaluar la importancia de tal ceremonial es necesario considerar la diferencia
existente en los estados antiguos entre el centro y la periferia. Junto con la acción de la

75
Véase la lámina XVIII del Códice Azcatitlan.
76
Del Paso y Troncoso, 1981; Mora-Echeverría, 2000.
77
Esta hipótesis es propuesta por Laurette Séjourné (1991:38).
78
Broda (1997:130) define paisaje ritual o ceremonial mexica como aquél que está culturalmente transforma-
do en la Cuenca de México, donde había numerosos santuarios y lugares de culto que tenían significado para
los mexicas y donde llevaban a cabo los ritos que conformaban parte del ciclo anual de fiestas.
79
González Torres, 1972.

102
EL TEMPLO DEL FUEGO…

fuerza directa y la integración poblacional mediante la inserción de habitantes y gober-


nantes procedentes del centro hegemónico, la religión posee un gran valor cohesionante,
creando paulatinamente una identidad. Así, la ceremonia del Fuego Nuevo, centrali-
zando la atención sobre un lugar escenográfico de valor ancestral, era fuente de una
relación de dependencia periferia-centro. La ceremonia del Fuego Nuevo de 1507 fue
diferente a la anterior, la llama fue “bajada del cielo” únicamente en el Huixachtecatl, y
llevada al centro, a Mexico Tenochtitlan, y de ahí repartida a todos los confines.
Los mexicas construyeron para celebrar el Xiuhmolpilli un nuevo templo en la cima
del Huixachtécatl. Para realizar esta etapa se hizo un despliegue enorme de fuerza y
materiales necesarios en la infraestructura que se consideró necesaria para el Templo
del Fuego Nuevo. Se observa en esta etapa un cambio importante en sistemas construc-
tivos, aunque el diseño arquitectónico es el mismo. Se desplantó la fachada oeste aproxi-
madamente 5 m de la fachada de la etapa anterior, las otras fachadas fueron montadas
directamente sobre las ya existentes. Ahora no se usó el lodo como aglutinante, sino
una argamasa de cal y tezontle que otorgó gran resistencia.
Los muros norte, sur y este, en talud, se construyeron colocando primero un muro-
núcleo de piedra masiva pegada con argamasa en un grosor de 40 cm, para posterior-
mente colocar la parte del muro-paramento mediante lajas montadas con la misma
argamasa para alcanzar un grosor total de 120 a 123 cm. Posteriormente se recubrió la
cara del muro con un grueso aplanado de argamasa de matriz arenosa. Algunas piezas
que posiblemente eran de ofrendas previas a esta etapa fueron integradas a la estructura
empotrándolas entre el muro antiguo y los nuevos muros, junto a algunos cráneos
infantiles. Toda la piedra usada en los muros era local.
En la fachada oeste se construyó primero el muro para después montar las alfardas.
Las escalinatas son de piedras alóctonas, posiblemente andesita, realizadas con bloques
bien tallados, pero diferente a la piedra usada en la escalinata de la etapa anterior.
Parece ser que el altar frontal de la etapa anterior, o era inexistente y se construyeron
directamente sobre el altar dos etapas previas (reutilizado en la etapa anterior), o fue
retirado y usadas las piedras que lo conformaban, aunque de ser así, no fue destruido
totalmente ya que se hubiera alterado también el altar ya existente. Lo que es claro, es
que se construyó un altar frontal más grande sobre el lugar donde estaban los de las
etapas anteriores, pero la paulatina ampliación de la fachada oeste resultó en que el
altar frontal quedara incluido en las escalinatas, marcando un arranque doble de éstas,
sin saber en la actualidad si esta división se continuaba hasta arriba, o después de reba-
sar la altura del altar, se volvían a unir los escalones en una sola serie.80 Dentro del altar,
entre éste y el altar de la etapa anterior, fue depositada una ofrenda, la que describire-
mos más adelante.
80
La idea de que el altar frontal de la última etapa separara deliberadamente la escalinata en dos, es original de
Gilberto Ramírez Acevedo. Antonio Urdapilleta considera que era similar al altar de las ranas en Templo
Mayor de Mexico-Tenochtitlan.

103
HUIZACHTEPETL

Al frente se colocó una banqueta cuya superficie era de gruesa argamasa; la plaza y
las banquetas laterales se cubrieron de lajas. Las dimensiones del basamento en esta
etapa constructiva fueron de 21.25 m en sentido norte-sur y 23.50 m en sentido este-
oeste sin contar la banqueta frontal, que mide de ancho 2.50 m. Al sur del altar frontal
fue colocada una ofrenda más, antes de colocar el recubrimiento de argamasa, como se
indicará adelante.
A la par de la edificación de esta etapa, se amplió nuevamente la plaza, hasta alcan-
zar ésta y el basamento un total aproximado de 53 por 27 m, además de incluir un altar
central de 5 m de lado, existiendo evidencia de que era acompañado de otros dos
altares colocados al norte y sur de él, al igual que en la etapa anterior; los tres se encuen-
tran totalmente desaparecidos hoy. Al oeste de la plaza, se ubica un petrograbado con
“escalerillas” y una pocita, donde se adecuó el afloramiento rocoso para hacer un acceso
a la mencionada plaza, rellenando un hueco de argamasa y tallando unos escalones en
la roca madre; en este acceso, donde termina la superficie de la cúspide, se une con otra
explanada a 8.50 m por abajo.
A esta explanada llegaba una calzada que subía desde la base del cerro,81 construida
en esta última etapa, rematando en una escalinata de anchas alfardas que libraba el
desnivel existente hasta la plaza del Templo del Fuego Nuevo. La calzada hoy desapare-
cida debió haber tenido un poco más de 4 m de ancho, ubicándose al oeste de la
cúspide, seguramente desde los 2250 a 2440 m/snm.
La explanada es una angosta terraza de 33 por 10 metros, en sentido norte-sur y
este-oeste respectivamente; contenía una serie de elementos arquitectónicos asociados
a una cueva: un pequeño altar de 1.70 por 1.20 m, así como una estructura que parece
ser un contenedor de agua. Este último era de forma rectangular de 3.30 por 2.65 m,
coincidiendo la parte superior de las piedras con el nivel de plaza, formándose dentro
de él una superficie a menor nivel. Es posible que este espacio funcionara desde épocas
más tempranas, pero alcanza su mayor magnitud arquitectónica durante la utilización
mexica de este espacio ritual religioso. La asociación a la cueva y a la cúspide de esta
explanada ceremonial es evidente, existiendo hoy restos de algunas posibles estructuras
menores, como altares, construidos frente a la cueva. Por debajo del contenedor de
agua se encontró una ofrenda consistente en una escudilla de pasta café alisada, frag-
mentada, que cubría un trozo de concha, fragmentos de obsidiana y una cuenta esféri-
ca ligeramente bruñida, con perforación bicónica.82
Regresando al Templo del Fuego Nuevo, en esta etapa se hace una ampliación,
donde el basamento conservó sus dimensiones, modificándose algunas partes de la
fachada oeste. Las alfardas fueron ampliadas 50 cm en la cara externa, la banqueta

81
La calzada es reportada por José Fernando Ramírez y Eduard Seler. Véase nota 2.
82
Denominada ofrenda A. Reportada originalmente por Ramírez Acevedo (1984:21).

104
EL TEMPLO DEL FUEGO…

frontal en su porción norte fue levantada 10 cm, y aquí mismo, de este lado, sobre el
primer escalón se levantó un muro posiblemente para crear un nicho.
De la última etapa de utilización prehispánica, tenemos notificación de algunos
elementos que nos permiten una mayor aproximación de cómo era la estructura gene-
ral antes de ser destruida tras la conquista española. Se encontraron ocho piedras cilín-
dricas de aproximadamente 1 m de alto tiradas al borde de la banqueta frontal, junto
con improntas en esa banqueta que indicaban que estaban empotradas verticalmente,
proponiéndose que eran usadas en los sacrificios masivos que se hacían tras la ceremo-
nia del Fuego Nuevo.83 Parece ser que la construcción del nicho en la porción norte de
la banqueta restringió la disposición de las espigas a la porción sur.
El templo en la parte superior del basamento debió ser muy masivo, con una crestería
de clavos de tezontle rematada de almenas; las encontradas durante la excavación ar-
queológica de 1974 y 1975 (fig. 10) guardan cierta
similitud con las que se representan en el Códice
Telleriano Remensis.84 También se encontró un frag-
mento de rostro de Tláloc de 24 cm de alto tallado en
tezontle con pigmento azul y rojo.
En esta etapa, existieron portaestandartes y brace-
ros tallados en piedra, (fig.11) así como una Cuauh-
xicalli, es decir, una piedra de forma cilíndrica, pintada,
asociada al sacrificio humano. Esta piedra fue vista
por los españoles al subir al actual Cerro de la Estrella
durante la conquista de México, arrojándola cuesta
abajo.85
Respecto a las ofrendas, la que se colocó dentro del
altar frontal estaba compuesta de una máscara teo-
tihuacana, una figura antropomorfa de piedra, también Figura 10. Almenas
teotihuacana, y un vaso plumbate con forma de mono.
En el Templo Mayor de Mexico-Tenochtitlan se han encontrado objetos de culturas
más tempranas reutilizados por los mexicas, procediendo algunos de Teotihuacan,
evidenciando la importancia que tenía esa ciudad del Clásico como lugar sagrado.86
Por otra parte, la ofrenda que se colocó por debajo del enlucido de la banqueta, al sur
del altar frontal, consistía en un brasero trípode sobre el que se pusieron tres cráneos
infantiles.

83
Notificación e idea propuesta por Ramírez Acevedo (1984:19).
84
Las almenas y otros elementos arquitectónicos se publicaron en el diario El Sol de México del 20 de enero de
1975 en un artículo de Ricardo Camargo (1975).
85
Véase nota anterior; Tezozomoc, 1987:638 (capítulo XCVII).
86
Matos, 1988:114.

105
HUIZACHTEPETL

Figura 11. Objetos procedentes de la última etapa constructiva


del Templo del Fuego Nuevo (Camargo, 1975).

No tenemos medios hasta ahora para ubicar el momento exacto de la elaboración de


la última etapa constructiva y su ampliación. Como hipótesis podría plantearse que fue
edificada para celebrar la ceremonia de 1455, y su posterior ampliación se realizó para
conmemorar el siguiente Fuego Nuevo en 1507, a la vez que se construyó un pequeño
cuarto sobre la banqueta en su parte norte, a manera de nicho. Únicamente podemos
asegurar que se trata de la estructura mexica donde se celebró la última ceremonia del
Fuego Nuevo del México Prehispánico.
Para entonces Colhuacan ya se encontraba como ciudad secundaria, siendo ahora
de gran importancia Iztapalapan, por lo que en muchas fuentes se referencia al Cerro de
la Estrella como el Cerro de Iztapalapa.

Algunas consideraciones
La utilización del actual Cerro de la Estrella como espacio ritual religioso se realiza
seguramente desde el Posclásico Temprano, aunque estudios posteriores y la finaliza-
ción de la sitada tesis con el análisis de la etapa constructiva más temprana pueda
darnos fechas más antiguas para este lugar sagrado.
Además, nos lleva a confrontar un problema arqueológico latente: la coexistencia
Tollan-Colhuacan y el valor de los asentamientos Azteca I en la conformación política
de la cuenca de México durante el Posclásico Temprano y Medio. Por el momento
quiero indicar la importancia que debe darse a las ciudades-estado existentes en el
Posclásico Temprano y Medio en la creación de geografías sagradas propias y locales
que posteriormente serían elevadas a una envergadura mayor por el Imperio Tenochca:
el estudio de manifestaciones rituales tempranas nos llevaría a entender de mejor ma-
nera el proceso de creación de una ideología estatal tardía. También nos invita a consi-

106
EL TEMPLO DEL FUEGO…

derar que las grandes ceremonias religiosas no son propias del Posclásico Tardío, parece
ser que éstas son realizadas desde el Posclásico Medio por los centros regionales existen-
tes, siendo necesario estudiar de qué forma los tepanecas, acolhuas, culhuas, chalcas y
otros grupos organizaban su propio paisaje ritual y considerar el grado de enajenación
de recursos destinados a santuarios.
Ante los resultados preliminares, podemos proponer a los cerros como espacios sa-
grados que son utilizados a lo largo del tiempo por diversos grupos, ya que los regíme-
nes políticos caen y surgen nuevos, pero el sentido del cerro continúa, muchas veces
otorgando un linaje como lugar ancestral, por lo que es posible encontrar la reutilización
de los espacios rituales en esas topoformas. Es así que el Huixachtécatl posee un sentido
como centro de culto a las divinidades acuáticas y, a la vez, como sede de la ceremonia
del Fuego Nuevo. Este sentido temprano se conservó en tiempos tardíos, siendo tanto
templo para ceremonia a Tláloc, como lugar donde se celebraron las dos últimas
ceremonias del Fuego Nuevo del México Prehispánico. Para entonces, el Huixachtécatl
ya era un centro ceremonial de primer orden al conjuntar en él una serie de elementos
rituales como cuevas, petrograbados y el templo, siendo posiblemente lugar de realiza-
ción de cultos personales y comunales, además de aquellos de vinculación imperial.
Resta indicar el grado de conservación del monumento arqueológico. Desde su ex-
cavación y liberación en 1974 y 1975, se ha presentado una erosión y destrucción
paulatina y descontrolada que ha deteriorado el inmueble al grado de que muchos
elementos arquitectónicos están perdidos, y de cuya existencia sabemos gracias a los
pocos informes y planos. El problema más grave que presenta la estructura es un gran
corte en la parte norte, creando una inestabilidad estructural en el material deleznable
sobre el que se construyó el Templo del Fuego Nuevo; por esto se ha agrietado el piso
del templo de la etapa más temprana y hay una inclinación debida a un colapsamiento
evidente.
Advertiré que en este trabajo he tratado de manifestar la forma en que seguramente
fue este templo, usando todas las evidencias seguras, algunas ya no existentes, conteni-
das en informes y fotografías. El grado de conservación actual de cada una de las etapas
y el historial de destrucción y restauración de los últimos años, se podrá encontrar en
otro título de la presente obra y así ampliar esta información.

107
HUIZACHTEPETL

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113
La ceremonia del Fuego Nuevo
en el “Cerro de la Estrella”, (Huizachtepetl)
presidida por el Dios del Fuego, (Xiuhtecutli Tletl )

Silvia Trejo

E n tiempos de los mexicas, en medio del hogar, sobre las tres piedras del fogón, se
mantenía siempre el fuego encendido en cada casa, día y noche. Sobre este fuego
se cocinaba el primer bocado y era ofrecido al Dios del Fuego. En todos los pueblos del
Anahuac, es decir, en todos los pueblos situados en las islas y alrededor del lago de
Texcoco, y en todas las provincias, cuentan las crónicas de la época de la conquista, que
cada 52 años se extinguía el fuego en todas las casas, templos y altares. 1
Al atardecer del último día del año, los hombres comenzaban a tirar a las acequias
y lagunas las imágenes de sus dioses, las tres piedras del fogón y las manos de metates y
molcajetes. 2 Los sacerdotes se vestían con los atuendos de sus dioses y entonces, cuan-
do empezaba a oscurecer, partía una lenta y solemne procesión desde el centro de
Tenochtitlan presidida por un gran sacerdote del barrio de Copolco, especializado en
esta específica ceremonia, y durante todo el camino, ensayaba cómo prender el fuego.
La creencia era que de no poder encenderse, se acabaría el linaje de los hombres sobre
esta tierra y que aquella noche y aquellas tinieblas serían perpetuas; el sol no volvería a
salir, bajarían del cielo unas mujeres horrendas, las tzitzimime, y los devorarían a todos.
Las mujeres embarazadas se ponían una máscara sobre el rostro hecha con una penca
de maguey y las encerraban en las trojes, porque si no volvía a salir el sol, se convertirían
1
Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España. Editorial Nueva España, S. A., 3 tomos, México,
1946. t. II, p. 26. Durán escribe que cuatro días antes se apagaba todo fuego. Historia de las Indias de Nueva
España y islas de tierra firme. Editora Nacional, 2 tomos, México, 1965. t. I, p. 472.
2
Sahagún, op. cit., Ibidem.

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HUIZACHTEPETL

en feroces animales. A los niños también les ponían su máscara y no los dejaban dormir
ya que podrían volverse ratones. 3
A eso de media noche llegaba la procesión a Huixachtitlan,4 y ascendía al
Huizachtepetl, lugar hoy conocido como Cerro de la Estrella ,5 enclavado entre los pue-
blos de Iztapalapa y Culhuacan (fig. 1).
En su impresionante cima, desde la cual se vislumbra
todo el Anahuac, había un templo y frente a él un altar;
sobre éste último, yacía un cautivo de guerra especial-
mente escogido para la ocasión. En silencio, todos es-
peraban hasta ver salir por el oriente tres estrellas
características acompañadas de otras siete alineadas en
forma de gancho. Los hombres se hacían tres quema-
duras en la muñeca a honra de aquellas estrellas. Decían
que al que no se le marcaran, cuando muriera, en el
mictlan, “región de los muertos”, sacarían fuego de sus
muñecas, barrenándolas como acá se saca fuego del Figura 1. Glifo topónimo de
Huixachtitlan. (Peñafiel, 1977:124)
palo. 6

Tres veces ofrecían incienso, porque tres eran las estrellas; al verlas, junto a las otras
siete estrellas, los mexicas gritaban: “¡Ya ha salido Yoaltecuhtli y Yacahuitztli!”.7 Esa era
la señal. El gran sacerdote procedía entonces a encender el fuego sobre el pecho del
cautivo. Sobre un copo de algodón colocaba horizontalmente una caña que tenía he-
cha una muesca, luego introducía ahí la punta de otra caña que frotaba entre sus manos
hasta que la chispa saltaba sobre el algodón. Cuando lo lograba, le abría el pecho al
cautivo, arrancaba su corazón y lo lanzaba a las llamas. Todos los habitantes del Anahuac
se regocijaban al ver la llamarada de la gran hoguera, cortaban sus orejas con navajas
3
Sahagún, op. cit., p. 26 y s.
4
Antonio Peñafiel (Nombres geográficos de México, 1977:124), explica el nombre jeroglífico del lugar
Huixachtitlan: “Un árbol de huizachi, huixachin, planta de las leguminosas (Acacia albicans, K.), mimosa
muy conocida, con los caracteres más prominentes de sus frutos y espinas, dos hileras de dientes á un lado
que dan la terminación tlan, constituyen este jeroglífico, que significa: “Entre los huizaches.” Según Cecilio
A. Robelo (Nombres geográficos de México, 1977:41), para Huitzachtitla “el nombre propio mexicano es
Huixachtitlan, que se compone de huizachin (Acacia albicans, K.), de donde se ha formado el aztequismo
“huisache” y de titlan, entre; y significa: “entre los huisaches”. Uixachtlan es el nombre que utiliza Sahagún
en su obra (1946:II, 26), también significa “Entre los huizaches”. Durán lo nombra Uixachtla y Uixachtecatl
(Durán, 1965, I:472). Eulalia Guzmán informa con relación a las cartas de Cortés que otro nombre de este
lugar es Huizachtepetl, “Cerro de los huizaches” (Guzmán, 1958:297); Huizachapan, el nombre menos co-
mún, significa “En o sobre los huizaches”. También es conocido como Huixachitlan o Huixtlan (Dicc.
Porrúa, 1986:1459).
5
Lo más probable es que Huizachtepetl se refiera al cerro, y que Huizachtitlan o Huixachtitlan haya sido la
región alrededor del mismo. El nombre de “Cerro de la Estrella”, parece proceder de una familia apellidada
Estrella que habitaba en las inmediaciones. Comunicación personal de Jorge de León.
6
Sahagún, op. cit., II, p. 17 y Códice Florentino, Libro VII, cap. 3, p. 234.
7
Sahagún, op. cit., Ibidem.

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LA CEREMONIA DEL FUEGO NUEVO …

como sacrificio y ofrendaban la sangre que goteaba esparciéndola en dirección al fuego.


Con esta ofrenda de sangre hacían penitencia y merecían las bondades de los dioses. 8
La bondad más grande que recibían los hombres de sus dioses era que al haber cumpli-
do el rito de encender el fuego exitosamente, volvería a salir el sol por el oriente al día
siguiente, así tenían asegurada la vida por otro ciclo de 52 años y continuarían viviendo
durante el Quinto Sol o quinta era. Su enorme temor era que, según sus creencias, en
uno de esos períodos, se acabaría otra época, como ya había sucedido cuatro veces
antes. Y sin sol se extinguían los hombres sobre la faz de la tierra.9 Celebrar la solemne
fiesta del Fuego Nuevo cada cincuenta y dos años, tenía como fin o intención, dice
Sahagún, “renovar... el pacto, o concierto, o juramento de servir a los ídolos...”.10 Todos
los sacerdotes de México-Tenochtitlan y de todas las poblaciones comarcanas, que para
eso habían asistido a esta ceremonia en el Huizachtepetl, tomaban fuego de la hoguera
con una tea de pino y la mandaban con corredores muy rápidos a sus respectivos pue-
blos. Los que la llevaban a Tenochtitlan prendían directamente el fuego en el templo de
Huitzilopochtli, de ahí la transportaban a los otros templos y la gente acudía en multi-
tudes para obtener el fuego y prenderlo nuevamente en sus hogares. Era tal la luz de las
llamas esa noche que parecía de día.11
Fray Bernardino de Sahagún, quien más abunda en detalles sobre esta ceremonia,
especifica que esas dos cañas con las que se prendía el fuego, mamalhuaztli,12
“barrenadores” o “astillas de palo”, eran vistas en el cielo en las tres estrellas brillantes de
la constelación de Tauro y que de ahí les vino la manera de sacar el fuego. Dice: «los
mastelejos del cielo, que andan cerca de las Cabrillas, también que es el signo del Toro».13
Cuando esos mamalhuaztli celestiales cruzaban el cenit de Tenochtitlan cada 52 años se
cumplía un ciclo, a este cierre le llamaban “atadura de años”, xiuhmolpilli o toxiuhmolpilia
y luego empezaba otra cuenta de años. 14

8
Sahagún, op. cit., II, p. 26 y ss. Apunta Durán que, además de incienso, también sacrificaban un gran número
de hombres y que su sangre era la ofrenda al Dios del Fuego, con la que se untaban los sacerdotes, sus templos
y las imágenes de sus dioses (op. cit., I, p. 473).
9
Sahagún, op. cit., I, p. 400; Durán, op. cit., I, 472.
10
Sahagún, op. cit., Ibidem.
11
Sahagún, op. cit., II, p. 28 y s.
12
Según el diccionario de Molina, mamalhuaztli viene del náhuatl mamali, “taladrar” o “barrenar algo”. Bajo
mamalhuaztli , este autor indica que su significado es “astillejos, constelación”. (Molina, 1977: 52).
13
Sahagún, op. cit., II, p. 17.
14
Sahagún, op. cit., II, p. 25. Literalmente ataban los años al unir un haz de 52 cañas amarradas con un mecate.
Por eso, a esta misma ceremonia se le denominaba también “gavilla de años”. No consta en las fuentes
ninguna nota referida a esta acción que debe haber sido muy importante en todo este rito, el acto simbólico
de cerrar un ciclo, sin embargo, se han encontrado varios ejemplos de estas gavillas votivas elaboradas en
piedra enterradas dentro de altares. Algunos de estos objetos se encuentran en la Sala Mexica del Museo
Nacional de Antropología e Historia. Toxiuhmolpilia quiere decir “átanse nuestros años”. También decían
xiutzitzquilo , lo que significa “se torna el año nuevo”. Ibidem. En el diccionario de Molina aparece como
Xiuitl molpia, traducido por, “Término de tiempo que tenían y contaban en cincuenta y trez años”. (Molina,
1977: 159). Equivocado en el número de años.

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HUIZACHTEPETL

El ciclo de cincuenta y dos años o la cuenta o rueda de los años, visualizado precisa-
mente como una rueda, se concebía como un periodo dividido en cuatro espacios de
tiempo (fig. 2). Cada uno de estos espacios temporales estaba ubicado hacia uno de los
cuatro rumbos cardinales, las cuatro partes del mundo y cada uno duraba trece años; lo
que hace trece por cuatro veces, igual a cincuenta y dos. Para la cuenta se intercalaban
alternadamente los años de cada sección, contando del uno al trece. Cada una de estas
divisiones tenía un signo con su respectivo nombre. Se contaba en sentido levógiro,
esto es, en contra de las manecillas del reloj y comenzaba con el signo tochtli, “conejo”,
orientado hacia el medio día o sur, llamado huitztlampa; le seguía el signo acatl, “caña”,
cuyo rumbo era el oriente o tlacopa; tecpatl, “pedernal” era el tercer signo, dirigido
hacia el septentrión o sur, el mictlampa, y
calli, “casa”, era el cuarto signo que regía
el occidente o cihuatlampa.
Teóricamente el nuevo ciclo iniciaba en
ce tochtli, “uno conejo” y seguía a ome acatl,
“dos caña”. Pero en tiempo de los mexicas
esta ceremonia se celebraba en ome acatl.
Más abajo se tratará de explicar esta dis-
crepancia.
Una vez prendido el Fuego Nuevo, al
día siguiente continuaba una serie de ri-
tos domésticos. La gente alegre al ver salir
el sol, se ponía vestidos nuevos y renova-
ban sus utensilios y enseres caseros. Echa-
ban incienso y cabezas de codornices a la
hoguera que prendían en el centro de sus Figura 2. Rueda de los años. (Códice Florentino,
tomo II, libro XVII, cap. 3, folio 21 rv. p. 247).
patios a honra del Dios del Fuego y de los
otros dioses. Con sus sahumerios ofrecían incienso a las cuatro partes del mundo, y
luego comían semillas de amaranto, “alegría” con miel. Después de esto ayunaban sin
siquiera tomar agua. Al medio día empezaba una ceremonia pública donde se sacrifica-
ban cautivos o esclavos, la ofrenda más preciada por los dioses. Sacaban a las mujeres
embarazadas que tenían encerradas y si alguna paría ese día, le ponían como nombre a
sus hijos Mopilia; a sus hijas Xiuhnenetl, “Muñeca de año”.15
Tres años después de la entronización de Moctezuma Xocoyotzin en 1504, acaece
un Fuego Nuevo, el último realizado por los mexicas antes de la llegada de los espa-
ñoles. Para la ceremonia, el tlatonai, “gobernante”, mandó traer de todos los territo-
rios conquistados, cautivos que tuvieran en su nombre el apelativo Xiuh. Un guerrero
de Tlalteloco llamado Itzcui hizo prisionero a Xiuhtlamin, oriundo de Huexotzinco.

15
Sahagún, op. cit., II, p. 29 y s.

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LA CEREMONIA DEL FUEGO NUEVO …

Al guerrero lo llamaron desde entonces Xiuhtlaminmani, que quiere decir “tomador de


Xiuhtlamin. Sobre el pecho del cautivo, ese año de 1507, se prendió el último Fuego
Nuevo en el Huizachtepetl.16

Xiuhtecutli preside la ceremonia del Fuego Nuevo


La ceremonia del Fuego Nuevo que se acaba de describir, extraída de las fuentes del
siglo XVI, recopilada después de la conquista entre mexicas y tlaltelolcas primordial-
mente, muestra la importancia crucial de una creencia religiosa basada en lo que se
convirtió en un mito y cuyo ritual, celebrado cada cincuenta y dos años, lo revivía. Este
mito, conocido como el “Mito del Quinto Sol”,17 narra que después de que Tezcatlipoca
y Quetzalcoatl, los hijos del dios creador Ometeotl, habían regido alternadamente cua-
tro eras anteriores en su función de Soles, y que terminaron en catástrofes ocasionadas
por antagonismos entre ellos, los dioses principales se reunieron en Teotihuacan para
crear una quinta era o “Quinto Sol”. Ometeotl y Xiuhtecutli, los dos dioses más anti-
guos y primigenios, –el segundo probablemente sea un desdoblamiento del primero–,
eligen a un dios más humilde y menos protagónico que Tezcatlipoca y Quetzalcoatl,
para que gobierne como Sol la siguiente época. En la negrura de una noche eterna se
prende una gran hoguera en el teotexcalli,18 nombre náhuatl que significa “casa sagrada
de piedra”, esto es “templo”; los templos se construían sobre enormes plataformas de
piedra, las llamadas pirámides. Por lo tanto este crucial evento debió ocurrir sobre la
Pirámide del Sol, sino de la Luna. El dios elegido, Nanahuatzin, tiene que arrojarse a
esa hoguera para, mediante su auto inmolación, salir convertido en Sol, iluminar y
calentar el mundo, para que después los dioses continúen su acción creadora.
Este acto ejemplar divino instaura el sacrificio humano en el fuego. Los hombres
realizan un contrato con los dioses y prometen repetir este rito cada año, pero sobre
todo cada cincuenta y dos años, al final de cada ciclo, porque como ya se dijo anterior-
mente, había la creencia de que podría acabarse la era del Quinto Sol. Los hombres
debían “merecer”19 el beneplácito de los dioses a través del sacrificio, rituales de toda
índole prescritos por su liturgia, oraciones y ofrendas. La ceremonia del Fuego Nuevo
en el Huizachtepetl era por lo tanto, la conmemoración de este acontecimiento, el más
importante de su sistema ritual, ya que gracias a su realización los dioses les permitían
a los hombres continuar viviendo. Las emociones que se jugaban en este ritual eran un
auténtico terror mortal y una alegría posterior de dimensiones cósmicas.

16
Sahagún, op. cit., II, p. 30.
17
Este mito se haya consignado en varias fuentes. Cito la de “La leyenda de los soles”, en Códice Chimalpopoca,
1975: 121 y s.)
18
Ibidem.
19
De ahí que los hombres genéricamente se designaran con el nombre náhuatl de macehualli, “merecedor”.

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HUIZACHTEPETL

Conociendo este mito se entiende por qué Xiuhtecutli presidía la ceremonia. Como
actor principal de este acto trascendental, crea indirectamente el fuego, lo enciende
junto con los otros dioses y ordena el primer sacrificio ígneo. Xiuhtecutli es el fuego
creador sagrado. Desde este acto primigenio y fundador de donde surge Nanahuatzin
transformado en el Quinto Sol de la Quinta Era, desde entonces, es Xiuhtecutli quien
prende el Fuego Nuevo en el pensamiento religioso; materialmente es un sacerdote que
encarna al dios durante la ceremonia. Ese entonces, ¿cuándo fue?, ¿tuvo un principio?,
¿es sólo un mito? Por supuesto que era un mito,
pero parece que sí tuvo un origen, como mu-
chos de los mitos.
Consta en la Tira de la Peregrinación 20 que
los mexicas antes de la fundación de Tenoch-
titlan, compartían esta tradición netamente
mesoamericana, ya que en su peregrinación
desde Aztlan hasta su llegada al Anahuac, en el Figura 3. Primer Fuego Nuevo encendido por los
mexicas durante su peregrinación en el año 1143.
año 1143 prenden un Fuego Nuevo en Coa- (Tira de la Peregrinación, lámina VI).
tepec, también llamado Cohuatlicamac.21
En la figura 3 hay un cuadro que enmarca el glifo “dos caña”. Dos círculos con un
punto en su centro representan dos unidades de tiempo, a su lado se encuentra el signo
de “caña”22 reconocible por la figura de un tallo cilíndrico y corto con dos pares de
hojas de cada lado y una frontal en su base. En la parte inferior de la caña se ve el
mecate anudado en el centro que “ata los años”. La caña está colocada en un recipiente
que se dibujó convencionalmente con un corte vertical. De este glifo sale una línea que
lo une con el glifo que representa el encender del fuego con la técnica del barrenado.
Este acto se figura dibujando un madero rectangular en cuyo centro superior se halla
una caña encajada e inclinada hacia un lado, del otro lado salen dos volutas que repre-
sentan humo. La imagen significa que en un año “dos caña” se celebró un fin de ciclo
de cincuenta y dos años, y se encendió un Fuego Nuevo.
Un mito de la peregrinación mexica, recopilado por Torquemada, cuenta que allá
en Coatepec, “Cerro de la Serpiente”, donde se detuvieron los mexicas tres años, un día

20
También llamado Códice Boturini o Tira del Museo. Actualmente en el Museo Nacional de Antropología e
Historia.
21
Algunos investigadores creen que los mexicas no tenían esta cuenta calendárica, ni ninguna otra y que el
hecho de que aparezcan fechas en este códice se debe a que al rehacer su historia y sus libros, las incluyeron
posteriormente.
22
La caña en referencia es la traducción del náhuatl dada por los cronistas a acatl, que “es un carrizo de tallos
duros, huecos, que vive con frecuencia en lugares húmedos... [Phragmites communis] y pertenece a la familia
botánica de las Gramíneas”. (Bárbara Torres en Galarza, 1992:45). También acatl se refiere a otro u otros
géneros de gramíneas que eran plantadas lejos del agua (Bambusa o Arthostilydium). Servían para hacer
flechas y sus hojas son de color azul turquesa.

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LA CEREMONIA DEL FUEGO NUEVO …

aparecieron dos pequeños envoltorios. Al desenvolver uno encontraron una piedra pre-
ciosa verde y resplandeciente. Se formaron inmediatamente dos bandos que empeza-
ron a disputársela. Huitziton, que era su guía y el mismo Huitzilopochtli, para conciliarlos
les sugiere abrir el otro envoltorio en el que se encuentran sólo dos maderos. Uno de los
bandos, después conocidos como tlaltelolcas, insiste en quedarse con la piedra que era
un jade. Entonces Huitziton aconseja al otro bando, los mexicas, que se queden con los
palos. Enseguida les enseña cómo sacar fuego con ellos, inventando de esta manera una
acción que les serviría tanto que los tlaltelocas terminan arrepintiéndose.23
Tres elementos hay que remarcar en este mito. Primero que los mexicas no solo
reinventan su historia, sino también sus mitos. Huitzilopochtli toma el lugar de
Xiuhtecutli en múltiples acciones y lugares, se inviste con sus atuendos y usurpa sus
emblemas. Por lo tanto en este mito mexica él tenía que ser el protagonista de la inven-
ción del fuego. Otro aspecto es la importancia de los palos barrenadores comparada
con una piedra de jade, más apreciada que cualquier otra cosa. Y por último el sitio
donde esto acaece: el Coatepec, que es un cerro que rememora aquel templo en la
cumbre de la pirámide, el teotexcalli de Teotihuacan, que menciona un mito más anti-
guo y conocido de los mexicas, el mito del Quinto Sol. Más tarde se volverá sobre este
último punto.
Los mexicas, una vez asentados en Tenochtitlan, también solían esculpir en piedra
este magno advenimiento, la “atadura de años”. Además de que aparece en algunos
ejemplos de “gavillas de años” pétreos, mencionados en la nota 14, subsiste otro monu-
mento conocido como el Teocalli de la Guerra Sagrada,24 donde puede observarse el ce
tochtli y el ome acatl.
Hay indicios de que antes, en Xo-
chicalco, hubo una corrección o co-
rrelación de calendarios y que probable
mente este acontecimiento tuvo lugar
durante un Fuego Nuevo (fig. 4); tam-
bién hay una piedra que lo conmemo-
ra.25 César Sáenz, arqueólogo director
del Proyecto Xochicalco en el momen-
to de su descubrimiento, interpreta la
imagen en relieve de esa piedra, como
el primer Fuego Nuevo celebrado en
Xochicalco en un año ce tochtli, “uno
Figura 4. Piedra conmemorativa del primer Fuego
conejo”. Nuevo celebrado en Xochicalco, Morelos.
(Sáenz, 1967, fig. 1. Dibujo de Abel Mendoza).
23
Torquemada, 1975, I: 115 y s.
24
Actualmente en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología.
25
Se exhibe en el Museo de Cuauhnahuac, en Cuernavaca, Morelos.

123

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HUIZACHTEPETL

Pero también hay ciertos signos que nos hacen creer que no fue el primero celebrado
en Mesoamérica. Mucho antes, en Teotihuacan, tal como lo cuenta el mito, se celebró
el primer Fuego Nuevo. Presento a continuación una serie de conjeturas, –no se puede
hacer otra cosa con un pasado ágrafo–, y una posible evidencia para demostrar que fue
en Teotihuacan donde se inicia el Fuego Nuevo.
La primera que hay que tomar en cuenta es precisamente que el mito del “Quinto
Sol” tiene una ubicación precisa: Teotihuacan, concretamente sobre el teotexcalli. En
segundo lugar hay que señalar la profusa presencia, en este sitio, de esculturas que han
sido interpretadas, con razón, como Huehueteotl, el “Dios Viejo”. En tercer lugar, en
la “Ciudad de los Dioses” es donde aparece por primera vez representado el glifo del
año (fig. 5) y la gavilla de astillas o cañas (fig. 6).

Figura 5. Glifo del año. Almena. Teotihuacan. Figura 6. Gavilla en tapa tipo campana
(Von Winning, 1987, t. II, fig.2c, p. 27 y s.). de incensario, sobre un Huehueteotl. (Von
Winning, 1987, t. II, fig. 17a, p. 22 y s).

El icono, identificado como el “glifo del año”, al aparecer junto a un glifo calendárico
y que lo distingue de las fechas calendáricas usadas como nombres propios, surge como
tal desde Teotihuacan y, a partir de ahí, es un signo ubicuo en toda Mesoamérica letra-
da o glífica. Consta, en Teotihuacan, de una figura rectangular como base con un
círculo o un ojo alado en su centro; un triángulo en el borde superior y una figura
romboidal tras esta última.
Su forma evoca un brasero con una llama. Pero también evoca los rayos o picos con
los que se representa una estrella, o la mitad de ella. Esta lectura nos parece más probable
ya que un icono similar ha sido identificado como Venus en otros sitios (fig. 7). Esta
forma sería prototípica de las estrellas importantes, interpretación reforzada al hallarse
en su base un ojo, que es símbolo de estrella y de cielo nocturno, ojo que es intercambiable
por un aro y un círculo concéntrico, con o sin párpado. Esta forma es el mismo ele-
mento que ostenta en su cola la serpiente nahual de Xiuhtecutli, la Xiuhcoatl (fig. 8).

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LA CEREMONIA DEL FUEGO NUEVO …

Por otro lado, la proliferación de esculturas del anciano, Huehue, encorvado y senta-
do con las piernas cruzadas al frente, las manos sobre las rodillas y un brasero sobre su
cabeza, encontradas muchas de ellas en los
patios de las unidades habitaciones, habla de
un culto al fuego que se ha extendido al ám-
bito domestico, tal y como lo leemos en la
vida cotidiana de los mexicas referida más arri-
ba. La imagen del incensario con tapa campa-
na en la que se representó una gavilla de astillas
o cañas puede darnos la idea de esta acción
ritual referida al fuego y a la celebración del Figura 7. Caracol teotihuacano pintado al fresco.
Fuego Nuevo.26 El Dios del Fuego entre los (Von Winning, fig. 1a, t. II, p. 27 y s.).
mexicas era conocido principalmente bajo los
dos nombres de Xiuhtecutli y Huehueteotl.
El nombre de Huehueteotl, (fig. 9) “Dios vie-
jo”, hace alusión a su antigüedad y mayoría de edad
con relación a los otros dioses. Era el padre y ma-
dre de los dioses y de los hombres, por eso también
le llamaban Tota, “Nuestro padre”. Creemos que
esta es la forma arcaica de representar al Dios del
Fuego, aunque se siguió figurando en plena
Tenochtitlan, y que Xiuhtecutli es una advocación
mexica, ya que sólo aparece en este sitio. A este
último se le confirió toda la simbología de
Huehueteotl: ser padre y madre de todos los dioses
y los hombres, habitar y regir los cuatro rumbos
cardinales desde el centro del mundo y ser la enti-
dad creadora y dadora del elemento fuego. La ima-
gen de Xiuhtecutli mexica en escultura (fig. 10),
Figura 8. Xiuhcoatl mexica. The British
su descripción en las crónicas, su mismo nombre y su Museum, Londres. (Nicholson, 1983, fig. 8).
representación en los códices muestra más énfasis
de esta deidad como auténtica regidora del Fuego Nuevo.
Así, Xiuhtecutli, aparece generalmente como anciano; con el color rojo y amarillo
en el cuerpo y cara, los colores del fuego; la parte inferior de su cara pintada con negro,
en alusión a lo negro de lo quemado, sus atuendos, su pájaro sobre la banda de la frente

26
Se ha encontrado este tipo de figuras en épocas anteriores, pero no es este el lugar para discutir la génesis de
la iconografía del Dios del Fuego. Baste señalar aquí que Huehueteotl, asumiendo que estas figuras represen-
ten a la divinidad ígnea, identificada como tal por su aspecto senil y la presencia de un brasero, adquiere un
lugar capital y central en la sociedad teotihuacana.

