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Rolando Astarita Teorías del valor: austriacos vs marxistas (1)

Teorías del valor: austriacos vs marxistas (1)

En esta nota presento la primera parte de un escrito que preparé para la intervención de
apertura en el debate sobre teoría del valor con Juan Carlos Cachanosky (ver aquí),
quien adscribe a la corriente de economistas conocida como “austriaca”, esto es, ubicada
en la tradición de Menger, Böhm Bawerk, Wieser, von Mises y Hayek.

Debido a las limitaciones de tiempo, en mi intervención sólo utilicé una parte del texto
que había preparado. Aquí lo presento de forma completa, pero además agregué pasajes
en respuesta a objeciones y críticas que realizó JCC en el debate, así como también
respondo (en la segunda parte de esta nota) a una crítica por escrito que puede
consultarse en

http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/03/10/cambio-de-preferencias-sin-
cambios-en-los-precios-relativos/.

La relevancia del debate justifica que le dediquemos tiempo y espacio (de ahí que voy a
publicar el escrito en varias partes, para que la gente tenga tiempo de evaluar a fondo los
argumentos). Como es conocido, la teoría del valor trabajo de Marx es la base de su
explicación del origen del plusvalor. De manera que sustenta la crítica del modo de
producción capitalista. La teoría del valor utilidad, por el contrario, niega que el
capitalismo sea un modo de producción basado en la explotación, y se presenta como
una alternativa radical a la teoría de Marx. Dado además que las dos teorías postulan
una fuente del valor autónoma –trabajo o utilidad- ambas evitan incurrir en un
razonamiento circular; lo cual nos lleva de manera directa a las cuestiones teóricas
fundamentales. Aclaro que hay razonamiento circular cuando se afirma, por ejemplo,
que el valor del bien X está dado por el valor del trabajo empleado en producir X, ya que
aquí la explicación sólo remite del valor de X al valor del trabajo empleado en X.

A fin de introducir las cuestiones en discusión, comienzo destacando los muy diferentes
enfoques y explicaciones del movimiento tendencial de los precios que se desprenden de
ambas teorías.

La teoría austriaca del valor utilidad

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Rolando Astarita Teorías del valor: austriacos vs marxistas (1)

Una ventaja que tiene el polemizar con los economistas austriacos es que éstos, a
diferencia de los neoclásicos modernos, sostienen que es necesaria una teoría del valor,
y que además, las cuestiones fundamentales no se resuelven apelando a formulismos
matemáticos, como se estila en los manuales de microeconomía usuales. Por eso, la
polémica gira en torno a los principios conceptuales, a los fundamentos.

La idea primordial de los austriacos es que el valor deriva de la utilidad que el


consumidor asigna al bien que compra. Por eso, el énfasis está puesto en la relación del
individuo con sus necesidades y el bien. “El valor de los bienes se fundamenta en la
relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos”, escribe
Menger (p. 108). En consecuencia, el valor “es la significación que unos bienes concretos
o cantidades parciales de bienes adquieren para nosotros, cuando somos conscientes de
que dependemos de ellos para la satisfacción de nuestras necesidades” (pp. 102-3). La
valuación que realiza el consumidor consiste en preferir un incremento particular de
una cosa sobre incrementos de cosas alternativas (una forma de evitar la objeción
conocida como “la paradoja del diamante y el agua”, ver más abajo). El individuo
establece una escala o ranking de preferencias, y los precios constituyen el reflejo de esa
escala.