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HUIZACHTEPETL

Figura 9. Huehueteotl. Teotihuacan. Figura 10. Xiuhtecutli.


MNA (Arte precolombino Tenochtitlan. Museo Templo
de México, 1990, fig. 17. Mayor. (The Art in the Great
(Fotografía: Mario Carrieri). Temple, 1981, fig. 44).

y en ocasiones su cara pintados de color azul turquesa, color que traduce toda la polisemia
de su nombre. El primer vocablo con el que se compone su nombre: xihuitl, significa
“año”, “hierba”, “turquesa”, “azul turquesa” y “cometa”,27 su nombre completo era
Xiuhtecutli tletl. Tletl significa fuego.
Se le representa y se le describe con sus dos cuernos en forma de caña encajados en
su tocado, que simbolizan tanto los mamalhuaztli con los que se prendía el Fuego
Nuevo, la fecha ome acatl cuando se hacía esta
celebración cada cincuenta y dos años y la alinea-
ción de las tres estrellas de la constelación de
Tauro que también se veían como cuernos. La
descripción de este dios en las crónicas y su ima-
gen en los códices (fig. 11) lo muestran con su
serpiente a cuestas, la misma serpiente sobre la
que saca lumbre: la Xiuhcoatl, “serpiente del año”
azul turquesa, su nahual, cuyo hocico alargado
se curva en forma de gancho guarnecido de siete
estrellas en forma de ojos. Ya se mencionó que en
el pensamiento religioso de los indígenas prehis-
pánicos, las estrellas son ojos que nos miran desde
la bóveda celestial; muchas de ellas ojos de dioses,
como los del Dios de Fuego. Las siete estrellas Figura 11. Xiuhtecutli. Códice Borbónico.
en forma de voluta son las Cabrillas mencionadas (Códice Borbónico, 1985, lám. 9).

27
En náhuatl, xihuitl se convierte en xiuh, por un fenómento fonético llamado metátesis. (Garibay, 1978:28).
Galarza (1992:52) también ha interpretado este término como “precioso”.

126

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LA CEREMONIA DEL FUEGO NUEVO …

por Sahagún, corresponden a las Pléyades pertenecientes a la constelación de Tauro. El


grito: “¡Ya ha salido Yoaltecuhtli y Yacahuitztli!” significa: «Ya ha salido el Señor de la
Noche, y El de la Nariz de Espina», Xiuhtecutli y Xiuhcoatl respectivamente. No sola-
mente creaba a los cometas con su serpiente de fuego desde el quinto cielo donde
habitaba, era una constelación. Finalmente para explicar todo el simbolismo de su
nombre, se mencionará que un rito que la gente realizaba inmediatamente después de
encenderse el Fuego Nuevo era tocar las hierbas, “para dar a entender que ya se comen-
zaba la cuenta de otros cincuenta y dos años”,28 en señal de renovación de la fertilidad.
Por último, para aclarar la acción fundadora de Xiuhtecutli como regidor del Fuego
Nuevo en la fecha ome actl, y la magna ceremonia celebrada cada cincuenta y dos años
realizada en el Huizachtepetl, se mencionaran algunos datos consignados en las fuentes.
Para Sahagún, cuando describe el mecanismo del calendario dice que empezaba en “uno
conejo”; pero cuando describe la ceremonia del Fuego Nuevo asegura que era en “dos
caña”. Este autor afirma en sus obras que el último Fuego Nuevo se celebró en 1507;
apunta asimismo que discrepa mucho la fecha del comienzo del año, pero que cotejan-
do con varios ancianos sabios de Tlaltelolco y los eruditos alumnos de los colegios,
concluyeron que comenzaba el 2 de febrero; 29 para el cronista Fray Diego Durán era el
24 de febrero. Sin embargo, según el Programa Astronómico LodeStar Plus consultado,
en 1507, Tauro pasó tangencialmente por el cenit el 15 de octubre.30
Pero, ¿cuándo y cómo se instauró la fecha? La respuesta se buscó en la época en que
las Pléyades pasaron por el cenit de Teotihuacan y esta búsqueda, en otro programa
astronómico,31 dio como resultado el año 612. Fecha en la que muy probablemente se
celebró el primer Fuego Nuevo en ese sitio.
La discrepancia del inicio del ciclo en ce tochtli o en ome acatl, es aclarada por el
historiador Orozco y Berra, quien dice que para entonces el nuevo ciclo debía comen-
zar en “uno conejo”, el signo inmediatamente anterior a “dos caña”, pero que fue du-
rante el gobierno de Moctezuma I, cuando se estableció la costumbre de iniciar el ciclo
el año dos carrizo, porque el año uno conejo era aciago.32
Para concluir baste decir que en Tenochtitlan, dos meses del año Izcalli y Xocotl
Huetzi, estaban dedicados a la honra de Xiuhtecutli; a lo largo de los veinte días que
duraba cada mes se celebraban grandes ceremonias. Las principales ofrendas que reci-
bía eran cautivos de guerra y codornices. El mismo tlatoani, “gobernante” en turno, le

28
Sahagún, op. cit., II, p. 25.
29
Sahagún, op. cit., I, p. 407 y II, p. 30 y s.
30
Programa astronómico para computadora. Autor: Wayne C. Annala, editado por Zethyr Services, Pittsburgh,
1990. Agradezco al Doctor en Astronomía Jesús Galindo, del Instituto de Astronomía de la UNAM , por
proporcionarme esta información.
31
Starrynight backyard. Este dato se debe al Doctor en Antropología, Fernando Martín a quien agradezco su
gentileza.
32
Sáenz, 1967:32.

127

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HUIZACHTEPETL

ofrendaba incienso y bailaba frente a su templo. El día de su entronización el tlatoani


se vestía con los atavíos de Xiuhtecutli. En estas ceremonias y en muchas otras donde
se le honraba, los hombres se sacaban sangre de las orejas, ponían las gotas en la uña del
dedo índice o en la del corazón y las arrojaban al fuego. El sangrado se hacía con finas
navajas de obsidiana, con punzones afilados de hueso o con espinas del árbol huizache,
huiztli33 o huitztli 34 que crece y le da nombre al cerro Huizachtepetl, “Cerro de los
huizaches”. Era el dios patrono de los tepanecas de Azcapotzalco y de Coyoacan quie-
nes descendían de su linaje y era dios de los mercaderes quienes le hacían muchas
ofrendas durante el ritual de partida hacia otras comarcas. 35 También se le adoraba en
su propio templo llamado Tzonmolco y en el Tzonmolco Calmecac que era donde
vivían los sacerdotes del dios Xiuhtecutli y donde también se sacaba fuego nuevo. Ambos
edificios estaban situados en el centro ceremonial de Tenochtitlan.36 Sin embargo, aquí
en el Huizachtepetl, Xiuhtecutli presidía la ceremonia más importante de todo el
Anahuac, rememorando el mito del Quinto Sol, realizado en el teotexcalli de Teotihuacan,
cuando pasaban Yoaltecuhtli con su Yacahuiztli cerca del cenit en el cielo nocturno.
Tiempo y espacio se recrean de la misma manera para continuar viviendo.

33
Garibay, 1978:345.
34
Molina, 1977:157r.
35
Sahagún, op. cit., II, pp. 111 y ss.
36
Sahagún, op. cit., I, p. 253 y s.

128

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LA CEREMONIA DEL FUEGO NUEVO …

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la ceremonia del fuego.pmd 130 27/12/2002, 11:09


Xiuhmolpilli y Mamalhuatztli:
atadura de años y el encendedor de barrena
para hacer el fuego: de Teotihuacan al Huizachtepetl

Francisco Rivas Castro

Cada nuevo año es una nueva vida. La naturaleza, muerta más que dormida, en
resurrección más que en despertar, se engalana de nuevo con ropajes verdes y floridos
que sustentan al hombre. Xihuitl significa hierba; Xihuitl significa año. El hombre
tomaba entre sus manos de la hierba renacida para posesionarse del tiempo, para que
éste continuara la espiral de su recorrido por otro siglo más. (López Austin, A, 1964:74).

E l uso del mamalhuaztli –encendedor de barrena– y del Xihumolpilli –atadura de


años–, hecha con maderos atados, parece tener sus principios en Teotihuacan.
Para su identificación y a falta de textos ofrecidos por informantes, varios investigado-
res han recurrido a la imagen, inmersa en escultura, pintura y motivos en cerámica u
objetos de caracol o madera obtenidos del contexto arqueológico de la gran urbe del
Clásico mesoamericano. Es en estos textos donde tenemos referencias iconográficas que
nos permiten escudriñar algunos aspectos de los rituales y elementos de la cosmovisión
teotihuacana. En este breve trabajo abordaremos los dos elementos relacionados con la
producción del fuego celeste: el mamalhuaztli y del xiuhmolpilli o atadura de años.
En Teotihuacan tenemos un dato muy valioso en un fragmento de mural del barrio
de Techinantitla (Millon, 1988-IV) existen cinco fragmentos del mismo, uno en el Mu-
seo de Arte de Chicago, el segundo en el Museo de Arte de Cleveland, el tercero en el
Museo de Arte de Kimball, en Fort Wort, en el Museo de Historia Natural de Nueva
York, el cuarto en el Rijkmuseum Voor Volkerkunde, de Leiden, y el quinto en el
Museo Rufino Tamayo, de Oaxaca. Se sabe de su ubicación por el descubrimiento de

133
HUIZACHTEPETL

pequeños fragmentos de una pierna de un personaje, descubiertos por Millon en el


sitio de Techinantitla en 1983. Este fragmento fue localizado en un talud, como parte
de los pórticos de los pasillos en torno a un patio.
Se trata de la representación de un sacerdote con tocado de cipactli-serpiente-ojo
emplumado con dientes de cocodrilo y orejas de mamífero; de la boca del personaje
brota el glifo de la palabra con emblemas de conchas y caracoles en su interior y por
el exterior flores de lirio, con el ojo emplumado, el glifo del rayo-año con chalchihuites; el
personaje se representó de perfil, va sembrando semillas de flores con la mano derecha,
en su mano izquierda lleva una bolsa para copal. Flanqueando a la izquierda y derecha
de este personaje se ve un atado de diez maderos y, sobre éstos, cinco pencas de maguey
cortadas que muestran sus púas y espinas laterales (fig. 1).

Figura 1. Sacerdote teotihuacano con atado de leños y púas de maguey.


Dibujo tomado de Berril Kathleen, et al. 1988, p. 197.

El sacerdote de la pintura mural de Techinantitla, lleva unas sandalias con el glifo


del ollin (movimiento) que es una metáfora de la vida (Sullivan, T., 1982:29) atrás en la
cintura porta un espejo con emblema (Taube, K., 1983) en su rostro se ve un disco
redondo a manera de tlaxapochtli, tiene su boca abierta.
En la porción superior de la pintura se ve una serpiente con doble cabeza, decorada
con discos y triángulos (obsidiana y jades-chachihuites) orlada por el glifo del chevrón
mixteco que en el contexto teotihuacano se asocia con guerra; y con atlatl “lanza dar-
dos” como emblemas de la guerra en varias vasijas según apreciaciones de Langley
(1986:64 y s.) también aparece representado en las orillas del quechquemitl “falda” de
la gran diosa en las pinturas de los pórticos de los recintos de Tetitla y con la pintura
que decora sus manos dentro de un cuarto del pórtico. Entre la serpiente bicéfala con
dientes aserrados bajo la gran serpiente, vemos pares de serpientes entrelazadas con el
símbolo de ollin “movimiento”. Junto a los maderos para el fuego sagrado y asociados
a la petición de fertilidad a la tierra en el momento de sembrar, se pintaron púas de

134
XIUHMOLPILLI Y…

maguey como parte de la ofrenda, acción que desarrolla la oficiante, pienso que se
puede tratar de una mujer por tener el tlaxapochtli o “afeite facial”, emblema de las
deidades femeninas.
El tocado del personaje es una composición de rasgos mixtos que tiene orejas de
mamífero, dientes de cocodrilo y una sola fauce pronunciada que recuerda al cipactli-
xiuhcoatl o serpiente de fuego, metáfora de la época de secas (Caso, A., e Ignacio Bernal,
1952; Coggins, C., 1987). Esta cabeza prominente y su tocado son indicadores de su
identidad, en el torso del personaje, sólo se representaron prendas, emblemas y orna-
mentos que permiten distinguir en su vestido el rango, estatus y ocupación al cual
estuvo afiliada (Coggins, C., 1987, op. cit:197). El glifo de la palabra es similar al ta-
maño de la cabeza y el tocado, que denota la importancia del personaje representado.
En cuanto al maguey, por el tipo de pencas representadas, pienso que se trataba del
agave atrovirens, más que el salmiana (maguey pulquero) que también crece en el valle
de Teotihuacan, el maguey se representó de diversas maneras en la pintura mural,
arqueológicamente se han recobrado fibras de maguey (Linné, C., 1934:109; 1942:57).
En este caso, las púas o espinas se pudieron usar para el autosacrificio y como ofrenda
que ya existía desde tiempos teotihuacanos, como se consignó en el mito del quinto sol
en el Códice Chimalpopoca, donde se menciona a Teotihuacan como lugar donde se
originó el mítico sol (Códice Chimalpopoca, Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los
Soles, 1975).

En los tiempos Mexicas el sacrificio se realizaba para conmemorar cuando el sol emergía
de la tierra o en las ceremonias para encender el fuego nuevo cada siglo mesoame-
ricano de 52 años Xiuhmolpilli, atadura de años, en Teotihuacan se ofrendaban
atados de maderos con púas de maguey, que en este caso pueden considerarse metáfo-
ras del palo o mamalhuaztli que perfora y taladra para crear el fuego (Sahagún, B.,
1953, libro 7: II).

La gran diosa teotihuacana era invocada en manifestaciones duales (gemelas) que estu-
vo asociada al fuego celestial y como deidad que daba o quitaba la vida, en este sentido
tenía relación con cipactli –moustruo cocodriliano que desde tiempos olmecas, se aso-
ciaba a la tierra voraz que consumía la sangre de vida y el agua y retornaba la vida con
los productos de las milpas, en una acción de reciprocidad con los hombres. En con-
junto, toda la escena en la que aparecen los atados de madera para quemar y las púas de
maguey, se refiere a la fertilidad agrícola: la tierra, el principio femenino, la matriz, por
otro lado, la penca espina como metáfora del mamalhuatztli y los maderos para hacer el
fuego, como el principio masculino: el pene que penetra a la tierra para fertilizarla.
Como lo anotó Hasso Von Winning en un trabajo sobre los emblemas para que-
mar: “La cuenta del Xihuitl, en Teotihuacan es tenue pero se tienen referencia icono-
gráficas de atados para quemar, algunas asociadas con numerales y otras no (fig. 2).

135
HUIZACHTEPETL

Sabemos que en Teotihuacan existieron


elementos del tonalpohualli, calendario ri-
tual de 260 días, y aunque todavía no se ha
esclarecido de manera íntegra, al revisar el
material epigráfico y su simbolismo encon-
tramos frecuentemente que los numerales
se han interpretado como elementos deco-
rativos. Todo parece indicar que los sacer-
dotes teotihuacanos no se interesaban en
recordar eventos históricos asociados con
datos calendáricos, pero sí abundan repre-
sentaciones de rituales y cultos a través de
imágenes con un significado ideográfico.
Figura 2. Atados para quemar en escultura y cerámica
El atado con maderos encendidos teotihuacana. Dibujos tomados de Haso Von Winning,
y su asociación con el glifo A 1979, fig. 2.

de Alfonso Caso
Existe una magnífica lápida de Soyaltepec, Veracruz (Boltz, I,
1975:72, p. 20) (fig. 3). Se esculpió en bajorrelieve a un
personaje suntuoso que lleva en sus manos atados de made-
ros encendidos, probablemente en un acto ritual de cele-
bración de fuego nuevo, porta un tocado con cabeza y fauces
de reptil, arriba de este tocado se identifican dos glifos (glifo
A de Alfonso Caso). Encima de este elemento se ven dos
manos portando este mismo elemento, sobre ellos se ve una
vasija y un petate, el personaje tiene unas orejeras circula-
res, una nariguera y un bezote, de su boca sale una lengua
bífida y la virgula de la palabra, lleva un tocado de pluma
preciosa, bajo la pluma de la porción de atrás de la cabeza
de serpiente vuelve a aparecer el emblema de los maderos
atados y con flamas.
En este contexto es significativa la presencia de dos car-
tuchos con el glifo A de Caso, que según este autor es de
origen zapoteca (Caso, 1967:172 y s.), el principal elemen-
to es un nudo y una cuerda atada en el centro; este glifo
aparece muy estilizado y elaborado en Xochicalco en la pie-
dra de Chalco y en la lápida de Chichén Itzá (fig. 4), este Figura 3. Personaje de la lápida
de Soyaltepec, Veracruz.
mismo glifo aparece en Teotihuacan en pequeñas placas de Dibujos tomados de Von
barro y orlado de plumas, como en un cartucho, pero sin Winning, 1979, fig. 2 y 4.

136
XIUHMOLPILLI Y…

Figura 5. Glifo A de Alfonso Caso,


significa nudo y atado.

Figura 4. Nudos y cuerdas en Xochicalco, Chalco,


y la lápida de Chichen Itzá.
Dibujos tomados de Von Winning, 1979, fig. 4.

numerales (fig. 5). Alfonso Caso sugirió una equivalencia con el glifo de malinalli
“hierba torcida”, por lo tanto puede equipararse con el símbolo de atadura de años
según Von Winning (1979:22).
En este contexto iconográfico, el personaje representado en la lápida de Soyaltepec,
Veracruz, indica la acción de “atar” asociado al elemento de nudo; por otro lado, ambos
glifos están asociados a una cuerda. Al atarse de la cuerda y nudo se expresa el concepto
“atadura de años”, los atados y las flamas indican en este contexto un ritual del fuego
sagrado, posiblemente la celebración del “fuego nuevo” que se obtenía al quemar
los atados en ocasión de completar el ciclo. Según Von Winning, los entrelaces
sobre los cuales está parado el personaje de la lápida lo vinculan con Cholula, Puebla,
y con un estilo tajinoide de las volutas (op. cit: 23).

Representación del Xiuhmolpilli en una


lápida de Chichén Itzá
En una lápida de Chichén Itza en Yucatán (fig. 6)
(Lizardi Ramos, 1955), se tiene evidencia de un ele-
mento consistente en un glifo de doble rombo, es pro-
bable que el glifo con figura romboidal sea un atado de
hierba, ceñido por dos elementos rectangulares parale-
los, en su porción baja y media; del lado izquierdo se Figura 6. Lápida de Chichen Itzá
ven cuatro numerales y cuatro de su lado derecho; en la con el símbolo de atadura de años,
relacionado con el planeta Venus.
parte superior vemos una barra numeral cinco, sobre Dibujo tomado de Von Winning,
la cual se representó el glifo de xihuitl o año; del lado 1979, fig. 2.

137
HUIZACHTEPETL

izquierdo se ve el glifo de Venus como estrella con ojo estelar, si sumamos los numera-
les 8+5 nos da 13, que multiplicado por ocho veces nos da 104 años que coincidirían
con el ciclo sinódico de Venus, elemento glífico que se representó del lado izquierdo
abarcando todo el elemento numérico de la lápida. Por otro lado, existe otra posibili-
dad de lectura de los numerales de la lápida, la barra que ciñe los rombos y que separa
los cuatro numerales de punto podrían implicar la cuenta de 13 sigue por 4=52 años si
analizamos esta posibilidad y la comparamos con los datos del libro séptimo compilado
por fray Bernardino de Sahagún que habla sobre el ritual del fuego nuevo tenemos:

…así cuando se atan nuestros años siempre va a andar, a brotar el año. Dos caña
quiere decir, que entonces se llega, entonces concluye cincuenta y dos años, porque
entonces se unen, se juntan, se encuentran (las cuentas de los años). Ya que (los nume-
rales) de los trece años han dado vuelta por los cuatro rumbos, así como se ha dicho,
por lo que se dice, que entonces se atan, se ciñen nuestros años. una vez más la hierba
era asida, lo que significa, la hierba ha nacido. (Florentine Codex, 1953, traducción
de capítulo décimo, undécimo y decimosegundo del libro séptimo del Códice
Florentino, López Austin, 1964:74).

Con base en esta descripción, propongo que este hecho se puede haber representado en
la lápida de Chichén Itzá, no sólo un ciclo de 52 años si no dos que consignan un ciclo
sinódico de Venus de 104 años.
Respecto a la doble cuenta de 52 años, se anotó lo siguiente en el Códice Florentino:

Todo mundo la asia para que así otra vez comenzara (su vida), por otros cincuenta y
dos años, para así alcanzar ciento cuatro años, lo que se llama una vejez, dos veces
dan la vuelta, por dos veces salen a buscar su atadura de años. (Op. cit:75).

Así se llegaba a la mayor cuenta del tiempo ce huehuetiliztli, este rasgo correspondía
a la coincidencia de la celebración del siglo y de la revolución aparente de Venus,
observada por los habitantes de Puebla y la Mixteca1 conocimiento que los nahuas tal
vez obtuvieron de ellos,2 5 años de Venus corresponden a 8 terrestres, por lo que 65 de
los primeros se celebraban cada 104 de los segundos o sea dos Toxiuhmolpia. (López
Austin 1964:75).

Las evidencias iconográficas y datos de las fuentes históricas, demuestran que la “atadu-
ra de los años” elemento importante en el ritual Mexica del “fuego nuevo” tiene sus

1
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2
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138
XIUHMOLPILLI Y…

principios en contextos teotihuacanos


tempranos, donde los ciclos fueron repre-
sentados de manera ideográfica con los sig-
nos de atados de leña, lazos torcidos y
nudos. Todos estos elementos tienen su
correspondencia en el contexto mexica re-
presentados en la página 36 del Códice Bor-
bónico, donde se representó la ceremonia
del fuego nuevo, el cual se hacía con ma-
malhuaztli “barreno para hacer fuego” y que
también era una constelación que se consi-
deraba en esta celebración en el Huizach-
tepetl (hoy Cerro de la Estrella).
En cuanto a escultura también tenemos Figura 7. Escultura de atado de leña o de carrizo
ejemplos de atadura de palos o carrizos aso- que significan ataduras de años,
la primera depositada en un altar zompantli,
ciados a los numerales dos acatl (dos carri- y la segunda escultura con el numeral ce-miquiztli
zo) o ce miquiztli (uno muerte) (fig. 7), el (uno muerte). Escultura mexica. Dibujos tomados de
primero referido al encender fuego y el se- Alfonso Caso, 1967:135, fig. 6 y 139, fig. 11.
gundo a la muerte del siglo según Alfonso Caso (1969). Se trata de hacer réplicas de
atados de leña que representaban el xiuhmolpilli o siglo de 52 años que moría, al igual
que quemar los 52 carrizos.
Al completar un ciclo de 52 años, entre los mexicas se celebraban dos tipos de
ceremonias: la primera consistía en enterrar el xiuhmolpilli en un altar zompantli “altar
de cráneos” como lo señaló Alfonso Caso (1967) y la segunda fiesta de renovación
general precedida por el acto de taladrar el fuego nuevo en la cima del cerro Huizach-
tecatl o Huizachtepetl “cerro de los huizaches” hoy llamado de la estrella, en Iztapalapa,
ubicada al sur de la cuenca de México.
La evidencia de estas dos celebraciones, aparte de tener sus referentes iconográficas
en el Códice Borbónico, están ampliamente documentados en las fuentes históricas del
siglo XVI y también por elementos arqueológicos. Hacia el siglo XV y XVI la celebración
del ritual del fuego nuevo sólo concernía a los altos funcionarios o sacerdotes, mientras
que en el acto de taladrar el fuego nuevo participaba todo el pueblo en peregrinación
hacia el cerro de los huizaches, prueba de ello es su inclusión en la página 36 del Códice
Borbónico, donde se pintaron mujeres, niños, ancianos, cubriéndose el rostro con más-
caras de penca de maguey para evitar el daño de las tzitzimimes, deidades femeninas
descarnadas que se creía bajaban a devorar a los hombres en eclipses totales de sol o en
el momento en que se apagaban todos los fuegos en espera de un nuevo siglo indígena
que se volvía a instaurar al encender el fuego nuevo con tlecuil en el pecho de un
sacrificado en la cima del Huizachtecatl, donde existía un templo que era uno de los
ayauhcalli “casa de niebla” donde descendía el fuego celeste. El sacerdote del barrio de

139
HUIZACHTEPETL

Copolco (ubicado en el actual de Santa María Cuepopan, según Monzón, 1949:35)


era el encargado de taladrar el pecho del cautivo a la media noche, cuando llegaban al
centro la constelación de las siete cabrillas o tianquiztli según anotó fray Juan de
Torquemada (1979, t. I:210).
La duración de los periodos de renovación representada por los atados de leña en
Teotihuacan aún la desconocemos, pero es probable que fuera también de 52 años y
aunque desconocemos si también se sepultaban atados, tenemos referencias arqueoló-
gicas de ellos en esculturas localizadas entre los escombros del desplante de la pirámide
del sol, así como en representaciones de cerámica y pintura mural asociadas a púas de
maguey como parte de la ofrenda.
En conclusión, encontramos elementos de continuidad ritual entre Teotihuacan,
Cholula, Xochicalco, Cacaxtla y Chichén Itzá, referente a la atadura de maderos para
quemar, que significan la celebración de fuego nuevo desde tiempos teotihuacanos que
posteriormente fue retomado por grupos nahuas como los mexica, lo cual habla de una
continuidad resignificada de larga duración, relacionada con rituales de renovación del
tiempo cronológico, mítico y la renovación cíclica de la naturaleza, asociada con Ve-
nus, con la lluvia, el maíz y la aparición de constelaciones como las siete cabrillas, según
las fuentes históricas. ¿Que significa hoy para los habitantes de Iztapalapa el antiguo
templo del fuego nuevo?, tal vez un elemento de identidad regional o un lejano recuer-
do de la magnificencia del Cerro de la Estrella.

140
XIUHMOLPILLI Y…

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142
La fiesta azteca del Fuego Nuevo
y el culto de las Pléyades
Johanna Broda

E n este ensayo se combina el estudio del ritual mexica, que consiste en la interpreta-
ción antropológica del material de las crónicas del siglo XVI, con un análisis de las
propiedades calendáricas y astronómicas del culto de las Pléyades en Mesoamérica. La
constelación de las Pléyades o Cabrillas es un grupo de estrellas, siete de las cuales son
claramente visibles, que se encuentran en el signo de Toro en una posición muy cercana
a la eclíptica. Se han consultado datos astronómicos1 así como material de tipo etnográ-
fico y comparativo sobre el curso de las Pléyades, lo que ha sido una gran ayuda para
entender mejor la concepción que en la época mexica se tenía de esta constelación y
para ver cómo se le relacionaba con los ciclos calendáricos, climatológicos y agrícolas. Des-
pués de analizar estos aspectos plantearemos al final la cuestión de los diferentes niveles
de simbolismos en la fiesta del Fuego Nuevo, en cuanto a la íntima mezcla entre astrono-
mía, calendario, culto y simbolismo político que se puede detectar en las ceremonias.
El trabajo que presento aquí forma parte de una investigación más extensa sobre
“Culto y sociedad mexica: Un estudio sobre ideología y estructuras de poder en el
México prehispánico” (Ms).2 En aquel estudio planteo en términos más amplios la
problemática arriba señalada de los diferentes niveles de simbolismos que conectaban

1
Agradezco a A. Aveni el haberme proporcionado una serie de datos astronómicos sobre las Pléyades que
manejo en este trabajo, y se citan en el texto. Sin ellos no hubiera podido hacer este estudio. Asimismo,
quisiera expresar mi reconocimiento a F. Tichy por sus valiosos comentarios al trabajo así como su constante
apoyo a mi investigación. Por cortesía de F. Tichy se reproduce aquí su cuadro 1.
2
Investigación patrocinada por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autóno-
ma de México, y en 1980 por una beca del Ministerio Federal Austríaco para América Latina. Quiero expre-
sar mi reconocimiento a estas instituciones.

145
HUIZACHTEPETL

culto, sociedad y estructuras de poder, analizando un gran número de ceremonias en


relación con la interpretación general de la organización sociopolítica y económica de
los mexicas.3

Las ceremonias
Sólo algunas fuentes4 describen esta fiesta. Las descripciones más extensas se encuen-
tran en Sahagún y Motolinía, mientras el Códice Borbónico contiene una representa-
ción pictográfica muy interesante dedicada a ella.5 Según Motolinía

es de notar la […] fiesta que hacían en el fin o postrero día de aquellos cincuenta y
dos años, y en el primero día que comenzaba nuevo año[…] e nueva hebdomada:ca(e)
el postrer día del postrer año.

Y Sahagún afirma que

después que cada una de las cuatro señales había regido trece veces a los años, se
celebraba en los años ome acatl la fiesta “toxiuh molpilia” , que quiere decir “átense
nuestros años”, y porque era principio de otros 52 años, decían también xiuhtzitzquilo,
que quiere decir “se torna el año nuevo” (HG VII, cap. 10:269).

Esta fiesta se celebraba en Tenochtitlán, Tetzcoco, y “en todas las provincias, pueblos y
casas de toda esta Nueva España” (Motolinía, HG IV), y era precedido por un ayuno
general de tres días (CNE). En la víspera de la fiesta, o cuatro días antes (Durán), se
apagaban todos los fuegos en las casas como en los templos. Los fuegos que perpetua-
mente ardían en los templos, sólo se extinguían este día. Además la gente quebraba las
ollas, los cántaros, comales y vasijas de su uso doméstico. Los vecinos de Tenochtitlán
tiraban sus ídolos y útiles caseros al agua de las acequias y a la laguna. Limpiaban muy
bien sus casas y finalmente apagaban todas las lumbres (HG VII:270).

3
En el capítulo sobre la “Fiesta del Fuego Nuevo y el culto de las Pléyades” del manuscrito mencionado,
presento una serie de datos más detallados que en la versión resumida de esta ponencia.
4
En las citas se usan las siguientes abreviaturas:
CNE= Costumbres de Nueva España, 1945.
Durán II:453= Durán 1967, tomo II:p. 453.
HG VII:269= Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de Nueva España, libro VII, capítulo 10,
ed. A.M. Garibay, 1956, t. 2:p. 269.
HMP= Historia de los mexicanos por sus pinturas, en: Pomar-Zurita, 1941:pp. 209 y ss.
5
Códice Borbónico, 1974; Sahagún HG, libro IV, apéndice: 2a parte; 1956, t.1:374 y ss.; libro VII, cap. 10-13;
1956, t. 2:269 y ss.; Motolinía ,1967, cap. 16;40-42; Las Casas, 1967, cap.16, 9, 170:101; HMP 1941:213,
228,231:CNE 1945:62 y s.; Dúrán, 1967 II:453 y s.

146
LA FIESTA AZTECA …

Ya puesto el sol, los sacerdotes se ponían los atavíos de los dioses, convirtiéndose de
esta manera en representación de estos mismos. “Y al principio de la noche empezaban
a caminar, poco a poco y muy despacio, y con mucha gravedad y silencio, y por eso
decían tonenemi, que quiere decir, caminan como dioses; … y el sacerdote del barrio de
Copolco,6 cuyo oficio era de sacar (la) lumbre nueva, traía en sus manos los instrumen-
tos que servían para este efecto; y desde México por todo el camino iba probando la
manera con que fácilmente se pudiese hacer lumbre” (HG VII:271). Se dirigían en di-
rección a Iztapalapa-Colhuacan, donde a dos leguas de México se encontraba el cerro
Huixactlan o Huizachtecatl en cuya cumbre había un templo. A este santuario le tenía
especial devoción y reverencia el señor de México, Motecuhzoma (Motolinía). La pro-
cesión arribó en la cumbre cerca de la media noche. En el cielo nocturno los sacerdotes
observaban el movimiento de las cabrillas o Pléyades. “Miraban …si estaban en medio,
y si no estaban esperaban hasta que llegasen; …y cuando veían que ya pasaban del
medio, entendían que el movimiento del cielo no cesaba y que no era allí el fin del
mundo, sino que habían de tener otros 52 años seguros que no se acabaría el mundo”
(HG IV:376).
En el momento en que esta constelación pasaba el cenit, el sacerdote de Copolco
sacaba fuego con el palo de fuego o tlequahuitl que “estaba puesto sobre el pecho de un
cautivo que fue tomado en la guerra, y el que era más generoso” (HG VII:270). Después
de haber prendido el fuego, le abrían el pecho, sacándole el corazón, y arrojaban éste y
todo el cuerpo a una gran hoguera que habían hecho y que era visible desde lejos.

En esta hora estaban en los cerros circunstantes que cercaban a toda esta provincia de
México, Tezcoco, Xochimilco y Quauhtitlan gran cantidad de gente esperando a ver
el fuego nuevo, que era señal que el mundo iba delante; y como sacaban el fuego los
sátrapas, con gran ceremonia, en el cu de aquel cerro, luego se estaban allí a la mira
levantaban luego un alarido que le ponían en el cielo, de alegría, que el mundo no se
acababa y que tenían otros 52 años por ciertos (HG IV:376).

Al ver aquella luz, la gente empezó a hacerse salir sangre de sus orejas con unas navajas
pequeñas y esparcían la sangre en dirección de la lumbre.
Hasta la aparición del fuego nuevo, toda la población había pasado un miedo pavo-
roso, ya que creían que si no se pudiese conseguir lumbre, se acabaría la humanidad en
tinieblas eternas y el sol no volvería a salir nunca más; descenderían del cielo los mons-
truos tzitzimime para comerse a la gente. Por eso, toda la gente se subía a las azoteas de
sus casas, mientras encerraban a las mujeres preñadas, porque si la lumbre no pudiese
obtenerse, estas mismas se convertirían en tzitzimime. A los niños no se les dejaba
dormir porque estaban en peligro de volverse ratones (HG VII; Códice Borbónico).

6
Sobre el barrio de Copolco, cfr. Caso, 1956:30 y s. ¿Era un barrio otomí? (Vetancourt, 1870 III:132).

147
HUIZACHTEPETL

Los sacerdotes que participaban en la ceremonia en la cumbre del Huixachtecatl,


una vez encendida la gran hoguera, prendían en ella unas hachas. En primer lugar las
llevaban al Templo Mayor de Tenochtitlán . Según Sahagún, la lumbre se colocaba en
un brasero lleno de copal delante del ídolo de Huitzilopochtli (libro IV). Otra fuente
relata que se hacían ofrendas de incienso y papel delante de Xiuhtecutli; “y después
llevaban el fuego a casa de Motecuhzoma y del Señor que gobernaba y de allí se repartía
por toda la tierra” (CNE).
Tanto el Códice Borbónico, como Motolinía, indican que las principales ceremonias
del Fuego Nuevo realmente tenían lugar en el Templo Mayor de Tenochtitlán . En la
lámina correspondiente del Borbónico se representa el glifo del cerro de Huixachtecatl
con el palo de producir el fuego (arriba extrema derecha). Pero este cerro no ocupa de
ninguna manera la posición central de la lámina. En ésta encontramos el templo de la
ciudad. Huellas de pies conducen del cerro a este último templo pasando (a mano
derecha) por casas llenas de gente que, protegida por máscaras de maguey, está diri-
giendo su mirada hacia la aparición del gran fuego, escena descrita también por Sahagún
(cfr. arriba).
Alrededor de la gran hoguera se encuentran cuatro personajes enigmáticos, sacerdo-
tes que parecen encender unas hachas, o según la interpretación de K.A. Nowotny
estarían más bien alimentando el fuego con la leña. Por el lado izquierdo se acercan a la
hoguera siete sacerdotes, más, vestidos como los dioses Quetzalcoatl, un dios del pulque,
Ixteocale, Xipe, Ixtlilton, Cinteotl-Xochipilli y Teteoinnan (Nowotny 1974:22). Estos
sacerdotes, que según Nowotny representan a “todos los dioses”, igualmente van aca-
rreando las desmedidas hachas.
La descripción de Motolinía parece concordar con el Códice Borbónico. Explica que
una vez encendido el fuego en el Huixachtecatl

…luego encendían tea, é antes que nadie encendiese, con mucha priesa é brevedad
llevábanla al principal templo de México; y puesto la lumbre delante de los ídolos,
traían un captivo tomado en guerra, y delante el fuego sacrificado le sacaban el cora-
zón, y con la sangre el ministro mayor rociaba el fuego, á manera de bendición. Esto
acabado, estaban allí esperando de muchos pueblos para llevar la lumbre nueva á los
templos de sus lugares, lo cual hacían de licencia del gran pontífice; y esto hacían con
mucho hervor y brevedad, aunque el lugar estuviese 15 ó 20 leguas (Motolinía
1967:42).

Del Templo Mayor de Tenochtitlán se llevaba el fuego tanto a los templos menores y
barrios de la ciudad como a los pueblos de los alrededores. “Y era cosa de ver la muche-
dumbre de los fuegos en todos los pueblos, que parecía ser de día… y aquella multitud
de gente que venía por la lumbre, y así hacía hogueras grandes y muchas en cada barrio,
y hacían muy grandes regocijos” (HG VII:272). En las provincias y pueblos lejanos

148
LA FIESTA AZTECA …

hacían de manera independiente las mismas ceremonias, y en todas partes había gran
regocijo y alegría (Motolinía).
La gente renovaba todos los utensilios de su casa y se vestía de atuendo nuevo
poniéndose también nuevas alhajas. En los patios de sus casas, ofrecían copal a los
cuatro rumbos y lo echaban después a la hoguera que habían prendido; también sacrifi-
caban codornices arrancándoles la cabeza. Este día comían la masa sagrada de tzoalli.
Al medio día comenzaban los sacrificios de cautivos (HG IV:273). Según Motolinía,
400 hombres eran sacrificados en Tenochtitlán. Este último dato establece una co-
nexión con Panquetzaliztli, fiesta en que se representaba dramáticamente el mito de la
lucha de Huitzilopochtli contra los 400 huitznahua.7 Además, Motolinía describe in-
mediatamente después de la fiesta del Fuego Nuevo la de Panquetzaliztli.8
También Durán informa que se sacrificaba un gran número de víctimas al dios del
fuego.9 Este cronista se refiere a la última celebración de la fiesta del Fuego Nuevo bajo
Motecuhzoma II (en 1507) y menciona que sacrificaron 2 mil cautivos traídos de la
guerra de Teuctepec, lo que demuestra que con esta ocasión se hacían también sacrifi-
cios en masa de prisioneros de guerra, al igual que en varias otras fiestas del calendario.10

La fecha calendárica de la fiesta del Fuego Nuevo


El Códice Borbónico señala que la fiesta del Fuego Nuevo se celebraba en Panquetzaliztli.
El mes se representa por el dios Huitzilopochtli y su templo que lleva el símbolo del
mes, un poste con una bandera de papel. Tanto Motolinía (op. cit.) como Mendieta
(1971:101) apoyan esta información. Sin embargo, otra circunstancia nos permite fe-
char la fiesta del Fuego Nuevo todavía con más exactitud. Partimos de la afirmación de
Sahagún de que

este tiempo de año traíanlo de antiguo contados; no se sabe cuando comenzó, pero
tenían por muy averiguado, y como de fe, que el mundo se había de acabar en el fin

7
Cabe la posibilidad de identificar a los 400 huitznahua del mito del nacimiento de Huitzilopochtli con las
Pléyades. El Popol Vuh parece referirse al mismo mito cuando relata “Hunahpu e Ixbalanqué, después de
haber vencido a los Ahauab de Xibalbá, subieron hacia el cielo y el uno fue puesto por Sol y el otro por Luna,
subiendo también los 400 muchachos que mató Zipacná, los que fueron puestos por estrellas” (Popol Vuh
1973:102). Girard sugiere que estas estrellas hayan sido las Pléyades (s.f.:283). En cuanto a Coyolxauhqui, la
hermana de los 400 en el mito del nacimiento de Huitzilopochtli, hay una serie de indicios según los cuales
ella se relacionaba también con las Pléyades, según revelan ciertos mitos mayas por una parte, y un mito
navajo por otra (Cfr. Broda Ms.).
8
Cfr. Motolinía, 1967:42, 57,58; entre las pp. 43 y ss., se intercala un texto que es de otro autor, por eso, la p.
57 es la continuación de la p. 42.
9
Según Durán, estos sacrificios se hacían en el cerro mismo (II:454). Sin embargo, no da más detalles sobre el
lugar.
10
En cuanto a los sacrificios en masa de cautivos al regreso de campañas militares victoriosas, Cfr. Broda, 1980.

149
HUIZACHTEPETL

de una de estas gavillas de años; y tenían pronóstico y oráculo que entonces había de
cesar el movimiento de los cielos, y tomaban por señal al movimiento de las Cabrillas
la noche de esta fiesta, que ellos llamaban toxiuh molpilia; de tal manera caía que
las Cabrillas estaban en medio del cielo, a la media noche, en respecto de este horizon-
te mexicano (HG IV:376).

Se trata del fenómeno astronómico del paso de las Cabrillas por el cenit a media noche
(es decir, su paso por el meridiano), hecho que tiene un gran interés en sí. Las Cabrillas
o Pléyades figuran entre las constelaciones estelares más importantes de la cosmovisión
y mitología de los pueblos indígenas de América, ocupando este lugar destacado desde
las llanuras y el Suroeste de Norteamérica hasta el área andina, el Gran Chaco y Brasil.
Entre los nahuas se llamaban miec o miac, “muchos”, “multitud”; parece que otro
nombre de ellos era tianquiztli, o “mercado”, y que existía una relación simbólica espe-
cífica entre la constelación y el mercado, siendo el “mercado” un lugar donde se reúne
la “multitud”.11 Según los Primeros Memoriales de Sahagún, las Pléyades estaban ade-
más íntimamente asociados con otra constelación, llamada el mamalhuaztli o “palos
para producir el fuego”, asociación que parece contener una clara referencia a los ritos
del Fuego Nuevo.12 En algunas lenguas mayas encontramos antiguamente el nombre
de “multitud” o “algo amontado” equivalente al término nahuatl,13 mientras que en
yucateco y lacandón las Pléyades se llamaban “tzab” o “sonaja de cascabel”, nombre
que las relacionaba con el dios creador maya Itzamna.14 Es de notar como dato
etnográfico curioso que entre los navajos de Norteamérica, el dios del fuego creador de
todas las estrellas, tenía como su símbolo también a las Pléyades.15 En términos más
generales, las Pléyades parecen haber jugado entre los indígenas de Norte a Sudamérica
un papel importante conectado con la creación del cielo nocturno, con el fuego y el
fogón, así como el ciclo agrícola (Cfr. Levi-Strauss, 1964:222 y ss.). Coe sugiere que en
Mesoamérica las Pléyades, en lugar de Polaris, eran consideradas el centro del firma-
mento (Coe, 1975:24).

11
Schultze-Jena, 1950:56-59; Tezozomoc, 1944:396: Orenstein Ms. En cuanto a la relación específica de la
constelación con el mercado, cfr. Broda Ms., donde exploro en más detalle las posibles relaciones entre las
Pléyades, la fiesta de Tecuilhuitontli y aspectos míticos de las diosas Toci-chantico-Cihuacoatl y Coyolxauhqui.
12
Códice Matritense del Real Palacio, fol. 282 v., trad. por L. Schultze-Jena 1950:56 y ss.: HG VII, cap. 3: 1956,
t. 2:262: CF VII, cap. 3.
13
mol, “montón, congregación” (Reko): mo’ots (mu’uts), “los que viajan juntos” (chuj) o “puñado” (quiché)
(Orenstein Ms.).
14
Tozzer, 1941:133: Brinton, 1894:58.
15
Según el Chilam Balam de Chumayel (Roys, 1933:134), el dios creador Itzamna lleva el símbolo de tzab en
su cara. Por otra parte, el dios creador de los navajos se reconoce también por el símbolo de las Pléyades que
marca sus mejillas (Haile, 1974, citado en Coe, 1975:24). Desgraciadamente no se informa cómo era este
símbolo. En este contexto, la comparación con la diosa mexica Coyolxauhqui resulta sumamente interesan-
te. Según es bien sabido, su característica específica era el símbolo de cascabeles (cascabeles de cobre) que
llevaba también en las mejillas.

150
LA FIESTA AZTECA …

Cálculos astronómicos permiten constatar que el paso de las Pléyades por el cenit a
media noche tenían lugar en la época mexica (1500 d.C.) alrededor del 16 de noviembre
(comunicación personal de A. Aveni). Según la correlación del calendario mexica de F.
Tichy que estamos aplicando aquí (Cfr. cuadro 1, según Tichy Ms. a),16 esta fecha
coincidía con los últimos días del mes prehispánico de XIV Quecholli. Tomando en
consideración que variaciones en las condiciones atmosféricas y topográficas así como
inexactitudes en la observación debidas a la falta de aparatos sofisticados, pueden cau-
sar una diferencia de varios días, las fechas astronómicamente calculadas sólo tienen
una validez aproximada para la época prehispánica (cfr. el cuadro 2). Por eso, lo impor-
tante no es tanto el día exacto, sino el hecho de que podamos fechar la fiesta del Fuego
Nuevo en los últimos días de XIV Quecholli, o los primeros de XV Panquetzaliztli, res-
pectivamente.17
En su correlación, Tichy intercala aquí además a los nemontemi, posibilidad que
indican algunas fuentes antiguas (Kubler y Gibson, 1951:47) (Cfr. cuadro 1. Aunque
considero que se necesitarían más pruebas para colocar aquí a los nemontemi en lugar
de a principios de febrero, cuando comenzaba el año según Sahagún, es de notar, sin
embargo, que el simbolismo de las ceremonias de la fiesta del Fuego Nuevo encajaría
muy bien con los nemontemi en esta fecha. Además existe otra hipótesis según la cual
estos días hayan servido para hacer la corrección del calendario, cada 52 años, median-
te la intercalación de 13 días. En 52 años la diferencia entre el año vago y el año solar
sumaba exactamente 13 días, y surge la posibilidad de una corrección del calendario en
combinación con la fiesta del Fuego Nuevo, posibilidad que, sin embargo, no se ha
podido comprobar hasta el momento.18
Otro problema en relación con la fiesta del Fuego Nuevo se refiere al año en el cual
tenía lugar. Aunque algunas referencias en las fuentes parecen indicar que la fiesta se
celebraba en los años ce tochtli, con los cuales empezaba el ciclo calendárico de 52 años
(Motolinía, 1967:40; HG VII, cap. 8-13), sin embargo, otros datos demuestran clara-
mente que la fiesta del Fuego Nuevo caía siempre en el segundo año del ciclo, o sea 2
acatl. 19
16
En el Ms. citado (Broda Ms.), capítulo sobre “Calendarios y astronomía”, explico en más detalle la vincula-
ción entre la correlación de Tichy y mi reconstrucción de las fiestas del calendario. Esta correlación nos
permite asignar una fecha fija a las fiestas de los meses. No es el lugar aquí de explicar las implicaciones más
amplias de esta correlación fija (cfr. Broda Ms. y Tichy, 1976, 1978, 1980, Ms. a y b).
17
En su breve síntesis de la religión mexica, Carrasco afirma también que “una vez en cada ciclo, en un año 2
caña, se pensaba que podría llegar el fin del mundo. Había entonces una gran ceremonia durante el mes de
Quecholli o en Panquetzaliztli, cuando se sacaba fuego nuevo, y más tarde, al llegar el mes Tititl, se enterraba
una gavilla de varas que representaba el ciclo” (Carrasco, 1976:262). Desgraciadamente, Carrasco no indica
sus fuentes para esta suposición.
18
Cfr. Broda, 1969:49 y s., y Ms., cap. sobre “Calendario y astronomía”. Esta hipótesis fue propuesta por
primera vez por Serna en el siglo XVII (1892:80, 81, 88), y reelaborada posteriormente por Sigüenza y
Góngora, Gemelli Carreri, Clavigero, y en el siglo XX, por Zelia Nuttall (1904).
19
Cfr. Broda Ms.; Códice Mendocino, lám. I. III, XIV; HG VII:269.

151
HUIZACHTEPETL

Cuadro 1. El calendario solar mexica, los meses y la orientación en el espacio: (Según F. Tichy, 16. 12. 1977,
basado en Tichy 1976, cuadro 9, modificado; fechas según el calendario gregoriano).

A Calendario gregoriano 1975.


B Días con determinadas direcciones a la salida y puesta del sol.
C Desviaciones (de ángulos) de pirámides y edificios; de E a N, ángulos negativos (salidas
del sol en la mitad estival); de E a S, ángulos positivos (salidas del sol en la mitad invernal);
las puestas del sol llevan los valores opuestos.
E Calendario mexica con 360+5 días, 18 periodos de días+5 nemontemi (19,-23. 11.);
comienzo con xv Panquetzaliztli el 24,. 11., o con 1 Atlcahualco el 12. 2. según Sahagún.
Los seis grupos de periodos de 60 días se relacionan con los seis puntos cardinales
(según Carrasco, 1979, p. 55).
F Tonalpohualli de 260 días, dividido en 4 periodos de 65 días o 20 semanas de 13 días.
Ss y Sw Solsticios de verano y de invierno.
C 19 y C 20.5 Pasos por el cenit en el meridiano en 19º y 20,5º latitud Norte.
M Los días de la mitad del año, 24.3. y 20.9., mitad estival - mitad invernal.

152
LA FIESTA AZTECA …

Aunque no queda muy claro cómo se reconciliaba en la práctica esta aparente con-
tradicción entre el comienzo de la cuenta calendárica por una parte (ce tochtli) y la
fecha de la fiesta del Fuego Nuevo (ome acatl) por otra, encontramos una comproba-
ción sorprendente de nuestra interpretación en el relato mítico sobre la creación del
mundo. Según este relato la cuarta edad del mundo fue destruida por lluvias e inunda-
ciones y, como consecuencia, el cielo se cayó sobre la tierra. Al entrar el mundo en su
quinta edad, en el primer año era ce tochtli, los cuatro dioses creadores, con ayuda de
cuatro hombres creados por ellos, alzaron de nuevo el cielo y las estrellas. Después
dieron vida a la tierra. En el segundo año, ome acatl, Tezcatlipoca se transformó en
Mixcoatl y con unos palos sacó Fuego Nuevo; se hizo fiesta a los dioses y se encendie-
ron grandes lumbres (HMP:214 y s.). Este relato nos revela que existía una explicación
y un prototipo míticos para la celebración de la fiesta del Fuego Nuevo, en la cual se
conmemoraba esta primera acción de Tezcatlipoca-Mixcoatl. Era por esta razón que la
fiesta tenía que celebrarse siempre en los años dos acatl.
Una característica sobresaliente del calendario mexica era precisamente esta íntima
mezcla entre mito y culto por una parte, y por otra, las regularidades matemáticas
inherentes al calendario, así como la observación astronómica. A estas últimas dos
características me referiré en lo que sigue.
El mes de XV Panquetzalizti muestra en términos calendáricos una curiosa corres-
pondencia por V Toxcatl, mes del cenit del sol. Esta correspondencia está llena de
implicaciones. Llama la atención que el día 18.11. es simétrico al 17.5., día del primer
paso cenital del sol en la latitud geográfica de Tenochtitlán . Al 18.11. le corresponde
un acimut de la salida del sol con 110º15’ desviación E a S (+20º15’), mientras el 17.5
se caracteriza por un acimut de la salida del sol de 69º45’, o -20º15’ desviación del eje
E hacia el N (cfr. Tichy, 1976, 1978; cuadro 1977). En la latitud geográfica de
Tenochtitlán (19º30’), el ángulo de ±20º15’ ocurre cuatro veces al año, o sea en los
dos pasos cenitales del verano (17.5. y 27.7.) y simétricamente dos veces en el invierno
(18.11. y 24.1.). La importancia de las dos fechas del invierno parece residir en la
simetría calendárica que se produce; simetría tanto de los acimuts de la salida del sol,
las desviaciones en la orientación de edificios mirando hacia estos acimuts, como de los
periodos de día que los separan de los solsticios de verano e invierno respectivamente.
Así, la distancia entre el 17.5. y el 21.6. son 35 días, y 34 días entre el 18.11. (desvia-
ción de ±20º15’) dividen el año en dos partes casi iguales, una de 186 días (17.5. al
18.11.), y la otra de 179 días (18.11. al 17.5.) (cfr. el cuadro 1). Es muy sugestivo
pensar que los mexicas hayan intentado fijar en su calendario las fechas del invierno
que correspondían a los pasos cenitales en el verano. Naturalmente hay que tener en
mente que el cenit era la única fecha del ciclo solar que variaba de región en región;
pero quizás este hecho explica precisamente la importancia de Panquetzaliztli y Toxcatl
en el valle de México, dos fiestas en las que el simbolismo solar jugaba un papel desta-
cado en las ceremonias.

153
HUIZACHTEPETL

El calendario mismo da innumerables posibilidades de jugar con periodos de tiempo,


y por las cualidades matemáticas inherentes a los ciclos, estas combinaciones siempre
dan algunos resultados. Estoy convencida de que no solamente nosotros caemos vícti-
mas del encanto que ofrecen estos cálculos, sino que ésta fue también una de las prin-
cipales ocupaciones, por no decir obsesiones, de los sacerdotes astrónomos prehispánicos.
Es de notar que en este caso el estudio del ciclo de las Pléyades en relación con la
estructura interna del calendario solar, nos ha llevado a reconocer en el calendario
mexica la fecha del anti-cenit (nadir) del sol, cuando a fines de noviembre el sol pasa a
media noche 180º debajo de la posición que alcanza a mediados de mayo en el día del
cenit. Se desprende de nuestro análisis, que esta fecha era sumamente importante en el
calendario mexica puesto que el nadir del sol coincidía en ella con el paso de las Pléyades
por el meridiano a media noche y además coincidía con la fiesta del Fuego Nuevo cada
52 años. Esta observación es significativa, ya que hasta ahora se conocían muy pocos
datos sobre la existencia del concepto del anti-cenit en Mesoamérica.20 Sin embargo,
sabemos por el otro lado que este concepto jugaba un papel destacado en el área andina
según han demostrado las investigaciones de T. Zuidema (1977), G. Urton (1981) y A.
Aveni (1982). Para los incas esta fecha simbolizaba el dualismo del eje vertical-antivertical
que era fundamental en su cosmovisión y que sigue siendo una tradición viva en partes
del área andina hasta el día de hoy.
Al cenit del sol en mayo le corresponde el comienzo de la época de lluvias, mientras
que el nadir en noviembre coincide con el comienzo de la estación seca. Durante esta
última parte del año el sol es más claramente visible que durante la estación de lluvias,
hecho que parece reflejarse en la relación mítica importante que el sol tiene con los
meses de noviembre/diciembre (Atemoztli/Panquetzaliztli) en la cosmovisión prehispá-
nica. En un trabajo reciente, S. Milbrath señala que mientras en su primer paso cenital
el sol se encuentra en conjunción con las Pléyades, en su nadir pasa por la constelación
del Escorpión. Las constelaciones de las Pléyades y del Escorpión, situadas a 180º de
distancia una de la otra, expresan, por lo tanto, una relación de contrarios al mismo
tiempo que de complementos estacionales, vinculados con el cenit y el nadir del sol
respectivamente (Milbrath, 1980). Es de notar que G. Urton ha estudiado fenómenos
similares en el altiplano andino, donde hasta el día de hoy existe la concepción de una
oposición entre las Pléyades y la cola del Escorpión, oposición que expresa una
estructuración básica del tiempo y del espacio en forma de un diagrama cósmico. Las
dos constelaciones que llevan ambas el nombre collca (“almacén”, “granero”), dividen
el tiempo y el espacio del cielo nocturno en dos secciones más o menos simétricas;

20
En un trabajo reciente, S. Milbrath (1980) explora en más detalle el significado del nadir del sol en el caso de
Mesoamérica. Cfr. también Gritard (s.f.) que señala una serie de datos etnográficos sumamente interesantes
procedentes de la región chortí.

154
LA FIESTA AZTECA …

representan un eje que se puede usar como línea de orientación para calcular distancias
en el espacio celestial y terrestre; además, la observación de los collca está íntimamente
relacionada con el ciclo agrícola (Urton, 1981, cap. 7, fig. 33 y 34).

El culto de las Pléyades en Mesoamérica


Datos astronómicos
La relaciones de simetría interna del calendario solar que hemos señalado en los párra-
fos anteriores se conectan con una serie de hechos astronómicos propios del ciclo de las
Pléyades. La enorme importancia atribuída a esta última constelación en Mesoamérica
parece derivarse precisamente de su íntima vinculación con el ciclo solar según tratare-
mos de demostrar en las páginas siguientes.
Resulta que al paso de las Pléyades por el meridiano a media noche, que tiene lugar
en noviembre, le corresponden, a una distancia de aproximadamente seis meses, las dos
fechas importantes de su puesta y salida helíacas a fines de abril y fines de mayo, respec-
tivamente. El acontecimiento más importante del ciclo es la salida helíaca, o sea el
primer orto de la constelación en el cual se ve al amanecer antes de la salida del sol. Este
fenómeno ocurre una vez al año y su observación sistemática representa una manera
sencilla y precisa para determinar la duración del año tropical. En varias civilizaciones
antiguas usaban este método para fijar la duración del año en su calendario (Aveni,
1972:539; Nilsson, 1920:276 y s.).
En el cuadro 2 exponemos los periodos relevantes del curso de las Pléyades, con
fecha para el año 1500 d.C. (entre paréntesis las fechas actuales) y la latitud de 19º30’N
- 21ºN (la latitud de Tenochtitlán de 19º30’N, no muestra prácticamente ninguna
variación con los datos de 21ºN). El cuadro se basa en los datos astronómicos según
Aveni, 1980, y comunicación personal. Para los fines que nos interesan aquí hemos
tratado de explicar de la manera más sencilla posible las fechas principales del ciclo de
las Pléyades y de imaginarnos cómo se presentaban éstas al observador del cielo nocturno.
Expuesto de esta manera, el curso anual de las Pléyades resulta sumamente intere-
sante. Debe haberse presentado al observador prehispánico como un “curso contrario
al sol”. Según se desprende del cuadro, las Pléyades salen a fines de mayo con el sol (al
amanecer) por el Este, lo que significa una salida “paralela” al sol (E-E). Su movimiento
en adelante es contrario al sol hasta que en noviembre salgan a la puesta del sol por el
Este (Oe-E). A fines de noviembre empiezan a ponerse al amanecer por el Oeste, con-
trario al sol (E-Oe); y finalmente desaparecen cada día más temprano hasta ponerse a
fines de abril por el Oeste paralelamente a la puesta del sol (Oe-Oe). Después inician
su periodo de invisibilidad que dura aproximadamente un mes, al cabo del cual salen
nuevamente parelelamente al sol.
No sabemos cómo se representaban los mexica el curso de la constelación en térmi-
nos míticos, ni cuáles fueron sus explicaciones objetivas de este fenómeno astronómico.

155
HUIZACHTEPETL

Cuadro 2. El ciclo de las Pléyades: año 1500 d. C. - latitud 19º30’ - 21ºN.


(entre paréntesis las fechas actuales).

Abril 26 - mayo 29 No son visibles.


(mayo 3 - junio 4)

Mayo 29 (junio 4) El primer día en que salen por el E antes de amanecer.


Salida helíaca (amanecer) En adelante salen cada día más temprano que el sol,
(salen por el E al amanecer, hasta noviembre. En este periodo se ven al principio
antes de la salida del sol, sólo al amanecer, progresivamente se ven desde
paralelas a éste). la noche hasta el amanecer.

Noviembre 1 (nov. 7) Aparecen después de la puesta del sol por el E.


Puesta helíaca (amanecer) Entre noviembre 1 - noviembre 18 se ven de la puesta
(se ponen por el Oe antes del sol (saliendo por el E) hasta el amanecer (ponién-
del amanecer, salen después dose por el Oe), o sea durante este mes son visibles
de la puesta del sol por el toda la noche.
E, contrarias al sol).

Noviembre 16 (nov. 22) Pasan por el cenit a medianoche.


Cenit a medianoche

Noviembre 18 (nov. 25) Empiezan a ponerse por el Oe antes del amanecer.


Salida helíaca (crepúsculo) Se ven de la puesta del sol (saliendo por el E)
(salen por el E después de hasta antes del amanecer (poniéndose por el Oe).
la puesta del sol, se ponen
por el Oe antes del amane-
cer, contrarias al sol).

Abril 26 (mayo 3) Desde noviembre 18 - abril 26 se ponen cada día


Puesta helíaca (crepúsculo) más temprano hasta ponerse el 26 de abril por el
(se ponen después de la Oe antes de la puesta del sol. Esto significa que
puesta del sol por el Oe, desaparecen de la vista durante un periodo de
paralelas al sol). aproximadamente un mes, hasta el 29 de mayo
cuando salen nuevamente por el E al amanecer.

Estas fechas sólo tienen una validez aproximada, ya que variaciones en las condiciones
atmosférica y topográficas pueden causar una diferencia de varios días por ambos lados.
Todas las fechas según el calendario Gregoriano.

Cuadro elaborado en base a los datos de Aveni, 1980:109-117, y comunicación personal.

156
LA FIESTA AZTECA …

Sin embargo, las regularidades de este curso parecen haber impuesto en la cosmovisión
prehispánica una cierta “simetría opuesta” entre el curso del sol y el de las Pléyades,
simetría que astronómicamente se relacionaba con el paso del sol por el cenit.
El mes de mayo, cuando las Pléyades desaparecen de la visibilidad seguida después
por su salida helíaca al amanecer, es precisamente el mes del cenit del sol; corresponde
al mes prehispánico de Toxcatl. En el territorio mesoamericano (desde Copán, Hondu-
ras, con la latitud geográfica de 15º N, hasta Aguascalientes con 22º N), el primer paso
cenital del sol tiene lugar entre el 1 de mayo (15º) y el 1 de junio (22º), mientras el
segundo paso ocurre entre el 12 de agosto (15º) y el 11 de julio (22º) (Tichy, Ms. b; cfr.
el cuadro 3).
Los pasos del sol por el cenit tenían una extraordinaria importancia en Mesoamérica;
el primer paso cenital destacaba además por su estrecha relación con los fenómenos
climatológicos y, por lo tanto, con el ciclo agrícola. Se trata de un fenómeno climatoló-
gico propio del trópico de que el comienzo de la época de lluvias dependa del primer
paso del sol por el cenit. Esta es también la época apropiada para la siembra en el
cultivo de temporal, o más bien la fecha cuando ésta debe haber terminado. Lo particular
en el caso estudiado es que los fenómenos del cenit del sol, del comienzo de la estación
de lluvias y la siembra hayan coincidido con las fechas claves del ciclo de las Pléyades,
o sea su ocultación durante el mes de mayo y su nueva aparición a fines del mes.

Cuadro 3. Los días del paso del sol por el cenit entre 15º y 23ºN, su distancia y las desviaciones de la puesta del sol
(año 1975) (cuadro según Tichy, Ms. b).

Latitud Pasos del sol Distancia Periodos Desviación de


Norte por el cenit días número la puesta del Lugar
I II sol (acimut)
15º mayo 1 - agosto 12 103 2 x 52 + 15º33’ Copán/Honduras
16º mayo 4 - agosto 9 97 + 16º40’
17º mayo 8 - agosto 5 89 + 17º48’ Monte Albán
18º mayo 12 - agosto 1 81 2 x 40 + 18º58’ La Venta
19º mayo 16 - julio 28 72 2 x 36 + 20º08’ Cholula
20º mayo 20 - julio 23 64 + 21º21’ Tula
20º25’ mayo 22 - julio 21 60 3 x 20 + 21º51’ Uxmal, C. Culiacán
21º mayo 25 - julio 18 54 + 22º34’ Mérida
22º junio 1 - julio 11 40 2 x 20 + 23º50’ Aguascalientes
23º junio 10 - julio 2 22 + 25º07’
23º26,5’ junio 21 0 + 25º42’ Alta Vista (JB)

157
HUIZACHTEPETL

La coincidencia de estas fechas es particularmente sorprendente para Teotihuacán


en el periodo del inicio de sus grandes construcciones. Alrededor del año 150 d.C., la
salida helíaca de las Pléyades ocurrió precisamente en la fecha del primer paso del sol
por su cenit en la latitud geográfica de Teotihuacán (19º41,5’ : 18 de mayo). La observa-
ción de este hecho astronómico parece haber motivado a los constructores de esta gran
ciudad de atribuir una especial importancia a la constelación. Así, por ejemplo, el acimut
de la puesta de las Pléyades (14º40’ Oe a N) posiblemente influenció también en la
orientación de uno de los ejes principales del plano de Teotihuacán (15º21’ Oe a N).21
Sin embargo, debido a la precisión de los equinoccios que resulta en un cambio
lento del acimut de las salidas y puestas, la salida helíaca de las Pléyades ocurre cada 70
años un día más temprano (Aveni, comunicación personal).22 Por lo tanto, las Pléyades
no permiten mantener una correspondencia exacta entre la fecha de su salida helíaca y
los fenómenos solares, o con las orientaciones en la arquitectura. El hecho de que
encontremos la orientación de 16º-17º de Teotihuacán repetida posteriormente en
tantos otros sitios, parece ser más bien una repetición de una orientación consagrada
en términos político-religiosos, pero que ya no correspondía al fenómeno astronómi-
co, el de la puesta helíaca en este caso (cfr. Aveni 1975:170; 1977:7).23
Por otra parte, hay noticias de que en el momento de la Conquista, los grupos de la
costa del Golfo contaban el principio del año a partir de la desaparición helíaca de las
Pléyades, que para esta época acontecía a fines de abril24 (cfr. cuadro 2). Seler sugiere
que este evento astronómico, junto con el paso del sol por el cenit unos 20 días más
tarde, marcaban la importancia del mes de Toxcatl que, según interpretación de este
autor, era además el primer mes del calendario indígena (1899:166).
Esta interesante posibilidad de que haya existido una conexión entre la observación
de las Pléyades, el cenit del sol y el principio del año prehispánico, requiere ser investi-
gada más a fondo. Equivaldría, en otras palabras, a la existencia, en Mesoamérica, de
un “año de las Pléyades”.25 Sin embargo, la conclusión principal que se desprende de lo

21
La avenida de los Muertos se encuentra en un ángulo recto con relación a este eje (15º 25’ N a E) (Aveni,
1975:168 y ss.; 1977:5).
22
La precesión de las Pléyades, de un día cada 70 años, no es grande, sumando 20 días en 1400 años que habían
trascurrido desde épocas teotihuacanas. Es decir, a mediados del siglo XV, la diferencia con el año 100 d.C.
eran unos 20 días, mientras actualmente llegan a constituir aproximadamente 29 días. Hoy día la salida
helíaca de las Pléyades ocurre el 4 de junio (Aveni, 1980:110).
23
Además existen otras posibilidades de explicación para la orientación de 16º-17º. Según demuestra F. Tichy
(Space and Time in the cosmivision of Mesoamerica, 1982), el ángulo de 17º10’ resulta también de un
sistema de dividir el año en cuatro partes de 91, 93, 92 y 89 días respectivamente, correspondientes a los
rumbos de E-N-Oe-S. Se trata de una división interna del calendario que estaba íntimamente conectada con
asociaciones cosmológicas y no dependía de la latitud geográfica.
24
Petrus Martyr, 1512:15; citado por Seler, 1899:166; cfr. Dütting 1979:147.
25
Lo que significaría que la duración y el comienzo del año, se hayan calculado a partir de la puesta helíaca de
las Pléyades a fines de abril. Cfr. también Förstemann (1891) sobre la posibilidad del “año de Pléyades” entre
los mayas clásicos.

158
LA FIESTA AZTECA …

arriba expuesto, no era, quizás, la correspondencia exacta de días fijos, sino, en térmi-
nos más generales, la coincidencia de una serie de fenómenos de tipo astronómico,
climatológico y socio-cultural: La desaparición de las Pléyades del cielo nocturno prece-
día el día del cenit y con esto anunciaba el comienzo de la época de lluvias. Era la época
cuando en el altiplano central terminaba la siembra, y ésta, según es bien sabido, varía
por unos días y semanas de región en región, debido a las grandes diferencias ecológicas
y de altura en el área mesoamericana. Además, como hemos visto, las fechas de los pasos
del sol por el cenit, varían también según la latitud geográfica. En el área maya, del
sureste de México, Guatemala y Honduras, el sol pasa por el cenit en los primeros días
de mayo, fecha que coincide en esta latitud con el inicio de la siembra. El texto jeroglí-
fico del Códice Dresden (31b-35b) indica que los mayas prehispánicos consideraban
que la desaparición de las Pléyades26 señalaba el “comienzo de la estación de lluvias” y,
al mismo tiempo, la preparación de la milpa para la siembra27 (Dütting, 1979:147,
148).
Por el otro lado, la salida helíaca de las Pléyades ocurría unos días después del paso
del sol por el cenit, lo que subrayaba nuevamente la íntima relación entre el curso de
ambos astros; el hecho de que las Pléyades salieran nuevamente después del cenit solar,
podría haberse interpretado como consecuencia de este último acontecimiento impor-
tante.

Datos etnográficos modernos


Nuestra interpretación de los datos arqueológicos viene a ser corroborada de manera
significativa por datos etnográficos modernos. Hasta la actualidad, las Pléyades tienen
una gran importancia entre los campesinos mayas de Chiapas, Guatemala y Honduras.
Entre los tzotziles de Chiapas sirven hasta el día de hoy para determinar ciertos perio-
dos de la noche en relación con la luna y Venus.28
Los cakchiqueles y quichés de Guatemala las relacionan específicamente con el co-
mienzo de las lluvias, Se dice que los mo’otas (Pléyades)29 cambian de andar de “detrás
del sol” a “delante del sol”, cuando comienzan las lluvias a mediados de mayo (Remington,
1977:82,83). Indudablemente, se trata de una referencia a los fenómenos menciona-
dos del curso de las Pléyades.

26
La puesta helíaca, expresada por el glifo tzab.chi-ah, “las Pléyades son comidas” (Dütting, 1979:147).
27
cab.chol/col-pak.al, “se afloja la tierra para sembrar” (Dütting, 1979:147).
28
Datos de San Pablo, Chenalhó y Larraínzar, Chiapas (Köhler, 1982). Para la época prehispánica informa
Landa que los mayas observaban las Pléyades y Géminis durante la noche para determinar la hora de la
estrella de la mañana (ed. Tozzer, 1941:132). Sahagún da una información muy parecida para los mexica
(Primeros Memoriales: Códice Matritense del Real Palacio, fol. 282 v., trad. por Schultze-Jena, 1950:56-69).
29
mo’ots (mu’uts), “los que viajan juntos” (chuj) o “puñado” (quiché) (Remington, 1977:82-83).

159
HUIZACHTEPETL

Pero además, los quichés y cakchiqueles consideran a las Cabrillas el signo del mes
de noviembre, cuando se les llama fetal akap, “señal de la noche”, porque salen a la
puesta del sol y son visibles toda la noche (op. cit.).
Entre los choles, kekchis y chortís, la siembra se suele iniciar el 25 de abril, fecha
que marca también el principio del año y el comienzo de la estación de lluvias (Sapper,
1897:281; Wisdom, 1940:462). Los chortís que habitan la región fronteriza entre
Guatemala y Honduras, cerca del territorio del gran centro clásico, Copán, celebran
estos días importantes ceremonias para atraer la lluvia que culminan con la fiesta de la
Santa Cruz el 3 de mayo (Wisdom, op. cit.). Según Girard, los chortís atribuyen una
gran importancia a las noches del 25 al 30 de abril que preceden el primer paso del sol
por el cenit, fenómeno que en esta latitud ocurre el 1 de mayo. Durante estas noches
observan en el cielo nocturno el Orión, la cruz del Sur y sobre todo las Pléyades (more),
cuya posición anuncia para ellos el cenit del sol y con eso la llegada de las lluvias. El 1
de mayo tiene lugar la siembra del maíz.
Por otra parte, la celebración del solsticio de invierno que entre los chortís dura del
19 al 27 de diciembre, se relaciona también con la observación de las Pléyades. Los
sacerdotes del culto indígena dicen que en esta época las Pléyades y Orión salen a la
puesta del sol y desaparecen al amanecer. El 25 de abril las Pléyades cambian su posi-
ción. Hemos visto que después de un periodo de ocultamiento, las Pléyades aparecerán
nuevamente a principios de junio por el Este acompañando a la salida del sol. Para los
chortís estos significa que las Cabrillas “renacen” y empiezan nuevamente su curso
anual en correlación con el paso del sol por el cenit (Girard, s.f.:98-162; 334,335).
Aquí cabe señalar otra circunstancia de una continuidad conspícua de ceremonias
prehispánicas hasta la actualidad. Hoy día se celebra el 3 de mayo en todo México y
Guatemala el día de la Santa Cruz, fiesta católica sobrepuesta sobre las ceremonias
prehispánicas de la siembra.30 Se trata de la fiesta mexica de Huey tozoztli dedicada a
Chicomecoatl y Tlaloc. Según la correlación de Tichy (cfr. el cuadro 1), este último
mes prehispánico terminaba el 2 de mayo, mientras el 3 de mayo empezaba Toxcatl. En
la época mexica, la puesta helíaca de las Pléyades ocurría alrededor del 26 de abril, o sea
a mediados del mes Huey tozoztli, precediendo así el comienzo de Toxcatl, mes del cenit
del sol.31 La continuidad señalada hasta la actualidad se debe a que sigan existiendo las

30
En cuanto a datos etnográficos modernos, cfr. Broda (notas de campo 1980, Ameyaltepec, Guerrero); Olivera,
1979; Köhler, 1977.
31
S. Milbrath (1980) da una interesante exposición sobre las características astronómicas que se relacionan con
el 3 de mayo, basándose en Girard (1949, s.f.). Según estos autores, la fiesta católica de la Santa Cruz parece
vincularse directamente con el concepto de los antiguos mayas de una cruz astronómica formada por la
intersección del curso este-oeste del sol (la eclíptica) en el cenit, y el curso norte-sur de la Vía Láctea (Girard,
1949:566). Las Pléyades son una constelación central para esta cruz puesto que están situadas sobre la eclíptica;
también se encuentran cerca de la Vía Láctea y alcanzan la posición del cenit en la latitud de Mesoamérica.
Girard señala que las constelaciones más importantes de los chortís de Honduras son aquellas que están situadas
sobre la eclíptica, en cercanía de la Vía Láctea, y se asocian con pasos por el cenit (Girard, 1949:422, 456, 566).

160
LA FIESTA AZTECA …

mismas condiciones climatológicas y del ciclo agrícola de temporal, que comienza en


estos días.

Datos comparativos
No sólo existen datos que comprueben la importancia de la observación de las Pléyades
para Mesoamérica, sino que las encontramos en estrecha relación con el calendario
tanto en Norte como en Sudamérica. Existen numerosas referencias a la importancia
de esta constelación entre los indios pueblo del Suroeste de los Estados Unidos, junto
con la observación del sol, de la luna, Venus y Orión (cfr. Aveni, ed.1975:33, 57, 63,
73, 74). Entre los tewa recibían el nombre de “estrella de verano” porque en esta latitud
su orto helíaco anunciaba el comienzo del verano (op. cit.:33). También hay noticias
sobre los sherente y los pawnee de las llanuras de Norteamérica,32 así como entre los
blackfeet y los navajos.33
En el área andina, los incas adoptaron el culto de las Pléyades del reino de los chimu
al conquistar éste.34 La constelación simbolizaba en el antiguo Perú los graneros del
maíz y se les daba culto porque hacían crecer el maíz (Frazer, 1933; Urton, 1981, cap.
7). Es de notar que en esta latitud sur la desaparición de la Pléyades se relacionaba con
la época de la cosecha, al contrario de Mesoamérica (cfr. Zuidema, 1977; Broda Ms.).
En muchas otras regiones de Sudamérica, desde el Paraguay hasta el Brasil, la observa-
ción de las Pléyades se conectaba con el comienzo de las lluvias y con el ciclo agrícola,
a veces también con el principio del año (Frazer, op. cit.:309, 310; Nilsson, 1920:275).
En el noreste de Sudamérica, el “año de las Pléyades” tenía una difusión muy amplia
(cfr. Von den Steinen, 1891).
Sin embargo, no sólo en el Nuevo Mundo sino también entre numerosos pueblos
de Asia, Polinesia, Melanesia, Australia, Africa y la Antigüedad Clásica de Europa, las
Pléyades jugaban un papel muy importante.35 Aunque la mayoría de estos pueblos eran
agricultores, figurando prominentemente entre ellos los antiguos griegos, también en-
contramos grupos de cazadores-recolectores como los aborígenes de Australia o los de
Kamchatka del norte de Asia. La particularidad de las Pléyades ha sido, a nivel mun-
dial, su íntima conexión con los fenómenos climatológicos, los ciclos naturales y poste-
riormente, después de la invención de la agricultura, con las actividades agrícolas y el
calendario. Su asociación con la lluvia explica la importancia que tenían aún entre
tribus de cazadores-recolectores (como los australianos), ya que entre éstos el culto de
la lluvia jugaba también un papel fundamental.

32
Aveni, (ed.) 1975:169; ed. 1977:133; Levi-Strauss, 1964.
33
Frazer, 1933, part V, vol. I:311-312; Orenstein Ms.; Coe, 1975:24; Haile, 1974.
34
Müller, 1972:61, 62; Frazer, op. cit.:310.
35
Cfr. Frazer, op. cit.:307-319; Enciclopedía Universal Ilustrada 1928, vol. 59:906-910; Nilsson, 1920:275-277.

161
HUIZACHTEPETL

Aunque falta mucho por investigar al respecto,36 el material comparativo nos sirve
para hacernos ver que la problemática estudiada en Mesoamérica no es de ninguna
manera única. Esto nos permite interpretar con más seguridad los datos particulares
que han surgido del análisis de la fiesta del Fuego Nuevo. La gran mayoría de las cultu-
ras tuvieron cuenta del curso de las Pléyades paralelamente a la observación del sol, la
luna, el planeta Venus, y algunas otras constelaciones. Cabe preguntarse si la distribu-
ción tan universal del culto de las Pléyades no se debe, quizás, a un estrato cultural muy
antiguo, anterior a la migración de los cazadores-recolectores paleolíticos al Nuevo
Mundo. Los comienzos de la observación de los astros seguramente datan de estas
épocas remotas. En sus migraciones, estos pueblos se orientaban por el sol e igualmente
por el cielo nocturno.
En este contexto cabe señalar que los primeros inicios de la observación de las Pléyades
en Mesoamérica parecen remontarse al horizonte olmeca, a, por lo menos, el año 1000
a.C. (Chesley Baity, 1975:380; Hatch,1971), coincidiendo así como los principios de
la observación astronómica sistematizada y la formulación del calendario. Hemos visto
que en Teotihuacán esta constelación tenía una importancia muy particular, al coinci-
dir su salida helíaca con el cenit local del sol (para 150 d.C.). Los datos etnográficos
recientes de México y Guatemala nos demuestran que hasta hoy día las Cabrillas han
conservado esta íntima relación con el cenit y el comienzo de la época de lluvias. Este
ejemplo nos deja entender con particular claridad la importancia de ciertas observacio-
nes astronómicas para el campesino prehispánico, observación que sigue teniendo vi-
gencia para el campesino actual. Los fenómenos astronómicos sirven para anunciar la
fecha propicia para la siembra, y de esta manera se asociaban también simbólicamente
en el calendario ritual prehispánico. La importancia de las Pléyades en el culto mexica se
derivaba del hecho de que marcaran el inicio y el fin del ciclo agrícola del maíz de temporal,
dividiendo el año en dos partes: el del cultivo y el de la cosecha y del descanso.