Por lo tanto, y siempre según los austriacos, el valor no se produce ni puede producirse.
De ahí que rechacen la tesis de que el capital genere valor y que el interés se explique
por la productividad marginal del capital; o que el salario sea igual a la productividad
marginal del trabajo. Como explica Böhm Bawerk, la producción sólo genera bienes que
tienen valor a partir de la valorización que hacen de ellos los consumidores. De aquí
también que el valor de los medios de producción se establezca por imputación “hacia
arriba”, a partir del valor de los bienes finales, o de consumo. Por ejemplo, el precio de
una herramienta que se utiliza para producir bauxita deriva de la utilidad del consumo
del aluminio; utilidad que determina la utilidad de la alúmina y por lo tanto su precio;
del que a su vez se deriva la utilidad y el precio de la bauxita; de la que a su vez se deriva
la utilidad y el precio de la máquina que permite extraer la bauxita. Los austriacos
sostienen que esto no tiene nada de artificioso, y que cualquiera puede deducir muy
fácilmente la forma en que se determinan los precios. El valor, según esta óptica,
siempre deriva de la significación que los consumidores finales dan a los bienes.

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La teoría marxista del valor y dos tipos de precios

La teoría de Marx sostiene que el valor es generado por el trabajo humano; por eso
tienen valor las mercancías que son reproducibles con trabajo humano. En el capítulo 1
de El Capital Marx define al valor como tiempo de trabajo socialmente necesario,
objetivado, en la mercancía (ampliamos más adelante). Esta idea general, sin embargo,
es presentada en dos instancias que se corresponden tanto a la concatenación lógica de
los argumentos, como al desarrollo histórico. La primera, contenida en los primeros
capítulos de El Capital, supone una sociedad de productores simples de mercancías, y la
libre competencia. Esto significa que todavía no hay capital, trabajo asalariado ni
plusvalía. Dado que la tesis central es que el trabajo es la única fuente de valor, se
desprende muy fácilmente (una demostración rigurosa más adelante) que en una
sociedad de productores simples de mercancías (esto es, con tasa de ganancia cero) los
precios son, aproximadamente, directamente proporcionales a los tiempos de trabajo
requeridos para su producción, dada una tecnología e intensidad promedio.

Naturalmente, la idea de que la única fuente del valor es el trabajo humano social es el
basamento de todo el desarrollo teórico posterior de Marx. Es que admitida la tesis,
deberá admitirse luego que la plusvalía es tiempo de trabajo no pagado. Por eso los
economistas austriacos están obligados a criticar la teoría de Marx en este nivel. De
manera que nos focalizaremos en este análisis de Marx, que a su vez contiene una crítica
a cualquier intento de explicar el valor por la utilidad.

La segunda instancia de la presentación de Marx ocurre cuando tenemos en cuenta que


en el modo de producción capitalista las mercancías no se intercambian como productos
de productores simples, sino como productos de capitales que exigen participación en la
masa global de plusvalía en proporción a su magnitud, aunque sus composiciones de
valor (esto es, de capital constante y capital variable) sean distintas. Por lo tanto, las
mercancías, en tanto productos del capital, se intercambian a precios que oscilan en
torno a los precios de producción. Es que a través de los mecanismos competitivos surge
una tasa media de ganancia que determina el recargo que el capitalista hace sobre los
costos de producción (lo invertido en salarios y medios de producción). Es lo que en los
libros de texto de economía aparece como el mark-up, del que nadie parece dar cuenta
teórica. En la teoría de Marx ese mark-up está determinado por la ley del valor trabajo.

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Vemos entonces que Marx sostiene que los precios en la sociedad capitalista no pueden
ser proporcionales a los valores. Por eso distingue dos escenarios, uno que corresponde
a una sociedad de productores simples de mercancías, otro configurado por la
producción capitalista de mercancías. De manera explícita sostiene que los precios
directamente proporcionales a los valores corresponden a “un estadio muy inferior al
intercambio a precios de producción, para el cual es necesario determinado nivel de
desarrollo capitalista” (p. 224, t. 3). Los precios de producción, en cambio,
corresponden a un modo de producción capitalista. Entonces el caso de la producción
simple de las mercancías puede considerarse una variante del caso particular
(composiciones orgánicas iguales en todas las ramas) de la explicación más compleja,
referida a los precios de producción.