Diferentes niveles de simbolismo en la fiesta del Fuego Nuevo


De lo arriba expuesto se puede concluir que un nivel del simbolismo de la fiesta del
Fuego Nuevo se conectaba con el culto de la lluvia y la agricultura. En este sentido es
de notar que el Cerro de la Estrella en cuya cumbre se sacaba el Fuego Nuevo, es un
cerro agujereado por innumerables cuevas. Según la cosmovisión prehispánica, los ce-
rros tenían la función de retener el agua “como vasos grandes o como casas llenas de
agua” (HG XI, cap. 12; t.3:344). El agua de las fuentes, los ríos y lagos procedía del
Tlalocan o paraíso del dios de la lluvia y se encontraba bajo el mando y dominio de esta

36
Cfr. el capítulo del manuscrito citado (nota 3), donde presento datos más detallados que indican futuras
posibilidades de profundizar en este estudio.

162
LA FIESTA AZTECA …

deidad. Pero los dioses de la lluvia eran también los antiguos dueños de la agricultura
(cfr. Broda, 1971). Encontramos muchos santuarios prehispánicos construidos encima
de cuevas, así por ejemplo la pirámide del Sol en Teotihuacán (cfr. Heyden, 1975), o las
construcciones de Xochicalco.
En este sentido, la fiesta del Fuego Nuevo conformaba con el simbolismo general
del culto mexica que giraba alrededor de la fertilidad y el simbolismo agrícola, tal como
es lógico en una sociedad cuya base material fundamental era la agricultura, y que vivía
en un ambiente natural amenazado constantemente por la falta o el exceso de las lluvias
(cfr. Broda Ms.). Sin embargo, con este simbolismo se mezclaba otro que nos interesa
específicamente en nuestra investigación. La celebración de la fiesta del Fuego Nuevo
tenía claras pretensiones políticas y de demostración del poder. Así dice Motolinía que
el Señor de México, Motecuhzoma, tenía especial devoción y reverencia al templo que
se encontraba en la cumbre del Huixachtecatl.
Es de notar, de paso, que este cerro se situaba en una posición estratégica singular en
medio del valle.37 Los participantes en la ceremonia eran los sacerdotes mexica atavia-
dos como dioses. La ceremonia nocturna en la cumbre del cerro era presenciada desde
lejos, desde “los cerros circunstantes”, por toda la población del valle que, al aparecer la
luz del Fuego Nuevo, empezaba a hacerse autosacrificios de sangre. El fuego era pren-
dido en el pecho de una víctima que se había escogido entre los más valientes cautivos
de guerra.
Pero el Fuego Nuevo no se repartía en el cerro mismo, sino que era llevado al Tem-
plo Mayor de Tenochtitlán , o quizás al palacio de Motecuhzoma. El templo y el pala-
cio representaban el corazón del imperio mexica; eran no sólo el centro político sino
también el axis mundi (Eliade), centro religioso y mítico en términos de la cosmovisión.
Allí se hacía otro sacrificio humano, y se rociaba el fuego con la sangre del cautivo
sacrificado. “Esto acabado, estaban allí esperando de muchos pueblos para llevar la
lumbre nueva a los templos de sus lugares, lo cual hacían de licencia del gran pontífi-
ce”. Es obvio el significado político de esta ceremonia:
Previamente se tienen que extinguir las lumbres en todos los templos y las casas; las
ciudades del valle se hunden en la oscuridad. El Fuego Nuevo que es el símbolo de un
nuevo ciclo de 52 años, es producido por los sacerdotes mexica. Se reparte desde la sede
del poder político-religioso del imperio, el Templo Mayor de Tenochtitlán . Los emisa-
rios de los pueblos conquistados acuden allí para recibir el Fuego Nuevo de manos del

37
Este cerro, que abarca un gran número de cuevas y restos arqueológicos sin explorar, tenía una gran impor-
tancia simbólica en la cosmovisión prehispánica del valle de México. Aún el día de hoy mantiene parte de su
valor mágico para los habitantes de Iztapalapa donde subsiste una ideología campesina local articulada de
manera anacrónica con la aglomeración urbana del D.F. del cual forma parte (agradezco estas informaciones
a Saúl Roldán, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia).

163
HUIZACHTEPETL

sumo sacerdote mexica; lo llevarán a sus respectivas ciudades garantizan así la continui-
dad del orden cósmico y de la vida social. Los ritos establecen una relación de depen-
dencia entre los pueblos conquistados y el centro mexica, dependencia religiosa que
refleja relaciones sociales, económicas y políticas más amplia.38
La fiesta del Fuego Nuevo se había celebrado ya antes de la fundación de Tenochtitlán
(HMP:228; Códice Mendocino, lám. I), y se celebraba igualmente en otros centros polí-
ticos alejados; era un rito que formaba parte de la tradición cultural mesoamericana y
era compartido por diferentes grupos étnicos. Sin embargo, hemos señalado aquí cómo
adquirió funciones de la demostración de poder de los mexica como pueblo dominan-
te del valle de México y el imperio. La fiesta del Fuego Nuevo proporcionaba la legiti-
mación del dominio mexica, expresándola en términos religiosos en el culto de las
Pléyades, constelación íntimamente relacionada con el sol, las lluvias y la agricultura.
La pretensión de que el Estado mexica jugara un papel necesario en este culto, expresa-
ba a nivel ideológico la pretensión de su supremacía política. Aunque los gobernantes
mexica trataron de esta manera de hacerse indispensables para la reproducción de los
fenómenos naturales y para la continuidad del mundo, no lograrían la aspiración de
cimentar tan firmemente las estructuras de su gobierno. El último tlatoani Motecuhzoma
Xocoyotzin, hizo construir un nuevo templo en el Huizachtecatl,“el Cerro de la Estre-
lla”, que fue ignaugurado el año 2 caña, 1507. Como es bien sabido, ésta iba a ser la
última fiesta del Fuego Nuevo que se celebrara en territorio azteca independiente (Có-
dice Telleriano-Remensis, lám. XXV).

38
Es de notar que el culto del fuego ha jugado un papel importante en todas las culturas del mundo. En Europa
lumbres se encendían con ocasión de eventos astronómicos, interpretados en términos cristianos (los fuegos
de San Juan, 21.6), en relación con la Semana Santa, el ciclo agrícola y numerosas otras ocasiones del calen-
dario campesino. En varias civilizaciones antiguas el fuego se conectaba con la legitimidad del poder político
(el culto de las vírgenes vestales en Roma), la purificación religiosa y el culto de los muertos (ritual hindú)
(cfr. Frazer, 1933, part. VII, vol. I).

164
LA FIESTA AZTECA …

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168
CERRO DE LA ESTRELLA


La topografía de algunas de las cuevas mencionadas en este artículo podrá ser consultada en el texto de
Montiel, en este volumen, a partir de la designación de cada cueva por su número de registro (ejem. C-069),
que corresponde a la clave asignada por el Proyecto de Investigación, Protección y Adecuación de la Zona Arqueo-
lógica del Cerro de la Estrella del INAH. Asimismo, la clave PT (ejem. PT-06) para los petroglifos del sitio.

170
El sistema cavernario del Huizachtepetl †

Ismael Arturo Montero García

Introducción

E l Huizachtepetl fue uno de los cerros rituales más significativos del México anti-
guo. Su importancia radicaba en su ubicación, manejo del paisaje y a la gran can-
tidad de cuevas consagradas. Así lo demuestran al menos los códices, y las evidencias
arqueológicas. Las cuevas fueron las receptoras de la deidad en múltiples formas y
advocaciones. Acompañaron a la cueva, la religión, el mito, el ritual y el sacrificio. Ahí
se escenificaron los mitos cosmogónicos y otras tantas liturgias que apenas hoy empe-
zamos a interpretar. En el Huizachtepetl la cueva fue venerada, de ahí el sentido de
espeleolatría que intento sustentar en este título.
El Cerro de la Estrella o Huizachtepetl (fig. 1) en la actualidad es un sitio envuelto
por lo mítico, los lugareños hablan de fenómenos paranormales y de fantásticas histo-
rias acontecidas en sus cuevas. En ellas los
vestigios arqueológicos son evidentes, pero
no se había realizado con anterioridad un
registro sistemático, ni siquiera se sabía con
exactitud con cuántas cuevas contaban y
qué guardaban en su interior.

Antecedentes
A finales de 1997, fui invitado por inves-
tigadores del Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia (INAH) para realizar la Figura 1. Aspecto de la ladera sur del Huzachtepetl, 1997.

171
HUIZACHTEPETL

prospección espeleoarqueológica del Cerro de la Estrella, posteriormente me incorporé


al Proyecto de Investigación, Protección y Adecuación de la Zona Arqueológica del Cerro de
la Estrella, y para finales del primer trimestre de 1998 contábamos con resultados pre-
liminares publicados en 1999 y 2000.1
A finales del año 2000 el arqueólogo Tim Tucker, de la Mesoamerican Research
Foundation, me ofreció el apoyo económico para concluir el registro y presentar los
resultados en la Annual Meeting of the Society for American Society en el simposio deno-
minado New Light on Ancient Mesoamerican Caves Use, para abril de 2001 en Nueva
Orleáns. Para la disertación en el aspecto teórico se sumó el reconocido arqueólogo de
cuevas James Brady, de la Universidad de California. Ambos preparamos el trabajo
denominado Cerro de la Estrella and Caver for Ritual Use (2001, s.p.), que además
incorpora los trabajos de campo que realicé de febrero a marzo de 2001 con los cuales
se concluye el registro espeleoarqueológico en su totalidad. Es necesario apuntar que
esta última temporada es parte del programa de acreditación para el doctorado en
Antropología Simbólica que cumplo en la Escuela Nacional de Antropología e Histo-
ria (ENAH) con beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología CONACyT.
Desconocemos la publicación de algún trabajo de exploración sistemática para las
cuevas del sitio. Sólo obtuvimos algunas citas aisladas para dos cuevas en el Informe de
Exploración del Sitio Arqueológico del Cerro de la Estrella (Ramírez, 1984:21 y s.).
Por otra parte, en el mapa de la Subdirección de Registro Público de Monumentos y
Zonas Arqueológicas del INAH de 1991 sólo se destacan cuatro cuevas. Para la década
de 1970 se reportan trabajos de salvamento arqueológico al somonte, sobre la Barranca
Moctezuma en cuevas (no definidas) ahora cubiertas por un relleno sanitario clandes-
tino de donde fueron rescatados del saqueo entierros secundarios con ofrendas (Nico-
lás García Ortiz, comunicación oral, 1998).
La trascendencia del Huizachtepetl motivó trabajos arqueológicos en todo el siglo
pasado, ya sea en sus alrededores o en la cima en el templo del Fuego Nuevo. La prime-
ra intervención fue de Franz Boas en 1911, de aquel entonces y hasta el presente se han
sucedido nueve temporadas de excavación (cfr. García, 1997:5) pero en ninguna de
ellas se han investigado metódicamente las cuevas y las laderas de la montaña con sus
múltiples petroglifos y terrazas. Sólo hasta ahora realizamos un registro sistemático,
justamente cuando el monte sucumbe ante la mancha urbana que arrasa y devora todo
vestigio del pasado.

Recorrido de superficie
Los recorridos de superficie preliminares se efectuaron entre el 8 y 12 de diciembre de
1997. La prospección sistemática del cerro y el correspondiente registro espeleoarqueo-

1
Cfr. Montero, 1999b, 2000a, y 2000b.

172
EL SISTEMA CAVERNARIO…

lógico se iniciaron el 5 de enero de 1998 continuando los trabajos por tres semanas. Sin
embargo, el registro quedó incompleto por carencias presupuestales. De esa prospección
se delimitaron las principales zonas de interés arqueológico sobre una carta topográfica
elaborada por el INAH (1991). Es nece-
sario apuntar que dos registros se reali-
zaron fuera del parque nacional en
iglesias construidas sobre espeluncas que
corresponden a la “Iglesia de Nuestro
Señor de la Cuevita” C-143 y la “Iglesia
de Nuestra Señora de Lourdes” C-144,
ambas en el somonte septentrional.
En la primera temporada se registra-
ron 27 espeluncas, utilizando para su ex-
ploración materiales como cuerdas, Figura 2. Retiro de basura de la cavidad C-006 con la
mosquetones y otros accesorios que fue- protección pertinente (foto: Lorena Esteban).
ron suministrados por la Escuela Nacio-
nal de Espeleología de la Cruz Roja Mexicana.
Esta temporada culminó con la entrega del in-
forme correspondiente al director del Proyecto de
Investigación, Protección y Adecuación de la Zona Ar-
queológica del Cerro de la Estrella, arqlg. Nicolás
García Ortiz, el 14 de febrero de 1998. Estos mis-
mos resultados también son publicados actualmen-
te en una página en internet.2
Pasados tres años, se realizó la segunda tempo-
rada, del 12 de febrero al 17 de marzo de 2001,
una vez tramitados los permisos correspondientes
ante las autoridades del INAH y la delegación
Iztapalapa. Destaca en esta temporada la partici-
pación de voluntarios en las labores de prospec-
ción, registro, topografía (fig. 3), dibujo y fotografía.
Durante la temporada, antes de realizar los tra-
bajos de espeleometría, un equipo de limpia de la Figura 3. Trabajos de espeleometría por la
delegación se encargó de retirar la basura de las Asociación Base Draco en C-131 (foto
Lorena Esteban, 2001).
cavidades que se encontraban más sucias, esta ac-
tividad obedeció a motivos de salud e higiene en beneficio de los investigadores (fig. 2).
Sin embargo, el grupo cavernario denominado V Septentrional, no fue limpiado por-
que el gran volumen de residuos sobrepasaba nuestros alcances.

2
Dirección: http://montero.planet.com.mx/iztapalapa.htm

173
HUIZACHTEPETL

Además contamos con asistencia de personal de Seguridad Pública, para proteger-


nos de posibles actos de la delincuencia durante nuestra estancia que pudieran afectar
a nuestras personas y equipos.
En poco más de un mes registramos 117 espeluncas, este significativo avance obede-
ció a la experiencia de la primera temporada, al trabajo entusiasta de los voluntarios, al
apoyo del gobierno de la delegación Iztapalapa, y sobre todo a la adquisición de un
moderno sistema de cartografía digital con los fondos de la beca del CONACyT.
La prospección exhaustiva en 261 has3 en dos temporadas ha permitido cuantificar
el potencial subterráneo del Huizachtepetl en 144 formaciones subterráneas. El formato
en las cédulas del registro que se integró durante la primera temporada se depuró para
la segunda, nuevos elementos fueron constituidos según las necesidades del estudio. El
registro espeleoarqueológico recayó en una base de datos accesible con el software
Microsoft® AccessTM de la suite Office 2000TM para Windows 95TM y versiones subsecuentes.

Medio ambiente y espeleología


El Cerro de la Estrella alcanza su cima a 19º 20´38.1" latitud norte y 99º 05´23.5"
longitud oeste. Su altitud es de 2,455 m/nm, y su altura sobre el nivel medio de la ciudad de
México es de 225 m. Originalmente presentaba una vegetación de huizaches, pero en la
actualidad observamos una comunidad vegetal artificial de plantaciones exóticas com-
puesta por eucaliptos (Eucalyptus globulus), coníferas de la familia de las pináceas (Pinaceae)
y del género Abies. No se detecta fauna o flora original por la acción antrópica. En mu-
chos casos la delgada capa de suelo y la fuerte erosión provocan la caída de árboles y la
erosión extrema. El clima es semiseco, según la clasificación de Koeppen, le corresponde
el tipo “BS” con 20 días de heladas al año y precipitación media anual de 600 mm.

Figura 4. Representaciones del Huizachtepetl y de huizaches en


textos antiguos. A la izquierda en la Tira de la Peregrinación, al
centro en el Códice Mendoza, y en la derecha como aparece en la
lám. 34 del Códice Borbónico.

3
Corresponde a la “Zona A” de la Subdirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas
(INAH, 1991).

174
EL SISTEMA CAVERNARIO…

Se suma a la descomposición del ambiente múltiples senderos de corredores y visi-


tantes que provocan una mayor erosión sobre las pendientes más pronunciadas. Más
grave aún es la pisada equina, que con pretexto de tradiciones y recorridos turísticos
destruye la delgada capa de suelo. Al final de cuentas no quedan ni siquiera los famosos
huizaches4 (fig. 4) que le dieron nombre al cerro y que han sido desplazados por euca-
liptos, pinos y pastos; de la fauna, lo mismo, a lo sumo algunos roedores y reptiles
menores.

Geología y edafología
La porción sudeste de la cuenca de México presenta extrusiones ígneas que se emplaza-
ron en los planos de mayor debilidad y que constituyen la estructura geológica deno-
minada graben y cuyos límites están marcados por dos fallas normales (fig. 5). En la
falla norte están delineados los volcanes del Cerro de la Estrella, Peñón del Marqués y
Chimalhuacan, y en la falla sur la Sierra de Santa Catarina.
Fisiográficamente el Cerro de la Estrella es un horst.5 Se trata de un edificio volcáni-
co extinto, relativamente viejo por sus declives suaves y largos en todas direcciones que
le dan una forma cónica. Data del cuaternario, con una antigüedad oscilante entre los
65,000 y 45,000 años. La gran masa está compuesta por andesitas basálticas. El volcán
se formó por la extrusión de material móvil caliente, que surgió a lo largo de una

Figura 5. Extracto del mapa técnico de la Comisión Hidrológica de la Cuenca de


México. Cit. por Camacho, et al., 1997.

4
Arbusto o arbolillo espinoso de hojas bipinadas con hojuelas lineares muy pequeñas y flores amarillas en
cabezuelas globosas aromáticas. Su fruto es una vaina cilíndrica y oscura que contiene tanino. Acacia farnesiana.
Leguminosa (Martínez, 1987:463).
5
Elevación con respecto a terrenos adyacentes planos.

175
HUIZACHTEPETL

fractura con dirección este-noreste y oeste-sudoeste. Posee dos cráteres, aunque para
Camacho (et al., 1997) no están bien definidos. Las rocas que constituyen el volcán lo
clasifican como un volcán compuesto (fig. 6). Sus derrames basálticos están cubiertos e
intercalados por material tobáceo y escoriáceo.

Figura 6. Corte geológico del Cerro de la Estrella según Camacho, et al., 1997.
1. Basalto compacto. 5. Toba caliza.
2. Basalto en lajas. 6. Tierra vegetal.
3. Escoria basáltica o tezontle. 7. Arena volcánica.

El cerro está cubierto por una delgada capa de suelo vegetal con sedimentos de
duripán poliédrico con tendencia a feosen fase dúrico (Ramírez, 1984:3, cit. a Flores,
1976), por debajo de esta capa se encuentra material tobáceo cuyo espesor es variable,
dicha toba se extiende por toda la región de Iztapalapa. Los basaltos, en algunos sitios
aparecen en la superficie como en la cima que se yergue a la manera de un escalón
geomorfológico o meseta escalonada; sobre estos cantiles en la cima y en los flancos
este y sur se propagan los grupos cavernarios más numerosos. El magma que les dio
origen debió ser muy fluido y depositado en presencia de agua como lo demuestra la
presencia de tezontle (Camacho, op. cit.).
Durante el siglo XIX aún existían varios manantiales de aguas termales con tempera-
turas oscilantes en 22º C. reminiscencia de una antigua actividad volcánica.

Geomorfología
Según la tradición oral, el Cerro de la Estrella recibió esta denominación6 por la confi-
guración de sus arroyos, que se observan como irradiando desde la cumbre y dirigidos
en todas direcciones.
El Cerro de la Estrella no tenía originalmente la forma actual, evidentemente fue
más cónico, como todo aparato eruptivo. El volcán perdió su forma y sus dos cráteres
por la degradación y la devastación debidas a la vigorosa erosión de origen pluvial y
eólica. Aún hoy en día por las tardes y noches fuertes vientos azotan la montaña.

6
Para otros el nombre del cerro corresponde al de la Hacienda de la Estrella, nombre legado por el apellido de
sus antiguos propietarios durante la etapa virreinal. El apelativo no corresponde con ninguna relación
astronómica de alusión prehispánica o virreinal.

176
EL SISTEMA CAVERNARIO…

Conforme se desciende, el incremento en el volumen de las aguas aumenta mode-


lando una escarpada topografía, con saltos de agua, y aún cañones de muy fuerte pen-
diente como en la Barranca Moctezuma en el flanco este. Al somonte hacen su aparición
los abanicos y conos aluviales, los azolves se acumulan donde las aguas toman contacto
con la cuenca de México.
Para Jorge de León (comunicación oral, 1998) la presencia de manantiales y posi-
blemente algunos de ellos termales justifican la tradición oral de Iztapalapa que asegura
que en la Barranca Moctezuma existía un manantial utilizado como baño por el empe-
rador homónimo. No obstante, al momento tan sólo se han detectado reducidos
escurrimientos al interior de algunas cavidades. Al parecer las alteraciones ambientales
han desecado los cuerpos de agua perenne de antaño.

Aspectos espeleológicos
Todas las cavidades pertenecen a una misma formación de rocas ígneas7 que afloran en
la superficie sobre una amplia porción de la región. Las circunstancias especiales del
momento eruptivo por su precaria intensidad formaron dos cráteres, ninguno de ellos
en la actualidad bien definido. Esta erupción frágil aunada a la presencia de agua per-
mitió que la lava se enfriara rápidamente formando capas escoriáceas8 y en otras zonas
masas de roca compacta, distribuidas sin orden aparente con muchas fracturas y grietas
en todas direcciones, que en algunos casos permitieron la formación de espeluncas.
Siguiendo la línea de investigación geotécnica de la División de Ingeniería en Cien-
cias de la Tierra de la UNAM para Iztapalapa (Camacho, op. cit.) y adaptándola a nuestras
observaciones en las 144 espeluncas registradas, se propone una taxonomía espeleogené-
tica a parir de las siguientes categorías:
1. En basaltos escoriáceos (fig. 7). La mayoría de las oquedades en el Cerro de la Estre-
lla se originaron por burbujas de vapor entre basaltos escoriáceos que no lograron
formar bloques compactados. Los derrumbes son comunes en estos conglomerados
inestables, donde las fisuras determinaron el desarrollo de la cavidad.
2. En basaltos de bloque (fig. 8). Estas cuevas se desarrollaron por los vapores atrapa-
dos durante la consolidación de grandes bloques de basalto. También se destaca la
presencia de fisuras que determinaron el desarrollo de las cavidades.
3. En basaltos lajeados (fig. 9). Estas cuevas se observan entre basaltos en forma de
lajas determinadas por el enfriamiento de la lava.
4. En cañadas por agentes erosivos. Los diversos afluentes que drenan desde la cumbre
han configurado cañadas donde el impulso del agua sobre rocas volcánicas con fisuras
y fracturas de no muy elevada dureza y compacidad establecen líneas de ataque para

7
Andesitas basálticas y tezontle (Yarza, 1984:162 y s. y Mosser, 1988:25).
8
Residuos impuros de lava esponjosa.

177
HUIZACHTEPETL

los agentes del intemperismo, que


se suman a la propia destrucción por
abrasión, impacto y desbaste, mo-
delando así cavidades paralelas al
afluente con un mínimo desarrollo
con respecto a su profundidad.
El Conjunto Cavernario Cerro de la Es-
trella de manera general presenta espe-
leométricamente escaso desarrollo,
difícilmente se alcanzan zonas verda-
deramente hipogeas. En sí, destacan Figura 7. Aspecto de la espelunca C-102, claro ejemplo de los
efectos de una burbuja de vapor en una formación de
zonas endógenas sobre las cuales se basaltos escoriáceos durante la fase eruptiva.
aprecian gran cantidad de derrumbes
y azolves, la presencia de clastos del tipo
graviclásticos ilustran formas de colap-
so especialmente a la entrada, a la ma-
nera de portales de hundimiento
provocados por la interperización de
la roca (Espinasa, 1990). Se observan
derrumbes muy recientes e históricos,
y profundas grietas perpendiculares al
frente de los cantiles que definen la
meseta escalonada de la cima. En suma, Figura 8. C-071, formación subterránea compuesta de
esta geomorfología promete futuros basaltos de bloque en la ladera meridional.
derrumbes a considerar por la precaria
estabilidad de las oquedades sobre todo
en la temporada de lluvias cuando las
filtraciones permiten que la toba pier-
da su resistencia.
En las cavernas no cársticas9 como
en el presente caso, el agua no es el
agente principal para la formación sub-
terránea. No obstante, por las caracte-
rísticas de las rocas diaclasadas en el área Figura 9. Basaltos lajeados formando la cueva C-108.
pudimos apreciar filtraciones aún du-
rante la temporada de estiaje.
El Conjunto Cavernario Cerro de la Estrella comprende 144 oquedades, en ningún
caso hay interconexión entre las cavidades que permita sustentar las múltiples leyendas

9
La caverna cárstica se forma física y químicamente de material rocoso de tipo calizo en disolución.

178
EL SISTEMA CAVERNARIO…

respecto a extensos subterráneos. Lo que observamos son diferentes accesos para una
misma cavidad, este fenómeno obedece a diferentes razones: en algunos casos se trata
de derrumbes que dejan al descubierto una galería, y en otros al vapor que forjó un
túnel entre la lava. No se detectan grandes desarrollos espeleométricos, el mayor alcan-
za más de 100 m en C-141, es un cálculo relativo porque no la exploramos por la gran
cantidad de basura en su interior. Por otra parte C-120, C-080 (cfr. p. 25), C-131 (cfr. p.
27) C-040 (cfr. p. 28) y C-01110 están entre las más grandes con alcances entre 30 y 36
m. Entendemos que las cuevas del somonte tienen mayor desarrollo que las de alturas
superiores por el proceso geológico. Así que, no dudamos que entre las espeluncas hoy
absorbidas por la mancha urbana en el somonte se tengan cuevas con dimensiones
muy superiores a nuestros registros. La profundidad máxima es de 15m en C-011, y el
tiro vertical más profundo es de 9 m en C-094. El desarrollo de las cavidades es hori-
zontal y sólo en cinco casos es vertical.
No se detectaron formas de vida troglobia. Al parecer sólo algunos insectos habi-
tan las cavernas acompañados por mamíferos, reptiles y murciélagos ocasionales en
la cueva C-026 (cfr. p. 28). La presencia humana ha alterado el medio ambiente
dejando al descubierto una inmoderada destrucción. El hecho de mayor peligro son
los microorganismos en los depósitos
de basura y en estado de descompo-
sición, a lo cual se suman excremen-
tos humanos y de animales que
proliferan por todos los pisos cubier-
tos por capas de polvo producto de
azolves recientes. Estos ambientes
faltos de ventilación y bajo agentes
constantes de humedad y oscuridad
determinan un hábitat propicio para
la reproducción de gérmenes11 por lo
que se hace necesario un estudio
Figura 10. Máscara y guantes para protección de
litográfico acompañado por el aná- abejas africanas (foto: Lorena Esteban).
lisis de vectores biológicos (cfr. la pro-
tección utilizada en la fig. 2). También ha de considerarse la presencia de colonias de
abejas africanas por lo que recurrimos a protección especial durante la prospección
(fig. 10).
Según los resultados de este registro, apreciamos un fenómeno geológico singular en
la ladera suroeste en cuevas compuestas por basaltos escoriáceos y de bloque donde los
10
Cueva del Diablo.
11
Se hace referencia a microorganismos entendidos como gérmenes patógenos que pueden provocar enferme-
dades como: el protozoario flagelado Tripanosoma, el Miasma que es un efluvio de cuerpos y substancias en
descomposición, la Asperilasis, y las bacterias del grupo Cocos por referir sólo algunas posibilidades.

179
HUIZACHTEPETL

techos de grandes oquedades se han derrumbado en tiempos históricos, a la


manera de portales de colapso o hundimiento. A este fenómeno hemos
denominado formación “tipo circo” porque así lo parece por su contorno
circular y su depresión central, en donde las paredes albergan nichos y
abrigos rocosos, como sucede en la cuevas C-064, C-067 (cfr. p. 26), C-070 y
C -071 (cfr. también fig. 8).
Del análisis del registro, asimismo apreciamos que en esta ladera están ausentes
los nichos. Suponemos que obedece a la menor presencia de basaltos escoriáceos, así
también el número de abrigos rocosos es menor en relación con las otras laderas del
cerro.
En esta misma región dos espeluncas excepcionales C-069 (cfr. p. 26) y C-071, no
sólo por los estéticos petroglifos asociados, sino por las variables espeleoclimáticas apre-
ciadas de las cuales aún no tenemos una explicación fehaciente por carecer de un estu-
dio especializado. En C-069, una corriente de aire perceptible se expele de la cavidad.
En C-071, apreciamos un incremento en la temperatura de 2º C con respecto al exte-
rior a la manera de las cuevas de calor.
La mayor concentración de abrigos rocosos es en los cantiles del escalón geomorfo-
lógico de la cima, sobre todo en la ladera sur. Por otra parte, encontramos el mayor
número de oquedades en la cañada de Moctezuma con 42 unidades.
La acumulación de aguas de lluvia es factible en algunas oquedades al somonte por
el escurrimiento en las cavidades con desarrollo descendente, las inundaciones podrían
ser aprovechadas con fines rituales o domésticos.

Arqueología
El Conjunto Cavernario Cerro de la Estrella ofrece un caso excepcional en la articulación
de dos disciplinas: la arqueología y la espeleología; aportando en este enlace propuestas
trascendentes para el estudio del pasado y ofreciendo nuevas posibilidades de investigación.
Al inicio de la exploración suponíamos medio centenar de espeluncas para toda el área
que comprende el actual parque nacional, conforme avanzamos, el número se incrementó
en un 45%, y para la segunda temporada en el año 2001 registramos un total de 144.
Los elementos arqueológicos más importantes asociados al conjunto caverna-
rio son los petroglifos, muros y estucos.12 Entendemos que esto es así, porque son
los únicos que han trascendido al saqueo y el deterioro. A los dos primeros se
dedica un apartado más adelante.
Del último, los estucos, sólo se han detectado en tres cuevas: C-026 (cfr. p. 28),
C-106 (cfr. p. 27) y C-108. En C-026, son pocos los remanentes en las paredes, pero
no es aventurado imaginar que gran parte de la caverna estuviera cubierta, es

12
Pasta de grano fino compuesta de arena y cal que se endurece por secado para enlucir las paredes las cuevas.

180
EL SISTEMA CAVERNARIO…

posible que sobre los estucos se rea-


lizaran pinturas murales con temas
religiosos, como se aprecia en la cue-
va del Cerro de Ecatepec13 (Montero,
2000c) que es muy similar a C-026
en su temporalidad y conformación
geológica. La caverna C-026, es reve-
renciada en la actualidad, como si
heredara una tradición que la guar-
da de la basura, y cuando el grafiti
se hace presente “algunos” la pin- Fig. 11. Los estucos estropeados por grafiti en C -106.
tan14 para ocultar la agresión de los
vándalos. Su orientación al flanco sur, con dominio en su tiempo del paisaje
lacustre de Xochimilco, su manantial al interior,15 su proximidad a otras cavernas,
a petroglifos y fisuras próximas que promueven manantiales la hacen una cavidad
indicada para el uso ritual, pues el
trabajo de estucado no era propio
en la antigüedad para fines ornamen-
tales de uso habitacional.
En la ladera este, a 2355 m/nm dos
cuevas de escasas dimensiones, C -
106 y C-108. En la primera alteraron
su interior para ampliar y acondi-
cionar el espacio subterráneo mol-
deando dos cámaras, una de ellas,
al norte, con estucos lastimosamente Figura 12. Al interior de C-108, un nicho aún
estropeados tanto en las paredes conserva su estuco (foto: Daniel Hernández).
como en el piso (fig. 11).
El muro que las divide apenas se alza a no más de 50 cm, destaca su
orientación al este, lo que en un momento nos situó frente a un posible
manejo astronómico por su orientación y dominio del paisaje.
Treinta y cinco metros al norte de C-106 (cfr. p. 27), C-108. Esta es una cueva
con una sola una cámara, que en su pared este tiene un nicho estucado (fig. 12).
Lamentablemente el deterioro ha dejado poco que estudiar, aquí el grafiti no
es el agente destructor porque siempre está oculta por la vegetación. Es posible
13
La similitud se inscribe en que se trata de cuevas con escaso desarrollo, instaladas en volcanes extintos de la
cuenca de México en cuyo somonte prosperaron asentamientos prehispánicos desde el Preclásico hasta el
Posclásico.
14
Está cubierta por capas de cal aplicadas por compresora, de ahí que los vecinos la denominen “La Encalada”.
15
Hoy se encuentra seco, pero una fisura húmeda rodeada por pasto verde aún en época de seca denota su
actividad.

181
HUIZACHTEPETL

que los estucos correspondan a diferentes épocas, pues entre los fragmentos
encontrados por todo el piso apreciamos diferentes texturas y colores.
Entre estas dos cuevas, en la parte alta encontramos un par de muros que
suponemos de contención; por el flanco sur corre un cuerpo de agua que
corresponde al afluente central de la Barranca Moctezuma, aunado a un grupo
de veintidós cavidades. Los atributos anteriores obligan a presumir la presencia
ritual en ambas cuevas.
La importancia ritual de la cueva en la sociedad mesoamericana presenta
elementos de carácter ideológico con los cuales se reviste una visión interme-
diaria entre el hombre y la naturaleza a partir de lo sobrenatural, incidiendo por
medio del aparato religioso en la capacidad de reproducción. En otras palabras,
las cuevas funcionaron como centro ritual, en ellas, se buscaba garantizar las
condiciones óptimas para la reproducción de la sociedad.
El auge ritual de toda la zona se inicia durante el Clásico, puede ser anterior.
Pero al momento, sin el trabajo de excavación, las únicas evidencias son los
petroglifos tipo “Muesca Teotihuacana” (fig. 13), típica manifestación de ese perio-
do y cultura (Matthew Wallrath, 1998, comunicación oral. Véase texto en este
volumen.) que encontramos siempre próximos a los grupos cavernarios. La pre-
sencia ritual prehispánica en la caver-
na está determinada por la fuerza de
la religión y la sociedad complejamente
organizada y delimitada a partir de un
proceso ideológico que comprende
una tradición histórica emanada des-
de el Preclásico 1,400 a.C. con los pri-
meros bosquejos de las deidades
acuáticas representadas en cavernas
olmecas, continuando en el Clásico
Teotihuacano de 0 a 800 d.C. donde Figura 13. Petroglifos tipo “Muesca Teotihuacana” en la
toman forma las representaciones del ladera sudeste hallados por el doctor Stanislao Iwaniszewski.
antecesor de Tlaloc, el Tlalocan y la
importancia de las montañas y cavernas, para continuar durante el Posclásico de
900 a 1521 d.C. y aún con vestigios durante el virreinato y la actualidad.
La cueva como vivienda es un tema obligado de la espeleoarqueología. En el
Cerro de la Estrella es poco probable que durante su momento de apogeo ritual
desde el Clásico y hasta el Posclásico las cuevas fueran morada. Todo el cerro era
sagrado, sería un tabú darle otro uso. Pero remontándonos al pasado, inclusive
durante sociedades preagrícolas es probable que el uso de la cueva fuera habitacional.
Las condiciones ambientales eran propicias en esa península lacustre, rica en flora y
fauna para la caza y recolección. Las cuevas señaladas para este uso se encuentran

182
EL SISTEMA CAVERNARIO…

al somonte, próximas a cuerpos de agua como afluentes y manantiales. Considere-


mos C-080, en un cauce, sobre una suave pendiente en la ladera norte, próxima a la
orilla del lago. O al sur, en las cuevas del Grupo Meridional con pequeños promon-
torios encima de terrenos planos al somonte. En éstas, el desarrollo subterráneo es
mayor a 20 m, se cuenta con amplios salones en donde se puede estar de pie y
contar con una ventilación e iluminación moderada que hacen agradable la perma-
nencia. En el espacio epigeo, amplios terrenos planos para desarrollar las activida-
des cotidianas. Si consideramos agricultores tempranos, las condiciones para irrigación
y fertilidad se satisfacen en los terrenos próximos a las cuevas citadas. Aún en la
actualidad observamos agricultura de temporal en las laderas sur, norte y oeste,
como sucede en las proximerías de la cueva C-067.
Propongo el primer momento de apogeo ritual durante el Clásico, así lo
demuestra la presencia arquitectónica del somonte, y los motivos de los petroglifos
de este periodo. Un segundo momento para el Postclásico con los toltecas y su
apostesis por la presencia mexica y la realización del Fuego Nuevo en 1507.
Durante estos momentos la caverna funcionó como un sitio sagrado, receptor
de la deidad en múltiples formas ya sea acuáticas y/o ctónicas con diferentes
advocaciones. Acompañaron a la cueva, la religión, el mito, el ritual de paso, y
el ritual de sacrificio. También ahí se desarrollaron los rituales iniciáticos y los
mitos cosmogónicos en donde se nace, individual y colectivamente en el arque-
tipo de matriz que es la cueva. Las asociaciones simbólicas son múltiples.

Petroglifos*
Se detectaron seis grupos de petroglifos (fig. 14), las más notables concentraciones se
ubican al sur y al norte, en las laderas este y oeste no hay mayor evidencia. Los grupos
se encuentran asociados a formaciones subterráneas. Aún no se han registrado
sistemáticamente y carecen de nominación, pero es posible que utilicemos epónimos.
Destacan las formas de muescas en todos los grupos (fig. 13) que corresponden a moti-
vos teotihuacanos, lo que nos ayuda a determinar la temporalidad del uso ritual del cerro.
En el grupo I Septentrional algunas inscripciones en dos rocas apenas perceptibles
(PT-06) que descubrimos durante la segunda temporada.
Para el grupo II Del Mueso, o Zopilocalco para Matthew Wallrath, desta-
can los rostros de Tláloc, diseños geométricos, el rostro y cuerpo de un
batracio ( PT -05), y posibles cuentas calendáricas. Por arriba de la cueva ( C -
077) (cfr. p. 30) el conjunto ( PT -13) con muescas y lo que algunos definen
como un rostro de Quetzalcoatl por su tocado cónico.
Del grupo III De la Cima o De la Cruz en el informe de Wallrath, destacan las
muescas PT-01 y una cabeza de jaguar en bulto que es estudiada por el investi-
*
Véase Wallrath, en este volumen.

183
HUIZACHTEPETL Figura 14

Registro de Petroglifos para


el Cerro de la Estrella

gador citado. Este grupo esta íntimamente asociado a las cuevas aledañas (C-01
y C-02) (cfr. p. 29), al templo de la cima en el cual se encuentran incrustadas
algunas piedras con motivos geométricos, y que hemos catalogado como PT-04.
El grupo IV Ritual es en donde hemos localizado la mayor dispersión de
petrograbados, destaca al sudeste un círculo solar contiguo a un numeral
aislado16 en una pared en medio de cuevas registrado como PT-10, el cual no
había sido descrito con anterioridad. Por arriba de lo que parece una mese-
ta, dispersos los motivos de muescas teotihuacanas catalogadas como PT -12,
y otras variantes en PT -03, PT -08, y PT -09. Adentro de la cueva C -012 unas
incisiones registradas como PT -05 que suponemos astronómicas y que son
tratadas más adelante.
16
Se encuentra muy erosionado, ya que fue trabajado sobre roca escoriácea. Puede tratarse del número cinco o
siete (Carmen Aguilera, comunicación oral, 1998).

184
EL SISTEMA CAVERNARIO…

Al sur, el grupo V El Mirador


con rostros humanos, uno con
tocado, un xilcalli, 17 elementos
zoomorfos, maquetas de estruc-
turas piramidales y grecas por
arriba de la cueva C -065.
Amenazado por la mancha ur-
bana el grupo VI Meridional con
dos conjuntos, uno a la boca de la
cueva C-069 y el otro por arriba en
las inmediaciones del este. Los Figura 15. Petroglifo principal del grupo PT-11
petroglifos de la boca se registra- (foto: Daniel Hernández).
ron como PT-11 (fig. 15) y demues-
tran el más complejo trazo de todo el sitio arqueológico. Al norte de la cueva a no
más de siete metros grabados con motivos numerales que hacen recordar ele-
mentos del Clásico de Xochicalco, bien pareciera que se trata de un “amarre de
años”, se aprecian elementos numéricos y calendáricos Wallrath en este volumen.
El conjunto PT-14 con rostros de Tlaloc, motivos geométricos y posibles meca-
nismos de cómputo para Wallrath quien denomina a este grupo como Tepetzingo.

Arqueoastronomía
Se realizaron tres incursiones matutinas en 1998 y una
en 2001 para efectuar observaciones solares sobre el
horizonte de la Sierra Nevada durante el amanecer. To-
das en invierno, pues la orientación de los muros de la
estructura nos conducen a fechas delimitadas entre el 5
y 19 de febrero. Así por ejemplo, el 8 de febrero de
1998, se efectuaron los cálculos respecto a la posición
del sol (fig. 16), para determinar la orientación de la
estructura18 del templo, fijar el norte astronómico y de-
finir posiciones solares con respecto al calendario.
Es necesario apuntar que investigaciones anterio-
res realizaron mediciones en el Templo del Fuego
Nuevo sobre muros restaurados. Los resultados de esas Figura 16. Teodolito alineado por
observaciones pueden estar alteradas en algunos días, Galindo e Iwaniszewski con
pues se ajustaron a muros producto de derrumbes, en referencia a los muros del templo.

17
Orificio en la roca.
18
Al respecto véanse los trabajos de Sprajc, 1997 y Ponce de León, 1982.

185
HUIZACHTEPETL

tanto que los cálculos de 1998 se rea-


lizaron sobre muros recién descubier-
tos por la excavación arqueológica.
El 12 de febrero, según lo dice fray
Bernardino de Sahagún en su Historia
de las cosas de la Nueva España era el
inicio del año mexica. Así que justa-
mente cuando iniciamos los trabajos
de la segunda temporada en el año
2001, casualmente lo hicimos el 12 de Figura 17. Amanecer observado desde el Templo del Fuego
febrero. Ese día apreciamos la salida Nuevo para el 12 de febrero de 2001
del sol a 115º Z19 sobre una elevación (foto: Rosa María Núñez).
de la Sierra Nevada conocida como
Tehuicocone (fig. 17). Relacionando esta dirección con los muros perceptibles de la
estructura encontramos que justamente están alineados con el basamento más ex-
terno del edificio.
Además de los cálculos hechos en el Templo del Fuego Nuevo y sus alrededores,
se descubrió en la cueva C-012 líneas paralelas PT-05 y perpendiculares trazadas a
manera de marcadores petroglíficos sobre una laja, inclinada, según el desarrollo de
la cavidad, con una claraboya en el costado, por la que se introducen los rayos
solares durante los días próximos al solsticio de invierno, marcando así fechas
significativas aún por definir. No se ha ejecutado el estudio específico de la misma.
No sería aventurado suponer que todo el cerro fuera utilizado como un observato-
rio astronómico, así lo percibimos por los diversos elementos apreciados en: el templo
de la cima; en la cueva C-069 orientada a la puesta solar con sus petroglifos calendáricos
y de cómputo; en la cueva C-012 con su claraboya al igual que en C-084 y C-079; en la
cueva C-106 acondicionada con estucos y su muro orientado al este, posiblemente
para apreciar el equinoccio y otras fechas. En suma, los elementos arqueoastronómicos
abren una nueva línea de investigación para el Cerro de la Estrella.

Muros y terrazas
En tres flancos del cerro se detectaron muros que permiten la formación de terrazas,
suponemos que estas estructuras arquitectónicas fueron diseñadas con el objetivo de
detener la erosión. El primer muro (Muro-01) fue hallado en la vertiente sudoeste por
debajo de la cueva C-028, en una ladera de mediana pendiente, no se hicieron medi-
das ya que es necesario chapear todo el terreno. Dos muros más (Muro-03 y Muro-04)
y una terraza fueron encontrados en la Barranca Moctezuma, se trata de los muros ya
19
Otra variante es la de Durán (1951) quien afirma que el año nuevo comenzaba el 12 de marzo. Sin embargo,
utilizamos el 12 de febrero porque en varios alineamientos por toda Mesoamérica coinciden con esta fecha.

186
EL SISTEMA CAVERNARIO…

mencionados entre las cuevas


estucadas C-106 y C-108. Uno de los
muros de contención es interesante por
su altura superior a los 2 m, su desa-
rrollo perceptible bien alcanza los 12
m de longitud (fig. 18). Se ubica sobre
un terreno de acentuado declive.
En la ladera norte son varias las te-
rrazas, pero el terreno no es muy de-
clive, su ubicación al somonte bien las
Figura 18. Muro 03 del grupo VII Moctezuma Bajo.
hace parecer terrazas de cultivo, se en-
contró un muro al que registramos como Muro-02. Para todos los casos no se detectó
ningún consolidante, apreciamos un trabajo un tanto burdo con rocas medianamente
trabajadas por lo que no es posible al momento determinar su antigüedad.

Criterios etnohistóricos
A todo este discurso viene una pregunta primordial: ¿Por qué celebrar en el
año de 1507 la ceremonia del Fuego Nuevo en la cima del Huizachtepetl?
Consideremos que el paso cenital de las constelaciones Mamalhuaztli y
Tianquiztli puede ser admirado sin perturbación desde cualquier parte del
altiplano. Consideremos entonces la siguiente propuesta.
El templo del Fuego Nuevo en la cima del Huizachtepetl muestra múltiples
restauraciones, pero no es un gran monumento en términos arquitectónicos. Por-
que el monumento es el mismo Huizachtepetl, la montaña deificada que con sus
cuevas determina un lugar sagrado. Es el axis mundi, el punto de origen del
calendario y por lo tanto de la vida. Y como la vida según los mitos prehispánicos
se originó en Chicomoztoc, que es el lugar de las siete cuevas,
como veremos más adelante (fig. 19). Entonces planteo que el
Huizachtepelt era el arquetipo de ese mito, acompañado de su
respectivo rito. Así, esta elevación sobre la región lacustre adquirió
importancia. Desde este centro del universo religioso admiraban el
movimiento del sol por el horizonte durante el año trópico, las
fechas eran precisadas por la geografía del relieve perceptible du-
rante el amanecer y el atardecer. El espacio sagrado del Huizachtepetl
con sus cuevas, manantiales y dominio del paisaje permitía la arti-
culación del cosmos en una unidad ritual. Figura 19.
Chicomoztoc es el mito de nacimiento y origen mesoamericano La cueva
primigenia; sitio
más documentado por las fuentes. En esos mitos y ritos de nacimien- mítico de origen.
to se comprende la separación de la matriz materna e incorporación Códice Azcatitlán.

187
HUIZACHTEPETL

a la vida. El primer rito de todo ser, es el nacer, la caverna es el arquetipo de la matriz,


es ahí, donde se denota su relación con el origen de la vida (Chavalier y Gheerbrant,
1986:263). En la mayoría de los casos los ritos iniciáticos en cavernas son, como afirma
Mircea Eliade, la materialización del regressus ad uterum.
Revisemos las fuentes históricas del mito de Chicomoztoc en las culturas mesoamericanas.
El nacimiento de los dioses para los nahuas fue colectivo según aprecia-
mos en la Monarquía Indiana de Torquemada lib. IV, cap. XIX, vol. II, (1976:68)
comenta que 1,600 dioses nacieron en el lugar llamado de las “siete cuevas”
Chicomoztoc, cuando un navajón o pedernal calló del cielo:

...dijeron que esta diosa (Umecihuatl o Citlalicue) había parido en el cielo mu-
chos hijos, y después de todos estos partos había parido un navajón o pedernal,
que en su lengua llaman tecpatl, de lo cual admirados y espantados los otros
dioses, sus hijos acordaron de echar del cielo al dicho navajón, y así lo pusieron
por obra, y que cayó en cierta parte de la tierra, llamada Chicomoztoc, que
quiere decir: Siete-Cuevas, y que luego salieron de él mil seiscientos dioses y diosas.

Otra referencia similar se encuentra en el mismo vol. IV, lib. VI, cap. XLII, p. 120, pero
se agrega sobre el servicio de los hombres y la creación de éstos desde el inframundo:

De lo que estos indios tenían y creían acerca de sus dioses o demonios


y de la relación del primer hombre.

Cuenta el venerable y muy religioso padre fray Andrés de Olmos, que lo que coligió de las
pinturas y relaciones que le dieron los caciques de México, Tetzcuco, Tlaxcalla,
Huexotzinco, Cholulla, Tepeaca, Tlalmanalco y las demás cabeceras[...] y una diosa,
llamada Citlalicue, y que la diosa parió un navajón o pedernal[...] y que cayó en cierta
parte de la tierra, donde decían Chicomoxtoc[...] Dicen que salieron de el mil seiscientos
dioses y diosas, los cuales dicen, que viéndose así caídos, desterrados y sin algún servicio
de hombres, que aún no los había, acordaron de enviar un mensajero a la diosa, su
madre, diciendo que pues los había desechado de sí y desterrado, tuviese por bien darles
licencia, poder y modo para criar hombres, para que con ellos tuviesen algún servicio.
La madre respondió, que si ellos fueran los que debían ser, siempre estuvieran en su
compañía; mas pues no lo merecían y querían tener servicio acá en la tierra, que
pidiesen a Mictlantecuhtli que era señor o capitán del infierno, que les diese algún hueso
o ceniza de los muertos pasados y que sobre ello se sacrificasen, de allí saldrían hombre
y mujer, que después fuesen multiplicando. Oída pues la respuesta de su madre (que
dicen les trajo Totli, que es gavilán) entraron en consulta y acordaron que uno de ellos,
que se decía Xolotl, fuese al infierno[...] que por cuanto el dicho Mictlantecuhtli[...] era
doblado y caviloso mirase no se arrepintiese después de dado lo que se le pedía; por lo

188
EL SISTEMA CAVERNARIO…

cual le convenía dar luego a huir con ello sin guardar razones[...] Y Mictlantecuhtli
afrentado de que así se le fuese huyendo, dio a correr tras él, de suerte que por escaparse
Xolotl, tropezó y cayó, y el hueso que era de un braza se le quebró y hizo pedazos, unos
mayores y otros menores; por lo cual dicen los hombres ser menores unos que otros[...] los
dioses y diosas se sacrificaron, sacándose sangre de todas las partes del cuerpo (según
después los indios lo acostumbraban) y al cuarto día, dicen salió un niño. Y tornando
a hacer lo mismo, al otro cuarto día salió una niña; y los dieron a criar al mismo Xolotl.
Disparate muy grande, pero como de gente ciega no hay que maravillar que así lo
creyesen y dijesen.

Otra fuente, fray Jerónimo de Mendieta (1945, cit. por Castellón, 1989a:149) corrobora
esta versión: agrega que una vez nacidos estos 1,600 dioses viéndose así caídos y
desterrados, sin hombres que estuvieran a su servicio, pues aún no los había, acorda-
ron en enviar un mensajero a la diosa Citlalinicue, su madre, pidiéndole que, en vista
de su destierro, tuviera a bien darles licencia y poder para crear hombres que estuvie-
ran a su servicio, sin embargo su madre les respondió que para tal efecto tendrían que
acudir a Mictlantecuhtli, para que les diese algún hueso o ceniza de los hombres
muertos en épocas anteriores, y que deberían sacrificarse sobre estos huesos para que
surgiera el hombre y la mujer que luego se multiplicarían. Fue Xólotl, “el gemelo” el
encargado de descender al inframundo por la búsqueda de los huesos.
Por cierto, para algunos vecinos de Iztapalapa fue el mismo Quetzalcoatl y
no Xólotl, quien buscó los huesos de los ancestros en el Cerro de la Estrella,
en una tradición oral que sin duda está influida por los mitos citados.
Pero en Chicomoztoc no sólo nacen los dioses, también de grupos étnicos.
El mito más difundido en Mesoamérica respecto al nacimiento de un grupo étnico en
una espelunca, es el mito nahua que menciona a Chicomoztoc o Chicomoztotl (Aztlán)
como lugar de origen de los nahuas e indios de la Nueva España.
Aunque una cosa se ha de tener por infalible; y es, que todos concuerdan, en que son
advenecidos, y que su origen, es hacia aquellas partes de Jalisco, que es al poniente
respecto de México: y para mayor claridad de lo que vamos tratando, es fuerza decir,
la variedad de pareceres, y dichos que se han podido conseguir: unos dicen, que
salieron de aquella gran cueva, que ellos llaman Chicomoztotl, (que quiere decir, siete
cuevas) y que vinieron sus pasados poco, apoco, poblando, tomando, dejando, o
mudando sus nombres... (Torquemada, 1976, lib. I, cap. XI, vol. I, p. 31).
...diremos de los mexicanos, la salida que hicieron del lugar, que llamaron Siete Cuevas,
y llegada a esta laguna mexicana, por los sitios... (idem, lib. I, cap. XLVIII, vol. I, p. 74).

El lugar donde sucedió el caso referido en el capítulo pasado se llama Chicomoztoc,


que quiere decir, sitio y pasaje de Siete Cuevas; en el cual lugar estuvieron nueve años

189
HUIZACHTEPETL

y de aquí queda averiguado cómo no tienen los mexicanos y todas las demás nacio-
nes y familias, que vinieron a poblar esta Nueva España, su origen y principio de estas
Siete Cuevas; por lo dicho hemos visto que no es sitio donde se ranchearon por espacio
de tiempo de nueve años. Por lo cual el padre Acosta –Padre Acosta, libro 9–, no
teniendo cumplida relación de la legítima sucesión de ellos, dice en el libro séptimo de
su Filosofía Moral, quede estas Siete Cuevas tienen su origen, ni tampoco dice absolu-
tamente los indios que cueva quiera significar su origen y descendencia; al cual sigue
Antonio de Herrera, cronista mayor de las Indias, en el libro segundo, década tercera,
capítulo décimo. Y lo mismo digo del historiador Gomara, en el libro que intitula
Conquista de México, donde dice que los mexicanos salieron de un pueblo llamado
Chicomoztoc...” Con referencia a otras tribus: “Que trata de cómo los ulmecas,
xicalancas, y zacatecas, llegaron a poblar las tierras de Tlaxcallan, los cuales las
poseyeron por mucho tiempo. Común opinión es entre todos los naturales de todo lo
descubierto de esta Nueva España, que salieron de un lugar llamado Siete Cuevas…
(ibid, lib. III, cap. VII, vol. I, p. 353 y lib. II, cap. II, vol. I, p.115).

Contamos con representaciones iconográficas de cuevas en el Códice Atlas de Durán que


ilustran la habitación (fig. 20) pero la que más destaca es la que muestra a Chicomoztoc
representado en círculos los lugares de donde salieron
los xochimilcas, chalcas, tepanecas, culhuas, tlalhuicas,
tlaxcaltecas y mexicanos (fig. 21), o bien como la boca de
un monstruo que es una cueva de donde salen los hom-
bres. También hay representaciones de este tema en el
Códice Selden I; el Códice Ramírez; el Códice Antonio de
León; y la Historia Tolteca-Chichimeca (Heyden, 1976:19).
En algunas narrativas, al igual que Chicomoztoc se
menciona el mítico lugar de Tamoanchan, es descrito
como el paraíso de la Diosa Madre, la madre de todos
los seres, “el lugar de descender, la casa del nacimien-
to, el Cincalli...” así Durán describe a Cincalco o Tamoan-
chan como la caverna que es la casa del maíz, “el lugar
de la vida humana en su origen” (Heyden, 1976:19).
Este Tamoanchan, “Lugar del Descendimiento” se re- Figura 20. Los mexicas en una cueva
presenta por un árbol partido en la cultura zapoteca, según el Códice Atlas de Durán.
particularmente en un hueso labrado perteneciente a la ofrenda de la Tumba siete en
Monte Albán, por donde descienden a la tierra, los niños que se forman en el treceno
cielo, en la mansión del dios creador (Caso, 1969:197). Tamoanchan en su represen-
tación arbórea, es el árbol florido, del que provienen las flores sagradas. Con ello se
confirma su relación con los alucinógenos y los hongos tan usados en ciertos ritos
subterráneos en toda Mesoamérica (Garza, De la, 1990:57).

190
EL SISTEMA CAVERNARIO…

Con referencia a Tamoanchan y el origen de los pueblos mexicanos relacionándolo


con Chicomoztoc Sahagún (1985:610 y ss.) en su libro X, cap. XXIX, que trata sobre las
generaciones que han poblado la Nueva España, narra que las gentes comenzaron a salir
de Tamoanchan de donde fueron a Xomiltépec, y de ahí a Teotihuacan. De este último
partieron a diferentes rumbos. Iniciaron entonces el peregrinar por mucho tiempo, pade-
ciendo hambre y sed, hasta que llegaron a un valle entre peñascos donde había siete
cuevas que tomaron como oratorios en donde hacían sacrificios todos los tiempos que
tenían costumbre. Posteriormente su dios les habló diciendo que no habrían de permane-
cer ahí, y fuéronse [sic] hacia el poniente, y cada familia
antes de partir hizo sacrificio en esas siete cuevas, por lo
cual todas las naciones de esta tierra, gloriándose, sue-
len decir que fueron criadas en esas siete cuevas, y que
de allá salieron sus antepasados, lo cual es falso porque
no salieron de allí, sino que iban a allí a hacer sus
sacrificios cuando estaban en el valle dicho. Acaso el
Huizachtepetl cumplía un uso similar para finales del
siglo XV y principios del XVI para los mexicas.
En la cosmovisión de la antigüedad el espacio
geográfico no está únicamente contenido al paisaje,
trasciende a la anatomía. A este respecto, Castellón
(1989a:148) citando a Ruiz de Alarcón propone que
las sietes cuevas están relacionadas con las siete aber-
turas del cuerpo humano y por ello su correlación Figura 21. Chicomoztoc como
mítica (fig. 21). arquetipo de matriz en la Historia
Tolteca Chichimeca
Del Huizachtepetl ya hemos apuntado la
concordancia calendárico astronómica. Ahora
pasemos a la correlación de ese calendario y
el concepto mítico de Chicomoztoc. Lucrecia
Maupomé (1982:16 y ss.) respecto a astrono-
mía prehispánica hace referencia a la constan-
te 1040 (fig. 22) para la cuenta larga del tiempo.
Se creía hasta hoy, que sólo existía este núme-
ro entre los mayas; pero se encuentra en el
símbolo de Chicomoztoc, Castellanos atribu-
ye 1040 años a cada una de las cuatro piedras
Figura 22. La constante 1040 para la cuenta larga
que conforman el cuerpo Cóatl en el Manus- del tiempo en el símbolo de Chicomoztoc en el
crito Mixteca y 1040 años al árbol viejo que Manuscrito Mixteca.
está sobre ellas; así propone que los cinco
glifos representan 1040 x 5 = 5200 años.
Tomados estos años de 360 días cada uno, son 5200 x 360 = 1872000 días. A partir de este glifo

191
HUIZACHTEPETL

se encuentra la misma duración de la época, que se conocía sólo en el área maya, Castellanos
menciona los 5200 años en su trabajo, que es extraordinario desde todos los puntos de vista. Este
último criterio llama la atención al considerar que la cuenta de los años se celebraba en el Cerro
de la Estrella. Articulación entre cueva, computo, calendario, cosmos y mito.

El registro espeleoarqueológico
Marcamos once áreas donde la congregación de formaciones subterráneas
es mayor, y donde la presencia de restos arqueológicos asociados es más
representativo (fig. 23).

I. Grupo de las Iglesias

Comprende dos cuevas al interior de iglesias católicas, se trata del Santuario


de Nuestro Señor de la Cuevita y la Iglesia de Nuestra Señora de Lourdes.
La espeleolatría en la ciudad de México no ha quedado en el pasado, es una
devoción que aún se vive en Iztapalapa. Las cuevas permanecen como lugar de
culto. Así lo demuestra la moderna iglesia de Nuestra Señora de Lourdes construida
sobre una cueva para una colonia proletaria donde la adecuación se hace eficiente.
Pero donde más sorprende es en la iglesia de Nuestro Señor de la Cuevita, donde el
fervor indígena a una cueva es sustituido por un santuario virreinal. La superviven-
cia del paganismo al lado del catolicismo. La devoción indígena se encuentra en
confusión, en una mala inteligencia que la aleja de la ortodoxia y del dogma, en un
continuo proceso donde la escasa noción que se tiene de Dios obedece a un
inadecuado desarrollo de la evangelización, que conduce a interpretaciones equi-
vocadas del santoral y del ritual. Persuadidos los indios por la nueva fe, ya por
fuerza, o por convicción, los cultos de antaño se mantuvieron en una táctica de
sustitución, donde el fervor al santuario desde el pasado y hasta el presente, es su
apoteosis. Al final de cuentas, el culto a Nuestro Señor de la Cuevita incorpora cultos
de reemplazo donde la conmemoración no se interrumpe, sólo se transforma, en la
búsqueda, en la intención que eleva al hombre espiritualmente. Definitivamente,
esos indios, hoy la mayoría mestizos del espacio urbano, en su paganismo al lado
del catolicismo son la evidencia de la batalla nunca ganada por la evangelización.

II. Grupo Septentrional

Al somonte de la ladera norte del Cerro de la Estrella. En este espacio se escenifica la


crucifixión de Cristo durante la Semana Santa. No se realizó la prospección de las
espeluncas pues la mayoría se encuentran azolvadas por basura y cascajo, y las restantes
están habitadas por indigentes y drogadictos. Destaca del conjunto una gran formación

192
EL SISTEMA CAVERNARIO…

El registro espeleoarqueológico
del Cerro de la Estrella

Figura 23. Registro espeleoarqueológico.

que tiene su desarrollo por debajo de la calzada Ermita I Grupo de las iglesias
Iztapalapa C-141, informantes locales la describen de gran- II Grupo Septentrional
III Grupo del Museo
des dimensiones y profundo desarrollo. La relación ar- IV Grupo Nordeste
queológica más representativa es la proximidad de las V Grupo de la Cima
VI Grupo Moctezuma Alto
cuevas con los núcleos habitacionales de tradición VII Grupo Moctezuma Bajo
teotihuacana20 y un conjunto de petroglifos (PT-06) muy VIII Grupo Ritual
alterados y apenas perceptibles. IX Grupo Suroeste
X Grupo El Mirador
XI Grupo Meridional
III. Grupo del Museo

Casi por debajo del moderno edifico que alberga al Museo Fuego Nuevo tene-
mos la cueva C -077 que antaño contaba con un manantial y donde aún es
perceptible un muro del que no hemos determinado temporalidad, quince

20
Intervenidos arqueológicamente en 1978 por Manfred Reihold.

193
HUIZACHTEPETL

metros al norte uno de los más estéticos grupos de petroglifos de todo el cerro
(fig. 24). Por debajo de este grupo la trayectoria de una cueva azolvada (C-079).
Por arriba de C -077 también detectamos petroglifos con motivos lineales y
geométricos. La relación cueva-petroglifo (Montero, 1999) permite entender
que estos petroglifos21 nos transmiten un mensaje que se puede interpretar
como la delimitación de un espacio ritual subterráneo con respecto a otro secu-
lar epigeo; para tal motivo se utilizaron motivos religiosos, geométricos, abstrac-
tos, zoomorfos, y fantásticos como es recurrente en todo el Cerro de la Estrella.
En el Cerro de la Estrella es poco probable que durante su momento de apogeo ritual
desde el Preclásico y hasta el Posclásico las cuevas fueran habitación. Pero remontándonos a
comunidades anteriores, inclusive para las fases preagrícolas es probable el uso residencial.
Las cuevas señaladas para este uso se encuentran al somonte, próximas a cuerpos de agua
como afluentes y manantiales. Consideremos la “Cueva del Cuervo” (C-080) al Este del museo
en un cauce, sobre la suave pendiente de la ladera norte, próxima a la orilla del lago.

Figura 24. Grupo de petroglifos PT-02. Destacan los motivos acuáticos como ranas
y efigies de Tláloc

IV. Grupo Nordeste

En las paredes de esta cañada al mesomonte y somonte se distribuyen dife-


rentes oquedades, sólo tres de ellas destacan por su tamaño. En la mayor
una claraboya nos hace suponer una alteración antrópica, como sucede en
la mayoría de las cuevas, lo que para James Brady (comunicación oral, 1999)
es un hecho a destacar para investigaciones posteriores.
No obstante, durante la prospección de 2001 no detectamos material arqueológico
de superficie significativo. Además encontramos que el acceso a la cima por este flanco
es escarpado. Por lo tanto no consideramos a este grupo de relevancia arqueológica.

21
El análisis de los petroglifos lo ha realizado para este proyecto el arqlg. Matthew Wallrath.

194
EL SISTEMA CAVERNARIO…

V. Grupo de la Cima

En la cima del Cerro de la Estrella se construyó un templo-pirámide de tres


estructuras predispuesto por los mexicas. Esta
construcción comprende etapas anteriores que
lo remontan al Preclásico (Ramírez, 1984:22).
Al norte del templo cuevas originadas por el
derrumbe, al oeste y sur entre los afloramien-
tos de roca las cuevas más importantes de este
grupo (fig. 25). Respecto a los petroglifos los
encontramos entre el material de construcción
del templo y en el extremo distal al oeste de la
plataforma que conforma la cima.
La articulación de la cueva y la pirámide en
un espacio tan reducido comprende el enlace
de estructuras sacralizadas en una sobreposición
que permite generar un axis mundi de fuerzas
místicas impresionantes producto de la adhe-
sión de las regiones cósmicas: el inframundo es
la cueva; el plano terrestre es el cerro; y el plano Figura 25. Las cuevas C-001 (superior) y
celeste es el templo-pirámide de la cúspide. C-002 (inferior) del grupo V De la Cima.

VI. Grupo Moctezuma Alto

La barranca Moctezuma es el terreno más agreste del cerro, y también


uno de los espacios más interesantes y alterados culturalmente. Destaca
la cantidad de cuevas a lo largo y ancho del drenaje.
En la porción superior de la barranca
la “Cueva del Oso” C-131 (fig. 26) asemeja
un útero. Esto es significativo porque en
los mitos y ritos de nacimiento prehispá-
nicos, la caverna es el arquetipo de la
oquedad creadora que es la matriz de la
naturaleza humana y divina personifica-
da en Chicomoztoc. En esta abstracción
entendemos la incertidumbre de la co-
munidad por explicarse lo que le antece-
de, y este antecedente está en el útero de
Figura 26. Cueva del Oso (C-131) (foto: James Brady, 1999).
la Madre Tierra como un conducto de
tránsito entre el tiempo sagrado y el tiempo humano, como ya quedó apuntado.

195
HUIZACHTEPETL

Sobre la misma cota altitudinal, pero


en la vertiente norte la “Cueva del Em-
budo” C-094 presenta el mayor tiro verti-
cal detectado al momento, no
encontramos material arqueológico de
superficie, posiblemente por la desme-
surada alteración que seudo excursionis-
tas han hecho de la oquedad (fig. 27).

VII. Grupo Moctezuma Bajo

Por debajo de las anteriores espeluncas, en un


terreno de acentuado declive apreciamos mu-
ros de contención que permiten la formación
de terrazas artificiales, su altura superior a 2 m
Figura 27. Planta y corte de la Cueva
en algunos tramos y desarrollo de al menos 12 del Embudo (C-094).
m muestran una considerable altera-
ción de la pendiente. La magnitud de
la obra sobre la pronunciada pendiente
nos hace descartar el uso habitacional
o agrícola de las mismas, opinamos
que fueron construidas para prevenir
la erosión y resguardar las cuevas como
recintos rituales. Próximo al muro lo-
calizamos la cueva más acabada por
manos indígenas de todo el cerro, fue
modelada para enfatizar dos cámaras Figura 28. La cueva C-106 muestra sus estucos lastimosa-
endógenas que en su momento estu- mente alterados por el grafiti, al centro destaca un muro.
vieron estucadas, por cierto hoy
lastimosamente estropeadas (fig. 28). Ya apuntamos en páginas anteriores que el
muro central está orientado al este lo que invita a una investigación detenida de la
oquedad.
Al somonte de la barranca una multitud de oquedades. Desde pequeños
nichos tapeados que en su momento resguardaron entierros y ofrendas22 has-
ta cuevas de mayor tamaño que son actualmente ocupadas por pepenadores
que trabajan en un relleno sanitario próximo, que al ir incrementando su
tamaño ha sepultado algunas cuevas de importantes magnitudes.

22
En la década de 1970 trabajos de salvamento arqueológico rescataron 19 entierros con ofrendas de la
Barranca Moctezuma (cfr. García Ortiz, 1997:5 y ss).

196
EL SISTEMA CAVERNARIO…

VIII. Grupo Ritual

Al sur del templo-pirámide una amplia plataforma natural que se desborda abruptamente
en un cantil con 36 oquedades, presenta suficientes evidencias litúrgicas como para
definir al conjunto como ritual. La cueva más importante es C-026, que con sus trayectos
estucados en antaño, su extraña limpieza única en todo el cerro, sus amplias dimensio-
nes iluminadas, y sus detallados cuidados como la cubierta de pintura que la cubre del
grotesco grafiti demuestra que hay personas devotas dedicadas a su cuidado. Destaca
también su orientación al flanco sur, con dominio en su tiempo del paisaje lacustre de
Xochimilco, su manantial al interior, su proximidad a otras cuevas con manantial como
C-017, sus muros de contención aledaños y los petroglifos de los grupos PT-03, PT-08, PT-
09 y PT-03 donde se enfatiza un círculo solar contiguo a un numeral aislado entre un par
de escalinatas labradas en la roca que conducen a la plataforma superior.
La cueva C-012, como ya se ha comentado, promete una interesante posibi-
lidad para estudios arqueoastronómicos, ya que la cueva se ilumina a través de
una apertura en el techo durante los días próximos al solsticio de invierno, un
petroglifo de líneas paralelas orientadas al norte y perpendiculares destaca so-
bre una laja inclinada que es bañada por los rayos del sol. Es posible que
estemos frente a un reloj solar que permitía ajustar el calendario. Recordemos
que el Cerro de la Estrella fue utilizado por los mexicas para la ceremonia del
Fuego Nuevo, la festividad calendárica más importante de ese entonces.
La cueva más grande del conjunto y sin duda la más celebre de todo el
cerro es la “Cueva del Diablo” (fig. 29). Las leyendas narran su extraordinaria
extensión y sus cualidades místicas, pero cuando la exploramos percibimos
sus estrechas dimensiones, tal vez era más grande, pero hoy está azolvada.

Figura 29. A la izquierda planta, en la derecha corte “A-B” de la Cueva del Diablo, C-011.

197
HUIZACHTEPETL

Al fondo encontramos restos de brujería de sierra bastante recientes, re-


miniscencia de su importancia ritual de antaño.

IX. Grupo Suroeste


Un grupo de cuatro cuevas, bien identificadas todas ellas a los lados de una cañada
de moderada inclinación y drenaje. Se trata de cavidades laterales, ampliadas por la
erosión, en todas ellas se encontró suficiente material cerámico en superficie para
llamar nuestra atención. Es probable que la cañada fuera uno de los accesos rituales
a la cima, siendo dedicadas sus cuevas para depositar ofrendas. No proponemos un
uso ritual porque se trata de abrigos rocosos no aptos para la estancia humana.

X. Grupo El Mirador
Por debajo de un moderno mirador emplazado en la ladera oeste destaca un importante
grupo cavernario. En su extremo norte cuevas deterioradas y sucias por los desperdicios
de los habituales visitantes de fin de semana, no hay mayor evidencia arqueológica que
fragmentos de cerámica diseminados por la ladera; al sur, un conjunto de petroglifos
delimitan el espacio hipogeo de la cueva C-065, destacan los orificios hechos en la roca
como recipientes rituales de agua de lluvia, se presentan también algunos más recientes
elaborados en cemento, sin duda un culto de propiciación acuática que prevalece unido
a los reducidos terrenos colindantes dedicados a la agricultura.

XI. Grupo Meridional


En la ladera sur, un par de petroglifos marcan la entrada de la cueva C-069 en
los límites de la zona urbana, lamentablemente hoy azolvada por la basura, se
encuentra secuestrada por propietarios apócrifos que nos impiden su estudio.
El petroglifo principal (PT-11) marca una fecha al estilo de Xochicalco (Ramírez,
1984:22 y Matthew Wallrath, 1998, comunicación oral), aledaña a esa cavidad
otras cuevas presentan amplios salones de más de 20 m de extensión en
donde se puede morar cómodamente por su adecuada ventilación e ilumina-
ción. En el espacio epigeo, amplios terrenos planos para desarrollar las activi-
dades cotidianas y agrícolas bajo condiciones favorables de irrigación. Aún en
la actualidad observamos actividades agrícolas.

Conclusiones
Técnicamente la exploración subterránea del Cerro de la Estrella hoy en día
no ofrece mayores complicaciones, sorprende entonces su abandono de

198
EL SISTEMA CAVERNARIO…

toda investigación sistemática. También sorprende la apatía de la comuni-


dad por dejar las cuevas, estucos y petroglifos a la suerte de los vándalos, el
grafiti, la basura y el saqueo.
La ocupación habitacional puede ser muy antigua, remontándonos posiblemen-
te a sociedades preagrícolas, de ello aún no tenemos evidencia arqueológica. Pero
del uso ritual sí tenemos la certeza de que al menos desde el Preclásico fue objeto
de culto en esa cima, para el Clásico se construyeron nuevas etapas en el templo-
pirámide, los petroglifos tipo “Muesca Teotihuacana” hacen manifiesta su importan-
cia que se mantiene hasta el Posclásico con los toltecas que llegaron a ofrendar
cerámica proveniente de Guatemala y conchas marinas Pelecipodos Spondilus
(Ramírez, 1984:22) en su templo. Pero las solemnidades en estas laderas perduran
hasta nuestros días en el santuario de Nuestro Señor de la Cuevita y con cultos
ajenos al dogma católico con ofrendas de flores, veladoras y ritos en sus cuevas.
La relevancia ritual del Cerro de la Estrella tanto en la antigüedad como
en la actualidad responde al dominio del paisaje, su ubicación, y sus carac-
terísticas ambientales.
El Cerro de la Estrella es el arquetipo de Chicomoztoc, el lugar donde ese
mito se lleva al rito (fig. 30)
Desde este centro del universo religioso era posible admirar el movimien-
to aparente del sol a través del horizonte, las fechas eran precisadas por la
geografía del relieve perceptible durante el amanecer y la puesta del sol. El
espacio sagrado era el cerro que junto con sus cuevas, manantiales, y el
paisaje hacían de todo una misma cosa: la articulación del cosmos.

Figura 30. Chicomoztoc, “El lugar de las siete cuevas” ,según el Códice Atlas de Durán.

199
HUIZACHTEPETL

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202
Los petroglifos hallados en el Cerro de la Estrella

Mateo Wallrath

D e los varios sitios arqueológicos localizados en el Cerro de la Estrella o Huixachtepetl,


cinco nos han llamado la atención debido a que se distinguen por la presencia de
petroglifos asociados con cuevas. Están ubicados en varios lugares en la mitad superior
del cerro que se caracteriza por la presencia de más de un centenar de cuevas, abrigos
rocosos y unas cavernas. Además del binomio petroglifos-cuevas, también nos hemos
encontrado con un tercer elemento asociado: la pirámide, representada de diversas
maneras. Finalmente, contamos con un cuarto elemento: el agua. El nivel del fondo de
las cuevas estudiadas se encuentra más bajo que el nivel de sus entradas, lo que las hace
propensas a llenarse de agua en temporada de lluvias y, por ende, no son idóneas como
para servir de habitación o residencia permanente. Los datos mencionados y sus relacio-
nes entre sí nos llevan a reflexionar sobre la naturaleza y función de estas cuevas. Al
parecer lo que presenciamos es la unión entre elementos naturales y actividades huma-
nas o los elementos cueva-agua relacionados con petroglifos-pirámides o la unión entre
el hombre y su entorno.
El estudio en curso –que se ha enfocado principalmente hacia los petroglifos– nos
llevaron también a sugerir que se grabaron como consecuencia del estudio de fenóme-
nos astronómicos. El interés que tienen ciertos petroglifos reside en sus asociaciones,
directa o indirectamente, con eventos celestiales. En otras palabras, la observación de
ciertos eventos celestiales –como la salida del sol en días claves del año–, la primer
aparición del planeta venus en el cielo matutino después de 584 días, la posición de
la constelación de las Pléyades en el Zenit nocturno cada 52 años (evento principal
en la ceremonia de Toxiuhmolpilli) en la fiesta del Fuego Nuevo, causaron la forma-
ción de ciertas conductas o patrones de conducta que se manifestaron en la elaboración de
sistemas calendáricos y la grabación de glifos en rocas. En general, los diseños asociados

205
HUIZACHTEPETL

con eventos celestiales más frecuentes en-


contrados son hileras de muescas que per-
tenecen a la época teotihuacana (Ad 300-750
dne). La presencia teotihuacana también se
manifiesta en los varios basamentos encon-
trados en las laderas inferiores del cerro. Cabe
señalar que hemos identificado petroglifos
que pertenecen a épocas posteotihuacanas
(fig. 1).
Los cinco sitios comparten rasgos icono- Figura 1. Zopilocalco Norte. Estos petroglifos
pertenecen a varias épocas culturales.
gráficos semejantes. Sin embargo, cada uno
se distinguen de los otros por la presencia
de elementos propios.
Hasta el día de hoy hemos identificado
185 petroglifos que se distribuyen en 46
rocas. Estas cifras son preliminares y suje-
tas a modificaciones. Desde el punto de vista
estadístico, los diseños más comunes son
las caras antropomorfas, 30 en total, segui-
do por las filas de muescas que suman 25, y
Tlaloques con ocho representaciones, y nu- Figura 2. Zopilocalco Norte. Se distingue por
un Tláloc de gran dimensión.
merosos dibujos tipo garrapatos cuya inter-
pretación está por realizar.
Los cinco sitios estudiados son: Zopilocalco que rodea parcialmente el Museo Fue-
go Nuevo (fig. 2); la Maqueta, así nombrado en honor de una maqueta de pirámide
tallada en una roca por el rumbo del Mirador. Tepetzingo
(Cerro Chico) en el extremo sur-sur-poniente del cerro,
que resalta por la diversidad de sus petroglifos. El tercer
sitio, Tonallo, es la sede del símbolo del sol y se ubica en
el área este-sureste superior del cerro. Finalmente, tene-
mos La Cruz, –así nombrado por el arqueológo Arturo
Montero– localizado en la cima del cerro.
Debemos mencionar que gran parte de los petroglifos
han sufrido daños, como erosión natural, modificaciones
efectuadas por los visitantes, entre otras causas, etcétera.
Zopilocalco: se divide en tres zonas. Zopilocalco Nor-
te (fig. 3) consta de un montículo de grandes rocas que
hace función de pirámide y que se yergue a unos metros al
norte de una amplia cueva (C-077); gran parte de las rocas Figura 3. Zopilocalco Norte. Escultura
fueron colocadas intencionalmente sobre un montículo representando a un animal mítico.