Críticas sin sustento

Si bien el nudo de las diferencias entre los marxistas y austriacos está en los argumentos
en torno al capítulo 1 de El Capital, los austriacos insisten en que la teoría de Marx
fracasó a causa de la distinción entre precios directamente proporcionales a los valores
(correspondientes a una sociedad sin capital) y precios de producción (correspondientes
a una sociedad capitalista). La crítica se desarrolla en base a tres argumentos: el primero
atribuye a Marx ideas que no dijo; el segundo afirma que hay contradicción lógica entre
los dos tipos de precios; el tercero sostiene que el planteo es incorrecto porque es
complicado, y esa complicación deriva de postulados ad hoc.

En relación al primer argumento, el falseamiento de lo planteado por Marx se advierte


claramente en la Historia del pensamiento económico de Murray Rothbard, en el
capítulo dedicado a la teoría económica de Marx, en el volumen 2. Para aquellos que no
lo conozcan, digamos que Rothbard, fallecido en 1995, continúa siendo uno de los
principales referentes de la corriente austriaca. Sus obras se han traducido a varios
idiomas, se utilizan como libros de texto, y dentro de la escuela se lo cita
aprobatoriamente con frecuencia.

Pues bien, Rothbard afirma que, según Marx, en la sociedad capitalista los precios son
proporcionales a los tiempos de trabajo empleados en la producción. Sin embargo Marx
dice explícitamente que no son proporcionales. Rothbard también sostiene que Marx no

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solucionó la cuestión planteada por el hecho de que, según la teoría del valor, el trabajo
es la fuente de la plusvalía, las composiciones orgánicas entre ramas difieren, y las tasas
de ganancia tienden a igualarse. Falso de nuevo, Marx dejó una solución al problema. A
Rothbard puede no gustarle, pero no puede negar que está presentada la solución a un
problema en el que se había trabado Ricardo. En otras notas, además, he demostrado
que el llamado problema de la transformación no presenta ninguna dificultad particular
(aquí y aquí). Rothbard también afirma que a causa de las contradicciones que
enfrentaba en su teoría, Marx “muy pronto dejó de trabajar en El Capital” (447). Pero
éste es otro disparate: Marx trabajó en esa obra hasta poco antes de morir; de hecho, le
dedicó 38 años de su vida.

En este punto entonces es necesario hacer una observación de método: toda crítica exige
como premisa el rigor, y éste debe empezar por reconocer el principio de “realismo
epistemológico” en referencia a los textos. Como dice Umberto Eco, las interpretaciones
de texto son abiertas, pero esto no puede tomarse como sinónimo de arbitrariedad, ni
para hacerles “decir” lo que nos conviene. Por caso, no se puede atribuir a Marx la idea
de que el trabajo tiene valor; o que la tierra es capital; y similares afirmaciones, como
hace libremente los economistas austriacos. Este proceder, además, nos obliga a estar
despejando falsedades y confusiones, con el resultado que se oscurecen los argumentos
principales. Curiosamente, por otro lado, Rothbard afirma que los marxistas “no actúan
como científicos honestos” (p. 449, t. 2).

Voy ahora al segundo cargo austriaco, que dice que Marx incurrió en contradicción
lógica al afirmar la existencia de los dos tipos de precios. Para sostener esta acusación, y
teniendo en cuenta el principio aristotélico de no contradicción, habría que demostrar
que Marx afirma que un mismo sujeto (en este caso, el modo de producción capitalista)
tiene, bajo el mismo respecto y contemporáneamente, dos determinaciones opuestas
(precios directamente proporcionales a los tiempos de trabajo y precios determinados
por la igualación de la tasa de ganancia). Por supuesto, los economistas austriacos no
tienen manera de demostrarlo, porque Marx dice precisamente lo opuesto. Sin embargo,
insisten con la cantinela de la “contradicción”.