206
LOS PETROGLIFOS…

natural muy bajo para darle la apariencia de


pirámide. La parte oriental está horadada por
un corto túnel que, según testimonio del di-
rector del museo, Jorge de León, contenía
huesos humanos. La pirámide y su túnel nos
recuerdan a Teotihuacan.
Entre docenas de rocas, sólo seis fueron
consideradas como idóneos para grabar di-
seños. Las tres principales con el mayor nú-
Figura 4. Zopilocalco Norte. Cenefa de olas
mero de glifos son orientados hacia el poniente tipo Teotihuacan.
y ostentan elementos como tlaloques, caras
hileras de muescas finas, un animal mítico bautizado
“cuezllin” por los empleados del museo, una cenefa de
olas (fig. 4), elemento comunmente encontrado en la
cerámica de Teotihuacan. El estudio de los tipos de ele-
mentos y su ejecución indican que pertenecen a varias
épocas culturales, a saber:
Zopilocalco Sur: conjunto de seis rocas que coronan
la orilla superior de la boca de la cueva se distinguen
por la presencia de siete caras y siete hileras de muescas
(fig. 5).
Zopilocalco Este: se trata de 20 elementos iconográfi-
cos repartidos en diez rocas que no son directamente aso-
ciados con una cueva en particular (C-077). Dos rocas Figura5. Zopilocalco Sur. Bajorre-
nos llaman la atención: la primera que ostenta tres hileras lieve representando una cara
antropomorfa con gorro puntiagudo.
de muescas y que suman cincuenta y dos, número alusivo
a un toxiuhmopilli, o atadura de años (fig. 6). La segunda
consta en una cabeza piramidal con un pequeño tazón
en la parte superior y una cara toscamente grabada. A mi
juicio, representa una maqueta del Popocatépetl o Don
Goyo (fig. 7). Al limpiar la base de esta roca para tomar

Figura 7. Zopilocalco
Oriente. Probable
maqueta del Popoca-
tépetl con tazón en la
parte superior. La
cara esculpida nos re-
cuerda que se trata de
Don Goyo. Proba-
blemente de la época Figura 6. Zopilocalco Oriente.
mexica. Cuenta de 52 años o Toxiahmolpilli.

207
HUIZACHTEPETL

fotografías, nos topamos con un puño de microfragmentos de obsidiana o microlascas


con un promedio de unos tres a cinco milímetros, probablemente desechos de un
taller, que fueron tal vez utilizados como ofrenda.
La Maqueta: ‘mayormente hileras de muescas, con una cara antropomorfas en bajorre-
lieve, se concentran en un espacio reducido encima y en la orilla de una cueva (C-065).
La maqueta de una pirámide, tallada en una roca, se en-
cuentra a unos nueve metros del conjunto de petroglifos
(figs. 8 y 9).

Figura 9. La Maqueta. Bajorrelieve probablemente de Figura 8. La Maqueta. Pequeña


factura reciente, ejecutado con cincel o martillo. pirámide esculpida
en la roca.

Tepetzingo: el sitio se distingue por la diversidad de tipos de petroglifos, la mayoría


grabados en seis rocas que rodean parcialmente la cueva (C-069). Se destacan glifos de
año cuya relación con eventos astronómicos nos resta establecer, (muy parecidos a los
que se encuentran en Xochicalco, Morelos, y que pueden referirse a ceremonias de
Fuego Nuevo) (fig. 10) una composición grande que costa de una cara, dos ruedas
como soles (fig. 11). Más al oriente de la cueva (C-069) nos encontramos con una
composición que consta de un grabado que nos parece ser un mecanismo de cómputo,
tipo ábaco, acompañado de dos tlaloques (fig. 12).

Figura 10. Tepetzingo. Petroglifos con tres fechas y un Figura 11. Tepetzingo. Entre otros, se distingue una
símbolo del año, relacionados con Xochicalco, Morelos. cara, dos ruedas solares, etcétera.

208
LOS PETROGLIFOS…

Tonallo: el área se caracteriza por sus nu-


merosas cuevas y abrigos rocosos formados
en yacimientos de capas volcánicas de poca
consistencia, propensos a la erosión y poco
aptos para grabar glifos. Sin embargo, en
una pared vertical se encuentra un tonallo
o símbolo del sol acompañado de seis o siete
tazones (hoy se quedan cinco y medio) (fig.
13). En la parte superior, encima de las cue-
Figura 12. Tepetzingo. Composición que consta
vas, se encuentran dos hileras de muescas. de dos tlaloques, un mecanismo de cómputo,
Una hilera aislada y una cara antropomorfa una hilera de muescas, etcétera.
completan el inventario.
La Cruz: los elementos catalogados son una curva de grandes dimensiones, la pirá-
mide del fuego nuevo, tres hileras de muescas, una cabeza de jaguar de bulto y un
yacameztli o símbolo de la luna (fig. 14). Cabe mencionar que los símbolos de la luna
y del sol se localizan en lados opuestos del
cerro, al este el tonallo que anuncia la sali-
da del astro rey y al poniente la puesta de
su compañera, la luna.
Las conclusiones preliminares sacadas de
nuestros estudios revelan que las cinco zo-
nas fueron consagradas a ceremonias que
involucraron tanto la observación de fenó-
menos celestiales como la celebración de
fiestas religiosas. Nos resta, en trabajo pos- Figura 13. Tonallo. círculos concéntricos,
terior, analizar en detalle el papel desempe- símbolo del sol, acompañados de cinco o seis depresiones
ñado por cada petroglifo de tipo tazones.

Figura 14. La Cruz. Cabeza de jaguar de bulto.

209
Los dioses del Templo Mayor
de la ciudad de México-Tenochtitlan
custodiados en el Cerro de la Estrella de Iztapalapa
Códice Miguel León Portilla

Jorge de León Rivera

P or el rumbo de San Lázaro, en el extremo oriental de la primigenia traza urbana


hecha por el “jimétrico” Alonso García Bravo, se localizaba un callejón, continua-
ción de las calles de Chiconauhtla, Puente del Cuervo y de los Plantados, que recibió
como nombre el topónimo vasco o éuscaro de “Lecumberri”, (Buen Lugar Nuevo),
donde se construyó bajo el sistema de panóptico, en la época Porfiriana, la Penitencia-
ría de la ciudad de México, imponente y sólido edificio que fue abandonado para ser
sustituido en la actualidad por los reclusorios regionales. Después de una remodelación
pionera en su género, se ha instalado ahí la sede del Archivo General de la Nación,
repositorio que guarda gran parte de la memoria histórica de nuestro país.
En dicha institución, en el ramo de Inquisición, tomo XXXVII, exp. 3 bis se puede
consultar un expediente fechado en el mes de julio de 1539 (en la parte superior apare-
ce tachado el año de 1540), en cuya carátula se lee,

Proceso del Fiscal del Santo Oficio de la Inquisición, contra Miguel indio bezino de
México que en su lengua se dice Pochtecatl Tlaylotlatl. Secretario Miguel López,
Idolatría.

Adjunto al legajo se encontraba un documento pictográfico, actualmente separado del


registro principal, remitido al denominado “Indice de Iustraciones”, catalogado bajo el

213
HUIZACHTEPETL

rubro 4848, 979/2652, “Manuscrito tradicional indígena, ídolos del templo de


Huitzilopochtli”. Denominado erróneamente como Prehispánico, en una postal edita-
da por el Archivo General de la Nación, donde se reproduce en forma incompleta, bajo
el título de “Descripción de cómo ocultaron sus ídolos”.

Códice Miguel León-Portilla


Con motivo de una exposición de reproducciones de Códices, presentada por Eduardo
Ontiveros Nevares, moderno Tlacuilo, pedí a Eduardo realizara una copia del picto-
grama aludido, el cual fue empleado como portada de la invitación al evento.
Al preguntarme el lic. Ontiveros sobre el nombre que debería llevar la cédula res-
pectiva, le sugerí lo llamara Códice Miguel León-Portilla, en reconocimiento a quien
hace más de veinticinco años cuando ingresé al Seminario de Cultura Náhuatl, que
imparte la UNAM, me comentó, “busque en el Archivo General de la Nación, un códice
sobre los Dioses de la Ciudad de México, que estuvieron ocultos en varios lugares,
entre otros en el cerro de Culhuacán” también conocido como Huizachtepetl, o Cerro
de la Estrella, en la delegación de Iztapalapa, de la cual soy cronista.

La Inquisición
Antecedentes Históricos
El término Inquisición deriva del verbo latino Inquiriré, que significa: investigar, averi-
guar o indagar. La Inquisición religiosa, tiene sus orígenes en la Roma pagana cuando
se somete a persecución a los cristianos, adoradores de un Dios único y diferente. Se les
entrega a la muerte en el circo o en torneos gladiatorios.
Según Paul Alphandéry, catedrático de Historia del Dogma en la Sorbona de París,

en el año de 1022 el Rey Roberto ordena la ejecución en Cerdeña a los discípulos de


Vilgardo, un hereje de Ravena, y son quemados en Orleans, los trece cathari, surgien-
do así la primera intervención del brazo secular.

214
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

En Francia, Italia, Alemania e Inglaterra, los herejes son ejecutados, en la hoguera o


por estrangulación, sin intervención directa de la jerarquía religiosa.
En Goslar, Asti, Milán, Lieja y Colonia continúa el acoso a los cosmáticos, con la
oposición de los obispos, que hacían eco a una tendencia anterior manifestada por
padres de la Iglesia tan importantes como San Agustín, San Martín de Tours, San
Ambrosio, San León, San Juan Crisóstomo y San Bernardo; tendencia que cambió
cuando los Papas Alejandro III, Lucio III, e Inocencio III, acataron las presiones de em-
peradores y reyes, para imponer castigos que llegaban frecuentemente a la pena de
muerte en localidades como Estrasburgo, Cambrai y Troyes.
De acuerdo con la Biblia, en el Deuteronomio existen preceptos legislativos contra
el servicio a dioses ajenos o de pueblos vecinos

Si en alguna de las ciudadades que tu señor Dios te dará para habitar, oyeres a
algunos que dicen: De tu señor han salido unos hijos de Belial y han pervertido a los
vecinos de su ciudad, diciendo: Vamos y sirvamos a dioses ajenos que vosotros no
conocéis, infórmate con cuidado, y averigua bien la verdad del hecho, si hallares ser
cierto lo que se dice, y que efectivamente se ha cometido una tal abominación, inme-
diatamente pasarás a cuchillo a los moradores de aquella ciudad y la arrasarás con
todas las cosas que en ella haya, hasta las bestias. Y todos los muebles que hubiere los
juntarás en medio de sus plazas y los entregarás a las llamas a una con la misma
ciudad, de manera que todo se consuma en honor del señor Dios tuyo; y quede como
un sepulcro sempiterno...

Si un hermano tuyo, un hijo de tu madre, si tu hijo o tu hija, o tu mujer que es la


prenda de tu corazón, o el amigo a quien más amas como a tu misma alma, quiere
persuadirte, y te dijere en secreto: Vamos y sirvamos a los dioses ajenos no conocidos ni
de ti ni de tus padres, dioses de las naciones que te rodean, vecinas o lejanas, de un
cabo del mundo a otro, no condesciendas con él, ni le oigas, ni la compasión te mueva
a tenerle lástima y a encubrirle. Sino al punto le matarás; tú serás el primero el alzar
la mano contra él, y después hará lo mismo todo el pueblo. Muera cubierto de piedras;
por cuanto intentó apartarte del señor Dios Tuyo...” (Deuteronomio, cap. XIII, V.
12 al 16). Basándose en dicho precepto el pueblo de Israel mató por lapidación a
San Esteban por haberse alejado de Jehová para seguir las enseñanzas de Cristo.

La Inquisición Española
La práctica de castigar la herejía viene de tiempos muy antiguos, los herejes proceden-
tes de Tracia y Bulgaria llegaron a Italia, Orleans y Aquitania y en el sur de Francia,
donde surgió la iglesia de Albi, dando lugar a los denominados albigences, que al huir
de la inquisición se refugiaron en España, donde dicha institución no tuvo gran

215
HUIZACHTEPETL

importancia durante la Edad Media, según Alphondéry porque esa nación “había sido
sucesiva o simultáneamente arriana con los visigodos, católica con los hispano-roma-
nos, musulmana por conquista, y el judaísmo se había desarrollado bajo un régimen de
paz religiosa”.
En el siglo XIII las antiguas doctrinas maniqueas amenazaban la estructura monolítica
del cristianismo, por lo que el Papa Gregorio IX estableció una institución eclesiástica
para combatir y castigar a quienes pretendían socavar la fe, fundando la Inquisición
Monástica en 1231, utilizando decretos imperiales de Federico II, nombrando a frailes
de las órdenes franciscana y dominica como los primeros inquisidores.
En virtud de la Bula Declinante, fueron enviados inquisidores al reino de Aragón el
26 de mayo de 1232.
En Castilla, donde no existió el tribunal medieval, al casarse Fernando de Aragón
con Isabel de Castilla, se solicitó al papa Sixto IV la formación de una Inquisición de
carácter Nacional, el que la autorizó el 1° de noviembre de 1478, y el 17 de septiembre
de 1480, la orden dominica comenzó el trabajo de extirpar la herejía, a la vez que se
daba paso a un proceso tendiente a lograr una unidad política y el establecimiento de
una ortodoxia religiosa frente a un gran número de judíos cuya conversión al cristianis-
mo se ponía en duda, llamándoseles “marranos” y a los moros conversis “moriscos”
grupos que caían en la herejía cuando retornaban a sus antiguos ritos ancestrales, sien-
do expulsados al terminar la conquista militar con la toma de Granada en 1492, mis-
mo año en que Cristóbal Colón llegaba al Nuevo Mundo.
Para lograr los objetivos, se fundó el real Patronato Español, mediante el cual el
Papa le concedía injerencia sobre ciertas áreas de las funciones eclesiásticas, en obse-
quio a las empresas de reconquista.
El funcionario principal de la Inquisición Española era el “Gran Inquisidor” llama-
do más tarde “Inquisidor General” nombrado por la corona y confirmado por el Papa,
quien creaba tribunales provinciales cuando lo juzgaba necesario.
Se formó el “Consejo de la Suprema y General Inquisición”, órgano del estado
Castellano, para auxiliar al Inquisidor General en todos los asuntos de la fe. Existían
cinco consejeros nombrados por el inquisidor con aprobación Real.
Para lograr la unidad religiosa todos los españoles y extranjeros residentes, que se
bautizaran como católicos, estaban sujetos al inquisidor y a la suprema, donde se veían
las desviaciones de la ortodoxia: herejía, brujería, blasfemia, bigamia, inmoralidad y la
censura a escritos tanto a mano como impresos.
La suprema exigía “limpieza de sangre” a los candidatos a ocupar los nombramien-
tos de la corona, y trataba de mantener fuera de las colonias a cualquier persona consi-
derada sospechosa.
En el siglo XVI, Lutero fue tenido como el gran enemigo de la iglesia española, al
igual que algunos grupos erasmistas que estaban en el límite de la ortodoxia, siendo
perseguidos como traidores y fomentadores de descomposición social.

216
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

La Inquisición en el Nuevo Mundo


La Bula Intercoetera expedida por el Papa Alejandro VI, el 4 de mayo de 1493, conce-
día a España y Portugal el dominio territorial de las tierras recién descubiertas, con el
objetivo básico de propagar la religión católica entre los naturales.
El Cardenal Ximenez de Cisneros, Inquisidor General de España, delegó sus faculta-
des de inquisidor en los obispos de indias, con el fin de preservar la fe y vigilar a los judíos
y moros conversos, según se asienta en un documento fechado el 22 de julio de 1517.
El 7 de enero de 1519 el Inquisidor General Alonso Manrique, delegó su autoridad
en el obispo de Puerto Rico Alonso Manzo, y en fray Pedro de Córdoba Viceprovincial
de la Orden Dominica en las Indias.

La Inquisición en la Nueva España


El juicio más antiguo de la inquisición mexicana se remonta a 1522, cuando se enjui-
cio por concubinato a un indígena de Texcoco llamado Marcos.
En 1523 se emitieron dos edictos, uno en contra de los herejes y judaizantes y otro
contra las personas que de palabra u obra, cometieran actos pecaminosos.
Fray Martín de Valencia fue el primer fraile con facultades de inquisidor en virtud
de la Bula Omnímoda.
En 1526 el dominico Tomás Ortíz, tomó el cargo de Comidario del Santo Oficio,
pero se retiró casi inmediatamente a España, dejando a Domingo de Betanzos como
principal de la orden y, por lo tanto, inquisidor.
En 1528 Betanzos fue a Guatemala para establecer su orden en esa localidad, que-
dando a cargo de ella fray Vicente de Santa María, quien en su periodo tiene de notable
para el caso que nos ocupa el enjuiciamiento a un escribiente que incitaba a los indíge-
nas a practicar la idolatría.

La Inquisición en el periodo de fray Juan de Zumárraga


En 1527 se erigió el Obispado de México. El primer obispo, Zumárraga, tomó el
puesto de inquisidor como juez eclesiástico ordinario, cuando el 27 de junio de 1535,
Alonso Manrique, inquisidor General de Sevilla, lo designa inquisidor apostólico. Fray
Juan organizó su tribunal que entró en funciones el 5 de junio de 1536, con la ayuda de
tres secretarios: Miguel López de Legazpi, Martí Campos y Diego de Mayorga; como
fiscal quedó el doctor Rafael de Cervantes. A Agustín Guerrero se le designó tesorero.
Nuncio: Cristóbal de Canego; receptor: Martín de Zavala; alguacil: Alonso de Vargas,
Juan Rebollo era juez oficial en las ausencias de Zumárraga. Como intérpretes o
nahuatlatos, fungían fray Bernardino de Sahagún, Alonso de Molina, Motolinía, y
Francisco de Maldonado, entre otros.

217
HUIZACHTEPETL

La idolatría después de la Conquista


De acuerdo con Motolinía, los españoles toleraron la idolatría de 1521 a 1524, año en
que se comenzaron a confiscar y destruir los ídolos, que eran ocultados debajo de los
altares y cruces, para en realidad venerar al demonio, colocado también sus ídolos en
lugares como bosquesillos o colinas y cumbres de montañas, y en sitios “que incitaban
al grato reposo”.
Los indígenas recién bautizados siguieron con sus ritos antiguos, ya que como decían,
estaban “nepantla” (en medio) y eran “plantas nuevas en la fe”, hecho que hacía opinar a
muchos sobre la conveniencia de no tenerlos sujetos a la jurisdicción del Santo Oficio.

El virrey don Antonio de Mendoza y la idolatría


Desde su llegada a la Nueva España, don Antonio manifestó su preocupación contra
los herejes, apóstatas e idólatras, sobre todo cuando consideró que los indígenas debe-
rían ser sometidos a severos castigos para que olvidaran sus añejas prácticas.
El 10 de junio de 1539 auxiliado por los oidores Tejada y Santillán, publicó unas
ordenanzas bajo la forma de “provisión real”, que fueron pregonadas a los indios en sus
pueblos, dando lugar a una cadena de denuncias.

Primeramente ordenamos y mandamos que a los indios de esta Nueva España así a
los que están en nuestra real cabeza como encomendados en personas particulares se
les dé a entender, digan hagan saber que han de creer y adorar en un solo Dios verdade-
ro, y dejar e olvidar los ídolos que tenían por sus dioses y adoraciones que hacían a
piedras y al sol y a la luna, o a otra cualquier criatura y que no hagan ningunos
sacrificios ni ofrecimientos a ellos, con apercibimiento que el que lo contrario hiciere, si
fuese cristiano, averiguándose ser verdad algunas cosas de ello, mandaremos y por la
primera vez le sean dados luego cien azotes públicamente y le sean cortados los cabellos;
y por la segunda vez sea traídos ante los dichos nuestro Presidente y Oidores con la
información que contra él hubiere, para que se proceda contra él conforme a justicia...

Iten. Si alguno no quisiere ser cristiano, que no le admitan ni reciban a oficio


alguno ni dignidad en él tal pueblo ni en otro; y si dejare de serlo por tenerlo en poco,
dando mal ejemplo a los que lo son o quisieran ser, que lo azoten e trasquiles; e si
contra nuestra religión cristiana algo dijere o publicare, sea traído preso ante los di-
chos Presidente y Oidores de la dicha nuestra Audiencia con la información para que
sea gravemente castigado.

Iten. el indio o india, que después de ser bautizado idolatrase o llamare a los demo-
nios, ofreciéndoles copal o papel, o otras cosas, por la primera vez sea preso y luego lo

218
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

azoten y trasquilen públicamente; y por la segunda será traído como dicho es a la


nuestra Audiencia con la información que contra él hubiere.

El juramento de Antonio de Mendoza


Yo don Antonio de Mendoza, Visorrey e Gobernador de esta Nueva España e Presi-
dente de esta Real Audiencia, e nos los Oidores de esta dicha Real Audiencia e alcal-
des, alguaciles mayores y menores, regidores caballeros, escuderos, y hombres buenos,
vecinos y moradores de esta gran ciudad de Tenoxtitlan México e de otras cualquier
ciudades, villas e lugares de esos reinos de la Nueva España que presentes estamos,
como verdaderos e fieles cristianos e obedientes a la Santa Madre Iglesia, juramos y
prometemos por Dios y por Santa María y por la señal de la cruz y por los santos
evangelios que delante de nosotros e cada uno de nosotros están puestos, que tenemos y
guardaremos e haremos tener y guardar la santa fe de Nuestro Señor y Redentor
Jesucristo e lo que la Santa Madre Iglesia de Roma tiene cree, predica y manda. E que
esta santa fe con nuestras fuerzas todas defenderemos en tal manera, que los herejes y
los creyentes e defendieren, recibieren e empararen sean penados e castigado, e así
mismo los disfamados y sospechosos del dicho crimen de la herejía e apostasía persegui-
remos e tomaremos e haremos tomar e prender en cuanto pudiéramos e nuestras fuer-
zas bastaren, e que los acusaremos e denunciaremos a la Santa Iglesia e al Señor
Inquisidor donde quiera que estuviere mayormente, siendo nosotros e cada uno de
los requeridos e que no les daremos ni cometeremos ningún oficio ni beneficio a las
dichas personas pestíferas, sospechosas e disfamadas del dicho deliton de la herejía, e que
nos los recibieramos en ni los tenemos en nuestra familia ni en nuestro servicio, ni
tomaremos consejo de ellos ni de alguno de ellos sabidamente; e si por, ventura algunos
de nosotros por ignorancia hiciere lo contrario de lo suso dicho, después que a nuestra
noticia viniere luego le repeleremos y alanciaremos de nosotros al tal hereje; y en todas las
cosas que al oficio y ejercicio del Santo Oficio de la Inquisición y ministros de él perte-
nezcan y convengan, seremos obedientes a Dios Nuestro Señor y a la Santa Iglesia de
Roma, y al reverendo Señor Inquisidor, así con nuestros oficios como con nuestras perso-
nas, e ansí nos ayude Dios e estos santos evangelios e la cruz que ante nosotros tenemos.

Zumárraga y los ocultadores de ídolos


El 28 de febrero 1536, a un mes escaso de que Zumárraga estableciera su tribunal, un
español llamado Lorenzo Suárez, encomendero de Tonacapan en el actual estado de
Hidalgo, denunció a dos indígenas Tocátetl y Tlaníxtel, vecinos de dicho pueblo por
ser sacerdotes paganos y tener nueve ídolos ocultos.
Por medio de un interprete Otomí, admitieron practicar sacrificios dirigidos a
Tláloc, dios de la lluvia, para mitigar una gran sequía en la región, además de cobrar

219
HUIZACHTEPETL

tributos para sus deidades y consintieron en que casi todos los caciques tenían ídolos
ocultos.
Se les llevó montados en un burro por las calles de las ciudades de México y Tlatelolco,
proclamando sus faltas en español y otomí; parte de los ídolos fueron quemados públi-
camente en Tlatelolco y la otra mitad destruidos en el tianguis de México.

Los procesos de 1539


Las ya mencionadas ordenanzas del Virrey Mendoza, del 10 de junio de 1539, fueron
pregonadas no una vez, si no tres veces en el año, dando como resultado cinco denun-
cias ante la Inquisición con su correspondientes procesos.
1. El 20 de junio, Mateos, un indígena pintor, denuncia a Miguel Pochtecatl Tlaylotla
2. El 22 de junio, Francisco, natural del pueblo de Coconauhtla, denuncia a don Carlos
Chichimecatecuhtli, también conocido como Ometochtzin, cacique de Texcoco, nie-
to de Netzahualcoyotl, e hijo de Netzahualpilli, provocando una cacería de ídolos en
la región Acolhua, supervisada por el Gobernador don Lorenzo Luna, quien era her-
mano natural de don Carlos, y que finalmente fue quemado, dando lugar a innume-
rables críticas, propiciando la destitución de Zumárraga como inquisidor apostólico,
siendo substituido por el famoso Visitador General, Francisco Tello de Sandoval.
3. En el mes de septiembre, Zumárraga al parecer tenía información de que algunos
ídolos mencionados en el proceso de Miguel Tlaytlotla, parecían estar ocultos en el
pueblo de Ocuituco, por lo que envió a su visitador especial, Juan González, a
investigar, quien descubrió que el cacique de dicho pueblo, conocido como don
Cristóbal, su esposa Catalina y su hermano Martín ocultaban ídolos.
4. En el mismo mes de septiembre, el día 13, Tlilanci, indígena del Pueblo de Izucar,
en el hoy estado de Puebla, fue procesado por el cura del pueblo y comisario del
Santo Oficio, fray Hernando de Oviedo, por ocultar ídolos en unas cuevas.
5. Por último en diciembre de 1539, en un proceso íntimamente ligado con el denun-
ciado por el indio Tlahcuilo, don Baltazar, cacique del pueblo de Culhuacán, en la
actual delegación Iztapalapa, compareció ante la Inquisición, acusado de que dieci-
séis años antes había ocultado en el cerro Huizachtepetl, hoy conocido como de la
Estrella, los ídolos del templo de Huitzilopochtli. De estos dos casos nos ocupare-
mos a continuación.

Idolos del Templo Mayor


Denuncia de hechos:
El viernes 20 de junio de 1539, estando en audiencia el Santo Oficio, fray Juan de
Zumárraga, primer obispo de la ciudad de México e Inquisidor Apostólico contra la
herética pravedad y apostasía, dijo

220
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

por cuanto a su noticia es venido, porque de ello le dio relación Mateos, indio pintor
de México, que cuando esta Ciudad se tornó a ganar, los ídolos que en ella había, en
el cu del Ochilobos (templo de Huizilopochtli) de esta Ciudad con otros muchos
demonios que ellos adoraban, los quitaron del dicho cu y llevaron a casa de Miguel,
indio vecino asimismo de México, y porque si los dichos ídolos se hallasen, sería muy
gran servicio de Dios y bien de los naturales de estas partes, y se cree y tiene por cierto
que se desarraigaría y empezaría más de verdad a desarraigar su infidelidad e idola-
tría porque teniéndolos allí se presume tener el corazón más allí que a la verdad de
nuestra santa fé y donde deben, mando que en este Santo Oficio se haga de ello
información para punir e castigar a los que lo han encubierto o tienen o saben de ellos
y no lo han venido a decir siendo xpianos batizados, o aquellos que lo fueren.

Testimonio del indio pintor


El mismo día declaró el acusador, Mateo indio pintor natural y vecino de la ciudad
de México, por medio del intérprete fray Alonso de Santiago, probablemente Alonso de
Molina, quien mucho tiempo residió en el claustro de Santiago Taltelolco, quien
asentó:

declara es hijo de uno que se decía Atolatl, vecino de esta Ciudad de México, que fue
muy privado de Moctezuma y persona a quien el dicho Moctezuma daba parte de sus
secretos, y que el dicho su padre tenía un ídolo envuelto en que adoraba, muy pesado
que nunca lo desataban, sino que lo adoraban y que ninguno había que fuese muy
principal lo desataba, por reverencia que le tenía y porque decían que quien lo desa-
tase se moriría; y que éste envoltorio el dicho su padre lo llevó a Escapuzalco,
(Azcapotzalco), a casa del cacique de allí en el tiempo que se ganó esta Ciudad de
México de los xpianos, y lo puso en casa de aquel cacique que se decía Ocuicin,
(probablemente, Oquichtli: hombre marido), a donde lo tuvieron cierto tiempo en
mucha veneración encubierto; e que sabe más, que el dicho Señor cacique de
Escapuzalco y un principal suyo, que se dice Tlilanci, (quizá derivado de Tlilatl:
Abismo profundidad de las aguas y esotéricamente se daba este nombre según Remi
Simeón, a “el agua conservada en jarras cubiertas con tablas o con vasijas vidriadas,
colocadas en el templo dedicado al dios de la medicina”), que dieron a su padre de este
testigo a guardar otros cuatro ídolos que se decían el uno Ciguacuatl, (Cihuacoatl:
mujer serpiente) y otro Tespuchtl, (Telpochtli: joven. Según Sahagún, “Se daba tambien
este nombre al dios Tezcatlipoca, quien era siempre representado bajo la forma de un
joven”) Espa y el otro Tlatlauque Tezcatepoca, (Tlatlahuhqui: rojo enrojecido) y el
otro Tepegua, (Tepehua: Dueño de los Montes, ) y que este testigo y un hermano suyo
que se dice Pedro decían entre sí, “¿de donde han traído estos Señores estos ídolos?”;
y que en este estado estuvieron los dichos ídolos en el dicho pueblo de Escapuzalco un

221
HUIZACHTEPETL

año, poco más o menos; y que allí los iban a adorar y a ofrecer copal mandado de los
caciques de Escapuzalco.

El viaje con Cortés a la Hibueras


El comisionado de Moctezuma y Ocuicin, cacique de Azcapotzalco y su principal
Tlilanci, fueron con Cortés a Honduras donde murieron.

…y que en este tiempo fue el Marqués, Capitan a la sazón de los xpanos, á la provin-
cia de Gueymula y llevó consigo al cacique de Escapuzalco y á su principal Tilanci, su
padre de este testigo: antes que se fueses los dejaron muy encargados los dichos ídolos;
y que el dicho su padre murió estando el dicho Marqués en la dicha guerra de
Gueymula, é que después vino nueva como el dicho cacique de Eszapuzaco y el dicho
Tlilanci eran muertos en la guerra de Gueymula, é que entonces, un viejo que se decía
Nahueca, dixo á este testigo y á su hermano: “¡pobres de vosotros, ya sabéis cómo el
cacique de Escapuzalco y Tlalancia é vuestro padre son todos muertos;“porque el dicho
Nahueca era principal viejo y que tenía cargo de las cosas de Tlilanci, dixo á este
testigo y á su hermano: “ya sabéis que tenemos estos dioses á cargo; guardémosles para
si en algún tiempo nos los demandaren los Señores;” é que en este tiempo mandaba en
México un Señor que se decía Tlacuxcalcatl Nanauaci, y este principal y el señor de
Tula, que se decía Yxcuecueci, enviaron una noche por los dichos ídolos a Escapuzalco
con dos indios que se decían, el uno Coyoci y el otro Calnahuacatl, los cuales fueron al
dicho Nahueca, que los Señores de México en Tula pedían los dichos ídolos, y el dicho
Nahueca lo dixo, á este testigo y á su hermano, cómo venían por los ídolos, y ellos
dixeron que los truxieron, y este testigo y su hermano vinieron con ellos y los llevaron
en esta Ciudad á casa de Puxtecatl Tlaylotla.

A continuación el indio pintor relata cómo llevaron incienso y tortillas a los ídolos para
adorarlos, y diez días más tarde Coyoci le dijo “aquellos ídolos que truximos ya no
están allí, ¿á donde los han llevado?” y que el pintor le respondió que no sabía, ni lo
supo ni nunca más los vio y que es todo de lo que se acuerda porque en aquel tiempo
era muy niño.

Declaración de Pedro, indio vecino de México


Corrobora la declaración de su hermano Mateo, estando presentes como intérpretes
Fray Alonso de Santiago y Juan González

cuando los cristianos tomaron esta Ciudad de México, se acuerda este testigo que su
padre, que se decía Tlatolatl, se huyó de esta Cibdad con un ídolo que decían que era

222
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

el dios de los mexicanos muy antiquísimo (Huizilopochtli) y le dieron cuatro ídolos


otros á guardar que se decían Tescatepocal y Ciguacuatl, y Telpuchtl, Tepegua, y le
dixeron que los guardase todos” prosigue con la muerte de los Señores en el viaje con
Cortés, cómo los ídolos fueron llevados a México por Tlacuxcalcatl Cinaguacaci, a
casa de Miguel Puchtecatl y como Coyoci les informó que ya no estaban allí, agregan-
do que “habra un año que su Señoría (Fray Juan de Zumárraga) fue a Toluca a
confirmar, e les dixo é predico que todos los que supiesen de algunos ídolos lo viniesen
a decir... y lo vino a decir para que su ánima se salve.

Declaración de Miguel Puxtecatl Tlayotla


Por medio del clérigo intérprete Juan González, dijo que era natural del barrio de San
Juan, cristiano bautizado hace más de veinte años, que no conocía Tlatolatl, pero sí a
Cinahuaci y a Tlacuxcalcatl Nahuaci, Señor de México, y que no sabe de si dicho señor
envió por ídolos, pero “que los dichos Coyoci y Acalnahuacatl truxieron una noche a la
posada de este testigo cinco envoltorios de ídolos; que este confesante no supo que eran
ídolos, más de cómo los truxieron cubiertos de una estera”, que el Señor de México fue
a su casa a ofrecerles incienso y copal, y que al cabo de diez días se los llevaron no sabe
a dónde.

Fue preguntando cuál es la causa que la primera vez que le preguntaron si sabía de los
dichos ídolos, ó si había estado en su posada, dixo que no lo sabía y negó que no habían
estado en su casa, y desde que supo que había testigo vino a confesar la verdad que
habían estado en su casa, dixo que no se acordaba en la primera vez, y después como
vido la escritura (el códice) y se acordaron, le vino a la memoria lo que había pasado.

Nombramientos de fiscal y defensor


El viernes primero de agosto de 1539, estando en la audiencia el Juez Comisario del
Santo Oficio, Juan Rebollo, por ausencia de Zumárraga, se nombró fiscal a Cristóbal
de Canego, y en virtud de que Miguel “es indio y persona ignorante de las leyes y
derechos, é no quede indefenso

se dio por defensor a Vicencio Riverol, Provisor de causas que al presente estaba.

Los profetas antiguos


El catorce de octubre de 1539, comparece el indio Fransisco, natural del pueblo de
Chiconauhtla, quien por medio del intérprete Alonso Mateo “dixo que un indio que se
dice Tocoal, vecino de esta Ciudad de México, en el barrio de San Pablo, y Culoa,

223
HUIZACHTEPETL

Totepeu, y Cihuateque paneca, y Chachicinayotecal, y Culua Tlapisque, y Achicatl,


indios naturales de México, son todos ellos profetas, y éstos saben de todos los de la
tierra y donde están, porque ellos lo salían saber; y que esto es público e notorio”.
El mismo día acuden a testificar los indios Miguel y Martín, alguaciles del mismo
pueblo, quienes ratifican la declaración de Francisco “que los susodichos todos eran pro-
fetas, y que ellos sabían y saben de todos los ídolos de esta tierra, porque no lo pueden
saber otros mejor que ellos por ser como son profetas, y que Moctezuma se regía por su
consejo de ellos en las cosas de sus dioses”.

Declaraciones de Culoa, Achacatl, María y Juana,


respecto a los ídolos
El 24 de octubre de 1539, Culoa Tlapisque, natural del barrio de Santa María, de
cincuenta y siete años, dijo que era profeta “y tenía la cuenta de los demonios y cargo
de hacer las cosas que para ellos era menester, é que oyo decir a Tomolo, difunto, que
era del mismo oficio que este confesante, que Palacatl, y Cuzcasuchatl, e Izcuen, y
Cocacal, indios vecinos de México, que andan con Diego, Señor de México, (Diego
Panitzin, Gobernador de México-Tenochtitlan) tienen y guardan á los dichos ídolos,
porque sus padres de ellos los solían tener y guardar, y ellos, despues de la muerte de sus
padres sucedieron en la guarda de los dichos ídolos y los traen é tienen junto a Tula.

Diego Panitzin discute en Azcapotzalco


sobre si se les debían dar los ídolos a los frailes
…otro si, dixo: que puede haber ocho ó diez años, poco más o menos, que estando en
el pueblo de Escaízalco este que declara y don Diego, Señor que ahora es de México, y
Achacal, principal, y otros tres principales, platicando sobre que los padres habían
prehendido á un principal sobre que diese el ochilobos, (Huizilopochtli) dixo el dicho
don Diego que le parecía que debían dar el ochilobos á los frailes: que les parecía; y el
Achacatl, principal, dixo que no se debía dar, é que en ninguna manera no se les
diese; y así determinaron que no se les debía dar ni diese é que así no se les dio, e que
este que declara oyó decir al dicho Achacal, podrá haber siete años: “ya he visto á mi
Dios por los ojos, y está en Tepuchcalco, en Temascaltitlan, porque allí lo guardan; é
asimismo dixo: que el dicho ochilobos tenía cuatro mantas de muy ridos Chalchuyes,
(chalchihuitl: piedra preciosa) transparentes, las cuales dichas mantas tenían é guar-
daban Coautlayautl y Tomicao, indios vecinos de México, que son ya difuntos, y que
sus mujeres é hijos de los dichos indios tienen las dichas mantas, porque este testigo
vido las dichas mantas en poder de los dichos Coautoyautl y Tomecao, indios y que se
busquen las dichas mantas, y que este confesante las conocerá, y que esta es la verdad
y lo que de este caso sabe.

224
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

A continuación declaró Achacatl, indio principal de México, de cincuenta y cinco


años, bautizado hace un año, a quien le preguntan si es verdad que hace ocho años
intervino en Ecatepec (anteriormente se dijo en Azcapotzalco) en una plática con don
Diego, Señor de México, negando que tal cosa había pasado, se le pide que recorra bien
su memoria y que si lo dijese será galardonado.

Declaración de María, mujer de Martín, indio mercader


El día primero de noviembre del mismo año, declaró María, india natural de México,
quien dijo ser esposa de Martín, indio mercader, y que junto a su casa había un merca-
der de nombre Cuix “el cual tenía un ídolo que se decía Chinanquiactl Malinci, ente-
rrado en su casa, e que puede haber siete ó ocho años después de ser muerto Cuix
mercader, vinieron a la dicha casa Yxcoa y Yautl Xacopalanque, indios, y el dicho
Xacopalanque cavó donde estaba enterrado el dicho ídolo, y lo sacaron, y los dichos
Yxcoa y Yautl lo tomaron y lo llevaron no sabe á donde, más de que en presencia de esta
que depone lo sacaron y llevaron, y señaló el bulto del ídolo ser de una vara de medir,
de grande, poco más o menos, y que estaba envuelto y no vido de qué era el dicho
ídolo, y que cuando lo sacaron estaba presente otra india que se dice Xococi y un indio
que se dice Mautiloque”.
Juana india ratificó lo dicho por María, aceptando haber presenciado los hechos.