Por último, tenemos la crítica que dice que la distinción entre los dos tipos de precios de
Marx es un agregado ad hoc, para “salvar” afirmaciones anteriores, y por eso conforma

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una teoría demasiado complicada. Un argumento que ha repetido Juan Carlos


Cachanosky en el debate, y no sólo en lo referido a los precios de producción. Así, aplicó
esta crítica a las distinciones entre valores y precios, entre valor de la fuerza de trabajo y
trabajo, y entre tierra y capital. Se trataría de soluciones propuestas por Marx a
problemas específicos, no generalizables, y concebidas para salvar el núcleo central de
su teoría de supuestas anomalías (es lo que se entiende en filosofía por explicaciones ad
hoc).

La respuesta a esta crítica es sencilla: no existen los planteos ad hoc cuando las
distinciones conceptuales se corresponden con el desarrollo lógico. En otros términos,
para decir que se trata de soluciones específicas agregadas a posteriori del planteo
conceptual primero, hay que demostrar que no existe conexión interna entre las
categorías tratadas y esas “soluciones”. Y esto es lo que no pueden hacer Cachanosky ni
el resto de los críticos austriacos cuando abordan la teoría de Marx. Por ejemplo, ya en
el mismo planteo de qué es valor está contenida la distinción entre valor y precio, así
como la tesis de que el trabajo no tiene valor. No se puede entender la noción de valor,
presentada por Marx en el capítulo 1 de El Capital, si se pasan por alto estas cuestiones,
ya que son inherentes al concepto. Pero Cachanosky, o Rothbard, ni siquiera se detienen
en ellas, y por eso no tienen manera de demostrar que, por ejemplo, la distinción entre
valor y precio sea un postulado ad hoc. Pero si aquí no hay solución específica, mal se
puede afirmar que hay contradicción entre valor y precio de producción; o que el último
constituye una solución ad hoc para proteger la teoría del valor de eventuales
refutaciones.

Ante esto, sólo quedaría como recurso a los críticos afirmar que la teoría de Marx debe
de estar equivocada porque los conceptos en sí son complicados (fue insinuado en el
debate). Con lo cual tendríamos la bonita conclusión que la validez científica de una
teoría estaría condicionada a la simpleza de sus afirmaciones. Algo así como “cuanto
más simplota una teoría, tanto mejor”. Pero este criterio llevaría al desastre a cualquier
ciencia. ¿Qué diríamos del físico que rechazara la teoría de la relatividad, o la mecánica
cuántica, por ser “demasiado complicadas”? En particular, las relaciones sociales son
complejas, y por eso no siempre se dejan captar con las nociones simples, que son las
que generalmente expresan los fenómenos de "superficie" de la sociedad.

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Bienes reproducibles, no reproducibles y la generalidad vacía

Señalemos también que la teoría del valor trabajo de Marx se aplica a los bienes que son
reproducibles, de manera que supone que hay competencia por el lado de la oferta. Si
alguien es propietario de una damajuana de agua en el desierto, y está frente a una
persona que desfallece de sed, podrá vender el agua según la desesperación y recursos
que tenga la persona sedienta (y según la codicia del vendedor). Casos como éste hacen
las delicias de los austriacos. Pero aquí el marxismo sostiene que no hay ley que rija el
precio; éste depende del capricho y de la intensidad del deseo de compra. El economista
austriaco dice lo mismo, pero agrega que esa declaración constituye una “teoría del
valor”. Un marxista dice, en cambio, que esa afirmación no encierra teoría alguna
(porque es imposible establecer vinculaciones sistemáticas entre variables que
determinen el precio). Y agrega que sólo hay teoría cuando hay ley económica, y que esta
última opera sólo si hay competencia por el lado de la oferta. En términos modernos, si
la curva de oferta es horizontal (competencia por el lado de la oferta y suponemos
rendimientos constantes) la curva de demanda sólo determina la cantidad
transaccionada, no el precio. Y en este caso, dice Marx, hace falta una teoría que dé
cuenta de una ley económica.

En cuanto a los casos del tipo “desierto y soy el único que ofrece agua a caminantes
sedientos”, si bien no están sometidos a ley económica alguna, no son importantes para
entender el funcionamiento del capitalismo. Es que el modo de producción capitalista
no se distingue por la escasez de la oferta, sino por la capacidad de reproducir, y en
escala ampliada, la oferta (¿alguien oyó hablar de la producción en masa?). Por eso
Marx (también Ricardo) distingue entre el escenario de monopolio y el escenario de la
libre competencia: en el primero no hay ley económica que explique los precios. El
economista austriaco volverá a decir que es más sencillo explicar que el precio depende
de la significación que el consumidor da al objeto, sea bajo monopolio (desierto, sed,
único poseedor de agua) o libre competencia (supermercado con muchas botellitas de
agua de varias empresas y consumidores comparando precios). A esto le llamará una
“teoría general del valor”. Desde el enfoque marxista, se trata de una generalidad vacía:
cuando el universal pasa por alto la riqueza de lo particular, es abstracto y deja de
explicar. Casos particulares esencialmente distintos no se pueden subsumir bajo el
mismo universal sin deslizarse a la vaciedad.

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La ley del valor trabajo gobierna los precios de producción

Una tesis clave de Marx, y relacionada con este debate, dice que al introducir los precios
de producción como los centros de gravitación en torno a los cuales giran los precios del
mercado, la ley del valor trabajo sigue rigiendo los precios. Esto sucede por dos razones.
La primera, porque la ganancia es valor generado por el trabajo humano. Esto significa
que la masa de ganancia que se apropia el capital de conjunto no es arbitraria, y por lo
tanto, tampoco lo es la tasa media de ganancia.

La segunda forma en que se evidencia que la ley del valor gobierna los precios de
producción es por los cambios en la productividad, y sus efectos en los precios. En
palabras de Marx: “La ley del valor rige su movimiento (de los precios de producción) al
hacer que la disminución o el aumento del tiempo de trabajo requerido por la
producción haga aumentar o disminuir los precios de producción” (p. 227, t. 3). Esto
significa que, según esta teoría, los precios de los productos de las ramas en que haya
mayor aumento relativo de productividad (o sea, reducción de tiempo de trabajo por
unidad de producto) caerán, en promedio; y lo inverso sucederá con los productos de las
ramas con menores ganancias de productividad.

La necesidad de explicar lo que sucede

Salgamos ahora un momento del gabinete de discusión para echar un vistazo a algunas
realidades. Tomemos los precios del petróleo en EEUU. Éstos se mantuvieron
relativamente estables durante décadas; entre 1948 y 1973 oscilaron (a precios
constantes) entre los 22 y los 25 dólares. En 1973 dieron un salto a 44 dólares, luego
fluctuaron con un pico de 106 en 1980, mínimos de 17 en 1998, para comenzar a subir
sostenidamente desde 2000, ubicándose en 91 en 2013 (datos del Bureau of Labor
Statistics de EEUU). Según especialistas en petróleo y ejecutivos de la industria, el
ascenso tendencial de los precios del petróleo y del gas, en particular desde principios de
los 2000, se debe a que ya se están agotando las fuentes tradicionales de petróleo
barato, y cada vez es necesario ir a pozos más profundo, y muchas veces más lejanos de
los centros de consumo. Actualmente un pozo de 3000 metros de profundidad en el
océano, y un gasoducto de 2000 o 3000 kilómetros pueden exigir inversiones de varias
decenas de miles de millones de dólares. Dados estos aumentos de costos, los ejecutivos

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de la industria pìensan que los precios se van a mantener altos en los próximos años.
Desde el punto de vista del marxismo, este movimiento tendencial de precios no resulta
difícil de explicar: en promedio, hay que destinar más tiempo de trabajo social a la
producción de petróleo y gas porque bajó la productividad al agotarse los recursos más
accesibles. El economista austriaco, en cambio, explicará que los precios simplemente
aumentaron porque la gente decidió darle esa significación a los bienes de consumo que
contienen derivados del petróleo (recordar el ejemplo de la bauxita).