Acusación del fiscal Cristóbal de Canego


El 5 de agosto del mismo año, el anuncio del Santo Oficio, Xtobal de Canego acusa
criminalmente a Miguel Puctecatl, de que “con poco temor de Dios y en gran peligro
de su ánima, ha tenido encubiertos los ídolos más principales y más antiguos que solían
estar en los ochilobos de esta Cibdad de México... y no los ha querido dar ni descubrir,
puestos que ha sido requerido y amonestado muchas veces perseverando en su perti-
nencia idolatoría... en lo cual el dicho Miguel, allende de las penas en derecho estable-
cidas, ha cometido muy graves y atroces delitos, por los cuales debe ser castigado grave
y atrozmente, condenándole como á idólatra, sacrificador y guarda de demonios, y si
necesario fuese relaxándolo al brazo seglar, y haciendo en su persona y bienes todos los
autos y sentencias y castigos que en tal caso se requerían”.
El reverendisimo señor inquisidor Zumárraga mandó dar traslado de la acusación
a Vicencio Riverol “defensor de la otra parte”, quien el veintidós de agosto da res-
puesta diciendo que la acusación “no procede ni de derecho se debe recibir... porque
no contiene día cierto, ni mes ni año, ni las otras solemnidades que de derecho se
requieran en semejantes acusaciones, é porque no concluye delito... caso negado que
lo contenido en la dicha acusaciones procediese, no sería en tiempo” alegando ade-
más que en esa fecha no estaba bautizado ni vivía como cristiano, y que cuando los

225
HUIZACHTEPETL

ídolos los llevaron a su casa estaban envueltos y atados, sin saber lo que eran, y que no
podía dar aviso al Capitán (Hernán Cortés) ni había obispo ni inquisición en esa épo-
ca, “mediante lo cual yo soy sin culpa de lo que se me pide, y en caso que alguna se me
pudiere imputar será de negligencia é omisión, y esto se tiene por muy liviano caso en
los de mucho tiempo convertidos; é si necesario es, para limpiar alguna mácula ó
escrupulo de mi conciencia, pido misericordia” agrega que se debe respetar la calidad
de su persona, y que los testigos sólo hablan de oídas y eran sus enemigos capitales,
pide se le de por libre y le declaren buen cristiano, y “ser recibido a pruebas”.
El 26 de agosto el defensor Vicencio Riverol, introduce un escrito en el que Miguel
solicita hablar con algunos indios que desea presentar como testigos de cargo, el 29 del
mismo mes se le contesta en forma negativa dándose “el pleito por concluso... les dio é
asignado término de treinta días” para presentar su defensa.

Nombramiento a fray Bernardino de Sahagún como interventor


El 2 de septiembre insiste en que se permita a Miguel hablar con indios y españoles
para establecer su defensa, y que se nombre a un religioso de San Francisco “que
estuviese presente al tiempo él negociase” lo que era urgente “porque de la dilación
recibe perjuicios”.
El mismo día se nombra para tal efecto a fray Bernardino de Sahagún, “lector del
colegio de Santiago, y no a otro” por lo que se infiere que el defensor Riverol había
realizado arreglos previos.
El 22 de septiembre Mateo, el indígena pintor, y su hermano Pedro, ratifican su
declaración anterior agregando que no saben nada nuevo.

Interrogatorio para la probanza de los testigos de descargo


Un día después, Riverol proveyó por escrito seis preguntas muy bien meditadas para
examinar a los testigos de descargo, en presencia de fray Bernardino.
El 8 de noviembre, el defensor pide “que para hacer su probanza tiene necesidad de
otros quince días de tiempo... y pide justicia”. Zumárraga alega que “no ha lugar”.
El 9 de noviembre, se pide que el proceso siga abierto y la presentación de testigos de
la defensa cuya lista se ha entregado al intérprete, respondiendo el Inquisidor, que no ha
lugar. El 11 de noviembre el fiscal pide se dé por terminado el juicio y se dicte sentencia.

Sentencia de tormento y oposición del defensor


El viernes 30 de enero de 1540, se falla “que para mejor saber la verdad del delito de
que es acusado el dicho Miguel Tlaclatlauloci, le debemos de condenar é condenamos
á que sea puesto á cuestión de tormento”.

226
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

Miguel dice que la sentencia es injusta ya que no se le ha probado nada y los testigos
son hombres viles y no cristianos, solicitando además “apelación remota” y que ésta se
mande a España en el primer navío.
El 13 de febrero de 1540, se le informa que la apelación es otorgada, pero se da el
proceso por concluso.
El 16 del mes de marzo, Miguel se desiste de la apelación y consiente en que se le
atormente, solicitando se suspenda la ejecución por estar enfermo y correría mucho
peligro su vida.

Tormento al indio Miguel Tlaylotla


El 21 de mayo, estando presente el intérprete Pedro de Molina, le dan tormento a
Miguel por medio del burro (el potro), desnudo y atado le dan vuelta a los garrotes por
tres veces, y también es sometido al tormento de agua, contestando “que le maten ó
hagan de él lo que quisieran, porque no tiene otra cosa que decir” por lo que lo desata-
ron en virtud “que el dicho Miguel es viejo y flaco” reservándose el derecho de volverlo
a atormentar.

Reclusión en el monasterio de San Francisco


bajo la vigilancia de fray Pedro de Gante
El después de lo susodicho día, su Señoría Reverendísima, visto el dicho tormento,
dixo: que mandaba é mando que el dicho Miguel Tlaylotla sea entregado al Padre
para que esté recluso en el monasterio de San Francisco de esta Cibdad, para que ellí
sea ilustrado en la cosas de nuestra santa fé, y estando allí recorra su memoria, y
pesquise que se hicieron los dichos ídolos y donde están y lo manifieste y declare en este
Santo Oficio, y que no salga del dicho monasterio sin su licencia y mandado.

El códice “de cómo ocultaron los ídolos del Templo Mayor


de la Ciudad de Mexico-Tenochtitlan”
El códice original está manufacturado en una sola hoja de papel de maguey, consigna-
do en pinturas jeroglíficas a varios colores, y con un texto caligráfico explicativo en
lengua castellana y glosas en náhuatl. Su importancia radica en que nos muestra una
representación de los bultos de las deidades del templo mayor, dibujadas por un indio
pintor que sobrevivió a la conquista y tuvo oportunidad años más tarde de tenerlas a la
vista, además de haber sido usado como denuncia de idolatría ante la Inquisición. En él
vemos representados los envoltorios de los cinco ídolos en cuestión. En la parte iz-
quierda tenemos el envoltorio más pequeño, correspondiendo a Huitzilopochtli, con-
tenido en una red o matlatl (matleyehua: hacer una cosa en forma de red), en la parte

227
HUIZACHTEPETL

superior una glosa en náhuatl lo identifica (Vicilopochtli), debajo del bulto se aprecia
la cabeza de un individuo con los ojos cerrados para significar su fallecimiento, y una
glosa que dice: Tlatolatl, de quien sabemos era “muy privado de Moctezuma, a quien
daba parte de sus secretos”. A continuación aparece el envoltorio de Cihuacoatl, (mu-
jer serpiente) diosa de Culhuacan, quien según Durán “tenía una boca muy grande
abierta y los dientes regañados, la llamaban la hermana de Huitzilopochtli”. De acuer-
do con Sahagún “También la llamaban Tonantzin... y fue la mujer que primero parió...
El Tloque Nahuaque creó un varón y una mujer, ella era Cihuacoatl, llamaban la tam-
bién Quilaztli... también le decian Tititl, siempre paría gemelos, se aparecía vestida de
blanco en la noche, voceaba y brahamaba[...] traía una cuna a cuestas, como quien trae
a su hijo en ella y se ponía en el tianquiztli entre las otras mujeres, y desapareciendo
deja ahí la cuna, y al mirar en ella hallaban un pedernal y decían que fue Cihuacoatl la
que lo dejó ahí”. Tenía en el Templo Mayor un edificio que se llamaba Tlillan (lugar de
la negrura), y su nombre se lo daban como título al vicegobernante de los mexica. De
su cabeza asciende una línea que conecta las cabezas de cuatro personajes mencionados
en la denuncia, hacia la derecha Tlilacin y Hoquicin se encuentra frente a frente y están
acompañados de la vírgula de la palabra para indicar que sostienen una conversación,
en medio de ellos entre guiones se observa el número 41. A la izquierda tenemos dos
cabezas, una con la glosa “Nahueca” y otro de incierta grafía. Después puesto de pie
aparece Telpochtli, con los brazos hacia arriba y pegados al cuerpo, notándose el cuello
más estrecho que la parte superior del cráneo. Su nombre significa “el joven” siendo
una advocación de Tezcatlipoca, que “por ser el verdadero dios, nunca envejecía, no se
cansaba y caminaba más aprisa que los otros dioses,[…] cuando venía a la fiesta del mes
Teotleco llegaba dos día antes”.
El cuarto bulto identifica por su glosa a Tlatlauhqui Tezcatlipoca (Espejo humeante
rojo), de acuerdo con las crónicas Tonacatecutli y su mujer Tonacacihuatl habitaban en
el treceno cielo, enjendrando cuatro hijos: Tlatlauhqui Tezcatlipoca que nació todo
colorado, Yayauqui Tezcatlipoca que nació negro y era el principal de los hermanos, el
tercero fue Quetzalcoatl y el cuarto Omiteotl, por otro nombre Inaquizcoatl, que nació
sin carnes o con sólo huesos en forma de esqueleto, “y a este adoraban los mexicanos
con el nombre de Huitzilopochtli”. Es de notar que al igual que Telpochtli, se le repre-
senta de pie.
El quinto ídolo “Tepehua” se encuentra sentado, sobre una cueva “oztoc”, de la cual
emergen las fauces de Tlaltecuhtli (el Monstruo de la Tierra), en la parte superior está
dibujado un atavío compuesto por una borla de plumas de la cual depende un manto
del mismo material, delante de él vemos lo que parece ser un instrumento de labranza
probablemente el usado para enterrar a los ídolos, el nombre en náhuatl nos indica que
es un coatopilli (bastón serpentino), consta de un palo mayor engarzado con otro de
menores dimensiones en forma de cuchillo, adornado en la parte alta con un colgajo de
plumas. A continuación está representada una banderola ritual (pantli) también

228
LOS DIOSES DEL TEMPLO MAYOR…

adornada con plumas. Olmos dice que Tepehua es el dios de los montes, sobre su
figura se encuentra una ave con pico de águila, sin relación aparente con la deidad.
Cinco individuos se observan en la parte derecha del códice, en la porción inferior,
el acusado “Pochtecatlaylotlac” con los ojos abiertos porque todavía estaba vivo, mien-
tras que las cuatro cabezas de la parte superior tienen los ojos cerrados como los muertos,
los dos primeros sostienen un diálogo y son “Tlacuccalcatl Onohuacatz y Ixcuecueci”,
en la parte media la grafía no nos permite identificar a otros dos individuos.
En el margen inferior izquierdo se lee una leyenda en castellano “Este es el padre de
Mateo y a éste dejó estos ídolos a guardar Hoquicin Azcapotzalco tlatoani y con el
Tlilatzin que era también gran principal”.

Dónde quedaron los ídolos del Templo Mayor


En un proceso paralelo y contemporáneo del que hemos venido siguiendo promovido
por la Inquisición (tomo 42 núm. 8) en contra de don Baltazar de Toquezcuauhyo,
indio Cacique de Culhuacan por ocultar ídolos, se tomó declaración a don Andrés, indio
del mismo pueblo, quien por lengua de Juan González, clérigo intérprete dijo: “Que
oyó decir a su primo Pablo, que en su lengua se dice Zua, que cuando los cristianos
vinieron, mandó Moctezuma llevar a Culhuacan las figuras de los ídolos de... espacio
en blanco.. (más adelante por otro declarante se sabe que eran Huitzilopochtli) y
Tezcatlipoca y Topilce (Quetzalcoatl), y que los escondieron en una cueva que se dice
Tencuyoc, y que nunca se han buscado ni llegado a ella, y que los llevó Axayaca, hijo de
Moctezuma.
Analizando la documentación, se llega a la conclusión de que los ídolos del Templo
Mayor fueron depositados en una cueva del cerro de Culhuacan, conocido como
Huizachtepetl en la época prehispánica y de la Estrella en la actualidad, donde deben
de encontrarse hasta nuestros días.

229
HUIZACHTEPETL

Bibliografía
Greenleaf, Richard E., Zumárraga y la Inquisición Mexicana, México, FCE, 1988.
González Obregón, Luis (ed.), Procesos de indios idólatras y hechiceros, Archivo General
de la Nación, 1912.
Nuttall, Zelia, L´evéque Zumárraga et les idoles principales du grand temple de México,
en: Jounal de Is Société des Americanistes, París, tomo XLI, 1911.

230
Cuatro categorías de piezas virreinales
en el Museo Fuego Nuevo,
Iztapalapa, Distrito Federal 1

John Joseph Temple Sánchez Gavito

Recordación

T uve la fortuna de participar en la primera fundación del museo que ahora disfruta-
mos, a principios de los años setentas del siglo pasado, haciendo el cedulario de las
piezas que por entonces mayoritariamente había donado Rafael Álvarez Pérez.
El recinto se localizaba en aquella época en una casona de tres plantas sobre lo que se
denominaba Avenida 5, y funcionaba en las dos primeras como una bien surtida biblio-
teca. En lo que venía a ser un amplio cuarto de servicio, en la azotea, se localizaba el
abuelo del actual museo.
Su modestia no impidió que fuera inaugurado por un grande de la literatura mexicana,
don Carlos Pellicer, quien fue atentamente invitado por la entonces delegada de Iztapa-
lapa, la profesora Martha Andrade de del Rosal. El escritor firmó el libro de invitados
distinguidos, con una bella dedicatoria.
Los materiales que la exhibición comprendía entonces eran exclusivamente pre-
hispánicos, recuperados de zonas cercanas a Iztapalapa por don Rafael, en una época en
la que no existía el control ni la ley que impedía el saqueo de sitios arqueológicos.
Sin embargo, durante las visitas que hice a su casa para hacer el primer guión
museográfico, observé que tenía en su casa muchos más objetos, algunos procedentes

1
Ésta es la versión para publicación de la conferencia que dio en el Museo del Fuego Nuevo el 31 de
enero de 1999.

233
HUIZACHTEPETL

del estado de Guerrero –tierra de su primera esposa, ya fallecida– los que hubieran
enriquecido sustancialmente la colección.
De todos esos materiales, no recuerdo haber visto alguno de los que a continuación
voy a proporcionar datos pertinentes a su cronología, distribución y contexto. Supongo,
sin tener bases para ello, que proceden de Iztapalapa o sus alrededores, lo que justifica
su presencia en el Museo del Fuego Nuevo.
No descarto el hecho de que es posible que él los obtuviera en otra parte, precisa-
mente por ser virreinales, o que los hubiera adquirido posteriormente.
Las categorías de objetos a las que alude el título de la presente publicación son, en
orden cronológico, los siguientes:
• Un tejolote de basalto
• Una vasija con incrustaciones de porcelana
• Una figurilla zoomorfa (toro)
• Dos cajetes pulqueros

Introducción
No ha sido fácil el estudio de los objetos virreinales. Su investigación seria empezó por
1960, y se intensificó a partir de los años ochentas. Actualmente, los cursos de Materiales
Arqueológicos que impartimos en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, no
se conciben sin el estudio profundo y serio de artefactos hechos después de la conquista
de México-Tenochtitlan.
Sin embargo, aún existen muchas trabas para asimilar con gusto la investigación
de temas novohispanos. El dolor causado por la conquista de México, el daño que
a veces involuntariamente hiciera la iglesia católica a nuestro país (sin incluir las
divisiones causadas por las religiones protestantes) y el liberalismo actual, que jus-
tifica mucho de su existencia a partir del denuesto del virreinato, han hecho que
consideremos como etapas gloriosas la prehispánica y la republicana, exclusiva-
mente, con una niebla intermedia, desconocida, vergonzosa y oscura, que es la
novohispana.
Nuestra etapa virreinal no es únicamente eso. Hay acontecimientos dignos de ser
retomados por habernos formado como los mexicanos mestizos que somos, de persona-
lidad universal. Gran parte de lo que nos ha formado no se explica sin conocer el
carácter de las personas e instituciones surgidas en el virreinato a partir del elemento
europeo, que a su vez tiene de fenicio, árabe, griego, romano, bizantino, africano,
godo, judío y musulmán.
Es por ello, y por tantas cosas agradables que significa este museo, que saludo con
gusto la presencia un tanto involuntaria de estas piezas. Espero no desilusionar a las
personas que las creen cronológicamente prehispánicas y que, por ello, han tejido his-
torias de bronce o, mejor dicho, de cobre, en torno a ellas.

234
CUATRO CATEGORÍAS...

Tejolote
Su nombre se deriva del náhuatl texolotl, y significa mano de mortero.2 Su raíz procede
del verbo teci, que es machacar o moler con la piedra.3 Sin embargo, los modos de
referirse a la esta muela son diversos. Texoni es otra palabra para referirse a él.4 Más
recientemente se le ha llamado Temolote, que es un pequeño muñón cilíndrico de
piedra, casi esférico, con que se muelen el chile o las especias en el molcajete.5
Cuando uno piensa en molcajetes, la imagen que nos viene a la mente es la de uno
de piedra, generalmente un basalto con cierta cantidad de burbujas –preferentemente
pocas– para que muela bien. Sin embargo, la arqueología nos ha mostrado que el tipo
de molcajete que se utilizaba para preparar salsas era hecho en cerámica, a partir más o
menos del año 900 d.C. Son muy raros los que encontramos, especialmente para lo que
era México-Tenochtitlan, hechos en piedra, a menos que hayan sido manufacturados
en este siglo.
El tejolote que se exhibe en el Museo Fuego Nuevo presenta los siguientes rasgos:
asidera cuadrangular de planta de la misma forma, con canaladuras que dividen en
cuatro secciones la parte superior hasta el acinturamiento, formando cuatro lóbulos, y
tiene además machacador triangular con planta circular.
Similares a éste, he registrado otros para Tláhuac,6 Hualquila7 (cerca de la Central
de Abastos) y Templo Mayor,8 lo que implica su presencia más en la zona urbana que
en la rural. Como está asociada a cerámicas de las que en arqueología denominamos
Azteca III tardía y Azteca IV naturalista,9 debe haberse utilizado de aproximadamente
de poco después de 1500 hasta más o menos 1560.
Su presencia ubicua, tanto en el medio rural como urbano de la cuenca de México,
se vio interrumpida por un despoblamiento debido a varias razones que se desarrolla-
ron durante la primera mitad del siglo XVI a partir de la conquista española.
Y es que las zonas rurales se despoblaron por las siguientes causas:
• Mortalidad

2
Siméon, Rémi, Diccionario de la Lengua Náhuatl o Mexicana, Siglo XXI, México, 1977, p. 542.
3
Ibid., p. 446.
4
Molina, Fray Alonso de, Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana, y Mexicana y Castellana, Porrúa,
Biblioteca Porrúa núm. 44, México, 1977, p. 112 v., edición facsimilar de la de 1571.
5
Cabrera, Luis, Diccionario de Aztequismos, PREMIA Editorial, 1992, p. 128.
6
Ramírez Acevedo, Gilberto, Informe técnico del rescate arqueológico (evaluación) de los montículos localizados en
el barrio de los Reyes, Delegación Tláhuac, México, D.F. Denuncia 92/74, Archivo Técnico de la Dirección de
Arqueología, INAH, México, s.p.
7
González Rul, Francisco, Informe de los trabajos realizados en el Proyecto de la Nueva Central de Abastos,
Iztapalapa, D.F. Dos tomos, 218 pp. Análisis: Adrián Martínez Meza. Archivo Técnico de la Dirección de
Arqueología, INAH, 1981, lám. IV.
8
Se encontró una concentración importante cerca de lo que es el Templo Rojo del Sur.
9
Para una lectura más amplia en este sentido, recomiendo mi tesis Los molcajetes del siglo XVI. Su valor cronológico.
ENAH, 1998.

235
HUIZACHTEPETL

• Inundaciones
• Política de asentamientos
• Colonización y conquista interior
• Minería
Mortalidad. Con la llegada de los europeos empezó un intercambio de gérmenes
que segó la vida de millones de indígenas americanos, especialmente de los niños, lo
que ocasionó huecos generacionales que afectaron gravemente la reproducción social
mexica.
No se sabe exactamente la cantidad de muertos que hubo por cada una de las epide-
mias, y hay que considerar que éstas se asociaban a otros factores físicos y psíquicos.
Mencionaré algunas de las epidemias más importantes del siglo XVI:
1520: viruela negra10
1531: sarampión11
1538: varicela12
1545: cocoliztli o peste bubónica13
1550: paperas o parotiditis14
1564: tosferina15
1576-79: cocoliztli o peste bubónica16
Para su atención, la mayor parte de los indígenas que habitaban en las zonas rurales
fue trasladada hacia los hospitales que había en la ciudad de México, y muchos no
regresaron a sus comunidades.
Inundaciones. En el siglo XVI, y para efectos de despoblación de la zona rural, se
puede decir que solamente hubo dos inundaciones importantes: la de 1526 y la de 1555.
La primera anegó varias zonas del lago con aguas saladas,17 pero una vez humede-
cidas con agua dulce pudieron ser ocupadas nuevamente. En cambio, la segunda,
sacó de las chinampas menos altas a los indígenas, haciendo que se tuvieran que ir a
vivir a las cabeceras (Vid infra) hasta que bajaran las aguas. Los campesinos que no
habían levantado su cosecha, la perdieron. Ante la escasez, varios prefirieron quedar-
se a trabajar en las cabeceras para ganar el sustento.
10
Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Francisco de San Antón Muñón, Relaciones Originales de Chalco
Amaquemecan, FCE, 1965, p. 235. (La califica de gran mortandad).
11
Ibid., p. 252. (Dice que murieron cantidad de infantes).
12
Malvido, Elsa, “Las epidemias en la Nueva España en el siglo XVI: una nueva patología”, en: La Ciencia
Moderna y el Nuevo Mundo, Madrid, España, 1985, pp. 367 y s.
13
Chimalpahin, op. cit., pp. 260 y s. Destaca que mató muchísima gente, hombres y mujeres de las clases nobles, así
como de los colonos.
14
Ibid., p. 262, señala que fue en 1549.
15
Id., p. 267.
16
Id., pp. 282 y ss. Dice que en toda la extensión de la Nueva España la peste mató cantidad de gentes de nosotros
los nativos, y de negros, y que sólo algunos españoles murieron de ella.
17
“Anales de Juan Miguel (Anales de Tlatelolco y Azcapotzalco)”, en: obras de Robert H.Barlow, Monjarás-
Limón-Paillés, (eds.), INAH/UDLA, 1989, p. 256.

236
CUATRO CATEGORÍAS...

Política
de Asentamientos
Cuando los españoles llegaron a la cuenca de México, encontraron una muy alta
densidad de población. Donde mayor orden había era en las zonas urbanas, ya que
las casas estaban dispuestas en tlaxilacalli, o calles, y calpulli, que son barrios. En su
mayor parte estaban ordenadas reticularmente, como después iba a quedar la capital
de la Nueva España.
En las zonas rurales, no obstante, no había la misma disposición. Vemos los ma-
pas de estos asentamientos, y no vemos una distribución ordenada, sino más bien al
azar.
Debido a esto, el control para tributo por persona, tanto en servicio como en espe-
cie, se dificultaba. También presentaba problemas la cristianización, o la administra-
ción de los últimos sacramentos, en caso de agonía, ya que cuando no se guiaba a los
sacerdotes, éstos no localizaban a las personas que lo necesitaban.
Para tener un mayor control de la masa indígena se dispuso, como se había hecho en
la Isla La Española, congregar, es decir, juntar a los indígenas, en el pueblo importante
más cercano, también llamado cabecera, a las comunidades dispersas.
La liga del campesino con su tierra dificultó muchísimo esta política, hasta que la
epidemia de peste bubónica de 1545 y la inundación de 1555 resolvieron en favor de
los españoles esta política,18 despoblando el área rural de la cuenca.

Colonización
y conquista interior
Una vez sometidos los mexicas, la ambición española proyectó su expansión hacia otras
zonas que pudieran rendir en honor y riquezas tanto o más que el centro de México.
De los naturales que primero se echó mano fue de los que habitaban la cuenca de
México. Posteriormente, de los tlaxcaltecas.
Expediciones, por nombrar algunas, como la de Cortés a Hueymollan19 (la actual Hon-
duras) en 1525; la de Mazariegos a Chiapas20 en 1528; la de Nuño de Guzmán al

18
La aplicación de esta política de asentamientos viene explicada con mayor amplitud en Gerhard, Peter,
“Congregaciones de Indios en la Nueva España antes de 1570”, en: Lecturas de Historia Mexicana 2, pp.30 y ss.,
El Colegio de México, 1991.
19
Medina González, Xóchitl de Guadalupe, Histoire mexicaine depuis 1221 jusqu’en 1594 (Ms.No.40 del Fondo
de Manuscritos Mexicanos de la Biblioteca Nacional de París), Estudio historiográfico, paleografía y traduc-
ción del náhuatl al español, tesis, ENAH, 1991, p. 115, dice que “fueron a morir los tlatohque de todas partes
de aquí de México[...] solamente unos cuantos sobrevivieron”.
20
Riva Palacio, Vicente, Compendio general de México a través de los siglos, tomo II, Editorial del Valle de México,
1974, p. 117, dice que Mazariegos le pide al virrey “doscientos indios de México con sus familias, prometién-
doles muy buenos asientos”.

237
HUIZACHTEPETL

occidente de México21 en 1530; la punitiva contra los indios de Juchipila22 en 1541; las
emprendidas a partir de 1546 hacia las zonas aledañas a las recién descubiertas minas de
Zacatecas;23 la guerra de 1553 en esta zona24 y la que fue a la Florida25 en 1559, por
sólo mencionar algunas, drenaron una enorme cantidad de fuerza de trabajo y de hom-
bres cabeza de familia que ya no regresaron a cumplir su ciclo reproductivo social y
natural. Muchos quedaron muertos. Otros, como servidores de los españoles que colo-
nizaban aquellas zonas.

Minería
Existe una paradoja que quizá resuelva en el futuro el estudio de la minería a mediados
del siglo XVI.
Consiste en que, mientras la cantidad de población disminuía alarmantemente en
sitios densamente poblados, como en las cabeceras de la cuenca de México (quizá en
más de 90% en los primeros 60 años posteriores a la conquista), en los centros mine-
ros, especialmente en El Bajío durante la primera mitad del siglo XVII, la población
aumentaba continuamente.26
Puede hipotetizarse, con documentación fidedigna, que hubo un importante flujo
de mano de obra indígena hacia las minas, muy probablemente a partir del descubri-
miento de las de Zacatecas en 1546, mencionado arriba, huyendo así de todas las
calamidades humanas y naturales que había en el centro de México.
Esta despoblación causó un gran desaliento entre los sobrevivientes, que deben ha-
ber anticipado el fin del mundo. Sabemos que los aztecas pensaban que cada 52 años
existía tal posibilidad.27 Todos se preparaban para esta eventualidad, pero también para
la de que se renovara el ciclo vital. Se consigna que la última vez que habían encendido
el fuego nuevo, en 1507, lo encendieron con dificultad en el pecho de un cautivo, lo
cual era un mal presagio, que se cumplió con la conquista.

21
Chimalpahin, op. cit., p. 245, comenta sobre la suerte de estos indígenas, ocho mil de México, que tuvieron
el mismo destino que los de Hueymollan, es decir, que “allá murieron todos, solamente algunos vinieron de
regreso” y que sus tamemes, que eran quince mil, , “la mayoría de ellos murió [en esa conquista]”, escribe
Simpson, Lesley Byrd, The Encomienda in New Spain. The Beginning of Spanish Mexico. University of California
Press, Berkeley, California, 1982, p. 92.
22
Chimalpahin, op. cit., p. 260, que dejó una gran cantidad de bajas.
23
Muñoz Camargo, fray Diego, Historia de Tlaxcala. Editorial Innovación, México, 1978, p. 261.
24
Medina, op. cit., 122.
25
Códice Osuna, p. 8 r. Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid, 1976, 2
tomos. La traducción de la glosa náhuatl dice que “cuando fueron a Florida los mexihca tenochca, los guerre-
ros y algunos estimados príncipes que eran hijos de los señores, allá fueron a morir y algunos regresaron”.
26
Miranda, José, “La población indígena de México en el siglo XVII”, en: Historia Mexicana, vol. XII, núm. 2,
octubre-diciembre de 1962, El Colegio de México, pp. 182 y ss.
27
Como en las culturas occidentales se pensó que el fin del mundo iba a llegar en el año mil y, recientemente,
en el dos mil.

238
CUATRO CATEGORÍAS...

Pero también se hacían otros sacrificios. Además del ulterior ofrecimiento de un


cautivo, entre otras ceremonias para renovar el fuego, después de apagarlo en todos los
confines del dominio mexica, “cuando ya se acercaba el día señalado para sacar nueva
lumbre, cada vecino de México solía echar, o arrojar en el agua o en las acequias, o
lagunas, las piedras o palos que tenían por dioses de su casa, y también las piedras que
servían en los hogares para cocer comida, y con que molían ajíes o chiles, y limpiaban
muy bien las casas y al cabo mataban todas las lumbres”.28
El último Xiuhmolpilli que se recordó en las fuentes, fue el de 1559.
Uno de estos registros dice a la letra

Año 2-Caña 1559. Fue la época en que, como decían los antiguos, era la ligadura de
nuestros años.29

Ya no se podía sacrificar a un cautivo en el Cerro de la Estrella para saber qué deparaba


el futuro a los mexicas, pues existía un enorme celo por evitar volver a la religión
prehispánica, tanto de parte de los españoles como de algunos indígenas proclives a
ellos; pero aún se podía sacrificar simbólicamente gran parte de la vajilla y tejolotes que
tenía una familia.
Y se le puso un diplomático ultimátum a los dioses, específicamente a Tezcatlipoca.
En resumen, una oración, de la que aquí presentamos un fragmento, hace una saluta-
ción respetuosa y a continuación, un recuento de los males, que se pueden sintetizar en
este párrafo:

¡Ay dolor, que ya la gente popular se va acabando y consumiendo! Gran destrucción y


grande estrago hace ya la pestilencia en toda la gente; y lo que más es de doler, que los
niños inocentes y sin culpa, que en ninguna otra cosa entendían, sino en jugar con las
pedrezuelas y en hacer montoncillos de tierra, ya mueren como abarrajados, y estrellados
en las piedras y en las paredes –cosa de ver, muy dolorosa y lastimosa– porque ni quedan
los que aún no saben andar, ni hablar, pero tampoco los que están en las cunas.30

a continuación, pasa a la advertencia:

No convendría, señor, que os olvidásedes de haber misericordia de los soldados y hom-


bres de guerra, que en algún tiempo los habréis de menester, y mejor será que muriendo

28
Sahagún, fray Bernardino de, Historia General de las Cosas de la Nueva España, tomo II, Porrúa, Biblioteca
Porrúa núm. 9, 1969, p. 270.
29
Chimalpahin, op. cit., p. 265. De cualquier manera, prácticamente todos los anales de tradición indígena de
la cuenca de México hacen referencia a este acontecimiento.
30
Sahagún, fray Bernardino de, Historia General de las Cosas de la Nueva España, Porrúa, México, 1969, tomo II,
pp. 55 y s.

239
HUIZACHTEPETL

en la guerra vayan a la casa del sol, y allí sirvan de comida y bebida, que no que
mueran de esta pestilencia y vayan al infierno.31

Los mexicas cumplieron su amenaza.32 Ya no se recordó el Xiuhmolpilli de 1611. ¿Para


qué?

Vasija con incrustaciones de porcelana


Como se puede determinar por los datos anteriores, el final del siglo XVI y principio del
XVII vio una decadencia terrible en la cantidad de población de la cuenca de México.
Para reponerla, surgió una afortunada casualidad que trajo renovadas energías a la Nueva
España: la expulsión de medio millón de moros, aún los convertidos al cristianismo,
entre 1609 y 1614. Esto le quitó gran parte de su fuerza laboral a España.33
Se ha puesto mucha atención a minorías como la de los judíos, no solamente en
Nueva España, sino en todo el mundo, dando muy interesantes investigaciones sobre
su estado en aquel momento.
Sin embargo, y a la luz de nuevos estudios y datos, hemos detectado una presencia
cada vez mayor de los moros por fuentes indirectas como son los restos arqueológicos.34
Pero no somos los únicos en haber notado esta carencia: el sentimiento general es
que la cuestión no ha sido suficientemente estudiada por los investigadores.35
La vasija que nos ocupa tiene cuerpo semiesférico, base convexa, fondo cóncavo,
cuello cilíndrico, borde vertido y cuello pequeño. Las asas son sólidas, verticales y trilo-
buladas.
Su decoración consiste en incrustaciones de porcelana en las asas (una por cada
lóbulo) y horizontales paralelas cerca del borde, arranque del cuello y bajo las asas.
También presenta impresiones circulares dispuestas en series verticales entre las
bandas de incrustaciones y una serie horizontal bajo la banda inferior de las incrus-
taciones.
Este tipo cerámico ha sido llamado también mestizo,36 ya que exhibe características
de trabajos mexicas, moros y negros, y presenta la mayor riqueza decorativa: engobe,
bruñido, aplicación de batihoja de oro, negativo (en algunas ocasiones se debe a la

31
Ibid., p. 58.
32
De la misma manera que los tzotziles castigan a los santos que no les cumplen.
33
“Spain. History”, en: Encyclopedia Americana, t. 25, 1980, p. 416.
34
En la vitrina dos de la sala ocho de arqueología histórica del Museo de Templo Mayor hay una figurilla de
alrededor de 1600 vestida a la usanza mora. La pieza ilustraba parte de la conferencia de Malvido Miranda,
Elsa, El ser humano entre la Geografía y la Sociedad: el traje típico mexicano, DEH/INAH, s.f., 19 pp.
35
Ots y Capdequí, José María, Historia del Derecho Español en América y del Derecho Indiano, Aguilar, 1968,
p. 36.
36
Lugo Olin, Ma.Concepción, Cerámica colonial en la Nueva España, tesis, UNAM, 1971, p. 53.

240
CUATRO CATEGORÍAS...

huella que dejó la zona donde iba el oro), pintura blanca fugaz, negra y azul, aplicacio-
nes modeladas y moldeadas, incisiones, esgrafiado, impresión, repujado y la incrusta-
ción de feldespatos, calcita, vidrio y porcelana, que es el caso que estamos tratando. En
múltiples casos, contiene varias de estas características en un solo ejemplar.
Su distribución es amplia: fuera de la ciudad de México se ha encontrado en la
península ibérica, el resto de América Hispana e inclusive tan lejos como Mombasa,
Kenya.37
Aunque el periodo de su manufactura puede ir de la segunda mitad del siglo XVI a la
primera mitad del XX, consideramos que, por su decoración, y por su asociación con
otras encontradas en diversos proyectos arqueológicos en la ciudad de México, el ejem-
plar del Museo Fuego Nuevo es de mediados del siglo XVII.

Figurilla de toro
El consumo de pulque aumentó mucho a partir de los primeros cinco años de la con-
quista, una vez liberados los indígenas de las restricciones que existían para beberlo
antes de la llegada de los españoles.
Y tal aumento llegó aparejado con una gran angustia: la destrucción de la cultura
indígena, de su cosmovisión, de sus historias escritas en códices, aunada a las calamida-
des enunciadas líneas atrás; todo provocó que llegara entre los naturales esta congoja
que en términos psicológicos modernos se conoce como desgane vital.38
Pero no hay que pensar en el pulque solamente como una bebida para fugarse de la
realidad. También era considerado bebida refrescante, especialmente donde no había
agua potable pero sí magueyes; y no hay que olvidar que además funcionaba, y todavía se
usa, como alimento y medicina.
El pulque, a principios de la época colonial, se vendía en puestos destinados a aten-
der a 100 indígenas. La persona que servía el pulque era una mujer, y no hubo ningún
problema importante hasta que los españoles y mestizos notaron que esta bebida deja-
ba muy buen dinero, en los años sesentas, del siglo XVII. Poco a poco acapararon las
pulquerías, las hicieron más grandes, y para evitar problemas de los que empezaban a
surgir, dispusieron que unas fueran para hombres y otras para mujeres (24 y 12 respec-
tivamente).
Sabemos que los consumidores podían ir con sus niños; el único problema era que
estuvieran entretenidos mientras los padres bebían.

37
Fairbanks, Charles, “A Feldspar-inlaid Ceramic Type from Spanish Colonial Sites”, en: American Antiquity,
1966, vol. 31, núm. 3 pp. 430 y ss.
38
Para entender este síndrome con un ejemplo reciente, ver Fanon, Franz, Los condenados de la tierra, FCE,
México, 1972.

241
HUIZACHTEPETL

Con este sano fin, los que tenían el negocio del puesto de pulque contrataban alfareros
llamados coconeteros, que hacían muñecos de barro para que los niños jugaran.39 Entre
estas figurillas, había algunas que representaban españoles, a las que algunos indígenas,
aprovechando la rebelión del ocho de julio de 1692, mataron simbólicamente.40
La de nuestro museo es una figurilla modelada a mano, sin otra decoración que los
ojos con impresiones circulares. Debe haber sido manufacturada a finales del siglo XVII.

Cajetes pulqueros
Su nombre se proviene del náhuatl, que quiere decir escudilla.41 Estos son los objetos
recuperados en mayor proporción en cualquier contexto colonial promedio de la ciu-
dad de México, más específicamente para los siglos XVIII y principios del XIX.
Al principio se especuló que su abundancia se debía a que en estos cuencos se repar-
tía comida entre los pobres en épocas de epidemia, lo cual se afirmó no teniendo más
base que la cuantitativa. Sin cuestionar esta casa de naipes metodológica, los arqueólogos
siguieron investigando dando esta afirmación como axioma.
No obstante, gracias al estudio de diversas fuentes de información de la época virreinal,
se pudo saber que era para el consumo de pulque, aun cuando se afirmaba que no
existían documentos que pudieran informar sobre un artefacto tan común, porque era
innecesario mencionarlo.42 El Museo Fuego Nuevo tiene dos de ellos, manufacturados
poco después de 1750.
Estos cuencos fueron hechos en molde, con engobe rojizo, alisados y tiene la mayor
parte de ellos en el fondo un sello, que nos da a conocer la pulquería de la que procede;43
en los de nuestro museo, la marca es un monograma en el que predomina la letra “A”.
El sello también garantizaba que la cantidad que se servía en ellos era la permitida
por la ley. El uso de estos cajetes estaba restringido a la ciudad de México.
¿Cómo es que fueron a dar a Iztapalapa, si es que ahí se encontraron?
Nuestras investigaciones empezaron con los cuadros de castas, que son escenas
costumbristas que muestran las diferentes mezclas raciales definidas para la Nueva Es-

39
Supongo que como las que se han encontrado en diversas partes de la ciudad de México, e inclusive la
periferia de la cuenca de México. Ver de Carrillo y Gariel, Abelardo, “Terracotas de la Sierra de las Cruces”,
en: Boletín INAH, núm. 40, junio 1970, pp. 48 y ss. No está de más anotar que el autor considera que forman
parte de nacimientos navideños.
40
Sigüenza y Góngora, Carlos de, “Alboroto y motín de México, del 8 de junio de 1692”, en: Relaciones
Históricas, Biblioteca del Estudiante Universitario, núm.13, UNAM, 1972, p. 139.
41
Siméon, op. cit., p. 72.
42
Soberón, Arturo y Miguel A. Vázquez, “Las pulquerías en la ciudad de México durante el virreinato”, en:
Museo del Virreinato, núm. 10, mayo 1988, pp. 9 y ss.
43
Temple, John, “El cajete pulquero en la época colonial. Noticias para su cronología”, en: Memoria del Primer
Congreso Nacional de Arqueología Histórica, Enrique Fernández Dávila y Susana Gómez Serafín, (coords.),
1998, pp. 221 y ss. Presento en este artículo los sellos de algunas pulquerías.

242
CUATRO CATEGORÍAS...

paña. Lo interesante de esto es que cada una se mostraba en un contexto laboral corres-
pondiente a los individuos pintados. Dicho estilo llegó a la América hispana en la
segunda mitad del siglo XVII.
Las escenas que nos importan muestran pequeños puestos de pulque –jacales– aten-
didos por una bella mujer, generalmente morena, atendiendo a los parroquianos, de los
que ya se habló antes. A veces los niños prueban el pulque en un cajete más pequeño.
Todo esto era un escándalo para los religiosos de la época, que auguraban decaden-
cia moral.44
La rebelión de 1692 les dio la razón en cierto modo, y fue tanto el miedo que
tomaron españoles y criollos, que la bebida fue prohibida por cinco años.45
No obstante, la nostalgia que por los ingresos que generaban los derechos del pulque
tenían en el gobierno virreinal, se volvió a permitir su consumo argumentando que el
problema no era el pulque, sino las plantas que le añadían (peyote, semillas de cáñamo
y ololiuhqui) para hacerlo un explosivo curado.
En las pulquerías se servían dos o tres cuartillos de pulque blanco –que era el fino–
por medio real. El precio incluía el del cajete, debido a lo que éste podía ser llevado por
el parroquiano conforme lo fuera consumiendo en una carreta a donde fuera después
de comprar su pulque.
Otra de las razones por las que puede haber llegado a Iztapalapa este par de cajetes,
es la de que se exentaba de pago de derechos por entrar a la ciudad de México a los
carros que introdujeran mercancía y se llevaran por lo menos una arroba de basura al
salir de la ciudad de México.
Existían varias recetas para hacer curados de pulque. Vayan como muestra las siguientes:
Chilode: chile ancho, epazote, ajo y un poco de sal se incorporan con el pulque, y
adquiere tanta fortaleza como el aguardiente.
Nochocle: zumo de tuna, pulque ríspido y agua, fermentado queda gustoso al paladar.
Polla Ronca: a una cantidad de pulque blanco se echan zarzamora, capulín, pimienta
y azúcar, o panocha, cuyo uso no admite dilación.
Pulque de Almendra: según la cantidad de pulque se regula de almendra, a la que se
quita la cáscara, se muele y revuelve con el pulque y se agrega el azúcar correspondiente.
Sangre de Conejo: al pulque blanco se revuelven tunas que producen el nopal que
nombran tapón, las extregan en las manos y pasado rato se cuela por cedazo quedando
lo líquido de color de sangre, a que se le agrega el dulce correspondiente.46

44
“Manifiesto del celo de un religioso ministro de los naturales acerca de el estado de la república de los indios
con el pulque, que beben y la perdición que tienen”, en: Vetancurt, Fr. Agustín Teatro Mexicano, folios 95 y
ss., Porrúa, México, 1971 (edición facsimilar de la de 1698).
45
Sigüenza, loc. cit.
46
El recetario, que tiene otras fórmulas complicadas, debe haber sido hecho a fines del siglo XVIII. Se puede
consultar en González Claverán, Virginia, La expedición científica de Malaspina en Nueva España 1789-1794.
El Colegio de México, 1988, pp. 172 y ss.

243
HUIZACHTEPETL

Se bebió pulque en la ciudad de México hasta mediados del siglo pasado, en que
decayó su consumo en favor de la cerveza. Ahora, con esta bebida, se hacen mezclas
más mesuradas.

244
Iztapalapa:
Tradición, Fe y Pasión

Silvia Zugarazo Sánchez

A ño con año se representa la Pasión de Cristo en Iztapalapa. Se congrega una mul-


titud para seguir paso a paso los tres días de la representación popular; es decir:
Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santos.
Sin importar religión, edad o nivel, todos nos involucramos en ella, algunos de
forma más directa como participantes, organizadores o visitantes, otros sólo seguimos
los acontecimientos a través de los medios de comunicación –radio, televisión y pren-
sa–. Lo interesante es que voluntaria o involuntariamente la seguimos de cerca.

Los orígenes virreinales


¿Cómo inicia esta tradición? Para tratar de buscar sus orígenes, tenemos que remontarnos
al momento mismo de La Conquista.
Iztapalapa en esa época era una de las repúblicas llamadas de indios que se encarga-
ba de atender cuestiones de orden económico, político y religioso; las cabeceras muni-
cipales estaban organizadas en barrios para facilitar el pago del tributo, la distribución
de la fuerza del trabajo indígena y, de igual forma para facilitar la evangelización. Para
ello los misioneros se valieron de varios métodos, uno de ellos fue el teatro como ins-
trumento pedagógico. Hay que recordar que el teatro español aparece en la edad media
como una prolongación del culto religioso, llegando más tarde a la Nueva España
junto con sus costumbres y fiestas religiosas pero con una serie de transformaciones,
debido a que los misioneros comenzaron a adaptarlas a las necesidades propias de la
educación religiosa indígena. De igual forma, estos últimos fueron haciendo sus propias

247
HUIZACHTEPETL

aportaciones dándose, a partir de este momento, la conjugación de elementos paganos


y religiosos. Es importante destacar la similitud que debieron encontrar los indígenas
entre sus antiguos sacrificios y la muerte de Cristo.
Podemos señalar que la utilización del Teatro Evangelizante fue la forma en que los
misioneros introdujeron la representación de la pasión de Cristo y que más adelante
harían suya los indígenas. Apoyando esta idea tenemos la referencia de Chimalpahin:

Año 13 Caña 1583 . . . También entonces llevaron a México el Santo Crucifijo que
se había aparecido en San Guillermo Totoloapan; lo llevaron al día siguiente de
Ramos. Hasta el Rastro de Xolloco, vinieron a recibirlo y encontraron todas las diver-
sas órdenes de religiosos: Agustinos Dominicos Franciscanos y los clérigos de nuestros
padres de La Compañía de Jesús y Teatinos.
Al principio lo condujeron a la Iglesia de San Pablo y después se lo llevaron para la
Iglesia de San Agustín, en donde hasta ahora está.
Nuevamente entonces se hizo procesión en el Viernes Santo por los religiosos de Santo
Domingo y los españoles. Hicieron una representación de la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo, así como de su entierro que fue cosa maravillosa el seguir los sufrimientos
padecidos por Dios Nuestro Señor, que nunca se había ejecutado cosa igual en las
iglesias de México.1

Con base en esta referencia no cabe la menor duda de que fueron los dominicos quie-
nes introdujeron la representación de la Pasión de Cristo a la Nueva España en época
muy reciente a la Conquista. Más adelante prosigue el autor.

“Año 4 Caña, 1587... Este mismo año por primera vez se hizo una representación de
la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en Viernes Santo en Coyoacan.” 2

Desgraciadamente no encontramos referencia acerca de la pasión en Iztapalapa en ese


momento, pero seguramente de Coyoacán debió difundirse con rapidez por toda la
ciudad y, por tanto, también en Iztapalapa.

La tradición en Iztapalapa
Por referencia de otras fuentes sabemos que en el año de 1833 el cólera morbus se disperso
por la República Mexicana, habiendo entrado por Tampico, Tamaulipas, causó graves estragos

1
Francisco de San Antón Muñoz Chimalpahin, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, paleografiadas
y traducidas del náhuatl al español por Silvia Rendón, prefacio de Ángel Ma. de Garibay, México, FCE, 1965,
p. 287.
2
Ibid., p. 292

248
IZTAPALAPA: TRADICIÓN…

en Veracruz, Guanajuato y la Ciudad de


México; en esta última murieron alrede-
dor de catorce mil personas solo en agosto,
para septiembre la epidemia había desapa-
recido.3 Cuentan a este respecto los izta-
palapenses que dicha epidemia diezmó
fuertemente a su población, por lo cual
pidieron a su señor principal, el Señor
de la Cuevita, tuviera piedad de ellos y
terminara con tanta muerte y desolación.
Realizaron entonces una procesión de
jóvenes y niños por haber sido entre ellos el mayor número de muertos; prometieron
también construirle un templo si su petición era escuchada y, como la epidemia desa-
pareció, más adelante repitieron la representación de la Semana Santa año tras año para
recordar y dar gracias por los beneficios recibidos del Señor de la Cuevita.
Estos son los antecedentes históricos más directos acerca del nacimiento de esa tra-
dición en Iztapalapa. Posteriormente, con las Leyes de Reforma, la Iglesia vio dismi-
nuida su intervención en la vida social de la comunidad, dándose una clara separación
entre ella y el Estado llegando incluso a ser dos fuerzas en choque. En el Archivo
General de la Nación se localiza una carta de José María Suárez dirigida al C. Presidente
de la República Mexicana, don Benito Juárez, fechada el 30 de noviembre de 1867 en
Mexicaltzingo, en la cual se acusa al párroco de Iztapalapa, fray Antonio Sánchez, del
“cobro de las limosnas del nombrado santuario del señor de la cueva”, en la que se
escriben los cobros por casamientos, entierros, limosnas, etcétera, y como el mismo era
tesorero y se pagaba por cada una de las actividades que realizaba:

...ocho por cada sermón, dieciséis por cada procesión aunque vaya sólo el fiscal pues
dice que éste va representando su autoridad, más doscientos por la Semana Mayor ,
(esto es si no hay judíos que crucifiquen al Señor) si los hay, pasa de trescientos , pero
para que se persuada usted del estado en que está un pueblo que vive en las puertas de
México, hay una disposición: de que, la Semana Mayor a los que hacen de San
Dimas o Mal Ladrón hace de ser dos indígenas vivos a estos los cuelgan de los arcos
desde el Viernes Santo por la mañana no más con un taparrabo y una cabellera y no
los bajan hasta la hora del descendimiento y después de esta operación los atan de los
brazos y los sacan en la procesión del santo entierro para que vayan a presenciarlo y
por esto, se les cobra la limosna correspondiente.4

3
Enrique Florescano y Elsa Malvido, Ensayo sobre la historia de las epidemias en México, (Colección Salud y
Seguridad Social, Serie Historia), México, IMSS, t. II, pp. 418 y ss.
4
Documento 22/186, AGN.

249
HUIZACHTEPETL

Como vemos, este párrafo nos confirma que la representación de la Muerte del Reden-
tor se realizaba en Iztapalapa en 1867, fecha de dicho documento.
Tenemos noticias de otro momento histórico significativo para esta representación.
Cuentan que en el tiempo de la Revolución, estando Zapata en Iztapalapa (Santa Ma-
ría Aztahuacan), no se llevaría a efecto la repre-
sentación de Semana Santa por falta de recursos,
al enterarse Zapata, él mismo proporcionó los
caballos y todo lo necesario para que pudiera
llevarse a cabo.
Después de este panorama general del ori-
gen de esta tradición, vamos al momento ac-
tual. Empezaremos por la organización y los
requerimientos para poder participar en ella. El
comité organizador, más conocido como Con-
cilio, está integrado por el presidente, secretario, tesorero y los encargados de los tres
distintos grupos: las vírgenes y mujeres del pueblo, el de Cristo y los apóstoles y el
tercero, el de los nazarenos. Este comité está compuesto sólo por hombres, sus cargos
son hereditarios y básicamente son dos o tres familias quienes lo integran. En este
pequeño círculo es donde está depositado prácticamente el mantenimiento de la tradi-
ción, son ellos los que tienen bajo su cargo la dirección de la festividad, la vigilancia y
el convenir con el poder eclesiástico y el civil para su mejor realización. Los preparati-
vos se inician en enero con la selección de los participantes, para Cristo se reúnen entre
enero y abril, algunos de los requisitos para los candidatos son que profesen la fe cató-
lica al cien por ciento, tengan una vida ejemplar y, por supuesto, muestren parecido
físico con el personaje. Después de haber elegido al actor principal, se selecciona a
la Virgen; uno de los elementos que califican es la estatura, el segundo requisito es la
actuación para la cual entregan copia del parlamento.
Finalmente se designa en deliberación del Concilio, el cual aseguran que es total-
mente democrático aunque a veces pudiera pensarse que hay favoritismo para los inte-
grantes de las familias que organizan esta representación.
Luego viene la asignación de los papeles secundarios, como las mujeres del pueblo
y los apóstoles. Los de Herodes, Pilatos y los sumos sacerdotes y pontificios están reser-
vados para los miembros del Comité.
Es importante hacer notar que no permiten la participación de migrantes, ya que
este ritual está organizado a partir de una estructura barrial. Una vez terminada la
selección se procede a los ensayos, que también comienzan en enero, éstos se realizan
en una casa, la “Casa de los ensayos”, cuyo gran patio pertenece a uno de los integran-
tes del Comité Pro-fiestas de Semana Santa.
Citaremos algunos de los principales personajes que intervienen en la Representa-
ción: Jesucristo, la Virgen María, la Verónica, la Samaritana, Poncio Pilatos, Samuel,

250
IZTAPALAPA: TRADICIÓN…

Beli-Bet, el Judío Errante, Barrabás, Dimas el Buen Ladrón y Gestas, el mal ladrón,
sólo por mencionar algunos. La procesión comienza el Domingo de Ramos ¡por fin
el momento esperado ha llegado, hay un gran movimiento y nerviosismo! Se inicia el
desfile de los penitentes que van custodiados por los soldados romanos, su vestimenta
es una túnica morada con una banda blanca bordada con elementos afines al aconteci-
miento que va desde los hombros hasta la cintura, todos llevan sus palmas; en la proce-
sión participan también las vírgenes del pueblo que llevan una túnica de color claro y
una corona de flores. Esta procesión va precedida por el ángel y tiene como fondo
música de banda, donde el clarín es el instrumento que más destaca acompañando a la
Virgen que va junto a la Magdalena. El recorrido es por la calle de Azteca y luego por
Mariano Escobedo y Ayuntamiento, se dirigen a la iglesia de San Lucas en donde las
palmas serán bendecidas por el sacerdote. Al iniciar el acto litúrgico, el sacerdote entra
seguido por la procesión, y pide a los miembros del Concilio que suban a su lado.
Los asientos están destinados para la Virgen y los nazarenos que habrán de caminar
no sólo todo ese día sino también el Jueves y Viernes Santos todos y cada uno tienen un
lugar específico, la Virgen María, María Magdalena y Jesús colaboran haciendo las
lecturas del Evangelio. Todos lo participantes fueron confesados el día anterior.

Los días de la Pasión


Jueves Santo. Nuevamente “la Casa de los Ensayos” se encuentra aglomerada, está ador-
nada con moños morados y blancos de papel crepé, en este lugar se visten los partici-
pantes. Cristo se prepara y antes de salir tiene que orar en el altar de la casa para iniciar
el recorrido de cada una de las capillas de los ocho barrios: La Asunción, san Ignacio,
santa Bárbara, san Lucas, san Pedro, san Miguel y de ahí hasta la capilla de san Felipe.
Regresan a san Pedro que está en la calle de Primave-
ra, después retornan a la Capilla de San José, en la
calle de Allende, para dirigirse al Santuario del Señor
de la Cuevita; finalmente irán a la explanada del Jar-
dín Cuitláhuac en donde escenificarán el lavatorio de
los pies y la Última Cena.
El escenario es un gran armazón decorado con co-
lumnas romanas y una larga mesa y sillas que ocupa-
rán Cristo y los doce apóstoles, el cortejo empieza a
subir escalones presididos por el ángel, después Cristo
y los apóstoles; a la derecha está Pedro y Cristo reza
un Padre Nuestro para iniciar posteriormente los diá-
logos. Los visitantes siguen con atención y solemni-
dad lo que sucede, y ya entrada la noche hay que
dirigirse al Cerro de la Estrella; ahí va a realizarse la

251
HUIZACHTEPETL

escena del Huerto de los Olivos, en donde el diablo se aparece a Cristo diciéndole no
vale la pena su sacrificio lo que da fin al acto.
Viernes Santo. Es el día más importante: la culminación de tantos sueños e ilusiones
y esfuerzo. A muy temprana hora empiezan a llegar los nazarenos, muchos de ellos
descalzos y con coronas de espinas llevando cruces de distintos tamaños y peso, que
manifiestan así la magnitud de los favores pedidos o recibidos. Los soldados romanos
se dirigen a la cárcel donde Cristo ha pasado toda la noche para ser conducido a la
explanada en donde será azotado.
Posteriormente Pilatos lo mandará con Herodes, quien le pedirá que resucite a Da-
vid para creerle que es hijo de Dios, finalmente se dicta la sentencia: su crucifixión en
el Monte Calvario; todo el drama está acompañado por arias entonadas por el tenor
mexicano Humberto Gravioto. Se inicia el camino al calvario (Cerro de la Estrella), es
sin duda el momento más difícil porque
hay que recorrer aproximadamente cua-
tro kilómetros cargando la cruz que pesa
cien kilos y con una corona de espinas
auténticas. Es difícil el ascenso al cerro
bajo el fuerte sol del medio día; algunos
penitentes son ayudados por sus fami-
liares a cargar la pesada cruz muchos de
ellos van descalzos. Aquí tiene lugar las
tres caídas que están distribuidas de la
siguiente manera: la primera en la calle
de Ayuntamiento y la segunda en
Cuahutémoc y la tercera en la calle de Hidalgo en donde sale a su encuentro la Verónica,
en la calle Estrella, la samaritana ofrece agua a Jesús, aquí se da el encuentro con Simón
Cirineo que el ayuda a cargar la cruz. Los Nazarenos van colocando sus cruces muy
cerca de los tres principales. Judas se cuelga y muere ahorcado en un árbol cercano.
Cristo es amarrado a la cruz por los brazos y pies y dice lo siguiente “Todo está consu-
mado. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Al bajar del cerro tiene lugar la
procesión del silencio que recorre los ocho barrios de Iztapalapa y culmina en el santua-
rio del Señor de la Cuevita. En esta procesión participa poca gente.
Todo ha terminado. Los cerca de cuatro mil participantes se retiran satisfechos a sus
casas, muchos con la tranquilidad de haber pagado su manda; otros por haber sido
centro de atracción no sólo nacional sino internacional. Los organizadores están ex-
haustos, pero ya piensan en la representación del año próximo. Es así como Iztapalapa
vive su pasado, su presente y su futuro en una conjugación de elementos paganos y
religiosos, una lucha constante para rescatar y mantener vigentes nuestras manifesta-
ciones culturales.

252
Dossier
La custodia de la zona arqueológica

Daniel Hernández Ramírez

E l custodio es el responsable de la vigilancia y mantenimiento de los vestigios que se


encuentran dentro de la zona arqueológica.
El hablarle de la custodia del Cerro de la Estrella es un tanto difícil, ya que es un sitio
extenso y tiene distribuidos vestigios en toda la zona arqueológica como son:
• Resto de basamentos.
• Petroglifos.
• Cuevas con estucos
Lo de mayor importancia es la estructura que se encuentra en la cima y algunos de los
vestigios se encuentran dentro de predios particulares y en las cañadas que son de difícil
acceso (la mayoría de éstos se encuentran dañados).
Algunas de las actividades que como custodio se tiene que realizar en la zona, es
desyerbar las estructuras, chaponear alrededor de las misma, reportar el estado de conser-
vación, daños que ocasionen los visitantes y la naturaleza. Aplicar las medidas de seguri-
dad que sean convenientes en los eventos de gran magnitud como son: el 21 de marzo
y en la Semana Santa, para proteger principalmente el Templo del Fuego Nuevo que se
encuentra en la parte superior del cerro. Se
realizan recorridos guiados a visitantes de di-
ferentes escuelas y dependencias para conocer
algún sitio en especial.
En cuanto al apoyo de los diferentes pro-
yectos de investigación que se han realizado
en la zona arqueológica, son diferentes las ac-
tividades que he tenido que realizar, como la
coordinación del personal de campo, subir

255
HUIZACHTEPETL

material al cima del cerro para la consolidación del templo, recorridos con el espeleólogo
Arturo Montero para el registro y levantamiento topografíco de las cuevas, así como
también el apoyo de la toma de fotografías para los diferentes proyectos que se han
realizado y la colaboración del sondeo en la zona C del Cerro de la Estrella.
Desafortunadamente, para la realización de muchas actividades no se cuenta con el
equipo y herramienta adecuados, ya que, debido a las condiciones en que se encuentra
la zona, he tenido varios accidentes como son: caídas, que traen como consecuencia
lesiones en la cadera y rodilla; picaduras de abejas, entre otras.
Altercados con algunos elementos de la montada, y amenazas de personas que tie-
nen propiedades dentro de la poligonal del área arqueológica y de grupos tradicionalis-
tas que realizan eventos.
A pesar de todo, es agradable trabajar de custodio ya que uno tiene la oportunidad
de aprender y desarrollar todas las actividades y gracias a eso el reconocimiento por
parte de diferentes investigadores y algunas personas de la comunidad.

256
Historias y hechos extraordinarios del Cerro de la Estrella

Adrian Chávez Villanueva y Luis Felipe Pérez

“Donde vean una águila devorando una serpiente, ahí sera donde deberán empezar
la construcción de lo que sera la ciudad de nuestra raza”.

S egún las historias, esta orden de Huitzilopochtli la recibieron los antiguos mexicas
en el interior de una de las cuevas del Huizachtepetl o Cerro de la Estrella.
Otro extraordinario relato que nos encontramos en el libro Tenochtitlan en una isla
de Ignacio Bernal es el siguiente:

Mixcóatl después de caer como una tromba sobre los restos de teotihuacan sigue su
camino hacia Culhuacán, donde funda una ciudad, poco después de que se unió a
chimalma y, estando embarazada, unos usurpadores matan a Mixcóatl, su mujer se
refugia en Tepoztlán para evitar que mataran a su hijo. Con el paso del tiempo, y
debido a sus brillantes cualidades y al prestigio de su nacimiento, Ce-acatl Topiltzin,
se convierte en el sacerdote de Quetzalcoatl y toma el nombre de esta deidad.
Siendo Quetzalcoatl un hombre joven, un partido legitimista parece haberlo llama-
do para ocupar el trono de Culhuacán; antes de recuperarlo busca los restos de su
padre, Mixcóatl, y los entierra en el Cerro de la Estrella, y sobre éste construye un
templo y eleva a su padre a la categoría de dios.
El usurpador se preocupa por estos acontecimientos y ataca a Quetzalcoatl, el cual
desde la cima del Cerro de la Estrella, lo vence y mata, recuperando el imperio de su
padre y convirtiéndose en jefe indiscutible de los toltecas.

Este bello relato nos muestra la importancia de este lugar, imagine amable lector,
desde este cerro le habló Huitzilopochtli a su pueblo para que fundaran la gran ciudad

257
HUIZACHTEPETL

de Tenochtitlan, aquí están enterrados la mayoría de los héroes extraordinarios de nuestra


cultura, que después fueron confundidos con dioses, debió haber sido estremecedora la
lucha, en la que el mismo Quetzalcoatl desde la cima del cerro vence y mata a los
usurpadores y asesinos de su padre, Mixcóatl. Independientemente de la leyenda, los
hechos –no menos lúdicos– nos indican que en la época antigua tenía una gran impor-
tancia, ya que cada 52 años se encendía el Fuego Nuevo y se repartía por todo el
continente de la antigua Ixachilan, hoy americaya. En la época moderna, el Cerro de la
Estrella ha sido enriquecido con historias y relatos tan extraordinarios, –y hasta invero-
símiles– de los cuales hemos recopilado sólo una pequeña parte de los mismos. Aquí
encontrará desde apariciones, hasta OVNIs.
Una de las historias o leyendas más intrigantes es que en el interior del Cerro de la
Estrella hay un lago. Una de las personas que nos relató el suceso es Jorge Rodríguez,
que trabaja para la delegación de Iztapalapa y nos refiere lo siguiente

Por el año de 1950, cerca de ocho personas se metieron a explorar en una de las cuevas
para probar que la existencia de un lago interno, pasaron más de ocho horas y no
salían; la gente se empezó a preocupar pensando que tal vez se habían extraviado, se
organizaron para buscarlos, pero no terminaban cuando aparecieron sanos y salvos
trayendo con ellos, como prueba de sus historias, varios garrafones con agua de ese
mismo lago, comentaron que todavía había restos de lo que parecían unas chalupas o
trajineras. El lugar es grande y parece que ese lago o río sigue un cauce; ya casi no me
acuerdo de qué más contaron, pero sé dónde más o menos queda esa cueva donde
entraron, hoy la protege una barda.

Otro relato:

Lo siguiente sucedió por el año de 1960. Yo vivía en las faldas del Cerro de la
Estrella, y en las noches veía desde mi casa unas extrañas esferas como de fuego que
bajaban y subían el cerro; recuerdo que cuando veía esas esferas de fuego pensaba que
como podía subir tan rápido y bajar a una velocidad que ni un ser humano podía
hacerlo, la gente decía que eran brujas, pues no lograban explicárselo de otra manera.
Lo peculiar radica en que la gente que tenía caballo contaba al siguiente día que éstos
amanecían con unas heridas raras, ya que no parecían hechas por murciélagos o algo
parecido, les chupaban la sangre a los caballos pero las heridas no sangraban; por lo
tanto, se lo achacaban a las brujas.
Ya en los años 70 me comentaba la gente que vive por el lugar que varios estudiantes
de secundaria se han adentrado en las cuevas y han muerto; al rescatar los cuerpos se
han encontrado momificados; Jorge de León, que es director del museo Fuego Nuevo
y cronista de la delegación de Iztapalapa, nos informa que el Cerro de la Estrella fue
un volcán y que tal vez todavía puedan existir gases tóxicos propios de los volcanes y

258
HISTORIAS Y HECHOS …

que eso sea la causa de que la gente que se adentraba en la Cueva del Diablo y moría
se momificaba.

Luces y esferas luminosas


Uno de los enigmas que hemos investigado en el cerro, son los de las esferas luminosas.
El siguiente relato nos lo contó Carlos de los Santos:

Por el año de 1998, era un día en que hubo una ceremonia en la pirámide; al ser el
encargado de que no se quedara nadie –ya ve usted por eso de los rateros y marihua-
nos–, eran como las 12:30, y realizaba mi recorrido checando visualmente por la
Cueva del Diablo, cuando observé un resplandor en la explanada de la pirámide,
pensé, “ya se quedó gente y prendieron una fogata”. Empecé a subir las escaleras,
conforme iba avanzando, la extrañeza hizo presa de mí porque el hecho de que no
oyera voces ni viera nadie asomándose, mi pensamiento recurente era que ya había
detenido a los infractores. Cuando terminé de subir, mi sorpresa fue muy grande, ya
que lo que había ahí no era gente, era una bola de luz, que estaba en la base de la
pirámide, su resplandor no era muy brillante, mas bien opaco, giraba sobre sí misma;
me quedé paralizado, no sé si por el miedo o por lo extraordinario de esa cosa, me
parecía que flotaba; no sé cuánto tiempo pasó. La esfera empezó a girar mas rápido, y
después sucedió algo más extraño, la bola luminosa se dividió en otras cuatro, forma-
ron una figura, la grande al centro y las otras cuatro mas chicas a los lados, una de
cada lado, como un cuadrado; la que estaba en el centro empezó a girar con más
fuerza y empezó a iluminarse ahora sí con brillo, las otras cuatro también empezaron
a brillar; llegó un momento en que una de las esferas chicas se fue hacia los volcanes,
otra a donde se mete el sol, otra al sur y la última al norte, pero la grande se elevó
como dos metros y se deshizo en mil colores, como de un fuego artificial. En ese mo-
mento la pirámide se cimbró y reaccioné, me bajé corriendo como loco hasta la caba-
ña y me encerré. Nunca he podido explicarme qué sucedió esa noche.
A la gente que le he platicado lo ocurrido me dice que es la energía que dejan los
danzantes; otros me dicen que son las brujas, otros que son OVNIs. Yo la verdad no sé
qué pueda ser. Lo único que sé es que esas esferas, en ciertas épocas, son visibles.
Ese día no dormí nada, lo que sí recuerdo es que me sentía con muchas ganas de hacer
las cosas, no me sentía cansado a pesar de no dormir toda la noche.

Este fue el testimonio de uno de los guardabosques que habían en ese entonces en
1998, al año siguiente falleció.
En el año de 1996 recibimos el reporte de que el lado oriente del cerro se estaban
apareciendo esferas o fuegos misteriosos, acudimos con los dos guardabosques que pre-
fieren guardar el anonimato, ya que puede afectar su trabajo, nos comentaron que al

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HUIZACHTEPETL

estar realizando un recorrido de rutina por un lugar que ellos llaman de “las abejas”
como a eso de las 20:00 horas

...notamos que se estaba alumbrando esa zona. Pensando que era un incendio, nos
acercamos al lugar para evaluar si necesitábamos ayuda o la podíamos apagar solos; le
decía a mi compañero, “no hay que dejar que se extienda el fuego, si es grande llama-
mos abajo (a la delegación) para que manden gente y herramienta”, pero al acercar-
nos a unos 10 metros, nos dimos cuenta que no era fuego, era una luz como una
esfera. Nos pusimos nerviosos y, al aproximarnos más, nos dimos cuenta que esa cosa
flotaba a unos dos metros del suelo. En ese momento corrimos a la cabaña y nos
quedamos adentro. Al día siguiente checamos y sólo encontramos el pasto y la hierba
aplastada que, a pesar de estar seca, no había ni rastro de fuego, ni cenizas, nada que
se pareciera a un incendio.

Aquí termina el relato de los dos guardabosques que quedaron impresionados con lo
que pasó aquella noche.
Motivados por el anterior relato, realizamos una investigación de campo y nos dedi-
camos a tomar fotos del lugar donde nos habían dicho sobre ese fuego misterioso;
tomamos fotos y esperábamos encontrar restos de material dañado, y en su lugar en-
contramos lo que sólo era un circulo que formaba la hierba aplastada, el resto del área
no guardaba esa proporción. Continuamos buscando algo que nos diera respuesta,
como una lámpara, un espejo que reflejara la luz de la ciudad, etcétera, pero nuestra
búsqueda a ese fenómeno fue infructuosa. La única evidencia –si pudiera considerarse
tal–, son unas fotos del lugar donde se observan unas luces rojas, pero sólo aparecen en
el círculo, en el resto de la zona se aprecia el color normal.
Otro de los casos sobre luces enigmáticas lo encontramos con el investigador y
periodista Yohanan Díaz, a quien le sucedió una experiencia fuera de lo común en una
de las cuevas que se encuentran del lado oriente.

En el año de 1998 acudí a realizar una investigación acerca de unas luces extrañas
que se veían por esa zona. En compañía de mi esposa Silvia, nos adentramos a la
cueva, y mientras tomábamos fotos del lugar, escuchamos ruidos y voces; nos asusta-
mos un poco porque pensamos que eran unos drogadictos y debido a que traíamos
cámaras y equipo, eso nos ponía en riesgo. Le dije a mi esposa, “guarda todo y vamos
a salirnos”, pero cuál era mi sorpresa que esas voces provenían del interior de la cueva,
no muy grande, pues se alcanzaba a ver el fondo, parecía que estaban trabajando en
algo, y ese ruido era como si saliera de las paredes, salimos de allí para checar afuera
tal vez esas voces se traspasaban por la pared, no encontramos a nadie alrededor, por
lo regular entre semana el cerro esta solo. En eso estábamos cuando algo llamó mi
atención hacia arriba, lo que veía era extraño, una luz verde que a pesar que era de

260
HISTORIAS Y HECHOS …

día brillaba, tenía la forma de una dona; la observé por un tiempo y posteriormente
desapareció, fue algo muy extraño.

Ecos del pasado


En el año de 1999 sucedió algo que se le ha aparecido no a poca gente. Se trata de la
aparición del guardián del lugar –como lo llaman todos los que viven en esa zona del
Cerro de la Estrella–. La siguiente historia nos la contó el niño Ángel Chavez, que en la
actualidad tiene 12 años.

Estaba en el área de las palapas, jugando, mientras mi papá estaba platicando con uno
de los vigilantes del cerro, en eso volteé a ver a un señor que se me quedaba mirando, y
que estaba vestido con un traje como de los danzantes, tenia un escudo y un como palo
en la otra mano; en la cabeza tenía un adorno de plumas como los que danzan, pero
sabía que no era de verdad por que se veía medio transparente, le hablé a mi papa para
contarle lo que estaba viendo, pero cuando llegó, ya había desaparecido.

El relato de este niño no es el único. Mucha gente cuenta sobre el misterioso guardián
del lugar, le llaman el abuelito. Otro testimonio de esas apariciones del pasado nos lo
cuenta un doctor que tiene una fama y reputación conocida. Nos confió una historia
que pasó en los años ochenta:

En esa época frecuentaba mucho el cerro –siempre en compañía de varios amigos que
eran aficionados a la arqueología–, nos encontrábamos en una de las cuevas que le
llaman La Encalada (C-026)1, estábamos observando el poco estuco original que quedaba
y buscando petroglifos, cuando una de las personas nos hizo una señal como de silencio
y señaló en una cavidad poco profunda; se oían como agua y murmullos. Esta persona
entró en un estado como de trance y nos empezó a narrar que estaba viendo una ciudad
antigua, el ajetreo de la gente, era una ciudad mexica, nos contaba las pirámides que
estaba viendo, las casas, etcétera. Salió de ese trance y quedó muy cansada. Cierto o no,
puede que exista otra realidad que coexista con ésta; no lo sabemos, son cosas inexplicables.

Estas historias son, sin duda, hechos extraordinarios sucedidos en torno al cerro, pero
quizá lo que más nos llamó la atención es el relato del licenciado Mario Artemio Rome-
ro, encargado del Museo Fuego los fines de semana y días festivos.

En una ceremonia de la representación del Fuego Nuevo sucedió algo muy extraño.
Eran alrededor de las 18:00 horas, en el cielo se veían nubes que amenazaban con

1 N. del E.

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HUIZACHTEPETL

llover; esto nos preocupaba ya que podía echar a perder una ceremonia tan importante.
A pesar de la preocupación de todos nosotros, la ceremonia se desarrollaba con normali-
dad; los danzantes habían formado con flores un tapete con algunas representaciones
prehispánicas, el fuego se había encendido y el copal estaba humeando, cuando se desató
la lluvia pensé “ya se echó a perder todo”, cuando uno de los danzantes nos dice: “no se
preocupen”: enseguida se postró enfrente de la ofrenda y, por increíble que parezca, dejó
de llover en esa parte que estábamos. Eso me impresionó mucho. Por cierto, recuerdo que
la prensa lo mencionó como “un hecho extraordinario en el Cerro de la Estrella”.

A manera de conclusión
En esta época todo puede ser posible, en física cuántica ha habido importantes avances
que en el siglo pasado y antepasado no eran “posibles”; partículas con extraños compor-
tamientos, con extraños nombres como “encanto”, “extraño”, “arriba”, “abajo”, “neutrinos”,
“bozones” etcétera. Teorías como de que no podía la luz viajar a mas de 299,000 km/seg.
Este concepto ha cambiado, y hoy algunos científicos la han acelerado a mas de 300
veces, algunos otros científicos empiezan a hablar de dimensiones, universos múltiples.
Tal vez todos los relatos e historias que contamos hoy no tienen respuesta, pero en un
futuro no muy lejano tendrán una explicación lógica y comprensible.
La mayoría de la gente sabe lo que ha visto, oído y sentido para ellos eso es lo que
importa, como nos contó el señor Carlos Santos:

no me importa que no me crean, porque yo sé lo que vi y sentí; la pirámide vibró y esas


esferas nunca las podre olvidar.

En la vida hay hechos que no podemos explicar, y aunque contamos con escasos recur-
sos, tratamos de darle seguimiento al fenómeno, algunas conclusiones a las que hemos
llegado son las siguientes:
1) El cerro que en la antigüedad era un volcán, tiene todavía algunas zonas magnéticas,
lo cual puede ocasionar la aparición de tan extrañas esferas o bolas luminosas, ya
que al cargarse de magnetismo pueden surgir esa extraña manifestación.
2) Algunas apariciones pueden deberse a que en el aire se guardan ecos del pasado,
imágenes, voces, sonidos etcétera. Aún no sabemos qué pasa, pero tanta gente no
puede estar mintiendo. En las investigaciones hemos usado técnicas de programa-
ción neurolingüística para observar si la gente está mintiendo o recordando, y llega-
mos a la conclusión de que los testimonios aquí descritos han sido reales. Tal vez
usted, amable lector, sí ha visitado este parque ecológico y le ha pasado algo inexpli-
cable, y se dará cuenta que no es el único, en la vida siempre hay y habrá cosas
extraordinarias que para la ciencia no tendrán explicación y la cual al sentirse impo-
tente cerrará los ojos y dirán “eso no existe”.

262
El grabado y el Huizachtepetl

Rosa María Núñez

E ra mañana de febrero. Por alguna razón que nadie –ni yo misma– podría explicar,
presentía, o quizá sentía ya, que sucederían eventos que marcarían, quizá, la manera
de pensar y sentirme nuevamente mexicana; que tenía raíces bien firmes en algún lado.
Que la mercadotecnia, la televisión, en fin, la tecnología eran cosas que no eran yo, que
existía algo más allá de los libros de texto o el discurso que te aprendes en primaria
sobre Juárez o cualquier otro héroe nacional que de momento no me viene a la cabeza.
No, mi primer visita al Cerro de la Estrella era algo más; se trataba de “sentir” tus raíces,
no sólo de conocerlas; de aprender in situ, de re-conocer mi existencia aquí y ahora.
Se dice que las coincidencias no existen y ahora lo sé de cierto, porque cuando me
hicieron la invitación a formar parte del equipo que trabajaría en el Cerro de la Estrella,
un entusiasmo me recorrió el cuerpo y la mente. Y cómo no iba a ser así. Cuando
conocí al responsable del proyecto, Arturo Montero, la enseñanza fue desde el primer
momento. La empatía fue total y el trabajo no fue sino una serie de sentires tan especia-
les que sólo cuando laboro en los grabados experimento algo similar.
El primer día intentaría tomar el instante justo en el punto exacto de la salida del
sol, de frente a mi tripié recién desempacado en el punto más alto del Cerro de la
Estrella, y la cámara estaba ansiosa de que presionara el obturador, pero había que
esperar, como el cazador que espera a su presa y ésta se constituía de ideas para nuevos
grabados.
Nunca pensé la gran variedad de anécdotas que se conformarían en el tiempo que
intentaría colaborar como dibujante. No sólo terminamos interviniendo como media-
dores entre integrantes de la mancha urbana, paracaidistas no muy convencidos de que
seríamos inofensivos a sus intereses personales y el grupo formado por representantes
de la delegación Iztapalapa, el INAH y otras instituciones.

263
HUIZACHTEPETL

Teníamos una gran oportunidad ante nosotros ir al rescate patrimonio cultural, la he-
rencia ancestral de un grupo que anterior al descubrimiento de América, ya se reunía
ahí justo donde nosotros intentábamos medir cuevas, tomar notas, dibujar petroglifos
entre otras muchas actividades. La pregunta era entonces si lo lograríamos, aunque
tuviésemos el apoyo de la delegación e instituciones coordinadoras dentro del parque
ecológico Cerro de la Estrella, las expectativas eran muchas.
A medida que el proyecto tomaba su cauce me alejaba más de la posibilidad de dibujar
árboles, cuevas o petroglifos, me había involucrado de tal manera en el proyecto que lo
único que no había logrado era hacer cualquier boceto cercano a un dibujo sobre el
cerro; sin embargo, estoy convencida de que en cada idea que plasmo dentro de mi
trabajo como grabadora o pintora, he buscado impregnar la esencia de las ideas, de los
temas a los cuales intento darles un carácter personal, e inclusive creo que no tendrían
cada uno de ellos ese riesgo tan especial si no fuera por la metodología en que he
fundamentado mi estilo de hacer, de crear, de desarrollar mi pasión, pues. Esto es
conocer o acercarme lo más posible al tema de el cual he de buscar plasmar algo de mi
sentir y de mis ideas sobre los que hombres y mujeres de otro tiempo y que su vez
heredaron o quizá crearon otra historia con sus manos de lo que hoy es nuestro. Y tener
la sensación de poseer este capital de vivencias del que nos apropiamos, o quizá no
sabíamos que siempre fue nuestro, que fue mío, venciendo la barrera del tiempo y
espacio.
Mi sentir dentro de la cueva, que mágica combinación de sensaciones y de ideas, el
deseo de morir ahí abrigada, segura, dentro de la cueva, el silencio, la obscuridad, la
nada. Después un anhelo por la vida... por la luz... por la libertad.
Cueva del Oso, febrero de 2001.

264
esta obra se terminó con el
antiguo año nuevo, doce de
febrero de dos mil dos, y el
tiraje consta de dos mil
ejemplares, más sobrantes.

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