Tomemos ahora los productos agrícolas, más precisamente, del maíz, en EEUU. Entre
1950 y 2000 la cantidad de trabajo necesaria para producir 100 bushels de maíz bajó de
20 horas a 3 horas (el cálculo lo hizo la USDA), Entre 1950 y 2000 cada granjero de
EEUU produjo en promedio 12 veces más de output agrícola por hora trabajada que un
granjero en 1950. Entre 1948 y 2004 el empleo agrícola disminuyó 3,2% por año pero el
producto por trabajador aumentó 4,9% por año, Los precios agrícolas bajaron en
relación al índice general de precios: con base 100 en 1948, en 2004 estaban en
alrededor de 200 mientras el índice general de precios rondaba 680. En 1950 el bushel
de maíz ajustado a dólares de 2010 estaba a 12 dólares. En 1999 estaba a 3 dólares, o
sea, había caído 75% entre 1950 y 2000. En los 2000 el maíz aumentó, debido al
aumento de la demanda y la reducción de tierra arable. Pero aun así, en términos reales
el precio del maíz, a fines de 2013, estaba más bajo que a comienzos de los años 1980
(Fuglie, McDonald, Ball, 2007). Los autores sostienen que estos aumentos de
productividad están detrás de la caída tendencial de los precios. Es una explicación
lógica desde el punto de vista de la teoría de Marx. Pero no para el austriaco, que nos
volverá a decir que los precios son lo que son porque los consumidores le dieron esa
significación a los granos y otros productos agrícolas, y no tiene nada que ver con
tiempos de trabajo relativos.

Vayamos a otro ejemplo, ahora más general. Según datos del Bureau of Labor Statistics
los sectores con ganancias más altas en productividad por hora de trabajo entre 2000 y
2010 fueron equipos de telecomunicaciones sin cable (16,5% anual); manufactura de
computadoras y equipo periférico (9,5%), equipos electrónicos; otras industrias, como
producción de vehículos (5,4%), también tuvieron aumentos significativos de
productividad. Para el promedio de la economía no agrícola la productividad aumentó al
2,4% anual, y en extracción de gas y petróleo descendió el 2,5% anual.

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Luego el BLS constata que en las industrias en las que cayeron los precios estuvieron
asociadas generalmente con aumentos de productividad: equipos de telecomunicación
sin cable, manufactura de computadoras y equipos periféricos, electrónica, manufactura
de semiconductores y otros componentes, tuvieron fuertes aumentos de productividad y
esos productos experimentaron sustanciales caídas de precios entre 2000 y 2010. En
contraste, minería de carbón, acero, tapicería y reparación de muebles, mostraron
caídas de productividad y aumentos de precios. De manera que la evidencia recogida por
el BLS parece de nuevo explicarse bastante bien con la teoría del valor trabajo de Marx.
Pero el economista austriaco volverá a protestar: los precios relativos de los bienes
informáticos y telecomunicaciones bajaron y los de minería subieron porque así lo
quisieron los consumidores.

Llegados a este punto, regresemos a la discusión teórica fundamental: la que gira en


torno a las primeras páginas de El Capital. Mi argumento es que la teoría del valor
trabajo explica muy bien los resultados anteriores, y que se puede demostrar por qué la
teoría de la utilidad no puede hacerlo. Lo que equivale a afirmar que es empíricamente
irrelevante.

Bibliografía:

Fuglie, K.; J. McDonald, E. Ball (2007): “Productivity Growth in U.S. Agriculture”,


United States Department of Agriculture, Economic Research Service, September

Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.

Menger, C. (1985): Principios de economía política, Madrid, Orbis.

Rothbard, (1995): Historia del pensamiento económico, Madrid, Unión Editorial.

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